el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 30 de mayo de 2022

OTRO LUNES CON RESEÑAS

Vamos con un repaso de los últimos libros que leí. Allá por el 09/03/17 hablamos en este espacio de Los Hermanos Segelín, una muy buena historieta creada por Roberto Barreiro y Lucas Varela en la época en la que ambos militaban en el under. Una especia de clásico del indie noventoso, que felizmente se recopilaba en libro, pero... no tenía final. En 2021, la editorial Rabdomantes consiguió que otro dibujante, Nacho Yunis, tomara la posta y dibujara las 12 páginas que faltaban para que la historia de Alejandro y Ernesto Segelín, Laura Croft, el Kapop y demás personajes tuviera un final redondo y coherente con lo narrado hasta el momento en que la serie quedó trunca, hace más de 20 años. O sea que mi reseña va a estar centrada en esas 12 páginas. Del resto, ya hablamos en su momento. Las 12 páginas se me hicieron cortas. Como si Barreiro y Yunis se hubiesen esforzado por cerrar todo en la menor cantidad posible de espacio. Y está todo un poco apretado, para mi gusto. El dibujo de Yunis es muy bueno, muy expresivo, muy idóneo para una historieta que combine aventura y comedia como Los Hermanos Segelín. Lástima que no haya respetado más los diseños de los personajes que Varela había desarrollado a lo largo de las páginas anteriores. No digo que esto solo tenía sentido si lo dibujaba Varela (alcanza con ver la portada para notar lo mucho que cambió el trazo del ídolo desde sus años en Los Hermanos Segelín hasta hoy), pero me hubiese gustado que el dibujante que llegó "del banco de suplentes" se calentara más por mantener cierta homogeneidad gráfica en el aspecto de los protagonistas, aunque más no sea. Nada, detalles menores. Lo importante es que ahora esta historia tiene final y está bueno. Ojalá la dupla Barreiro-Yunis se afiance para encarar nuevos proyectos, con o sin Ernesto y Alejandro Segelín.
En 1998, año en el que debutaron Los Hermanos Segelín, apareció en EEUU el one-shot Hundreds of Feet Below Daylight, con el que el maestro James Sturm inició su trilogía "America", basada en momentos de la historia de Estados Unidos. En estas bellísimas 48 páginas, Sturm nos lleva a un pueblito de Idaho en el que la única actividad económica pasa por una mina de oro donde el oro no aparece, y por la venta de escabio a los mineros. Sturm hace hincapié en la precariedad de las condiciones de trabajo y en la venalidad de los dueños de la mina, personajes de una mala leche y una crueldad digna de una historieta de Sánchez Abulí. Acá hay asesinatos, traiciones, timba, insinuaciones sexuales que involucran a menores, enfermedades horribles y decadencia moral a niveles más bajos que los que llegan a excavar los mineros en busca de oro. Hundreds of Feet Below Daylight ofrece además un dibujo magnífico, adusto, salvaje. Sturm dibuja como si toda la vida hubiese estudiado a Chester Gould y de pronto hubiese descubierto a Charles Burns y Chris Ware. Y le imprime a la trama un ritmo tremendo, que también me hizo acordar al mejor Sánchez Abulí. Nunca vi el libro con la trilogía completa, pero cualquier cosa firmada por Sturm vale la pena. Si lo descubriste con Fantastic Four: Unstable Molecules (la reseñamos acá el 07/10/12), dale una posibilidad a sus obras de más compromiso autoral como esta, que es un infierno.
Vamos a Francia, año 2020, cuando el siempre imprescindible Frederik Peeters lanza Oleg, una novela gráfica existencialista, protagonizada por una versión apenas maquillada de sí mismo. Al igual que Frederik, Oleg es un historietista de casi 50, casado, con una hija adolescente, que hace casi 20 años rompió todo con una obra de la que todo el mundo le habla aún hoy (Píldoras Azules, que en la ficción viene a ser "El Reparto del Mundo"). Oleg busca ideas para su nueva novela gráfica, pero se encuentra con pocos resquicios para la creación: la realidad cotidiana se lo come casi por completo a tal punto que decide (como Peeters) nutrirse de ella para la realización de su nueva obra. Entonces tenemos una novela gráfica de Peeters en la que el suizo se disfraza de Oleg para narrarnos un montón de escenas de su vida real, al estilo del clásico comic autobiográfico, pero con algunos resquicios por donde se cuelan ideas más locas que tiene el autor, y que va descartando cuando se decide a dejar de lado la fantasía y la ciencia-ficción y concentrarse en su realidad, que en buena medida es también la nuestra. Peeters juega todo el tiempo a buscar la identificación y la complicidad del lector, sobre todo de aquellos que ya peinamos una cantidad de canas suficiente como para no aceptar de modo acrítico la forma en la que cambió la sociedad en los últimos años. La dependencia de los celulares, la pose permanente para construir identidades poco genuinas en las redes sociales, la adicción a las plataformas de streaming, la creciente desigualdad entre ricos y pobres en el mundo capitalista, el desastre ecológico, las pavadas que hacen y consumen los adolescentes y -ya en el terreno de la profesión de Peeters y su alter ego- la vorágine pasada de rosca del festival de Angouleme, la liturgia de las firmas de libros en comiquerías y eventos, la dinámica entre las editoriales y los historietistas y cómo estos logran organizar su tiempo y su vida para trabajar sin jefes ni horarios. La historia por momentos es más reflexiva, por momentos más de comedia costumbrista, por momentos más dramática, o más romántica, y por momentos ni siquiera es una historia, porque Peeters prefiere describir las cosas que Oleg sueña, se imagina, o hace en forma desconectada del hilo narrativo, como si fueran esas transiciones non-sequitur de las que hablaba Scott McCloud en Understanding Comics. Pero siempre hay una mirada cálida, de buen tipo preocupado por los motivos correctos, y aun así optimista, vital, para nada cínica. Y siempre está el amor, que acá también es más fuerte. El dibujo... la puta madre, qué injusto debe ser para los otros dibujantes que haya tipos como Peeters que pueden dibujar más de 150 páginas por año a este nivel... Sublime es poco. Lo que hace el suizo con el blanco y negro está más allá de toda exégesis, es una locura. Cómo pasa de los detalles imposibles a la síntesis, cómo juega con los ángulos para ponerle onda a las escenas de cabecitas que hablan, ese poder de observación fascinante, el equilibrio entre masas negras y espacios blancos... No sé, no puedo ni armar una frase... Cuanto más miro estás páginas más me cuesta escribir. Así de fuerte me pega la magia que tira Peeters en estas páginas, rayanas en la más absoluta perfección. Probablemente no vayamos a recordar a Oleg como la mejor de sus obras, por esto de que a nivel narrativo es tan difusa como la vida real de los historietistas. Pero no escasean las escenas memorables y sobre todo las imágenes demoledoras, que nos recuerdan una vez más que estamos frente a uno de los mejores dibujantes de la Vía Láctea. Y hasta acá llegamos. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto.

