el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 28 de noviembre de 2022

EL MUNDO MUNDIAL

Justo cuando estoy re manija con el Mundial, me pongo a leer dos libros que en su título dicen "el mundo". Dos libros de autores argentinos publicados en 2022, como para cumplir con la consigna que puse la otra vez. Empiezo con La Cárcel del Fin del Mundo, de Santiago Sánchez Kutika y Kundo Krunch. Esos son relatos basados en la investigación que realizara en 1933 el periodista Juan José de Soiza Reilly en la cárcel de Ushuaia, en la gélida Tierra del Fuego. Luego de un breve episodio que narra la llegada de Soiza Reilly al penal, lo que tenemos son relatos breves, centrados por lo general en los diálogos entre el periodista y distintos reclusos que cumplían su condena en el lúgubre establecimiento. Casi todos los relatos se apoyan mucho en los textos de Soiza Reilly, hay poca intervención de Sánchez Kutika, más allá de elegir qué momentos de los crímenes que narran los presos va a privilegiar. Esto hace que, a su vez, haya pocas secuencias en las que el dibujo tiene la responsabilidad de narrar las historias. Cada tanto se cuela alguna viñeta o incluso alguna secuencia sin texto, pero mayoritariamente es el texto el que narra y el dibujo el que acompaña. Y son textos un poco fríos, un poco distantes, porque son -ni más ni menos- crónicas periodísticas escritas 90 años atrás. Aún así, por la propia fuerza de los testimonios de los presos, algunas historias resultan muy impactantes y muy atractivas. La de Francisco Fumara me gustó mucho, la de Miguel Ernst me dio escalofríos y la de Hans Woll no está nada mal. El resto, me interesó menos. Sánchez Kutika tenía un problema serio a resolver: el Petiso Orejudo y Simón Radowitzky ya habían protagonizado otras novelas gráficas de autores argentinos publicadas de manera bastante reciente y había que encontrar la forma de no dejarlos afuera sin competir con esas otras obras. Con el Petiso, lo que hace Sánchez Kutika es básicamente sacárselo de encima rápido: en apenas seis páginas, se centra en una anécdota muy menor que sucede durante la reclusión del asesino serial, y chau, a otra cosa. Y con Radowitzky se luce mucho más: encuentra la manera de contar una parte de la historia que no está enfatizada en el libro de Agustín Comotto, centrada en un personaje secundario fascinante como es el pirata Pascualín. Son nueve páginas que te dejan con ganas de mucho más, de un libro entero dedicado a la vida de este personajón de la vida real. El dibujo de Kundo Krunch es tremendo de punta a punta, con unos claroscuros idos a la mierda, una síntesis magistral, un rigor implacable en decorados, vehículos y vestuarios, y una expresividad pasmosa en rostros y cuerpos de los personajes. Krunch te hace sentir la oscuridad, la sordidez, el desamparo, la resignación, el frío criminal, todas las sensaciones que viven los protagonistas de las historias. Un trabajo colosal del marplatense, que está en un nivel formidable.
Y un día volvió Rodrigo Terranova, el autor bonaerense radicado hace muchos años en San Luis. Y volvió con todo, con una novela gráfica titulada El Reino de este Mundo, que se inscribe en la tradición existencialista/ semi-autobiográfica (Diego Balza no es Rodrigo, pero tiene demasiados puntos en común con él) y que nos cuenta, sin chistes ni elementos fantásticos, momentos clave en la vida de un protagonista y un gran elenco de personajes secundarios muy, pero muy bien trabajados. El Reino de este Mundo es un comic sobre la vida de la gente común: anhelos, frustraciones, inspiración, vínculos, amores, incomprensión, solidaridad, casualidades, apuestas que salen mal... hay rock, judo, gastronomía, mucha poesía y un retrato muy hábil de la vida en una ciudad tranquila como San Luis y en un barrio heavy del conurbano como Isidro Casanova. Las anécdotas y los sucesos en "tiempo real" están perfectamente hilvanadas, no hay secuencias estiradas ni demasiado comprimidas, y además Terranova logra, ya desde la primera página, que no estemos pendientes de si la información que nos brindan los personajes va a ser crucial o no para el desarrollo de los conflictos. Un poco porque el énfasis no está puesto en los conflictos, sino en lo otro: los vínculos, las anécdotas, los recuerdos, el devenir de la vida misma, que casi sin que te des cuenta te lleva de la infancia a la adultez. A la hora de darle una identidad gráfica a todo esto, Terranova va más al límite que en La Divina Oquedad y Dos Estaciones: ahora se compromete más en los detalles, en los fondos, en la ropa y los peinados de los personajes, y recarga los rostros con unas rayitas, manchitas y líneas muy personales que quedan muy bien. Todo esto con una puesta en página absolutamente tradicional, con grillas muy sencillas, muy aptas para el lector que habitualmente no consume historietas. Lo extraño del dibujo está compensado con lo clásico de la puesta en página, con la forma asombrosamente natural en la que se desarrolla la narración. Si no te jode que no haya luchas entre malos y buenos, ni violencia de ningún tipo, ni nada que vaya mucho más allá de gente hablando en ambientaciones urbanas actuales, en El Reino de este Mundo vas a encontrar una historia entrañable, profunda, inspiradora y con la que seguro en algún punto te vas a sentir identificad@. La recomiendo mucho y ya tengo el pálpito de que el año que viene lo vamos a ver a Rodrigo Terranova levantar unos cuantos premios. Ah, por si faltara algo, el libro (una edición preciosa de Maten al Mensajero) tiene prólogo de José MunDios. ´Nuff said. Gracias por el aguante y ni bien pueda, vuelvo a postear acá en el blog.

