el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 31 de marzo de 2025

OTRA VEZ DE A TRES

Hacía mucho que no se me juntaban tres libros para reseñar, pero es medio un engaña-pichanga, porque sobre uno de los tres pienso escribir un parrafito muy breve. Empiezo con un masacote de casi 400 páginas titulado Mi Vida Sexual y otros relatos eróticos, un compilado de historias cortas del infinito Shotaro Ishinomori, con material originalmente publicado en distintas revistas japonesas entre 1969 y 1975. En las reseñas de Hokusai (28/03/23) y Kuzuryu (21/10/24) mencioné el tema del sexo, y cómo aparece representado (o metido a presión) en las historietas de Ishinomori, así que una antología en la que el sexo y el erotismo ocuparan los roles centrales me pareció más que seductora. Hasta que leí las historias... La verdad que, salvo alguna que otra excepción, los guiones me parecieron flojos. Más allá de que la mirada sobre la sexualidad y la mujer atrase (es lógico, son obras escritas hace más de 50 años en un país que por entonces era sumamente conservador y pacato en materia de sexo), esperaba encontrar algo más potente en materia de guiones. En las primeras historias se repite mucho la fórmula de un tipo que se topa con una mina espectacular, que parece regalada, y tras unos cuantos garches se revela que la mujer es en realidad... un androide, una alienígena, una masa de protoplasma que cobró vida, una sirena... en fin, todo un repertorio que parece sacado de las revistas tipo Strange Tales o Tales of the Unexpected que publicaba DC en los ´50 y ´60. Después, cuando Shotaro se despoja un poco de los elementos fantásticos, la cosa mejora bastante. El Carmesí de un Lejano Día es una historia fuerte, shockeante, pero muy adulta y muy original, a la que solo le falta un final más redondo. Utamaro es, probablemente, la más heavy del tomo, y esta sí, tiene un final impactante e impredecible. ¡Ahi va el caballo! se sostiene en una serie de casualidades un toque inverosímil, pero logró atraparme y tenerme en vilo hasta que -al final- se resuelve el misterio de manera satisfactoria. Y de la última tanda de historias, todas aparentemente reales, llamadas (como el libro) "Mi Vida Sexual", rescato una sola, Sexo Aberrante, porque hay un personaje MUY bien desarrollado y porque Ishinomori se mete con un aspecto de la sexualidad que hasta ese punto no había explorado. Si me dejás elegir las mejores 120 páginas de este libro, te armo un LIBRAZO, porque me quedo con esas cuatro historietas, que me parecieron tremendas. Y si no, bueno... es un tomo en el que el principal atractivo pasa por lo visual, porque estamos hablando de un autor tocado con la varita mágica, que dibuja y narra a un nivel inconmensurable. Acá vamos a ver al Rey del Manga afianzado en un estilo espectacular, con puestas en página maravillosas, un ritmo totalmente hipnótico para contar las historias, un trazo versátil, donde conviven personajes definidos de manera más caricaturesca (por momentos me parecía estar leyendo una de Piturro, del maestro Julio Olivera) y escenarios majestuosos, retratados con un nivel de detalle que (como suele suceder en los mangas de Ishinomori) te hiela la sangre. Costumbrismo light, costumbrismo más sórdido, ciencia ficción, fantasía, relatos de ambientación histórica... a Shotaro no lo asusta nada, y detona en todas las historias un arsenal de recursos gráficos y narrativos solo comparables al del mejor Osamu Tezuka. Mi Vida Sexual y otros relatos eróticos es un libro lujoso, caro, al que lamentablemente pocos lectores tendrán acceso. Tranqui, ya se publicarán en nuestro idioma trabajos mejores de Shotaro Ishinomori que justifiquen más la inversión de guita, tiempo y espacio. Este tomo, con sus altibajos, sirve por lo menos para descubrir que entre los ´60 y los ´70 había un autor de un virtuosismo descomunal que no le sacaba el culo a la jeringa y abordaba, desde distintas ópticas, la temática del sexo en sus mangas. No es poco.
Hora de reencontrarnos con Fréderic Bézian, aquel impactante autor francés al que vimos en la reseña del 31/08/23. Pero ahora nos vamos mucho más atrás en su bibliografía, a 1989, cuando publica en Les Humanoïdes Associés un álbum que lo tiene como autor integral y se titula Adam Sarlech. Luego vendrán más álbumes de este mismo personaje (que nunca vi), pero este no solo es 100% autoconclusivo, sino que no desliza ni la más mínima sospecha de que es el puntapié inicial de una serie. Adam Sarlech es un drama intenso, incandescente, ido al mega-carajo, que se desarrolla en el seno de una familia acomodada de algún lugar de Europa, probablemente en el último tercio del Siglo XIX. Drama intenso, pero a nivel William Shakespeare, eh? Con personajes complejos, secretos fatídicos, gente que no es quien dice ser, y hasta un elemento fantástico, que son los supuestos poderes de los mellizos Ralph y Raphaelle para comunicarse con los muertos, y el trance en el que la familia tiene sumidos a sus sirvientes, para que no registren (no difundan) todas las atrocidades que se perpetran puertas adentro de la mansión. El guion está un poco sobrecargado, le sobren personajes y conflictos para un comic que tiene que resolverse en 56 páginas. Y evidentemente, este Bézian temprano (no primerizo, porque sus primeras obras son de 1982) todavía no tenía muy dominado el equilibrio que logrará más tarde. Entonces tenemos unas secuencias mudas, o con poquísimo texto, que son maravillosas, seguidas de otras en las que el autor nos bombardea con páginas de ocho viñetas chiquitas en las que todos los personajes hablan hasta por los codos y tiran en cada globito extensos soliloquios... que explican cosas que hubiese estado bueno mostrarnos de manera más visual. Algunas torpezas eran evitables (con menos personajes, por ejemplo), y casi todas quedan eclipsadas por lo mejor que tiene el álbum que es... el momento final, donde se revelan los secretos ocultos y nos enteramos quién es Adam Sarlech, de qué juega y cómo se conecta con esta extravagante familia. Y a la vez todo eso queda eclipsado por el dibujo de Bézian, que es fastuoso. El Bézian de fines de los ´80 una especie de Andreas pasado de rosca, con cosas del primer Lorenzo Mattotti, del primer Nicolás De Crecy, y hasta momentos aún más brutales, más para el lado del José Muñoz más zarpado o de Santiago Sequeiros. Fondos impactantes, personajes esperpénticos, hiper-expresivos, todo muy personal, muy deforme, muy raro y a la vez muy cautivante. Lo único que no me copó de la faz gráfica son esas viñetas en las que Bézian colorea todo el fondo con un rojo oscuro que a veces cubre también a los personajes. Eso le resta mucha claridad a la página, y hasta en algunos pasajes complica el fluir de la narrativa gráfica. No sé si preferiría leer la obra en blanco y negro, pero puede ser... En general a los monstruos del claroscuro se los disfruta más en blanco y negro, y acá Bézian tira mucha más magia con el pincel y la tinta que con la paleta de colores. Prometo más Fréderic Bézian para más adelante.
Y finalmente, en 2024 tuvimos un nuevo tomito de La Caja, la colección de libros que recopilan los chistes de Esteban Podetti, esta vez en una entrega más breve, con 96 páginas. Como había sucedido con el tomito dedicado a chistes sobre la pandemia de COVID-19 (reseñado el 18/10/22), esta vez hay un tema central que es la llegada al poder y el primer año de gobierno de "las fuerzas del Cielo", ese mamarracho de ultraderecha, ignorante, bizarro, violento, cruel y despiadado que rápidamente se convirtió en verdugo de su propia base electoral. Como todo idiota con poder, como todo delirante al que la gente encuentra carismático, Javier Milei resulta un blanco muy fácil para el humor afiladísimo de Podetti, quien tampoco exhibe la menor piedad para con estos lúmpenes de la política. Y sí, también hay muchos chistes con Adolf Hitler, pensados para resonar en el contexto argentino actual. A lo largo de chistes perfectamente autoconclusivos (hábilmente elegidos y puestos uno atrás de otro) el autor desarrolla una analogía -preocupante por lo acertada- entre el presente de nuestro país y la Alemania nazi, en clave de humor, pero del humor que te retuerce las tripas. Y después, muchos chistes sobre el impacto de las ideas libertarias en nuestra sociedad, sin personajes recurrentes, pero sí con estereotipos muy reconocibles, y casi siempre muy repudiables. Gran compilado de este capo absoluto del humor gráfico, al que jamás se le acaban las ideas, ni las ganas de ir a fondo con un mensaje -totalmente contrario al de Milei, sus esbirros y sus patrones- que comparto plenamente. Y ahora sí, nada más. Me fui al choto con la extensión de esta entrada, y prometo callarme la boca por unos días. Gracias y hasta pronto.

