el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 27 de febrero de 2023

NOCHE DE LUNES

Por distintos motivos, vengo con poco tiempo para leer comics e incluso para reseñarlos. Pero luego de un paréntesis, hoy retomamos. Terminé (ya era hora) Fables. Tardísimo, como siempre, me devoré esa rareza editorial que es al mismo tiempo el nº150 (recontra extra-large) de la serie mensual y el Vol.22 de la serie de trade paperbacks,. Estamos hablando de un alto masacote de 160 páginas publicado en 2015 que trae historietas, relatos en prosa y textos en lo que los autores se despiden entre sí y de los lectores que los acompañaron a lo largo de los 13 años en los que Vertigo publicó la serie mensual. La historieta principal, a cargo de (como no podía ser de otra manera) Bill Willingham y Mark Buckingham es una novela gráfica de 77 páginas, en la que los creadores de Fables cierran todos los plots importantes que tenían abiertos y resuelven de una vez el conflicto entre Red Rose y Snow White, las hermanas que protagonizan esta última etapa de la serie. Acá tenemos una combinación entre momentos épicos y momentos intimistas muy lograda, en la que además mojan el pancito, a veces en roles muy sorpresivos, varios personajes más. Es un lindo cierre, y además el dibujo de Buckingham está a un nivel glorioso, coloreado mejor que nunca por Lee Loughridge. Pero hay más: como ya vimos en el TPB anterior, Willingham complementa la historia principal con un montón de historias cortitas, que nos narran el final de distintos personajes secundarios. Acá hay gemas, boludeces tolerables y algún que otro bofe. Los finales de Pinocchio y Gepetto son magníficos. El de los cachorros de Bigby Wolf y Snow White también. Y la historia en la que finalmente vemos cómo las autoridades terrenales (ejército y policía) toman cartas en el asunto de Fabletown tiene un guion demasiado bueno para ser real (y para que lo dibuje a media máquina Lam Medina). Y cuando ya creías que era todo rejunte de historias cortitas y personajes del Ascenso, en las últimas páginas reaparecen Willingham y Buckingham para una breve historia ambientada muchos años en el futuro que es pura magia y emoción. En el medio hay breves colaboraciones de monstruos como Neal Adams, Mike Allred, Teddy Kristiansen, Gene Ha, Bryan Talbot o Joëlle Jones, algunos con muy poquitas viñetas, otros con secuencias un poco más largas. Sin dudas es un cierre a la altura de la chapa de una serie que durante 13 años cosechó premios y popularidad a lo pavote, que tenía muchos más lectores que ejemplares vendidos (mucha gente le prestaba sus revistas o libros de Fables a otra para que se cebara y la empezara a leer/ coleccionar), que generó una brutal cantidad de spin-offs y que convirtió a la dupla de Willingham/ Buckingham en una de las más aceitadas y más eficaces de la historia del comic yanki reciente. Años más tarde, Fables volvió, e incluso retomó la numeración con el nº151, pero esa ya es otra historia. La historia posta termina acá, con toda la fanfarria que ameritaba semejante epopeya creativa y editorial. Gracias a todo el equipo que metió mano en Fables por tanta magia y tantos buenos momentos.
Me vengo a Argentina, año 2022, cuando un grupo de escultores y modeladores 3-D se juntan para imaginar un universo de personajes al estilo Masters of the Universe, para desarrollar una línea de action figures (muñecos, para los amigos) de alto impacto. Como complemento, se les ocurre escribir una historieta protagonizada por estos personajes, que se llama Sentencia Astral y que le da un contexto al conflicto entre estos poderosos guerreros del Bien y el Mal. Con el guion consensuado entre todos, consiguieron que lo dibujara el querido maestro Marcelo Sosa (fallecido hace pocas semanas) y lo coloreara el talentoso Guillermo Villarreal. Así, el Vol.1 de Sentencia Astral se convirtió en una realidad tan tangible como los muñecos. No es muy difícil sospechar que el énfasis de los escultores estuvo puesto en imaginar el look y la contextura de cada personaje. Ahí, realmente la rompieron, porque todos se ven increíbles. El trabajo de Sosa para darles vida también es encomiable. Pero después hay varios problemas: el color quedó muy opaco, muy deslucido. Y hay textos en letra negra aplicados arriba de fondos de colores muy oscuros, lo que hace casi imposible descifrar qué dicen. El guion es confuso, las secuencias están hilvanadas de una manera que más de una vez te deja pagando y decís "¿qué pasó entre el cuadro anterior y este?!?". ¿Por qué pasa esto? Porque la historieta tiene apenas 33 páginas y lo que tratan de contarnos los autores es muchísimo más complejo y ambicioso que lo que se puede desarrollar en un espacio tan acotado. Además, se nota la intención de darle protagonismo a la machaca, con lo cual toda la explicación de quiénes son los malos, quiénes son los buenos, cómo reciben sus superpoderes estos muchachones argentinos, quién les explica cuál será su misión, etc., muchas veces no se ve en las viñetas, sino que aparece resumido en extensos bloques de texto que complican la fluidez de la lectura. Es como si al comic le faltaran (además de personajes femeninos, que no hay ninguno) algunas páginas en las que se cuentan gráficamente momentos y diálogos que en este nº1 de Sentencia Astral no aparecen, reemplazados por bloques de texto, o directamente por saltos narrativos que descolocan al lector. Esto además le exige a Sosa armar páginas con ocho o nueve viñetas, algo que le resta lucimiento al dibujo del ídolo. En el medio del bolonki, hay unos cuantos diálogos graciosos, peleas épicas muy bien dibujadas y un vértigo creativo, un frenesí, que salta hacia afuera de la página y te atrapa, aunque a veces la historia no se entienda o se empantane en decisiones narrativas equivocadas. Complementan el librito varios pin-ups de dibujantes invitados, y la infaltable publicidad para que compres los coñemus de tus héroes o villanos favoritos y la machaca entre el Bien y el Mal siga en tu casa, y en tus manos. La triste e inesperada muerte de Marcelo Sosa no frena al proyecto, y los creadores de Sentencia Astral ya están trabajando en un segundo comic, que ojalá tenga más páginas para que todas esas ideas y esos personajes se puedan desarrollar de manera más armónica. Nada más, por hoy. Ya arranqué a leer otro librito y ni bien tenga un par terminados, vuelven las reseñas. Será hasta el mes que viene.

