lunes, 30 de enero de 2023
NOCHE DE LUNES
Algo tenía que pasar que me frenara ese ritmo espectacular al que venía leyendo y reseñando libros, y lo que pasó se llama The League of Extraordinary Gentlemen: Black Dossier.
No lo compré en el momento en que salió, porque me pareció medio bizarro, lo miré muy por encima en casas de amigos y no me llamó demasiado la atención, y finalmente lo compré este año, porque me lo ofrecieron a un precio irrisorio. Me senté a leerlo con detenimiento... y me costó varios días terminarlo. Cómo me aburrí, la puta madre... En 208 páginas, lo que sucede se puede resumir en la frase "Mina y Allan ahora son perseguidos por el corrupto gobierno del Reino Unido, en parte porque se afanaron el Black Dossier". ¿Eso es todo? No, bueno, por momentos Alan Moore y Kevin O´Neill interrumpen las peripecias de Mina Murray y Allan Quatermain para mostrarnos qué hay en las páginas del dossier. Una pena, porque lo más entretenido (dentro del embole) es el tramo de Allan y Mina en 1958, y su lucha contra James Bond y demás sicarios de la corona.
¿Y qué información clasificada incluye el dossier? Al principio, ahonda en la existencia de una League of Extraordinary Gentleman anterior a la que conocimos nosotros, también con personajes tomados de la literatura británica, pero de fines del Siglo XVII. Y en la historia de Orlando, un personaje que va a ser importantísimo en la trilogía de Century, que obviamente el Mago de Northampton ya estaba craneando cuando escribió esto. Después hay crónicas de las aventuras que ya leímos en los dos primeros tomos, pero narradas como si fueran informes de una oficina de inteligencia. Y otros textos, también larguísimos y por momentos áridos, que cuentan algunas cosas de las que no vimos, que van entre la guerra contra los marcianos en el Vol.2 y 1958. Personajes nuevos que se unieron, murieron, o se fueron (también tomados de la literatura británica, pero de principios del Siglo XX), el cambio de política del gobierno británico respecto del equipo, otra liga que no duró nada, en fin... Hechos de bastante escasa relevancia en la historia de este mundo alternativo. El tema es que por cada idea que se le ocurre, Moore te inflige una cantidad desmesurada de páginas. Para explicarte que en un momento se forma una especie de League of Extraordinary Gentlemen en Francia (con personajes tomados de la literatura de ese país), son tres páginas de una prosa densísima, casi sin ilustraciones. Para explicarte que Mina y Allan en los años ´40 viajan a Estados Unidos en una misión, cinco páginas de prosa sin imágenes, escritas al estilo del pulp yanki de esa época. Y así es muy difícil...
Las ilustraciones de O´Neill son increíbles, porque el ídolo reproduce el estilo de los dibujantes e ilustradores de las distintas épocas. Pero Moore hace lo mismo con los textos y no te puedo decir "le sale mal", pero se hace muy denso, más allá de sus dotes para mimetizarse con los distintos estilos de escritura, de William Shakespeare a Mickey Spillane. El epílogo es lo peor: 18 páginas que no cuentan nada, y que podrían resumirse en tres, como mucho. Con unos dibujos magníficos de O´Neill, y efectos de 3-D creados por Ray Zone, pero realmente muy innecesario.
Black Dossier es solo para los que quieren tener TODO The League of Extraordinary Gentlemen, o TODAS las obras de Kevin O´Neill, o TODAS las obras de Alan Moore. Pero no es ni a palos lo mejor de TLOEG, ni lo mejor de O´Neill, ni mucho menos lo mejor de Moore.
Me vengo a Argentina, año 2017, cuando por tercera vez el glorioso Virla (el Centro Cultural Eugenio Flavio Virla, faro de la cultura y las artes de la hermosa ciudad de Tucumán) publica una antología de historietas, con material generado en los talleres que coordina en maestro César Carrizo. Es un libro de unas 120 páginas, con errores muy notables en la edición, papel muy berreta, etc., que supongo que se regalaba. Estas páginas están repartidas entre una cantidad brutal de chicos y chicas (y señores más grandes también, supongo yo...), que además de la limitación de estar en pleno proceso de aprendizaje, tienen la limitación de contar con muy pocas páginas para desarrollar lo que quieren contar. Casi todas las historietas giran en torno a mitos y relatos sobrenaturales que tienen por escenario el Noroeste argentino, y la verdad que la calidad del material es muy desparejo.
Entre muchos trabajos a los que se les notan serios errores en el dibujo, la narrativa y sobre todo los guiones, aparecen algunos nombres que rápidamente se destacan del resto. Segundo Moyano, a esta altura un referente central del under tucumano, supera ampliamente el promedio de sus compañeros. Me sorprendió encontrar acá seis páginas dibujadas por Matías Muzzillo, de quien hablamos maravillas hace no mucho a raíz de su libro Yilé. Acá el dibujo no es tan bueno, porque es cinco años anterior, pero ya se notaban una jerarquía para narrar en imágenes y una intención artística muy promisorias. Pablo Iván Ríos también, pela una impronta muy personal y sumamente profesional, con un estilo de dibujo poco narrativo, pero visualmente muy atractivo. Y cerca del final del librito aparecen las mejores cuatro páginas, las que hacen que todo haya valido la pena: Jorge Vildoza adapta un cuento de Mercedes Chenaut y, si bien no dibuja las zanjas entre las viñetas, la rompe en 8.500 pedacitos. Muy grosso lo de Vildoza, realmente. Me encantaría verlo en un formato más grande y en mejor papel. Tengo otra edición de Grafito (el Vol.4, que deduzco corresponde a 2018) y prometo leerlo pronto.
Nada más, por ahora. La seguimos el mes que viene. Gracias y hasta entonces.
jueves, 26 de enero de 2023
TARDE DE JUEVES
Quería postear ayer, pero no encontré el momento, así que quedó para hoy.