jueves, 27 de marzo de 2025

JUEVES DE JODA

Para reseñar hoy me tocaron dos libritos en joda: uno decididamente humorístico y uno de aventuras, pero con mucho margen para el delirio y el absurdo. Veamos. Empiezo en Brasil, año 1991, cuando se recopilan en un librito bastante croto (pero muy accesible) las tiras de Fagundes, un personaje creado por el entonces maestro (y hoy maestra) Laerte. Hay también unas poquitas tiras de O Grafiteiro, protagonizadas por un adolescente alzado que habla de sexo, y algunas más de O Síndico da Catástrofe, centradas en el administrador de un edificio con pésima leche. Pero el plato fuerte son las casi 100 tiras de Fagundes, un tipo bajito que se caracteriza por ser un chupamedias nivel Dios. En el contexto de una empresa que no sabemos bien a qué se dedica, Fagundes está ahí para alabar, consentir, defender y hasta acosar a sus jefes con elogios y reverencias. Básicamente, el humor de la tira pasa por ahí, por ir corriendo los límites de la obsecuencia y la genuflexión del protagonista más allá de lo imaginable, e incluso más allá de lo absurdo. En Brasil, a los lameculos les dicen "puxa saco", y esa expresión aparece una y otra vez en los chistes de Laerte, porque es, sin duda, la definición perfecta de Fagundes. En las tiras en que no están ambientadas en la oficina, o donde no aparece el jefe, Fagundes le chupa las medias a curas, milicos, policías y hasta a un chorro que lo asalta a mano armada. De alguna manera, Laerte se las ingenia para que a este personaje nunca le falte una figura de autoridad a la cual adular y rendirle pleitesía. El dibujo es sintético, dinámico, muy expresivo. Una mezcla muy atractiva entre Manuel Vázquez, Tabaré y Alberto Bróccoli, con mucha personalidad y un manejo apabullante del timing para la comedia. Obviamente hay chistes más graciosos que otros, pero en general, acá estamos frente a un gran trabajo de Laerte, que podemos encuadrar en la etapa posterior a la de su militancia en el underground más salvaje y más rupturista. Este es un Laerte más civilizado, no tan tranqui ni tan reflexivo como el que vimos el 12/01/24, pero menos ido a la mierda que el de la revista Circo, por ejemplo. Lamentable y predeciblemente, estas tiras solo existen en portugués aún hoy, cuando la figura de Laerte goza de un vasto reconocimiento fuera de Brasil. Y realmente no sé si en Brasil este material tuvo reediciones más actuales (y más cuidadas) o si para leer las tiras de Fagundes la única opción es conseguir de milagro este librito publicado hace casi 35 años. Yo, por suerte, lo encontré muy barato (y medio baqueteado) en una librería de usados de San Pablo.
Me voy a Estados Unidos, año 2017, para leer Circuit Breaker, una comedia de aventuras publicada por Image, a la que entré como un caballo porque está dibujada por Kyle Baker, ídolo absoluto. Después me encuentro con que el guion le pertenece a Kevin McCarthy, aquel al que vimos escribir bien, regular y mal en las antologías de The Escapist que publicara Dark Horse. No quiero decir con esto que si hubiese sabido que el guion era de McCarthy no lo compraba, eh? Además lo encontré en oferta, a un precio por el cual no le puedo decir que no ni a la peor de las bazofias que lleve la firma de Kyle Baker. Esta vez, a McCarthy se le ocurre jugar con los tópicos del manga: las peleas, los robots y las colegialas. Y ya que estamos, mete kaijus, ninjas, lo que venga. Circuir Breaker es un gigantesco homenaje al manga, en el que los autores meten cameos a lo pavote de Mazinger, Astroboy, Pokemon, Voltron, los Power Rangers, Tetsujin 28, el gatito Doraemon, Godzilla, Crayon Shin-Chan... y ya que estamos aparece un personaje igual a Richie Rich y robots con el diseño de los cylons, los villanos de Battlestar: Galactica. Hay cientos de guiños y referencias visuales, que incluyen -por ejemplo- a una decena de personajes de los que integraban el "elenco estable" de Osamu Tezuka y aparecían en muchas de sus obras en roles secundarios. No sé cuánto de esto estaba marcado en los guiones de McCarthy y cuánto viene del aporte de Baker, pero se nota que al autor de Why I Hate Saturn le causa mucha gracia impostar su trazo para dibujar como un mangaka y meter por todos lados esas referencias a mangas, animés y bizarreadas varias de la cultura ponja. Excepto cuando es imprescindible prodigarse en detalles, Baker dibuja a mano alzada, a los santos pedos, con una línea cuyo grosor va variando, pero que nos remite al toque al Tezuka más sintético, más despojado. Hay viñetas en las que se juega un poco más con sombras, texturas, masas negras, y hasta hay páginas en las que dibuja fondos, y no los resuelve simplemente con un salpicado o un esfumado de colores estridentes hecho en Photoshop. Y en la última página, dibuja... ¡al propio Tezuka! O más bien reutiliza la caricatura que el manga no kamisama solía hacer de sí mismo para darle rasgos al supuesto autor de un comic que tiene cierto peso en la trama de Circuit Breaker. En las portadas y en algunas splash-pages, Baker deja la vida y nos detona las retinas con una paleta de colores mucho más sutil y unas composiciones realmente preciosas. Pero la gran mayoría de estas páginas nos muestran al ídolo subido al carro de homenajear al manga, dibujar a velocidades supersónicas y esforzarse por que la acción y la propia expresividad de los personajes lleven adelante el relato. Y el guion es, como ya dije, una aventura con muchos momentos cómicos, rayanos en el disparate. Con elementos de ciencia ficción, de policial, de magia, de machaca superheroica... lo que haga falta para enganchar al lector, seguro está (probablemente muy simplificado) en alguna secuencia de Circuit Breaker. Sin ser una lectura que te cambia la vida, sin pretensiones de nada más que de cagarse de risa un rato, se trata de una lectura convincente, a la que se suma la rareza de ver a un monstruo como Kyle Baker jugar en un mundo que parece creado por Tezuka y que los fans del Dios del manga no asociamos ni a palos con este brillante creador estadounidense. Pero está la aventura, está la ternura, está el humor, está la mala leche, está el mensaje contra la discriminación del distinto... hay muchos conceptos típicos de los mangas de Tezuka que se nota que McCarthy y Baker aprendieron a la perfección y lograron trasladar a una obra que -más allá de cazar o no todas las referencias- cualquiera puede disfrutar. Y nada más, por hoy. Por ahí meto una entrada más antes de fin de mes, y si no, nos reencontramos en Abril con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 24 de marzo de 2025

