el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 28 de marzo de 2024

HIPER-FINDE EN BUENOS AIRES

No, no me voy a ningún lado este finde extra-large. Me voy el miércoles, después de los chotocientos feriados, a un evento en Chile, en la ciudad de Concepción. Y estos días estoy acá, con bastante laburo y con algo de tiempo para leer comics (y textos sobre comics). Allá por el 16/12/19 me tocó leer el Vol.1 de JoJo´s Bizarre Adventure, y ahí mismo, en la primera parada, me bajé del bondi, ahuyentado por la nula calidad de los guiones de Hirohiko Araki. Años más tarde, le di otra posibilidad, un poco cautivado por la excelente idea de que exista una colección de comics ambientados en el Museo del Louvre y otro poco alucinado por la bestial dimensión que alcanzó Araki como dibujante. Así caí en Rohan en el Louvre, una novela gráfica de unas 125 páginas a todo color, protagonizada por Rohan Kishibe, un personaje al que Araki presentó en la cuarta saga de JoJo´s Bizarre Adventure para utilizarlo luego en distintas historias con poca o ninguna vinculación con su magnum opus. Rohan en el Louvre se lee muy rápido, en parte porque pasan pocas cosas para la cantidad de páginas que tiene. Esto mismo se podía contar tranquilamente en 80 páginas, como mucho. Las primeras 42 páginas parecen ser una historia de desencuentros sentimentales, de enrosque entre jóvenes que se gustan pero no garchan. Hay también un halo de misterio, algo que pasa y que no tiene mucha explicación (al principio) y que le agrega complejidad y suspenso a la trama. Después hay 18 páginas de transición, donde Araki parece olvidarse casi totalmente de lo narrado hasta ese punto, para establecer otro conflicto mucho más urgente, que ahora sí, nos lleva al majestuoso museo de la ciudad de París. El cambio de locación implica también un cambio de elenco y acá el autor introduce a varios personajes nuevos, ninguno tan atractivo como Nanase, la enigmática protagonista del primer tramo. Y en las 60 páginas finales, la obra llega a su climax, un climax estiradísimo, pero climax al fin. Acá hay un despliegue alucinante de acción descontrolada, a partir de que estalla un elemento fantástico zarpado e impredecible, que sirve además para dilucidar el misterio de la primera parte, de aquella extensa secuencia de Rohan y Nanase en Japón. Finalmente todo tiene sentido y uno siente que leyó algo así como un unitario de misterio/ terror que podría estar en una antología de Vertigo... si no fuera porque en esas antologías te remataban las historias en 10-12 páginas y esto es infinitamente más largo. El dibujo de Araki es realmente extraordinario, y la verdad es que no perdería demasiado si le quitáramos el color. Que no está mal, pero no alcanza ni a palos los niveles de virtuosismo que exhibe el dibujo. Salvo por una cierta mezquindad a la hora de dibujar fondos, el trabajo del autor en la faz gráfica es sobresaliente. La puesta en página apuesta fuerte al ritmo, a la agilidad y la potencia del relato, como en los buenos comics de machaca superheroica. Los primeros planos (que son muchos) dan cátedra de expresividad, los decorados y la ropa están diseñados con atención y talento y todo lo que tiene que ver con la figura humana es sencillamente monumental. Ya sea quieto o en acción, Araki dibuja al cuerpo humano como nadie, con una elegancia y una polenta incomparables. Obviamente, si te hiciste fan de JoJo´s Bizarre Adventure, Rohan en el Louvre no puede faltar en tu biblioteca (aunque Ivrea no se ponga las pilas para publicarlo en Argentina). Si venís juntando los álbumes de distintos autores que transcurren en el Louvre, este no te va a defraudar para nada. Y si simplemente querés leer algo de Hirohiko Araki que no implique entrar en el laberinto del terror que significa una mega-serie abierta desde 1987, con varios arcos argumentales, más de una continuidad y varios cientos de personajes, sin dudas esto es lo que estabas buscando.
Me voy a Estados Unidos, mediados del 2020, cuando en plena pandemia los maestros Ed Brubaker y Sean Phillips lanzan Pulp, una novela gráfica breve (68 páginas) pero de una potencia arrolladora. Pulp parte de la misma consigna que Roco Vargas. En la historieta de Daniel Torres, tenemos a un escritor de novelas de aventuras, Armando Mistral, que en realidad es una mascarada tras la cual se oculta un grossísimo aventurero espacial ya retirado, el mítico e intrépido Roco Vargas, que ahora escribe ficción, basada hasta cierto punto en las peripecias que protagonizó en sus años mozos. Acá pasa LO MISMO, excepto que Max Winter es un escritor octogenario, muy lejos del éxito y del prestigio, y la historia transcurre en 1939, mientras que sus proezas como forajido del Lejano Oeste se ubican casi 50 años antes. Por supuesto, alguien que conoció a Max cuando él y su banda de asaltantes eran el terror de los grandes terratenientes de Wyoming se va a dar cuenta de que esos relatos pulp no son exactamente "inventos" de este tal Winter y lo va a ir a encarar. Y ahí, la vida de Max (que ya estaba complicada por la salud, la tranquilidad económica y la autoestima perdidas) se va a complicar mucho más. No quiero dar detalles sobre el argumento, porque buena parte del impacto de Pulp se basa en sorpresas y volantazos que es mejor no conocer antes de entrarle al comic. Simplemente quiero agregar que Brubaker aprovecha perfectamente el contexto de esta New York de 1939 en la que los pulps vendían fortunas pero pagaban miseria, y en la que las tropelías imperiales de Adolf Hitler en Europa generaban no sólo interés, sino incluso adhesión en un sector para nada minoritario de la sociedad. Esto le permite al guionista trabajar con los clásicos "villanos nazis", pero en este caso son tan yankis como el ex-cowboy de Wyoming. Por el lado del dibujo tenemos otro trabajo de contundente solidez por parte de Sean Phillips, muy bien complementado por la paleta de colores de su hijo Jacob. Phillips está en su salsa, porque le dan una historia crepuscular, urbana, sin estridencias, sin elementos fantásticos, salpicada con unas pocas (y muy significativas) escenas de acción, pero sostenida sobre todo en los diálogos. La recreación de las dos épocas (la de fines del Siglo XIX y la de 1939) es brillante, la forma en la que el dibujo subraya la personalidad y el pathos de Max es impresionante y el formato de narración clásica, con la página dividida en tres tiras y no más de seis o siete viñetas por plancha, le queda perfecto a lo que la dupla quiere contar. Recomiendo muchísimo Pulp a los fans de Brubaker, de Phillips y de la buena historieta para adultos. Esto es material de una calidad realmente infrecuente. Y hasta acá llegamos, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos ni bien tenga un par de libritos más para reseñar acá en el blog.

