Volvió Alatriste! La idea de convertir la primera novela del personajón creado por Arturo Pérez-Reverte dio tan buenos frutos en 2005, que en 2008 salió la adaptación de la segunda novela, Limpieza de Sangre, de nuevo a cargo del maestro Carlos Giménez y el sorprendente Joan Mundet.
Si no leíste la reseña del primer comic (salió allá por Junio del año pasado), te recomiendo hacer click en la etiqueta y leerla antes de seguir. ¿Ya está? Bueno, esta novela es mucho mejor que la primera, que ya era muy buena. La trama es excelente, el peligro para Don Diego Alatriste y su joven protegido, Iñigo Balboa, es permanente, vibrante y no da respiro. Si en el tomo anterior estaba la sensación de que no pasaban tantas cosas, o la acción no tenía tanto protagonismo como uno esperaba en una novela de aventuras, acá la cosa cambia totalmente. No te digo que es una de Indiana Jones, pero sí que el énfasis en la acción y la aventura es mucho mayor. También tienen muchísimo protagonismo la runfla, la intriga palaciega y sobre todo el suspenso, que está manejado con tanta cancha que por momentos te quita el aliento.
Esta vez, Pérez-Reverte (y por ende, Giménez y Mundet) se mete con un tema sumamente espinoso y macabro: el poder de la iglesia católica en tiempos de la Inquisición. Excepto las torturas, que se ven de modo bastante gráfico, el resto (las novicias sodomizadas por los curas, la gente quemada viva en la hoguera, etc.) está todo bastante sugerido, bastante velado, o sea que no hace falta tener un estómago de acero para aguantársela. Igual te indigna, obviamente, porque ninguna de las atrocidades que cometen los inquisidores (y sus socios políticos) tienen el menor sustento ni el menor asidero en la realidad. Y sin embargo, esto no lo inventó Pérez-Reverte en una noche de alcohol y drogas. Las torturas, la hoguera, los vejámenes, los pseudo-juicios en los que cualquiera era condenado por cualquier cosa (incluso por tener un ancestro con sangre judía), existieron en la realidad, hace menos de 500 años. De hecho, en España, donde la Inquisición fue especialmente brutal, se abolió recién en 1834.
Ahí tenemos un villano fácil, indiscutible, como los nazis, bah. Y Pérez-Reverte le saca un provecho enorme, al denunciar también los contubernios entre inquisidores y cortesanos de Su Majestad, Felipe IV, monarca de ascendencia austríaca, que gobernó España (y un montón de territorios fuera de la península) entre 1621 y 1665. Con enorme respeto por el contexto histórico, la novela incorpora a varios personajes de la realidad, como el Conde-Duque de Olivares (mano derecha de Felipe IV) y sobre todo el gran poeta Francisco de Quevedo, acá casi tan protagónico como el taciturno Alatriste.
Una vez más, Giménez no cede ante la tentación de meter en la historieta enormes masacotes de texto extraídos de la novela original y el resultado es un guión ágil, que no se deja empantanar ni por el protocolo ni por detalles menores, que en la novela tienen más desarrollo. Toda la economía de textos que hace Giménez tiene su contrapartida en el derroche de líneas que propone Mundet. El dibujante hace gala de su inusual destreza con el plumín y nos brinda momentos muy impactantes, en los que sobrecarga las imágenes con trazos y texturas realmente hermosos, en la línea de Berni Wrightson, Alberto Salinas o Gary Gianni. Cuando sintetiza un poco más, se va hacia Paul Gillon y también la rompe. Lo que le criticaba yo en el tomo anterior (esas caras demasiado basadas en el retrato, onda figuritas de la Billiken) ya no se padece: ahora todos los rostros son más expresivos, más dúctiles y –por ende- más creíbles. De todos modos, lo que te va a maravillar cuando leas este comic es el trazo de Mundet, sus coqueteos con el claroscuro, su equilibrio perfecto entre blancos y negros y su virtuosismo con el plumín, que muchas veces es sinónimo de figuras estáticas, pero acá no. Si sos fan del estilo académico-realista, ya lo tenés que sumar a Mundet a la lista de los imprescindibles.
Y si te gusta la literatura –ya lo dije la vez pasada, pero lo repito- lo tenés que sumar a Arturo Pérez-Reverte a la lista de los autores que no pueden faltar en tu biblioteca.
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