sábado, 30 de diciembre de 2023
FIN DE AÑO CLÁSICO
Bueno, no me alcanzaron los días del 2023 para leer todas las publicaciones que salieron este año acá en Argentina. Pero bajó bastante el pilón de los pendientes. Estos son los dos últimos libros que logré leer.
Empiezo por Planeta Rojo, un compilado de Deux que trae los cinco episodios de esta serie publicados en Skorpio en 1979, junto a tres historias unitarias de ciencia ficción de la misma dupla autoral, que está integrada por Alfredo Grassi en guiones y Lucho Olivera en dibujos. Me acuerdo que cuando empecé a laburar en Skorpio y a interiorizarme en ese universo, Planeta Rojo era (como La Maga) una serie emblemática de la era de oro de la mítica revista, uno de esos picos que había alcanzado años atrás y a fines de los ´80 ya quedaban medio lejos. O por lo menos así te la vendían. Ahora que finalmente la leo toda de un saque, la verdad que la encontré bastante inconsistente. Primero porque no es una serie episódica clásica: los personajes no se repiten de un episodio a otro. Lo único que los engloba es que siempre hay personajes terrestres envueltos en tramas que transcurren en Marte.
Y son tramas que -leídas hoy- no suenan muy originales. Hay dos bastante atractivas ("Corrosión" y "Primer Contacto"), pero si ya leíste The Martian Chronicles de Ray Bradbury, o el manga 2001 Nights de Yukinobu Hoshino, no te van a sorprender ni el desarrollo ni el tono que elige Grassi para narrarlas. Por si faltara algo, acá Grassi escribe como si fuera un clon de segunda marca de Robin Wood, con bloques de texto que imitan alevosamente el estilo del ídolo paraguayo. El quinto y último episodio trae la novedad de que no está escrito por Grassi, sino por Ricardo Barreiro, y se nota muchísimo el cambio estilístico. Barreiro impone su prosa adusta (mucho más terrenal, sin ínfulas poéticas) y su crudeza característica para abordar los relatos bélicos. "Los Clones" es un típico unitario de Barreiro, con trágicas batallas entre máquinas y soldados futuristas, de esos que solía dibujar el maestro Juan Giménez. Finalmente, de las tres historias cortas de Grassi y Olivera, la única que rescato es "Amigos", cuyo guion está brutalmente estirado para que ocupe 12 páginas, cuando podría haberse contado tranquilamente en cuatro o seis, a lo sumo.
¿Por qué tiene sentido este libro? Porque el dibujo de Lucho es superlativo, brillante, glorioso, insuperable. Esto está, sin ninguna duda, al nivel de los mejores trabajos del inolvidable dibujante correntino. No tiene altibajos de los que a menudo se veían en sus historietas para Columba, no tiene tiradas a chanta, no tiene fallas en la narrativa, acá hay sólo magia y belleza, imaginación y delirio. Por ahí te jode que en los primeros planos Lucho use fotos de actores yankis como referencia para las caras de los personajes, pero la verdad que es un detalle muy menor. Visualmente, Planeta Rojo es una aplanadora, un festival de talento que brota de la pluma de Lucho de un modo inexplicable e indefinible. Por suerte, la reproducción es bastante decente y no se pierde la sutileza de la línea del ídolo. El moco grosero (en un libro de Deux rara vez nos privamos de estos lujos) está en la solapa donde aparece la foto de Alfredo Grassi, seguida de la biografía de Ray Collins. Sí, en serio. A ese nivel llegan los errores de esta editorial bochornosa hasta cuando rescata clásicos importantes como este. De todos modos, si sos fan de Lucho no queda más opción que poner el culito y dejarte vacunar, porque son casi 100 páginas en las que lo vas a ver perforar su propio techo y alcanzar unas cotas de calidad impensadas para una historieta de corte industrial realizada hace 45 años.
La reedición de los primeros 15 episodios de Khrysé, en cambio, está mucho más cuidada. Tiene algún error menor en el prólogo de Ricardo de Luca ("Franck" Spillane, Grace "Henrisen"...) pero la historieta está muy bien reproducida, con un rotulado nuevo muy competente y sin los horrendos colores que le pusieron en Columba cuando la serializaron en la revista D´Artagnan a partir de 1991.
Al igual que Planeta Rojo, en Khrysé también destaco al dibujo como su principal atractivo. Acá el que la rompe toda es el maestro Alfredo Falugi, en una etapa en la que su trazo era una amalgama perfecta entre Cacho Mandrafina y Lito Fernández, con lo mejor de ambos próceres. Por momentos, Falugi tira algunas magias que me recordaron también a Enrique Breccia, Jorge Zaffino o incluso a Alex Toth. Su manejo del claroscuro arranca muy arriba y se afianza con el correr de los episodios. Las páginas están armadas con una grilla que rara vez se altera (cuatro tiras de dos cuadros, al estilo Hugo Pratt) y Falugi no sólo se las ingenia para narrar de modo ágil y entretenido dentro de ese esquema tan rígido, sino que alguna que otra vez se caga en el esquema y ofrece puestas más impactantes, donde el dibujo (y sobre todo la acción, que abunda en las aventuras de Khrysé) se luce mucho más. Si nunca te enganchaste con el dibujo de Falugi, acá te vas a enamorar de su estilo... y en un par de años (para 1993-94) lo vamos a ver pegar nuevos saltos de calidad hasta convertirse en un verdadero monstruo que además producía una cantidad ingente de páginas sin bajar nunca la vara.
En cuanto a los guiones de Manuel Morini, me encontré con buenas ideas, aventuras sólidas, dinámicas, bastante poco obvias y sobre todo con un personaje (la protagonista) muy bien trabajado. Me la bajó un poco descubrir que aburren los bloques de texto en los que (cómo no) Morini intenta sin éxito reproducir la prosa florida y cautivante de Robin Wood. Por suerte esto se publicó a principios de los ´90, cuando las historietas de Columba ya empezaban a desembarazarse de esa tradición de los masacotes de texto extensos y pretenciosos (o totalmente innecesarios, como el globo de pensamiento del sexto cuadro de la página 70) y a apostar por una narrativa más ágil, menos sobrecargada.
El balance general de Khrysé es bueno, por encima de lo que esperaba cuando compré el libro. Y si pensamos que es una historieta realizada para Columba a principios de los ´90 (ya lejos del período de esplendor de la editorial), los logros de Morini y Falugi cobran todavía más dimensión. Ojalá la editorial Duma ofrezca pronto un segundo tomo de esta serie que -sin ser un clásico definitivo de la historieta argentina- me brindó un rato de entretenimiento que disfruté y me enganchó bastante.
Nada más por este año. Mil gracias a los que ya pasaron por https://comiqueandoshop.blogspot.com/ a descargar la nueva Comiqueando Digital, y los que todavía no lo hicieron, anímense que no se van a arrepentir. Feliz 2024 (en la medida de lo posible) y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog, que -gracias al aguante de ustedes- en cualquier momento arranca su decimoquinta temporada.
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jueves, 28 de diciembre de 2023
AQUAMAN: THE LOST KINGDOM
Aquaman es todo lo que está bien. Es alegría, es descontrol, es bardo. Es fiesta con rock & roll a un volumen estridente. Y también es ese momento en el que nos ponemos serios porque las cosas se están yendo de mambo.
