el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 31 de mayo de 2012

31/ 05: SCALPED Vol.7

Ufff... más de seis meses sin leer Scalped es una condena. Pero acá estoy de nuevo y, aunque parezca una joda, este tomo me gustó todavía más que el anterior.
Este es un tomo extenso, con ocho episodios, y una particularidad: son historias en las que avanza poco la trama central. La primera es un descuelgue total: está protagonizada por una pareja de Lakotas viejitos, que viven muy lejos de la reservación gobernada por Red Crow. Y además es una historia redondísima, profunda, emotiva, muy cercana a la perfección. Jason Aaron construye dos personajones de la nada, pero no creo que los integre a la trama principal. Creo que quedan ahí, como testimonio, como recurso para contar una historia de honor, de orgullo, de aguante frente a la adversidad y amor a pesar de todo. Por si faltara algo, este unitario está dibujado por un fetiche de este blog, el genio croata Danijel Zezelj, así que está todo dicho. O no, pero son 24 páginas que están más allá de todo, hasta de las exégesis.
Los dos episodios siguientes conforman un arquito bien duro, bien hard boiled, pensado para darle mucha chapa a Shunka, el pulentoso mano derecha de Red Crow. La historia es cruel, despiadada y sanguinaria, pero el impacto más fuerte pasa por otro lado: acá nos enteramos de que Shunka es gay y Aaron se toma su tiempo para explorar cómo es vista la sexualidad alternativa en las tribus aborígenes. Otra historia poderosísima y perturbadora, impredecible y polémica. Esta vez el dibujante es el italiano Davide Furnó, quien ya jugó de suplente en otros tomos de Scalped, pero ahora está mucho más suelto, más sólido, muy bien apoyado en un laburo con tramas mecánicas y trazos finitos de plumín que le quedan bárbaro.
Le sigue otro unitario todo ambientado en el pasado, en el que Aaron nos presenta a un personaje excecrable, una rata ventajera, mentirosa, con un culo a prueba de balas y una moral de alcantarilla. Se trata de Wade, el papá de Dashiell Bad Horse, del cual hasta ahora teníamos mínima data, pero acá cobra forma de personaje muy, muy bien pensado, con chapa de sobra para jugar de titular en los próximos arcos de la saga.
Y eso es lo que sucede inmediatamente después, cuando Aaron pone en marcha el arco de cuatro episodios conocido como Unwanted. Esta es una historia jodidísima, pero casi sin corchazos ni cuchillazos. Esta vez la tensión, la sordidez, las atrocidades pasan en el fuero íntimo, en el ámbito familiar. Acá tenemos el reencuentro de Dash con su padre y sobre todo, mucha data sobre el pasado de Carol Red Crow (cómo se conocieron sus padres, cómo fue concebida, qué pasó con su mamá, etc.). Carol es la protagonista central de este arco: acá cambia su relación con su padre, se vincula de un modo muy, muy interesante a la familia de Dino Poor Bear (uno de los secundarios muy logrados por Aaron) y se resuelve el plot de su embarazo, por supuesto consecuencia no deseada de uno de esos fogosos encuentros con Dash, bajo los efectos de las drogas duras. Desengaños amorosos, secretos oscuros, odios y rencores ancestrales, padres e hijos enfrentados, embarazos no deseados, heroína, abortos... ¿Quién necesita tiros y trompadas?
Todo este arco y el episodio protagonizado por Wade están dibujados por el maestro R.M. Guéra, en su habitual estilo realista, filoso, crudo, muy basado en la referencia fotográfica, pero muy bien integrada al grafismo, con un laburo de documentación impresionante para los flashbacks y una narrativa ajustadísima, que hace que todo se entienda al toque y que el relato fluya con fuerza, pero también con agilidad. En un arco tan atravesado por las emociones, Aaron tiene el acierto de plantear muchas secuencias sin palabras, donde los climas, los rostros y el lenguaje corporal de los personajes describen (sin hablar) los momentos (generalmente de mierda) que están atravesando. Guéra capta todas esas sutilezas a la perfección y aprovecha esas secuencias mudas para lucirse aún más. Impresionante lo del serbio radicado en España.
Scalped sigue terrible, adictivo e inolvidable como siempre. Y encima se da el lujo de meterse a fondo en temas como la desprotección de la vejez, la homosexualidad y el embarazo no deseado, todos tópicos urticantes en una sociedad como la yanki. Mes a mes, Jason Aaron redefinió el término “historieta para adultos” y convirtió a todos los que se las daban de grim ´n gritty en ositos cariñosos. Magistral.

miércoles, 30 de mayo de 2012

30/ 05: CONTRARRELOJ

Alejo Valdearena y Pier Brito hicieron esta historieta para subirla a un blog, sin ver un mango, para cagarse de risa con sus amigos y seguidores. Y tuvieron suerte, porque al toque apareció una editorial española (Glénat, hoy rebautizada EDT) que la recopiló en un hermoso librito, para los que nos da fiaca entrar todas las semanas a un blog a leer fetas de historieta. Los localismos argentos fueron reemplazados por localismos españoles, pero hay algunas “aldeas galas” que resistieron la colonización: la historia transcurre en un lugar donde en Diciembre hace calor, hay supermercados chinos y Back to the Future se conoce como “Volver al Futuro” y no como “Regreso al Futuro”. Obviamente, en España no es. Entonces, aunque los personajes hablen de tú y digan “coño” y “polla”, la argentinidad profunda se hace sentir en Contrarreloj.
Valdearena propone una de sus especialidades, la comedia costumbrista con jóvenes loosers y alzados, pero con un twist muy rendidor: un elemento fantástico, un Fiat 600 hecho mierda que, como aquel inolvidable DeLorean, le permite a Crono (nuestro “héroe”) volver una y otra vez a tratar de enmendar las cagadas que –por obra u omisión- se mandó aquella tarde en la que tuvo regalada a Cecilia Suave y no se la transó por boludo. Es una especie de versión más geek de Dejala Correr, esa peli con Nicolás Cabré, Julieta Díaz y Fabián Vena, en la que Cabré volvía el tiempo atrás para corregir todo lo que le salía mal en su plan para voltearse a Julieta. En la peli creo que nadie llega a acostarse con nadie, pero acá sí, hay un garche, borracheras, bombachas y videojuegos.
Pero además hay varias secuencias muy cómicas ambientadas en el presente y otro flashback, a la infancia de Crono y Gómez, su primo el nerd, el genio que inventó la forma de volver atrás en el tiempo (sin condensador de flujo) y hasta creó un robot hinchapelotas adicto a la Coca-Cola (me sentí identificado con JARVIS, lo admito). Y al final, a modo de epílogo, una especie de final alternativo, un What If... muy ingenioso. En conjunto, Contrarreloj no llega a ser una obra maestra de Alejo, pero aún así tiene una premisa muy ganchera, muy buen ritmo, muchos buenos momentos, muchos diálogos y situaciones de alto impacto y asombrosa comicidad.
Pier Brito, radicado hace varios años en Holanda, es un dibujante al que la mayoría de los lectores argentos le perdieron el rastro hace más deuna década, probablemente desde que se fue al descenso Ultra, la antología en la que dibujaba Convergencia. La evolución de Pier entre aquellos trabajos y Contrarreloj es muy, muy notoria. En principio, porque hoy está canchero en varios estilos, a falta de uno. El que más usa en esta obra es su estilo más realista, una mezcla entre Eduardo Risso y Katsuhiro Otomo, con mucha expresividad en las caras y mucho laburo en los fondos, la ropa, los peinados, etc. Además maneja muy bien los efectos digitales, como esa textura de revista antigua que le imprime a las secuencias que transcurren en el pasado y que quedan buenísimas. Y además, en algunas secuencias pela otro estilo totalmente distinto, más sintético, más cercano al humor gráfico o la ilustración infantil, también muy bien complementado con buenos efectos de Photoshop.
Contrarreloj no te cambia la vida ni mucho menos, pero está muy bien para cagarse de risa un rato, para prestársela a gente que habitualmente no lee historietas y para redescubrir a un Pier Brito mucho más afianzado, versátil y completo que el de sus historietas publicadas en Argentina a fines de los ´90. Y hablando de publicar en Argentina, no estaría nada mal una edición local de Contrarreloj, sin los “coño” y “polla” y con los diálogos 100% argentos, como seguramente los pensó Alejo. Esto es pochoclo, sí, pero del bueno.

martes, 29 de mayo de 2012

29/ 05: THE JACK KIRBY OMNIBUS SAMPLER

Si querés poner a prueba tu paciencia, un día hacé este experimento: tomate el 59 en el Obelisco y bajate en Cabildo y Juramento. Te vas a querer suicidar varias veces, es el viaje más largo y proceloso que puedas imaginar. El bondi parece que se arrastrara, agarra siempre el camino más largo, se morfa todos los embotellamientos, todos los semáforos en rojo... En total, vas a tardar unos 75 minutos si lo hacés de día y si son más de las 22:30-23, por ahí lo bajás a 55. Estamos hablando de 75 minutos para un viaje que en subte dura menos de 25, es decir que además de ser insoportable, no tiene ninguna lógica.
Con Jack Kirby pasa algo parecido. Si vos te querés enterar por qué Kirby tiene tanta chapa, tenés el camino corto y bastante cómodo (como el subte, arranca medio apretujado, pero antes de mitad de camino la cosa se aliviana), que es empezar a leerlo a partir de que forma equipo con Stan Lee en los comics de Marvel. Y si no, te podés tomar el 59, que recorre tooodas esas historietas bizarras y reiterativas que firmó el Rey en la segunda mitad de los ´50, a veces en Marvel (que todavía no se llamaba así) y a veces en DC.
Los amigos de DC editaron un Omnibus con muchísimas de estas historietas de Kirby de los ´50, pero claro, eran más de 300 páginas y costaba $ 50, es decir, un desafío sólo para valientes. Por suerte, a alguien se le ocurrió editar también un TPB para pobres, con 14 de estas historias muy cortitas (6 u 8 páginas) para que los fans no talibanes de Kirby pudieran ver qué onda. Así entré, ahora te cuento cómo me fue.
El atractivo del Omnibus era que en la tapa estaba Green Arrow y adentro había muchas historias del arquero escritas y dibujadas por el Rey. Acá, astutamente, pusieron una sóla. La verdad, es un bofe insostenible. Alguna vez al Arrow de la Golden Age se lo calificó de “Batman del Nacional B”... y era un elogio. Esto es mucho peor que las historias más chotas de Batman, sin dudas.
El resto, las historias sin subnormales enmascarados, provienen de House of Secrets, Tales of the Unexpected y My Greatest Adventure. Las primeras se ajustan perfecto a la fórmula de aquella antología, cuyo segundo Showcase visitamos hace un par de años: historias en las que un avechucho se manda un moco grosso para quedarse con algo que no le corresponde, hasta que pasa algo raro, la torta se da vuelta y el garca paga cara su fechoría. Las segundas se parecen muchísimo a lo que vimos en otro Showcase cincuentoso, el de Strange Adventures, con alienígenas, monstruos bizarros y extrañas transformaciones. Y las de My Greatest Adventure también tienen bichos alienígenas y contactos con culturas extrañas, pero siempre ambientadas en nuestro planeta.
Los protagonistas de estas aventuras son todos iguales: valientes científicos de impecable traje, corbata (o moñito) y sombrero, por supuesto blancos. Negros, ni uno, ni siquiera en las escenas en las que se ven multitudes en una gran ciudad. A diferencia de los científicos con pulsión aventurera a los que veremos en Challengers of the Unknown o Fantastic Four, estos rara vez salen en busca de la aventura, sino que esta generalmente les sucede casi por accidente, como a Bruce Banner. Igual son todos amargos y unidimensionales.
Dos detalles muy geeks: una de las historias de House of Secrets tiene un argumento parecidísimo al de los Aristogatos, la peli de Disney de 1970. Y en una de ...Unexpected, aparece Thor, el Dios del Trueno. Y si bien no se parece nada al Thor de Marvel, el martillo es exactamente igual al Mjolnir que usará el rubio pelilargo en los comics de Journey into Mystery, cinco años después.
Esto se parece a los buenos comics de Kirby sólo en la puesta en página, en la narrativa y en la composición de las viñetas. El dibujo en sí, los rasgos de los personajes cuando los vemos en primeros planos, se parecen más al Kirby de los ´40, no tienen la fuerza ni la expresividad que sabrán darle los buenos entintadores que encontrará en Marvel. Y lo más importante: casi no hay machaca. Sí, ya sé, es un disparate. Un comic de Kirby sin machaca es como un clásico sin goles, un boliche sin minas, un kiosco sin alfajores... pero bueno, así funcionaba la industria del comic en esos años (1957 y 58) en los que los superhéroes estaban jugando la Promoción a ver si volvían a la A, después de varios años en las categorías de Ascenso.
Los guiones... la fruta de siempre, claro, a años luz de lo que se publicaba en esa misma época en la editorial Frontera, sin ir más lejos. Por suerte hoy a nadie se le ocurre escribir historietas como las que publicaba DC en 1957. Y por suerte está el subte, o sea, los Essentials o Masterworks de Marvel, que en pocos minutos (y si vas en Essential, por poca plata) te aclaran de modo contundente y sin comerte garrones por qué Jack Kirby fue un autor fundamental para el comic yanki.

