el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 31 de mayo de 2015

31/ 05: HISTORIAS DE SOLDADOS Y JUGLARES

Allá por principios de los ´70, el maestro italiano Sergio Toppi se juntó con el guionista Mino Milani y de ahí salieron un montón de historias cortas ambientadas en distintas guerras, desde el medioevo hasta la (por entonces reciente) Segunda Guerra Mundial. Este libro reúne cinco de ellas, no en el orden en que las realizaron los autores italianos, sino en el orden cronológico real, empezando por la de ambientación más antigua y llegando hasta la de ambientación más reciente.
Cuando digo que son historias cortas, lo digo en serio: todas tienen ocho o nueve páginas. Y casi todas ostentan grandes ambiciones en cuanto a lo que se proponen contar. Así es como Toppi termina por llenar las páginas de cuadritos chiquitos, a su vez muy poblados de texto. A tal punto que en la primera historia, por ejemplo, tenemos viñetas que sólo muestran texto, como en El Eternauta y tantas otras historietas definitivamente antiguas. Por momentos el texto tiene tanto protagonismo y se hace tanto cargo de llevar adelante el relato, que los dibujos de Toppi se convierten en meros complementos, que ilustran pedacitos de lo que narra Milani con palabras.
La primera aventura, ambientada en Francia en 1040, no es gran cosa. Arranca lento, se apresura al final y obviamente necesitaba por lo menos cuatro páginas más para evitar que los masacotes de texto ahoguen por completo al dibujo, que a veces aparece apretujado en viñetas que parecen estampillas.
La segunda historia nos lleva a Suiza, en el año 1476. Esta vez hay un poco menos de texto, y un problema menor: hay una sóla escena contada a partir del dibujo… y es completamente innecesaria. Si leés sólo los bloques de texto, se entiende todo perfecto. Por suerte hay menos cuadros por página y el dibujo de Toppi se luce muchísimo más, pero me queda la sensación chota de que la historia en sí no era de las más idóneas para ser traspasadas al lenguaje de la historieta.
Para la tercera historia, la ambientación elegida es Italia en 1526. Esta debe ser la historia más floja: un conflicto poco atractivo, un personaje que no se hace querer en lo más mínimo, un final aticlimático, textos que dicen lo mismo que nos muestran los dibujos… Por suerte no es tan heavy el volumen de texto y nos podemos babear con los dibujazos de Toppi, aunque esta es la historieta en la que menos fondos dibuja.
La cuarta nos lleva al Sudán egipcio, en 1878. Es una anécdota menor pero bien narrada, con el dramatismo bien manejado y un lindo moñito en el final. Hay una sóla página de 9 cuadros y el resto está bien equilibrada entre texto e imagen.
Y la última historia, ambientada en la Primera Guerra Mundial, es lejos la mejor, la más original, la menos predecible, la que se apoya más en las relaciones entre personajes muy bien construídos. Por supuesto le vendrían bárbaro cuatro páginas más, para descomprimir un poco, para que no recibamos tanta información tan apretada, para no fumarnos páginas de 10 viñetas, para darle más aire al dibujo y que no sean los bloques de texto y los diálogos los que nos cuentan TODO lo que necesitamos saber… Pero sin dudas es la historia más linda, la más “moderna”, o por lo menos la que mejor se banca los 45 años transcurridos desde su publicación original.
El dibujo de Toppi es invariablemente potente, elegante. Incluso cuando no tiene espacio para lucirse, el maestro deja todo. A veces pierde la pulseada contra el afán de mostrar de un modo casi documental a personajes que existieron en la realidad, y le salen figuritas de la Billiken con mucha resemblanza pero poca onda. Cuando eso pasa a segundo plano, Toppi sorprende con la versatilidad de su línea (a veces bien finita, bien clara, a veces muy cargada), siempre en sintonía con los climas, con la iluminación y con lo más logrado que tienen estas páginas, que es el equilibrio entre espacios blancos y masas negras. En los trabajos en los que Toppi se calienta menos por mostrar su impronta autoral y en vez de hacerse el artista se pone el overol, la calidad no baja para nada. Ahí aparece un dibujante de estética realista sumamente correcto, con un trazo vigoroso, gran manejo de los fondos, de la documentación, de las expresiones faciales. Ese es el Toppi al que se puede imitar sin quedar como un “clon choto de…” y ahí aparecen cosas que veremos luego en Jorge Zaffino, Leopoldo Durañona o Luis García Durán, entre otros.
Repito: los guiones no son gran cosa salvo el último (El largo viaje del Zeppelin). Pero si comprás historietas por los dibujos y querés ver cómo se podía descollar en el género bélico o histórico sin chorear a Hugo Pratt, ni a los maestros norteamericanos que venían desde los años ´30, estos trabajos “menores” de Toppi te pueden enseñar unas cuantas cosas. Tengo por ahí otro librito de la misma colección, con más historias cortas de los mismos autores, así que pronto habrá secuela.

sábado, 30 de mayo de 2015

30/ 05: FERIA DEL LIBRO EN LA PLATA

Hoy me tocó viajar a la ciudad de La Plata a conducir el homenaje que se le hizo al maestro Horacio Lalia, que en estos meses cumple 50 años de labor profesional. Esto fue en un hermoso auditorio del Centro Cultural Pasaje Dardo Rocha, que además es sede (hasta el 7 de Junio) de la Feria del Libro que suele hacerse en la ciudad de las diagonales.
El lugar está muy bueno y hay una amplia programación cultural, con artistas importantes de varias disciplinas. Por supuesto las charlas en las que participan historietistas están detalladas en la Agenda Argenta de la Comiqueando Online.
Pero lo más interesante es que había muchos stands que vendían historietas: OVNI (con material propio, de ECC y de la editorial Común, entre otras), Colihue (con su clásica colección naranja), Historietas Argentinas (con muchos superhéroes y bastante material de autores argentinos), Nueva Historieta Argentina (el team-up que agrupa a varias editoriales básicamente abocadas al material de autores argentinos actuales), Crumb (la tienda de comics grossa de La Plata, donde hay un poco de todo), y otros stands llenos de ofertas, saldos y afines donde vi, por ejemplo, los libritos de la colección Aventuras Dibujadas que editaba Domus allá por 2007-2009 y hoy están descatalogadísimos. En un momento también lo vi pasar a Gustavo Lucero, del sello Conejo Blanco, pero no logré deducir si estaba presente con sus publicaciones en algún stand.
El homenaje a Lalia arrancó con una entrevista mano a mano entre él y yo, por supuesto con algunas preguntas propuestas por el público, y más tarde hubo una segunda parte en la que se sumaron al panel varios amigos del maestro que se acercaron a homenajearlo: el platense Wally Gómez, los rosarinos Germán Peralta y Carlos Barocelli, Rodolfo Migliari (que se vino desde Santa Teresita) y desde Buenos Aires, Max Fiumara y Mariano Epelbaum (diseñador de personajes de Metegol). Todos aportaron anécdotas desopilantes y revelaron pormenores de su relación (de admiración, pero sobre todo de afecto) con el homenajeado. Lalia hizo gala de su gran humor, de su excelente onda con fans y colegas y respondió un montón de preguntas con notable precisión, siempre generoso en las respuestas y en los consejos a los más jóvenes que sienten la pasión por la historieta y se interesan por el camino que el maestro recorre hace 50 años.
A todo esto, salimos del Microcentro a las 12:30, con lo cual casi no dormí. Por eso hoy no hay reseña. Tengo un librito leído, que lo voy a reseñar mañana, así me guardo para el lunes el ranking de las publicaciones más vendidas durante Mayo, que mañana me voy a enterar cuáles fueron.
Si vivís en La Plata o sus aledaños, date una vuelta por la Feria, que está muy bien. Si no, volvé mañana a leer otra reseña.

viernes, 29 de mayo de 2015

29/ 05: STAR TREK: DEBT OF HONOR

Nunca fui fan de Star Trek y nunca lo seré. La única serie que me enganchó bastante fue ST: Deep Space 9, que a) no la vi completa y b) me cerraba porque era la que más rompía con el molde de la Star Trek clásica, la de los ´60, que siempre me pareció una garcha insoportable. Casualmente esta graphic novel de 1992 tiene como protagonistas a James T. Kirk y sus adláteres, la tripulación clásica del Enterprise con la que jamás me copé ni un poquito. ¿Cómo caí en esta historieta? Y, por los autores… Guión de Chris Claremont y 92 páginas dibujadas a todo culo por Adam Hughes. ¿Daba para ponerse en estrecha frente a esos nombres? La verdad que no.
La historia que propone Claremont incluye 30 páginas en las que pasa algo que todo fan de Star Trek alguna vez quiso leer o ver: la Federación, los klingons y los romulanos obligados a unirse para derrotar a una amenaza en común. Tres tripulaciones, un sólo obbjetivo, una alianza inevitable entre eternos rivales. Y ya está. Ahí se terminaron los méritos de esta novela a nivel guión. El enemigo a vencer es tristísimo, carente de onda y de imaginación. La lucha en sí es aburrida, anticlimática, y la interacción entre los personajes de los tres bandos tiene algunos detalles copados… perdidos entre toneladas de diálogos tan extensos como intrascendentes.
Y si durante esas 30 páginas el guión choto empantana a un argumento atractivo, imaginate lo que será el resto de la novela, en la que NO HAY un argumento atractivo. Son 62 páginas muy arduas, muy difíciles de sobrellevar. Debt of Honor arranca como un epílogo de una película, Star Trek IV: The Voyage Home, que jamás vi. Así que desde el vamos me la pasé gambeteando referencias a cosas que desconocía. Después, hasta llegar a la parte interesante, hay dos flashbacks bastante largos al pasado del Capitán Kirk, que sirven para establecer su vínculo con T´cel, un personaje bastante interesante, creado por Claremont para esta novela. De cada encuentro entre Kirk y esta enigmática mujer quedan facturas pendientes, cosas que no se dicen, sentimientos que no se blanquean. Uno supone que el encuentro final entre ellos los va a encontrar a punto caramelo, en la cumbre de un in crescendo dramático inolvidable. Pero no: es una escena más, tan olvidable como tantas otras.
Lo peor que tiene este guión (además de la sobreabundancia de referencias a películas y episodios de la serie que nunca vi o no recuerdo) es la grotesca cantidad de texto. Y los bloques de texto son pocos, así que un porcentaje abrumador de esta animalada verbal está puesta en los diálogos, que son miles y larguísimos. Los personajes no paran de hablar un minuto, se retrucan, cada tanto meten chistes, se acuerdan de cosas que pasaron hace décadas, se presentan con los personajes nuevos que no los conocen, nunca dejan de nombrarse con nombre, apellido o rango para que vos sepas quiénes son y qué carajo hacen en el Enterprise… Me imagino que para los hardcore fans de la ST clásica esto habrá sido un nerdgasmo. Para mí fue un suplicio.
Entre todos esos millones de globos infladísimos, se ven los fastuosos dibujos de Adam Hughes, como para aliviar mis pesares. Hughes tiene un sólo problema: es tan bueno, tan superior a la media, y tiene una línea tan única, tan identificable, que se nota demasiado cuando aparecen personajes que no dibuja él, sino que se los “pasa” a sus asistentes, que eran sus compañeros del estudio Gaijin (Jason Pearson, Joe Phillips, Cully Hamner, Brian Stelfreeze…). Los trazos de estos ilustres suplentes, si bien son correctísimos, desentonan demasiado con la elegancia de Hughes, a pesar de los esfuerzos del entintador Karl Story por “homogeneizarlos” de alguna manera. Obviamente lo que mejor dibuja Hughes son las mujeres y las expresiones faciales. Y en este último rubro sus méritos son doblemente valiosos, porque las caras, además de ser creíbles, se tienen que parecer a las de los actores a los que la hinchada identifica con Kirk, Spock, Sulu, etc.. Eso está tan bien logrado que hace ruido, porque cuando comparten viñeta los personajes/actores con los personajes creados ad hoc para la historieta se ven claramente dos niveles distintos de realismo. De todos modos son detalles mínimos, irrelevantes. Tener en la mano 92 páginas de Adam Hughes es algo tan power y tan infrecuente que todas esas minucias se desploman en segundos. Obvio que con menos texto los dibujos se lucirían más, pero así igual brillan con la legítima jerarquía de un clásico contemporáneo como es Hughes.
Ni hace falta que te diga que si sos fan del dibujante, o de la Star Trek clásica, tenés que ir “a donde ningún hombre ha ido antes” a tratar de conseguir esta novela. Y si no, escapale en warp-9, porque te vas a pegar un embole sideral.

