el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 29 de abril de 2025

THUNDERBOLTS

Uh, qué duro esto... A ver cómo explico lo que me pasó con esta película. Como siempre, llegué al cine sin tener la menor idea de lo que iba a ver. Para mí, Thunderbolts era... pongámosle una segunda marca del Suicide Squad. En los primeros 15 minutos, me pareció que la película me iba a gustar, que iba a ir en un in crescendo grosso. Después se amesetó y creo que en los últimos... 40-45 minutos la pasé realmente mal. VAMOS CON LOS SPOILERS La película se va a la mierda cuando Sentry se transforma en Void. De ahí en más, se convierte en la nada misma. Ya es obvio que "los buenos" no tienen forma de ganarle, por lo menos en la lógica superheroica de "a ver quién pega más fuerte" y la película entra en esa espiral descendente que consiste en sacar de escena al personaje más interesante (Valentina Allegra De Fontaine, gran interpretación de Julia Louis.Dreyfus) y jugarle todas las fichas al chamuyo psicológico tipo libro de autoayuda: "Dale, vos podés, no estás solo..." y bla-bla-bla. Nada de lo que pasa entre que Sentry se transforma en Void y la reaparición de Valentina tiene ningún sentido, ni me generó el menor interés. Y dentro de ese largo segmento del film, casi me duermo con el diálogo soporífero e interminable entre Yelena y Alexei en el medio de la calle. Juicio y castigo al guionista que nos infligió ese bodrio. Veamos un poco personaje por personaje, a ver si ayuda a entender qué cosas no funcionan en la película. Yelena/ Black Widow: el mejor personaje, el que tiene más tridimensionalidad, el mejor explicado, el que uno como espectador más entiende y más quiere que le vaya bien. Gran actuación de Florence Pugh. Bucky/ Winter Soldier: Nada, ya lo conocemos, tiene muchos años de militancia en el MCU y es difícil que los guionistas se manden cagadas a la hora de escribir a un personaje tan redondo. Acá se le suma una faceta más, que es la de su dudosa habilidad para la política. Alexei/ Red Guardian: Insufrible de punta a punta, cada vez que abre la boca lo querés estrangular. El peor comic relief que me tuve que fumar en muchas, muchas pelis de Marvel. Le ponía muchas fichas para que muriera durante la misión, pero no: llega vivo al final y hasta hay que soportarlo en las escenas post-créditos (hay dos). John Walker/ USAgent: Me cayó pésimo en la serie de Falcon & Winter Soldier y acá los guionistas se esmeran para que te resulte un poquito más querible. De todos modos le falta profundidad, desarrollo y su rol en la trama es tan menor, que podría tranquilamente no estar. Taskmaster: No quiero contar lo que hacen con este personaje, pero es brillante. Probablemente lo que más me gustó de toda la peli. Robert Reynolds/ Sentry: Un personaje inmanejable e inexplicable. Ya el solo hecho de que reciba todos esos poderes de manera artificial, a través de experimentos científicos, rompe por completo el verosímil. Me parece que si llegó vivo al final es porque lo van a usar para sacrificarlo en el final de una futura saga más épica que esta. Ava Starr/ Ghost: No se entiende qué hace ahí. Un personaje 100% de relleno, sin la menor injerencia en la trama, sin profundidad y sin desarrollo. Valentina Allegra De Fontaine: El mejor personaje de la película, la responsable de que esto no sea un Suicide Squad de la B, simplemente porque su peso en la trama es infinitamente superior al que tuvo Amanda Waller en las pelis del Squad. Esta Valentina hace cosas que la de los comics no haría jamás, pero se pone la película al hombro y nunca pierde el control. En general, me animo a decir que la película no vale la pena. Son 126 minutos que se hacen eternos, con recursos que ya me tienen las pelotas por el piso como las persecuciones de autos (lo menos comiquero del mundo) y las peleas contra soldaditos armados hasta la chota a los que los protagonistas despachan como si fueran alumnos de un jardín de infantes. Obvio que en un punto es injusto juzgar a Thunderbolts como algo que existe en sí mismo, por fuera del conjunto, de este tapiz de relatos que nos está mostrando el MCU. Toda la movida de Valentina, y buena parte de lo que le pasa al resto de los personajes, se inscribe en el marco de una trama mucho mayor, una especie de novela-río que no sabemos bien para dónde va, y que -lógicamente, debido a la extensión en el tiempo y a la cantidad de gente que mete mano- tiene sus altas y sus bajas. Esta película es, sin dudas, una de las bajas. Valoro el esfuerzo que hacen los guionistas para que nos encariñemos con personajes que son menos que un cuatro de copas, pero por lo menos en mi caso, no lo lograron. Me quedo con el ritmo de la primera hora y monedas, con algunos chistes bien calzados, y con la figura excluyente de una Valentina cínica, mordaz y cautivante. Gran contrapunto para una Yelena demasiado emo, que no puede parar de sufrir, de torturarse con las culpas, de tomar decisiones de mierda... y que por una cuestión de necesidades del guion, va a ser realmente importante para frenar la hecatombe del final. Sí, la Black Widow suplente contra The Void. Una demencia total. Pero a alguien se le ocurrió que ese tenía que ser el pilar que sostuviera el tercer acto de la película... y acá estamos. Nada, ya fue... ahora a esperar la peli de Fantastic Four, a ver qué onda. Creo que en el medio sale la serie de Ironheart, y bueno, le vamos a dar una oportunidad. Thunderbolts es un paso en falso, sumamente olvidable, y solo explicable en el contexto de un mosaico más en una construcción de un mural gigantesco como el que nos ofrece Marvel hace ya más de 15 años. Ya volverán los Avengers posta y toda esta fantochada será apenas un footnote, una anécdota bizarra en la historia de este alucinante universo fílmico. O no, qué sé yo...