FERIADO FINOLI

Bueno, pasó el vértigo de los Premios Cinder, pude aprovechar el feriado para descansar, y hasta me quedó una horita para reseñar los últimos libros que leí. Clafoutis Vol.6 es la sexta entrega de una antología muy cheta que se publica en Francia, en formato álbum, con lomo, 160 páginas y un papel de mega-lujo. Le dedican bastante espacio a la ilustración, pero es básicamente una antología de historietas, a cargo de grandes nombres de todo el mundo, que aportan trabajos autoconclusivos, algunos más experimentales y otros más clásicos. Está, por ejemplo, Manuele Fior, uno de los grandes autores italianos de la actualidad, que ensaya en dos páginas un relato muy original, con una puesta en página que transgrede con éxito la "gramática" normal de la historieta. Está también Jorge González, con una historia de cinco páginas, con mucho más clima que argumento, en la que cuenta en su particular estilo una mini-anécdota de la infancia de Diego Maradona. Jeremy Bastian (a quien no conocía) se manda un homenaje a Little Nemo in Slumberland en una página magnífica. Al español Pablo Auladell también le alcanza con una sola página para demostrar lo grosso que es, en un mini-relato poético y sugestivo, narrado en ocho viñetas de igual tamaño, dibujadas como la hiper-concha de Dios. Antoine y Guillaume Truillard, autores franceses a los que tampoco conocía, me sorprendieron con una hermosa historia de cuatro páginas protagonizadas por Diógenes y Alejandro Magno. De los autores que "narran raro", o que se preocupan más por mostrar que dibujan bárbaro que por contar una historia, creo que el que más me interesó fue Olivier Bramanti, con esas manchas y esas aguadas zarpadas. Otro excelente dibujante al que no conocía, y que por ahí necesitaba más páginas para desarrollar mejor lo que quería contar, es Przemyslaw Truscinski (andá a citarlo cuando discutas de comics con tus amigos ;)). Y la historieta más extensa, con 19 páginas, es la de la sueca Linnea Sterte, con bastante influencia del manga alternativo, tanto japonés como coreano. La trama arranca como un slice of life, pronto se enrarece con elementos fantásticos muy atractivos, y al final de nuevo es todo más tranqui, con buenos diálogos y un clima más intimista, más de comic de Adrian Tomine. Lo más impactante que me encontré en Clafoutis no fueron estos nombres actuales, de fuerte impronta autoral, sino que entre estas páginas aparecen una historieta del maestro Sergio Toppi que parece de los años ´80 (dibujada a un nivel increíble, pero con una narrativa puesta al servicio del dibujo, cuando debería ser al revés), y una gema del genial Alex Toth, que parece anterior, como de mediados de los ´70, seguramente realizada para una revista de Warren. La idea de mechar trabajos de dos próceres clásicos largamente fallecidos con material sumamente actual me pareció BRILLANTE. Compensa ampliamente esas páginas dedicadas a la ilustración, o a relatos ilustrados que no me mueven un pelo, e incluso la frustración de ver a dibujantes de gran talento con ganas de mostrar su virtuosismo (gráfico o plástico) en vez de contar buenas historias. No creo que vuelva a ver jamás un número de Clafoutis, pero este me lo guardo porque tiene material más que interesante y una calidad de edición superlativa.
Me vengo acá cerca, a Brasil, donde en 2024 se publica Muzinga, el nuevo libro de un autor recontra-capo como es André Diniz. Acá tenemos dos aventuras de este carismático personaje que se presenta como el hombre más viejo del mundo y dice tener cerca de 200 años. Muzinga recorre el mundo sin rumbo fijo, sobrevive como puede y se copa cuando descubre nuevas culturas, nuevos rincones del planeta (dicen que estuvo en lugares que no encuentra ni Dios con un GPS), o cuando aprende un nuevo idioma (según él, sabe más de 120 distintos). Pero las historias que Diniz tiene para contarnos van bastante más allá de las andanzas de un viejo medio chanta, hábil para el chamuyo y para meterse en problemas. Hay, además, una dimensión metafísica, que irrumpe en las historias y que tienen que ver con seres y lugares que exceden a los mapas que Muzinga conoce de memoria. Así, lo vamos a ver confrontar con una especie de tribunal compuesto por demonios, que lo va a juzgar sin miramientos, y en la segunda aventura va a acompañar a una mujer al mundo de los muertos. Todo esto, porque sí, para hinchar las pelotas. Muzinga quiere aprender un idioma ancestral, muy complejo, que muta todo el tiempo, y para eso necesita libros, códices tallados en cuevas y -finalmente- una especie de "upgrade espiritual" que le va a permitir comprender esa extraña lengua. Entonces se mete en estas gestas bizarras, donde -en una de esas- consigue más datos, más libros, alguien que le enseñe. Son aventuras de viajes alucinantes, donde por momentos se impone una lógica onírica, en la que puede pasar literalmente cualquier cosa. Diniz nos invita a pensar en la vida y la muerte, en qué significa aprender, madurar e incluso envejecer, en el amor por la cultura, por el descubrimiento de aquello que nos estaba oculto, en más de un sentido. Todo esto sin descuidar ni la acción, ni las peripecias locas, ni los diálogos, que combinan profundidad filosófica con las guarradas más prosaicas que puedas imaginar. Y lo más importante: el dibujo y la narrativa. Diniz inventa unas puestas loquísimas, muy sueltas, en las que o bien prescinde de los marcos de las viñetas, o bien los deforma para que sean curvas, semi-círculos, cualquier cosa. Arma la página de una manera absolutamente atípica, que -para mi sorpresa- funciona a la perfección y logra una fluidez notable en el relato, también sostenida por el hecho de que los personajes no hablan demasiado y que el texto es, en general, escaso. Y el dibujo es ZARPADO. Parece un dibujo animado de Samurai Jack, pero entintado por Eric Drooker o Peter Kuper. todo con un trazo brutal, de una fuerza expresiva aplastante, en el que Diniz combina claroscuro a todo o nada con unos grisados fascinantes, que le agregan muchísima profundidad a cada viñeta. Visualmente, esto es el famoso "hay que verlo para creerlo". Yo cuando lo vi, me caí de ojete. No esperaba encontrarme con una estética tan personal, tan potente, y menos tan funcional a una forma rarísima de narrar, que me cerró por todos lados. Obviamente me hice hardcore fan de André Diniz, quiero conseguir más obras suyas, y si hay algún editor argentino leyendo esto... Dale, ponete las pilas, buscá a este genio y comprale los derechos para traducir al castellano Muzinga, o cualquier otra obra suya. No hace falta editarlo en tapa dura y a todo culo como lo editó Comic Zone en Brasil. Pero hay que darlo a conocer, porque -posta- estamos ante un monstruo del Noveno Arte. Nada más, por hoy. Sé que me morfo seguro un "Cero Comments", pero me chupa un maple entero de huevos. Ni bien tenga más libros para reseñar, nos reencontramos acá en el blog. Y el miércoles a las 22:30, estoy en vivo en el canal de YouTube de Comiqueando con una nueva emisión de Agenda Abierta. Nos vemos por ahí.

