Bueno, misión cumplida! La onda para Sep-
tiembre era darle priori-
dad al ma-
terial de autores ar-
gentinos y terminé por reseñar nada menos que 17 títulos en esa categoría. Mañana vamos a tener info de cifras de venta en comiquerías y el martes volvemos a la onda esquizofrénica e impredecible de saltar del comic yanki al europeo, o al japonés, o al latinoamericano, o al de alguna luna de Júpiter donde haya unos aliens que dibujan comics.
No sé si vinculado al mayor protagonismo de la historieta argentina, pero este mes se dio un fenómeno increíble en el blog: creció de golpe la cantidad de lectores! En Agosto, que había sido nuestro mejor mes, habíamos sumado unas 23.500 visitas. En Septiembre pasamos las 26.500! Es mucho crecimiento para sólo 30 días. Yo sospecho que tiene que ver con aquel post sobre mi lamentable participación en A.M., que rebotó bastante por las redes sociales y en pocos días se convirtió en uno de los cuatro posts más leídos en la historia del blog. Lo cierto es que sumamos muchos nuevos lectores, muchos nuevos “Me Gusta” en Facebook (ya pasamos los 1200) y arrimamos a los 390 seguidores acá en el blog. Por supuesto, no alcanzan las palabras para agradecerles a todos los que leen estas boludeces, los nuevos y los que vienen haciendo el aguante desde Enero de 2010.
Tema importantísimo: el 6 y 7 de Octubre (el finde que viene) estoy coordinando junto a los amigos de Viñetas Sueltas el cierre de este festival, que se hace en Tecnópolis. Esto viene MUY grosso, con un predio alucinante repleto de stands, ocho o nueve muestras, talleres, la proyección de Anima Buenos Aires y un montón de charlas con autores locales de primera línea (Liniers, Gustavo Sala, Max Aguirre, Cacho Mandrafina, Lito Fernández, Diego Agrimbau, Esteban Podetti, Ignacio Minaverry, Luciano Saracino, Diego Parés y un infinito etcétera) y la posibilidad de conocer a autores que llegan especialmente desde muchísimas ciudades de Argentina, desde EEUU y desde varios países de Europa, Latinoamérica y hasta Africa!. La programación completa está en http://www.vinetas-sueltas.com.ar/tecnopolis.html. Yo voy a estar todo el sábado y todo el domingo, rebotando entre mi stand (donde va a haber, como siempre, papa finísima a precios ridículos) y las charlas que me toca conducir, que son como cuatro. Desde ya, mil disculpas, pero esos dos días no vamos a tener nada acá en el blog.
El 8 y el 9 vamos a tener nuevas reseñas como todos los días y el 10 voy a estar posteando desde New York, a donde viajo el 9 para participar de la Comic Con de esa ciudad. Del 11 al 15, los cuatro días del evento, tampoco creo que tenga tiempo de leer comics y postear, y del 16 al 21, si bien voy a estar de vacaciones en la ciudad de Spider-Man, los Fantastic Four y los Avengers, seguramente habrá posts.
El 25 tengo otro viaje largo, esta vez a Santiago del Estero, donde voy a participar con stand (y seguramente con alguna charla) en la Feria del Libro de dicha ciudad, hasta el domingo 28. Veremos cómo son los horarios, a ver si hay margen para postear todos los días, o si hacemos otro “HOY NO HAY NADA”. Para Noviembre, se vienen el Unicomix de Mendoza y la San Luis Comic Con, así que estaremos posteando desde esas dos capitales cuyanas.
Por otro lado, ¿te acordás que a principio de año yo conté que estábamos armando un número de Comiqueando para salir a los kioscos a fines de Abril? Bueno, creo que eso no va a salir nunca, y si de milagro alguna vez sale, será con notas totalmente distintas a las que redactamos en Febrero y Marzo. O sea que tengo un par de textos inéditos que vamos a compartir acá en el blog durante este mes.
Se vienen días moviditos, por lo menos para mí. Creo que desde el Fantabaires del ´99 que no me entusiasmaba tanto ser parte de la organización de un evento y le estoy poniendo el 110% de mis pilas a esta movida alucinante de llevar la historieta a Tecnópolis. Y después, la posibilidad de volver a visitar EEUU (no voy desde el 2000) y especialmente New York, a donde no voy desde... 1985! Y de compartir una convención en la que -en una de esas- entrevisto a algún autor, pero no voy a laburar en un stand, ni a participar de los paneles! ¿Cuánto hace que no me toca una de esas? Ni me acuerdo...
Gracias de nuevo por estar ahí, y nos vemos el sábado en Tecnópolis!
domingo, 30 de septiembre de 2012
sábado, 29 de septiembre de 2012
29/ 09: KAPUT & ZÖSKY Vol.2
Esta historieta tiene un sólo problema y es la forma en que se la publica en Europa. A algún cráneo francés se le ocurrió que las historieta apuntadas al público infantil quedan mejor en álbumes de 32 páginas, y por supuesto los editores de otros países (Glénat de España, por ejemplo) respetan esa boludez atómica. El libro parece el típico álbum europeo, con hermosas tapas duras y toda la bola, pero trae... 30 páginas de historieta. Dejame de joder, hay que ser muy imbécil o muy turro para publicar historietas en hardcovers de 32 páginas. ¿Las historietas son episodios de 6 páginas? Excelente, juntame por lo menos diez. De a cinco, me estás cagando.
Superado ese inconveniente, nos esperan cinco historias de seis páginas cada una de una calidad desmesurada. Los guiones son de Eric Cartier, de quien no recuerdo otras obras. Y son geniales. Si las cinco primeras eran grossas (las leí hace mucho, antes de empezar el blog), estas cinco son perfectas. Y los dibujos de Lewis Trondheim son gloria pura, imaginación sin límites, humor quintaesencial.
Aún así, lo mejor, lo más rico, lo más ganchero que tiene esta serie, es el planteo: Kaput y Zösky son dos conquistadores intergalácticos, dos tipos (o bichos) completamente inescrupulosos, que recorren el cosmos en busca de nuevos planetas a los que invadir, sojuzgar, saquear y –si todo sale bien- destruir. La aniquilación y la tortura de las razas nativas de los distintos mundos es la diversión favorita de esta dupla violenta y corrupta hasta la médula, que a veces pierde por goleada, a veces rasca decorosos empates y a veces incluso se sale con la suya. Por supuesto (como sucede con Lobo, por ejemplo) un planteo tan extremo sólo se sostiene desde el humor, desde la premisa básica de que esto es un gran chiste.
En ese sentido, Cartier y Trondheim se muestran increíblemente afilados, no sólo en las situaciones, sino también en los diálogos, las expresiones faciales y en el timing mismo de la comedia, milimétricamente controlado por Trondheim a partir del recurso de dividir cada página en cinco tiras de viñetas muy chiquitas. Y dentro de ese combo de “somos locales en todas las canchas” lo más notable de este tomo son las situaciones. La primera es un truquito clásico: de pronto, Kaput se hace bueno y empieza a tratar con amabilidad y respeto a los habitantes del planeta que debía conquistar. La segunda es una oda a la mala leche, desbordante de ingenio: Acá, los matones del cosmos llegan a un planeta que se rige por un sistema democrático, se presentan a elecciones... y ganan! Y así, de repente, sin decir “agua va”, esto que parece un comic de ciencia-fición en joda, se convierte en una cátedra de política. Brillante.
En la tercera historia, caen en un mundo muerto, sólo habitado por vampiros. Es un toque predecible, pero con momentos muy cómicos. En la cuarta, la nave se incrusta en un campo de repollos de una señora que cree que los bebés nacen de los repollos y adopta a Kaput y Zösky como si fueran sus hijos! Otra bizarreada de inagotables posibilidades cómicas, explotadas a pleno por Cartier y Trondheim. Y en la última, la dupla se las ve negras para someter a un planeta, porque para lograrlo tienen que actualizar su arsenal y las armas modernas están carísimas. Un palo glorioso a la carrera armamentista y su vinculación con el gigantesco negocio de la fabricación de armas cada vez más heavies.
Y así, entre carcajadas y masacres, Kaput & Zösky se mete en la lista de las series humorísticas imprescindibles de la década pasada, y en las lista de las grandes obras del mega-prolífico Lewis Trondheim, al que no hay género, formato o grupo etáreo que logre intimidar. Son libros para comprar sólo si los ves muy baratos, por esto de que traen poquitas páginas de historieta. Pero si eso no te calienta, tirate de cabeza, cagate de risa y después prestáselo a algún hijo o sobrino y quedá como un duque, un rey, o un déspota de un imperio planetario.
Superado ese inconveniente, nos esperan cinco historias de seis páginas cada una de una calidad desmesurada. Los guiones son de Eric Cartier, de quien no recuerdo otras obras. Y son geniales. Si las cinco primeras eran grossas (las leí hace mucho, antes de empezar el blog), estas cinco son perfectas. Y los dibujos de Lewis Trondheim son gloria pura, imaginación sin límites, humor quintaesencial.
Aún así, lo mejor, lo más rico, lo más ganchero que tiene esta serie, es el planteo: Kaput y Zösky son dos conquistadores intergalácticos, dos tipos (o bichos) completamente inescrupulosos, que recorren el cosmos en busca de nuevos planetas a los que invadir, sojuzgar, saquear y –si todo sale bien- destruir. La aniquilación y la tortura de las razas nativas de los distintos mundos es la diversión favorita de esta dupla violenta y corrupta hasta la médula, que a veces pierde por goleada, a veces rasca decorosos empates y a veces incluso se sale con la suya. Por supuesto (como sucede con Lobo, por ejemplo) un planteo tan extremo sólo se sostiene desde el humor, desde la premisa básica de que esto es un gran chiste.
En ese sentido, Cartier y Trondheim se muestran increíblemente afilados, no sólo en las situaciones, sino también en los diálogos, las expresiones faciales y en el timing mismo de la comedia, milimétricamente controlado por Trondheim a partir del recurso de dividir cada página en cinco tiras de viñetas muy chiquitas. Y dentro de ese combo de “somos locales en todas las canchas” lo más notable de este tomo son las situaciones. La primera es un truquito clásico: de pronto, Kaput se hace bueno y empieza a tratar con amabilidad y respeto a los habitantes del planeta que debía conquistar. La segunda es una oda a la mala leche, desbordante de ingenio: Acá, los matones del cosmos llegan a un planeta que se rige por un sistema democrático, se presentan a elecciones... y ganan! Y así, de repente, sin decir “agua va”, esto que parece un comic de ciencia-fición en joda, se convierte en una cátedra de política. Brillante.
En la tercera historia, caen en un mundo muerto, sólo habitado por vampiros. Es un toque predecible, pero con momentos muy cómicos. En la cuarta, la nave se incrusta en un campo de repollos de una señora que cree que los bebés nacen de los repollos y adopta a Kaput y Zösky como si fueran sus hijos! Otra bizarreada de inagotables posibilidades cómicas, explotadas a pleno por Cartier y Trondheim. Y en la última, la dupla se las ve negras para someter a un planeta, porque para lograrlo tienen que actualizar su arsenal y las armas modernas están carísimas. Un palo glorioso a la carrera armamentista y su vinculación con el gigantesco negocio de la fabricación de armas cada vez más heavies.
Y así, entre carcajadas y masacres, Kaput & Zösky se mete en la lista de las series humorísticas imprescindibles de la década pasada, y en las lista de las grandes obras del mega-prolífico Lewis Trondheim, al que no hay género, formato o grupo etáreo que logre intimidar. Son libros para comprar sólo si los ves muy baratos, por esto de que traen poquitas páginas de historieta. Pero si eso no te calienta, tirate de cabeza, cagate de risa y después prestáselo a algún hijo o sobrino y quedá como un duque, un rey, o un déspota de un imperio planetario.
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viernes, 28 de septiembre de 2012
28/ 09: MAL TIEMPO
Uh, ¿lo tenías a Federico Grunauer? Guarda con este nombre, porque estamos ante un guionista muy, pero muy interesante, que hace su debut con una antología de historias cortas en la que pela algunos trabajos realmente impresionantes, al nivel de los grossos de verdad. Veamos.
La primera historia es espectacular. Tiene un guionazo de esos que te ponen nervioso, te enganchan por completo en poquísimas viñetas y encima al final cierran por todos lados. Los diálogos, el timing, todo está demasiado bueno para un autor todavía sin una gran trayectoria detrás. El dibujo de Cutro es un poquito limitado, pero cuando el guión despliega la contundencia que demuestra Grunauer en estas 14 páginas, el dibujo pasa a ser muy secundario, casi una nimiedad.
La segunda está dibujada por Rodrigo Luján, que la rompe con su expresionismo, sus claroscuros fuertes y su acertada incorporación de los grisados. A nivel gráfico, esto es intachable. El guión de Grunauer es un toquecito más críptico, más retorcido. Te exige ir y volver para adelante y para atrás para pescar detalles, símbolos, cosas poco obvias que tienen mucho peso en la trama. Está bueno, pero no es demoledor.
La tercera historia tiene otro guión fuerte, impactante, impredecible, apoyado en una excelente construcción del personaje protagónico (Armando Gullo, el tipógrafo) y una forma muy ingeniosa de presentar las situaciones que le tocan vivir. El dibujo de Hurón está muy bueno, es muy original, aunque poco ortodoxo y puede llegar a ahuyentar a algún fan de la estética más clásica.
La cuarta es una cátedra de guión, otra verdadera maravilla de Grunauer que vale lo que pagues por todo el tomo. Es la historia de Alejandro, un veterinario que quiere ser escritor y vive un romance a dos puntas: está casado y se curte a la hermana de su mujer. Esto que parece remanido, casi obsoleto de tantas veces que se planteó, acá explota gracias a la forma audaz, original y creíble que le da el guionista. Dibuja Erica Villar sin hacer gala de virtuosismos ni innovaciones gráficas, pero con pilas para que cuerpos y caras acompañen los excelentes diálogos y las situaciones hipnóticas que Grunauer les hace protagonizar a sus personajes.
La quinta historieta se zarpa un poco en su exploración de las fantasías, los sueños y las miserias de Aldo Richardi, un gris oficinista que vive con su anciana madre de 99 años. Las ideas que pela Grunauer son magníficas, pero es la típica historia que mezcla sueño con realidad, a tal punto que no sabés bien qué pasó posta y qué no. El dibujo está a cargo del inconcebible Pedro Mancini, un autor en notable ascenso, famoso por sus cross-hatchings enfermizos, peores que los peores que hayas visto en tu vida. Con una narrativa sumamente clásica y un trazo excesivo que por momentos recuerda al Moebius de los ´70, Mancini aporta extrañeza y jerarquía a esta bizarreada de Grunauer.
La sexta historia, dibujada por Nahuel Amaya, es la que menos me enganchó. Al dibujo le falta bastante y el guión acumula buenas ideas aunque no las termina de hilvanar de modo convincente. Nunca sabés si es un homenaje a La Noche Boca Arriba de Julio Cortázar, o un experimento medio raro de realidades alternativas, o un simple abuso de la metáfora.
Y la última historia es una obrita maestra de 12 páginas en las que Grunauer se termina de consagrar. La trama, los personajes, los diálogos, el armado de las secuencias, el giro del final... no falta NADA de lo que hace grosso a un guión. El dibujo de Juan Bobillo es de una belleza y una intensidad descomunales, muy por encima de lo que se ve en el resto del tomo. No sé si Juan entregó a color o en blanco, negro y grises. Publicado así, se ve muy, muy bien. Pero me imagino esto a color y me derrito.
Estás avisado, amigo viñetófilo. Argentina tiene un nuevo guionista de aquellos, de los realmente talentosos, un nuevo mago con todo listo para maravillarnos a los que nos copamos con las historias fuertes, impredecibles y novedosas. No sucede todos los días, creeme...
La primera historia es espectacular. Tiene un guionazo de esos que te ponen nervioso, te enganchan por completo en poquísimas viñetas y encima al final cierran por todos lados. Los diálogos, el timing, todo está demasiado bueno para un autor todavía sin una gran trayectoria detrás. El dibujo de Cutro es un poquito limitado, pero cuando el guión despliega la contundencia que demuestra Grunauer en estas 14 páginas, el dibujo pasa a ser muy secundario, casi una nimiedad.
La segunda está dibujada por Rodrigo Luján, que la rompe con su expresionismo, sus claroscuros fuertes y su acertada incorporación de los grisados. A nivel gráfico, esto es intachable. El guión de Grunauer es un toquecito más críptico, más retorcido. Te exige ir y volver para adelante y para atrás para pescar detalles, símbolos, cosas poco obvias que tienen mucho peso en la trama. Está bueno, pero no es demoledor.
La tercera historia tiene otro guión fuerte, impactante, impredecible, apoyado en una excelente construcción del personaje protagónico (Armando Gullo, el tipógrafo) y una forma muy ingeniosa de presentar las situaciones que le tocan vivir. El dibujo de Hurón está muy bueno, es muy original, aunque poco ortodoxo y puede llegar a ahuyentar a algún fan de la estética más clásica.
La cuarta es una cátedra de guión, otra verdadera maravilla de Grunauer que vale lo que pagues por todo el tomo. Es la historia de Alejandro, un veterinario que quiere ser escritor y vive un romance a dos puntas: está casado y se curte a la hermana de su mujer. Esto que parece remanido, casi obsoleto de tantas veces que se planteó, acá explota gracias a la forma audaz, original y creíble que le da el guionista. Dibuja Erica Villar sin hacer gala de virtuosismos ni innovaciones gráficas, pero con pilas para que cuerpos y caras acompañen los excelentes diálogos y las situaciones hipnóticas que Grunauer les hace protagonizar a sus personajes.
La quinta historieta se zarpa un poco en su exploración de las fantasías, los sueños y las miserias de Aldo Richardi, un gris oficinista que vive con su anciana madre de 99 años. Las ideas que pela Grunauer son magníficas, pero es la típica historia que mezcla sueño con realidad, a tal punto que no sabés bien qué pasó posta y qué no. El dibujo está a cargo del inconcebible Pedro Mancini, un autor en notable ascenso, famoso por sus cross-hatchings enfermizos, peores que los peores que hayas visto en tu vida. Con una narrativa sumamente clásica y un trazo excesivo que por momentos recuerda al Moebius de los ´70, Mancini aporta extrañeza y jerarquía a esta bizarreada de Grunauer.
La sexta historia, dibujada por Nahuel Amaya, es la que menos me enganchó. Al dibujo le falta bastante y el guión acumula buenas ideas aunque no las termina de hilvanar de modo convincente. Nunca sabés si es un homenaje a La Noche Boca Arriba de Julio Cortázar, o un experimento medio raro de realidades alternativas, o un simple abuso de la metáfora.
Y la última historia es una obrita maestra de 12 páginas en las que Grunauer se termina de consagrar. La trama, los personajes, los diálogos, el armado de las secuencias, el giro del final... no falta NADA de lo que hace grosso a un guión. El dibujo de Juan Bobillo es de una belleza y una intensidad descomunales, muy por encima de lo que se ve en el resto del tomo. No sé si Juan entregó a color o en blanco, negro y grises. Publicado así, se ve muy, muy bien. Pero me imagino esto a color y me derrito.
Estás avisado, amigo viñetófilo. Argentina tiene un nuevo guionista de aquellos, de los realmente talentosos, un nuevo mago con todo listo para maravillarnos a los que nos copamos con las historias fuertes, impredecibles y novedosas. No sucede todos los días, creeme...
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jueves, 27 de septiembre de 2012
27/ 09: GILGAMESH: ARENAS ROJAS
Qué raro que es esto, ma-mita! ¿Esto salía en los ´70 en las revistas de Columba? Increíble. Se supone que Columba apelaba al mínimo denominador común, que eran historietas básicas, chatas, pensadas para gente de bajo nivel socio-cultural... y esto es todo lo contrario! Acá el guionista Sergio Mulko se pasa de sofisticado. Levanta un vuelo poético tan arriesgado, tan extremo, que en un punto es casi críptico. Esto es a la historieta lo que Rick Wakeman al rockanrol, algo demasiado elaborado, demasiado barroco, lo más anti-pochoclo que te puedas imaginar.