lunes, 28 de abril de 2025

LAS LECTURAS DEL FINDE

Normalmente, los fines de semana baja bastante mi ritmo de lectura, pero esta vez se me acumularon dos libritos que quiero reseñar hoy. Empiezo en Japón, año 1978, cuando la maestra Riyoko Ikeda produce un manga cortito, apenas 105 páginas, llamado Claudine. Se trata de una obra en clave dramática, con mucho énfasis en las relaciones sentimentales, centrado en un chico que nació en cuerpo de mujer. Claudine es el pibe perfecto, con un nivel intelectual asombroso, aptitud física notable, un carisma arrollador, una sensibilidad única y una conmovedora capacidad para brindarse a aquellas personas de las que se enamora. Pero claro, no tiene genitales masculinos, porque nació en cuerpo de mujer. Y como la historia transcurre alrededor de 1930-1935, se encuentra con una sociedad que no está preparada para aceptarl@ como varón. De esta situación salen los momentos más tensos de la trama que nos presenta Ikeda, pero además le agrega picante con personajes secundarios muy atractivos como Auguste (el padre de Claudine, que oculta secretos incómodos) y André, uno de los hermanos de la protagonista, quien le va a disputar el amor de Siréne, en un triángulo apasionante. Al igual que en su obra más conocida (obviamente me refiero a La Rosa de Versalles), Ikeda elige ambientar su historia en Francia, pero esta vez en una época un poco más cercana, y en el seno de una familia que es de clase alta, pero está lejos de los lujos de la realeza que vimos en La Rosa.... El dibujo y la narrativa están totalmente en la línea de las obras con las que Ikeda se consagró en los años ´70 (mucho más sobre esto en una GRAN nota que publicamos en el nº9 de la Comiqueando Digital). Son innumerables los recursos gráficos que pone en juego la autora para potenciar las sensaciones y las emociones que nos quiere transmitir, para que nos enganchemos todavía más con los sucesos que nos narra. Tanto en los momentos más idílicos como cuando el mundo de Claudine parece venirse abajo, Ikeda refuerza los climas en el plano visual, ya sea desde el trazo (con una multiplicidad de técnicas y un dominio asombroso de las tramas mecánicas) o desde la puesta en página, que es bastante arriesgada para lo que se veía en los ´70 en las historietas románticas. Pero quizás la clave esté en que Claudine no es una simple historieta romántica. Es más bien una indagación en la psiquis de un personaje que sufre disforia de género. No sé si en 1978 había otros comics acerca de la disforia de género, y ni siquiera sé si los profesionales de la salud ya la denominaban de esta manera. Nada de esto detiene a Ikeda, que explora esta condición a fondo, en una historia que se toma la problemática totalmente en serio. Hay amores, desamores, secretos, traiciones, celos, dramas familiares y hasta un incendio que se cobra la vida de... un personaje importante, pero el conflicto central siempre está entre las piernas de Claudine, que se siente varón, piensa y actúa como varón, se vincula con los demás como varón, pero al no tener genitales masculinos, no es exactamente un varón. ¿Cuánto condiciona nuestras vidas y nuestros vínculos esa dicotomía tan binaria como tengo pija/ tengo concha? Eso es lo que Ikeda se pregunta todo el tiempo y lo que motoriza una trama muy, muy ganchera. Ahora que el tema de la gente que nace con los genitales equivocados está mucho más visibilizado que antes, es un gran momento para leer esta breve obra maestra del manga setentoso.
Vuelvo con Deadly Class, una serie que tenía abandonada desde el 23/05/19, hace casi seis años. Me costó algunas páginas volver a engancharme con la historia que cuentan Rick Remender y Wes Craig, pero eso no aminoró el impacto de la cantidad de cosas zarpadas que pasan en el primer episodio de este Vol.3. Y después vienen episodios un poquito más tranqui, donde los personajes hablan más acerca de lo que les pasó, y ahí es más fácil recordar lo leído hace años, y de alguna manera volver a sintonizar la onda de la serie. Deadly Class ofrece una versión totalmente desangelada de las historias de chicos y chicos de escuela secundaria. Es un retrato sórdido, ultra-violento, muy mala leche, de las vidas de pibes y pibas cuyas vidas están atravesadas por el abandono, la crueldad y la muerte. También hay sexo, drogas y boludeces, y abrumadoras dosis de lo que los yankis llaman "teen angst". Pero todo en un contexto muy sangriento, con tiros, cuchillazos y demás actos de cariño y amor. En este tomo puntual, Remender exacerba el descenso de Marcus (el protagonista) hacia las fosas de la desolación. En un punto, todos los personajes están jugados y tienen motivos para mandar todo a la mierda y romper definitivamente las reglas. Pero en el caso puntual de Marcus, Remender lo pone en una encrucijada que -sumada la bancarrota emocional y moral por la que atraviesa- solo puede terminar en un nuevo estallido de violencia con ruinosos resultados. La serie está ambientada (por lo menos en estos primeros tomos) en 1988, y los autores aprovechan para meter referencias a la época, como la inminente llegada a la Casa Blanca del nefasto George Bush (padre) o el impacto entre los jóvenes estadounidenses de bandas británicas como The Smiths, Depeche Mode y The Psychedelic Furs. El dibujo de Wes Craig se basa en un claroscuro intenso, muy bien logrado, en el que se ven recursos de Eduardo Risso, Víctor Santos y hasta toquecitos de Paul Pope, sobre todo en los rostros. El color de Lee Loughride es muy lindo, pero la verdad que podría no estar, porque Craig resuelve todo muy bien con la pincelada y la mancha negra. Y entre muchos momentos excelentes, destaco la secuencia en la que Marcus alucina tras consumir hongos: ahí el dibujo se va al hiper-carajo y más allá, y lo vemos a Craig tirar unas magias loquísimas, como si de pronto se convirtiera en Scott Morse. Tengo en el pilón de los pendientes el Vol.4, así que no van a pasar otros seis años hasta que nos reencontremos con Deadly Class. Y estas son las últimas reseñas de comics que vamos a tener en Abril. Mañana voy a ver la peli de los Thunderbolts, y seguro saldrá reseña martes o miércoles, así que atenti con eso. Y el miércoles a las 22:30 estoy en vivo en el canal de YouTube de Comiqueando, con una nueva emisión de Agenda Abierta. Espero volver a postear reseñas de comics durante el finde extra-large que arranca el jueves. Gracias y hasta pronto!

jueves, 24 de abril de 2025

JUEVES DE AVENTURAS

Por fin me pude hacer un rato para reseñar las últimas lecturas... Sigo descubriendo material del inverosímil Attilio Micheluzzi, y ahora cayó en mis manos una edición francesa de un comic que el maestro italiano publicó originalmente entre 1980 y 1981 en una antología de la península donde nacieron mis bisabuelos. Lo que más me sorprende es que este Marcel Labrume es muy cercano en el tiempo al Rosso Stenton que vimos hace poquito (19/03/25), pero se le parece muy poco. Aquella aventura se sentía muy prattiana, y esta conserva del glorioso Hugo una sola característica: Micheluzzi elige contar una ficción, ambientada en un momento MUY álgido de un conflicto que existió en la realidad, y para eso apela a una vasta documentación. Marcel Labrume es periodista de un diario parisino y está en Beirut, capital de Líbano, en Septiembre de 1940, plena Segunda Guerra Mundial. En la ciudad se vive un clima espeso, con la presencia de alemanes, británicos, franceses, palestinos, judíos y por supuesto los propios libaneses, todos detrás de distintos objetivos secretos, como si fuera una partida de TEG. Las distintas facciones se espían, se operan, se atacan, todos desconfían de todos y se respira una atmósfera de peligros, traiciones y muerte. Y no, Micheluzzi no era tan buen guionista como para explicar todos estos conflictos y sacarles el máximo provecho en apenas 48 páginas. Porque además tiene que desarrollar a un protagonista, a una co-protagonista (que es bastante más que un interés romántico de Marcel) y a varios personajes secundarios. No tengo dudas de que Pratt lo habría hecho mejor, pero claro, se habría tomado 100 páginas en vez de 48 y habría metido no menos de nueve o diez viñetas por página en lugar de las siete que suele emplear Micheluzzi. El resultado es un guion muy sobrecargado de elementos, en el que los personajes casi tropiezan unos con otros en la lucha por aparecer un poco más "en cámara" y explicar de qué juega cada uno. Por momentos, pareciera que el que sobra es el propio Marcel Labrume, y que la historia se desarrollaría de un modo más claro e intenso si sacáramos al periodista francés del medio. Para el final, cuando ya se cayeron unas cuantas máscaras y varios personajes se boletearon unos a otros, el argumento se encauza mejor y se hace más atractivo, pero hasta ese punto, la confusión le gana al disfrute. Por suerte está el dibujo de Micheluzzi, que es espectacular. Como vimos la vez pasada, e autor reproduce algunos yeites del maestro Sergio Toppi. Pero la principal influencia gráfica en este álbum es claramente Alex Toth. También se ven cosas que remiten a Gustavo Trigo, a Cacho Mandrafina... pero la impronta omnipresente es la de Toth, que aparece en esos claroscuros extremos, esas composiciones, esas onomatopeyas. Y obviamente Micheluzzi también suma elementos de su propia cosecha, no es un mero pastiche de recursos tomados de otros artistas. Visualmente, este álbum es una fiesta, un catálogo de hallazgos pensado para deleitar a cualquier fan del blanco y negro y los estilos más o menos realistas. Incluso aunque el guion se enrede demasiado para llegar a buen puerto, el dibujo justifica completamente la inclusión de Marcel Labrume entre las obras notables de esa bestia que fue Attilio Micheluzzi.
Sigo con mi reencuentro con los comics basados en la serie animada de Batman de los ´90, y el tomo que tendría que reseñar ahora lo reseñé el 29/01/19. Así que sin más prolegómenos, le entro al Vol.2 de Batman & Robin Adventures. Acá lo más notable es el Annual 2, porque lo escribe Paul Dini. Incluso tiene unas poquitas páginas dibujadas como los dioses por Ty Templeton, que le saca mucha diferencia al resto de los dibujantes que meten mano en el tomo. Y después hay ocho episodios de la serie mensual, todos escritos por el propio Templeton, y en general bastante dignos. El mejor es el último del tomo, contra el Joker y Harley Quinn, repleto de situaciones y diálogos muy cómicos. El resto acompaña sin descollar, no hay ninguno que digas "esto es un bofe", ni ninguno para poner en el Cuadro de Honor. El de Deadman tiene una idea muy interesante, el de Man-Bat es casi una no-aventura, una de esas en las que el rol de Batman y Robin no es el del típico justiciero que debe impedir que el villano cometa alguna tropelía... pero nada demasiado destacable. Para acompañar a Templeton en los dibujos, tenemos un solo episodio a cargo del correcto Dev Madan (a quien vimos entrar desde el banco de suplentes en la reseña del 11/04/25) y también un solo episodio dibujado por Joe Staton, en un estilo muy lindo, que no tiene tanto que ver con la estética de la serie animada pero es atractivo. El resto de las páginas quedan en manos de Brandon Kruse, otro dibujante normal, tranqui, que no molesta para nada, pero tampoco está ni cerca de Templeton, o de Mike Parobeck. La colorista de unos cuantos de estos episodios es la grossa Linda Medley, justo antes de romperla como autora integral con Castle Waiting, pero no... su trabajo en esta colección no me convence demasiado. No capta la atmósfera oscura de la serie animada, se zarpa en estridencia con rosas, amarillos y violetas muy fuertes... En el mismo libro hay otros dos coloristas, Lee Loughridge y Roberta Tewes, y ninguno me generó el ruido que me generan las paletas que elige Medley. Me queda sin leer un solo tomo de B&RA, y no sé si llego a leerlo antes de fin de mes, pero lo voy a intentar, así en Mayo ya me meto con otras series. Lógicamente, en Mayo voy a leer menos comics, porque se pone más exigente la producción del nº11 de Comiqueando Digital, pero siempre algo voy a poder reseñar, aunque sea de manera medio sucinta, acá en el blog. Gracias y nos reencontramos pronto.