miércoles, 19 de marzo de 2025

MÁS AVENTURAS

Allá por 1981, el glorioso Atilio Micheluzzi estaba en busca de su Corto Maltés. Tenía muy dominado el estilo gráfico de Hugo Pratt, podía clonar a la perfección su tempo narrativo, y hasta se daba el lujo de florearse un poco más en el dibujo, con angulaciones más arriesgadas y texturas más complejas, que remiten enseguida a las de otro capo de esta época como era Sergio Toppi. En este álbum de Rosso Stenton no hay el menor indicio del salto mortal que va a pegar Micheluzzi pocos años después, cuando se ponga la camiseta de la línea clara y adopte los yeites del Moebius más elegante. Por el contrario, todo permite suponer que el viraje de Micheluzzi iba a ser hacia el lado de un claroscuro más extremo, más hacia el estilo de José Muñoz. La ambientación de la aventura (Shanghai, mediados de la década del ´30) nos remite de inmediato a Corto Maltés, la página dividida en cuatro tiras también (aunque Micheluzzi no la va a bancar durante todo el álbum) y el ritmo al que avanza la trama durante las primeras... 20 páginas también, es muy de Corto Maltés. Pero después, Rosso Stenton impone su propia impronta, su propio ritmo. La trama se vuelca hacia una dinámica más de "palo y palo", con mayor énfasis en la acción y un vértigo en el que no hay lugar para esos silencios, esas pausas y esas reflexiones filosófico/ existenciales que caracterizan al personaje de Hugo Pratt. Se suceden, entonces, 30 páginas finales en las que hay saltos temporales de meses entre escena y escena, y en las que los protagonistas acumulan peripecias extremas, condimentadas con algunas pinceladas de humor y de romance. De a poco, Rosso Stanton pasa de ser un personaje prattiano a ser un personaje que le hubiese gustado imaginar a Robin Wood. Este álbum (titulado "Shanghai") tiene varias ediciones y la que conseguí yo (L´Isola Trovata, 1984) presenta la historieta a todo color, coloreada por el propio autor. Sospecho que alguna otra edición habrá conservado las planchas de Micheluzzi en blanco y negro, pero no lo puedo afirmar. No suma demasiado, el color. Son pocos los momentos en los que molesta, pero me parece que Micheluzzi no supo potenciar el dibujo con el color, sino -como mucho- acompañarlo decorosamente. Excepto en la portada, claro, donde la técnica utilizada es otra, y el resultado es mucho más atractivo. No conocía a Rosso Stenton. Caí en este álbum simplemente porque vi la firma de Atilio Micheluzzi y porque estaba muy barato. Pero me gustó el personaje, y el día que encuentre alguna otra de sus aventuras, trataré de sumarla a mi biblioteca. Esto es tan accesible, tan clásico y tan ganchero que además funciona como un inmejorable punto de entrada al universo de Micheluzzi para aquellos que todavía no descubrieron la obra de este increíble autor italiano.
Sigo adelante con los tomos recopilatorios de The Batman Adventures y me toca repasar el Vol.3, que empieza con el Annual 1. Este annual es muy importante, porque es la primera vez que se involucran con el comic los Padres Fundadores de la serie animada: Paul Dini y Bruce Timm. Dini aporta un puñado de historias muy centradas en los villanos, donde además se presenta a Roxy Rocket. Esa secuencia, la más extensa del annual, es la que dibuja Timm en un nivel superlativo. Pero además entran en escena otros dibujantes. Mike Parobeck, que ya demostró que podía generar un gran combo entre su propio estilo y la estética de BTAS, dibuja la historia del Ventriloquist, que no es gran cosa. Dan DeCarlo, legendario dibujante de los comics de Archie, tiene a su cargo la historia centrada en Harley Quinn, que está muy buena. El glorioso John Byrne modifica apenitas su icónico estilo para dibujar la mejor historia del annual, que es la que protagoniza el Joker. Y el que menos tiene que ver con la onda de BTAS, y que encima se fuma un guion medio pelo, es el enorme Klaus Janson, acá desubicado como chupete en el orto, porque lo meten en una publicación que claramente va para un lugar muy distinto al que uno asocia con este artista. Y después tenemos siete episodios autoconclusivos de los que aparecieron en la revista mensual de Batman Adventures, todos a cargo de Kelley Puckett y Mike Parobeck. El primero (nº21) es el más flojo, un kilombo sin pies ni cabeza, al que le meten una cantidad de personajes que no se pueden aprovechar ni a palos en las 22 páginas que dura la historia. El nº22 (como no podía ser de otra manera) tiene como protagonista a Two-Face, y es brillante. Probablemente lo mejor del tomo. Pero el 23 (con Poison Ivy) tampoco está nada mal. Es un muy lindo unitario, con un mensaje muy interesante, y que le da mucha chapa a la villana invitada. El nº24 está MUY bien dibujado, pero el guion es poco atractivo, una secuela muy predecible de un episodio menor de la serie animada. El nº25 trae el encuentro de Batman con Superman y Lex Luthor, en un episodio de 30 páginas. Más allá de algún que otro diálogo copado, el argumento es la nada misma, me despertó cero interés. El nº26 es una de misterio bien planteada y bien resuelta, con Batgirl y Robin en los roles protagónicos. Y el nº27 es un episodio raro, muy intenso, que nos invita a reflexionar acerca de la venganza, o en realidad acerca del rol que cumple la venganza en la identidad y en la vida de Batman. Y lo hace de un modo tan interesante, que el rol del propio Batman en la trama es muy menor, casi accesorio. Me falta un solo tomo para completar el repaso por esta serie que -de nuevo- creo que me gustaba más en los ´90, cuando descubría estas historias por primera vez, que ahora. Ojo, ahora me gustan. Pero antes me volaban la cabeza todos los meses, y cada relectura (sobre todo cuando me tenía que meter a fondo con cada diálogo y traducirlo para la edición argentina) era un placer inconmensurable. Hoy es un entretenimiento, no mucho más. Pero claro, me ponés dibujantes como Timm, Byrne o el propio Parobeck, y no me puedo resistir. Hasta acá llegamos. Nos reencontramos por acá ni bien tenga más libros para reseñar, o el sábado y domingo en Vuela el Pez, para compartir el evento de los Premios Cinder.

