Este año estuve de nuevo por tierras chilenas, así que una vez más me traje unas cuantas historietas oriundas del país vecino para leer y reseñar.
La Senda del Errante tiene la estructura de una historia que leimos 150.000 veces: un justiciero oscuro aparece para boletear de a uno a los autores de un crimen espantoso que nunca había sido castigado. Sobre esa base se puede hacer una boludez sangrienta al pedo, o se puede construir un relato más complejo, con más matices y más sustancia. Felizmente, el guión de Germán Valenzuela apuesta a esto último, a adornar la trama bastante obvia de la venganza con elementos más atractivos. Y el quiebre, el hallazgo realmente notable de esta novela gráfica llega cuando Valenzuela se decide a anclar la historia a un hecho real, una mancha trágica y aberrante en la historia chilena, que yo por supuesto desconocía.
Seguro te suena “la Patagonia rebelde”, aquel suceso nefasto de nuestra historia, allá por 1920-21, cuando el ejército argentino (presionado por empresas británicas) reprimió una huelga de obreros que pedían mejores condiciones de trabajo. Ese bochorno nos dejó cerca de 1500 trabajadores fusilados sin piedad. Del otro lado de la cordillera pasó algo MUY similar. Fue en 1907 y en un sólo día, las fuerzas armadas chilenas mataron a casi 3600 personas, entre ellas mujeres y niños, que sólo querían trabajar en condiciones un poco más dignas en el salitre. Sí, leiste bien: 3600 personas en un sólo día. Casi un genocidio. Y sin embargo, nunca se juzgó ni se condenó a nadie por semejante atrocidad.
El vengador oscuro de La Senda del Errante se dedica a buscar a los que perpetraron esa masacre y a liquidarlos uno por uno, sin piedad. De a poco, Valenzuela nos da pistas de quién es este tipo y por qué sale a matar gente vestido como un verdugo, con un manejo muy efectivo de los flashbacks. La secuencia del presente (en realidad de 1950) es la que menos sorpresas ofrece: todos leimos más de una vez una historia en la que un tipo le confiesa a un cura que es un asesino y termina por matar al propio cura. Acá pasa exactamente eso, que es lo que uno supone desde la primera página que va a pasar. En todo caso, lo que no resulta tan obvio es cómo se relaciona este sacerdote de 1950 con los asesinos impunes de 1907.
La historieta tiene apenas 38 páginas, con pocos cuadros por página y el texto muy bien distribuído. El ritmo es ágil, no se queda en la intención de shockearnos o conmovernos con los sucesos de 1907, no hay una sobrecarga de data histórica, y cada uno de los crímenes que el vengador le confiesa al cura son bastante distintos entre sí, como para que la secuencia no se haga reiterativa. Así que podemos hablar de unos cuantos méritos en el guión, como para compensar lo trillado del argumento.
Con el dibujo tengo un problema serio, que es que para dibujar 38 páginas hicieron falta cuatro personas. Las escenas ambientadas en 1950 las dibuja Danny Jiménez, a quien ya nos habíamos cruzado en uno de los libros de Mortis. Jiménez no te mete un fondo ni por accidente y los poco que mete son fotos choreadas sin el menor prurito, apenas retocadas. Su fuerte son las expresiones faciales, realzadas por una técnica muy interesante (por momentos brecciana) para meter texturas. Y en esas viñetas de 1907 que le toca intercalar sobre el final, nos muestra otra técnica de gran belleza plástica, más cercana al realismo tradicional. El primer flashback está a cargo de un correcto Javier Bahamonde, bastante influenciado por el mainstream norteamericano y con un buen manejo del claroscuro. El segundo nos brinda la posibilidad de descubrir a Cristian Pérez Bolton, un dibujante exquisito, dinámico, expresivo, con un gran manejo de las tramas y los grises. Y para el tercer y último flashback no quedaban más dibujantes buenos y terminó metiendo mano Alonso Molina, un artista muy por debajo del nivel que veníamos viendo hasta ese punto. Una lástima.
Obviamente, este comic con un sólo dibujante sería mucho mejor, más homogéneo, más compacto. Así como está, no está mal, tiene unos cuantos puntos a favor como para darle una oportunidad. O como para recomendárselo a un amigo sin tener que ir a la iglesia a confesarse.
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4 comentarios:
que comic chileno recomendás como papa fina quintaesencial?
Quintaesencial... creo que todavía no leí nada que merezca ese calificativo. Pero papa fina sí, me he encontrado con varias. Repasá las reseñas del blog, que comenté unas cuantas muy atractivas.
Pasa que no veo una etiqueta "comic chileno"
No hay. Por eso te dije "repasá la reseñas" y no "buscá la etiqueta"...
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