el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 26 de septiembre de 2023

LA MAGIA DEL DIBUJO

A veces aparecen en los comics dibujantes tan brutales, tan categóricos, tan definitivos, que uno tira esa ya gastada frase de "esto podría no tener guion y aún así habría que comprarlo". Y algo muy loco es que estoy tentado de usar la frase para hablar de los dos comics que tengo para reseñar en el día de hoy. El Vol.4 de Innocent tiene un argumento tan chiquito, que cualquiera capaz de estirarlo para que abarque 200 páginas es un genio, o un delincuente. Básicamente tenemos el final del plot que había quedado inconcluso en el tomo anterior (la truculenta ejecución de Robert-François Damiens) y las consecuencia de algo que sucede durante la ejecución y que potencia enormemente al personaje secundario más atractivo de la saga: Marie-Josephe Sanson. Con eso solito, Shin´ichi Sakamoto te tiene hipnotizado 200 páginas, gracias a la magia del dibujo. La calidad gráfica que alcanza Innocent en este tomo es lisa y llanamente sobrenatural. No puede haber seres humanos en el numeroso equipo que secunda a Sakamoto. Son todos ángeles, djinns, duendes, hadas, marcianos... no sé qué corno son, pero el trabajo que ofrecen está a años luz de lo que se ve en el manga promedio. Acá vemos, ni más ni menos, a la atrocidad más abyecta convertirse en la belleza más sublime. Sólo un genio (o un equipo de genios) pueden hacer eso. La forma en que Sakamoto nos muestra el desmembramiento del pobre Damiens, seguido de la escena en la que Anne-Marthe tortura a su nieta, es algo que ningún fan de la narrativa gráfica puede olvidar jamás. Es sangriento, es truculento, es escabroso, sí, obvio. Pero es hermoso, es poético, es emotivo, te desarma todo por dentro y te deja pidiendo más. Se ve que el material que quería meter Sakamoto en este tomito era poco, por eso al final vienen 20 páginas de texto, repletas de información. El autor y su equipo (tiene gente especializada en investigar el aspecto histórico de la época en la que transcurre el manga) nos brindan un montón de datos acerca de la vida real, perfectamente documentada, de la familia Sanson, y de cómo funcionaba a grandes rasgos esa justicia francesa que tenía a los verdugos como principales ejecutores de las sentencias que requerían la muerte de los acusados. Son más o menos los mismos datos que nos ofrece el manga a lo largo de la lectura de estos primeros cuatro tomos, pero presentados de manera más lineal, más compacta y más clara, como para que nadie diga "no entendí bien el contexto en el que está ambientada la saga". La verdad que no quiero contar mucho más del argumento, y -como ya dije- el tomo consiste básicamente de dos secuencias muy extensas, a las que nada de lo que yo diga les puede hacer justicia. Recomiendo cada vez más Innocent y me alegra mucho que Ivrea haya confirmado la edición en Argentina de su secuela.
Y me voy a EEUU, año 2022, cuando se recopila en TPB la maravillosa Step by Bloody Step, la serie de Simon Spurrier, Matías Bergara y Matheus Lopes que antes se había publicado en simultáneo en ese país y en Francia. Acá el tema de "comprarla por el dibujo" está acentuado por un detalle bastante conspicuo: se trata de una saga de unas 160 páginas sin texto, donde todo lo que sucede está narrado con las imágenes. ¿Qué onda Spurrier? ¿Es un ñoqui que cobra por no trabajar? No, el británico imaginó a los personajes y trazó la historia, además de entregar un guion detallado, que explica cuadro a cuadro qué es lo que se va a ver. Y es una historia atrapante, con machaca, misterio, ternura, cierto vuelo poético... En general uno supone que las historias sin texto son bastante más básicas y sencillas que la que se propone contar Spurrier en Step by Bloody Step. Acá hay una trama ambiciosa, un world-building zarpado y un vínculo entre los protagonistas de la saga que no necesita palabras para ser profundo, creíble y vital. Para contar una historia de 160 páginas sin palabras, necesitás que tu dibujante sea un maestro ninja del arte secuencial. Alguien que maneje perfectamente el armado de la página, el flujo de las secuencias, la elección de las angulaciones, la composición de las viñetas, las expresiones de los personajes... Y bueno, Spurrier ya se había sacado la lotería en Coda, cuando formó equipo con Matías Bergara, y acá una vez más el crack uruguayo demuestra por qué es uno de los historietistas más completos y talentosos que tiene el arte que más nos gusta. Potenciado como si fueran una sola persona por la paleta mágica y majestuosa de Matheus Lopes, Bergara se lanza a darle vida a este mundo fantástico y carnadura a estos dos personajes (la nena y el guerrero) a los que descubriremos a través de aventuras y ordalías clásicas, pero no obvias ni predecibles. Al no tener texto, se supone que uno va a prestarle muchísima atención a cada viñeta de Step by Bloody Step... y cómo no hacerlo cuando la faz gráfica alcanza estas cotas de belleza, este despliegue de magia, imaginación y talento. Me encontré con imágenes que me remitieron a Moebius, a Philippe Druillet, personajes secundarios que me hicieron flashear Alfonso Font, secuencias que me hicieron sentir que estaba viendo una película de animación... La conjunción entre Bergara y Lopes me transportó por completo a este mundo, me hizo sentir en carne propia esos climas, vibrar con esas batallas, emocionarme con esas miradas, esos gestos... Realmente era el pedo ponerle palabras a este relato: en las imágenes está todo, y se disfruta enormemente, como cada vez que guion, dibujo y color se ensamblan de un modo tan increíble. Si no leíste Step by Bloody Step te estás perdiendo una gema del Noveno Arte, de verdad. Bueno, nada más. Perdón por postear tan espaciado, pero estoy con muy poco tiempo libre. De acá a fin de año voy a poder postear realmente muy poco, así que también pido disculpas por adelantado, por lo que (no) va a suceder en los próximos meses. Nos vemos mañana a las 22:30 en vivo en el canal de YouTube de Comiqueando, y en persona los días viernes, sábado y domingo en el FIC de Santiago de Chile. Y ni bien pueda, reaparezco con nuevas reseñas acá en el blog.

viernes, 22 de septiembre de 2023

MAÑANA OTOÑAL

Empezó la primavera, pero se ve que todavía no le llegó la notificación para presentarse a laburar, por lo menos acá en Buenos Aires. Todo bien, la esperamos un par de días más. Vamos con las reseñas, que a eso vinimos. El 30/04 de este año me tocó hablar del Vol.6 de The Amazing Adventures of the Escapist, esa antología en formato prestige que publicaba Dark Horse allá por 2004-2005. Y bueno, ahora voy un toque para atrás, para reseñar el Vol.5. Un tomito de 80 páginas que por ahí no deslumbra tanto con el listado de autores que participan, pero me dejó bastante satisfecho. La primera historia tiene un guion sugestivo, en el que Kevin McCarthy lleva a otro nivel el concepto de "escapar hacia la libertad". Es una estructura muy clásica, casi predecible, pero está claro que el foco no está puesto en la aventura en sí, sino en el mensaje. Y el dibujo de Shawn Martinbrough la rompe en mil pedazos. Después llega el maestro Paul Grist, con una historia breve, mucho menos sustanciosa, apoyada casi exclusivamente en el encanto mágico de su dibujo y su puesta en página. Howard Chaykin dice "presente" una vez más, ahora como guionista de una historia bastante bien dibujada por David Hahn, un tipo que generalmente me produce bostezos. El guion es una especie de sátira a los comics de DC de la Silver Age, y por ese lado funciona bien. Jeffrey Brown nos propone la versión "comic indie" del personaje creado (en la ficción que inventó Michael Chabon) por Cavalier y Klay, en una anécdota menor que se hace larga al pedo. Y para terminar, una muy linda historieta, con resonancias intencionales a aquel famoso primer team-up entre Green Lantern y Green Arrow, en la que The Escapist demuestra que también está para ayudar a un viejo afroamericano que está en las últimas. Esto está escrito por Jason Hall y dibujado por Eric Wight, que es una especie de Steve Yeowell bueno. Y una vez más, me encuentro con unos textos brillantes, en los que especialistas en la historia del comic (entre ellos nada menos que el mítico Roy Thomas) aportan artículos en los que nos retroinjertan en la continuidad (o sea, en la historia del medio) a The Escapist, sus autores y las editoriales que publicaron sus historietas a lo largo de las décadas. Esto está tan bien hecho que si no sabés la historia de The Escapist, de la novela The Amazing Adventures of Cavalier and Klay y demás, te podés comer tranquilamente el verso de que estamos hablando de un superhéroe posta aparecido en la Golden Age y continuado por distintos autores hasta los años ´70. Creo que me falta un sólo librito para completar todas las entregas de esta antología, así que sigo atento, a ver si aparece, porque hasta ahora, todas las entregas tienen unas cuantas cositas recomendables, ya sea en los guiones, los dibujos o los artículos. Y además soy muy fan de la novela de Michael Chabon, así que cualquier cosa que conecte con ese universo, me ceba.
Me vengo a Argentina, año 2023, cuando se recopilan en libro las 270 tiras de León Rey, originalmente publicadas con periodicidad diaria por J.J. Rovella en sus redes sociales. Lo más impactante de esta obra es eso: Rovella hizo cada una de estas tiras en un día. Son tiras que en algunos casos tienen hasta cinco o seis viñetas, con un nivel de dibujo que ya no se ve en las tiras de los diarios. Fondos muy laburados, grises aplicados con gran criterio, mucha variedad de enfoques (no son todas cabecitas que hablan), gran atención a detalles de iluminación, texturas... La verdad que lo que dibuja acá Rovella es demasiado para una historieta realizada con periodicidad diaria y pensada para publicarse de manera gratuita en la web. El argumento de la tira le da a Rovella la oportunidad de dibujar no sólo seres humanos, sino también un amplísimo abanico de animales, algunos antropomorfos y otros no, y todos están perfectamente retratados. Visualmente estamos ante una historieta fascinante, sin ningún tipo de fisuras ni titubeos. El guion de León Rey es un toque más extraño. La historieta mezcla dos cosas: por un lado, la clásica tira diaria más o menos costumbrista, que busca cerrar cada entrega con un remate si no humorístico, por lo menos ingenioso. A veces es un chiste más tradicional, a veces un juego de palabras, pero va por ahí. Y por el otro lado, muchas de las tiras se concentran en el aspecto más aventurero de la obra y están armadas sobre un cierto andamiaje dramático, con finales jodidos en forma de cliffhangers y una tensión que Rovella hace crecer entrega a entrega. Esa tensión entre las dos formas de plantear la tira hace que la lectura sea rara, que uno diga "pará, ¿qué carajo está pasando acá?, ¿qué me quiere contar este tipo?"... hasta que ya para la segunda mitad del libro, la trama aventurera gana la pulseada y León Rey empieza a avanzar en una única dirección. Y ahí nos encontramos con un relato también extraño, que ofrece explicaciones bizarras al estilo Twilight Zone para todo lo que vimos a lo largo de la tira, incluso cosas que parecían puestas ahí para generar un efecto humorístico, como el hecho de que León vea a los humanos con cabezas de animales. Nada es lo que parece ser, y a medida que caen los velos, Rovella blanquea quiénes son los malos, quiénes los buenos, cuáles son los planes de cada uno y cómo funciona este cruce entre realidades, cuya complejidad no tiene nada que ver con las tramas típicas de las tiras costumbristas onda El Loco Chávez o El Negro Blanco. Es increíble cómo en un formato tan restrictivo como el de la tira, Rovella logra contar una historia tan ambiciosa, en la que pasan tantas cosas zarpadas en espacios tan reducidos. Si sos fan de Rovella, si todavía no lo descubriste, o si te interesa ver a un dibujante completísimo explorar los límites de lo que se puede hacer en el formato (y la periodicidad) de la tira diaria, entrale a lo bestia a León Rey. Una animalada, posta. Nada más, por hoy. Nos leemos pronto por acá, o nos vemos en el canal de YouTube de Comiqueando, o nos escuchamos en el Podcast de Comiqueando o en Distinguida Competencia. O nos encontramos en vivo, en Santiago de Chile, en apenas siete días.