martes, 18 de marzo de 2025

HISTORIETAS DE AUTOAYUDA

Por esa magia caótica de los montañas donde se apilan los libros que tengo sin leer, en los últimos días me tocó entrarle a dos obras que se apoyan en un mensaje muy particular, vinculadas más a valores espirituales que a las clásicas aventuras de buenos contra malos. La primera se titula Aymará, se publicó en 2021 y es obra de dos autores brasileños: la guionista (que a veces también trabaja como ilustradora) Rita Foelker y el asombroso dibujante Laudo Ferreira. A lo largo de 90 páginas, Aymará nos cuenta cómo un viaje de vacaciones que emprende Ariel (una joven periodista de una revista de actualidad) junto a sus compañeros, se convierte en un viaje hacia el interior de ella misma, hacia su espiritualidad, hacia una percepción mucho más vasta de sí misma, de su rol en la vida, de su forma de vincularse con los demás, con la magia, con la muerte, con todo aquello que -en principio- no tiene demasiada explicación. A partir de su encuentro con un chamán, las lecturas, las reflexiones y hasta las experiencias psicotrópicas de Ariel van a cobrar otra dimensión, otro vuelo, que le van a permitir conocerse a ella misma de otra manera. También habrá conflictos fuertes, y hasta alguna que otra escena donde la violencia cobra protagonismo, pero están puestas ahí para que el comic no consista exclusivamente en diálogos. O por lo menos eso parece a primera vista. Después vamos a descubrir cómo ese tipo violento, cómo esa mina traicionera, son importantes para revelar verdades que Ariel va a necesitar en su viaje espiritual. Se nota que Foelker estudió el tema, porque además de bajadas de línea new age, ayahuasca y demás, habla de poetas como William Blake, novelistas como Aldous Huxley y filósofos como Ken Wilber, en amenos intercambios entre Ariel y Aymará, el chamán, que es claramente un indígena, pero conoce a la perfección todas estas teorías, conjeturas y fumanchereadas varias sobre la percepción, la conciencia y la conexión con el Más Allá. En un punto, resulta evidente que Ariel es básicamente un alter ego de la guionista, que pone en boca del personaje lo que ella quiere decir, en base a todo esto que investigó. Y ese es el talón de Aquiles de esta obra: se habla demasiado. Hay escenas mudas, hay unas doble-splash pages con poco texto, pero en general, es una obra muy hablada. Para compensar el posible embole que te puede generar tanta perorata (sobre todo si no te interesa el tema), tenemos lo que sin dudas es el principal atractivo de Aymará: el dibujo de Laudo Ferreira, un artista descomunal, con un grafismo muy emparentado con el de Marcos Vergara y un talento imposible para la narrativa gráfica. Ferreira es un mago del claroscuro, con un dominio absoluto de todas las posibilidades que entrega el blanco y negro puro. No tiene problemas en armar sus secuencias en cuatro tiras, con varios cuadros por tira, y tampoco en detonar nuestras retinas con imágenes alucinantes (e incluso alucinógenas, porque coinciden con los momentos en los que los personajes consumen sustancias "raras") que ocupan una página entera, o incluso dos. Ferreira no intenta ningún grado de realismo, pero el lenguaje corporal y facial de sus personajes (hiper plásticos, hiper expresivos) habla a las claras de un gran observador de la realidad. Conocí a Ferreira en la CCXP de San Pablo y hasta le compré este libro a él, en su mesa en el Artist Valley. Me arrepiento profundamente de haber comprado solo este, porque tenía varios más y -si están todos dibujados como Aymará- quiero tener TODO lo que haga esta bestia. Ojalá esta obra se traduzca al castellano y circule más allá del circuito brazuca, que es enorme, pero está muy limitado por el tema del idioma.
Allá por el 16/08/23, veíamos en este espacio el primer tomo de Distancia, ese "pseudo-manga" argentino en el que Jonatan Catalano oficiaba de guionista. Ahora me topé con El Puente, otro "pseudo-manga" argentino con la firma de Catalano, pero ahora el autor se hace cargo también de los dibujos... con resultados bastante poco convincentes. El Puente es una obra 100% basada en las emociones, y las expresiones faciales tienen un rol fundamental. Paradójicamente, es lo que peor dibuja Catalano. Y casi lo único, porque los fondos escasean más que los dólares en el Banco Central, y cuando aparecen autos o motos, se nota que están calcados o copiados de fotos. A aquel pecado original de Catalano, que fue publicar la primera parte de Distancia sin tener la menor idea de cuándo iba a salir la segunda, hay que sumarle uno más, que es haber dibujado él mismo un guion que requería capacidades con las que, a mi juicio, no cuenta. Lo mejor que tiene la faz gráfica es la aplicación de las tramas de grises, que están muy logradas. Después, las casi 115 páginas de El Puente se me hicieron largas, creo que porque pasan pocas cosas. No tiene esas típicas escenas de los mangas en los que desaparecen los textos a lo largo de varias páginas: texto, no falta nunca. Stef y el hombre del maletín (cuyo nombre no sabemos) hablan muchísimo, discuten, se cuentan cosas... mientras la acción sigue ahí, congelada en un único escenario como si se tratara de una obra de teatro con escaso presupuesto. En una síntesis grosera del argumento, podríamos decir que El Puente es un debate entre un tipo que planea suicidarse y una especie de pibita fantasma copada, que lo intenta disuadir. Entonces se habla de cosas trascendentales, como el sentido de la vida, la esperanza, la fuerza interior que nos impulsa a seguir vivos, la lucha contra la adversidad, lo que dejamos en nuestros seres queridos cuando nos vamos de este mundo... Es interesante, por momentos me enganchó bastante la discusión entre las miradas que contrapone Catalano, pero me parece que se podía hacer todo eso en muchas menos páginas. Cuando en la página 61 el hombre del maletín se saca y le grita a Stef "¡Basta, basta de historias!", me sumé sin dudarlo a su clamor. Ya está, macho, ya entendimos. Ahora avanzá con el conflicto central, así no nos dormimos... Y después sí, hay un in crescendo, un climax dramático, y una resolución convincente. Lenta, pero convincente. Si -como me pasó a mí- esperabas alguna explicación de por qué Stef existe como fantasma y se puede comunicar solo con quienes intentan suicidarse, te cuento que no la vas a encontrar en estas páginas. El elemento sobrenatural está ahí para que el tipo del maletín tenga con quién hablar, con quién armar ese frontón discursivo acerca de los pro y los contra de mandar todo a la puta que lo parió y saltar de un puente hacia una muerte segura. Y no mucho más, porque Stef es un personaje definido con brocha gruesa, sin mayor profundidad. En fin... lanzar un comic basado en un debate sobre el suicidio es una timba muy riesgosa, que lo dibuje un guionista que no tiene experiencia como dibujante es aún más riesgoso, y publicarlo con el nombre de un autor que dejó colgados a los lectores hace varios años con el Vol.1 de una obra que estaba buena pero nunca continuó, ya es prácticamente suicida. Para salir bien parada contra todos esos "peros", El Puente tendría que ser una fuckin´ obra maestra, un tanque insumergible, una gema irreprochable. Y no lo es, y para mi gusto ni se le acerca. Esto es todo por hoy. Sigo leyendo y nos reencontramos pronto acá en el blog. Ah, no se olviden que el sábado y domingo estamos en el espacio cultural Vuela el Pez con el evento de los Premios Cinder, una verdadera fiesta de la historieta argentina, en un lugar muy copado de la ciudad de Buenos Aires y con entrada libre y gratuita.