martes, 26 de marzo de 2024

MARTES A LA NOCHE

Y por fin tengo un ratito para escribir reseñas... Empiezo en Francia, año 2001, donde nos reencontramos con el prolífico y asombroso Joann Sfar, quien lanzaba la serie El Minúsculo Mosquetero, luego publicada en castellano por Norma, con una muy buena traducción de Lucía Bermúdez. Se trata de una serie corta (tres álbumes) que parte de una premisa muy fumada: un mosquetero del Siglo XVII toma un brebaje para adelgazar porque tiene un par de rollitos, y en vez de volverse delgado se vuelve minúsculo, como Atom o el Chapulín Colorado. Ahí uno supone que la gracia de la serie va a ser la interacción de este personaje del tamaño de un insecto con el mundo de tamaño real... pero no. En la segunda página del álbum, el mosquetero ya se encuentra con otro humano miniaturizado y en la tercera se interna en un mundo en miniatura en el que su tamaño no es ínfimo, sino absolutamente normal. O sea que, en la práctica, deja de ser minúsculo en la tercera página, cuando empieza a desenvolverse con total normalidad en un mundo muy parecido al real que (en un giro totalmente inverosímil) existe dentro del nuestro. Entonces, si las aventuras del mosquetero no pasan por el contraste entre su tamaño y el del resto del mundo, ¿por dónde pasan? Por el lado del amor. Primero entabla un vínculo sexafectivo con una doctora, para luego llegar a la Academia de Bellas Artes (de una ciudad que parece París, pero no es París), donde va a trabajar de modelo vivo, posando desnudo para los estudiantes de dibujo. Y luego entablará amistad (y largos diálogos) con un desconocido, a quien acompañará a una tierra lejana, donde vive la mujer de quien este hombre está enamorado. Y recién en la página 34, Sfar nos presentará un conflicto, un momento crucial, sin retorno: el mosquetero y su amigo invaden los aposentos de esta mujer, donde se encuentra su marido, quien los confronta con su espada. No todos saldrán vivos de la experiencia y finalmente el mosquetero regresará a la Academia y a los brazos de la doctora. Como es frecuente en las obras de Sfar, lo importante no es tanto la trama ni la acción, sino los vínculos entre los personajes, las charlas en las que hablan de lo que sienten, de sus problemas sentimentales o de otras cosas que hacen a la vida cotidiana. El Minúsculo Mosquetero es de esas obras del genio de Niza que avanzan a un ritmo distendido, sin estridencias, con tiempo para la reflexión y la contemplación. Hay toques de comedia, hay sexo y hay una única escena en la que la violencia se apodera del relato, y el resto es eso, una vida bastante tranquila para un protagonista del que, por ahora, sabemos muy poco. El dibujo te hace daño de lo bueno que es, la narrativa está perfectamente aceitada (predomina la grilla tipo Jack Kirby de seis viñetas iguales), el color complementa al dibujo de una manera impecable y la verdad que el álbum se disfruta un montón, más allá del WTF? original que se produce cuando el mosquetero se interna en el mundo en donde ya no es minúsculo. Prometo entrarle pronto al Vol.2, que ya está ahí, pidiendo pista.
Ya estoy en Japón, para disfrutar el Vol.9 de 20th Century Boys, que tenía en el aguante desde fines de Enero. De nuevo, lo más impactante de este tomo es cómo Naoki Urasawa nos cuenta una pandemia desoladora, con cadáveres apilados en las calles y gente que roba y mata para conseguir vacunas, en clave de ficción, pero con una cantidad impresionante de puntos en común con lo que vivimos en la realidad allá por el 2020. De nuevo, hay personajes muy menores (tipo el Cabo Chono) que protagonizan demasiadas escenas, y eso ralentiza un poco el ritmo del relato, que podría ser más simple, más ágil. No necesitamos saber tanto acerca de personajes que tienen roles tan chiquitos en la trama, o que van a morir tan pocas páginas después de haber aparecido. Este tomo también es raro por dos motivos. Primero, prácticamente no hay flashbacks a principios de los ´70, cuando los protagonistas eran pendejitos. Y segundo... ¡reaparece Kenji! Después de miles de páginas en las que apenas se lo nombraba de vez en cuando, Urasawa vuelve a convertir al aspirante a estrella de rock en un motor importante para la trama. El tema de la canción está en los límites del absurdo, es algo que choca de frente con el supuesto realismo de la serie... pero también es muy inverosímil que Otcho, con los años y las heridas que tiene encima haga las cosas que hace. Así que, cada vez más, el disfrute de 20th Century Boys requiere de la "suspensión del descreimiento" de la que hablaba Jorge Luis Borges. Este tramo (ya muy cerca del final) le reserva un rol importantísimo también a Kanna, y sobre el final empieza a tejerse una runfla espesa en el seno del poder, controlado por Amigo, pero en el que su adláter más visible (o por lo menos al que Urasawa más bola le dio a lo largo de estos nueve tomos) parece despegarse para pegar un golpe de timón que puede cambiarlo todo. Veremos para dónde va el plot de Manjoume, que sí tiene un flashback importante a los ´70, algo así como su "secret origin". Por supuesto es menester dedicarle un par de frases (básicamente, un rosario de elogios) al dibujo de Urasawa, que supera todos los límites. Se lo nota muy cómodo cuando narra "de cerca", con los primeros planos como enfoque principal, porque esto le permite ponerle expresividad y onda a los personajes, incluso cuando los dibuja con pocos trazos, sin demasiada intención de acercarse a un realismo fotográfico. Pero después, cuando "aleja la cámara" y narra con planos más amplios, demuestra también una maestría increíble a la hora de dibujar fondos, distintas locaciones, paisajes, todo en un estilo mucho más realista. No descarto que estas viñetas hayan pasado por las manos de los asistentes del ídolo, quien se concentra principalmente en los personajes, pero la verdad que el contraste entre los rostros caricaturescos, sin tanta elaboración, y los fondos a todo culo, le queda muy bien a la obra. Tengo comprados dos tomos más de 20th Century Boys, pero me parece que los voy a dejar juntar polvo hasta la segunda mitad del año, porque antes quiero leer otras cosas. Nada más, por hoy. Nos encontramos mañana, a las 22:30 hs, en vivo en el canal de YouTube de Comiqueando, en otra emisión de Agenda Abierta. Y si no, espero poder volver a postear antes de fin de mes, acá en el blog. No prometo nada, pero lo vamos a intentar.

