el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 22 de marzo de 2022

DOS MAS Y A LA PAUSA

Bueno, como ya comenté por acá, a partir del jueves voy a estar lejos de Buenos Aires durante unos 15 o 16 días. Hay alguna chance de que postee en el blog, ya sea desde Santiago de Chile o desde Los Angeles, pero no quiero prometer y después no cumplir. Así que, en principio, las reseñas volverán el 10 o el 11 de Abril. Por ahí hay sorpresas antes de esa fecha, por ahí no. Ya veremos. Sigo adelante con la relectura (ahora en libro y con el color moderno) del Thor de Walt Simonson, y en el Vol.3 me encuentro con que, además de varios números de la serie central, acá se recopilan los cuatro episodios de la miniserie de Balder the Brave, con guion de Simonson y dibujos de Sal Buscema. Es un agregado piola, porque la mini engancha bastante con lo que estaba narrando Simonson en la revista de Thor. Eso sí: está estiradísima. Son cuatro episodios de 22 páginas para contar DOS hechos importantes. Todo el resto es relleno, hecho a base de peleas intrascendentes contra villanos a los que uno sabe que Balder va a derrotar sin dificultad. El dibujo de Buscema está bastante mejor que en el fill-in que aportó al Vol.2, pero igual no hay forma de justificar todas esas páginas para tan poco desarrollo argumental. A menos que seas MUY fan de Balder o de Karnilla, en cuyo caso esto te puede llegar a conmover. En los números de Thor (todos dibujados a un nivel devastador por Simonson) pasan unas cuantas cosas interesantes. La bandera de "epopeya a todo o nada" flamea de principio a fin, hay buenas ideas para desarrollar a personajes como Loki, Enchantress, Frigga, Lorelei, Heimdall, Lady Sif y sobre todo al Executioner, y -por primera vez- Thor sale realmente malherido de un choque con Hela. Lo único medio flojito es esa aventura de Beta Ray Bill contra ese equipo de super-soldados rusos, que realmente no suma más que excusas para que Simonson dibuje acción al recontra-palo en su estilo explosivo y repleto de dinamismo. Otra vez, las onomatopeyas de John Workman hacen un notable aporte a que todo esto se vea definitivamente poderoso y majestuoso. El último episodio del tomo es un crossover con la infausta Secret Wars II, y ni siquiera Simonson está exento de las complicaciones que traen los cruces entre tramas que vienen y van de una revista a otra sin mayor explicación. Dentro de todo, el bolonki es comprensible, sobre todo porque lo que no se resuelve en Thor se resuelve en Power Pack, una revista que en ese momento escribía Louise Simonson, la esposa de Walter, y se nota que todo está bien conversado y planificado para no confundir a los lectores que no seguían las dos colecciones. Eventualmente le entraré al Vol.4, ya cerca del final de la serie. Paciencia.
Leí también el Vol.2 de La Guerre des Magiciens, esa serie creada por Carlos Trillo, Roberto Dal Prá y Cacho Mandrafina, que lamentablemente quedó inconclusa. Al final de este álbum nos informan que el tercero es el último, pero jamás se publicó. La trama queda ahí, a mitad de camino, con la inmensa mayoría de las puntas argumentales sin resolver. El segundo tomo apareció en 2013, bastante después de la muerte de Trillo, y está ambientado en Londres. Pasan menos cosas que en el Vol.1, porque los autores le dedican muchas páginas a flashbacks a cuando los protagonistas eran jóvenes, pero no está mal. Prefiero eso a que me rellenen el álbum con peripecias imposibles que no aportan nada al argumento global de la saga. Acá hay mucho desarrollo para los personajes, y hasta tenemos un par de escenas en las que la magia parece tener alguna relevancia en la trama. ¿Es magia, son ilusiones, qué onda? No está muy claro. Lo que seguro es magia es lo que pela Mandrafina en la faz gráfica. A pesar de que dibujar a Londres de fines de los años ´30 es un embole, a pesar de que prácticamente no hay páginas de menos de ocho viñetas, a pesar de que algunas páginas tienen una cantidad de texto grotesca, que conspira contra el disfrute del dibujo... a pesar de todo, Cacho deja el alma en cada cuadrito y nos regala una página perfecta atrás de otra. El tratamiento del color, la forma de planificar las escenas de acción, las expresiones faciales, el cuidado por la exactitud de peinados, trajes y vehículos de la época... todo es fascinante. Sobre todo ver a un referente absoluto del claroscuro convertido en un maestro del color. Un trabajo realmente brillante del co-creador de Savarese, El Condenado y Cosecha Verde. Pero no hay más guerra de los magos. La editorial Delcourt discontinuó la serie tras el Vol.2, y nunca le pregunté a Cacho si llegó a dibujar (o a leer) el guion del tercer y último álbum. No es la primera vez que un editor francés deja trunca una obra de autores argentinos (le pasó a Trillo y Horacio Domingues con La Marque du Pechée y a Gustavo Schimpp y Horacio Lalia con Belzarek), y aparentemente la chapa de Dal Prá y Mandrafina no alcanzó para sacar la serie a flote, ni siquiera como para terminarla y vendérsela a algún editor italiano, español o latinoamericano. Un bajón. Bueno, nada más. Mañana miércoles hacemos un vivo en el Instagram de Comiqueando que va a estar muy bueno, el viernes estoy presentando ¿Quién quiere ser superhéroe? en el Espacio Shazam! de Santiago de Chile, y el sábado voy a participar de la presentación del tomo integral de El Brujo, también en Shazam!. Después tengo unos días de vacaciones y el 1, 2 y 3 de Abril voy a estar cubriendo la WonderCon en Anaheim, cerquita de Los Angeles y enfrente de Disneyland. Y seguro voy a recorrer comiquerías (y librerías y disquerías y antros nocturnos) en toda esa zona de California. A la vuelta les cuento qué onda. Gracias y hasta entonces.