miércoles, 23 de noviembre de 2022

CLÁSICOS Y MODERNOS

Entre los partidos del Mundial y que se me vino encima el momento de corregir y diseñar los artículos para el nº6 de Comiqueando Digital, me quedé casi sin tiempo para leer historietas. Encima estas son semanas de muchos compromisos sociales, sumados a los contenidos que habitualmente me toca generar, corregir o supervisar para el sitio web y el canal de YouTube, y se me complica encontrar huequitos para leer. Pero bueno, acá tengo dos libros leídos, ambas publicaciones editadas en Argentina en 2022, que es lo que mayoritariamente voy a leer de acá a fin de año. Empiezo con la recopilación de los 12 primeros episodios de Rocky Keegan que se mandó la editorial Duma. Estas son historietas originalmente aparecidas entre 1979 y 1980 en la revista Nippur Magnum, escritas por Ray Collins y dibujadas por Gerardo Canelo. Algo de esto yo lo leí en su momento, pero no me acordaba nada. Lo primero que me llamó la atención es la brutal desproporción entre texto e imagen que hay en cada página. Collins mete diálogos y bloques de texto en cantidades demenciales, y el dibujo no solo no encuentra espacio para contar la historia, sino que se ve reducido a estampillitas, mini-recuadritos en los que Canelo aporta lo que puede, entre esos masacotes de letras que predominan de modo contundente. En la segunda mitad del tomo, a partir del séptimo episodio, empiezan a aparecer páginas con menos viñetas. Ahora los cuadros son más grandes, y aunque Collins trate de llenarlos de texto, queda espacio para que Canelo dibuje un poco más. Ahí todo se hace un poco más llevadero, aunque la urgencia por probar cosas nuevas hace que a veces el dibujante meta cuadros que complican el orden de lectura de las secuencias. También acierta con unas viñetas widescreen muy lindas y -cuando puede- con un despliegue de cuerpos en acción muy atractivo. El dibujo de Canelo, en general, es muy bueno. Tiene la elegancia de los clásicos (un García López, ponele), pero además se nota que le gustaba mucho el Horacio Altuna de los ´70 y que lo seducía esa síntesis y esa pincelada más gruesa, más suelta, que asociamos con Alex Toth. Al sacarle el espantoso color típico de las revistas de Columba, Canelo se revela como un capo del claroscuro, hábil poseedor de un dibujo muy equilibrado, muy accesible, incluso en las ínfimas superficies que tiene para llenar en esas páginas repletas de texto. Y el texto también es muy bueno. De hecho, es mejor el guion que el argumento, que hoy se siente un poco antiguo, un poco lastrado por clichés que hace 40 años se bancaban y hoy no. En el reemplazo del rotulado mecánico de Columba por el rotulado digital se colaron algunos errores de tipeo que hubiese estado bueno detectar y corregir antes de mandar el libro a imprenta. Pero bueno, cuando el texto es tanto (y cuando el rotulado original es tan horrendo), se puede perdonar algún moquito. Rocky Keegan es una telenovela protagonizada por un boxeador en la New York corrupta de fines de los ´70. Si comprás el modelo del héroe perfecto, del tipo sencillo, solidario, altruista, respetuoso, afectuoso, incapaz de albergar el menor sentimiento negativo, temido por los hombres por su fuerza, amado por las mujeres por su porte atlético y su forma de ser tan copada, Rocky se puede convertir en tu ídolo. Pero guarda: lo vamos a ver pelear relativamente poco, por lo menos al principio. Lo que rige los destinos de la serie (por ahora) es el culebrón clásico, con romances, celos y esas cosas, por suerte condimentado con las posibilidades que brinda el submundo de los boxeadores y el contexto de una ciudad hostil y llena de gente muy hija de puta. Si bien esta vez Rocky Keegan no me emocionó tanto como cuando lo leía a los 11-12 años, me parece que tiene bien ganada la chapa de clásico. De hecho, estoy como para comprarme un Vol.2 ni bien salga.
Allá por el 01/09/19 me tocó reseñar la versión de Tomás Wortley y Franco Viglino de El Principito, el clásico de Antoine De Saint-Exúpery. Ahora la dupla reincide con otra adaptación de una obra fundamental de la literatura del Siglo XX, nada menos que Peter Pan y Wendy, de James Matthew Barrie. En poco más de 90 páginas, la dupla recrea la seminal obra de teatro, luego transplantada a todos los soportes de ficción imaginables, sin dejar nada afuera. La novela gráfica tiene acción, introspección, algo de romance, algo de humor... todo lo que puede llegar a entusiasmar a lectores de 9 a 12-13 años. El carisma de los personajes de Barrie se traslada a la perfección a la historieta: Wortley cuida mucho ese aspecto y logra que todo el elenco, buenos, malos y secundarios, nos resulten queribles. Al igual que la obra original, la novela gráfica está regida por la lógica de la fantasía y no tiene mucho sentido discutir ciertos baches o caprichos argumentales que orientan la trama para donde al autor le conviene llevarla. Lo importante es divertirse, emocionarse, maravillarse con lo imposible y vibrar con las aventuras que -para nenes y nenas de 9 años- pueden ser un poquito extremas. Viglino demuestra una vez más su enorme talento como dibujante y su gran solvencia como narrador gráfico. Tanto las escenas intimistas como las grandilocuentes están planificadas y ejecutadas con gran eficacia, y si lo importante (como decíamos recién) es divertirse y emocionarse, esto sucede en buena medida por el gran desempeño de Franco en estas páginas. Pero además se pone un desafío extra: rediseñar todo el mundo de Peter Pan para que los personajes, sin traicionar la esencia de la obra original, se parezcan lo menos posible a la adaptación más popular, más reconocible, que es la película de Walt Disney de los años ´50. Para eso echa mano a su notable manejo de la estética pseudo-ponja, hoy tan aceptada entre los pibes y pibas de las edades a las que apunta el libro. Y no, no es un manga, ni pretende serlo. Pero de alguna manera, ciertos rasgos de los shonen más populares aparecen en el diseño y la forma de moverse de estos personajes que, claramente, están en las antípodas históricas y geográficas respecto de un manga actual. Lo que más lo despega de la estética pseudo-ponja es el color, que es realmente excelente y aporta muchísimo. Comparás esto con muchas de las adaptaciones de clásicos de la literatura o la mitología que otras editoriales le tratan de vender a este mismo segmento etáreo, y la verdad que la diferencia es monstruosa en favor de Wortley y Viglino. Acá se nota que los autores ponen el corazón, no salen a chorear ni a sacar el trabajo con fritas. Lo recomiendo mucho, sobre todo para pegarle una leída y regalárselo a hij@s, sobrin@s, ahijad@s o mascotas bípedas. Y tengo otro trabajo de la dupla en la pila de los pendientes, que espero leer pronto. Gracias por el aguante de siempre, gracias a tod@s l@s que se acercaron a saludar y sacarse fotos conmigo en los últimos eventos en los que estuve (Pergamino, Concordia, San Luis, etc.) y ni bien pueda, vuelvo a postear nuevas reseñas acá en el blog.