martes, 22 de abril de 2025

THE BEST AMERICAN COMICS 2015

Aquell@s que siguen este blog hace mucho tiempo recordarán que hubo una época en la que una vez por año yo me compraba el The Best American Comics del año anterior y lo reseñaba en este espacio. El último reseñado en orden de salida fue el de 2013, allá por el 08/07/14, un par de años más tarde conseguí el de 2007 y lo reseñé el 28/04/16. El año pasado, encontré MUY barato el de 2015 y dije "bueno, dale, reincidamos". Craso error. La verdad que la selección que presentan Jonathan Lethem y Bill Kartalopoulos por momentos es tan decepcionante, que hasta puede ser motivo de orgullo para los que quedaron afuera NO formar parte de la misma. Todo el tiempo flota la duda... "Si estos son los mejores, no me quiero imaginar lo que serán los peores". La selección de 2015 va más a fondo con dos de las características más polémicas de las ediciones anteriores: primero, centrarse en la producción marginal, mucho más cerca del underground que de las historietas que aparecen en los diarios y en las grandes editoriales de comic books. Y segundo, incluir un montón de extractos de novelas gráficas, fragmentos elegidos de manera dudosa de obras que uno ya tiene, o ya sabe que quiere tener... completas, no en una muestra "gratis" de 12 ó 14 páginas. A mí esto último esta vez me jugó a favor: gracias a los extractos que aparecen en este libro, decidí que NO me voy a comprar dos novelas gráficas que tenía en la mira, una de Jules Feiffer y una de Peter Bagge. Como nunca antes en los libros de esta serie, me encontré con un montón de páginas ocupadas por material francamente horrible, trabajos de chicos y chicas que dibujan muy mal y narran peor. Y lo más loco: estos son trabajos de 2014, y en los 10 años posteriores nunca vi otros trabajos posteriores de estos mismos autores, ni mejores ni peores. Lo que me hace suponer que Lethem y Kartalopoulos metieron en el BAC a una camada de autores cuyo paso por la historieta fue efímero e intrascendente. Pero, como siempre que caigo en garras de una antología que me decepciona, encontré varias cosas para rescatar. Veamos. Ben Duncan, dibujante de la San Puta, con ideas muy limadas. Julia Gfrörer, con una muy buena historieta histórica protagonizada por Simón el Bautista. Gran manejo del tempo narrativo y un trazo en la línea del Eddie Campbell de From Hell. Megan Kelso, que siempre dibuja bien, aunque acá no me interesó lo que tenía para contar. Eleanor Davis, dibujante extraordinaria, con un manejo impactante del color y muchos logros en la puesta en página. Henriette Valium, una autora con un dibujo DEMENCIAL, completamente incompatible con la función narrativa que debe tener el dibujo en la historieta, pero muy, muy atractivo. Ron Regé Jr., otro que siempre cumple. Una pena que le hayan seleccionado solo tres paginitas. Mat Brinkman, una bestia con un manejo alucinante del blanco y negro, con cosas de Hideshi Hino, Thomas Ott y Richard Corben. No entiendo cómo en los últimos 10 años no escuchamos hablar de él, al menos día por medio. El recordado Ed Piskor, gran dibujante y gran narrador. Peter Bagge, con un fragmento de una novela gráfica que no me generó mayor interés (Woman Rebel: The Margaret Sanger Story), pero que obviamente está muy bien dibujada. Jim Woodring, cada día más zarpado. Un dibujante inexplicable, de una imaginación y un talento indescriptibles. Jesse Jacobs, un autor interesantísimo, precursor de varias cosas que vimos más tarde en obras de Femimutancia y Sole Otero, por poner ejemplos que todos conocemos. Y finalmente, las seis páginas de Crime Chime Noir, del ignoto (o ignota) A. Deger, una especie de vuelta de tuerca lisérgica al estilo de Massimo Mattioli, muy bien lograda. Fuera de eso, muy poco para rescatar. Un extracto de la maravillosa The Wrenchies (de Farel Dalrymple), que vimos acá el 26/05/16... y el resto no está ni cerca de ese nivel. Huyendo del mainstream, Lethem y Kartalopoulos cayeron en las garras de un montón de autobiografías pedorras de chicos y chicas con menos calle que una pantufla, o dibujantes que quieren ser Simon Hanselmann y no les da la nafta. Una pena cómo chocaron la Ferrari. Los BAC eran (hace muchos años) una cita no te digo impostergable, pero sí muy atractiva, donde solíamos encontrarnos con material muy variado y -casi siempre- muy bueno. Nunca vi ni de cerca el BAC 2014, pero no descarto comprarlo el día que lo encuentre a buen precio. Y posteriores a este de 2015, me parece que no, que no me compro ninguno más, por las dudas de comerme otro garrón como el de hoy. Tengo por la mitad otro librito, así que calculo que en un par de días se me habrá juntado material como para volver a postear acá en el blog. Gracias y hasta pronto.