martes, 19 de septiembre de 2023

NOCHE DE MARTES

Bueno, salen con fritas dos reseñas más, de libros bastante breves. Sigo a la caza de la colección de álbumes editados en Francia en los años ´70 por la editorial Dargaud, con reediciones de material originalmente aparecido en la mítica revista Pilote. Y así llegué a un tomito que no sabía que existía: Les aventures d´Al Crane, una serie de historias cortas en las que el maestro Gerard Lauzier oficia sólo como guionista y le deja los dibujos a Alexis, un dibujante cuyo trazo resulta muy idóneo para lo que se propone hacer Lauzier en esta serie: deconstruir, parodiar y ridiculizar al género western. Alexis resulta un gran socio en esta tarea, porque es un dibujante muy correcto de estilo realista, probablemente influenciado por Jijé (como Jean Giraud), con un muy buen manejo de la documentación para recrear armas, carruajes, locaciones, caballos, indios y demás elementos clásicos del western. No le sobra mucho, y cuanto más trata de acercarse a la estética de Giraud, más se nota la abismal diferencia entre un dibujante y otro. Lauzier lo bombardea al pobre Alexis con algunas viñetas recontra sobrecargadas de texto, donde el dibujante no se luce en lo más mínimo, pero para compensar, las aventuras de Al Crane (que en francés suena igual que "alacrán") suelen tener secuencias mudas en las que sí lo vemos a Alexis más cómodo, más a gusto, con más herramientas para demostrar que es un dibujante por lo menos muy solvente. Los relatos de Lauzier nos muestran al típico cowboy recio como un estereotipo violento, machista, racista y sin el menor altruismo. La primera historia es básicamente un chiste largo, muy jugado a un remate con el que los autores sorprenden al lector que cree estar leyendo un western más. Y después, Lauzier empieza a darle una forma más consistente a la serie, con personajes secundarios y situaciones que se van a desarrollar a lo largo de los distintos episodios autoconclusivos, a veces como motores de la trama central y a veces como decorado, como cosas que nos muestran de fondo mientras Al Crane resuelve otras cuestiones. Las historias que no se van de mambo con la violencia (encarada para el lado de un humor negro macabro y por momentos escalofriante) juegan con el tema del sexo, sin irse tan a la mierda, porque Pilote era una revista apuntada a un lector adolescente. De este álbum (que, descubro después, es sólo el primero de varios) creo que las dos historietas que más me gustaron son la primera, porque nunca me vi venir el desenlace, y la quinta, que es donde el humor negro pega un salto cuántico y supera ampliamente mis expectativas. Leí muchas historietas de Lauzier, lo sigo con vehemencia desde que tengo 14 años, pero nunca me imaginé que el ídolo iba a pelar esos giros argumentales tan atroces, y menos en una historia corta, planteada básicamente en joda. Si sos fan de Lauzier y no conocías a Al Crane, ojalá esta reseña te haya servido para completa el mapa de las obras de este monstruo sagrado del comic francés, del que no encontré nunca una historieta que me decepcionara.
Me vengo a Argentina, año 2023, cuando se recopila en un lindo librito a todo color Mirame, una historieta que Diego Agrimbau y Tomás Aira habían serializado de modo muuuuy lento, a lo largo de muchos años en una plataforma de comic digital. El libro tiene un sólo problema: el texto de la contratapa te plantea una premisa que está genial... pero no tiene mucho que ver con lo que sucede en la historieta. Fuera de eso (y sin meterme en la trama, porque cualquier detalle puede funcionar como spoiler), me encontré con una historia extraña, con varios giros impredecibles, que te atrapa desde la primera viñeta y te enrosca a gusto y piaccere. Agrimbau, gran conocedor del oficio del dramaturgo, juega con algunas nociones básicas de la puesta teatral, incluso por momentos sin que el lector lo note. Pero -como en las obras de teatro de escaso presupuesto- toda la historia transcurre en una única locación y todo está apoyado en los diálogos y la interacción entre cuatro (¿o cinco?) personajes en cuya construcción está el principal mérito del guionista. La tridimensionalidad de su elenco, la dinámica entre ellos y esos giros impredecibles que ya mencioné alcanzan para que Mirame te tenga hipnotizado a lo largo de sus 58 páginas, sin recurrir a nada ni remotamente parecido a una estructura de aventura, o de romance, o de sexo, o de rosca política. Acá prácticamente no hay acción, no hay cheap thrills. La cosa va por otro lado y va muy bien. El trabajo de Tomás Aira me pareció realmente brillante. No sólo el dibujo, sino también el color, que es excelente. Me encantó cómo elige las tonalidades para los distintos momentos, y lo mucho que le suma esa paleta a un dibujo muy logrado. Aira trabaja en una estética realista, con mucha atención por detalles como la ropa, los peinados, y sobre todo el lenguaje corporal y las expresiones faciales de su elenco. Por ahí repite un poco algunos planos (esos que se centran en las cabezas de los personajes) y hay páginas en las que vendrían bien un par de viñetas más en las que aparezcan los fondos. Pero la narrativa es ágil, es clara, es ganchera y todo esto sin salir de grillas clásicas, sin experimentar para nada por el lado de la puesta en página. Realidad y ficción, contención y psicopateadas, seducción e indiferencia, un toquecito de misterio, una pizca de violencia y unas cuantas sorpresas grossas te esperan en Mirame, una historieta tan atípica como difícil de olvidar. Perdón que no ahonde más en la trama, pero -repito- no quiero revelar ninguno de los secretos que Diego y Tomás guardan bajo la manga. Suficiente, por hoy. Sigo adelante con las lecturas y queda la invitación para encontrarnos el miércoles 27 a las 22:30 en una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta (en el canal de YouTube de Comiqueando), o sino en unos días, acá en el blog.

domingo, 17 de septiembre de 2023

DOMINGO MONSTRUO

Después de un Vol.3 de Monster que me había dejado muy conforme y muy optimista de cara al futuro (ver reseña del 18/07/23), me zambullí muy cebado en el Vol.4. ¿Para qué? Son 400 y pico de páginas en las que pasa tan pero tan poco, que al toque tuve que agarrar el Vol.5, como para poder sentir que la historia había avanzado algo, aunque sea. Pero ya que tengo espacio, empiezo por otro lugar: las portadas. Son horribles. Ese color marrón/ terracota es lo menos atractivo del mundo. El juego de las fotos enmarcadas, que arman una especie de galería de personajes, o de imágenes con alguna relevancia en el argumento, se hace insostenible después de las... dos o tres primeras veces. Y los textos de la contratapa, con los que deberías cebar al lector ocasional que levanta un tomo de una mesa de la librería para ver qué onda... ¡están en inglés!. Posta, pareciera que las tapas están diseñadas a propósito para que los libros no se vendan. Encima, si tirás a la mierda estas sobrecubiertas pecho frío, abajo te encontrás con una portada toda negra, con menos onda incluso que la galería de cuadritos con fondo marrón. Como decía al principio, el Vol.4 es una falta de respeto por parte de Naoki Urasawa. A lo largo de unas secuencias groseramente estirada, el autor desarrolla un poco más al personaje del detective Richard Brown, para después matarlo sin piedad. Ahí cobra relevancia el Doctor Reichwein, al que también Urasawa desarrolla muchísimo y trata de hacerlo encajar lo más posible en la trama, al cruzarlo con Roberto (cuyo rol en este tomo es menor) y sobre todo con la pista que (una vez más) conduce a Johan como posible asesino de Richard. Lógicamente, Reichwein terminará por interesarse por el entorno del excéntrico millonario Schuwald, donde Johan está muy metido. Pero ¿esa punta no la íbamos a explorar a través del personaje de Nina? Sí, bueno, se superpone un poco todo. Nina aparece poco en el Vol.4, y Tenma (el supuesto protagonista) aún menos. El tomo termina con decenas de páginas centradas en Schuwald y su relación con Johan, con el pibe que resulta ser su hijo, con la mujer con la que lo concibió, con la biblioteca a la que le va a donar los libros... Lo único mínimamente relevante en todo ese tramo es la aparición de ese misterioso libro de cuentos para chicos (escrito en checo) que le produce a Johan una reacción por lo menos inesperada. ¿Se resuelve en este tomo el misterio del libro? No. ¿Y en el Vol.5? Tampoco.
El Vol.5 tiene un poco más de sentido, pero también es choreo. Tras larguísimas secuencias en las que casi todos los personajes confluyen en la biblioteca de Bayern a la que Schuwald va a donar sus libros, llegamos a un momento clave, donde la historia debería haber terminado: tanto Tenma como Nina, ambos armados, quedan frente a frente con Johan y los dos tienen la oportunidad de cagarlo bien a tiros. Ninguno lo hace. Listo, me están cagando. Es obvio que Urasawa no quiere terminar la historia, quiere seguir estirándola hasta el infinito, porque faltan siglos para que se vuelva a dar una situación tan clara como la que vemos en este quinto tomo. Después, el detalle de que el libro infantil esté escrito en checo lleva a Tenma a la ciudad de Praga, en busca de la verdadera madre de Johan: otro calvario, con secuencias larguísimas en las que Urasawa introduce nuevos personajes secundarios (Grimmer, el detective Suk) y nuevos villanos (Petrov) y de nuevo se arma una trama compleja y atractiva, en la que ni Tenma ni Johan parecen tener el menor peso. Es como si a Urasawa se le ocurrieran plots para una nueva novela gráfica y los metiera a presión adentro de Monster, con la excusa de explorar las consecuencias de las consecuencias de las consecuencias de una punta argumental que quedó abierta de pedo en los tomos anteriores y que andá a saber si tiene alguna relevancia en la resolución de la trama central. Esta narrativa laberíntica, que convierte a la premisa original en una especie de jardín de los senderos que se bifurcan, este truco ya muy repetido de dedicarle cientos de páginas al desarrollo de personajes que luego morirán o desaparecerán sin aportar mucho más que pistas mínimas (y a veces confusas) acerca de Johan, su pasado, sus motivaciones, etc., me secó los huevos. No quiero leer más tomos en los que Urasawa nos vende espejitos de colores, amagues y gambetas. El dibujo es glorioso, cada personaje está perfectamente construido, los diálogos (ya lo dije la vez pasada) son buenísimos, pero el guion de Monster es una trampa. El subtexto interesante del primer tomo en el que Urasawa hablaba de la medicina como negocio y no como servicio quedó muy abandonado, la acción es escasa, Rungen (que pintaba para antagonista grosso) ya está condenado a un rol tan periférico que no constituye una amenaza real para Tenma... Tengo cada vez más cosas que criticarle a los guiones, realmente. No sé si voy a comprar los cuatro tomos que faltan para llegar al final de la obra, pero sí sé que, si los compro, no los voy a conservar, porque nunca voy a releer Monster. ¿Me intriga saber cómo va a terminar? La verdad que cada vez menos, porque me doy cuenta de que para llegar a la resolución me voy a tener que comer casi 1700 páginas más de peripecias menores, secuencias de escasa relevancia estiradas más allá de cualquier límite y humo en cantidades industriales. Y sí, hay momentos en los que ser fan de Urasawa requiere comerse garrones importantes... Buena semana y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