A tal punto Mulko se pasa de complicado, que la mitad de las cosas que pasan no las entendí leyendo las historietas, sino el prólogo del maestro Ariel Avilez (consuetudinario lector de este blog y diplomado en columbología). Hay un viaje de Marte a la Tierra, con Gilgamesh y su chica a bordo de una nave, secuencia power y definitiva para cualquier historieta de ciencia-ficción. No la vi, no me di cuenta cómo sucedía eso. Supuestamente asistimos a la destrucción de Phobos, una de las luna de Marte. Re-daba para una secuencia cataclísimica, en la que el héroe escapa con lo justo... Tampoco se ve claramente, ni se enfatiza desde el guión. Gilgamesh se enfrenta a un monstruo de la Atlántida, gran ocasión para un combate épico... que ocupa una viñeta microscópica, en una página en la que hay otras 15 viñetas microscópicas.
Realmente me intriga muchísimo cómo le entregaría Mulko los guiones a Lucho Olivera. Por momentos, los bloques de texto mandan extensas parrafadas (con un lirismo alucinante) que Lucho reparte entre cinco o seis viñetas. Mulko habla de la inmortalidad, de tumbas, vestigios y rescoldos, de “miríadas de crepitantes mundos y estrellas abigarradas”... ¿Y Lucho qué dibuja? Primeros planos de Gilgamesh o planos tan lejanos que se ven los planetas enteros con el espacio alrededor, y a veces con un globito que sale del planeta. ¿A quién se le habrá ocurrido dividir casi todas las páginas en 16 viñetas? ¿Y ocupar las restantes con splash pages impactantes? Muchas páginas incluso están divididas en cinco tiras, más chiquitas y finitas que las de los diarios.
Esto es defintivamente raro, casi fuera de la realidad. Por suerte hay textos de gran nivel (aunque no siempre sirvan para hacer avanzar la historia) y un gran estudio de qué es y para qué sirve ser inmortal. Mulko pensó a fondo en este dilema y la vida de Gilgamesh está signada por esas reflexiones, entre trágicas, cósmicas y metafísicas.
El dibujo de Lucho también sorprende, porque está muy por debajo de lo que hacía en esta misma época (1974-75) en otras historietas de su autoría. Claro, seguramente en las otras historietas no tenía que meter entre 12 y 16 mini-viñetas por página. Esto parece una colección de miniaturas, es Lucho jugando a ver cuántos cuadritos ínfimos le entran en cada página. Aún así, hay composiciones magníficas, secuencias bellamente articuladas. Pero se nota que hay dibujos hechos a mano alzada, sin siquiera un boceto previo. Los aliens que aparecen, más que miedo o extrañeza, dan risa. Parecen pibes con máscaras de aliens, bien grotescas y granguiñolescas.
Los primeros planos se repiten una y mil veces, como los informes de 6-7-8 en los que escrachan a los sicarios de Magnetto. Y –lo más choto- la acción está totalmente desenfatizada. Hay muy poca acción, es casi imperceptible, pero lo que la hace aún más imperceptible es la forma en que la dibuja Lucho. Los mínimos momentos en los que –por cuestiones de vida o muerte- los personajes deben entrar en acción, suceden en viñetas microscópicas y rodeadas de primeros planos que en un punto parecen siempre el mismo. Un sólo ejemplo: Gilgamseh y Galhya huyen de un engendro mecánico que les tira con tutti y el inmortal recibe un balazo en la frente, su primera herida quizás en muchos siglos. Todo eso en tres cuadritos diminutos, en una página de 17 viñetas. Y dos mini-cuadritos después, la herida no está más. Por suerte en cada episodio hay una o dos de esas splash pages en las que Lucho detonaba con el fulgor de mil supernovas.
Sorpresas te da la vida: esto, que salía en la D´Artagnan (que supuestamente era parte del establishment, el cuartel general del Más de lo Mismo, la máquina de hacer chorizos, la catedral de la historieta pre-masticada y adocenada), tiene una complejidad, un vuelo poético, una sofisticación y una onda tan inusual, tan anti-estridente, por momentos tan pretenciosa, que si la agarrás distraído, o la subestimás, por ahí “te deja afuera”, como dicen los columbófilos cuando tratan de leer el material más vanguardista de la Fierro.
A tal punto Mulko se pasa de complicado, que la mitad de las cosas que pasan no las entendí leyendo las historietas, sino el prólogo del maestro Ariel Avilez (consuetudinario lector de este blog y diplomado en columbología). Hay un viaje de Marte a la Tierra, con Gilgamesh y su chica a bordo de una nave, secuencia power y definitiva para cualquier historieta de ciencia-ficción. No la vi, no me di cuenta cómo sucedía eso. Supuestamente asistimos a la destrucción de Phobos, una de las luna de Marte. Re-daba para una secuencia cataclísimica, en la que el héroe escapa con lo justo... Tampoco se ve claramente, ni se enfatiza desde el guión. Gilgamesh se enfrenta a un monstruo de la Atlántida, gran ocasión para un combate épico... que ocupa una viñeta microscópica, en una página en la que hay otras 15 viñetas microscópicas.
Realmente me intriga muchísimo cómo le entregaría Mulko los guiones a Lucho Olivera. Por momentos, los bloques de texto mandan extensas parrafadas (con un lirismo alucinante) que Lucho reparte entre cinco o seis viñetas. Mulko habla de la inmortalidad, de tumbas, vestigios y rescoldos, de “miríadas de crepitantes mundos y estrellas abigarradas”... ¿Y Lucho qué dibuja? Primeros planos de Gilgamesh o planos tan lejanos que se ven los planetas enteros con el espacio alrededor, y a veces con un globito que sale del planeta. ¿A quién se le habrá ocurrido dividir casi todas las páginas en 16 viñetas? ¿Y ocupar las restantes con splash pages impactantes? Muchas páginas incluso están divididas en cinco tiras, más chiquitas y finitas que las de los diarios.
Esto es defintivamente raro, casi fuera de la realidad. Por suerte hay textos de gran nivel (aunque no siempre sirvan para hacer avanzar la historia) y un gran estudio de qué es y para qué sirve ser inmortal. Mulko pensó a fondo en este dilema y la vida de Gilgamesh está signada por esas reflexiones, entre trágicas, cósmicas y metafísicas.
El dibujo de Lucho también sorprende, porque está muy por debajo de lo que hacía en esta misma época (1974-75) en otras historietas de su autoría. Claro, seguramente en las otras historietas no tenía que meter entre 12 y 16 mini-viñetas por página. Esto parece una colección de miniaturas, es Lucho jugando a ver cuántos cuadritos ínfimos le entran en cada página. Aún así, hay composiciones magníficas, secuencias bellamente articuladas. Pero se nota que hay dibujos hechos a mano alzada, sin siquiera un boceto previo. Los aliens que aparecen, más que miedo o extrañeza, dan risa. Parecen pibes con máscaras de aliens, bien grotescas y granguiñolescas.
Los primeros planos se repiten una y mil veces, como los informes de 6-7-8 en los que escrachan a los sicarios de Magnetto. Y –lo más choto- la acción está totalmente desenfatizada. Hay muy poca acción, es casi imperceptible, pero lo que la hace aún más imperceptible es la forma en que la dibuja Lucho. Los mínimos momentos en los que –por cuestiones de vida o muerte- los personajes deben entrar en acción, suceden en viñetas microscópicas y rodeadas de primeros planos que en un punto parecen siempre el mismo. Un sólo ejemplo: Gilgamseh y Galhya huyen de un engendro mecánico que les tira con tutti y el inmortal recibe un balazo en la frente, su primera herida quizás en muchos siglos. Todo eso en tres cuadritos diminutos, en una página de 17 viñetas. Y dos mini-cuadritos después, la herida no está más. Por suerte en cada episodio hay una o dos de esas splash pages en las que Lucho detonaba con el fulgor de mil supernovas.
Sorpresas te da la vida: esto, que salía en la D´Artagnan (que supuestamente era parte del establishment, el cuartel general del Más de lo Mismo, la máquina de hacer chorizos, la catedral de la historieta pre-masticada y adocenada), tiene una complejidad, un vuelo poético, una sofisticación y una onda tan inusual, tan anti-estridente, por momentos tan pretenciosa, que si la agarrás distraído, o la subestimás, por ahí “te deja afuera”, como dicen los columbófilos cuando tratan de leer el material más vanguardista de la Fierro.
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miércoles, 26 de septiembre de 2012
26/ 09: OFF ROAD
En los ratos libres entre sus laburos para Vertigo y DC, el cada vez más grosso Sean Murphy se mandó una novela gráfica íntegramente de su autoría en la que lo vemos, por un lado, dibujar para blanco y negro, y por el otro, debutar como guionista.
A lo largo de 124 páginas, Murphy plantea un único conflicto grosso: tres pibes de veintipocos (tres “jóvenes a la deriva”) salen a andar en jeep por afuera de las rutas oficiales, se quedan varados en un lodazal y tienen que tratar de sacar al jeep de ahí antes que se haga de noche para poder ir a una fiesta que promete rock, birra y minitas ligeras de cascos. A simple vista, no hay mucho más. Ahora, si hilamos fino, hay varios conflictos más en los que Murphy saca a relucir un muy buen manejo de estos tres personajes. Greg, el pibe millonario, se cree muy poronga porque abona todo con Papi Card pero es el que menos claro tiene qué carajo hacer con su vida. Brad, el grandote con cara de patova mal atendido, tiene mil kilombos en su casa con el zarpado de su padre (que caga mal a su madre), al punto a agarrarse a trompadas. Y el personaje más estudiado, con el que claramente más se identifica Murphy, es Trent, el dibujante, el que estudia Bellas Artes y se las da de superado, alternativo y cool, pero sufre como un salame por minitas de las que se enamora y con las que le va muy mal.
Por supuesto, los distintos personajes secundarios (y terciarios y extras) reaccionan de distinta forma ante el pedido de ayuda de los amigos varados en el lodo. Están los que los mandan a la mierda de una, los que se acercan casi a curiosear y los que hacen leña del árbol (y el auto) caído. Finalmente la solución va a llegar, no sin antes poner a estos tres pajeros en la situación de tener que ponerse las pilas no por ellos, sino por alguien que tiene urgencias un poco más jodidas que “no puedo ir a la fiesta con la ropa toda embarrada”.
Como los personajes están muuuchas páginas estancados en una misma locación, los diálogos y los silencios cobran una enorme importancia. Si lo que se dicen Trent, Greg y Brad no nos resulta llamativo, la novela también se empieza a hundir en el lodo. A fuerza de una efectiva mezcla entre introspección, caracterización y chistes muy graciosos, Murphy saca adelante esas extensas secuencias en las que los pibes sólo pueden esperar que aparezca alguien y los ayude. Lo mejor de todo es que al final no hay moraleja, no dicen “bueno, hoy aprendimos algo importante”. Los amigos salen de su peripecia distintos a como llegaron, pero en buena medida dispuestos a volver a mandarse las mismas cagadas. Porque sí, porque les parece divertido.
En semejante cantidad de páginas, Murphy tiene espacio para probar de todo a nivel dibujo. Desde viñetas resueltas con meros palotes (no llegan ni a bocetos) hasta imágenes recontra-elaboradas, llenas de detalles y con grises aplicados mediante aguadas para acentuar efectos de iluminación y apuntalar los climas. En general, el trazo es más suelto, más fresco que lo que le vimos hacer a este animalito en Vertigo. Hay menos Chris Bachalo, menos Denys Cowan y más Humberto Ramos y hasta un poco de Mike Kunkel, o sea, más onda cartoon y menos realismo. Y muchos menos fondos. La narrativa es impecable, también con muchas variantes distintas, las expresiones faciales son impecables y el rotulado está todo hecho a mano. Un gran, gran trabajo de este autor que ya está entre los más completos que tiene hoy el comic yanki.
Off Road no se parece en nada a las novelas gráficas que acumulan premios, prestigio y sesudos análisis por parte de la intelectualidad que revolotea en torno al comic, pero es una obra atractiva, consistente, satisfactoria y sobre todo promisoria, porque es apenas la opera prima de un autor que ya demostró que está decidido a apostar cada vez más fuerte. Y aguante Mr.T!
A lo largo de 124 páginas, Murphy plantea un único conflicto grosso: tres pibes de veintipocos (tres “jóvenes a la deriva”) salen a andar en jeep por afuera de las rutas oficiales, se quedan varados en un lodazal y tienen que tratar de sacar al jeep de ahí antes que se haga de noche para poder ir a una fiesta que promete rock, birra y minitas ligeras de cascos. A simple vista, no hay mucho más. Ahora, si hilamos fino, hay varios conflictos más en los que Murphy saca a relucir un muy buen manejo de estos tres personajes. Greg, el pibe millonario, se cree muy poronga porque abona todo con Papi Card pero es el que menos claro tiene qué carajo hacer con su vida. Brad, el grandote con cara de patova mal atendido, tiene mil kilombos en su casa con el zarpado de su padre (que caga mal a su madre), al punto a agarrarse a trompadas. Y el personaje más estudiado, con el que claramente más se identifica Murphy, es Trent, el dibujante, el que estudia Bellas Artes y se las da de superado, alternativo y cool, pero sufre como un salame por minitas de las que se enamora y con las que le va muy mal.
Por supuesto, los distintos personajes secundarios (y terciarios y extras) reaccionan de distinta forma ante el pedido de ayuda de los amigos varados en el lodo. Están los que los mandan a la mierda de una, los que se acercan casi a curiosear y los que hacen leña del árbol (y el auto) caído. Finalmente la solución va a llegar, no sin antes poner a estos tres pajeros en la situación de tener que ponerse las pilas no por ellos, sino por alguien que tiene urgencias un poco más jodidas que “no puedo ir a la fiesta con la ropa toda embarrada”.
Como los personajes están muuuchas páginas estancados en una misma locación, los diálogos y los silencios cobran una enorme importancia. Si lo que se dicen Trent, Greg y Brad no nos resulta llamativo, la novela también se empieza a hundir en el lodo. A fuerza de una efectiva mezcla entre introspección, caracterización y chistes muy graciosos, Murphy saca adelante esas extensas secuencias en las que los pibes sólo pueden esperar que aparezca alguien y los ayude. Lo mejor de todo es que al final no hay moraleja, no dicen “bueno, hoy aprendimos algo importante”. Los amigos salen de su peripecia distintos a como llegaron, pero en buena medida dispuestos a volver a mandarse las mismas cagadas. Porque sí, porque les parece divertido.
En semejante cantidad de páginas, Murphy tiene espacio para probar de todo a nivel dibujo. Desde viñetas resueltas con meros palotes (no llegan ni a bocetos) hasta imágenes recontra-elaboradas, llenas de detalles y con grises aplicados mediante aguadas para acentuar efectos de iluminación y apuntalar los climas. En general, el trazo es más suelto, más fresco que lo que le vimos hacer a este animalito en Vertigo. Hay menos Chris Bachalo, menos Denys Cowan y más Humberto Ramos y hasta un poco de Mike Kunkel, o sea, más onda cartoon y menos realismo. Y muchos menos fondos. La narrativa es impecable, también con muchas variantes distintas, las expresiones faciales son impecables y el rotulado está todo hecho a mano. Un gran, gran trabajo de este autor que ya está entre los más completos que tiene hoy el comic yanki.
Off Road no se parece en nada a las novelas gráficas que acumulan premios, prestigio y sesudos análisis por parte de la intelectualidad que revolotea en torno al comic, pero es una obra atractiva, consistente, satisfactoria y sobre todo promisoria, porque es apenas la opera prima de un autor que ya demostró que está decidido a apostar cada vez más fuerte. Y aguante Mr.T!
martes, 25 de septiembre de 2012
25/ 09: FERGUS
Con un libro publicado en Marzo, uno en Abril y uno en Mayo, Diego Agrimbau se convirtió en el protagonista indiscutido (y seguramente involuntario) del primer semestre de 2012, por lo menos en lo que respecta a la edición de autores argentinos. Ahora sacó la adaptación de El Diario de Ana Frank y en Octubre le editan libro nuevo en Francia y el recopilatorio de Cieloalto acá, en Argentina... y todo en editoriales que nunca habían publicado trabajos suyos. Ese es otro indicador del éxito de este autor: no se casa con ninguna editorial... porque casi todas lo convocan!
Fergus, Detective Publicitario es una novela gráfica realizada en 2009 para una editorial francesa que ya no existe, en colaboración con Leonardo Pietro, cómplice de Agrimbau también en Cieloalto. Se trata de una comedia con elementos de thriller y de espionaje, en la que predominan por un lado el clima festivo, exagerado, sin la menor pretensión de realismo (una onda Casanova de Matt Fraction) y por el otro una ambientación absolutamente única, peculiar y sumamente ganchera. Como en muchos de sus trabajos, Agrimbau piensa sus tramas de ciencia-ficción a partir de una idea referida a la ciudad, o al mundo en el que transcurre la historia. Lo vimos en Cieloalto, en La Burbuja de Bertold, en El Gran Lienzo y hasta en esa obra menor que es Planeta Extra: Agrimbau primero te engancha con la ambientación, siempre sugestiva y original, y después con la trama en sí.
El gancho para sumergirse en las páginas de Fergus es, sin dudas, “Esto transcurre en una ciudad donde el marketing y la publicidad dominan todos los aspectos de la vida cotidiana”. Así es como -cuando Agrimbau lo mezcla con logos humanos, barrios enteros hechos de tipografías, publicidad subliminal en los sueños y spam real, no virtual- levanta vuelo un thriller detectivesco bastante trillado. A Fergus lo contratan para encontrar a su amigo Marcel, transformado en logo humano de una gigantesca corporación. Pero los clientes de Fergus quieren encontrar al hombre-logo para hacerlo boleta, porque el tipo es yeta y –sin querer- está arruinando a la empresa a la que simboliza. El protagonista no tiene un pelo de altruista, pero de ahí a entregar a un amigo por un puñado de dólares, hay un abismo.
Fergus, además, tiene otros problemas: el divorcio conflictivo con Ingrid, su ex-esposa (que milita en una célula de resistencia anti- publicidad), y unas horrendas pesadillas, inducidas desde uno de los conglomerados que lo quiere convertir en un spam viviente. Dicho asi, todo parece bastante serio y complejo, pero no. Esto es una gran farsa, un “viva la Pepa” sumamente intenso (porque en 46 páginas pasan un montón de cosas) y por momentos muy gracioso. Yo recuerdo haber leído Fergus en francés, durante una reunión en lo de Diego (en la que –como diría el poeta- “se oían risas y un kilombo de atrás”) y me pareció simpática, pero no cómica. Ahora, con los diálogos 100% argentinos, me reí mucho más.
Y aún así, si no te interesan ni el mundo que habita Fergus ni la trama que lo involucra, te vas a volver loco cuando veas el laburo que hizo Pietro en la faz gráfica de la obra. Las influencias de Pietro son muchas y mezclan a autores argentinos, europeos y yankis. Lo mejor es que no son evidentes. Nada parece “choreado de”. El dibujo de este animalito es un auténtico soplo de aire fresco. Su manejo del color es asombroso, su destreza en la planificación le permite lucirse tanto en las páginas de pocos cuadros (nunca menos de 5) como en las de 10 y sus expresiones faciales y corporales le suman muchísimo a “la actuación” de los personajes. Si me tengo que quedar con una secuencia, me tiro de cabeza a la del sueño limado de Fergus de las páginas 28 a la 30. Ahí Pietro pela chapa de Number One, de bestia fuera de control.
Supongo que cuando a Agrimbau se le ocurrió este universo, pensó –además de esta- varias historias más, que nunca se escribieron ni dibujaron. Una pena, porque es un contexto tan atractivo, tan fértil para cultivar buenas ideas, que uno quiere más historias con esta onda, con Fergus, con Marcel o con quien sea. Lo bueno es que la saga que se llegó a desarrollar para Francia, está editada en Argentina y cualquiera puede acercarse y disfrutarla.
¿Se supone que esto era una crítica? Parece un aviso publicitario... Y bueno, me co-optaron subliminalmente los villanos de la novela gráfica...