jueves, 17 de marzo de 2022

DOS HALLAZGOS EXTRAÑOS

Lamentablemente existe un volumen de información muy escaso acerca de la primera editorial que se llamó Image, y que funcionaba allá por 1984 con la banca de capitales neozelandeses y oficinas en Auckland y Los Angeles. No sé cuántas novelas gráficas llegaron a publicar, pero a mí me interesó Seven Samuroid, porque era una obra realizada íntegramente por Frank Brunner, el glorioso dibujante de Doctor Strange de los ´70, que llevaba un tiempo alejado de la producción periódica de historietas. La verdad que Brunner le pone empeño: en 64 páginas presenta todo un universo, lo puebla de héroes y villanos y hasta logra rematar un conflicto a gran escala. Faltaría que el universo fuera un poco más original, que los personajes tuvieran más onda y que el conflicto no fuera el enésimo choreo a Star Wars, pero eso es un detalle menor ;). No tengo dudas de que Seven Samuroid podría haber aspirado a algo mejor que el más absoluto de los olvidos si hubiese contado con un guionista, por lo menos para insuflarle un poco más de onda y agilidad a los diálogos, que por momentos son muy extensos y muy aburridos. Y seguramente también la obra se habría beneficiado si este mismo argumento se hubiese desarrollado en cuatro comic books de 24 páginas, por tirar una cantidad standard. Así, todo comprimido, con tanta dependencia del texto para explicar tantas cosas, la novela gráfica cae varias veces en unos pozos de embole difíciles de remontar. Pero dibuja un monstruo como Brunner, y eso siempre suma. Hay viñetas en las que el autor parece haberse enamorado de Enki Bilal y Philippe Druillet, y mete rayitas a lo bestia, arruguitas locas en las caras de los humanos, unos crosshatchings demenciales en los fondos… pero no es algo que se sostenga todo el tiempo. Por momentos vemos un entintado mucho más tradicional, varios cambios abajo. También por momentos la puesta en página estalla en una supernova de creatividad y riesgo, mientras que en otras secuencias tenemos puestas que van más a lo seguro. La acción es dinámica, hay grandes explosiones, plasmadas de modo muy impactante, y lo más loco que tiene Seven Samuroid (la historia de amor entre una humana y un robot) termina en la última viñeta de manera totalmente imprevista: con un garche sumamente explícito, al filo de lo publicable en magazines como Epic o Heavy Metal, pero mostrado de modo muy poético y nada pornográfico. El personaje femenino (Zeta) no es precisamente lo que mejor dibuja Brunner (sospecho que esas Cleas bellísimas que veíamos en Dr. Strange eran fruto del esfuerzo de los entintadores), pero por lo menos no es una boluda que está ahí para que los héroes la rescaten y es ella la que va al frente para consumar el romance con el imbatible Ultek. En algún momento, los villanos la violan, pero Brunner no nos muestra la escena, nos enteramos por los diálogos. En fin, una bizarreada de los ´80, solo para fanáticos de ese glorioso dibujante que fue Frank Brunner.
Otra obra oscura de la que rara vez se habla es de la única colaboración de Robin Wood con la editorial Sergio Bonelli. Durante muchos años, el editor de Tex cortejó al guionista estrella de la editorial Eura/ Aurea para que cambiara de bando, pero lo único que consiguió fue que en 1995 Robin entregara un guion de 236 páginas para un álbum especial de Dylan Dog, que fue dibujado por Giovanni Freghieri. Freghieri es un dibujante sin alma, correcto, pero frío, inerte. Se luce solo cuando afana: esas caras que copia alevosamente de John Bolton, Ricardo Villagrán o Jorge Zaffino, y esos trucos de entintado que “aprendió” de Milo Manara. Esos son los momentos en los que el dibujo hace algo más que cumplir con lo justo. Uno entiende el embole atroz que debe conllevar el dibujo de un guion de 236 páginas en las que la trama avanza con una lentitud exasperante, pero eso no justifica la notoria falta de onda en todo el aspecto visual de la obra. El guion podría haber funcionado… en 90 páginas, no mucho más. Para que abarque 236, Wood lo estira y lo licúa a niveles insostenibles. Dos veces sentí que, si el libro empezaba ahí, se entendía todo: en la página 55 se establece el conflicto de tal manera que las primeras 54 podrían no estar. Y lo mismo me pasó 100 paginas después, en la 155. La cantidad de escenas totalmente al pedo, que no aportan nada, es alarmante. Lo lento que se narran las escenas que sí tienen algún peso, hace que su potencia dramática se diluya en diálogos y silencios innecesarios, que están ahí solo para llenar páginas. La resolución es tan simplista que acentúa todavía más la sensación de haber leído algo estirado al ultra-pedo. Los diálogos están bien, Robin sintoniza de una con la caracterización de Dylan y Groucho, siempre es lindo ver al guionista paraguayo escribir escenas de sexo, de las que en Columba jamás tendrán cabida, y el álbum arranca con unos bloques de texto en los que Wood tira la chapa arriba de la mesa, como para avisarnos que él no es el enésimo clon de Tiziano Sclavi, sino un autor grosso, con una voz y una prosa propias. Después, por motivos que desconozco, elige narrar sin bloques de texto y no brillar. Una pena. Este material tiene ínfimas chances de publicarse alguna vez en Argentina, el mercado (después de Italia, obvio) donde más fans cosechó Robin Wood, por eso me parecía importante que existiera aunque sea una reseña en castellano de L´Esercito del Male, que así se llama este noveno álbum gigante de Dylan Dog. Nada más, por hoy. El jueves 24 abrimos un paréntesis de varios días sin reseñas porque me toca viajar a Chile y Estados Unidos, pero seguramente antes de esa fecha habrá nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 14 de marzo de 2022