lunes, 28 de mayo de 2012

28/ 05: MORTADELO Y FILEMON: LAS EMBAJADAS CHIFLADAS

Así da gusto leer Mortadelo y Filemón, de a un álbum por semana, con otras lecturas en el medio. La verdad es que, en cierto sentido, es una serie sumamente engañosa: vos hojeás el álbum, ves que la historieta se termina en la página 44 y decís “joya, me la bajo en 20 minutos, como mucho”. Las pelotas. Casi todas las páginas de Francisco Ibáñez tienen 10 viñetas y cada viñeta tiene muchísima información: diálogos, fondos, onomatopeyas, boludeces microscópicas en algún detallito, y por supuesto, varios personajes en constante (y frenético) movimiento. Son 44 páginas, pero requieren el tiempo y la atención que generalmente le dedicamos a obras mucho más extensas.
Las Embajadas Chifladas es una historieta serializada entre 1991 y 1992, perteneciente al período de madurez de Ibáñez, cuando ya había recuperado el control sobre sus personajes. A diferencia de la aventura que comentamos la semana pasada, acá el autor se juega un poco más, centra el argumento en algo más real, más palpable: la diplomacia, las relaciones internacionales. Por supuesto, con tal de que la historia sea graciosa, Ibáñez no tiene drama en encarar para el lado políticamente incorrecto, con africanos antropófagos, hindúes que matan tigres por diversión y aborígenes americanos que hacen señales de humo y queman gente en la hoguera. Excepto el primer país que visitan los agentes de la T.I.A., el resto son caricaturas extremas, grotescas, lugares en las márgenes de la civilización donde ningún gobierno serio mandaría a un embajador. Y ahí está lo más ingenioso del guión: en la muy sutil bajada de línea, que se atreve a cuestionar a dónde y en qué condiciones un gobierno manda a sus embajadores a que lo represente.
Por supuesto esto es tan sutil, que queda tapado por una avalancha de gags, que están claramente divididos en cuatro “formatos”. Cada “historia dentro de la historia” arranca con un embajador español en un país extraño y con una conducta aún más extraña. Las metidas de pata de estos embajadores (una más zarpada que la otra) ponen en riesgo la vida o la chapa de los mandatarios “locales”, que un punto se sacan y los quieren boletear. Mortadelo y Filemón tienen que ir a rescatarlos, pero la T.I.A. no tiene un mango para los viáticos, entonces hay toda una serie de chistes acerca de cómo logran viajar hasta el país en cuestión. Finalmente, los chistes más graciosos llegan cuando Mortadelo descubre dónde se esconde el embajador prófugo y –ya con este de vuelta en el cuartel de la T.I.A.-, una última vertiente de gags que se desencadenan cuando Ibáñez nos muestra cómo reacciona cada embajador ante el antídoto que les proporciona el Profesor Bacterio para liberarlos de una droga que los controlaba y los volvía ingobernables.
En total, los agentes viajan a rescatar a cinco embajadores distintos, y además tienen tiempo para capturar al villano responsable de esta situación, de gastar con muy mala leche a Superman y lastimarse horrendamente entre ellos en las secuencias que transcurren dentro del cuartel. O sea que las 44 páginas desbordan de chistes, uno más delirante y violento que el otro.
El dibujo de Ibáñez sigue en un nivel espectacular, suelto, dinámico, repleto de expresividad y comicidad. Con Uderzo y Franquin tan presentes como Vázquez y Escobar, el trazo de Ibáñez cumple la misión más imposible de todas, que es no envejecer, no quedarse anquilosado ni atado a fórmulas antiguas que ya no ceban a las nuevas generaciones. La justicia no abunda en este mundo, pero el hecho de que Ibáñez conserve aún hoy su sitial indiscutido de Número Uno de la historieta humorística en España, es señal de que no todo está perdido.
Por ahí no te pongo a Las Embajadas Chifladas entre los álbumes indispensables de Mortadelo y Filemón, pero la verdad es que es un entretenimiento efectivo como pocos, de gran solidez argumental, muchísimo humor (de distintos tipos) y dibujado como la San Puta por un maestro de maestros. O sea, se disfruta a full.

domingo, 27 de mayo de 2012

27/ 05: HELLBLAZER: PAPA MIDNITE

Esta era la otra mini spin-offera de Hellblazer que quería leer antes de seguir adelante con lo de Peter Milligan. Y la verdad es que es militancia pura: un guionista al que no conocía, un dibujante que me parece de mediocre para abajo, un personaje que apareció en poquísimas historias de Hellblazer... sólo un completista enfermo se tira de cabeza sobre una cosa así.
Lo bueno es que la historia, sin ser brillante, no es chota, ni mucho menos. El dibujo de Tony Akins es bastante flojo, un catálogo de limitaciones, tiradas a chanta y errores, al que no salva ni siquiera el veterano Dan Green, entintador que merece todo mi respeto. Sospecho que Akins fue convocado para este proyecto simplemente porque, como Papa Midnite es negro y la trama gira todo el tiempo en torno a eso, querían contar con un dibujante afro-americano. Una lástima, porque Akins es un dibujante sin talento ni onda, y esta historia ganaría mucho si la dibujara alguien más power, sin importar el color de su piel.
Mat Johnson, el guionista, es mitad negro y mitad irlandés. Pero le interesa sobre todo la cultura afroamericana, tanto cuando escribe novelas como cuando incursiona en el Noveno Arte. En estos episodios se propone brindarle un origen al capo mafia newyorkino que más clara la tiene en materia de brujería, y se encuentra con un dato al que le saca infinito jugo: Papa Midnite es inmortal. ¿Cómo? ¿Desde cuándo? Johnson aprovecha que esto nunca fue explicado y ambienta buena parte de la saga en 1712, cuando Midnite era un borreguito de unos 13-14 años, época en la que se produce el primer levantamiento de esclavos negros en lo que hoy es New York.
Acá está lo más interesante de esta obra, en los flashbacks al Siglo XVIII, a ese EEUU todavía colonia británica, enchastrado de injusticias y desigualdades. Ahí descubrimos que este turro es turro desde chico, lo vemos crecer como hechicero, traicionar miserablemente a los suyos y recibir la maldición que lo obliga a seguir vivo hasta que en los EEUU se termine el sojuzgamiento de los negros bajo la ley de los blancos. No sé qué onda con Barack Obama, si eso le pone fin a la maldición de Papa Midnite... esto está escrito en 2005, cuando todavía gobernaba el borracho-genocida-retrasado mental George W. Bush.
Y mientras en el tramo ambientado en el Siglo XVIII tenemos un rol muy copado para Hugh Constantine (ancestro de John), la aparición del ídolo en el tramo ambientado en el presente está traída de los pelos y no aporta absolutamente nada. En realidad pocas escenas ambientadas en el presente aportan algo. Esto funcionaría mejor como un Secret Origin, una historia que se conformara con contarnos el origen de Papa Midnite y listo, a otra cosa. El atractivo está todo en los flashbacks y del resto sólo rescato algunos diálogos ingeniosos y los huevos de Johnson para no desenfatizar ni por un segundo el hecho de que Papa Midnite es un hijo de puta completamente irredimible.
Ojalá algún guionista de la serie regular de Hellblazer (si no Milligan, el que venga después) lea esta saga y se cope con toda esta data acerca del pasado de Papa Midnite que aporta Johnson, como para que el personaje reaparezca con nuevos bríos en la serie que lo vio nacer hace casi 25 años y por la que no pasa ni a saludar desde la etapa de Garth Ennis. La recomendación de hacerse con un ejemplar de este libro va sólo para los fundamentalistas de Hellblazer o para aquellos que quieran descubrir una historieta que aborda (con clase y categoría, con pasión y documentación) el áspero tema de los esclavos en la época en que EEUU era colonia británica. Si no, yo seguiría de largo...