jueves, 28 de mayo de 2015

28/ 05: TURBO COMIC BOOM Vol.1

Entrada número 1900 del blog, algo impensado cuando arrancamos allá por Enero de 2010… Y ya vamos rumbo al post 2000, que estará disponible la segunda quincena de Septiembre, no sé si antes o después del receso de Comicópolis.
Hoy tengo para leer una nueva antología con autores incipientes, esta vez más enfocada en series, o por lo menos en personajes. Son todas historietas en las que lo más importante son los personajes y el universo que habitan, por encima incluso de las tramas. Veamos con qué me encontré.
Las primeras 16 páginas están a cargo de Gustavo Lucero, también coordinador de la antología. Es una historia muy interesante, con un dibujo potente, mejor que en su trabajo anterior (Clan Felino, reseñado el 11/01/15), pero que tiene dos problemas notables: el primero es que no termina, es simplemente una presentación de personajes y situaciones que están buenas, pero cuyo desarrollo acá no se ve. Y el segundo es el mismo que ya vimos en Clan Felino: Lucero no te crea un personaje, te crea un universo entero. Decenas de personajes que, obviamente, requieren mucho más espacio que el que tiene el autor en estas 16 páginas.
Con muchas menos ambiciones, las 10 páginas de Kokín Kokambar funcionan muy bien. Su Capitán Supositorio es una acertada parodia al género de los superhéroes y la aventura en cuestión es amena y original. El dibujo no despliega virtuosismo, pero cumple decorosamente, apoyado en un muy buen equilibrio entre blancos, negros y grises.
Después viene una historieta muy rara: El Motociclista. El guión de Ernesto Parrilla está muy jugado al impacto del final, que le quedó un poquito críptico, faltó explicitar el giro un poco más. Y el dibujo de Daniel Omar Pérez… no es dibujo! Son todas fotos retocadas. El protagonista tiene la cara de Colin Farrell y el otro personaje, el que se parece al Pelado Cordera, tiene siempre la misma cara, porque parece que Pérez encontró pocas fotos suyas… Un bochorno.
Otro habitué de estas antologías, Segundo Moyano, dispara un montón de buenas ideas en las 12 páginas de Villanos del Sur. El dibujo tiene mucha fuerza y mucha personalidad, y sí, es un primer capítulo en el que Moyano por suerte logra hacer algo más que presentarnos a los personajes y el universo… pero olvidate de que se resuelva algo. Los diálogos son especialmente atractivos y serían el punto más alto de la historia si no fuera porque faltan un montón de signos de puntuación y hay unos cuantos mal puestos. Urgente, un ajuste en ese detalle.
Finalmente, Carlos Scherpa y Gustavo Moriena nos ofrecen cuatro historias cortas (de entre cuatro y seis páginas) del Profesor S., que pareciera ser un investigador de misterios sobrenaturales. Digo “pareciera” porque creo que no entendí bien los relatos, se me hicieron confusos, rebuscados. Y el dibujo de Moriena no ayudó para nada, me pareció lo más flojo de la antología. Los lobos y la grilla de algunas páginas están milimétricamente calcados de otros trabajos de Mike Mignola, algunos efectos de iluminación está copiados de Sin City y la verdad es que lo que no se ve derivativo (o directamente afanado) se ve muy endeble, con fallas importantes en la anatomía, las expresiones faciales, la perspectiva y la composición de las viñetas.
Esta es una publicación de Diciembre de 2014 (ya me falta poquito para terminar de leer todo el material de autores argentinos que conseguí el año pasado) y hasta ahora no se anunció un segundo tomo. Ojalá eso suceda pronto, así vemos cómo siguen las historias que están buenas, cómo mejoran los autores que tienen margen para mejorar y con qué reemplazan a los que claramente no tienen nivel para publicar en una linda edición como esta, por más que colaboren de onda.

miércoles, 27 de mayo de 2015

27/ 05: COMIX INTERNACIONAL/ ZONA 84: ESPECIAL CONCURSO

Otra vez me toca discutir con un jurado que distinguió a algunos trabajos entre muchos otros, con la diferencia de que esta vez es un jurado español, que deliberó y premió allá por 1986. Muy bizarro, pero bue…
En la sección de Comix Internacional, le dieron el primer premio a una historieta de José Girbent llamada El Empresario. Lo mejor que tiene es el mensaje, la bajada de línea. El dibujo es totalmente irregular, no se decide entre un estilo caricaturesco y uno de extremo realismo, si bien la técnica es buena en ambos casos. La narrativa es inexpugnable, con páginas atiborradas de decenas de viñetas microscópicas y el rotulado es un horror, que te saca las ganas de leer los textos.
El segundo puesto fue para una historia urbana de Gonzalo Goytisolo, con un guión un poquito predecible pero efectivo. Este chico manejaba muy bien varias técnicas, generaba muy buenos climas y fallaba apenas en la anatomía, un poco tosca. El rotulado, hiper-profesional, parece hecho por los típicos letristas de las revistas de Toutain.
Y después hay cinco menciones. Tres de las cinco historietas mencionadas son completamente olvidables. No se podrían haber publicado ni en la época más crota del Óxido de Fierro. Hay una que se llama Dies Irae, con un argumento y un dibujo exquisitos, obra de Santiago Ibáñez Lluch. ¿Por qué no mereció mejor suerte? Porque el autor se tiró a contar en cuatro páginas una historia que ameritaba por lo menos 45, y le quedó un adefesio repleto de bloques de texto. La otra historia es una comedia costumbrista burda, obvia, chabacana, dibujada de un modo sumamente precario por un chico que sabía hacer bien dos cosas: meter tramas mecánicas para agregar los grises y copiar las caras de los varones de las de Juan Giménez. Ese chico se llamaba Salvador Larroca y este fue su primer trabajo publicado.
Del lado de Zona 84, el ganador fue Enrique Jiménez Corominas, hoy consagrado en Francia y conocido simplemente como “Corominas”. Su guión es bastante ingenioso, su narrativa funciona muy bien y su técnica (tributaria de la de Bernie Wrightson y Andreas) está logradísima. Una historieta con nivel realmente profesional.
La que salió segunda, escrita y dibujada por Rafael Cordero, es un bodrio indescifrable, también con una técnica muy cuidada, pero con fallas groseras en la narrativa y un guión aburrido, denso al pedo. Las historietas que obtuvieron menciones son ocho, de las cuales cuatro no valen un mango: son clones flojos de Moebius o Richard Corben, tratando de imitar los rasgos superficiales de los maestros, pero sin captar la esencia de lo que hizo gigantes a esos capos. En las otras cuatro hay cosas para rescatar:
Cuentos de OVNIs, de Javier Erviti, está planteada en tono de joda y el dibujo funciona muy bien. Es una linda bizarreada. Chatarras, de Juan Antonio Balasch, es una historieta bien guarra, bien cutre, con un dibujo eficaz, un trazo original y un guión apenas jugado. Es un autor al que le podría haber ido bien en El Víbora. Otra historieta que sorprende por la técnica de dibujo es La Reliquia, de Néstor Rufino Sánchez, toda narrada sin palabras y con un raro pero efectivo enlace con el Guernica de Pablo Picasso. Y si no fuera por el rotulado tosco y precario, te diría que de las que no ganaron, la que más me gustó fue Soledad. Se trata de un guión redondito, fuerte, con un buen equilibrio entre machaca e introspección, muy bien dibujado… por Juanjo Guarnido. Sí, acá está el primer trabajo que le publicaron al hoy mega-consagrado dibujante de Blacksad.
Hay varias cosas muy locas para subrayar. Primero: sobre 17 artistas que daban sus primeros pasos en 1986, sólo tres son profesionales reconocidos 29 años después. Y se supone que estos eran los mejores, los que fueron seleccionados entre muchos más. Segundo: para 1986 ya era bastante obvio que el “boom del comic para adultos” que hacía posible que en España existieran revistas como Zona 84 y Comix Internacional, estaba llegando a su fin. Entonces, ¿para qué carajo organizar concursos de nuevos autores? En una industria que ya casi no podía sostener a los autores que se habían incorporado en los últimos 6-7-8 años… ¿servía para algo promocionar nuevos talentos a los que el mercado no iba a poder absorber?
En fin, este librito funciona como item arqueológico, para decir “tengo los primeros trabajos de Guarnido, Larroca y Corominas, de cuando eran re-amateurs y no los conocía ni su vieja”. Para leer buenas historietas, se me ocurren muchísimas opciones mejores.