Empezamos bien vintage, con un libro publicado en Argentina en 1991. Sex Rep recopila un montón de trabajos de Miguel Rep para las revistas SexHum® y SexHum® Ilustrado, todos de la segunda mitad de los ´80. Fue una etapa increíble para esas revistas de Ediciones De la Urraca, porque de pronto había libertad total para hablar de un montón de temas referidos a la sexualidad que durante muchos años habían estado vedados. Y también fue un momento increíble para Rep, que producía montones de páginas todas las quincenas, con margen para experimentar, para inventar nuevos personajes y desarrollar distintos tipos de historias.
El primer tramo de Sex Rep está compuesto por historietas de una página, historietas de dos páginas y chistes de una sola viñeta. Las páginas de Rep están laburadísimas, con una gran cantidad de cuadros, muchos elementos en cada cuadro, a veces con secuencias mudas, otras con muy buenos diálogos, y con un estilo gráfico cambiante, donde se nota que el autor no se limita a reproducir una fórmula exitosa, sino que está todo el tiempo en busca de nuevos recursos, tanto en el trazo como en la puesta en página. Hay varios guiones muy buenos y uno brillante, "El Gran Mastorna".
Y las 20 páginas finales reúnen todas las historietas de El Hombre Látex, un personaje que empezó como parodia de Plastic Man pero con chistes de sexo (la misma fórmula que había empleado el Negro Fontanarrosa con Sperman), y que con el correr de las aventuras -que no son tantas- gana una identidad propia e incorpora otras temáticas que no van solo para el lado del garche. En estas historias Rep se enfrenta con el desafío de tener que contar muchas cosas en muy pocas páginas, y lo único que se le ocurre para resolverlo es meter muchas viñetas chiquititas una al lado de otra (casi una arriba de otra), lo cual desluce un poco el dibujo. Hay historias de El Hombre Látex condensadas en tres páginas que se podrían desarrollar tranquilamente en 12. Sobre todo para que se aprecie bien el dibujo, que es excelente, en parte porque Rep entiende que un comic de superhéroes no se dibuja igual que Joven Argentino o Los Alfonsín. Tiene que haber otro despliegue, y eso se ve poco en estas páginas, solo en el cuadro con el que se inicia cada aventura. Pero, comprimidas y todo, las historias son entretenidas, originales y están generosamente adornadas con chistes muy efectivos.
No todo el contenido de Sex Rep pasaría los filtros actuales, donde nos hemos vuelto más sensibles al tema de cómo se muestran en la ficción las relaciones sexuales y de pareja, los estereotipos y demás aspectos que en los ´80, en la vorágine de "ahora que se puede, démosle con todo a los chistes de sexo", no se cuidaban tanto. Pero bueno, hay que entender que es material de hace 35 años, y sobre todo que son CHISTES. No hay una intención documental, o testimonial, sino simplemente humorística. Y con eso en mente, este libro te regala un montón de buenos momentos. Y te deja alzado (o alzada) pidiendo más.
Me voy al 2000, cuando se forma la dupla integrada por el guionista belga Denis Lapiére y el dibujante catalán Rubén Pellejero, de la cual ya vimos dos obras posteriores a esta, en las reseñas de 27/01/12 y el 28/06/14. Pero me faltaba Un Poco de Humo Azul, la primera colaboración entre Lapiére y Pellejero, que me pareció muy, pero muy satisfactoria. Lo que más me gustó es algo que acá es secundario pero que los autores van a desarrollar mucho más en El Vals del Gulag. Se ve que a ellos también les pareció atractivo o emotivo esto del vínculo afectivo entre los prisioneros de un régimen opresivo y sus esposas o novias. En Un Poco de Humo... no está tan presente la veta testimonial, ni siquiera nos aclaran en qué país transcurre la historia (pareciera ser la República Checa, pero no lo puedo asegurar). Pero está muy presente todo lo otro: la fuerza y la emotividad de los vínculos. El contrapunto entre una mujer que no cree en el amor y otra que es capaz de cualquier cosa por la pasión que le despierta un hombre al que apenas conoce.
Esos vínculos se van a desarrollar y a crecer a lo largo de la novela, donde también habrá un poco de acción, bajada de línea política, sexo, costumbrismo, romance y poesía. Y un misterio, no tan enfatizado, que se va a resolver con sorpresa al final. Lapiére orquesta la trama de manera muy clara, y la deja avanzar a un ritmo un tanto pachorro (porque sucede -probablemente a principios de los ´90- lejos de las grandes urbes de este país eslavo que se separó hace poco de la Unión Soviética), que resulta siempre natural y nunca aburrido ni estirado. Son casi 80 páginas que se disfrutan a pleno, en las que cada elemento del relato tiene su espacio y su forma muy armónica de encajar con los demás.
Y el punto más alto de Un Poco de Humo... es -cómo no- el dibujo de Rubén Pellejero, otra vez más allá de toda exégesis. Con ese trazo engañosamente simple, esos contraluces impactantes, esas texturas, ese manejo sublime del color, esos fondos perfectos, esa expresividad en cuerpos y rostros, Pellejero logra que para la segunda o tercera página ya no te puedas imaginar a estos personajes y este entorno dibujados por otro autor, en otro estilo. Una bestia, un animal del comic que tiene un instinto asesino para narrar con imágenes y transmitir un abanico de sensaciones y emociones con el que la mayoría de sus colegas no pueden ni soñar. Yo conseguí la edición de Glénat, pero en años posteriores Un Poco de Humo de Azul se incorporó al catálogo de Astiberri. Sea en la edición que sea, nunca es tarde para descubrir y disfrutar esta gema del comic europeo. ¿Me gustó más que El Vals del Gulag? No, pero igual me pareció una belleza.
Y hasta acá llegamos. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
Etiquetas:
Denis Lapiére,
Rep,
Rubén Pellejero
lunes, 23 de enero de 2023
NOCHE DE LUNES
Vengo a un gran ritmo, me estoy fagocitando las pilas de material pendiente de lectura a una velocidad muy notable.
