el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 30 de junio de 2014

30/ 06: LOS MAS VENDIDOS DE JUNIO

Tengo un libro leído y tengo las cifras de venta de Junio de la Distri. Pero estoy cansado y no tengo ganas de pensar, así que prometo la reseña para mañana y hoy zafo con las cifras de venta.
Junio fue un muy buen mes, y estos fueron los títulos más vendidos:
1) Inspector Bull (Loco Rabia/ Belerofonte)
2) Jusepe en América (Común)
3) Perramus Vol.3 (De la Flor)
4) La Torre de Burbuja (Loco Rabia)
5) Malandras (Historieteca)
6) Posters (Común)
7) Si Pero No (De la Flor)
8) Perramus Vol.1+2 (De la Flor)
9) Lo que No Importa Está Acá (Moebius)
10) Altavista (Hotel de las Ideas)

Por un estrecho margen se impuso el librazo que recopila todo Inspector Bull, el clásico de los maestros Carlos Albiac y Horacio Lalia. La otra novedad de Loco Rabia, La Torre de Burbuja, se quedó con un dignísimo cuarto puesto, muy notable si pensamos que es una obra de autores mucho menos conocidos. El otro título que debuttó este mes y logró entrar al ranking fue Malandras, de Rodolfo Santullo y Dante Ginevra, al que le queda resto para trepar algunos puestos en Julio.
Los dos lanzamientos de Mayo de la editorial Común sobrevivieron un mes más entre los más vendidos, al igual que el libro de Montt que De la Flor lanzó ese mes, Altavista (que salió en Abril), y dos de los grandes hitazos de 2013: el Vol.1+2 de Perramus y Lo que No Importa Está Acá, que sigue recibiendo el apoyo incondicional de la numerosa hinchada de Gustavo Sala.
Y la gran sorpresa fue el Vol.3 de Perramus, que salió tan cerca de fin de mes que ni siquiera lo ofrecí en mi catálogo de Junio, y aún así, en muy poquitos días, se prendió fuego y se quedó con el tercer lugar en el ranking. Para Julio va por todo, me parece, a pesar de ser un libro de más de $ 200.
¿Contra quiénes va a pelear la pole position? Y, hay libro nuevo de Alcatena y Mazzitelli, que siempre hacen fuerza; además se vienen el Vol.3 de Cybersix, el Vol.4 de Escuela de Monstruos, una antología coordinada por Santullo con dibujantes de la San Puta, dos antologías coordinadas por Oenlao, lo nuevo de Damián Connelly y Lauri Fernández... Por suerte siguen saliendo muchas novedades.
Julio va a ser un mes duro, porque vuelvo a tener stand en la Feria del Libro Infantil, como en 2010 y 2011, así que habrá que laburar mucho ahí, sin descuidar a las comiquerías, que son las que nos dan de morfar todo el año. Veremos qué sucede...

domingo, 29 de junio de 2014

29/ 06: THE END, OH WELL

Esta es una extraña antología temática publicada en EEUU y capitaneada por Luis Echavarría, un dibujante colombiano que vive en Brooklyn. Además de Echavarría, otros 18 autores de EEUU y Latinoamérica aportan breves historietas sobre un tema que da para todo: el fin del mundo.
Arrancamos con dos historias muy lindas. La primera, de Derek Land, tiene una sóla página, pero alcanza para lucirse. Y le sigue Unhapy Meal, de Ian McGinty, que está claramente entre las mejores del libro. Lo de Tait Howard es más raro que bueno, pero no se puede decir que esté mal. Jeremy Nguyen aborda el tema con mucho humor y con un dibujo muy sólido, muy profesional. Un nombre a tener en cuenta.
Karla Castañeda (autora de la majestuosa ilustración que ocupa las retiraciones de tapa y contratapa) aporta una historieta intensa, divertida por momentos zarpada, pero le falta un toquecito al dibujo, que derrapa un poco entre las influencias de Tony Sandoval y los mangakas más comerciales del shonen. Theo Ellsworth, quizás el más conocido de los yankis que participan de la antología, sorprende con unos dibujos impresionantes, despliega una imaginería y unas ideas alucinantes, pero lamentablemente no le pone huevo a la narrativa, se conforma con mostrar lo bien que dibuja y mechar esas imágenes con textos muy ingeniosos.
Mrz dibuja bien, pero no entendí qué trataba de contar en sus cinco páginas. Xin, en cambio, dibuja tan mal que ni me dieron ganas de leer su historieta. Por suerte ocupa una sóla página. Inés Estrada no dibuja mucho mejor, pero por lo menos se le ocurre una idea narrativa más o menos ganchera como para bancar dos paginitas. El propio Echevarría pela una de las mejores ideas del tomo y la desarrolla bien, con un dibujo no muy virtuoso, pero sí efectivo.
Otra colombiana, Power Paola, cuenta su visión del fin del mundo en cinco páginas sin textos. Los errores de anatomía y perspectiva se hacen groseros sólo en la última página (una splash), así que casi está bien. La de David Duncan está bien dibujada, pero me costó entenderla. También es muda y está jugada a un truco narrativo fomal difícil de descifrar. Por ahí a color se entendía mejor. El peruano Jesús Cossio también elige contar sin textos, y elige una secuencia chiquita, que parece parte de algo más grande. Ese fragmentito de historia no tiene mucha fuerza, pero la salva el dibujo.
El argento-chileno Jorge Quién tiene ocho páginas para desarrollar una historia basada en un relato de Ray Bradbury y las aprovecha a full. Esta debe ser una de sus mejores historietas publicadas hasta hoy. El problema llega cuando Quién elige narrar CON textos y puebla los diálogos (en inglés, obvio) con algunos errores ortográficos y gramaticales. Una pena que alguien más canchero con la lengua de Shakespeare no le haya pegado una revisada. Emi Gennis tiene una buena idea para trabajar en sus seis páginas, pero le juega en contra el dibujo, bastante por debajo de lo que requería la historia. Lo de Garrido Barroso, resuelto en una página estéticamente interesante, tampoco llega a ser una historia: se queda en una idea, que daba para más.
La mejor historieta del tomo la aporta otro colombiano (anotá, Pekerman), habitué de las antologías: Joni B ofrece una verdadera joya, con sanas influencias de Dave McKean y David Mazzucchelli en la faz gráfica. Casi sobre el final, Maya Edelman dibuja muy bien pero se mete solita en un kilombo narrativo del cual no sabe salir. Y en el cierre aparece Alejandra Mejías, con un guión divertido y un dibujo un poquito crudo aunque bien encauzado. Si estudia y se esfuerza, esa chica puede ser una buena historietista, en una línea tipo Byan Lee O´Malley.
Al final, el mundo no se terminó ni en 2012, ni en 2013, ni ayer cuando Brasil casi queda afuera del Mundial. Aún así este libro ofrece varias visiones interesantes acerca de ese evento que, tarde o temprano, va a suceder. ¡Ojalá nos encuentre leyendo historietas!

sábado, 28 de junio de 2014

28/ 06: UN VERANO INSOLENTE

Hora de reencontrarnos con la dupla integrada por el guionista francés Denis Lapiére y el dibujante español Rubén Pellejero, autores de la maravillosa El Vals del Gulag (reseñada el 27/01/12). Esta vez se trata de una obra un poco más extensa, que en Francia salió en dos tomos y en España, acertadamente, Astiberri la editó en uno sólo.
Así como la vez pasada Lapiére investigaba a fondo el tema de los campos de concentración y los “desaparecidos” durante el régimen stalinista en la ex-URSS, esta vez se mete de lleno en aquella primavera revolucionaria que se vivió en México a principios de los años ´20 y que atrajo a numerosos intelectuales, artistas y demás simpatizantes de las ideas de izquierda, siempre propensos a soñar con la utopía de un mundo más justo. Son los años de Diego Rivera, Frida Kahlo, David Siqueiros y gente que llegaba de otros países, como la fotógrafa californiana Tina Modotti y su maestro (y amante) Edward Weston. La novela se estructura en torno a los vínculos entre estos personajes, a sus romances, sus ilusiones, sus decepciones, qué pensaban, cómo vivían, cómo se relacionaban con el poder, qué hacían para morfar, en esos años en los que la revolución parecía inminente.
La data está perfectamente dosificada, los diálogos suenan muy reales, las situaciones que tuvieron lugar en la vida real están muy bien reproducidas y la línea que baja Lapiére es la correcta, de punta a punta de la obra. ¿En qué falla? Bah, no sé si falla... ¿Qué no me convence? Que el guionista quiere y a la vez no quiere ofrecernos un comic documental centrado en las vidas de Tina Modotti y Edward Weston en México. Obviamente el francés investigó esas idas y vueltas hasta el más mínimo detalle, pero por otro lado, le juega muchas fichas al artificio de introducir en la historia a un personaje 100% ficticio, Théo, el escritor gay que llega de Francia, al que le otorga la responsabilidad de narrar estas anécdotas que lo tienen como personaje secundario.
Yo entiendo que existe una biografía de Tina Modotti hecha en historieta (por el maestro español Angel De la Calle), y quizás no daba para hacer otra. El problema es que esta se queda a mitad de camino, un poco porque, en el contexto general, sobran las escenas ambientadas en 1942, en las que Théo, ya veterano, rememora los sucesos transcurridos 20 años atrás. No está bueno el remate final, a veces las interrupciones del relato se ven forzadas, no aportan nada los personajes que Lapiére crea para que escuchen las anécdotas de Théo... pareciera que todo eso sobra, estorba, distrae de lo central, que es lo que le pasa a Tina y a Edward. Por ahí todo funcionaría mejor si nos limitáramos a visitar a los protagonistas reales en los años ´20, aún cuando esto significara sujetarnos demasiado a hechos reales, a los que muchas veces les falta esa intensidad, esa curva dramática que se supone que tiene que tener una historia para engancharnos.
El dibujo de Pellejero es excelente, con su línea más gruesa, más jugada al claroscuro, combinada con el talento para la composición, la plasticidad y la atención por el detalle en los lenguajes gestuales que ya estaban presentes en sus obras más conocidas de los ´80 y ´90 (Dieter Lumpen, El Silencio de Malka, etc.). El tratamiento del color aporta muchísimo a los climas de la historia, además de mostrarnos (como en El Vals del Gulag) distintos recursos para las distintas escenas. Y lo más notable es algo que también me remitió a Dieter Lumpen, que es la espectacular recreación de escenarios, vestuario y vehículos de los años ´20, en un terreno que a Pellejero le queda geográfica y cronológicamente lejos, pero en el que se mueve con pasmosa suficiencia.
Si alguna vez te interesó esa movida político-cultural que tuvo por escenario al México de los años ´20, esta historia te va a aportar muchísima información acerca del backstage, de lo que le pasaba puertas adentro a los artistas, intelectuales y políticos que jugaron a soñar una revolución socialista en las tierras de Pancho Villa. El guión no es tan perfecto como el de El Vals del Gulag, pero el interés no decae a lo largo de las casi 110 páginas que dura la novela, y el dibujo de Pellejero brilla incluso en las secuencias que aportan poco a la trama.

