el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 28 de febrero de 2020

VIERNES CON HUMOR

Parecía que no, pero me clavé nomás 10 entradas durante Febrero. Esta vez, con dos libritos que abordan desde dos ópticas muy distintas la temática del humor, de la comedia basada en la realidad cotidiana de gente común y corriente (o casi).
Arranco en 1998, cuando se publica el Vol.70 de Betty and Veronica Double Digest, un librito de 196 páginas en un formato chiquito (16.5 x 12.5), parecido al de los tomitos de manga pero a todo color y con papel no choto, pero tampoco de gran calidad. Me encanta el formato, me parece genial para leer muchas páginas por poca guita de cualquier historieta que no esté muy sobrecargada de texto ni tenga más de siete u ocho viñetas por página. Los Double Digest de Archie Comics además eran especialmente baratos, porque de las 196 páginas sólo SEIS eran material 100% nuevo, generado para esta publicación. El resto son reediciones de muchísimas historietas y chistes que van de media página a 11 páginas, con una amplia mayoría de historias de cinco páginas. Lamentablemente, la única que incluye créditos para los autores involucrados es "Party Anyone?", la historieta inédita con la que abre el librito. En el resto del material, hay que jugar a “Adivine quién Dibuja”.
En general, los dibujos son muy buenos, muy competentes, con la información justa en cada viñeta, personajes fácilmente reconocibles, muchísima atención a los detalles en materia de peinados y vestimenta (se supone que el público mayoritario de Betty y Veronica son chicas que se fijan mucho en eso) y sobre todo una narrativa diáfana, cristalina, a prueba de idiotas. Varias cosas me llamaron la atención: A) Si bien muchas de estas historias datan de fechas muy anteriores a 1998, no se sienten especialmente anticuadas. O la moda de los jóvenes cambió poco, o los comics de Betty y Veronica estuvieron varias décadas anclados en mismo lugar en materia gráfica y de temas a tocar. B) Bajo el título englobador de “Betty and Veronica” el tomito incluye un montón de historietas de Archie en las que las chicas tienen roles secundarios, y también unas cuantas de Sabrina, de Li´l Jinx y hasta de Josie & the Pussycats en las que la rubia y la morocha ni aparecen.  C) Pasadita la mitad del tomo, aparece una historia corta (5 páginas) en la que –sin ninguna explicación- Archie y sus amigos viven en la Prehistoria. Posta, no es un sueño de Jughead, nadie se lo está imaginando, son cinco páginas en las que esa es “la realidad”.
Y destaco dos historietas que me gustaron mucho: “Meet the Gang”, en la que Pop nos cuenta uno por uno quiénes son los integrantes del elenco de las series de Archie (esta habría que incluirla en todos los tomitos a modo de introducción), y “Writer´s Cramp”, con un par de vueltas de tuerca muy divertidas en apenas seis páginas. El resto, nada, lo de siempre, todo muy light, muy para pibit@s de 11 años. No está mal, pero no te leo más de 200 páginas de esto por año ni drogado.
Salto a Argentina, año 2019, cuando se publica Guapo, el nuevo trabajo de Ernán Cirianni, también muy centrado en relaciones románticas, pero muy idas al carajo. Ya desde el dibujo y la forma de rotular los diálogos queda claro que esto no es Betty y Veronica. Ernán va a fondo con la temática sexual, mete escabio, drogas, escatología, no le importa absolutamente nada. La gran mayoría de las historias son secuencias que transcurren entre dos personas a puertas cerradas, muy basadas en los diálogos. Casi obritas de teatro, similares a las de Copi pero más difíciles de representar con actores porque en los relatos de Ernán el protagonista/autor casi siempre pela un portentoso miembro viril que será manoseado, chupeteado o introducido en algún orificio por las mujeres con las que interactúa.
Pero lo más interesante (creo yo) no es el desparpajo estético de Ernán, ni la forma bestial de abordar la temática del sexo. A mí lo que más me impactó cómo detrás de los excesos y la salvajada, Ernán desliza un contenido filosófico riquísimo, de gran profundidad. En los diálogos pre o post-garches, se habla del capitalismo, de la utopía, de la alienación, de la violencia, de la marginación, de los deseos y fantasías que reprimimos, de lo poco idónea que resulta la educación que nos dan nuestros padres para salir a enfrentarnos a un mundo y una sociedad atroces y despiadadas… Hay una bajada de línea muy pensada, muy bien insertada en un contexto de risas y descontrol. Y eso hace que Guapo, además de hacerme soltar estruendosas carcajadas me moviera a reflexionar acerca de temas espesos. Sin duda, un plus alucinante.
Como siempre, la entrada a la fiesta es un toque cara, porque te tenés que bancar todo tipo de desprolijidades en el trazo y sobre todo en el rotulado. Pero es así, los fans de Cirianni ya estamos acostumbrados, ya aprendimos a disfrutarlo así. Si eso no te ahuyenta, con Guapo vas a ser muy feliz.

Nada más por este mes. Gracias y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