miércoles, 22 de febrero de 2023

PIBAS AVENTURERAS

Tengo dos libros para reseñar y los dos son aventuras protagonizadas por chicas de unos 13 años. Y las dos se gestaron en Argentina. Empiezo en 1959, cuando Hugo Pratt debuta como autor integral en la revista argentina Supertotem, con Ana de la Jungla (también conocida como Ann y Dann). Esta es una obra que va a tener un largo recorrido dentro y fuera de nuestro país, y hasta se va a republicar a todo color en la revista Billiken. Estas cuatro aventuras breves que integran el álbum son muy leídas y estudiadas por los especialistas en la obra de Pratt, porque acá es donde el maestro fusiona todo y preanuncia mucho de lo que vamos a ver más tarde, tanto en los álbumes de Corto Maltés como en los de Los Escorpiones del Desierto. Acá están las vivencias africanas que acumuló Pratt en su adolescencia, su amor por las tiras clásicas de los diarios yankis (básicamente Tim Tyler´s Luck y Terry and the Pirates), las novelas de H. Rider Haggard, la fascinación por las guerras mundiales (en este caso la primera, que estalla durante el cuarto y último episodio), el recurso del realismo mágico (es decir, la irrupción de elementos fantásticos en un contexto básicamente realista), el tema de las peripecias en parajes exóticos con adolescentes involucrados (algo que va a volver en Corto Maltés) y, por supuesto, las lecciones de guion aprendidas en los años de trabajo junto a Héctor G. Oesterheld. Incluso en estas páginas aparecen por primera vez personajes que van a resurgir en décadas posteriores, para encontrarse con Corto Maltés o los soldados del Teniente Koinsky. De alguna manera extraña, Ana de la Jungla es una especie de piedra angular del Universo Pratt, y probablemente ese sea su principal atractivo. En cuanto a las aventuras en sí, me resultaron un poquito simplistas, poco profundas, muy pensadas para el público infanto-juvenil de aquel entonces. Dos de ellas se parecen bastante entre sí, y la que más me interesó (El Brujo de Ujiji) está resuelta de un modo tan ramplón, tan perezoso, que en vez de explotar se desinfla. Pero hay una buena construcción de personajes y algún atisbo de ese cinismo, esa posmodernidad avant la lettre que va a ser característica de las grandes anti-epopeyas prattianas. El dibujo está bien, muy contenido por la gran cantidad de cuadros que el maestro mete en cada página, y todavía bastante pegado a la influencia suprema de Milton Caniff, a quien por momentos le afana secuencias enteras. Se supone que Pratt empezó estas aventuras en Argentina (en paralelo a sus últimas colaboraciones con la editorial Frontera) y las terminó en Inglaterra, así que es poco probable que haya contado con la ayuda de un equipo de asistentes. Los mejores dibujos llegan cuando irrumpen en la página esas viñetas mudas con indígenas africanos listos para atacar a los protagonistas. Y lo peor es ese gorila del último episodio, que parece haber sido dibujado por el Tano de memoria, sin documentación fotográfica a mano. Ana de la Jungla está bueno para estudiar la transición de Pratt de dibujante a autor integral. Para divertirse un rato con buenas historias, se me ocurren varias obras del Tano mucho más interesantes que esta. Habrá más Hugo Pratt pronto en el blog.
En 2022 se publicó en Argentina un librito de 70 páginas que recopila las tiras de ¡Superpiba!, creadas unos años antes por Javier Russo y Emiliano Urich y publicadas (entre otros medios) en el sitio web de Comiqueando. Lamentablemente, en el paso al libro las tiras perdieron el color, reemplazado por unas tramas de grises que no son un espanto, pero que no tienen el atractivo del color original. El dibujo de Urich se disfruta bastante, siempre ahí, en la brecha, haciendo equilibrio entre un trazo más humorístico y uno más aventurero, y con un problema fundamental, que no logra resolver en todo el libro, que es la gran cantidad de elementos que tiene que meter en cada viñeta: personajes, fondos, diálogos a veces MUY extensos... Todo hace que cada cuadrito se vea muy sobrecargado de cosas apretadas unas contra las otras. Está claro que el formato de la tira, especialmente para relatos de aventuras, le impone a los dibujantes una cantidad de desafíos narrativos muy bravos, capaces de descolocar a unos cuantos. Los guiones de Russo también se pueden definir por esa sobrecarga de elementos. Cuando la tira recién arranca y todavía no sabés si va a ser de aventuras o de chistes con un remate en el último cuadrito, ya aparecieron villanos, personajes secundarios y peripecias extremas. Para cuando van 60 tiras, los personajes ya viajaron en el tiempo a otras épocas, se encontraron con versiones de ellos mismos del futuro, con alienígenas... un kilombo bárbaro, como si estuviéramos en el nº25 o 30 de una serie regular de algún superhéroe yanki. Y en la segunda aventura, la acción los lleva a Perú, a España, de nuevo a otras épocas... y en todas partes se suman nuevos personajes al elenco, algunos creados por Russo y Urich, y otros prestados por otros autores, como El Chispa, Sónoman o Zipi y Zape. Así se arma un maremagnum argumental, con personajes que entran y salen de escena sin llegar a desarrollarse o explicarse, y cuyo aporte a la trama a veces es mínimo. Incluso lo que parece ser el conflicto central contra los villanos se interrumpe para una serie de tiras donde todo gira en torno a unos snacks aptos para celíacos, una especie de publicidad encubierta bastante grotesca. Nada, es como si la brújula apuntara a varios nortes a la vez y el autor quisiera ir hacia todos ellos al mismo tiempo. No se puede. O quizás sí, pero requiere un dominio del oficio bastante superior. A ¡Superpiba! le sobró un toque de ambición. Por ahí esto mismo contado a un ritmo más lento, que permitiera "cocinar" mejor cada situación y cada personaje, funcionaría mejor y se entendería mejor. Así, con tantas cosas tan apretadas en tan poco espacio, hasta los chistes realmente ingeniosos (que hay unos cuantos) se pierden un poco en el kilombo. Y hasta acá llegamos. Sigo adelante con las lecturas para tener a la brevedad nuevos libros que reseñar acá en el blog. Gracias y hasta entonces.