miércoles, 13 de septiembre de 2023

OTRA NOCHE DE MIÉRCOLES

Y acá estoy, con este blog ya clásico, y con un par de libritos leídos que me gustaría reseñar. El 26 de Mayo de 2022 me metí con un libro que recopila la segunda mitad de la primera serie de Mister Miracle, con la que Jack Kirby nos presentara al personaje allá por 1971. Ahora leí el libro que trae la primera mitad (nºs 1-10) y que -esta vez sí- se titula "Mister Miracle". Este es uno de esos comics en los que resulta casi una pelotudez analizar por separado el guion y el dibujo, pero igual voy a encarar por ese lado. A nivel visual, esto es un desconche, una bola de demolición que te lleva puesto y te pulveriza. Alguien en DC había visto cómo quedaban los comics de Kirby cuando Marvel los republicaba en blanco y negro (en los gloriosos Essentials) y se decidió trabajar esta reedición en escala de grises, que están muy bien puestos y hacen que el dibujo de Kirby vibre tanto como si estuvieran ahí los colores. Los primeros cuatro números sufren las funestas tintas del irredimible Vince Colletta, pero para para el nº5 llega Mike Royer a entintar al Rey y las páginas directamente entran en erupción. El dibujo es tan bueno que incluso en los números entintados por Colletta hay imágenes absolutamente memorables, de esas que te devastan las retinas para siempre. Y los guiones... bueno, claramente no están al nivel de los dibujos. Ni de lo que hacía Kirby en Marvel junto a Stan Lee. Al principio parece que la serie va a adoptar a largo plazo la fórmula "Scott es encerrado en una trampa de la que es imposible escapar, finalmente escapa y en las últimas viñetas nos explica cómo hizo, dónde tenía escondido el laser miniatura que le permitió romper tal pared, o los propulsores que le permitieron pegar tal salto, o algo así". Te fumás dos números con esa fórmula y lo lógico es no comprar nunca más la revista. Pero por suerte Kirby busca rápido otras vueltas, y si bien hay situaciones que se repiten, a medida que entran en juego los otros personajes del Fourth World (Big Barda, las Female Furies, Granny Goodness, Kanto, Himon, etc.) la cosa empieza a levantar una especie vuelo un poco más épico. A mí, que me gusta el puterío, lo que más me llamó la atención es la aparición de Funky Flashman y su lacayo Houseroy, una sátira con pésima leche en la que Kirby humilla sin piedad a Stan Lee y al pobre Roy Thomas, que la liga de rebote. Claro que la habilidad de Kirby para escribir buenos diálogos era tan limitada, que a duras penas logra algo a priori tan sencillo como reproducir la forma tan particular en la que escribía Lee sus columnas editoriales. En rigor de verdad, el peso de Funky Flashman en esta etapa de la serie es ínfimo, pero bueno, es impactante porque se notan mucho las malas intenciones del Rey para con quien fuera su co-equiper (y jefe) en Marvel. Después, el resto es muy convencional. Villanos muy similares entre sí, poco desarrollo para Oberon, un poquito más para Barda, el origen del protagonista revelado en cuotas... Un clásico comic de aventuras, peligros y machaca de los que a principios de los ´70 empezaban a quedar un poquito antiguos, pero sin dudas muy eficaz como entretenimiento, y con sustancia suficiente como para que mil años después Mister Miracle, Barda y Oberon todavía tengan unos cuantos fans. Y el dibujo, un infierno.
Me vengo a Argentina, año 2019, cuando se publica Nuda Vida, un libro de una factura impresionante, con una calidad de papel e impresión infrecuente en nuestro país. Adentro nos encontramos con trabajo descomunal de Lautaro Fiszman, que nos narra con imágenes momentos destacados de la funesta Guerra de la Triple Alianza, sus causas y consecuencias. Son relatos 100% documentales, que incluso se nutren de textos de la época, por supuesto sin chistes ni elementos fantásticos. Acá no hay aventura, no hay desarrollo de personajes, no hay diálogos ingeniosos, sólo un reflejo descarnado de lo que fue la guerra más bochornosa de todas las que tuvieron lugar en Sudamérica. Lamentablemente, si el tema te interesa, seguro ya sabías todo lo que cuenta Fiszman en los textos. Porque -como ya señalé- los textos tienen cero ficción, son los datos duros de lo que pasó, por qué pasó, cuándo pasó, etc.. En mi caso puntual, eran datos que ya tenía y en ese sentido la lectura de Nuda Vida me dejó gusto a poco. Descubrí a algún que otro personaje menor que desconocía (Ignacio Fotheringham, por ejemplo) pero no mucho más. Bueno, sí. El horror y la vergüenza que genera recordar que Argentina tuvo un rol destacado en ese genocidio atroz, al que nunca se repudió lo suficiente. Por suerte tenemos todas esas páginas dibujadas por un Lautaro Fiszman en estado de gracia, en un estilo pictórico que subvierte las bases del realismo para explotar en un tsunami expresionista, tan atroz y furibundo como las batallas que narra. Con las pinceladas ahí, a la vista, Fiszman propone un tratamiento del dibujo y del color totalmente personal y de altísimo impacto visual. Cuando dibuja a personajes históricos, te das cuenta al toque quiénes son, porque las resemblanzas están muy cuidadas, al igual que los detalles de armas, uniformes, vehículos y edificios de la época (1864-1874, más o menos). La impronta pictórica no reduce en ningún momento la capacidad narrativa del dibujo, aunque a veces es tanta la magia que tira Lautaro en la viñeta, que te colgás muchos minutos para descubrir cada detalle, y eso puede hacer que te desconectes del relato, sobre todo si no te apasiona el tema que toca. Si nunca te adentraste en la temática de la Guerra de la Triple Alianza, yo te diría que arranques por acá y después pases a Guaraní, la novela de Diego Agrimbau y Gabriel Ippóliti que vimos el 27/05/19. En las páginas de Nuda Vida vas a ver el contexto más desarrollado, más explicado, y en Guaraní vas a encontrar una historia más cercana, más humana, más parecida a la vida real que a los libros de historia. Y en ambos casos se te van a derretir las retinas con unos dibujos más allá de toda exégesis. Nada más, por hoy. Ni bien tenga más libros leídos, los comentamos en este espacio. Gracias y hasta pronto.