Fergus, Detective Publicitario es una novela gráfica realizada en 2009 para una editorial francesa que ya no existe, en colaboración con Leonardo Pietro, cómplice de Agrimbau también en Cieloalto. Se trata de una comedia con elementos de thriller y de espionaje, en la que predominan por un lado el clima festivo, exagerado, sin la menor pretensión de realismo (una onda Casanova de Matt Fraction) y por el otro una ambientación absolutamente única, peculiar y sumamente ganchera. Como en muchos de sus trabajos, Agrimbau piensa sus tramas de ciencia-ficción a partir de una idea referida a la ciudad, o al mundo en el que transcurre la historia. Lo vimos en Cieloalto, en La Burbuja de Bertold, en El Gran Lienzo y hasta en esa obra menor que es Planeta Extra: Agrimbau primero te engancha con la ambientación, siempre sugestiva y original, y después con la trama en sí.
El gancho para sumergirse en las páginas de Fergus es, sin dudas, “Esto transcurre en una ciudad donde el marketing y la publicidad dominan todos los aspectos de la vida cotidiana”. Así es como -cuando Agrimbau lo mezcla con logos humanos, barrios enteros hechos de tipografías, publicidad subliminal en los sueños y spam real, no virtual- levanta vuelo un thriller detectivesco bastante trillado. A Fergus lo contratan para encontrar a su amigo Marcel, transformado en logo humano de una gigantesca corporación. Pero los clientes de Fergus quieren encontrar al hombre-logo para hacerlo boleta, porque el tipo es yeta y –sin querer- está arruinando a la empresa a la que simboliza. El protagonista no tiene un pelo de altruista, pero de ahí a entregar a un amigo por un puñado de dólares, hay un abismo.
Fergus, además, tiene otros problemas: el divorcio conflictivo con Ingrid, su ex-esposa (que milita en una célula de resistencia anti- publicidad), y unas horrendas pesadillas, inducidas desde uno de los conglomerados que lo quiere convertir en un spam viviente. Dicho asi, todo parece bastante serio y complejo, pero no. Esto es una gran farsa, un “viva la Pepa” sumamente intenso (porque en 46 páginas pasan un montón de cosas) y por momentos muy gracioso. Yo recuerdo haber leído Fergus en francés, durante una reunión en lo de Diego (en la que –como diría el poeta- “se oían risas y un kilombo de atrás”) y me pareció simpática, pero no cómica. Ahora, con los diálogos 100% argentinos, me reí mucho más.
Y aún así, si no te interesan ni el mundo que habita Fergus ni la trama que lo involucra, te vas a volver loco cuando veas el laburo que hizo Pietro en la faz gráfica de la obra. Las influencias de Pietro son muchas y mezclan a autores argentinos, europeos y yankis. Lo mejor es que no son evidentes. Nada parece “choreado de”. El dibujo de este animalito es un auténtico soplo de aire fresco. Su manejo del color es asombroso, su destreza en la planificación le permite lucirse tanto en las páginas de pocos cuadros (nunca menos de 5) como en las de 10 y sus expresiones faciales y corporales le suman muchísimo a “la actuación” de los personajes. Si me tengo que quedar con una secuencia, me tiro de cabeza a la del sueño limado de Fergus de las páginas 28 a la 30. Ahí Pietro pela chapa de Number One, de bestia fuera de control.
Supongo que cuando a Agrimbau se le ocurrió este universo, pensó –además de esta- varias historias más, que nunca se escribieron ni dibujaron. Una pena, porque es un contexto tan atractivo, tan fértil para cultivar buenas ideas, que uno quiere más historias con esta onda, con Fergus, con Marcel o con quien sea. Lo bueno es que la saga que se llegó a desarrollar para Francia, está editada en Argentina y cualquiera puede acercarse y disfrutarla.
¿Se supone que esto era una crítica? Parece un aviso publicitario... Y bueno, me co-optaron subliminalmente los villanos de la novela gráfica...
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lunes, 24 de septiembre de 2012
24/ 09: EL MARAVILLOSO VIAJE DEL SEÑOR NIC-NAC Vol.1
¿Sabías este dato? El pionero de nuestra literatura de ciencia-ficción, el científico, docente, literato, poeta, traductor, filósofo y director del Jardín Zoológico de Buenos Aires, el infinito Eduardo Holmberg, fue además el autor de la primera novela en la que alguien viaja a Marte. Y de la primera en la que aparecen robots. La del viaje a Marte es El Maravilloso Viaje del Señor Nic-Nac, una novela de 1875 que ahora reaparece convertida en historieta por Leonardo Kuntscher y Santiago Miret.
Estas 96 páginas de historieta no cubren la totalidad de la novela de Holmberg. Habrá que esperar al Vol.2 a ver si ahí termina, o si hay un Vol.3. Por ahora, es una lectura entretenida. Rara, obviamente, porque Kuntscher respeta el estilo de un escritor que ya era atípico en el Siglo XIX. El guionista le agregó a su adaptación pequeños guiños a otras obras de Holmberg y conservó la impronta fantástica, casi al borde del delirio, que tenía la novela original. El plot de la novela se centra en una conspiración con sede en la Tierra, orquestada por siniestros poderes vinculados a la por entonces naciente industria farmacéutica. Por algún motivo muy rebuscado, a los marciales (no marcianos) les interesa este tema y rápidamente se vinculan esa trama con la de una guerra civil en Marte, entre los Theopolitas y los sophopolitas. Y allí cae el “Señor Nic-Nac”, quien en realidad es Ladislao Kallitz (una especie de alter ego de Eduardo Holmberg), cuya Buenos Aires también se ve atormentada por una cuasi-guerra civil, cuando se produce la sublevación de Carlos Tejedor, quien se oponía a la integración de nuestra ciudad al resto de las provincias argentinas.
O sea que hay runflas políticas, guerras, acción, conflictos en los que se debaten temas científicos y hasta metafísicos y rendijas por las que se cuelan momentos más livianos, casi jocosos. Además de Ladislao Kallitz, hay varios personajes bastante bien desarrollados y lo único realmente negativo a destacar en cuanto al guión es que hay algunas páginas (por suerte no muchas) demasiado sobrecargadas de globos de diálogo y bloques de texto. Después, la trama te puede interesar más o menos, la tonalidad elegida te puede entusiasmar o no, pero no hay mayores tropiezos.
En la faz gráfica, en cambio, sí se evidencian algunos problemas. En los trabajos anteriores que le había visto, descubrí en Santiago Miret a un dibujante sólido, versátil, en el camino correcto hacia un estilo personal. Acá más que los recursos, se le ven las limitaciones, probablemente por una cuestión de tiempos de entrega que no le resultaron cómodos. Algunos primeros planos de Nic-Nac y todos los de los personajes femeninos están perfectos, nos muestran con claridad al mejor Miret. En otras secuencias, sobre todo en la segunda mitad del tomo, se ve un dibujo casi crudo, esquemático, con poca onda, incluso con algún error en la anatomía, cosa que nunca antes había visto en una historieta de este joven autor. Ojalá la segunda parte la pueda producir con un cronograma de entregas más distendido, que le permita generar todas esas páginas con el nivel de sus mejores trabajos. Acá se ven unos cuantos aciertos (el tratamiento del claroscuro, por ejemplo, es inobjetable, al igual que la integración de las referencias fotográficas) pero también se ven viñetas y hasta páginas completas por debajo de lo que Miret demostró que sabe hacer.
Hasta ahora, esto pinta interesante. Cuando salga el Vol.2 veremos cómo sigue.
Estas 96 páginas de historieta no cubren la totalidad de la novela de Holmberg. Habrá que esperar al Vol.2 a ver si ahí termina, o si hay un Vol.3. Por ahora, es una lectura entretenida. Rara, obviamente, porque Kuntscher respeta el estilo de un escritor que ya era atípico en el Siglo XIX. El guionista le agregó a su adaptación pequeños guiños a otras obras de Holmberg y conservó la impronta fantástica, casi al borde del delirio, que tenía la novela original. El plot de la novela se centra en una conspiración con sede en la Tierra, orquestada por siniestros poderes vinculados a la por entonces naciente industria farmacéutica. Por algún motivo muy rebuscado, a los marciales (no marcianos) les interesa este tema y rápidamente se vinculan esa trama con la de una guerra civil en Marte, entre los Theopolitas y los sophopolitas. Y allí cae el “Señor Nic-Nac”, quien en realidad es Ladislao Kallitz (una especie de alter ego de Eduardo Holmberg), cuya Buenos Aires también se ve atormentada por una cuasi-guerra civil, cuando se produce la sublevación de Carlos Tejedor, quien se oponía a la integración de nuestra ciudad al resto de las provincias argentinas.
O sea que hay runflas políticas, guerras, acción, conflictos en los que se debaten temas científicos y hasta metafísicos y rendijas por las que se cuelan momentos más livianos, casi jocosos. Además de Ladislao Kallitz, hay varios personajes bastante bien desarrollados y lo único realmente negativo a destacar en cuanto al guión es que hay algunas páginas (por suerte no muchas) demasiado sobrecargadas de globos de diálogo y bloques de texto. Después, la trama te puede interesar más o menos, la tonalidad elegida te puede entusiasmar o no, pero no hay mayores tropiezos.
En la faz gráfica, en cambio, sí se evidencian algunos problemas. En los trabajos anteriores que le había visto, descubrí en Santiago Miret a un dibujante sólido, versátil, en el camino correcto hacia un estilo personal. Acá más que los recursos, se le ven las limitaciones, probablemente por una cuestión de tiempos de entrega que no le resultaron cómodos. Algunos primeros planos de Nic-Nac y todos los de los personajes femeninos están perfectos, nos muestran con claridad al mejor Miret. En otras secuencias, sobre todo en la segunda mitad del tomo, se ve un dibujo casi crudo, esquemático, con poca onda, incluso con algún error en la anatomía, cosa que nunca antes había visto en una historieta de este joven autor. Ojalá la segunda parte la pueda producir con un cronograma de entregas más distendido, que le permita generar todas esas páginas con el nivel de sus mejores trabajos. Acá se ven unos cuantos aciertos (el tratamiento del claroscuro, por ejemplo, es inobjetable, al igual que la integración de las referencias fotográficas) pero también se ven viñetas y hasta páginas completas por debajo de lo que Miret demostró que sabe hacer.
Hasta ahora, esto pinta interesante. Cuando salga el Vol.2 veremos cómo sigue.
domingo, 23 de septiembre de 2012
23/ 09: HOY NO HAY NADA
Y sí, cambió el clima de golpe, me agarró una congestión espantosa y –por ende- un horrendo dolor de cabeza. Sumémosle el fin de semana largo, que acumula salidas nocturnas y escasas horas de sueño, todas de día, más el partido de Racing (fundamental) y la verdad es que lo último que se me ocurrió en las últimas horas fue sentarme (o acostarme) a leer historietas.
Ayer la piloteamos dignamente con algo que ya venía masticando desde algunos días atrás, y hoy, con nada. Hoy, a tono con el gobierno de Cristina, me invento un feriado que no existe (el cumpleaños de Peter David, ponele, que hoy cumple 56 años) y sigo de largo, hasta mañana. Mañana por ahí tengo más ganas de leer que de meterme una aspiradora en la nariz y absorber de un saque esa especie de Estrella de la Muerte de mocos que debo tener ahí adentro y que no me deja ni pensar.
La vanguardia es así.
Ayer la piloteamos dignamente con algo que ya venía masticando desde algunos días atrás, y hoy, con nada. Hoy, a tono con el gobierno de Cristina, me invento un feriado que no existe (el cumpleaños de Peter David, ponele, que hoy cumple 56 años) y sigo de largo, hasta mañana. Mañana por ahí tengo más ganas de leer que de meterme una aspiradora en la nariz y absorber de un saque esa especie de Estrella de la Muerte de mocos que debo tener ahí adentro y que no me deja ni pensar.
La vanguardia es así.
sábado, 22 de septiembre de 2012
22/ 09: CUESTION DE PLATA
En uno de mis habi-
tuales deli-
rios, me puse a pensar qué comics tendría sólo si fueran gratis. Es decir, cosas que me interesan, pero no como para pagarlas. La primera lista es esta.
La colección completa de Los Pitufos. Tengo algunos tomitos y me gustan, pero no sé si para tenerlo todos. Por ahí se repiten mucho las fórmulas. Ahora, si vienen de arriba, son recontra-bienvenidos.
Largo Winch y Thorgal, completas. Dos series largas de Jean Van Hamme que deben estar copadas pero ya llevan demasiados tomos y deben requerir fortunas para ser completadas. De Thorgal leí algunos álbumes y estaban muy buenos, porque encima los dibuja el maestro Grzegorz Rosinski.
Todo lo de la editorial Bonelli con dibujantes argentinos. No es tanto. Hay cosas de Cacho Madrafina, de Ernesto García Seijas, de Carlitos Gómez... con eso me conformo. El resto de la producción de Bonelli, ni gratis. Por ahí me pierdo alguna joya, pero sé que es un viaje de ida y no me quiero embarcar.
Todo lo de la editorial Fleetway con dibujantes argentinos. Esas historietas bélicas en formato pocket dibujadas por Alberto Breccia, Solano López, Juan Zanotto, Hugo Pratt... eso solo. El resto no me interesa.
Dos series de Vertigo a las que nunca les di pelota y por ahí están buenas, o tienen buenos arcos argumentales: Books of Magic y Lucifer. Eso, gratis, merece una oportunidad.
Los Essentials de dos series clásicas de Marvel: Iron Man y Hulk, para cerciorarme de que las historias de Stan Lee eran tan chotas como yo sospecho que eran.
Amanda, de Robin Wood y Alfredo Falugi. El dibujo me gusta, me llama la atención. La temática no me atrae y la cantidad de años que lleva la serie me da un poquito de pánico. Pero a falta de otras cosas para leer y sin poner un mango, me da para ver qué onda.
Prince Valiant, de Harold Foster. Los dibujos son majestuosos, pero recuerdo haber leído varios episodios en la adolescencia (en la revista Sandokán) y los guiones –sin ser la bosta que me vengo fumando en el Tarzan de Burne Hogarth- eran más bien blanditos. Me gustaría redescubrirlo de grande, sin pagar.
Los álbumes de Spirou que van entre la época de André Franquin y la de Tome & Janry. Todo el mundo dice que son de la B, pero yo le tengo cariño a los personajes y además esas son las primeras aventuras de Spirou que leí de pendejo, cuando las serializaban en Anteojito.
La época clásica de Vampirella, la que dibuja Pepe González. Por los dibujos, obviamente. A los guiones no les tengo fe ni cuando mete mano Archie Goodwin, mirá lo que te digo.
Todo lo que hicieron en la 2000 A.D. Grant Morrison, Peter Milligan y Mark Millar. Algunas cosas salieron recopiladas y me las compré. Pero seguro hay muchas más (probablemente las más flojitas) que nunca vi, o que vi y dije “paso”. Si me las regalaran, les entro sin asco.
Eso como para empezar. Tampoco es tanto, no?
Y bueno, seguro saltará alguno a acotar que desde que tiene banda ancha no paga más por leer comics, porque se baja todo en scans. Sin dudas, el tema guita se soluciona por ese lado, al igual que el tema espacio, porque el comic digitalizado no ocupa ni el 1% del lugar que ocupa el comic en papel. Para la gente que probó esa alternativa y se sintió cómoda (no es mi caso, para nada) todos los comics son gratis. Los que les interesan hasta por ahí nomás y los que los ceban infinitamente. Para ellos el problema no pasa por un presupuesto acotado, sino por algo que también nos afecta a los que compramos sólo en papel: el tiempo.
Porque ponele que viene el genio de la lámpara, una institución benéfica o Julián Weich y me dice “deseo concedido, master”. Me bajan de un mionca 10 ó 15 cajas con todos esos comics que acabo de enumerar y no me cobran un mango. ¿Cuándo carajo los leo? ¿De dónde saco el tiempo para leer cosas que me interesan, pero no tanto como para pagarlas? ¿Voy a leer menos comics de los que sí me emocionaron como para hacerme detonar la billetera? No. ¿Voy a dejar de laburar para leer esa merca? No. ¿Le van a agregar tres horas a mis días, o un día a mis semanas? Tampoco. ¿Entonces? ¿Me sirve conseguir todos esos comics gratis? Hoy, no. El día que no tenga guita para comprar lo que más me atrae y no tenga un carajo para leer, seguro que sí. Vos que te bajás todo de la web, tenelo presente a la hora de downlodear infinitos gigas de material que no te llama mucho la atención, sólo porque está ahí, porque es gratis y puede ser tuyo con sólo apretar un botón.
tuales deli-
rios, me puse a pensar qué comics tendría sólo si fueran gratis. Es decir, cosas que me interesan, pero no como para pagarlas. La primera lista es esta.
La colección completa de Los Pitufos. Tengo algunos tomitos y me gustan, pero no sé si para tenerlo todos. Por ahí se repiten mucho las fórmulas. Ahora, si vienen de arriba, son recontra-bienvenidos.
Largo Winch y Thorgal, completas. Dos series largas de Jean Van Hamme que deben estar copadas pero ya llevan demasiados tomos y deben requerir fortunas para ser completadas. De Thorgal leí algunos álbumes y estaban muy buenos, porque encima los dibuja el maestro Grzegorz Rosinski.
Todo lo de la editorial Bonelli con dibujantes argentinos. No es tanto. Hay cosas de Cacho Madrafina, de Ernesto García Seijas, de Carlitos Gómez... con eso me conformo. El resto de la producción de Bonelli, ni gratis. Por ahí me pierdo alguna joya, pero sé que es un viaje de ida y no me quiero embarcar.
Todo lo de la editorial Fleetway con dibujantes argentinos. Esas historietas bélicas en formato pocket dibujadas por Alberto Breccia, Solano López, Juan Zanotto, Hugo Pratt... eso solo. El resto no me interesa.
Dos series de Vertigo a las que nunca les di pelota y por ahí están buenas, o tienen buenos arcos argumentales: Books of Magic y Lucifer. Eso, gratis, merece una oportunidad.
Los Essentials de dos series clásicas de Marvel: Iron Man y Hulk, para cerciorarme de que las historias de Stan Lee eran tan chotas como yo sospecho que eran.
Amanda, de Robin Wood y Alfredo Falugi. El dibujo me gusta, me llama la atención. La temática no me atrae y la cantidad de años que lleva la serie me da un poquito de pánico. Pero a falta de otras cosas para leer y sin poner un mango, me da para ver qué onda.
Prince Valiant, de Harold Foster. Los dibujos son majestuosos, pero recuerdo haber leído varios episodios en la adolescencia (en la revista Sandokán) y los guiones –sin ser la bosta que me vengo fumando en el Tarzan de Burne Hogarth- eran más bien blanditos. Me gustaría redescubrirlo de grande, sin pagar.
Los álbumes de Spirou que van entre la época de André Franquin y la de Tome & Janry. Todo el mundo dice que son de la B, pero yo le tengo cariño a los personajes y además esas son las primeras aventuras de Spirou que leí de pendejo, cuando las serializaban en Anteojito.
La época clásica de Vampirella, la que dibuja Pepe González. Por los dibujos, obviamente. A los guiones no les tengo fe ni cuando mete mano Archie Goodwin, mirá lo que te digo.
Todo lo que hicieron en la 2000 A.D. Grant Morrison, Peter Milligan y Mark Millar. Algunas cosas salieron recopiladas y me las compré. Pero seguro hay muchas más (probablemente las más flojitas) que nunca vi, o que vi y dije “paso”. Si me las regalaran, les entro sin asco.
Eso como para empezar. Tampoco es tanto, no?
Y bueno, seguro saltará alguno a acotar que desde que tiene banda ancha no paga más por leer comics, porque se baja todo en scans. Sin dudas, el tema guita se soluciona por ese lado, al igual que el tema espacio, porque el comic digitalizado no ocupa ni el 1% del lugar que ocupa el comic en papel. Para la gente que probó esa alternativa y se sintió cómoda (no es mi caso, para nada) todos los comics son gratis. Los que les interesan hasta por ahí nomás y los que los ceban infinitamente. Para ellos el problema no pasa por un presupuesto acotado, sino por algo que también nos afecta a los que compramos sólo en papel: el tiempo.