domingo, 16 de marzo de 2025

SE TERMINA EL DOMINGO

Empató Racing, empieza a anochecer más temprano, porque al verano ya le queda menos de una semana, y yo tengo un rato para reseñar un par de los libros que tengo leídos. Allá por 2012, la editorial IDW le dio luz verde a un proyecto raro: un revival de Popeye que apuntó a recuperar el estilo de la etapa clásica del personaje, es decir, de las tiras de Elzie Segar que se publicaron en los diarios de EEUU bajo el nombre de Thimble Theatre, allá por los años ´30. Algo hablamos de eso hace muchos años, en la reseña del 03/01/14, y mucho más a fondo en el artículo que escribió Roberto Barreiro para la Comiqueando Digital nº2. Al frente del proyecto se puso nada menos que Roger Langridge, el prócer neozelandés, fanático de Segar, quien escribe los guiones de la serie, o por lo menos de los cuatro episodios que integran este primer tomo recopilatorio. Los dibujantes son varios y yo no conocía a ninguno, excepto a Vince Musacchia, quien moriría en 2015, con solo 63 años. El resto, no me suena ni remotamente. Pero son todos clones más que correctos de Segar, tipos super-capacitados para narrar en cuatro tiras por página, para dibujar chiquito y claro, en un estilo sintético, expresivo, dinámico. Claro, Segar estaba tan adelantado a su época, que hoy ves a otros autores trabajar en su estilo y no suena tan retro. Es obvio el intento de estos dibujantes por "anclarse" a la estética de los años ´30, pero en ningún momento huele a naftalina, y con el correr de las páginas uno naturaliza la impostura. Las aventuras que escribe Langridge son muy entretenidas y bastante distintas entre sí. Hay chistes, momentos disparatados, peripecias y diálogos muy graciosos. El neozelandés capta perfecto el grado del deformación del inglés que hace tan cómico a Popeye, y al mismo tiempo lo hace casi tan intraducible como Inodoro Pereyra. Además, siempre está bueno ver reaparecer a los personajes que Segar desarrolló durante años, pero que quedaron relegados al olvido simplemente porque no aparecían en los dibujos animados. Langridge quiere que te olvides del Popeye de los dibujos animados: no usa el gorrito de marinero, come espinacas pero no para recibir superpoderes, y Bluto es un enemigo más, no está constantemente en el centro de la escena. En esta versión tienen más peso el Jeep, Castor Oyl, la Bruja del Mar... hasta Sappo y Wotasnozzle, que protagonizaban la tira chiquita que aparecía como complemento a las planchas dominicales de Popeye. Un toque muy fino, y muy bienvenido, es que aparecen en roles muy chiquitos personajes de otras tiras de los años ´30, no necesariamente creados por Segar, que -si te gusta esa onda- podés jugar a reconocer. Lo único que no entiendo es cómo alguien puede soportar a un personaje tan de mierda como Wimpy. Cómo en la primera aventura no le pegan un voleo en el orto como para ponerlo en órbita y que no aparezca nunca más. En la anteúltima del tomo (Good-Night, Blozo!) hay un intento por reivindicarlo y darle un rol menos repulsivo en la trama. Pero para ese entonces yo ya lo quería ver muerto, sepultado y comido por los gusanos. En fin, conozco a fans de Popeye que aman a Wimpy, pero a mí no me puede caer peor. Disfruté mucho de este tomo, no sé si como para comprarme todos los que siguen, pero sí como para prestarle atención a la versión de Roger Langridge de este clásico del Noveno Arte que en cualquier momento sopla las 100 velitas.
Nos vamos a Japón, año 2021, para leer nuevas historias de misterio, terror y bizarreada creadas durante la pandemia por el maestro Junji Ito. Ya vimos el primer libro de La Zona Liminal el 29/10/24, y este es una especie de continuación, si bien todas las historias son autoconclusivas. Esta vez tenemos cuatro relatos, de diversas extensiones: uno de 66 páginas, uno de 68, uno de 46 y uno de 34. Vamos a repasarlos. La primera historia me hipnotizó. Le falta, como suele suceder en las historias cortas de Ito, un poco más de profundidad al personaje protagónico. Pero la trama es original, tiene el grado justo de complejidad, de enrosque, de sorpresas, de mala leche... y un final bien pasado de rosca, bien ido a la mierda, en el que la bizarreada está perfectamente justificada. La segunda historia tiene un problema, y es que le sobran unas 20 páginas. Es de esas ideas que en los ´70, te las ponían en una antología de misterio de DC, desarrolladas (y desperdiciadas) en ocho páginas. Acá, Ito se toma todo el tiempo del mundo para llegar a donde era evidente que iba a llegar, y si bien condimenta ese recorrido con unas cuantas sorpresas impactantes, no deja de ser predecible. Probablemente sean las páginas mejor dibujadas del tomo, y eso ya de por sí justifica cualquier cosa. La tercera mezcla de manera muy ingeniosa los zombies con los espíritus de los fantasmas que buscan cuerpos en los que reencarnar. Tiene un elenco amplio, en el que no todos los personajes aportan algo a la trama, pero también tiene un ritmo espectacular y unas 10 páginas finales dibujadas a un nivel colosal. Finalmente, la última tiene el argumento más enigmático, con las mejores ideas y el planteo más retorcido y más original. Ito arma una espiral ascendente de tensión y suspenso, en una historia que sabés que va a terminar mal, pero no te imaginás cómo. El final es entre macabro y poético, satisfactorio por donde se lo mire. La verdad que cerré el libro muy contento, porque Ito me ofreció un buen rato de entretenimiento, con muchas ideas copadas, giros imprevisibles, momentos en los que el terror se va tan al carajo que te causa gracia, y unos dibujos superlativos, a años luz de los mangakas casi sin estilo que llenan todas las semanas páginas y páginas de shonens de peleas. Por si faltara algo, magnífica la edición de Ivrea para este material, con muy buenas traducciones de Martín Parle. Tengo más libros de Junji Ito en el pilón de los pendientes, así que nos reencontraremos con él, más temprano que tarde. Nada más, por hoy. Gracias por pasar por el blog a leer las boludeces que uno escribe y volvemos pronto con nuevas reseñas.

sábado, 15 de marzo de 2025

POR FIN DE REGRESO

Vengo de un montón de días sin poder postear por problemas en la conexión a internet que me impedían subir contenidos a la web (Telecentro, compadre..). Lo bueno es que en esos días pude leer bastante y tengo unos cuantos libros para reseñar. Vamos con los dos primeros. Allá por el 11/05/18, mientras naufragaba el anterior gobierno entreguista de derecha en el que estaban ratas inmundas como Federico Sturzenegger y Patricia Bullrich, yo hablaba del Vol.2 de Orgasmos Cotidianos y decía que nunca había visto el Vol.1. Años más tarde lo conseguí. Hecho mierda, pero lo conseguí. Y me pareció tan copado como el Vol.2. El Vol.1 es más diverso, porque combina historietas de distintas extensiones (hay de una página, de dos y de tres), hay planchas a color y planchas en blanco y negro, y -lo más importante- en vez de dos autores, hay tres. Están Xavier Roca y el glorioso Alfonso López, y además está otro monstruo como es T.P. Bigart (pseudónimo de Joan Tharrats), a quien vimos hace poquito en el álbum de Johnny Roqueta. Queda claro que tanto a este señor como a López, les compro cualquier cosa que lleve sus firmas. El dibujo parece ser todo obra de Alfonso, con lo cual sospecho de acá T.P. Bigart oficia de guionista, como lo hizo más de una vez en las obras que realizó con su hermano, Tha (de las cuales también vimos varias acá en el blog). Pero por ahí me equivoco. Con o sin Bigart involucrado en ella, la faz gráfica de este álbum es maravillosa. Con color o sin color, en blanco y negro puro o con grises aplicados, Alfonso López pone toda su magia al servicio de estos breves relatos humorísticos. El ídolo sabe cuándo el efecto cómico requiere una cierta sutileza y cuándo lo mejor es irse bien al carajo e impactar al lector con imágenes fuertes, de cuerpos desnudos y entreverados. Todo esto sin descuidar nunca la fluidez del relato, ni la apabullante generosidad en los fondos y en detalles de la ropa, los peinados, los muebles y demás referencias visuales que nos permiten situar fácilmente estas historias en la segunda mitad de los años ´80. Entre los guiones, lógicamente hay mejores y peores. Algunos me causaron mucha gracia, otros muy poca, pero me llaman la atención dos cosas: 1) atrasan menos que los que vimos hace poco en el librito de Tabaré. Si bien son anteriores, los Orgasmos Cotidianos quedaron menos anclados en su época y ofrecen una mirada de la temática del sexo bastante más potable en este segundo cuarto del Siglo XXI. 2) dependen menos de los culos, las tetas y las pijas que los del Vol.2, que eran -si mal no recuerdo- un toque más groseros. Acá hay levantes, garches, petes, cuernos, gente que se excita con "cosas raras" y demás tópicos de las comedias de impronta sexual, pero pegan más fuerte la originalidad y la gracia de las ideas de Roca (y la calidad del dibujo) que lo zarpado de lo que efectivamente se muestra. Creo que no hay más Orgasmos Cotidianos, por lo menos recopilados en álbumes, pero si llego a ver algún otro álbum de la serie, me tiro de cabeza, porque este es -sin dudas- un clásico ochentoso que todavía suena muy bien.
Me vengo a Argentina, año 2024, para presenciar el cierre de la trilogía de Mega, la creación de Salvador Sanz cuyos tomos anteriores vimos el 06/02/21 y el 30/04/23. Es un final lindo, casi poético, en el que cierran todas las puntas que se habían abierto en los tomos anteriores. Creo que lo que más me impactó esta vez no fueron los combates entre las criaturas fantásticas, sino la vuelta que Sanz le pega al personaje del papá de Elmo, que parecía una cosa y termina por ser otra, totalmente distinta. Y esperaba un poco más de Felipe, un personajes que creció muchísimo en el Vol.2, que amagaba con ser definitivo para la resolución de la trama y cuyo rol se disuelve de a poco a lo largo de estas últimas 115 páginas. La Danza de los Chacales mantiene lo mejor que tuvo el Vol.2: el equilibrio entre el misterio sobrenatural, la machaca entre criaturas colosales y las escenas más intimistas, en las que Sanz le agrega una capa de realidad, de cercanía, a la ambiciosa trama en la que seres ancestrales de inmenso tamaño e imnenso poder coexisten con la gente común, que vive acá a la vuelta. Me dio la sensación (pero no lo cotejé con los tomos anteriores) de que esta entrega tiene más secuencias mudas que los Vol.1 y 2, y que -por ende- se lee más rápido. No es algo que me moleste, a esta altura de la vida, y no porque no sea fan de los diálogos que escribe Salvador, sino porque la narrativa, en este tomo final de Mega, es impecable. No digo que más diálogos pudieran ir en detrimento de este cautivante flujo narrativo, pero así como está, se lee muy bien. Es un relato claro, bien puntuado por las puestas que Sanz elige para cada página, en el que no se resienten ni el clima que busca generar la historia, ni el impacto visual que -obviamente- generan los dibujos. El dibujo y el color están a ese mismo nivel tremendo de los tomos anteriores. El trabajo de Sanz es sublime de punta a punta, pero se detaca sobre todo en los dos extremos: en la precision minuciosa con la que reproduce los escenarios que existen en la realidad, y en el desborde de imaginación que pela a la hora de crear a estos seres fantásticos. Si los llamamos "kaijus" va a parecer que son clones más o menos disimulados de Godzilla y sus enemigos, y no. Estos bichos no se parecen a nada, son imponentes, majestuosos, fascinantes, y además sumamente originales. Como en la reseña del Vol.2, no recomiendo empezar a leer Mega por acá, porque no vas a entender una chota. Sí o sí hay que empezar desde el Vol.1. A tal punto que no me extrañaría que en alguno de los mercados en los que se suelen publicar las obras de Salvador Sanz, alguien se juegue a editar todo Mega en un solo tomo, como si fuera una única (y extensa) novela gráfica y no una trilogía. Gran trabajo de este consagradísimo autor argentino, y por supuesto ahora que terminó Mega hay que estar MUY atentos a lo que puede venir después. Nada más, por hoy. Mañana o pasado, nuevas reseñas de los libritos que ya tengo leídos. Perdón por el inesperado (y prolongado) paréntesis y gracias por el aguante.