martes, 26 de mayo de 2015

26/ 05: HAWKMAN Vol.2

Segundo tomo de la serie de Hawkman que escribía Geoff Johns con la colaboración de James Robinson, artífices ambos de la mejor etapa de toda la historia de la Justice Society of America. El Vol.1 tuvo su reseña el 17/09/14 y no está mal repasarla, porque me parece que algunos lineamientos se mantienen tal cual lo expresé aquella vez.
El principal problema de esta serie sigue siendo el mismo: por qué y contra quién luchan Hawkman y Hawkgirl. Y por suerte es el único problema, porque todo lo demás está muy bien. El atractivo grosso no son las peleas, sino la interacción entre los personajes, el desarrollo en la caracterización de estos héroes a simple vista medio chatos, medio tábula rasa. El primer episodio ilustra perfecto lo que quiero decir: a Johns le interesa mostrarnos una extensa charla entre Carter Hall y Ray Palmer (Atom, para los amigos) durante una cena en un restaurante. Como es un comic de superhéroes, tiene que haber algo de acción, y así es como Hawkgirl y los canas de St. Roch se machacan durante escasas seis páginas contra un villano de la B Metropolitana, sin la menor trascendencia. Lo interesante, claramente, es lo otro.
En el segundo episodio todo es aún más brutal: el núcleo de la historia es una charla entre Carter y Hector Hall (por entonces Dr.Fate) y las poquísimas escenas de acción que vemos… son flashbacks! Recién a partir del tercer capítulo tenemos una saguita de tres episodios más centrada en la machaca contra un villano como la gente, y con alguna consecuencia relevante. Y lo mejor: la resolución del conflicto heavy llega 12 páginas antes del final, con lo cual a Johns le quedan 10 páginas para… desarrollo de personajes, diálogos a fondo, escenas intimistas que giran en torno a los vínculos entre Carter y Kendra, que sirven para mantener arriba la chapa del villano presentado en el Vol.1 y hasta para darle onda a Speed Saunders, un héroe sumamente menor, cuya mayor gloria es la de haber aparecido en el n°1 de Action Comics, en 1938.
Después tenemos un unitario a priori totalmente desenganchado, ambientado en el Far West y protagonizado por Nighthawk y Cinnamon (también reencarnaciones de Khufu y Chay-Ara), muy entretenido y con una linda vueltita al final que lo hace relevante para lo que sucede con Carter y Kendra en el presente. Y terminamos con un arquito de dos partes, donde finalmente se resuelve el plot del asesino de los padres de Kendra y del confuso episodio que traumó a Hawkgirl cuando tenía apenas 13 años. Es una historia intensa, heavy, dramática, donde mi clon se esfuerza por darle un rol destacado a Gentleman Ghost (clásico villano del Hawkman de la Silver Age) pero donde mete más miedo el villano más normal, humano y sin poderes que resulta ser… un personaje secundario que Johns venía construyendo desde el tomo anterior. Esta última aventura es la que nos muestra la mejor pelea, la que tiene más sentido, la que no está puesta ahí para rellenar páginas y que el comic tenga algo de acción.
Vamos con los dibujantes. Casi todo el tomo está a cargo del siempre sólido Rags Morales, un tipo que plantea bien las secuencias, elige bien los ángulos, se rompe el culo en los fondos… A veces tantos entintadores que le meten mano lo deforman un poco, pero se nota una muy buena formación académica, combinada con un gran dinamismo a la hora de planificar y mostrar la acción. Y hablando de entintadores, para el capítulo que transcurre en la época de los cowboys a Morales lo entinta nada menos que Tim Truman, que le suma esa impronta roñosa, oscura, menos elegante y más rústica. Una muy buena combinación. Para los dos últimos episodios tenemos en uno a Ethan Van Sciver (que sobredibuja mucho, llena todo de rayitas innecesarias y no tiene un manejo de los planos tan ingenioso como el de Morales) y en el otro al muerto de Don Kramer, flojísimo en todos los rubros, principalmente en las expresiones faciales, justo en una historia donde estas tienen muchísimo peso.
Me queda por leer (para la segunda mitad del año) el tercer y último tomo del Hawkman de Geoff Johns, una serie con más altas que bajas. Aún sin jugar al “comic de autor adentro del mainstream”, esta serie de Hawkman se las ingenió para tener un tono propio atractivo, y bancar los trapos que vale la pena bancar, que son los que tienen que ver con darle profundidad, complejidad y onda a estos íconos (de segunda línea pero íconos al fin) que venían desde los años ´40, más manoseados que Vicky Xipolitakis en un vagón del Subte B a las seis de la tarde…

lunes, 25 de mayo de 2015

25/ 05: ANTOLOGIA DE HEROES ARGENTINOS Vol.5

Después de una primera entrega que mucho no me convenció, me bajé de esta serie y le perdí un poco el rastro… hasta que un amigo me regaló este quinto tomo y dije “nah, me estás jodiendo. ¡Esto lo tengo que leer!”.
Esta vez el nombre del libro contradice a su contenido: no se trata de un compilado de historias cortas sino de una única aventura de 50 páginas, a cargo (casi) de un único guionista. Es, prácticamente, una novela gráfica, en la que seis héroes deben enfrentar una crisis a gran escala, algo con lo que Toni Torres (el guionista a cargo este “crossover final”) soñó desde hace muchos, muchos años. Finalmente lo pudo llevar a cabo en este libro de impecable factura técnica, con un papel y una impresión realmente lujosos, de notable calidad.
Los protagonistas de la aventura son Carlitos (el crédito local de Universo Retro), Camulus, Animal Urbano (que venían apareciendo en casi todos los tomos de la AHA), Shamana (personaje que quizás no te suene: fue creada en 1991 por Sanyú y Jorge Lucas y sólo había aparecido en tres ocasiones), y dos personajes a los que vi nacer en las páginas de Comiqueando: Bruno Helmet y el Caballero Rojo. Además aparecen muy brevemente, en cameos mínimos, otros 30 ó 40 personajes, algunos muy oscuros, entre los que me sorprendió ver, por ejemplo, a King Cop. Le pregunté qué onda a su creador, Luciano Saracino, y me confirmó lo que yo sospechaba: ni las aventuras de King Cop transcurren en Argentina, ni nadie vinculado a este proyecto le consultó si podían utilizar a este personaje.
Lo más acertado que tiene el guión es ese momento cerca del final en el que Torres explica por qué son esos seis personajes y no otros los elegidos para vencer a la amenaza final. Lo más flojo es cuando intenta justificar por qué es Argentina el lugar elegido por la Muerte para manifestarse. Dice Shamana: “La corrupción, la desconfianza, la falta de fe y esperanza, los robos, los asesinatos. Nuestro país está hundido, ha perdido sus valores. Nunca hubo un momento de tan poca fe. Nadie cree en nada ni en nadie. Todos tienen miedo, todos odian al otro”. En fin… detrás de eso se ve con toda claridad una posición política que obviamente no comparto. No te digo “poné la tele y mirá lo que está pasando en este momento en Plaza de Mayo”. Te digo simplemente “salí a la calle, recorré un poquito el país, hablá con la gente”… A menos que te cruces con zombies que sólo miran TN, te va caer la ficha de que Argentina es otra cosa, que los valores están, que la fe está, que mucha gente cree más que nunca en el futuro, en algunos líderes, en algunos proyectos… Pero bueno, este espacio no existe para discutir de política con los guionistas de los comics que leo.
Al tratarse de una amenaza sobrenatural, es casi lógico que la forma de vencerla sea demasiado fácil, más vinculada a un pase de magia que a la lucha de los personajes. No se puede criticar demasiado esa movida. Y los diálogos entre los seis protagonistas están bien: Si fueran más a fondo, las 50 páginas quedarían demasiado sobrecargadas de texto.
En cuanto a los dibujantes, las secuencias protagonizadas por varios héroes se las reparten entre Mariano Navarro (como siempre afiladísimo en las expresiones faciales, con cuerpos de gran dinamismo y narrativa impecable) y los Silva Brothers, correctos, pero más fríos, menos expresivos. En el concurso de “a ver quién dibuja menos fondos” ganan los Silva, pero por muy poco. Juan Pablo Massa completa con algunas páginas de varios héroes juntos, con fondos más laburados y personajes más duros, menos plásticos. Después hay una secuencia de Camulus y Carlitos dibujada por Jorge Blanco (creador de Camulus) en un estilo rústico, muy sobrecargado, donde también se ven personajes de poca ductilidad, casi tallados en madera. Edu Molina, en cambio, la rompe en esas cinco páginas donde sólo aparecen Animal Urbano y Carlitos; y Fernando Calvi dibuja Y ESCRIBE cuatro páginas “solistas” de Bruno Helmet, en su estilo más actual, más personal, de un modo tan idiosincrático y tan ingenioso que logra que esas páginas se puedan leer como una aventura autoconclusiva en sí misma, que podría haber aparecido en cualquier otro tomo de la AHA, en la Fierro, en la Comiqueando o donde se le cante al autor. Gracias a esa secuencia planteada por Calvi, Bruno Helmet termina por ser el único de los seis protagonistas que llega a plantearse por qué carajo hace lo que hace y crece en esas cuatro páginas más que los otros cinco héroes en las 46 restantes.
Sospecho que hace 15 años, cuando muchos vibrábamos con las aventuras de Caballero Rojo, Animal Urbano, Bruno Helmet y demás, esto hubiese sido no sé si un furor, pero seguro mucho más de lo que es hoy. Hoy la historieta argentina (para bien o para mal) agarró para otro lado y una aventura como esta (casi obsesiva en su afán de parecerse a las típicas crisis que tanto abundan en los comics de superhéroes) pasa a ser una bizarreada medio marginal, una curiosidad medio freak en la que los lugares comunes le ganan la pulseada al talento artístico, que por suerte también está. Porque tampoco estamos hablando de un bofe infumable, ni mucho menos…

viernes, 22 de mayo de 2015

22/ 05: TOP 10: THE FORTY-NINERS

Diez años tarde, me tocó leer esta precuela a Top 10 escrita por Alan Moore y dibujada por Gene Ha, esta vez sin la colaboración de Zander Cannon. The Forty-Niners (si bien está claramente dividida en cuatro capítulos) se publicó como novela gráfica, así, de un saque, sin pre-publicación en comic-books, y gracias a esa sabia decisión Ha se pudo tomar todo el tiempo del mundo para dibujarla él solito.
El resultado es nada menos que el mejor trabajo en la carrera de Gene Ha. Visualmente este comic es hermoso, es una exquisitez, un clásico inmediato. Buena parte del mérito le corresponde a Art Lyon, un colorista al que yo no conocía y que me sorprendió por su técnica (tremendamente europea) y por lo bien que se complementa con el dibujo de Ha. Los apuntes biográficos que vienen al final del libro nos revelan que en este trabajo fue asistido por su esposa Ellen, que es artista plástica. Y la labor de Ha es realmente magnífica: la dedicación que se ve en los fondos, el ingenio para crear una ciudad del futuro tal como se imaginaba que sería el futuro en 1949, la acción, las expresiones faciales, los diseños de los trajes de los “science-heroes”, la reconstrucción histórica de esa posguerra atravesada por una miríada de elementos fantásticos, que a su vez esconden referencias a comics, novelas y seriales cinematográficos de aquella época… todo está cuidadísimo. Y lo más loco: no sé cómo hacen Ha y Lyon, pero todas estas proezas visuales, toda esta fiesta para los ojos, no nos impide engancharnos con la historia, sino todo lo contrario: está 100% puesta al servicio de la narración.
En cuanto a la historia en sí, me parece que le faltó un poquito de fuerza. Digo, al conflicto central entre buenos y malos. El resto está perfecto: básicamente, lo que hace en esta graphic novel el Mago de Northampton es retro-injertarle un origen a Neopolis, la ciudad donde transcurre Top 10. Es un Top 10: Year One, en el que vemos cómo, por qué y quiénes apuestan por el desarrollo de Neopolis y cómo empieza a cobrar forma la fuerza policial que la va a patrullar, a la que 50 años después veremos (en la Top 10 original) funcionar al máximo de sus capacidades. El foco grosso está puesto en esos elementos y en una historia de amor entre un chico de 16 años y un señor de 30, muy bien llevada, sin morbo ni impactos baratos.
Obviamente, si tenés fresca la Top 10 original vas a pescar un montón de guiños puestos por Moore de forma totalmente deliberada. Repasá la saga original y seguro que cualquier personaje que en 1999 viste con más de 60 años, acá aparece joven. Héroes, villanos, personajes secundarios, lugares, todo el universo Top 10 acá se ve reflejado 50 años antes de la saga más conocida. Y la genialidad más sutil quizás sea el hecho de que en esta precuela casi no hay superhéroes (o science-heroes). Los que hay son veteranos que tuvieron su período de gloria en la Segunda Guerra Mundial, y ese tema sobrevuela bastante la novela gráfica: ¿qué hacemos con estos tipos y minas con superpoderes a los que ya se les terminó la época de esplendor? Esto me parece brillante porque es una prueba más de lo mucho que Moore tiene estudiada la historia del comic yanki. En 1949, buena parte de aquel primer boom inicial de los superhéroes se había ido a la B y en los kioscos sólo resistían unos pocos sobrevivientes, ya lejos de la hegemonía de la primera mitad de la década. Eso se ve (no en primer plano, sino hilando un poquito más fino) en The Forty-Niners y me encanta como apunte meta-textual.
De todos modos, no te quiero mentir: The Forty-Niners no está ni ahí entre las mejores obras del Mago, y si no sos fan de Top 10 lo más probable es que no te logre atrapar. Si te prendiste fuego con Top 10 y querés más, ahí sí, entrale con confianza que la vas a pasar bomba. Si sos completista y querés tener todas las obras de Alan Moore, también, se recontra-justifica comprarla, porque el Mago no tiene muchas obras ambientadas en ese período histórico, rara vez escribe precuelas de sus obras y creo que nunca había contado una historia de amor entre varones. Y si sos de los que compran comics por los dibujos, salí ya a matar, a robar, a tirar gas pimienta por la manga de estadios de futbol, pero no dejes pasar The Forty-Niners, porque lo que hicieron acá Gene Ha y Art Lyon es una cátedra definitiva, que te va a obligar a cambiarte la ropa interior varias veces en sólo 96 páginas.


