jueves, 28 de marzo de 2024
HIPER-FINDE EN BUENOS AIRES
No, no me voy a ningún lado este finde extra-large. Me voy el miércoles, después de los chotocientos feriados, a un evento en Chile, en la ciudad de Concepción. Y estos días estoy acá, con bastante laburo y con algo de tiempo para leer comics (y textos sobre comics).
Allá por el 16/12/19 me tocó leer el Vol.1 de JoJo´s Bizarre Adventure, y ahí mismo, en la primera parada, me bajé del bondi, ahuyentado por la nula calidad de los guiones de Hirohiko Araki. Años más tarde, le di otra posibilidad, un poco cautivado por la excelente idea de que exista una colección de comics ambientados en el Museo del Louvre y otro poco alucinado por la bestial dimensión que alcanzó Araki como dibujante. Así caí en Rohan en el Louvre, una novela gráfica de unas 125 páginas a todo color, protagonizada por Rohan Kishibe, un personaje al que Araki presentó en la cuarta saga de JoJo´s Bizarre Adventure para utilizarlo luego en distintas historias con poca o ninguna vinculación con su magnum opus.
Rohan en el Louvre se lee muy rápido, en parte porque pasan pocas cosas para la cantidad de páginas que tiene. Esto mismo se podía contar tranquilamente en 80 páginas, como mucho. Las primeras 42 páginas parecen ser una historia de desencuentros sentimentales, de enrosque entre jóvenes que se gustan pero no garchan. Hay también un halo de misterio, algo que pasa y que no tiene mucha explicación (al principio) y que le agrega complejidad y suspenso a la trama. Después hay 18 páginas de transición, donde Araki parece olvidarse casi totalmente de lo narrado hasta ese punto, para establecer otro conflicto mucho más urgente, que ahora sí, nos lleva al majestuoso museo de la ciudad de París. El cambio de locación implica también un cambio de elenco y acá el autor introduce a varios personajes nuevos, ninguno tan atractivo como Nanase, la enigmática protagonista del primer tramo. Y en las 60 páginas finales, la obra llega a su climax, un climax estiradísimo, pero climax al fin. Acá hay un despliegue alucinante de acción descontrolada, a partir de que estalla un elemento fantástico zarpado e impredecible, que sirve además para dilucidar el misterio de la primera parte, de aquella extensa secuencia de Rohan y Nanase en Japón. Finalmente todo tiene sentido y uno siente que leyó algo así como un unitario de misterio/ terror que podría estar en una antología de Vertigo... si no fuera porque en esas antologías te remataban las historias en 10-12 páginas y esto es infinitamente más largo.
El dibujo de Araki es realmente extraordinario, y la verdad es que no perdería demasiado si le quitáramos el color. Que no está mal, pero no alcanza ni a palos los niveles de virtuosismo que exhibe el dibujo. Salvo por una cierta mezquindad a la hora de dibujar fondos, el trabajo del autor en la faz gráfica es sobresaliente. La puesta en página apuesta fuerte al ritmo, a la agilidad y la potencia del relato, como en los buenos comics de machaca superheroica. Los primeros planos (que son muchos) dan cátedra de expresividad, los decorados y la ropa están diseñados con atención y talento y todo lo que tiene que ver con la figura humana es sencillamente monumental. Ya sea quieto o en acción, Araki dibuja al cuerpo humano como nadie, con una elegancia y una polenta incomparables.
Obviamente, si te hiciste fan de JoJo´s Bizarre Adventure, Rohan en el Louvre no puede faltar en tu biblioteca (aunque Ivrea no se ponga las pilas para publicarlo en Argentina). Si venís juntando los álbumes de distintos autores que transcurren en el Louvre, este no te va a defraudar para nada. Y si simplemente querés leer algo de Hirohiko Araki que no implique entrar en el laberinto del terror que significa una mega-serie abierta desde 1987, con varios arcos argumentales, más de una continuidad y varios cientos de personajes, sin dudas esto es lo que estabas buscando.
Me voy a Estados Unidos, mediados del 2020, cuando en plena pandemia los maestros Ed Brubaker y Sean Phillips lanzan Pulp, una novela gráfica breve (68 páginas) pero de una potencia arrolladora. Pulp parte de la misma consigna que Roco Vargas. En la historieta de Daniel Torres, tenemos a un escritor de novelas de aventuras, Armando Mistral, que en realidad es una mascarada tras la cual se oculta un grossísimo aventurero espacial ya retirado, el mítico e intrépido Roco Vargas, que ahora escribe ficción, basada hasta cierto punto en las peripecias que protagonizó en sus años mozos. Acá pasa LO MISMO, excepto que Max Winter es un escritor octogenario, muy lejos del éxito y del prestigio, y la historia transcurre en 1939, mientras que sus proezas como forajido del Lejano Oeste se ubican casi 50 años antes.
Por supuesto, alguien que conoció a Max cuando él y su banda de asaltantes eran el terror de los grandes terratenientes de Wyoming se va a dar cuenta de que esos relatos pulp no son exactamente "inventos" de este tal Winter y lo va a ir a encarar. Y ahí, la vida de Max (que ya estaba complicada por la salud, la tranquilidad económica y la autoestima perdidas) se va a complicar mucho más. No quiero dar detalles sobre el argumento, porque buena parte del impacto de Pulp se basa en sorpresas y volantazos que es mejor no conocer antes de entrarle al comic. Simplemente quiero agregar que Brubaker aprovecha perfectamente el contexto de esta New York de 1939 en la que los pulps vendían fortunas pero pagaban miseria, y en la que las tropelías imperiales de Adolf Hitler en Europa generaban no sólo interés, sino incluso adhesión en un sector para nada minoritario de la sociedad. Esto le permite al guionista trabajar con los clásicos "villanos nazis", pero en este caso son tan yankis como el ex-cowboy de Wyoming.
Por el lado del dibujo tenemos otro trabajo de contundente solidez por parte de Sean Phillips, muy bien complementado por la paleta de colores de su hijo Jacob. Phillips está en su salsa, porque le dan una historia crepuscular, urbana, sin estridencias, sin elementos fantásticos, salpicada con unas pocas (y muy significativas) escenas de acción, pero sostenida sobre todo en los diálogos. La recreación de las dos épocas (la de fines del Siglo XIX y la de 1939) es brillante, la forma en la que el dibujo subraya la personalidad y el pathos de Max es impresionante y el formato de narración clásica, con la página dividida en tres tiras y no más de seis o siete viñetas por plancha, le queda perfecto a lo que la dupla quiere contar. Recomiendo muchísimo Pulp a los fans de Brubaker, de Phillips y de la buena historieta para adultos. Esto es material de una calidad realmente infrecuente.
Y hasta acá llegamos, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos ni bien tenga un par de libritos más para reseñar acá en el blog.
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3 comentarios:
Hacía AÑOS que venía pidiendo (léase RECOMENDANDO) esta esperada reseña que, por suerte, es coincidente.
PULP ES LO+!!
Te recontra recomiendo el 4to arco de Jojos Andres!
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