En una mesa de saldos de Estados Unidos, rescaté un TPB del año 2007 llamado Planetary Brigade. ¿Qué me llamó la atención? Que lo escriben Keith Giffen y J.M. DeMatteis, totalmente en joda. Esta es una iteración más de la Justice League bufonesca de fines de los ´80, pero como en vez de DC la publica BOOM! Studios, los personajes no son los reales, sino versiones mínimamente camufladas de Superman, Batman, Wonder Woman, Martian Manhunter y el resto. La dinámica del equipo, los conflictos con los villanos y sobre todo los diálogos, nos remiten al toque a la época en que Giffen y DeMatties convirtieron a la Justice League en una revista en la que la comedia, la bizarreada y el bwa-ha-ha eran tan importantes (o más) que los combates entre superhéroes y supervillanos. Planetary Brigade va para el mismo lado, pero como está escrita 20 años después, sin la supervisión de DC ni del Comic Code Authority, ofrece algunos chistes más zarpados en materia de sexo y escatología.
No toda la miniserie es igual de graciosa, y conviene no leerla toda de un saque para no aburrirse, sobre todo por la cantidad de diálogo que meten estos desubicados en cada página. A cualquier otro guionista, le decís "tomatelás, flaco, aprendé a sintetizar; no me pongas ocho cuadros por página, con cinco diálogos en cada cuadro". A Giffen y DeMatteis se lo toleramos, porque sabemos que nos van a hacer cagar de risa. Pero hay que racionarlo, no bajarse de una los cinco episodios, que de todos modos son bastante autoconclusivos. Leído en su justa medida, este es un comic alucinante, que lleva la deconstrucción de los superhéroes a nuevos picos, a fuerza de un humor efectivo y sin piedad. No es algo muy original, porque los propios autores ya lo hicieron varias veces antes, pero la gracia y la mala leche están intactas.
Obviamente acá falta una pata para completar el Trío Terrible, que es el irreemplazable Kevin Maguire. Para este proyecto no lo pudieron reclutar y en su lugar dibuja... Juan Carlos Nadie. Los dos primeros episodios están repartidos entre varios dibujantes (algunos muy capos, como Fábio Moon, Mark Badger o el maestro Eduardo Barreto) y los tres últimos los dibuja enteros una tal Julia Bax, a la que nunca había oído nombrar. Su trabajo no es horrible ni mucho menos, pero no descolla ni por casualidad, y en la comparación con Maguire pierde como si fuera yo a jugar al ping-pong contra el campeón de Japón o de Corea. Esto mismo, con un único dibujante para los cinco episodios, en lo posible de bueno para arriba, mejoraría muchísimo. Incluso si Giffen hubiera provisto a los distintos dibujantes de bocetos o breakdowns como para marcarles el tempo narrativo, también mejoraría ostensiblemente. Pero Giffen solo figura como co-guionista y no mete mano en una faz gráfica muy irregular, no siempre a la altura de los magníficos guiones de la dupla.
Si amás a la Justice League en joda de Giffen y DeMatteis, entrale sin dudarlo a Planetary Brigade, que la vas a pasar bomba.
Y después de un comic con tanto exceso de texto, necesitaba uno casi mudo, y así caí en Mute, una obra de autores argentinos publicada en 2021. Esta historia es secuela de la que vimos hace seis años, el 02/02/17, y cuenta con el mismo equipo creativo: guion de Damián Connelly y dibujos de Gabriel Luque. Y el mismo problema que la primera parte: mucha espectacularidad, mucho despliegue visual, pero cero profundidad, cero indagación en el universo en el que transcurre la saga, o en los personajes que la protagonizan.
Acá está todo el pochoclo del universo junto: hay robots, zombies, nazis, vikingos, motoqueros, dinosaurios, unos bichos medio yetis y medio licántropos, alienígenas, monstruos onda Chtulhu... lo que quieras. Todo esto envuelto en una trama de acción que no tiene mucha lógica, más allá de impactar al lector. No hay un diálogo como la gente, no hay motivación para el accionar de los personajes, simplemente una misión que debe cumplir uno de ellos y lo lleva a confrontar con todos los demás.
El dibujo de Luque es bastante bueno, aunque muy poco narrativo. Por momentos, Mute es una colección de excusas para meter pin-ups. De hecho, cada capítulo de 13 páginas tiene su propia portada. Da la sensación de que a Luque le gusta dibujar eso: portadas y posters. Por suerte no derrapa, excepto en las escenas en las que tiene que dibujar a seres humanos normales que habitan un mundo similar al nuestro... Ahí el dibujo se hace tosco, los fondos escasean horriblemente y al resultado final no lo salva ni el talento que indudablemente tiene el dibujante para aplicar los grises. Lo mejor es el diseño de los dos personajes principales: si salieran muñecos creo que me los compraría, de lo grossos que son visualmente. El resto se pasa de pochoclero, de estridente y por momentos hasta se hace confuso. Hace unos años yo cerraba la reseña del primer libro de Mute con la esperanza de que una secuela echara luz sobre el mundo creado por Connelly y Luque, y le agregara coherencia a la trama. Lamentablemente, no sucedió y hoy no puedo recomendar ni el primer Mute ni el segundo.
No mucho más, por hoy. Ni bien tenga leídos unos libritos más, vuelvo a la carga. Gracias totales.
Etiquetas:
Damián Connelly,
Gabriel Luque,
J.M. DeMatteis,
Keith Giffen
sábado, 21 de enero de 2023
SUPER HUMOR: SUPER LÓPEZ Vol.1
En un clásico reducto saldero de Montevideo, me encontré hace unos meses un mega-tomo de tapa dura que recopila los primeros cinco álbumes de Super López, del maestro Jan. El ídolo español (que es sordo desde los seis años) creó a Super López en 1973, o sea que estas primeras historietas en cualquier momento cumplen 50 años. Gran ocasión para visitarlas.