The Lost Kingdom puede confundirse con una película de machaca, pochoclo y esteroides. Pero es una película sobre los vínculos que nos unen, sobre el alto precio de mandarse cagadas y la riqueza invaluable que te da asumir que uno se mandó una cagada y tomar la decisión en serio de corregir el rumbo. Comparás al Aquaman de la primera peli, el que se hacía el banana y dejaba morir al padre de Black Manta, con el que llega al final de The Lost Kingdom y te das cuenta de lo mucho que se puede aprender y madurar sin limpiarte el ojete con tu esencia, con lo que te define como (buena) persona.
Creo que la segunda entrega me gustó más que la primera, tal vez porque está mucho mejor repartido el juego entre Orm y Black Manta. Y porque los genios infinitos que inventan las locaciones en las que se van a desarrollar las distintas escenas se cantaron "quiero retruco" a sí mismos y esta vez nos deslumbraron como pocas veces nos deslumbró el cine de superhéroes con esos paisajes, esa Sunken Citadel, ese mundo perdido bajo los hielos de la Antártida... Hasta la isla donde Manta arma su base se ve alucinante. Me encanta porque al pensar y diseñar estos lugares los tipos tiran fantasía sin límite, te meten cosas que parecen de Lord of the Rings o Star Wars en el contexto de una aventura que transcurre en nuestro mundo y en nuestra época. Y sale el boludo y dice "pero es puro escapismo..." y al final Aquaman te tira el discurso sobre el cambio climático (que algunos necios se obstinan en negar) y los esfuerzos que tenemos que hacer todos para que nuestro planeta no deje de ser habitable de acá a un par de siglos.
¿Qué no me gusta de esta película? Y, al ser la última, yo me habría jugado a hacer boleta a alguno de los protagonistas... o de los secundarios más importantes. Total, no los necesitás más. La magnitud de las amenazas a las que combaten Arthur y sus aliados ameritaban que alguno pagara con la vida la victoria que tanto les cuesta conseguir. Y bueno, ya dije mil veces que a mí me copa el Aquaman/ Tarzan, el pibe humano criado por los peces, no por el guardafaros. El pibe al que le cuesta tratar con seres humanos, porque siempre se movió entre el cardumen. Pero para darle ese perfil a Aquaman tenés que sacrificar bastante de uno de los ejes centrales de la versión fílmica del personaje que es la de la familia. No hay muchos superhéroes que tengan vivos a su papá y a su mamá (en las películas, podemos sumar a Wasp a esa acotadísima lista), y que encima agranden la familia con casorio, hijo y tardía reconciliación con un medio hermano. Reemplazar todo ese entorno por delfines sería difícil de lograr en términos dramáticos y medio suicida en términos comerciales. Y la verdad que funciona bien, no hace ruido ni obstaculiza el lógico desarrollo de las tramas.
Me gustó la música, me maravilló el diseño de producción, me convencieron los efectos visuales, pero creo que lo que más me gustó es el ritmo: no te podés aburrir ni aunque te lo propongas, porque siempre pasan cosas zarpadas, una atrás de la otra. Y encima está bien logrado el equilibrio entre drama y comedia. Las actuaciones, bastante decorosas. Me parece que tanto Yahya Abdul-Mateen II como Dolph Lundgren están más sólidos que en la primera entrega y el resto al mismo nivel, más que aceptable.
Y banco fuerte la decisión de escindir por completo a esta película de ese intento frustrado que fue el universo fílmico de DC. Acá no aparece ningún otro personaje, no hay cameos, no hay guiños, ni siquiera se menciona que Aquaman alguna vez fue parte de la Justice League e interactuó con otros superhéroes. De hecho, estaría buenísimo que se haga un nuevo corte de la primera peli en la que se eliminen todas las menciones a otros personajes, así estas dos aventuras de Aquaman pasan a estar encapsuladas en su propio universo, sin contacto con todo el despelote que pasaba por alrededor de estas dos obras maestras de James Wan.
Leo en los portales de noticias que en la taquilla a The Lost Kingdom la tapó el agua más que a Atlantis y la verdad que me chupa un huevo. Yo la disfruté un montón, me entretuvo a full, me emocionó y me vendió una iteración que recontra-garpa de un personaje que me gusta desde siempre, incluso cuando era un goma que -al lado de Superman, Batman y Wonder Woman- estaba de adorno. No digo "es la mejor película jamás filmada", pero la pasé bomba. Y al lado de excrementos radioactivos como la Flash de Andy Muschietti, esto es la cima del Séptimo Arte.
Si es posta que en las futuras películas de DC veremos a Jason Momoa en el rol de Lobo, supongo que vendrá otro actor a interpretar a Aquaman, y me parece bien. Basta de esa nostalgia tóxica que quiere que Batman sea siempre Michael Keaton, o que Superman sea siempre Christopher Reeve. Ya está, este universo fílmico se terminó y vendrá otro, que ojalá tenga pelis de Aquaman tan buenas como estas dos que nos regalaron Wan, Momoa y familia.
Nada más. Por ahí mañana hay reseñas de comics. Y seguro mañana (viernes 29) sale a la venta la nueva Comiqueando Digital, así que date una vuelta por www.comiqueandoshop.blogspot.com y descargala, así te llevás material recontra-premium para leer y contribuís a que toda esta rueda siga girando. Desde ya, gracias totales.
miércoles, 27 de diciembre de 2023
TIEMPOS IMPOSIBLES
Se me cae la cara de vergüenza de la cantidad de días que tardé en leer dos libritos, pero bueno, ahora sí, estoy dándole los toques finales al nº8 de Comiqueando Digital y eso se comió absolutamente todas las horas en las que no estoy trabajando en el sitio web o en compañía de amig@s y familiares. Finalmente encontré el momento para reseñar dos obras que me gustaron mucho.
Empiezo por la reciente edición en papel de Xira, una saga que se había dado a conocer hace unos años en soporte digital y que sólo existía en físico en Estados Unidos. Me pareció un poco excesivo por parte de la editorial Black Cat armar un libro de 96 páginas donde sólo 72 son de historieta, pero la calidad de la edición es realmente excelente. Y la historieta me atrapó, me emocionó, me impactó y me estremeció. Mauro Mantella, sé que leés este blog, así que te lo digo en la cara: sos un hijo de puta. No podés ser tan cruel y desalmado. Me hiciste sufrir como un gil con todo lo que le pasa a la pobre Xira y su hijito. Cada escena de violencia es más truculenta que la anterior, y a los que nos gustan los simios nos estrujaste el alma sin piedad a lo largo de un montón de escenas de un nivel de atrocidad imperdonable. Y también sos un capo, porque lograste que en poquísimas páginas conociéramos a Xira y la amáramos, y la quisiéramos ver libre y feliz junto a su hijo. Y encima te calentaste para que los personajes que la rodean no sean meros decorados, ni estereotipos trillados, sino personas creíbles... no diría humanas porque cometen crímenes inhumanos, pero casi reales.
Con la sensibilidad que me queda mancillada y cagada a palos por las guachadas que Mantella le hace hacer a los villanos de este comic, me enfrento a los dibujos de Diego Giribaldi, que es otro animal. No tiene un estilo super original, pero sí un trazo preciso, realista, potente, muy expresivo y muy dinámico. Por ahí sobran algunas splash-pages, que quedarían mejor si esa viñeta en la que Giribaldi deja todo estuviera integrada a una página con otras viñetas de menor impacto. Pero el dibujo es muy bueno, contribuye muchísimo a transmitir todas las emociones que el diabólico Mantella pretende infligirnos a los lectores. El color de Ramón Bunge también, tremendo, de una solidez y una contundencia devastadoras.