TRES DE UN SAQUE

Tengo tres libritos leídos, pero hay dos a los que voy a reseñar muy brevemente, por distintos motivos. Por un lado, el Vol.2 de la colección que recopila toda la etapa de Walt Simonson al frente de Thor. Acá, a nivel gráfico tenemos notables mejoras respecto del tomo anterior, con un Simonson más jugado, más atrevido, y más en sintonía con el letrista, John Workman, que tira magia en las onomatopeyas, a las que les otorga un peso gráfico poco frecuente. El argumento banca los trapos, resuelve plots pendientes, continúa subplots heredados del Vol.1 y agrega algunos nuevos y garantiza un nivel de epopeya y fantasía de una ambición y una potencia dignas de Jack Kirby. Pero hay algunos problemas (menores, por suerte): páginas hiper-cargadas de texto al punto de resultar virtualmente ilegibles, y un par de personajes que el autor incorpora al canon de Thor (un señor estadounidense ya maduro y un nene asgardiano de unos 9 años) que no me despertaron el menor interés, aunque Simonson insiste en tratar de darles chapa. Por el lado del dibujo, el tomo cierra con un episodio en el que el Gran Walt se toma un respiro y lo reemplaza Sal Buscema, algo así como que en un partido de la Selección se lesione Messi y lo reemplace yo. En años posteriores, Buscema va a sintonizar mucho mejor la onda que Simonson le quería dar a esta serie, y hasta va a ser el dibujante titular de los últimos números, donde nos dará las mejores páginas de su extensa carrera. Pero acá no lo salvan ni las onomatopeyas de Workman, ni el color de Steve Oliff ni la posibilidad de entintarse a sí mismo.
Otro que me decepcionó profundamente es Junji Ito, que me cagó como de arriba de un puente con Soichi y sus Maldiciones Caprichosas, un tomo de muchísimas páginas con historietas de 2011 que me parecieron pésimas. Si la idea era que las historias de Soichi me dieran miedo, no sucedió. Si era que me causaran gracia, tampoco. Si buscaba que me identificara con algún personaje, tampoco. La única historia que me generó algo mínimamente cercano a la sensación que uno asocia con un buen relato de terror fue “El ataúd”. Todo el resto es un naufragio absoluto, repleto de situaciones muy forzadas, sin onda, sin sorpresa. Con dibujos que oscilan entre buenos y excelentes, y con algún que otro diálogo ingenioso, pero muy lejos de lo que uno espera de un capo como Junji Ito. Una pena, porque Ivrea le puso el alma a la edición.
Bastante más rico para el análisis me resultó Me Prometiste Oscuridad, el nuevo trabajo de Damián Connelly, ahora como artista integral. El comic venía con la chapa de haber vendido cantidades impresionantes en EEUU, y la verdad es que no me defraudó. Hay un momento de la trama, cerca del final, en el que Connelly parece acelerar y resumir en pocas páginas un montón de escenas que, narradas al ritmo de los dos primeros tercios del libro, podrían haber abarcado no menos de 40 o 50 páginas más. Como si originalmente hubiese planificado una saga de seis episodios y luego la hubiese comprimido en cuatro. De hecho, el cuarto episodio es bastante más extenso que los tres primeros, así que por ahí es el resultado de haber metido en esa última entrega material originalmente pensado para desarrollarse en varias más. Irónicamente (o no) esa acelerada le viene muy bien al relato, le sacude la modorra, lo obliga a no colgarse en detalles menores y centrarse en el conflicto principal. Connelly, además, consigue meter ese cambio de ritmo sin sacrificar lo que (creo yo) más le interesa, que es el desarrollo de estos personajes, una versión dark y apenas kinky de los mutantes de Marvel. Reducido a su esencia, Me Prometiste Oscuridad es la enésima batalla entre los mutantes buenos y los mutantes malos. Pero (como en La Extraña Desaparición de Barnabás Jones), Connelly logra revestir esa trama tan trillada con varias capas interesantes de desarrollo de personajes, ideas ingeniosas en materia de narrativa, buenos diálogos, poderes locos, algún subplot atractivo, pinceladas de sexo explícito y una impronta oscura que los comics de superhéroes de Marvel no nos van a mostrar jamás. ¿”Los X-Men de Vertigo”, dijo alguien por ahí? Ponele. No es una mala definición. Y después está el tema gráfico. Connelly vuelve a dibujar, ya mejor de la lesión en el brazo que lo alejó de los lápices y lo llevó a convertirse en guionista, y la verdad que lo hace muy de a poco. Me Prometiste Oscuridad se apoya muchísimo en el trabajo sobre fotos, más que cualquier otra historieta de los últimos años. Los fondos son fotos retocadas, los personajes son fotos retocadas (la profusión de masas de negro hace maravillas para integrar al dibujo imágenes tomadas de distintas fuentes) y en todo caso la imaginación de Connelly aparece cuando nos muestra alguna que otra criatura monstruosa que no se puede fotografiar porque no existe en la realidad. En el contexto de la trama, nada de esto hace demasiado ruido ni llega a provocar rechazo, porque de alguna manera, Connelly logra darle a estas imágenes tan estáticas cierta fluidez. “De alguna manera” no: manipulando de forma inteligente la puesta en página y el tempo narrativo. El final está bien, no cierra todo pero resuelve lo más importante. Y shockea al lector, que no se imagina nunca que va a pasar… algo que pasa al final. O sea que es un relato sólido, que toma cierta distancia del lector, que trata de ocultar la estridencia que le es intrínseca, y que lo hace muy bien, de manera llevadera y por momentos realmente atrapante. Ya hay una secuela de Me Prometiste Oscuridad, publicándose en EEUU. Ojalá le sirva a Damián para recuperar la práctica, la gimnasia del dibujo y eventualmente volver a una línea más personal, con expresiones faciales y corporales propias, diseños de vestuario y decorados propios y menos dependencia de la masa negra para amalgamar imágenes que vienen de fotos. Nada más, por hoy. Seguramente antes del finde haya más reseñas, acá en el blog. Gracias y hasta pronto.

