Pronto vuelvo a leer obras
de los mangakas fetiches de este blog (Inio Asano, Shintaro Kago, Usamaru
Furuya, esos muchachos), pero antes, una disgresión, un paréntesis para reseñar
un tomo autoconclusivo a cargo de Masasumi Kakizaki, un autor cuyo nombre es
imposible de recordar, y que Ivrea publicó en nuestro país a fines de 2019.
Hideout arranca como un
manga de misterio, incluso con un argumento que parece tomado de una historia
corta de House of Mystery o House of Secrets, y recién en la segunda mitad,
cuando ya estás totalmente sumergido en la historia, la cosa se pone bien
espesa en materia de terror. Lo bueno que tiene el guion de Kakizaki es que
combina terror “de asustarse” con terror psicológico. Hay personajes
monstruosos, pero también hay personajes de apariencia normal que meten miedo
por lo garcas, inescrupulosos y soretes que son. De nuevo aparece el tema tan
explorado por Hideshi Hino del seno familiar como el ámbito en el que el terror
crece, se desarrolla y se apodera de la gente. Acá, un hecho fatídico se
convierte en un trauma para una pareja cuyo dolor, en vez de cicatrizar con el
tiempo, los va a pudrir, a corromper hasta convertirlos en algo más
pesadillesco que los horrores que se van a encontrar en esa cueva en la islita
perdida en la Loma del Orto.
Kakizaki acierta al no
contar la historia de manera lineal, de modo que cada vez que la situación del
presente alcanza un punto jodido de tensión, frena el relato para introducir un
flashback y revelar algo importante del pasado de Seiichi y Miki. Y está muy
bien, porque cada vez que suponés que estos personajes ya no se pueden hundir
más en la fosa de la depravación, sucede algo más tremendo, más sórdido, que
hace que los consideres todavía más hijos de puta. Después, la peripecia en sí,
los peligros que corren, las amenazas a las que se enfrentan, son un
complemento que está bien, porque agrega tensión, impacto, violencia y todas
esas cosas que un buen thriller no puede no tener. No me volvió loco esa parte,
me parece que –mirada fríamente- le resta un poco al verosímil de la historia.
Funciona, porque uno ya está nervioso por la acumulación de cosas turbias que
el autor encara desde que van apenas 24 páginas. Pero también hace un poco de
ruido, porque no se termina de precisar (los propios personajes lo subrayan)
cuánto tiempo pasan ahí adentro, sin comer, sin tomar agua, sin curarse las
heridas, sin cagar… Ahí es como que lo turbio se hace medio borroso, como que
Kakizaki, en busca de ese shock bien salvaje, tira más humo que solidez
argumental.
Y lo mejor, lejos, está en
el aspecto visual de la obra. Gracias a Hideout descubrí a un dibujante
realmente increíble, dotado como pocos para dibujar terror, truculencia, asco.
Salvando las distancias, Masasumi Kakizaki es una especie de Berni Wrightson
del Siglo XXI, un dibujante con un manejo formidable de los climas, sobre todo
de los oscuros, y además dueño de un trazo firme, potente, de un virtuosismo
arrollador. Como a todos los mangakas de estilo más o menos realista, se le
nota muchísimo el trabajo con fotos, pero Kakizaki además mete mucho de su
propia cosecha en esos rostros desfigurados, o no, pero que estallan de
expresividad, y en esos efectos gráficos que le agregan unas texturas
alucinantes a la línea, que ya de por sí es espectacular. Y esos raspados sobre
las masas negras, que le quedan tan bien, sobre todo en las escenas de lluvia…
Además en las secuencias ambientadas en el pasado, cambia totalmente de
registro, de iluminación y hasta de técnicas para incorporar los grises, como
para dejar bien en claro que lo suyo no es repetir hasta el infinito el truco
que le sale bien.
Obviamente quiero leer más
material de Masasumi Kakizaki, a ver cómo se desenvuelve en otro tipo de
historias. Acá lo vi muy, muy bien, compenetrado con la narrativa, con mucha
variedad de enfoques, mucho ritmo. Una excelente sorpresa que ojalá haya encontrado
buena respuesta por parte del público local. Mientras Ivrea siga apostando por
este tipo de material (tomos autoconclusivos con temáticas que se alejan de los
pibitos con superpoderes y las chicas que se enamoran), acá tienen un goma dispuesto
a comprarles prácticamente cualquier cosa. Hideout me dejó en claro que
criterio para elegir buen material no les falta. Esto no está al nivel de un
Bakuman, o de un Oyasumi Punpun, pero no está lejos de un buen manga de Junji
Ito. Al lado de la mayoría de los mangas que se publican en Occidente, es una
obra maestra del Noveno Arte.
Bueno, nada más por hoy.
Creo que nos reencontramos el mes que viene, con nuevas reseñas acá en el blog.