sábado, 18 de febrero de 2023

SÁBADO DE CARNAVAL

Retomamos el formato habitual del blog, es decir, las entradas en las que reseño más de una publicación. Empiezo en EEUU en 2017, cuando el inolvidable maestro Richard Sala lanza una de sus últimas obras, The Bloody Cardinal. Se trata de una novela gráfica relativamente corta (menos de 100 páginas, de las cuales unas cuantas son ilustraciones supuestamente tomadas de un libro que tendrá mucho peso en la trama), en la que además la inmensa mayoría de las páginas tienen tres o cuatro viñetas, y ninguna tiene más de cinco. O sea que es una lectura ágil, no sé si calificarla de "liviana" porque el argumento es heavy, pero sí que permite ser consumida en un tiempo bastante más breve que el que requieren otras obras del ídolo que se nos fue en 2020. The Bloody Cardinal es una de misterio hard boiled, en la que muere gente a rolete. Nunca me imaginé que Sala iba a matar a tantos personajes de los que presenta en estas páginas. La muerte y la violencia son protagonistas indiscutidas en esta trama de suspenso, que gira en torno al legado de un criminal implacable y sanguinario, que supuestamente está muerto pero dejó muchas pistas acerca de dónde están enterrados sus cuantiosos botines. Trini Toledo y Kowka Lubchik serán quienes lleguen más cerca de las respuestas que todos buscan, y esta última, junto con Odile Elias, serán las dos que reciban más atención y más "desarrollo" por parte del autor. Desarrollo entre comillas, porque la verdad que Sala no tiene mucho espacio para indagar a fondo en la psiquis y las motivaciones de ninguno de los personajes, primero porque son muchos, segundo Francia, tercero porque -como vimos- es una obra relativamente breve, y cuarto porque el vértigo que imponen la acción y la machaca hace casi inviable un espacio de introspección para los personajes. Aún así, la vuelta que le pega sobre el final a Odile es, no solo asombrosa, sino también genial. Como suele suceder, cualquier magia que tire Sala en los guiones empalidece irremediablemente frente al placer inenarrable que transmiten su trazo, su coloreado y su caligrafía. Una vez más ajustado a una grilla recontra-clásica, el maestro propone un ritmo narrativo dinámico e hipnótico, capaz de sumergirnos en la historia y convertir en verosímil la más disparatada de las bizarreadas. No cuesta nada convencerse de que ese mundo hiper-estilizado que retrata Sala es, de hecho, el mundo real. Y la verdad que, a pesar de estar poblado de freaks y abominaciones varias, el mundo de Sala es infinitamente más bello que el nuestro, porque su dibujo irradia esa luz, ese encanto, esa elegancia, esa expresividad... todas esas cosas que lo hacen absolutamente único, y a la vez sumamente accesible incluso para el lector que no está muy curtido en las lides de la narrativa secuencial. O sea que, fuera de la "contra" de que la lectura dura poco, The Bloody Cardinal es un comic atrapante y por momentos brillante, difícil de olvidar por la calidad del dibujo y la arrolladora ola de violencia que recorre sus páginas como un tsunami, sin llevarse puesto al misterio que Sala pone en el centro de la trama. Muy recomendable.
Me vengo a Argentina, año 2022, cuando se edita Frágil, una historieta de Tomás Wortley y Franco Viglino (la dupla de El Principito y Peter Pan y Wendy) que fue realizada en sistema de lectura oriental para participar en un concurso internacional de manga. Se trata de un relato breve (menos de 50 páginas), que también se lee rápido, en este caso porque unas cuantas secuencias carecen totalmente de textos y están narradas a través de la acción y el dibujo. Un dibujo realmente exquisito, donde Viglino se luce con un notable manejo del blanco y negro (más algunos grises aplicados en el photoshop) y donde da rienda suelta a su pasión por el manga más aventurero. Además de todas esas escenas de acción trepidante, muy bien narradas por los autores, Frágil tiene una arista más poética, más intimista, más humana. No es un comic de machaca, sino un comic de vínculos entre personas, con machaca. Por momentos me hizo acordar a Joe the Barbarian (la obra de Grant Morrison y Sean Murphy que vimos allá por el 25/02/14), pero mejor, porque aquella se me hizo interminable y esta no, esta se lee en dos pedos y se disfruta de punta a punta. Frágil es un manga de autores argentinos que se le puede recomendar tranquilamente a los fans del shonen, a los fans del manga más adulto, o más sofisticado, y por supuesto a los fans de la buena historieta argentina. De nuevo, es cortito y dura poco, pero no tiene relleno ni pelotudeces de esas que a veces encontramos en los tomos de mangas en los que leemos 200 páginas y no nos cuentan prácticamente nada. Acá hay ternura, belleza, peleas de alto impacto y una mezcla entre una realidad opresiva y una fantasía descontrolada lograda con verdadera maestría. Y un personaje carismático y conmovedor (Francisco) que ojalá vuelva en una futura colaboración entre Tomás y Franco. Nada más, por hoy. Ni bien tenga leídos un par de libritos más, nos reencontramos con nuevas reseñas acá en el blog.