jueves, 10 de marzo de 2022

THE BATMAN

A ver si logro organizar todo lo que se me ocurrió a lo largo de los interminables 176 minutos que pasé en el cine viendo The Batman. Guarda que va CON spoilers. .La película está muy bien filmada y el nivel de las actuaciones es sobresaliente. Conocía a muy pocos de los acores involucrados, y todos me resultaron muy sólidos, cada uno en su papel. .Me encantó el Riddler. Y me sorprendió que lograra llevar adelante el… 80% de su plan. Le faltó solo que se ahogara la gente que se hacinó en esa especie de Madison Square Garden y que Batman se quedara con él en Arkham. El resto, se cumplió al pie de la letra. .¿Otra vez la guarida de los villanos es una discoteca/ cabarulo? Ya lo hicieron hace poco en la serie de Luke Cage y en la funesta película de las Birds of Prey y Harley Quinn. ¿No hay otro lugar donde los malos puedan jugar de locales? .Al igual que Christopher Nolan, Matt Reeves se va al mazo y en vez de mostrarnos una Gotham fantástica y deslumbrante nos muestra un clon un toque más venido abajo de New York. ¿Nadie se anima a cantarle “quiero retruco” a Tim Burton, ni siquiera 30 años después? .Banco mucho que la película sea apta para mayores de 16, con puteadas, y con escasa intención de vender muñequitos, pero… ¿otra vez el Batman oscuro, amargo, sin colores, sin humor, sin onda, que no se copa actuando ni cinco minutos como Bruce Wayne? Este por lo menos no mata gente, pero dale, cópense y hagan un Batman menos depresivo. .La película, además de solemne, es amarrrrrga como la hinchada de Independiente. Esta vez no tenemos ni siquiera las afiladas ironías de Alfred para robarnos una sonrisa. Un bajón lo chato que es acá el personaje del mayordomo/ consejero de Batman. .En la lotería de “a ver a quién le toca ser negro” que se juega en cada adaptación hollywoodense de nuestros personajes favoritos, esta vez ganaron Catwoman y James Gordon. .Horrible que el Penguin sea una especie de mafioso de película de Martin Scorsese y hable como un marginal. Oswald Cobblepot es el representante quintaesencial de la más rancia oligarquía de Gotham, no puede ser un rústico. Y una garcha también verlo usar chumbos y metras comunes en vez de armas basadas en paraguas. .¿Alguien me explica para qué mierda está esa persecución de autos? Sin dudas, lo más aburrido e innecesario de la película. .Poco antes de esa escena, cuando Batman y Gordon van a apretar por segunda vez al Penguin, la película cae en un pozo ciego de oprobio y sopor del que sale recién en la confrontación entre Selina y Falcone, que está muy buena. .Y grosso que hayan tomado de los comics el vínculo secreto entre estos dos personajes. .Me hubiese gustado que al final se revelara que el Riddler en realidad laburaba para Bella Real, la mina que gana las elecciones para la alcaldía de Gotham. No pudo ser. .La película es larguísima y, si bien pretende bancar una estética y un ritmo tipo David Fincher, tiene un montón de escenas y diálogos que sobre-explican hasta el infinito lo que cualquier nabo ya había entendido. Matt Reeves se debe haber convencido de que la iba a ver el público de Rápido y Furioso, no el de Seven. .Durante buena parte del metraje, me pareció que estaba viendo una remake con más guita del Daredevil de Netflix. La oscuridad, las peleas, los escenarios sórdidos, la acción que transcurre siempre de noche, la trama centrada en las runflas entre políticos, canas corruptos y mafiosos, el periodista que investiga y termina para el orto, el conflicto de “la minita que no es buena ni mala quiere matar a los garcas y el héroe no quiere que mate a nadie”… Recién al final, cuando la peli deja de ser policial y se hace del género catástrofe dejé de flashear Daredevil de Netflix. .Me gustó ver a Batman más detective y menos “ninja con chiches tecno”. Pero sobre-explican demasiado el proceso por el cual deducen las pistas. Incluso en un momento te dibujan el plan del Riddler en el piso, por si alguien no lo había entendido. .También me pareció copado ese manto de sospecha, esas máculas en la impoluta memoria de Thomas y Martha Wayne. Pero después viene esa escena larga y densa al pedo en la que Alfred convence a Bruce de que en realidad su papá era buen tipo, y su mamá una mina un toque desequilibrada, y la ambigüedad se va por el inodoro. .Esa banda de sonido y esa música incidental, depresivas y excesivas, no contribuyeron demasiado a hacerme llevaderos todos esos minutos frente a la pantalla. .Me gustó la idea de que, como Bruce no le da bola a las empresas que heredó de su padre, las mismas se están yendo a la quiebra. Creo que es la puntita argumental más fértil para una potencial secuela: ver a Bruce Wayne quedarse sin un sope puede ser interesante… y le daría motivos posta para ser el emo amargo que es en esta peli. .Por suerte la historia de amor no está enfatizada. Batman es tan amargo que no puede disfrutar ni los besos que le encaja una Catwoman que derrocha sensualidad en cada fotograma en el que aparece. .Entre los pliegues de la aventura (que avanza a un ritmo muy raro) hay bastantes pinceladas de cierta denuncia, o de cierta preocupación por los temas sociales, desde los fachos trastornados que se agrupan en la web detrás de cualquier cruzada delirante, hasta las profundas carencias que sufren los pobres y los que se cayeron del sistema. Eso también está bueno. En fin, sensaciones encontradas… No puedo decir “es un desastre” y tampoco la pasé bien. Creo que las críticas que leí antes de ir al cine me la inflaron tanto, que fui esperando una maravilla. Y no, no me encontré con una maravilla ni mucho menos. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas de comics, acá en el blog.