miércoles, 26 de febrero de 2020

MIERCOLES MEXICANO

Vamos a México, ¿se copan?
Arranco en 2012, cuando se edita en el país hispanoparlante de Norteamérica la antología 12M. Se trata de un librito muy finito, con sólo 48 páginas, de las cuales apenas 36 son de historieta (claramente no cumple la Ratio Accorsi). Esas 36 páginas están distribuídas de a tres para cada un@ de l@s 12 historietistas convocados, siempre con la consigna de contar en sólo tres páginas una mini-historia vinculada a uno de los 12 meses del año. ¿Contar historias en tres páginas? Muy complicado, no? Como se imaginarán, la mayoría de l@s artistas involucrad@s en 12M fracasan en el intento. De todo modos, encontré algunas cosas para rescatar (además de descubrir a 10 autor@s a los que no conocía).
Por orden de aparición, me dejó muy frío la historieta de Carlos Bernal, me pareció falta de onda y de imaginación. La de Beatrix de Velasco también, la nada misma, sin brillo ni en el guión ni en el dibujo. Marzo me trajo la intención de contar algo un poco más jugado, y muy buenos dibujos, cortesía de Thalia De la Torre. También hay buenas intenciones (y dibujos por momentos excelentes en un contexto bastante desparejo) en la historieta de H.G. Santarriaga. Las tres paginitas de Mayo le corresponden al virtuoso, al genio, al ídolo. Sí, Tony Sandoval participó de 12M con una historieta que apenas cuenta el principio de algo que podría ser copado, con un nivel de dibujo pasmoso, de una belleza rotunda incontrastable. En Junio la antología atraviesa su peor momento de la mano de Nomi Sad, con tres páginas sumamente olvidables.
En Julio aparece la otra autora a la que conocía de antes, la gran Cintia Bolio, que cuenta una especie de chiste (no llega a ser una historia), casi como excusa para desplegar sus magníficos dibujos. Gratísima sorpresa (sólo a nivel visual) la de Patricio Betteo, un crack del dibujo, con un grafismo que me cautivó a primera vista. Me gustaría leer más material suyo, a ver si encuentro el mismo impacto en los guiones. Flojito y genérico lo de Rocío Pérez García, con un buen combo entre la técnica del claroscuro y la aplicación de grises en el photoshop. En Octubre me encontré con Rosalba Jáquez, dueña de un dibujo sutil, sugestivo, al que le falta muy poquito para estar buenísimo. La “historia” que narra no me atrapó en lo más mínimo, pero visualmente me gustó. Y cierro con dos historietas también muy decepcionantes, tanto para Diciembre (de la mano de Fraga) como para Noviembre. Esta última (a cargo de Raúl Montiel) arranca con un políptico espectacular en la primera página y ni bien arranca la segunda se desploma, ante el estupor del gil que creyó que iba a leer algo realmente grosso.
Y bueno, las antologías son así. Urgente un buen tratamiento de rehabilitación para el que fijó en tres páginas la extensión de estos 12 intentos de historieta.
Y me quedo en México para recorrerlo de la mano de Hellboy, en un TPB (lógicamente llamado Hellboy in Mexico) que reúne todas las historias del querido Anung un Rama ambientadas en ese país, en aquellos meses de 1956 de los que dice no tener casi ningún recuerdo.
Las primeras 28 páginas (hijos de mil putas) ya me las habían vendido en el TPB que reseñé el 07/04/12, pero como las leí hace mucho, me volvieron a emocionar. No voy a reiterar conceptos, así que se puede buscar esa reseña y repasarla. Sobre el final del TPB, Mike Mignola y Richard Corben vuelven a la carga con otra historieta ambientada en México, esta vez de 49 páginas, que es en alguna medida secuela de la anterior, pero también tiene su peso propio. De hecho ahí está la primera aparición de Frankenstein Underground, un personaje al que Mignola le seguiría sacando el jugo en futuras miniseries. El guión es aceptable, sin brillar demasiado, y el dibujo de Corben es fastuoso, con una expresividad increíble y un maridaje perfecto con la paleta de Dave Stewart.
Si querés ver a Hellboy dibujado por Mignola, acá están las ocho paginitas de Hellboy versus the Aztec Mummy, lo más flojo del tomo tanto a nivel argumental como gráfico. Otro guión muy pobre, casi indigente, firmado por Mignola es el de Hellboy Gets Married, por suerte dibujado con muchísima garra (y una impronta mignolesca que le sienta muy bien) por el británico Mick McMahon, que lo salva del oprobio.   
Hablando de dibujantes de impronta mignolesca, tenemos ocho paginitas dibujadas por Gabriel Bá (uno de los gemelos fantásticos) en la que reproduce un montón de yeites gráficos y narrativos del creador de Hellboy, remando contra un guión que tampoco aporta nada. Y no podía falta su hermano, Fábio Moon, que también levanta con su magia gráfica un guión flojito, pero sin clonar para nada a Mignola, sino a fuerza de originalidad, sutileza y una línea más para el lado de Craig Thompson.
Hellboy in Mexico tiene algunos momentos brillantes (sobre todo en la historieta que da título al tomo) y unos dibujantes tan pero tan buenos que el más choto es el propio Mignola. Pero a grosso modo, los argumentos son apenas un rejunte de excusas chotas para mostrar monstruos cagándose a palos. Sobra machaca, hay buenos climas, hay pequeños (y acertados) toques de humor, pero falta un poco más de profundidad. Igual si sos hardcore fan de Corben o de los gemelos brazucas o de Mignola o del propio Hellboy, seguro ya te lo compraste y lo enchastraste con hectolitros de baba…

Nada más, por hoy. Mil gracias y nos reencontramos pronto.