viernes, 18 de abril de 2025

TRES GENIOS DEL DIBUJO

Creo que estas magias te pasan solo en Estados Unidos: entro a una tienda enorme de discos y DVDs usados buscando un CD de Joy Division y me encuentro con la adaptación al comic de Alien, en la excelente edición de Titan de 2012, un poquito baqueteada pero a un precio irrisorio. Nunca la había leído, así que adentro. Esta es una historieta de 1979, en la que los maestros Archie Goodwin y Walt Simonson adaptan la famosísima película de Ridley Scott para un álbum de 64 páginas que originalmente publica Heavy Metal. Y esta es la edición remasterizada, mucho más respetuosa del coloreado original, que está lleno de sutilezas que las imprentas de 1979 rara vez lograban reproducir. Dos cosas me sorprendieron: primero, la calidad del dibujo de Simonson, que todavía no está al nivel glorioso de su etapa en Thor, pero que acá hace algo mucho más complejo que en aquellos comic books de Marvel. Varias de estas páginas le exigen al ídolo meter 10 u 11 viñetas chiquitas, como si fuera un álbum europeo. Y el barba se arremanga y te mete 10 u 11 viñetas preciosas, en páginas de diseño clásico, pero muy eficaz, muy dinámico. Alien es todo clima, todo suspenso y tensión, y Goodwin y Simonson lo entienden a la perfección y arman las secuencias y eligen las viñetas a enfatizar dentro de la página con ese criterio: el de poner cada vez más nervioso al lector, para que sufra junto a los personajes. Y lo otro que me sorprendió es que la narración me atrapó por completo... incluso cuando uno sabe de memoria lo que va a pasar, en qué orden van a morir los tripulantes de la nave, cómo va a zafar Ripley en el final, etc.. Y eso pasa porque Goodwin y Simonson manejan con una precisión apabullante el ritmo del relato. Entre las falencias, también quiero subrayar dos. Primero, esa manía de que los personajes se nombren unos a otros viñetas por medio. Una pena, porque en general los diálogos están muy bien (hasta hay un par de "fuck" y "fuckin´"... en un comic de 1979). Y segundo y más importante: no me acuerdo si en la peli pasaba lo mismo, pero el comic termina con una última página de siete viñetas, en las que pasa DE TODO. El final definitivo del bicho que quiere boletear a Ripley se ve UN CUADRITO antes del final. No queda espacio para una pausita, un descansito, un alivio a toda la tensión que generó la trama. UN CUADRITO después de liquidar a la amenaza, la historieta se termina... lo cual me da la sensación de que los autores se quedaron cortos con el espacio y tuvieron que comprimir un poco (o mucho) las secuencias finales del film en muy pocas páginas, porque en la primera mitad -si bien hay muchas páginas de 10 viñetas- la narración no se nota apurada ni precipitada. Hechas esas salvedades, esta es una adaptación logradísima de una película brillante. En 1979 Archie Goodwin y Walt Simonson se conocían de memoria y esa complicidad se ve en cada página. Como también se ve que la película les pareció zarpada e inspiradora. Dentro de un subgénero tan bastardeado como es la adaptación al comic de blockbusters de Hollywood, esta versión de Alien tiene un vuelo y una potencia artística muy poco frecuente, y probablemente eso sea lo que le confiere ese status de clásico del que goza tantos años después. Hoy que Marvel está generando una vez más comics protagonizados por los xenomorfos, acá hay una clase magistral a la que conviene apuntarse y prestarle mucha atención.
Todavía no terminé de leer las historietas argentinas publicadas en 2024, pero hoy me tiré de cabeza sobre una de este año: El Libro de las Almas Perdidas y El Faro de los Condenados, un tomo en el que Deux reúne dos obras cortas dibujadas por Enrique Breccia para Ediciones Record en los ´90 que -andá a saber por qué- nunca salieron en la Skorpio argentina y solo se conocían en Italia. La primera (El Libro...) tiene guiones de Eduardo Mazzitelli y se nota a varias leguas que fue pensada como una serie mucho más extensa, que quedó trunca tras el cuarto episodio. El planteo es muy atractivo, parece de una serie de Vertigo, el personaje central es interesante, los invitados (Drácula, Atila y el pirata Barbanegra) se revelan como figuras complejas, tridimensionales, los textos de Mazzitelli son una belleza... No sé qué será lo que no les cerró a los italianos como para no querer continuarla. La segunda (El Faro...) está escrita por Walter Slavich en un formato más de miniserie. Son cuatro episodios y parece estar pensada para esa duración. Esta es una aventura un poco más clásica, con la fórmula episódica típica de la Skorpio, pero con mucha imaginación, mucho vuelo y la dosis justa de mala leche por parte del guionista. Me acuerdo que cuando Walter trajo la idea a Record, me cebé tanto que terminé viajando a Uruguay a conocer Punta del Diablo, el pueblito que inspiró la historia y que le sirve de ambientación a la misma. En ambos trabajos, el dibujo de Breccia es descomunal. Incluso cuando uno tiene en claro que en sus historietas para Record el maestro nunca puso el 100% de su talento, estas páginas te quitan el aliento. Sobre todo las páginas en las que Enrique se logra deshacer de la grilla clásica de seis o siete cuadros y prueba con puestas distintas, menos pobladas de esos primeros planos que están buenísimos, pero que se repiten un poco. Me da la sensación de que "El Faro..." no está reproducida de los originales de Enrique (que era los que leía yo cuando él venía a entregar las páginas, de tan manija que estaba con la serie) sino de las publicaciones italianas. La comparación con "El Libro..." (que sí parece reproducido de los originales) la desfavorece mucho, porque el dibujo de esta segunda saga se ve empastado, con líneas que se entrecortan, como si hubiera sido escaneado sin demasiada pericia ni demasiado cuidado de revistas de hace más de 30 años, cuando las imprentas no eran ni en pedo lo que son hoy, ni siquiera en Europa. Un bajón, pero bueno... es Deux, que siempre alguna cagada se manda, y es Record, una editorial que cada vez que pudo vendió los originales de sus historietas a coleccionistas en vez de devolverlos a los autores. De todos modos, la magia de leer a los inolvidables Mazzitelli y Slavich dibujados con tanta categoría por una leyenda del lápiz como Enrique Breccia nos permite soslayar estas imperfecciones de la edición local.
Y cierro con una breve glosa del Vol.8 de Dead Dead Demon´s Dededede Destruction, el manga de Inio Asano cuyo último tomito publicó Ivrea la semana pasada. Esta vez, la trama principal no avanza poquito. No avanza NADA. Al limado de Asano se le ocurre una idea bastante ingeniosa para volver para atrás y narrarnos (en un flashback tan extenso que seguramente se extiende también al próximo tomo) un montón de cosas que pasaron ANTES del Vol.1 de la serie, principalmente el origen secreto de la amistad entre las dos protagonistas, Ouran y Kadode. Todo el tomo se centra en los primeros encuentros entre ellas y entre ellas y un alienígena, al que van a "adoptar". Es entretenido, obvio, y está dibujado como la hiper-concha de Dios, pero es algo que daba para 30 páginas, no para un tomo entero. Y entonces, Asano rellena con situaciones de comedia, slice of life pre-adolescente, travesuras de colegialas y demás pelotudeces... hasta el tramo final que, si bien tiene bastante de eso, incorpora esa secuencia en la que las protagonistas salen a volar por primera vez por la ciudad, que es pura magia, alegría y emoción. Nada, ojalá el flashback no abarque TODO el Vol.9, porque quiero saber cómo sigue el bolonki de los aliens en Japón y toda la trama política y de espionaje que armó Asano alrededor de eso, que me tiene muy enganchado. Nada más, por hoy. Como siempre, espero volver a postear pronto nuevas reseñas, pero para eso me tengo que poner a leer. Gracias por estar ahí.

martes, 15 de abril de 2025

NOCHE DE MARTES

Le sigo dando átomos a la lectura del material que tengo pendiente, y ya tengo otros dos libritos que quiero reseñar. El primero es un álbum cortito, apenas 48 páginas, pero con bastante texto. Estamos en Francia, año 1983, pleno furor de la historieta para adultos y Les Humanoïdes Associés recopila en un hermoso tomito de tapa blanda varias historias cortas de Les Closh, los personajes de Dodo y Ben Radis que aparecían en la Métal Hurlant. Básicamente se trata de comedias breves, casi siempre con algún estallido de violencia, pero sin alejarse mucho de la senda del humor. Les Closh eran algo así como la versión "cheta" de Kebra, la rata pandillera y punk de Tramber y Jano. Siempre impecables en su apariencia, Les Closh son una banda de rock, pero a la que no le tiembla el pulso a la hora de interpretar boleros, jazz o rockabilly. Y al tener una cantante mujer, uno los asociaba mucho con Los Twist, que también usaban trajes y moñitos, y se las daban de irónicos. No todas las historias tienen que ver con que ellos son músicos. De hecho, la mejor dibujada del libro es una parodia de la famosa película "La Guerra del Fuego", en la que ellos son cavernícolas. Y la mejor escrita es una de espionaje y aventuras onda Blake & Mortimer, titulada "Le Citron Riz Jaune", intensa y divertidísima, también llena de guiños satíricos. Incluso hay una historieta en la que no aparecen Los Closh, que es una versión en tiempos ochentosos y en son de joda de la famosa aventura de Los Tres Mosqueteros en la que tienen que hacer aparecer las joyas de la reina. Esta pareciera ser una historieta más antigua que las otras, porque el dibujo no está tan logrado. Algunas de estas historias las recuerdo de cuando leía la edición española de Métal Hurlant, otras me parece que nunca se tradujeron al castellano, y en todos los casos me encontré con secuencias muy entretenidas, con personajes carismáticos que no siempre ganan, en general envueltos en situaciones cercanas y reales para cualquier grupito de jóvenes de los ´80. Al igual que en las historietas de Kebra, acá tenemos personajes muy humanos, pero con cabezas de animales: ratones, perros, cerdos... al punto que las últimas historias parecen estar ambientadas en el universo de Walt Disney, con apariciones de Gyro Gearloose y el propio Mickey. El dibujo de Ben Radis es fabuloso: expresivo, dinámico, prolijo, con constantes homenajes a la ropa y los autos de los años ´50, algo que en la época de oro de Métal Hurlant era moneda corriente y se veía también en la obra de autores como Ted Benoit, Yves Chaland y Serge Clerc. Y si bien toda esta estética está muy bien plasmada, Radis me impactó sobre todo con su interpretación de la prehistoria en la parodia de "La Guerra del Fuego", donde no hay autos ni corbatas ni edificios, pero sí unos instrumentos musicales resueltos con muchísimo ingenio. Como ya dije, me pareció la historieta mejor dibujada del álbum. No sé si me compraría más álbumes de Les Closh, pero sí me gustaría tener en libro otras obras de esta dupla, de la que hace muchos años que no tengo noticias y que en la adolescencia me hizo muy feliz.
Nos vamos a Estados Unidos, año 2019, cuando Mark Millar, poco antes de pelearse para el orto con la gente de Image, le agrega una gema a su corona con Prodigy: The Evil Earth, la primera (y creo que hasta ahora única) aventura de Edison Crane, el hombre más inteligente del mundo. Edison es una especie de hiper-bocho infalible al estilo Reed Richards, pero con una aptitud física y una adicción por el riesgo y la adrenalina que lo acercan más a un Batman o un James Bond. Una máquina de resolver problemas, con una memoria imposible, una capacidad de observación apabullante, una serenidad a prueba de balas y la empatía y la sensibilidad suficientes para utilizar todo esto (más ilimitadas cantidades de dinero que consigue casi sin esfuerzo) al servicio de quienes más lo necesitan. Edison Crane es el tipo que a todos nos gustaría ser. Un James Bond que no se pasa de canchero, un Batman que no se deja ganar por sus obsesiones, un Reed Richards que resuelve problemas reales y cotidianos para mejorarle la vida a la gente... Uno que ya está acostumbrado a los volantazos de Mark Millar (y a la mala leche que suele aparecer en las obras del escocés), estaba preparado para la revelación final, en la que Crane resultara ser el más cínico e hijo de puta de los villanos. Pero no, el autor lo mantiene noble y copado hasta el final. A lo largo de estos seis episodios, zafa de peligros y heridas muy extremas, y aún así todo resulta bastante creíble, simplemente por las asombrosas capacidades y conocimientos de los que hace gala Crane. Lo único que no me terminó de cerrar es la revelación de la identidad del principal villano. No hacía falta que fuera alguien a quien Crane conocía desde la infancia. Podría haber sido cualquier otro sorete, y nos ahorrábamos esa vuelta de tuerca que tensa innecesariamente el verosímil. El resto me encantó. El ritmo, los diálogos, la forma en la que Millar toca (bastante por encima, pero sin trivializarlos) problemas políticos y sociales del mundo real, la forma en la que te muestra lo jodidos que son los villanos, los momentos que elige para clavar los flashbacks al pasado del protagonista... Un verdadero deleite, repleto de sorpresas incluso para el lector muy curtido en las lides de la aventura extrema, a todo o nada. Al igual que en Huck (reseñado por acá un 16/06/20), Millar cuenta con los magníficos dibujos de Rafael Albuquerque, complementados a la perfección con los colores de Marcelo Maiolo. Más allá de alguna página en la que escasean los fondos, se nota que Albuquerque puso el alma en este trabajo. Hay paisajes hermosos, edificios complicados, naves con diseños futuristas, escenas en interiores que requieren mucho detalle y mucho cuidado en la composición, y por supuesto personajes expresivos, de gran plasticidad, que tienen que correr, saltar, nadar, volar o simplemente conversar durante varias viñetas sin que el lector se aburra. Albuquerque hace que todo parezca muy fácil y que todo fluya con mucha naturalidad, como si uno estuviera viendo una película... pero guarda: el comic es un comic, no es un storyboard con globos de diálogo. Gran trabajo de este notable autor brazuca que hoy es garantía absoluta de solvencia y jerarquía. Prodigy es una lectura original y atractiva, muy recomendable para los fans de las aventuras sin superpoderes ni elementos fantásticos muy limados. Y ni hablar para los fans de Millar o de Albuquerque, que los van a encontrar afiladísimos a ambos. Esto es todo por hoy. Se viene Semana Santa y por ahí los compromisos sociales me llevan a bajar un toque el ritmo de lectura y posteos, pero veremos cómo la piloteamos. Ojalá nos reencontremos pronto, acá en el blog.