El primer álbum está compuesto por ocho historias cortas autoconclusivas, que siguen el clásico molde de la parodia de superhéroes. La primera es una sátira obvia al origen de Superman y después hay luchas contra distintos villanos y choques con parodias de otros clásicos del género como Hulk. Básicamente son historias centradas en un humor físico, un slapstick bien extremo, no muy distinto a lo que hacía Francisco Ibáñez en las historietas de Mortadelo, pero dentro de un esquema similar al de las clásicas aventuras de Superman. Está muy presente el tema de la doble identidad del héroe, el triángulo amoroso con Lois Lane (acá Luisa Lanas), y por sobre todo eso, Jan subraya cada vez que puede que Super López, pese a su arrojo y valentía, es un completo inútil cuya torpeza e ineptitud superan ampliamente a sus fabulosos poderes. No es el mejor inicio para la serie, pero tampoco está mal.
En el segundo álbum irrumpe un guionista a darle una mano a Jan: nada menos que Francisco Pérez Navarro, alias Efepé, también conocido como "el Profesor Loki" por aquellos que leían los correos de lectores de los comic books de Forum. La dupla pega un sacudón, con un álbum que, si bien está estructurado en capítulos que tienen una especie de final, banca una misma trama principal a lo largo de muchísimas páginas. Es el nacimiento del Supergrupo, que incluye a parodias de Iron Man, Dr. Strange, the Thing, Marvel Girl y una mezcla entre el Captain America y el Guerrero del Antifaz. Una mezcla explosiva, que aporta nuevos recursos humorísticos a la serie. Uno de ellos, del que abusan bastante los autores, consiste en hacer que los héroes (como en los comics de Marvel) se caguen a palos todo el tiempo entre ellos. Pero por lo menos al principio, resulta entretenido. Un fragmento de la extensa saga del Supergrupo (que ocupa los álbumes 2 y 3 de la serie) ya lo vimos en 16/03/17, así que me quedó ese librito repetido. Ya se lo llevará algún amigo que venga de visita (y lea en catalán).
Para el final del arco del Supergrupo, ya mejoró ostensiblemente el color, que era lo más flojo de la faz gráfica de la serie. El dibujo es brillante de punta a punta y me sorprendió descubrir lo mucho que influenciaron estas historietas a los muchachos del grupo La Penya (Álex Fito, Albert Monteys y demás) a la hora de dibujar la recordada Mondo Lirondo allá por mediados de los ´90. Y lo otro que quiero destacar es cómo todo el tiempo Jan se las ingenia para hacer quedar como un idiota un milico de alto rango, en plena dictadura franquista.
El cuarto álbum es el que más me gustó. Los Alienígenas es una saga de 64 páginas con un ritmo increíble, giros argumentales que nunca te ves venir, chistes gloriosos, escenas de acción tremendas... Está claro que a esta altura Super López ya es mucho más que un gaste a los clichés de los comics de Superman y demás superhéroes. Ya sin la colaboración de Efepé, el maestro Jan da una cátedra de historieta desopilante, trepidante, por momentos realmente apasionante. Y el quinto álbum, ya con el dibujo y la puesta en página a un nivel descomunal, es El Señor de los Chupetes, un arco que empieza como una especie de parodia al Lord of the Rings de J.R.R. Tolkien, pero se empieza a enroscar hasta convertirse en un despelote narrativo en el que algunas peripecias (y algunos chistes) se repiten varias veces y por momentos se hace difícil de seguir... lo cual es imperdonable si pensamos que Super López es una historieta apuntada al público infanto-juvenil. Acá también hay ideas limadas, gags muy efectivos, un hilo argumental que no tiene que ver con "nos reimos de lo pelotudas que son las historietas de Superman"... pero la sobrecarga de elementos, de personajes y de escenas de acción en las que no se resuelven los conflictos hacen que se sienta larga, complicada al pedo, y a la larga aburrida.
Por supuesto no recomiendo leerse de un saque las 320 páginas que ofrece este libro. Yo le metí varias pausas, en las que encaré otras lecturas, porque si no se hace agobiante. Si bien el dibujo de Jan es hiper-ganchero, accesible y te invita a sumergirte al toque en el relato y bancarlo hasta el final, cinco álbumes de sesenta y pico de páginas al hilo pueden ser una sobredosis contraproducente. Y ya está, no compro más álbumes de Super López, a menos que algún amigo que sea experto en la obra de Jan me muestre uno de los tomitos de 64 páginas y me diga "este es EL pulenta, el Sulfato Atómico de Super López, las Joyas de la Castafiore de Super López, ese álbum único y fundamental que le pinta la cara a todos los demás de la colección". Hace un año, el maestro Jan (que ya es un señor de más de 80 años) anunció el final de Super López y en Febrero de 2022 apareció el último álbum de la serie. Nunca es tarde para visitar los inicios de este anti-super-héroe que supo robarnos unas cuantas risas a varias generaciones de lectores.
jueves, 19 de enero de 2023
NOCHE DE JUEVES
Otros dos libritos leídos, como para mantener un buen ritmo en la subida de reseñas al blog.
Empiezo con el Vol.1 de Innocent, un manga de 2013 que Ivrea empezó a publicar en Argentina en 2022. Esto me llamó la atención como para comprarlo, por tres motivos: 1) no es un shonen, 2) está ambientado en Francia, en la época previa a la revolución de 1789, y 3) el dibujo no se puede creer. El manga aparece firmado por Shin´ichi Sakamoto y cada viñeta es un delirio. La cantidad y complejidad en los detalles, las texturas, la iluminación, la recreación de palacios, carruajes, vestimenta, es algo inexplicable. A medida que pasan las páginas resulta cada vez más imposible que una persona pueda dibujar así, sostener ese nivel durante todo un tomo... y por suerte al final, cuando termina el manga, aparece una página en la que el autor da a conocer la lista de todos sus colaboradores, que son un montón. Esa página parece los créditos finales de una peli de Marvel, y la verdad que es un alivio, porque la idea de que un solo tipo hiciera todo el trabajo que se ve en este manga es realmente desoladora. Para sus colegas, sobre todo. Aunque el tema no me interesara, aunque el guion me pareciera un excremento indigno siquiera de ser arrojado al Cinturón Ecológico, creo que no me arrepentiría de haber comprado Innocent solo por el nivel visual que supo darle el Team Sakamoto a esta primera entrega.