jueves, 26 de mayo de 2022

JUEVES EN BLANCO Y NEGRO

Vamos con otras dos reseñas, así, de una, sin preámbulos ni franela previa. Estamos en 1972 y Jack Kirby ya sabe que su ambiciosa saga del Fourth World no causaba el impacto esperado en los lectores. New Gods, Forever People y su etapa en Jimmy Olsen se terminan prematuramente y le queda como último bastión Mister Miracle, pero sabe que no va a resistir mucho tiempo más. El Rey se convence también de que lo que no funcionó en las otras series fue el tema de las aventuras con continuará, y la introducción de algunos conceptos elevados, jugados, que por ahí el público no entendió. Entonces para los nºs 11 al 18 de Mister Miracle propone historias autoconclusivas, muy sencillas, muy lineales, con escasísimas menciones a la cosmogonía que había desarrollado el año anterior en las revistas a las que DC ya le había bajado el pulgar. Estos números de Mister Miracle combinan algo de caracterización con mucho "palo y palo", divertidos, con buen ritmo, con ideas bastante disparatadas para los villanos y los peligros que deberán sortear Scott Free y sus amigos. En un punto del nº14, desaparecen como por arte de magia tres de las Female Furies, que estaban en la Tierra y ayudaban a Scott y a Barda a realizar sus escapes imposibles. Chau, nadie las vuelve a nombrar. Y el espacio vacío es rápidamente cubierto por Shilo Norman, el joven afroamericano que se integra al elenco protagónico para los últimos cuatro números. Recién en el último episodio se retoma el tema de la guerra entre New Genesis y Apokolpis, de manera bastante torpe, sin explicar demasiado a los lectores de esta serie a los que, de pronto, el Rey bombardeaba con toda una mitología integrada por un montón de personajes a los que Mister Miracle no se había cruzado nunca. Es obvio que hacían falta muchas más páginas para contar todo lo que Kirby quería contar en ese número. La grandilocuencia que Kirby no le pone a los argumentos la guarda para el dibujo, que es totalmente explosivo. Zarpado, extremo, con un dinamismo muy marcado. La grilla siempre es excesivamente clásica, pero lo que el Rey mete en cada viñeta, y cómo lo acomoda, es definitivamente memorable. Tiene un buen entintador en Mike Royer, y por supuesto le falta un buen dialoguista. Estas son aventuras a plena acción y diversión, dibujadas con el alma por un monstruo al que por primera vez en años el público no le estaba respondiendo como él quería. Y es todo lo que hay. Shilo es el único personaje nuevo con alguna trascendencia al que vemos debutar en estas páginas, y el resto son regresos del Dr. Bedlam, o villanos descartables, a los que nadie nunca se calentó por traer de vuelta. Todo bastante humilde y bastante enmarcado en una fórmula que rápidamente se hace predecible. Lo único que no te ves venir jamás es el bolonki que arma Kirby cuando trata de meter las ideas que le quedaban colgadas de todo el Fourth World en las últimas 20 páginas que dibujará de Mister Miracle. Esto está muy lejos de ser una gema, e incluso en el contexto de los ´70 (cuando los superhéroes atravesaban un período en general con pocas luces), se me ocurren unas cuantas series cuyos primeros 18 números son más recomendables que esta etapa de Mister Miracle a cargo de su ilustre creador.
Me vengo a Argentina, año 2021, cuando se publica el tercer y último libro de Ladrones y Mazmorras, titulado "El Gran Golpe". Esta vez, Rodolfo Santullo y Jok cambian la fórmula y en vez de una colección de relatos que transcurren en un mismo universo y tienen algunos personajes en común, plantean una única historia, extensa y lineal, de más de 80 páginas, protagonizada por un puñado de personajes de los que ya conocíamos de los tomos anteriores. El Gran Golpe es una buena historia, a la que le falta ese componente de sorpresa que tenían las aventuras cortas. Acá los roles y la misión de los personajes, la forma en la que se van a vincular entre sí, el aporte que cada uno puede hacerle a la trama, están muy claros desde el principio, y todo avanza hacia el final de manera bastante predecible. Durante el viaje me entretuve y hasta me reí de algunos chistes, pero básicamente pasó lo que me imaginé que iba a pasar, todo el tiempo. Las primeras páginas están particularmente bien escritas, casi como si Santullo hubiera estudiado al detalle algunas incursiones de Carlos Trillo por el subgénero de "aventura clásica, barnizada con pinceladas de comedia e ironía". Después hay buenos textos, buenos diálogos, escenas muy logradas, pero -repito- falta un poco de sorpresa, ese giro que hace que el lector se agarre la cabeza y diga "¡No! ¡Se fueron a la mierda!". Y el que se va bastante a la mierda es Jok en el dibujo. Incluso contra la limitación de dividir la página en dos mitades (para la publicación original en una revista digital de Inglaterra), el siempre eficaz cómplice de Santullo derrocha en sus viñetas una gran fluidez narrativa, con buenas ideas, buenas resoluciones, un gran trabajo en los fondos, momentos en los que tiene más peso el claroscuro extremo y momentos en los que brillan algunos detalles dibujados de modo estremecedoramente minucioso. Este es un Jok sumamente expresivo, muy afianzado en su estilo y además capaz de tomar yeites de varios maestros (Mike Mignola, Enrique Breccia, Quique Alcatena, Oswal) sin afanar ni clonar a nadie. Si el resultado me impactó a mí, que sigo la obra de Jok hace 25 años, no me quiero imaginar cómo habrá impactado en los lectores británicos, en un mercado donde no hay dibujantes con esta impronta. Por ahí no me juego a recomendar El Gran Golpe con la misma vehemencia que los dos tomos anteriores de Ladrones y Mazmorras, pero me gustó mucho, es un entretenimiento muy sólido, muy profesional, donde vemos a dos capos pelando oficio y sobre todo, divirtiéndose. Nada más por hoy. Ni bien tenga más libros leídos nos reencontramos con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 23 de mayo de 2022