viernes, 7 de marzo de 2025

VIERNES DE AVENTURAS

Para comentar hoy tengo dos libros bien aventureros. En primer lugar, el Vol.2 de The Batman Adventures, con otros 10 episodios de la serie que alguna vez traduje para Perfil, esta vez todos a cargo del mismo equipo creativo: guiones de Kelley Puckett, dibujos de Mike Parobeck. Al igual que me pasó cuando leí el Vol.1, las historias me gustaron un toque menos que cuando las descubrí en los ´90. Veamos... El primer episodio es contra Man-Bat, y la idea de Puckett es buenísima. El problema es que es muy ambiciosa para presentarla, desarrollarla y rematarla en 22 páginas, entonces tiene que sacrificar algo, y elige sacrificar la machaca. El combate entre Batman y Man-Bat se resuelve en poquísimas viñetas, de manera casi absurda y totalmente inverosímil. El segundo episodio está centrado en las chicas: Batgirl, Catwoman, Poison Ivy y Harley Quinn, que acá hacía su primera aparición en un comic. De nuevo, todo pasa muy rápido, pero esta vez Puckett cumple con creces su objetivo principal, que es que el lector se cope con Barbara Gordon y quiera verla más seguido en estas páginas. Ah, glorioso el cameo de las protagonistas de Love & Rockets... No sé cuánta gente lo habrá pescado, porque esta era una serie masiva y para todo público, y L&R era de culto y para adultos, pero ver a las chicas de Jaime Hernandez en un comic de Batman fue un nerdgasmo de aquellos. El nº13 (y tercero del tomo) explora el vínculo entre Batman y Talia, de manera muy inteligente y hasta se permite ponerle emoción a un personaje siempre imperturbable como es el justiciero de Gotham City. Probablemente lo mejor del libro. Mientras Batman pelotudea por el mundo con Talia, Robin defiende a Gotham de una ola de crímenes orquestada por Scarface (y el Ventriloquist), en un episodio gracioso, pero menor. El 15 es contra la mafia de Rupert Thorne, y reparte el protagonismo entre Batman y un Jim Gordon muy bien trabajado. Es un episodio muy violento, con mucha acción. El siguiente trae de regreso al Joker, esta vez con un plan que involucra a un autor de comics, como para meter un par de chistes meta, que no están mal. Después tenemos a Batman y Robin en el desierto, en algún lugar de Asia, donde intentan (sin éxito) capturar a Ra´s al Ghul. Es una linda historia, dinámica, con sorpresas y grandes diálogos. En el nº18 Batman está de nuevo fuera de circulación y los protagonistas son Robin y Batgirl, con su primer team-up y mucho desarrollo de personajes. Otro episodio muy destacable. Para el final tenemos el guion más flojo del tomo (contra el Scarecrow) y cerramos esta tanda con el regreso de Mastermind, Mister Nice y The Perfesser, en otra historia más bien cómica en la que el rol de Batman es irrelevante. Obviamente cualquier crítica empalidece frente a la felicidad que produce tener frente a mis ojos 220 páginas de historieta dibujadas por Mike Parobeck. Acá vemos al malogrado genio (entintado siempre por Rick Burchett) ya MUY canchero, muy suelto, no tan pendiente del estilo gráfico de la serie animada, mucho más concentrado en el ritmo de la narrativa, en esas secuencias mudas espectaculares, en esos rostros recontra-expresivos, y en hacer a este comic sumamente accesible para los nuevos lectores que se sumaban a partir del cebamiento infinito que generaba el dibujo animado en la tele. Tengo más libros de esta serie, así que volvemos pronto a Gotham.
Pero ahora acompáñenme a Argentina, año 2024, cuando se recopilan en libro los 22 episodios (de 10 páginas cada uno) de Jeny y el Post-Mundo, una serie que Hor Lang había presentado en la plataforma virtual Webcomic Mutante. La construcción de este escenario post-apocalíptico por parte de Hor Lang está tan bien lograda, que se hubiese bancado tranquilamente ser el marco de una serie sin ningún tipo de evolución. Una especie de Judge Dredd, donde todas las aventuras son perfectamente intercambiables y pueden ser leídas en cualquier orden. Sin embargo, el autor se sube la apuesta a sí mismo, y desde temprano empieza a meterle mucha evolución a la saga de Jeny. A veces avanza muy rápido, a veces más lento, pero es obvio que Hor Lang está yendo hacia algún lugar, que lo suyo no es simplemente tirar una peripecia sobre la mesa, resolverla en 10 páginas y hacer pasar a la que sigue. De hecho, la propuesta es tan ambiciosa, que la saga de Jeny de vincula con otras dos: primero, la de El Pequeño Timy (la otra obra de este autor, que vimos el 20/10/22) y después con la epopeya argentina en ¡el Mundial de México ´86!. ¿Qué carajo tiene que ver el Mundial ´86 con una aventura post-apocalíptica? Hay que leer el libro para enterarse. Lo único que no me copó de Jeny y el Post-Mundo es que le falta profundidad a la protagonista. Es una piba joven, fanática de los videojuegos de acción y violencia, que tiene la posibilidad de vivir en carne y hueso en un mundo donde matar monstruos, alienígenas y villanos es algo de todos los días. Jeny es dura, valiente, infalible en el manejo de las armas y muy grossa en el combate cuerpo a cuerpo. ¿Por qué? ¿Quién le enseñó, cuánto tiempo entrenó, cómo llegó a ese nivel? ¿Jugando videojuegos? Hor Lang no lo explica y eso hace que Jeny por momentos sea más un deus ex machina (como Judge Dredd) que un personaje con el que nos podamos identificar. Fuera de eso, las historias son ágiles, tienen sorpresas interesantes, diálogos copados y un humor negro (también muy de la 2000 AD) sumamente efectivo. El dibujo de Hor Lang me pareció excelente. Muy clásico, sin estridencias, como si quisiera ocultar su virtuosismo para que este no interfiera en el fluir del relato. Es un dibujo ideal para una serie como esta, que se propone como una aventura sin mayores pretensiones, en la que lo importante es la acción, los personajes y el mundo que habitan. Jeny y el Post-Mundo habita una frontera entre la ciencia ficción, el terror, la machaca cuasi-superheroica y los toques de comedia, y el dibujo de Hor Lang plasma todo eso a la perfección. Hay un gran manejo de las tramas mecánicas para aplicar grises, sutiles toques de aguadas y muchísimos recursos que tienen que ver con el blanco y negro de toda la vida. La planificación de las páginas es excelente, nunca faltan ni sobran fondos, no hay viñetas sepultadas bajo cantidades zarpadas de texto... Evidentemente estamos frente a un trabajo muy logrado de un autor con talento, creatividad y criterio por encima de la media. No te digo que Jeny y el Post-Mundo es la máxima gema del infinito, ni la obra que te va a hacer fan para siempre de la historieta argentina, pero la verdad es que se disfruta mucho y te garantiza un buen rato de diversión. Nada más, por hoy. Disfruten el finde y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.

