Hoy tengo el cerebro literalmente dañado por el calor. Me chorrean hilitos de masa encefálica derretida por ambas orejas. Perdón, entonces, si no sale una reseña demasiado inspirada.
Sintéticamente, quiero dejar sentado que Wilson es una historieta realmente excelente. Y que Daniel Clowes me hizo caer en todas las trampas que tiende con esta obra. Al hojearlo, enseguida pensé “ah, se fue a la mierda. Me la venden como “la primera novela gráfica original de Daniel Clowes”, pero son páginas autoconclusivas rejuntadas, y encima dibujadas en distintos estilos!”. Tranqui, es todo un plan maligno de Clowes. Una vez que la empezás a leer, te das cuenta de que Wilson ES una novela gráfica, disfrazada de otra cosa.
Las primeras... 18 páginas me pusieron nervioso. Hasta ahí, Wilson no era una novela gráfica, sino una extraña sucesión de páginas con historias apenas elaboradas, chistes largos, muchos de ellos con remates muy graciosos, pero sin una estructura dramática fuerte ni ganchera como para bancarse 77 de esas. Pero después aparece un hilo argumental, que avanza y se resuelve. Y después otro, y al final un tercero. En total, hay como tres “sagas”, tres historias en las que vemos a Wilson evolucionar como personaje, mostrar complejidad, involucrarse afectivamente en varias situaciones que lo redefinen por completo.
En un punto, lo que empezó como una serie cómica, de brocha gruesa, con mucho énfasis en el patetismo, la mala leche y las neurosis cotidianas, parece tomar la ruta del bajón, del drama testimonial, algo bastante poco frecuente en la obra de Clowes. La forma (las planchas tipo historieta humorística que van hacia un remate) hacen que esto no sea tan obvio, que el bajón no termine de quedarse con el control sobre el tono de la obra.
¿Clowes poniendo la forma por sobre el contenido? Eso era más esperable de Chris Ware, no? Pero sí, Clowes entra en la chriswareada de innovar con cómo te cuenta la historia, por suerte sin descuidar demasiado cuál es la historia que quiere contar. Y bueno, la vanguardia es así. Las obras de Clowes se parecen poco entre sí y esta no es la excepción. La vuelta esta vez es muy, muy impredecible (no me lo imaginaba al autor de Ghost World pelando algo así, ni mamado), y lo mejor es que funciona.
Además del juego formal (muy difícil, y a la vez muy logrado) de armar una novela con 77 planchas autoconclusivas, está el de cambiar de estilo en todas las páginas. Arranca en un estilo parecido al “de siempre”, pero más limpito, más pensado para el color. De ahí se va un estilo tipo cartoon, con el personaje más cabezón y con rasgos exagerados. Después pela un estilo similar al de los dibujantes del New Yorker de los ´50 y ´60, con una única tonalidad de color y muchos espacios en blanco. Después, un estilo tipo cartoon, pero alternativo, más tipo Bob Fingerman. Otro estilo también virado hacia el humor lo acerca a la onda casi minimalista de Charles Schulz. Otro, un poco más salvaje, se parece más al de Peter Bagge. Bastante más adelante aparece otro estilo, realista, con líneas muy finitas y sin masas negras. En todos está la marca de Clowes, en todos se nota su fuerte identidad gráfica, y en todos sorprende, porque ya sabés que dibuja bárbaro, pero no te lo imaginabas dibujando tan bien en tantos estilos distintos.
Esto hay que verlo para creerlo. Es raro, incluso para los fans de Clowes que estamos acostumbrados a bizarreadas y excentricidades medio pasadas de rosca. Y además es brillante.
lunes, 9 de enero de 2012
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3 comentarios:
el problema aca es q cualkier comic de calidad sale mucha guita!!!
No es tan así. También hay comic de calidad editado a precios más que accesibles.
Buena reseña. ahora me voy animar a comprarlo, siempre que iba a la comiquería lo hojeaba y no me terminaba de convencer porque pensaba lo mismo que vos, que era un rejunte de historias, entonces me terminaba comprando otras cosas.
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