jueves, 16 de febrero de 2023

METAL HURLANT Vol.1

A fines de 2021 se produjo el esperado regreso de una de las mejores revistas de antología de la historia: la gloriosa Metal Hurlant. Esta vez volvió en forma de libros trimestrales de 290 páginas, una verdadera bestialidad. Las primeras 60 páginas ofrecen artículos y entrevistas a artistas, cineastas, escritores, ensayos, recomendaciones de libros y películas de ciencia ficción, etc. Y después, una avalancha de historietas a cargo de una legión de autores grossos, y de otros que no conocía, algunos de los cuales me sorprendieron muy gratamente. La mayoría de las historias de este primer número (todas 100% autoconclusivas) giran en torno a un futuro cercano, y sobre todo posible, que no se diferencia demasiado de nuestro presente. Veamos quiénes aportaron la papa más fina a esta desmesurada primera entrega. La primera historieta, a cargo de Mathieu Bablet, tiene un clima y unos dibujos alucinantes. Por ahí el conflicto no es tan atractivo, pero se disfruta el recorrido por esos lugares y esas sensaciones. Después vienen dos amigos a los que admiro mucho, Diego Agrimbau y Lucas Varela, con una historia en joda, muy graciosa, con excelentes diálogos y hermosos dibujos. El otro argentino que dice "presente" es el talentoso Berliac, que acá mezcla sus influencias de manga con un claroscuro muy extremo, tipo el Frank Miller de Sin City. El guion también me gustó mucho. Merwan co-escribe y dibuja otra historia bastante interesante, con un tratamiento del color realmente espléndido. La dupla integrada por Anna Mill y Luke Jones (ambos arquitectos de origen británico) propone un delirio visual de altísimo impacto, al que lamentablemente la trama no le llega ni a los talones. Pero podés estar horas estudiando lo fastuoso del dibujo y el color. La historieta escrita por Benjamin Fogel y dibujada por Franck Biancarelli arranca bárbaro, construye un mundo hipnótico, presenta muy bien a los personajes y los conflictos, y se desinfla bastante sobre el final. Una pena, porque tiene buenas ideas, buenos dibujos y buenos diálogos. Otro dibujante muy capo al que no conocía es el alemán Ingo Römling, una bestia con un manejo apabullante de la puesta en página, el color, la anatomía, las expresiones faciales y hasta las onomatopeyas. El siempre afilado Matt Fraction ofrece una historieta de muy mala leche, con diálogos tremendos, y un final un toque predecible. Muy entretenida, y bien dibujada por Afif Khaled, el francés hijo de marroquíes. La que escribe Mark Waid es una historia fuerte, muy emotiva, muy linda, también con diálogos excelentes y hermosos dibujos de Julien Perron. Y el otro capo del mainstream yanki que cruza el océano para mojar el pancito en la Metal Hurlant es Brian Michael Bendis, con ocho paginitas muy bien resueltas, también con una buena idea, buenos personajes y diálogos potentes. Lo complementan los dibujos de Jacob Edgar, que al toque capta el tempo narrativo que Bendis le quiere dar a la historia. Ya cerca del final, me pareció interesante el planteo de la historieta que escribe Xavier Maumejean, pero hubiese funcionado mejor en menos páginas. El dibujo de Jaouen Salaûm, un poquito pecho frío, lindo, pero muy pendiente del trabajo con fotos. Otra belleza de ocho páginas es la historieta que escribe el italiano Sergio Salma y dibuja la francesa Carole Maurel, muy influenciada por Frederik Peeters. Obviamente cualquiera que dibuje parecido a Peeters se gana mi ovación, y además acá tenemos un gran guion, un clima atrapante y un tratamiento muy atractivo para los flashbacks. No podía faltar Jerry Frissen, de ninguna manera, y aporta un guion copado, también muy basado en diálogos punzantes y mala leche. Bien por él. Descubrí a un autor integral raro, Pierre Van Hove, con un dibujo espectacular, cercano a capos del indie yanki tipo Dave Cooper o Rick Altergott, pero las 12 páginas se me hicieron eternas. Me parece que la idea que tenía para desarrollar funcionaría mejor en la mitad del espacio. Otro dibujante para flashear fuerte es Adam Sillard, que tiene poquísimo para contar (su historieta dura apenas cuatro páginas), pero visualmente es demoledor. Y cierra la antología una dupla tremenda: Fabien Vehlmann en guion y Alfred en dibujos. La historia se pasa un poquito de bizarra, pero está muy bien narrada (casi sin texto) y dibujada como los dioses. Más allá del "puntaje", o del "me gustó/ no me gustó", celebro extasiado que se esté publicando en Francia una antología de este tipo, sin series, sin personajes recurrentes, solo con historias cortas que nacen, se desarrollan y mueren en ese puñado de páginas. Al mercado europeo (y al japonés, y en menor medida al yanki) le falta esa dinámica de la historia breve y autoconclusiva, y entre tanta novela gráfica de chotocientas mil páginas, y tanta serie de chotocientos mil álbumes, me ceba infinitamente una propuesta como la de la nueva Metal Hurlant, aunque en vez de a Varela pongan a Quattordio y en vez de a Berliac pongan a un clon choto de Masami Kurumada. El mes que viene sale en Francia el Vol.6, así que la cosa funciona y, de alguna manera, aquella legendaria revista que partió como un hachazo la historia del comic para adultos en el Siglo XX, está logrando sintonizar la onda de los lectores de este momento del Siglo XXI. No es poco y me encanta que sea así. Para cuando vuelva a postear en el blog, ya tendremos entradas en las que comentaremos más de un libro. Será hasta pronto.