miércoles, 5 de marzo de 2025

TIEMPO PARA RETOMAR

Marzo empieza con un poco de delay en el blog, porque bueno... le dediqué el finde extra-large a otras cosas y leí poca historieta. Pero algo hay para reseñar. Allá por el 26/12/17, me tocó comentar un álbum de El Jueves que recopilaba historietas del maestro Tabaré previamente publicadas en las revistas de Ediciones de la Urraca (Hum®, SexHum®, quizás SexHum® Ilustrado). Ahora conseguí otro, titulado "¡Sopla! ¡Sopla!", con las mismas tres características para destacar: la forma errática e inconsistente en la que se reemplazan algunos "argentinismos" por "españolismos" (y otros no); lo anclado al pasado que quedó este tipo de humor; y lo bestial, lo inexplicablemente genial que es el dibujo del prócer uruguayo que viviera mil años en la Zona Sur del conurbano bonaerense. A esto hay que agregarle un par de items. 1) La mejor historieta del álbum (más que historietas son chistes largos, pero bueno...) es "Gorosito, una fiera"... ¡y aparece DOS veces!. Mirá la poca bola que le daría la gente de El Jueves a estos álbumes, que hasta repiten una de las 31 historietas de dos páginas que componen el librito. 2) Su nombre no aparece ni en la portada ni en los copyrights, pero varios de los guiones de estas historietas son de "H.G.B.", que no es otro que Héctor García Blanco, quien fuera muchos años director de SexHum® y más tarde co-guionista, junto al propio Tabaré, de la tira diaria de Diógenes y el Linyera. Se nota bastante cuando mete mano García Blanco, porque la prosa aparece con más protagonismo y más cuidada. Nunca llega a levantar vuelo ni profundidad, primero porque todo se remata en apenas dos páginas, y después porque se trata de relatos sumamente prosaicos, groseros, generalmente con una mirada bastante brutal acerca de las relaciones de pareja y el sexo, que no excluye escenas que -para los standards de hoy- son muy violentas. Por supuesto que el trazo de Tabaré deja en claro de modo categórico que es todo una caricatura grotesca, no una crónica, ni una denuncia, ni una apología, ni nada. Es humor, liso y llano, y hay que entenderlo como tal. Después, te puede causar gracia o no (a mí la verdad que me hizo reir pocas veces), pero es eso: situaciones shockeantes, con gente golpeada, humillada o empomada, casi siempre en un contexto de joda pasada de rosca. Y dibujadas como los dioses por un tipo que tenía una línea mágica, versátil, muy reconocible y absolutamente ganchera. Conseguí este librito en oferta, y lo compré a sabiendas de que -a nivel guiones- no era mucho lo que me podía ofrecer. Pero el dibujo de Tabaré garpa todo. Y como en Argentina a nadie se le ocurre recuperar estas historietas de los ´80 y ´90, y a mí no se me ocurre ponerme a coleccionar números del año del pedo de Hum® y SexHum®, seguiré levantando estos albumcitos de El Jueves cada vez que los vea a buen precio.
Después de mucho buscarla, conseguí a buen precio la edición yanki de Utsubora: The Story of a Novelist, que trae la obra completa en un masacote 500 páginas. Este es un manga de Asumiko Nakamura de principios de la década pasada, que venía con altas recomendaciones... pero le encontré unos cuantos problemas. En primer lugar, el dibujo, que -a grandes rasgos- no me gustó. Las escenas de sexo están bien dibujadas, porque ahí Nakamura, para escapar de lo obvio y lo vulgar, extrema el carácter expresionista de su trazo, y enrosca a los cuerpos en unos escorzos anatómicamente imposibles, pero lindos de ver. El resto de la faz gráfica, muy flojita. Incluso la narrativa por momentos es confusa... Hay una escena en la que Tsuji coge... y no logro deducir con quién. Puede ser que sea un garche que sucede solo en su imaginación, y eso tendría un cierto sentido... pero nunca se aclara. El argumento en general es muy interesante: un novelista consagrado se ve enredado en un misterio que involucra la muerte de una fan suya con la que tuvo un touch-and-go, la aparición de una chica enigmática y seductora, idéntica a la occisa, y un apriete muy heavy que tiene que ver con pruebas contundentes que indican que el escritor en vez de escribir, se afanó una novela cuya verdadera autora es una de estas chicas. El atildado Shun Mizorogi va a quedar envuelto en medio de estos misterios y de una trama romántico/ erótica que lo supera por completo. ¿Quién es el verdadero autor de Utsubora? ¿Quién es realmente Sakura? ¿Quién era Aki? Con todos esos enigmas, Nakamura construye un relato complejo, lleno de suspenso y tensión. Pero que lamentablemente se empantana más de una vez por culpa de personajes que no aportan prácticamente nada a la trama, como los insufribles inspectores que investigan la muerte de Aki, o la sobrinita de Mizorogi, otro personaje que podría tranquilamente no estar, sin que la historia cambie en lo más mínimo. Sin dudas lo peor que tiene este manga es su elenco de personajes secundarios. El ritmo no está mal, pero mejoraría sin todas esas escenas centradas en estos personajes cuasi-irrelevantes, y la resolución podría ser más contundente. Tampoco está mal, pero le falta impacto para estar a la altura del espesor y el enrosque que había logrado el misterio a lo largo de la obra. Y lo mejor es cómo Nakamura explora el lado turbio del mundillo de los escritores y las editoriales. La autora mete el bisturí en el vínculo entre los novelistas y sus lectores, nos habla de la construcción de una identidad a través del estilo, de la presión que significa tener que replicar un éxito literario, del bloqueo creativo que sufren algunos escritores consagrados, de lo que son capaces de hacer ciertos autores inéditos para dejar de serlo... Hay todo un subtexto bastante rico que va por este lado, y que enriquece la trama de suspenso de Shun Mizorogi y su supuesta obra maestra. Utsubora: The Story of a Novelist no llega a ser un thriller, porque su ritmo pachorro y su sutileza desenfatizan las aristas más violentas de los conflictos que plantea. Asumiko Nakamura se siente más cómoda ahí, en la frontera, sin cruzar el límite entre el misterio y el thriller, y cuando sube la temperatura, la sube por el lado del erotismo, no de la violencia. En 2022 se adaptó este manga en formato de serie de TV, y estaría bueno chequear con qué se quedaron los guionistas de todo lo que Nakamura tiró sobre la mesa. Qué entendieron, a qué le pusieron más fichas, cómo se ve el guion cuando lo liberás de los dibujos de una autora que -para mi gusto- falla bastante por ese lado. Pero no seré yo el que se ponga a buscar/ mirar la adaptación de Utsubora. Sigo con la lectura de comics y vuelvo pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.