El ritmo del relato es bastante lento, se cuelga en algunas escenas oníricas que están medio al pedo, pero el conflicto central está bueno. Charles-Henri Sanson es un muchacho joven, medio emo, bastante afeminado, al que le perturba la idea de tener que seguir de prepo con la profesión de su padre, que es verdugo. Y no cualquier verdugo sino el Number One, el tipo que se encarga de ejecutar a espadazo limpio a cualquiera que sea señalado por las autoridades de París (o sea, por una elite acomodada, integrada por la Familia Real y los nobles) como condenado a muerte. Presionado y hasta torturado físicamente por su familia, a Charles-Henri no le va a quedar otra que afilar la espada y empezar a practicar y para la segunda mitad del tomo esto va a escalar a niveles de mucha tensión. El Team Sakamoto explora a fondo la psiquis de este muchacho, la vida de las familias bacanas en la París de fines del Siglo XVIII, el rol de los verdugos en el sistema de justicia de aquella época y no se anda con chiquitas, ni para retratar la crueldad de las torturas y ejecuciones ni para mostrar escenas de besos entre varones.
Lo que se nos cuenta acá en 200 páginas se podría comprimir tranquilamente en 50, pero la verdad que visualmente es un manga tan hermoso, que por mí, estirámelo a 500 páginas. La edición de Ivrea es muy buena (por ahí al ser una historia ambientada en Francia y en 1755 se podría haber usado el "tú" en vez del "vos" para los diálogos) y tengo para leer en unas semanas el Vol.2, tras lo cual me decidiré a seguir o no hasta el final esta serie que por ahora es muy interesante en lo que plantea y alucinante en la forma de plasmarlo gráficamente.
Me vengo a Argentina, año 2021, y digo "la puta madre que lo parió, ¿cómo puede ser que este libro no haya ganado todos los premios Banda Dibujada, Cinder, Trillo, Oscar, Tony, Globo de Oro, Oso de Plata y Bizcochito de Grasa?". Me acuerdo que en su momento publicamos algo en el sitio web de Comiqueando, pero nunca había tenido el libro en mis manos, ni oído ningún comentario al respecto, hasta que en 2022 el dibujante me lo regaló en un evento en Mendoza en el que coincidimos. El libro se llama Vorágine y es maravilloso desde la portada. No puedo entender cómo pasó por debajo del radar de la gran mayoría de los que nos dedicamos a difundir la historieta argentina.
El guion lo firma M.J. Livien (que probablemente sea un pseudónimo de alguien que en realidad se llama Pablo Alfaro) y el dibujo es obra de Nicolás Viñolo. Es una novelita corta, de 52 páginas, que se disfruta de punta a punta. Para la tercera viñeta, ya estaba convencido de tener en mis manos un comic de la Mega-San Puta. No quiero spoilear nada del argumento, pero va para el lado de un suceso extraño, tipo Twilight Zone, que no se sabe si Livien explicará por el lado mágico, científico, onírico, o si nunca se explicará. Hay que estar atentos hasta el final y prestar mucha atención. Y dejarse sorprender y emocionar. Y divertirse con los diálogos (que son brillantes), en los que participó también Guido Barsi, uno de los editores del libro.
El dibujo de Viñolo es magnífico, me hizo acordar al mejor Josep Ma. Beroy, pero con una narrativa más ágil. Lápiz, tinta y grises puestos en el Photoshop le alcanzan a Viñolo para conjurar todo tipo de climas, desde momentos de comedia muy placenteros, momentos de suspenso y tensión que te ponen nervioso, hasta momentos en los que se pudre todo y explotan la machaca y el terror extremo. Me hice hardcore fan de Nicolás Viñolo, un dibujante a tener MUY en cuenta y a seguirlo de cerca en sus próximos proyectos, que ojalá sean muchos y de más visibilidad.
No sé cómo recomendar lo suficiente este libro. Veo que se imprimieron solo 300 ejemplares, así que hasta me animaría a comprar los que todavía no se hayan vendido para regalárselos a mis amigos comiqueros. Y a la vez espero que se hayan vendido todos, porque Vorágine merece agotar esa edición y muchas más. Y por otro lado (ya veleteo más rápido que un diputado de la UCR) pienso que si los 300 ejemplares se agotaron, quienes descubran Vorágine gracias a esta reseña no lo van a poder conseguir y se van a quedar con una calentura importante. Qué lindo es saber que, aunque sea así, en una escala tan chiquita que casi no lo detectamos ni siquiera los que nos dedicamos a esto, Argentina sigue produciendo historietas de esta calidad.
Y hasta acá llegamos, por hoy. Tengo empezado un mega-broli de chotocientas páginas y otro un toque más breve, así que en cualquier momento se vienen nuevas reseñas, acá en el blog. Muchas gracias por el aguante, y un agradecimiento especial a tod@s l@s que se suscribieron al canal de YouTube de Comiqueando (ya somos más de 5.200) y a tod@s l@s que descargaron la Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com.
Etiquetas:
M.J. Livien,
Nicolás Viñolo,
Shin´ichi Sakamoto
martes, 17 de enero de 2023
MARTES A TODO CALOR
Estos días con pocas obligaciones, en los que hay mucha gente de vacaciones y poca rompiendo las pelotas a los que nos quedamos acá en Buenos Aires, aprovecho para bajar un poco los pilones de lecturas pendientes.