martes, 8 de marzo de 2022

DOS LIBRITOS MÁS

Antes de salir para San Nicolás, clavo reseñas de dos libritos que tengo leidos. También vi la peli nueva de Batman, pero me guardo la reseña unos días, así más gente la ve y me siento más impune a la hora de meter spoilers. En Marzo de 2011, pocas semanas antes de la muerte de Carlos Trillo, se publicó el Vol.1 de La Guerre des Magiciens (La Guerra de los Magos), una creación conjunta de Trillo con su amigo italiano Roberto Dal Prá, que encontró en Cacho Mandrafina un dibujante ideal… pero muy lento. La serie tuvo muchísimos retrasos, al punto que la editorial decidió discontinuarla tras el Vol.2, que apareció bastante después de la muerte de Trillo. Todavía no leí el Vol.2 y no sé qué tan inconclusa queda la historia, pero el Vol.1 me dejó muy en claro que los guionistas no tenían ningún apuro para hacer avanzar la trama hacia la resolución. En estas primeras 46 páginas, Trillo y Dal Prá presentan a los personajes, establecen el conflicto principal, resuelven un par de peripecias menores en esa Berlín de fines de los años ´30 bajo el yugo de los nazis (sí, otra vez los villanos son los nazis) y no mucho más. En ningún momento la narración se empantana ni se hace aburrida, en parte por el altísimo nivel de los diálogos, y en parte porque los guionistas le imprimen un buen ritmo incluso a secuencias que, en el contexto general de la trama, resultan bastante menores. Hasta ahora, la magia y los magos son elementos de poquísimo peso en la trama, prácticamente monopolizada por el clásico “judíos que intentan zafar de la opresión nazi en condiciones absolutamente desfavorables”. Veremos si en la segunda parte la fantasía dice presente. El principal atractivo de La Guerre des Magiciens es, irónicamente, lo que más problemas le generó: el trabajo detallista, perfeccionista, con una entrega absoluta, de un Cacho Mandrafina que se animó a ponerle color él mismo a sus dibujos, siempre tan identificados con el claroscuro y el blanco y negro. El resultado es una maravilla, un álbum que visualmente te cautiva, te mete en la historia y te hace vibrar cuantas veces se lo propone. Cada locación y cada personaje están perfectamente plasmados en la página gracias a los pinceles mágicos de Mandrafina, que además mete un hermoso homenaje al inolvidable René Lavand. Las páginas en las que Cacho no se ve restringido por las cuatro tiras de viñetas (que son poquísimas) nos ofrecen unas imágenes de enorme fuerza expresiva, con un lucimiento increíble de un dibujante clásico que jamás pasa de moda ni deja de perfeccionarse. Prometo entrarle pronto al Vol.2.
Y me quedo en Francia, donde en 2019 se publicó Una Hermana, excelente novela gráfica de Bastien Vivés que en 2021 tuvo edición argentina a cargo de Hotel de las Ideas. La traducción de Giselle Prunes acierta al optar por el castellano rioplatense y la verdad es que son pocos los diálogos que no suenan 100% coherentes con la jerga porteña y nuestra manera de hablar. Los diálogos y los silencios son importantísimos en una obra donde no hay acción ni aventuras, sino más bien una exploración de los vínculos que se generan entre los personajes. Antoine y Héléne son adolescentes retratados con una profundidad y una tridimensionalidad conmovedoras, y además de conducir la trama, generan la inmediata identificación y hasta el cariño de los lectores. Esta es una historieta rara, porque sin ser pornográfica, incluye un montón de momentos que pocas editoriales se animan a publicar, como sexo entre menores de edad, con primeros planos de genitales, eyaculaciones y demás. Pero repito: Vivés no muestra pijas y petes para que nos hagamos la paja, sino que es todo parte de esa experiencia, de ese rito iniciático que viven Antoine y Héléne y que (como suele suceder cuando uno es adolescente y se cree un guacho pistola que se las sabe todas) en un punto se les va de las manos. El guion de Una Hermana es realmente sólido, está pensado para llegarte al alma, y sobre todo es ágil, dinámico, directo. Vivés no se cuelga en boludeces, no juzga a los personajes, sabe meter pinceladas de humor en momentos dramáticos y logra momentos de increíble tensión que llegaron a ponerme muy nervioso. El dibujo es muy interesante. Vivés dibuja en un estilo sumamente realista, pero intencionalmente despojado. Es como si le dieran el guion a un virtuoso del estilo académico-realista y después alguien retocara sus dibujos para sacarle elementos, para simplificar la línea y eliminar trazos, texturas, detalles. La base está y es muy buena, pero Vivés busca la síntesis por sobre el despliegue visual, y reduce las viñetas a una combinación de formas muy estilizadas, y muy bien delimitadas por el blanco, el negro y los grises aplicados en el Photoshop. Por supuesto hay algunas viñetas más detalladas, sobre todo cuando elige primeros planos, pero en general se nota eso: un dibujante que quiere mostrar un mundo 100% real, al que le faltan intencionalmente casi todos los detalles que uno apreciaría en una fotografía. Muy recomendable, de verdad. Y nada más, por hoy. El sábado y el domingo voy a estar con un All-Star Squadron de autores y especialistas participando de Tinta y Trazo, un evento de historieta y humor gráfico en la ciudad bonaerense de Mercedes, donde también habrá un espacio para presentar ¿Quién quiere ser superhéroe?. Si andan por la zona, dense una vuelta que va a estar buenísimo. Gracias y hasta pronto.