LIBROS DE LUNES

Hoy me tocó un viaje en bondi a los más remotos confines de la galaxia, y aproveché para clavarme dos libros, uno poderoso y otro finito. El poderoso no es otro que el Vol.1 de El Club del Divorcio, una obra maestra del gekiga creada en 1974 por Kazuo Kamimura, aquel genio del Noveno Arte que tuvo la pésima idea de morirse con solo 45 años. Si alguna vez te interesa averiguar por qué a los que leemos gekiga nos parecen medio gansos los mangas de peleas de buenos contra malos, en El Club del Divorcio se entiende a la perfección, leyendo apenas estas 500 páginas (que no tienen demasiado texto, por el contrario). La serie está compuesta por capítulos, y al principio amaga con ser una obra de protagonismo coral, en la que Kamimura nos va a contar las vidas de varios personajes que se entrecruzan en este barcito de Ginza donde van los empresarios a emborracharse y a alternar con mujeres "de la noche" a las que la vida trató bastante mal. Pero al toque queda claro que no, que al autor le interesa centrarse sobre todo en la vida de Yuko, la chica de 25 años que tiene una hijita de tres, un ex-marido pianista, y la ardua tarea de regentear el boliche. Como en los mejores mangas de Yoshihiro Tatsumi, también tiene un enorme protagonismo la gran urbe, donde se mezclan pobres y ricos, felices e infelices, cazadores de sueños alucinantes y repetidores de rutinas embolantes. El tono es amargo, melancólico, casi escuchás tangos de fondo. Los diálogos son filosos, las caracterizaciones son poderosísimas, los personajes secundarios son carismáticos, el dibujo es magnífico (acá sí no corre la analogía con Tatsumi, porque Kamimura era un virtuoso del dibujo y Tatsumi ni a palos), y si hay algo para criticar es la maldad del autor a la hora de negarle a Yuko un minuto de paz o de felicidad. Cada vez que parece que las cosas le salen bien, o que se va a llevar a la cama a Ken, el barman fachero y piola que prepara los tragos, pasa algo horrible que la obliga a tener que tomar decisiones jodidas, confrontar con su ex, tensar el vínculo con su mamá y su hijita, hacer magia para conseguir guita que le permita sacar a flote el boliche... Pobre Yuko, es hermosa, es fuerte, es hiper-responsable, tiene una dignidad y unos ovarios a prueba de bombas nucleares, y sin embargo no le sale una bien. El Club del Divorcio es un manga adulto, me imagino que bastante rupturista para una sociedad como era la japonesa en los años ´70, realmente profundo, con pinceladas de romance, de comedia y de poesía. No hay elementos fantásticos, nadie tiene superpoderes, no hay combates entre buenos y malos, sino conflictos muy humanos, muy reales, muy cercanos a los que vivimos los que estamos atrapados de este lado de las páginas. Amores imposibles, obsesiones al borde del acoso, gente tóxica que maltrata psicològicamente a sus afectos, gente boluda que elige los peores momentos para pasar facturas, gente a la deriva que no sabe qué rumbo tomar... y todo en el contexto más o menos turbio de un local "de ocio nocturno" donde unas minitas hermosas te franelean para que gastes fortunas en escabio y, en una de esas, pongas un extra y te las lleves con vos al telo, o a tu casa. Tengo el Vol.2 ahí en el aguante, y ojalá sea tan hermoso y tan conmovedor con el Vol.1.
Y me vengo a Argentina, año 2021, para encontrarme con una historieta breve, 54 páginas, en las que Jonathan Crenovich (co-guionista de Manta junto a Martín Mazzeo) inicia su carrera "solista", en equipo con el dibujante Alesio Rossino, con quien ya había trabajado en el one-shot de Iceberg. La obra se titula Knock Knock Monk y es una aventura lineal, ágil, de temática 100% fantástica con toques muy típicos de las películas de Hayao Miyazaki. Crenovich no profundiza mucho en la construcción ni en la exploración del mundo en el que se desarrolla la aventura: prefiere enfatizar el ritmo, la acción, y sobre todo el desarrollo del vínculo entre los dos protagonistas, Monk y Peke, que sin dudas es lo más atractivo de la obra. Ahí es donde el autor juega las cartas bravas y donde logra momentos emotivos, escenas realmente preciosas que elevan a Knock Knock Monk por encima de la clásica trama de "peripecias en un mundo repleto de criaturas fantásticas". No quiero contar nada del argumento, primero para no spoilear a quienes quieran leer el comic, y después porque al ser un relato breve, corro el riesgo de resumir todo lo que pasa en tres frases, y sería injusto para con Crenovich, que se mató para meter buenos diálogos y buenas secuencias mudas. El dibujo de Rossino es maravilloso, estamos frente a un talento realmente brutal, un dibujante argentino de nivel recontra internacional, que domina a la perfección una estética cuasi-shonen y la sabe combinar con una narrativa típica de historieta de acción yanki. El resultado es sumamente ganchero, satisfactorio y sobre todo promisorio, porque Rossino es un muchacho joven, que todavía no cumplió 30 años. Ni me quiero imaginar el carrerón que tiene por delante. A ojo de buen cubero (diría el Poroto), estimo que Knock Knock Monk está apuntada a lectores y lectoras de 10 a 13-14 años, el segmento de Amuleto, como para que nos orientemos fácil. Por eso me parece brillante que la dibuje un pibe que puede coquetear con la estética del manga más comercial, que está pegando a full en ese grupo etáreo. Pero además, cualquier adulto al que le divierta más o menos la clásica aventura fantástica se va a entretener un rato, y se va a encontrar con un par de momentos en los que la trama levanta vuelo y se anima a ir más allá. Muy lindo material, muy recomendable. Y nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

viernes, 20 de mayo de 2022

LECTURAS DE VIERNES

Medio que se me cae la cara de vergüenza por haber leído solo dos libros en cuatro días, pero bueno, así es la vida. Chota e injusta como la gente que se queja por tener que responderle tres boludeces cada 10 años a un censista. Arranco en Francia, año 1999, para leer un hermoso álbum de Lapinot en el que Lewis Trondheim arma dupla nada menos que con Frank le Gall, el archi-galardonado creador de Theodore Poussin, quien llevará adelante un guion notable. Vacances de Primtemps es una historia de amor sin besos ni garches, donde todo gira en torno a cómo enamorarse le caga la vida a más de un loser, cuya vida ya está bastante cagada antes de empezar. Le Gall se mofa de esa visión romántica del amor como sufrimiento, y qué lindo es sufrir por amor. Acá queda claro que sufrir por amor es una idiotez, a través de una serie de episodios siempre cómicos pero nunca desopilantes, en los que vemos las pelotudeces que hacen Lapinot y sus amigos (en esta ocasión, rivales) por amor. Las situaciones son tragicómicas, pensadas para parodiar a alguna obra literaria de fines del Siglo XIX que no podría puntualizar, y el humor pasa básicamente por los diálogos y por cómo se va retorciendo la relación entre tres de los personajes varones. Un cuarto personaje varón (Alex, el mayordomo) será el que tire las mejores frases y demuestre tenerla más clara a la hora de entablar relaciones sexafectivas con otra persona. Tan clara la tiene Alex, tanta línea le baja a Lapinot y tan mordaces son sus comentarios, que todo el tiempo me hizo acordar a Alfred Pennyworth... cuando lo escriben bien, lo cual no es tan habitual. Este es uno de los álbumes más libres de Lapinot, en los que el conejo humanoide no está confinado a la ambientación urbana ni al presente. Acá bajo esa cabeza que nos resulta familiar hay un tipo que vive en la campiña inglesa en el año 1870, que quiso ser científico pero terminó siendo un pintor bastante mediocre. De su amor por la ciencia salen varios de los mejores chistes del tomo. Thierry (o Titi) acá es McTerry, el carnicero del pueblo, y Richard es Richardson, un militar inglés que combatió en la India. Y la que se lleva la peor parte es Nadia, que de ambiciosa y sagaz periodista pasa a ser simplemente la chica linda que le revoluciona las hormonas a los tres muchachos. El guionista nos muestra una Nadia un poquito garca, pero bueno, también sus pretendientes hacen méritos para que ella tome distancia y los someta a ciertos sutiles maltratos y ninguneos, de donde también salen buenas situaciones para el humor. El dibujo está íntegramente a cargo de Trondheim y el color es obra de su esposa, Brigitte Findakly. Ambos se complementan a la perfección y nos ofrecen 46 páginas de una calidad apabullante. La faz gráfica no desentona para nada con la propuesta y la onda del guion, y Trondheim demuestra una vez más que la rompe incluso cuando lo sacan de su zona de confort. Un álbum realmente maravilloso, para leer y releer varias veces.
Me vengo a Argentina, año 2021, cuando se publica The Beatles: Historia de una Amistad, obra de otra dupla de amigos: el guionista Luciano Saracino y el dibujante Nicolás Brondo. La obra tiene un problema insalvable: alguien decidió que Saracino, que es más porteño que un piquete en la 9 de Julio, escribiera los diálogos, los bloques de texto y hasta el prólogo, en castellano neutro, supongo que para vender esta misma edición en distintos países. Eso desluce un poco toda la faceta literaria de la novela, y es una pena porque el resto está muy bien. Saracino encuentra una muy buena arista por donde explorar la ya archi-conocida historia de los Fab Four, y logra unas cuantas escenas realmente potentes y emotivas. Repito: contándonos lo que ya sabíamos, lo cual lo hace mucho más meritorio. Hay diálogos muy logrados, retruques ingeniosos y chistes muy efectivos. Yo que no soy muy fan de los Beatles, me re enganché y llegué a querer mucho (en apenas 82 páginas) a John y Paul, a quienes Saracino logra elevar por sobre su status de genios de la música: en esta obra, además de dos talentos descomunales, son dos flacos copadísimos, a los que la vida llevará por distintos caminos pero seguirán siempre unidos por un afecto inquebrantable. Por ahí el fan más hardcore de los Beatles esperaba más énfasis en la carrera musical de la banda, o en las etapas solistas de Lennon y McCartney, o incluso roles más importantes para George y Ringo, que están prácticamente de adorno, pobres. Pero el libro da lo que promete: una historia de los Beatles atravesada por la relación entre Paul y John. Y en ese sentido no defrauda en lo más mínimo, porque se anima a estudiarla de cerca, a un nivel de intimidad que -como ya mencioné- hace que estos dos íconos del rock te resulten casi amigos cercanos, de toda la vida. El dibujo de Brondo no está mal, para nada. A mí personalmente me gusta mucho más el otro Brondo, el más salvaje, el más expresivo, el que corre en la escudería de Jaime Hewlett y te tira misiles nucleares de imaginación desbordada en clásicos del kilombo como Chica Alien, Bone Machine o Psychocandy. Lo veo jugando al realismo, rompiéndose el culo para que los personajes le salgan parecidos a las fotos que usa como referencia, y siento que desaprovecha su talento aniquilador para irse al carajo y crear otro tipo de imágenes, otro tipo de relatos. Para cordobeses que narran como los dioses y dominan de taquito el realismo, ya tenemos a Carlos Gómez, que también alguna vez formó dupla con Saracino. A Brondo lo veo mejor en otro estilo, con otras libertades. Pero no puedo decir que no haya hecho un buen trabajo: tanto el dibujo como el color de The Beatles cumplen sobradamente con la consigna y recrean sin fisuras aquellos años ´60 y ´70. Obviamente, si sos fan del cuarteto de Liverpool, te tengo que recomendar esta novela gráfica. Tengo más Brondo y más Trondheim en el pilón de los pendientes, así que pronto nos reencontraremos con estos y otros capos del Noveno Arte. Gracias por el aguante.