viernes, 22 de marzo de 2024

TRES DE VIERNES

Por fin tengo un rato para escribir reseñas... Empezamos en España, año 2009, cuando se publica Cristóbal Nazareto: ¡Un pringao celestial del Siglo XXI!, un libro del maestro Álex Fito cuya portada, guardas y primeras páginas son una especie de homenaje a los álbumes clásicos de Astérix. Adentro nos encontramos con algo bastante más picante que las aventuras del guerrero galo: un comic de denuncia social, que se mete con las pésimas condiciones en las que viven los pobres, la grosera desigualdad social, el racismo, la corrupción, la violencia policial y los síntomas más estridentes de la marginalidad en las grandes urbes: drogadicción, prostitución, trabajo infantil, delito... En este mundo de políticos mentirosos, empresarios garcas y curas pedófilos, se mueve Cristóbal Nazareto, una especie de Jesucristo de las categorías de Ascenso, que rechaza la hegemonía del capitalismo hasta que se da cuenta de que con la guita se puede comprar bebidas alcohólicas. La sordidez de lo que cuenta Fito va in crescendo y gana en complejidad. Las primeras historias son de dos páginas, con pocos personajes en cada uno, y en las últimas ya se anima a entrelazar a todos los personajes de la serie, en argumentos más complejos, con un nivel de crueldad realmente desolador. El estilo de Fito es prolijito, lindo, amistoso, ideal para una historieta de humor infantil, lavadito, inofensivo... y el hijo de puta con ese estilo dibuja situaciones truculentas, escalofriantes, que te dejan un sabor espantoso en la garganta. En ese contraste reside el principal atractivo de Cristóbal Nazareto. También es importante señalar que Fito intenta llevar adelante todos estos relatos sin recurrir a las palabras, y casi siempre lo logra. Por momentos trastabilla y se ve en la necesidad de incluir algún texto, o alguna palabra, pero en general, son historietas mudas. Esto requiere una mayor cantidad de viñetas para resolver la acción (y que se entienda) y el autor opta por una grilla de 12 cuadros chiquitos, todos de igual tamaño, que banca a lo largo de casi todo el álbum. O sea que Cristóbal Nazareto no sólo juega al límite de lo publicable en lo temático, sino que también muestra una búsqueda desde lo formal. Nada, más allá del shock value de las escenas más escabrosas, el humor está ahí (para quien se anime a reirse de estas animaladas) y el dibujo y el color de Fito siempre son un placer. Tuve el ojete de rescatar este libro (magníficamente editado por Glénat España, a la que extraño horrores) de una mesa de saldos, y la verdad que fue un hallazgo muy copado.
Me voy a EEUU, año 2016, para completar la lectura de la segunda mitad de Starve, una serie cuyo Vol.1 vimos en este espacio allá por el 02/06/20. Y sí, lo que había empezado como una cátedra de los maestros Brian Wood y Danijel Zezelj termina muy, muy arriba. Creo que lo más notable es cómo Wood logra mantener la tensión en una historia que casi no tiene acción. Hay apenas una escena de violencia, totalmente desenfatizada, y el resto de los conflictos van claramente para otro lado, un lado más adulto, más real, más profundo. Por supuesto todo sostenido en el carisma arrollador de Gavin Cruikshank, un personaje frontal, complejo y cautivante, sin nada que envidiarle a un Spider Jerusalem. El tema de la comida es importante, pero menos de lo que la gente encargada de promocionar la serie nos quiso hacer creer. Wood no se priva de bajar línea acerca de lo mal que se alimenta la gente de bajos recursos, cómo nos acostumbran a comer mierda y nos la cobran más cara de lo que sale comer mejor y más sano. El subplot del restaurante croto de Brooklyn es probablemente lo más atractivo a nivel argumental que tiene este segundo tomo, pero -de nuevo- el foco no está tan puesto en el morfi en sí, ni en el hecho de que tanto Gavin como su hija son unos cocineros de un talento descomunal, sino más bien en la lucha por la integridad, contra un sistema que te compra, te exprime y te descarta. El dibujo de Zezelj es glorioso, de punta a punta, y se complementa con el maravilloso color del excelso Dave Stewart para brindarnos unos climas atrapantes, de gran belleza plástica. Zezelj lleva al claroscuro a terrenos mágicos, inexplicables, en los que la composición de la viñeta es importantísima, y en la que no importa en lo más mínimo que los fondos provengan de un vasto catálogo de fotos retocadas. Visualmente, estamos frente a uno de los mejores trabajos del ídolo, repleto de páginas y secuencias memorables. Como tantas otras, Starve es una serie que pasó completamente desapercibida en su momento, pero que me animo a recomendar enfáticamente a los fans del buen comic para adultos.
Terminamos esta recorrida en Chile, año 2019, cuando se publica una versión en historieta de London After Midnight, un largometraje de 1927, del cual se perdió la última copia en un incendio a fines de los ´60, y que marcó la última colaboración entre los míticos Tod Browning y Lon Chaney. Yo no sé casi nada de cine de los años ´20, pero por suerte el libro incluye un artículo de mi amigo Roberto Barreiro que explica muy bien todo el contexto. A cargo de reconstruir el guion de la película perdida estuvo Gonzalo Oyanedel, guionista, escritor e investigador chileno. Y para dibujar esta versión de la historia, el elegido fue el mismísimo Quique Alcatena, en su primer trabajo para el mercado trasandino. El trazo de Quique se luce mucho en un álbum de un tamaño bastante mayor al que utilizan las editoriales argentinas que suelen publicar sus trabajos para Italia, y la cantidad de texto que utiliza Oyanedel es bastante más escueta que la habitual en las obras que escribe el propio Alcatena, o las que dibuja sobre guiones de Eduardo Mazzitelli. O sea que el trazo mágico de Quique acá explota con una polenta infrecuente y se adueña de unas páginas muy bien pensadas, con diseños tan inquietantes como el clima que intenta transmitir el guion. Y acá es donde está el problema. Sin ser una pelotudez ni una falta de respeto, el guion es fallido. Como en las dos historietas anteriores, el villano es un empresario garca, pero acá se suma toda una fantochada absurda de un supuesto muerto que resucita como vampiro, que desvirtúa a toda la trama detectivesca en la que el Inspector Burke intenta resolver el misterio de la muerte de Roger Balfour. Claramente esto se podría haber resuelto sin sumar estos elementos "pseudo-fantásticos", que están ahí para generar impacto y cheap thrills en los espectadores, pero que no son para nada relevantes a los efectos de la historia. Por supuesto está buenísimo ver a Alcatena dibujar a este monstruo, pero no hacía falta. De hecho, por cómo está planteada la trama, no hacía falta ni siquiera que hubiese escenas de acción... pero claro, había que llevar gente a los cines y para eso, la espectacularidad de los no muertos y el clima tétrico típico de película de terror siempre suman más que una escena atrás de otra de gente que habla. Obviamente, si sos fan de Alcatena, o de las películas de terror de la época del cine mudo, London After Midnight no puede faltar en tu biblioteca. Pero si entrás buscando un guion que te parta la cabeza, lamentablemente no creo que lo encuentres en estas páginas. Y nada más, por hoy. Ni bien tenga más libros leídos, nos reencontramos y los comentamos por acá. Ah, el miércoles a las 22:30 ha hay Agenda Abierta en el canal de YouTube de Comiqueando, con un invitado de lujo y la participación de tod@s l@s que se quieran prender. Nos vemos por ahí.