lunes, 14 de abril de 2025

LUNES TRANQUI

Bueno, acá estoy de nuevo con un par de lecturas más. Simplemente porque lo vi obscenamente barato en una librería de usados (encima en un estado impecable) me compré Flock of Dreamers, una antología de 1997 que recopila 21 historias cortas a cargo de autores de ocho países distintos, todas basadas en sueños. Ya vimos varias obras en este blog en las que en vez de crear ficciones, los autores cuentan en forma de historieta cosas que soñaron. Suelen ser trabajos cortos, experimentales, de los que uno no espera nada a nivel guiones, desarrollo de personajes, etc.. El atractivo se limita a ver ideas limadas plasmadas de manera ingeniosa u original en la página. Y eso es, básicamente, lo que encontré en un puñado de las historietas que integran esta antología. Algunas no me brindaron ni eso, porque los dibujos son malísimos, o porque la inoperancia de los autores a la hora de armar la página o de equilibrar el texto con la imagen eclipsaron totalmente a la intriga o la extrañeza que generan las ideas. Thierry Guitard es un autor al que no conocía, que dibuja y narra muy bien. El inmenso Jim Woodring se excede un poco con la cantidad de texto, pero el dibujo es maravilloso. Me pareció interesante el aporte de otro autor al que no conocía, Bob Kathman, Y muy bizarro, muy extremo, pero sin dudas atrapante el breve relato de Luke Walsh, al que tampoco conocía y del que definitivamente quiero leer otras historietas. El maestro Aleksandar Zograf (al que tuve la suerte de conocer personalmente en 2006 y gastarlo sin piedad por el 6-0 de Argentina a Serbia y Montenegro de ese año) tiene una primera página flojita, y después levanta muchísimo, con una serie de viñetas en las que explica una técnica que desarrolló para poder recordar y dibujar sus sueños. Correcto lo de Pat Moriarty, muy notable lo de Rick Veitch (vimos todo un libro de historietas basadas en sus sueños el 01/07/16) y alucinantes esas seis páginas en las que me reencuentro con Francesca Ghermandi (de la que hablamos hace muy poquito), en un trabajo demoledor, realizado a cuatro manos junto a Massimo Semerano. Dejo de lado a unos cuantos muertos de frío que no tienen nada que hacer en un álbum de estas características, y paro un toque la pelota para hablar de dos autores hiper-grossos que acá dejan la vida en los dibujos, pero lamentablemente eligen no narrar. Lo de Robert Crumb son simplemente dibujos sueltos, acompañados de textos muy breves, y lo que entrega Danijel Zezelj son una serie de ilustraciones fastuosas, en un formato similar al de un cuento ilustrado. Hay una narración, pero pasa exclusivamente por el texto. Las imágenes acompañan y resaltan algunos pasajes de los textos. Técnicamente esto es de una belleza y una originalidad alucinante, pero a mí me gusta ver a Zezelj narrar con el dibujo. Lectura livianita, rápida, en un punto también despareja... y todavía no decidí si conservar este librito o deshacerme de él.
Me vengo a Argentina, año 2024, para reencontrarme con Antonio Mamerto Gil Nuñez, más conocido como “el Gauchito Gil”, en una nueva aventura escrita por el cordobés Juan Bertá (vimos una el 12/06/21), ahora con los dibujos de Pablo Burman. Me gusta cómo labura Burman, me vuelve loco esa atmósfera opresiva que logra con esas aguadas bien expresionistas, que me recuerdan al Viejo Breccia de la época de Perramus, me copa cuando de repente cambia de estilo y se va a una línea clara abigarrada, sobrecargada de detallitos onda Moebius, en este libro en particular me encantó su dominio de la puesta en página basada en viñetas widescreen... pero me parece que no era el dibujante adecuado para este guion. Ya me habia pasado antes, cuando leí La Bruja de Toska (ver reseña del 03/04/21). No lo veo al marplatense como un dibujante ideal para estos guiones tan clásicos, tan de aventura tradicional que podrían haberse publicado tranquilamente en la revista Skorpio. Sí para relatos más arriesgados, más experimentales, y más breves. El Cantar del Prodigio y el Insomne tiene un solo problema, que es su extensión: la trama que plantea Bertá para 72 páginas funcionaría mucho mejor en 48 ó 50. El resto está muy bien. Hay un misterio atrapante, conflictos muy humanos, que van más allá de la lucha entre Nuñez y el villano de turno, está muy bien aprovechada la ambienación en la Argentina rural del último tercio del Siglo XIX, la información está bien dosificada... Y bueno, para llenar 72 páginas con esta idea, Bertá opta por meter largas escenas de diálogos que ralentizan el ritmo del relato. Algunos diálogos sirven para produndizar en la psiquis de los personajes, y otros se hacen un poco tediosos. También hay algunas secuencias mudas que podrían no estar, aunque son momentos en los que generalmente brilla el pincel de Burman. Este mismo argumento, así como está, con esa impronta criolla y esos tintes shakespereanos, resumido para que ocupe menos páginas y con un dibujante más convencional, podría sostener una historieta realmente potente. Acá se ve una especie de tensión incómoda entre un guionista que quiere ser profundo, dramático y subrayar la humanidad de los personajes, y un dibujante que quiere volar, irse al carajo, dibujar personajes y paisajes a veces grotescos y a veces etéreos, de gran belleza plástica, pero que requieren una cierta decodificación por parte del lector. Y en general, la historieta funciona mejor cuando el guion y el dibujo bailan al mismo ritmo, tienen las mismas metas y tiran para el mismo lado. Nada más, por ahora. Gracias por leer y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas.