domingo, 23 de febrero de 2020

DOMINGO DE DIEZ

Hoy justo se me juntaron para reseñar dos Vol.10 de dos series que vengo siguiendo hace un montón.
Empiezo con el Vol.10 de Oyasumi Punpun, el gran manga de Inio Asano, del que vimos el Vol.9 hace muy poquito. Esto es increíble, de verdad. No estaba preparado para que pasara lo que pasó en este tomo. La vez pasada yo hablaba de “el fantasma de Aiko” y ahora Asano veletea una vez más y convierte a la hermosa jovencita en la co-protagonista definitiva de la obra. Sachi sigue siendo el mejor personaje, obviamente, la que tiene los mejores diálogos, la que está mejor trabajada, mejor escrita. Pero el regreso de Aiko y lo que pasa entre ella y Punpun la deja muy en segundo plano.
El plot del gurú new age lanzado a la política queda bastante más relegado, varios de los personajes que debutaron en el Vol.9 aparecen muy poquito, en apenas un par de secuencias muy menores, sin peso en la trama. Y también en una sóla página, totalmente desenganchada de lo que Asano nos cuenta en este tomo, aparece… ¡el tío Yuichi! Genio y figura, Yuichi es como Juanfer Quintero en River. Un virtuoso, un distinto, eternamente relegado a tener muy pocos minutos en cancha. Ojalá este personajón (que algunos tomos atrás se morfaba la serie) deje de echar raíces en el banco de suplentes y vuelva a recuperar protagonismo.
El propio Punpun sigue también su errática evolución hacia un adulto maduro, todo el tiempo con cambios, replanteos, momentos de bajón, momentos de euforia, momentos de cabeza fría para maquinar, momentos en los que la calentura (en sentido sexual) no lo deja pensar… Imposible no sentirse identificado con algunas de las muchas facetas que nos muestra este personaje, demasiado tridimensional para estar hecho de papel y tinta.
El dibujo es (como siempre) de una calidad inverosímil, fastuosa, con una expresividad notable en rostros y cuerpos, y con la belleza indescriptible de Aiko como punto más fuerte del tomo. Oyasumi Punpun es un manga sin aventuras, casi sin chistes, con mínimos elementos fantásticos a los que apenas se les da bola, con vínculos afectivos demasiado enroscados como para considerarlos “románticos”, y con demasiada introspección para ser un slice of life. No hay un género que englobe o enmarque lo que quiso hacer Inio Asano en este manga. Es todo demasiado idiosincrático, personal, único, imposible de imitar y de encasillar. Me faltan sólo tres tomos para terminarlo, pero vamos a hacer una pausa, así leo otros mangas, y por ahí en Abril retomo esta maravilla.
Vamos con otra serie que llegó a su décimo tomo recopila-
torio: Escuela de Monstruos, el hitazo de El Bruno que apareció durante años en la revista Billiken. Esta vez la aventura tarda muchísimo en arrancar. El Bruno dedica las primeras 18 páginas a repasar los poderes sobrenaturales de cada uno de los chicos-monstruo que integran la pandilla de Tomás, condimentado con algunos chistes, pero sin nada que podamos percibir como un conflicto. La aventura y el conflicto cobrarán relevancia en las 26 páginas restantes, cuando un villano al que ya vimos ponga en marcha un plan para acabar con nuestros amigos. Por supuesto los chicos van a usar con gran ingenio los poderes que El Bruno nos explicó que tenían, y van a salir airosos una vez más.
Lo más atractivo del tomo es que –sin prisa pero sin pausa- El Bruno empieza a indagar un poco más en los inconmensurables poderes de Berta, sin duda el personaje más enigmático, el que puede disparar para cualquier lado. Si Escuela de Monstruos fuera un comic al estilo X-Men, ya te vaticino la saga en la que Berta se va a ver subyugada, poseída por su propio poder, que la va a corromper al punto de cometer un genocidio cósmico. Por suerte las chances de que eso suceda son ínfimas, como las que tengo yo de vencer en combate a diez rugbiers asesinos.
Al igual que Oyasumi Punpun, Escuela de Monstruos nos malacostumbró a un nivel de dibujo buenísimo, sumado a un color perfecto para este tipo de historias y a una narrativa clara, ágil, con secuencias bien armadas, planos muy variados y un cuidado especial para que la violencia se vea más cómica que agresiva. Otro comic sumamente recomendado para leer en 15 minutos y quedar como reyes regalándoselo a hij@s, sobrin@s, ahijad@s o mascotas bípedas.

Nada más, por hoy. A disfrutar de los feriados de lunes y martes y a prestar atención, que en cualquier momento clavo un nuevo posteo, acá en el blog.

viernes, 21 de febrero de 2020

REINOS DE VOID Vol.1

Mucho para celebrar en esta noche de viernes: mi cumpleaños, el arranque de un finde extra-large, el fin de 18 años de dan DiDio haciendo desastres como capo máximo de DC… Falta que liberen a Milagro Sala, nomás. Y bueno, esto se festeja con una reseña “de las de antes”, dedicada a un único y tremendo broli de más de 200 páginas, con muchísimo para leer.
Reinos de Void marca el debut como historietista integral de Santiago Villa, a quien nos cruzamos un lejano 20 de Enero de 2013, cuando me tocó reseñar una obra en la que trabajó como colorista. Se trata de una ambiciosa saga de espada y brujería, con caballeros, dioses y machaca, pero ambientada en un mundo de space opera, con mucho de Star Wars. Es una historieta apta para todo público, una epopeya inmensa en su concepción y en su escala.
Este primer tomo tiene un problema. Uno sólo, sí, pero muy notable: Santiago Villa no creó una historieta. Creó un universo, repleto de planetas, cada una con sus ciudades, su historia, su religión, su forma de gobierno, su armamento, su rol dentro de este sistema llamado Void. Le faltó inventarle un idioma a cada una de estas culturas y ya le ganaba con 33 de mano a J.R.R. Tolkien. Y quizás por falta de experiencia, o por un cierto “temor” a que este sea el único volumen que llegue a publicarse, le metió TODO a estas 212 páginas de historieta. Por momentos los personajes hablan tanto, tiran tanta información acerca del pasado y el presente de este universo, que el relato colapsa bajo el peso de infinitos globos que explotan de texto. A veces las páginas donde el texto se come cruda a la historia son dos, como la 100 y la 101, o incluso cuatro seguidas, como la 151 a la 154. Incluso en la portada se evidencia esto que digo: en vez de una imagen clara y sencilla, tenemos un cúmulo de personajes y acciones muy chiquitos, muy atiborrados, que no llegan a generar impacto.
¿No se podía reducir la cantidad de información que se nos brinda en esta primera entrega? ¿O contar la historia de modo más escueto y ofrecer aparte (quizás en un sitio web) toda la información adicional en forma de mapas, documentos, fichas con datos, etc.? Son preguntas que me hago mientras repaso un comic que –aclaro, por las dudas- me gustó mucho. La historia está muy buena, es muy ganchera y está repleta de personajes muy copados, a los que quiero volver a ver.
El principal bajón de tener tanta información, tantas explicaciones de tantas cosas dentro de la historia, pasa en realidad por lo visual. Para que le entre todo lo que quiere contar en 212 páginas, Villa opta a menudo por grillas de 7 u 8 viñetas, lo cual sumado a la cantidad de diálogos, da una sensación de sobrecarga de elementos, de cosa barroca. Y el efecto es (como te imaginarás) un lucimiento bastante menor del dibujo. Cuando dibujás tan bien como Villa, poner al dibujo en segundo plano, taparlo o aplastarlo tanto con todo ese texto, es un disparate. Es como tener a Messi en tu equipo, ponerlo en el banco y que entre cuando faltan 3 minutos para el final del partido. Por suerte a medida que se acerca el final del tomo y la machaca le empieza a ganar terreno a los diálogos, la planificación vira hacia menos cuadros por página, con algunas splash-pages devastadoras, y nuestras retinas se deshacen en un orgasmo de acción, líneas, colores y efectos que se despliegan con una generosidad, una potencia gráfica y una belleza realmente difíciles de olvidar.
Quiero más Reinos de Void y quiero que sea todo así, enorme, cósmico, grandilocuente, con menos personajes, menos "world-building", menos planetas, menos razas, menos explicaciones y más estallidos de magia visual. En ese rubro y en el diseño de los personajes (con unos rasgos y unas expresiones fabulosas, dignas de Akira Toriyama) es donde más me impactó Santiago Villa, donde realmente se destaca grosso dentro (y fuera) del panorama actual del comic argentino. Si te gustan las sagas interplanetarias, con guerras entre naves espaciales, droides, poderes místicos y dioses, no tengas dudas de que con Reinos de Void vas a flashear a full.