lunes, 16 de mayo de 2022

VAMOS CON TRES MÁS

Acá estamos con nuevas reseñas, nada menos que tres libritos. En el año 2003, el diario italiano Repubblica armó su colección de Clásicos de la Historieta, no muy distinta en formato y concepto a la Biblioteca de Historieta que publicó Clarín. El Vol.11 es un tomo de 240 páginas íntegramente dedicado a Ken Parker, la magnífica creación del guionista Giancarlo Berardi y el dibujante Ivo Milazzo. Además de varios textos muy interesantes, el libro ofrece dos historias unitarias cortas que aparecieron en distintas antologías: la primera es una gema, 20 páginas de una belleza apabullante; y la segunda está buena pero es muy rara porque Milazzo cambia por completo su registro gráfico y parece dibujada por otro autor. Y después viene la paponga: dos novelas gráficas de 96 páginas cada una, demasiado buenas para ser reales. La primera, Diritto e rovescio, explora el tema de la homosexualidad en las décadas finales del Siglo XIX y es tremenda. El guion es brillante, aunque por ahí le sobran 15 ó 20 páginas. La segunda, Sciopero, es simplemente perfecta. Una historia desgarradora, de una crueldad atroz, que da testimonio de los abusos que sufrían los obreros a manos de los dueños de las fábricas también sobre el final del Siglo XIX, cuando Estados Unidos vivía una expansión tecnológica y económica sin precedentes, aunque la prosperidad que esta generaba iba a manos de muy pocos. Berardi no disimula en lo más mínimo su militancia de izquierda, y por momentos Sciopero es una versión ilustrada de El Capital, de Karl Marx. Pero en ningún momento la bajada de línea va en detrimento del asfixiante espesor dramático que propone la historia. Son 96 páginas a puro dolor, donde la aventura se tiñe de una desazón y una amargura pocas veces vistas. Ya derramé hectolitros de baba hablando del dibujo de Ivo Milazzo en la reseña del 01/09/16, pero no me canso de repetir lo hermoso que es el trabajo de este prócer italiano. Es como un amalgam glorioso de Oswal, Hugo Pratt, Gustavo Trigo, Alfonso Font, por momentos algunas sombras extremas al estilo Jordi Bernet... Nunca sabés qué nueva fatality te va a tirar Milazzo, pero todas son letales. Estamos ante un narrador impecable, asombroso, que trabaja con la puesta en página más clásica posible para después elegir con enorme criterio cuando suprime los fondos y cuando deja la vida en la recreación de estos ambientes, perfectamente retratados. Envidio mucho a la gente que sigue hace años a Ken Parker y tiene todas (o casi todas) las aventuras de esta especie de Corto Maltés de los Estados Unidos que empezó como un western y terminó como una cátedra de historieta adulta, comprometida y emotiva hasta el tuétano.
Y ya que menciono a EEUU, sigo con el one-shot publicado por DC Comics en 2018, titulado Swamp Thing Winter Special. Acá hay dos historietas: una es casi una bizarreada. Son las 20 páginas que iban a componer el nº1 de una serie de Swamp Thing escrita por Len Wein y dibujada por Joe Kelly, pero que quedó en nada por la inesperada muerte del guionista. Acá vemos la historia completa dibujada y coloreada, pero sin los textos, porque Wein no llegó a escribirlos. Esto es secuela de una miniserie anterior a cargo del mismo equipo, que tengo en la pila de las lecturas pendientes. Ya llegaremos. Pero lo grosso es lo de adelante, la historieta de 40 páginas con la que Tom King y Jason Fabok se llevaron un muy merecido premio Eisner. Seguramente se podría haber narrado lo mismo en 24 páginas, pero el dibujo de Fabok es tan grosso que mejor dame 140 páginas de esto. Fabok es un dibujante no tan original, pero capaz de tomar lo mejor de los dibujantes que lo influencian. Cuando tuvo que dibujar Justice League como continuador de Iván Reis, conservó intacta la magia del astro brazuca. Cuando tuvo que dibujar Three Jokers basado en la estética de Brian Bolland se la bancó con una altura y una solvencia impresionantes. Y acá, tiene algunas secuencias en las que nos tira guiños a los fans de John Totleben y Stephen Bissette y le salen perfecto. Visualmente, es un trabajo realmente exquisito, con un aporte acertadísimo del colorista Brad Anderson. El guion de King está todo basado en el giro totalmente inesperado y brillante que pega en la página 30. Es un recurso de alto impacto, que te detona la cabeza en una doble splash innecesaria, pero memorable. Y si hasta ahí la historia era emotiva, el final te conmueve, te estrangula el alma aunque seas un monolito de piedra sin el menor rastro de sensibilidad. La muerte de Len Wein hizo que este one-shot se vinculara mucho al tributo de DC a uno de sus próceres, pero la verdad que el trabajo de King y Fabok es una maravilla que merece ser atesorada por todos los fans, no solo de Swamp Thing, sino del buen comic en general.
Y cierro con una breve mención a Mini Mundo, recopilatorio de historietas muy cortitas, realizadas por Mariana Ruiz Johnson para alguna publicación infantil. Esto es material para chicos muy chiquitos, con conflictos también muy chiquitos, hábilmente vinculados a situaciones que los chicos de tres a seis años viven en su realidad cotidiana. Los relatos tienen poquísimo texto, para que los padres se los puedan leer a sus hijos sin perder dos horas de sus vidas, y los dibujos son muy lindos, de muy fácil comprensión. Ruiz Johnson viene más del palo de la ilustración, pero acá demuestra que entiende perfectamente cómo armar secuencias y llevar adelante la narración con los dibujos. Con personajes simpáticos y con tramas muy simples, las historietas de Mini Mundo tienen todo para acompañar a las nenas y nenes que están dando sus primeros pasos en la lectura. Y leídas por un adulto tienen algo de gracia, sobre todo porque el trazo de Ruiz Johnson es, además de muy agradable, muy original. Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