sábado, 19 de noviembre de 2022

OTRA VEZ DE A TRES

Bueno, tengo tres libritos leídos y es hora de reseñarlos. Empiezo en Alemania, año 1992, cuando el maestro Andreas Martens se despacha con Azteca, una obra poco conocida, pero que tuvo edición en España, prologada nada menos que por Eduardo Galeano. Andreas se propone la difícil tarea de contarnos en solo 46 páginas un complejo entramado de historias, todas ambientadas en el Imperio Azteca más o menos en el momento de la caída de Moctezuma. El álbum va saltando de un protagonista a otro, incluso en la misma página, lo cual hace que haya que prestar bastante atención para entender lo que está pasando. Además todos los personajes tienen contexturas y edades similares, y viven en la misma época en la misma civilización, con lo cual no es tan sencillo distinguir a unos de otros. La más fácil de distinguir es Malinalli, la única protagonista femenina, y quizás por eso la historia de esta chica haya sido la que más me enganchó. Andreas además ensaya puestas en página arriesgadísimas, mete un montón de secuencias mudas, algún que otro flashback, alguna secuencia onírica... o sea que entender todo lo que nos cuenta resulta todo un desafío. Pero no es un caos, ni un mamarracho: simplemente hay que prestar atención y no dejarse distraer por esos dibujos gloriosos, repletos de belleza y expresividad. Y de rigor histórico, porque se nota que el alemán estudió a fondo la cultura del Imperio Azteca. Lo único choto es el final: en la última viñeta, mediante dos bloques de texto, Andreas nos cuenta qué fue de la vida de cada uno de los cinco personajes principales, cómo terminó la historia de cada uno de ellos. Maestro, ¿no hubiera sido mejor elegir UN protagonista y dedicarle las 46 páginas, con principio, desarrollo y final narrado en historieta y no en dos líneas de texto? El desenlace que imagina el autor para Malinalli, e incluso para Chimalhuatl, es tan interesante que ameritaba narrarlo en forma de comic, aún si esto requería dejar afuera del álbum las historias de los otros personajes. Una pena que la ambición por crear una obra enorme, de protagonismo coral, haya nublado el juicio del autor. Así como está, Azteca es un gran álbum, sobre todo por la magia que tira Andreas en el dibujo. Pero podría haber sido mucho mejor, ya sea si se desarrollaba en más páginas o si se centraba en menos personajes. Esta es una obra rara, semi-oculta, del creador de Rork, Arq, Capricornio y Cromwell Stone, que vale la pena descubrir porque -más allá de alguna decisión criticable- acá Andreas dejó el alma en cada secuencia.
Me voy a EUU, año 1998, cuando se recopilan en libro nueve historias cortas de Daniel Clowes, casi todas publicadas originalmente en la revista Eightball. Este es un punto de quiebre en la carrera del ídolo: acá vemos cómo abandona todos esos elementos fantásticos, bizarros y davidlyncheanos que metía en sus primeras historias y se sumerge en el mundo del slice of life. Las historias de Caricature cuentas pedacitos de la vida, anécdotas de personajes retorcidos, que rara vez nos generan cariño o empatía. Son historias con MUCHÍSIMO texto: cada historia corta (de no más de 16 páginas) requiere el mismo tiempo de lectura que un trade paperback de cualquier serie actual de Marvel. El esfuerzo de Clowes está puesto en darles a los protagonistas de estas anécdotas una voz, una personalidad interesantes. Y le sale bien: la construcción de personajes es sin dudas el punto más alto de los relatos que recopila Caricature. El problema es cómo Clowes incorpora los conflictos y cómo los resuelve (las pocas veces que lo hace). Por momentos parece como si el ídolo acabara de descubrir a Adrian Tomine y se propusiera hacer algo parecido: historias comunes de gente chota, medio trastornada y bastante mediocre que terminan en cualquier lado, sin una estructura narrativa de introducción/ nudo/ desenlace. Lo cual no está necesariamente mal, si no fuera porque Tomine lo hizo antes y mejor. Donde nadie le moja la oreja a Clowes es en el dibujo. Acá el talento del creador de Wilson y Ghost World te avasalla, te lleva puesto como un tren bala japonés. Incluso cuando el dibujo se limita a ilustrar un cachito de lo que Clowes cuenta en los omnipresentes y abultados bloques de texto, ese trazo, esas texturas, esas expresiones, esa forma de meter las masas de negro te ponen la piel de gallina. La historieta mejor dibujada es MCMLXVI, la menos narrativa de todas (se podría considerar un manifiesto, una declaración de principios), y paradójicamente la que más me gustó. Son apenas seis páginas en las que Clowes trabaja el color de una manera novedosa, con una técnica que le permite sugerir volúmenes, y además no hace "la Gran Columba" de pintar todo el fondo rosa, o violeta, sino que le pone tonalidades a todos y cada uno de los elementos que se ven atrás de los personajes. En el paso de las historias delirantes y bizarras a las anécdotas urbanas y tristonas, de perdedores y consuetudinarios y abanderados de la mala leche, me parece que Clowes salió perdiendo... hasta que le encontró la vuelta en David Boring, que es brillante. Pero siempre está el dibujo, como gancho irresistible para comprar cualquier cosa que produzca este asombroso prócer del plumín.
Tengo muchos libros de autores yankis y europeos en la pila de los pendientes, pero me quiero poner al día con el material argentino, que tengo leídos pocos libros de los que salieron en 2022. Y hasta me quedaba sin leer uno de fines de 2021: Cabeza de Dibujante. Este es un recopilatorio de la historieta que Gustavo Sala realizaba para la versión digital de Fierro, poco más de 60 páginas en las que el ídolo marplatense se mete en la vida y la profesión de un dibujante de historietas cuyo nombre desconocemos. Esta vez hay pocos chistes de pija y concha, aunque abundan los de culos y soretes. La serie mejora mucho, se abre mucho, cuando Sala abandona el formato de cuatro tiras por página y adopta el de tres. Ahí se lo ve más libre, más a gusto, con la posibilidad de que el dibujo se vea mejor e impacte más cuando Gustavo se va a la mierda dibujando bizarreadas atroces e imposibles. Por motivos que desconozco, Sala elige una paleta de colores muy acotadas, en la que no existen -por ejemplo- ni el rojo ni el naranja. Y no me parece que esto sume en lo más mínimo, de hecho me gustaría tener estas mismas historietas en blanco y negro. No te digo que es el libro más gracioso de Sala, ni a palos, pero me reí bastante, sobre todo cuando el autor jode con cosas vinculadas a la historieta: el tutorial en joda con el que cierra el libro es brillante, el juego con los diálogos en off, los personajes rechazados, la parodia a los cursos de Domestika... eso me causó mucha más gracia que otro tipo de chistes con otra estructura más similar a la que usa Sala en otras historietas suyas. Si sos fan de Gustavo y (como yo) tenés todos sus libros, no te pierdas este, aunque esté editado por Deux. Y ya está. A partir de la semana que viene, le empiezo a dar con todo a los libros argentinos editados en 2022. Veremos hasta dónde aguanto sin que se cuele alguna otra lectura, pero le quiero dar prioridad a ese material. Gracias y hasta pronto.

