Así se llamó en su edición británica esta obra de Jerry Kramsky y Lorenzo Mattotti, que debutó en una revista italiana, La Dolce Vita, con el título La Zona Fatua. En castellano se publicó como Susurro, en la revista Cimoc. Y en Francia (donde salió por primera vez completa, en álbum, en 1989) le pusieron Murmure.
No tengo la menor idea de por qué Mattotti, que venía de romperla con un álbum en el que el guión le pertenecía (la fundamental Fuegos), optó por volver a trabajar con un guionista. Tampoco leí nunca guiones de Kramsky dibujados por alguien que no sea Mattotti, con lo cual no sé si este guionista podría adaptarse a otros dibujantes, o si se le ocurren las ideas pensando en cómo Mattotti las va a dibujar. Lo cierto es que acá se da esa extraña alquimia en la que hay que concentrarse mucho para aceptar que hay más de un autor. En Murmur metieron mano dos personas, pero no se nota en ningún momento. Todo el tiempo esto parece una creación integral, total, monolítica, de un sólo autor, obviamente muy limado.
El guión nos narra la historia de un tipo que deberá enfrentar a sus miedos para recuperar sus memorias y reconciliarse consigo mismo. Hay una mínima aventura, pero lo realmente interesante es el viaje interior de Murmur, el protagonista. Por supuesto, todo está repleto de simbolismos y metáforas, como aquellas pelis de Wim Wenders de los ´80, hoy bastante olvidadas. A lo largo de las 42 páginas nos encontramos con un montón de elementos demasiado fumados, imposibles de explicar desde lo racional. Pero –mirá qué loco- esto no es óbice para que la historia se entienda, para que el periplo de Murmur se concrete, para que lo que abre al principio cierre satisfactoriamente al final.
Alguna vez, Mattotti dijo sobre este trabajo “Kramsky y yo nos divertimos construyendo una estructura narrativa para después destruirla creando un efecto de vuelco. Cada vez que estábamos listos para la fabulación clásica, cambiábamos de rumbo. Era como luchar contra la estructura misma de la historieta”. Y coincido bastante: el personaje que parece el villano después no lo es, la que podría ser el interés romántico tampoco concreta nada, el encuentro entre Murmur y su madre es un amague que nos comemos todos, y así. Es una historia plagada de caprichos (esos peces con osamenta, esos dos duendecitos bizarros que se llaman Hans y Fritz, como los Katzenjammer Kids), que casi a pesar suyo se puede leer como un comic arriesgado, vanguardista, con mucho vuelo poético, pero coherente.
La cita de Mattotti nos permite inferir que San Lorenzo metió bastante mano en el guión. Lo imposible sería pensar lo inverso, que Kramsky mojara en el dibujo. A nivel visual, esto es 100% Mattotti, es el genio de Udine (y miembro del inolvidable Grupo Valvoline) en todo su esplendor, con todas las pilas. Llega incluso a dibujar páginas de seis viñetas, cosa que no le hemos visto prácticamente nunca en las obras que él mismo escribe. Por supuesto, mucho más que sus logros en materia de narrativa, lo que impacta es su manejo del color, de las formas y las texturas. Mattotti –ya se dijo mil veces- es el artista plástico que mejor entendió a la historieta. Cada una de sus viñetas es un cuadro que bien podría enmarcarse y exhibirse en cualquier galería de arte. Hasta la viñeta más intrascendente nos regala una composición impecable, una paleta hipnótica, unas formas casi oníricas, un placer para los ojos que va infinitamente más allá de lo buena que pueda estar la historia.
Un dato más: Murmur estuvo nominada para el premio a la Mejor Historieta Extranjera en Angouleme, pero perdió contra V for Vendetta. Y cuenta la leyenda que el comentario de Alan Moore fue “están todos en pedo, le tendrían que haber dado el premio a Kramsky y Mattotti”. Vos sabrás si creerle al Mago de Northampton... Yo sigo firme acá, en mi reivindicación (a veces solitaria) de Lorenzo Mattotti, el poeta del color, uno de los gigantes surgidos del período más fértil que tuvo el comic para adultos en Italia.
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4 comentarios:
Yo tengo este libro y la verdad ya me había olvidado de la historia. Recuerdo cuando en una misma semana me compre Fuegos de Mattoti y Trazo de Tiza de Miguelanxo Prado. Fue un escopetazo doble calibre directo al paladar.
Pregunta al respecto, tenes idea mas o menos en que numeros o por lo menos en que año lo publico CIMOC?
Sí, Anónimo, salió en 1991, en los números 129 a 135.
Gracias Andres.
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