La única cagada de Xira es que (entre las páginas que no tienen historieta, las páginas de historieta que tienen un sólo cuadro y las secuencias mudas) te queda un libro de casi 100 páginas que se lee en 15 minutos, con buena voluntad. Una historieta tan zarpada debería durar más. Y no sé si hay más, no sé si Xira volverá para una secuela, o si Mantella y Giribaldi se reunirán para detonarnos la vida con algún otro proyecto. Esto así como está, es breve y es memorable por muchos motivos, casi todos buenos.
Flashback alucinante a 1990, cuando me enteré que existían dos señores argentinos llamados Mario Rulloni y Pablo Zweig, que habían creado un típico álbum europeo para una editorial de Alemania y buscaban quién lo publicara en Argentina. De ahí salió Tigre Hotel y hoy la editorial Comic.ar la reedita como había que hacerlo: a todo color, en tamaño normal (acá había salido muy chiquito) y encima con un montón de historias cortas complementarias, pequeñas secuencias en las que vemos otras facetas de la tumultuosa vida de Livingstone. Difícil contar una gran historia en una o dos páginas, pero las mini-tramas a veces se resuelven por el lado del humor y le aportan frescura y transgresión al conjunto. Y además nos permiten ver a Zweig tirar malabares imposibles en la puesta en página, donde pruebe con viñetas más grandes, con viñetas microscópicas, con secuencias mudas basadas en unas pantomimas hipnóticas, hay color, hay blanco y negro, hay momentos en que la línea se hace más geométrica... Un hermoso laboratorio de experimentación para un autor que estaba en pleno proceso de afianzar su estilo.
La aventura principal, la que da título al libro, consta de apenas 44 páginas, que parecen más por lo mucho que sucede en ellas. Rulloni no escatima giros impredecibles en la trama, revelaciones shockeantes, traiciones, ni mucho menos acción. Llega un punto en que ya es casi irónica la cantidad de veces que Livingstone zafa de peligros imposibles, pero Rulloni lo hace a propósito, a manera de guiño a la forma en que los típicos relatos de espías onda James Bond se animan a romper el verosímil. Los diálogos son atractivos, filosos, pero la dupla también se prodiga en secuencias mudas muy bien narradas.
Parece mentira que esta sea la primera historieta más o menos extensa de un Zweig que acá ya está muy, pero muy maduro como dibujante y como narrador gráfico. De hecho, leías Tigre Hotel en 1990 y era una marcianada, bastante adelantada a su tiempo. Era como si Daniel Torres se volviera más sintético, más caricaturesco y decidiera contra historias entre serias y jocosas con un ritmo intenso y un estilo fresco, descontracturado. Eso nunca sucedió y por eso la onda de Livingstone nunca se pudo reproducir. No aparecieron (por lo menos en Argentina) autores que intentaran algo parecido, y también un poco por eso, Tigre Hotel quedó ahí, en las márgenes, lejos de lo demás, y hasta lejos de la historia oficial de la historieta nacional.
Por suerte este magnífico rescate nos permite volver a conectar con la obra de Zweig y Rulloni, descubrir cómo era a color, flashear con las historias cortas... Un lujo increíble. Posta, si leés historieta argentina hace poco y sospechás que una obra realizada hace 35 años te va a resultar anticuada, deshacete de ese prejuicio choto y adentrate en el mundo de Livingstone. Estoy seguro de que la vas a pasar bomba.
Con esta entrada llego a las 100 en 2023, lo cual me parece un montón. Si logro colar una más antes del 31, joya. Y si no, me doy por hecho. Nada más. Atenti a la tienda virtual de Comiqueando (https://comiqueandoshop.blogspot.com) que en cualquier momento de mañana o pasado puede salir a la venta un nº8 de la Digital para alquilar balcones. Gracias y hasta pronto.
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martes, 19 de diciembre de 2023
DOS LECTURAS MÁS
Sigo con poco tiempo para leer comics y escribir reseñas, pero bueno, tengo dos libritos ya leídos y los quería comentar.
Empiezo con el Vol.1 de Agus, la Chica Fantasía, un comic escrito, dibujado y editado por el maestro Enri Santana. Se trata de una especie de shonen, protagonizado por una adolescente con talento para el dibujo, que debe combatir contra otro chico que la rompe con el lápiz. Toda la parte en la que los dibujantes "pelean" es un delirio, no tiene más lógica que la de Santana pasándola bárbaro, con la posibilidad de dibujar lo que tiene ganas y -ya que estamos- tirar algunos tips sobre el trabajo de dibujante a los chicos y chicas a los que obviamente está apuntado Agus. Porque hay que aclarar desde el vamos que se trata de un comic juvenil, pensado para cautivar al público sobre todo adolescente. Y yo ya estoy medio lejos de ese target, pero me parece que lo logra, porque hay mucha acción, diálogos graciosos y personajes con los que los pibes y pibas se pueden identificar sin mayor problema. Se nota que Santana estudió mucho la estructura del shonen clásico y la tiene muy incorporada.
Y si -como a mí- no te interesa en lo más mínimo el shonen, Agus te puede cautivar tranquilamente por el lado del dibujo, que es una aplanadora. Santana ya era muy bueno cuando hacía Rip Van Hellsing, pero esto es mucho mejor. Imaginate a un Solano López moderno, que leyó manga, que leyó superhéroes, que sintetizó un poco el trazo y se anima a irse al carajo con la puesta en página. Por ahí va el trabajo de Santana, y con esas claves encuentra un nivel apabullante. Los textos... y bue, falta un editor que corrija algún error de tipeo o de ortografía, y así como hay diálogos copados, hay otros que suenan muy forzados. Los personajes se tratan de tú, pero cada tanto se cuela una expresión muy porteña... qué sé yo... se nota la inexperiencia del autor en este rubro. Pero de última se compensa con el carisma de los personajes, con guiños para la gente del palo del comic (como la aparición del Profesor Juangel, un personaje con los rasgos faciales de Juan Ángel Szama, integrante de la organización de Crack Bang Boom) y sobre todo con el despliegue de talento e imaginación que se ve en los dibujos.
Dale un ejemplar de Agus, la Chica Fantasía a cualquier pibe o piba de 11 ó 12 años y tenés un soldado más en el ejército del comic, de por vida. Y eso es un mérito enorme por parte de Enri Santana.
Pero vamos con uno de los que seguramente está entre los mejores libros del año, no sólo de autores argentinos, sino a nivel mundial: El Animador, la más reciente novela gráfica de Juanungo, que este año apareció en Francia y en nuestro país, prácticamente en simultáneo. 244 páginas dibujadas a lápiz, sin entintar, en las que el autor nos cuenta los últimos días de Nazareno (alias Neno), un capo de la animación al que el cáncer se lo está comiendo crudo y necesita la asistencia permanente de un enfermero, mientras intenta terminar un último corto publicitario con su habitual equipo de colaboradores. El núcleo de la trama pasa por el vínculo que se entabla entre Neno y el enfermero (cuyo nombre no sabemos), dos personas (me niego a decirles "personajes") totalmente distintas entre sí: una 100% abocada a ayudar al otro, a ponerse al servicio del otro; y una 100% cínica, jodida, a la que le va a costar apreciar el esfuerzo y la buena voluntad de este muchacho sencillo y tranquilo, al que considera un pelotudo casi más insoportable que los dolores que le producen los tumores. De ese contrapunto salen los momentos más notables de El Animador, pero hay muchísimas secuencias brillantes y muchísimos diálogos increíbles (por la profundidad, por la autenticidad) entre todos los personajes que pueblan la novela.