Porque ponele que viene el genio de la lámpara, una institución benéfica o Julián Weich y me dice “deseo concedido, master”. Me bajan de un mionca 10 ó 15 cajas con todos esos comics que acabo de enumerar y no me cobran un mango. ¿Cuándo carajo los leo? ¿De dónde saco el tiempo para leer cosas que me interesan, pero no tanto como para pagarlas? ¿Voy a leer menos comics de los que sí me emocionaron como para hacerme detonar la billetera? No. ¿Voy a dejar de laburar para leer esa merca? No. ¿Le van a agregar tres horas a mis días, o un día a mis semanas? Tampoco. ¿Entonces? ¿Me sirve conseguir todos esos comics gratis? Hoy, no. El día que no tenga guita para comprar lo que más me atrae y no tenga un carajo para leer, seguro que sí. Vos que te bajás todo de la web, tenelo presente a la hora de downlodear infinitos gigas de material que no te llama mucho la atención, sólo porque está ahí, porque es gratis y puede ser tuyo con sólo apretar un botón.
viernes, 21 de septiembre de 2012
21/ 09: REGRESO A ARKHAM
Este libro es raro. Por un lado está bueno, porque siempre es positivo que los lectores de Cazador sepan que Jorge Lucas y Claudio Ramírez pueden hacer otras cosas, además de las tropelías bastante atroces y bastante reiterativas que le vimos protagonizar en los ´90 al Paladín de las Puteadas. Por el otro, a la variante que deciden explorar Jorge y Claudio, que es la de las historias cortas de terror al estilo Creepy, Dr. Tetrik y demás antologías setentosas, se le nota mucho la pasión y no tanto el brillo.
El libro respeta la estructura de aquel número 27 de Cazador y de hecho lo republica en su integridad, aunque remixado. Aquellas 28 páginas aparecen en este tomo, en distinto orden y en blanco y negro. Y el truco de hilvanar historias cortas con una secuencia en la que Cazador narra estos relatos a unos pibes kilomberos se extiende en páginas dibujadas ad hoc, para presentar otras historias cortas, realizadas por Lucas y Ramírez para otras publicaciones. Vamos a obviar las secuencias “nexo”, para centrarnos en los relatos breves.
El Asilo Siniestro, de Ramírez, está bien dibujada, pero el guión es la nada misma, apenas un puñado de lugares comunes, vulgarmente rejuntados. Herbert West, Reanimador de la Oscuridad, es el famoso cuento de H.P. Lovecraft adaptado por Lucas. La historieta tiene muchísimo texto (por ahí quedaba mejor con un par de páginas más) y está dibujada a un nivel altísimo, incluso con un bellísimo homenaje al Frankenstein de Bernie Wrightson. “El Gallego” Ramírez vuelve a la carga con Una Alianza Macabra, donde se nos narra el origen del enésimo monstruo imparable creado en los laboratorios de los científicos nazis en los días finales del Tercer Reich. Estaba bueno como origen para un enemigo de Cazador, o algo así. Como historia en sí misma, es muy predecible. El dibujo, impecable, eso sí. Y en su siguiente turno, Lucas mete la historieta del Cazador yanki que ya habíamos visto el año pasado en el Vol.1 de Etnica. Acá nos (re) encontramos con un guión breve pero muy digno, con alguna intención de trascender la mera machaca entre el protagonista y un bicho alienígena y un dibujo muy virado al estilo de Jack Kirby, con mucho dinamismo.
Las siguientes 24 páginas son las del infausto número 27 de Cazador, pero en blanco y negro. Acá vemos al antihéroe racinguista putear, matar, destripar, comerse cadáveres y hasta extorsionar a una minita para abordarla carnalmente. Es una orgía de sangre, gore y guarangadas, totalmente irredimible aunque en algún momento, alguna sonrisa te roba. Por supuesto, enseguida te avergonzás de que algo tan atroz te cause gracia.
Las Ratas del Cementerio es otro cuento clásico adaptado por Lucas, y otro trabajo visualmente increíble, con un montón de referencias fotográficas muy bien integradas al dibujo y algún homenaje (o choreo, andá a saber) al Viejo Breccia. La Ciudad de la Noche Eterna es otra historia corta de Ramírez, que funcionaría mejor si fuera un chiste largo, de dos o tres páginas. Como está bien dibujada, no molesta que esté estirada. La adaptación de El Sabueso que ofrece a continuación Lucas (también de aquel n° 27 del Cazita) tiene buen ritmo pero acá sí, la referencia fotográfica le gana definitivamente el protagonismo al dibujo y la historieta termina por verse como un pastiche de fotos apenas disimulado. Y esto se acaba con La Estirpe Maldita (otra del n° 27), donde Lucas y Ramírez realizan a cuatro manos una historieta muy interesante, con buen guión y un muy buen tratamiento gráfico, de nuevo con las fotos mucho mejor integradas al dibujo. Le hubiesen venido bárbaro tres o cuatro páginas más, para redondear mejor la conexión entre esta nueva historia y el origen del Cazador que se narró allá por el n° 7, pero está muy bien.
Obviamente el impactante éxito de este libro se apoya en el fanatismo que aún hoy genera Cazador. No creo que los fans del terror clásico se ceben demasiado con la propuesta, porque la verdad es que faltan guiones a la altura de los buenos dibujos que pelan Lucas y Ramírez. A falta de argumentos propios, Jorge recurre a la adaptación de cuentos ajenos y lo hace bien, pero el fan de las adaptaciones literarias seguramente se volcará por un Breccia o un Lalia y no se copará con las escenas en joda en las que aparece Cazador haciendo gala de su violencia extrema, su machismo revulsivo y su humor de letrina. Igual está piola que se hayan rescatado las historietas más civilizadas de esta dupla de salvajes, que sin duda dejaron su marca en la historia de nuestro Noveno Arte.
El libro respeta la estructura de aquel número 27 de Cazador y de hecho lo republica en su integridad, aunque remixado. Aquellas 28 páginas aparecen en este tomo, en distinto orden y en blanco y negro. Y el truco de hilvanar historias cortas con una secuencia en la que Cazador narra estos relatos a unos pibes kilomberos se extiende en páginas dibujadas ad hoc, para presentar otras historias cortas, realizadas por Lucas y Ramírez para otras publicaciones. Vamos a obviar las secuencias “nexo”, para centrarnos en los relatos breves.
El Asilo Siniestro, de Ramírez, está bien dibujada, pero el guión es la nada misma, apenas un puñado de lugares comunes, vulgarmente rejuntados. Herbert West, Reanimador de la Oscuridad, es el famoso cuento de H.P. Lovecraft adaptado por Lucas. La historieta tiene muchísimo texto (por ahí quedaba mejor con un par de páginas más) y está dibujada a un nivel altísimo, incluso con un bellísimo homenaje al Frankenstein de Bernie Wrightson. “El Gallego” Ramírez vuelve a la carga con Una Alianza Macabra, donde se nos narra el origen del enésimo monstruo imparable creado en los laboratorios de los científicos nazis en los días finales del Tercer Reich. Estaba bueno como origen para un enemigo de Cazador, o algo así. Como historia en sí misma, es muy predecible. El dibujo, impecable, eso sí. Y en su siguiente turno, Lucas mete la historieta del Cazador yanki que ya habíamos visto el año pasado en el Vol.1 de Etnica. Acá nos (re) encontramos con un guión breve pero muy digno, con alguna intención de trascender la mera machaca entre el protagonista y un bicho alienígena y un dibujo muy virado al estilo de Jack Kirby, con mucho dinamismo.
Las siguientes 24 páginas son las del infausto número 27 de Cazador, pero en blanco y negro. Acá vemos al antihéroe racinguista putear, matar, destripar, comerse cadáveres y hasta extorsionar a una minita para abordarla carnalmente. Es una orgía de sangre, gore y guarangadas, totalmente irredimible aunque en algún momento, alguna sonrisa te roba. Por supuesto, enseguida te avergonzás de que algo tan atroz te cause gracia.
Las Ratas del Cementerio es otro cuento clásico adaptado por Lucas, y otro trabajo visualmente increíble, con un montón de referencias fotográficas muy bien integradas al dibujo y algún homenaje (o choreo, andá a saber) al Viejo Breccia. La Ciudad de la Noche Eterna es otra historia corta de Ramírez, que funcionaría mejor si fuera un chiste largo, de dos o tres páginas. Como está bien dibujada, no molesta que esté estirada. La adaptación de El Sabueso que ofrece a continuación Lucas (también de aquel n° 27 del Cazita) tiene buen ritmo pero acá sí, la referencia fotográfica le gana definitivamente el protagonismo al dibujo y la historieta termina por verse como un pastiche de fotos apenas disimulado. Y esto se acaba con La Estirpe Maldita (otra del n° 27), donde Lucas y Ramírez realizan a cuatro manos una historieta muy interesante, con buen guión y un muy buen tratamiento gráfico, de nuevo con las fotos mucho mejor integradas al dibujo. Le hubiesen venido bárbaro tres o cuatro páginas más, para redondear mejor la conexión entre esta nueva historia y el origen del Cazador que se narró allá por el n° 7, pero está muy bien.
Obviamente el impactante éxito de este libro se apoya en el fanatismo que aún hoy genera Cazador. No creo que los fans del terror clásico se ceben demasiado con la propuesta, porque la verdad es que faltan guiones a la altura de los buenos dibujos que pelan Lucas y Ramírez. A falta de argumentos propios, Jorge recurre a la adaptación de cuentos ajenos y lo hace bien, pero el fan de las adaptaciones literarias seguramente se volcará por un Breccia o un Lalia y no se copará con las escenas en joda en las que aparece Cazador haciendo gala de su violencia extrema, su machismo revulsivo y su humor de letrina. Igual está piola que se hayan rescatado las historietas más civilizadas de esta dupla de salvajes, que sin duda dejaron su marca en la historia de nuestro Noveno Arte.
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jueves, 20 de septiembre de 2012
20/ 09: TARZAN Vol.14
Bueno, cuando ya me quedaban menos esperanzas que a los hinchas de Independiente, me encontré con un tomo de Tarzan en el que los guiones mejoran un poco respecto de la sarta de pelotudeces que me había tenido que fumar en los tomos anteriores. Por supuesto, al lado de cualquier comic de hoy, o incluso de los comics bien escritos de aquella época (1944-45), estos guiones “mejores” siguen en un nivel de pedorro para abajo. Pero algunos sufrimientos nos ahorramos, lo cual no es poco, si pensamos en las penurias que hubo que atravesar con estoicismo y resignación para llegar hasta acá.
La vez pasada, el capo de la monada estaba intentando que el resto no hiciera boleta a Bulak, un simio de pelaje blanco, estigmatizado por el gorilaje. Ese plot, en vez de resolverse, interesecta con otro. Una saga extensa y bastante ambiciosa interrumpe una trama bastante ridícula y la absorbe, porque Tarzan, Bulak y varios de los monos tienen roles reservados en esta historia que el maestro Burne Hogarth y sus anónimos guionistas nos narrarán a lo largo de 28 planchas.
Acá los malos son los nazis, aliados a un japonés con cara de garca que casi no pincha ni corta, y decididos a rosquear con una especie de jeque árabe (¿qué carajo hacía un jeque árabe en la jungla africana?) para quedarse con vastas extensiones de tierra ricas en petróleo. El jeque, por supuesto, negocia con los malos a espaldas de su pueblo, al que tiene distraído no con famosas de cuarta que bailan en el caño, sino con un coliseo en el que se enfrentan varias fieras salvajes cagadas de hambre. Tarzan y Bulak, capturados por los esbirros del jeque, están entre las bestias que van a combatir en el coliseo. Pero Lord Greystoke, que es amigo de muchos de los cuadrúpedos cautivos, los convence para que no se maten entre sí y hagan causa común contra el jeque. De liderar a las fieras, Tarzan pasa al toque a liderar a los ciudadanos en una revolución para derrocar al jeque, y de ahí a un ataque contra los pozos de petróleo controlados por los soldaditos del führer, que deben emprender la retirada, con otra derrota bajo el brazo. Nada de lo que pasa es muy lógico, pero por lo menos hay un sentido, una intención de decir algo más o menos relevante (“guarda, muchachos de Medio Oriente, no entren en la runfla con los nazis, que van a salir perdiendo”) y son 28 páginas que van en una única dirección, sin volantazos fumados.
La siguiente saga es más breve, sólo 16 páginas, y esta vez, en lugar de transplantar a los pagos de Tarzan a villanos que amenazaban a Europa y EEUU, la saga explota dos elementos misteriosos de la propia Africa: los pigmeos y el mítico Mokele-Mbembe, ese saurio inmenso, probablemente un sobreviviente de la época de los dinosaurios, que –se dice- habita en la jungla aún hoy. Acá tiene otro nombre (Goru-Bongara) y por supuesto muere a manos de Tarzan, que es el único que no le tiene miedo. No es una mala historia, dentro de todo. Y sobre el final del tomo, arranca un tercer arco, el de los tártaros, que se resolverá en el próximo libro y que tiene algo que hasta ahora no habíamos visto: entre tanta salvajada y tanta testosterona, un poquito de protagonismo para la sugestiva Lurulai, una minita con la que Tarzan había pegado onda en la saguita de los pigmeos.
Si todavía no lo hiciste, imaginate el combate entre Tarzan y una especie de dinosaurio dibujado por Hogarth. Bueno, ahora cambiate la ropa interior e imaginate la escena en la que Tantor el elefante y bocha de animales más embisten contra el coliseo del jeque y lo derrumban. Aunque los guiones sean medio frutihortícolas, ver a Hogarth dibujar esas animaladas es un placer infinito. La explosión del arsenal de los nazis, también, te pone los pelos de punta. Para esta época, el Miguel Angel de la historieta ya estaba muy, muy inspirado y pelaba en esas viñetitas chiquitas lo que pocos pelarían en esa y otras décadas. Si te gusta Gil Kane, vas a ver muchas imágenes que luego el prócer reciclaría en sus historietas. Y si te gusta el dibujo académico-realista, sabés que a Hogarth no hay con qué darle.
De nuevo, estoy un tomo más cerca de terminar el Tarzan de Hogarth. Sólo que esta vez me maltrataron un poquito menos los guiones y eso hay que festejarlo. Me largaría a colgarme en calzoncillos de los cables de tensión, pero hace un poquito de frío...
La vez pasada, el capo de la monada estaba intentando que el resto no hiciera boleta a Bulak, un simio de pelaje blanco, estigmatizado por el gorilaje. Ese plot, en vez de resolverse, interesecta con otro. Una saga extensa y bastante ambiciosa interrumpe una trama bastante ridícula y la absorbe, porque Tarzan, Bulak y varios de los monos tienen roles reservados en esta historia que el maestro Burne Hogarth y sus anónimos guionistas nos narrarán a lo largo de 28 planchas.
Acá los malos son los nazis, aliados a un japonés con cara de garca que casi no pincha ni corta, y decididos a rosquear con una especie de jeque árabe (¿qué carajo hacía un jeque árabe en la jungla africana?) para quedarse con vastas extensiones de tierra ricas en petróleo. El jeque, por supuesto, negocia con los malos a espaldas de su pueblo, al que tiene distraído no con famosas de cuarta que bailan en el caño, sino con un coliseo en el que se enfrentan varias fieras salvajes cagadas de hambre. Tarzan y Bulak, capturados por los esbirros del jeque, están entre las bestias que van a combatir en el coliseo. Pero Lord Greystoke, que es amigo de muchos de los cuadrúpedos cautivos, los convence para que no se maten entre sí y hagan causa común contra el jeque. De liderar a las fieras, Tarzan pasa al toque a liderar a los ciudadanos en una revolución para derrocar al jeque, y de ahí a un ataque contra los pozos de petróleo controlados por los soldaditos del führer, que deben emprender la retirada, con otra derrota bajo el brazo. Nada de lo que pasa es muy lógico, pero por lo menos hay un sentido, una intención de decir algo más o menos relevante (“guarda, muchachos de Medio Oriente, no entren en la runfla con los nazis, que van a salir perdiendo”) y son 28 páginas que van en una única dirección, sin volantazos fumados.
La siguiente saga es más breve, sólo 16 páginas, y esta vez, en lugar de transplantar a los pagos de Tarzan a villanos que amenazaban a Europa y EEUU, la saga explota dos elementos misteriosos de la propia Africa: los pigmeos y el mítico Mokele-Mbembe, ese saurio inmenso, probablemente un sobreviviente de la época de los dinosaurios, que –se dice- habita en la jungla aún hoy. Acá tiene otro nombre (Goru-Bongara) y por supuesto muere a manos de Tarzan, que es el único que no le tiene miedo. No es una mala historia, dentro de todo. Y sobre el final del tomo, arranca un tercer arco, el de los tártaros, que se resolverá en el próximo libro y que tiene algo que hasta ahora no habíamos visto: entre tanta salvajada y tanta testosterona, un poquito de protagonismo para la sugestiva Lurulai, una minita con la que Tarzan había pegado onda en la saguita de los pigmeos.
Si todavía no lo hiciste, imaginate el combate entre Tarzan y una especie de dinosaurio dibujado por Hogarth. Bueno, ahora cambiate la ropa interior e imaginate la escena en la que Tantor el elefante y bocha de animales más embisten contra el coliseo del jeque y lo derrumban. Aunque los guiones sean medio frutihortícolas, ver a Hogarth dibujar esas animaladas es un placer infinito. La explosión del arsenal de los nazis, también, te pone los pelos de punta. Para esta época, el Miguel Angel de la historieta ya estaba muy, muy inspirado y pelaba en esas viñetitas chiquitas lo que pocos pelarían en esa y otras décadas. Si te gusta Gil Kane, vas a ver muchas imágenes que luego el prócer reciclaría en sus historietas. Y si te gusta el dibujo académico-realista, sabés que a Hogarth no hay con qué darle.
De nuevo, estoy un tomo más cerca de terminar el Tarzan de Hogarth. Sólo que esta vez me maltrataron un poquito menos los guiones y eso hay que festejarlo. Me largaría a colgarme en calzoncillos de los cables de tensión, pero hace un poquito de frío...
miércoles, 19 de septiembre de 2012
19/ 09: JIM, JAM & EL OTRO Vol.2
Segundo recopilato-
rio para la tira con la que Max Aguirre (uno de los auto-
res más versátiles y completos que tiene la historieta argentina) nos deleita hace casi cinco años en la con-
tratapa de La Nación.
La verdad es que, leída en libro, la tira mejora mucho. La posibilidad de leer de un saque lo que Max publica en el house organ de la oligarquía a lo largo de unos... 250 días es realmente enriquecedora, porque se aprecia mucho más el armado, la estructura, el hecho de que el autor no está viendo cada día con qué zafa ese día, sino que tiene un plan. Un plan que a veces es una pequeña historia a desarrollar en varias tiras y a veces es simplemente la intención de terminar de redondear, o de agregarle una capa más de complejidad, a alguno de los tres personajes protagónicos.
A grandes rasgos, Jim, Jam & el Otro es una tira seinfeldeana: humor costumbrista muy afilado, basado en un gran sentido de la observación y un ingenio inagotable para el juego de palabras, y mucho énfasis en la vida, las fantasías, los cuelgues, los romances y las miserias de tres tipos de treintaipico tan distintos entre sí que no se explica cómo carajo son amigos. A esa “fórmula” (por llamarla de alguna manera), Aguirre le agrega dos bizarreadas extremas, muy personales y totalmente irrepetibles.
Una le sale bárbaro y es la que consiste e intercalar las tiras ambientadas en el presente con tiras en las que los protagonistas no tienen treintaipico sino 10, y tiras en las que tienen 80. Esto abre muchísimo el juego y multiplica exponencialmente las posibilidades cómicas de la serie. La otra no me gusta para nada, me parece un artificio muy forzado, muy incómodo, muy traído de los pelos. Me refiero al hecho de que nunca sepamos quién es Jim, quién es Jam y cómo carajo se llama el Otro. Los personajes, a los que –con dos recopliatorios ya leídos- conocemos en profundidad, no tienen nombre y eso a mí no me cierra para nada. Funcionaba bien en una tira surrealista como Juan y el Preguntón (Bróccoli nunca explicó quién era Juan y quién el Preguntón), pero acá hace demasiado ruido. Ni siquiera los personajes secundarios que se suman en este tomo (el gato, las novias del narigón y el pelado, el sobrino del de los pelos parados) tienen nombre. Supongo que a Max eso le debe parecer muy gracioso. A mí, ni un poquito.