jueves, 3 de marzo de 2022

A TODA MARCHA

Bueno, vengo leyendo bastante. Y por suerte no me está faltando tiempo para sentarme a escribir reseñas. Antes de fin de mes vamos a hacer una pausa de unos 15 días, pero mientras tanto, vengo bastante embalado. Después de haber coleccionado durante años las revistitas, cambié mis Thor de Walt Simonson por los libros, donde me encuentro que las historietas fueron notablemente recoloreadas por el maestro Steve Oliff y su tropa. No me quiero enfrascar en el debate acerca del recoloreado de comics clásicos, porque no me considero un experto en el tema. Simplemente quiero decir que esta versión, con estos colores y estos efectos, me gustaron mucho y captan muy bien el espíritu de lo que Simonson nos narra en sus historias. En cuanto a los guiones y los dibujos, me sorprendió el hecho de que me acordaba bastante… y eso que leí estas historietas por primera vez hace más de 30 años. Por ahí en algún momento, cuando completé la colección, las releí todas de un saque y por eso me las acuerdo. Lo importante es que están muy bien, no se sienten antiguas, tiene una fuerza increíble y, comparado con los números de Thor inmediatamente anteriores al 337 (que es donde Simonson asume como autor integral), acá hay un salto de calidad que se mide en años luz, o eones. Si pasás del último número de Stan Lee al primero de Simonson, se entiende todo y te ahorrás el mal trago de ver cómo una serie que en los ´60 era una aplanadora decae mes a mes durante toda la década del ´70 y llega al ´83 de milagro, enchastrada en el fango de una mediocridad alarmante. Y lo mejor de todo es que Simonson no viene a recontar las historias de Lee y Kirby. Se nutre un poco de esa etapa de gloria, pero claramente su intención es ir para adelante, es inaugurar la Era Moderna del Dios del Trueno con otro tipo de historias, nuevos personajes, nuevos vínculos entre los personajes que ya existían, etc. Y con algo a lo que Walt le saca un provecho enorme que es la posibilidad de planificar a largo plazo. Este es un material clásico, acerca del cual ya se escribió mucho, así que no me quiero poner a analizarlo de manera puntillosa. Sí me interesa recomendarlo, para que el fan de Thor (o de Simonson) que todavía no lo haya leído, se tire de cabeza y lo disfrute. Por ahí cuando encare la lectura de los otros cuatro tomos encuentro elementos para plantear algún tipo de crítica o de discusión, pero por ahora esto me sigue pareciendo tan alucinante y tan impactante como cuando lo leí de adolescente. Ah, magnífica la edición del TPB, con un montón de extras copados.
Durante 2021 la editorial Sudamericana publicó un libro de humor de Gustavo Sala titulado Buenos Aires en Pelotas, ingenioso guiño al Buenos Aires en Camiseta del legendario Calé. En general, cuando los capos del humor gráfico revulsivo o transgresor publican en estos grandes oligopolios que dominan la industria del libro, salen trabajos blanditos, domesticados, donde la identidad temática o incluso gráfica de los autores se puede llegar a diluir en ese intento por llegar a un público lo más amplio posible. Gustavo Sala, en cambio, abre una página del libro con la frase “me cogí tres bebés con Down y les hice caca en la boca”. O sea, esto es sin concesiones. Es Sala puro, con toda la carga desmesurada y genial de escatología, sexo y delirio que el marplatense despliega normalmente en sus historietas para medios más cercanos al under. Las distintas historietas, viñetas y chistes giran en torno a la ciudad de Buenos Aires, y además de analizar la vida y el ecosistema de los porteños desde la guasada y la bizarreada, el autor mete reflexiones muy afiladas acerca de la proliferación de indigentes, los curros inmobiliarios del funesto Rodríguez Larreta y otros aspectos bastante oscuros y sórdidos de la vida en la capital argentina. Hay muchos momentos para reírse, otros para decir “nah, te fuiste a la mierda”, pero también hay momentos en que el humor gira en torno al drama de la gente que vive en la calle y come de la basura. Barrios, edificios, monumentos, taxis, subtes, colectivos, pizzerías, cines, teatros, estadios, bares y fondas forman parte de este recorrido en el que Sala satiriza las más sacrosantas instituciones porteñas con una mala leche sumamente disfrutable y con esa impronta tan típica del autor que hace que uno sepa dónde empieza el chiste pero no dónde puede llegar a terminar. No sé si Buenos Aires en Pelotas está entre los mejores trabajos de Sala. Probablemente no, porque me consta que se divierte más jodiendo con la fauna del rock que con el tango, los vendedores ambulantes y las bicisendas. Pero tanto si sos porteño y amás a Buenos Aires como si la visitaste alguna vez ocasionalmente y dijiste “no vuelvo nunca más”, el libro te va a arrancar varias sonrisas y alguna que otra carcajada estridente. Y además vas a ser testigo de cómo el dibujo de Gustavo Sala sigue su curva ascendente. Como siempre, es humor para gente a la que no le molestan los chistes de porongas, caca y curas pedófilos. Si eso no te escandaliza ni te repugna, ponete en pelotas y corré hasta la librería de tu barrio a buscar este libro. Me despido por hoy, no sin antes contarles a quienes siguen este blog desde San Nicolás que en martes 8 presento ¿Quién quiere ser superhéroe? en la librería El Buen Libro. Y a quienes nos leen desde Rosario, los espero el miércoles 9 en la sala Irma Peirano del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa. En ambos casos la cita es a las 19 hs y van a poder comprar el libro a precio promocional y llevárselo firmado. Nos vemos pronto.