El guion es realmente conmovedor, por lo cercano, por lo real, por cómo nos pega a quienes estuvimos cerca de un ser querido que tuvo que sufrir mucho antes de morirse... y por si faltara algo, Juanungo nos revela que todo esto no es fruto de su imaginación, sino que es una versión con algunos toques de ficción de lo que fueron los últimos meses de la vida de su papá, el gran animador Rodolfo Sáenz Valiente, alias Rufo. O sea que mucho de lo que nos cuenta en la historieta, Juanungo lo vio de cerca, lo sufrió en carne propia, cuando le tocó acompañar a su padre enfermo, quien falleciera en 2006. Y si bien no se pone a sí mismo en la novela (nunca se menciona que Neno tuviera hijos), se anima a recrear con total honestidad una situación traumática, que seguramente lo afectó muchísimo, y exponerla con lujo de detalles, con situaciones que tienen que ver con una familia que no es exactamente la suya, pero que se nutre de lo que le tocó vivir a él.
Y por si faltara algo más, Juanungo hace que Neno le explique al enfermero (y por elevación, a los lectores) en qué consiste el trabajo de un director de animación, cómo era ser profesional en este rubro 15 ó 20 años atrás. O sea que además de emocionarte, de ofrecerte una historia con la que te enganchás, te identificás y hasta sufrís, El Animador te tira data muy valiosa sobre un ámbito artístico bastante poco común. ¿Y hay más? Sí, claro: el dibujo de Juanungo, acoplado de un modo perfecto a la narración, sintético, expresivo, fresco, potente, con la asombrosa capacidad de convertir a esas pocas líneas casi sin sombras ni volúmenes en "la realidad". Si creías que este autor nunca iba a poder superar ese hito que es La Sudestada, te cuento que acá, con un grafismo bastante distinto, de nuevo alcanza unas cotas de perfección que uno no asocia con "dibujo sintético, realizado a lápiz y sin entintar".
Sin acción, sin siquiera una cachetada, sin sexo, sin villanos, sin golpes bajos, sin nada que sacuda la rutina triste y crepuscular de una vida que se apaga de a poquito, El Animador es un comic emotivo, picante, incómodo, demasiado real para no ser un documental y demasiado genial para ser real.
Y hasta acá llegamos. Espero poder avanzar pronto con nuevas lecturas para reseñarlas acá en el blog. Gracias y hasta entonces.
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jueves, 14 de diciembre de 2023
JUEVES A LA MAÑANA
Dormí tan mal y me levanté tan temprano, que capaz que antes del mediodía me vuelvo a meter en la cama. Pero primero, las reseñas de los libros que tengo leídos.
Me pareció muy interesante Aquelarres, de Patricio Oliver. Se trata del clásico comic de superhéroes en el que una minoría tiene poderes zarpados y a la vez sufre la persecución de una mayoría facha e intolerante, pero acá hay que cambiar la palabra "mutantes" por la palabra "brujas". Al mejor estilo Chris Claremont, Oliver arma un elenco amplio y diverso, en el que las mujeres tienen los roles protagónicos. La aventura está situada en Buenos Aires, el contexto está bien explicado, hay mucha acción, buenos diálogos, el vínculo entre los personajes es casi tan importante como la machaca mística y -lo que a mí más me impactó- me encontré con un excelente nivel en los bloques de texto, que Oliver (como Claremont) utiliza para que un narrador omnisciente nos cuente en tercera persona cosas que el dibujo no puede mostrar. La prosa vibrante, por momentos profunda, de Oliver se pone al servicio del relato para que, en no muchas páginas, el lector sienta que conoce bien a estos personajes de los que al inicio de Aquelarres no sabemos absolutamente nada. Sin aburrir, sin dárselas de poeta (Oliver sabe que no es Alan Moore, ni Robin Wood, ni Eduardo Mazzitelli) y lo más importante: sin eclipsar ni restarle poder expresivo al dibujo.
Y acá es donde Aquelarres rompe el molde de los clásicos comics de mutantes de los ´80: el trazo de Oliver es mucho más jugado y extremo que los de aquellos dibujantes tan correctos. La viñeta más tranqui, más careta, te hace acordar a las más salvajes de John Romita Jr., cuando metía esos planos en los que Rachel Summers aparecía toda deformada por su propio poder. Y el resto, se va al carajo, como si los breakdowns de Romita después los dibujara Fer Calvi en crack. Hay páginas en las que a Oliver le gustaría dibujar como Bill Sienkiewicz en la saga de Demon Bear, pero no se pone la capucha y sale a chorear: echa mano a algún que otro recurso gráfico de los que pelaba Sienkiewicz en los ´80, pero sin adoptar estilos ajenos. El resultado es potente, dinámico, fresco, y seguramente tiene lo que hace falta para captar al lector o lectora de hoy, que difícilmente se enganche con la estética y la narrativa de los comics de mutantes de hace 40 años.
Creo que la única contra seria que tiene Aquelarres es que esta aventura sienta las bases de un universo pensado para crecer y alcanzar su potencial en entregas posteriores, que no sabemos cuándo vamos a poder leer. Pero es un gran comienzo.
Hacía bastante que no le entraba a un comic autobiográfico, pero me dejé atrapar por Guía Básica para Sobrevivir a Explosiones, por varios motivos: 1) soy amigo de Cristian Blasco, el guionista; 2) soy amigo de Ian Debiase, el dibujante; y 3) sabía -por conocerlo a Cristian- que la historia que tiene para contar es realmente única, tremenda, mucho más emparentable con la ficción que con una anécdota de las que suelen contar los amigos, encabezadas por la frase "no sabés lo que me pasó el otro día". Lo que le pasó a Cristian no le pasa a nadie más, ni el otro día, ni en las próximas seis o siete vidas. Era obvio que ameritaba contar esa historia en un comic, y encima el dibujo y el color de Debiase garantizaban el disfrute desde lo visual.
A la fabulosa aventura de la explosión de gas seguida de incendio en la que Blasco se quemó las manos (y pudo haberse convertido en una brasa), el autor le agrega todo el contexto que no conocíamos: la historia de su familia, de su vínculo con su padre, su pasado en la escena del rock... Sin ventilar "trapitos al sol" pero con mucha honestidad y mucha valentía, Blasco expone sus memorias sus vivencias y sus sentimientos, en secuencias muy bien narradas, con la mezcla ideal entre comedia costumbrista y drama familiar. Después está esa otra faceta, la de su "encuentro" con Dios, el milagro, la fe, la oración, que -con todo respeto- me chupa un huevo y la mitad del otro. No sé si resta que de pronto el guionista le agregue una capa de misticismo a su mirada de la vida, pero en caso de sumar, lo hace de un modo... medio bizarro, digamos. Fuera de eso, la narración de Blasco tiene muchos aciertos: el ritmo, el orden en el que revela los sucesos, dónde decide cortar cada escena, cómo y dónde nos permite escuchar las voces de otros personajes/ personas que tienen algo para aportar a la trama... Se nota que es un trabajo, muy sentido, muy genuino, pero a la vez que está muy bien pensado, orquestado como un gran relato de ficción.
Y como ya dije, el dibujo de Debiase es exquisito, suelto, sintético, amistoso, clarísimo, con una narrativa clásica también clarísima, donde todo está perfectamente ordenado para garantizar la atención (y la emoción) del lector. Excelente trabajo por parte de Ian, que hizo suya una historia que -a todas luces- le pertenecía al fuero íntimo de Blasco. Otro libro que va a la pila de los recomendables.