Es hora de volver a Fables, que la tengo abandonada desde el 18/08/19. Ya no falta nada: este tomo (Vol.21) es el anteúltimo y la ambiciosa serie de Bill Willingham y Mark Buckingham termina en el 22, que está ahi en el pilón, agazapado. Este es, lógicamente, otro clásico tomo de pretemporada, con nueve episodios en los que todo lo que pasa tiene que ver con preparar el terreno para los sucesos con los que Willingham va a cerrar la serie. El conflicto entre Snow White y Rose Red, el plot que involucra a Bigby y el que gira en torno al Príncipe Brandish son las puntas argumentales que impulsan esta extensa saga. Saga en la que además, como ya no los necesita, Willingham hace boleta a varios personajes, algunos de los cuales venían desde el inicio de la serie, con bastante protagonismo. El tono predominante es el de la rosca palaciega, con muchas escenas basadas en el diálogo entre los personajes, incluso con espacio para revelaciones importantes que tienen que ver con el pasado de algunos de los protagonistas que aún están en pie. Pero también hay espacio para la machaca fuera de control, a todo o nada, e incluso en el tercer episodio de los que reúne el TPB pasa algo que nunca pensé que iba a ver: la gente común de New York descubre a Fabletown. El hechizo que hacía que los "mundis" no pudieran ver la morada de las fábulas no existe más y ahora cualquiera que se acerque al Upper West Side tiene frente a sus ojos el edificio donde viven casi todos los protagonistas de la serie.
O sea que en un marco de franela, especulación y conjeturas acerca de lo que hará o no cada uno de los involucrados en el gran final, hay muchas sorpresas, muchas emociones y muchas escenas impresionantes. Obviamente si nunca leíste Fables, este no es el punto donde te recomiendo sumarte. Hay que ir bastante más atrás para entender todo, y sobre todo para familiarizarse con el amplísimo elenco de la serie. El dibujo de Mark Buckingham se mantiene en el grandioso nivel de siempre, y entre los dibujantes invitados (que aportan tres o cuatro paginitas en cada número), quienes más se lucen son Nimit Malavia, Shawn McManus y Eric Shanower. El mes que viene, sin falta, la reseña del último tomo de Fables.
Ahora me vengo a Argentina, donde en 2021 se publica Puerto Kraken, obra del guionista Cristian Blasco y el dibujante Jorge Copó. Perdón: GRAN obra del guionista Cristian Blasco. Acá el autor cordobés demuestra que también en el género de los superhéroes se mueve con mucha categoría. Puerto Kraken es una saga estructurada como si fuera una miniserie de cinco comic books, dividida en capítulos de 22 páginas (salvo el último, que es un poquito más largo) que inevitablemente terminan en cliffhangers jodidos como enema de chimichurri.
A Blasco le alcanzan menos de 120 páginas para presentar un universo con héroes, villanos, conflictos grossos, explicaciones verosímiles para la existencia de estos tipos y minas con superpoderes, desarrollo de tres personajes muy fuertes, con muchísima carnadura humana, y por si fuera poco, te cierra el libro con todas las puntas argumentales cerradas de manera satisfactoria, sin frutear ni escaparse por ninguna tangente. En el contexto del mainstream yanki, probablemente Puerto Kraken desentonaría un toque porque es un poco salvaje, hay un nivel de violencia que pocas editoriales habilitan para sus combates entre héroes y villanos. Y además hay dilemas éticos muy espesos, gracias a los cuales llega un punto en que la línea entre buenos y malos se hace finita, casi imperceptible. Claramente el guionista está pensando en un público adulto, que se banca y celebra el grim ´n´gritty, la ambigüedad moral y la violencia extrema. Y le sale muy bien: Puerto Kraken es una muy buena historia para los amantes de un comic de superhéroes más jugado y menos condescendiente.
El dibujo de Copó no me copó (perdón, no pude evitarlo). Tiene páginas muy lindas, pero en general sus cuerpos en acción se ven un poco estáticos, les falta plasticidad en los movimientos. Las expresiones faciales fluctúan entre grandes aciertos y pifias notorias, y los fondos aparecen muy de vez en cuando. Hay algunas composiciones gestadas para destacar dibujos de gran detalle y gran despliegue en edificios y puentes, pero la verdad son muy pocas las veces que Copó impacta a la hora de dibujar fondos. El armado de las secuencias en general es correcto, la aplicación de los grises (tributaria de Juan Ferreyra y Salvador Sanz) también es correcta, pero la gran falla está en los cuerpos en acción, y eso es algo que en un comic de superhéroes se nota demasiado. Por ahí en el lápiz se veía otra dinámica, otra fluidez, y en la tinta se perdió... La verdad que no lo sé. Pero, sin ser un desastre ni mucho menos, me parece que Copó no era el dibujante ideal para esta historia. Me la imagino dibujada por otros profesionales con más cancha en el manejo de la anatomía y de ciertos yeites del dibujo superheroico y lo que veo en mi mente me gusta bastante más que lo que veo en el papel. Repito: sin ser un desastre. De hecho hay muchos dibujos que, sacados del contexto de la historieta, se verían buenísimos como pin-ups, posters o figuritas. Si como yo venís siguiendo la constante evolución de Cristian Blasco, no dejes de visitar Puerto Kraken.
Y nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.
Etiquetas:
Bill Willingham,
Cristian Blasco,
Fables,
Jorge Copó
sábado, 14 de enero de 2023
SÁBADO ESPLÉNDIDO
El día no puede estar más lindo y yo acá, escribiendo reseñas de los últimos comics que leí.
En una cueva de saldos de Montevideo me encontré muy barato (aunque un poquito baqueteado) el primer álbum de Yoko Tsuno, del maestro Roger Leloup, en una edición española que nunca había. Tenía una mínima idea de para dónde iba esta serie tan importante para el comic franco-belga, pero esta fue mi primera lectura en serio de un álbum de Yoko Tsuno. Lo primero que me sorprendió es que Leloup no hace el menor intento de presentar al personaje principal, como si todo el mundo la conociera desde siempre. Ahora encuentro en Google el dato de que "Viaje Inesperado" (o Le Trio de l'étrange, como se llama en francés) no es la primera aventura de Yoko, sino la quinta. Las cuatro anteriores son historias cortas que, al igual que esta, aparecieron en el semanario Spirou hace más de 50 años, en los albores de la década del ´70.