jueves, 21 de mayo de 2015

21/ 05: EL DORADO Vol.2

Segunda y última parte de esta serie cuya primera entrega vimos hace apenas ocho días.
La verdad… no hacía falta. Okey, acá Sergio Macedo explica mucho más a fondo de qué juegan los seres sobrenaturales que aparecieron en el tomo anterior y cuál es el verdadero vínculo entre ellos y Vic Voyage, el protagonista de la saga. Pero la trama en sí es mucho más floja que la del Vol.1, los peligros son más forzados, las revelaciones impactantes impactan menos y encima pasaditas las primeras 12 ó 15 páginas la calidad del dibujo empieza a descender hasta terminar cerca del papelón.
Lo único mínimamente interesante de esta historia es el viaje interior de Vic Voyage, su aprendizaje, lo que descubre en cuanto su conexión con el universo, con la naturaleza, con la vida. Es un lindo chamuyo pseudo-chamánico, digno de un Carlos Castañeda o algún otro vendehumo new age de esos, presentado con bastante seriedad. El problema es cuando Macedo se da cuenta de que con eso sólo no llenás 47 páginas de historieta. Ahí echa mano a dos recursos… por lo menos fallidos.
Por un lado, la aventura “externa”, los malos, las peleas, las persecuciones… escenas totalmente al pedo en las que Vic queda como un Guacho Pistola y su compañera, Rita, está pintada al óleo en el trsite rol de la acompañante que no aporta nada más que ventajas para los villanos. Por el otro lado, en las primeras páginas (que son, lejos, las mejor dibujadas) Macedo se manda extensas parrafadas de tono didáctico acerca del Amazonas, su flora, su fauna y un montón de data sobre la cultura y la religión de sus pueblos originarios. Posta, parece que el tipo hubiese desempolvado unas láminas que había hecho para la Billiken, la Anteojito o lo que sea que leen los pibes brasileros en edad escolar. Son eso, láminas, donde no hay narrativa, no hay secuencia, sólo bloques de texto pegados encima de unas hermosas ilustraciones que tienen poquísimo que ver con la trama en sí.
Y hablando de la trama en sí… es muy difícil de sostener. Se supone que lo que la motoriza, lo que le da una direccionalidad, es lo que sucede en las páginas 13 y 14. Pero son dos páginas sepultadas de diálogos infinitos, donde los personajes se despachan unos monólogos interminables (parecidos a los del libro que leí ayer) y donde todo el texto es tan excesivo, que no te dan ganas de leer. En las páginas 25 y 26, donde los buenos quedan frente a frente con el malo, de nuevo: un alud de globos repletos de texto que entorpece totalmente el relato. Ahí ya querés que los personajes no hablen más, que desaparezcan, y que Macedo llene todas las páginas que faltan con esas tomas panorámicas alucinantes, en las que deja la vida para mostrarnos la belleza de la selva del Amazonas, en viñetas mudas que parecen posters de Pagsa. Además, para la segunda mitad del libro la calidad del dibujo baja tanto, que no querés seguir viendo cómo se deforman las caras de Vic y Rita, como cada expresión facial que intenta Macedo termina en un faux pas grotesco, que resta más de lo que suma.
En síntesis, aprovechemos que el Vol.1 tenía algo así como un final y dejémoslo ahí. Esta obra (de 1985) no mejora ni enaltece en lo más mínimo lo ya leído en el tomo anterior, a menos que te emocionen hasta las lágrimas el discurso epiritual de la new age y la bajada de línea ecologista, mucho más presente en este tomo que en el Vol.1. A mí, que esas cosas me chupan un huevo, esta segunda aventura de Vic Voyage me pareció el trabajo más flojo de Sergio Macedo, por lo menos de los que leí yo.

miércoles, 20 de mayo de 2015

20/ 05: EL MARAVILLOSO VIAJE DEL SEÑOR NIC-NAC Vol.2

Segunda parte de esta saga, cuya primera mitad reseñamos allá por el 24/09/12.
Básicamente, lo mismo que señalé cuando leí el Vol.1 se aplica a esta segunda mitad. Es una lectura entretenida, pero muy rebuscada. Acá hay muchísimas peripecias prescindibles, que aportan poco y nada a la trama global, y que (al tratarse de una adaptación) el guionista Leonardo Kuntscher podría haber omitido tranquilamente sin que a nadie se le moviera un pelo. Lamentablemente, hay menos desarrollo de personajes que en el Vol.1, y se repite el que quizás sea el defecto más notable de la versión que hizo Kuntscher del relato de Eduardo Holmberg: cuadros con unos diálogos gigantescos, interminables soliloquios que nadie en su sano juicio se animaría a leer. Ni a escribir, porque es obvio que están tomados con “copy-paste” de la novela original.
Para destacar está el ritmo de la aventura, bien sostenido a lo largo de casi 100 páginas, y el acierto a la hora incorporar algunas pinceladas humorísticas en una historia compleja, animada principalmente por guerras, revoluciones, sublevaciones y rosca política a escala interplanetaria. No mucho más, realmente. Si no “picaste” con el Vol.1 no hay nada en el Vol.2 que te haga decir “ah, no… esto es mucho mejor de lo que yo pensaba, le tengo que dar otra oportunidad”.
Por suerte, entre esas escenas en las que los personajes se zarpan lanzando monólogos apabullantes, hay algunas secuencias mudas, que es donde el dibujante, Santiago Miret, demuestra que se puede poner al hombro la tarea de contar la historia (o al menos parte de ella) desde lo visual. Excepto cuando tiene que dibujar gente vista de lejos, en todo lo demás Miret está mucho más cómodo que en el Vol.1, más canchero, más sólido en el manejo de una línea muy dinámica, muy suelta, que por momentos me recordó a Oswal o a Dante Ginevra. Y una vez más, el punto más alto del dibujante es su gran manejo del claroscuro.
Y ya está. Dudo que esta versión en historieta de El Maravilloso Viaje del Señor Nic-Nac quede en la historia como un clásico, pero por lo menos nos permitió ver muchas páginas de dos autores que la remaron decorosamente contra un texto complicado, y que seguramente encararán sus próximas obras habiendo asimilado un aprendizaje más que promisorio.

martes, 19 de mayo de 2015

18/ 05: DAREDEVIL: ULTIMATE COLLECTION Vol.3

Ahora sí, terminé el Daredevil de Brian Michael Bendis. Y está muy bien. Vende un poco de humo, estira todo groseramente, cumple a rajatabla la consigna post-Preacher de “una idea por TPB”, pero a la larga las cosas pasan, los sacudones al status quo se suceden unos a otros y nadie lo puede acusar de dejar todo más o menos como lo encontró.
Bendis encaró una refundación de esta serie, hizo lo imposible para que la historia de Daredevil (y el Kingpin) se divida en antes y después de Bendis. Y lo hizo con una fórmula tan fácil, tan obvia, que parece mentira que nadie la hubiera intentado antes: el pelado de Cleveland tomó el tono de la etapa de Frank Miller, le limpió uno poquito los elementos sobrenaturales y lo aggiornó con elementos de la pulp fiction moderna que –como su nombre lo indica- tiene bastante que ver con aquellos films noventosos de Quentin Tarantino. Con eso solo, y con el cuidado necesario para escaparle a los tentadores crossovers con otras series de Marvel, Bendis bancó durante varios años los trapos del “comic de autor adentro del mainstream” y nos dejó un Daredevil que sin ser 100% revolucionario, tiene fuertemente marcada la impronta del autor.
Este hiper-TPB arranca con un arco donde el protagonismo se lo lleva Alexander Bont, un injerto de continuidad de Bendis que vendría a ser el capo del crimen de Hell´s Kitchen anterior a Wilson Fisk, a quien Daredevil mandó en cana en sus primeros meses como justiciero enmascarado. Esto está obscenamente estirado, pero es entretenido. Me gustó también el tiempo que se toma Bendis para desarrollar a otra creación suya, Angela Del Toro, la agente del FBI que se va a convertir en la nueva White Tiger.
El siguiente arco se compone de varias historias aparentemente inconexas, a las que Bendis termina por hilvanar con mucha jerarquía. Acá le da mucha bola a la gente común, a los hombres y mujeres de Nueva York a los que de algún modo afectaron los brutales sacudones que le pegó Daredevil a Hell´s Kitchen. Los que habitualmente son testigos, o a lo sumo víctimas, siempre en tercer plano, acá de pronto tienen voz y personalidad. Es un truco vil de Bendis para estirar aún más el relato, pero le sale muy bien, es un truco convincente.
Y para el final, la resolución definitiva de los plots que Bendis desarrolló durante toda su etapa: la guerra final contra el Kingpin y el tema de la identidad secreta de Daredevil, revelada por los medios de comunicación. Acá Bendis tira toda la carne al asador: Ben Urich, Elektra, Black Widow, Power Man y Iron Fist, Milla Donovan, Bullseye, Owl, obviamente Foggy Nelson… nadie se quiere quedar afuera de esta última embestida, a todo o nada, en la que Bendis ostenta unos huevos inmensos.
Para rellenar el mega-broli tenemos un What If… Karen Page no hubiese muerto, muy flojo, casi una excusa para recapitular algunos hitos en la historia de Matt previos a la llegada de Bendis. No lo salvan ni los dibujos de Michael Lark, acá bastante por debajo de su gran nivel habitual. Y cierra la trilogía con Punisher y Spider-Man que ya vimos en el hiper-TPB de Ultimate Marvel Team-Up (un lejano 15/12/10), cuyo principal atractivo siguen siendo los gloriosos dibujos de Bill “Dios” Sienkiewicz.
Todo el resto del tomo (es decir, cientos de páginas) está dibujado por Alex Maleev, casi siempre coloreado por Dave Stewart. Y sí, llega un punto en que te asqueás de ver tantas fotos en vez de fondos, tantas caras, autos y armas que son apenas fotos retocadas, tanta técnica y tanta imaginación puesta al servicio de dibujar lo menos posible. Es muy valioso que Maleev no haya faltado nunca a lo largo de 15 entregas, pero dejate de joder y dibujá algo, aunque sea. Lo más interesante a nivel gráfico está en el primer arco: la historia transcurre en tres tiempos distintos (fines de la Golden Age, inicios de la carrera de Daredevil y el presente) y Maleev propone un planteo gráfico para cada tiempo: en el presente retoca fotos, en los flashbacks a los inicios de DD se juega por una línea más típica de comic de superhéroes (con el color retro y los efectos de moré bien de los ´60) y en las escenas de fines de los ´40 sorprende con un blanco y negro alucinante, con poquísima referencia fotográfica y un trazo fuerte, impactante, expresivo, apoyado en composiciones de notable solidez. Quiero una graphic novel de Maleev dibujada toda en este estilo.
Y bueno, ahora voy por el DD de Ed Brubaker. También en algún momento (no muy lejano) tengo para retomar la etapa de Mark Waid y algunas saguitas que todavía no sé bien dónde corno encajan. Lo cierto es que Daredevil (hoy bastante de moda gracias a la potente serie de Netflix) sigue estando entre mis personajes predilectos y en los próximos meses lo vamos a ver bastante seguido acá en el blog.