viernes, 11 de abril de 2025

VIERNES ATP

Después de la última incursión en el porno, hoy tengo para reseñar dos libros aptos para todo público en los que no se ve ni una teta. Empezamos con el cuarto y último tomo recopilatorio de The Batman Adventures, un masacote de casi 300 páginas donde tenemos los últimos ocho episodios de la primera serie regular (esos nunca los llegué a traducir para Perfil), más el Annual 2 y el glorioso Holiday Special. El Holiday Special es un verdadera delicia. Una antología con cinco historias cortas, todas escritas por Paul Dini y ambientadas entre el 1º de Diciembre y el 1º de Enero. Esta vez, en vez de ir a buscar a grandes figuras del comic para que dibujaran sus guiones, Dini trajo a los directores de la serie animada. Ya tenía clarísimo que con Bruce Timm formaba una dupla insumergible, y lo trae de vuelta para aventura de Batgirl contra Clayface muy divertida, con un ritmo infernal. También trae a Ronnie Del Carmen para una disparatada comedia de acción centrada en Harley Quinn, Poison Ivy y Bruce Wayne, en la que Batman aparece recién al final. Glen Murakami tiene a su cargo la historia más seria, más triste incluso, en la que Batman confronta con Mr. Freeze. En la serie animada, los episodios con Mr. Freeze solían tener un tinte más dramático, y estas 13 páginas van en esa misma línea. Timm y Dini co-escriben la infaltable aventura de Batman contra el Joker, que cuenta con los dibujos de Butch Lukic y Kevin Altieri, otros dos tremendos directores de animación. Y para el epílogo, Dini consigue a otro prócer de BTAS: Dan Riba. Esto no tiene desperdicio, realmente, y vale lo que pagues por todo el libro. Después tenemos más números de la serie mensual: el nº28 es un regreso muy divertido para el Joker y Harley Quinn, gran guion de Kelley Puckett dibujado con la habitual categoría de Mike Parobeck. En el nº29 tenemos al correcto Dev Madan como dibujante suplente, y lo vamos a ver en todos los números impares que nos quedan hasta llegar al 36. Puckett se manda un unitario intenso y sorprendente con Talia y Ra´s al Ghul. Ahora con Rick Burchett de dibujante suplente, el nº30 es un episodio centrado en Mastermind, mr. Nice y The Perfesser, en el que no aparecen los justicieros de Gotham. Otro hallazgo de Puckett, que se va a tomar unas vacaciones para volver más cerca del final de la serie. El nº31 es un unitario de Robin contra Anarky, un personaje que (lógicamente) nunca apareció en los dibujos animados. Tiene la particularidad de estar escrito por el creador de Anarky, el querido Alan Grant, y lleno de frases que ningún otro guionista se animaría a poner en boca de un superhéroe. En el nº32 vuelve Parobeck para dibujar un guion bastante menor de otro guionista invitado, Dan Raspler, al que le fue mucho mejor como coordinador o director de colecciones. El 33 es un excelente unitario, en el que pela chapa quien va a quedar como guionista titular en la siguiente serie mensual basada en BTAS: el canadiense Ty Templeton, otrora dibujante, en aquellos primeros números que vimos el 20/02/25. Y en el nº34 arranca una trilogía (la primera y única en esta serie) en la que se reúnen Puckett y Parobeck, más Templeton que colabora en algunos guiones. Los villanos son Hugo Strange y Catwoman, y pasan cosas tan locas que no se pueden creer. Pero es todo en serio, y está narrado de una manera muy emotiva. Gran cierre para una serie mensual que sostuvo una calidad notable entre 1992 y 1995, años poco felices para el mainstream superheroico. Pero al libro le queda una gema más. El Annual 2, con un plot obra de Paul Dini, Bruce Timm y Glen Murakami, guion del primero y dibujo y color de los otros dos. Podría ser tranquilamente un unitario de 22 páginas pero lo estiran a 44 y está bien, porque los dibujos son majestuosos. Es todo un gigantesco tributo a Jack Kirby, con Demon y Ra´s al Ghul en roles que eclipsan al propio Batman, con momentos muy oscuros, muy violentos, que en una de esas no podrían haber tenido cabida en una serie animada. Creo que este Annual y el Holiday Special es lo único que en esta lectura ya de cuasi-anciano me gustaron más que cuando las leí originalmente, con veintipico de años.
Y me voy a España, año 2008, cuando Dib-buks recopila en un hermoso álbum 44 planchas de Zorgo, la historieta que Luis Bustos publicaba todas las semanas en la recordada revista infanto-juvenil Mister K. Esto es brillante. Los guiones son ingeniosos, los personajes son queribles, los chistes son tremendos, hay diálogos bastante zarpados, las tramas no se repiten, Bustos nunca llega a la última viñeta obligado a rematar "en una baldosa" porque se le terminó el espacio de golpe, ni tampoco estira una idea mínima para llenar las (por lo menos) ocho viñetas que dibuja en cada entrega. El protagonista es un genio del crimen, un supervillano irredimible que quiere sojuzgar a la humanidad con sus máquinas diabólicas y sus mega-robots destructores. Sí, te va a hacer acordar todo el tiempo a los protagonistas de las películas Megamind y Despicable Me (o "Mi Villano Favorito")... pero ambas son de 2010, y esto es bastante anterior. Las aventuras (y a veces desventuras) de Zorgo dialogan con el comic clásico de superhéroes, de cuando los villanos eran genios científicos que construían artefactos imposibles para destruir ciudades, pero también con las pelis de agentes secretos tipo James Bond (rara vez en esta serie salen bien parados los agentes secretos) e incuso con las de monstruos gigantes, kaijus y demás bichos bizarros. Y Bustos juega además con el Lado B del supervillano: la vida cotidiana de Zorgo cuando no está tripulando mega-robots ni lanzando ultimatums contra los gobiernos del planeta. De acá también salen grandes momentos. Recomiendo mucho Zorgo a lectores de todas las edades y tengo entendido que hay más tomitos recopilatorios, así que intentaré conseguirlos. Bustos me parece un autor fenomenal, y ahora que descubrí la magia que tira en su vertiente infanto-juvenil, lo admiro más que antes. Hasta acá llegamos, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