sábado, 26 de mayo de 2012

26/ 05: TRAVESIA POR EL LABERINTO

La bestia cuadrúpeda contraataca! Parece mentira! Dos libros de este sello editor, dos errores groseros en las biografías de los autores que alguien (que no se identifica) manda en las solapas del libro. Esta vez, en la biografía de Alcatena se desliza un “Hankworld” (en vez de Hawkworld), que es horrible, pero no descalificador. Un par de renglones después, te enterás que Quique co-creó con Eduardo Mazzitelli la saga “Acido Líquido” y ahí sí, te la querés cortar. ¿Cómo se puede ser tan animal de confundir a Acero Líquido con “Acido Líquido”? Este libro es parte de la colección Skorpio Presenta y Acero Líquido salió en unos 20 números consecutivos de Skorpio, siempre anunciada con letras enormes en las portadas. ¿Nunca los leyeron? Digo, sin contar que desde que se recopiló en libro en 2010 se convirtió en un boom de ventas, con cifras poco frecuentes para la historieta clásica argentina... Parece mentira, viejo... Nadie sabe, nadie corrige, la vez pasada le adjudicaron Borderline al Loco Barreiro, ahora “Acido Líquido”... ¿y les tenemos que creer que son una editorial comprometida con la historieta argentina? Dejémonos de joder y demostremos seriedad, una vez en la vida...
Vamos a lo que importa: Travesía por el Laberinto es uno de esos clásicos definitivos, que no se entiende como hasta hace unos meses no estaba reeditado en libro. Tal vez la única obra de la dupla Mazzitelli-Alcatena que le puede hacer el aguante a “Acido Líquido”, por lo menos a nivel guión. Y además Travesía por el Laberinto es una historieta sobre literatura, como The Unwritten, pero casi 20 años anterior. Mazzitelli se las ingenia para crear un mosaico de historias prácticamente autoconclusivas, en las que se resuelve una trama principal y queda abierta una secundaria: cómo van a hacer el poeta Percival, Oberon (rey de las hadas) y el zorro Reynard para salir del laberinto, ese fascinante no-lugar, hogar del meta-relato, en el que conviven las historias de William Shakespeare, Miguel de Cervantes Saavedra, Lewis Carroll, Herman Mellville... Pará ¿Dije Mellville? Sí, Mazzitelli también juega –como Mike Carey en The Unwritten- con Moby Dick y también lo mezcla con Leviatán, el mítico monstruo de los océanos. Le faltó conectarlo también con el texto político de Hobbes, nomás.
En un zig-zag alucinante (y por momentos escalofriante) entre Jorge Luis Borges y Grant Morrison (grandes cultores de la imaginación y la meta-narrativa), los personajes de Mazzitelli sufren, evolucionan, ganan, pierden y confrontan con sus propios demonios. Hay episodios en los que la psicología es casi tan importante como la literatura, porque la amenaza a enfrentar proviene del subconciente mismo de alguno de los personajes, en este vale-todo tan sofisticado como salvaje. Y así como Morrison homenajeó alguna vez a David Bowie (uno que no se copa mucho cuando le hablan de laberintos), Mazzitelli y Alcatena se mandan su tributo a Ian Anderson, líder de Jethro Tull, la banda favorita de la dupla. No está mal un poco de música para acompañar tanta poesía.
Por supuesto, cualquier contrapunto con The Unwritten queda instantáneamente desactivado cuando entra en la ecuación el dibujo. Frente a un laburante del tablero apenas correcto como Peter Gross, Travesía... te pone en juego el talento inhumano, descomunal, de un Quique Alcatena inspiradísimo, en su salsa como nunca (porque además de dibujante es profesor de Literatura), dispuesto a dejar la vida en cada viñeta. Su Capitán Ahab es pesadillesco y visceral, sus criaturas y ciudades fantásticas son de una belleza indescriptible, los personajes se mueven con plasticidad y su plumín se acomoda a los climas y situaciones que ofrece el guión para crear una vastísima gama de hermosos efectos visuales sin nada más que papel y tinta. Una vez más, sólo la magia puede intentar explicar lo que hace Alcatena en estas páginas en las que pega un salto cualitativo importante respecto de su producción de los ´80, que ya era imponente.
Con diálogos y bloques de texto magníficos, algún chiste bien puesto y una trama de road movie pensada para recorrer no lugares sino historias clave en la historia de la literatura, el laberinto te atrapa, te seduce y no querés que se termine nunca. Sumale la fascinación que producen los dibujos y vas a llegar a la conclusión de que estamos frente a una historieta de una calidad superlativa, memorable desde el día que se publicó por primera vez (en la Skorpio, allá por 1991) hasta el día en que el comic no exista más en ningún lugar del mundo. Papa finísima, a pesar de las burradas que hay que leer en las solapas.

viernes, 25 de mayo de 2012

25/ 05: ¿QUE HACER CON LAS REVISTAS?

Ya está bastante claro, no? Digo, el tema de que hoy el soporte ideal para leer historietas son los libros, no las revistas. Como diría el gran diario que no para de mentir, “Cada vez más gente” colecciona y lee historietas en libros. Albumes en el caso del comic europeo, libros en el de la historieta argentina y trade paperbacks (o hardcovers, si sos millonario) en el del comic yanki. Los nuevos lectores, los que se inician ahora en el vicio, van directo al libro. Pero, ¿y los que hace décadas que coleccionamos? ¿Qué hacemos?
La lógica indica comprar en libros las novedades que van saliendo. ¿Y lo anterior? Se reedita en libro un comic grosso de hace 20-25 años que ya tenemos en revistitas. ¿Qué hacemos? ¿Compramos el libro? Ponele que sí. ¿Y las revistitas? ¿Dónde nos las metemos?
El comic argentino y europeo es por un lado más benévolo y por el otro más turro. Más benévolo, porque la publicación original (hoy llamada “pre-publicación”) es en revistas de antología, con ocho, diez, doce historietas distintas en cada número. Es muy, muy poco probable que las 10 ó 12 historietas se recopilen en libro, o que quieras tenerlas todas en ese formato. Entonces, lo lógico es comprarse los libros de las 6-7-8 (cuac) series que más te ceban (y que se reeditaron en libro, claro) y guardarte además las revistas, por las historietas (generalmente autoconclusivas) que nunca se recopilaron y que muchas veces estaban buenísimas, más algún artículo, portada, o algo raro que te haya cebado y que no se va a reeditar. Algún día habrá justicia en el mundo y todas las series grossas de Fierro, Skorpio, SuperHum® y Puertitas estarán recopiladas en hermosos libros. ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a tirar las revistas a la mierda? Yo, ni drogado.
Por eso digo que esto es a la vez, más turro: porque te “fuerza” a ocupar mucho lugar, con material parcialmente repetido. Si yo le arrancara a mis Cairos, Cimocs y Víboras las páginas de las series que tengo en libro, me ocuparían muchísimo menos espacio. Pero pasarían de ser hermosas pilas de revistas a ser un cachivache impresentable de hojas arrancadas. Y no da. Lo más zarpado que hice fue una vez tirar a la mierda unos 100 números de la revista Hum®, no sin antes arrancar y guardar en folios las páginas de las historietas que me gustaban (de Trillo y Altuna, Rep, Tabaré, Nine, Sanyú, Grondona White, Fontanarrosa, etc.) y que eran minoritarias dentro de una revista repleta de artículos, entrevistas y giladas varias que nunca iba a releer. Pero una Cairo no te la mutilo ni mamado.
Con los comic-books yankis es todo más sencillo. El TPB generalmente coincide en un 100% con las revistitas que uno ya compró y a lo sumo te quedará repetido un episodio aparecido en un Secret Files & Origins, o alguna fumanchereada así. ¿Y qué hacés? ¿Se impone el cambiazo? Una vez más supongamos que sí. ¿Y ahora? Ahí sí que es medio demencial comprar los libros Y guardarse las revistitas. ¿Se pueden vender? Puede ser, pero a) no es tan fácil conseguir quien las quiera comprar, b) hay que venderlas barato porque en Argentina hay muy poco mercado de “back issues” y c) tienen que estar en buen estado, cosa que requiere haberlas preservado durante años tomando un montón de recaudos que uno generalmente no toma.
¿Qué otras opciones hay? Tirarlas a la basura es medio heavy, hay que tener un témpano en el pecho peor que el de Riquelme. A mí la que me pinta es, si las revistas no están en muy buen estado (o sea, si no me da la cara para ponerlas a la venta), regalárselas a algún amigo. Nunca falta el que no las tiene, o el que las tiene en castellano y ya estaba resignado a no leerlas nunca en el idioma en que fueron escritas las historietas. La mejor sería meterlas en una valija, viajar a EEUU y hacerlas guita allá, donde todavía hay muchos enfermitos que se apuñalan los unos a los otros por esos panfletitos llenos de avisos que a nosotros ya no nos ceban. Pero es mucho kilombo, mucha inversión y ahí sí, si la revista no está en un estado prístino, inmaculado, si no resplandece igual o más que la que salió esta semana, no te la agarran ni aunque pidas precios irrisorios. Llego a llevar mi colección de Sandman (mega-baqueteada después de décadas de leerla, releerla y prestarla) y se me mean de risa, me canjean los 75 números por uno de Spitfire and the Troubleshooters... en perfecto estado, eso sí.
No hay una solución fácil a este dilema, me parece, pero igual quería sopesar alternativas “en voz alta”. Los cambios de paradigma son así, complejos en los desafíos que proponen y estimulantes en las posibilidades que abren. Y el debate recién empieza...

jueves, 24 de mayo de 2012

24/ 05: MY FAITH IN FRANKIE

Hoy muy cortito, porque no tengo tiempo.
La colección de TPBs para pobres de DC (en su vertiente vertiguesca) recopiló en formato comic-book y a color esta mini de 2004, que en su momento se había compilado en blanco y negro y formato chiquito, tipo manga. Aquel librito era difícil de conseguir, y este one-shot no, además de ser muy barato. Así que me tiré de cabeza.
Y me gustó mucho. Es raro, no se parece a casi nada. A lo que menos se parece es a la siguiente obra del mismo equipo creativo, que en 2007 se reunió para la magnífica Re-Gifters (esa sí, pensada originalmente para un tomito tipo tankoubon, en blanco y negro). Me refiero al trío integrado por el guionista Mike Carey (el de The Unwritten), el gran dibujante Sonny Liew (que no sé dónde nació, pero vive en Singapur y trabaja mayormente para Disney) y el genial Marc Hempel, un monstruo sacrosanto que acá oficia de mero entintador (a fuckin´tracer) pero tiene talento de sobra para escribir o dibujar historietas de cualquier grupo o factor.
El dibujo es maravilloso y recontra-ganchero en sus dos vertientes: la que muestra la historia en sí y la que muestra a modo de comic strip cómo Kay dibuja lo que le pasa a ella y a sus amigos de la infancia. Un laburo hermoso y atípico, pensado para gustarle incluso a la gente que habitualmente no lee comics.
El guión cuenta –muy sintéticamente- la historia de Frankie, una chica que tiene un dios aparte. Un dios que la protege sólo a ella, y que además está perdidamente enamorado de ella. Frankie quiere debutar con un chico, pero su dios mucho no se copa con la idea de que se entregue a otro, y de ahí salen unas secuencias de comedia brillantes. Y después hay una aventura, con rasgos más tradicionales y más “épicos”, con demonios, luchas entre entidades místicas y esas cosas que le quedan bien a otros comics de Vertigo, pero a este no tanto. No está mal, no se desploma la historia ni mucho menos, pero comparándolo con el tramo más tirado a la comedia costumbrista, me quedo mil veces con este último.
My Faith in Frankie ofrece aventura y comedia, romance y religión, excelentes diálogos, gran desarrollo de los cuatro personajes centrales y un dibujo sencillamente perfecto. No tengo dudas de que Re-Gifters es mejor, pero esa era una obra que tenía 0,2 chances de captar la atención de los fans de Vertigo y esta tiene muchas más, así que si –como yo- tenés puesta esa camiseta, seguro te va a gustar.