viernes, 27 de junio de 2014

27/ 06: LEGION OF SUPER-HEROES Vol.3

Tarde pero seguro, conseguí el tomo que me faltaba para completar esta colección que me había quedado trunca allá por el 17/04/13.
Después del final cataclísmico del tomo anterior, lógicamente para este se imponía una escala menor, con conflictos más chiquitos, con menos cosas en juego. Mark Waid se ajusta perfectamente a este cambio de ritmo. Los primeros dos episodios son básicamente un epílogo de la saga anterior, en la que se exploran algunas consecuencias y repercusiones de lo que sucedió en el Vol.2. Y después tenemos tres episodios con mínima machaca, centrados en la llegada al Siglo XXXI de Supergirl, quien rápidamente se unirá al grupo protagónico. A través de estas páginas avanzan, lentamente y por atrás de la trama central, puntitas de argumentos que Waid siembra para cosechar en episodios futuros. Y por supuesto, queda mucho espacio para trabajar más a fondo la caracterización de todos estos personajes y explicar mejor cómo funciona este Siglo XXXI que (nos enteraremos más adelante) no pertenece al mismo universo que la mayoría de los superhéroes de DC.
Lo mejor llega al final del libro, con un unitario centrado en Chamaleon Boy en tono de enigma policial, con la escena de un crimen en una habitación cerrada (tópico clásico de este género), investigación, deducción y un villano sorpresa que re-daba para convertirse en enemigo recurrente de la Legión. Mucha inteligencia y mucha originalidad para tan pocas páginas. Y a modo de epílogo, este libro trae páginas originalmente aparecidas en varios números anteriores de la revista, en la que los propios legionarios responden las cartas de los lectores (es decir, los fans que compraban la revista en el mundo real) en forma de historieta. Un truco muy ingenioso de Waid para darle onda a las respuestas, que contó con la complicidad de su co-equiper Barry Kitson y de algunos dibujantes invitados, entre los que se destaca Amanda Conner. Por supuesto, son meta-historietas, en las que los personajes rompen la cuarta pared para hablarle a los lectores, explicar puntos oscuros de los guiones, exigirle al propio Waid que rectifique algún error, discutir acerca de la continuidad y contar cómo es el proceso de colaboración entre Waid y Kitson, obviamente en son de joda, con muchos chistes y mucha cancha.
El ya mencionado Barry Kitson no dibuja todos los números, pero reafirma su condición de dibujante titular de esta serie con un buen número de páginas y con esa notable (porque se nota mucho) sintonía con Mark Waid, compañero de muchas batallas. Acá se nota el esfuerzo por parte de Kitson por corregir las falencias que veíamos la vez pasada: se esmera tanto en las expresiones faciales que por momentos parece un imitador de Kevin Maguire. También se nota que alguien le explicó que Supergirl está ahí para levantar no sólo las ventas, sino también las “carpas” de los lectores y Kitson se mata para que su Kara sea tan sexy como la que aparecía en su propia revista. El resto, todo impecable, como siempre, con la gran solvencia narrativa típica del inglés y con su talento para componer viñetas muy complejas, con muchísimos personajes, fondos, multitudes, tecnología del futuro, etc.
Lamentablemente, el libro no especifica qué páginas de las que no dibuja Kitson son obra de cada uno de los suplentes, pero yo supongo que casi todas son de Adam De Kraker o de Ken Lashley y ninguno de los dos me convence. Ya destacamos a Amanda Conner por su aporte a las páginas en que los legionarios contestan las cartas de los lectores... y no hay mucho más para decir sobre la faz gráfica de este TPB.
Cierro acá, entonces, mi paseo por este Siglo XXXI en el que Mark Waid y Barry Kitson se jugaron a rebootear EN SERIO a la Legion, y a meterle un montón de conceptos tan atractivos como difíciles de bancar en el largo plazo. Será por eso que antes de llegar al número 40 la serie ya había cambiado de autores y de dirección, y que luego sería explicada como perteneciente a un universo paralelo, despegado del DCU titular. A partir de 2009, el foco se desplazaría hacia OTRA Legion, mucho más en sintonía con la clásica, la de la continuidad pre-Crisis, y esta sería prácticamente barrida abajo de la alfombra. Por suerte, más allá de los manoseos editoriales, quedan seis libros muy disfrutables, hoy y dentro de mil años.

jueves, 26 de junio de 2014

26/ 06: TODO CLEMENTE Vol.13-16

Ultima tanda de estos libritos de Clemente editados el año pasado por Clarín. Es un material que yo desconocía por completo y en el que me encuentro –por suerte- con unos cuantos chistes (y “sagas” de chistes) que trascienden la coyuntura, que se disfrutan de modo atemporal e incluso algunos que le permiten a Caloi hacer gala de su apabullante virtuosismo gráfico.
El primer tomito arranca con un arco de Clemente con el Psicoanalista, muy basado en el “humor radial”, en juegos de palabras que no requieren del dibujo para ser graciosos. Recién cuando el Psicoanalista empieza a analizar a las hinchadas (y queda cara a cara con el hincha de Camerún) la cosa levanta un poquito. Después viene un arco en el que Caloi aborda el tema de la religión de modo bastante efectivo. El Mundial ´98 nos lleva a Francia, donde aparece otro personaje que debutó (creo) en los cortos para la tele: Yac Custó. Acá tenemos chistes futboleros y, cuando Argentina queda afuera, empalmamos con chistes acerca de la vida subacuática, muy ingeniosos. Y finalmente, una de esas ideas locas y brillantes de Caloi: para combatir a la globalización, Clemente se hace cuadrado. Acá reaparece el mundo de la síntesis, un clásico de los primeros años, y la tira encuentra la manera de hablar de política de un modo poco obvio, muy interesante.
En el tomito con tiras de 2000-02 se incorpora el color. La primera “saga” vuelve a hacer énfasis en la brecha generacional, con Clemente y Jacinto satirizando al mundo del rock, desde los nombres de las bandas hasta los shows en vivo. El color me resultó muy estridente, algo que se corregirá en los tomos futuros. De pronto, Caloi retoma el tema de la Mulatita, olvidada hacía años. Ya no le dicen Clementina, y vuelven a suceder con ella cosas que habían sucedido 20 años atrás. Igual tiene muy buenos chistes, muchos de ellos de “humor radial”. Y terminamos con una larga sucesión de chistes políticos, centrados en la coyuntura de la segunda mitad de 2001, cuando Clemente se convierte en la cara del “voto bronca” que gana las elecciones legislativas previas al derrumbe del gobierno de la Alianza. Acá también hay buenas ideas gráficas, además de los juegos de palabras.
El Vol.15 abre con más chistes de coyuntura, con EEUU en Irak, Menem y Kirchner en el frustrado ballotage, etc. Después viene un arco muy gracioso en el que el co-protagonista es... un teléfono. Y para el final, un extenso arco con el Nono, un Clemente viejito que habla en cocoliche y mantiene diálogos muy graciosos con Jacinto. Para las últimas tiras (con el Clementosaurio) ya el color es mucho más tranqui, más lindo.
Ya en pleno gobierno de Néstor, el Vol.16 arranca con un montón de páginas de chistes futboleros, con mucho juego de palabras y alguna que otra buena idea visual. La economía y la crisis del campo se ven reflejadas en la saguita del perro verde, completamente inescrutable fuera de su contexto original. Y cerramos con una serie de chistes centrados en el sexo, con la Mulatona en el centro de la escena y un lenguaje bastante subido de tono, sobre todo si lo comparamos con las tiras de los ´70 y ´80.
Así llegamos a 2009. Faltarían los últimos tres años y monedas de la tira, que deben estar resumidos en el tomito que me falta. La verdad es que el balance es positivo. A pesar de que gradualmente la coyuntura (en una de esas, la urgencia de las cosas que nos pasaron a los argentinos del ´73 para acá) le fue ganando terreno a ese surrealismo atorrante, poético y genial de los primeros años, Caloi supo mechar tiras en las que Clemente y su mundo brillaron por sobre el comentario mordaz sobre las noticias del diario (el famoso “¿vio que tal cosa...?”). Más basado en los prodigios gráficos y plásticos de Caloi, o más jugado a los malabares verbales, a la tira nunca le faltó humor; y fue un humor original, cercano a la gente, que rara vez apeló al mínimo denominador común.
No sé cuántos años faltan para que la gente que leyó a Clemente todos los días en la contratapa de Clarín durante 39 años se olvide de ese compinche, de ese amigo que le abría las puertas a la sonrisa, al delirio, e incluso a una bajada de línea rebelde en las épocas en las que eso era peligroso. Y no dudo que debe ser dificilísimo reemplazar a Clemente... pero la porquería inmunda que hoy ocupa su lugar no es en absoluto digna de ocupar ese espacio, ni siquiera en el contexto paupérrimo que exhibe hoy la contratapa del house organ de la Corpo.

miércoles, 25 de junio de 2014

25/ 06: THE BEST OF MILLIGAN & McCARTHY

Otro libro brutal, de más de 250 páginas, imposible de bajar en un sólo día. Esta fastuosa edición reúne todas las obras de una de las duplas más increíbles de la historia del comic: los británicos Peter Milligan y Brendan McCarthy, quienes entre 1978 y 1991 redefinieron el concepto de vanguardia, de delirio, de experimentación.
La única cagada es que de algunas obras hay sólo fragmentos, no están completas. Eso duele particularmente en Sooner or Later, una serie que salía en las contratapas de la 2000 A.D. y que debe ser muy difícil de tener completa, porque se publicaba de a una página por semana allá por 1986. Pero hay varias obras completas, unitarios perdidos en antologías imposibles, proyectos que quedaron truncos, textos, bocetos, ilustraciones, un montón de material que nos permite ver la evolución de estos dos genios y cómo –transitando siempre a contramano de las modas- le cambiaron la cara al comic de los ´80, de ambos lados del Atlántico.
Porque además, Milligan y McCarthy fueron pioneros en las invasiones inglesas a EEUU. En 1982, cuando nadie de este lado del mundo conocía a Alan Moore, ellos ya estaban publicando en editoriales yankis, con material MUY arriesgado, muy alejado de la chatura general del mainstream americano. Para el ´85 ya tenían su propia antología, Strange Days, donde aparecieron Paradax (una afiladísima sátira al género de los superhéroes) y Freakwave, una epopeya post-holocausto que empezó para el lado de Mad Max y terminó para el lado del Philippe Druillet más demencial. La primera etapa de Freakwave es la otra serie que, lamentablemente, no se republica en su totalidad.
El libro también trae la primera colaboración de la dupla, The Electric Hoax, las historias cortas que realizaron para aquel comic-book de Paradax que editó Vortex en Canadá, la segunda etapa de Freakwave (mucho más delirante y compleja que la primera), The Hollow Circus (un unitario extrañísimo), Summer of Love (una historieta que salía semanalmente en un diario, valioso intento de comedia romántica con elementos fantásticos, tempranamente abortada cuando el diario se fue al descenso), algunas páginas de aquel número de Shade The Changing Man que marcó la última colaboración de la dupla, y lo más importante: las dos mejores obras de la dupla, completas. Skin y Rogan Gosh, piezas fundamentales de este rompecabezas (nada fáciles de conseguir durante años), reaparecen ahora en este recopilatorio.
Skin es casi un mundo aparte. Es la única historieta sin elementos fantásticos, en la que el guión tiene un rigor absoluto, ceñido a una estructura dramática clásica, aunque en una temática poco convencional. Y con un dibujo que se va al carajo gracias al color incorporado con pasteles por la gran Carol Swain y gracias a la decisión de McCarthy de no dibujarle recuadros a las viñetas. Y el resto, ¿por qué parece que estamos leyendo una cosa rara, surrealista, difícil de penetrar, con textos y dibujos que muchas veces no terminan de ensamblarse? El propio Milligan explica que ellos no intentaban reproducir los mecanismos del relato cinematográfico, sino más bien los de las canciones, las estructuras musicales, que les permitían evocar distintos climas y sensaciones, y darle un ritmo distinto a la interacción entre imágenes y textos.
Rogan Gosh debe ser el momento en el que el dibujo de McCarthy alcanza su pico más perfecto. Página tras página, el maestro corre los límites de lo que se puede (o no) hacer en una historieta. El guión, por su parte, es complejísimo, podría dedicarle tres reseñas sólo a tratar de explicarlo de modo superficial. Digamos que Milligan combina varios niveles de realidad, en el que se mezclan Rudyard Kipling pasado de opio, la cocina, la cosmogonía y las injusticias sociales de la India, un meta-comic con una especie de superhéroe, y conceptos muy locos acerca de la reencarnación, la sexualidad, el amor y el karma. Esto hay que verlo para creerlo, y dedicarle varias lecturas para descifrarlo.
Es muy injusto dedicarle a un libro que ofrece varias obras completas el mismo espacio que a libritos con 45 páginas de una sóla historieta, pero bueno, es lo que hay. Pido las disculpas correspondientes y recomiendo fervientemente la adquisición de este maravilloso masacote que estalla con la creatividad, la imaginación y las ganas de romper con todo que tenían en los ´80 estos dos monstruos llamados Peter Milligan y Brendan McCarthy.