Por suerte, fuera de ese detalle, a la tira le sobran argumentos para hacernos reir, sonreir y pensar. Y como si eso fuera poco, está el valor agregado de un dibujo sólido, sin fisuras, donde se ve el talento de Aguirre para dibujar de todo: calles, subtes, cines, plazas, detalles en la vestimenta, en los muebles, cabecitas que hablan, cuerpos que se mueven, mini-tiras que pasan por abajo de la tira principal, y todo con mucha onda, con mucha imaginación y con un estilo muy reader-friendly, casi “delicado”, muy accesible para el que no sabe nada de historieta y cree que las tiras de los diarios no son historietas, sino “chistes”.
Cuando manejás perfectamente el timing de la comedia, el único impedimento que te podés encontrar para bancar una tira cómica 365 días al año es que no se te ocurran situaciones graciosas. Pero al agregar cada tanto personajes nuevos y al permitirse explorar en paralelo la niñez y la vejez de su “protagonista tripartito” (como define el autor a los personajes centrales de la tira), Max Aguirre cultivó un campo virtualmente inagotable de situaciones ricas y novedosas para jugar, divertirse y hacer que nosotros también nos divirtamos. Ojalá que Pictus -la nueva editorial que acogió a este trío tras aquel ya lejano paso por Sudamericana- le apueste fuerte a los recopilatorios y pronto podamos leer material de los años más recientes.
rio para la tira con la que Max Aguirre (uno de los auto-
res más versátiles y completos que tiene la historieta argentina) nos deleita hace casi cinco años en la con-
tratapa de La Nación.
La verdad es que, leída en libro, la tira mejora mucho. La posibilidad de leer de un saque lo que Max publica en el house organ de la oligarquía a lo largo de unos... 250 días es realmente enriquecedora, porque se aprecia mucho más el armado, la estructura, el hecho de que el autor no está viendo cada día con qué zafa ese día, sino que tiene un plan. Un plan que a veces es una pequeña historia a desarrollar en varias tiras y a veces es simplemente la intención de terminar de redondear, o de agregarle una capa más de complejidad, a alguno de los tres personajes protagónicos.
A grandes rasgos, Jim, Jam & el Otro es una tira seinfeldeana: humor costumbrista muy afilado, basado en un gran sentido de la observación y un ingenio inagotable para el juego de palabras, y mucho énfasis en la vida, las fantasías, los cuelgues, los romances y las miserias de tres tipos de treintaipico tan distintos entre sí que no se explica cómo carajo son amigos. A esa “fórmula” (por llamarla de alguna manera), Aguirre le agrega dos bizarreadas extremas, muy personales y totalmente irrepetibles.
Una le sale bárbaro y es la que consiste e intercalar las tiras ambientadas en el presente con tiras en las que los protagonistas no tienen treintaipico sino 10, y tiras en las que tienen 80. Esto abre muchísimo el juego y multiplica exponencialmente las posibilidades cómicas de la serie. La otra no me gusta para nada, me parece un artificio muy forzado, muy incómodo, muy traído de los pelos. Me refiero al hecho de que nunca sepamos quién es Jim, quién es Jam y cómo carajo se llama el Otro. Los personajes, a los que –con dos recopliatorios ya leídos- conocemos en profundidad, no tienen nombre y eso a mí no me cierra para nada. Funcionaba bien en una tira surrealista como Juan y el Preguntón (Bróccoli nunca explicó quién era Juan y quién el Preguntón), pero acá hace demasiado ruido. Ni siquiera los personajes secundarios que se suman en este tomo (el gato, las novias del narigón y el pelado, el sobrino del de los pelos parados) tienen nombre. Supongo que a Max eso le debe parecer muy gracioso. A mí, ni un poquito.
Por suerte, fuera de ese detalle, a la tira le sobran argumentos para hacernos reir, sonreir y pensar. Y como si eso fuera poco, está el valor agregado de un dibujo sólido, sin fisuras, donde se ve el talento de Aguirre para dibujar de todo: calles, subtes, cines, plazas, detalles en la vestimenta, en los muebles, cabecitas que hablan, cuerpos que se mueven, mini-tiras que pasan por abajo de la tira principal, y todo con mucha onda, con mucha imaginación y con un estilo muy reader-friendly, casi “delicado”, muy accesible para el que no sabe nada de historieta y cree que las tiras de los diarios no son historietas, sino “chistes”.
Cuando manejás perfectamente el timing de la comedia, el único impedimento que te podés encontrar para bancar una tira cómica 365 días al año es que no se te ocurran situaciones graciosas. Pero al agregar cada tanto personajes nuevos y al permitirse explorar en paralelo la niñez y la vejez de su “protagonista tripartito” (como define el autor a los personajes centrales de la tira), Max Aguirre cultivó un campo virtualmente inagotable de situaciones ricas y novedosas para jugar, divertirse y hacer que nosotros también nos divirtamos. Ojalá que Pictus -la nueva editorial que acogió a este trío tras aquel ya lejano paso por Sudamericana- le apueste fuerte a los recopilatorios y pronto podamos leer material de los años más recientes.
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martes, 18 de septiembre de 2012
18/ 09: ESCUELA DE MONSTRUOS Vol.1
El periplo hacia la consagra-
ción de El Bruno fue bastante raro: empezó (como casi todos) en el under, de ahí pasó a trabajar para editoriales de Ingla-
terra, y finalmente en 2009 hizo pie en el mercado argentino, cuando debutó en la revista Billiken, a la que prácticamente le cambió la cara con sus portadas y con la historieta que hoy nos ocupa.
Escuela de Monstruos tiene un “problema”: se le nota demasiado la pasta de hitazo. Es un concepto tan ganchero, tan atractivo, tan comercial, que es increíble que a nadie se le haya ocurrido antes que a Mauro Serafini (que así se llama El Bruno). Es algo que lo ves y automáticamente decís “No puede fallar”. Incluso con un dibujante mediocre, incluso sin lograr un equilibrio razonable entre la aventura y el humor, la idea detrás de Escuela de Monstruos es absolutamente insumergible. Después, se puede plasmar mejor o peor, pero siempre partiendo de la base de que el éxito está garantizado por la fuerza de la idea.
Felizmente, la idea está MUY bien plasmada por El Bruno. Los personajes están bien delineados, bien elegidos. Las situaciones son cómicas y originales, llenas de elementos que nunca habían aparecido en otras historietas infantiles. Cada tanto Tomás y sus compañeros viven aventuras hechas y derechas, con peligros y emociones fuertes, aunque sin descuidar el clima festivo. Por ahí falta ajustar un poquito los diálogos, desacartonarlos, o hacerlos más ingeniosos, no sé. Darles una vueltita más, que los haga más importantes en el combo de la serie.
Lo más atractivo es el contraste entre –por un lado- una estética limpita, redondita, re de Cartoon Network, ideal para contar historias livianitas, centradas en el humor; y por el otro, una ambientación lúgubre, donde priman los castillos desolados, los cementerios, las catacumbas y las cocinas infestadas de cucarachas. El Bruno le saca muy buen jugo a estos dos polos opuestos y logra una historieta repleta de los tópicos del terror, pero que no tiene en ningún momento la intención de asustar a los chicos que la consumen.
No quiero contar mucho más de los argumentos. Me quedo con las maravillas del dibujo, que son muchísimas. Y con las ganas de que el próximo tomo recopilatorio traiga más páginas! Este tiene sólo 44 páginas de historieta, mientras que El Bruno produce más de 100 por año. Si pensamos que la serie arrancó a principios de 2009, ya estamos unos seis tomos atrás de lo que leyeron semana a semana los chicos que compran la Billiken. Es un poco mucho, sobre todo por la cantidad de fans de la historieta que no leemos la Billiken pero queremos tener cualquier cosa escrita y dibujada por El Bruno, un monstruo de (poca) carne y hueso que supo ganarse una cuantiosa legión de fans. La próxima vez que le reces a Cthulhu, pedile que salga pronto el Vol.2 de esta serie. Mentile, decile que la querés para regalársela a tu sobrinito, a tu hijito, o al hijo de algún amigo...
ción de El Bruno fue bastante raro: empezó (como casi todos) en el under, de ahí pasó a trabajar para editoriales de Ingla-
terra, y finalmente en 2009 hizo pie en el mercado argentino, cuando debutó en la revista Billiken, a la que prácticamente le cambió la cara con sus portadas y con la historieta que hoy nos ocupa.
Escuela de Monstruos tiene un “problema”: se le nota demasiado la pasta de hitazo. Es un concepto tan ganchero, tan atractivo, tan comercial, que es increíble que a nadie se le haya ocurrido antes que a Mauro Serafini (que así se llama El Bruno). Es algo que lo ves y automáticamente decís “No puede fallar”. Incluso con un dibujante mediocre, incluso sin lograr un equilibrio razonable entre la aventura y el humor, la idea detrás de Escuela de Monstruos es absolutamente insumergible. Después, se puede plasmar mejor o peor, pero siempre partiendo de la base de que el éxito está garantizado por la fuerza de la idea.
Felizmente, la idea está MUY bien plasmada por El Bruno. Los personajes están bien delineados, bien elegidos. Las situaciones son cómicas y originales, llenas de elementos que nunca habían aparecido en otras historietas infantiles. Cada tanto Tomás y sus compañeros viven aventuras hechas y derechas, con peligros y emociones fuertes, aunque sin descuidar el clima festivo. Por ahí falta ajustar un poquito los diálogos, desacartonarlos, o hacerlos más ingeniosos, no sé. Darles una vueltita más, que los haga más importantes en el combo de la serie.
Lo más atractivo es el contraste entre –por un lado- una estética limpita, redondita, re de Cartoon Network, ideal para contar historias livianitas, centradas en el humor; y por el otro, una ambientación lúgubre, donde priman los castillos desolados, los cementerios, las catacumbas y las cocinas infestadas de cucarachas. El Bruno le saca muy buen jugo a estos dos polos opuestos y logra una historieta repleta de los tópicos del terror, pero que no tiene en ningún momento la intención de asustar a los chicos que la consumen.
No quiero contar mucho más de los argumentos. Me quedo con las maravillas del dibujo, que son muchísimas. Y con las ganas de que el próximo tomo recopilatorio traiga más páginas! Este tiene sólo 44 páginas de historieta, mientras que El Bruno produce más de 100 por año. Si pensamos que la serie arrancó a principios de 2009, ya estamos unos seis tomos atrás de lo que leyeron semana a semana los chicos que compran la Billiken. Es un poco mucho, sobre todo por la cantidad de fans de la historieta que no leemos la Billiken pero queremos tener cualquier cosa escrita y dibujada por El Bruno, un monstruo de (poca) carne y hueso que supo ganarse una cuantiosa legión de fans. La próxima vez que le reces a Cthulhu, pedile que salga pronto el Vol.2 de esta serie. Mentile, decile que la querés para regalársela a tu sobrinito, a tu hijito, o al hijo de algún amigo...
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lunes, 17 de septiembre de 2012
17/ 09: HELLBLAZER: PHANTOM PAINS
Nuevo tomo de Hellblazer y, predeciblemente, no está al nivel demoledor del tomo anterior. Era muy difícil bancar los trapos después de aquel final increíble que Peter Milligan conjuró en Bloody Carnations. Phantom Pains es un muy buen arco argumental, pero de ahí a hacerle el aguante a la saga inmediatamente anterior, hay un abismo.
Los dos unitarios que dibuja Simon “La Bestia” Bisley son uno más grosso que el otro. Son, casualmente, los episodios en los que Milligan retoma la ilustre tradición de meterse con temas socio-políticos urticantes, y darles un twist jodido y sobrenatural. Para el unitario que transcurre en la cárcel, además, el guionista retoma a Julian, el demonio que boleteó a Phoebe, la médica con la que salía John en Hooked (lo vimos en Enero de este año). En ambos episodios la Bestia abusa un poquito de los primeros planos, pero su trazo está tan inspirado y se ve todo tan bien, tan sórdido, tan escabroso, que no jode para nada. Porque además, cuando tiene que pelar, Bisley pela figuras enteras, fondos, secuencias de acción al palo, besos incandescentes y todo el gore que puede soportar un comic de Vertigo.
Dentro de la saga central, hay un episodio protagonizado por Gemma (la sobrina de John), en el que Giuseppe Camuncoli es reemplazado por Gael Bertrand, un dibujante francés muy, muy bueno, con un sólo problema: si Camuncoli se zarpa y dibuja a John con rasgos de un tipo de 30, Bertrand se va más al carajo y lo dibuja como si tuviera 23. En los capítulos restantes, Camuncoli mantiene arriba su nivel, con páginas y secuencias memorables, cada vez mejor ensamblado con el entintador Stefano Landini y la colorista Trish Mulvihill. Es muy loco cómo un dibujante con un trazo tan prolijo, tan claro, tan lindo, logra conjurar imágenes tan aterradoras, tan perturbadoras y tan truculentas.
El argumento de Phantom Pains... bah, creo que en realidad hay dos argumentos, los dos basados en cosas muy heavies que pasaron en el tomo anterior. Por un lado, John se propone recuperar el pulgar izquierdo, que él mismo se cortó cuando se volvió loco. Por el otro, Gemma va a buscar venganza contra su tío por una atrocidad que cometió... el gemelo diabólico de su tío. Y las líneas argumentales no se cruzan, eh? No hay una única resolución para ambos conflictos. Lo del dedo de John se resuelve... casi 45 páginas antes que lo de la venganza de Gemma, y por vías totalmente distintas. O sea que la consigna de Milligan para este tomo era volver para atrás dos sacudones bastante grossos que le había pegado a la serie en el tomo anterior.
Asimismo, y como parte del plot de la venganza de Gemma, en este tomo John pierde no una extremidad, pero casi: su mítico impermeable, ese que lo acompañó al Averno y más allá desde mediados de los ´80, cuando era un personaje secundario de Swamp Thing. Si esto sigue una lógica, en la próxima saga el ídolo se meterá en un kilombo marca Cañón para recuperar su tradicional pilcha, a la que vimos arder en una hoguera. Pero ojalá no suceda eso, porque si sucede, Milligan se habrá vuelto predecible. Y en el arco siguiente veremos a John perder... un ojo, y en el siguiente recuperarlo y perder... el encendedor, y así, hasta que pierda la chota y resulta que somos nosotros, los lectores, los que la tenemos adentro. Prefiero a Milligan caótico e impredecible. Para hacer boludeces obvias e intrascendentes lo tenía a Constantine en la Justice League Dark.
A todo esto, en Phantom Pains vuelve a brillar con luz propia Epiphany Greaves, quien a esta altura ya es –lejos- la mina más copada a la que se volteó John y probablemente el mejor personaje secundario aparecido en los casi 25 años que lleva esta serie. Inmenso mérito de un inmenso guionista que ojalá siga más allá del inminente n° 300.
Los dos unitarios que dibuja Simon “La Bestia” Bisley son uno más grosso que el otro. Son, casualmente, los episodios en los que Milligan retoma la ilustre tradición de meterse con temas socio-políticos urticantes, y darles un twist jodido y sobrenatural. Para el unitario que transcurre en la cárcel, además, el guionista retoma a Julian, el demonio que boleteó a Phoebe, la médica con la que salía John en Hooked (lo vimos en Enero de este año). En ambos episodios la Bestia abusa un poquito de los primeros planos, pero su trazo está tan inspirado y se ve todo tan bien, tan sórdido, tan escabroso, que no jode para nada. Porque además, cuando tiene que pelar, Bisley pela figuras enteras, fondos, secuencias de acción al palo, besos incandescentes y todo el gore que puede soportar un comic de Vertigo.
Dentro de la saga central, hay un episodio protagonizado por Gemma (la sobrina de John), en el que Giuseppe Camuncoli es reemplazado por Gael Bertrand, un dibujante francés muy, muy bueno, con un sólo problema: si Camuncoli se zarpa y dibuja a John con rasgos de un tipo de 30, Bertrand se va más al carajo y lo dibuja como si tuviera 23. En los capítulos restantes, Camuncoli mantiene arriba su nivel, con páginas y secuencias memorables, cada vez mejor ensamblado con el entintador Stefano Landini y la colorista Trish Mulvihill. Es muy loco cómo un dibujante con un trazo tan prolijo, tan claro, tan lindo, logra conjurar imágenes tan aterradoras, tan perturbadoras y tan truculentas.
El argumento de Phantom Pains... bah, creo que en realidad hay dos argumentos, los dos basados en cosas muy heavies que pasaron en el tomo anterior. Por un lado, John se propone recuperar el pulgar izquierdo, que él mismo se cortó cuando se volvió loco. Por el otro, Gemma va a buscar venganza contra su tío por una atrocidad que cometió... el gemelo diabólico de su tío. Y las líneas argumentales no se cruzan, eh? No hay una única resolución para ambos conflictos. Lo del dedo de John se resuelve... casi 45 páginas antes que lo de la venganza de Gemma, y por vías totalmente distintas. O sea que la consigna de Milligan para este tomo era volver para atrás dos sacudones bastante grossos que le había pegado a la serie en el tomo anterior.
Asimismo, y como parte del plot de la venganza de Gemma, en este tomo John pierde no una extremidad, pero casi: su mítico impermeable, ese que lo acompañó al Averno y más allá desde mediados de los ´80, cuando era un personaje secundario de Swamp Thing. Si esto sigue una lógica, en la próxima saga el ídolo se meterá en un kilombo marca Cañón para recuperar su tradicional pilcha, a la que vimos arder en una hoguera. Pero ojalá no suceda eso, porque si sucede, Milligan se habrá vuelto predecible. Y en el arco siguiente veremos a John perder... un ojo, y en el siguiente recuperarlo y perder... el encendedor, y así, hasta que pierda la chota y resulta que somos nosotros, los lectores, los que la tenemos adentro. Prefiero a Milligan caótico e impredecible. Para hacer boludeces obvias e intrascendentes lo tenía a Constantine en la Justice League Dark.
A todo esto, en Phantom Pains vuelve a brillar con luz propia Epiphany Greaves, quien a esta altura ya es –lejos- la mina más copada a la que se volteó John y probablemente el mejor personaje secundario aparecido en los casi 25 años que lleva esta serie. Inmenso mérito de un inmenso guionista que ojalá siga más allá del inminente n° 300.
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domingo, 16 de septiembre de 2012
16/ 09: LE MONDE DES NOMBREUX NOMS Vol.2
¿Lo qué?!? Esto vendría a llamarse “El mundo de muchos nombres”. Pero no te la compliques al pedo. Esto es la continuación de Hyter de Flok, una historieta de Carlos Trillo y Horacio Domingues que salió en Puertitas allá por 1991. Este libro se editó en Francia en 2001, pero realmente no sé si los autores tardaron 10 años en producir la secuela o si se hizo en los ´90 para Italia y mucho después se tradujeron ambos tomos al francés. Me inclino por lo segundo.
Por supuesto, a la hora de leer este tomo (titulado Aileen), no me acordaba un carajo del argumento de Hyter de Flok. Pero la lectura de la secuela me refrescó -más o menos- este concepto: Hyter es un muchachito de la época de los caballeros del Rey Arturo que, mediante unos cristales mágicos, logra ver el Siglo XX. Más precisamente los últimos años, y más precisamente a una chica, la sensual rock star llamada Aileen (una especie de Madonna de 18-19 años) de la que se enamora perdidamente. Me imagino que en la primera parte el personaje habrá superado varios obstáculos de distinta envergadura, pero el conflicto central es ese: Hyter quiere conocer personalmente a Aileen y declararle su amor.
El segundo tomo, por lo menos, se trata sólo de eso, no hay otras puntas argumentales fuertes. Al principio, parece cobrar importancia el subplot del fatídico romance entre el mago Merlín y la pérfida Vivianne. Para la página 16, sin embargo, ni Vivianne ni ningún otro personaje de la época del Rey Arturo tendrá la menor injerencia en la trama. La acción se transporta a una gran ciudad de los ´90, donde Hyter rápidamente se separa de Merlín y va en busca de su amada. Por supuesto, Trillo no se pierde la ocasión para bajar línea acerca de cómo representantes, padres y avechuchos varios explotan a las estrellas pop adolescentes. De hecho, el entorno de la propia Aileen será lo más parecido a un villano que tendremos en las 22 páginas finales.
Y si bien en esta bajada de línea hay bastante mala leche, esta es una obra del Trillo bueno, del Trillo correcto, que buscaba transmitir mensajes positivos y edificadores. No es apta para todo público porque hay un par de garches, pero básicamente es la historia de un chico que se hace héroe por amor a una chica. Nada que ver con otras crueldades, perversiones y atrocidades que firmaría el maestro en los años posteriores.