martes, 14 de febrero de 2023

ANT-MAN AND THE WASP: QUANTUMANIA

Mientras avanzo con la lectura de un libro que se me está haciendo infinito, es hora de mechar la reseña de una película que acabo de ver... y que también se me hizo infinita. Son apenas 125 minutos, no es una bestialidad, pero en un momento me aburrí, empecé a pensar "por favor, vayan al grano, no pelotudeen más con peripecias boludas que no van a tener ninguna consecuencia para ningún personaje". No me suele pasar esto en las películas de Marvel, y eso hace que este largometraje de Peyton Reed no se pueda poner, a mi juicio, entre las grandes entregas que nos ha dado la factoría capitaneada por Kevin Feige. A nivel visual, esto es demasiado bueno para ser real. El despliegue de imaginación más delirante, más fumado, más extremo que alguna vez haya plasmado un dibujante en una historieta, acá aparece en pantalla, con actores de carne y hueso. El diseño de producción de esta película, el laburo que hay en trajes, vehículos, escenarios, edificios, hasta en las razas de seres extrañísimos que se agolpan en la pantalla, es sencillamente glorioso. Te quita el aliento, no se puede entender. No sabés si estás viendo una película o si te quedaste dormido y estás soñando. Como siempre, los efectos especiales y la coreografía de las peleas (y las batallas) son impecables. Incluso en este film, estos genios le encontraron la vuelta a los villanos para que se vean sorprendentemente parecidos a como nos los muestran en los comics, sin verse ridículos ni payasescos. El argumento, por el contrario, nos lleva a años luz de los comics. Creo que es la peli de Marvel que menos toma del material original (o sea, las historietas). No solo porque en los comics Janet es la Wasp titular, y jamás formaría pareja con un tipo como Scott, ni ocultaría los secretos zarpados que oculta el personaje de Michelle Pfeiffer en el film. Acá prácticamente no hay elementos que nos resultan familiares a los comiqueros. Los muy eruditos notarán que el universo subatómico al que acá llaman "el Quantum Realm" no es otro que el que visitamos varias veces en los comics de Hulk, llamado K´ai en el material original. Pero acá Jarella tiene otro nombre, y visualmente (en parte por el accionar del villano) el universo se parece bastante poco a lo que hemos visto en K´ai. Esta conexión con los comics no está para nada enfatizada, y eso tampoco es óbice para que el argumento (si bien se excede, como ya dije, en peripecias que no aportan demasiado) funcione bien y se haga llevadero durante la mayor parte del metraje. Durante largos tramos del film, sentí que estaba viendo una de Star Wars, pero bien hecha. O una de Flash Gordon con un presupuesto generoso. Quantumania es eso: un grupete de humanos (en este caso con poderes) que viaja a un universo extraño sometido por un tirano que va por todo, y al que le van a hacer la vida imposible. Sacalo a Kang, ponelo a Ming, y es todo más o menos lo mismo. Como en las buenas películas de Star Wars, los chistes no son demasiados y están puestos en los lugares correctos. Y como en unas cuantas de las últimas pelis de Marvel, alguien se dio cuenta de que Paul Rudd tiene más de 50 años y en cualquier momento tiene que colgar el casquito, y ya le empiezan a dar mucha chapa a quien será su sucesora: obviamente su hija Cassie, que acá ya tiene unos 14 años. Dentro de 10 años, los Avengers van a ser todas pibas: Cassie, Shuri, la nena a la que adoptó Thor, la nueva Hawkeye, Ironheart, Miss Marvel y donde te distraés, te inventan una Captain America adolescente. En fin, Quantumania es una maravilla visual, con buen desarrollo de personajes, mucha acción y buenos diálogos, a la que le sobran por ahí 15 minutos de persecuciones, caídas, peleas y giladas varias. Espectaculares las dos escenas post-créditos, así que quedate hasta el final. Y ahora sí, es la hora de los SPOILERS (podés dejar de leer si no querés enterarte de nada). Era obvio que Lord Krylar los iba a cagar. Era obvio que Cassie tenía una armadura. Era obvio que Hank iba a formar un hiper-ejército de hormigas. Era obvio que quienes exiliaron a Kang habían sido los propios miembros del Consejo de los Kangs. Nada más. Gracias y hasta pronto.

viernes, 10 de febrero de 2023

NAFTALINA

Hace un par de semanas, a fines de Enero, se habló muchísimo de esta novela gráfica de Sole Otero (autora argentina que reside hace varios años en Francia), ya que el público del Festival Internacional de Historieta de Angouleme (el más importante de Europa) votó a Naftalina como Obra Favorita del 2022. La novela fue escrita y dibujada en 2020, y tuvo su edición en castellano en 2021. Yo, como siempre, llego tarde y la reseño ahora. Lo primero que quiero destacar es que Naftalina está escrita 100% en argentino. Es obvio que Sole pensaba publicarla en España y Francia (veremos si se suman más mercados, ojalá que sí), pero no hace concesiones en cuanto a la jerga que manejan los personajes. La historia transcurre en el Gran Buenos Aires y los personajes hablan como hablamos acá. Incluso, como el argumento recorre prácticamente todo el Siglo XX, Sole usa términos muy rioplatenses de décadas pasadas para ambientarnos mejor en cada una de las épocas que visita. La edición española (que es básicamente igual a la argentina) tiene llamaditas que explican algunos términos lunfardos o de nuestra habla informal, como para que el lector no familiarizado no quede tan afuera. Y me parece perfecto. Básicamente lo que cuenta Sole en estas 320 páginas es la historia de su familia, centrada sobre todo en la figura de su abuela Vilma, un personaje maravillosamente jodido y tóxico, pero además sumamente tridimensional. Vilma jode, critica y psicopatea a todo su entorno, pero no se considera una villana, sino una víctima incomprendida. Y Naftalina cuenta un poco eso: cómo Vilma se va quedando sola, y cómo su aura de mala leche se impregna de algún modo en la casa que habitaba, a tal punto que una vez que muere, su nieta no resiste demasiado tiempo viviendo ahí. La idea de la casa como espacio de la familia, y de la memoria genealógica y emotiva que vincula a los miembros de la familia, no es algo muy novedoso. La explora Paco Roca en La Casa, por poner un ejemplo cercano. Pero Otero le encuentra otra vuelta, sobre todo por el lado del dibujo, y la convierte en una especie de laberinto en el que Rocío (la protagonista, y probablemente también la autora) se tiene que buscar a sí misma, reflexionar y replantearse cosas típicas de los 18 años, mientras revive (o descubre) aspectos muy densos de la vida de su abuela. Si bien todo pasa por Vilma, el resto de los personajes también están muy bien tratados. La autora se pone en el lugar de ellos, trata de entender por qué hacen lo que hacen, por qué aguantan lo que aguantan, y no los juzga. Ni siquiera juzga a Vilma, que es claramente un sorete de persona. Enorme paso adelante respecto de Poncho Fue, donde había buenos y malos definidos de modo demasiado alevoso. Naftalina es un comic muy honesto, muy jugado, donde no quedan secretos ocultos por jodidos que sean. Lo único que no está muy aprovechado es el vínculo entre algunos personajes y la política argentina del Siglo XX, que es un manantial inagotable de conflictos y desencuentros. Se ve que a Sole le interesaba más la vida de estas personas que la sociedad en la que vivieron. Recién al final, aparece un conflicto político (el estallido de fines de 2001) que una chica de 18 puede entender sin mayor dificultad y ahí sí, Rocío se termina de alejar de la senda de Vilma (militante fanática del "no te metás") y decide involucrarse. Me gusta mucho cómo, si bien en 2020 la autora tenía casi 20 años más que Rocío, no se olvida de cómo era ella a los 18 años. A todos estos hallazgos hay que sumarle el plus del dibujo y el color. Para este trabajo, Otero deja de lado el estilo que desarrolló en Intensa y Poncho Fue y crea uno nuevo, totalmente distinto, basado en colores planos, figuras bien definidas y muy estilizadas, y un protagonismo enorme para los fondos. Lo único que queda del estilo anterior de Sole es la expresividad de los personajes. Todo lo demás, hasta la forma de moverse en el espacio de las viñetas (y de esas páginas que parecen escenarios de teatro) es novedoso. Y excelente. Es un estilo muy llamativo, que tiene la particularidad de no aburrir, de no cansar. Cuantas más cosas demuestra Sole que puede contar en ese estilo, más te cautiva. Esta vez... ¡dibuja las zanjas entre las viñetas!. No en las secuencias ambientadas en 2001, pero sí en las que nos llevan a distintos momentos del pasado. Los flashbacks tienen su propia paleta de colores y hasta su propia forma de armar la página y vincular a las viñetas entre sí, y eso también es un golazo. La única contra que tiene Naftalina es que se trata de una historia íntima, puertas adentro. ¿Qué me estás contando? ¿La historia de una familia que viene de Italia y se establece en el conurbano? ¿Y donde una de las abuelas de la protagonista es una mina intratable que le hace la vida imposible a casi todos los que la quieren? Y bueno, como esa historia hay miles. En un punto, es mi historia, también. Mi abuelo Beto también venía de una familia italiana del conurbano, su papá también trabajaba en el ferrocarril, también era hincha de Racing, también se casó con una mina que lo psicopateaba y lo tenía cagando... O sea que es entendible que algo tan personal no le llegue a todos los lectores por igual. Pero como historieta está muy, pero muy bien hecha. Es profunda, es entretenida, es valiente, es emotiva, te permite identificarte con distintos personajes en distintos momentos de la obra, y encima está dibujada de un modo originalísimo y genial. No sé qué porcentaje de ficción hay en la obra (no sé, por ejemplo, si en su vida real Sole se mudó a la casa que era de su abuela y se agarró pulgas) pero la forma en que la autora toma todos estos elementos (reales y ficticios) y los combina para armar esta novela gráfica, es sencillamente magistral. La hiper-recomiendo. Me queda una reseña más "de las de antes" y después ya volvemos a la normalidad, o algo así. Gracias y hasta pronto.