martes, 24 de junio de 2014

24/ 06: LA SONRISA DEL VAMPIRO

Este mega-broli de más de 500 páginas reúne las dos obras de Suehiro Maruo conocidas como La Sonrisa del Vampiro. La primera es de 2000 y la segunda (subtitulada “Paraíso”) de 2004. Sin duda se trata de los trabajos responsables del súbito crecimiento en la popularidad del maestro del ero-guro.
La primera parte, que se extiende a lo largo de 230 páginas, es brillante. De verdad, no hay nada para objetar. Los personajes están magníficamente delineados, la trama es compleja e hipnótica, los sacudones violentos funcionan, el clima es tremendamente cautivante y perturbador... Es un comic tan original, tejido con una cancha y con una solvencia, que aunque no te interese en lo más mínimo el tema de los vampiros, te va a atrapar.
El problema empieza en la segunda parte, una secuela innecesaria, que le resta impacto a la primera parte. Esta vez, a Maruo le sale todo mal. Suma muchos personajes y presenta bien a muy pocos; como ya no es novedad el tema de los vampiros que matan gente, agrega misterios sin pies ni cabeza, que nunca termina de explicar. Además le sube los decibeles al erotismo (que siempre está, pero en el segundo tramo parece más forzado, menos lógico), incorpora unas cuantas secuencias oníricas que muchas veces suman sólo confusión, y por supuesto, más violencia, más truculencia. No me quiero poner a discutir una por una todas las decisiones que toma Maruo y que yo no comparto. Posta, lo único que conserva esta segunda parte de todo lo bueno que tuvo la primera son los dos personajes centrales (Runa y Mori) ahora en roles menos protagónicos, y el clima siniestro, ominoso, sombrío, ese al que Maruo sabe como nadie disfrazar de sofisticación, sensualidad y elegancia.
Y si bien el resultado de esta segunda parte decepciona bastante (sobre todo porque al editarlas en un mismo tomo, es inevitable la comparación con la primera), la lectura arroja un balance positivo. En parte porque las primeras 230 páginas son alucinantes y en parte porque a lo largo de todo el tomo tenemos al sensei Maruo dibujando en un nivel superlativo. Fiel a su estilo preciosista, cercano al de André Juillard, el autor se vuelve a zarpar como en sus mejores trabajos, con rostros sumamente expresivos, un gran equilibrio entre blancos, negros y grises, esos detalles apabullantes en los decorados, en la ropa y en los paisajes... Todo lo que ya le vimos hacer bien a Maruo, acá está perfecto. Incluso el gore, los insectos, los garches sucios, manchados de sangre y violencia. Toda esa atmósfera bizarra, corrupta y por momentos casi surreal que uno asocia con Maruo, acá brilla en todo su esplendor.
Y no mucho más. La Sonrisa del Vampiro hoy en día es un clásico y se ganó ese rótulo con sus propios méritos. Si estás buscando por dónde entrarle al universo de Suehiro Maruo, esta es la historieta ideal. Y ya sé que está descatalogado, pero si encontrás el libro que trae sólo la primera parte, comprate ese y obviá la secuela. Si, como yo, te avivaste tarde y sos demasiado fan de Maruo como para resistirte a este mega-hardcover, entrale nomás, que el dibujo del ídolo justifica cada peso que pagues por él (por el hardcover, no por el ídolo).

lunes, 23 de junio de 2014

23/ 06: ULTIMATE COMICS THOR

Este libro recopila una miniserie de 2010 protagonizada por el Thor de los Ultimates, e intersecta sobre el final con aquella recordada miniserie de Mark Millar y Bryan Hitch. Bah, recordada por algunos. Yo la leí en su momento y no me acuerdo nada. Me acuerdo que el dibujo me pareció espectacular y el guión... más o menos. Acá, la idea de Jonathan Hickman y Carlos Pacheco es darle un background, un mayor espesor dramático a ese personaje que nos mostrara Millar en The Ultimates. Y lo logran a medias.
¿Por qué no cerré este libro entre aplausos y ovaciones? Porque lo firman Hickman y Pacheco y yo de esos dos monstruos espero mucho más. El dibujo del ídolo español pareciera esforzarse por ocultar su identidad, los rasgos estilísticos que distinguen a Pacheco de los otros 500 tipos que manejan correctamente el dibujo de superhéroes. Visto de lejos, parece un clon mediocre de Bryan Hitch. Cuando lo mirás de cerca, aparecen la fuerza, la salvajada, ese dinamismo que Pacheco le sabe imprimir a sus páginas. Las composiciones virtuosas, las angulaciones originales, la solvencia en las poses y las expresiones faciales, incluso en las difíciles. Bien mirado, este es un gran laburo de Pacheco, pero por algún motivo indescifrable (que tal vez tenga que ver con la mano de tres entintadores distintos), el talento del gaditano está oculto bajo un maquillaje que lo hace parecer (en la superficie) un dibujante del montón.
El guión está dividido en tres épocas: una muy remota, en la que los asgardianos vencen definitivamente a los gigantes de hielo; la Segunda Guerra Mundial, en la que el Barón Zemo descubre la forma de invadir Asgard y generar un ragnarok; y la época actual, en realidad los días previos a la aparición de Thor en la primera saga de The Ultimates, cuando este personaje inescrutable, de memorias borrosas, afirma ser un verdadero dios ante la mirada atónita del Dr. Braddock y su hijo Brian.
El tramo en el que Thor, Loki y Balder machacan a los gigantes es predecible, pero muy disfrutable. El tramo en el que los nazis de Zemo forjan la alianza con los gigantes de Jotunheim para invadir Asgard es un delirio sin pies ni cabeza, seguramente producto del consumo de drogas duras mezcladas con pintura para paredes, líquido limpiamuebles y varios potes de Activia vencidos. El ragnarok también es predecible pero intenso, con muy lindos momentos como cuando a Loki... no te quiero contar lo que le pasa a Loki.
Y lo mejor, lejos, es lo que sucede en la actualidad: los diálogos entre Thor y el Dr. Braddock, las intervenciones de Brian y sobre todo ese giro impredecible y a la vez notable en el que Hickman fusiona al personaje de Don Blake con... no, tampoco te lo puedo contar porque te cago una sorpresa grossa. Después, sobre el final, afloja un poco. Las escenas con Nick Fury me resultaron blanditas y las últimas ocho páginas están ahí simplemente para dejarte en claro que esto empalma con lo que ya leímos en The Ultimates.
Si te ceba mucho la versión Ultimate de los Avengers, es muy probable que quieras tener este libro en tu biblioteca, porque funciona como complemento de esa serie y tira puntas que –sospecho- el propio Hickman retomará en su etapa al frente de The Ultimates. Si sos fan del Thor clásico, la verdad que no te recomiendo esto, porque todo lo que pasa acá o bien ya pasó mejor en el Universo Marvel Posta, o está puesto para des-bizarrear, para explicar la presencia de un dios nórdico en el mundo actual de un modo más digerible para los lectores actuales. Y si sos fan de Carlos Pacheco o de Jonathan Hickman, sin demasiado esfuerzo vas a encontrar obras mejores de estos dos maestros, que acá –sin verdulear ni tirarse a chantas- no brillan ni por casualidad como en otros trabajos, dentro y fuera de Marvel.

domingo, 22 de junio de 2014

22/ 06: LOLA

Este es un libro que –a priori- parece tener pocas chances de seducir a los comiqueros. Se trata de una recopilación de material originalmente aparecido en la revista Oh La Lá, básicamente son chistes de una sola viñeta (aunque hay algunas ideas resueltas a través de secuencias), y todo lleva la firma de Alejandra Lunik, una prestigiosa diseñadora e ilustradora con poca trayectoria en el mundo de la historieta.
¿Te ves leyendo chistes sobre el ciclo menstrual, las hormonas femeninas, la celulitis, las dietas, las relaciones de pareja, la moda y la depilación? A mí, la verdad que los temas no me despiertan mucho interés. Pero tengo memoria, y me acuerdo cómo me cagué de risa cuando Maitena se dedicó a abordar todos estos tópicos desde su mirada irónica y transgresora y su agudo sentido de la observación. Así que me interné en el libro buscando nuevas variantes en esa línea y por suerte las encontré. Lunik comparte con Maitena esa agudeza implacable en la observación de los detalles en la ropa, los peinados, las posturas, los gestos. Y sin jugar tanto a la transgresión, también se zarpa con pequeñas cosas que te dejan pensando “¿cómo carajo se publican estas cosas en una revista que parece (sin ver más que las portadas en los kioscos) tan careta y tan anodina como la Oh La Lá?”. De alguna manera, Lunik encuentra espacio para limar, para meter delirios, fantasías, reflexiones, alguna que otra referencia nerd y obviamente, muchos chistes, muchos de ellos sumamente impredecibles.
Y lo más importante, lo que realmente desequilibra, termina por ser el dibujo. Acá es donde Lunik representa un salto cualitativo grosso, por sobre cualquier otra exponente de eso a lo que podríamos llamar “humor femenino”. Lunik es una dibujante versátil, elegante, con un concepto brillante del espacio y el diseño, capaz de arriesgar en enfoques, en la forma de trabajar el color, infalible en las expresiones de cuerpos y rostros. Imaginate una cruza entre Maitena, Lucas Varela y lo mejor de la línea clara posmoderna y ahí vas a arrimar a las sensaciones que transmite el dibujo de Lunik. En algunas páginas, vemos apenas unas viñetitas muy simples, dibujitos mínimos en blanco y negro, en los que Lunik se desliga de la responsabilidad de contar algo con el dibujo y simplemente juega. Mete homenajes a George Herriman y a Charles Schulz y muestra mucho más que en los trabajos a color la fuerte influencia de Max, de Joost Swarte y en menor medida de Dupuy y Berberian. O sea que estamos frente a una dibujante exquisita, de un talento que uno no sospecha siquiera que puede existir en los confines de un medio a priori tan poco atractivo como la revista Oh La Lá.
El sentido fundamental de Lola, el gancho que la hace irresisitible, es sin duda el nivel del dibujo de Alejandra Lunik, a la que YA quiero ver involucrarse en relatos más extensos, más ambiciosos, quizás con la misma Lola como protagonista, quizás sin salir de este “universo femenino” que tan bien maneja, pero sí con el desafío de plantear y bancar secuencias a lo largo de varias páginas. El touch and go, la idea que nace se desarrolla y se remata en una, dos, o a lo sumo cuatro viñetas, le sale muy bien. Es hora de ir por más, porque en el dibujo se intuye el conocimiento, la sapiencia, los recursos para encarar obras más jugadas, más profundas.