domingo, 10 de septiembre de 2023

POR FIN DE REGRESO

Después del viaje a Córdoba (y de descansar mil horas, porque venía estropeado) encontré un rato para redactar un par de reseñas de dos libritos que leí en los últimos días. De a poquito, me sigo armando la colección de álbumes publicados por DC con los clásicos británicos de la 2000 A.D.. Esta vez le entré al Vol.1 de RoboHunter, con casi 130 páginas de material originalmente serializado en el mítico semanario en los años 1978 y 1979. Sabía de la existencia de Sam Slade y de su chapa en la cosmogonía de la 2000 A.D., pero la verdad que nunca había leído una saga completa del personaje. Y en una de esas, esta primera saga agarra al personaje y a su universo un poco crudos, pero lo cierto es que mucho no me convenció. El guion de John Wagner es ágil, con diálogos graciosos, altas dosis de violencia, y peripecias imposibles que se acumulan una arriba de otra de un modo bastante caótico, pero sin dejar nunca de moverse hacia adelante. Es como un videojuego de acción, en el que sí o sí tenés que avanzar, sortear obstáculos, derrotar a bichos y cosas que se te vienen al humo y que no te dan margen para reflexionar demasiado acerca de lo que está sucediendo. Leído de a seis páginas por semana, probablemente el ritmo se sienta distinto. Pero así, en formato libro, se impone una vorágine narrativa que te impulsa para adelante y no da tregua. El problema es que no hay mucho más que la acción, las peripecias y los combates violentos entre Slade y sus oponentes (en este caso un planeta poblado solo por robots). Y ya cuando mató a 15, 20, 50 robots, uno más pulenta que el otro... es como que la narración pierde un poco el interés. Quedan para rescatar los diálogos ingeniosos, ideas limadas que le aportan al guion un filo humorístico bastante negro, y un trabajo visual más que atractivo de un Ian Gibson que, aún muy lejos del nivel que va a mostrar años más tarde en Halo Jones, se la banca muy dignamente. Gibson sorprende con la fluidez del relato, arriesga fuerte en la puesta en página y decide con gran criterio dónde eliminar los fondos y dónde dejar la vida en unas viñetas imposibles, hiper-mega-superpobladas de elementos, todos dibujados a la perfección. Hay un muy buen equilibrio entre negros, blancos y grises y diseños de personajes muy variados (algunos van para el lado del humor o la caricatura). Gibson también aplica un muy buen trabajo de texturas para sugerir la iluminación, sobre todo cuando dibuja el rostro de Sam Slade (que es una especie de Humphrey Bogart/ Sylvester Stallone) y la rompe toda cuando ilustra esos paisajes hiper-tecnológicos del planeta de los robots. No mucho más, la verdad. No creo que nunca me compre un segundo libro de RoboHunter, pero este me entretuvo un rato, y el dibujo es decididamente un motivo más que suficiente para pegarle una repasada de vez en cuando.
Me vengo a Argentina, año 2023, para hablar un poco de Inundación, la novela gráfica escrita por Guido Barsi y dibujada por Santiago Miret, galardonada con el Premio Estímulo a la Escritura (edición 2022) en la categoría Narrativa Gráfica. Se trata de una historia policial, en la que un comisario investiga la desaparición de una chica, pero con la particularidad de estar ambientada en el pueblo bonaerense de Epecuén, poco antes de la trágica inundación que lo dejaría completamente sumergido durante décadas. Y ahí está el as de espadas que tiene para jugar Barsi. Si ya leíste 786.644 historias de chicas desaparecidas y canas que las buscan, o si -como a mí- el protagonista (Ricardo Zago, clon de papel y tinta de un Roy Scheider joven) te resulta medio insulso o con poco desarrollo a lo largo de la historia, siempre está el impacto que produce enterarse qué pasó con Epecuén, cómo se llegó a que un pueblo entero de la provincia de Buenos Aires desapareciera bajo las aguas durante unos 25 años. Obviamente el comisario Zago no es Superman ni Thor y no puede hacer mucho para impedir la inundación. Pero la tensión que genera la inminencia del desastre enriquece muchísimo el devenir de la investigación policial que busca dar con Marcela Tanzi, la chica perdida. Como en casi todos los policiales modernos, el rol del villano va a estar encarnado por alguien de mucho poder económico, en este caso un personaje bastante más complejo y mejor trabajado que el protagonista de la novela. Gracias al gran aprovechamiento que hace Barsi del inusual contexto en el que se desarrolla la trama, el guion tiene momentos realmente fuertes, inquietantes, que te ponen muy nervioso. Y el final no es para nada el que yo me imaginaba durante la lectura. Los diálogos son correctos, suenan naturales al oído argento, la sub-trama política también está bien llevada, hay buenos personajes secundarios... con lo cual podemos hablar de un guion muy satisfactorio, probablemente el mejor en la carrera de Guido. El dibujo de Miret me desconcertó un poco. En las escenas en las que recurre a la referencia fotográfica para retratar de manera realista escenarios y vehículos de la época en la que transcurre la mayoría de la novela (1985) opta por una línea sintética, finita, prolija. Casi todos los fondos están dibujados así, con un trazo casi de arquitecto, entintados con lo que parece ser una rotring finita. Pero las viñetas que se centran en la figura humana, o en los rostros humanos, muestran a un Miret jugado a un claroscuro extremo, en la línea de Jock (el británico) o el Shawn Martinbrough de sus primeros trabajos. Acá tenemos mancha negra a full, en busca de contrastes que no siempre quedan bien logrados. El resultado es un dibujo potente, expresivo, para nada frío, pero no exento de algunos problemas, entre ellos los primeros planos, en los que a veces un mismo personaje aparece en la misma página con distintos rasgos faciales, fruto del dudoso criterio con el cual el dibujo de Santiago gana o pierde detallismo. Fuera de estas irregularidades en el dibujo, Inundación es una historieta muy interesante, que se mete con no uno sino dos momentos muy jodidos de la historia argentina del último tercio del Siglo XX, y que logra condimentar un clásico thriller policial con elementos reales tan tremendos y tan dolorosos que nos gustaría pensar que son inventos de Guido Barsi. Esto está publicado (a todo culo, cabe aclarar) por la editorial santafesina Grünendör, pero seguro habrá comiquerías en el resto del país donde se pueda conseguir un ejemplar. Y hasta acá llegamos, por hoy. Gracias por el aguante de siempre y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

martes, 5 de septiembre de 2023

SEIS AÑOS TARDE

Hoy tengo para reseñar dos libros que comparten la misma fecha de publicación original: el año 2017. A fines de Junio había arrancado con Indigno de Ser Humano, un manga de Junji Ito en el que el ídolo adapta una novela de Osamu Dazai, y el Vol.1 (ver reseña del 29/06/23) me había parecido una maravilla. El segundo me pareció todavía mejor: esta vez la trama deja un poco de lado la política para meterse mucho más en el mundo del arte, ya que el protagonista, Yozo Oba, incursionará tanto en las artes plásticas como en la historieta... mientras continúa su descenso a los abismos de la desolación. Junji Ito encuentra a fuerza de ingenio y talento un montón de oportunidades para recordarnos que, aunque encare una obra seria, dramática, de corte existencialista, mantiene intacta su habilidad para conjurar imágenes pesadillescas, dibujadas a un nivel devastador. Indigno de Ser Humano es un viaje al fondo de la psiquis de un tipo arruinado por la vida, por su propia venalidad. Un espiral (como los de Uzumaki) hacia el infierno del alcoholismo, que suma elementos de sexo, traiciones entre amigos, fantasmas del pasado, familias destruidas, sueños pisoteados y la salud de Yozo, que ya para el final del tomo es lastimosa. Repito: todo esto contado en serio, en un tono muy dramático, muy realista, con alguna mínima pincelada de comedia y una onda cruda, descarnada, ideal para contar una historia en la que la esperanza, el amor, la integridad y la felicidad tienen cada vez menos cabida a medida que pasan las páginas. Es un verdadero placer acompañar a estos personajes en su viaje hacia el horror, ver cómo se retuercen sus vínculos, como se corrompen sus sueños, cómo la frustración se los come crudos y cómo el escabio incumple la promesa de apagar por un rato ese fuego infernal que los consume. Este es un manga adulto en serio, jodido como enema de chimichurri, que te deja en un estado entre reflexivo y triste, pero que sin dudas te altera, te cambia, te pone en un lugar donde seguro nunca estuviste antes... a menos que tu vida haya sido tan conflictiva y zigzagueante como la de Yozo Oba, en cuyo caso te hago llegar mi compasión y mi solidaridad. ¿Recomiendo este manga? Lo recontra-recomiendo. De hecho ya se convirtió en mi obra favorita en toda la bibliografía de Junji Ito. Posta, es un orgullo que en Argentina se publiquen historietas de esta calidad. Y encima la edición de Ivrea es excelente, con una traducción brillante de Damián Gaggero. Entrale con todo, no te vas a arrepentir.
Salto a Croacia, donde los maestros Darko Macan e Igor Kordey producen para el mercado francés el primer álbum de Marshal Bass, una serie ambientada en el Oeste de los EEUU en el año 1875, poco después de la abolición de la esclavitud. La trama del álbum gira un poco sobre eso: ¿qué hacen los negros ahora que no son más esclavos? El protagonista, River Bass, va a aceptar una oferta para ponerse la camiseta de la ley y el orden, y su primera misión va a consistir en desarticular una peligrosa banda de criminales, integrada por ex-esclavos. Un negro se va a jugar la vida para que otros negros no aterroricen a todo el estado de Arizona, en una aventura repleta de acción, giros inesperados y diálogos espectaculares. Se nota mucho que Macan y Kordey pensaron esta serie a largo plazo, para hacerla durar un montón de álbumes (en Francia sale mañana el Vol.10): el protagonista está muy bien trabajado, y entre los secundarios se destaca su esposa, que si bien tiene un rol menor, se lleva varios de los mejores diálogos del tomo. Macan además maneja muy bien el formato: tiene 56 páginas para trabajar y la historia que presenta calza perfecto en esa extensión, sin estirar y sin comprimir. Toda la narración fluye a un ritmo alucinante, que te cautiva, te engancha y te impide soltar el libro hasta el momento en el que llegás a la última viñeta. Buena parte del mérito le corresponde también a un Kordey en estado de gracia, un dibujante sublime, que está en su mejor momento. Kordey logra ponerle al clásico dibujo de aventura realista ese filo al borde del grotesco que caracterizaba, por ejemplo, a Richard Corben. Sus personajes son hiper-expresivos y sus escenas de violencia realmente estremecedoras. Cuando dibuja multitudes, cuando dibuja paisajes, cuando dibuja combates, prácticamente no hay una sola página de Marshal Bass en la que el dibujo del croata no te quite el aliento, no te haga que te agarres la cabeza y digas "no puedo creer lo que estoy viendo". Kordey te bombardea con cátedras de virtuosisimo en cada rostro, en cada detalle, en esas texturas que parecen de Andreas, en esas angulaciones que -de nuevo- nos remiten a Corben. No tengo dudas de que incluso si no te interesa el guion, o incluso si no te gusta el western, Marshal Bass te puede atrapar simplemente con la fuerza del trazo de un Kordey demoledor, muy por encima de la media de lo que se ve habitualmente en este tipo de BD de aventura más o menos clásica. Y bueno, ahora a tratar de conseguir los otros álbumes de esta serie, de la que ya me hice hardcore fan. Nada más, por hoy. Nos vemos en Córdoba, en Docta Comics, entre el jueves 7 y el sábado 9, y si no, seguro nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