martes, 1 de marzo de 2022

NUEVO MES, NUEVAS RESEÑAS

No sé si este mes lograré meter seis entradas en el blog como en Febrero, porque de nuevo tengo planificados varios viajes. Pero se puede intentar. Arranco en Japón, con una obra que –sospecho- data de la segunda mitad de los ´80 o muy principios de los ´90. Se trata de Garoden, un manga de Jiro Taniguchi en el que el prócer adapta una novela de Baku Yumemakura (autor también de La Cumbre de los Dioses, llevada al manga por nuestro ídolo). El libro tiene un gran problema: tiene 288 páginas y el hijo de mil putas que redactó el texto de la solapa se encarga de spoilearnos TODO lo que vamos a leer en las primeras… 200. O sea que recién en el último tramo nos puede llegar a sorprender alguno de los giros que ofrece la trama. Que son muy pocos, porque este es un manga de peleas, y cada pelea dura como 60 páginas. O sea que en las 90 páginas finales hay escaso margen para inventar algo que descoloque un poquito al lector. Garoden propone una historia muy simple, muy lineal, que se basa en la necesidad que tiene Bunshichi Tanba de volver a pelear con el único luchador que alguna vez lo derrotó. No hay mucho más que eso, e incluso el supuesto antagonista, el muchacho que alguna vez le luxó el cogote a Bunshichi y lo hizo morder el polvo, es un personaje básicamente inexplorado, sin la menor profundidad. El énfasis está puesto claramente en Bunshichi, en su obsesión por encontrar esa revancha que le fue esquiva y en generar suspenso en torno a la próxima vez que ambos colosos de la lucha queden frente a frente. Lo más interesante es cómo Taniguchi (y supongo que Yumemakura) aprovecha para tirar data muy interesante acerca del mundo del pro wrestling, un espectáculo que tiene características bastante “filo historietísticas”, pero del que se suele hablar poco en el medio que más nos gusta. Visto de afuera es un show estridente y (a veces) apasionante, pero el Lado B también tiene lo suyo en materia de roscas espurias entre gente sin escrúpulos a la que solo le interesa el billete. Garoden nos interna en ese submundo y de ahí salen escenas narradas por Taniguchi con frialdad y precisión. Y después están todas esas otras secuencias en las que el mangaka se divierte y nos impacta de lleno contándonos con lujo de detalles como Bunshichi le rediseña la cara a sus oponentes con los puños y los pies. Entre los momentos ambientados en el presente y los flashbacks al pasado, a este manga no le faltan para nada las extensas escenas de machaca al límite, con piñas, patadas y versiones bastante sangrientas de las clásicas tomas que solíamos ver en los programas tipo Titanes en el Ring. Si sos muy fan del Taniguchi más introspectivo, el de esas historias parsimoniosas en las que prácticamente no hay conflictos, probablemente este festival de músculos y violencia te ahuyente antes de llegar a la página 50. Pero si querés ver al ídolo contar otro tipo de historias y llevar su dibujo (siempre fastuoso) hacia otros terrenos, me parece que con Garoden la vas a pasar bomba.