sábado, 21 de junio de 2014

21/ 06: THIEF OF THIEVES Vol.2

Segundo tomo de esta serie que me sorprendió muy favorablemente allá por el 01/12/13. Recomiendo releer esa reseña, así me ahorro de repetir unas cuantas cosas.
En el dibujo, por ejemplo, hay poco para agregar a lo ya dicho. Quizás la feliz novedad de que la hegemonía de las viñetas widescreen se siente un poquito menos. No mucho más.
En el guión hay un cambio importante y es que esta vez Robert Kirkman le pasa la responsabilidad de desarrollar la historia, armar las escenas puntuales y escribir los diálogos a James Asmus, un guionista que pasó por varios comics de Marvel sin cosechar ningún suceso. Básicamente, la llegada de Asmus cambia poco a Thief of Thieves. El tono es el mismo, la forma en que la historia se va tensando es la misma, una vez más están muy bien dosificadas las revelaciones impactantes, bien mechados los flashbacks y bien explorado el potencial de estos personajes.
En ese sentido, Kirkman y Asmus se esfuerzan por dejarnos en claro que acá no hay buenos. Los protagonistas, que son Conrad Paulson y su hijo Augustus, son definitivamente jodidos. Con más códigos, con menos códigos, más cancheros, más inexpertos, más fríos, más desesperados, pero nunca catalogables como “buenos tipos” ni mucho menos como “héroes”. Si Conrad arriesga más de la cuenta es porque, en el fondo, no puede ir contra el amor por su hijo y siente la obligación de ayudarlo. Y a la vez la compulsión de demostrarle a Augustus quién es el que la tiene más clara y quién el boludo que se manda una cagada atrás de otra. Como suele suceder en el comic yanki, para que el lector digiera más fácil el hecho de que los protagonistas no son buenos, el guión los enfrenta a unos hijos de puta infinitamente malos, de modo que –hagan lo que hagan Conrad y Augustus- uno no duda nunca por quién tiene que hinchar.
De nuevo con poca acción, con mucha atención por los climas y un gran oído para los diálogos, este tomo de Thief of Thieves mantiene el muy buen nivel del Vol.1. La intriga está intacta, la runfla está espesa y por ahí lo único que se resiente un poquito es el desarrollo de las dos minitas con mucho peso en el primer tomo, Celia y la agente Cohen, obviamente en detrimento del rol muy protagónico que asume Augustus, que en el Vol.1 aparecía recién sobre el final. En el último tramo de este tomo se da una casualidad medio imposible (perdón por no explicarla, pero no la quiero spoilear), pero la verdad es que está bien justificada y además es exactamente lo que uno quería que sucediera. Así que la banco.
Vuelvo a recomendar Thief of Thieves, a los fans de la historieta distinta, realista y/o urbana, a los fans de Shawn Martinbrough (que se dibuja la vida, en ese estilo un toque más “careta” que el que tenía hace 10 años), y por supuesto a la gran masa del pueblo que se supo conquistar el gordo Kirkman con sus trabajos más pochocleros, como Invincible y The Walking Dead. Yo sigo sin leer ninguno de los dos, pero –aún desde la ignorancia- sospecho que Thief of Thieves les gana por choreo.

viernes, 20 de junio de 2014

20/ 06: SPIROU PAR Y. CHALAND

Esta es una rareza, una bizarreada, una notita al pie en la historia del comic. Y también una historieta que esperé 30 años para leer. Se trata de la aventura de Spirou y Fantasio que el genial Yves Chaland empezó a serializar en las páginas del semanario Spirou en 1982, y que fue cancelada luego de apenas 22 entregas, de dos tiras cada una.
Por supuesto, la aventura quedó inconclusa. Es más, terminó cuando recién empezaba, cuando los protagonistas recién tenían una mínima sospecha de cómo venía la mano y a qué se estaban por enfrentar. O sea que es muy difícil opinar acerca del argumento. Acá vemos el arranque, el embrión de la trama, como siempre condimentado con muy buenos diálogos (una especialidad del malogrado prócer del “estilo atómico”), pero condenado a quedar ahí, en el arranque, en la promesa de algo grosso que finalmente nunca sucedió.
Este libro (una de las tantas rarezas editadas en 2013 para festejar los 75 años de Spirou) publica por primera vez las tiras en blanco y negro, de a una por página. O sea que Coeurs d´Acier, la aventura que quedó trunca, ocupa apenas 44 páginas, muchas de ellas con sólo dos o tres viñetas. Suena a choreo, porque el libro tiene más de 100 páginas. Lo bueno es que en las páginas restantes hay muchos dibujos de Chaland: bocetos, ilustraciones, portadas, todo lo que alguna vez dibujó relacionado con Spirou. Y además un texto completísimo a cargo de José-Louis Bocquet (uno de los guionistas de Las Aventuras de Hergé, reseñado el 16/05/12), que repasa toda la trayectoria de Chaland y explica minuciosamente por qué no prosperó este proyecto ni el siguiente, porque años más tarde Chaland estuvo –una vez más- cerca de hacerse cargo de un personaje al que amó durante toda su (muy breve) vida. Así que si sos un enfermito de Chaland (como yo), y querés tener todas las obras del ídolo (que tampoco son tantas) este libro no sólo sirve para sacarte la leche de tener estas tiras (que se habían republicado una sóla vez, en 1990, en una edición tan lujosa como escasa), sino también para aprender un montón sobre la vida de Chaland y sobre la interna que se vivía en la revista Spirou allá por 1982-87.
El dibujo del astro francés se disfruta muchísimo en blanco y negro (y grises). Chaland elige para Fantasio un diseño muy parecido al de Rob-Vel y Jijé, los dos primeros autores que tuvo esta longeva serie. Cuando dibuja a Spirou, en cambio, se ciñe más al diseño de André Franquin, el más grande, el tipo con quien inmediatamente identificamos a Spirou. Y en el medio, fondos, vehículos, personajes secundarios y hasta la ardillita Spip tienen la marca inconfundible de Chaland, y podrían transplantarse sin ningún problema a cualquier aventura de Freddy Lombard. La narrativa también es 100% Chaland, pero el Chaland de 1982, antes de bajar un par de cambios, antes de su tránsito hacia esa narrativa más pausada (si se quiere, más madura) que se aprecia en sus últimos trabajos. Esto combina tradición y vanguardia de una manera totalmente asombrosa, en viñetas que desbordan de pasión, ganas y talento.
Repaso este libro y vuelvo a putear (por enésima vez) a ese día de 1990 en el que Chaland, con sólo 33 años, perdía la vida en un accidente automovilístico. Era tanto, pero tanto lo que este genio tenía por delante, tantas historias, tantas maravillas gráficas que faltaban brotar de su pincel... Y encima no llegó a ver el Siglo XXI, cuando la editorial Dupuis no sólo empezó a permitir, sino a estimular que varios creadores generaran historias de Spirou 100% personales, no canónicas, en las que tienen total libertad para hacer lo que se les cante. Me gustaría decir que Chaland fue el pionero, el que inventó esto de las aventuras de Spirou por afuera del canon y con control autoral. Pero la verdad es que no, que la inconclusa Coeurs d´Acier fue apenas uno de los golpes al vacío que pegó la editorial Dupuis en esos años en los que no tenía la más puta idea de qué hacer con el glorioso botones, que hoy –grandes artistas de por medio- sigue vigente como un ícono del buen comic franco-belga.
Por ahora, no veo muy factible que este hermoso libro se edite en nuestro idioma, pero como son varias las obras de Chaland que nunca se tradujeron al castellano, doy por sentado que si sos fan a muerte de este autor, ya te resignaste a leerlo en francés.

jueves, 19 de junio de 2014

19/ 06: SMAX

Este es un spin-off de la maravillosa Top Ten, protagonizado por dos de los miembros más destacados del amplio elenco de esa serie: Smax y Toybox. ¿Se puede leer sin haber leído Top Ten? Más o menos. Yo no me acuerdo un choto de Top Ten: la leí en revistitas hace 15 años y hace poco me conseguí los TPBs, así que quizás este año la releo. Y sin acordarme casi nada, entendí casi todo. Lo único que no se entiende es cómo Smax y Toybox se hacen amigos, siendo tan distintos. El resto, me parece que va para adelante.
Básicamente lo que hace Alan Moore en esta historia es jugar con los tópicos de un género en el que no había incursionado antes: la fantasía épica. Todo transcurre en un mundo paralelo poblado de duendes, elfos, enanos, ogros, hechiceros y dragones, algo nuevo para el Mago de Northampton. Por supuesto, fiel al espíritu de Top Ten, no se termina de tomar en serio las convenciones del género en el que incursiona. Buena parte de la novela es claramente en joda, es Moore cagándose de risa de los tópicos de Conan, Lord of the Rings, la saga del Rey Arturo, etc. No al nivel de joda de Shrek, pero casi. El argumento es livianito, nada del otro mundo (aunque de hecho transcurre en otro mundo) y lo más gracioso es que avanza a pesar del protagonista. Parte de la gracia tiene que ver con los conflictos internos de Smax, que no quiere cumplir el rol obvio y predecible del héroe que mata al dragón y soluciona todos los problemas, así, de un espadazo. Moore apuesta a un Smax taciturno, que se cuestiona todo, incluso su pertenencia o no a este mundo fantástico que lo vio nacer. Y en el núcleo de las dudas y las angustias del grandote de piel azul está el sexo: la tradición de su pueblo ve con buenos ojos que el guerrero se voltee a su hermana Rexa (también grandota, pulentosa y de piel azul) mientras que Smax, que lleva varios años viviendo entre humanos, empieza a pensar que coger con su hermana no está tan bien.
Pero el amor es más fuerte y al final, el Mago se las ingenia para que todos estemos a la expectativa, hinchando para que Smax y Rexa se den murra. Pareciera que todo lo que pasa en la novela, pasa para que el garche incestuoso nos parezca normal, lindo, deseable. En el medio, Toybox también va a tener un escarceo sexual con un elfo, y va a ser ella quien diseñe el plan para derrotar al villano, en un final al estilo John Broome o Gardner Fox.
Con todo esto, con chistes muy graciosos (los duendes sadomasoquistas, la espada que canta temas de ABBA!) y muchos guiños a este tipo de epopeyas, se arma un paquete entretenido, eficaz, aunque claro, no alcanza ni a palos para poner a Smax entre las mejores obras de Alan Moore. Esto es un divertimento, una aventura con toques satíricos que profundiza un toque en un par de personajes y no mucho más.
El dibujo de Zander Cannon, sin ser malo, no está pensado para impactar, ni para funcionar como gancho y traer fans que de otro modo no se acercarían a la obra. Lo mejor que tiene es el manejo de la narrativa, algo que a veces el propio Moore le marca a sus dibujantes. En sus mejores viñetas, Cannon me hizo acordar a Jeff Smith. Se ve que lo mismo pensó Richard Friend, el entintador al que le tiraron un puñado de páginas del último episodio, que son las más lindas, las que mejor recrean la onda del trazo de Smith. El resto, entintado por Andrew Currie, tiene momentos mejores y peores, pero no llega ni cerca del nivel que vimos en otros títulos de la línea ABC.
Si lo que más te cebaba de Top Ten era Neópolis, te cuento que acá casi no aparece. Habrá en total... 10 páginas ambientadas en la ciudad de los super-seres y todo el resto en el mundo de los duendes y los elfos. Ahora si lo que te fascinó de esa serie era el tono, o la chapa de personajes como Toybox o Smax, quedate tranqui que acá el Mago recrea perfectamente esa onda, a pesar de cambiar brutalmente de género y dejar de lado tanto a los superhéroes como a los procedimientos policiales.

