el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 5 de mayo de 2011

05/ 05: YESTERDAY´S TOMORROWS


Hora de volver al Viejo Continente, esta vez para encontrarme con un maestro de la historieta británica, injustamente desconocido en el resto del mundo. O no tan injustamente, si pensamos que en toda su carrera dibujó apenas unas 200 páginas de historieta. De cualquier manera, Rian Hughes es un autor ineludible en las islitas de Su Majestad, sobre todo porque fue el principal referente del Estilo Atómico, ese nombre tan copado que le puso (el también británico) Paul Gravett a cierto sub-estilo dentro de la línea clara posmoderna tan de moda en los ´80. Hughes siempre cita entre sus influencias a Serge Clerc, Yves Chaland y Ever Meulen, pero con un mero vistazo a sus trabajos, se cae de maduro que el autor al que más estudió es el maestro valenciano Daniel Torres. De hecho, si querés presentar a Hughes en una sóla frase, lo podés definir como “el Daniel Torres inglés”. Hay más, obviamente, en Hughes. Más autores españoles (Sento, Montana), el zarpado Luc Cornillon (que en algún momento dibujó a dúo con Chaland), el canadiense Michael Cherkas… todos los astros del Estilo Atómico conviven en el trazo de esta bestia que, en vez de cebarse con la arquitectura (como Torres) flasheaba mal con el diseño. Las páginas de Hughes están llenas de diseño gráfico. De ahí saca soluciones para iluminar las secuencias, para jugar con las tipografías, para que todo se entienda incluso cuando se esfuerza por economizar recursos. Te imaginarás a qué se dedicó cuando se alejó del comic a mediados de los ´90. Hoy Hughes es un requeridísimo ilustrador editorial y –obviamente- diseñador gráfico, pionero en el campo del dibujo vectorial y creador de varias tipografías de uso masivo.
Este majestuoso tomo (editado en EEUU por Image) tiene todas sus historietas y bastantes ilustraciones. La primera, the Lighted Cities, es toda excelente excepto el punto que elige el guionista Chris Reynolds para terminarla. Había que cortarla una página antes o meterle seis páginas más. El laburo de Hughes es brillante, no parece ni a palos una labor de principiante. La segunda historieta la escribe John Freeman y podría haberse publicado tranquilamente en Cairo o El Víbora. Hay una muy buena trama de corrupción, elementos de espionaje y ciencia-ficción, buena bajada de línea y un héroe que apenas araña un empate. Muy piola.
Después nos espera el tramo más extenso del libro, dedicado a la obra más importante de la carrera de Hughes: la reformulación de Dare, junto a un Grant Morrison afiladísimo. Algo hablamos de esta saga cuando comentamos el Dan Dare de Garth Ennis. Pero se podrían hablar libros enteros, porque son 72 páginas de una riqueza y una complejidad poco frecuentes. Acá la bajada de línea política se roba el protagonismo (palo y palo sin piedad a Margaret Thatcher) y Hughes pega un salto cuántico en su calidad como narrador gráfico en un montón desecuencias que te ponen los pelos de punta. En las escuelas de Inglaterra, el Dare de Morrison y Hughes debería ser texto obligatorio.
Después tenemos la adaptación de Goldfish, un relato de Raymond Chandler protagonizado por Phillip Marlowe, convertido en historieta por Tom DeHaven. Acá este Hughes más sólido y más canchero se juega mucho más, trabaja el color con un criterio expresionista, rompe algunas reglas tácitas de la línea clara y se empieza a despegar un poquito de la estética de Torres.
Y en la última historieta, Really & Truly, Hughes vuelve a hacer team-up con Grant Morrison para una saga 100% en joda, un torbellino de sexo, droga y rockanroll sostenido (apenas) por una aventura de agentes secretos y contrabandistas. Acá casi no hay Daniel Torres, y sí se ven mucho más los autores franceses que iban más para el lado de la joda, como Cornillon, Clerc y hasta Frank Margerin, que a priori tiene poco que ver con el Estilo Atómico. El color desentona bastante, porque es estridente, casi psicodélico, nada que ver con la sutileza que veníamos disfrutando hasta ahora. Esto se debe a que Really & Truly fue realizada para 2000 A.D., un semanario que se caracteriza (entre otras cosas) por el pobre nivel de sus coloristas. No llega a ser Columba (ni las reediciones de Patoruzú que editó Perfil), pero cuando masacran a un prócer como Hughes, se sufre y se clama por venganzas impiadosas.
Cada tanto, Rian Hughes amaga con volver a dibujar historietas. Chamuyo: jamás volvió más que para dibujar alguna portada. Pero este libro es un testimonio imprescindible de la breve (e impoluta) carrera de un dibujante raro para Inglaterra y asombrosamente grosso para los que somos fans de Torres, Chaland, Clerc, Sento y familia.

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