La mejor de las sorpresas es la calidad del dibujo de Roger Leloup. Una bestia, realmente. Sobre todo cuando tiene que dibujar tecnología: naves, bases espaciales, laboratorios científicos... no recuerdo otros dibujantes de la Spirou con esa capacidad para dibujar este tipo de locaciones. Leloup propone un estilo más realista que el de los típicos autores de la línea clara de Marcinelle. Uno solo de los personajes secundarios (Vic, el más copado) tiene rasgos que lo emparentan con la estética de André Franquin y sus seguidores, mientras que Yoko, el resto del elenco y todos los fondos están dibujados de manera mucho más realista, en un registro no muy distinto del que exhibía Jean-Claude Mézieres en esos mismos años, en las primeras aventuras de Valérian. Hoy el color se ve un poco anticuado, y el tema de tener muchísimas páginas con 10 o más viñetas hace que el dibujo no se luzca tanto, pero sin dudas es lo que más me atrajo de este álbum.
El guion es raro. Por un lado, está todo el tiempo atrapado en la tensión entre una aventura heavy, con peligros extremos y clima de suspenso asfixiante... a la que Leloup trata de meterle chistes, de vez en cuando, para descomprimir, y porque esto se publicaba en una revista que tiene la costumbre de mezclar aventura y humor. Y por el otro, hay como una dicotomía entre un guion repleto de elementos fantásticos muy fumados, y cierta pretensión de realismo, de darle un cierto verosímil a todos estos conceptos locos. Entonces cada dos por tres nos encontramos con personajes que explican cómo pueden ser posibles todas estas cosas tan limadas en un contexto de "realismo". Eso se hace bastante aburrido, sobre todo en la segunda mitad del álbum. Y tampoco ayuda el muy precario rotulado del que adolesce esta edición española.
No le quiero caer con todo al guion de Leloup, porque es su primer relato extenso, está escrito en 1972 y traducido por una editorial que no me inspira la menor confianza. Pero sí dejar en claro que, a la luz de la calidad del dibujo y de la chapa que tiene Yoko Tsuno entre los especialistas en comic franco-belga, esperaba un toque más. En una de esas, más adelante, le doy otra oportunidad, porque la idea de la serie y la construcción del personaje de Yoko me parecieron copadas.
Me voy a EEUU, año 2014, cuando Dark Horse publica Loverboys, una novelita autoconclusiva escrita y dibujada por Gilbert "Beto" Hernandez, sin referencias a Palomar ni a sus personajes más conocidos. Esta es la clásica historia de "pueblo chico, infierno grande", centrada en los vínculos casi endogámicos que se dan entre los poquísimos pobladores de Lágrimas, una pequeña localidad donde todos se conocen. Beto construye la trama en base a secretos y traiciones, con amores prohibidos, amores cuestionados y -sobre todo- sexo sin amor. Acá no hay ni buenos ni malos, hay gente que vive vidas grises y aburridas y se entretiene como puede. Todo el cariño que me había generado la Sra. Paz a lo largo de las primeras 45 páginas se me fue por el inodoro cuando la vi acostarse con el goma de Seymour, y el resto de los personajes nunca me generó la menor simpatía.
El problema de Beto es que a esta altura de su carrera y de su jerarquía como narrador, solo compite contra el propio Beto. Y ahí es donde Loverboys pierde contra las otras obras del ídolo, porque no tiene personajes tan atractivos, no tiene elementos fantásticos, la trama no pega giros bizarros, Beto no dibuja nada que no haya dibujado ya muchas veces y lo único que realmente se destaca es cómo cuenta la historia. Cómo planifica cada secuencia de la manera más perfecta posible para que el lector se vea sumergido en la historia y la viva como si estuviera mirando por la ventana a seres humanos de carne y hueso. Pero en el contexto de la obra de esta bestia, eso no alcanza para poner a Loverboys en la categoría de Obra Maestra o de clásico fundamental.
Quizás por eso de no verse obligado a dibujar cosas que nunca antes había dibujado, acá Beto resuelve la faz gráfica medio de taquito, de manera un poco displicente, onda "me lo saco de encima rápido". Obvio que los fans de Beto no le pedimos que se rompa el culo en el dibujo, porque sabemos que lo más importante es el flujo del relato, pero acá hay un par de secuencias que, con un poco más de esfuerzo en la etapa del lápiz o la tinta, pegarían más fuerte. Y bueno, no se puede dar la vuelta olímpica en todos los torneos. Acá tenemos 80 páginas de Beto que son gloriosas comparadas con 80 páginas random de la inmensa mayoría de los autores yankis que hoy publican en ese mercado, pero que para los que lo seguimos desde Cemento dejan un sabor agridulce, porque les falta una vuelta de tuerca más asombrosa, o más original.
Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.
jueves, 12 de enero de 2023
NOCHE DE JUEVES
Bueno, acá estamos con nuevas lecturas para comentar.
Después de un larguísimo paréntesis, me devoré el Vol.2 de Black Hammer (la reseña del Vol.1 apareció el 27/06/19), la gran serie de Jeff Lemire que le da una vuelta de tuerca extrañísima y brillante al típico homenaje/ deconstrucción de los clásicos superhéroes de la Silver Age y aledaños. Acá tenemos una historia coral, tan atrapante que te hipnotiza, porque Lemire todo el tiempo incorpora elementos dramáticos pensados para generar tensión y al mismo tiempo para profundizar en la construcción de los personajes. El plot que en el Vol.1 era bastante secundario (la hija de Black Hammer quiere llegar a la verdad y descubrir qué pasó con su padre y sus compañeros de super-grupo) esta vez es mucho más importante, al punto de ser el auténtico hilo conductor de la trama. Pero hay mucho más, porque entre flashbacks y escenas medio descolguettis (el nº9, dibujado como los dioses por David Rubín, es prácticamente una escena descolguetti que dura todo un número) el universo de Black Hammer gana coherencia y profundidad página a página. Para el final del tomo, uno empieza a sospechar que acá está pasando algo muy parecido a lo que pasó en WandaVision, varios años después: alguien de infinito poder mágico alteró la realidad y creó un mundo con sus propias reglas, restringido a una zona específica. Veremos si esto realmente es así.