jueves, 12 de mayo de 2022

JUEVES OCHENTOSO

Tengo otros dos libritos leídos, listos para reseñar, y son dos historietas creadas en los gloriosos años ´80. Empezamos en Inglaterra, con una gema del underground de ese país, que tiene a Hunt Emerson como uno de sus maestros emblemáticos. Emerson tiene varias obras grossas, y un personaje muy popular, que fue Calculus Cat (acá apareció en algunos números de Puertitas, a principios de los ´90), paradójicamente surgido en 1982 en revistas de Estados Unidos. Este álbum recopila 54 planchas originalmente realizadas para distintas publicaciones, y que componen una "saga", o mejor dicho, están atravesadas por una temática común: la relación entre Calculus y su televisor. Que en realidad es la forma que encuentra Emerson para hablar de la relación entre nosotros y los medios masivos de comunicación. El resultado es demencial, arrebatado, furibundo, tremendamente gracioso y sobre todo incómodo, porque por debajo del humor, la violencia y el absurdo, hay un mensaje muy potente, que tiene que ver con la idiotización de las masas, el bombardeo de la publicidad y el vínculo adictivo que genera la tele. Calculus es un gato como podría ser un caballo, un pájaro carpintero o una cucaracha. Emerson lo dibuja en forma de gato, pero las actitudes y aptitudes del personaje son las de un ser humano común y corriente. En las pocas escenas que transcurren en la calle, vemos que este mundo está poblado de criaturas extrañas, y que el único personaje con rasgos de ser humano más o menos "real" es el locutor que le habla a Calculus desde la pantalla del televisor. Ese locutor es lo más parecido a un antagonista, o incluso a un personaje secundario, que vamos a encontrar en estas páginas. En las escenas que no son mudas, Calculus habla solo, o con este personaje al que (muy a su pesar) no puede tocar (ni atravesar con armas blancas). Hunt Emerson es un dibujante bestial, desaforado. El tipo depuró el estilo del Robert Crumb de los ´70, lo combinó con algo de la magia y la idiosincrasia deforme de George Herriman y con ese ritmo hiperkinético de los mejores cortos animados de los Looney Tunes. Sus figuras son plásticas, hiper-expresivas. Su blanco y negro es vibrante, de un impacto gráfico apabullante, su manejo del timing narrativo es impecable, sus pantomimas son hipnóticas, sus diálogos filosos y muy cómicos. Acá vemos a un autor con una imaginación desbordante, abocado a hablarnos de algo absolutamente cotidiano y real como es el consumo acrítico de lo que nos ofrece la tele. Una combinación explosiva, a la que le sobran recursos humorísticos de toda clase para llegar a donde Emerson quiere ir, que es a que nos caguemos de risa de algo que nos debería generar una reflexión profunda y (en una de esas) amarga. No creo que este sea un álbum fácil de conseguir, pero realmente vale la pena buscarlo.
Me vengo a Argentina, año 1986, cuando Lucho Olivera retoma (una vez más) la extensa saga de Gilgamesh el Inmortal en las páginas de la revista D´Artagnan, ahora en dupla con el prolífico guionista Ricardo Ferrari. Ya reseñamos varios de los álbumes de Gilgamesh que van antes de esta etapa e incluso uno que va después. Pero bueno, acá se edita así, mezcladito y sin la etapa de Robin Wood (que va entre la original y esta), que es lejos la mejor. Como ya había hecho el prócer paraguayo, Ferrari se toma la atribución de desconocer parte de la historia narrada por sus antecesores, como para poder llevar la saga a donde a él le interesa ir. Por lo menos en estos primeros episodios, Gilgamesh es una serie claramente enrolada en la ciencia-ficción clásica, fría, cerebral, con énfasis en la vida cibernética, las naves espaciales y los viajes interestelares. Como en las etapas anteriores, el inmortal habla solo, no para de lamentarse por su condición, y cada tanto cambia angustia por violencia. Acá incluso se convence de que se está volviendo loco. La acción es bastante escasa: a Ferrari pareciera interesarle más el conflicto interno del personaje que mandarlo a combatir con villanos o monstruos alienígenas. El ritmo es respetuoso de la ciencia-ficción dura, o sea, va muy lento: Gilgamesh se da cuenta de que está en la luna al final del cuarto capítulo, y para el final del séptimo todavía no logró poner un pie en la Tierra. No es algo incoherente, pero sí raro, si pensamos a la velocidad que narraban Olivera y Sergio Mulko cuando estaban a cargo de los guiones. Los bloques de texto de Ferrari están muy logrados, y sobre todo bien dosificados. No agobian para nada, ni sentimos que la voz en off le dispute el protagonismo a Gilgamesh o a sus peripecias. Los diálogos... son un poquito más arduos, porque repiten mucho las palabras. En una misma página, por ejemplo, encontré estas gemas: -"No hay más terrestres... no hay más". -"Estoy solo... absolutamente solo". -"Una nave... una nave... una nave para volver a la Tierra". El dibujo de Lucho Olivera es -una vez más- muy desparejo. Los dos primeros episodios están a un nivel no precario, pero muy inferior a lo que vimos en la etapa junto a Robin Wood. Después mejora un poco y para el final ya estamos cerca del Lucho que a mí más me gusta, que es el que trabajaba con Alfredo Grassi, Eduardo Mazzitelli o Emilio Balcarce para Skorpio. Pero claro, en Skorpio no le pedían páginas de 10 viñetas y acá sí. Hay varias de esas, donde no hay verdadero espacio para que se luzca el dibujo. Algunos planos se repiten bastante, pero en la segunda mitad del libro, cuando Lucho dibuja mejor, eso pasa a ser irrelevante. En esos episodios finales, el correntino empieza a tirar magia y te vuelve loco con esas texturas, esos detallitos y sobre todo con su manejo demoledor del claroscuro, que acá finalmente podemos apreciar porque no lo opacan los horrendos colores de las revistas de Columba. Estoy casi seguro de que Doedytores publicó algún tomo más de Gilgamesh a cargo de Lucho y Ferrari, que yo no me compré por las dudas de que este me pareciera muy choto. Y la verdad que este, si bien no me divertí demasiado, no puedo decir que sea choto. El dibujo va mejorando, el guion tiene buenas ideas y buenos textos... le falta solo un poco más de onda al personaje y de ritmo a los relatos. Si más adelante Ferrari mete buenos personajes secundarios, buenos villanos o buenos conflictos, se puede hablar de una buena época para el mítico héroe. Veremos si me decido a entrarle a esas historias posteriores. Y hasta acá llegamos. Nos vemos mañana viernes en la Biblioteca Nacional, en la entrega de los Premios Cinder.O en unos días, con nuevas reseñas acá en el blog.