Me queda pendiente lo más importante: ¿está buena la historia? Sí, no está mal. Es un poquito blanda, para mi gusto. Tiene muy buen ritmo, está bien trabajado el contraste entre las dos épocas que visita, Merlín tiene unos diálogos magníficos que parecen citas de Jorge Luis Borges (y no me extrañaría que lo fueran)... no hay mayores obstáculos para disfrutarla de principio a fin. Por ahí lo que menos me convenció es cómo desactivan tan de golpe a todos los personajes del Siglo XII y a los conflictos (presentes y potenciales) entre ellos, después de haberlos desarrollado mucho y bien a lo largo de muchas páginas. Igual me entretuvo muy dignamente.
El dibujo de Domingues está muy bien, muy sólido. La primera saga, la que leí en Puertitas, obviamente la leí en blanco y negro. Acá el color levanta mucho toda la faz gráfica y le agrega onda al dibujo de Domingues. Acá está todo dibujado en un sólo estilo: no esperes secuencias en las que Domingues pele esas páginas alucinantes que vimos en Boggart o en La Marque du Peché. Y aún así, sin estallar, sin despegarse mucho de Carlos Meglia, el trazo de Domingues se la re-banca. La narrativa es impecable, cristalina y versátil y los personajes expresan (con la gestualidad facial y corporal) todo lo que el guión les pide, e incluso un poco más.
Si sos de esos cinco o seis que recuerdan haber leído Hyter de Flok en Puertitas, te va a gustar saber que hay una continuación inédita en nuestro idioma. Si sos fan de Trillo, ahí tenés una obra más que merece ser rescatada del olvido. Y si te copás con la fantasía medieval pero le pedís que suba la apuesta y ofrezca una variante más novedosa, menos predecible, esta saga te puede llegar a cebar muchísimo, porque tiene magia, épica y romance mezclados de un modo que seguro te va a sorprender.
Por supuesto, a la hora de leer este tomo (titulado Aileen), no me acordaba un carajo del argumento de Hyter de Flok. Pero la lectura de la secuela me refrescó -más o menos- este concepto: Hyter es un muchachito de la época de los caballeros del Rey Arturo que, mediante unos cristales mágicos, logra ver el Siglo XX. Más precisamente los últimos años, y más precisamente a una chica, la sensual rock star llamada Aileen (una especie de Madonna de 18-19 años) de la que se enamora perdidamente. Me imagino que en la primera parte el personaje habrá superado varios obstáculos de distinta envergadura, pero el conflicto central es ese: Hyter quiere conocer personalmente a Aileen y declararle su amor.
El segundo tomo, por lo menos, se trata sólo de eso, no hay otras puntas argumentales fuertes. Al principio, parece cobrar importancia el subplot del fatídico romance entre el mago Merlín y la pérfida Vivianne. Para la página 16, sin embargo, ni Vivianne ni ningún otro personaje de la época del Rey Arturo tendrá la menor injerencia en la trama. La acción se transporta a una gran ciudad de los ´90, donde Hyter rápidamente se separa de Merlín y va en busca de su amada. Por supuesto, Trillo no se pierde la ocasión para bajar línea acerca de cómo representantes, padres y avechuchos varios explotan a las estrellas pop adolescentes. De hecho, el entorno de la propia Aileen será lo más parecido a un villano que tendremos en las 22 páginas finales.
Y si bien en esta bajada de línea hay bastante mala leche, esta es una obra del Trillo bueno, del Trillo correcto, que buscaba transmitir mensajes positivos y edificadores. No es apta para todo público porque hay un par de garches, pero básicamente es la historia de un chico que se hace héroe por amor a una chica. Nada que ver con otras crueldades, perversiones y atrocidades que firmaría el maestro en los años posteriores.
Me queda pendiente lo más importante: ¿está buena la historia? Sí, no está mal. Es un poquito blanda, para mi gusto. Tiene muy buen ritmo, está bien trabajado el contraste entre las dos épocas que visita, Merlín tiene unos diálogos magníficos que parecen citas de Jorge Luis Borges (y no me extrañaría que lo fueran)... no hay mayores obstáculos para disfrutarla de principio a fin. Por ahí lo que menos me convenció es cómo desactivan tan de golpe a todos los personajes del Siglo XII y a los conflictos (presentes y potenciales) entre ellos, después de haberlos desarrollado mucho y bien a lo largo de muchas páginas. Igual me entretuvo muy dignamente.
El dibujo de Domingues está muy bien, muy sólido. La primera saga, la que leí en Puertitas, obviamente la leí en blanco y negro. Acá el color levanta mucho toda la faz gráfica y le agrega onda al dibujo de Domingues. Acá está todo dibujado en un sólo estilo: no esperes secuencias en las que Domingues pele esas páginas alucinantes que vimos en Boggart o en La Marque du Peché. Y aún así, sin estallar, sin despegarse mucho de Carlos Meglia, el trazo de Domingues se la re-banca. La narrativa es impecable, cristalina y versátil y los personajes expresan (con la gestualidad facial y corporal) todo lo que el guión les pide, e incluso un poco más.
Si sos de esos cinco o seis que recuerdan haber leído Hyter de Flok en Puertitas, te va a gustar saber que hay una continuación inédita en nuestro idioma. Si sos fan de Trillo, ahí tenés una obra más que merece ser rescatada del olvido. Y si te copás con la fantasía medieval pero le pedís que suba la apuesta y ofrezca una variante más novedosa, menos predecible, esta saga te puede llegar a cebar muchísimo, porque tiene magia, épica y romance mezclados de un modo que seguro te va a sorprender.
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sábado, 15 de septiembre de 2012
15/ 09: HOY, TODOS A DIBUJADOS
Ayer, hoy y mañana, los que vivimos en Buenos Aires y al-
rededores estamos a full en el ya clásico Dibujados, el encuen-
tro que pro-
pone un es-
pacio libre y gratuito para la presentación de nuevas publicaciones, proyectos, talleres, charlas, feria de publicaciones y mucho más. Esto es en Maipú 306 (pleno microcentro de la Ciudad de Buenos Aires) y si bien no se cobra entrada, se solicita siempre una colaboración de ropa, alimentos o útiles para ayudar a instituciones benéficas.
Ayer, en la inauguración, pudo verse una increíble muestra de dibujos (con un mix rarísimo entre autores consagrados y figuras incipentes como no se ve en ningún otro evento), titulada "Prehistorieta", en la que los artistas ofrecen su mirada sobre los orígenes del Noveno Arte.
Como siempre, los chicos que organizan eligieron a tres personalidades de este mundillo para brindarles un reconocimiento por su trayectoria, y como se murieron Solano López, Trillo, Caloi, Albiac y un montón de grossos más, me eligieron a mí, con la excusa de que este mes se cumplen 25 años de que empecé a laburar profesionalmente en este medio. Posta, ahí corre MUCHA cerveza. Encima me tocó ser homenajeado junto a dos monstruos sacrosantos como Martha Barnes y Diego Parés. La verdad, un honor tan grande como inmerecido.
Hoy sigue la fiesta desde las 16, con un montón de actividades, entre las que se destaca el anticipo de Germán: Ultimas Viñetas, la serie TV que narra la última etapa de la vida de Héctor G. Oesterheld (la de Record y Columba), con Miguel Angel Solá en el rol protagónico y guiones de Luciano Saracino, el hombre de las ocho manos. Y mañana (también desde las 16 hs), otra larga jornada con muchísimo para ver y compartir.
Si podés, acercate, pasala bien, descubrí qué hay de nuevo en el siempre apasionante mundillo de la historieta argentina indie, y de paso conocé personalmente a capos como Gustavo Sala, Claudio Kappel, Eduardo Maicas, Luciano Saracino, Brian Janchez, El Bruno y José Massaroli, entre muchos otros.
No hay muchos eventos con tanta buena onda como la que se vive en cada edición de Dibujados.
rededores estamos a full en el ya clásico Dibujados, el encuen-
tro que pro-
pone un es-
pacio libre y gratuito para la presentación de nuevas publicaciones, proyectos, talleres, charlas, feria de publicaciones y mucho más. Esto es en Maipú 306 (pleno microcentro de la Ciudad de Buenos Aires) y si bien no se cobra entrada, se solicita siempre una colaboración de ropa, alimentos o útiles para ayudar a instituciones benéficas.
Ayer, en la inauguración, pudo verse una increíble muestra de dibujos (con un mix rarísimo entre autores consagrados y figuras incipentes como no se ve en ningún otro evento), titulada "Prehistorieta", en la que los artistas ofrecen su mirada sobre los orígenes del Noveno Arte.
Como siempre, los chicos que organizan eligieron a tres personalidades de este mundillo para brindarles un reconocimiento por su trayectoria, y como se murieron Solano López, Trillo, Caloi, Albiac y un montón de grossos más, me eligieron a mí, con la excusa de que este mes se cumplen 25 años de que empecé a laburar profesionalmente en este medio. Posta, ahí corre MUCHA cerveza. Encima me tocó ser homenajeado junto a dos monstruos sacrosantos como Martha Barnes y Diego Parés. La verdad, un honor tan grande como inmerecido.
Hoy sigue la fiesta desde las 16, con un montón de actividades, entre las que se destaca el anticipo de Germán: Ultimas Viñetas, la serie TV que narra la última etapa de la vida de Héctor G. Oesterheld (la de Record y Columba), con Miguel Angel Solá en el rol protagónico y guiones de Luciano Saracino, el hombre de las ocho manos. Y mañana (también desde las 16 hs), otra larga jornada con muchísimo para ver y compartir.
Si podés, acercate, pasala bien, descubrí qué hay de nuevo en el siempre apasionante mundillo de la historieta argentina indie, y de paso conocé personalmente a capos como Gustavo Sala, Claudio Kappel, Eduardo Maicas, Luciano Saracino, Brian Janchez, El Bruno y José Massaroli, entre muchos otros.
No hay muchos eventos con tanta buena onda como la que se vive en cada edición de Dibujados.
viernes, 14 de septiembre de 2012
14/ 09: YMIR, CONCURSO 2012
El año pasado, la editorial LARP (la que publica los mangas de Naruto, One Piece, Inu Yasha, Monster, etc.) lanzó un concurso para nuevos autores argentinos. Un jurado integrado no se sabe por quién evaluó los trabajos recibidos (dicen que más de 50) y las seis historietas ganadoras se publicaron este año en esta antología, en un formato más grande que los mangas, que combina los dos sentidos de lectura: el nuestro y el oriental (el japonés, no el uruguayo). Veamos qué le gustó a la gente de LARP.
El tomo arranca con una historieta de un tal Umino Kirin. Son 50 páginas, pero parecen 400. Es una tortura, un tormento, un flagelo, un apremio ilegal para la vista y para la mente. Posta, es ilegible de verdad. Está todo muy mal dibujado, muy mal narrado, el guión no existe, visualmente es feísimo...No sé qué es lo que menos me gustó, porque todo me pareció horrible. Ah, sí. Lo peor es la dedicatoria! El autor le dedica esta abominación a sus “alumnos del taller de manga”. O sea que este muerto de hambre DA CLASES! Si este es el docente, no me quiero imaginar lo que serán los alumnos...
La siguiente historieta está firmada por Samanta Niz y Fabián González. Y acá por lo menos hay que rescatar el dibujo, que si bien está 100% enviciado por las boludeces del shojo, es muy, muy prolijo, estéticamente muy atractivo (la línea, las tramas mecánicas, el equilibrio entre blancos y negros, todo está muy logrado). Los autores reproducen toda esa imaginería caprichosamente deforme del shojo, pero logran que eso no empantane la narrativa ni el ritmo. Lástima el guión, que es catastrófico. A los diálogos les faltan los signos de puntuación, tienen errores de tipeo, faltas de ortografía y –como si eso no alcanzara- la historia NO termina! En la última viñeta te fumás un “continuará”. A ver... supongamos que haya una explicación por la cual nadie en la editorial detecta ni corrige las faltas de ortografía ni los horrores de redacción... ¿Cómo premian a una historia que no termina? ¿La habrán leído? Misterio insondable...
La tercera historieta se llama Salamanca y acá se publican los primeros tres episodios de una saga llamada “Ceferino Robles, el rastreador”. Los dos primeros episodios son autoconclusivos y están bastante bien. El tercero sube mucho la apuesta... y abre miles de puntas a explorar en episodios que nunca veremos. En serio, no te estoy jodiendo. Los guiones, muy correctos, son de Valentín Lerena y el dibujante es Roberto Fontana, un tipo ya veterano, pero con un trazo bastante aggiornado, no parece una momia de los años ´50 transplantada al presente. Fontana banca bien los trapos, no se asusta de las páginas de 10 viñetas y –sin ser un virtuoso- demuestra estar a la altura de unos guiones bastante complejos.
Conociendo a Vlad, de Maximiliano Baldo, no se puede leer. En serio, es imposible. Ni aunque entrenes leyendo dos meses los fanzines más crotos de la historia. No hay forma.
Leonardo González es otro desubicado que te emboca un “continuará” en la vigesimocuarta página de su historieta, bastante intrascendente, por cierto. Los dibujos no están repletos de errores, pero se nota mucho que están choreados casi cuadro a cuadro de los de Naruto.
Y me parece que la mejor es la última, Crossed Hearts, de SagaKuroi, una chica que dibuja IGUAL a las CLAMP, con esos personajes masculinos que parecen minitas, esos bracitos largos y flacos, etc. Pero además tiene una narrativa accesible, dinámica, un gran manejo de las tramas mecánicas y algunas buenas ideas visuales. A la hora del guión, se le nota la intención de contar una buena historia. No gloriosa, no memorable, pero por lo menos hay un intento de no caer en la enésima boludez mega-trillada por centenares de autores ponjas. Y no hay errores de ortografía ni de redacción. Y la historia TERMINA en la página 24. Ya sólo por eso, hay que destacar los esfuerzos de esta autora que, si algún día se despega un poco de las CLAMP y desarrolla un estilo propio, tiene todo para romperla.
Bueno, no hay mucho más para agregar. Nos vemos este finde en Dibujados!
El tomo arranca con una historieta de un tal Umino Kirin. Son 50 páginas, pero parecen 400. Es una tortura, un tormento, un flagelo, un apremio ilegal para la vista y para la mente. Posta, es ilegible de verdad. Está todo muy mal dibujado, muy mal narrado, el guión no existe, visualmente es feísimo...No sé qué es lo que menos me gustó, porque todo me pareció horrible. Ah, sí. Lo peor es la dedicatoria! El autor le dedica esta abominación a sus “alumnos del taller de manga”. O sea que este muerto de hambre DA CLASES! Si este es el docente, no me quiero imaginar lo que serán los alumnos...
La siguiente historieta está firmada por Samanta Niz y Fabián González. Y acá por lo menos hay que rescatar el dibujo, que si bien está 100% enviciado por las boludeces del shojo, es muy, muy prolijo, estéticamente muy atractivo (la línea, las tramas mecánicas, el equilibrio entre blancos y negros, todo está muy logrado). Los autores reproducen toda esa imaginería caprichosamente deforme del shojo, pero logran que eso no empantane la narrativa ni el ritmo. Lástima el guión, que es catastrófico. A los diálogos les faltan los signos de puntuación, tienen errores de tipeo, faltas de ortografía y –como si eso no alcanzara- la historia NO termina! En la última viñeta te fumás un “continuará”. A ver... supongamos que haya una explicación por la cual nadie en la editorial detecta ni corrige las faltas de ortografía ni los horrores de redacción... ¿Cómo premian a una historia que no termina? ¿La habrán leído? Misterio insondable...
La tercera historieta se llama Salamanca y acá se publican los primeros tres episodios de una saga llamada “Ceferino Robles, el rastreador”. Los dos primeros episodios son autoconclusivos y están bastante bien. El tercero sube mucho la apuesta... y abre miles de puntas a explorar en episodios que nunca veremos. En serio, no te estoy jodiendo. Los guiones, muy correctos, son de Valentín Lerena y el dibujante es Roberto Fontana, un tipo ya veterano, pero con un trazo bastante aggiornado, no parece una momia de los años ´50 transplantada al presente. Fontana banca bien los trapos, no se asusta de las páginas de 10 viñetas y –sin ser un virtuoso- demuestra estar a la altura de unos guiones bastante complejos.
Conociendo a Vlad, de Maximiliano Baldo, no se puede leer. En serio, es imposible. Ni aunque entrenes leyendo dos meses los fanzines más crotos de la historia. No hay forma.
Leonardo González es otro desubicado que te emboca un “continuará” en la vigesimocuarta página de su historieta, bastante intrascendente, por cierto. Los dibujos no están repletos de errores, pero se nota mucho que están choreados casi cuadro a cuadro de los de Naruto.
Y me parece que la mejor es la última, Crossed Hearts, de SagaKuroi, una chica que dibuja IGUAL a las CLAMP, con esos personajes masculinos que parecen minitas, esos bracitos largos y flacos, etc. Pero además tiene una narrativa accesible, dinámica, un gran manejo de las tramas mecánicas y algunas buenas ideas visuales. A la hora del guión, se le nota la intención de contar una buena historia. No gloriosa, no memorable, pero por lo menos hay un intento de no caer en la enésima boludez mega-trillada por centenares de autores ponjas. Y no hay errores de ortografía ni de redacción. Y la historia TERMINA en la página 24. Ya sólo por eso, hay que destacar los esfuerzos de esta autora que, si algún día se despega un poco de las CLAMP y desarrolla un estilo propio, tiene todo para romperla.
Bueno, no hay mucho más para agregar. Nos vemos este finde en Dibujados!
jueves, 13 de septiembre de 2012
13/ 09: TRAGEDIAS DEL ROCK Vol.3
Después de un largo paréntesis, tenemos un nuevo tomo de esta colección, aunque quedó atrás la época del papel lujoso y las tapas duras. No seré yo quien les pase factura por una cosa así, ya que es pública mi prédica contra el lujo innecesario en la edición de historietas, que sólo sirve para encarecer al pedo los productos.
Acá, la palabra “producto” es central. Está clarísimo, y nadie intenta ocultar en ningún momento, que hacer una biografía de Bob Marley a modo de historieta es una movida 100% comercial, astutamente pensada para tener algo que venderle al fan de Marley que ya tiene todos los discos, el poster y la remera. La decisión de que esto sea un álbum barato y no un libro lujoso también responde a un cálculo: seguramente la mayoría de los fans de Marley tienen menos poder adquisitivo que el fan promedio de John Lennon.
Dentro de los estrechos confines de esta lógica mercantil dura, hay una sóla variable que puede inclinar la balanza: la calidad de la historieta. Por grosso que sea Marley, si la historieta es chota, los editores saben que dejan afuera a una masa (por ahí no muy grande) de potenciales consumidores, que somos los fans del comic. En cambio, con el mínimo esfuerzo de poner buenos autores a crear un buen producto, nos tienen ahí, poniendo nuestros pesitos junto con las legiones que idolatran al capo del reggae. En ese sentido, esta vez la apuesta fue a lo seguro, a una dupla que se conoce de memoria y que ya tenía varias obras potentes en su haber: Diego Agrimbau y Dante Ginevra.
El guión de Agrimbau es básicamente lineal, narra la vida del músico de principio a fin, sin voleteretas raras. Pero hay más: por un lado, mucha data sobre el contexto socio-político en el que Marley escribe sus canciones. Lo que sucede en Jamaica, lo que sucede en Africa, todo nutre al compositor y todo lo transforma de a poco en un militante por la causa de la paz mundial y la fe rastafari. ¿Qué carajo es la fe rastafari? Yo no lo sabía y me enteré leyendo esta historieta. Por otro lado, intercalados entre distintas secuencias, aparecen fragmentos de las letras más testimoniales de Marley, ilustradas –coherentemente- no con Bob y sus Wailers cantando, sino con aquello a lo que las letras hacen referencia: los padeceres de los hijos de Africa, ya sea a manos de los esclavistas del pasado o de los más recientes, los que los condenan a vivir como ciudadanos de segunda en las grandes urbes o a ir a morir a guerras ridículas.