miércoles, 23 de mayo de 2012

23/ 05: MORTADELO Y FILEMON: LOS QUE VOLVIERON DE “ALLA”

La posta es esta: conseguí muy barato una especie de taco, un reentapado, que recopila (sin las tapas originales) cinco álbumes de Mortadelo y Filemón. Pero, si bien cada álbum tiene sólo 44 páginas, no me da para leerme los cinco al hilo y dedicarle una única reseña al mega-broli. Tengo la sensación –por no decir la convicción- de que Mortadelo y Filemón es algo que se disfruta más en dosis pequeñas, que si me clavo más de 200 páginas al hilo voy a terminar por putear a esta inmortal creación de Francisco Ibáñez como si fuera una garcha insostenible. Así que, con tu permiso, clavo los frenos después del primer álbum, lo reseño, calzo un señalador y retomo más adelante la lectura de este mega-tomo recopilatorio.
Los que Volvieron de “Allá” es una aventura de 1987, una de las (relativamente) pocas que realiza Ibáñez durante los ´80, cuando pierde el control sobre la serie que creara en 1958 y tiene que soportar que la editorial Bruguera le encargue historietas con sus personajes a otros autores (obviamente de menor calidad) sin poder controlarlas y sin ver un mango. Ibáñez luchará duramente durante toda la segunda mitad de los ´80 para recuperar el control sobre Mortadelo y Filemón, cosa que sucederá recién en 1990. Las historietas de los ´80 realizadas a espaldas de Ibáñez son consideradas por los especialistas como “apócrifas” y sí, este tomo gigante que me compré tiene por lo menos una de esas, así que la leeremos con atención a ver qué diferencias tiene con las que efectivamente escribió y dibujó el maestro Ibáñez.
El argumento de Los que Volvieron de “Allá” es delirante desde el primer cuadrito: un científico loco hace reaparecer en el presente a Drácula, Frankenstein, Mata Hari, Atila, Nerón, Borgia y Francis Drake, y los manda a robar objetos valiosos para él. Los ineptos agentes de la T.I.A. deberán detener a estos villanos rescatados del pasado por el Doctor Bacilez y reestablecer el orden. Sí, claro... esperá sentado. Con esta consigna, Ibáñez desata uno de sus clásicos maremagnums: cada secuencia enfrenta a Mortadelo y Filemón con uno de los villanos y en todas el caos y la destrucción se imponen por sobre el orden. Los buenos ganan, pero siempre con nefastas consecuencias para ellos mismos y para las locaciones que visitan. Por supuesto, todas estas peripecias están salpicadas de diálogos disparatados y sobre todo del slapstick, el humor físico violento en joda, que es el que mejor maneja Ibáñez. En ese sentido, no tiene nada que envidiarle a los cortos más salvajes de Tom y Jerry o los Looney Tunes.
Como las buenas series decididamente cómicas, Mortadelo y Filemón no sólo no se hace cargo de lo que sucedió en el tomo anterior... Ni siquiera se hace cargo de lo que sucedió en la viñeta anterior! Caso típico: Mortadelo hace detonar una caldera por accidente. Siguiente viñeta, Filemón está en llamas, o chamuscado. Siguiente viñeta, Filemón vendado, o enyesado, o algo así, persigue furioso a Mortadelo y trata de acribillarlo en venganza. Siguiente viñeta, los agentes están intactos y limpitos en el cuartel de la T.I.A., listos para recibir nuevas órdenes del Super. Como el Coyote, que en una secuencia se hacía mierda contra el precipicio, y en la siguiente recibía un nuevo producto marca ACME y ponía en marcha un nuevo plan. Así funciona esta seguidilla de gags frenéticos y extremos, sin consecuencias, sin la más mínima sutileza, pero con innegable comicidad.
El dibujo de Ibáñez es delicioso y no envejeció ni un día, aunque esta historieta tenga ya 25 años. Ibáñez es el más “contaminado” de los grandes maestros de lo que se llamó la “Escuela Bruguera”. En su trazo conviven su mentores (principalmente Vázquez y Escobar) pero también se le nota el amor por los historietistas franceses y belgas, principalmente André Franquin y Albert Uderzo. Insuperable en el lenguaje corporal y las expresiones faciales, Ibáñez se ceba además metiendo detalles casi microscópicos en los fondos y hasta en los rincones de las viñetas, y eso que metía 14 ó 15 por página. El resultado es un dibujo muy expresivo, dinámico y de increíble plasticidad, siempre fácil de entender a pesar del kilombo que se arma en cada viñeta, donde siempre hay gente, animales y objetos que se mueven, corren o vuelan por el aire en un estallido de líneas cinéticas y onomatopeyas.
Me gustan más las historias en las que Mortadelo y Filemón deliran menos y bajan un poquito más de línea sobre algún tema más social, pero con esta también me reí bastante. Me quedan cuatro más, para saborear de a poco en las próximas semanas.

martes, 22 de mayo de 2012

22/ 05: IRISH COFFEE

Bizarras coincidencias... Esta tarde estuve charlando largo y tendido sobre Cybersix con el maestro Juan Sasturain, para un episodio de Continuará que saldrá al aire el año que viene. Y ahora me toca hablar conmigo mismo sobre Irish Coffee, otra obra de los inolvidables Carlos Trillo y Carlos Meglia.
El imponente libro editado a todo culo por Napoleones Sin Batallas ofrece dos etapas bien marcadas en la historia del personaje. Por un lado, los primeros 12 episodios, los que se vieron en Puertitas, que son los que inician la larga y fructífera colaboración entre Trillo y Meglia, allá por 1988. Y por el otro, un segundo arco inédito en castellano, de cuatro episodios realizados ya a mediados de los ´90, cuando los autores compartían ese multitudinario estudio en el que salían con fritas las páginas de Cybersix. Pero estamos hablando siempre del primer Irish Coffee, del clásico, no del que aparecería más tarde en las páginas de Clarín, metido en una saga ambientada en Argentina, con Menem como villano y demás bizarreadas.
Los primeros 12 episodios muestran a las claras cómo se va ensamblando la dupla. Entre el tercero y el cuarto (o sea, durante el arco contra Ron Collins), el dibujo de Meglia pega un salto cualitativo increíble y de ahí en más, no para nunca de mejorar. Para el final de la saga de Sandy, el dibujo es absolutamente perfecto, mejor incluso que en El Libro de Gabriel, que es justo posterior. Acá es cuando Meglia se enamora de la historieta. Estimulado como nunca antes por los guiones de Trillo, desarrolla ese estilo tan característico, con esos rasgos aniñados, esa dinámica zarpada, esa línea prolija y caótica a la vez y –lo más importante- ese sistema derivado de sus años en el campo de la animación para crear unos fondos devastadores, que se repiten una y mil veces mientras los personajes se desplazan sobre ellos, como en una película o una obra de teatro. El color –agregado para esta edición- es excelente y potencia muchísimo la magia visual que proponía Meglia en la versión original de estas historietas.
Trillo plantea a Irish Coffee como un detective con poderes paranormales, que resuelve casos que involucran a espíritus, fantasmas e incluso a productos de su propio subconsciente. Hay una especie de contradicción muy rica para la serie: por un lado, Irish es un auténtico Guacho Winner, se levanta a las mejores minas y es constantemente requerido por el Inspector Martini para resolver los casos más complejos. Por el otro, muchas de las amenazas que debe combatir... las genera él mismo! Sus recuerdos de la infancia, su torpeza a la hora de mentir, su miedos... todo se le vuelve en contra en algún momento de estos episodios. O sea que nunca lo vemos como al tipo recontra-canchero que se lleva al mundo por delante y soluciona todo de taquito, aunque tiene poderes y carisma como para hacerlo. Irish se comporta más bien como un tipo melancólico, taciturno, al que los poderes le pesan más de lo que lo reconfortan... excepto cuando le toca revolcarse con Sahara Lone en unas escenas de alto voltaje erótico, magníficamente dibujadas por Meglia.
El último arco, el de mediados de los ´90, está dibujado por una legión de asistentes y aún así se la re-banca. Los trucos para repetir los dibujos son medio alevosos, pero como estos siguen fielmente la línea de Meglia, siempre quedan bien. La resolución al misterio es impredecible y emotiva y –por si faltara algo- en estos episodios Trillo suma un nuevo personaje interesante (Mary Bloody) y sitúa la acción en la ciudad de Meridiana, como para abrir el camino hacia un team-up con Cybersix, que no sé si se llegó a concretar.
A diferencia de El Libro de Gabriel, Irish Coffee tuvo tiempo y espacio para evolucionar hasta convertirse en una muy buena serie. Y a diferencia de Cybersix, no se estiró hasta el infinito, sino que estos 16 episodios conforman cinco saguitas (más dos unitarios, los dos primeros) cerradas, sólidas, con espacio para la caracterización, los climas y las vueltas de tuerca poco predecibles al tema del investigador de casos paranormales, tan gastado de Dylan Dog para acá. De última, si los guiones no te hacen decir “Wow! No puedo creer tanta genialidad junta!”, hay varios episodios en los que te lo va a hacer decir el dibujo, sin dudas. Por culpa de Meglia (y del equipo que coloreó estas páginas) esto hay que leerlo con ropa interior de repuesto, de verdad. Mozo, un coffee!