lunes, 18 de mayo de 2015

18/ 05: SUPERMAN Y LA BOMBA DE LA PAZ

Esta es una historieta rarísima, que yo nunca había leído, a pesar de que se editó en 1990 en Dinamarca y al año siguiente en España (es decir, en algo más parecido a un idioma humano). Originalmente se llamó Superman og Fredsbomben y pasó a la historia por ser la primera historieta de Superman desarrollada oficilamente en Europa, sin supervisión de DC. Nunca supe muy bien por qué DC accedió a darle luz verde a un proyecto que no pudo controlar. Sospecho que habrá sido por expreso pedido de una editorial que tenía la licencia para publicar DC en Dinamarca y que debería desembolsar cifras muy convincentes. Dinamarca es un mercado en el que a DC le va muy bien hace muchísimos años, así que puede ser. Lo cierto es que el guionista Neils Sondergaard tuvo total libertad para contar una historia de Superman en un formato bien europeo: un álbum 100% autoconclusivo, de 46 páginas, tamaño grande, pintado a color directo… Y la timba, la extraña cruza entre un álbum europeo y un comic de superhéroes, le salió bastante bien.
Dos datos curiosos: primero, esta historia nunca se editó en EEUU. Segundo, esta historia está integrada casi perfectamente al Universo DC. Sondergaard no mandó fruta, no mezcló elementos de distintas versiones, no agarró para el lado de los Elseworlds. Este es el Superman posta de la continuidad oficial (de 1990), con la Lois Lane de esa época y el Lex Luthor de esa época. Incluso se menciona a los Global Guardians y hace un cameo Ice, en el que deja en claro que es una heroína noruega que forma parte de la JLI. La única libertad que se toma el guionista es la de inventarle una hermana a Ice, una fisiculturista agresiva, una marimacho con poderes sobre el hielo que parece una caricatura mitad graciosa y mitad grotesca de Brigitte Nielsen. El resto, podía pasar tranquilamente como un Annual o un prestige editado oficialmente por DC en EEUU.
Bueno, no… hay un pequeño detalle. El comic tiene un marcado matiz político. Sondergaard aborda el tema del desarme nuclear y lo hace desde una postura muy crítica del doble discurso de EEUU y Rusia, muy lejos de la ingenuidad política con la que los guionistas yankis suelen abordar este tema. Acá hay una visión muy europea, de países que hicieron muy buena letra en el ámbito de la lucha por la paz (si se me permite el oxímoron) y que tienen la autoridad moral suficiente para decirle en la cara a los yankis “Paren de vender humo y tomen medidas EN SERIO para frenar la carrera armamentista”. Sondergaard podría haber aprovechado la presencia de Luthor para cargar las tintas sobre el villano y no salpicar al gobierno de EEUU, y sin embargo elige el camino más arriesgado, que es el de cuestionarlo duramente.
¿Y qué hace Superman en una historia que se mete con los tapones de punta a discutir temas de política internacional? La última vez que lo habíamos visto envuelto en una trama que agarraba para ese lado (The Dark Knight Returns), cumplió un rol lamentable, reducido por Frank Miller a un títere de Ronald Reagan, crédulo y fácil de manipular. Acá el rol de Superman está mejor pensado y el ensamblaje entre la bajada de línea y la aventura superheroica funciona bastante bien. La machaca no abunda, pero siempre está bien justificada, con amenazas que casi están al nivel de poder del Hombre de Acero.
De todos modos, lo más lindo que tiene este álbum es el dibujo, del ídolo danés Teddy Kristiansen. Ojo, no es el Kristiansen de ahora, el que venera a Egon Schiele. Es el Kristiansen anterior a Grendel Tales, el que miraba muchísimo a Pasqual Ferry y a Fernando De Felipe, el que aprendió narrativa yanki copiándole los yeites a Matt Wagner y en menor medida al Dark Knight de Miller, Janson y Varley. Es un Kristiansen mínimo, vital y móvil: Mínimo porque tiene un trazo muy despojado, muy claro, casi sin manchas, con el que define todo en pocas pinceladas y recién en el color le agrega tonalidades; vital porque son dibujos frescos, amistosos, llenos de onda, a los que se le nota una gran libertad; y móvil porque las figuran tienen un gran dinamismo, una plasticidad alucinante. Un hermoso trabajo de este gran danés que más tarde se reinventaría como un artista mucho más complejo.
Y bueno, obviamente me gustó y recomiendo esta extraña aventura de Superman. No es la mega-maravilla definitiva pero como intento de mestizaje entre comic europeo y comic yanki, funciona realmente muy bien. Ojalá hubiera más proyectos de este tipo, más cruces entre estas formas tan distintas de pensar y producir historietas.

domingo, 17 de mayo de 2015

17/ 05: HOY NO HAY NADA

Estoy empezando a leer un mega-broli de muchísimas páginas, que espero poder terminar y reseñar mañana. Por las dudas de no llegar, mañana voy a leer también algo cortito, así me aseguro de que haya reseña de… algo, mientras avanzo con ese libro zarpado.
El finde que viene, los días sábado 23 y domingo 24, tampoco habrá reseñas, porque me toca viajar a Montevideo a participar una vez más de Montevideo Comics. Tengo entendido que el evento mejoró mucho en los últimos dos años (yo estuve por última vez en 2012), así que es hora de ir y comprobarlo. Hay muchas actividades programadas para esos dos días, muchísimos autores invitados (con Quino como figura excluyente) y toda la data está acá: http://is.gd/us6COB.
Si estás en Montevideo y querés venir a hacerme el aguante, agendate esssta: el sábado 23 a las 17 :40 voy a estar brindando una charla abierta al público, titulada “Mucho más que revistitas”, centrada en mi labor como crítico de historietas, aunque muy propensa a descarrilar y terminar en cualquier otro tema que nos resulte divertido.
Va a estar muy bueno visitar a mis amigos uruguayos (desde Diciembre de 2013 que no piso tierras charrúas) y además van tantos autores argentinos que vamos a estar como en casa. El lunes 25 (que acá es feriado pero en Uruguay no) voy a estar de regreso en Buenos Aires, seguramente con una nueva reseña, a milímetros de la entrada número 1900 del blog.
Si todo sale bien, este 2015 tendrá también viajes a Rosario, Córdoba, Nueva York y, en una de esas, Lima. Gracias por el aguante y nos reencontramos mañana.

sábado, 16 de mayo de 2015

16/ 05: L´EXPEDITION Vol.2

Pasaron más de dos años desde que Richard Marazano y Marcelo Frusín me impactaran con la primera parte de esta serie y ahora me vuelven a impactar, porque la trama pega un giro totalmente inesperado, que cambia todo. Casi hasta cambia de género.
Para no repetir boludeces, te propongo que dejes de leer este texto acá, leas primero la reseña del Vol.1 (publicada el 16/02/13), y después vuelvas. ¿Ya está? Bien.
En aquel momento, yo definía a L´Expedition como “una especie de peplum con elementos fantásticos, hasta ahora sólo insinuados” y acá el amigo Marazano me pone en ridículo, porque nada de eso es así. A ver… sí, los personajes principales siguen siendo los legionarios romanos, pero con el correr de las páginas eso se desenfatiza muchísimo. Mucho antes de la mitad del tomo, ya no importa mucho para qué imperio peleaban Marcus Livius y sus hombres. Los elementos fantásticos apenas insinuados en el Vol.1 acá brillan por su ausencia: este álbum tiene una impronta mucho más realista, más sombría. La historia no pasa (como uno sospechaba) por las maravillas que descubren los romanos en su expedición por el corazón de Africa. Ni siquiera pasa por los combates contra fieras salvajes que ellos nunca habían visto y que consideraban parte de relatos fantásticos pergeñados por los nativos.
Acá sucede algo muy jodido (no lo quiero spoilear, porque es un libro reciente, aparecido en Francia en Septiembre del año pasado) que interrumpe el viaje de los romanos por este continente misterioso. Y los que venían muy cancheros, a conquistar giles y chorearles las riquezas, terminan por enfrentar la ordalía de sus vidas. Livius y los suyos deberán luchar por la supervivencia como nunca antes y experimentarán en carne propia el yugo, el látigo, la anulación total de sus voluntades. Por supuesto, Marazano no se pierde la oportunidad de hacer todavía más espeso el clima, y la situación ya de por sí muy complicada se termina de tensar con la sedición, la rosca interna entre los hombres de Livius que –al filo de la desesperación- van a empezar a buscar alternativas menos convencionales y moralmente más cuestionables. La línea entre buenos y malos, que ya era borrosa en el Vol.1, acá es prácticamente imperceptible.
El desenlace será apoteótico: habrá muerte, sangre, rebeliones, sumisiones, más roscas y –finalmente- algún atisbo de misterio más o menos sobrenatural, que por supuesto queda pendiente para el Vol.3. Otra vez, el guacho de Marazano cierra el episodio en un momento crucial, definitivo, donde el continuará duele como duelen los huevos después de tres horas franeleando con una mina que no entrega. Pero sabe que vamos a volver. Esto está demasiado interesante como para colgar acá. El desarrollo de los personajes, el cambio de ritmo que permite profundizar, lo impredecible de los giros argumentales, la premisa del Vol.1, que quizás recupere peso más adelante… todo está pensado para que uno se fume mansito los dos años que faltan para leer el Vol.3 y lo compre el día que salga, sin chistar.
Un gran porcentaje de esos méritos le corresponden a Marcelo Frusín, que mantiene el altísimo nivel de dibujo que exhibiera en el Vol.1. Las páginas 2 y 3 son las más impactantes porque, claro, son las que tienen animales y Frusín es uno de los mejores dibujantes de animales que hay hoy en la historieta mundial. Después, cuando los humanos monopolizan las salvajadas, tampoco faltarán las escenas zarpadísimas, los fondos fastuosos, las iluminaciones extremas, las expresiones faciales fuertes (algunas logradas con una técnica gráfica distinta a la del resto del álbum, que le queda muy bien) y unas coreografías brillantes para los combates. Todo eso, además, realzado por el propio Frusín desde el color, que está perfectamente pensado para acompañar los climas que propone el guión.
Esto no se ve ni por accidente como la típica aventura francesa de ambientación histórica. Como en el Vol.1, Frusín aprovecha que el guión avanza a un ritmo más descomprimido y mete pocos cuadros por página, en los que se luce a full y puede asombrar (a los franceses) con muchos de los recursos que adquirió en sus años de producción para EEUU. Un trabajo realmente consagratorio para este maestro rosarino, al que –por esas injusticias del universo- en Argentina se conoce poco.
Recomiendo vehemente L´Expedition, una de las series 100% fundamentales que tiene hoy el mercado europeo. Y espero ansioso (por no decir al palo) el Vol.3.

