Se termina el año y vengo leyendo bastante poco, estos últimos días.
Tengo empezado un libro y terminados dos, bastante cortitos. Veamos con qué me
encontré.
Allá por Junio de 2014, cuando reseñé los libritos de la colección
Todo Clemente, me faltó el Vol.17, que no venía en el lote que conseguí en
oferta en aquel entonces. El otro día lo encontré a $ 25 en una mesa de saldos
de Corrientes, y aproveché para completar la colección.
Todo el material de este librito corresponde al tramo final de
Clemente (2010-2012) y por supuesto son tiras que yo no había leído nunca. De
hecho, me costó entender una de las ideas más bizarras de Caloi: a lo largo de
muchísimas tiras, co-existen el Jacinto adolescente (el del piercing y el pelo
de colores) con el Jacinto bebé, el del chupete y los charquitos de meo. Yo
pensaba que eran dos personajes distintos, no entendía que eran el mismo,
desdoblado en dos. Muy loco todo.
Acá, fuera de una secuencia de Clemente y la Mulatona repleta de chistes
bastante básicos acerca del físico exhuberante de la morocha, tenemos una
selección de chistes bastante meta-comiquera. En el primer segmento, Clemente
se entera de que lo que dice y piensa aparece escrito en globos, que la gente
puede leer. Y un personaje anónimo le explica las distintas formas y
significados que pueden tener los globos en la historieta. Más adelante,
Clemente le enseña a Jacinto las onomatopeyas que todo personaje de historieta
debe conocer. Y en el tramo final, ya sin Clemente, los dos Jacintos rediseñan
la tira para darle un look más joven y transgresor… con impredecibles
resultados.
Este tramo final es increíble desde lo gráfico, porque le da a Caloi y
a su colorista (y pareja) María Verónica Ramírez la posibilidad de cambiar totalmente
de estilo. Por un lado, abandonan los fondos sobrios en favor de una
estridencia punk muy lograda, y por el otro Caloi rompe con su línea prolija y
redondita para irse a un trazo más rústico, como si dibujara directamente con
el mouse. Hasta la tipografía muta, para hacerse intencionalmente más
desprolija, más cercana a una pintada callejera.
Y lo más importante: el humor. Acá encontré unos cuantos chistes muy
buenos, basados en este estudio de la dinámica del comic hecho desde adentro, y
por supuesto también en el esgrima verbal entre personajes que no paran de
tirar juegos de palabras ingeniosos (el famoso “humor radial”). Seguimos
extrañando a Clemente, incluso los que no lo leíamos ni en pedo todos los días
en ese diario nefasto en el que aparecía.
Salto a EEUU, año 2016, cuando se publica Captain America: White,
hasta hoy la última colaboración entre Jeph Loeb y Tim Sale, una dupla
prácticamente insumergible. Como ya lo hicieran con Hulk, Daredevil y
Spider-Man, Loeb y Sale nos llevan mediante flashbacks a los primeros años de
actividad del héroe, o sea a la Segunda Guerra Mundial, cuando había muchos (y
muy malos) villanos nazis para machacar. El argumento en sí no es gran cosa, la
verdad. Lo que más me atrapó pasa por otro lado.
Así como Hulk lloraba por Betty Ross, Daredevil por Karen Page y
Spidey por Gwen Stacy, el Capitán llora por… Bucky. El amor perdido en este
caso es un varón, un chico seis o siete años menor que Steve Rogers con quien
entabla una relación muy estrecha… pero no romántica. Loeb desliza algún
comentario jocoso acerca de un posible amor carnal entre Steve y Bucky, pero la
historia va para otro lado, para el lado de un amor fraternal. Imaginate:
atravesás codo a codo con tu mejor amigo cuatro años de una guerra tremenda,
jugándote la vida a cada minuto y compartiendo emociones extremas de esas que
te conmueven hasta el tuétano. Bueno, eso les pasa a Bucky y Steve cuando uno
tiene 15 años y el otro 21. Y se terminan amando, posta.
Y lo más lindo: Loeb nos cuenta que Steve llega a los 21-22 años
siendo virgen (el título no es casual: blanco es el color de la virginidad)
porque claro, 15 minutos antes de convertirse en el Capitán, era un alfeñique
de 45 kilos al que las minas no se le acercaban ni por accidente. Ahora es un
chongazo tremendo y todas le tiran onda, pero la inexperiencia le juega en
contra y hasta el propio Bucky la tiene más clara que él en materia de
relaciones con el sexo opuesto. Sin dudas Loeb sale muy bien parado en el
intento de darles profundidad y complejidad a personajes que en los ´40 eran
absolutamente sosos y unidimensionales. Y en esto incluyo también a Nick Fury,
que se lleva varios de los mejores diálogos de una obra donde los buenos
diálogos abundan muchísimo.
El dibujo de Sale está bien, un poco pasado de rosca para mi gusto,
pero con momentos muy hermosos y con unos colores de Dave Stewart que lo
levantan muchísimo. ¿Podemos poner a White al nivel de Yellow, Gray o Blue? No,
ni ahí. Pero eso no significa que esté mal, ni que no ofrezca un lindo combo de
machaca + emotividad.
Feliz fin de año para todos y nos reencontramos en 2019, acá en el
blog.