martes, 8 de abril de 2025

OTRO TRIDENTE OFENSIVO

De nuevo se me juntaron tres libritos para comentar pero -una vez más- hay uno cuya reseña va a ser extremadamente breve. Imaginate que sos fan del comic franco-belga y de pronto encontrás en una mesa de saldos, a un mísero euro, una antología con historias completas firmadas por Moebius, Hermann, Jean-Claude Mézieres, André Franquin, Cosey, Michel Blanc-Dumont, Dany, Derib, Dupa y Jijé, con un prólogo de Morris, acompañado de un dibujo inédito de Lucky Luke. Primero te pellizcás para asegurarte de que no sea un sueño, después te fijás si no te enchastraste la ropa interior y después corrés a pagarlo antes de que te lo manotee algún otro avechucho. O por lo menos eso me pasó a mí cuando me cayó del cielo el Tintin Special Vol.5, una antología de 80 páginas toda enfocada en el género Western. Veamos con qué me encontré una vez adentro. Franquin aporta una sola página, genial, pero te deja con ganas de más. Moebius también, solo dos paginitas en las que relata un hecho real. Me parece que para cuando se editó esto (1979) el autor más exitoso del palo del western era Derib, y acá eso se nota por la cantidad de páginas (y hasta avisos) dedicados a Buddy Longway, su serie más popular. La historia corta "La part du chasseur" justifica ampliamente la chapa de Derib. Hermann también trae una historia corta de Comanche, que ya vimos por acá (mucho mejor coloreada) el 11/08/23. Dupa se despacha con una parodia de Buddy Longway protagonizada por Cubitus (creo que en Argentina se lo conoció como "Redondus"), Dany cuenta una gran historia en apenas dos páginas, Blanc-Dumont dibuja una historia ambientada en el Lejano Oeste, pero en el presente; la de Jijé son tres paginitas en joda bastante graciosas, la de Cosey (también ambientada en el presente) tiene un guion que no llega a desarrollarse en cuatro páginas, pero está dibujada a un nivel increíble; y la de Mézieres se hace medio ilegible por la cantidad de texto que mete en tres paginitas. Y después hay lindos complementos: tiras cómicas, juegos, algún cuentito ilustrado... y una historieta que me voló la cabeza: seis páginas en las que explota con fulgor incandescente el dibujo del belga Franz, un virtuoso que se hizo conocido por continuar con Jugurtha cuando la dejó Hermann, por dibujar el último álbum de Jerry Spring (el seminal western creado por Jijé), y sobre todo con la serie Le Décalogue. Impresionante trabajo, al nivel de los más grandes dibujantes que nos dio el western en el Siglo XX. No lo tenía a Franz entre los autores a rastrear y atesorar, pero claramente se subió a la (infinita) lista. Ahora me entero que falleció muy joven, a los 54 años. Un garrón. Tremenda antología, este especial de Tintin. Un auténtico All-Star Squadron de autores, personajes carismáticos, historias autoconclusivas, buen equilibrio entre aventuras y humor, y la enorme virtud de generar material apto para todo público sin faltarle el respeto al lector adulto. No te digo que me quiero poner a coleccionar todos los especiales de Tintin, porque debe ser un kilombo. Pero ganas no me faltan.
Muy breve mención para el Vol.7 de Dead Dead Demon´s Dededede Destruction, un tomo de transición, por no decir "un choreo para estirar innecesariamente la serie". Realmente, acá las tramas que plantea Inio Asano avanzan muy, muy poco. Hay mucho relleno, mucho slice of life pavote y apenas unas pocas secuencias en las que se tensa la relación entre Japón y Estados Unidos, en parte por la actitud bravucona y grotesca de una caricatura de ese anciano bravucón y grotesco llamado Donald Trump, que acá se llama "Padron". Me imagino que Asano habrá dibujado esto durante la primera presidencia de este personaje deplorable que hoy ocupa de nuevo el Salón Oval de la Casa Blanca. Como siempre, el dibujo es una maravilla y hay diálogos muy graciosos (notable traducción de Pablo Farías Alves). Lástima que, en el contexto de la historia mayor que narra la serie, este tomo aporte tan poco. Tengo un par más en la pila de los pendientes, así que prometo volver pronto a visitar a las pibitas de esta Tokyo que ya se acostumbró a convivir con una invasión alienígena.
Y terminamos en Argentina, año 2024, cuando se recopilan en un libro hermoso nueve historietas de temática sexual realizadas por Paula Boffo, la talentosa autora antes conocida como Sukermercado. Dos de estas historietas ya aparecieron en otras antologías reseñadas en el blog (31/05/18 y 14/07/19) y el resto provienen de revistas y de fanzines, de las cuales conocía algunas, pero otras no. Tener todo ese material junto en Satén Rosa Rosa es un golazo... aunque le sobra relleno. Un libro de 124 páginas para 105 páginas de hsitorieta es un poquito mucho. El nivel de las historietas es muy alto y muy parejo. Hay momentos en los que Boffo resuelve el color de una manera más simple, más básica, y otros en los que le pone efectos, texturas, juegos de iluminación alucinantes. Y el dibujo va en una espiral ascendente hasta llegar a la última historieta, la hasta ahora inédita Satén Rosa, que es -lejos- la mejor dibujada, con las secuencias mejor armadas y con más riesgo y más hallazgos en la puesta en página. Seguramente más que la apabullante calidad gráfica de Boffo, al lector promedio le llamará la atención la temática. Entre l@s autores actuales el porno no es un género muy difundido, y hasta pareciera que le escapan. Pero acá tenemos a una autora que, por el contrario, lo abraza, lo celebra, lo potencia. Las historias no son meras excusas para que los personajes garchen. Hay comedia, hay reflexión, hay vínculos y hasta hay momentos existencialistas. Pero en todas aparece, tarde o temprano, un protagonista excluyente que es el sexo. Con amor, sin amor, con forro, sin forro, con cinturonga, con calor, entre varones, entre mujeres, entre personas trans, en la cama, en el baño, en la calle, en un tren, de a dos, de a muchos... Satén Rosa Rosa aborda el garche desde muchos lugares distintos, y sorprende porque Boffo utiliza un dibujo muy amistoso, muy Cartoon Network, para narrar situaciones que por momentos se ponen espesas, turbias, y siempre -pero siempre- levantan la temperatura del lector. Al ser la más extensa, es lógico que Si Mojás Me Enciendo tenga el guion más elaborado y los personajes más tridimensionales. Pero todas las historietas tienen grandes momentos, tanto por su voltaje erótico como por los aciertos de Paula en el dibujo y la narrativa. Si te bancás historietas porno en serio, con primeros planos de genitales, eyaculaciones y penetraciones de todo tipo, te recomiendo enfáticamente que leas (con una sola mano) Satén Rosa Rosa. No tiene mucho que ver con la obra que consagró a Paula Boffo (Santa Sombra), pero es un libro realmente zarpado, donde la autora juega todo el tiempo al límite. Lo disfruté muchísimo y, si el objetivo era que me zumbara un rato la entrepierna, se cumplió con creces. Nada más, por hoy. Gracias totales y hasta pronto.

lunes, 7 de abril de 2025

DUCKS

Lo único que leí en todo el fin de semana fueron las 430 páginas de Ducks, la novela gráfica de la canadiense Kate Beaton que apareció en 2023 y se cansó de ganar premios. Una lectura durísima, por la extensión de la obra, porque abunda mucho el texto y por la densidad de lo que narra la autora. En general, cuando nos encontramos con obras como esta, es decir, con relatos autobiográficos en los que una autora pasa en limpio cosas muy heavies que le sucedieron, y aprovecha para denunciar un montón de injusticias, malos tratos, abusos y demás, queda muy en segundo plano algo que yo quiero traer al frente: el dibujo. Si bien Ducks tiene muchísimos argumentos para seducir y conmover al lector, el dibujo no es precisamente uno de ellos. Beaton había mostrado un gran nivel en sus trabajos más cortos, de perfil claramente humorístico. Pero ahora, cuando tiene por delante 430 páginas en un tono mucho más dramático, el dibujo aparece como segmentado en tres niveles muy distintos. Cuando trabaja con referencia fotográfica para mostrarnos paisajes o exteriores de edificios, la canadiense se revela como una ilustradora dotadísima, con un manejo precioso de las aguadas y una atención exquisita por los detalles. En un segundo nivel están las caras de los personajes femeninos, mucho más caricaturescas, que en los mejores momentos parecen dibujadas por Dupuy y Berberian. Y el resto, principalmente los cuerpos y las caras de los personajes masculinos, están en un tercer nivel, ya casi al borde de la catástrofe, entre Cathy Guisewite y las primeras temporadas de South Park. Hasta los personajes que deberían caernos bien causan rechazo de lo feos que los dibuja Beaton. Dibujar mal las caras en un comic que consiste básicamente en conversaciones entre los personajes es algo que resta tanto, que ni siquiera considero la posibilidad de que la autora lo haya hecho a propósito. Pero bueno, supongamos que la Kate Beaton que la rompía en Hark! A Vagrant no existe más, y que no queda otra que conformarse con esta que (en una de esas por apurarse para no tardar seis o siete años en terminar este mamotreto) dibuja a media máquina. ¿Qué nos queda? Sin salir de la faz gráfica, un muy buen tratamiento de los grises y una narrativa clara, ajustada, basada sobre todo en grillas clásicas de 3x3 y 3x2. Acá no hay saltos al vacío: la autora sabe que esto va a llegar a manos de gente que habitualmente no lee historietas y va a una puesta en página 100% tradicional y segura, a prueba de neófitos. Y el ancho de espadas con el que juega Beaton es el guion, la historia que tiene para contarnos. Como tantos jóvenes canadienses, la autora fue a estudiar a la universidad, que en ese país NO es gratuita. Si no la podés pagar, tenés que obtener un crédito, y devolver cada centavo una vez que te graduás, en plazos bastante exigentes, porque se supone que al toque conseguís un trabajo bien pago. Pero claro, Beaton estudió Artes y quería ser dibujante... ¿de dónde iba a sacar la plata para devolver el préstamo? Así es como termina por dejar su pueblo natal para viajar a las arenas petrolíferas de Alberta, donde unas cuantas mega-empresas extraen y procesan hidrocarburos. Para que te des una idea, es como nacer en Misiones y terminar laburando en Vaca Muerta. La crónica que nos ofrece Beaton de sus años en las arenas petrolíferas es desoladora. Imaginate laburar dos años en un lugar aislado, al fondo de la Loma del Orto, donde lo único que podés hacer cuando no estás laburando es cagarte de frío. Y encima, por ser una pibita de 22 años, atraés la atención de un montón de tipos (en las bases hay 50 tipos por mina) que están ahí aislados, aburridos y alzados. Solo por portación de vagina, Kate se va a tener que fumar a pajeros, desubicados y machirulos rancios que la van a encarar de maneras que van de lo insultante al abuso sexual liso y llano. El lugar, los compañeros, el trato que les brinda la empresa a los empleados, el lleva-y-trae de todos los días... nos sobran los motivos para renunciar, pero Beaton no puede hacerlo, porque necesita la guita para cancelar ese préstamo. Y entonces nos cuenta tooooda esa rutina desoladora y frustrante, a través de largos diálogos y anécdotas en su mayoría muy menores, que van armando este mosaico de aburrimiento, alienación y pesar. Como le sobran páginas, aprovecha para bajar línea acerca del impacto de esta actividad hiper-lucrativa en el medio ambiente, y cómo la envidiable facturación de la empresa repercute en un daño irreparable a la fauna, la flora y el suelo de la región. La verdad es que la idea está buenísima, y lo que tiene Beaton para contar es realmente interesante y hasta emotivo. Pero la denuncia, la descripción del sacrificio que hacen estas pibas por un salario digno y demás, pegarían mucho más fuerte en menos páginas. En 430 páginas entran y salen de escena tantos personajes secundarios, y se acumulan tantas situaciones que no tienen mayor relevancia para la trama, que en un punto uno siente que ya está, que ya alcanza y sobra, que no era para tanto. Después Beaton te mete otra escena memorable y te vuelve a conmover, o a indignar, o incluso a arrancarte una sonrisa irónica y se te pasa. Pero sin dudas, si Ducks tuviera menos páginas, sería mejor. En Argentina, leer sobre los padeceres de los pibes canadienses que quedan engrampados con una deuda monumental simplemente por haber aspirado a recibir educación de calidad en un ámbito universitario es -felizmente- raro. Incómodo, porque empatizamos con el sufrimiento de Kate y demás, y a la vez reconfortante, porque son problemas que -a menos que sigamos votando para el orto- nosotros o nuestros hijos nunca vamos a tener. Así que, si algún día sentís que se te acaban los argumentos para pelear por la educación universitaria pública, gratuita y de calidad, leé Ducks, y al toque se te recarga la batería.