martes, 7 de febrero de 2023

CLOCKWORK APPLE

Bueno, al final este libro no era tan voluminoso. Apenas 240 páginas que, como en todo manga, se leen rápido, gracias a la narrativa ágil, muy basada en la acción, en contraposición con el Showcase de los Challengers donde estuve días luchando contra esas viñetas repletas de diálogos y bloques de texto que te explicaban absolutamente todo, por las dudas de que no entendieras lo que estaba sucediendo. Este libro es un sueño húmedo: tapa blanda, historias cortas, material escrito y dibujado por el glorioso Osamu Tezuka entre 1968 y 1973, en ese período alucinante en el que pasa de ser "el mangaka que dibuja divertidas aventuras para chicos de todas las edades" a ser el amo y señor del gekiga más oscuro y más retorcido. Parece mentira que en castellano no esté editado y que en EEUU haya salido gracias a un crowdfunding, porque la editorial no se quería arriesgar. Pero veamos que nos ofrece el Manga no Kamisama en estos ocho relatos. En el primero, el protagonista es un jerarca nazi que tiene a su cargo un campo de concentración, donde tortura, viola y asesina sin piedad a sus prisioneros, en busca de una droga que finalmente encuentra... demasiado tarde. Tezuka es tan cruel, que hasta la última página te hace creer que este hijo de mil putas se va a salir con la suya. Es una historia tan siniestra, con tanta mala leche, que el dibujo exagerado, caricaturesco, casi humorístico del Dios del Manga hace un poco de ruido. Probablemente el argumento funcionaría mejor con un dibujante más realista, un Takao Saito, ponele... La segunda es una historia que mezcla romance y ciencia ficción (y también hay asesinatos y sexo, ¿por qué no?), donde se toca un tema que muchos años después va a reaparecer en los comics de Marvel: la posibilidad de que una mujer androide dé a luz a un hijo, fruto de su amor con un hombre de carne y hueso. Salvo el final, que es medio frutero, el resto es excelente. La tercera historia es la más extensa y la que da título al libro. La trama es brillante, es de esos guiones de Tezuka que parecen mecanismos de relojería, en donde todo encaja, hay explicaciones hasta para los sucesos más bizarros y cada detalle que se menciona al pasar resulta importante en algún momento del desarrollo. A Clockwork Apple te pone muy nervioso, te hace sentir la opresión, el enrosque y en un punto me hizo acordar a Dead Air, la opera prima de Michael Allred que vimos el 11/05/15. También se cae un poquito al final, probablemente porque Tezuka no quería continuar la historia más allá de las 60 páginas. Pero daba para un poquito más. Después viene la historia más floja, la del taxista y el pasajero, dos personajes uno más turbio que el otro que se psicopatean el uno al otro a lo largo de 17 páginas. La consigna de la historia es buena, los personajes son atractivos, pero le falta fuerza al conflicto y onda a la resolución. La quinta historia es una de romance y misterio, muy bien llevada, donde Tezuka vuelca su pasión por la medicina. En la resolución es muy importante un quiste, parecidísimo al que me extrajeron a mí a los 18 años, así que me sentí muy identificado con la protagonista. Los médicos que me atendieron en aquel entonces me dijeron que mi caso era de uno en un millón, y Tezuka juega esa misma carta en la historia, para sorpresa de la inmensa mayoría de los lectores, que deben creer que lo que cuenta el ídolo es algo 100% fantástico, que se le ocurrió a él y no existe en la realidad. Pero yo doy fe de que existe. El sexto relato es otra oda a la crueldad y la truculencia. Acá vemos morir acribillados a niños, niñas y adultos, hay drogas, torturas y violaciones y un nivel de violencia y sordidez que me imagino que habrá causado escozor allá por 1972. El ritmo es tremendo, la forma en que Tezuka crea tensión y te manipula para que creas que los malos van a ganar también, es impresionante. Y encima el final es redondísimo. Nos queda la otra historia que compite con la sexta a ver cuál es la mejor. Esta es una de intriga política, sin elementos fantásticos, en la que básicamente se planifica y se ejecuta un atentado contra la vida del Primer Ministro, en otro relato tenso, narrado como solo el Dios del Manga podía hacerlo, en este caso con dibujo más serio, más adusto, menos estridente, pero de una efectividad apabullante. Y cerramos con una historia de codicia, venganza y sexo, ambientada en el futuro y repleta de mala leche. Acá también hay traiciones abyectas, muertes escabrosas, garches enroscados y un clima de desolación digno de mejor gekiga. No la pongo al nivel de las dos anteriores porque el final es un poco más predecible, pero sin dudas es una excelente historieta, que en apenas 38 páginas desarrolla un conflicto muy espeso y le da carnadura a cinco o seis personajes importantes. No hay nada que hacer: cuanto más exploro esta etapa en la producción de Tezuka, más me asombra su transformación, su maduración, sus ganas de subirse la apuesta a sí mismo una y otra vez, de pintarle el culo a los que lo habían catalogado de "autor de aventuras para chicos", un poco para bajarle el precio. En los ratitos libres que le dejaron algunas de sus obras más impactantes y más laureadas, el Dios del Manga reservó un poquito de su magia para estas historias cortas, que resultan un deleite incluso leídas 50 ó 55 años tarde. Capo absoluto. Y ahora sí, tengo para encarar un libro bastante más extenso, así que me voy a tomar unos días para saborearlo. Nos reencontramos pronto con esa reseña, acá en el blog.