Gracias por estar ahí y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 17 de febrero de 2020

LUNES UN POCO MENOS GLORIOSO

Hice el intento de leer dos libros bastante similares a los que se combinaron el martes pasado, en aquel Martes de Gloria, pero no. No llegamos a esos niveles de disfrute, ni cerca.
El torpedo que me hundió el barco fue, básicamente, el guión de El Mago, esta serie escrita por Ricardo Barreiro a fines de los ´80, que luego tendría una secuela en los ´90 y que recién en 2019 se publicara toda junta en un sólo tomo. La primera parte de El Mago parece una falta de respeto: a lo largo de 48 páginas vemos a Jalib preparándose para enfrentar a los tres Magos Negros, unos hechiceros malísimos, recontra-poderosos, a los que el joven protagonista destruye uno atrás del otro, sin tomarse un respiro siquiera, en las últimas 12 páginas. Termina de vencer al tercero, y dos viñetas después… FIN, se terminó la serie. Posta, un guionista profesional (y capo) como Barreiro podía entregar eso y alguien se lo publicaba.
Cuando ves que hay una secuela, decís “ah, bueno, ahora sí, Jalib va a poder reflexionar sobre lo que pasó, buscar un nuevo propósito para su vida ahora que ya mató a los asesinos de su familia, incluso puede ser que alguno de los Magos Negros resucite y vuelva por la revancha…”.  Nada de eso sucede. La “segunda parte” de El Mago son en realidad tres aventuras autoconclusivas y una narrada en dos episodios, que no tienen ninguna relación con el primer arco. Tampoco tienen personajes secundarios copados, ni villanos jodidos, ni desarrollo para Jalib, ni el más mínimo toque de humor, ni bloques de texto con una prosa más sofisticada, ni nada. Son eso, la nada. Aventuras neutras de un personaje anodino, con menos onda que Inés Pertiné. Lo único que rescato es que el último episodio (que de último no tiene nada, porque no ensaya siquiera un cierre para la saga de Jalib) prácticamente no tiene violencia: es una aventura resuelta en términos menos convencionales, más originales. Una grata sorpresa (sobre todo para los que leímos muchas obras de Barreiro), que obviamente llega tarde.
Y la primera parte de El Mago tiene un gran atractivo, que se entiende en el contexto de su época: acá el dibujo de Quique Alcatena pega un gran salto de calidad respecto de sus series anteriores (La Fortaleza Móvil y El Mundo Subterráneo) porque se vuelve menos ornamental y más narrativo. Alcatena juega más en equipo con Barreiro, pone su dibujo (majestuoso, como siempre) más en función del relato que de “el artbook con globitos y bloques de texto”. La segunda parte ya nos muestra al Alcatena más canchero, a un nivel muy similar al que despliega en sus obras junto a Eduardo Mazzitelli. O sea que a nivel visual esto es impresionante, fundamental para los alcatenófilos que siguen al prócer desde los ´80 y para los que se fueron sumando en los últimos años.
Vamos a EEUU, año 2016, cuando después de un paréntesis no muy extenso Dan Slott y Michael Allred se reencuentran para contar nuevas aventuras del querido Norrin Radd, más conocido como el Silver Surfer. Las chances de que en este Vol.4 lograran superar lo que vimos el martes eran muy bajas, como las de IndeBendiente de ganar la Superliga, más o menos. Y claro, no fue el caso.
Pero ojo, que este Vol.4 tiene muchas ideas brillantes (la obliteración de la cultura de Zenn-La, la reconfiguración de Shalla Bal en… algo muy zarpado), unos diálogos increíbles y muchísimo desarrollo para Dawn Greenwood, su hermana, su papá, su mamá… Las escenas con Alicia Masters, la escena con Nick Fury en la luna, la escena con el borreguito fanático de los Fantastic Four (sí, Slott baja línea acerca de esa movida excecrable que fue esconder durante años a los Fantastic Four porque Disney no tenía los derechos para hacer películas o merchandising de Reed Richards y los suyos)… la verdad que hay muchísimos momentos memorables, que funcionan en varios niveles. Lo más flojo está en el sexto episodio, esa pelea medio absuda con unos bichos alienígenas, pero está claro que es el relleno: lo importante de ese número pasa por Dawn y su familia, no por la machaca entre buenos y malos.
Por el lado del dibujo, Mike Allred y su esposa (y colorista) Laura no se guardan nada. La magia explota en todas las viñetas, está todo lleno de detalles hermosos, con unas puestas en página alucinantes, siempre variadas, primeros planos llenos de emotividad, paisajes maravillosos y hasta un homenaje a Madman. Posta, en el improbable caso de que los guiones de Slott te parezcan una gansada cósmica, igual vas a flashear con lo que hace Allred en la faz gráfica. Hay un Vol.5 de esta serie que no tengo, y que me muero por conseguir. Por supuesto acepto donaciones.