jueves, 17 de noviembre de 2022

ESSENTIAL DEFENDERS Vol.6

Bueno, ahora sí, me leí completa la etapa de J.M. DeMatteis en Defenders y no, no me convenció. Los episodios de este sexto Essential (nºs 107 al 125) son un poquito mejores que los del quinto, pero no son gran cosa. Es historieta por kilo, hecha para llenar una revista más todos los meses, y en un contexto de nivel promedio alto (como fue el de Marvel entre 1980 y 1985) esto queda bastante atrás de los títulos realmente grossos. Lo mejor que tiene el libro es el nº119 de Marvel Team-Up, un unitario donde el rol de Spider-Man es mínimo y DeMatteis aprovecha para darle mucho protagonismo y alta onda a Gargoyle, un personaje que él mismo creó en el tomo anterior. Y encima está maravillosamente dibujado por Kerry Gammill, a años luz del castigo a nuestras retinas que nos impone el resto del Essential. Esta vez casi no aparecen las tintas del maestro Joe Sinott y no hay quien nos salve del dibujo tosco y sin alma del muerto de Don Perlin. Recién sobre el final llegará Kim DeMulder, quien a lo largo del Vol.7 logrará que esto se vea un poco mejor. Pero durante todo este tomo los entintadores cambian número por medio y nadie pone lo que hay que poner para compensar la escasísima calidad de los lápices de Perlin. Otros momentos rescatables de este Essential: acá finalmente pasa lo que queríamos que pasara en el Vol.5: el querido Beast reformula a los Defenders para que sean un equipo al estilo X-Men y jubila a Dr. Strange, Hulk, Namor y el Silver Surfer. La nueva formación estable se arma recién al final, pero la idea de Beast se desarrolla a lo largo de muchos episodios. También está bastante buena la saga con el Squadron Supreme, y los episodios centrados en un único personaje. Sobre todo ese en el que DeMatteis se saca de encima al goma de Devil Slayer. El de Son of Satan también está muy bien, el de Hellcat zafa y el de Gargoyle (como ya vimos) apareció en Marvel Team-Up. Pero LA escena más grossa, que jamás me vi venir y sin embargo es totalmente lógica, está en el nº116 y es esa en la que Valkyrie le tira los galgos a Namor y el príncipe atlante se va al mazo. Después, el resto, bastante intrascendente: peleas con demonios, duendes y criaturas místicas del Ascenso, excusas chotas para que cada tanto reaparezcan Hulk, el Surfer y el resto, mucha lágrima derramada al pedo por personajes que parecen morir pero no mueren (el único que sigue bajo tierra es Nighthawk, pero aparece un Nighthawk de otra realidad) y boludeces así. Esto no solo aporta poco, sino que obstaculiza lo que a DeMatteis más le interesa hacer, que es desarrollar a los personajes, convertir a este rejunte de segundones y tercerones en un grupo de personajes con los que el lector se sienta cercano, empatice, la pase bien. En ese sentido, los mejores resultados los obtiene con Beast y Gargoyle, los personajes que resultan más queribles, más entrañables. Sobre el final, DeMatteis se canta "quiero retruco" a sí mismo, cuando se pone la meta de hacer querible (o al menos fumable) a Moondragon, la irascible sacerdotisa que alguna vez fue heroína, alguna vez fue villana y siempre fue más altiva que Namor, más distante que Dr. Strange y más temible que Hulk enojado. Pero para ver cómo le fue hay que leer el Vol.7, cosa que yo ya hice el 24/12/17. Ahí también vamos a ver crecer y cobrar sentido a Cloud, que acá tiene una muy olvidable primera aparición. Repito: nada de esto está a la altura de los buenos títulos que tenía Marvel en esta época, ni de lo que hacía el propio DeMatteis en Captain America. Por supuesto, con dibujantes dignos incluso las aventuras más adocenadas resultarían más pasables, pero lamentablemente Jim Shooter había decretado que Don Perlin tenía que tener trabajo todos los meses y fue en Defenders donde lo tuvimos que sufrir. Esto se puede leer solo si sos muy fan de DeMatteis, o de los Defenders, o si (como yo) le tenés un gran cariño a Hank McCoy y a sus ex-compañeros de los X-Men, que se van a sumar al elenco en los episodios finales del tomo. Si no, te va a resultar casi imposible digerir estas 528 páginas. Menos mal que lo encontré en un estado medio baqueta y lo pagué chauchas... Nada más, por hoy. Ni bien pueda, vuelvo a postear. Gracias y hasta pronto.