lunes, 18 de marzo de 2024

A VER SI LOGRO RETOMAR

Acá estamos, después de una semana rara, en la que me absorbió muchísimas horas el evento de los Premios Cinder que hicimos sábado y domingo. Algo logré leer (siempre menos de lo que me hubiese gustado) y ahora tengo un rato para escribir las reseñas.
De casualidad, boludeando en una comiquería de París, me enteré que existía Ikki Mandara, un manga de Osamu Tezuka del que jamás había oído hablar. Son alrededor de 550 páginas, que el Dios del Manga serializó a lo largo de unos siete meses, entre 1974 y 1975, en la revista Weekly Shonen Sunday, hasta que la cerró de manera medio arbitraria, en un punto donde quedan colgadas algunas de las tramas que venía desarrollando. La historia arranca en China en el año 1900, y se mete a fondo con la famosa (pero poco difundida en Occidente) revolución de los Boxers. En ese contexto, turbulento y complejo, emerge Sanniang, una joven campesina, ingenua e iletrada, que de alguna manera se convertirá en una hábil guerrera, por momentos una verdadera máquina de matar, que cobrará notoriedad entre las tropas rebeldes. Tezuka no le cobra para nada barato el protagonismo que le va a dar a Sanniang: la pobre piba va a vivir cientos de páginas al límite, y va a recibir (además de la discriminación típica de una sociedad que le tenía asignados roles muy menores a las mujeres) golpes, heridas, traiciones, torturas y violaciones. En algún momento, parece cobrar relieve una trama de amor no correspondido, pero al lado de lo que sufrió Sanniang por involucrarse con los Boxers, un revés romántico es casi una pelotudez. Sobre el final de la primera mitad, Sanniang logra huir de China a Japón junto a Wang Taihai y en el segundo tramo de la obra, este otro revolucionario chino va a compartir protagonismo con la joven. Y se va a sumar un tercer protagonista, en este caso alguien que existió en la vida real: Ikki Kita, un destacado pensador, una figura de la filosofía política japonesa de principios del Siglo XX. Este tramo ambientado en Japón será un toque menos violento que el primero, pero seguirá a full la rosca política, la intriga palaciega, los conflictos entre tradiciones ancestrales y una modernidad que (con mucha guita en juego) viene a llevarse todo por delante. Acá hay más tiempo de debatir ideología, porque los personajes no están todo el tiempo tratando de que no los asesinen... aunque Wang Taihai la pasa bastante mal, pobre, por meterse en el medio entre la hija de una familia aristocrática y un poderoso empresario que tenía planeado casarse con ella. En Ikki Mandara vemos a Tezuka ensayar lo que años más tarde va a hacer un poco mejor en Adolf: tomar un conflicto bélico del mundo real, un personaje fuerte que existió y que (por lo menos en Japón) todo el mundo conoce, y "decorarlo" con personajes ficticios, enroscados en una trama compleja, por momentos demasiado retorcida, y con un nivel de violencia absolutamente shockeante. ¿Por qué digo que en Adolf lo hace mejor? Primero, porque llega a un final mucho más contundente. Acá el manga se termina en cualquier lado, con uno de los protagonistas preso y los otros dos viendo qué carajo hacen con sus vidas. El propio Tezuka reconoce en el epílogo que le hubiese gustado continuar Ikki Mandara más adelante, tal vez en otra revista. Y lo más importante: el dibujo. Estas no son ni remotamente las páginas más inspiradas de Tezuka a nivel visual. Hay un trabajo excelente en los fondos, y en las batallas, y en todo lo que está pensado para apuntalar el realismo de la historia, pero los personajes están dibujados así nomás, de modo a menudo inconsistente. Así, mientras Sanniang parece un personaje de un manga infantil, que cada tres viñetas ve sus rasgos deformados de manera grotesca por el dolor, la sorpresa, la furia, o incluso por la alegría, Kita está dibujado como si fuera Golgo 13, o algún otro personaje de un gekiga de Takao Saito. Hasta los caballos están dibujados así nomás, sin mucho cuidado por la anatomía. Por suerte la puesta en página es gloriosa, y destaco sobre todo esa página de 32 viñetas, algo que nunca había visto funcionar tan bien como acá. Imposible poner a Ikki Mandara entre las obras fundamentales del Manga no Kamisama, pero está buena para leer algo distinto, una aventura trepidante y zarpada en un contexto histórico fascinante. Como Adolf, pero varios años antes.
Hace mil años, el 20/07/16, hubo reseña del Vol.1 de Sex Criminals y recién ahora leí el Vol.2. Cualquiera. Lo importante es que me cagué de risa. En este segundo tomo pasan menos cosas que en el Vol.1, o por lo menos hay bastante menos acción. Entonces hay más desarrollo de personajes, más diálogos, más profundidad, y más sexo. Es maravilloso lo ido al carajo que está Matt Fraction en materia de chistes de pija, concha, guasca y garche. No recuerdo otros comics de mainstream yanki donde haya tanto de eso... Por ahí The Pro, aquella obra maestra de Garth Ennis y Amanda Conner... pero me acuerdo que en The Pro se hablaba de coger más de lo que efectivamente se cogía. En Sex Criminals, además de la sanata y los chistes, hay garche a pleno, y muchas veces es relevante para la trama. Me pareció brillante el episodio en el que Fraction cuenta la vida de una piba que pasa en poco tiempo de bailar en bolas en cabarulos, a posar para revistas eróticas, a protagonizar películas porno, y todo el tiempo te hace la comparación entre lo que factura esta piba y lo que gana la gente común en laburos "normales" de oficina o mostrador. Pero en general, todo el tomo está bueno y te genera una empatía enorme con Jon y Suzie, los protagonistas de la serie. Los dibujos son de Chip Zdarsky (sí, el guionista de Batman), que hace gala de un trazo preciosista, muy detallado, con gran atención por los detalles en los fondos y en el lenguaje corporal y gestual de los personajes. Además el propio Zdarsky está a cargo del color, que es magnífico y acompaña a la perfección los climas de la historia. No sé cuándo voy a retomar la lectura de Sex Criminals, porque no tengo el Vol.3. Ojalá no pasen casi ocho más, porque este Vol.2 me dejó muy al palo. Hasta los extras que vienen al final del tomo están buenísimos, de verdad. Nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 11 de marzo de 2024