miércoles, 18 de junio de 2014

18/ 06: TODO CLEMENTE Vol.9-12

Bueno, no está tan mal. Estaba preparado para mucho menos y la verdad es que encontré varias cosas rescatables en estos tomitos. Parece que quien seleccionó las tiras para Clarín tiene gustos parecidos a los míos.
El primer tomo arranca para atrás, con chistes sobre la actualidad económica y social de 1987, pero pronto empiezan a aparecer elementos más atractivos: el debut de Alexis Dolínades, la saguita (bastante subida de tono) del cola-less de la Mulatona, el Clemente alado (en cuyo arco argumental hay cameos de todos los personajes de la tira, incluso los que llevaban milenios sin aparecer), el clementosaurio, la cruzada contra los tilingos que infectan nuestro idioma con palabras extranjeras y –lo que a mí más me interesó- un Clemente antiguo, que Caloi utiliza para plantear el contraste entre los personajes de tiras cómicas de esta época (fines de los ´80) y los de las décadas del ´20 y el ´30. Clemente remata la última aparición de este personaje con una frase que vale la pena rescatar y que cobra especial relieve escrita por el mismísimo Caloi: “En cierta forma, vivían en un mundo fantástico. En cambio a nosotros se nos filtra la realidá por todos lados”.
El Vol.10 arranca en 1989, con tiras que son crónicas de las noticias: Menem gana las elecciones, el gobierno de Alfonsín se cae a pedazos, se anticipa la entrega del poder, llega Menem y arranca el vértigo de las privatizaciones. De ahí, salto brutal a 1990, a una muy buena seguidilla de tiras centradas en el Mundial de Italia. Después, todo el arco de Jacinto adolescente, que le sirve a Caloi para reirse de la forma en la que hablaban los jóvenes allá por 1990-91, y de costumbres tales como el pelo largo, el arito y el rockanrol, ante las que Clemente queda como un viejo reaccionario, anclado en el tango y el folklore. Y termina con la extensa serie basada en el Apuntador, que empalma con la de la cuerda floja, en la que de nuevo tiene bastante peso la Mulatona.
El Vol.11 arranca con la aparición de una supuesta hermana de Clemente, seguida del fugaz regreso de Bartolo y el tranvía, para desembocar en una larga serie de tiras junto a la Incubadora, la madre de Clemente. Este tramo es realmente notable. Le siguen la serie del implante capilar, la de la piedra filosofal y la del Tarzán ecológico, estas dos con roles importantes para la Mulatona. Y si bien el libro compila tiras de 1992, ´93 y ´94, no hay una sóla mención al Mundial que se jugó en EEUU.
El Vol.12 (1995-96) incluye la saga de los roller (muy graciosa), la de Clemente asustombrado (floja), la de las hinchadas y los insultos (muy buena) y una que realmente me sorprendió por el vuelo y la cantidad de variantes que explora Caloi que es la de las cirugías plásticas.
Por supuesto en los cuatro tomitos tenemos un montón de chistes “de los otros”, de esos en los que Clemente está solo, en un lugar indefinido (porque no hay fondos) y dialoga directamente con el lector, en una seguidilla de frases que van hacia una reflexión humorística y que invariablemente empiezan con el “¿Vio que... tal cosa?” . Esas son las menos interesantes, claramente, sobre todo porque Clemente podría no estar y el chiste tendría exactamente la misma gracia. De hecho, son tiras que sin dibujarse tendrían exactamente la misma gracia, lo que los críticos llamamos “humor radial”.
Por otro lado, el dibujo de Caloi está afianzadísimo en un estilo muy lindo, de una falsa sencillez (parece una boludez dibujar como dibujaba Caloi en esta época, pero debe ser dificilísimo), con un repertorio inagotable de expresiones faciales y corporales, y con temas, lugares y personajes que –lamentablemente- exigen mucho menos de lo que podía dar este virtuoso del dibujo. De todos modos se ven muchos hallazgos gráficos de los que no abundan en las tiras diarias de ninguna época y de ningún país.
¿Habrá ideas tan interesantes como las que me sorprendieron en estos tomitos en los cuatro que me quedan por leer? Ojalá que sí. Yo, por las dudas, voy con cero expectativa, así todo lo que esté bueno se considera ganancia.

martes, 17 de junio de 2014

17/ 06: KICK-ASS Vol.2

Antes de arrancar con la lectura de este tomo, miro la última página y ¿con qué me encuentro? Con un aviso que me explica que el “libro 2” de Kick-Ass no es este, sino el de Hit-Girl, y que este, que se llama Kick-Ass 2, en realidad es el “libro 3”. Ah, bueno. Me re-cagaron. Superada la sorpresa, dije “ma´si, lo leo igual y de última, más adelante consigo el de Hit-Girl y lo leo”. Y no tengo la menor idea de lo que pasa en el libro de Hit-Girl, pero la verdad es que, si no lo leés, no es mucho lo que no se entiende a la hora de disfrutar de Kick-Ass 2. Por suerte, Mark Millar y John Romita Jr. explican de modo ágil y poco obvio lo sucedido en ese tomo, y rápidamente te podés subir a esta “tercera” parte sin quedar garpando como un infeliz.
Al igual que ayer, me encontré con una historieta de ambientación urbana y mucha violencia. Y me divertí mucho. Millar me hizo reir con los diálogos, logró shockearme con lo extremo de algunas situaciones y me hizo sufrir con las desgracias del pobre David Lizewski, al que le pasa de todo. Lo único que no le terminé de creer, o donde no logró manipularme emocionalmente para donde él quería, fue con el final, en el que se supone que te tienen que conmover el idealismo, la pureza, la nobleza de Kick-Ass y sus amigos “superhéroes”, y la verdad que mi reacción no fue “qué grossos”, sino “qué boludos”. Acá la consigna de “ a ver qué pasa con los justicieros urbanos si los metemos en el mundo real” recibe un upgrade zarpado respecto del Vol.1: ahora hay villanos, grupos de villanos y hasta un grupo de héroes. Siempre integrados por tipos comunes, eh? Sin un mísero poder, armados solo con capas, máscaras y la extraña convicción de que el crimen se combate a piñas y patadas, como en las historietas. Kick-Ass 2 lleva esa idea al paroxismo, a las últimas consecuencias. Y lo más loco es que se la banca, que casi no hace ruido.
Quizás lo más criticable sea lo poco que sucede en los siete episodios que componen este libro. Hay poquísimos cuadros por página, varias splash pages y varias doble splash pages, lo que nos habla de un ritmo muy descomprimido. El relato avanza tranqui, con margen para indagar en las motivaciones de los tres protagonistas (David, Mindy y Chris) e incluso para desarrollar a algunos secundarios (el padre de David y el padrastro de Mindy). Pero cuando llegás al final y tratás de pasar en limpio qué fue lo que realmente te contaron Millar y Romita, da la sensación de que fue poco, de que en 168 páginas te podían haber contado mucho más. Por supuesto, te engañan al estómago con una golosina muy rica, que es la machaca: Hay muchas peleas, muchas escenas de acción, muy bien narradas, muy impactantes, muy salvajes, muy entretenidas. No son tan sustanciosas, no te llenan la panza tanto como las escenas más introspectivas, pero realmente se disfrutan bastante más que en los típicos comics de justicieros enmascarados.
Eso tiene mucho que ver con el excelente desempeño de Romita Jr. al frente de la faz gráfica. Los elogios que le dediqué en la reseña del Vol.1 (allá por el 04/11/11), multiplicalos por tres. El ídolo acá está más suelto, más agudo para observar detalles, más decidido a aprovechar todas las oportunidades de lucirse que le da el guión. Las tintas de Tom Palmer le quedan perfecto, y por momentos el veterano entintador repite los pases mágicos que tan bien le salían cuando entintaba al maestro Gene Colan. Y el color de Dean White merecería una reseña aparte: la sutileza, la profundidad, la fuerza que le añade la paleta de White al dibujo de Romita es realmente formidable, un lujo absoluto.
Sigue el festival de las puteadas, la mala leche y el grim´n gritty que convierte a Wolverine y Punisher en Anteojito y Antifaz. Por lo menos un tomo más, porque después de haberme divertido tanto con esta secuela, es obvio que voy a entrar como un caballo en Kick-Ass 3. Y quizás, más adelante y si lo veo barato, me compre el tomo de Hit-Girl, como para completar este viaje violento, visceral y lleno de referencias nerds por el que tan bien nos guiaran Mark Millar y John Romita Jr.