lunes, 21 de mayo de 2012

21/ 05: LA ORUGA

Una vez más, el maestro Suehiro Maruo, el genio maldito del manga, se sienta a adaptar al comic una novela de Ranpo Edogawa. Pero esta vez, todo es distinto. Cuando salió La Extraña Historia de la Isla Panorama, fue una sorpresa. No sólo por su impresionante calidad, que la llevó a estar entre los mejores mangas de la década pasada. También porque la novela de Edogawa no transitaba lo tópicos habituales en la obra de Maruo, con lo cual el mangaka tuvo que pelar una increíble gama de recursos para que su estética tan personal se ajustara a un relato que encaraba claramente para otro lado. El resultado fue una obra de colosal belleza, compleja, tensa y fascinante,
Con La Oruga, Maruo pareciera decir “bueno, ahora me toca a mí jugar de local”. No leí la novela de Edogawa, pero la adaptación al comic se lee como una novela gráfica original de Maruo. Acá sí, están todos los tópicos clásicos de los mangas del ídolo: mutilaciones escabrosas, escenas de sexo recontra-hardcore, sangre, caca, violencia, pesadillas pasadas de rosca y hectolitros de mala leche. Básicamente, la novela se mete en la relación entre Tokiko Sunaga y su marido, el Teniente Primero Sunaga, quien vuelve de la guerra sin sus brazos, sin sus piernas, sin nariz, sin orejas, sordo y mudo. El señor Sunaga queda reducido a una verdadera oruga humana, a la que sólo le quedan fuerzas para comer y para coger con su esposa, ya que el miembro viril le funciona a la perfección. Y ahí Maruo se tira de cabeza, y se regodea en la repulsiva imagen de Tokiko intercambiando placeres carnales con el tipo sin brazos, ni piernas, ni nariz, ni orejas, ni voz, una y otra vez a lo largo de las casi 140 páginas del tomo. Por supuesto, también hay una sutil bajada de línea anti-militar, pero lo que más le interesa a Maruo (no sé si a Edogawa) es la bizarra y perversa relación entre Tokiko y su marido, una relación tan jodida y enfermiza que sólo puede terminar en tragedia.
Pasaditas las 110 páginas, viene el volantazo definitivo, el que uno no espera en ningún momento y el que precipita la obra hacia el abismo de la depravación más absoluta. Recién ahí empieza a pesar un poquito más la acción, se empieza a crear una tensión más clásica, algo así como un suspenso, porque cambia el status quo y uno quiere saber cómo corno va a terminar esta historia tan retorcida y alucinante. Y el final es brillante, casi poético, realmente conmovedor. Ahí te das cuenta de que esto es una novela, no un comic 100% imaginado por Maruo, que seguramente hubiese puesto el punto final en el peor momento de la trama, cuando todo se precipitaba hacia el abismo.
El dibujo es, como siempre fastuoso. Las primeras cuatro páginas son ilustraciones a color, sin mayor intención narrativa, y ahí Maruo te dice “preparate, porque se pudre todo”. Lo único que no dibuja en La Oruga son sus clásicos insectos que salen de una vagina. Todo lo demás, toda su imaginería demencial, elegante y perturbadora al extremo, se despliega en estas páginas con la inmensa calidad de siempre. Hay un montón de secuencias mudas (no sólo los garches) resueltas de modo magistral, una reconstrucción histórica perfecta y ese clima pesadillesco que sólo Maruo puede convertir en un deleite visual incomparable.
Esto es para estómagos entrenados. Si nunca leíste otras obras de este autor, ni se te ocurra empezar por La Oruga. Empezá por La Isla Panorama, si querés. Pero esto es demasiado extremo, demasiado heavy, es la quintaescencia del ero-guro, que es el género en el que los japoneses enrolan a Maruo. Ero de erótico y Guro de grotesco, claro. Hay que estar muy curtido para bancarse La Oruga. Y muy loco para escribirla y muy hecho mierda para convertirla en una historieta. Ahora, si ya venís entregado, si contabas los días que faltaban para tener entre tus manos la última obra de Maruo editada hasta el momento en nuestro idioma, tirate de cabeza, que esto no defrauda en lo más mínimo. A lo sumo te termina de pudrir la mente, pero a quién le importa cuando te la pudren con algo tan maravillosamente corrupto como La Oruga.

domingo, 20 de mayo de 2012

20/ 5: SANDMAN PRESENTS: THESSALY, WITCH FOR HIRE

Mirá si será vieja esta historieta que no sólo data del tiempo de las miniseries de cuatro episodios, sino que incluso se remonta a aquellas épocas pretéritas en las que Vertigo seguía ordeñando a la vaca sagrada de sus primeros años, la gloriosa Sandman. Pero con otros autores, claro. Acá el guionista es Bill Willingham (que ya había empezado con Fables) y el dibujante es -coherentemente- Shawn McManus, quien colaborara con Neil Gaiman en la saga en la que por primera vez cobra chapa Thessaly (que si no me equivoco es A Game of You).
A diferencia de la otra saga corta que reseñamos la vez pasada (la de Lady Constantine) a esta mini de Thessaly le sobran algunas páginas. Son 88 y podrían ser 64, ponele, como para meterla en un one-shot, o en un anual. No es tanta la estirada y además se banca porque Willingham rellena con algo poco visto en las historietas vinculadas a Sandman: la comedia. La sorpresa más grata de esta obra es cómo el guionista toma a un personaje dramático, bajonero, circunspecto y lo mete en una comedia de enredos, con algo de romance y bastante de machaca. Nada que ver con lo que haría Gaiman si algún día decidiera retomar a Thessaly, pero bueno, a Willingham esto le sale bien, como ya había demostrado en aquel especial de Mervyn Pumpkinhead. El responsable de enroscar a la bruja más linda y más amarga de Vertigo en esta amena comedia es Fetch, un fantasma, o en realidad una entidad post-viva compuesta de las memorias de toda la gente a la que Thessaly mató en los milenios que lleva viva. Fetch está perdidamente enamorado de la bruja que, por supuesto, no le da cabida (si no entregó con Morpheus... seguí participando, flaco), y engañado por unos viejos oligarcas, le encaja a Thessaly la maldición de tener que recorrer el mundo para eliminar a una infinidad de criaturas horrendas, casi siempre de origen místico. Una especie de Anita, la Hija del Verdugo, aunque con mucho menos énfasis en los combates, porque Thessaly es una hechicera tan power que soluciona todo bastante de taquito.
¿Todo? No. Hay una amenaza demasiado heavy hasta para ella y la segunda mitad de la saga se trata justamente de eso: de cómo parar a Tharmic Null, una entidad con el poder para borrar de la existencia a dimensiones enteras. Willingham se las ingenia para convencernos de la inmensa grossitud de esta amenaza sin renunciar al clima cuasi-festivo de la primera mitad del libro, y ese es otro hallazgo. El final era un desafío jodido, porque hay que encontrar una forma más o menos creíble de que Thessaly acabe con semejante criatura, y de nuevo, el creador de Fables sale bien parado. No quiero contar mucho más del argumento para no spoilear, pero está muy bien. Ah, y en una secuencia (sumamente prescindible, pero bienvenida por todo fan de Sandman) aparecer Mervyn, Lucien, y la biblioteca del Dreaming.
Shawn McManus hace un muy buen trabajo al frente de lápices y tintas, en un estilo más sintético, con menos rayitas y más masas negras que el que tenía en los ´80 y principios de los ´90. Esto se ajusta mucho mejor al tono de comedia y le permite ponerle más cara de boludo a Fetch, un aspecto más grotesco a los monstruos, demonios y cadáveres varios y hasta hacer más sexy a Thessaly, quien -aclaremos- jamás se ve como una bomba atómica calienta-pijas, sino más bien como una minita normal, tranqui, tirando a nerd. McManus es un profesional sumamente solvente, que no te va a pifiar en las expresiones faciales, ni en la anatomía (ni siquiera cuando pela angulaciones complicadas) ni en la narrativa. Y ni siquiera te va a mezquinar los fondos. O sea que esto se ve muy bien y se lee con muchísima fluidez, a pesar de que en algunos pasajes Willingham se zarpa un poco con la cantidad de texto que mete en cada viñeta.
No estamos ante una joya insuperable, ni ante una obra fundamental para todo fan de Vertigo, pero si te llama la atención un spin-off de Sandman que agarre para el lado de la joda y la diversión sin descuidar la caracterización ni la machaca mística, esto te va a satisfacer plenamente. Y si por culpa de Fables te hiciste fan a muerte de Bill Willingham, acá lo vas a encontrar en un muy buen nivel, bancándose con decoro unos cuantos desafíos que no son para cualquier guionista.

sábado, 19 de mayo de 2012

19/ 05: PACTANDO CON EL DIABLO

Es dura la vida del expositor en Montevideo Comics... Muchas horas, mucha gilada, mucha estridencia... por suerte se vendió dignamente...
Casualmente en el Buquebús que me trajo hasta acá, me tocó leer la obra que resultó premiada en la edición 2011 de este evento. Hubo un concurso, se presentaron varios trabajos y un jurado eligió ganadora a Pactando con el Diablo, una historieta de 38 páginas escrita y dibujada por Rolando Salvatore, quien -me entero leyendo este libro- no es un principiante, sino un tipo con muchos años de profesión a sus espaldas. Bueno, no se nota... Ya desde el prólogo de mi amigo Silvio Galizzi está la velada recomendación de ir abriendo el paraguas, porque lo que vamos a leer es medio frutihortícola. Y cuando lo terminás de leer, te queda rebotando una pregunta tan turra como inevitable: Si este era el mejor trabajo del concurso, ¿cómo serían los peores?
Para ser justos, digamos que hasta la página 16 el guión es muy digno. Sin mayores innovaciones, sin descollar, pero por lo menos hay un conflicto bien establecido, personajes con motivaciones más o menos lógicas y todo se presenta con una cierta prolijidad. Hay un trasfondo de denuncia social, un procedimiento policial creíble... No está mal. Ahora, desde el momento en que Claudia se convence de que garchándose a Vittorio Lanzani va a conseguir los datos que necesita para acorralar al supuesto villano, la historia se precipita en un abismo del que no va a resurgir.
La aparición del encapuchado enrarece totalmente la trama: olvidate del thriller, de la investigación policial, de la participación del periodista que quiere saber más sobre la historia de Claudia y su venganza. Ahí la historia pega un volantazo y pasa a ser una de justiciero urbano enmascarado que boletea gente sin ton ni son. Y cuando Salvatore revela la identidad del misterioso vengador, decís “Nah, te fuiste a la mierda”. No podés basar páginas y páginas de un guión en el misterio acerca de la identidad de un encapuchado y, cuando finalmente revelás quién era, sea un personaje que nunca antes habíamos visto. Incluso volví para atrás, a ver si aparecía en un rol chiquito en las primeras páginas. No. Ese tipo que está debajo de la capucha aparece de la nada, nunca se explica por qué hace lo que hace y es uno de los deus ex machina más grotescos que recuerdo. Si hasta ahí la historia venía derrapando, en las dos páginas finales se hace crosta contra un poste.
El dibujo es muy raro. Por momentos busca parecerse a Eduardo Risso, por momentos a Carlos Meglia y por momentos se termina por parecer a Néstor Olivera, el que dibujaba a Piturro... Los mejores cuadros son esos en los que Salvatore parece más caricaturista que historietista: primeros planos de algunos personajes que parecen ser caricaturas de gente real, un truco llevado a niveles insuperables por el maestro Osvaldo Pérez D´Elias allá por los ´70. Pero hay muuuchas viñetas impresentables, con errores de anatomía, autos mal dibujados, fondos que deberían estar y no están, personajes demasiado estáticos... un catálogo de falencias poco frecuente en los dibujantes con 30 años de trayectoria. Aún así, no llega a ser chocante, ni desagradable, porque la narrativa funciona y las tramas mecánicas ayudan a remarla bastante. De hecho, alguien que no sabe de historieta, que no está muy metido en el palo del dibujo, puede hasta percibir que Pactando con el Diablo es un comic correctamente dibujado.
Y bueno, no hay mucho más para contar sin explicar puntillosamente la trama. Así que lo dejamos ahí y espero tener mejor suerte mañana... O dentro de unos meses, cuando me toque leer la historieta ganadora de la edición 2012 de Montevideo Comics.