LUNES CON TORMENTA

Mientras afuera un temporal amenaza con destruir el mundo tal como lo conocemos, tengo otros tres libros leídos y listos para reseñar. Empezamos en España, año 2001, cuando se publica Cohibas Connection, una historieta protagonizada por el detective Simón Feijoo, originalmente publicada en el diario El Observador. El guion le pertenece al destacado especialista (y a veces guionista) Carles Santamaría y los dibujos son obra del maestro Bartolomé Seguí, muy identificado sobre todo con las revistas El Víbora y Madriz. La trama de Cohibas Connection narra las desventuras de Feijoo en La Habana, a donde viaja por placer, y con la idea de concretar un lucrativo negocio de contrabando de cigarros. Pero la transacción se complica, los habanos son algo más que lo que él supone que son, y el fisgón español se ve envuelto en un flor de bolonki donde abundan los intereses mezquinos, las traiciones. los policías corruptos y los gangsters armados y con ganas de disparar. Santamaría no inventa nada que no hayamos leído ya muchas veces en este tipo de historias, pero le pone por un lado mucha onda al desarrollo de los personajes, por otro lado bastante verosimilitud a su retrato de esta Cuba bizarra y en un punto hostil para con el "turista" español, y -lo más importante- mucho ritmo. La aventura es trepidante, todo el tiempo pasan cosas una más heavy que la otra, y la historia te transmite la sensación de no querer ser ese Simón Feijoo, que llegó a La Habana a comerse al mundo en dos pancitos y ahora está atrapado en una vorágine de violencia que no se sabe donde puede terminar. El guion ofrece también pinceladas de comedia y algo de sexo, pero se apoya sobre todo en esa violencia, turbia, descarnada y sin ningún tipo de control. Bartolomé Seguí aborda la faz gráfica con un magnífico manejo del claroscuro y un trazo ágil, donde demuestra su gran versatilidad con el pincel. Seguí es un crack dibujando comedia, pero su estilo no desentona para nada con la trama de Cohibas Connection, en la que el grotesco tiene un peso insoslayable. Probablemente hoy nadie se acuerde de esta historieta pero -sin ser una maravilla insuperable- está muy bien. Es divertida, es incómoda, por momentos salvaje, políticamente incorrecta, está dibujada a un excelente nivel, y lo que el guion no tiene de original lo tiene de sólido. También la encontré de pedo (y en oferta) en una comiquería argentina.
Salto a Estados Unidos, año 2010, para el cuarto tomito de Secret Warriors de Jonathan Hickman... que no es el último. Yo creía que terminaba todo acá, pero no: faltan dos TPBs más para completar la serie. Y obviamente no los tengo. Este es un libro finto, que recopila apenas cuatro comic books. El primero es un one-shot que conecta con el evento llamado Siege, en el que se termina la etapa de Norman Osborn al frente de las fuerzas de seguridad de EEUU (el llamado "Dark Reign"). Hickman centra el episodio en el reencuentro entre Nick Fury y Captain America, pero al que más chapa le da es a Alexander, el hijito de Ares. Es un episodio raro, porque no conecta mucho con lo que venía pasando en la serie regular de Secret Warriors, pero no está mal. Y los otros tres números son todavía más raros. Hickman arma una trilogía en la que nos cuenta (a modo de flashbacks) una última operación de los Howling Commandos en la que terminan todos muertos, salvo Dum-Dum Dugan, que apenas se rompe un brazo. Esto tiene una conexión mínima con lo que venía planteando el guionista en la serie (el conflicto entre Fury, HYDRA y Leviathan) y sirve básicamente para traer un poco de lógica al mundo: ya era muy inverosímil que esos tipos, que tenían entre 19 y 25 años en 1942, hubiesen llegado vivos y en un estado físico envidiable a 2010. Así que Hickman los limpia a todos en un combate contra Gorgon que está desenfatizado en favor del kilombo diplomático que se arma con China, país done tiene lugar el