martes, 3 de mayo de 2011
03/ 05: KOOKABURRA K
Venimos bien, con mezclas muy copadas. El otro día tuvimos a un guionista yanki con un dibujante brasileño, después un guionista argento con dibujante español y hoy TRES guionistas (creo que los tres franceses) con dibujante mexicano.
Lástima la historieta, que no funciona del todo bien. La idea está buena: este es un spin-off de una serie MUY popular en Francia, que se llama simplemente Kookaburra y fue creada en 1997 por el siempre taquillero Didier Crissé y el dibujante (después devenido guionista) Nicolás Mitric. La saga kirchnerista (Kookaburra K) es una trilogía que mezcla al Kookaburra (una especie de ave fénix, infinitamente poderosa) con conceptos de otros dos hitazos inmortales: X-Men y Star Trek. Con todo eso, era difícil que fallara, pero aún así, falló. O por lo menos no alcanzó a llevarse más aplausos que “peros”.
A ver: una historieta que en menos de 150 páginas cambia tres veces de guionista ya es medio una rotura de huevos. Arranca Crissé, sigue James Hicks y termina Mitric. Los cambios no son abruptos, ni se sienten tanto. El primer tramo es el más flojo, el que –a la luz de lo que pasa en el segundo- podría no estar y casi se entendería todo igual. El tercero (de 2010) llega a cerrar todo lo que se abrió en los dos primeros (de 2006 y 2007) o sea que era el más complicado de encarar. El principal problema de la saga es que le sobran elementos. La onda es que pasen y se expliquen demasiadas cosas. Ya desde el vamos, los protagonistas son como 20. Un poco mucho para menos de 150 páginas, no? A menos que en esas 150 páginas pase lo que en cualquier comic americano pasa en 280. Y es el caso de Kookaburra K. Aca pasan millones de cosas, algunas tan grossas que repercuten en los casi 20 protagonistas y en un montón de planetas y hasta de universos. ¿No hubiese estado mejor contar eso mismo en más páginas? No tengo dudas de que sí.
Sobre todo si aporto un dato que me vengo guardando: el dibujante de los tres tomos (uno solito en la edición yanki de Marvel) no es otro que Humberto Ramos. El trabajo que hace acá el mexicano sólo se puede comparar con el que –a mi juicio- es el mejor de su carrera: Revelations. En Kookaburra K, el ídolo pone absolutamente todo y mucho más. Pero claro, él está acostumbrado a otra forma de narrar y tooooodas esas páginas con 10 cuadritos le complican muchísimo el lucimiento. El primero que hubiese querido contar esta historia en 280 páginas debe ser el propio Ramos. Porque, posta, Crissé y sus secuaces lo desaprovechan demasiado. Loco, tienen a Humberto Ramos! Y prendido fuego! Dejen que se luzca un cacho más! Déjenlo meter un splash-page! Déjenlo dibujar menos de cinco personajes por viñeta! No le tapen esos dibujazos con choclos de texto!
Igual, Ramos se la re-banca. Dibuja unas escenas de acción para el infarto, buenas escenas tranqui, fastuosas secuencias oníricas… Y si tiene algún tropiezo en la narrativa (que, repito, no es la que él se sabe de memoria) lo rema con oficio, con solvencia, o con más secuencias más impactantes que las anteriores. Obviamente estamos frente a un virtuoso que se arriesgó a probar algo nuevo: el álbum para Francia, eso que –en la misma época, en la misma editorial y con el mismo guionista- hacía de taquito su gran amigo e inolvidable maestro Carlos Meglia, al que Crissé y Ramos le tiran un homenaje en las páginas de Kookaburra. Meglia está presente en un montón de detalles del dibujo de Humberto, pero el diseño de los personajes, las naves, los monstruos y el ritmo general de la obra son 100% Ramos. Y 100% atrapantes.
Esto mismo, con menos ambición, podría haber sido mucho más power. Menos personajes, menos elementos en la trama, algo un cachito más sencillo de explicar, habría dejado más margen para que brillara el dibujo de un Humberto Ramos devastador (especialmente en el segundo tomo, cuando él mismo entinta sus lápices) y para que el impacto dramático de la historia se viera mejor reflejado en las páginas, en vez de contar tantas cosas de forma tan comprimida, tan “con lo justo”. Un comic donde las buenas ideas vienen más apretadas que si viajaran en el Sarmiento un miércoles a las seis de la tarde me deja casi tan frío como el que te mezquina las ideas y te llena 150 páginas con una trama que se podía contar en 32. Kookaburra K, lamentablemente, no va a pasar a la historia. Pero si sos fan de Ramos, te la tenés que comprar religiosamente, ponerla en un altar y dedicarle unas plegarias todos los putos días de tu vida.
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1 comentario:
SE NOTA AUN EL "TOQUE MEGLIA" EN LA TAPA, IGUALMENTE EL GIGANTE DE RAMOS SE VA DESPEGANDO DEL MAESTRO. ESPECIALMENTE CUANDO EMPEZÓ A DESARROLLAR CON MAYOR INTERES LOS FONDOS DE LAS VIÑETAS QUE DISEÑA Y OTROS DETALLES GRAFICOS. GENIAL LA RESEÑA ANDRES. SALUDOS
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