Este espectacular e imprescindible tomo recopila tres historias del maestro Baru, uno de los grandes nombres que dio el comic francés en los últimos 25 años. Baru se metió en el mundo de la historieta ya mayor, con 35 años, pero desde mediados de los ´80 no para de generar excelentes historias, distintas, personales y –por lo menos para mi gusto- sumamente interesantes.
Los dos primeros relatos de este libro están integrados dentro de un mismo universo: un futuro nada lejano (cuatro o cinco años) en el que la derecha francesa se radicalizó, blanqueó abiertamente su racismo y construyó muros que marginan ya no cultural o económicamente sino físicamente a los suburbios, los barrios humildes que rodean a las grandes ciudades, en los que viven buena parte de los laburantes que día a día se dejan la vida para que las ciudades funcionen. Para que este futuro termine de oler a distopía, en los suburbios no se consiguen preservativos y medio mundo tiene VIH, mientras que del otro lado de las murallas, la gente recibe la vacuna contra el SIDA y garcha con total libertad.
Las dos historias transcurren durante la noche de año nuevo, aunque de distintos años. En Francia, la noche del 31 de Diciembre es tradicionalmente la noche en la que todos los jóvenes salen de joda y casi todos la ponen. Imaginate qué lindo fin de año pasás si no tenés forros y para llegar a los boliches donde hay levante tenés que cruzar una muralla custodiada por milicos que tienen orden de dispararte. Dentro de este contexto distópico, el autor de la gloriosa La Autopista del Sol arma dos tramas del sub-género “jóvenes a la deriva” en el que los chicos intentarán pasarla bien a pesar de todas estas limitaciones, incluso si se tienen que jugar la vida.
Con no pocas diferencias, estas historias me hicieron acordar a Deadenders, la serie de “jóvenes a la deriva en un futuro opresivo” que escribía Ed Brubaker en Vertigo allá por el 2000-2001 y con la que le fue bastante mal. Baru realizó estas historias antes de que se editara Deadenders, así que si hubo choreo (cosa que dudo), el sospechoso es Brubaker.
La tercera historieta no está ambientada en el futuro, sino en el pasado, a principios de los ´90, cuando todavía la pica entre la Irlanda católica y el resto del Reino Unido se dirimía a corchazos, cuchillazos o bombas en las duras calles de Belfast. Baru nos cuenta una aventura trepidante protagonizada por una banda de rock inglesa, con un par de integrantes irlandeses, pero del lado protestante. Hay machaca, tiros y una muy lograda historia de amor que atraviesa (y a su vez es atravesada por) todos estos conflictos políticos y religiosos. O sea que no es exactamente un comic documental, o de denuncia, sino que se nutre de un contexto socio-político puntual para darle más sustancia a la historia y un filo más jodido a los conflictos que plantea.
A nivel dibujo, Baru se autodenomina discípulo de José Muñoz, pero la verdad es que su trabajo tiene poco que ver con el del genio del claroscuro. Baru maneja el blanco y negro de modo magistral, pero a diferencia de Muñoz, lo complementa con grises, texturas, esfumados, casi como si fuera un comic a color pasado a blanco y negro. Yo lo veo más como una mezcla rara entre José María Beroy y Christophe Chabouté, con algo del Pasqual Ferry de la primera época, también. Baru también califica a su grafismo de “nervioso”, pero lo que se ve en la página muestra un cuidado milimétrico en cada pincelada, cada trazo, cada fondo, cada aguada. Lo que sí es furibundo, visceral, descontrolado, es el ritmo narrativo que impone Baru. El tipo le imprime vértigo y emoción incluso a las escenas tranquis. Y cuando hay acción, la historia explota. Su dibujo expresivo al mango, combinado con su ritmo para narrar dan esa sensación de kilombo, aunque me queda claro que Baru tiene todo bajo control.
Sin descuidar la acción ni la comedia, Baru se mete con la xenofobia, la violencia y la intolerancia. El resultado son excelentes historias de slice of life con compromiso social, romance y machaca que sólo se le podían ocurrir un autor demasiado bueno como para encasillarlo en un género. O dos.
Ah, please que Macri no lea nunca las dos primeras historias de este tomo...
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5 comentarios:
Jaja, qué buen final.
Por suerte este material se consigue barato, debe ser material que sobró de a toneladas en España...
Andrés, qué onda lo de Deadenders? Porque sé que existe una edición integral a la que le tengo ganas. Y Brubaker me encanta, pero nunca leí nada de él fuera del género policial o de intriga.
Otra consulta. Leiste algo de literatura de Oesterheld? Me refiero a sus novelas y cuentos. Si es así, hay algo puntual que me puedas recomendar? Muchas gracias!
Si te interesa, te puedo decir que Deadenders, esta muy buena. El único problema es que Brubaker la termina demasiado rápido (seguro porque no vendió nada). El tipo tira lineas argumentales para una serie de ponele 60 numeros y se la cortan en el 16.
Coincido con la apreciación de RPon: Deadenders se precipita hacia un final que seguro no se parece en nada al que había imaginado Brubaker. Pero la serie tiene un planteo muy copado y muchísimos momentos memorables. El dibujo no ayuda mucho: es de Warren Pleece, dibujante de la B Metropolitana.
En cuanto a la obra literaria de Oesterheld, nunca la consumí, así que no puedo opinar. Una vez le regalé a mi viejo las novelas de Bull Rocket y le gustaron mucho. Esa es toda la data que puedo aportar...
Buena, joya. Gracias rpon!
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