Y finalmente, y en pos de la diversidad, me clavé el Vol.3 (último que conseguí, pero quiero más) de The Unbeatable Squirrel Girl, la serie en la que dejaron el alma el guionista Ryan North y la dibujante Erica Henderson, allá por mediados de la década pasada. Este Vol.3 coincide con el relanzamiento de la serie post-Secret Wars, con un nuevo nº1, y trae los seis primeros, más el nº6 de Howard the Duck para recuperar ese crossover entre ambos personajes que nosotros ya vimos en el libro reseñado hace justo cuatro años, el 14/12/19. Por ahí se acuerdan, es esa saguita donde la villana es una piba cosplayer pasada de rosca, como... sí, esa. Pero no vamos a volver sobre lo que ya comentamos, sobre todo porque el TPB trae los nºs 2 al 5 (de la segunda serie), que componen la mejor aventura de Squirrel Girl que leí hasta ahora: la tetralogía del viaje en el tiempo, con el Dr. Doom como invitado.
El nº1 es flojito, sirve para presentarle el elenco de la serie a gente que capaz se enganchaba tarde, precisamente porque salía un nuevo nº1. Pero a partir del nº2, North y Henderson no tienen piedad para nadie y te masacran con una saga espectacular, en la que no parás de cagarte de risa, con un plot alucinante, diálogos geniales, peleas absurdas, personajes copados, giros impredecibles... Todo lo bueno que puede tener un comic de superhéroes que no se toma a sí mismo en serio, está acá, en estos cuatro números. ¿"Justice League de Giffen y DeMatteis", dijo alguien? Sí, hay bastante de eso, pero orientado a un público más adolescente. Posta, no me imaginé que me iba a divertir tanto.
No me quiero ir sin destacar la labor de Erica Henderson, que no sólo dibuja bárbaro (y claro, sin sobrecargar a las viñetas con elementos ni texturas innecesarios) sino que además cumple con las entregas en todos los putos números. Ya van tres TPBs de Squirrel Girl sin dibujantes suplentes, y eso es un lujo casi inverosímil. Me encanta cuando los autores se comprometen así con una serie y le ponen todo en cada episodio. Sin dudas acá North y Henderson transpiraron a full la camiseta y besaron el escudito cada vez que metieron un gol. Y metieron muchos.
Nada más por hoy. Vuelvo al inframundo de la Comiqueando Digital, a ver si se da la magia de que la podemos tener lista antes de fin de año. Gracias por todo y hasta pronto.
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lunes, 11 de diciembre de 2023
VAMOS CON OTRAS TRES
No sé por qué hoy no me siento más libre, pero seguramente me siento un poco más pobre. Pero vamos con las reseñas.
Jack Hack es un librito de la editorial ThunderDome que recopila una historieta de Guillermo Villarreal, con la colaboración de Ariel Grichener en los guiones, que originalmente había salido en cinco revistitas. Se trata de una historieta para chicos, una aventura de ciencia ficción, muy lineal, con peleas contra alienígenas, monstruos y una especie de hechicero. Todo transcurre en un mundo tipo He-Man, en el que los humanos son astronautas bajados de una nave espacial y las culturas indígenas tienen más que ver con los orcos y otras razas cuasi-monstruosas al estilo J.R.R. Tolkien. El protagonista es un pibe humano impulsivo, valiente y carismático, que ayudará a alterar el equilibrio de poder en un mundo regido por el "sávese quien pueda".
Si bien el tono de Jack Hack es el de una aventura "seria", el trazo de Villarreal y algunas pinceladas que aporta Grichener en los diálogos le ponen al comic algo de comedia, o por lo menos una sensación de "relajate y disfrutá". La violencia no está ni enfatizada ni glorificada, los flashbacks están bien puestos, y en general, se deja leer sin sobresaltos. El punto más fuerte, como suele suceder, es el dibujo de Villarreal, que está realmente muy bien, muy sólido, con un gran manejo de la aplicación de tramas mecánicas, mucha expresividad en los rostros y bastante originalidad en el diseño de los personajes, animales, armas y naves. Por suerte el manga abrió la posibilidad de que los chicos se enganchen con historietas en blanco y negro, y la verdad es que Jack Hack (editado así, en un librito de unas 150 páginas) resulta igual de atractivo que cualquier manga de aventura y machaca de los que hay hoy en el mercado, con el atractivo extra de que la historia se resuelve en un único tomo.
Ya en el rubro de publicaciones con ISBN, la editorial Gatto Gordo lanzó el Vol.1 de Siete Nexos, otra saga de acción y aventuras escrita y editada por Exequiel Fernández Roel y dibujada por Pablo Churin. La edición es, por lo menos muy rara: en un librito de 64 páginas, sólo 38 son de historieta. El resto son bocetos, diseños de personajes, agradecimientos... todas cosas que tranquilamente podrían no estar, para ofrecerle a los lectores de historietas más páginas de historietas. Acá por lo menos te aclaran en la portada que se trata de un Vol.1 y no de una historia completa. Pero 38/64 es una ratio excesivamente baja, al filo del disparate.
El dibujo de Churin (lo digo así, rapidito) me aburre. Le falta personalidad, onda, riesgo. Es un dibujante de aventura realista de lo más genérico que te puedas imaginar, que fluctúa entre páginas casi sin masas negras y páginas donde estas tienen un gran protagonismo. Tampoco descolla en las expresiones faciales, tiene algún que otro pifie en la anatomía... creo que lo mejor que muestra Churin en estas páginas es la capacidad de superpoblar las viñetas con muchos personajes sin que se le arme un cambalache narrativo imposible de descifrar para el ojo del lector.
Y el guion de Fernández Roel parte de una premisa interesante, con buenas posibilidades para desarrollar una aventura atractiva, por fuera de lo predecible. El elenco está integrado por siete personajes muy distintos entre sí (cada uno representa a un género, entonces hay un detective de policial negro, una especie de vampira, un aventurero onda Indiana Jones, un guerrero onda Conan, un superhéroe clásico y así). Por ahora, la interacción entre ellos está bien, pero no compone el núcleo de la obra, muy orientada a la acción. Exequiel plantea de entrada un conflicto fuerte, y todo lo que hacen los personajes está necesariamente supeditado a la resolución de ese conflicto, algo que seguramente sucederá en entregas posteriores. Me parece que me voy a sentir más cómodo recomendando Siete Nexos cuando ya tenga más libritos publicados, como para que la trama cobre más volumen (en 38 páginas tenemos la presentación de los protagonistas, el planteo del conflicto y poco más) y para ver si, con la gimnasia de dibujar unas cuantas páginas por año, levanta un poco la performance de Churin.
Por fuera del material de autores argentinos publicado en 2023, me leí el tomito de historias cortas de Tatsuki Fujimoto titulado 17-21. Acá hay cuatro historietas autoconclusivas en las que se puede apreciar cómo evolucionó el autor de Chainsaw Man a lo largo de sus primeros años como mangaka. La primera historieta parte de una buena idea, pero narra en 35 páginas una anécdota muy menor, que se podía contar tranquilamente en 12 ó 16 páginas. El dibujo todavía es un poco confuso, pero se nota que el pibe está bien encaminado. Para ser una obra de un chico de 17 años, está muy bien. La segunda historieta también se extiende demasiadas páginas y también adolesce de un dibujo un poco confuso y una puesta en página un poco torpe. Pero el guion es bastante mejor que en la primera, y tiene los mejores diálogos del tomo, muy bien traducidos al castellano argento por Hernán Leguizamón.