domingo, 3 de septiembre de 2023

DOS LIBROS FINITOS

Sigo con poco tiempo para leer comics, pero me logré terminar dos libros de esos tranquilos, de pocas paginas, que procedo a reseñar. Allá por 2020 leí y reseñé los dos primeros TPBs de Scarlet Witch, aquella breve serie escrita por James Robinson, y se hizo difícil conseguir el tercero y último. Finalmente apareció y debo decir que este Vol.3 es el pico más alto en esta trilogía de recopilatorios. Lo único que tengo para criticarle es que me resultó un toque caprichoso el dogma tan estricto de que cada episodio tenga un dibujante distinto, sobre todo porque eso hace que visualmente el librito sea muy desparejo. El primer episodio lo dibuja Leila Del Duca, que es apenas competente; el segundo se lo dan a Annapaola Martello, que es una dibujante bien del montón; el tercero está a cargo de Jonathan Marks-Barravecchia, un dibujante más raro, más emparentado con el Jae Lee de Inhumans y Sentry: para el cuarto tenemos a Shawn Crystal, clásico fill-inero de Marvel, que sorprende con una muy atractiva puesta en página y arma un combo muy potente con el color de Chris Brunner, pero tiene más problemas que Medio Oriente cuando tiene que dibujar primeros planos de las protagonistas; y finalmente el cierre está a cargo de Vanesa Del Rey, también con un trabajo modesto, sin brillo ni sorpresas, que se vuelve mínimamente interesante gracias a la magia cromática de la inmensa Jordie Bellaire. Esto mismo en blanco y negro, sería virtualmente infumable. Pero lo grosso está en el guion de Robinson, un autor ya muy curtido, que acá se anima a todo. Probablemente el sacudón más interesante (del que dudo que otros guionistas se hagan cargo) es la revelación de que Wanda es la continuadora de un legado de Scarlet Witches que viene de mucho antes, y que su verdadera madre fue la Scarlet Witch anterior. Todo el tema del origen de Wanda (y Pietro) se resuelve de manera muy interesante, con muchas sorpresas fuertes y vueltas de tuerca alucinantes que no borran como por arte de magia lo establecido por los autores que trabajaron anteriormente con los personajes. Otro punto altísimo es la caracterización de Agatha Harkness, que acá cobra una profundidad inusitada y hasta logra que uno por momentos simpatice con ella. Sí, esa vieja con cara de ojete se convierte en un personaje muy atractivo gracias a la pluma mágica de Robinson. También está la construcción de un villano pensado para ser (en el largo plazo) el archi-enemigo de Wanda, pero la confrontación no se llega a ver, por lo menos en los 15 números que duró esta serie. Lo que sí llega a un final consistente es el plot, desarrollado por Robinson a lo largo de toda esta etapa, en el que Wanda tiene que resolver esa especie de "crisis en el corazón de la brujería", una epopeya mística que por momentos parece un sentido homenaje a la Promethea de Alan Moore y J.H. Williams III, pero con dibujantes medio crotos. En esta serie, que claramente daba para durar mucho más, James Robinson nos presenta a una Wanda muy humana, vulnerable, pero decidida a todo para recuperar su imposible poder, con sacudones limados y un respeto increíble por la riquísima historia de una de las grandes creaciones de Stan Lee y Jack Kirby. Creo que salió un broli más power que recopila los 15 números juntos, y que debe ser más fácil de encontrar que los tres libritos individuales. Si sos fan de Scarlet Witch (de toda la vida, o a partir de la chapa de Wanda en el MCU), te lo recontra-recomiendo. Y si te sumaste a la barra brava de James Robinson a partir de a su paso por Starman, obviamente también.
Me vengo a Argentina, año 2023, para disfrutar horrores del sexto librito de la magnífica serie Roque & Gervasio, Pioneros del Espacio, que publica con encomiable regularidad la editorial Libros del Cosmonauta. Esta vez, Federico Reggiani y Ángel Mosquito nos presentan "Elvis fue Vicepresidente, Parte I", 80 páginas que -contra todos los pronósticos- logran superar a los que hasta ahora eran los mejores libritos de la colección. Hoy y hasta nuevo aviso, esta es mi aventura favorita de mi serie argentina favorita. A un ritmo electrizante, la dupla nos mete en una comedia de enredos clásica, en la que los protagonistas oscilan entre el rol del vivo que viene a hacer fortunas a costa de los incautos, el rol de la víctima a la que la garcan como de arriba de un puente, y el rol del loser que tiene que dejar hasta su último gramo de suerte, coraje o lo que sea para arañar un empate. Esto es muy gracioso, muy ganchero e incluso adictivo. No quería llegar a la última página para no irme de este universo alucinante en el que conviven seres y conceptos limadísimos con situaciones y actitudes demasiado reales. Esta vez el guion se mete a fondo con la política, y la forma en que se gestiona, se financia, se promueve y se rosquea la obra pública. Si bien Roque & Gervasio ya nos había paseado varias veces por los laberintos de la burocracia (por supuesto en clave satírica) esta vez la saga explora vericuetos similares, pero a un nivel más alto, el del protocolo político en las más altas esferas de un planeta de enorme inestabilidad social. Obviamente esto está lleno de guiños elípticos a la realidad de un país socialmente inestable en el que se suele chorear a cuatro manos con la obra pública, al que ni hace falta nombrar. Pero además la trama abunda en situaciones desopilantes que tienen que ver con una cultura basada en lo que sería la quintaesencia del mítico Elvis: sexo, droga y rockanroll. El atildado Roque y el lábil Gervasio reaccionan a este contexto de maneras muy diferentes, y de ahí salen contrapuntos divertidísimos, que le agregan picante al entramado político-financiero de la misión que deben cumplir los pioneros del espacio. Y además (y con esto termino) en este librito queda más claro que nunca que para Roque y Gervasio todos estos encuentros con alienígenas bizarros, burócratas del cosmos y chantas varios no son apenas una fuente de peripecias que se olvidan cuando la trama llega a su fin. Acá todo eso constituye también el pasado de los personajes, porque muchos de estos conceptos reaparecen en aventuras posteriores y dan la sensación de un universo en constante expansión, cada vez más rico, más complejo y más fértil para las andanzas de nuestros conquistadores planetarios. Si todavía no entraste en la adicción de Roque & Gervasio, no lo dudes más. La vas a pasar bomba, de acá a la luna artificial de ASDF 44 Trotilo. Nada más, por hoy. Nos reencontramos en un par de días, y si estás en Córdoba (o cerca) nos vemos jueves, viernes y sábado en la nueva edición del Docta Comics.

jueves, 31 de agosto de 2023

NOCHE DE JUEVES

Vamos rapidito con un par de reseñas, que tengo poco tiempo... En 1969, una editorial de Brasil publicaba en ese país un comic-book de los X-Men, en blanco y negro, con las historias originales de Stan Lee y Jack Kirby. Pero como estas tenían 20 páginas y la revista 32, tenían que llenar la publicación con algo y se les ocurrió encargarle historias cortas de estos mismos personajes a autores locales, sin pedirle permiso a Marvel. La revista duró apenas 14 números, 10 de los cuales incluyeron estas historietas apócrifas, escritas por el experimentado guionista Gedeone Malagola (de larguísima trayectoria en el comic de Brasil) y dibujadas por Walter Gomes. Esto es, básicamente, una truchada, en el sentido más amplio del término. Los guiones son cualquier cosa: las personalidades de cada uno de los X-Men no están bien respetadas, Malagola tiene 8 ó 9 páginas pero cuenta historias que daban para cuatro o para 20, y el personaje más importante de esa primera etapa (el Profesor Xavier) aparece sólo en una de las 10 historietas de producción propia. En general son anécdotas muy menores, muy por abajo del material de Stan Lee, que tampoco era brillante. El dibujo de Gomes es muy desparejo, muy tosco. Cuando se limita a la mímesis, le va más o menos bien: reproduce la puesta en página y el trazo del Rey Kirby de un modo casi aceptable. Pero sobre el final empieza a probar otras cosas y opta por una puesta en página que se vuelve torpe y confusa, y por un trazo mucho más cercano al de Werner Roth, el dibujante que sucedió a Kirby y tuvo a su cargo la etapa menos atractiva de esta serie. Si esto se ve así en blanco y negro, no me quiero ni imaginar qué hubiese pasado si se publicaba a color, con el color que tenían las revistas brasileras en 1969. El tomo recopilatorio (donde tampoco aparece ninguna leyenda que nos aclare que estos personajes son de Marvel) incluye también tres historias cortas de Nick Fury que -al igual que las de los X-Men- fueron encargadas a autores locales por la editorial que publicaba en Brasil la revista del espía más capo de SHIELD. La diferencia es que nunca se supo quiénes fueron los autores de estos verdaderos papelones, mal escritos y pésimamente dibujados, con un festival de viñetas choreadas de comics de Barbarella, Rip Kirby, Modesty Blaise y siguen las firmas. Esto es algo que quería tener y me interesa conservar simplemente por el grado de bizarreada, de material imposible, que sólo aceptás que existe cuando lo tenés en la mano. En 1969 ya era obvio que X-Men era un título muy menor dentro de la cosmogonía de Marvel y que en cualquier momento lo cancelaban. Aún así, una editorial de Brasil (no precisamente de las más chicas) apostó por esta serie, quizás porque las más conocidas ya estaban compradas por otra editorial, y de yapa nos obsequió estos clásicos de la impostura y el choreo a mano armada. La edición de 2022 a cargo de Editora Criativo, un lujo, con muy buenos textos y gran calidad de reproducción para un material por lo menos polémico.
Me voy a Francia, año 2014, cuando Noël Simsolo y Frederic Bézian inician la serie Doctor Radar, con un álbum de 64 páginas titulado "Asesino de Sabios". Por ahí hay gente que no lo conoce, pero Bézian es uno de los mejores historietistas del planeta, un monstruo, un tipo de un talento descomunal. Cualquier cosa que lleve su firma se convierte en el acto en algo que merece ser comprado, leído y atesorado. Bézian es una mezcla perfecta entre Lorenzo Mattotti, Nicolas De Crécy, Alberto Breccia, Lionel Feininger y Carlos Nine (y Lucas Nine, incluso). Un dibujante virtuoso, plástico, expresivo, con una solidez narrativa impactante, un manejo de la masa negra que te hipnotiza, y que acá encima utiliza una paleta de colores limitada, potenciada por un juego de engamados pensado para resaltar los climas que quiere transmitir en cada página. No alcanzan las palabras para describir lo maravilloso que es el trabajo de Bézian en Doctor Radar, esto hay que verlo para creerlo. Y releerlo varias veces, para colgarse mal en cada viñeta, porque en cada una hay muchísimo para descubrir y para deleitarnos. El guion de Simsolo es interesante. Muy clásico, al punto que los diálogos recurren a esa prosa florida y protocolar típica de los álbumes de Tintin. Y con la suficiente cantidad de giros argumentales como para mantener el interés del lector hasta el final. El misterio principal, que tiene que ver con la verdadera identidad del Doctor Radar, se resuelve de manera magistral (e impredecible) cuatro páginas antes del final, pero lo que sigue no es un epílogo, sino más peripecias y más acción. La trama está ambientada en París en 1920, y la reconstrucción de la época es magnífica. Simsolo no deja sin visitar un sólo punto emblemático de lo que sería la famosa Belle Epoque parisina y nos pinta un fresco muy atractivo de aquella sociedad, sus vicios, miserias, búsquedas y hallazgos. Pobre tipo, haga lo que haga siempre va a estar opacado por la magia arrolladora del trazo de Bézian, pero la verdad es que de no conocer a Nöel Simsolo, pasé a considerarlo un guionista a tener muy en cuenta. El final deja una punta abierta, y efectivamente los autores la retomaron en otros dos álbumes de Doctor Radar, publicados en Francia, pero inéditos en España (de lo cual deduzco que a este no le debe haber ido bien en la Madre Patria). Espero conseguir las secuelas este año, cuando me toque visitar por primera vez el país de Astérix. Y esto es todo por hoy, y por este mes, que ya termina. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 28 de agosto de 2023