lunes, 16 de junio de 2014

16/ 06: SMUGGLER

Este es un manga que, cuando se serializó en Japón allá por 2000, armó bastante kilombo por sus niveles de violencia. Incluso varios años después generó un animé y un largometraje con actores, este último bastante difundido fuera de la islita. Pero todo empezó con la obra de Shohei Manabe, hoy reeditada en un hermoso tomo por la editorial yanki One Peace (nombre ingenioso si los hay), junto con otra historieta del mismo autor.
Smuggler es una historia sórdida, chocante, ambientada en el mundo de los yakuza. El protagonista es Kinuta, un actor fracasado que, endeudado con la orga mafiosa, no tiene más remedio que aceptar un trabajo espantoso: aparecer en los lugares donde los yakuza boletean gente (capos de la mafia contraria, traidores, etc.) para levantar los cadáveres, cargarlos en un camión y asegurarse de que la policía no los encuentre nunca. Kinuta y sus compañeros de cuadrilla se van a cruzar con dos asesinos a sueldo muy jodidos que laburan para la mafia china: Guts y Spine, y ahí las cosas se van a complicar y mucho. Guts y Spine son dos personajes tan macabros y a la vez tan carismáticos, que hasta la mitad de la historia yo creía que eran los protagonistas del manga. En la segunda mitad, sin embargo, las cosas más jodidas le van a pasar a Kinuta.
Manabe nos ofrece más de 230 páginas en las que la violencia extrema, la sangre, las torturas, decapitaciones y demás mutilaciones conviven con escenas más tranquilas, en las que predomina un tono costumbrista, con diálogos atractivos y bastante indagación en Kinuta y en dos o tres personajes más. Manabe no te da la papilla pre-masticada: habilita la data de forma rara, elíptica, no expone de modo obvio ni lo que está pasando ni lo que puede pasar. O se que hay que prestar bastante atención y no dejar que las peleas y las masacres nos distraigan de lo más importante. Cuando la historia llega a su fin, el tomo nos ofrece un episodio más, de 38 páginas, que claramente sucede antes que lo que acabamos de ver: en esta historia, Kinuta, Spine, Guts, Joe y el Viejo se cruzan pero no se encuentran. Cada cual atiende su juego, y entre las tres historias componen un tapiz alucinante. Esto es lo que más me gustó de Smuggler, especialmente las escenas en las que Guts y Spine torturan al hijo de un político que participó en la violación de una chica.
Pero esto no es todo. Terminado el tema Smuggler, el libro nos invita a conocer otra obra de Shohei Manabe, también enrolada en el género de crimen urbano. Violence Pokopen tiene apenas 92 páginas y nos cuenta la historia de un chico y dos chicas que por hacerse los vivos terminan perdidos entre unos monoblocks semi-abandonados, donde no entra la policía y los celulares no funcionan. Es el territorio de una pandilla bancada por el yakuza, que tiene a todo el barrio bajo su pulgar. Acá también Manabe combinará machaca con introspección, aunque la violencia no pasará de algunas peleas muy intensas, con mucha sangre y algún que otro hueso roto. Después de haber leído Smuggler, para la página 18 de Violence Pokopen yo ya me imaginaba destripamientos, torturas y violaciones, pero no, acá no muere ni siquiera uno de los villanos. Aún así, la tensión que genera la historia es asfixiante y el laburo de caracterización que hace Manabe con Maki y Mikio es encomiable.
Parte de lo que contribuye a crear ese clima oscuro, peligroso, en el que en cualquier momento son todos fiambre, es el propio dibujo de Shohei Manabe. Estamos ante un dbujante raro, a años luz de los exitosos autores de shonen a los que estamos más acostumbrados. Manabe trabaja mucho con la figura humana, se anima a escorzos atípicos, casi exagerados, y le da mucha bola a las expresiones faciales que, también, adquieren ciertos tintes grotescos. En las expresiones faciales y en la aplicación de los grises creo que es donde más se luce. En la narrativa, en cambio, es donde lo veo más limitado, con algunos enfoques que se repiten mucho y otros que –si no les prestás mucha atención- te pueden marear un poco. De todos modos, si estás acostumbrado al seinen, o al eroguro, no creo que el dibujo de Manabe te choque demasiado.
Smuggler es un manga áspero, bravo, inquietante por lo oscuro, shockeante por lo violento, pero sobre todo satisfactorio, porque tiene una buena historia, aborda una temática muy interesante y le sobran los buenos personajes. Y el bonus track de Violence Pokopen, sin ser una maravilla, tampoco está nada mal.

domingo, 15 de junio de 2014

15/ 06: FOODBOY

Vamos con un poquito de comic británico, que hace bastante que no leía.
Foodboy es una extraña novela gráfica de Carol Swain, cuyas historias cortas vimos allá por el 27/06/10. ¿Por qué extraña? Porque a lo largo de 72 páginas, Foodboy no presenta nada parecido a un conflicto. No hay buenos, no hay malos, no hay un personaje que deba sortear obstáculos para llegar del punto A al punto B, no hay una trama romántica enrevesada, ni una situación de opresión socio-política, ni un inminente cataclismo natural, ni nada de lo que habitualmente anima las tramas de las historietas. Para esta obra, Swain ensaya una estructura narrativa novedosa, arriesgada, que se podría resumir más o menos así:
El protagonista es Gary, un muchacho ya grande (veintimuchos o treintaipocos) que va cada tanto a llevarle comida a su viejo amigo Ross. En el camino, Gary rememora anécdotas del pasado, distintos momentos que compartió con Ross y otros amigos en la juventud, cuando eran una pandilla de pibes alegres, kilomberos y un poquito zarpados. En las buenas y en las malas (y pareciera que fueron más las malas, porque las secuencias del pasado están ambientadas en los ´80, durante el infausto gobierno de Margaret Thatcher), Gary y Ross estuvieron juntos; y por eso es que ahora Gary se siente obligado a recorrer esta campiña de Gales, estos bosques rodeados de montañas, para llevarle comida a su viejo amigo.
¿Por qué Ross no puede conseguir él mismo su sustento? Eso que amaga con ser el principal misterio de la trama, Swain lo revela en la página 39 y a partir de ahí no hay más sorpresas. Hasta el final de Foodboy veremos a Gary acercarse varias veces más al lugar donde vive Ross, siempre con la bolsa con comida, y ya no habrá más revelaciones impactantes. Veremos a Gary intentando esconder o reparar ciertas “animaladas” cometidas por su amigo, y no mucho más. Nunca la adrenalina, nunca la aventura, nunca el peligro.
Esto le da a Swain mucho margen para explotar dos elementos que maneja muy bien: la creación y descripción (visual) de los climas y la introspección, la decisión de sumergirse a pleno en la psiquis de Gary, de mostrarnos –además de sus actos- sus recuerdos y sus sueños. El resultado es una historia que “avanza” a paso lento, que no pretende generar tensión sino más bien invitarnos a reflexionar acerca de la lealtad, de estos vínculos que se mantienen a pesar de todo, y por supuesto acerca de cómo y por qué pibes como Ross eligen vivir al margen de la sociedad, de un modo cuasi-salvaje.
Para acompañar el tono introspectivo, descriptivo y parsimonioso de la historia, Swain opta por una narrativa muy controlada, en la que se nota claramente cuando la autora busca descomprimir el relato e invitarnos a que nos colguemos con otras sensaciones. Foodboy tiene diálogos brillantes, pero Swain se mide mucho en este rubro y, cada vez que puede, elige narrar sin palabras. Fiel a su costumbre, sorprende con angulaciones extremas, muy originales y muy bien resueltas. Y también fiel a su costumbre, dibuja a los varones con caras muy parecidas, con lo cual terminamos por diferenciar a los distintos muchachos (de los distintos tiempos por los que transita el guión) por el corte de pelo. Las sombras, las tonalidades y las texturas están logradas con carbonilla, una técnica que Swain domina a la perfección y que le agrega sutileza y belleza a un dibujo muy sólido, en el que (como en los otros trabajos de Swain) se ven las influencias de Oscar Zárate y José Muñoz.
Foodboy es una lectura atípica, que te puede dejar un poco frío por esta decisión de Swain de no enfatizar el conflicto y de no bancar hasta el final el misterio acerca de Ross. Superado ese escollo, te vas a encontrar con una excelente narradora, que se sabe meter a fondo con sus personajes y con el entorno (geográfico y social) en el que estos se mueven. Sumale un dibujo ideal para evocar climas de nostalgia, de extrañeza, de abandono, y te queda una historieta rara pero de enorme belleza plástica, que –de algún modo difícil de explicar- me cautivó, me incluyó, me generó una gran empatía con Gary y me dejó –una vez más- ansioso por descubrir más obras de Carol Swain, referente fundamental del comic alternativo británico, constantemente elogiada y recomendada por el mismísimo Alan Moore.

sábado, 14 de junio de 2014

14/ 06: GODZILLA: THE HALF-CENTURY WAR

Hoy muy sintético, porque tengo poco tiempo.
Odio a Godzilla. No lo considero ni siquiera un personaje. Es apenas una idea, y una idea chota, de esas que pueden funcionar –con suerte- una sóla vez. Jamás entendí cómo de un concepto tan pedorro salieron tantas películas, tantos comics, tanto merchandising, tanto fanático a lo largo y a lo ancho de todo el fuckin´mundo. ¿Y qué carajo hago leyendo un comic de Godzilla, te preguntarás? La respuesta es simple: James Stokoe.
Probalemente no lo recuerdes, pero James Stokoe es el autor de Orc Stain, un comic que reseñé allá por el 14/03/11 y que me dejó sumamente cebado. Era obvio que me iba a comprar su siguiente obra y bueno, se dio la leche de que su siguiente obra fue esta miniserie de Godzilla para IDW, luego recopilada en un TPB a todo culo. Lo único que me hacía tenerle fe a este libro era el hecho de que el propio Stokoe era el guionista, es decir, se trataba prácticamente de un comic de autor, algo raro cuando las editoriales trabajan con títulos licenciados a grandes empresas. Y la apuesta salió bien: el talento de Stokoe le ganó a la boludez y la chatura que yo asociaba con Godzilla, sus películas y sus comics.
The Half-Century War triunfa en todos los frentes: Stokoe inventa una gran explicación al hecho de que –tras la irrupción de Godzilla- bocha de monstruos gigantes aparezcan en la Tierra. Logra meter a muchos de estos bichos (y al mecha-Godzilla) para hacer delirar a los fans de la franquicia, y además, cuenta una historia que está muy buena, en la que el monstruo rompe-ciudades tiene mucho peso, pero que en realidad gira todo el tiempo en torno a Ota Murakami, un joven soldado japonés que conocerá a Godzilla en 1954 y lo confrontará en varias oportunidades, a lo largo de casi 50 años, hasta llegar al 2012.
El trabajo que hace Stokoe con Ota es excelente y la trama que involucra a los humanos está perfectamente desarrollada a lo largo de las cinco décadas que recorre la saga. O sea que, si no te llama mucho la atención la machaca, las escenas de Godzilla rompiendo cosas, igual hay algo muy atractivo para leer. Y por supuesto, si la historia de Ota, sus compañeros y enemigos no te atrapa, igual vas a morir con el dibujo de Stokoe, que es infernal. Acá, como tiene que dibujar muchos humanos, se nota más la influencia de Taiyo Matsumoto, no tan presente en Orc Stain. Pero estamos ante un dibujante originalísimo, dueño de un estilo vital, sumamente intenso, casi incandescente. Stokoe deja la vida en los fondos (¡esas tomas panorámicas!), en los detalles más microscópicos de Godzilla y los otros monstruos, y a la vez mantiene un ritmo alucinante, una narrativa muy ágil y unos personajes humanos muy expresivos, muy plásticos. A nivel visual, esto desborda genialidad, pasión y huevos. Incluso en el color, un rubro en el que Stokoe contó con la colaboración de Heather Breckel.
Sigo odiando a Godzilla, pero ahora tengo una historieta suya en mi biblioteca, que encima está muy buena. Es la magia del comic: aparece un monstruo de carne y hueso como James Stokoe y te hace crosta los prejuicios como Godzilla hace crosta las casitas y los edificios.

