Hoy lo único que me importa es que Racing juega contra Tigre y si
gana, sale campeón. Y si no gana pero Defensa y Justicia pierde, también. El
resto del día es la previa del partido y, eventualmente, la consecuencia del
mismo, es decir, los festejos. En ese contexto, me siento a escribir un par de
reseñas.
Me bajé el voluminoso Vol.6 de The Invisibles, más de 200 páginas con
los nueve episodios que cierran lo que fuera el segundo tramo de esta serie.
Acá ya no está más Phil Jimenez y el elegido para sucederlo es Chris Weston,
quien fuera suplente en el tomo anterior. Weston es un poquito más vulnerable
al trazo de los entintadores (no se ve igual entintado por Ray Krissing que por
John Stokes, ni cuando se entinta él mismo) pero nos regala un gran trabajo en
materia de expresiones faciales, deja la vida en los fondos (que Phil muchas
veces gambeteaba) y se apoya en una solidez narrativa a prueba de bombas
nucleares. El episodio que no dibuja Weston nos muestra a un primerizo (pero ya
muy competente) Ivan Reis.
En cuanto a los guiones de Grant Morrison, allá por 2013, cuando me
tocó leer el Vol.7, postulé que “la
saga completa, la que hoy ocupa siete TPBs y más de 1200 páginas, se podría
resumir en los cuatro episodios de Satanstorm (el primero de los tres arcos que
recopila este TPB) y los tres episodios de The Invisible Kingdom (el tercer
arco de este TPB). Con eso, entendés todo: los buenos, los malos, el conflicto,
la resolución, TODO. La gracia, en todo caso, es comprobar cómo Morrison
siembra en los arcos anteriores los plots que va a terminar de hilvanar y
redondear en estos dos arcos, y –lo más divertido- con qué cosas estira”. Y
ahora lo reafirmo, con menos dudas que antes.
El Vol.6 tiene acción,
runflas, debates filosóficos, toques de comedia logradísimos, garches intensos,
grandes diálogos, viajes en el tiempo y mucho más desarrollo de personajes que
los tomos anteriores. De hecho, el último episodio es SOLO desarrollo de
personajes y me pareció el mejor del tomo, lejos. Y aún así, por haber leído
hace no tantos años el Vol.7, me dejó gusto a relleno, a acumulación de
peripecias para nada imprescindibles en el big picture de la serie. Pero bueno,
no la pasé mal, para nada. Me divertí, me encariñé con casi todos los
personajes, vibré al ritmo de la machaca y sumé data acerca de temas tan
diversos como los aliens, el SIDA, Hollywood, la magia voodoo, o drogas y
dioses que nunca había escuchado nombrar. Valoro por sobre todas las cosas la
libertad que transmite esta serie, la contundencia con la que se impuso (por
sobre cualquier especulación comercial) el criterio lírico-genital de un autor
al que, cuando lo dejan irse a la mierda, se va a la recontra-mierda y hace
añicos el siempre rendidor “más de lo mismo”.
El librito de Dr. Paradox se
imprimió en Diciembre de 2018 y se empezó a distribuir en Enero, así que entra
(medio por la ventana) como publicación argentina del año pasado. Vamos a
repasarla antes de zambullirme en el material más antiguo que prometí la vez
pasada.
Esta serie (oriunda de
Totem Comics) es un homenaje de Quique Alcatena a los comics de superhéroes que
lo hicieron flashear en su infancia. Básicamente, la Silver Age de DC. Las
aventuras de Dr. Paradox son lineales, sin llegar a ser ingenuas, con mucho
ritmo y con la virtud de no tomarse a sí mismas demasiado en serio. Si las
obras de Alcatena con Mazzitelli te resultan algo solemnes, esto va claramente
para otro lado. Yo que no soy fan de la Silver Age de DC, me encuentro con un
problema: los diálogos, en los que Quique abusa del juego de palabras y los
retruques supuestamente graciosos con un vocabulario que sólo existe en las
malas traducciones del comic yanki. Sobre todo en la primera aventura, eso me
la bajó muchísimo. Después, la compulsión por meter en cada historia universos
enteros de héroes y villanos a los que (obviamente) no hay espacio para
desarrollar. Así se sucede un festival interminable de héroes y villanos
(testimonio de una imaginación prodigiosa e inagotable como la de Alcatena) en
los que nunca se llega a profundizar. Y para ese mismo lado van los nueve
pin-ups con los que cierra el librito: unas ilustraciones majestuosas en las
que Quique nos muestra la puntita de conceptos fascinantes, limadísimos… que se
quedan solo en eso, en la imagen alucinante. Ojalá en futuras aventuras haya un
poco más de indagación en los orígenes, poderes y motivaciones de estos
personajes.
A nivel dibujo y
narrativa, Dr. Paradox no tiene nada que ver con las obras de Alcatena para el
mercado italiano. Acá hay color a full, una planificación de las páginas mucho
más cercana a la del comic de superhéroes clásico, menos bloques de texto,
onomatopeyas estridentes y personajes que parecen estar todo el tiempo en movimiento,
sin detenerse jamás. Te puede resultar medio bizarro si estás muy acostumbrado
a la otra estética alcateniana, pero se ve todo demasiado bien, se nota que atrás
hay un autor que pensó minuciosamente lo que iba a hacer y que (una vez más)
puso todo el despliegue visual al servicio de los relatos.
Por suerte a este primer
tomito de Dr. Paradox le fue muy bien, así que este año habrá un nuevo
recopilatorio para este pastiche estrambótico y adictivo con el que Alcatena
revive (él solito) la inexplicable magia de la Silver Age.
Y bueno, nada más. Aguante
la Academia que, más que nunca, “para ser campeón, hoy hay que ganar”. Mañana
tengo función de prensa de Shazam!, así que pronto habrá reseña. ¡Feliz domingo
para todos!