Y hasta acá llegamos, por hoy. Gracias por tanto, perdón por tan poco y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

viernes, 14 de febrero de 2020

VIERNES DE VERANO

En el día de San Valentín, Febrero nos regala otra noche hermosa a los que nos gusta más salir a atorrantear que enamorarnos, pero antes, vamos con unas reseñas.
Retomé (después de un parate) la lectura de Oyasumi Punpun, el manga más raro que leí en mi vida. Mientras leía el tomito, todo el tiempo me estuve preguntando qué carajo le pasará por la cabeza a Inio Asano. Cuánto de lo que estoy leyendo responde a mambos que el autor tenía en la cabeza y se le ocurrió exorcizar a través de esta obra. Acá el elenco de secundarios ya cambió por completo (ni rastros del querido Tío Yoichi), el propio Punpun cambió por completo, y lo único que perdura, en forma tenue y muy en tercer plano, es el fantasma de Aiko, la primera chica de la que se enamoró el protagonista, allá lejos y hace tiempo.
El plot del manga que Punpun estaba creando junto a Sachi se desinfla sin haber estado nunca a punto caramelo (igual Asano lo aprovecha para bajar una línea bastante poco sutil acerca de cómo los editores eligen los mangas que publican), la relación entre Punpun y esta chica (a esta altura, el personaje más interesante que tiene la serie) tampoco parece ir a ningún lado, pero la vida de este chico continúa y Asano nos sigue haciendo comer todo tipo de amagues y gambetas, con destreza maradoniana.
A lo largo del tomo, tenemos una segunda línea argumental, la de ese especie de gurú new age limado que quiere ser gobernador de Tokyo, un personaje estrafalario de gran carisma, que a su vez se vincula con otros personajes que –por ahora- no intersectan con la historia de Punpun. ¿A dónde va esta línea? Ni la menor idea. Conociéndolo a Asano, en una de esas en el Vol.10 ya nadie se acuerda de Toshiki Hoshikawa y sus buenas vibraciones.
El dibujo, glorioso como siempre. Me dieron ganas de arrancar esa viñeta-página de Aiko que aparece casi al final del tomo y enmarcarla como si fuera un cuadro del Museo del Prado. Increíble cómo este zarpado le pinta la cara a tanto mediocre que vende fortunas. Habrá más Oyasumi Punpun muy pronto.
Salto a Argentina, año 2019, cuando se publica Los Condenados, un recopilatorio de historias cortas del maestro Jok, donde mezcla trabajos con guiones propios con otros escritos por dos grandes: Alejandro Farías y Rodolfo Santullo. Varias de estas historietas aparecieron en Fierro, otras en antologías que ya reseñamos en el blog (Próxima, Crónicas del Lejano Oeste) y otras estaban inéditas, o habían aparecido sólo en sitios de historieta digitalizada. El paso a grises de las historietas que originalmente eran a todo color es bastante bueno, aunque las sigo prefiriendo a color. Y lo mejor que tiene el libro es la “Ratio Accorsi”: sobre 88 páginas, ¡84 son de historieta! Termina una, arranca la otra. Y así hasta el final, sin separadores absurdos, ni carátulas, ni páginas en blanco. Una fiesta para los que somos fans del dibujo de Jok.
Vamos a las historias: Las dos que más me gustaron tienen guiones de Farías: La Aceptación y Pique. De las escritas por Santullo, creo que mi favorita es Hombres de Provecho. Y de las que tienen a Jok como autor integral, me acuerdo haber leído en algún lado Jauría (que necesitaba tres o cuatro páginas más para desarrollar mejor un argumento interesantísimo y un par de personajes tremendos) y me sorprendieron el guión de Lapsus (cátedra para cualquier guionista de superhéroes con tendencia a la oscuridad) y el dibujo de Toque Invisible, en el que Jok trabaja con viñetas más grandes y deja la vida en cada retrato de esos templos, parques y pagodas que vio en China.
Pero hablar bien de los dibujos de Jok ya es medio redundante porque hace años que este aventajado alumno de Oswal definió y perfeccionó un estilo, y lo puso siempre al servicio de contar historias, nunca se quedó en el despliegue de virtuosismo ni en lo superficial. Si conocés las obras más difundidas de Jok (40 Cajones, Merlín, Ladrones y Mazmorras, Reflejo) y querés descubrirlo como autor integral, Los Condenados es una excelente opción. Si lo que te atrapó de Jok es cómo se complementa con los guiones de Santullo, acá vas  a ver a la dupla tirar magia en espacios reducidos. Y como bonus track, Los Condenados te ofrece esas colaboraciones inéditas con Ale Farías, con ideas, climas, silencios y diálogos realmente formidables.
Ojalá cunda el ejemplo y empiecen a salir libros con las historias cortas (la “obra dispersa”, como dicen en literatura) de muchos más autores de los que solemos consumir en el otro formato, el de los relatos más extensos.

Nada más, por hoy. Buen finde para tod@s y nos reencontramos pronto, acá en el blog.