martes, 15 de noviembre de 2022

HOY SON DOS

Hoy tengo para reseñar dos novelas gráficas autoconclusivas, que no son parte de ninguna serie y que aparecieron hace relativamente poco. Empiezo a mitad de camino entre Inglaterra y Brasil, con un autor que me pareció muy, muy capo: David Jesús Vignolli, notable historietista e ilustrador brazuca radicado en Londres. Me cuesta entender cómo esta obra (por calidad y por temática) no se dio a conocer en toda Sudamérica el mismo día que la publicó Archaia en EEUU (2019), o cuando la publicó Kraken en España (2020). Nuevo Mundo cuenta una historia ambientada en el norte de Brasil, en la que época que chocan tres culturas: los pueblos originarios de esa región, los colonizadores portugueses que vienen a quedarse con esas tierras inmensas e inexploradas, y los africanos a los que los portugueses traen a América de prepo, para hacerlos trabajar en condiciones infrahumanas. Vignolli tiene la viveza de presentar este contexto de una manera muy fluida, sin aburrir al lector, sin pretensiones didácticas de competir con los libros de Historia. Sin restarle importancia, este momento clave en la historia de Brasil se va a ser integrado a la aventura y la va a nutrir, del mismo modo en que Nuevo Mundo se nutre también de elementos fantásticos, que tienen que ver con la cultura y la religión de las tribus indígenas que habitaban el país vecino antes de que llegaran los europeos. El resultado es vibrante, conmovedor y muy, muy ganchero. Vignolli construye a una protagonista (Iracema) decidida, cabezadura, que no se detiene ante nada en su cruzada por la justicia, y que con tal de ayudar a Amakai, ese esclavo negro cuyo lenguaje no entiende, va a encender la chispa de un conflicto que estallará y alcanzará niveles épicos. A la crueldad y la abyección de casi todos los europeos, Vignolli contrapondrá el espíritu indómito y solidario de Iracema. Pero el elenco de la obra es vasto y diverso, y también habrá garcas y cobardes entre los aborígenes, un portugués copado y solidario, niños, ancianos, animales, monstruos mitológicos, un subplot protagonizado por Amerigo Vespucci y secuencias donde el mar y la selva son tan protagonistas como los personajes humanos. El dibujo de Vignolli es sintético, dinámico, con un trazo muy suelto y un manejo brillante de las masas negras. Como los personajes hablan distintos idiomas y no se entienden, hay muchas secuencias mudas, resueltas con talento y con un recurso muy bien utilizado, que es el de meter en cada página muchas viñetas chiquitas. Vignolli también narra sin textos las secuencias oníricas y los combates, así que la cantidad de diálogos que vamos a leer en estas casi 150 páginas no es demasiada. El color es espectacular y contribuye mucho a esta atmósfera de exotismo, en la que conviven luchas zarpadas con criaturas fantásticas y momentos muy emotivos, donde lo que se pone de manifiesto es la humanidad de los personajes. Nuevo Mundo es una obra muy, muy hermosa, muy recomendable para los lectores e incluso para los editores: el que se anime a publicar esto en Sudamérica, seguro tiene un éxito en sus manos.
Y otra de autores latinoamericanos transplantados al Hemisferio Norte: desde los hermosos bosques de Vermont, al noreste de los EEUU, Liniers y su esposa, Angélica Del Campo, nos ofrecen El Fantasma del Faro, una novela gráfica originalmente escrita en inglés y traducida al castellano para su edición argentina. Sí, es raro pero es así: Angie Del Campo es argentina y toda su obra literaria (y ahora historietística) está escrita en inglés. El Fantasma del Faro no solo es la primera novela gráfica de Del Campo, sino que es el primer trabajo de Liniers con un guion que no le es propio. Así que solo por lo atípico, merece una lectura. Del dibujo casi ni tiene sentido hablar. Como siempre, Liniers se revela sin ningún esfuerzo como un virtuoso del plumín, capaz de dibujar lo que se le dé la gana con total naturalidad. Acá, además, tiene la limitación de trabajar en una obra apuntada a un público de unos 9 a 12 años, con lo cual no se puede ir al carajo en la narrativa, ni experimentar como lo hizo hace unos años en Bola Negra. Tiene que ir a lo tradicional: trazo simple, paleta de colores amistosa, puesta en página prolija y diáfana. Y por supuesto, eso a Liniers le sale de taquito. El resultado son casi 180 páginas de una calidad gráfica asombrosa, que cuentan la historia de modo accesible, y que encierran toda esa magia visual que solemos disfrutar los seguidores de esta bestia inhumana del Noveno Arte. La trama que propone Del Campo funciona muy bien. No está comprimida ni estirada, no se pasa de naïf ni de oscura, y abre el juego desde temprano a elementos fantásticos que van a resultar un muy buen complemento para la aventura de misterio. Un misterio que va a cambiar para siempre la relación entre Cristina, Martha, su papá, las memorias de su mamá y el entorno geográfico extremo y fascinante donde están virtualmente aisladas del mundo. Del Campo nos dice entre líneas que la reconstrucción de un hecho trágico por medios científicos, de los que utilizaría cualquier historiador, está muy bien, pero también hace falta lo otro: la conexión emocional, el factor humano (o post-humano), la capacidad de empatizar con el otro que -en este caso- aflora sobre todo en las niñas protagonistas, mientras que los adultos -lógicamente- descartan buena parte de lo que las nenas afirman que sucede, por considerarlo fantasioso o descabellado. La novela tiene las dosis adecuadas de ternura, humor, travesuras infantiles, rebeldía pre-adolescente, suspenso, tragedia, investigación detectivesca y un marcado amor por la naturaleza, sus paisajes, sus ritmos y la forma en que se impone por sobre las veleidades del ser humano. Si a mí me entretuvo y hasta por momentos me entusiasmó, sospecho que si le das El Fantasma del Faro a borreguit@s de 9 a 12 años, van a flashear zarpado. Nada más, por hoy. Seguramente esta semana habrá más reseñas y el domingo nos encontramos en Frikimanía, el evento que se hace en Concordia, Entre Ríos. Y además empieza el Mundial.