Esas secuencias “descolgadas” le sirven a Ginevra para escaparle a la monotonía de dibujar siempre a Marley, ya sea cantando, hablando, fumando faso o jugando al futbol, y volar hacia otras locaciones, probar otros enfoques y hasta otra aproximación al color. Por supuesto, de acá salen momentos de gran atractivo visual. El resto del libro no desentona demasiado. Se notan algunos tramos en los que Dante pisa un poco el acelerador y saca algunas páginas con fritas, pero el tratamiento gráfico que propone el autor permite que eso no resulte feo ni chocante. A Ginevra le sobra oficio para pilotear más que decorosamente las secuencias que menos le interesan, o las que a veces dibuja en tiempos muy acotados, que asustarían a los más valientes. Todo eso, y la posibilidad de ser él su propio colorista, hace que este tomo ofrezca un nivel gráfico muy parejo y muy alto.
Seguramente los muy fanáticos de Marley criticarán el hecho de que la biografía que traza Agrimbau no es del todo exhaustiva. Hay algunos saltos, hay personajes que casi no tienen peso (la esposa y los hijos de Bob, por ejemplo) y probablemente hayan quedado afuera algunas anécdotas jugosas, que yo por supuesto desconozco, porque me gusta el reggae pero no como para saberme vida y obra de sus padres fundadores. Para los que –como yo- tocábamos de oído en cuanto a data sobre Marley, esta aproximación a su vida es un excelente punto de partida. Por ahí en las historietas dedicadas a Michael Jackson y John Lennon había más conflictos internos, más drama. Acá, sólo cuando el cáncer pone en jaque al ídolo los problemas se ven como más personales y menos sociales. Pero como a mí me interesa más la historia socio-política del Siglo XX que la vida personal de un músico, no me quejo para nada.
Si te prendiste fuego con El Asco, o con El Muertero Zabaletta, o por algún motivo extraño le juraste lealtad eterna a Agrimbau y Ginevra, ponele una ficha a la biografía de Bob Marley. No está al nivel de las joyas ya mencionadas, pero no defrauda en lo más mínimo.
Acá, la palabra “producto” es central. Está clarísimo, y nadie intenta ocultar en ningún momento, que hacer una biografía de Bob Marley a modo de historieta es una movida 100% comercial, astutamente pensada para tener algo que venderle al fan de Marley que ya tiene todos los discos, el poster y la remera. La decisión de que esto sea un álbum barato y no un libro lujoso también responde a un cálculo: seguramente la mayoría de los fans de Marley tienen menos poder adquisitivo que el fan promedio de John Lennon.
Dentro de los estrechos confines de esta lógica mercantil dura, hay una sóla variable que puede inclinar la balanza: la calidad de la historieta. Por grosso que sea Marley, si la historieta es chota, los editores saben que dejan afuera a una masa (por ahí no muy grande) de potenciales consumidores, que somos los fans del comic. En cambio, con el mínimo esfuerzo de poner buenos autores a crear un buen producto, nos tienen ahí, poniendo nuestros pesitos junto con las legiones que idolatran al capo del reggae. En ese sentido, esta vez la apuesta fue a lo seguro, a una dupla que se conoce de memoria y que ya tenía varias obras potentes en su haber: Diego Agrimbau y Dante Ginevra.
El guión de Agrimbau es básicamente lineal, narra la vida del músico de principio a fin, sin voleteretas raras. Pero hay más: por un lado, mucha data sobre el contexto socio-político en el que Marley escribe sus canciones. Lo que sucede en Jamaica, lo que sucede en Africa, todo nutre al compositor y todo lo transforma de a poco en un militante por la causa de la paz mundial y la fe rastafari. ¿Qué carajo es la fe rastafari? Yo no lo sabía y me enteré leyendo esta historieta. Por otro lado, intercalados entre distintas secuencias, aparecen fragmentos de las letras más testimoniales de Marley, ilustradas –coherentemente- no con Bob y sus Wailers cantando, sino con aquello a lo que las letras hacen referencia: los padeceres de los hijos de Africa, ya sea a manos de los esclavistas del pasado o de los más recientes, los que los condenan a vivir como ciudadanos de segunda en las grandes urbes o a ir a morir a guerras ridículas.
Esas secuencias “descolgadas” le sirven a Ginevra para escaparle a la monotonía de dibujar siempre a Marley, ya sea cantando, hablando, fumando faso o jugando al futbol, y volar hacia otras locaciones, probar otros enfoques y hasta otra aproximación al color. Por supuesto, de acá salen momentos de gran atractivo visual. El resto del libro no desentona demasiado. Se notan algunos tramos en los que Dante pisa un poco el acelerador y saca algunas páginas con fritas, pero el tratamiento gráfico que propone el autor permite que eso no resulte feo ni chocante. A Ginevra le sobra oficio para pilotear más que decorosamente las secuencias que menos le interesan, o las que a veces dibuja en tiempos muy acotados, que asustarían a los más valientes. Todo eso, y la posibilidad de ser él su propio colorista, hace que este tomo ofrezca un nivel gráfico muy parejo y muy alto.
Seguramente los muy fanáticos de Marley criticarán el hecho de que la biografía que traza Agrimbau no es del todo exhaustiva. Hay algunos saltos, hay personajes que casi no tienen peso (la esposa y los hijos de Bob, por ejemplo) y probablemente hayan quedado afuera algunas anécdotas jugosas, que yo por supuesto desconozco, porque me gusta el reggae pero no como para saberme vida y obra de sus padres fundadores. Para los que –como yo- tocábamos de oído en cuanto a data sobre Marley, esta aproximación a su vida es un excelente punto de partida. Por ahí en las historietas dedicadas a Michael Jackson y John Lennon había más conflictos internos, más drama. Acá, sólo cuando el cáncer pone en jaque al ídolo los problemas se ven como más personales y menos sociales. Pero como a mí me interesa más la historia socio-política del Siglo XX que la vida personal de un músico, no me quejo para nada.
Si te prendiste fuego con El Asco, o con El Muertero Zabaletta, o por algún motivo extraño le juraste lealtad eterna a Agrimbau y Ginevra, ponele una ficha a la biografía de Bob Marley. No está al nivel de las joyas ya mencionadas, pero no defrauda en lo más mínimo.
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miércoles, 12 de septiembre de 2012
12/ 09: EL PREVIEWS DE NOVIEMBRE
Otro mes zarpadísimo en materia de libros que –por lo menos en los papeles- van a salir pronto. Veamos cómo me sumergieron en la más oprobiosa indigencia...
Marvel me asestó un irresistible Vol.2 de Daredevil, escrito por Mark Waid y con un montón de dibujantes distintos. Son 136 páginas a u$ 15.99, bastante razonable.
También sale el Vol.1 de Fury MAX, de Garth Ennis y el gran croata Goran Parlov. El precio también es casi coherente, u$ 16.99 por 144 páginas.
Con el último arco de los Muppets a cargo de Roger Langridge se fueron al carajo: u$ 14.99 por 96 páginas. Ni mamado. Me encanta Langridge, pero no me da para ser cómplice de ese delito.
Sale también el TPB con los números de Captain America a cargo de Ed Brubaker y Alan Davis (equipazo, mal), también a un precio muy zarpado: u$ 16.99 por 112 páginas. No way.
Y el Vol.4 de Jouney Into Mystery aparecía en el Previews a u$ 16.99 (que por 104 páginas era un choreo abyecto), pero me fijé en Amazon y ahí está a u$ 14.99, que sigue sin ser barato, pero se puede comprar, para ver cómo sigue esta gran serie de Kieron Gillen.
DC la levantó en pala con los TPBs de Deadman de Neal Adams y ahora ofrece un Vol.3 con el material posterior, obviamente a cargo de autores más chotos. Casi me cebo (son 176 páginas a garpables u$ 16.99), pero me fijé bien y buena parte de esa merca la tengo en distintos tomos de Showcase, en hermoso blanco y negro.
Y hablando de Showcase, me anoté con el de Weird War Tales, que trae 576 páginas de material bizarrísimo, a cargo de bestias como Joe Kubert, Russ Heath, Alex Toth y Alex Niño, a míseros u$ 19.99.
Vertigo me edita los finales de dos series fastuosas: el Vol.7 de Northlanders (por Brian Wood y varios dibujantes) trae nada menos que 200 páginas y vale sólo u$ 16.99. Adentro! Y el tomo final de iZombie trae la guarangada de 224 páginas (casi el doble que los cuatro primeros tomos) a sólo u$ 19.99. Imperdible.
Cubierta la cuota de Brian Wood con Northlanders, dejo pasar The Complete Couriers, un recopilatorio de Image con material del ídolo que desconozco, con dibujantes que parecen muy de la B.
Dark Horse saca Reset, lo nuevo de Peter Bagge. Son apenas 96 páginas a u$ 15.99, porque sale en hardcover. Pero ya me cagaron con Other Lives, la que hizo Bagge en Vertigo, que nunca salió en softco. Me la pido igual.
IDW recopila Hawken, del maestro Tim Truman y su hijo Benjamin, que es guionista. Pinta muy interesante y no es cara: 180 páginas a u$ 19.99. Puede andar. Y cuando ya había perdido las esperanzas, sale el softco de Hunter, la primera novela de Parker adaptada por Darwyn Cooke! 160 majestuosas páginas a u$ 17.99, no se duda un segundo.
Fantagraphics hace la clásica pasada de rosca: publica en un lujoso hardcover The Heart of Thomas, una obra fundamental del shojo, creada por la imprescindible Moto Hagio, pero te cobran u$ 35 un libro de 480 páginas, que en edición nac & pop bien podría valer u$ 22. Paso.
Y hablando de manga, me termino con de fundir Houghton-Mifflin-Harcourt que finalmente edita en softco Mangaman, el hitazo de Barry Lyga y la gran Coleen Doran, ahora sí a muy accesibles u$ 9.99, casi un regalo para un broli de 144 páginas. Esta vez no me lo pierdo.
Gracias a todos los dioses de todas las religiones, este mes no vi ninguna edición de comic europeo que me volara las chapas. Igual con esto tengo garantizados otros 30 días de arroz y fideos.
Marvel me asestó un irresistible Vol.2 de Daredevil, escrito por Mark Waid y con un montón de dibujantes distintos. Son 136 páginas a u$ 15.99, bastante razonable.
También sale el Vol.1 de Fury MAX, de Garth Ennis y el gran croata Goran Parlov. El precio también es casi coherente, u$ 16.99 por 144 páginas.
Con el último arco de los Muppets a cargo de Roger Langridge se fueron al carajo: u$ 14.99 por 96 páginas. Ni mamado. Me encanta Langridge, pero no me da para ser cómplice de ese delito.
Sale también el TPB con los números de Captain America a cargo de Ed Brubaker y Alan Davis (equipazo, mal), también a un precio muy zarpado: u$ 16.99 por 112 páginas. No way.
Y el Vol.4 de Jouney Into Mystery aparecía en el Previews a u$ 16.99 (que por 104 páginas era un choreo abyecto), pero me fijé en Amazon y ahí está a u$ 14.99, que sigue sin ser barato, pero se puede comprar, para ver cómo sigue esta gran serie de Kieron Gillen.
DC la levantó en pala con los TPBs de Deadman de Neal Adams y ahora ofrece un Vol.3 con el material posterior, obviamente a cargo de autores más chotos. Casi me cebo (son 176 páginas a garpables u$ 16.99), pero me fijé bien y buena parte de esa merca la tengo en distintos tomos de Showcase, en hermoso blanco y negro.
Y hablando de Showcase, me anoté con el de Weird War Tales, que trae 576 páginas de material bizarrísimo, a cargo de bestias como Joe Kubert, Russ Heath, Alex Toth y Alex Niño, a míseros u$ 19.99.
Vertigo me edita los finales de dos series fastuosas: el Vol.7 de Northlanders (por Brian Wood y varios dibujantes) trae nada menos que 200 páginas y vale sólo u$ 16.99. Adentro! Y el tomo final de iZombie trae la guarangada de 224 páginas (casi el doble que los cuatro primeros tomos) a sólo u$ 19.99. Imperdible.
Cubierta la cuota de Brian Wood con Northlanders, dejo pasar The Complete Couriers, un recopilatorio de Image con material del ídolo que desconozco, con dibujantes que parecen muy de la B.
Dark Horse saca Reset, lo nuevo de Peter Bagge. Son apenas 96 páginas a u$ 15.99, porque sale en hardcover. Pero ya me cagaron con Other Lives, la que hizo Bagge en Vertigo, que nunca salió en softco. Me la pido igual.
IDW recopila Hawken, del maestro Tim Truman y su hijo Benjamin, que es guionista. Pinta muy interesante y no es cara: 180 páginas a u$ 19.99. Puede andar. Y cuando ya había perdido las esperanzas, sale el softco de Hunter, la primera novela de Parker adaptada por Darwyn Cooke! 160 majestuosas páginas a u$ 17.99, no se duda un segundo.
Fantagraphics hace la clásica pasada de rosca: publica en un lujoso hardcover The Heart of Thomas, una obra fundamental del shojo, creada por la imprescindible Moto Hagio, pero te cobran u$ 35 un libro de 480 páginas, que en edición nac & pop bien podría valer u$ 22. Paso.
Y hablando de manga, me termino con de fundir Houghton-Mifflin-Harcourt que finalmente edita en softco Mangaman, el hitazo de Barry Lyga y la gran Coleen Doran, ahora sí a muy accesibles u$ 9.99, casi un regalo para un broli de 144 páginas. Esta vez no me lo pierdo.
Gracias a todos los dioses de todas las religiones, este mes no vi ninguna edición de comic europeo que me volara las chapas. Igual con esto tengo garantizados otros 30 días de arroz y fideos.
martes, 11 de septiembre de 2012
11/ 09: FANTASTIC FOUR Vol.3
Uh, cómo me cagaron... No sólo acá no pasa absolutamente nada de lo que parecía que iba a pasar cuando uno leía el tomo anterior. Eso no sería grave, a lo sumo sería una señal de que es tanto y tan grosso lo que tiene para contar Jonathan Hickman, que necesita más de cuatro episodios para armar el set-up. Ponele. Lo que ya se pasa de castaño oscuro es que TODO el tomo, los cuatro numeritos que se recopilan, están dibujados por Neil Edwards, el verdulero irredento que reemplazó a Dale Eaglesham en algunos episodios del Vol.1. A ver... Edwards no es 100% excecrable, pero lo que dibuja mal (las caras de los seres humanos) lo dibuja muy, muy mal. Asquerosamente mal. Si todo el tomo fueran The Thing, el Impossible Man, Artie, Leech y los Moloids, por ahí no me quejaría. Ahora, cuando tienen muchísimo protagonismo Reed, Johnny, Nathaniel Richards, Valeria y Franklin, y tienen tanto peso las emociones y –por ende- las expresiones faciales, no se explica cómo ponen al frente de la faz gráfica a un tipo que no tiene la menor idea de cómo se dibuja una cara. Posta, me cuesta creer que no hubiera un dibujante más... digno en el banco de suplentes, listo para reemplazar a Eaglesham cuando este se atrasara o se bajara de la revista.
De todo lo que vimos en el tomo anterior, apenas una escenita del primer episodio parece intentar retomar alguna punta. Todo lo demás, va para otro lado. Así como en el Vol.2 Hickman amagaba con la guerra entre las cuatro ciudades, ahora amaga con el colapso de las realidades alternativas. Nathaniel Richards (el padre de Reed y protagonista de la magnífica SHIELD) es el primer personaje en experimentar el fin de las múltiples realidades y eso desemboca en un arquito de dos episodios con un muy joven Reed y sus amigos de la escuela, Ben Grimm y Victor Von Doom. No sé si eso tendrá mucha relevancia a futuro, o si fue un mero engaña-pichanga de Hickman para que no parezca que está escribiendo un comic de superhéroes sin peleas. O para que se luciera Alan Davis con esa portada majestuosa (reutilizada para el TPB) que es definitivamente un engaña-pichanga, porque nada sucede como nos lo muestra el imbatible co-creador de Miracleman.
Los otros episodios transcurren prácticamente sin que vuele una trompada. En el primero lo importante son los diálogos de Reed, en el segundo hay una aventurita muy menor protagonizada por Johnny y el último es todo un ominoso anticipo de lo que puede llegar a pasar, protagonizado por las versiones adultas de Franklin y Val (y con Sue en el medio, poniendo cara de “no cazo un fulbo”). Queda clarísimo que a Hickman le sobran las ideas para detonar sagas de enorme alcance, movidas ambiciosas de verdad. Esta etapa de Fantastic Four tiene un elenco vasto y complejo, es riquísima en conceptos muy jugados y en pistas de que van a pasar cosas muy impactantes. El tema es cómo y cuándo van a pasar, porque hasta ahora van como ocho episodios de prólogos, precuelas y prolegómenos. El año que viene, cuando me siente a leer el Vol. 4, si me encuentro con más amagues, premoniciones y teasers, mando la serie a la mierda, de una.
Por ahora, y a pesar de la paupérrima labor de Neil Edwards, banco a Hickman y a los FF. “Algo está por pasar, algo está por venir”, cantaba Beto Quantró. Que venga rápido, antes de que a Hickman lo haga mierda un tren o un bondi.
De todo lo que vimos en el tomo anterior, apenas una escenita del primer episodio parece intentar retomar alguna punta. Todo lo demás, va para otro lado. Así como en el Vol.2 Hickman amagaba con la guerra entre las cuatro ciudades, ahora amaga con el colapso de las realidades alternativas. Nathaniel Richards (el padre de Reed y protagonista de la magnífica SHIELD) es el primer personaje en experimentar el fin de las múltiples realidades y eso desemboca en un arquito de dos episodios con un muy joven Reed y sus amigos de la escuela, Ben Grimm y Victor Von Doom. No sé si eso tendrá mucha relevancia a futuro, o si fue un mero engaña-pichanga de Hickman para que no parezca que está escribiendo un comic de superhéroes sin peleas. O para que se luciera Alan Davis con esa portada majestuosa (reutilizada para el TPB) que es definitivamente un engaña-pichanga, porque nada sucede como nos lo muestra el imbatible co-creador de Miracleman.
Los otros episodios transcurren prácticamente sin que vuele una trompada. En el primero lo importante son los diálogos de Reed, en el segundo hay una aventurita muy menor protagonizada por Johnny y el último es todo un ominoso anticipo de lo que puede llegar a pasar, protagonizado por las versiones adultas de Franklin y Val (y con Sue en el medio, poniendo cara de “no cazo un fulbo”). Queda clarísimo que a Hickman le sobran las ideas para detonar sagas de enorme alcance, movidas ambiciosas de verdad. Esta etapa de Fantastic Four tiene un elenco vasto y complejo, es riquísima en conceptos muy jugados y en pistas de que van a pasar cosas muy impactantes. El tema es cómo y cuándo van a pasar, porque hasta ahora van como ocho episodios de prólogos, precuelas y prolegómenos. El año que viene, cuando me siente a leer el Vol. 4, si me encuentro con más amagues, premoniciones y teasers, mando la serie a la mierda, de una.
Por ahora, y a pesar de la paupérrima labor de Neil Edwards, banco a Hickman y a los FF. “Algo está por pasar, algo está por venir”, cantaba Beto Quantró. Que venga rápido, antes de que a Hickman lo haga mierda un tren o un bondi.
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lunes, 10 de septiembre de 2012
10/ 09: SAICHANN
Como dice en el prólogo un vendehumo impresentable, este libro es una invitación a redescubrir a Alberto Saichann, un prócer oculto de la historieta argentina que en muy poquitos años dejó una cantidad de páginas realmente impresionante, tanto en volumen como en calidad y en intensidad. El libro reúne tres obras de Saichann muy distintas entre sí, a tal punto que casi ameritaría dedicarle una reseña a cada una. Vamos de atrás para adelante.
Bronx es una colección de historias cortas autoconclusivas, sin personajes fijos. El protagonista es la ciudad de Nueva York y el clima es sórdido, jodido, bien lumpen. El propio Saichann escribe estas historias (publicadas en la Fierro clásica), algunas medio predecibles y otras realmente impresionantes, con giros brillantes e inesperados en los finales y hallazgos notables en la caracterización de estos moradores del infierno urbano. El promedio de los guiones es muy bueno y con un agregado muy loco: los diálogos están escritos 100% en argento (con frases típicas de fines de los ´80, tipo “estás del tomate”) y quedan extrañamente bien en boca de estos personajes, que son claramente yankis.