martes, 11 de febrero de 2020

MARTES DE GLORIA

Hoy, papa fina de alto vuelo, pero posta.
El Sable y el Laúd es una saga cortita (56 páginas) que los maestros Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena realizaron para Italia allá por 2010. En 2017 apareció la edición argentina, que es la que hoy cae en mis garras. Venía muy acostumbrado a los libros gordos de la dupla, con más de 160, o 200 páginas de historieta. Pero cuando la tenés muy clara, 56 páginas pueden ser suficientes para conmover al lector y sumar un título más a la lista de tus obras imprescindibles.
Fiel a su costumbre, en El Sable y el Laúd lo vemos a Mazzitelli reflexionar en voz alta acerca de abusos de poder, actos de valentía que desafían cualquier tipo de raciocinio, riquezas materiales que nunca conducen a la felicidad ni a la gloria eternas, traiciones, desgracias, intrigas y laberintos. La machaca escasea, mientras abundan los diálogos y los bloques de texto repletos de poesía y de frases tan potentes como bellas. La música es un elemento central en esta trama de talento y abnegación. O sea que si te gusta ese tema, el de la música y su poder, su influjo, el misterio de su origen, la magia de la inspiración, lo sagrado de su estudio e interpretación, El Sable y el Laúd te va a hacer numerosos mimos en el alma.
Y, como siempre, el dibujo de Alcatena te va a ser mimos en los ojos. Esta vez no hay tantas sorpresas en los diseños de locaciones y personajes, porque es una más de fantasía, en la que los monstruos limados y los palacios majestuosos no tienen tanto peso en la trama. Entonces el hechicero conocido sobre todo por su hipocorístico aprovecha para arriesgar por el lado de la puesta en página, por la forma de plantar la secuencia en la página, en busca de un ritmo narrativo que transmita esa sensación de flujo que transmite casi sin dificultad la propia música. El resultado es una auténtica maravilla. Si sos fan de la mítica dupla, El Sable y el Laúd no puede faltar en tu biblioteca.
Salto a 2015, cuando sale el Vol.3 del Silver Surfer de Dan Slott y Mike Allred (el Vol.2 lo vimos hace dos años, el 05/02/18). Lo digo así, rapidito y de arranque: esto NO puede ser mejor. De verdad, esta etapa del Surfer está al nivel de los mejores comics de superhéroes que leimos en nuestras nerdísimas vidas. Slott y Allred le hacen el aguante a los que vos quieras, sin parpadear. Lee y Kirby, O´Neil y Adams, Claremont y Byrne, Wolfman y Pérez, Levitz y Giffen, Nocenti y Romita Jr., Grant y Breyfogle, Ellis y Hitch… a todos se les frunce el culo cuando les nombrás al Surfer de Slott y Allred.
El primer episodio es un experimento formal BRILLANTE, un capítulo más largo que los habituales en el que los autores arman un loop tipo cinta de Moebius (con un homenaje alucinante al genio del comic francés) y en un momento lo rompen en una secuencia épica y estremecedora. El segundo episodio resuelve el plot de Newhaven y de los sobrevivientes a los genocidios de Galactus. Y los tres últimos enganchan con Secret Wars para plantear no sólo una saga cósmica hiper-ambiciosa, sino también un dilema ético realmente espeso, incómodo como tampón de virulana. Slott entiende al toque el potencial dramático que puede tener la epopeya cósmica en la que el universo todo se destruye y se recrea vista desde una óptica humana, cotidiana, de gente de a pie. En base a eso, los seres de poder más que infinito establecen nuevos vínculos y protagonizan nuevas situaciones, sin dejar de lado cierta solemnidad y cierta grandilocuencia, pero con una onda fresca, vital, emotiva.
Muchas veces vimos a héroes y villanos ser causantes o testigos de la obliteración del universo, de realidades enteras, o de su reconstrucción desde cero, o de su manipulación con fines más o menos nobles. Nunca lo vimos tan bien narrado como en este arco de Silver Surfer, con las maravillosas piruetas gráficas de Mike Allred como complemento perfecto a las ideas más extremas (y copadas) en la larga carrera de Dan Slott. Si nunca leíste la Secret Wars del 2015, no pasa nada. Igual se entiende todo perfecto. Last Days (que así se llama el TPB) es una cátedra, una joya, una supernova incandescente de talento y amor por el comic que deja sin habla en el acto a cualquier subnormal de los que andan por la vida repitiendo que el comic de superhéroes es puro refrito de ideas viejas y ya no aporta nada. Las aventuras de Norrin Radd y Dawn Greenwood tienen acción, drama, romance, machaca, sutiles toques de comedia y un montón de momentos de altísimo (y pochoclerísimo) impacto. Como cualquier buen comic de superhéroes, no? Pero además tiene huevos, tiene poesía, tiene riesgo, tiene magia. Tiene a dos autores en un momento increíble dispuestos a dejar la vida en cada viñeta, a romper con todo y no guardarse nada. Tengo en el pilón de espera el Vol.4, así que seguro pasarán menos dos años antes de que le entre. Es más, me quedé tan manija que por ahí le entro en dos días.

De Alcatena también, tengo más material pidiendo pista, así que por ahí repetimos el combo. Nada más, por hoy. Mil gracias a todos los que se acercaron a saludar en el EPAH! y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.   