viernes, 15 de mayo de 2015

15/ 05: LA REINA DEL RIO

Esta es una breve historieta de los ´90, la primera de unas cuantas que gestaron Carlos Trillo y Horacio Domingues en las páginas de la revista Genios. Y esta recopilación fue recientemente galardonada con el Premio ALIJA a la mejor historieta para chicos publicada en 2014, lo cual pone de manifiesto lo acertada que fue la decisión de recuperar este material y volverlo a poner en circulación, ahora en un nuevo formato.
Si estás muy curtido en la lectura de las obras de Trillo, muy inmerso en esa mezcla de imaginación y realismo, de moraleja e incorrección política que tenían las grandes obras del maestro, seguramente La Reina del Río te va a parecer muy livianita. No hay muertes, no hay violaciones, no hay políticos ni canas corruptos, prácticamente no vuela una sóla piña… es una historieta tranqui, limpita, pensada para un lector mucho más ingenuo, más tierno que el que se cebaba con atrocidades como Sick Bird o El Síndrome Guastavino. Y sin embargo hay una bajadita de línea que se cuela por ahí, cuando Trillo narra esos flashbacks centrados en las desventuras de Mehitabel Molton, la malograda madre de la protagonista. Ahí aparecen (ni enfatizados ni suavizados) los temas del racismo en los EEUU de mediados del siglo XX, y de la explotación criminal a los trabajadores por parte de patrones inescrupulosos, a los que sólo les importa la ganancia. Supongo que un chico de ocho o nueve años que lea esto no lo va a percibir como un elemento importante en la trama, pero Trillo lo puso igual, porque nunca subestimó a sus lectores y porque nunca escondió sus convicciones a la hora de escribir, para el público que fuera.
Con todas las salvedades hechas, La Reina del Río tiene varios méritos, principalmente la capacidad de armar una trama bastante compleja y resolverla más que satisfactoriamente en sólo 44 páginas. El costo a pagar no es barato, de todos modos: hay muchas páginas MUY saturadas de texto, en las que los globos que dibuja Domingues le disputan el protagonismo a los personajes, objetos, paisajes, etc. Diálogos dinámicos (en los que los personajes usan términos como “che”, “pibe” y “dar bolilla” en una aventura que transcurre en New Orleans alrededor de 1935-40), relatos en off monopolizados por el personaje de Abernathy, textos muy bien pensados para que esta trama compleja sea fácil de seguir… pero en cantidades muy zarpadas. Quizás con más páginas, se podía desarrollar la misma historia con el texto mejor dosificado. Menos mal que, como dije, los textos están buenos y el argumento está bien planteado y bien resuelto. Si no, tanta verborragia concentrada podría haber mandado a pique a la historia.
Y claro, obviamente en más páginas se podría haber desarrollado un poco más a los personajes secundarios, especialmente a Mungo y a Duncan, que arrancan con todo, perfilados para protagonizar la historia y terminan relegados a roles muy chiquitos a medida que se van sucediendo las revelaciones en torno a Reina, la verdadera protagonista. Pero había este espacio, nomás, y dentro de esos confines, Trillo logró desarrollar muy bien a dos personajes, estructurar una trama con varios momentos fuertes y matizar con una cierta cuota de humor una aventura a la que no le falta peligro ni intensidad.
El dibujo de Domingues está muy bien, muy sobrio, basado en una línea clara, con algunos negros plenos pero sin grises, ni texturas, ni ningún efecto de iluminación. Todo eso lo aporta desde el color… y no, no es ese color sutil de la portada, ni el de la ilustración de la carátula. Es un color más… industrial, si se quiere. Laburado, con matices, con cuidado por los climas, pero sin esa impronta pictórica que tan bien maneja Domingues cuando lo dejan. En una obra con tanto texto, uno le presta mucha más atención a las secuencias mudas, y la verdad es que ahí Domingues (como su amigo y socio, el inolvidable Carlos Meglia) demuestra una solvencia impresionante. Y claro, con menos texto, todo el trabajo de Domingues se luciría mucho más…
El balance de la lectura me dio muy positivo y hasta ahora la repercusión a nivel ventas fue muy buena, con lo cual espero que pronto aparezcan en esta colección más trabajos de los que hicieron Trillo y Domingues para Genios. Si no conocías a La Reina del Río, o la leiste hace mil años cuando eras chico, dale una posibilidad. Y si la podés compartir con un chico o chica que se esté iniciando en esto de leer comics, mucho mejor.

jueves, 14 de mayo de 2015

14/ 05: JONAH HEX: GUNS OF VENGEANCE

Vuelvo a galopar los polvorientos caminos del Far West de la mano de este personaje que me encanta, esta vez con aventuras de 2006, cuando la serie que escribían Jimmy Palmiotti y Justin Gray todavía era una novedad a la que nadie le auguraba la extensión y la chapa que finalmente tuvo.
Ninguna de estas seis historias aspiran a ese nivel de genialidad que vamos a ver en los TPBs posteriores, cuando los guionistas terminen de depurar la fórmula. Y sin embargo, son seis buenas historias, en las que quedan claros el aguante, la obstinación, incluso la integridad de este justiciero cruel e implacable con quienes lo merecen. Jonah Hex mata gente sin remordimientos, es cierto. Pero no a cualquiera. Hex le baja los cargadores a los corruptos, asesinos, abusadores, estafadores, violadores, o a la gente que trata de manipularlo para algún fin siniestro. En un mundo donde ya mandaba la guita y casi todos hacían cualquier cosa por un billete, Hex demuestra varias veces que la guita no es su prioridad. Caza criminales por las recompensas, es cierto, pero no se vende a cualquier garca que lo quiera comprar. Muchas veces renuncia a buenas sumas de dinero para defender a inocentes, a chicos, a mujeres (algunas lo garcan, obviamente), y no tiene problemas en enfrentarse a esos sheriiffs y jueces que no mueven un dedo para investigar y castigar delitos cuando las víctimas son negros o indios.
O sea que, si buceás en este océano de sangre y mala leche, vas a encontrar algo así como una ética. Hex pelea sucio, putea, se pone en pedo, es promiscuo, violento, su higiene personal deja bastante que desear y sus chumbos rara vez llegan a enfriarse, de tan seguido que los dispara. Y sin embargo es lo más parecido a un héroe que vamos a ver en estas historias, teñidas de una sordidez absolutamente hipnótica. La anteúltima historia de este tomo inaugura una tradición que Gray y Palmiotti bancarán hasta el final, que es la de tener como invitados a otros personajes que tuvieron su chapita cuando DC publicaba varios westerns. El elegido es El Diablo, un personaje con una base sobrenatural que sin embargo encaja bien en estas historias 100% “realistas”, donde lo único realmente inexplicable es el aguante de Hex.
Esta primera época de la revista del caripela se caracterizaba también por la rotación permamente de los dibujantes. Acá, en seis episodios tenemos a siete lápices distintos, lo cual es una animalada. Veamos cómo les fue. La primera historia la dibuja el brazuca Luke Ross, demasiado pendiente de la referencia fotográfica, para mi gusto. La segunda la empieza un tal Dylan Teague (a quien no conocía), en un estilo lindo, como si fuera un Tim Truman un poquito más depurado, menos mugriento. Pero no llega a terminarla y lo reemplaza el correcto Val Semeiks, al que le toca ponerse al hombro una magnífica secuencia muda.
Para la tercera historia tenemos al dibujante que co-creó a Jonah allá por mediados de los ´70, el maestro filipino Tony DeZuñiga. Muy buen laburo del veterano dibujante, afiladísimo en los detalles, las texturas y la narrativa, y además el que mejor se complementó con los colores de Rob Schwager. Phil Noto, como siempre, se colorea a sí mismo, y lo hace muy bien, logra una identidad muy propia, muy linda. El dibujo en sí es un poco pecho frío, pero la narrativa está muy bien y en general se la banca.
David Michael Beck, un ilustrador con poca historieta a cuestas, sorprende con su trazo hiper-realista, supongo que también muy basado en fotos, pero de enorme vuelo y plasticidad. Toma algunas decisiones que no me gustan en el diseño de la página (esas viñetas casi triangulares), pero logra un resultado asombroso, también muy bien ensamblado con el colorista. Y para el final, el siempre grosso Paul Gulacy, en un despliegue maravilloso de personajes, paisajes, caballos, armas… el maestro dibuja todo bien. Lo único choto es que basa las caras de Hex en fotos de Clint Eastwood y las de la minita que aparece en fotos de Anne Hathaway. No es algo que necesite una bestia como Gulacy para que sus dibujos se vean bien.
Y sí, habrá más Jonah Hex acá en el blog. Me falta leer un tomo de los de Gary y Palmiotti y dos o tres de los de All-Star Western, la serie que protagonizó mi cazarrecompensas favorito a partir de 2011 cuando se rebooteó toda la línea de DC.

miércoles, 13 de mayo de 2015

13/ 05: EL DORADO Vol.1

Esta es una obra 100% ochentosa, el álbum con que en 1982 Sergio Macedo iniciaba su serie más conocida, las aventuras de Vic Voyage. Macedo es brasilero, pero vive en Francia desde mediados de los ´70 y creó esta serie para la revista Circus, después de varios años de militancia en las filas de los Humanoides Associés.
A primera vista, Vic Voyage es el típico aventurero de los ´80: fachero, cínico, ganador con las minas y enamorado principalmente del riesgo, de meterse donde uno sabe que hay kilombo. Esa es la senda que parece transitar esta historia, en la que un potentado yanki (que la va de arqueólogo pero en realidad es un buscador de fortuna) lo convence a Vic de dejar la comodidad del Caribe para internarse en el Amazonas en busca de fabulosos tesoros. Vic, su barco (el Tropicalis) y un par de sus asistentes explorarán, entonces, la jungla más grande de nuestro continente… y de a poco, Macedo introducirá elementos un poquito más raros, que harán más impredecible el desenlace. Misticismo ancestral por un lado, alienígenas por otro… al final se mezclarán dos planos de realidad distintos, como en las mejores aventuras de Thorgal.
Como en otros chotocientos millones de thrillers, acá Vic encontrará el principal obstáculo para lograr su cometido precisamente en el cliente, en el tipo que lo contrató, que es el clásico garca encubierto. Apenas encubierto, porque en ningún momento Macedo se esfuerza porque Peter Green nos caiga simpático. El elenco incluye también a un enigmático y fornido muchacho oriundo del Amazonas, al que Macedo (que es brazuca y la manya lunga) usará para contarnos a los lectores un montón de cosas acerca del río que da nombre a la selva, su flora, su fauna y las culturas que la habitaron y la habitan. Y a un personaje groseramente estereotipado: un rastafari jamaiquino que sólo habla de fumar faso. Por supuesto, las dos minas que aparecen terminan en la cama de Vic Voyage: una es la novia de Green y la otra… una negrita caribeña devastadora, de apenas 16 años. Cosas que en los ´80 pasaban tranqui y hoy levantarían un flor de revuelo.
En general, la historia está bien. Macedo no se excede en su afán de transmitirnos conocimientos acerca del Amazonas, la machaca está bien dosficada; en algún momento se explora aunque sea superficialmente quién es Vic Voyage, de dónde salió y por qué hace lo que hace; y el chamuyo místico no se usa para explicar lo inexplicable, sino para agregarle exotismo y hasta un cierto lirismo a los misterios que tratarán de develar los protagonistas. Sin ser glorioso, el argumento funciona y el ritmo y los diálogos contribuyen a hacerlo sumamente legible.
Y el dibujo… no sé, hoy es difícil de digerir. Macedo maneja perfecto la anatomía humana y tiene esa técnica de color hiper-depurada, con volúmenes y tonalidades que no eran frecuentes en la era pre-prhotoshop. Algo similar a lo que hacía Angus McKie en la Heavy Metal, o Vicente Segrelles en El Mercenario, pero más ochentoso, más cerca de la estética de los posters Pagsa, para que la pesquen los veteranos. Como Segrelles, Macedo tiene el problema de que los personajes le quedan medio estáticos, nunca parecen estar moviéndose con fluidez. Pero bueno, tiene todos esos efectos de iluminación y de esfumados tan lindos, tan llamativos, y un laburo tan generoso en los detalles, en los paisajes, en los animales, que se le puede perdonar un poco esa falta de plasticidad. Además no pifia en el armado de las secuencias, sino que tiene un muy buen manejo del tempo narrativo, de las pausas y los silencios, y eso hay que destacarlo.
Obviamente es un trabajo muy anclado en su época, que cuesta recomendarle al lector de hoy. Sirve para recordar que existió Sergio Macedo, un tipo técnicamente brillante, que manejaba el color directo en un estilo hiper-jugado al realismo fotográfico, que a la hora de escribir guiones se la bancaba, y que en la era pre-globalización, pegó el salto que le permitió pasar de ser un ilustrador publicitario que la remaba en Brasil a jugar en las grandes ligas del comic francés. Tengo otro tomo de esta serie ahí, en el pilón de las próximas lecturas.

