Vamos en otro flashback, ahora a los ´90. Esta serie tenía muy buena pinta cuando salió, pero yo estaba tan enojado con Marvel por haber rajado a Mark Waid y Ron Garney de Captain America, que juré no comprar nada de esa editorial hasta que esos autores volvieran a esa revista. Eso sucedió a principios de 1998, y hasta esa fecha no compré absolutamente nada de Marvel. Ni siquiera Ka-Zar, también con Waid al frente de los guiones. Muchos años después vi los dos tomos recopilatorios a muy buen precio, y acá están.
La verdad que, por lo menos en estos primeros episodios, las aventuras no son nada del otro mundo. Lo que hace atractiva la lectura es lo otro: esa magia que hace Waid para darle a la serie un tono de sit-com, de comedia costumbrista, a través de diálogos muy logrados y de un trabajo excelente en las caracterizaciones de Ka-Zar y Shanna. La dinámica entre ellos (y Zabu) sostiene el interés, incluso cuando las aventuras son “más de lo mismo”, o cuando se enfrentan a peligros que ningún tipo o mina sin poderes (y con escasa vestimenta) podría llegar a superar. En sólo siete episodios, Waid mueve a los protagonistas por dos escenarios muy distintos, como son la Tierra Salvaje y la ciudad de Nueva York, y traza un paralelismo bastante ingenioso entre ambas.
La gran falla, me parece, está en las peleas y los villanos. En los primeros tres números, todo pasa por Gregor, un sicario pulentoso a las órdenes de Parnival, el hermano de Ka-Zar. Después van contra el propio Parnival, después hay dos números de una pelea larga y predecible contra Rhino y para el final, más sicarios de Parnival, que además está entongado con el propio Thanos. Sí, en el Vol.2 Ka-Zar se va a enfrentar a Thanos. Un disparate.
El tomo incluye también el número -1 de Ka-Zar, en el que Waid comparte la autoría con Todd Dezago y el ignoto Andy Jozefowicz. Para mi sorpresa, es un número redondísimo, que no quería que se terminara nunca. El repaso por el origen de Ka-Zar le agrega tanta sustancia a este clon de Tarzan a priori chatísimo, que me hubiese gustado que se extendiera a toda una saga, un Ka-Zar: Year One, con más espacio para indagar en el padre de los hermanos Plunder, en la rivalidad entre ellos y en los años formativos del rubio en la Tierra Salvaje.
Las 22 páginas del número -1 están dibujadas por John Cassaday, antes de que se convirtiera en estrella. Acá ya se le nota la pasta de campeón, y se valora sobre todo la formación académica, la elegancia, los huevos para ir en contra de la estética que hegemonizaba los comics mainstream de mediados de los ´90, que de elegante no tenía un carajo. No es exactamente el Cassaday que va a triunfar unos años después en Planetary, pero para ser un pibe que jugaba de suplente en un título tercerón de Marvel, era sumamente promisorio. También hay un número del arquito contra Rhino dibujado por Pino Rinaldi, una especie de Claudio Castellini de la B que aporta muy poco.
Y en los otros seis episodios lo tenemos a Andy Kubert, en la época en la que todavía dibujaba seis números de una misma serie. Lo de Kubert es muy raro. Se nota que es un excelente dibujante, que tiene un gran manejo de la composición, que sabe dibujar fondos, que sabe elegir cuándo NO dibujarlos, que maneja muy bien las expresiones faciales, que la rompe dibujando animales reales y fantásticos, y que es imbatible a la hora de coreografiar escenas de acción bien zarpadas, con mucho impacto. Sin embargo, para descubrir estas virtudes, hay que revolver por debajo de la superficie de un comic que, a simple vista, es una porquería noventosa más. Lo primero que ves, lo primero que te llama la atención, son esas musculaturas recontra-exageradas, ese esbirro de Parnival que parece diseñado por Mike Deodato, Marc Silvestri o cualquier otro dibujante horrendo de esa época, las patas larguísimas de Shanna, los escorzos forzados, las escenas en las que sólo se ve cuerpos cuasi-grotescos enfrascados en combates intrascendentes, sin un puto fondo, sin un puto clima, sin más que músculos trabados y dientes apretados. Después, si le prestás atención, ves que por detrás de esos artificios tan repulsivos, hay un gran dibujante que claramente elige hacer eso porque es lo que vende, no porque no sabe hacer otra cosa.
Si sos fan de este héroe impulsivo y calentón, o de su hermosa y mucho más sensata esposa, o de su carismático tigre dientes de sable, internate en esta serie y descubrila, aunque sea de esa época en la que los comics de Marvel eran radioactivos y si había cuatro series dignas, era mucho. Tenés como gancho extra el condimento de la comedia, muy bien piloteada por Waid, y a Andy Kubert tratando de darnos lo mejor que podía ofrecer el pochoclo noventoso post-Image.
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1 comentario:
Lo siento pero soy alergico a toda el mainstream del noventa. Toco un comic y me salen bolsillos por todos lados y se me deforman los pies
Es científico. Se llama el síndrome Liefeld
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