enfrentamiento. De nuevo, lo que hace llevadero todo esto son los diálogos y la complejidad del personaje de Nick Fury. El resto de las tramas (Leviathan, los pibes con superpoderes, los traidores infiltrados en las distintas organizacioines, etc.) no se mencionan en lo más mínimo, con lo que intuyo que el Vol.5 va a ser mucho más continuación directa del Vol.3 que de este. El dibujo de Alessandro Vitti cambia mucho entre el one-shot de Siege (más estilizado, con un trazo más finito, más tipo Carlos Pacheco) y los tres episodios centrados en los Howling Commandos, donde entinta con brocha gruesa y apuesta más al grotesco, y a la exageración del impacto. Tampoco lo ayuda el color, muy opaco, con predominio de tonos marrones. No hay mucho para rescatar en estas páginas del autor italiano, que por algo era suplente de Stefano Caselli. Hasta acá llego con Secret Warriors. Veremos con qué me encuentro el día que consiga y lea los tomitos que me faltan.
Y termino en Chile, año 2022, para reseñar Lautaro: El Ascenso, una novela gráfica de temática histórica, escrita por mi amigo Francisco Inostroza y dibujada por Claudio Muñoz. Me resultó sumamente interesante la temática, que tiene que ver con la resistencia de los pueblos originarios chilenos frente al avance de los conquistadores españoles. Hay una recreación de aquellos mediados del Siglo XVI muy inteligente por parte de Inostroza, que sin recurrir a la cátedra de historia nos mete en ese clima y en ese período para contarnos una historia que es al mismo tiempo muy personal y muy épica. Tiene el problema de que está contada de manera muy descomprimida. El libro tiene más de 80 páginas, la historieta alrededor de 65 y eso que nos cuentan los autores se podrían haber contado en 32, o 36, a lo sumo. El relato va lento, se cuelga en silencios y se regodea en las escenas de batalla, que ocupan muchísimas páginas. Lo importante, el motor emocional de Lautaro: El Ascenso, que es el contrapunto entre el joven aborigen y el español que lo crió (el conquistador Pedro de Valdivia) tiene mucho desarrollo y está muy bien llevado, pero podría haberse resuelto en muchas menos páginas. El dibujo de Muñoz es desparejo: tiene viñetas (sobre todo primeros planos) en los que se prodiga en detalles, como esos entintadores del mainstream yanki que quieren sobresalir por encima del trabajo de quien tiene a su cargo los lápices; y otras viñetas donde sintetiza muchísimo el trazo y lo circunscribe a los rasgos más básicos de cada personaje, animal o fondo. En esas escenas multitudinarias con decenas de indios y soldados españoles a caballo, hay algunos pifies notorios en la anatomía de humanos y animales, pero se aprecia el esfuerzo del dibujante por transmitir la fuerza y el vértigo de las batallas. Y el principal problema (para mi gusto) es que buena parte de los aborígenes tienen el físico de un superhéroe, o un luchador de la WWF. En una de esas estoy diciendo pelotudeces y Muñoz investigó documentos de la época que afirman que los mapuches hacían fierros y tenían esos cuerpos imponentes, anchos y musculados, o por ahí es una licencia de la que el dibujante abusa un toque. La verdad que no lo sé con certeza, pero me hizo ruido. Este mismo material, con menos páginas, menos prólogos, menos epílogos, menos pretensiones de relevancia y rigor histórico, sería mucho mejor. Así no está mal: hay un conflicto atractivo, que escala y se resuelve de modo impactante, y el dibujo no es un horror ni mucho menos. Pero como en Chile ganó varios premios y lo leí muy sugestionado por la manija previa, esperaba un poco más. Y a veces menos es más. Nada más, por hoy. Nos vemos el sábado y domingo en el Teatro Mandril para compartir el evento de los Premios Cinder y se viene otro programa en vivo en el canal de YouTube de Comiqueando, del cual prometo contar un poquito más la próxima vez que salga posteo acá en el blog. Gracias y hasta pronto.