martes, 12 de mayo de 2015

12/ 05: LAS NUEVAS AVENTURAS DE CARLITOS Y SUS AMIGOS

Volvió Carlitos, el inusual héroe argentino creado por Sebastián Rizzo, en una antología de historias cortas, en las que protagoniza varios team-ups con distintos personajes de autores locales, todos fuera de continuidad, inspirados (según Rizzo) por la serie animada Batman: The Brave & the Bold.
Hay varias rarezas: la más obvia es que Carlitos comparte aventuras con personajes de corte más realista y tres páginas después con personajes netamente humorísticos. O sea que no hay un tono, ni una línea muy claros. Después, una sóla de las ocho historias está co-escrita por el propio Rizzo, con lo cual no hay ningún tipo de desarrollo para Carlitos. En realidad no hay ningún tipo de desarrollo para ningún personaje, porque las historietas tienen como máximo seis páginas, y ninguna llega a hilvanar una trama sustanciosa, con la complejidad suficiente como para que los personajes crezcan a lo largo de la misma. La excesiva brevedad de las historias es, sin dudas, el principal osbtáculo que me encontré para disfrutar de esta antología.
El primer team-up es con el Caballero Rojo, un personaje con cuyos inicios estuve muy vinculado y al que le perdí el rastro después de aquellos tres o cuatro números editados en 2001 por los propios autores. Nada, el guión de Toni Torres es apenas una anécdota muy menor y lo realmente notable es el dibujo de Mariano Navarro, perfectamente complementado con el color de Hernán Cabrera. Uno ve a esas dos bestias trabajar a ese nivel y quiere que la historia dure 160 páginas, no seis.
Ya en blanco y negro, tenemos una historia muy, muy floja que cruza a Carlitos con Anita, la Hija del Verdugo. Escribe el guionista de aquella mítica saga, Gabriel Bobillo, y dibuja Ignacio Segesso, sin grandes hallazgos ni pifias para destacar. Cuatro páginas que aportan poquísimo. En las siguientes cuatro páginas Carlitos se encuentra con Genia, un personaje humorístico al que no conocía, cuyo diseño es prácticamente un calco del del Bat-Mite de la serie animada de los ´60. Esto está escrito por Jorge Duchaussof y dibujado por Teresita De Angelis, con demasiadas viñetas por página y un guión lleno de chistes al filo de la tristeza. Lo más olvidable del libro, me parece.
El próximo turno es para Body Hunter, un personaje que vivía aventuras eróticas en el espacio exterior, publicadas en la revista Hombre. Posta, no te jodo: pasamos de un duendecito cute a un personaje de historietas eróticas que sólo habla de coger. La historia no es horrible, pero está groseramente compactada para que entre en seis páginas. Escribe David Rodríguez (creador de Body Hunter) y dibuja Juan Pablo Massa, que cumple con lo justo. Predeciblemente, la mejor historia del tomo es la que Carlitos comparte con Animal Urbano, simplemente porque está a cargo de la dupla que hizo grosso al mutante de la villa: Guillermo Grillo escribe un relato cortito y contundente y Edu Molina deja la vida en el dibujo y da cátedra con las tramas mecánicas.
El team-up con El Chispa es la única historia en la que Rizzo colabora en el guión, junto a Gustavo Secreti y Gustavo Lucero, creadores del joven justiciero de la Zona Oeste. El guión es una anécdota mínima y el dibujo de Lucero no está mal, pero no sintoniza la onda de Carlitos. Las siguientes seis páginas no las entendí. Me parece que son un team-up entre Carlitos y uno de los personajes de Chess Masters, una historia que apareció en Términus. El guión, tan obvio como confuso, es de Ariel Grichener y el dibujo es de Jorge Blanco, el creador de Camulus, pero en un estilo raro, irreconocible.
Y cierra una aventura 100% en joda, con Zoila Zombie como co-protagonista. Escribe, dibuja y colorea Lubrio (creador de la chica zombie de nuestras pampas) en un estilo cercano a los clásicos cartoons de Hanna-Barbera, con varios gags efectivos.
En fin, con tantas historias tan breves, es imposible que se luzcan ni Carlitos ni sus invitados. Con menos historias, cada una podría extenderse un poco más, ofrecer más desarrollo, y de paso el libro se vería menos desparejo, menos cambalache desde lo visual. Presentado así, son más las trabas que las facilidades para el disfrute y eso es una pena, sobre todo cuando hay buenos autores involucrados.

lunes, 11 de mayo de 2015

11/ 05: DEAD AIR

Unos añitos antes de romperla con Madman, el glorioso Mike Allred debutaba como historietista en la editorial Slave Labor, con una novela gráfica de 104 páginas en blanco y negro llamada Dead Air. Nada, pero absolutamente nada de lo que puede leerse en estas páginas, nos permite intuir hacia dónde giraría poco más tarde la carrera de este monstruo del papel y la tinta.
Dead Air es una historia imbuída de ese pesimismo típico de mediados de los ´80, cuando todos los días podía caer una lluvia de bombas atómicas y ser el último. No hay diálogos ingeniosos, no hay ironía, no hay bizarreadas graciosas, casi no hay acción. Lo único que mínimamente conecta con el resto de la obra de Allred es que acá el protagonista trabaja como conductor de un programa de radio, y eso le da al autor la oportunidad de deslizar menciones a muchas de sus bandas favoritas (R.E.M., Joy Division, Roxy Music, The Beatles, The Police, U2, The Who, Love & Rockets, etc.). El resto es todo muy marciano para los fans de Allred (que acá firma como “M. Dalton Allred”).
El tono es apagado, crepuscular, bajonero. La trama arranca cuando Eugene, un pueblo de Oregon, queda artificialmente aislado del resto del mundo. Calvin Lennox intenta comunicarse con el exterior, porque su esposa y sus hijos se fueron de viaje a una ciudad vecina. Imposible. Se decide a salir a buscarlos, pero no lo dejan. La aventura consiste en escapar, con la ayuda de sus amigos, de este pueblo para ver qué corno pasa en el exterior y tratar de llegar a donde está su familia. Pero el climax se resuelve antes de la página 40. Después, es todo cuesta abajo: Calvin recorre el mundo exterior, visita otras ciudades totalmente deshabitadas, se pierde, busca, descubre que está todo muy cambiado, todo muy raro. Al final, un elemento sobrenatural intentará explicar por qué el fin del mundo no llegó a Eugene, Oregon, y Calvin se reunirá con su esposa en un plano de realidad que no es el que veníamos recorriendo (perdón por no dar más detalles).
Lo único que no se le puede cuestionar a Dead Air es la originalidad. Realmente, nunca había leído una historia similar. Lo cual no significa que me haya convencido: me puso nervioso en varios momentos, pero porque el argumento daba vueltas en torno a lo mismo en vez de avanzar. Lo poco que se resuelve en las últimas 10 páginas se resuelve con un auténtico, legítimo e irrefutable deus ex machina, del cual no había ni la menor pista en las 95 páginas anteriores. Y el final nos deja a un protagonista que prácticamente no evolucionó a lo largo de la novela: lo único que hizo fue juntar huevos para salir a buscar a su familia cuando todos le decían “quedate en el molde”. Ojo, tampoco es una cagada. Es una obra rara, de un autor primerizo que por ahí se pasó un poco de experimental.
El dibujo deja entrever algo de lo que pelaría Allred más adelante, pero no mucho. Acá se juega muy bien al claroscuro, asume riesgos con la puesta en página y trabaja con una línea muy finita, muy elegante. Este primer Allred copia bastante de fotos (de revistas de modas, como el tomuer de Greg Land) y se esfuerza por pulir su dibujo, por lograr una estética casi “femenina”. Por momentos su trazo me recordó al de Eric Shanower, o al de Colleen Doran. Y en los mejores momentos, cuando se le escapa un poquito de su naturaleza más salvaje, pela cositas de Beto Hernández. La verdad que con tanta sofisticación, tanto manejo del claroscuro y tanto juego con el armado de la página, este Allred de 1989 parecía rumbear más para el lado de Guido Crépax que para lo que mostró después.
Por suerte el comic y la vida nos dan sorpresas y Allred no se convirtió en clon de nadie, sino que encontró y definió un estilo propio, hipnótico y alucinante como pocos. Si querés rastrear la leyenda del creador de Madman hasta sus orígenes, lanzate a buscar Dead Air. Si no, la verdad que no pasa nada.