lunes, 6 de febrero de 2023

SHOWCASE PRESENTS CHALLENGERS OF THE UNKNOWN Vol.1

Este tremendo masacote de 544 páginas recopila en glorioso blanco y negro las cuatro apariciones de los Challengers of the Unknown en la revista Showcase, y los 17 primeros números de su propia revista, todo material originalmente publicado por DC entre 1957 y 1960. Muchas veces se suele emparentar a los Challengers con los Fantastic Four, por el hecho de que son cuatro aventureros y porque ambos grupos tuvieron a Jack Kirby como co-creador y primer dibujante. Yo adhería bastante a esa corriente, hasta que leí estas primeras aventuras. La verdad que en todas estas páginas, encontré poquísimas similitudes entre los Challengers y la Primera Familia de Marvel. Acá los personajes no tienen personalidad, sus diálogos son perfectamente intercambiables. No hablan de situaciones el mundo real, no hay chistes, no hay villanos recurrentes... Las peleas son básicamente con monstruos, o con seres humanos que temporariamente se hacen gigantes, o reciben superpoderes, o sufren alguna mutación bizarra que será revertida al final de la historia. O con gente que viene de otros tiempos, o de otros planetas. Al principio las misiones de los Challengers tendrán siempre como locación algún paraje exótico, que puede ser un atolón del Pacífico, una isla del Caribe, un castillo de la Europa balcánica, o una base en la Antartida. Y ya avanzada la serie, los veremos viajar a otros planetas. En las primeras aventuras, el guionista (y también co-creador) Dave Wood se las ingenia para que nunca falten una profundidad oceánica para que explore Prof, algo alto para que escale Red, algo que Ace pueda pilotear y algo a lo que Rocky pueda cagar a trompadas. Después, cuando los Challengers debuten en su propia serie y Kirby se haga cargo también de los guiones, este esquema no siempre se va a respetar, porque el Rey va a presentar dos historias cortas en cada número y no le van a dar las páginas para que cada uno de los miembros del cuarteto tenga una escena para lucirse él solito. La mayoría de las historias se resuelven por la vía del ingenio: a alguno de los héroes se le ocurre un truco copado para engañar al villano y revertir los efectos de los planes del mismo, o para neutralizar amenazas que no son necesariamente malignas. Fuera de esa resolución ingeniosa, los guiones no tienen otro atractivo. Los peligros extremos no están enfatizados, nunca sentís que los héroes corran verdadero riesgo de muerte, nunca la aventura es un pretexto para hablar de otra cosa, no hay subtextos, no hay prácticamente continuidad entre una historia y la siguiente y jamás se menciona la posibilidad de que los Challengers habiten el mismo universo que Superman, Batman o cualquier otro personaje publicado en aquel entonces por DC. La única mujer en un rol importante es June Robbins (a quien en algunos de los episodios que escribe Kirby rebautizan por error como "June Walker"), que en algún que otro episodio pela una chapa similar a la de los protagonistas. Por supuesto, esto es de la época en la que en los comics no existían los negros: en 544 aparecen negros en una sola viñeta, y obviamente pertenecen a una tribu semi-salvaje de África. El dibujo de Kirby es bueno, pero se queda a mitad de camino. Este es un Kirby que todavía esperaba que lo convocaran para jugar en el club de los Dibujantes Elegantes, los discípulos de su admirado Alex Raymond, un club en el que esta época jugaban Gil Kane, Carmine Infantino, Bruno Premiani, Wally Wood, Murphy Anderson y Dan Barry, entre otros. Pero eso nunca sucedió, y todavía faltaba un poco para que el Rey creara ese estilo hiperkinético y explosivo que lo llevaría a revolucionar el mainstream yanki y convertirse él en el referente grosso al que centenares de dibujantes intentarían parecerse. También llama la atención lo vulnerable a los entintadores que es el lápiz de Kirby en esta etapa. Bruno Premiani lo simplifica muchísimo, George Klein lo aplana, Marvin Stein le corrige los errores pero le cambia todas las caras y Wally Wood le agrega capas de sofisticación y complejidad que lo hacen ver más capo que nunca, aunque también cuesta un poco ver a Kirby debajo de esas tintas tan elaboradas. Por suerte lo que siempre está y nunca falla, es la narrativa de Kirby, su habilidad para los enfoques, el ritmo de las secuencias y la composición de la viñeta. Pero el nº8 de la revista de los Challengers coincide con ese momento de 1959 en el que DC decide meterle un voleo en el orto a Kirby, quien regresará recién a comienzos de los ´70. A partir de ahí los guiones de la revista se los reparten entre Ed Herron y Arnold Drake (aún hoy no se sabe cuáles escribió cada uno) y el dibujante pasa a ser Bob Brown, a quien ya vimos dibujar a Daredevil un lejano 01/12/14. Brown es un dibujante correcto, casi sin rasgos estilísticos propios, que en sus primeros números intenta seguir la línea de Kirby pero es traicionado una y otra vez por su amor hacia Milton Caniff, al que más de una vez le afana cuadritos a mano armada. Donde más se diferencia Brown de Kirby es en la puesta en página con esas viñetas verticales que ocupan dos de las tres tiras en las que por entonces se solía dividir la página en los comic books. Nada demasiado destacable en la faz gráfica, donde después de ver a Kirby entintado por Wally Wood, todo se hace cuesta abajo. Tengo para leer el segundo Showcase de los Challengers y otro libro de Kirby "solista", así que volveremos sobre estos temas dentro de no mucho tiempo. Arranco a leer otro masacote de chotocientas mil páginas, y ni bien lo termine lo comentamos acá en el blog. Gracias y hasta entonces.

