miércoles, 11 de mayo de 2011
11/ 05: SABOR A MENTA
Este para mí era un Santo Grial, un álbum que sabía que existía, pero al que jamás vi. Me refiero a la edición original, la de Ediciones De la Torre, que es la que publicaba las obras de Carlos Giménez en los ´70 y ´80. Esta edición, la de Glénat, además de ser excelente, agrega algunas historietas sueltas de Giménez posteriores a aquella edición original, así que me hizo doblemente feliz.
Sabor a Menta es un rejunte de material raro de Giménez, esas historias cortas que –por algún motivo- no entran en ninguno de los otros álbumes del maestro madrileño. Y guarda, que esto no es sólo para el fanático pasado de rosca que quiere tener TODO lo que hizo Giménez. Acá hay papa finísima, magníficas historietas que cualquier fan del medio querría tener en su biblioteca. O sea que es rejunte, pero no de sobras, sino de extrañas exquisiteces realizadas por el prócer entre 1970 y 1992.
La primera historia, El Miserere, se usa en España para dar clase de historieta. Es uno de los comics en el que mejor se ven un montón de sensaciones que tienen que ver exclusivamente con lo auditivo, pero transpuestas a un medio 100% visual. Increíble lo que logra Giménez en estas páginas en las que todo gira en torno a la música, que –lógicamente- no está, sino que nos obliga a imaginarla en nuestras mentes. Una joya, bastante reeditada, por suerte.
La segunda es una adaptación de un clásico de Edgar Allan Poe, también bastante reeditada, y donde Giménez da cátedra de manejo del tempo narrativo para crear tensión y exasperar al lector. Le sigue El Futuro Empieza Hoy, una muy linda bajada de línea acerca del planeta, su gente, su organización socio-política y sus posibilidades, dibujada con increíble categoría. Paraíso Perdido (con guión del maestro Víctor Mora) es un impactante unitario de ciencia-ficción, un guión del hiper-carajo, pero cuyo exceso de texto hace que se luzca poco el dibujo de Giménez. La Gotera es casi un chiste largo, una breve pieza de corte satírico en la que Giménez se ríe, básicamente, de la miopía de los medios de comunicación y de la gente que los consume de modo acrítico. Le sigue una oda al barrio, al costumbrismo, donde no hay un relato, ni un conflicto, simplemente escenas tiernas, o graciosas en torno a Lavapiés, el barrio donde nació el autor.
Y después sí, Sabor a Menta, una historieta originalmente publicada en tiras diarias en un periódico, luego convertida en 12 páginas perfectas, de las mejores que escribió y dibujó este monstruo de la narrativa gráfica. Personajes redondos, una trama sin fisuras, diálogos brillantes, temas para pensar, romance, costumbrismo, un poquito de mala leche… Incluso sin meterse con la temática socio-política, que es casi su marca de fábrica, Giménez pela una historia urbana cautivante, verídica y hasta conmovedora. Sin duda, lo más pulenta del tomo.
Su siguiente intento de tira diaria fue una adaptación de una novela de Jack London, pero tuvo que terminarla antes de lo previsto y el relato cambia de ritmo abruptamente cerca del final, cuando Giménez tiene que poner quinta a fondo para cerrar rápido las tramas. Igual nada empaña el trabajo del ídolo en la faz gráfica, que es absolutamente magistral. Y para cerrar, Treinta por Minuto, otra breve historieta de bajada de línea, esta vez con menos viñetas por página y menos pilas en el dibujo, pero contundente en su mensaje: un desgarrador pedido de ayuda para los chicos que mueren de hambre todos los días en los países más pobres de Africa.
Estamos frente a una antología que nos invita a repasar 22 años en la trayectoria de un autor fundamental del Noveno Arte, que una vez más, demuestra estar por encima de las modas, los estilos, los géneros y las temáticas. Acá hay ciencia-ficción, terror, adaptaciones literarias, crónica urbana, bajada de línea, slice of life, todo dibujado por un zarpado que se acomoda donde lo dejan: si hay que hacer jueguito en una baldosa, y apretar el dibujo para meter cuatro viñetas en una tira, Giménez va y lo hace. Si hay que pelar cuadros enormes, casi más para el artbook que para la revista de comics, Giménez se arremanga, pela y te llena la página de detalles microscópicos. Y si hay que tirarse a simplificar, por esto que explicaba Scott McCloud de que los personajes caricaturescos transmiten mejor las ideas cuando de eso se trata, ahí va Giménez con unos “monitos” que parecen de un tipo que laburó toda la vida en Bruguera. En fin, no demos más vueltas… esto es tan imprescindible como las obras de Giménez de las que habla todo el mundo.
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4 comentarios:
Excelente crónica Andrés. Y la rubia de sabor a menta es de las minas más lindas del comic.
Este album lo tengo de hace unos años. Es excelente. Para mi Gimenez, Prado, Altuna, (entre algunos otros) son autores con los que nunca te clavás. ¿Leiste Gringo y Delta 99? Porque tengo entendido que estos sí serían algo flojos.
NO las leí completas, precisamente porque me parecieron más flojas.
En realidad no es que sean chotas, sino que no son historieta de autor, que es lo que uno quiere ver hacer a Giménez...
Se te rompio el blog
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