viernes, 18 de mayo de 2012

18/ 05: EL PREVIEWS DE JULIO

Tarde pero seguro, me puse a analizar los lanzamientos que prometen las editoriales yankis para Julio y los meses subsiguientes. Veamos...
Marvel pega fuerte con dos títulos fundamentales. Por un lado, Avaritia, el tercer arco de la fundamental Casanova, escrita por Matt Fraction y dibujada por Gabriel Bá. Son 152 páginas por u$ 15, y no me resisto ni un segundo.
También sale el TPB con los primeros seis números de Mark Waid en Daredevil, dibujados por Paolo Rivera y Marcos Martín. Esta vez hay que poner u$ 16 por 152 páginas, pero igual me tiro de cabeza, porque las críticas fueron impresionantes.
Y me están tentando para volver a comprar Captain America... Por un lado sale un TPB con los numeritos de Ed Brubaker y Steve McNiven, y por el otro el arco junto a Bucky, co-escrito por Brubaker y Marc Andreyko, y dibujado por el gran Chris Samnee. En una de esas, a último momento me decido por alguno de los dos. Por ahora me hago la estrecha, porque no están baratos.
La otra novedad de Marvel que me ceba como para pensarlo (pero no como para comprarlo) es el TPB con los primeros números de Punisher escritos por Greg Rucka. Los dibujantes son muy buenos (Marco Cechetto y el capo argento Max Fiumara), pero el personaje me la baja un poco. Puedo vivir sin leer esto, creo.
Por el lado de DC, hay un sólo libro fundamental: el primer TPB de Swamp Thing de Scott Snyder y Yanick Paquette. 168 páginas a u$ 15, ni se duda. Adentro.
Casi me tientan con el TPB de OMAC, la malograda serie de Dan DiDio y Keith Giffen, porque el guión del primer número me pareció entretenido y el dibujo, una gloria. Pero ya se corrió la bola de que quedaban plots sin resolver, que DiDio va a cerrar en un anual de la Justice League International, así que ni en pedo.
Y también miré con cariño el Showcase de Tales of the Unexpected, 512 páginas de breves historietas de terror setentoso, pero prefiero encanutar esos u$ 20 para otra cosa. Si llega a pintar más barato, le puedo llegar a dar una oportunidad (no aprendo más).
Image me edita un libro irresistible: el primer arco de Mudman, lo nuevo del gran Paul Grist, en un libro de 144 páginas a sólo u$ 10. No me lo puedo perder.
¿Judge Dredd de Grant Morrison y Mark Millar, estará bueno? El dibujante me copa hasta ahí nomás (es Carlos Ezquerra) y el personaje me gusta, pero no sé si para bancarlo en una saga de 144 páginas... Me parece que encanuto otros u$ 20. Esto lo edita Rebellion y se llama Judge Dredd: Inferno.
Y para cerrar, entro como un caballo a la edición yanki (a cargo de Vertical) de Sakuran, el gran manga de Moyoco Anno (la esposa de Hideaki Anno, el de Evangelion), cuyo único tomo de 308 páginas me ofrecen por muy razonables u$ 16.95. Sexo y sofisticación, denuncia social y telenovela, todo en un solo manga que –creo- nunca se publicó en castellano.
Bue, podría haber sido peor. Milagrosamente se logró un equilibrio bastante digno entre calenturas satisfechas y ganas que quedan pendientes para cuando el presupuesto sea ilimitado (situación que no llegará nunca, pero como soñar es gratis...).
Cuando me lleguen estas papongas, las leo y las reseño.

jueves, 17 de mayo de 2012

17/ 05: DEATH NOTE Vol.12

Y finalmente terminó Death Note, una de esas series que empezamos a recorrer cuando el blog todavía era una novedad, un experimento.
Por supuesto no terminó como yo esperaba. El más grosso, el pulenta, el personaje que tomo a tomo se subió al podio de los mejores de la historia del manga, el que puso huevo los 90 minutos, el tiempo suplementario y hasta en los penales, el que fue héroe y villano, presa y cazador, perdió sobre la hora contra un pendejito yanki medio freak. Donde fracasaron L y Mello, Near levantó la copa. Gracias a él, no existe más Kira, el genocida justiciero. La forma en que Near derrota a Light es tan rebuscada, tan retorcida, que parece de un guión de Gardner Fox de la Silver Age de DC. Pero no es una movida trucha, ni inválida, ni imposible de justificar por parte del guionista Tsugumi Ohba. Simplemente no es ni por casualidad el final que uno esperaba (en realidad, anhelaba) leer.
De Ohba no se puede decir ni mu. El tipo es tan capo que en este último tomo se hizo cargo y corrigió las dos falencias más evidentes que tenía la serie, sobre todo en este segundo tramo. Por un lado, le dio un rol importante a Ryuk, el shinigami, que venía de muuuchos tomos comiendo banco de suplentes. Parecía el pibe Sergio Araujo, el delanterito de Boca que va a criar nietos desde el banco, pobrecito. Ryuk pela chapa cuando ya faltan menos de 40 páginas para el final, pero –por fin- su accionar es decisivo. Y completamente impredecible.
Por el otro lado, y también con el correr de los tomos, Ohba había convertido todo esto en un duelo personal: Light contra L, Mello contra Light, Light contra Near y todos contra Kira. Y al hacerlo tan personal, se desdibujó lo más interesante, que era el dilema moral. En el último tomo, el guionista vuelve a dedicarle unas cuantas páginas al debate crucial, al que hace que todas las acciones de todos los personajes tengan sentido o sean un capricho de nenes pelotudos. A lo largo de los años que abarca la serie, Kira ejecutó sin misericordia a miles y miles de criminales. ¿Es un adalid de la justicia, o un genocida hijo de mil putas? Light, Near y los adláteres de ambos entrecruzan opiniones al respecto pasadita la mitad del tomo y ahí aparecen los diálogos más interesantes que escribió Ohba en mucho tiempo. Sobre el final, y para dejar en claro que lo suyo no es el resultadismo, Ohba pela una escena impactante y conmovedora que nos muestra cómo una inmensa masa de hombres y mujeres mantiene vivo el culto a Kira. Sin ejecuciones, sin cuadernos, sin shinigamis, sin el cerebro mágico de Light, la noción de que un dios llegó al planeta y lo cambió para mejor, sigue viva. ¿Quién tiene razón? O como decía Matías Martin (que ahora se hace el neutral), “Chabón! ¿De qué lado estás?”.
Este tomo tiene como 12 páginas de acción, lo cual es casi un record. Y como siempre, Takeshi Obata las dibujó maravillosamente. Monumento urgente para este capo absoluto.
Sí, ya sé. Hablar en Argentina de lo que venden los mangas en Japón es casi obsceno, como mostrarle a un hincha de Racing los títulos que ganó el Barcelona. Uno mira esas cifras y tiene dos opciones: a) pegarse un corchazo y b) decir “estos tipos son de otro planeta, juegan con otras reglas”. En el caso del manga, está claro que la opción correcta es la b. En Japón, la producción y la comercialización del manga tienen otras reglas, otra lógica. Aún así, lo de Death Note es extrañísimo: más de 26 millones de lectores se compraron los recopilatorios de una serie que tenía todo para ser oscura, para quedar relegada a las márgenes, o directamente para fracasar, simplemente porque iba en contra de todo lo que el fan clásico del shonen busca en un manga. Acá, felizmente, se impuso otra lógica y una obra lenta, muy hablada, sin machaca, sin colegialas que muestran la bombacha, casi sin elementos fantásticos, encontró un público masivo. Un público al que Ohba y Obata invitaron a reflexionar, a debatir, a deducir las jugadas más retorcidas de los personajes, a analizar el poder de las palabras, de los silencios, de los razonamientos. Una obra pensada para hacer pensar. Un delirio, un oasis, una genialidad.

miércoles, 16 de mayo de 2012

16/ 05: LAS AVENTURAS DE HERGE

Hace un tiempito apareció este libro ofrecido en el Previews, obviamente en edición yanki, y yo, tras derramar hectolitros de baba, decidí que no me cerraba pagarlo u$ 20, por eso no me lo pedí. Ahora lo vi en una comiquería amiga a menos de $90 (no muuucho menos) y al hojearlo, no me pude resistir.
Esta novela gráfica es absolutamente indispensable. No sólo para los fans de Hergé (1907-1983), o de la línea clara franco-belga. Cualquiera al que le interese mínimamente la historia del comic europeo tiene que tenerlo, o por lo menos leerlo un par de veces. Los guionistas José Luis Bocquet y Jean-Luc Fromental hicieron los deberes. En menos de 70 páginas, nos cuentan con lujo de detalles toda la vida del célebre Georges Rémi, infinitamente más conocido como Hergé, sin esquivar ninguna de las preguntas que cualquier lector se puede hacer sobre su vida y su obra. ¿De dónde viene su espíritu aventurero? ¿De dónde salieron el pibe con jopito, los hermanos gemelos y el irascible compañero siempre al borde de estallar en una catarata de improperios? ¿Cuál era su verdadera relación con su esposa Germaine, con la que nunca tuvo hijos? ¿Cuánto hay de cierto en los relatos que lo pintan como un jefe despótico, que terminó para el orto con casi todos sus asistentes? ¿Qué tan real es el mito que lo pinta como un chupacirios, amigo de los nazis y ferviente anti-comunista?
De humilde hijo de un empleado textil a celebridad mundial, globalmente famoso por sus historietas, la novela nos invita a redescubrir al Hergé público (se murió hace casi 30 años, con lo cual muchos de sus lectores no compartieron planeta con él) y a descubrir al Hergé privado, al que puertas adentro, con éxitos y desgracias, se forjó una carrera como historietista con la que, desde entonces, soñaron muchos. La verdad es que el guión es muy ecuánime: ni derrapa hacia la hagiografía ni se regodea en el escrache. Hergé sale parado como un tipo ni bueno ni malo, al que le sobraron huevos para un montón de cosas y le faltaron huevos para otras tantas. Ni es el empresario garca que se llenó de plata a costillas del trabajo de otros, ni el artista hippie que mantuvo intactos los ideales de sus inicios aunque se cagara de hambre. Igual se nota que los autores tienen claro que a Hergé lo sigue a full un público bastante conservador, que no quiere descubrir que su ídolo era un zarpado. Todo su affaire con la colorista Fanny Vlamynck está contado del modo más sutil posible y la escena en la que descubre la marihuana en un viaje a los EEUU dura una sóla viñeta.
La vida de Hergé es tan rica, que hasta tiene lugar para una trama de intriga internacional, que es la que gira en torno a Chang Chong-Jen, a quien el dibujante conoce en 1932 y logra sacar de China casi 50 años después. La relación fraterna entre Hergé y Chang es uno de los puntos más altos del libro, y además algo que yo desconocía absolutamente.
El dibujo, a cargo de Stanislas, obviamente se inscribe dentro de la línea clara, pero con la astucia necesaria como para que esto no parezca en ningún momento una historieta dibujada por Hergé. Stanislas es –no puede evitarlo- mucho más moderno, porque es evidente que leyó a Ever Meulen, Daniel Torres y Joost Swarte, entre otros renovadores de la estética creada por Hergé. Para que lo ubiques más fácil, Stanislas dibuja igual a Pablo Zweig. No al Zweig historietista, sino al Zweig ilustrador. Pero igual, eh? Si viene Pablo y te dice “Mirá mi nuevo libro”, le creés y lo felicitás. La narrativa es muy clásica y la puesta en página se diferencia de la de Hergé porque cada tanto Stanislas mete viñetas más chiquitas, ya sea cuadros partidos en dos, o cuadros horizontales (widescreen) muy finitos. El color es re-Hergé excepto por las manchas rojizas en los cachetes de los personajes (otro detalle típico de Zweig) y la tipografía no se parece a la de Tintín, pero se le acerca bastante.
Ahora que la peli de Spielberg y Jackson reavivó el interés por la obra de Hergé, es un gran momento para conocer su vida. Y la verdad es que Bocquet, Fromental y Stanislas nos la presentan como una sucesión de eventos muy, muy interesantes, que además vienen bárbaro para recorrer más de 75 años del Siglo XX en los que pasó absolutamente de todo, no sólo en la historia de Hergé, ni en la de la historieta, sino en la del mundo en general. Seas fan o detractor del creador de Tintín, esta obra te va a pegar fuerte y te va a cambiar la forma de leer las aventuras del chico del jopito.