El dibujo de Saichann acá todavía no es tan original: si bien pela que da miedo se le nota un poquito la influencia de Leopoldo Durañona y Gustavo Trigo. Hay personajes delineados con trazos más finitos y muchas tramas mecánicas, que no veremos en las otras obras. Y además, personajes más bizarros y grotescos y un despliegue impresionante de texturas y detalles que sí veremos en el resto del libro.
Vamos a Bacteria, una serie con guión de Eduardo Mazzitelli que salió en la Skorpio y que bien podría convertirse en una película, si no fuera porque está repleta de bloques de texto narrados en primera persona por Mark Hertz, el protagonista. Acá Saichann enloquece por completo. En un estilo absolutamente original e inimitable, crea una mega-ciudad del futuro a la que le pone todo. Entre esos fondos hiper-saturados de detalles increíbles, entre millones de texturas y crosshatchings imposibles, se mueven con inusual plasticidad una fauna vastísima de personajes, algunos humanos, otros escapados de una especie de taberna de Mos Eisley y otros salidos de un dibujo animado de los Looney Tunes, pero muy pasado de drogas. Bacteria es una saga trepidante, violenta, hipnótica y ninguna otra obra de Mazzitelli y Saichann para Skorpio se le acerca en cuanto a calidad. Esas 86 páginas valen lo que pagues por todo el libro, sobre todo si te gusta la ciencia-ficción con mucha bajada de línea socio-política, combinada con machaca, conspiraciones y unos dibujos del mega-carajo.
Y cerramos con La Flor, una saga de apenas cuatro episodios, escrita por Ricardo Ferrari, que en su momento se publicó en Nippur Magnum. Esta es una obra tremenda, en la que Ferrari se mete con los tapones de punta en la temática de la guerra de Vietnam. Hay un poquito de sexo, un poquito de violencia, varios diálogos muy ingeniosos, pero todo en el marco de un drama humano de estremecedora potencia. Acá Saichann vuelve a cambiar de estilo, sintetiza mucho la línea y se juega más a los claroscuros bien marcados, a veces cerca de Hugo Pratt, a veces cerca de José Muñoz y a veces cerca de Lito Fernández. De todos modos, no descuida los fondos y sigue sorprendiendo con las texturas, los detalles mega-minuciosos y los personajes exagerados, grotescos y sumamente expresivos. ¿Cómo carajo se publicó esto en una revista de Columba? Jamás lo entenderé.
Y tampoco entenderé por qué Saichann dejó de hacer historietas, ni por qué no es muchísimo más conocido y aclamado por los fans. La verdad es que en estas tres obras (hoy convertidas en un librazo de más de 200 páginas), se nota a años luz que al ídolo le sobra talento, pasión, onda, ganas de proponer cosas distintas e incluso ideas grossas, porque en las historias escritas por él hay grandes momentos (el ciruja empomado por un burro, obviamente, se lleva la medalla de oro). Si tu excusa para no tener a Saichann en tu panteón de Los Grossos era “no lo conocía”, la excusa no corre más. Acá tenés tres de sus papongas más finas, encima dos de ellas con guionistas de lujo. A entrarle con tutti.
Bronx es una colección de historias cortas autoconclusivas, sin personajes fijos. El protagonista es la ciudad de Nueva York y el clima es sórdido, jodido, bien lumpen. El propio Saichann escribe estas historias (publicadas en la Fierro clásica), algunas medio predecibles y otras realmente impresionantes, con giros brillantes e inesperados en los finales y hallazgos notables en la caracterización de estos moradores del infierno urbano. El promedio de los guiones es muy bueno y con un agregado muy loco: los diálogos están escritos 100% en argento (con frases típicas de fines de los ´80, tipo “estás del tomate”) y quedan extrañamente bien en boca de estos personajes, que son claramente yankis.
El dibujo de Saichann acá todavía no es tan original: si bien pela que da miedo se le nota un poquito la influencia de Leopoldo Durañona y Gustavo Trigo. Hay personajes delineados con trazos más finitos y muchas tramas mecánicas, que no veremos en las otras obras. Y además, personajes más bizarros y grotescos y un despliegue impresionante de texturas y detalles que sí veremos en el resto del libro.
Vamos a Bacteria, una serie con guión de Eduardo Mazzitelli que salió en la Skorpio y que bien podría convertirse en una película, si no fuera porque está repleta de bloques de texto narrados en primera persona por Mark Hertz, el protagonista. Acá Saichann enloquece por completo. En un estilo absolutamente original e inimitable, crea una mega-ciudad del futuro a la que le pone todo. Entre esos fondos hiper-saturados de detalles increíbles, entre millones de texturas y crosshatchings imposibles, se mueven con inusual plasticidad una fauna vastísima de personajes, algunos humanos, otros escapados de una especie de taberna de Mos Eisley y otros salidos de un dibujo animado de los Looney Tunes, pero muy pasado de drogas. Bacteria es una saga trepidante, violenta, hipnótica y ninguna otra obra de Mazzitelli y Saichann para Skorpio se le acerca en cuanto a calidad. Esas 86 páginas valen lo que pagues por todo el libro, sobre todo si te gusta la ciencia-ficción con mucha bajada de línea socio-política, combinada con machaca, conspiraciones y unos dibujos del mega-carajo.
Y cerramos con La Flor, una saga de apenas cuatro episodios, escrita por Ricardo Ferrari, que en su momento se publicó en Nippur Magnum. Esta es una obra tremenda, en la que Ferrari se mete con los tapones de punta en la temática de la guerra de Vietnam. Hay un poquito de sexo, un poquito de violencia, varios diálogos muy ingeniosos, pero todo en el marco de un drama humano de estremecedora potencia. Acá Saichann vuelve a cambiar de estilo, sintetiza mucho la línea y se juega más a los claroscuros bien marcados, a veces cerca de Hugo Pratt, a veces cerca de José Muñoz y a veces cerca de Lito Fernández. De todos modos, no descuida los fondos y sigue sorprendiendo con las texturas, los detalles mega-minuciosos y los personajes exagerados, grotescos y sumamente expresivos. ¿Cómo carajo se publicó esto en una revista de Columba? Jamás lo entenderé.
Y tampoco entenderé por qué Saichann dejó de hacer historietas, ni por qué no es muchísimo más conocido y aclamado por los fans. La verdad es que en estas tres obras (hoy convertidas en un librazo de más de 200 páginas), se nota a años luz que al ídolo le sobra talento, pasión, onda, ganas de proponer cosas distintas e incluso ideas grossas, porque en las historias escritas por él hay grandes momentos (el ciruja empomado por un burro, obviamente, se lleva la medalla de oro). Si tu excusa para no tener a Saichann en tu panteón de Los Grossos era “no lo conocía”, la excusa no corre más. Acá tenés tres de sus papongas más finas, encima dos de ellas con guionistas de lujo. A entrarle con tutti.
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domingo, 9 de septiembre de 2012
09/ 09: RAUL ESTADLER
En realidad el título completo es “El maravilloso pequeño gran mundo de Raúl Estádler”, pero bue...
Este libro encierra una paradoja jodida como enema de chimichurri: es un canto de odio al comic hecho por alguien que ama al comic. Es una descarga de vilipendios e injurias contra los fans, los editores, los críticos y los guionistas, gestada por un tipo muy querido en el ambiente, al que no le faltan fans, al que la crítica aplaude, los editores respetan y los guionistas intentan seducir para sumarlo a sus proyectos. Evidentemente, el mayor desafío que encaró Nicolás Brondo a la hora de crear estas historietas no fue el del guión, ni el del dibujo, sino el de escindirse por completo del personaje (bueno, casi, porque Raúl también es dibujante de comics) para lograr que este proyecte una mala onda que Brondo jamás emitió ni generó. Lo más loco es que el prólogo lo escribe Diego Parés, quien sí se especializa en hacerse el “enfant terrible”, el tipo lapidario a la hora de descalificar a algunos colegas, el tipo de las opiniones polémicas, detonadoras de airados debates en las redes sociales, el ermitaño que le escapa a los eventos como si todos los organizara Muñones y que sólo se siente cómodo cuando publica en editoriales que son tan punk como él. ¿Será que Brondo pensó a Estádler como una caricatura grotesca de Parés? Da para pensarlo, pero lo cierto es que Diego es bastante más inteligente (sabio, me atrevo a decir) que el protagonista de estas historietas.
Historietas que -digámoslo de una vez- son chistes largos, secuencias breves que van directo a un remate rápidamente predecible. El personaje del dibujante que odia a los comics es indudablemente atractivo, pero por ahí adolesce de una cierta unidimensionalidad, se hace muy obvio muy rápido. Por suerte, Brondo le encuentra la vuelta para ir variando el enfoque, y cuando la estructura es repetitiva, lo zarpado de la actitud de Estádler (una especie de Milk & Cheese menos destructivo) la rema para que te resulte divertido.
La mejor historieta, la que más me gustó, es esa página muda en la que Raúl arma un faso. Eso es una joyita, políticamente incorrecta y con un tono propio, original. También me gustó mucho una de las que escribe Diego Cortés, esa en la que Raúl gana el Eisner y Grant Morrison (con anteojitos de Spider Jerusalem) le entrega el premio durante la ceremonia. Después hay unas cuantas páginas muy experimentales, en las que Brondo se dedica a probar técnicas para dibujar a mano alzada, sin bocetos ni lápices, y un montón de páginas en las que Brondo le deja el protagonismo (y el personaje) a otros dibujantes, entre ellos el propio Parés, Gustavo Sala, Sergio Más (que se manda una historieta de cuatro páginas), Dante Ginevra, Max Aguirre y Salvador Sanz, entre otros.
Y la última historieta, en la que reaparece Brondo, es una parodia a este mismísimo blog, en la que no aparece Raúl, sino una caricatura mía que denosta con virulencia (y con muchas frases que efectivamente aparecieron en reseñas aquí publicadas) las historietas del librito. O sea que si seguís este blog con cierta asiduidad, en esas dos páginas te vas a encontrar con muchas referencias que vas a reconocer rápidamente y que te van a arrancar más de una sonrisa.
Son 56 páginas, nomás, o sea que no hay mucho más para analizar. Simplemente subrayar lo bien que dibuja Brondo cuando se pone las pilas (esa viñeta en la que Estádler estrangula al gato es... perfecta) y lo bien que le queda experimentar, buscar variantes en su estilo y soltar su trazo para cagarse de risa un rato y descomprimir la bronca al tablero que cualquier dibujante -punk o no- puede llegar a experimentar cuando se siente prisionero de una historieta que no lo ceba, con la que no se identifica.
De última, Raúl Estádler actúa como actúa porque es un pobre infeliz, que se ve obligado a laburar en algo que no disfruta en lo más mínimo. Por suerte, Brondo sí se divierte, sí pone el alma, sí se deja llevar por la magia de la historieta. Incluso cuando sus creaciones lo putean, el cordobés honra al Noveno Arte con su talento y todo lo demás no importa nada.
Este libro encierra una paradoja jodida como enema de chimichurri: es un canto de odio al comic hecho por alguien que ama al comic. Es una descarga de vilipendios e injurias contra los fans, los editores, los críticos y los guionistas, gestada por un tipo muy querido en el ambiente, al que no le faltan fans, al que la crítica aplaude, los editores respetan y los guionistas intentan seducir para sumarlo a sus proyectos. Evidentemente, el mayor desafío que encaró Nicolás Brondo a la hora de crear estas historietas no fue el del guión, ni el del dibujo, sino el de escindirse por completo del personaje (bueno, casi, porque Raúl también es dibujante de comics) para lograr que este proyecte una mala onda que Brondo jamás emitió ni generó. Lo más loco es que el prólogo lo escribe Diego Parés, quien sí se especializa en hacerse el “enfant terrible”, el tipo lapidario a la hora de descalificar a algunos colegas, el tipo de las opiniones polémicas, detonadoras de airados debates en las redes sociales, el ermitaño que le escapa a los eventos como si todos los organizara Muñones y que sólo se siente cómodo cuando publica en editoriales que son tan punk como él. ¿Será que Brondo pensó a Estádler como una caricatura grotesca de Parés? Da para pensarlo, pero lo cierto es que Diego es bastante más inteligente (sabio, me atrevo a decir) que el protagonista de estas historietas.
Historietas que -digámoslo de una vez- son chistes largos, secuencias breves que van directo a un remate rápidamente predecible. El personaje del dibujante que odia a los comics es indudablemente atractivo, pero por ahí adolesce de una cierta unidimensionalidad, se hace muy obvio muy rápido. Por suerte, Brondo le encuentra la vuelta para ir variando el enfoque, y cuando la estructura es repetitiva, lo zarpado de la actitud de Estádler (una especie de Milk & Cheese menos destructivo) la rema para que te resulte divertido.
La mejor historieta, la que más me gustó, es esa página muda en la que Raúl arma un faso. Eso es una joyita, políticamente incorrecta y con un tono propio, original. También me gustó mucho una de las que escribe Diego Cortés, esa en la que Raúl gana el Eisner y Grant Morrison (con anteojitos de Spider Jerusalem) le entrega el premio durante la ceremonia. Después hay unas cuantas páginas muy experimentales, en las que Brondo se dedica a probar técnicas para dibujar a mano alzada, sin bocetos ni lápices, y un montón de páginas en las que Brondo le deja el protagonismo (y el personaje) a otros dibujantes, entre ellos el propio Parés, Gustavo Sala, Sergio Más (que se manda una historieta de cuatro páginas), Dante Ginevra, Max Aguirre y Salvador Sanz, entre otros.
Y la última historieta, en la que reaparece Brondo, es una parodia a este mismísimo blog, en la que no aparece Raúl, sino una caricatura mía que denosta con virulencia (y con muchas frases que efectivamente aparecieron en reseñas aquí publicadas) las historietas del librito. O sea que si seguís este blog con cierta asiduidad, en esas dos páginas te vas a encontrar con muchas referencias que vas a reconocer rápidamente y que te van a arrancar más de una sonrisa.
Son 56 páginas, nomás, o sea que no hay mucho más para analizar. Simplemente subrayar lo bien que dibuja Brondo cuando se pone las pilas (esa viñeta en la que Estádler estrangula al gato es... perfecta) y lo bien que le queda experimentar, buscar variantes en su estilo y soltar su trazo para cagarse de risa un rato y descomprimir la bronca al tablero que cualquier dibujante -punk o no- puede llegar a experimentar cuando se siente prisionero de una historieta que no lo ceba, con la que no se identifica.
De última, Raúl Estádler actúa como actúa porque es un pobre infeliz, que se ve obligado a laburar en algo que no disfruta en lo más mínimo. Por suerte, Brondo sí se divierte, sí pone el alma, sí se deja llevar por la magia de la historieta. Incluso cuando sus creaciones lo putean, el cordobés honra al Noveno Arte con su talento y todo lo demás no importa nada.
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viernes, 7 de septiembre de 2012
07/ 09: LA HISTORIETERIA
Otra muy grata sorpresa. La verdad, nunca había leído más de cinco o seis páginas de historietas de Chanti, páginas autoconclusivas de Mayor y Menor, su serie más conocida. El resto, lo tenía visto, pero no leído. Por supuesto, era fan de Chanti por los dibujos. El mendocino tiene un trazo perfecto, irresistible para cualquiera al que le guste la historieta humorística. Algunos personajes se parecen mucho a los de Maitena, y la influencia de la grossa entre las grossas se siente bastante en el grafismo de Chanti. Pero además, el creador de Mayor y Menor tiene un acabado más redondito, más prolijo, más tipo Dexter´s Laboratory o Powerpuff Girls, incluso más tipo las historietas de Los Simpsons, y por supuesto algo alucinante que no aparece en ningún comic de Maitena: los bichos! Desde animales comunes y corrientes hasta dinosaurios, monstruos, hombres lobo o criaturas de moco, Chanti pela una imaginación inagotable y la pone al servicio de una fauna increíble, que enriquece muchísimo a sus historietas.
La Historietería es, además, un ejercicio de estilo. En cada página, Chanti se obliga a sí mismo a contar una historia en no más de 9 viñetas, que combine dos de los “sabores” que ofrece el historietero. Las historietas que piden los clientes pueden ser bobas, de terror, cursis, asquerosas, vergonzosas, educativas o publicitarias. Y vale mezclar dos gustos (de hecho, una historieta mezcla los siete). De esas combinaciones salen páginas muy ingeniosas, en las que la historieta salta de un “género” a otro, a veces con una agudeza -rayana en la mala leche- bastante inusual en la historieta para chicos. Mis favoritas son las historietas bobas, todas protagonizadas por conejitos que hablan mal, como si fueran bebés o retrasados mentales (“¿qué pacha? ¿te dole la pancha?”), pero estas siempre derrapan hacia otro género y no al revés. Me encantaría leer una historieta larga de Chanti (no menos de seis u ocho páginas) toda en el estilo “bobo”.
Perfectamente mechadas en el contexto de la historietería, el libro ofrece una historieta más extensa: Superbueno, una ácida parodia a los superhéroes muy bien dibujada. Y además seis planchas autoconclusivas de chistes protagonizados por un dinosaurio carnívoro y una de tres páginas centrada en las predicciones de Nino, el dinosaurio adivino. En este segmento, el prehistórico, es donde el dibujo directamente se va de escala y alcanza un nivel absolutamente genial. Las expresiones faciales que le pone Chanti al dinosaurio carnívoro son lo más, y la forma en que logra dotar de plasticidad y dinamismo a esos cuerpos toscos es brillante.
No hace falta ser chico para flashear con La Historietería, te lo garantizo, porque por encima de la intención de apuntar este material al borregaje se ve el ingenio, la creatividad y el talento de un autor exquisito, un maestro al que los pibes (que son pibes, pero no boludos) descubrieron y consagraron antes que nosotros, los grandes.
Y aprovecho este cachito que me queda para contarte que mañana estoy en Mar del Plata, participando a full en el evento Historieta a Toda Costa, así que no habrá nada acá en el blog. El domingo sí, posteo desde la Ciudad Feliz, como ya lo hice desde tantas otras ciudades del país y el exterior.
La Historietería es, además, un ejercicio de estilo. En cada página, Chanti se obliga a sí mismo a contar una historia en no más de 9 viñetas, que combine dos de los “sabores” que ofrece el historietero. Las historietas que piden los clientes pueden ser bobas, de terror, cursis, asquerosas, vergonzosas, educativas o publicitarias. Y vale mezclar dos gustos (de hecho, una historieta mezcla los siete). De esas combinaciones salen páginas muy ingeniosas, en las que la historieta salta de un “género” a otro, a veces con una agudeza -rayana en la mala leche- bastante inusual en la historieta para chicos. Mis favoritas son las historietas bobas, todas protagonizadas por conejitos que hablan mal, como si fueran bebés o retrasados mentales (“¿qué pacha? ¿te dole la pancha?”), pero estas siempre derrapan hacia otro género y no al revés. Me encantaría leer una historieta larga de Chanti (no menos de seis u ocho páginas) toda en el estilo “bobo”.
Perfectamente mechadas en el contexto de la historietería, el libro ofrece una historieta más extensa: Superbueno, una ácida parodia a los superhéroes muy bien dibujada. Y además seis planchas autoconclusivas de chistes protagonizados por un dinosaurio carnívoro y una de tres páginas centrada en las predicciones de Nino, el dinosaurio adivino. En este segmento, el prehistórico, es donde el dibujo directamente se va de escala y alcanza un nivel absolutamente genial. Las expresiones faciales que le pone Chanti al dinosaurio carnívoro son lo más, y la forma en que logra dotar de plasticidad y dinamismo a esos cuerpos toscos es brillante.
No hace falta ser chico para flashear con La Historietería, te lo garantizo, porque por encima de la intención de apuntar este material al borregaje se ve el ingenio, la creatividad y el talento de un autor exquisito, un maestro al que los pibes (que son pibes, pero no boludos) descubrieron y consagraron antes que nosotros, los grandes.
Y aprovecho este cachito que me queda para contarte que mañana estoy en Mar del Plata, participando a full en el evento Historieta a Toda Costa, así que no habrá nada acá en el blog. El domingo sí, posteo desde la Ciudad Feliz, como ya lo hice desde tantas otras ciudades del país y el exterior.
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