sábado, 12 de noviembre de 2022

BLACK PANTHER: WAKANDA FOREVER

En el último tiempo, los cerebros del Universo Fílmico de Marvel venían desarrollando un plan a mediano plazo para reemplazar a los actores "de la primera camada", que ya están un poco mayores, o que se quieren concentrar en otros proyectos, y así vimos finales bastante consistentes y dentro del meta-relato para Steve Rogers, Tony Stark y Natasha Romanoff. Lo cual, como cualquier comiquero sabe, no significa el final de Captain America, Iron Man o Black Widow, sino un desplazamiento del foco narrativo hacia nuevas iteraciones de los mismos personajes. Y de pronto, un actor al que le quedaba todavía bastante margen para seguir identificado con uno de los personajes centrales del MCU, se muere de cáncer. ¿Qué hacemos en este caso? La opción más fácil habría sido buscar a un actor más o menos parecido al malogrado Chadwick Boseman y ponerlo bajo la máscara de Black Panther. Sin embargo, se eligió el camino difícil: adelantar unos cinco o seis años ese momento en el que iba a hacer falta un argumento que permitiera que alguien más interpretara a Black Panther, porque Boseman ya estaba cansado. Como sucediera alguna vez en los comics, Wakanda Forever le otorga el rol de protector de la nación africana a Shuri, hermana menor de T´Challa, un personaje que en el Universo Fílmico había tenido muy poquito desarrollo. Una jugada muy arriesgada, porque nos fuimos de un tipo de 40 y monedas muy carismático y con muchos partidos ganados en el MCU a una chica que aparenta 15 ó 16 años y que hasta ahora no había mostrado casi nada. Milagrosamente, la apuesta garpó. Letitia Wright (la actriz que interpreta a Shuri) se pone al hombro los 131 minutos de Wakanda Forever y nos brinda una actuación formidable, apoyada en un guion muy sólido, que nos invita a seguirla en un rito iniciático en el que le pasa de todo. Angela Bassett, una vez más en el rol de la reina Ramonda, también impacta por el nivel de su labor actoral. Y Lupita Nyong´o, que en la primera peli de Black Panther tenía un rol chiquito, acá se erige en cuasi-protagonista, también a fuerza de una notable actuación y una belleza inexplicable. Los otros roles importantes también se los llevan mujeres afroamericanas: Danai Gurira vuelve a ponerle garra a Okoye y Dominique Thorne sienta las bases para que Ironheart se convierta en una incorporación promisoria de esta versión del Universo Marvel. ¿Y no hay varones? Sí, hay tres con roles importantes: vuelven Winston Duke y Martin Freeman (ninguno es realmente protagonista de la peli, pero tienen su participación en la trama) y debuta José Tenoch Huerta, el actor mexicano elegido para interpretar a Namor. Y acá hago un alto para comentar lo mucho que me sorprendió el rol de Namor. Yo pensé que el mutante submarino aparecía un toque en la película, que era un elemento más, un complemento de la trama. Sin embargo, el rol de Namor es totalmente central: no solo son sus acciones las que impulsan el argumento del film, sino que en sus contrapuntos con Shuri y Ramonda están los mejores momentos del largometraje. El origen y la onda del personaje están bastante cambiados respecto de lo que conocemos los que leemos comics, pero todo está en consonancia con esa pica entre Namor y Black Panther que se desarrolló en las páginas de New Avengers, Avengers vs. X-Men y otras series. ¿Es una película de superhéroes? Apenitas. Yo creo que es una historia de drama familiar, atravesada por la política (como la primera peli de Black Panther) y por la guerra, que es la que provee las excusas para las escenas más épicas y más grandilocuentes. La acción propiamente superheroica es bastante escasa, otra apuesta arriesgada del director Ryan Coogler que -por lo menos para mí- dio buen resultado. Al igual que la reciente Black Adam, Wakanda Forever prescinde por completo de una trama romántica: no vemos un solo beso entre personajes y ninguna de las puntas argumentales tiene que ver con Tal se siente atraíd@ por Cual. Ojalá esto de no meter tramas románticas con forceps se convierta en una sana costumbre. ¿Te acordás hace 30 años cuando en los comics mataron a Superman y bancaron cuatro series regulares (más miniseries y especiales) solo con la chapa de los personajes secundarios? Bueno, en Wakanda Forever pasa exactamente eso, con la dificultad extra de que el mayor protagonismo recae en Shuri, que tenía acumulada una chapa ínfima. Estamos ante una gran película de desarrollo de personajes, pensada para potenciar a todo ese elenco de secundarios que se había armado alrededor de T´Challa y que en la peli anterior (y en otras apariciones en otras series y películas del MCU) habían insinuado que estaban para más. La conexión con las tramas "globales" del MCU esta vez no es tanta (apenas las escenas con Valentina Allegra de Fontaine) pero la profundidad que le otorga el guion a los personajes (especialmente femeninos) de Wakanda, la carnadura, la dimensión humana de los conflictos, hacen que la película resulte muy atractiva. Incluso la forma en que (de la nada, sin franeleo previo) aparece en el mapa otra civilización hiper-avanzada e hiper-poderosa desconocida para el mundo entero, se siente como algo coherente, no como un capricho del guion o una bizarreada. Así que me gustó Wakanda Forever. Le sobra (como suele suceder) la persecución de autos y el resto está muy bien. Pocos chistes, muy buenas actuaciones, un diseño de trajes, decorados y vehículos soberbio, muy buena banda de sonido y una solución valiente y eficaz al problema que planteó la inesperada muerte de Chadwick Boseman. ¿Habrá gente que no quiera ir a verla porque le molesta que el foco esté puesto en las mujeres afroamericanas? Y bue, puede ser. Ellos se lo pierden...