miércoles, 5 de febrero de 2020

BIRDS OF PREY + HARLEY QUINN

Nada, no les voy a dar el gusto de escribir todo ese título larguísimo y ridículo. El film que retoma a Harley Quinn justo donde la dejamos al final de Suicide Squad (aquel bodrio de 2016 reseñado el 17/08 de ese año) tiene un gran problema: dura 109 minutos, con un argumento que daba para… 35, ó 40, para ser generosos. Si era un episodio de una serie, estaba perfecto. Pero no alcanza para bancar un largometraje y la directora Cathy Yan se ve obligada a estirar, a llenar muchos minutos con poca trama. Y rellena básicamente con dos cosas: 1) peleas, muchas peleas, larguísimas peleas en las que vemos a Harley y el resto del elenco realizar todas las acrobacias habidas y por haber, un festival de piñas, patadas, tiros y piruetas que no se termina nunca; y 2) tres o cuatro escenas pensadas para que digamos “qué hijo de puta que es el villano” (por las dudas no lo nombro), que podrían haber funcionado si Ewan McGregor se hubiese tomado en serio al personaje que le tocó, si le hubiese encontrado el tono adecuado a esta interpretación. Eso no sucede nunca y esas escenas resultan sosas y aburridas.
¿Qué se puede rescatar de la película? Me gustó que se hicieran cargo de Suicide Squad, que no la barran abajo de la alfombra. De hecho, TODO lo que pasa en estos 109 minutos son consecuencia de algo que pasó en la peli del Squad. Me gustó también la apropiación de los recursos Deadpoolianos: el relato en primera persona, el permanente guiño cómplice de Harley para con el espectador, el uso y abuso de las puteadas… No hay chistes de pija y concha como en Deadpool, pero el nivel de guarangada es bastante similar. Me gustó que la película respete MILIMETRICAMENTE el origen de Helena Bertinelli, el que narraran en los comics (allá por 1989) Joey Cavalieri y Joe Staton. No me cerró la actriz que eligieron para interpretarla, ni se explica nunca cómo Huntress sabe SIEMPRE dónde están Harley o los otros personajes relevantes para la acción, cuya ubicación se supone que sólo conocemos los espectadores. Pero ver el origen de la Huntress post-Crisis en la pantalla estuvo bueno. Y me gustó también el mensaje de sororidad, de minas en principio enfrentadas, de mundos distintos, que terminan mancomunadas en la lucha, por supuesto contra villanos varones.
La música, horrenda. En un momento hasta masacran sin piedad a “Hit me with yor best shot”, un temazo de Pat Benatar. El tema de que los personajes prácticamente no usen máscaras ni trajes característicos, también, deleznable. La decisión de ponerle “Cassandra Cain” a un personaje que NO TIENE UN CHOTO QUE VER con la gloriosa Cassandra Cain de los comic tampoco tiene sentido. Pareciera que lo hacen sólo para irritarnos a los fans de Cassandra. La inclusión de Renée Montoya… ponele que está bien, porque es el otro personaje creado por Paul Dini y Bruce Timm (junto con Harley, obvio) que fue adoptado con éxito por el canon comiquero… El rol de Montoya en la trama está bueno, pero ¿Rosie Perez, te parece? Y encima sin la menor sugerencia de que puede llegar a ser gay, que era un rasgo muy interesante de la Montoya de los comics. Black Canary me pareció aceptable (dentro de esta tendencia absurda de sacar a los personajes de sus contextos originales), Victor Zsasz funciona decentemente (incluso como sidekick de otro villano) y bueno, Margot Robbie vuelve a deslumbrar con su carisma, su expresividad y su belleza. Ya cuesta imaginarse a otra actriz en el rol de Harleen Quinzel. También aparece un viejito idéntico al recordado Manuel García Ferré.
Y retomo algo que mencioné al pasar: la tendencia absurda de sacar a los personajes de sus contextos originales. Flaco, sos DC. ¿Tanto te cuesta hacer que los personajes actúen como personajes de DC? Para ver a Black Canary laburando en un cabarulo, prefiero leer Kryptonita o ver la serie Nafta Super, que era spin-off de la ya mítica novela de Leonardo Oyola. En la carrera por reimaginar a los personajes clásicos en contextos sórdidos, turbios y/o marginales a Oyola no le van a ganar. Entonces jueguen a potenciar lo que tienen: las Birds of Prey son heroínas cuyo accionar no se limita en lo más mínimo a Gotham, Black Canary es una de las justicieras más grossas del DCU expuesta a la luz desde muy chica porque su mamá también fue heroína, Huntress va más allá de vengar la muerte de su familia, Cassandra Cain es la segunda Batgirl y una de las mejores artistas marciales de todos los tiempos… ¿Tan chotos les parecen estos conceptos que los quieren esconder, o trastocar por completo? 
Bueno, nada más. Ojalá de esta película se desprendan dos: una nueva aventura de Harley (en lo posible con Poison Ivy) y una de las Birds of Prey sin Harley, en lo posible con Oracle. Y con un argumento más aventurero, más superheroico… si es que eso no les da pánico ni vergüenza a los drogadictos de mierda que escriben estas “Rápido y Furioso con superpoderes”.

  

martes, 4 de febrero de 2020

MARTES SOFOCANTE

Un día de emociones fuertes entre el calor inhumano y la muerte de ese no-humano, de esa rata inmunda corrupta y asesina, ese íncubo putrefacto y maligno al que conocimos como Claudio Bonadío. Pero vamos con unas reseñitas, a tratar de bajar un cambio.
Cibercultura Mi Amor es un álbum que reúne 44 planchas realizadas por Lewis Trondheim a razón de una por semana, para una publicación que no incluía otras historietas. Hay una trama general que recorre todo el álbum (publicado en este formato en 2001), pero además cada página plantea, desarrolla y remata una idea en una cantidad de viñetas que fluctúa entre 8 y 12, según la puesta que elige el autor. O sea que el álbum ofrece 44 mini-relatos, lo cual puede empantanar la experiencia de leerlo todo de un saque. Yo recomiendo ir de a poco. No de a una página por semana, pero por ahí leer 10 u 11 páginas, parar, leer otra cosa, bajarse otras 10 páginas y así.
Básicamente la trama gira en torno a dos adultescentes, Felix y Patrick, que después de malgastar años de su vida jugando videojuegos finalmente desarrollaron uno propio y una empresa se los quiere comprar. Esta punta argumental avanza de a poquito página a página y Trondheim la toma como esqueleto de la serie. Pero la mayoría de los chistes tienen que ver con la transformación tecnológica del cambio de milenio: internet, modems, juegos en red, CD-ROMs, computadoras obsoletas, e-mails, celulares, consolas, mp3, cámaras digitales, GPS… todas esas garchas que nos iban a cambiar la vida, vistas en clave satírica por Trondheim de la mano de los amigos del (por entonces) finado Lapinot.
Esta temática está muy presente, pero nunca logró distraerme de lo más importante: los diálogos afiladísimos, las situaciones reales vistas desde una óptica mordaz y el talento del autor para –además de llevar cada página hacia un remate cómico- sembrar toda la historieta de gags y momentos llenos de humor. Y claro, la bestial calidad del dibujo. Trondheim no permite que su línea chunga sea obstáculo para tratar de dibujar los fondos realistas, complejos, repletos de detalles. Como si fuera Hergé, pero con una estética que lo único que tiene en común con la de Hergé es que calza perfecto con el color plano (acá puesto por Brigitte Findakly, la esposa del autor). Probablemente ninguno de los álbumes de “Las Increíbles Aventuras sin Lapinot” se suba al podio de lo mejor de Lewis Trondheim, pero Cibercultura Mi Amor me hizo pasar varios ratos de estupenda diversión.
Salto a EEUU, año 2016, cuando Image empieza a reeditar en TPBs la galardonada serie Monstress, escrita por Marjorie Liu y dibujada por Sana Takeda. Ya desde la portada, con esa cita laudatoria de Neil Gaiman prometiendo magia y gloria en grandes cantidades, entré preparado para sumergirme en una gran historieta. Y felizmente, Monstress no me defraudó.
Este primer tomo ofrece muchas páginas de una aventura fuerte, por momentos arrolladora, con ínfimas pinceladas de humor y cero trama romántica. Y lo más importante: la construcción por parte de las autoras de un mundo fantástico cautivante, complejo y consistente, donde todo va más allá de una lucha de “buenos contra malos”. Si leíste mucha literatura fantástica o mucho comic (o manga) de este estilo, quizás no encuentres en Monstress demasiados elementos que no hayas visto nunca. Pero la gracia es cómo Liu y Takeda arman la ensalada, cómo la condimentan, el ritmo al que te la van mostrando, dónde te clavan los flashbacks, los sacudones definitivos, las revelaciones impactantes, las secuencias en las que la machaca (y hasta por momentos, el terror) se llevan puesto cualquier intento de sutileza. El resultado es muy satisfactorio y te va a dejar –no tengo dudas- pidiendo más.
El dibujo de Sana Takeda es bellísimo, realmente glorioso. En los primeros planos se le nota el DNI japonés, los rasgos “manguescos” en las caras de los personajes. Pero arma la página y dibuja la acción como cualquier artista yanki y se mata en los decorados y los paisajes como los mejores autores europeos. Además se colorea a sí misma, lo cual le permite añadirle al dibujo toda una dimensión de elegancia y sofisticación, o de fuerza primal recontra-expresiva, según la secuencia. Es algo así como la síntesis entre tres escuelas, y de todas toma elementos que funcionan a la perfección para esta historia.  
Monstress es una aventura violenta, jodida, que coquetea con el terror y con la runfla política. Pero tiene resquicios por los que se cuelan la poesía, el amor por la cultura y un mensaje de esperanza, coraje y redención. Espero conseguir pronto los tomos siguientes para enterarme cómo avanza la estremecedora epopeya de Maika Halfwolf.