NOCHE HORROROSA

Hace un frío atroz y el cielo está más oscuro que el corazón de Mephisto. Una noche inmunda, que sólo se puede soportar leyendo comics. O reseñas de comics, en una de esas... Empiezo con el tercer y último tomo de La Danza del Tiempo, de Igor Baranko, una obra de la primera década del milenio que le valió al autor ucraniano un éxito enorme a nivel global. La verdad que la labor de Barank en la faz gráfica lo justifica ampliamente, porque acá se lo ve en un nivel espléndido, como ya dijimos en las reseñas de los tomos anteriores. Acá hay un poquito de Moebius, un poquito de Druillet, mucho Milo Manara, mucho Sergio Toppi, algo del primer Bilal, algo de Durañona, algo de Hugo Pratt... hasta algo de Andrea Pazienza, si me apuran. La narrativa es dinámica, variada, sorprendente, el color es hermoso, las secuencias están armadas con gran criterio... hasta esa página con nueve cuadros chiquitos repletos de texto llama la atención por la calidad del dibujo y la variedad de los enfoques. El guion está muy bien, aunque me parece que en un punto se le fue de las manos al autor y, cuando se dio cuenta, ya estaba muy cerca de las últimas páginas y tuvo que pegar un volantazo para resolver la trama central de un modo que -me parece- no era el que había planificado en un principio. Nunca vemos el reencuentro entre Luna-entre-las-Nubes y Cuatro-Vientos, éste nunca cruza el Océano Atlántico para llegar a las tierras de los blancos y el ritual para cerrar la brecha del Tiempo nunca se llega a concretar. Son demasiadas las diferencias entre las cosas que los personajes enuncian como parte de sus objetivos y lo que realmente sucede, con lo cual uno sospecha que el final real era otro, y Baranko no llegó a mostrarlo, porque se colgó con otras historias dentro de la historia, o le dio bola a otros aspectos de la trama que le comieron mucho espacio. En este tomo, por ejemplo, entre que Luna-entre-las-Nubes llega al país de los iroqueses tras la pista de su ex-marido y que decide seguir viaje tras conocer su paradero, pasan 30 páginas. Que están bárbaras, pero en el contexto de un álbum de 48, donde además quedaban por resolver puntas argumentales de dos álbumes previos, es mucho. El resto está muy bien. Baranko juega fuerte con el misticismo propio de las culturas originarias de América del Norte, pero no cae en la tentación de hacer "la Gran Jodorowsky" y aprovechar los elementos sobrenaturales para no explicar nada y dejar medio en bolas al lector. Acá hay un elemento sobrenatural importante, pero tiene peso sólo sobre el final y no es un deus ex machina para resolver cabos sueltos, sino que es un desafío más en el derrotero de Cuatro-Vientos. Es probable que por el tono de la saga, ésta requiriera un final más épico, más definitivo, en lugar de deshilacharse hacia un desenlace donde a Baranko le quedan varias cosas por definir. Pero el viaje se disfruta a pleno, no faltan la acción, la intriga palaciega, la rosca, la contradicción a veces irónica entre las creencias de estos pueblos y lo que realmente le sucedió a América en el Siglo XVI, y hay muchos personajes de los que uno se enamora y quiere volver a ver en infinitas secuelas. Así que La Danza del Tiempo es, por lo menos para mi gusto, una trilogía de álbumes sumamente recomendable.
Vamos a Estados Unidos, año 2014, la época en la que Astro City era un título mensual en la línea Vertigo, siempre a cargo de Kurt Busiek y Brent Anderson, pero con la posibilidad de sumar a algún otro dibujante para garantizar la periodicidad mensual. Así es como en este tomo, Private Lives (vendría a ser el Vol.11 en la colección de TPBs), tenemos un unitario dibujado por Graham Nolan, siempre lejos de mi lista de favoritos, pero en un nivel bastante aceptable. Anderson, en los otros cinco episodios, está sólido como siempre, sin cancherear, sin que le sobre demasiado, pero muy en sintonía con los guiones de Busiek (que a veces se van un poquito a la mierda en cantidad de texto) y con el trabajo de los coloristas. En cuanto a las historias, acá tenemos cuatro episodios unitarios y uno de dos partes, que además es el mejor. Como lo sugiere el título del TPB, son historias chiquitas, que atañen a las vidas privadas de los personajes. No busques la hiper-epopeya en la que está en juego el universo entero, porque acá no la vas a encontrar. En el primer unitario, Busiek nos cuenta cómo es la vida de la secretaria de una especie de "hechicera suprema", que no es Stephen Strange pero es obvio que funciona como analogía del Tordo en esta realidad. Después tenemos la historia de un villano de la B que adoptó distintas identidades a lo largo de las décadas porque nunca pudo dejar la adrenalina que le genera cometer delitos. La tercera es una especia de ejercicio formal en la que los autores eligen contar una historia en desorden, con secuencias intercaladas de modo casi aleatorio, sin respetar la diégesis. Es un experimento complicado porque además hay dos tramas: una más romántica y una más... metafísica, porque trata de la aparición en Astro City de una entidad más cercana a un dios que a los humanos. El libro cierra con un gran unitario protagonizado por Starbright, un superhéroe joven, bastante en la línea del primer Firestorm, que transiciona de varón a mujer. Y la historia en dos partes juega con un tema que aparece en miles de comics de superhéroes, pero nunca se había encarado desde esta óptica: los robots asesinos. ¿Cuántas veces viste a un superhéroe desactivar o destruir robots asesinos? ¿Y alguna vez te preguntaste qué pasa con ellos una vez terminada la batalla? ¿Alguien pasa a levantarlos, alguien trata de reconstruirlos, alguien estudia esa tecnología para aplicarla a otras cosas? Busiek propone una respuesta que te va a asombrar, y a la vez te va a cerrar por todos lados. Como suele suceder en las historias de Astro City, por encima de la aventura se luce el desarrollo de personajes, que en general son hombres y mujeres bastante más normales que el superhéroe o supervillano promedio. En ese contraste entre un universo poblado de super-seres y personajes muy humanos y muy reales, Busiek encuentra hace casi 30 años la materia prima con la que construye estas historias, casi siempre conmovedoras y a veces muy impactantes. La idea básica siempre es mostrar el lado más terrenal de los universos superheroicos, la vida en las calles (o puertas adentro) de la gente como nosotros que vive en un mundo en el que existen desde siempre versiones mínimamente camufladas de los icónicos justicieros de DC y Marvel. Y es una idea tan bien llevada a cabo, que hoy Astro City es, más que una serie recomendable, una serie indispensable. Tengo otro tomo sin leer en el pilón de los pendientes, así que pronto volveremos a visitar a esta gran creación de Busiek, Anderson y Alex Ross. Nada más, por hoy. Gracias por tanto, perdón por tan poco, y si el miércoles a las 22:30 están al pedo, vengan al canal de YouTube de Comiqueando, que vamos a estar charlando de comics, cine, literatura, política, deportes, amor, sexo, religión, morfi, viajes... sin restricciones de ningún tipo, en vivo y gratis para toda el habla hispana en una nueva emisión de Agenda Abierta. Nos vemos por ahí.

viernes, 25 de agosto de 2023

VIERNES EN BLANCO Y NEGRO

Bueno, voy lento con la lectura, es una garcha, pero es real. Hoy tengo para reseñar en primer lugar el Vol.3 de Innocent, el manga de Shin´ichi Sakamoto centrado en la familia de verdugos que tenía a su cargo las ejecuciones públicas de delincuentes en los años previos a la Revolución Francesa. En este tomo en particular pasan dos cosas que no me coparon en lo más mínimo: 1) no aparece el mejor personaje del Vol.2, que era la hermanita menor de Charles-Henri; y 2) si el ritmo narrativo hasta acá era lento, ahora es definitivamente parsimonioso. Parece a propósito, como si el autor no quisiera llegar nunca al siguiente punto importante de la historia. Desde el principio del tomo tenemos como conflicto central la inminente ejecución de Robert-François Damiens, un personaje que fue presentado de manera magistral en el tomo anterior, y que acá saca una chapa infinita. Pero son 200 páginas de amagues, porque la muerte de Damiens no llega a incluirse en el Vol.3 de lo lento que Sakamoto narra "la previa". Como mencionaba en la reseña del tomo anterior, lo más interesante de Innocent es cómo se aleja del concepto de la aventura para ahondar en la psiquis de los personajes y en el contexto histórico de esa Francia de la segunda mitad del Siglo XVIII, rica en injusticias y desigualdades. Este tomo recorre a fondo la primera de esas vertientes, la indagación en la personalidad y las motivaciones de Charles-Henri, Nicolas, Anne-Marthe y el ya mencionado Damiens. Y cuando digo "a fondo" es a fondo, posta. Uno siente que conoce muy bien a estos personajes, sufre y goza con ellos y sabe cómo va a reaccionar cada uno frente a los distintos sucesos (muy pocos, cabe aclarar) que presenta el desarrollo de la trama. Y obviamente, aunque todo eso no te interese en lo más mínimo, Innocent es un manga que se puede comprar simplemente para babearse con los dibujos, que tienen una calidad realmente majestuosa. Los personajes masculinos están un poco muy afeminados (los de clase alta, el resto no), pero todo lo demás es glorioso. Los detalles en la ropa, en los muebles, en los carruajes, los paisajes, los palacios, las ciudades, esas escenas más oníricas... Sakamoto y su equipo le ponen belleza hasta a las torturas. Llega un punto en que ya deja de importar que la trama avance a la velocidad de un caracol tullido, ciego y con 52º de calor, porque si te colgás con los dibujos, encontrás magia tanto en las páginas splash como en las viñetas más chiquititas y eso -posta- justifica todo. Innocent es un manga lírico pensado para contar el horror. Algo que parece una contradicción o un oxímoron, se convierte en un atractivo irresistible, incluso en un tomo en el que la historia avanza poquísimo. Tengo un par más, ahí esperando su turno, así que ya volveremos a esta París que de a poquito empieza a mostrar esa inestabilidad que va a explotar con fuerza en 1789.
Me vengo a Argentina, porque encontré otro título de 2022 que me faltaba leer y reseñar: Guanaco Blanco, un libro con unas 140 páginas de historieta escritas y dibujadas por Omar Hirsig, el autor oriundo de Tierra del Fuego de quien ya vimos otro trabajo allá por el 03/10/16. El planteo de la saga no es super original: un pibe se intenta suicidar, pero es salvado por una entidad mística ancestral que lo empodera para que se convierta en un justiciero, destinado a vengar los crímenes cometidos contra la tierra en la que vive. Hasta ahí, nada que no hayamos leído varias veces. El detalle que cambia todo es que la historia de Guanaco Blanco transcurre en Río Grande, Tierra del Fuego, en el extremo sur de Sudamérica, donde los pueblos originarios fueron masacrados sin piedad para que llegara una "modernidad" que resultó rentable para muy pocos. Entonces, esta enigmática figura pondrá sus poderes al servicio de una cruzada que es básicamente una venganza letal y despiadada contra quienes encarnan la corrupción y la injusticia en esa región remota de nuestro país. La historia está muy bien contada, hay muy buenos personajes secundarios, buenos villanos, buenos diálogos y los flashbacks en los que Hirsig explica qué corno está pasando y por qué están puestos en momentos muy acertados. La historia genera intriga y tensión, entre otras cosas porque el autor encuentra la forma de que incluso este espectro justiciero, claramente más ágil y más fuerte que cualquier ser humano, pueda ser vulnerable y esté cerca de morir en combate. Eso, más el buen ritmo al que avanza la trama, garantiza un buen rato de diversión y emociones fuertes, a menos que te espante un toque la violencia, que está muy presente en todo el relato. El dibujo de Hirsig está mucho mejor que en sus trabajos anteriores. Sigue muy jugado al claroscuro, pero lo maneja a la perfección, con trazos que recuerdan a Jok, a Eduardo Risso, a Lauri Fernandez y -en los tramos más hermosos del comic- a José Muñoz. La narrativa es diáfana, muy fluida, los textos se complementan con las imágenes de modo orgánico, los personajes son perfectamente reconocibles, los planos son variados... Claramente ya no estamos frente a un principiante, sino a un autor ya consolidado, con un gran manejo de la técnica tanto gráfica como narrativa. Si no te aburre la temática de "el justiciero que vuelve del Más Allá para vengarse de los garcas" y no te molesta el alto grado de violencia, no tengo dudas de que Guanaco Blanco te va a cautivar. Es una historieta bien escrita, muy bien dibujada, con sutiles toques de comedia, de terror y de denuncia socio-política. Por si faltara algo, la edición del libro está muy prolija, muy cuidada, al nivel de cualquier lanzamiento de las editoriales de Buenos Aires, Rosario o Córdoba. Bien por Omar Hirsig y a esperar con ansias su próxima obra. Nada más, por hoy. Espero tener un rato durante el finde para avanzar con nuevas lecturas, así las comentamos pronto acá en el blog.