jueves, 10 de noviembre de 2022

OTRA VEZ DE A TRES

Otros tres libritos leídos, como para retomar un ritmo razonable de reseñas en este espacio. Le entré a Serie B, la novela gráfica escrita y dibujada por Andrés G. Leiva en 2014, con expectativas muy altas, porque venía recomendada enfáticamente por varias personas cuya opinión suele coincidir con la mía. Y no, no me mintieron. Serie B es una obra maestra, de la que me sorprende no haber oído hablar mucho antes. Es insólito, inaudito, inverosímil que Leiva no haya levantado premios a lo pavote con este homenaje al Hollywood más trucho, más precario y a la vez más genuino. El dibujo está muy en la línea de Joann Sfar, Blutch y Christophe Blain, con ese trazo muy suelto, muy expresivo, una línea generalmente fina y con un cierto tembleque, un color puesto con acuarelas, muy jugado a los climas... Por momentos aparece también la estética retro de Ben Katchor, pero la influencia principal son los autores franceses ya mencionados. Y está buenísimo, porque uno asocia a Sfar, Blutch y Blain con grillas muy tradicionales, de viñetas regulares, y Leiva elige un rumbo diametralmente opuesto para su puesta en página. Hay páginas de cuatro o seis viñetas de idéntico tamaño, pero también páginas llenas de cuadros horizontales (en formato widescreen) o verticales, cuadros enormes, páginas splash, variaciones en la forma de delimitar los contornos de las viñetas... Serie B está llena de sorpresas en materia visual, y tiene la extraña virtud de no parecerse en nada a los trabajos anteriores de Leiva, donde la impronta gráfica era radicalmente distinta. El guion es exquisito y también, está lleno de sorpresas. Tiene un truco muy ingenioso para hilvanar pedacitos de historias que parecían totalmente inconexas, tiene personajes muy bien desarrollados, y dos relatos en dos niveles distintos: uno de ficción (un director, una guionista y un equipo de actores filman un largometraje con dos mangos) y uno de ficción dentro de la ficción, en el que vemos como "reales" las aventuras que imaginan los autores del film. Los mejores momentos tienen que ver con el carisma de algunos personajes (un elenco magistral donde no hay ni buenos ni malos) y con ese contraste entre lo que narra el film y lo que sucede en el backstage. Cuando Leiva explora este lado de la cámara y revela cuáles de todos esos elementos fantásticos y bizarros existen en el mundo "real", Serie B levanta un vuelo alucinante. No puedo contar nada más sin spoilear, así que dejo acá. Me sumo a la recomendación para que más gente consiga y lea esta obra y redoblo esfuerzos para conseguir otros trabajos de Andrés G. Leiva.
Me voy a Estados Unidos, año 2016, cuando el recordado maestro Len Wein se reencuentra con Swamp Thing, el personaje que había co-creado en 1971 con Berni Wrightson para una miniserie llamada The Dead Don´t Sleep, a la que le fue bastante bien en ventas. Como ya no estaba Wrightson, DC consiguió a su mejor imitador, el gran Kelley Jones, que tiene estudiado el Swamp Thing de los ´70 al milímetro. Jones reproduce situaciones, climas, gestos, y hasta enfoques que habíamos visto en la etapa original de Swamp Thing, y después pone mucho de su propia cosecha: oscuridad, grotesco, músculos desproporcionados, rostros desfigurados y todas esas cosas que lo hacen tan querido por sus fans. Lo que no me cerró es que a la hora de dibujar a Deadman no respetara su propio diseño, el de principios de los ´90, que era glorioso. Pero el trabajo gráfico está muy bien, la narrativa fluye sin tropiezos y Jones logra un equilibrio bastante potable entre las viñetas en las que pela virtuosismo y las que saca con fritas, con lo justo para zafar. El color de Michelle Madsen también está muy en sintonía con una historia de horror al límite. Además de Deadman, Swampy interactúa con Zatanna, el Phantom Stranger, el Spectre y hasta hay un cameo de Demon. Por ahí nada de esto era 100% necesario para el desarrollo de la trama, pero está bien, no molesta. El argumento es muy interesante, tiene varios giros lindos y está apenas estirado, seguramente para darle espacio a todas estas estrellas invitadas. Mi problema, lo que no me cerró para nada, es cómo Wein escribe los diálogos de Swamp Thing: no solo el monstruo habla muchísimo... también tira chistes, retruques sarcásticos y expresiones groseras al filo de la puteada. Hay momentos en los que le falta el sobretodo y el pucho, y es John Constantine, más que Alec Holland. Obvio que, al ser el creador del personaje, Wein tiene derecho a hacerlo hablar como se le canten las bolas, pero a mí personalmente me hizo mucho ruido y me distrajo de la trama central. Fuera de eso, The Dead Don´t Sleep es una aventura entretenida, efectiva, con muchos elementos pensados para cebar al fan del rincón místico/ dark del Universo DC.
Y termino en Argentina, año 2022, con una breve mención al Vol.6 de Manta, escrito una vez más por Jonathan Crenovich y Martín Mazzeo y dibujado y coloreado por Nicolás Brondo. Esto leído así, de a 60 páginas por año, es un palo en el orto. Me costó muchísimo entender qué pasaba, porque claro, leí el Vol.5 el 31/10/21 y no me acordaba casi nada. Después, con el correr de las páginas, recompuse en mi mente algo de la trama, compleja y sofisticada, que sostiene a esta saga de misterio, suspenso, venganza y violencia. Y me encontré con diálogos (muchos) que indagan en la lógica de los vengadores enmascarados, de los justicieros que no tienen reparo en responder a la crueldad y la atrocidad con más crueldad y más atrocidad. Como siempre, la trama avanza lento, los personajes están muy bien desarrollados y cobran verdadera tridimensionalidad, tanto a través de los diálogos como de las secuencias mudas. Y en esta entrega puntual, tenemos el final más tremendo, más impactante, más hijo de puta de toda la saga, como para que esperemos el Vol.7 más manija que nunca. La verdad que pensaba aguantar el Vol.7 hasta que saliera el 8, como para leer los dos juntos, pero se va a complicar. Y nada más, por hoy. Nos encontramos el domingo a la tarde en la Pergamino Comic Fest, y si no, la semana que viene con nuevas reseñas, acá en el blog.