martes, 15 de mayo de 2012

15/ 05: HELLBLAZER: LADY CONSTANTINE

Antes de seguir avanzando con los libros de Hellblazer de Peter Milligan, clavo un rato el freno para ponerme al día con este y otro recopilatorio de miniseries accesorias, de sagas a los costados de las sagas, que en su momento pasé por alto. Esta miniserie de Lady Constantine, por ejemplo, es tan vieja que tiene cuatro episodios. Ya no hay más miniseries de cuatro episodios, incluso son infrecuentes los arcos argumentales de cuatro episodios dentro de las series regulares.
Y en una de esas me arrepiento con el correr de la reseña, pero de entrada, de arremetida, creo que lo mejor que tiene Lady Constantine es que es corta, que no hay tiempo para la franela, el chamuyo, la estirada. La escribe Andy Diggle (antes de convertirse en guionista de la serie mensual de John) y se lee como las historietas de los ´80, con ese ritmo menos descomprimido, en el que 88 páginas alcanzaban para que pasaran miles de cosas.
Acá, sin ir más lejos, vemos como Johanna Constantine obtiene su título de nobleza, su mansión y su fortuna, en medio de un conflicto místico importante, definitivo, que la lleva a vivir una aventura al límite y realizar un sacrificio de esos que no tienen vuelta atrás. Además, el objeto místico y la villana en torno a los que gira la faceta más épica de la obra tienen su espacio para ser perfectamente explicados, y hay por lo menos tres personajes más (secundarios, claro) que llegan a desarrollarse y a obtener un lucimiento considerable. Esto se escribió hace apenas 9 años, pero no tiene nada que ver –siempre hablando del ritmo del relato, no?- con nada de lo que se publica hoy en día.
Toda esta inverosímil proeza de Diggle serviría para poco si la historia fuera chota, si el final fuera cualquier fruta o si la protagonista se quedara en el estereotipo (bastante repulsivo, por cierto) de la perra dispuesta a todo con tal de acumular poder y riquezas. Por suerte la trama planteada por el guionista no derrapa en ningún momento y a pesar de la moral sumamente elástica que exhibe Johanna, queda muy claro que lo que sucede sobre el final (no te lo pudo contar, sorry) la afecta y la cambia para siempre.
Y otra cosa espectacular de este guión de Diggle que hoy no se podría hacer: este es un comic re-de universo! No sólo nos cuenta eventos cruciales en la vida de un antepasado de John Constantine: también incluye sutiles referencias a la saga de Sandman, y uno de los personajes secundarios con más chapa es... Swamp Thing! Bah, en realidad no; es el Elemental del Verde de 1785, una criatura vegetal con fisonomía humanoide y poderes parecidos a los de Swamp Thing llamado Jack-in-the-Green. O sea que si sos fan de Vertigo, esto tiene un ganchito extra muy, muy atractivo.
Otro acierto de Lady Constantine es el gran trabajo del croata Goran Sudzuka en lápices y tintas. Desde que aterrizó en Vertigo allá por el 2000, Sudzuka no paró de mejorar como dibujante y encima arrancó en un nivel muy alto. Sin ocultar en lo más mínimo su devoción por los artistas rioplatenses Eduardo Barreto y Ernesto García Seijas (no hay dibujantes croatas que no tengan como fetiches sacrosantos a por lo menos un dibujante argento), Sudzuka pone su sólida formación clásica al servicio de una aventura que lo estimula a zarparse y a imaginar una plétora de criaturas bizarras, aunque sin descuidar la ambientación histórica ni las expresiones faciales. Como siempre, el grosso hace todo más que bien. La colorista Patricia Mulvihill acompaña dignamente y el que se luce es –mirá qué fumado- el letrista, el también croata Robert Solanovic, dueño y señor de varias tipografías muy personales, vibrantes y todo lo bellas que pueden ser las tipografías. No sé si rotula a mano o con computadora, pero la rompe.
Lady Constantine, entonces, se lee rápido pero se lee bien. Y encima se ve MUY bien. Se puede seguir viviendo con total felicidad sin leerla, pero tengo el deber moral de recomendársela a los fans de John Constantine, de Vertigo en general, de Andy Diggle o de Goran Sudzuka (debemos ser 14, como la hinchada de Ferro, pero bue...). Barcos piratas, criaturas del averno, runfla política, machaca mística, un lindo garche, muy buenos diálogos... Se puede pedir más, pero no mucho.

lunes, 14 de mayo de 2012

14/ 05: LIMURA

Este es el segundo libro de La Duendes que se propone rescatar del olvido a uno de los maestros del humor gráfico que disfrutamos allá por los ´70 y ´80 los que leíamos las revistas de Ediciones de la Urraca.
La gran diferencia es que, a la hora de redescubrir la obra del alucinante Jorge Limura, los editores decidieron concentrarse en sólo dos de sus series más conocidas: Fuerte Brigitte y Vida de Indios. Hay varios chistes más, a modo de ilustraciones de los textos con los que abre y cierra el libro, pero básicamente esto es un recopilatorio de Fuerte Brigitte (64 páginas) y Vida de Indios (11 páginas).
Paradójicamente, la menor diversidad no le resta atractivo al tomo. No porque Fuerte Brigitte sea la única obra de Limura que merezca ser redescubierta, sino porque se trata de una serie que gana con la reiteración, con la insistencia. Una plancha es entretenida, 64 al hilo son muy, muy graciosas. Fuerte Brigitte es un fuerte de la Legión Extranjera clavado en el medio del desierto, un páramo inhóspito rodeado de beduinos, jeques y tribus nómades. Obviamente hay un costado aventurero en esto, pero Limura lo des-enfatiza. Le interesa más jugar con el contrapunto entre las carencias del Tercer Mundo y la actitud patotera y colonialista del Primer Mundo. Y por supuesto, como la historieta se publicaba durante la dictadura militar, Limura nos muestra a los milicos del fuerte como una manga de ineptos, corruptos, ventajeros, ignorantes y cobardes. En una de esas, la epopeya de Fuerte Brigitte era esa: reirse en la cara de un enemigo bravo de verdad, en medio de una pelea demasiado real.
Acá se ve claramente un rasgo que diferenciaba a Limura de los otros humoristas, no sólo en las historietas, sino también en los chistes: los textos. A Limura, claramente, le gustaba escribir. Ya sea en una sóla viñeta o en el formato secuencial, sus personajes se mandaban largos soliloquios, absolutamente desopilantes, en los que el autor hacía gala de un manejo del lenguaje poco frecuente para los dibujantes “de monitos”. Por ahí el remate no era tan categórico como uno de Fontanarrosa, pero para llegar hasta ahí, pasabas por diálogos o monólogos tan bien escritos, que te reías un montón de veces durante la historieta.
Lamentablemente, este libro no ofrece las planchas de Fuerte Brigitte en el orden en que fueron hechas. De hecho, hay una que aparece dos veces. Esto nos impide ver con claridad la evolución gráfica de Limura, un tipo en constante movimiento, que nunca dibujaba siempre igual. A mí me gusta más el Limura tardío, el que sintetiza más el trazo y dibuja los globitos con una línea entrecortada. Por supuesto, el dibujo del maestro se luce mucho más en las páginas con menos viñetas, pero las de 6 cuadros son pocas. Son muchas más las de 8 y no faltan tampoco las de 9. Ahí el dibujo se ve más abigarrado, casi no hay espacios que no estén ocupados por los personajes o los globos (fondos, al estar todo situado en el desierto, hay muy pocos) y para mí, se disfruta menos, por lo menos en este formato.
Vida de Indios es claramente posterior a Fuerte Brigitte. Ahí Limura adopta definitivamente la grilla de 6 cuadros, en la que el dibujo levanta un vuelo espectacular, y suma el color, aunque en esta edición una sóla plancha (la de la contratapa) lo conserve. En Vida de Indios vemos incluso una historieta muda, algo rarísimo en la obra de Limura.
En síntesis, un libro muy atractivo para los que quieran conocer a un virtuoso del dibujo que planteó una forma distinta de encarar la historieta humorística, muy personal, pero para nada cerrada. No sé qué estará haciendo Limura, pero yo extraño sus personajes grotescos, sus diálogos recontra-elaborados y su línea finita y nerviosa, casi enfermiza. Y extraño a esta colección, también, que hace varios meses que no tiene tomos nuevos. Ojalá vuelva pronto, con más historietas semi-perdidas de esta calidad.