viernes, 13 de junio de 2014

13/ 06: 11 DIAS

Esta brevísima novela gráfica (“nouvelle graphique”, diría un francés) es la primera historieta larga (44 páginas) que encontré dibujada por Aleta Vidal, a quien conocía por sus historias cortas para Comiqueando o La Murciélaga. Esta vez el guionista es Sage, un autor que debuta con esta obra, y que no es otro que Sebastián Lonegro, marido de Aleta en la vida real.
11 Días propone una trama de ciencia-ficción espesa e incómoda, ambientada con habilidad en el presente. Una extraña enfermedad, una reacción torpe y facha por parte de las autoridades, la muerte que te alcanza en sólo 11 días, el miedo y la represión. Y del otro lado, los sueños, el aguante, la resistencia, el amor. Parece complicado. De hecho, cuando llevaba leídas... 15 páginas me convencí de que era imposible cerrar toda la trama en sólo 44 páginas. Y sin embargo, Sage lo consigue sin apelar a un final abrupto, ni a un deus ex machina berreta.
Obviamente, para plantear y resolver todo esto en tan pocas páginas, la obra adopta un ritmo que casi no da tregua. Todo el tiempo pasan cosas importantes y no hay margen para descomprimir el relato ni para colgarse con nada que no sea esencial para el desarrollo de la historia. Aún así, Sage encuentra la forma de indagar bastante en lo que sucede y de darle lindos toques de caracterización a los cuatro personajes principales. Los malos quedan un poco relegados, pero de todos modos sus motivaciones son muy claras y su plan está perfectamente explicado. El in crescendo dramático funciona, el contra-plan de los buenos no depende de casualidades traídas de los pelos y el final... no es para nada el que te esperás, y aún así es muy satisfactorio.
No me quiero extender mucho en el tema del guión, primero porque se trata de una obra breve y segundo para no spoilear ninguno de los momentos que están pensados para sorprendernos. La verdad es que, con poquita ambición y mucho empeño, salió un guión redondísimo, que no parece escrito por alguien que hacía sus primeras armas en este oficio (o por lo menos en este medio, porque Sage trabaja en desarrollo de videojuegos y seguramente en ese ámbito debe armar historias, crear personajes, etc.).
El dibujo de Aleta Vidal, por su parte, es cumplidor y acompaña correctamente al guión. No vi en estas páginas el nivel de virtuosismo que mostró Aleta en sus historias cortas, quizás porque acá no hay color (sólo grisados, muy bien aplicados en el photoshop), quizás porque los globos ocupan mucho lugar para contener textos que por momentos eclipsan un poco al dibujo, o quizás porque le dedicó menos tiempo a cada página. El resultado es bastante bueno, pero al tratarse de una artista que ya mostró capacidades muy superiores, deja un cierto regusto amargo.
Y no mucho más. Ojalá esta pareja vuelva a reunirse para una nueva obra en este estilo, arriesgada, original, con una fuerte impronta autoral, y ojalá ambos dejen todo en cada viñeta.

jueves, 12 de junio de 2014

12/ 06: DEMON KNIGHTS Vol.2

Antes de leer esta reseña, me parece justo recomendarte que leas la del Vol.1, publicada el 21/01/13. ¿Ya está? Bueno, ahí vamos.
En este tomo se vuelven a ver, y hacen más ruido, los mismos problemas que vimos en el tomo anterior: Paul Cornell se pasa de rosca con la machaca grandilocuente, con las mega-peleas a todo o nada entre los protagonistas y bichos monstruosos recontra-poderosos y desaprovecha muchísimo todo lo demás. Por un lado, las posibilidades que brinda la época elegida (la del medioevo): acá no hay énfasis en nada que no sea combate (físico y místico) contra criaturas y amenazas zarpadas. ¿Eso era el medioevo? Lo dudo mucho. En el Vol.1 hay un amague de un subplot que involucra a Shining Knight con la búsqueda del Santo Grial. Andá a saber dónde se lo olvidó Cornell, que en este tomo ni lo menciona. También desaprovecha a los personajes: de a poco, todo se centra cada vez más en Demon y Madame Xanadu y el resto del elenco se fusiona con el decorado hasta desaparecer.
Ojo, no seamos injustos: Cornell dedica muchas páginas a indagar a fondo en la relación entre Demon, Nimue (que así se llama Madame Xanadu) y Jason de Norwich, apodado “Jason of the Blood”. Ahí arma un combo sustancioso, en el que mete también a Merlin y al Rey Arturo, aunque –de nuevo- desaprovecha y muestra con excesiva liviandad algo tan dramático y espectacular como la caída de Camelot. Para la segunda mitad del tomo pasa lo que yo no quería que pasara: Demon se morfa el protagonismo y todo gira en torno a él: su rosca en el Infierno con Lucifer, su relación con Merlin y sobre todo su origen, que acapara todo el número 0, con el que cierra el tomo.
Para peor, la historia del “presente” (o en realidad, el tramo que no es flashback) termina con un cliffhanger jodido como enema de chimichurri, con todos (menos Demon) al borde del abismo. Ese es el final del n°12, y Cornell deja la serie tras el n°15. ¿Llega a cerrar en tres episodios todo lo que abrió en este Vol.2? Lo dudo muchísimo. Luego vendrá otro guionista a cubrirlo y la serie se cancelará en el n°23, justo cuando se resuelve lo del Santo Grial. Me faltaría leer 11 episodios, recopilados en un sólo tomo. Pero la verdad, no le voy a dar una tercera oportunidad. Estos primeros 13 episodios me resultaron no malos, sino blanditos, mediocres. Faltó riesgo, faltó onda, faltó profundidad y sobre todo faltó sutileza. Un poco de “palo y palo” está bien, pero 13 episodios de machaca (necesaria e innecesaria) es mucho. Encima, TODAS las secuencias más tranqui o más introspectivas se las llevan los mismos dos personajes y recién sobre el final del Vol.2 hay villanos atractivos (Lucifer y Morgaine Le Fey). O sea que hasta acá llegamos. Seguro habrá mejores comics que Demon Knights para ocupar ese cachito de mi biblioteca.
El dibujo de Diógenes Neves es, de nuevo, bastante aceptable. No excelente, pero muy digno, dentro de la línea de estridencia pochoclera con reminiscencias noventosas del mainstream de DC. Neves no se mete en bretes narrativos y logra algunos momentos bastante dinámicos, lindos. Por supuesto, no le creo que labure solo: ahí intuyo la mano de por lo menos un asistente. Lo mejor es (como en el Vol.1) el trabajo del colorista, Marcelo Maiolo, que levanta muchísimo el dibujo de Neves y mete un montón de efectos con los que compensa ampliamente el poco espesor de los climas que crea el dibujante. El dibujo de Neves en blanco y negro, me parece que se cae a pedazos. Lo que no dibuja Diógenes pasa a manos de Bernard Chang, un dibujante más sólido, más clásico, una especie de Steve Dillon más afín a la narrativa y la anatomía de los superhéroes. Chang labura más y miente menos con los fondos y en general sus páginas son menos estridentes que las de Neves. Ahí también Maiolo deja la vida, pero uno sospecha que, sin el color, lo de Chang de todos modos sería más que aceptable.
En fin, otra serie de los New 52 a la que le puse fichas y no me convenció. Creo que para Septiembre (cuando haya terminado All-Star Western y Azzarello se haya ido de Wonder Woman), la única serie de DC que voy a seguir leyendo es Swamp Thing, a menos que el primer TPB de Charles Soule me la baje demasiado. Es una lucha...

miércoles, 11 de junio de 2014

11/ 06: AIRBORNE 44

Otra colección interesante que salió el año pasado en los kioscos europeos es Historica, una serie de libros centrados en historieta histórica (como su nombre lo indica) muy bien editada por Mondadori en Italia. El primer tomo (el único que conseguí) es un lujoso y voluminoso integral que reúne los cuatro álbumes de Airborne 44, la serie bélica (ambientada en la Segunda Guerra Mundial) que el belga Philippe Jarbinet realizara entre 2008 y 2011.
Las primeras 92 páginas giran en torno a la batalla de Las Ardenas y a Luther Yepsen, un heroico soldado yanki que por error mató a una madre y a dos chiquitos desarmados e inocentes. La historia ofrecerá conflictos a gran escala, combates épicos contra los nazis y una historia de amor atractiva (aunque un poquito fría), pero siempre lo más heavy será la forma en que esas muertes pesan sobre la conciencia de Luther.
Es una saga que avanza lento, en la que la acción está bien mechada entre muchas escenas tranqui y que no le hace asco a mostrar la guerra y la muerte de un modo muy gráfico, muy desolador. Tiene algunas páginas en las que Jarbinet se zarpa un poco con la cantidad de texto, por suerte bien compensadas con varias secuencias mudas muy bien resueltas. No te digo que es gloriosa porque te mentiría: es un material correcto, muy profesional, enrolado en la típica aventura histórica bien documentada que le gusta a los franco-belgas y que a nosotros nos resulta bastante pecho frío. Lo que más me gustó es que hay matices: no todos los alemanes son unos hijos de puta y en las propias milicias del führer Jarbinet encuentra a tipos cuya nobleza y humanidad vale la pena destacar.
Las segundas 92 páginas giran en torno al desembarco en Normandía, el famoso Día D. El protagonista es Gavin Jentro, otro soldado yanki, que casualmente vivió en Normandía algunos años antes de la guerra y tuvo una intensa historia de amor con una chica francesa, a la que buscará desesperadamente entre las ruinas de una ciudad arrasada por los bombardeos. De una manera muy inteligente, Jarbinet mantendrá a ambas sagas totalmente inconexas, hasta que en las 12 páginas finales, un pase de magia entrelazará la historia de amor de Gavin y Joanne con la de Luther Yepsen y su búsqueda de la redención.
Acá también tendremos muchas secuencias que narran las acciones bélicas de modo muy realista (y muy gráfico, con un nivel de gore bastante espeso), lindos flashbacks a la juventud de Gavin y Joanne y un poco menos de equilibrio entre textos e imágenes: en esta segunda mitad, Jarbinet abusa un poco más de los diálogos y realmente hay páginas que te asustan con la cantidad de texto que tienen.
El dibujo también es un poquito piantavotos. Se nota que Jarbinet estudió a fondo a Hermann y a André Juillard, pero su trazo no tiene la magia de ninguno de los dos. La narrativa es re-Hermann, se ven todos los trucos clásicos del maestro en la puesta en página, en el ritmo y en los enfoques. En los primeros planos, en cambio, el estilo se acerca más al de Juillard, no tan perfecto, obvio. Los hallazgos más notables de Jarbinet están –me parece- en el color, que también me remitió a Hermann, pero sin nada que envidiarle al maestro. Airborne 44 parece estar todo trabajado con acuarelas, con mucha sutileza y a la vez con mucha precisión, con los climas bien planteados y con momentos muy impactantes, como esa escena en alta mar en la que el barco de Gavin recibe misilazos, tiros y explosiones entre unas olas que realmente meten miedo.
A priori, esta lectura pintaba ardua: casi 200 páginas de un dibujante no muy original, inmerso a fondo en una aventura bélica de aspecto muy realista, muy pendiente de la documentación, con varias páginas repletas de texto y encima en italiano, que no es el idioma en el que me siento más cómodo a la hora de leer. Pero en la práctica, me la re-banqué y hasta por momentos la disfruté. Si algún día esta colección se publica en castellano, le entro de una, porque la temática es muy interesante y la edición es magnífica. Y si pinta por ahí alguna otra obra de Philippe Jarbinet en la que el belga incursione en otras temáticas, capaz que hasta le doy una posibilidad.