martes, 10 de mayo de 2022

ESSENTIAL ANT-MAN

Uh, qué difícil este libro... Entré como un caballo porque vi en la portada los nombres de Stan Lee y Jack Kirby, y adentro me dieron para que tenga. Ant-Man fue uno de los primeros superhéroes de Marvel que empezó a aparecer con regularidad, en la mitad de la revista Tales to Astonish allá por Septiembre de 1962. Primero compartió cartel con monstruos bizarros ignotos, después con Hulk, y en 1965 le dieron salida para que ese espacio lo ocupara Namor. En el medio, Stan Lee probó con varios enfoques distintos para esta serie, pero nunca le encontró la vuelta. Las primeras aventuras, si bien son obra de Lee y Kirby, parecen publicadas por DC, en cualquier revista de las que coordinaba Julius Schwartz. Hank Pym era un señor aburrido, sin rasgos de personalidad, que resolvía casos con sus poderes, y sobre todo con formas ingeniosas de aplicar su vasto conocimiento científico. Los villanos son invariablemente patéticos (al principio había mucho espía ruso) y los ayudantes de Lee (entre ellos su hermano Larry Lieber) no se esmeraban en lo más mínimo por ponerle onda a diálogos o textos. Recién cuando aparece Wasp, levanta un poco la puntería, porque se arma el contraste entre una chica de 16-17 años a la que le gusta la joda y la emoción de la aventura, y este tipo de más de 30, viudo, formal y medio amargo. Pero dura poco: Stan se olvida rápido de que le había puesto una esposa (muerta en flashbacks) a Pym, y para avanzar con el romance entre él y Wasp (que le empieza a tirar onda desde su primera aparición), achica la brecha etárea, supongo yo que para que no pareciera un pedófilo. Así que en un par de números, Janet y Hank ya parecen tener casi la misma edad, o por lo menos andar por los veintipico. Cuando Pym deja de ser Ant-Man y pasa a ser Giant-Man, las historias pierden ese cariz más científico y se enrolan más en la típica aventura con machaca super-power que asociamos con la Marvel de esa época. Y cuando finalmente aparece un subplot copado (el del stress físico y mental que provocan en Pym los constantes cambios de tamaño), ya la serie no le interesaba a nadie y a los dos números la vuelan de Tales to Astonish para no volver. O sea que a nivel de los argumentos, guiones, etc., no es mucho lo que tienen para ofrecernos estas 576 páginas. En cuanto a los dibujos, esta serie sufre una inestabilidad atroz, poco frecuente en la Silver Age, no solo de Marvel, sino en general. Acá vemos todas las combinaciones de dibujantes y entintadores posibles, casi siempre con flojísimos resultados. A saber: Lápices de Jack Kirby y tintas de Dick Ayers: Bastante bien. Lápices de Jack Kirby y tintas de Sol Brodsky: Más que aceptable. Lápices y tintas de Don Heck: en los primeros episodios, cuando lo dejan entintarse a sí mismo, Heck me sorprendió muy gratamente. Está apenas un pasito por debajo de los dibujantes clásicos de DC de esta época, tipo Mike Sekowsky, Dan Barry o Gil Kane, y dos o tres por debajo de Alex Toth. La narrativa no es derivada de la de Kirby, mete planos variados, no carga demasiado las tintas, no pone en los rostros esos rasgos con los que causará espanto en los ´70 y ´80... la verdad que dignísimo. Después se va a relajar, y aparecen episodios que parecen dibujados directamente en tinta, sin lápiz previo, bastante más flojos, pero sin llegar al horror de los ´70. Lápices de Kirby y tintas de Heck: Acá ya me gusta menos el trabajo de Heck. Tiene algunas hermosas, en las que se complementa muy bien con los lápices del Rey y otras medio fuleras. Lápices de Jack Kirby y tintas de Steve Ditko: El horror. Juntás a dos monstruos gloriosos y en vez de algo genial, sale una bazofia. Estas páginas están entre las peores del libro. Lápices de Larry Lieber y tintas de George Bell: Otra abominación. El hermano de Stan escribió y dibujó algunas historias cortitas de Wasp, y la verdad que son horrendas. Nada para rescatar. Lápices y tintas de Dick Ayers: No, tampoco. Muy aburrido y por momentos muy feo, también. Banco a Ayers en comics de guerra y de cowboys, pero dibujando superhéroes era durísimo. Lápices de Larry Lieber y tintas de Don Heck: Menos mal que son solo cinco páginas, porque me quería arrancar las retinas para no sufrir más. Lápices de Larry Lieber y tintas de Sol Brodsky: Horrible. Lápices de Larry Lieber y tintas de Paul Reinman: Una falta de respeto absoluta. Lápices de Dick Ayers y tintas de Paul Reinman: Un tormento para los ojos pocas veces visto. Por momentos se hace realmente ilegible. Juicio y castigo. Lápices de Larry Lieber y tintas de Chic Stone: Muy flojo. Lápices y tintas de Larry Lieber: Bastante mejor que esas historietas en las que los entintadores le estropeaban los dibujos sin piedad, pero lejos de un nivel disfrutable. Lápices de Carl Burgos y tintas de Dick Ayers: Apenas correcto, pero infinitamente aburrido. Lápices de Carl Burgos y tintas de Chic Stone: Atrasa 25 años, parecen páginas de principios de la Golden Age. Un embole. Lápices de Carl Burgos y tintas de Paul Reinman: Bochornoso es poco. Lápices de Bob Powell y tintas de Heck: Un poquito más de onda en la narrativa, pero el pincel de Heck ya se va al carajo y tira bastante para atrás al dibujo. Lápices de Bob Powell y tintas de Frankie Ray: Acá huelo un pseudónimo de un dibujante grosso, porque estas páginas son realmente lindas de mirar. Hay viñetas que parecen entintadas por Gene Colan, por ejemplo, y son hermosas. Lápices de Bob Powell y tintas de Chic Stone: La nada misma. Lápices de Bob Powell y tintas de Vince Colletta: El abismo. Lápices de Bob Powell y tintas de John Giunta: Si creías que no había nada peor que Reinman o Colletta, acá aparece Giunta a terminar de lesionarte los ojos. En fin, no se puede decir que no hayan probado. El tema es que no funcionó. En general, los críticos veneramos toda esa etapa de Marvel que va de 1963 a 1968, y nos olvidamos que había títulos flojos (Daredevil), títulos decididamente malos (Iron Man y Hulk) y material al filo de lo ilegible como la serie de Hank Pym y Wasp en Tales to Astonish. Pero bueno, de todo se aprende. Gracias por el aguante y hasta pronto.