domingo, 10 de mayo de 2015

10/ 05: TIGRES DE BENGALA

Y acá tenemos un ejemplo 100% opuesto al que vimos el otro día. Dos meses antes de aquel álbum de Fernando Fernández, en Septiembre de 1979, la colección Un Uomo un'Avventura presentó este álbum escrito por Gino D´Antonio y dibujado por el maestro Guido Buzzelli, donde todo funciona como tiene que funcionar.
El texto introductorio de D´Antonio nos explica cómo se vivía en la India a principios del Siglo XIX, de qué jugaba la secta de los thugs y qué hacían los ingleses en el populoso país asiático. Es un texto completo, detallado, repleto de información que por suerte NO se va a repetir durante la historieta. Una vez que esta arranca, se terminan las explicaciones y los contextos históricos, religiosos y socio-políticos pasan a ser apenas un marco para contener lo realmente importante, que es la aventura. Esa es la apuesta fuerte de D´Antonio y Buzzelli, que felizmente garpa muchísimo, porque logran una trama muy ganchera, con una intensidad poco frecuente para este tipo de relatos.
Lo mejor que tiene Tigres de Bengala es que no hay buenos. El protagonista es Raven, un atildado funcionario británico que un día se deja seducir por la codicia y se convierte en un corrupto inescrupuloso, capaz de matar para silenciar sus tramoyas financieras. Y cuando ya no le queda otra que pasar a la clandestinidad, se deja cegar también por la lujuria y se juega la vida para apoderarse de una mina que lo enloquece, una virgen hindú con una extraña conexión con la diosa Kali. Por esta chica, que casi no le dirige la palabra, Raven será capaz de cualquier cosa, hasta de parar colectivos con la chota. Asumirá riesgos, se meterá en peligros, perderá, resurgirá, estará a milímetros de llevarse el premio mayor y al final tanta vorágine se convertirá en tragedia, de esas en las que nadie logra ni siquiera una mísera redención.
Lo único mínimamente criticable es que la aventura agarra ese ritmo frenético cuando ya van 15 páginas. Todo el primer tramo consiste básicamente en contarte que Raven es un hijo de puta, chorro, asesino, avechucho, que desprecia a los hindúes, a sus tradiciones, su cultura y su país todo. Está todo muy bien narrado, pero por ahí hace un poquito de ruido cuando el guión mete el cambio y empieza a avanzar a otra velocidad, con un vértigo muy atractivo, que en las primeras páginas uno no sospechaba ni ahí. Y quizás lo mejor del guión sea la introducción de los elementos religiosos, que aportan esa arista sobrenatural, fundamental para que el desenlace sea completamente impredecible.
El dibujo de Buzzelli adolesce de lo mismo que habíamos visto en el trabajo de Fernando Fernández: esa técnica de color (con tintas o acuarelas, supongo yo) que no es ni color directo posta, ni color aplicado. Es un híbrido muy tibio, muy pecho frío, que hace que todo el tiempo uno esté deseando ver a través del color, para disfrutar de la línea en estado puro, en un blanco y negro que sospecho que debe haber sido majestuoso. Ojo, hay algunas viñetas (muy pocas) en las que Buzzelli baja un cambio, o muestra un poquito de apuro para liquidar la cuestión. No es todo maravilloso. Pero la gran mayoría de estas páginas nos muestran a un dibujante de desbordante virtuosismo, con un gran manejo de la estética realista, excelente en las expresiones faciales, cuidadoso en todos los detalles, impactante a la hora de dibujar animales, paisajes y rostros femeninos, potente a la hora de graficar la acción. El Buzzelli de esta época (el Buzzelli maduro, porque moriría en 1992 con 65 años) era una especie de Antonio Hernández Palacios más dinámico, menos estático. Y de nuevo, me imagino lo que debe ser esta historieta en blanco y negro y me vuelvo loco, me quiero morfar el álbum con unas rayaduras de chocolate o un poquito de azúcar impalpable.
Tigres de Bengala, con sus 36 años a cuestas, me enganchó con una historia fuerte, que aprovecha al máximo la ambientación histórica sin caer en el enciclopedismo, con un protagonista muy bien trabajado, mucha acción, mucho ritmo, mucha mala leche y un dibujo mayoritariamente brillante. Un clásico en serio, no como el River-Racing de hace un rato, que fue un suplicio…

sábado, 9 de mayo de 2015

09/ 05: CLITORIS: SEX(T)UALIDADES EN VIÑETAS

Después de una experiencia en formato revista que duró cuatro memorables números, Mariela Acevedo llevó a Clítoris al siguiente nivel: de la mano del Hotel de las Ideas convirtió su proyecto en una antología en formato libro, que retiene la esencia de la anterior encarnación y a la vez resulta un poco más atractiva para otro tipo de público.
Lo único que no me cierra de este Clítoris es que las ocho historietas tienen ocho páginas. ¿Por qué la restricción, o la estandarización? Por ahí algunas de estas historias funcionaban mejor en más páginas, o en menos. Esto de que todas las historietas tengan la misma extensión es algo que ya vimos en otras antologías del Hotel de las Ideas y habitualmente resta más de lo que suma. Paso por alto los artículos (descarto que deben ser interesantes para la discusión de temas vinculados al género, la sexualidad, el feminismo y demás “banderas históricas” de Clítoris) para repasar una por una las ocho historietas.
La primera es un fuerte alegato en favor del derecho al aborto, escrita por Carina Maguregui, con muy buenos dibujos (y una puesta en página arriesgada, inquietante) de Muriel Frega. Le falta una vueltita al final, para trascender el testimonio, la bajada de línea. Pero no está mal. La de Gato Fernández (también vinculada al tema del aborto) está muy bien dibujada, muy bien narrada y la bajada de línea -si bien es obvia, notoria, por momentos estridente- está muy bien integrada a la trama, que te mantiene intrigado hasta el final. Gran trabajo de esta joven autora.
Eleonora Kortsarz se mete con el tema de la transexualidad, en una historia que arranca desde los lugares comunes y se va enrareciendo hasta llegar a una séptima página casi desopilante. Lamentablemente en la última, el remate también viene por el lado de lo obvio y lo trillado. El dibujo, correcto, con una narrativa clásica y una tipografía que ya se usó demasiado. Martín Rodríguez Redondo plantea un experimento narrativo muy inteligente, muy jugado, perfectamente ejecutado con la complicidad de Daniel Perrotta (un abonado a las antologías del Hotel), que pela los mejores dibujos de su carrera. Tiene dos páginas MUY cargadas de texto, pero cierra por todos lados.
La mejor historia del tomo es la que escribe Javi Hildebrandt y dibuja Erica Villar, otros dos pilares del Hotel. “Noche de Stand-Up” es graciosa, zarpada, honesta, muy realista, con muchas instancias de identificación entre el personaje y el lector, y además no falla (ni nos subestima) a la hora de transmitir un mensaje potente que tiene que ver con la percepción socialmente aceptada de la belleza femenina. Si te digo que la siguiente historia se llama “La Balada del Mar Salado Beta” y que tiene unos dibujos de Fernando Calvi para caerse de orto, capaz que salís corriendo a comprar este libro. Pero bancá, porque más allá del título y los dibujazos, la idea que propone Calvi no llega a ponerse interesante en las exiguas ocho páginas de la historieta. Una pena.
Emiliano Maitía y Esteban Cánepa abordan el tema de la prostitución en ocho páginas que podrían ser el inicio de una buena novela gráfica. Pero en el apuro por llegar a un final en la octava página, apretan mucha información, el dibujo (técnicamente logradísimo) se desluce un poco por la gran cantidad de viñetas, y los personajes no tienen espacio para desarrollarse más allá de lo mínimo. Para el final, otro clásico del Hotel, Santiago Sánchez Kutika, escribe una linda historia a la que también le falta una vueltita más en el final, para que no sea tan abrupto. El dibujo de Lucía Borjas es más raro que bueno, pero dentro de todo zafa.
Ya desde la magnífica portada de Alejandra Lunik, Clítoris se propone como una antología distinta, y la verdad es que ofrece temas que no vas a ver en otras historietas. Por suerte ese “riesgo” en la temática está bastante respaldado por unos cuantos hallazgos en las propias historietas, en las que el nivel de los dibujos alcanza un muy buen promedio y el de los guiones… un poco menos. Como siempre, tratá de encontrar el Clítoris, que garpa.

viernes, 8 de mayo de 2015

08/ 05: CATWOMAN Vol.4

Después de la epopeya devenida en tragedia del tomo anterior, era lógico que Ed Brubaker quisiera pegarle un volantazo grosso a la serie, y eligió uno muy inteligente: sacar a Selina de Gotham, a ver qué pasa. El libro arranca con una historia cortita de Slam Bradley, rescatada de aquel generoso Secret Files & Origins, que no suma gran cosa pero está muy bien dibujada y narrada con bloques de texto muy bien escritos.
Y después sí, arranca el road trip de Selina y Holly, cuya primera parada será en una granja. Allí vive Ted Grant (cuando no está en misiones junto a la JSA), quien accederá a entrenar a Holly, como lo hizo hace tantos años con su felina amiga. Como están cerca de Nueva York, ambos enmascarados gatunos se darán una vuelta por los tejados de la Gran Manzana y se machacarán con unos extraños adversarios, pero lo realmente interesante es la interacción entre ellos, los diálogos filosos, los pases de facturas viejas, los flirteos. Después, el guionista se las ingeniará para que esa pelea no haya sido meramente decorativa, pero en el contexto de esta historia básicamente autoconclusiva, daba esa sensación.
La siguiente etapa del viaje lleva a Catwoman a Keystone City, donde vivirá una trepidante aventura junto a Captain Cold, básicamente un choreo audaz y peligrosísimo, del que Selina saldrá bien parada y Lenny Snart… no tanto. Le sigue el mejor episodio del tomo, una verdadera gema: Selina y Holly, solas en un comedero típico de las rutas de EEUU, contra tres malvivientes armados. Es una historia chiquita, intensa, con un dilema moral muy bien pensado, que Brubaker resuelve con jerarquía (y violencia) en apenas 10 páginas. El resto del episodio lo rellena con una secuencia en Gotham, en la que Batman lo aprieta a Slam para saber dónde está Catwoman, y lo que debería haber sido una charla apacible entre caballeros se pone espesa y termina con un festival de piñas un poco excesivo. Hay muy buenos diálogos, buenos bloques de texto narrados por el veterano detective y la acción está bien llevada. Lo que no sé es si hacía falta tanta machaca.
Nueva parada de Selina y Holly, esta vez en Opal City, y ahora sí, más allá de los guiños a los lectores de Starman, lo que le interesa a Brubaker es empezar a encauzar la historia en torno a los extraños cultistas de vestimenta arábiga con los que se cruzaron Catwoman y Wildcat en New York. El subplot principal (la búsqueda de alguien que no sabemos quién es) también empieza a ganar peso en la trama, aunque falta para que se resuelva.
Y para el final, la visita a St. Roch, donde reaparecerá Wildcat, también jugando de visitante en la ciudad de Hawkman y Hawkgirl. El erudito en culturas antiguas Carter Hall será de gran ayuda para deducir de qué juegan los zarpaditos del turbante, pero no llegarán a machacarse: el combate contra este culto quedará para más adelante, para cuando Selina regrese a Gotham. El plot que sí se cierra en St.Roch es el de la búsqueda de ese muchacho perdido, que resulta ser… nah, mejor no te lo cuento.
Los dos episodios y el breve unitario que dibuja íntegramente Cameron Stewart son una belleza. La evolución gráfica del británico desde el tomo anterior a este es espectacular. Sin embargo, en los tres episodios restantes, pareciera que Cameron sólo entinta, o le da el toque final, a páginas que dibujan otros artistas: Nick Derrington (al que vimos suplir a Mike Allred en algún tomo de X-Force) y el maestro Guy Davis. Ninguno de los dos logra reproducir la magia de Stewart y la historieta se resiente un poco, sobre todo en las expresiones faciales, que es donde más se nota la incompatibilidad gráfica entre Stewart y sus colaboradores. No tengo dudas de que si lo dejaban a Davis dibujar y entintar todo en su estilo, tendríamos un mejor resutado, y a la vez entiendo que se haya decidido priorizar una cierta coherencia estética, disimulando de algún modo los cambios de estilo con un entintado que los trata de uniformar. La jugada no salió diez puntos, pero tampoco es una abominación.
Y bueno, no me quedan más TPBs de Catwoman. Me falta ese mega-broli de 312 páginas donde se recopilan todos los episodios que me faltan para tener completa la inolvidable etapa de Ed Brubaker al frente de esta serie en la que, incluso cuando jugó a integrarla a full al Universo DC, dio cátedra de “comic de autor adentro del mainstream”.