martes, 10 de junio de 2014

10/ 06: SNARKED! Vol.3

Hoy otra vez muy cortito, por falta de tiempo.
Este tercer y último tomo de la saga creada por Rogr Langridge es realmente magnífico. Muy probablemente sea el mejor de los tres: el que tiene más ritmo, el que tiene los mejores chistes, el que mejor muestra la evolución de los personajes. Tiene un problema, nomás: una vez que leés el Vol.3, sentís que fue al pedo leer el Vol.2. Todo lo que Langridge abre en el Vol.1 se cierra acá, de modo prolijísimo, y al leer los tres tomos de corrido queda bastante claro que la historia se podía contar sin ningún problema en 8 episodios, ya que los cuatro del medio son básicamente relleno: peripecias divertidas, chistes graciosos, diálogos ingeniosos... pero que no hacen a la esencia de la trama de Snarked! El día que relea esta saga (el Día del Arquero suplente que patea penales con la zurda, a este ritmo) voy a hacer el experimento de no leer el Vol.2, a ver si realmente cierra todo con los cuatro capítulos del principio y los cuatro del final.
Por otro lado, esta vez Langridge juega menos a mostrarnos guiños a la obra de Lewis Carroll (de la que toma nada menos que a los protagonistas de Snarked!, la morsa y el carpintero), porque necesita espacio para rematar la historia. Lo que sí enfatiza esta vez son diálogos muy filosos, muy críticos para con el rol de los reyes, justo ahora que está de moda el tema a raíz de lo que pasó en España.
Y el dibujo, felizmente, no baja nunca de ese nivel extraordinario que le vimos al maestro neozelandés en las primeras viñetas del Vol.1. Snarked! es un verdadero deleite visual, con páginas inolvidables, que vibran al ritmo de una narrativa sólida y cristalina, a la que no le faltan trucos y experimentos. Pero claro, el que experimenta es un auténtico genio del Noveno Arte.
Se acabó Snarked!, amigo viñetófilo, y ahí se va Roger Langridge, con un Eisner abajo del brazo, a encarar nuevos desafíos. Si te pinta una aventura distinta, apta para todo público, repleta de chistes brillantes y dibujada como la hiper-concha de Dios, ahí están estos tres tomos, esperando ser descubiertos por los cultores de la buena historieta.

lunes, 9 de junio de 2014

09/ 06: TODO CLEMENTE Vol.5-8

Acá vi perfectamete plasmada esa transición de la que yo hablaba en la reseña de los primeros cuatro tomitos. Hasta puedo precisar la fecha en la que Clemente deja de ser una tira imprescindible y se convierte en una tira más, más cerca de la gente y muy lejos de la gloria de los primeros años.
El primer tomito, el Vol.5, con tiras de 1978, es excelente, con poco que envidiarle a los cuatro primeros. Ya no está el tranvía, ya no hay aventuras, ya empieza a hacerse más chiquito el rol de Bartolo, pero hay tiras muy logradas, en las que Caloi juega con la gramática de la historieta y con chistes que sólo funcionan si los hacés con Clemente. La identidad de la tira se empieza a diluir en la segunda mitad de este tomo, cuando irrumpe la realidad de la mano del Mundial ´78. Estas tiras, las del Mundial, están tan buenas y tienen tantas lecturas posibles (siempre hablando del contexto socio-político de la dictadura militar, obvio) que nadie extraña el surrealismo atorrante de los primeros años. Lo vamos a empezar a extrañar un poquito después.
En el Vol.6 (con material seleccionadode 1979 a 1981) la tira ya cambia del todo: olvidate de Bartolo, de los juegos meta-comiqueros, de los riesgos en materia de estilo, angulaciones, etc. Arranca con un tema que también tiene su tinte político: la guerra contra “lo importado”, justo cuando la importación masiva de cualquier poronga era una herramienta del plan de Martínez de Hoz y sus secuaces para destruir la industria argentina. Acá hay chistes muy buenos y situaciones muy bizarras. Una de ellas deriva en la aparición de la Mulatona, el personaje que faltaba para completar el elenco fundamental de la tira. Y también en estos años aparece Clementina, probable hija de Clemente y la Mulatona. De nuevo, Caloi busca tocarle el culo a la Junta Militar y decide que el nombre de esta bebita sea elegido... por el voto popular de los lectores. Clemente aprovecha para bajar línea acerca de lo bueno que es votar... en plena dictadura. Esto me sorprendió porque es material que nunca había visto en los tomitos de Clemente, esos que salieron a fines de los ´70 y principios de los ´80 y recopilaban TODAS las tiras, sin elegirlas ni agruparlas por tema.
El Vol.8 también necesita mechar tiras de tres años distintos (´82 al ´84) para reunir 148 chistes dignos de ser republicados. Y acá se ve el crack: las dos derrotas, la de la Guerra de Malvinas y la del Mundial ´82, juntas, simultáneas, en un combo agrandado por la crisis económica que nos había impuesto la dictadura, terminan de destruir a la poesía, al vuelo, a la imaginación que fueran las banderas de Clemente durante nueve años. De ahí en más, tendremos muchos menos chistes limados y muchas más tiras en las que Clemente reflexiona en voz alta acerca de lo que sucede en el país: elecciones, inflaciones, ministros que renuncian, gremios que hacen paro, personalidades que nos visitan... la coyuntura, bah. Y con la llegada de la democracia, Caloi subirá un toquecito los decibeles en materia de chistes cuasi-sexuales que casi siempre tienen a las generosas curvas de la Mulatona como eje.
El Vol.8 arranca con un extenso tramo acerca del Mundial ´86 (de nuevo, con Clemente como comentarista de los sucesos que el diario desarrollaba en otras páginas) y termina con unas 65 o 66 tiras muy logradas en las que Caloi mete un montón de chistes que giran en torno a la astrología, el horóscopo chino, la quiromancia y demás. Acá hay chistes que tienen un fuerte anclaje en la realidad política de esa época (´85-´86) pero también muchas ideas más libres, más locas, y sobre todo más chistes que sólo se podían hacer con Clemente. El dibujo, además, abandona el minimalismo para regresar a las tramas, los cross-hatchings y algunos efectos de iluminación notables, donde el virtuosismo de Caloi vuelve a tener peso.
Veremos con qué me encuentro en la próxima tanda de cuatro tomitos. Sospecho que serán cientos de tiras de Clemente siempre visto en los mismos tres planos, sin fondos, hablándole al lector sobre temas que eran noticia en las fechas en que se publicaron las tiras originalmente. Todo lo que vaya más allá de eso, será una sorpresa MUY bienvenida.

domingo, 8 de junio de 2014

08/ 06: HAWKEYE Vol.1

Al igual que me pasó ayer con Ardalén, encaré esta lectura con altísimas expectactivas, porque es material que se editó en 2012 y durante 2013 no paró de cosechar excelentes críticas y premios importantísimos. Por otro lado, hace muy poquito me crucé con el primer tomo de Matt Fraction al frente de Fantastic Four, y me convenció hasta por ahí nomás. Con lo cual uno no puede evitar preguntarse si Fraction es realmente un monstruo de inmenso talento (como vimos en Casanova) o un guionista un tanto limitado, al que ciertas camisetas “de club grande” le pesan demasiado.
En Hawkeye, a Fraction lo ponen a dirigir un club chico, un equipo que ascendió a Primera de casualidad, porque a alguien se le ocurrió ponerlo en la película más taquillera de la década. Y por lo menos en este primer TPB, parece tener tanta libertad, tanta luz verde para hacer lo que se le cante, como en su serie creator-owned. Lo más atractivo de Hawkeye es claramente el enfoque, todo lo que Fraction hace (y lo que no hace) para que esto no se lea como el típico comic de superhéroes, sino como algo único, muy original y con una impronta autoral que rara vez se ve en el mainstream. Las historias en sí están muy bien. Las tres primeras, que son autoconclusivas, son obras maestras, verdaderas gemas repletas de trucos narrativos brillantes, diálogos y bloques de texto afiladísimos, secuencias mudas impresionantes, buenas ideas... papa extremadamente fina. Y la historia en dos partes se torna un poquito más predecible, se inscribe un poquito más en la tónica habitual del comic yanki de acción y aventuras, pero también tiene momentos muy notables y diálogos realmente ingeniosos.
El libro termina con un one-shot de Young Avengers, en el que Fraction dedica 22 páginas a darle mucha onda y mucha profundidad a Kate Bishop, la chica que tomó el manto de Hawkeye cuando todos creían que Clint Barton estaba muerto. Kate es, hasta ahora, el único personaje secundario con peso en esta serie, así que es una gran idea incluir esta historia, para que los que nunca leyeron Young Avengers se familiaricen con ella y entiendan de dónde sacó chapa para ser la nueva Hawkeye. Además, esta es la única verdadera no-aventura, la única historia sin malos, sin peleas, donde todo se basa en las relaciones y en los mini-conflictos entre Kate, los otros héroes adolescentes y el propio Clint.
Es muy loco que para dibujar una historia de tono casi intimista hayan elegido a un maestro de los comics de machaca como es Alan Davis, pero bueno, una vez más el prócer demuestra que la rompe en todas partes, de local, de visitante, con héroes clásicos, con héroes nuevos, e incluso en una historia muy hablada, donde la acción casi no tiene peso. Un gran trabajo de un Davis que sigue mejorando con los años. La historia de dos partes está a cargo de Javier Pulido, a quien ya vimos en varios trabajos anteriores, y está muy bien. Tiene mucho ritmo, un gran poder de síntesis y una narrativa ajustadísima.
Y la paponga, lo más impactante, lo más interesante a nivel gráfico, está en los tres primeros unitarios, a cargo del maestro David Ajá. Cuando nos lo cruzamos (junto a Fraction, también) en aquel TPB de Iron Fist que leí el 17/03/10, Ajá ya era buenísimo. Ahora es mucho mejor. El español me devastó con su estilo austero, adusto, cercano al David Mazzucchelli de los ´80. También con su anti-virtuosismo, con su manejo del claroscuro y sobre todo con los riesgos que asume a la hora de planificar las secuencias. Acá es donde Ajá realmente la rompe: se nota que estudió a los maestros argentinos y europeos, entre ellos a Guido Crépax (a priori difícil de mezclar con un género como el de los superhéroes), y por supuesto a grandes narradores gráficos yankis como Jim Steranko, Howard Chaykin y Matt Wagner. Por si faltara algo, Matt Hollingsworth complementa a la perfección los dibujos de Ajá, con una paleta en la que predominan los violetas y que le sirve para subrayar que Hawkeye es un comic enrolado en una corriente distinta, que le escapa a la estridencia en lugar de abrazarla.
Si querés probar con una mirada distinta a los justicieros enmascarados, en la que la vida, las relaciones, las peleas y hasta la propia ciudad de Nueva York están vistas y contadas de un modo totalmente atípico, no dudes en apuntarle tus flechas a Hawkeye. Y si sos fan de Fraction o de Ajá, preparate para disfrutarlos en un nivel altísimo, merecedor de las fabulosas críticas que suele recibir esta serie.