domingo, 13 de mayo de 2012

13/ 05: THE BEST AMERICAN COMICS 2011

Por tercera vez en tres años me siento a destripar estas lujosas antologías de material alternativo, que le dan sistemáticamente la espalda a lo que publican los diarios y las editoriales más grandes, para concentrarse en historietas surgidas en las editoriales “boutique” o incluso en la web. Esta vez la coordinación cayó en manos de Alison Bechdel (autora de la fundamental Fun Home) y, lógicamente, hay más autoras mujeres que de costumbre. Y menos maestros indiscutidos.
De los autores mega-consagrados, primero aparece Joe Sacco, con sus tremendas historietas testimoniales ambientadas en la Franja de Gaza. Impresionante material, sobre todo porque Sacco narra y dibuja cada vez mejor. Después, Chris Ware con una historia de Jordan W. Lint formalmente muy interesante, pero aburrida y retorcida al pedo. Por más que lo intento, no logro sintonizar la onda de este supuesto genio del Noveno Arte. En cambio lo de Jaime Hernández (una historieta ambientada en la pre-adolescencia de Maggie Chasacarrillo) me mató. Probablemente sea lo mejor del libro. Bechdel eligió también un hermoso fragmento de Rasl, del maestro Jeff Smith, el que dedica a contar la historia del excéntrico Nikola Tesla. Una maravilla el dibujo, pero la historia ya me la sabía de memoria. Y el otro capo absoluto que aparece en el libro es Paul Pope, con una historieta muy breve (apenas 4 páginas) en las que rinde un magnífico tributo a David Bowie. Historieta cortita pero perfecta, ya que –a diferencia de la de Jaime- no hay que manejar los códigos de un universo ficticio para disfrutarla.
A ver cómo le fue a los Segunda Línea. Gabrielle Belle, que se había sacado buena nota en otras ediciones de TBAC, acá dibuja para atrás un guión aburrido, que quiere ser Fun Home y no tiene con qué. Dash Shaw aparece con un fragmento de su novela Bodyworld y confirma mis sospechas de que es un vendehumo. Ya está, no le doy más chances, lo paso a la lista de los ilegibles. La de Jillian Tamaki es demasiado breve, pero el dibujo es excelente. La re-banco. Y la de Kevin Huizenga está muy bien dibujada, con unos truquitos de narrativa brillantes, pero el guión es la nada misma.
El resto, entran todos en la categoría de Autores Revelación, de chicos y chicas prácticamente desconocidos. La más grossa de este paquete es Kate Beaton, a quien vimos no hace mucho en el Vol.2 de Strange Tales, jugando con los personajes de Marvel. Acá pela una tira cómica MUY lograda. Y la otra a la que le pongo muuuuchas fichas es Angie Wang, que acá experimenta con los clichés de los comics de superhéroes en un estilo hipnótico, onda Suehiro Maruo, pero con un manejo glorioso del color. Al resto le falta un poco más de sopa, en distintas proporciones, claro. Kevin Mutch va bien encaminado en la comedia costumbrista, con buenos diálogos y demás. Ken Dahl dibuja muy bien, le falta un poco de narrativa y un guión menos hermético. Eric Orner, al revés: tiene talento para narrar y maneja muy bien la autobiografía, pero como dibujante se cae a pedazos viñeta por medio. A Robert Sergel le falta un toquecito más de personalidad en el dibujo, el resto está muy bueno. Joey Alison Sayers tiene un estilo muy personal, lástima que a mí no me copa. Su guión, sin embargo, es de los más punznates y graciosos. Sabrina Jones narra bien y toca un tema muy interesante. El dibujo es demasiado limitado, pero en un contexto under, zafa dignamente. Lo mismo se aplica a Noah Van Sciver, gran narrador, gran autobiógrafo, pero el dibujo sólo es aceptable en un fanzine, todavía no tiene nivel profesional. Muy lindo lo de Peter y Maria Hoey, me hizo acordar a los buenos dibujantes europeos de línea clara posmoderna. Brendan Leach, muy grosso. Buenos dibujos, buen guión, excelentes diálogos, una onda originalísima... me chocó un poquito el rotulado, nomás. Quiero ya su novela gráfica. Y la última página, en la que David Lasky resume en seis viñetas todos los clichés de las novelas gráficas tan de moda en la actualidad, es otra joya.
El resto, no jodamos... Aprendan a dibujar, a narrar, a escribir, a rotular, a entintar... o dejen las páginas del próximo TBAC a autores más curtidos, con más solvencia profesional. La verdad que si esta gente pone a Julia Gfrörer entre los mejores, me interesa mucho su selección de los peores.
Y más allá del inevitable debate, como siempre digo, esta antología cumple con creces el objetivo de mostrarnos a nuevos autores con los que cebarnos. Es un bajón que haya tantos fragmentos de novelas gráficas en vez de más unitarios, pero bueno, hacia ahí viró este segmento de la producción historietística yanki. Y es lógico y sano que así sea.

sábado, 12 de mayo de 2012

12/ 05: SE VIENE MONTEVIDEO COMICS

Mi temporada de viajes debió haber empezado a fines de Marzo en Lobos, en el Encuentro del Humor y la Historieta. No pudo ser: poquito antes de la fecha en que se iniciaba el evento, se canceló y se reprogramó para Octubre. Finalmente, mi primer viaje de 2012 coincide con el último de 2011: me voy a Montevideo, capital de la hermana República Oriental del Uruguay, a participar de una nueva edición de Montevideo Comics.
El año pasado estuve a milímetros de ir, pero un problema de salud me dejó abajo del Buquebús y me perdí un evento que –dicen- estuvo muy bueno. Esta vez voy en busca de la venganza, y con bastantes expectativas, porque Montevideo Comics cumple 10 años y los festejos prometen. La cita es el sábado 18 y el domingo 19 en el Cine Teatro Plaza y entre los invitados están el maestro español Alfonso Azpiri (a quien no conozco personalmente) y mis amigos Joe Kelly, Luciano Saracino, Diego Greco y Dante Ginevra. Y por supuesto, la mayoría de los historietistas uruguayos que hacen que el país vecino haya recuperado protagonismo en el panorama mundial del comic.
Lo único que me la baja un poco es que, a pesar de su nombre, Montevideo Comics no es una convención típicamente comiquera. Hay mucha historieta, pero muy mezclada con un montón de otras cosas: animación de todo el mundo, cine bizarro y pochoclero, videogames, cosplay, Magic, karaoke, juegos de rol... un montón de cosas que a mí me interesan entre poco y nada. Pero bueno, en ese contexto, veremos dónde se viene cavando la trinchera de la resistencia comiquera, sumaremos una pala más a ese esfuerzo y resistiremos. Son dos días, tampoco es tan grave.
Lo más interesante es la programación en materia de conferencias: va ahaber charlas brindadas por todos estos invitados que ya nombré, más Robert Lence, un veterano de la industria de la animación yanki que va a contar cómo es trabajar para Disney, Pixar y Hanna-Barbera. Y un chabón de Buenos Aires que hace todos los días un blog sobre comics del que se editaron dos libros y que –dicen- chamuya bastante bien. Esa charla va a tener lugar el sábado a las 16, y como siempre, tendrá menos convocatoria que Arsenal jugando de visitante en Jujuy.
También habrá presentaciones de libros (los amigos de Belerofonte tienen unas novedades que pintan bárbaro), firmas de autógrafos y un montón de proyecciones, entre las que se destacan las de las pelis de Farsa Producciones (Filmatrón y Plaga Zombie III) y el documental Hora Cero, de José Luis Cancio, dedicado a la vida y la obra de Héctor Oesterheld, en el que aparezco en un par de escenas hablando giladas. También van a aparecer en vivo (creo que presentando un documental sobre ese tema) varios luchadores famosos de catch de distintos países latinoamericanos, entre ellos la Masa, Rayo de Plata y The Ripper. Yo nunca pasé de Titanes en el Ring, pero por ahí para las nuevas generaciones estos tipos tienen tanta chapa como tenían el Ancho, Martín y el Caballero Rojo cuando yo era pendejo...
Como sucedió a fines del año pasado, el blog seguirá normalmente los días que yo esté en Uruguay. O sea que si estás allá nos vemos y si estás acá, nos leemos. A menos que te copes y quieras viajar a Montevideo a participar del evento, lo cual tampoco estaría nada mal...

viernes, 11 de mayo de 2012

11/ 05: LA INVENCION DE MOREL

En un país donde se le da tan poca bola al comic europeo, que se edite una novela gráfica de un autor francés siempre es una buena noticia. Esta esconde una pequeña trampita y es que Jean Pierre Mourey convirtió en historieta nada menos que La Invención de Morel, la mejor novela de Adolfo Bioy Casares, uno de los nombres fundamentales de la literatura argentina. Lo limado habría sido que esto NO se publicara en nuestro país.
La Invención de Morel es un relato fantástico, que involucra a una tecnología tan avanzada que no sólo no existía en 1940 (cuando se editó la novela), sino que tampoco existe aún hoy. Y como todos los elementos que aparecen ante nuestros ojos tienen una explicación fantástica, la podemos catalogar como una historia de ciencia-ficción, aunque no esté ambientada en el futuro, ni en el espacio exterior. Pero además, es una historia de amor obsesiva, al límite de la locura, narrada en un tono frío, desapasionado, lo cual contrasta con esa obsesión y a la vez la subraya. Allá por Julio de 2010 lo veíamos al pobre Dago sufrir de amor por una mujer que en realidad era un fantasma, y acá esa historia se repite (con igual final, pero con los sentimientos des-enfatizados) cuando el prófugo venezolano se enamora de la bella Faustine, quien resulta ser... una especie de sofisticado holograma corpóreo.
Jean Pierre Mourey reproduce a la perfección el tono frío, intencionalmente poco expresivo del texto de la novela de Bioy. No sé si porque entendió de qué iba la prosa del argentino, o porque realmente se siente limitado a la hora de ponerle onda y emoción a sus dibujos. No descartemos lo segundo: cuando el guión requiere un primer plano fuerte, expresivo, es cuando flaquea el trazo de Mourey, cuando está cerca de derrapar hacia el feísmo o el grotesco. Las mejores viñetas del francés son, sin dudas, las que nos muestran a los personajes de lejos, insertos en los hermosos paisajes que ofrece la misteriosa isla del Dr. Morel.
El gran hallazgo de Mourey no pasa por el dibujo, sino por la narrativa. Por un lado, encontró la forma de destilar el texto a su esencia, de que este no se haga omnipresente, no agobie al lector y –lo más infrecuente en las adaptaciones literarias- le permita al dibujo hacerse cargo del peso de relato durante varias secuencias en las que las palabras brillan por su ausencia. Además de este notable equilibrio, Mourey saca chapa al aprovechar al máximo un recurso propio de esta novela: la reiteración. El prófugo venezolano descubre (junto con el lector) que todos los otros habitantes de la isla están presos de un loop infinito, “la semana eterna”, que se sucede una y otra vez. Mourey plasma ese fenómeno del modo más obvio y a la vez más brillante: reitera una y otra vez los mismos dibujos para subrayar que –otra vez- está sucediendo lo que sucedió una semana atrás. Y lo mejor es cuando el protagonista logra insertarse en el loop y crear la falsa interacción con el resto de los “intrusos”. Ahí el historietista integra perfectamente al venezolano... en las mismas secuencias que ya habíamos visto mil veces!
La puesta en página también es fría, casi mecánica. Tres filas de viñetas, a veces divididas en tres cuadros, a veces en dos y a veces con un sólo cuadro. Ese esquema se repite página tras página, salvo en tres o cuatro de las casi 100 que tiene el comic. Dos de esas páginas son muy parecidas entre sí (seis planos de distintos rincones de la isla vistos desde la óptica del venezolano) y las dos son la página 14, una de la Primera Parte y la otra de la Segunda Parte. Obviamente esto no es casualidad, sino producto del cálculo recontra-matemático de Mourey.
La Invención de Morel es una historia tan redonda, tan perfecta, que era difícil convertirla en una mala historieta. Mourey hizo más que eso, la convirtió en una muy buena historieta. Tan buena es la adaptación, que tiene el mismo problema que la novela de Bioy Casares: el virtuosismo pecho frío, la no emoción, la no intensidad, la distancia, la pasividad, la decisión de mostarnos prodigios científicos alucinantes sin sobresaltos, sin impacto, como si fueran lo más normal del mundo. Hay que ser muy talentoso para contar una historia de amor obsesivo, mezclado con elementos fantásticos y un cierto thriller de conspiraciones, y no apelar a la emoción. Bioy lo hizo. Mourey también. Pero en la historieta, tanta frialdad hace un poquito más de ruido que en la literatura.