La tercera parece ser una experimentación bizarra, que parte de una premisa típica de manga romántico pero empieza a incorporar elementos más extraños, más aventureros, y termina por pasarse de rosca y ser bastante inquietante y bastante cómica. Y la cuarta historieta es la mejor del librito: acá el dibujo de Fujimoto pega un salto cualitativo que lo pone cerca de ser un Hiroaki Samura de segunda marca, algo que para un pibe de 21 años, es un montón. De nuevo, la cantidad de páginas que utiliza para contar la historia de Shikaku y Yugel es un exceso total, pero la narrativa es más clara, hay escenas realmente espectaculares y -repito- el dibujo está mucho mejor resuelto, aunque le falta más variedad de planos y más laburo en los fondos. Ya se nota que hay mucha menos diferencia entre lo que a Fujimoto se le ocurre en su cabeza y lo que su mano logra plasmar en el papel. Otra buena historia de amor pasada de rosca, con sangre, tiros y violencia.
Si te gusta ver la etapa experimental de un autor ya consagrado en el mainstream japonés, este librito te puede llegar a gustar mucho. Hay un segundo tomo de relatos breves del Fujimoto pre-Chainsaw Man, al que prometo entrarle en algún momento de 2024.
Suficiente, por hoy. Vuelvo a concentrarme en el nº8 de Comiqueando Digital, que se viene con todo. Gracias y nos reencontramos pronto acá en el blog.
sábado, 9 de diciembre de 2023
TRES AL LÍMITE
Mañana cambia el país, supongo yo que para peor. En vez de estar en el horno, vamos a estar en el spiedo: con el mismo calor, pero dando vueltas con un palo que nos entra por el orto y nos sale por la garganta. Habrá que aguantar, como aguantamos tantas veces, por lo menos los más veteranos. Vamos con las reseñas.
Primero, una breve glosa para Viento Fantasma, un librito que reúne dos historias cortas de Francisco Felkar, ambas con un tinte sobrenatural y ambientadas en su Bahía Blanca natal. Muy notable la mejora en el dibujo de Felkar respecto de sus trabajos anteriores, y muy interesante el tono (medio lovecraftiano) que encontró para narrar lo extraño, lo inexplicable y además para anclarlo en la mitología propia de su ciudad. Por ahí estas historietas destacarían más en el contexto de una antología con otros autores que en un librito de menos de 30 páginas, pero eso no hace menos placentera su lectura.
Vamos con una gema: el tercer (y aparentemente último) libro de El Último Recurso, la serie escrita por Lubrio y dibujada por Kundo Krunch. 78 páginas de acción, mala leche, groserías, atrocidades y abyección moral, que se disfrutan inmensamente. No me acuerdo si con los dos primeros libros me reí tanto, pero este tiene un nivel superlativo. Lo cruel y perverso del plan de los villanos (no muy difícil de traspolar a regímenes políticos y sociales como el que vamos a estrenar mañana) me pareció de una genialidad macabra, me cuesta creer que a ningún otro guionista se le haya ocurrido antes semejante guachada. A Lubrio no sólo se le ocurrió, sino que tuvo los huevos y la destreza de llevarlo al papel, combinado con diálogos tremendos, un ritmo atrapante y muy buen desarrollo de estos personajes a los que espero ver regresar, aunque sea en el contexto de otra serie.
El giro que le encuentra Lubrio al clásico plot de "nos invaden extraterrestres que tienen siniestros planes para con la Humanidad" es original y está narrado con una crudeza y un impacto estremecedores. Incluso la respuesta de "los buenos", las maniobras que planifican e improvisan para impedir el genocidio, demuestran inteligencia y osadía por parte del guionista. Después de dos libros en los que pasa de todo, ya para el tercero no se mantiene tan intacta la sensación de "cualquiera de estos personajes puede ser boleta", sino que uno sospecha que -de alguna manera- los cuatro más importantes tienen asegurado el privilegio de llegar al final de la saga. Eso -créanme- no le hace mella para nada a la sensación de vértigo, de frenesí, de "se va todo a la mierda" que transmite el guion de "El Fin de Nuestros Elaborados Planes".
El dibujo de Kundo, buenísimo como siempre. Sintético, expresivo, con una puesta en página clásica, sin complicaciones innecesarias, personajes perfectamente identificables y un tratamiento del color muy personal y muy sugestivo, aunque por momentos mucho más sutil que las animaladas que suceden en la historia. Si no hay más El Último Recurso, estamos frente a una serie irrepetible, que se va por la puerta grande. Y si está la chance de que haya un cuarto libro, o una nueva colaboración entre Lubrio y Krunch (en una de esas ambientada en el mismo universo) vamos a ser muchos los fans que nos vamos a poner muy contentos. Ojo: no recomiendo "El Fin de Nuestros Elaborados Planes" a quienes no leyeron las dos aventuras anteriores. No sean pajeros, empiecen por el principio. Lo van a disfrutar a pleno.
Un poquito de algo distinto, para los que se aburren si reseño sólo historieta argentina de este año: en 1997, cuando Cocco Bill cumplía 40 años de publicación ininterrumpida, la editorial Sergio Bonelli convocó a su creador, el legendario Benito Jacovitti, a aportar una historieta 100% inédita que abriría una colección dedicada a los capos del comic humorístico italiano. Ni lerdo ni perezoso, el maestro Jacovitti se mandó las 94 páginas a todo color de Diquaedilá (podría traducirse como "Deaquídeallá"), una demencia gráfica y narrativa casi imposible de explicar.
Desde lo visual, acá Jacovitti modifica un poco su estilo: se despega de la línea clara casi franco-belga y opta por un trazo un poquito más sucio. No te digo que empieza a entintar como si fuera Robert Crumb, pero deja atrás ese estilo hiper-prolijo e inmaculado que lo identificara a lo largo de tantas décadas. De todos modos, lo que más llama la atención es que son páginas hiper-sobrecargadas. Las viñetas de Diquaedilá no tienen aire: sólo entran en el cuadro los personajes y los globos de diálogo. No hay una sola toma panorámica en la que se vea mucho paisaje y los personajes chiquititos, no existe la opción de ver la acción "desde lejos". Son como mucho tres planos, que le permiten al autor enfocarse en las caras o los cuerpos, y nada más. Esto transmite la sensación de un relato muy intenso, sin titubeos, sin pausas, que a lo largo de 94 páginas corre el riesgo de agobiar un poco. Por suerte el dibujo es brillante, y uno se vuelve loco con todos esos detalles limados que mete Jacovitti en cada rincón de cada viñeta. La puesta en página por momentos es rarísima, pero nunca se presentan dificultades a la hora de seguir el orden natural de la secuencia.
Y así como es extrema la decisión de llevar todos los dibujos al borde de las viñetas sin dejar espacios libres, también es extrema la onda del guion: Diquaedilá se articula en base a una sucesión de peripecias concatenadas, de modo que cuando parece que Cocco Bill resuelve un conflicto, ya se ve inmediatamente envuelto en otro. Por supuesto las "resoluciones" son en joda, a veces muy absurdas, otras muy violentas, otras con el recurso de hacerse cargo de que esto es una historieta: Cocco Bill le habla al lector, discute con el dibujante, mueve los marcos de los cuadritos... un delirio espectacular. Hay una especie de "conflicto mayor", contra Bat Gregorio "el Sonriente", una mezcla entre el Joker y Mick Jagger que resulta ser el villano principal de la saga. Pero en el medio pasan tantas cosas imposibles, hay tantas peripecias, tantos tiroteos y tantas piñas, que la verdad que para cuando reaparece el Sonriente a desencadenar el final de la historia, medio que uno ya se había olvidado de él. En todo momento Jacovitti subraya que esto es una payasada, que no hay que tomarse en serio nada lo que le sucede a Cocco y su fiel caballo Trottalemme. Si en Lucky Luke la parodia al western clásico es sutil y sofisticada, en Cocco Bill es grotesca, desmedida, totalmente pasada de rosca. Y funciona bárbaro, porque cumple con creces el objetivo, que es que nos caguemos de risa un rato.