Acabo de llegar de Uruguay, y me quedo ahí, para revisitar Historiet@s.uy, una antología publicada en el 2000 en la que cinco dibujantes orientales adaptan al comic sendos relatos de escritores uruguayos. Abre el recordado Eduardo Barreto, con un cuento futbolero de Mario Benedetti. El argumento me pareció bastante predecible y los textos no me terminaron de atrapar, pero el dibujo de Barreto es excelente. Lejos de la estética superheroica y con un despliegue impresionante de recursos gráficos que le permiten resolver con maestría todo lo que le pide el guion sin ir más allá del blanco y el negro. Esto es una cátedra de un dibujante en un nivel técnico y narrativo realmente muy notable. En muchas menos páginas, Ombú arremete contra un cuento de Juan Carlos Onetti, que tampoco me atrapó. La faz gráfica está resuelta con claroscuros y aguadas que me remitieron enseguida a Alberto Breccia, pero la narrativa, el armado de las secuencias y la elección de los enfoques, está a años luz de la del insuperable Viejo. Después tenemos a Daniel González, quien reinterpreta una obra de Eduardo Acevedo Díaz. El dibujo es alucinante, con una técnica asombrosa, en un punto tributaria de las historias cortas de Enrique Breccia (tipo la de la guerra de Argelia), muy en sintonía con lo que en aquella misma época hacía el grosso español Andrés G. Leiva, pero acotado a una grilla de viñetas widescreen que no se altera casi nunca. Otro virtuoso dibujante, que claramente estudió al Viejo Breccia y a Carlos Nine, es Tunda, a quien aquí le toca adaptar un cuento de Enrique Estrázulas. Tunda opta por contar la historia sin palabras y el resultado es muy bello y muy sutil. Y finalmente, otra bestia del dibujo, el superdotado Renzo Vayra, al que le toca adaptar nada menos que a Horacio Quiroga. Un delirio, mal. Vayra te detona las retinas con su trazo, le pone a cada viñeta un vuelo, una magia, que no se puede creer… pero en ningún momento se preocupa por contar la historia con sus dibujos. La misma avanza a los tumbos por los bloques de texto, mientras Renzo dibuja lo que se le canta, totalmente desconectado del fluir de la trama y del ensamblaje entre letras y dibujos que uno espera encontrar en una historieta. Son 21 páginas para mirar mil horas, con varias mudas de ropa interior a mano. Pero como pieza narrativa se cae a pedazos, lamentablemente. Al libro le sobran MUCHAS páginas dedicadas a cualquier cosa menos a reproducir historietas, y aun hoy se consigue sin mayor dificultad en el país hermano.
Y liquido muy rápido la reseña del Vol.5 de Las Águilas de Roma, que finalmente pude conseguir después de mucho buscarlo. Hace poquito Enrico Marini confirmó que va a retomar la serie este año, o sea que esto que desde 2016 se hacía pasar por el final de la saga ya no lo es. Me parece bastante lógico que haya más tomos, no solo por la magnífica calidad de este álbum y los anteriores, sino porque queda claro que el Vol.5 no cierra todas las puntas. No sé si cuando Marini publicó este álbum ya sabía que la serie iba a continuar, pero es obvio que el suizo se esforzó por dejar abierta una ventanita por la que puedan reaparecer los personajes principales (por lo menos los que quedaron vivos) y se puedan reavivar los conflictos. Ojo: el Vol.5 también se la re-banca como final de la serie. Todo lo que querías que se resolviera, se resuelve, y encima de una manera grandiosa. Son 60 páginas de una intensidad que te pasa por encima, épicas, dramáticas, violentas, por momentos desoladoras por la crueldad con la que Marini narra los hechos. Y por supuesto, aunque el guion fuera un vómito recalentado, se disfrutaría igual, porque el dibujo es tan perfecto, cada viñeta está tan bien plantada, tan bien compuesta, tan bien coloreada, que nada más importa. Nada más, por hoy. Gracias totales y hasta pronto.