domingo, 8 de mayo de 2022

UN DOMINGO EN EL FAR WEST

Hermoso domingo para hacer cualquier cosa menos escribir reseñas de comics. Pero bueno, esto es un sacerdocio... Empezamos en Italia, año 2013, cuando se publica Alaska!, una novela gráfica de Tex de más de 320 páginas. Un despropósito, un ejercicio extremo de estirar un argumento para hacerlo infinito, obra de Mauro Boselli, que acá hace temblar las convicciones de quienes lo consideramos uno de los mejores guionistas de Tex (si no el mejor). Esta vez Boselli imagina un relato bastante interesante ambientado en Alaska, en peligrosos bosques habitados por varias tribus aborígenes, siempre al borde de la guerra entre ellas y con los colonos blancos, y con una presencia importante de los elementos místicos y religiosos típicos de la cultura de los nativos de Norteamérica. Hay un par de personajes bien trabajados, incluso buenos personajes femeninos, que es algo que escasea bastante en las historietas de Tex, misterios, tensión, algo de acción... pero no hay forma de que lo que sucede en este libro ocupe 320 páginas. Solo se puede hacer incorporando unas dosis brutales de escenas de relleno, que no aportan absolutamente nada al desarrollo del argumento, y estirando de manera grosera las escenas que sí contribuyen al devenir de la trama. Así es como el atractivo que podía tener el planteo inicial de Boselli se licúa, se diluye, como si tiraras un shot de tequila en un bidón de cinco litros de agua. Lo más interesante de Alaska! es la ínfima participación de Tex y su amigo Kit Carson en el desarrollo de la historia. Los personajes pensados para aparecer en este único tomo hegemonizan por completo la acción y reducen a los protagonistas a roles muy menores. Claramente se trata de una historia que se podría contar sin Tex ni Carson, sin perder ni un ápice de su esencia. Con los indios y un par de los personajes blancos que Boselli crea para este álbum, alcanza y sobra. ¿Cómo caí en esta trampa mortal? Fácil: el dibujo es de Lito Fernández y eso hizo las veces de anzuelo. Quería ver al maestro metido en el mundo del western (género del que Lito jamás fue fan y al que esquivó con éxito durante décadas) y acceder al trabajo más extenso de los muchos que realizó para la editorial de Sergio Bonelli a lo largo de diez años de colaboración con la editorial milanesa. El resultado es muy raro. En todas y cada una de las páginas se aprecia el talento narrativo de Fernández, el dinamismo de sus figuras, su virtuosa aplicación de los negros a través de manchas de pincel que rescatan lo mejor de la tradición de Milton Caniff y Frank Robbins, el gran trabajo en fondos, vestuario, objetos y armas... El problema es que buena parte de las cabezas de los personajes parecen haber sido re-entintadas, o incluso re-dibujadas por manos menos hábiles. La gran mayoría de los primeros planos que se ven en Alaska! no tienen la impronta de Lito, sino que parecen obra de un típico dibujante del montón, de los que habitualmente producen "con fritas" el material que publica Bonelli. La verdad que contratar a Lito para después tener que contratar a otro dibujante que le redibuje las caras es otro despropósito inexplicable. Es como tener al Dibu Martínez en el arco y cambiarlo por un suplente cuando llega la definición por penales. Estéticamente, además, es chocante. Es como si cada vez que les toca aparecer en primer plano los personajes se pusieran una máscara, con otros rasgos, que no son los que vemos cuando Lito los enfoca de lejos. Por ahí la idea era que todo fuera más consistente con los otros comics de Tex, pero en ese caso, la editorial siempre tiene a su disposición a dibujantes que entienden a la perfección cómo quieren ver los lectores a este clásico personaje. Y si no le toquetearon las caras a dibujantes de estilo más extremo, como Enrique Breccia, o José Ortiz, la verdad que toqueteárselas a Fernández es una pelotudez atómica. Así que nada: el magnífico trabajo de Lito se desluce cada vez que un obrero de lápiz que no da la cara le redibuja (encima con rotring, no con pincel) los rostros de los personajes, y el planteo argumental de Boselli, que no estaba nada mal, terminó por tener gusto a muy poco al licuarlo en una cantidad inhumana de páginas que solo le suman espesor al libro, no a la trama.
Me vengo a Argentina, año 2021, cuando la editorial Cápsula publica El Sheriff Científico, con guion de Lubrio y dibujos de Maco Pacheco. Esta es una historieta fresca, dinámica, muy divertida, apuntada al público infanto-juvenil pero con sutiles guiños que la hacen atractiva también al lector adulto. Otro western (como Tex), pero con humor y con elementos fantásticos que van para el lado de la ciencia-ficción clásica, muy bien integrados a la época de los cowboys. Lubrio maneja muy bien la estructura episódica: cada tramo de la obra es una aventura de 12 o 14 páginas con principio, nudo y desenlace, y además se va armando episodio a episodio una masa crítica que desembocará en el tramo final. Los chistes son ingeniosos, el personaje central es sumamente carismático y disfruté mucho viendo cómo se hace el dolobu mientras todas las minitas le tiran onda. Un solo detalle a criticar: los irlandeses se llaman "O´Algo", no "McAlgo". Los "McAlgo" son los escoceses. Pero bueno, es un error mínimo. El dibujo de Maco es en buena medida responsable del dinamismo, la frescura y la gracia de estas historias. E incluso del carisma y la onda de los personajes. Los fondos están cuidadísimos, el color es excelente, el cameo de Lucky Luke es precioso, y acá también, una sola cosa a criticar: a Maco le pidieron que dibuje un irlandés y dibujó a Irish Coffee sin la barbita. O sea, una cosa es ser fan de Carlos Meglia (todos somos fans de Carlos Meglia) y otra es no poder dibujar un irlandés sin clonarle un personaje a Meglia. Me da bronca porque, a lo largo de libro, Pacheco demuestra tener una imaginación zarpada, como para no tener que recurrir a un trabajo de su ídolo a la hora de resolver el aspecto del protagonista. Una lástima. Fuera de estos dos moquitos puntuales, El Sheriff Científico logra mezclar western, ciencia-ficción y comedia con una cancha notable y le garantiza un rato de muy bienvenida diversión a quien le quiera dar una chance. Y nada más, por hoy. Nos vemos el viernes en la Biblioteca Nacional, en la entrega de los Premios Cinder, o muy pronto acá en el blog, con nuevas reseñas.

miércoles, 4 de mayo de 2022

DR. STRANGE AND THE MULTIVERSE OF MADNESS

Esta película es la némesis perfecta de los que intentamos reseñar sagas cinematográficas sin spoilear. De verdad, esta vez no se puede decir una sola palabra acerca del argumento sin arruinarle buena parte de las sorpresas a quienes todavía no la vieron. No se puede ni siquiera mencionar contra quién pelean "los buenos" a lo largo de casi todo el largometraje. Si viste algún afiche por la calle, sabés que están el Dr. Strange (que viene de su aparición en Spider-Man: No Way Home) y Scarlet Witch (que viene de su propia serie, Wandavision). Y obviamente está también Wong, a quien vimos por última vez en la secuencia final de la película de Shang-Chi. Aparecen muchos más personajes, algunos con roles muy destacados, pero no se pueden mencionar. Incluso aparece uno que no se puede mencionar ni siquiera en la propia película, porque Marvel no tiene los derechos sobre su nombre. Así que no lo nombran, y si hay gente que no se da cuenta quién es ese monstruo con tentáculos y un ojo gigante, tampoco cambia mucho el desarrollo de la trama. Probablemente ese sea el punto débil de la película: le dedica muchos minutos a secuencias que no hacen avanzar la trama. La aventura en sí no es perfecta, ni mucho menos. Pero esto se compensa con el punto fuerte de la película: el espesor de los dilemas morales. Sabemos que el uso de los poderes mágicos requiere, además de responsabilidad, pagar un costo. En un punto, si te vas de mambo con la magia, algo vas a tener que pagar. Y de eso se trata The Multiverse of Madness. De hasta dónde está dispuesto a llegar cada uno para lograr lo que quiere, qué precio acepta pagar, cuándo y cómo lo paga, cómo se banca haber perdido aquello que tuvo que perder y qué pasa cuando alguien siente que ya no le queda nada por perder. En ese combate interior contra el dolor de la pérdida y la tentación de ir más allá de los límites, la película encuentra sustento y conjura la otra magia, la de tener al espectador agarrado a la butaca, tenso como en una definición por penales, preso del asombro que genera ver a los personajes de siempre hacer cosas que no nos imaginamos nunca. A pesar de las infinitas criaturas mágicas, almas condenadas, muertos resucitados, portales entre universos y héroes, heroínas y villanos de inconmensurable poder, probablemente este sea uno de los flims de Marvel más humanos, más centrados en las emociones de los personajes. Y la escena más fuerte, más conmovedora, la que define todo, lo tiene a Dr. Strange como un mero espectador. Sí, llega un momento en que la trama convierte al Tordo en un personaje secundario de su propia película. Y te juro que es un momento que no te vas a olvidar nunca jamás. Tampoco te vas a olvidar nunca jamás que acá finalmente aparecen personajes que siempre quisiste ver (o volver a ver), pero la verdad es que toda esa secuencia es larga al pedo, no contribuye mucho al desarrollo del argumento, y apenas sirve para subrayar el tremendo poder de la amenaza a la que tendrán que vencer los buenos. Aún así, no se puede decir que el tema de los universos alternativos esté mal manejado. El guion lo introduce de manera clara, sin paradojas bizarras ni contradicciones de esas que generan decenas de videos en YouTube donde algún capo de las realidades espacio-temporales nos explica lo que en la película no se entiende. Pero no es lo más importante. La película se apoya más (como ya dije) en los dilemas humanos, y obviamente en la exploración de todos los recursos fantásticos (a veces terroríficos) que le habilita el tema de la magia y la brujería a niveles inenarrables. ¿Qué onda Sam Raimi, en su regreso al cine de superhéroes? ¿Cuánto de la impronta del legendario director se ve en estos 126 minutos, más allá del excelente gag protagonizado por Bruce Campbell, su actor fetiche?. La gente que sabe de cine seguro puede responder esa pregunta mejor que yo, pero me parece que sí, que es una película fiel al espíritu de Raimi. El tipo sabe cuándo tiene que aflojar con los chistes para que el dramatismo de las escenas no se desplome por su propio peso, y eso en este film es fundamental, por lo mucho que está en juego todo el tiempo. Los actores captan esa sintonía, por eso acá tenemos una actuación de Benedict Cumberbatch muy por encima de lo que vimos en las películas anteriores, una Elizabeth Olsen magnífica, un Chiwetel Ejiofor también por encima de lo visto en la peli anterior de Dr. Strange, y hasta se luce Rachel McAdams, quien no desaprovecha el rol destacado que le otorga el guion a (una) Christine Palmer. Por ahí desentona un poquito Xochiti Gómez, pero bueno, es una actriz muy joven a la que le sobra tiempo para mejorar. Los rubros técnicos están muy, muy bien, con unos efectos especiales impresionantes y un despliegue visual de ilimitada imaginación, al nivel de los mejores historietistas que pasaron por los comics del Tordo. Nada más. Vos ya sabés que para entender todo lo que pasa hay que haber visto todas las películas y series anteriores integradas a este universo narrativo, así que si te falta alguna, ponete al día antes de sumergirte en este multiverso de la locura. Y si vas al cine, quedate hasta el final a ver las escenas post-créditos. Que el Vishanti te proteja.