miércoles, 23 de agosto de 2023

BLUE BEETLE

Bueno, por fin me hice un rato para ir al cine y ver la peli de Blue Beetle como se debe ver: en pantalla grande, con buen sonido y sin interrupciones de ningún tipo. Como siempre, fui esperando una garcha atómica. Pero me encontré con una película bastante buena. Me da la sensación de que el film de Angel Manuel Soto está pensado para que te guste más cuantas menos películas de superhéroes viste antes. Es claramente una peli para traer gente nueva al palo de los superhéroes en el cine, como lo fueron en su momento Black Panther o Shang-Chi. Y le fue bien en EEUU, con lo cual supongo que esa meta se logró, o se está logrando. Yo, que ya vi demasiadas películas de superhéroes, la disfruté bastante, excepto por ese tramo en el que Jaime se manda mil cagadas mientras trata de entender cómo corno funciona la armadura, que me pareció entre ridícula y patética. El resto me pareció que está bien, que es un muy digno origen (con unos cuantos cambios respecto del de los comics como siempre) para este tercer Blue Beetle, surgido a mediados de los 2000 de la mano del maestro Keith Giffen, un ignoto co-guionista llamado John Rogers, y el lápiz del implacable Cully Hamner. Más allá de las peleas y los efectos especiales (que están muy bien), más allá del ya clásico combo entre aventuras y chistes (que también muestra un equilibrio entre ambas cosas bastante logrado), creo que lo que más me gustó de estos 127 minutos fue el nivel muy parejo y muy alto en las actuaciones. Acá nadie desentona, nadie tira para abajo el promedio. Creo que salvo Susan Sarandon (a la que aborrezco hace décadas), no conocía a ninguno de los actores y actrices de Blue Beetle, pero todos me sorprendieron gratamente. Y lo otro que me gustó mucho y me impactó es el subtexto político: esta es una superproducción yanki que habla de forma bastante directa del imperialismo yanki y de las heridas que quedan abiertas en los países de Latinoamérica en los que sufrimos intervenciones militares (o no) por parte de Estados Unidos. El villano es el capitalismo salvaje, ese que va por todo, dispuesto a no respetar ni siquiera esa ínfima ilusión de poder formar parte del sistema, que hace que los pobres se deslomen laburando 16 horas por salarios de mierda. El guion de Gareth Dunnet-Alcocer es muy explícito en este sentido, no hace falta ser el rey de la lectura entre líneas para entender que la codicia de los hiper-millonarios es el obstáculo entre las mayorías y una vida feliz (o al menos digna), se esfuercen cuanto se esfuercen. Hay un mensaje muy claro de aguante, de un pueblo que se une bajo banderas de memoria, de resilencia y de solidaridad para resistir la embestida de los que te quieren convencer de que ellos son el progreso y el futuro (y vendértelo carísimo). No sé si a los mexicanos y descendientes de mexicanos que viven en EEUU les parecerá mucho o poco el respeto con el que la cinta los retrata a ellos y a sus costumbres, pero a mí no me pareció una caricatura demasiado grotesca. Sí me pareció raro el rol tan protagónico para la familia de Jaime, algo bastante infrecuente en los relatos superheroicos. De hecho, la participación tan activa de los Reyes en el aspecto aventurero de la trama la desequilibra un poco: ya de por sí, con los poderes del escarabajo alienígena, Jaime es prácticamente imbatible, y si encima su familia agarra los fierros y se suma al combate, cualquier amenaza queda chica. Y también me imagino que eso no va a estar tan presente en la eventual secuela, no le van a dar tanta participación a la abuela, la mamá, la hermana y demás. El desafío, ahora que Jaime ya controla los poderes de esta armadura sintiente, es que Blue Beetle no sea "el Iron Man latino". Que haya algo más para explorar y que aparezcan amenazas que estén a ese nivel de poder. Yo sospecho que en la secuela van a traer a la Tierra a la raza de esta extraña entidad llamada Khaji-Da, algo que ya vimos en la gloriosa serie animada de Young Justice. Por otro lado, me imagino que de acá en más le van a dar más bola a algo que está muy bien planteado en esta película, que es el legado de Blue Beetle. Todo el tiempo se remarca que Jaime no es el primer héroe con este nombre, y todo el tiempo sobrevuela la sombra de un personaje muy importante pero ausente, hasta que en la escena post-créditos nos sacamos la duda acerca de si está vivo o muerto. Eso también abre puntas muy copadas para explorar a futuro. Por último, esta película cuenta con el beneficio de la duda acerca de si forma parte del universo fílmico al que James Gunn le dio de baja, o si se va a integrar al canon cuya ingeniería está a cargo de este director. Acá se nombra a Gotham, Metropolis, Central City, Bruce Wayne, LexCorp, Batman, Superman y Flash... pero todo muy al pasar, sin enfatizar demasiado en la conexión entre esta mitología y el contexto en el que transcurre esta aventura (una nueva ciudad ficticia llamada Palmera City). La lógica indica que la decisión de sumar o no a este Blue Beetle al nuevo universo fílmico de DC se tomará en base a qué tan bien le vaya en la taquilla. Por ahora, mi sensación es que la historia de Jaime Reyes en la pantalla grande empezó con el pie derecho. Me reí, me sorprendí, me emocioné y casi pego un alarido cuando empezó a sonar Nada Personal, de Soda Stereo. No es de esas películas fundamentales, que te cambian la vida... pero quizás porque uno no es parte de la colectividad latina que vive en EEUU... Como dirían mis amigos (y mi sobrino) hinchas de Argentinos Jrs, aguante el Bicho.