No sé por qué Benito Jacovitti no es mucho más conocido en Latinoamérica, pero a quienes quieran saber muchísimo más sobre este genio, les recomiendo la nota de Hernán Ostuni que forma parte del nº7 de Comiqueando Digital.
Y esto es todo, por hoy. Bastante bien, no? Como siempre, ni bien tenga leídos un par de libros más, vuelvo para reseñarlos acá en el blog.
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miércoles, 6 de diciembre de 2023
TIEMPO PARA RETOMAR
Finalmente encontré el huequito para leer un par de libros más, y es hora de reseñarlos.
Empiezo por Mundus, el nuevo trabajo de Mauro Mantella, una vez más editado por Rabdomantes. Se trata de la historia de un grupo de personas que intentan sobrevivir en un mundo muy extremo y alucinante al que aparentemente llega sólo gente que murió, y que en vida le cagó la existencia a alguno de sus semejantes. Estos hombres y mujeres están perdidos, a la deriva en un lugar que no terminan de entender qué carajo es (parecido a Lost, que -aclaro- nunca vi, pero me contaron de qué se trataba). Hay mucho desarrollo de personajes, muy buenos diálogos, momentos en los que cada uno de los protagonistas tiene la oportunidad de contar algo de su pasado como para que entendamos por qué corno cayeron ahí... todo muy lindo hasta que llegás a la última viñeta y te enterás de que lo que compraste no es una historia completa, sino "el volumen 1". No hay ninguna advertencia ni en la portada, ni el lomo del libro, ni en ningún lado. Te cortan la aventura, así, en seco, sin avisar, y esto sin dudas es una mierda. Hay que ser muy perverso para 1) no explicitar que lo que estás comprando no es una obra completa sino una primera parte de una serie, 2) ponerle punto final a la narración en un momento tenso, picante, que te deja con toda la leche, y 3) no comunicar por ningún medio ni red social cuándo va a estar a la venta el Vol.2.
Lo bueno es que mientras leía Mundus me enganché y la pasé muy bien. Y lo mejor (lo que casi me hace perdonar tanta maldad) es que está todo dibujado como los dioses por Mauro Lirussi, un autor al que conocí cuando era adolescente y que -en los más de 20 años transcurridos- pasó de ser un animal a ser un crack absoluto. Lirussi ya era obscenamente bueno cuando era muy pibe, y a lo sumo mi "miedo" era que no agarrara el training que hace falta para aprender a poner el dibujo (¿qué digo "dibujo"? ¡recontra-dibujazo!) al servicio del relato. Bueno, acá la narrativa es impecable y vemos a Mauro bancarse todo, hasta esas páginas repletas de texto en las que Mantella les hace decir a los personajes unos choclos de texto dignos de un monólogo de Enrique Pinti. El trazo de Lirussi es complejo, generoso, frondoso... siempre dentro de esa línea realista y oscura que por ahí identificamos con Leonardo Manco, Salvador Sanz, con rostros expresivos, fondos imponentes, monstruos aterradores y un manejo sobernio de todas las técnicas vinculadas al dibujo en blanco y negro que se te puedan ocurrir.
Espero lo que haga falta por otras 75 páginas dibujadas por Lirussi a este nivel... aunque temo que para cuando se publique un segundo libro de Mundus no me voy a acordar nada de la trama.
Y me queda el Vol.15 de Historieta Revólver, la antología de historietas autoconclusivas que aparece una vez por año en formato libro, muy bien impreso, con material a color y en blanco y negro de autores y autoras (básicamente) de nuestro país. Lo primero que me llamó la atención es que dos de las historietas más interesantes ya las tengo en otras antologías: la de Rodolfo Santullo y Guillermo Hansz la vimos el 05/08/23 y la de Ezequiel Rosingana, el 15/03/19. Una pena.
Pero me encontré con otras dos historietas que me gustaría destacar. Creo que la mejor es la de Fabián Slongo, cautivante desde el dibujo y muy sólida desde el guion. Me encantó también la del maestro brazuca Wander Antunes, casi un continuador de las malignas historias cortas que hacía Oswal con Sánchez Abulí. Ahí ya hay cuatro muy buenas.
Y después, lo de siempre: buenos dibujantes a los que le faltan mejores guiones... Julio Azamor, con ese trazo vigoroso, impactante, lo quiero ver dibujar mejores historias. Juan Bobillo, un monstruo de una versatilidad asombrosa, acá también, se escribe él un guion que tiene momentos graciosos, pero que no le hace justicia al dibujo. La de Sergio Ibáñez tiene un guion de Marcelo Pulido... en el que no hay conflicto. Es gente que habla, o que se queda en silencio, pero nunca se llega a esbozar un conflicto, algo que hay que resolver. Me impactó también el dibujo de Diego Pogonza, realmente exquisito, con un gran manejo de la anatomía, las expresiones faciales y la iluminación... pero el guion se me hizo largo al pedo (y el rotulado, casi ilegible).
La de Dolores Alcatena tiene una idea ingeniosa y muy buenos diálogos, pero el dibujo parece hecho así nomás, sin demasiado esfuerzo (aunque el color lo levanta bastante). Y después hay otros dibujantes que ofrecen trabajos correctos, como Santiago Miret, Fernando Papino, Migue Ramírez, Daniel Mendoza... pero ninguno descolla ni genera mayor entusiasmo. Ni siquiera Walther Taborda que también, parece poner lo justo como para que la historieta se vea bien, pero sin onda, ni pasión, ni ganas de inventar nada.
Como siempre digo, me encanta leer historias autoconclusivas de distintos géneros, me copa que Historieta Revólver mezcle a autores de mucha trayectoria con chicos y chicos menos publicados, y técnicamente el libro está muy bien hecho. Falta ajustar un poco la calidad de los dibujos, y sobre todo la de los guiones, para subir la vara y que esto parezca más una selección que un rejunte.
Nada más, por hoy. Me vuelvo a sumergir en la Comiqueando Digital nº8 (se viene un numerazo de la hostia) y prometo volver a postear por acá ni bien logre bajar un poco más la pila de las lecturas pendientes. Gracias y hasta pronto.
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viernes, 1 de diciembre de 2023
VIERNES LLUVIOSO
Y cuando estás todo mojado, te leés un comic de Aquaman y listo...
El otro día, cuando nos estábamos por juntar con Gonzalo Ruiz a grabar un episodio de Distinguida Competencia (que se va a poder escuchar desde el lunes en cualquier plataforma), me puse a repasar Kingdom Lost, el TPB de Aquaman que completa la etapa de De Will Pfeiffer y John Arcudi y llega hasta Infinite Crisis. Vendría a ser la continuación directa de los libros que reseñamos por acá los días 26/12/19 y 16/01/20.