Y nada más, por hoy. Si mañana tengo un rato, publico la reseña de la peli de Birds of Prey + Harley Quinn. Si no, la prometo para el jueves. Gracias y nos encontramos el finde con tod@s l@s que asistan al EPAH! en la maravillosa Mar del Plata.

sábado, 1 de febrero de 2020

SABADO CON POCO TIEMPO

Encontré un ratito para escribir reseñas, pero es un ratito muy corto, así que voy a ser muy breve.
The Troublemakers es un hermoso libro publicado por una editorial ignota de Canadá, que reúne seis historias cortas de Baron Yoshimoto, un mangaka emblemático de los ´60 y ´70, junto a un magnífico texto del especialista Ryan Holmberg, gracias al cual aprendí un montón de cosas que no sabía sobre manga y entendí mucho mejor ciertos subtextos, ciertos elementos que subyacen en las historietas que ofrece el tomo.
Baron Yoshimoto es un dibujante realmente prodigioso, con un dominio de la narrativa que me dejó atónito, perplejo, estupefacto. Se formó en el palo del gekiga, pero no se convirtió en clon de Takao Saito ni de Yoshihiro Tatsumi. En las distintas historias del libro adopta rasgos novedosos, se adapta muy bien a la onda de los guiones y exhibe una atención por los detalles que no es frecuente en los mangas de los ´60. En la última historieta, The Girl and the Black Soldier, pareciera que Yoshimoto se propuso imitar a los autores de superhéroes de la Silver Age. Son 60 páginas que gráficamente desentonan con el resto del tomo, porque parecen dibujadas por un japonés que aprendió a hacer historietas leyendo a Joe Kubert, Jack Kirby y John Buscema. Por supuesto Yoshimoto no te mete los bloques de texto zarpados que caracterizan al comic yanki de esa época, por eso nos narra en 60 páginas lo mismo que Kubert narraría en 16. Pero está esa misma intensidad, la misma grandilocuencia, la puesta en página totalmente yanki, las angulaciones, las transiciones. Increíble la metamorfosis de Yoshimoto para esta historieta.
Y bueno, como seguro ya todos saben, en Japón no es tan frecuente la división del trabajo entre guionista y dibujante, y así es como cualquier grosso del lápiz y la tinta termina escribiendo sus propias historias como si supiera. Yoshimoto tiene un guión bastante digno (el de The Girl and the Black Soldier) y uno perfecto: Eriko´s Happiness. Los otros cuatro, sin ser impresentables, están bastante por debajo de estos dos y de lo que uno espera cuando se propone intenarse en la obra de un autor con tanta chapa como Yoshimoto. ¿Recomiendo el libro? Sí, obvio, por los dibujos, por las dos historias que están de buenas para arriba y por el texto de Holmberg, que es una maravilla en sí mismo.
Me faltaba Messi, ¿se acuerdan? El otro día, cuando resñé Pumbapá… Bueno, apareció Messi. Y clavó un hat trick memorable. En Historietas Surtidas, el sello Comiks Debris reunió 48 páginas inéditas escritas y dibujadas por el imparable Chanti, con una mezcla en la que aparecen Cachito y Chorlito, el Historietero, personajes de Payunia City, el Sincola y otros personajes a los que nunca habíamos visto (y probablemente nunca volvamos a ver).
Chanti te pinta la cara hasta con el rejunte, hasta con las sobras de lo que quedó afuera de sus otros libros (que son muchos). Guiones, dibujos, color, diseño de personajes, rotulado… todo está demasiado bueno. Las historietas destilan ingenio, se animan a transgredir mínimamente las reglas que rigen al típico producto apuntado a los chicos, es original, es autorreferencial, tiene un oído increíble para los diálogos, un ojo infalible para las expresiones de cuerpos y rostros… Un capo. Si tengo que elegir una historieta del tomo, voy con Amor a Toda Costa, dos paginitas preciosas. Pero hay mucho, incluso varios estilos de dibujo, porque Chanti se anima también a saltar de un registro a otro en las distintas series y relatos unitarios. Regalazo para los más chicos, que además te va a proveer 15 o 20 minutos de entretenidísima lectura a vos que sos grande para leer historieta infantil.

Y nada más, por hoy. Ya vi la peli de Birds of Prey y Harley Quinn, pero hay que esperar hasta el miércoles para publicar las críticas. Es probable que antes del miércoles postee reseñas de algunos comics que ya estoy empezando a recorrer. Gracias y hasta pronto.