viernes, 4 de abril de 2025

TRES OBRAS CORTAS

Empezamos Abril con una nueva tríada de libros para reseñar, en este caso todos muy cortitos. Empiezo en 1988, cuando el enorme Scott Hampton adapta en 48 páginas de historieta un relato de terror de Robert E. Howard titulado "Pigeons from Hell". Gráficamente es un trabajo muy bello, en el que Hampton capta a la perfección el clima del sur profundo de los Estados Unidos, y demuestra un sólido dominio de los tropos de horror gótico, tanto en las escenas del presente como en los flashbacks al Siglo XIX. Si a Howard lo asociabas exclusivamente con bárbaros que se cagan a espadazos contra monstruos y hechiceros en reinos imposibles tipo Cimmeria, acá te vas a encontrar con un escritor mucho más sutil, más pendiente de sugerir que de mostrar, que deja de lado la grandilocuencia en favor de la elaboración de una atmósfera más densa, más retorcida, en la que también hay lugar para reflexionar acerca de la historia (por ese entonces) reciente de EEUU. "Pigeons from Hell" fue escrita en 1934, cuando la emancipación de los esclavos negros y la Guerra de Secesión todavía estaban cerca, y si hablamos del sur profundo, y de criaturas fantasmagóricas o diabólicas que buscan venganza, el tema del maltrato sistemático a los esclavos seguro va a aparecer. También llama la atención el rol que Howard le reserva a los personajes femeninos, en una época en la que sus lectores eran muy mayoritariamente varones. La adaptación de Hampton, así como fascina desde lo visual, aburre un toque desde lo narrativo, porque -como ya vimos muchas veces- "se casa" con el texto original y reproduce extensos pasajes del mismo en enormes bloques de texto, repletos de figuras retóricas y demás firuletes literarios que no ayudan al fluir de un relato gráfico. Son pocos los pasajes en los que Hampton renuncia al bloque de texto y al narrador omnisciente y deja que la historia se cuente con la acción y con los diálogos. Entiendo que la idea es conservar esa build-up, esa construcción del suspenso, del clima asfixiante que había conjurado Howard con su prosa, pero me parece que la historieta ofrece otros recursos para generar esos mismos efectos, sin tener que anclarse tanto al texto original y volverse tan dependiente del mismo. Evidentemente, a Hampton no se le ocurrió cómo ponerlos en práctica y por eso el resultado es un poco frío, un poco blando y hasta logra que la adaptación se haga larga, aunque sean solo 48 páginas de historieta. Repito, dibujadas como los dioses. Pero por debajo de lo que podría haber dado este autor si se jugaba a una versión más visual y menos literaria de la (muy atractiva) obra del creador de Conan the Barbarian,.
Descubrí a Francesca Ghermandi allá por 1998, cuando una editorial italiana tuvo la buena idea de publicarle una historieta muda y distribuirla en muchos países distintos, entre ellos EEUU. La obra se llamaba Pastil, la conseguí en una convención de San Diego y, como me encantó y además no tiene texto, la "leí" varias veces. Después le perdí el rastro por completo, hasta que hace un tiempo encontré (creo que en Bélgica) Joe Indiana: Il Segno dei Cinque, un álbum de 1991, esta vez con texto, a todo color y con material que (me parece) fue originalmente serializado en una antología de Italia. Il Segno dei Cinque se compone de cuatro episodios interconectados, en los que cada tramo resuelve un plot, pero hay una trama mayor, que los engloba a todos y que se resuelve al final. En apenas 46 páginas, Ghermandi plantea, desarrolla y resuelve todo ese andamiaje argumental, y además nos presenta a los carismáticos protagonistas, que probablemente hayan tenido más aventuras además de esta: Joe Indiana, el ratón inteligente y mala onda, y su amigo Helmholtz, un chancho grandote bastante goma. El guion es un pastiche del típico comic de investigadores privados, pero ambientado en un mundo 100% cartoon, donde la violencia puede escalar sin mayores consecuencias (aunque acá hay personajes que mueren) y donde las ideas más delirantes se pueden insertar en la trama sin desentonar en lo más mínimo. Ghermandi tira ideas loquísimas y nos propone un mundo adulto, sórdido, a pesar de lo bello y amistoso del estilo visual. Son conceptos retorcidos, a veces perversos, que por momentos intersectan con la obra historietística de Dave Cooper, o con la literatura más salvaje de Sergio Bizzio, por poner un ejemplo medio extremo. En la faz gráfica, la principal influencia de la autora es -claramente- Lorenzo Mattotti, y esto se nota mucho más en una obra como esta, que incorpora el color. Y por supuesto, cuando vemos funny animals mutilados o manchados de sangre, enseguida pensamos en Massimo Mattioli, que está presente en Joe Indiana más en espíritu que en impronta visual. El color es sutil, hermoso, y permite ver el trazo elegante, plástico, lleno de onda e imaginación que caracteriza a Ghermandi. Y si detectás algún tropiezo menor en la narrativa, quedate tranqui que para cuando llegue Pastil, la autora va a haber mejorado HORRORES en ese rubro. Muy buen reencuentro con una grossa total del comic italiano, que nunca entenderé por qué no le llamó la atención a la gente de El Víbora para incluirla en la mítica antología española.
Y el recorrido por estas historietas de menos de 50 páginas termina con una de apenas 32 páginas, pero muy bien aprovechadas. Mauro Vargas se ve obligado a meter muchísima información, muchas viñetas chiquitas en cada una de estas páginas, y eso es parte de lo que hace tan intensa y tan divertida la lectura de El Jopo Mutante Ataca, incluida dentro del Vol.3 de la colección de historieta infantil Grandes Historietitas. El argumento es un delirio sin pies ni cabeza, pero Vargas se lo toma 100% en joda y le explota a fondo el lado bizarro e imposible. Además, lo combina muy bien con un costumbrismo argento que denota un gran poder de observación de la realidad de nuestros pibes y nuestras "familias tipo", como para que los lectores (nenes y nenas de hasta 9-10 años) conecten al toque con Marquitos y el resto del elenco protagónico. Cuando el autor "pone segunda" le juega todas las fichas a la acción, El Jopo Mutante Ataca te lleva puesto. Se convierte en un torbellino, un frenesí de gente, cosas y pelos en movimiento, plasmado con maestría por un animalito al que dibujar acción le sienta bárbaro. La aventura se descontrola, los chistes aparecen en los lugares menos pensados y de a poco se borra esa frontera entre "historieta infantil" e "historieta para todo público". La resolución también es bizarra, pero no mucho más que las de aquellas historietas de Stan Lee y Jack Kirby de fines de los ´50 en las que en las ciudades de EEUU aparecían monstruos y criaturas gigantes y rompían todo. Incluso si la historia de Marquitos y el jopo mutante no te atrapa en lo más mínimo, el dibujo y el color de Vargas hacen que valga la pena pegarle un vistazo a esta historieta... Son 15 minutos de sana diversión, y después quedás como un duque regalándosela a un hijo, sobrino, ahijado o mascota bípeda. Ojalá la excelente repercusión que tuvo El Jopo Mutante Ataca sirva para que en Argentina se empiecen a publicar otros trabajos de Mauro Vargas, apuntados al público adulto. Ahora sí, nada más. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.