jueves, 3 de noviembre de 2022

TRES DE UN SAQUE

Como no podía ser de otra manera, me abalancé sobre el Vol.2 de Crónicas de la Era Glacial para enterarme cómo termina esta epopeya creada por el maestro Jiro Taniguchi y serializada a ritmo muy lento entre 1987 y 1991. Bueno, la sorpresa es que no termina. Hay una especie de final, pero deja muchísimas puntas abiertas. El propio Taniguchi nos cuenta en un postfacio que su idea original era que este manga fuera muchísimo más largo, y que por cuestiones editoriales lo tuvo que terminar ahí, con este mundo increíble a medio explorar. Es notable lo mucho que cambia el tono de Crónicas de la Era Glacial de un tomo a otro. El primero es mucho más claustrofóbico, opresivo, amargo. El segundo es un tomo todo al aire libre, que transmite una sensación de maravilla y de libertad, de posibilidades infinitas. Por supuesto hay peligros extremos para Takeru y sus amigos, pero las reglas son otras. Por momentos me hizo acordar mucho a esas historietas de Moebius en las que Atan y Stel recorren el mundo de Edena: hay un bosque que está vivo, un montón de bichos que componen una fauna y una flora desaforadas y fantásticas, hay una bajada de línea ecológica muy clara, y en un momento cobra fuerza otro elemento muy presente en la obra del Genio Infinito: la metafísica. De alguna manera muy limada (pero que no desentona con el tono de la obra) Takeru logra conectar su mente y su espíritu con el de un dios gigante que vive desde tiempos ancestrales y dialogar con el corazón del bosque viviente, penetrar en su sistema nervioso, ser testigo de sus memorias. Todas cosas imposibles siquiera de imaginar a lo largo de la lectura del Vol.1, que era mucho más tradicional y más prosaico. Acá de pronto hay una especie de lirismo místico que cambia el registro, la forma de presentar la aventura. Para cuando llegué a la mitad del Vol.2, empecé a sospechar que, por la propia ambición de lo que estaba narrando Taniguchi (nada menos que el nacimiento de una humanidad 2.0 manipulada por una inteligencia artificial de infinito poder, que se pone a sí misma en el rol de Dios), las páginas que faltaban para llegar al final no iban a ser suficientes para darle un cierre consistente a la saga. Y lamentablemente, mi pálpito fue acertado. Crónicas de la Era Glacial termina con el conflicto central sin resolverse, con los personajes casi en medio de una misión a todo o nada, y no hay ni dos viñetas de epílogo, de "bajemos un cambio, que el peligro grosso ya aflojó". Pero bueno, son unas 600 páginas de aventura trepidante, en las que Taniguchi dibuja (como los dioses) muchas cosas que nunca había dibujado antes y que no volvería a dibujar después. Inconclusa y todo, es una saga entretenida, cautivante, impactante y con un montón de ideas desparramadas por ahí, que el ídolo no llegó a cerrar, pero que hacen que el manga valga mucho la pena.
Y un día retomé Saga. Había leído el Vol.5 allá por el 09/04/19 y la verdad que me acordaba muy poco. O en realidad me acordaba bastante del contexto global de la serie, pero no me acordaba en qué punto había quedado el relato cuando se me terminó el Vol.5. Así que estuve algunas páginas a la deriva hasta que le volví a encontrar el pulso a esta extraña serie de Brian K. Vaughan y Fiona Staples. Al toque me acordé cómo funciona Vaughan en las series largas: todo es una gigantesca acumulación de peripecias que después muy probablemente no tengan ningún peso en la resolución de las tramas principales. Esa es -muy evidentemente- la lógica de Saga. Por eso es imposible de leer de a un episodio por mes, o cada vez que los autores tienen listo un numerito de 20-24 páginas. Incluso en tandas de seis numeritos (que son los que recopila cada TPB) es casi imposible no entrar en la trampa y sentir con intensidad dramática todas estas escenas, toda esta entrada, salida, muertes y reapariciones de personajes que seguramente en el contexto global de la historia van a ser menos que una nota al pie. ¿Por qué pasa eso? Porque Vaughan y Staples son buenos narradores, por eso pisamos el palito y sentimos que estamos leyendo algo relevante, cuando en realidad es todo 90% relleno, boludeces para estirar. Claro, cuando las boludeces para estirar incluyen diálogos notables, muy buen desarrollo de personajes y momentos shockeantes que te dejan helado, tiene sentido y hasta está bueno comerse el amague de que pasan cosas importantes. Cuando los personajes que se incorporan al ya muy vasto elenco tienen onda, y son distintos, y miran la trama desde una óptica distinta, también está bueno verlos entrar y cambiarle la "composición química" al menjunje. Y si encima está todo bien dibujado y bien coloreado, y hasta el rotulado es precioso... ¿qué apuro tenés, no? Dejá todo así, estiren todo lo que quieran y si la serie termina en el nº240 y son 40 TPBs, me chupa un huevo y la cáscara del otro. De última, Saga es la historia de Hazel, y mientras viva Hazel, se puede seguir. Hasta ahora, en seis TPBs, creo que no cumplió ni cinco años, así que es cuestión de relajarse y disfrutar de los bizarros sacudones que Vaughan y Staples le pegan a esta serie. El único peligro real es que se aburran, o se mueran, y la dejen inconclusa en cualquier lado. Mientras eso no suceda, tenemos la diversión garantizada, porque en todos los episodios pasan cosas y la sensación (mentirosa) de que los personajes crecen y la trama avanza, está, se vive y se disfruta. Tengo uno o dos tomos más de Saga sin leer, así que no falta tanto para que nos reencontremos con Hazel, Alana, Marko y familia.
Me vengo a Argentina, año 2022, para leer La Madriguera, nuevo trabajo de Femimutancia (o Julia Inés Mamone), autora con la que ya nos habíamos encontrado allá por el 01/02/19. De nuevo me deleité con un excelente trabajo en materia de dibujo, color y rotulado. Y además me encontré con unas secuencias mudas realmente hermosas y unos diálogos cuidadísimos, que me sonaron sumamente reales. La trama me resultó un tanto extraña. Las primeras 35 páginas son fascinantes. Femimutancia plantea una situación realista, la vida conflictuada de una chica normal, y la empieza a retorcer con elementos fantásticos alucinantes: ese ángel perverso que irrumpe desde la primera página, el gato que habla, la caída a una especie de limbo/ vacío metafórico (o no) onda Alice in Wonderland, el "chiste" de los poderes imaginarios con los que la protagonista "mata" gente... No se entiende del todo lo que pasa, pero te engancha a full, porque es todo muy raro y está muy bien amalgamado con el slice of life. Pero a partir de ahí, de cuando Rebecca se despierta en el hospital, la trama retrocede tres casilleros y se vuelve a quedar en el slice of life clásico. Bien escrito, con personajes interesantes, con el condimento extra de la pandemia de COVID-19, pero anclado en conflictos reales, en vínculos familiares, afectivos y sexuales no muy distintos a los que nos conectan a los lectores con nuestro entorno cotidiano. Me da la sensación de que Femimutancia utiliza esta obra para hablar acerca de su relación con su madre, pero por ahí me equivoco y es todo ficción, y nada de lo que le pasa a Rebecca con su mamá está basado en las vivencias reales de la autora. En cualquier caso, la historieta es un vehículo tan válido como cualquier otro para exorcizar ese tipo de fantasmas. El tema es que la relación entre Rebecca y su mamá lastra un poco el desarrollo de la trama, que finalmente llega a un desenlace muy lindo, muy satisfactorio, pero que -para mi gusto- desaprovecha un poco ese tinte bizarro e hipnótico que le daban los elementos fantásticos en el primer tramo. La Madriguera se trata, básicamente, de crecer. De no escaparse de los problemas, afrontarlos, buscarles la vuelta, reflexionar... Rayo, la novia de Rebecca, lo dice con toda claridad, por si alguien no lo entendió. Y por ese lado la historia funciona y hasta conmueve. Si sos fan de Femimutancia ni hace falta que te la recomiende. Y si no, probablemente esta sea la puerta de entrada ideal al universo de esta autora siempre dispuesta a arriesgar un poco más. Nada más, por hoy. Nos encontramos el sábado y el domingo en la San Luis Comic Con y el miércoles 9 a las 16 hs en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, en la ciudad de Mendoza. Y la semana que viene, seguro estaré de vuelta con nuevas reseñas, acá en el blog.