domingo, 1 de mayo de 2022

AVENTURAS + HUMOR = MAGIA

Qué garcha que el 1º de Mayo caiga domingo... Uno de los feriados más feriados, justo se festeja un día que ya de por sí es feriado. En fin, vamos a las reseñas. Empezamos en EEUU, año 2016, cuando Image publica el segundo recopilatorio de I Hate Fairyland, la maravillosa creación de Skottie Young. La reseña del Vol.1 estuvo acá el 16/03/20 y es un tsunami de elogios para con esta historieta... que me veo obligado a repetir en esta ocasión, porque la verdad que Young no baja un milímetro la vara y nos ofrece, una vez más, cinco episodios de una calidad superlativa, desbordantes de aventuras disparatadas, humor grosero, violencia desmedida y una mala leche quintaesencial. Hay un episodio (el nº8) en el que Young dibuja poquitas páginas, pero lo reemplaza Jeffrey "Chamba" Cruz, y no solo este muchacho hace un trabajo exquisito, sino que además el guion propone una excusa más que lógica para que la estética de la serie cambie radicalmente a lo largo de esas páginas. Si Skottie Young es grosso cuando le dicen lo que tiene que dibujar, descontrolado es un prodigio del Noveno Arte. Los diálogos son geniales, la acción no para un minuto, la narrativa es perfecta, el color de Jean-François Beaulieu es de una belleza inverosímil, y cada vez que aparece un personaje nuevo, Young se sube la apuesta a sí mismo con unos diseños gloriosos, con criaturas de una expresividad y una onda que pocos autores de historietas pueden plasmar en un papel. I Hate Fairyland es un comic en el que puede pasar literalmente cualquier cosa, un torbellino de creatividad, furia y talento que te vuelve loco a fuerza de impactos uno más tremendo que el otro. No me canso de recomendarlo. Y sí, confieso que me hubiese gustado que la historia de Gertrude en Fairyland se terminara en este segundo tomo, porque tengo miedo de que se estire innecesariamente y el chiste pierda la gracia. Pero le tengo fe a Young, no creo que pierda la brújula a mitad de camino. Y además, el hecho de que la serie tenga por lo menos dos tomos más dibujados por este asesino serial me parece motivo suficiente para festejar en vez de putear o fruncir el ceño. No tengo los tomos posteriores, pero ni bien los consiga, volveremos a visitar Fairyland de la mano de Skottie Young.
Nos vamos a Francia, año 2021, para leer (traducido al castellano por una editorial argentina) Astérix y el Grifo, la más reciente entrega de esta serie, y el álbum más vendido en Francia (y algunos países más) el año pasado. A mí, en general, me gustan más las aventuras de Astérix en la aldea que aquellas en las que un puñado de galos emprenden viajes a tierras lejanas. Y la verdad que los dos álbumes de la dupla hoy a cargo de la serie (Jean-Yves Ferri y Didier Conrad) que narran aventuras lejos de la aldea, son tirando a flojos. No horribles como la mayoría de los álbumes de Uderzo "solista", pero bastante poco convincentes. Esta vez, Ferri y Conrad aplastaron mis prejuicios contra las aventuras "de viajes", con un álbum realmente muy, muy bueno. Y muy raro. Los autores se toman MUY a pecho el tema de "nos toca desarrollar una aventura fuera de la aldea": en todo el álbum hay UNA SOLA viñeta ambientada en la aldea, que es justamente la última. O sea que los únicos galos que llegan a meter un bocadillo de diálogo son los tres que participan del viaje: Astérix, Obélix y Panoramix que, pobre, tiene un rol bastante menor. Pero este no es el único salto al vacío: acá por primera vez el barco de los piratas NO es atacado, también por primera vez Idefix tiene un rol destacadísimo en la resolución del conflicto, por primera vez NO vemos el viaje, sino que la acción empieza cuando los galos entran en contacto con quienes serán sus anfitriones, y también por primera vez, NADIE toma ni un sorbo de poción mágica. No sé si Ferry y Conrad estaban esperando que se muriera Uderzo para cometer todas estas "herejías", pero lo cierto es que las aplaudo de pie. Los chistes que complementan la aventura son muy buenos, y (como en los buenos álbumes de Astérix) se nutren bastante de la realidad de nuestro presente. Ferri se ríe de los terraplanistas, mete gags relacionados con las fake news y el poder de la desinformación, con la distancia social y el confinamiento (este álbum está íntegramente realizado durante la pandemia), con los abusos monopólicos de Amazon que perjudican a las librerías, con el empoderamiento de las mujeres... y por supuesto hay buenos chistes atemporales, como el del traductor que le hace decir lo que le conviene a la prisionera sármata cuya lengua no entienden los romanos. Y en el rubro "embocándola de pedo", quiso la casualidad que el álbum publicado apenas cuatro meses antes del estallido de la guerra en Ucrania, esté ambientado precisamente en las estepas del noreste europeo que hoy conocemos como Ucrania. El dibujo de Conrad es excelente, y lo único que se puede decir en su contra es lo que ya dijimos varias veces: en vez de mostrar su propio estilo, se esfuerza por ocultarlo, como si nos quisiera convencer de que el dibujante en realidad es Uderzo. Yo encontré apenas dos puntitas como para distinguirlo del maestro: de a poquito, Conrad va llevando a Astérix a su aspecto más de fines de los ´60, a como lo dibujaba Uderzo no sobre el final de su etapa, sino en álbumes como El Escudo Arverno o Los Juegos Olímpicos. Y además cuando Uderzo tenía que meter más de tres o cuatro personajes en una viñeta, esta era generalmente más grande que las normales. Conrad, en cambio, hace la Gran George Pérez, y en una viñeta de tamaño normal, o incluso pequeña, hace entrar a cinco, seis o más personajes sin que se le enkilomben ni la composición ni la claridad del relato. Muy notable. Recomiendo mucho este álbum de Astérix. Está muy cerca del excelente trabajo que hicieron Ferri y Conrad en El Papiro del César y no tiene casi nada que envidiarle a los buenos "álbumes de viajes" de René Goscinny. Y lo más importante: me divertí, me sacó varias risas y la pasé muy bien, incluso jugando de visitante y "extrañando" a todo ese maravilloso elenco de galos secundarios a los que solo nos muestran (y desarrollan) álbum por medio. Ah, un lujo tener este material editado en Argentina en Abril de 2022, apenas seis meses después de su aparición en Francia. El martes temprano voy a ver la peli nueva de Dr. Strange, así que después se vendrá reseña acá en el blog. Gracias y hasta entonces.