jueves, 7 de marzo de 2024

DOS LIBRITOS MÁS

Vamos con dos lecturas más... Como ya conté muchas veces, soy muy fan de la dupla integrada por Enrique Ventura y su primo, el ya fallecido Miguel Ángel Nieto. Y también de la obra de Ventura solista, posterior a la muerte de Nieto, sucedida en 1995. Ya tuvimos reseñas de dos tomitos de la serie más famosa de la dupla, Grouñidos en el Desierto (surgida en el semanario humorístico El Jueves en 1979), allá por el 02/12/10 y más tarde el 26/07/17. Ahora me toca leer un libro de 2004, llamado "Lo Más Mejor de Ventura-Nieto: Grouñidos y otras historias" que, como su nombre lo indica, combina una selección de planchas de Grouñidos... con otras historietas, que es en lo que me quiero concentrar, para no reiterar los conceptos ya vertidos en las dos reseñas anteriores. Además de las disparatadas aventuras de Groucho, tanto la dupla como Ventura en solitario aportaron a las páginas de El Jueves otro tipo de material. Muchas son historietas de dos o tres páginas, sin personajes recurrentes, breves narraciones a menudo descarnadas, acerca de la estupidez humana en sus distintas formas, y ambientadas en lugares y épocas muy disímiles, como para que Ventura no se pudiese aburrir nunca. Generalmente son ideas delirantes, absurdas, pero casi siempre hay también una pincelada de crítica social, sutil y eficaz. Y el otro tipo de historietas que publicaban los primos en El Jueves tiene que ver con la que ellos mismos reconocen como su principal influencia: las sátiras a las películas que leían en la revista MAD. Enrique Ventura (además de músico y escritor) es un dibujante formidable, pero su sueño es ser Mort Drucker, o Angelo Torres. Eso es lo que lo apasiona: la versión en joda de la series y películas que todo el mundo conoce, con chistes de mala leche y agudas caricaturas de los actores y actrices de Hollywood. En el libro hay varias de esas (Alien, X-Files, Indiana Jones, Robin Hood, Evita, Heat, etc.), generalmente desarrolladas en apenas tres o cuatro páginas, y con algo que las parodias de MAD no tenían: un trabajo de color espectacular, también obra de Ventura. El libro estalla de material alucinante, y arranca de manera inmejorable: con una gran entrevista a Ventura realizada nada menos que por Antoni Guiral. Y también en el primer tramo del libro aparece la historieta que a mí más me sorprendió: una parodia del Den de Richard Corben realizada en tres páginas, con chistes zarpadísimos y un Ventura que modifica totalmente su grafismo para emular el del gigante de Kansas, sin sacrificar en lo más mínimo la impronta humorística. Una verdadera gema, que hasta que salió este libro estaba perdida en un número de El Jueves de 1982. Como todos los libros de la colección "Lo Más Mejor de...", este es un punto de partida ideal para quienes no conocen la gloriosa obra de Ventura y Nieto y quieran descubrirla. Dato no menor: lo compré en Buenos Aires y a precio de mega-oferta.
Llegué al tercer y anteúltimo tomo de Secret Warriors, y esta vez me aburrí bastante. Jonathan Hickman estira mucho la trama, la hace avanzar a un ritmo parsimonioso, con buenos diálogos, con buen desarrollo de personajes, cada tanto con algún momento shockeante, pero la verdad es que lo que pasa en los seis episodios que compila este TPB podría pasar tranquilamente en dos. Este es el momento previo al estallido final, donde los traidores se sacan las máscaras, revelan sus verdaderas intenciones y hacen sus movidas más osadas. Pero está todo muy diluído. Y hay cosas realmente indignantes como ver a un personaje morir y resucitar a las dos viñetas. El resto son amagues: flashbacks, diálogos en los que los personajes cuentan cosas sobre sí mismos, o se amenazan, o se tratan de vender humo... una larga partida de poker entre garcas a la que le falta un poco de ritmo. Menos mal que Hickman se esfuerza por ponerle a cada personaje una personalidad atractiva, como para que toda esa interacción no se haga soporífera. Creo que lo mejor que hace el ídolo en esta etapa de Secret Warriors es repartir bien el juego entre las tres facciones que dominan la escena: la de Nick Fury, la de HYDRA y la de Leviathan. Así es como algunos villanos segundones, como Kraken o Gorgon, tienen muchísimo protagonismo, pero en lo único que jode esta "distribución equitativa" del spotlight es en que se ralentiza mucho el avance de la trama principal. El próximo tomo es el último, así que me imagino que ahí no habrá más excusas para dilatar la llegada de esa confrontación entre los tres bandos que Hickman nos cocinó muy lentamente, pero con varios ingredientes sabrosos. Por el lado del dibujo, tenemos el regreso de Stefano Caselli, ahora bastante más suelto que en el Vol.1, un poco más generoso con los fondos y -lo más importante- mucho mejor sintonizado con el trabajo del colorista Sunny Gho, que es monumental. En las escenas de flashbacks, Gho ensaya un tratamiento cromático distinta, que le da al dibujo un volumen, una textura y un impacto realmente exquisitos. Y cuando hay que hacer machaca y violencia al borde del gore, Caselli y Gho también se arremangan y lo hacen, no tienen ningún reparo. No me enamoré perdidamente del dibujo del italiano porque me parece que le falta más originalidad, un sello más propio. Pero para este tipo de trabajos bien mainstream, donde la identidad gráfica del dibujante no es algo que tenga un peso fundamental, me parece una excelente opción. Lástima que no dibuja el último episodio del tomo, que va a manos de Gianluca Gugliotta que, sin ser impresentable, es bastante más limitado que "el titular". Prometo entrarle pronto al Vol.4, a ver cómo termina este experimento. Nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 4 de marzo de 2024