¿Está bueno? La verdad que mal no está. Pero al pobre Arcudi lo destrozan cuando le exigen enganchar la saga que él estaba tejiendo con los sucesos de lo que se conoció como el "Countdown to Infinite Crisis". Acá hay una aparición muy forzada de un OMAC, y otra no tan forzada pero con consecuencias funestas de aquel Spectre recontra-sacado que protagonizaba la miniserie Day of Judgement. Para darle bola al embate del Spectre contra Atlantis, la trama descuida el desarrollo de los planes de Ocean Master y manda al banco de suplentes al otro sub-plot atractivo, que era el de Black Manta vinculado a turbios intereses para hacerse con el contro, de Sub Diego. El último episodio tendrá una tensa y satisfactoria venganza de Aquaman contra Manta, pero lo que pasa en el medio del tomo (el cataclismo místico de Atlantis) es tan desolador, que no alcanzan las páginas para quitarte ese sabor a derrota, a tragedia, a "se fueron al carajo". La batalla contra el Spectre deja un saldo de muertos y desaparecidos entre los que están los mejores personajes secundarios de la serie: Koryak, Vulko, Tempest, Mera... para los últimos capítulos sólo queda en pie Lorena Márquez (la nueva Aquagirl) a la que por suerte Arcudi construye como un personaje bastante interesante. Después vendrá el One Year Later y nada quedará como lo deja Arcudi en el nº39. Me imagino que la serie no vendería bien, porque si no, no se explica semejante cirugía mayor sin anestesia.
De los ocho episodios que compila este libro, sólo uno está dibujado por Patrick Gleason, y lógicamente es el mejor. El grueso de las páginas restantes caen en manos de Leonard Kirk, ese dibujante sin imaginación ni onda al que ya padecimos en varios TPBs de la JSA. Acá por lo menos le ponen como entintador a Andy Clarke, el británico de trazo elegante y preciocista, que no se luce tanto como cuando lo dejan encargarse también de los lápices, pero hace su aporte para que el dibujo de Kirk se vea un poco más sólido y menos frío. Y el último número lo dibuja Freddie Williams II, pero muy lejos del nivel que muestra hoy. Me imagino que en 2006 sería muy pibe y estaría dando sus primeros pasos, pero ya a partir de 2009-2010 Williams II se convirtió en un gran dibujante para comics de superhéroes. Y este efímero paso por la serie de Aquaman tampoco es horrible, simplemente está muy por debajo de lo que peló después.
Pero volvamos al material argentino editado en 2023, que si no no se termina nunca. Me gustó mucho El Castillo Rojo, la novela gráfica de Pablo De Santis y Matías San Juan. El dibujo me remitió mucho al de Lucas Varela, incluso se repite el truco típico de Varela de trabajar con una paleta limitada de colores (acá no existen ni el amarillo ni el verde). Pero las similitudes son apenas a nivel de la superficie. San Juan tiene su propia forma de elegir los encuadres y de armar las secuencias, incluso la puesta en página, cuando se despega del esquema de tres tiras de viñetas, no se parece nada a lo que solemos ver en las obras del autor de Paolo Pinocchio. Muy buen trabajo de San Juan, que logra ensamblarse muy bien con los guiones de De Santis. Si te dicen que El Castillo... es la obra de un autor integral que se encarga del guion y el dibujo, te lo creés, de una.
El guion es excelente. Una pena que el texto de la contratapa explicite de modo tan contundente y ponga tan en claro cosas que De Santis revela con el correr de las páginas, siempre de un modo gradual, e incluso algo ambiguo. La premisa de la obra es tan compleja, tan original y tan loca que todo lo que se explique le quita fuerza a lo mejor que tiene El Castillo..., que es el misterio. El clima enrarecido, que hace que el lector desconfíe todo el tiempo de lo que dicen los personajes. Prácticamente no se puede hablar de la trama sin spoilear cosas importantes, revelaciones que De Santis dosifica con mano maestra para mantenernos enganchados (y desconcertados) hasta el final. Digamos que es un misterio ambientado en un contexto futurista, con elementos de ciencia ficción, apoyado en una investigación que sigue los procedimientos del policial pero de pronto suma como elemento importante la exploración del subconsciente (sueños, recuerdos, la identidad misma) no de una persona, sino de un colectivo de... personas, ponele. Sí, es muy raro. Por momentos los diálogos cobran un espesor que me remitió a Twin Peaks, a esa cosa de tratar de estudiar desde lo racional algo que a todas luces es un delirio... o un sueño.
Por ahí transita El Castillo Rojo, con muchas ideas cautivantes y poco énfasis en el hecho de que -tarde o temprano- hará falta la violencia para resolver parte del conflicto, porque está claro que a De Santis no le divierte escribir comics de acción y peleas. Si te copa esa mezcla de hard boiled y futuro crepuscular onda Blade Runner, esto te va a detonar la cabeza.
Vuelvo con Gastón Flores y Sergio Tarquini, una dupla con bastante participación en la antología Avalancha, que vimos por acá hace muy poquito. Silver Sigma es un trabajo 100% inédito, y ofrece una historia completa, con personajes pensados claramente para volver eventualmente con nuevas aventuras.
Lo mejor que tiene Silver Sigma es que en un momento se aburre de ser una típica aventura de ciencia ficción, con naves espaciales, pistolas de rayos y peleas contra alienígenas malos y se mete en un pantano jodido: el del dilema moral. De pronto, con la aparición en escena de Sula y su familia, la machaca y las explosiones pasan a un segundo plano y crece un conflicto más filosófico, atípico en este tipo de historietas. No me parece que esté ni maravillosamente planteado ni maravillosamente resuelto, pero la irrupción de ese elemento en un relato que claramente iba para otro lado me descolocó y me hizo recuperar el interés por ver cómo Flores llevaba adelante la trama de ahí en adelante. De todos modos, hay buenos diálogos y está la intención de no caer en las trampas obvias del género de aventureros espaciales, o sea que la lectura se hace llevadera.
Por el lado del dibujo, bastantes inconsistencias. Me gusta la elección de las acuarelas como técnica para colorear esta historia (me recuerda, en sus mejores pasajes, a cosas que hacían en los ´80 Juan Giménez, Marcelo Pérez o Juan Zanotto), me gusta la puesta en página, el ritmo que elige Tarquini para la historia, y cómo se las ingenia para armar la secuencia cuando le toca lidiar con globos de diálogo gigantes, llenos de palabras. Pero no soy muy fan de cómo maneja la anatomía, le falta personalidad a su trabajo en los rostros, y hay viñetas que sufren de una alarmante falta de dedicación en los fondos. De nuevo: cosas de hinchapelotas, que probablemente alguien que se acerca a esta historieta sin demasiado bagaje previo no note y no señale como algo negativo.
Silver Sigma es una historieta que, a grandes rasgos está bien, pero no le alcanza para descollar, para decir "ah, si este año tenés que comprar sólo cinco libros, este tiene que ser uno". Pero tiene el atractivo suficiente como para captar lectores que por ahí vienen del palo de Star Wars o algo así, y acá encuentran (en una de esas, por primera vez) una historieta de autores argentinos que los interpela y los atrapa. Por ese lado, me parece lógica la apuesta de Rabdomantes de editar este material a todo culo, con un papel y una impresión realmente magníficos.
Nada más, por hoy. Sigo a full trabajando en el próximo número de la Comiqueando Digital y subiendo videos al canal de YouTube de Comiqueando, algunos de los cuales se nutren de experiencias vividas e imágenes grabadas en mi gira por España, Francia y Bélgica. Ni bien tenga más libros leídos... lo de siempre, serán reseñados acá en el blog.
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