miércoles, 1 de febrero de 2023

LLEGÓ FEBRERO

Enero se me hizo tan largo y tan intenso, que nunca pensé que terminaría. Pero acá estamos, en el mes más corto del año, y además el mes de mi cumpleaños. Me voy a 2016, cuando al maestro Alejandro Jodorowsky se le ocurre convertir en historieta el guion de Los Hijos del Topo, pensado originalmente para una película que funcionara como secuela de la famosa El Topo, que él mismo dirigiera allá por 1970. Con alta banca de la editorial francesa Glénat, Los Hijos del Topo se convirtió en una serie de tres álbumes de historieta, de los cuales me aventuré con el primero, porque lo vi muy barato en una librería de saldos de Uruguay. Aclaro antes que nada que jamás vi la película El Topo y que este es mi primer contacto con esos personajes y ese universo. El argumento me gustó más que el guion. O sea, me atrapó más lo que sucede que cómo me lo cuenta Jodorowsky. Ese entramado bizarro de lazos familiares, poderes infinitos y situaciones cuasi bíblicas pero traídas a un país pobre de Latinoamérica en una época que parece ser mediados del Siglo XX, me pareció atractivo, obviamente extraño, y por momentos apasionante. Se nota que es una idea pensada para cine, porque hay pocas escenas que se explican o se resuelven mediante el diálogo. Jodorowsky piensa más en climas (secuencias mudas que serían realzadas por una música que en el comic nos tenemos que imaginar los lectores) y en acción. Y probablemente lo mejor del guion sean las secuencias mudas, en las que el hilo conductor son las acciones de los personajes, no lo que dicen, que generalmente eso muy obvio o rebuscado al pedo. Son secuencias fuertes, por momentos muy violentas, o muy descarnadas, que más de un boludo con poder en la industria del cine diría "¿te parece...?". Este primer tomo se titula "Caín", y lo bien que hace, porque este personaje es claramente el eje del argumento. Su conflicto interno y su conflicto externo (con El Topo, su padre) ocupan la mayor parte de las páginas del álbum, y si bien no podemos decir que al final del tomo "conocemos" a Caín, sin dudas es el personaje más trabajado por Jodorowsky en este tramo. Supongo que en la segunda parte el foco se desplazará hacia Abel, hermano menor de Caín, pero no lo puedo afirmar porque no lo leí ni lo tengo comprado. Supongo que el día que lo vea lo voy a comprar, porque esta primera entrega no llegó a apasionarme, pero me generó el suficiente interés, la suficiente intriga, como para ver qué onda la segunda parte. Buena parte del interés me lo generó el dibujo de José Ladrönn, que es espectacular. Sobre todo por la forma radical en que el mexicano cambió de estilo. Yo lo conocí originalmente como un eficaz clon de Jack Kirby que buscaba aggiornar a los ´90 el estilo del Rey. Después lo vi chorearle a cuatro manos al maestro Juan Giménez, y ahora lo veo encarar para el lado del dibujo de aventuras más tradicional, en la línea de los autores más clásicos de España, Italia o Croacia. Una sorpresa de alto impacto, porque en este estilo Ladrönn también la descose. Sin el estallido cinético de Kirby ni el festival cromático de Giménez, el dibujante banca de punta a punta una puesta en página prolija, clásica, perfectamente comprensible, y llena las viñetas de personajes, animales, decorados y paisajes muy realistas, que denotan un manejo muy notable de anatomía, perspectiva, iluminación y color. Si te gusta el dibujo académico-realista, de la noche a la mañana tenés que hacerle a Ladrönn un lugarcito en el panteón de tus ídolos, porque este es un trabajo realmente soberbio de este autor, que ha demostrado una versatilidad fenomenal y una calidad envidiable en el manejo de cada estilo que adopta. Solo para babearme con otras sesenta y pico de páginas de Ladrönn, ya se justifica comprar un segundo libro de Los Hijos del Topo.
Y cierro con una breve glosa del nº4 de Grafito, correspondiente a 2018, una publicación tan oscura que nadie jamás digitalizó su portada para subirla a la web (por eso ilustro con la del nº1). Esta vez quien coordina el taller de historieta del Centro Cultural Eugenio Flavio Virla es Segundo Moyano y también aporta una historieta a la antología, en la que casi todos los relatos tienen que ver con hechos históricos relevantes para el Noroeste argentino. Pero lo dejan bastante solo, pobre Moyano. No está Jorge Vildoza, Matías Muzzillo tiene apenas cuatro páginas, y lo más parecido a una segunda línea competente son los trabajos de Aureliano Acevedo (muy comprimido para que la historia que cuenta entre en cuatro páginas) y Sergio Olivera, que por momentos me hizo acordar al español Álex Fito y al noruego Jason. No tengo más números de Grafito para leer, pero con esto me doy una idea bastante completa de para dónde van los autores emergentes de Tucumán, una ciudad que supo originar unas cuantas publicaciones más que interesantes. Y cierro con un anuncio más bizarro que las cosas que Jodorowsky le hace hacer al Topo y sus hijos: por lo menos las próximas cuatro entradas del blog van a ser "de las de antes", con un solo libro reseñado en cada posteo. Son libros voluminosos, que prometen lecturas a fondo, o por lo menos bastante sustancia como para dedicarles una entrada completa a cada uno. Ni bien tenga leído el primero, se viene la reseña acá en el blog. Será hasta entonces.