lunes, 21 de agosto de 2023

FERIADO CON RESEÑAS

Sigo sin ver la peli de Blue Beetle (por ahí mañana), pero tengo un par de libritos para reseñar, ambos bastante recientes. En 2021, el Fondo de Cultura Económica publicó en México Junius Maltby y las Praderas del Cielo, un trabajo del maestro Ricardo Peláez Goycochea. Poco conocido en Argentina, Ricardo Peláez es uno de los más grossos historietistas surgidos en Méxicio en los últimos 30 años. La historieta consta de apenas 42 páginas, en las que Peláez reversiona un capítulo de Las Praderas del Cielo, una novela de John Steinbeck que yo, que soy un burro en materia de literatura estadounidense, desconocía. Es un relato precioso, exquisito, que me recontra llegó. Me sentí interpelado, me emocionó, me cerró por todos lados. No sé si es el relato ideal para convertirlo en historieta, porque no ofrece mucho más que diálogos y silencios, pero el lápiz de Peláez le insufla una onda increíble a los personajes y a los paisajes, con lo cual no se echa para nada de menos la falta de acción, o de trama aventurera, o romántica. ¿De qué se trata? Básicamente del amor por la cultura, y cómo el mismo se puede canalizar por fuera del sistema. O de LOS sistemas, porque Steinbeck habla tanto del sistema productivo como del sistema educativo. Arte y cultura, inteligencia y erudición, florecen en esta obra de manera silvestre, sin fronteras ni restricciones, de la mano de un personaje fascinante como es Junius Maltby. Y claro, en algún momento se encuentran con la mirada del afuera, esa que prioriza el aspecto, la prolijidad o la disciplina por sobre la creatividad y el conocimiento. Por ahí pasa el conflicto, que no está muy enfatizado, ni pasa nunca a mayores, pero está planteado con mucha inteligencia y además muy bien resuelto. El trabajo de Peláez es una maravilla. El armado de las secuencias es magnífico, el trazo es preciso, con mayor expresividad en los personajes y mayor realismo en los fondos, que son un despelote. La forma de plantear los flashbacks, el manejo de los tiempos con viñetas mudas, una variedad de grillas que van de la splash page a la Gran Watchmen y demás recursos entran en juego para llevar adelante una narración gráfica impecable, plena de belleza y emoción. Si no conocías a Ricardo Peláez Goycochea o si ya eras fan, el resultado es el mismo: vas a cerrar el libro puteando porque se terminó. Es inevitable, uno siempre quiere más páginas de este monstruo, y más cuando elige para adaptar una historia tan hermosa. La edición no es todo lo buena que a uno le gustaría (principalmente porque para un álbum de 48 páginas, seis páginas sin historieta es demasiado) pero tampoco es bochornosa. Esto está impreso en México y llegó a Argentina en pocas cantidades, pero se consigue en algunas comiquerías. Incluso lo vi en algún stand en la Crack Bang Boom. Obviamente lo recomiendo muchísimo.
Me voy a 2022, cuando Dark Horse publica Motherbridge, una novela gráfica escrita por George Mann (que venía del palo de la literatura) y dibujada por la talentosa Aleta Vidal, amiga e ídola argentina con unos cuantos años de notable trayectoria a cuestas. Esta es la clásica distopía en la que la sociedad avanzó hacia un estado totalitario (o algo así) que dejó afuera a un montón de gente y se cagó por completo en la naturaleza y el medio ambiente. Ahora, a través de la protagonista, Hayley Wells, la naturaleza va a volver con todo, a reclamar lo que es suyo y a asestarle un golpe letal al gobierno despótico y represor. La idea está bien, el desarrollo de personajes es interesante, hay un buen elenco de secundarios, la historia tiene un ritmo consistente, no está ni estirada ni comprimida, pero tiene un problema fundamental: en la cuarta página ya me di cuenta cómo iba a terminar. Mann plantea el conflicto de forma tan obvia, que no hay muchas alternativas. La historia va a ir para ese lado, sí o sí, y en todo caso, si queda margen para la sorpresa, serán sorpresas menores que tienen que ver con el ritmo al que avanza la trama, o pequeños detalles que involucran a los personajes secundarios. Eso me frustró bastante, porque me gusta más que las resoluciones no sean las obvias, y si se hace muy evidente cómo se van a resolver los conflictos, que sea más cerca de la última página, no en la cuarta o la quinta. Por suerte todo esto está dibujado por una Aleta Vidal muy inspirada, que deja la vida en el lápiz, la tinta y el color (el rotulado está a cargo de otro grosso argentino, Mauro Mantella). Aleta se adapta al toque a la forma de narrar del típico comic yanki, le pone mucha expresividad a los rostros, impacta cuando hay que impactar y conmueve cuando hay que conmover. Y no se tira a chanta en las páginas en las que los profusos diálogos de Mann amenazan con comerse las viñetas enteras. Lo más atractivo es ver a Aleta dibujar a los personajes femeninos y las plantas, en esas escenas en las que la vegetación se descontrola y cobra un protagonismo inusitado. Ahí nuestra compatriota te hace sentir de modo muy real toda esa magia, con un lucimiento espectacular en la puesta en página y en el color, que es una belleza. Sin dudas el aspecto visual de Motherbridge amerita pegarle un vistazo a la obra, si bien el guion peca de predecible. Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto, no sé si con nuevas reseñas de libros o con la crítica de la peli de Blue Beetle. Gracias por el aguante.

miércoles, 16 de agosto de 2023

HOY, TRES RESEÑAS

Hacía bastante que no clavaba tres reseñas en una misma entrada, pero esta vez hay dos que me quedaron un toque más cortas que las habituales. Allá por el 01/10/18 me tocó reseñar el Vol.1 de La Danza del Tiempo, obra del maestro ucraniano Igor Baranko para el mercado francés, publicada en nuestro idioma por Planeta-DeAgostini. Tarde pero seguro conseguí los dos álbumes restantes, y la verdad que el Vol.2 es bien del medio. No resuelve la trama (porque eso lo va a hacer Baranko -supongo- en el vol.3), no explica demasiado lo que ya contó en el Vol.1 (por eso no recomiendo la pelotudez que hice yo de dejar pasar cinco años entre un tomo y otro), y en todo caso lo que hay es una depuración del elenco, en la segunda mitad del tomo. Como ya conté en la reseña del Vol.1 esto es una especie de Romeo y Julieta atravesado por Back to the Future, con protagonistas que vienen de distintas tribus de los pueblos originarios de Norteamérica. En esta segunda parte, la historia de amor se tensiona, la tragedia insinuada en los sueños proféticos de Luna-entre-las-nubes se lleva. a unos cuantos personajes y la incursión de los pieles rojas al territorio de los aztecas termina bastante para el orto. Vamos a ver en el Vol.3 (que prometo leer pronto) a ver cómo resuelve Baranko todo lo que le queda pendiente. Mientras tanto, tenemos majestuosas batallas con ejércitos precolombinos, un trabajo glorioso en trajes y armas, una narrativa clara y a la vez novedosa, y la influencia de los grandes dibujantes italianos: Hugo Pratt, Milo Manara y Sergio Toppi están todo el tiempo presentes en las páginas de Baranko, en sus composiciones y hasta en el trazo, que por momentos también coquetea con cositas de Jean Giraud. Visualmente, La Danza del Tiempo es una orgía de emociones, una obra con la que Baranko se puede sumar sin ningún pudor al Olimpo de los hiper-consagrados. Pronto nos vamos a enterar si el argumento se la banca hasta la última secuencia, o si nos comemos un derrape final que le impida ascender también al Olimpo de las obras maestras del comic europeo de este siglo.
Le puse mucha onda a Phonogram: Rue Britannia, porque venía muy bien recomendada. Pero me fue mal y lo mejor que tengo para decir es que por suerte conseguí muy barato el TPB. En esta obra de Kieron Gillen y Jamie McKelvie me encontré con un dibujo a media máquina, genérico, básico, sin sorpresas, ni magia, ni imaginación. Es un comic realizado en blanco, negro y grises, pero me parece que no levanta ni siquiera con un colorista top onda Dave Stewart o José Villarrubia. Una pena, y a la vez muy copado constatar que en trabajos posteriores de McKelvie queda atrás esta escacez de onda que lastra tanto a Phonogram. El guion de Gillen tiene una idea brillante (los "phonomantes", tipos y minas capaces de obtener magia de la música) sepultada entre un montón de elementos que no me cerraron. Por ahí esa misma idea, puesta más en el centro de la trama, menos rodeada de todas esas referencias al brit-pop (que no me molestan, pero acá no aportan nada más que confusión), o con un protagonista más copado, y sobre todo en menos páginas, podría haber funcionado bien. No es el caso. Acá el guionista realmente se excede en la presentación del contexto, la ciudad, los músicos, los discos, anécdotas intrascendentes del pasado de David Kohl... y para cuando la historia más o menos arranca, uno ya quiere que se termine cuanto antes. Me imagino que para un erudito, o un crítico especializado en rock británico de los ´90, esto puede ser una sorpresa alucinante, porque de pronto todas esas bandas hoy semi-olvidadas (con las excepciones de Blur, Pulp y alguna otra) resultan importantes para una especie de aventura sobrenatural que -mejor escrita- podría haber aparecido en Vertigo. Para el comiquero muy curtido, las sorpresas del guion no son tales, y en todo caso se rescata un concepto atractivo (ya lo mencioné) y la calidad de los diálogos, muy adultos, realistas y en perfecta sintonía con la caracterización de los personajes. No mucho más, lamentablemente.
Y cierro con un comic de autores argentinos aparecido en 2022 que había leído en digital, pero no en físico: el Vol.1 de Distancia, escrito por Jonatan Catalano y dibujado por Daniel Roa. Bajo una hermosa portada de Salvador Sanz, me encuentro con un dibujante al que no conocía, bastante decoroso, con muchas influencias del manga pochoclero y del mainstream "bonito" del comic yanki noventoso. Un muchacho que maneja muy bien la narrativa, la expresividad de los personajes, los fondos... pero lo mejor que tiene la faz visual de Distancia, para mi gusto es la aplicación de los grises, que no está a cargo de Roa, sino de Catalano. Paradojas de la vida. Entre lo que no me gustó del trabajo de Roa destaco las caras de los personajes secundarios (sobre todo Sara y Giselle), cuyos rasgos cambian bastante de una viñeta a otra. Sentí como si estuviera viendo una película y cada vez que enfocan a un personaje apareciera la cara de una actriz distinta. Los aciertos de Catalano no se limitan a la aplicación de los grises, sino que la rompe MAL en el rubro diálogos (realmente excelentes). La construcción de los personajes también está muy lograda, pero claro, hay una trampa: Catalno se toma 100 páginas para presentarnos a Franco (un goma total, estoy al borde de odiarlo), 175 páginas para presentarnos a Laura (personajón, mucho más rico y complejo) y recién en las 22 páginas finales de este potente Vol.1 se empieza a desarrollar realmente el conflicto central de la obra. Es lógico y hasta imprescindible que si le dedicás 275 paginas a presentar a los protagonistas, estos tengan relieve, profundidad y altas chances de cautivar al lector con sus conflictos y su personalidad. Este Vol.1 de Distancia tiene un muy buen ritmo, se siente honesto, fresco, y capta a la perfección la ambientación porteña, sin hacer excesivo hincapié en que todo sucede en Buenos Aires. Me mató esa viñeta en la que aparecen las máscaras de Dr. Paradox, Caballero Rojo y Manta, y por supuesto el diálogo que establece Catalano entre la tragedia que azota a su Buenos Aires y la que vivimos unos años atrás con la famosa pandemia de COVID-19. La gran cagada que tiene este vol.1 de Distancia es que en 300 páginas apenas tenemos un esbozo de para dónde puede ir la trama, y no sabemos ni cuántos tomos van a necesitar Catalano y Roa para desarrollarla, ni cuándo estará disponible el Vol.2. Encarar un proyecto con este nivel de ambición, en Argentina y sin el respaldo de una editorial importante (Distancia está editada por sus propios autores) es una movida en la cornisa entre la patriada y el delirio, que puede salir muy bien o muy mal. Por ahora, las ventas fueron muy buenas y forzaron más de una reedición, pero claro, para el Vol.2 los autores van a tener que largar desde el vamos una tirada mucho más grande... y estar listos para volver a reeditar el Vol.1, sin el cual la saga no se va a entender. No es fácil, ojalá les salga bien. Y pronto, antes de que los lectores que se engancharon con el Vol.1 pierdan el entusiasmo. Al final no vi la peli de Blue Beetle, pero queda para la semana que viene. En un rato salgo para Rosario, para asistir una vez más a la Crack Bang Boom, y a la vuelta seguro vendré con más libritos leídos que se convertirán en nuevas reseñas acá en el blog. Gracias y hasta entonces.