SEMANA DE POCA LECTURA

Distintas complicaciones llevaron a que, después de una semana sin postear en el blog, hoy tenga para reseñar sólo dos libros. Algo leí por fuera (revistas, textos teóricos... encima en francés) pero en general, vengo con poco tiempo. Empezamos con una obra publicada originalmente en Japón en 2014, La Doncella de la Nieve de la Brisa Primaveral, una novela gráfica de casi 240 páginas, escrita y dibujada por el siempre asombroso Hiroaki Samura. Esto es raro ya desde el título, que parece una joda tipo "la bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa", de Les Luthiers. Y la consigna también te descoloca: Samura ambienta la historia en Rusia, pocos años después de la revolución que terminó con los zares e inauguró el período de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Una revolución a la que el autor de La Espada del Inmortal parece no tenerle mucho cariño, en buena medida a partir de los desbordes fascistas que tuvieron como emblema a Iósif Stalin. Para cuando se inicia este manga, el Partido Comunista todavía sigue buscando a aristócratas y miembros de la nobleza vinculados a los zares para encarcelarlos o directamente matarlos, y esa es la atmósfera de opresión y peligro que va a teñir a toda la obra. Los protagonistas son una chica a la que le faltan las piernas y un muchacho al que le falta un ojo, unidos por una conexión muy especial. Juntos lograrán "hospedarse" en una dacha, y más tarde descubriremos que en realidad están ahí porque alguien los mandó a buscar algo. En rigor de verdad, los dos primeros tercios de La Doncella de la Nieve de la Brisa Primaveral son un bajón. Hay poca acción, hay muchas cosas que no se explican y otras que se nos recuerdan demasiadas veces, personajes que se nos presentan como importantes y podrían tranquilamente no estar, peripecias innecesarias plagadas de crueldad, muchas decisiones narrativas que toma Samura con las que yo no comulgo... No me llegué a aburrir, porque hay momentos fuertes, escabrosos, de esos que te hacen decir "¡pará, loco!". Hay asesinatos a sangre fría, un personaje secundario aficionado al cross-dressing y hasta un personaje que gradualmente se convertirá en protagonista que es adulto, pero viola sistemática y salvajemente a la chica a la que le faltan las piernas. ¿Qué es esto? ¿Es un thriller, es una de terror? Finalmente, el último tercio levanta muchísimo la puntería, a partir de que Samura nos revela finalmente quiénes son el chico y la chica, qué buscaban y por qué están juntos. Ahí tiene sentido todo, hasta la elección de la época y el lugar donde transcurre la historia. Y el tramo final es realmente cautivante, siempre con ese péndulo (presente en todo el libro) entre escenas mudas y escenas con muchísimo diálogo, pero muy interesante, porque ves que el desarrollo de los personajes finalmente fue hacia un lugar lógico y coherente. El dibujo de Samura, como siempre, está más allá de toda exégesis. Puede tener algún traspié en el fluir del relato, páginas que permiten suponer cambios de último momento en la planificación, porque por ahí faltaba una viñeta para que se entendiera lo que el autor quería contar... pero son boludeces comparado con el nivel del dibujo. Creo que lo que más destaco es el manejo de los grises, pero visualmente todo es una maravilla. La Doncella de la Nieve de la Brisa Primaveral es una obra rara, inquietante, incómoda por momentos, con una fuerte impronta autoral, como si Samura saliera dispuesto a marcar la cancha (una vez más) y decir "esto es lo que quiero contar y quiero hacerlo así, sin concesiones". Si leíste otras obras de este monstruo, sabés que se puede confiar en él cuando se manda al frente, y que esa impronta autoral no es humo, sino un talento que no abunda en el comic de ningún género y de ningún país.
Voy un libro atrasado con Paco Roca. Sacó el nuevo en Diciembre de 2023 y yo recién ahora terminé Regreso al Edén el que sacó en Diciembre de 2021. Debo admitir, antes que nada, que arranqué mal predispuesto por el choreo abominable que son las primeras 18 páginas del libro, un recurso infame que se repite en las 12 últimas. Para cuando terminó el delito y empezó la narración, yo ya estaba a las puteadas. Pero bueno, es Paco Roca, no me defraudó nunca, y uno sabe que a los grandes de esta magnitud hay que ponerles el hombro y perdonarles alguna que otra veleidad... Aún así, Regreso al Edén, sin ser una cagada, quedó bastante por debajo de las obras maestras del genial autor valenciano. Básicamente, lo que propone la obra es un viaje por la memoria de una señora ya muy mayor, que nos remonta a la historia de su familia y de la España del hambre y la miseria, justo después de la Guerra Civil. Sí, otra vez. Otra vez los recuerdos de los viejitos como eje de una narración, otra vez las funestas secuelas de la Guerra Civil, solo que esta vez no hay nada ni remotamente parecido a una aventura. Es simplemente la historia de gente que la pasa mal, en distintas etapas de su vida, hasta que se muere. Roca nos cuenta las vidas de gente personas comunes y corrientes, que se vinculan entre sí como en cualquier familia, con los problemas que tenemos todos, agravados en este caso por la extrema pobreza que el régimen de Francisco Franco impuso sobre los españoles tras hacerse con el poder. Los personajes se mueven en una sociedad mucho más atrasada, pauperizada y conservadora que la actual y no hay mucho más que eso para nutrir el "argumento" del libro. Por suerte, hay muchas soluciones gráficas maravillosas, algún que otro firulete narrativo que tiene que ver con los sueños y fantasías de los personajes, que Roca aprovecha para dibujar algo que vaya más allá de las personas que hablan (o callan). Hay hasta "infografías" que nos explican quién es hijo de quién y quién está casado con quién para que no nos perdamos a medida que el elenco se expande. Y son detalles menores, pero que suman, porque Roca dibuja todo demasiado bien. La puesta en página es impecable, la paleta de colores muy apagada (que a mí en general me parece un bajón) acá es un acierto y tiene todo el sentido, el formato apaisado (otro fetiche de Roca que a mí ya me secó los huevos) no molesta para nada... Me cuesta pensar en Regreso al Edén como una obra fallida, o una obra menor, porque es evidente que el autor le puso alma y talento en cantidades inhumanas. Pero me costó mucho más engancharme. La sentí más distante y menos relevante que las otras maravillas que salieron del lápiz mágico de Roca y no recuerdo haber leído críticas de colegas que la pusieran en el mismo pedestal de Arrugas, Los Surcos del Azar, La Casa o El Invierno del Dibujante. Por supuesto esto no hace mella en mis ganas de conseguir cuanto antes El Abismo del Olvido, el álbum de Roca que me falta, y ponerle todas las fichas. Ojalá suceda pronto. Nada más, por hoy. Espero poder volver a postear pronto, acá en el blog. Gracias y hasta entonces.