Ya que nos metimos con la magia, es una buena manera de explicar lo que hace Dean Ormston en la faz gráfica. Lo de Rubín es excelente porque el guion le permite jugar al despliegue, al kilombo, a la estridencia, que son terrenos que el gallego domina de taquito. Pero lo de Ormston te parte el cráneo, porque va justamente para el otro lado, para el lado de des-enfatizar la machaca, de recordarnos todo el tiempo que estos tipos y minas alguna vez fueron superhéroes, sin apelar en lo más mínimo a la estética ni al ritmo narrativo que caracterizan a los relatos de este género. O sea que estamos frente a un comic con un guion profundo, atrapante y original, al que acompañan dibujantes de un nivel exquisito. ¿Hace falta pescar las referencias a las mitologías de Marvel y (especialmente) DC para entender Black Hammer? Yo creo que no, que se puede disfrutar perfectamente sin cazar todos esos guiños nerds a los comics de los ´60 y ´70 que mete Lemire. Por eso me animo a recomendársela a full incluso a quienes no tienen mucha lectura superheroica (piyamera, diría el maestro Álvaro Pons) a cuestas. Espero conseguir pronto el Vol.3, porque esto me dejó infinitamente cebado.
Flashback a otra antigua reseña de este blog, ahora al 25/03/13, cuando veíamos aquella historieta centrada en la batalla de Tucumán y otras proezas militares del general Manuel Belgrano. Hoy tengo para comentar un libro de 2021, titulado Las Hazañas de Belgrano y el Pueblo Jujeño, obra de las historiadora Gabriela Quiroga y el historietista Fernando León González (también conocido como Junior). El libro tiene dos problemas insoslayables, a saber: 1) se imprimeron solo 1000 ejemplares de un libro que debería estar en las bibliotecas de toda Argentina, o incluso de toda Latinoamérica. 2) Por momentos la tipografía de los diálogos es tan chiquita que se torna ilegible. Esto empeora en los bloques de texto, donde un genio del mal tuvo la perversa idea de poner la letra en blanco sobre bloques negros. El relato, contado en primera persona por el propio Belgrano, recurre mucho al bloque de texto, pero hay muchas páginas en las que estos son imposibles de leer
Fuera de estas malas decisiones, el libro ofrece una lectura sumamente placentera. Cuenta los hechos históricos con rigor documental, pero les pone onda, los hace gancheros, se anima a darle profundidad a un par de personajes, te hace sentir el espesor de los conflictos, la épica, y además explica muy bien el contexto en el que se producen estos actos de heroismo, valentía y patriotismo extremos. Todo avanza a muy buen ritmo, porque felizmente la narración no está estirada, ni comprimida para meter todo en una X cantidad de páginas. Por supuesto Belgrano acá es un capo absoluto, incuestionablemente bueno, rayano en la perfección moral. Lo cual no sé si es 100% preciso a nivel histórico, pero funciona muy bien en el contexto de la historieta, que para encajar en el molde de la aventura épica necesita un héroe, y lo encuentra con creces en el creador de la bandera argentina.
La lectura se hace entretenida en buena medida gracias a la labor de González, que dibuja todo de manera muy dinámica, con tanta cancha para la narrativa gráfica que a veces le alcanzan solo las siluetas negras para retratar una escena. El dibujo es rico en detalles de gran rigor documental, y a la vez expresivo y accesible. González sorprende con algunas ilustraciones a todo color muy hermosas, y con esas páginas dobles en las que grafica las batallas de una manera clara y espectacular, algo difícil si tenemos en cuenta la cantidad de elementos que hay en escena. Por momentos el dibujante pone en juego más técnicas de las que convenía utilizar, pero esto no hace demasiado ruido porque en todas demuestra un manejo más que competente.
Hace unos años hubo una colección de historietas basadas en hechos de la historia argentina que coordinaba Felipe Pigna para la editorial Planeta, que se conseguía en cualquier librería del pais. Eso en un momento se discontinuó y hoy hay esto: un libro impreso en San Salvador de Jujuy del que solo existen 1000 ejemplares, que probablemente desconozcan la mayoría de los fans de la historieta argentina, e incluso muchos potenciales interesados en la vida y las hazañas de Manuel Belgrano. Por lo menos está bueno. Imaginate si además fuera una cagada...
Nada más, por hoy. Gracias por tanto, perdón por tan poco y será hasta la próxima.
Etiquetas:
Black Hammer,
Dean Ormston,
Fernando León González,
Jeff Lemire
martes, 10 de enero de 2023
MARTES AL MEDIODÍA
Me hubiese encantado postear estas reseñas ayer o anteayer, pero bueno, pasaron cosas...
Volví a leer el principio de Monster, de Naoki Urasawa, que conocía gracias a la fracasada y lamentable experiencia de LARP. Y me acordaba casi todo, lo cual es muy raro. De nuevo, al terminar las primeras 200 páginas pensé "¿en serio esto es una serie de más de 3500 páginas? ¿Para qué, si con esto, con mínimos ajustes en el final, tenías un tomo unitario perfecto?". Pero claro, faltaba resolver lo de la hermana gemela de Johan, lo cual ocupa el centro de la escena en las 160 páginas siguientes. De nuevo, con mínimos cambios en el final, la trama se podría haber resuelto de manera categórica, potente y muy satisfactoria, y dejado todo ahí, en 360 páginas de gloria infinita.
Sin embargo a Urasawa se le ocurre cómo seguir la historia y las últimas 40 páginas del tomo nos adelantan para dónde va a ir la cosa: el Dr. Tenma va a invertir los roles y se va a convertir en el cazador implacable decidido a hacer lo que haga falta para ponerle fin a los crímenes de Johan, el pibe al que él mismo le salvó la vida nueve años atrás. Nada de esto hacía falta, pero confío en que Urasawa se las va a ingeniar para que el conflicto gane espesor, y el suspenso nos tenga atrapados hasta el final de la obra. En el medio hay un misterio interesante, que es cómo corno Johan se convirtió en el asesino perfecto. También hay cierta ambigüedad en la forma en que Anna/ Nina narra su versión de los trágicos hechos que acabaron con la muerte de sus padres, así que seguramente habrá revelaciones por ese lado. Y lo que menos me interesa es el plot de "la policía cree que Tenma es el autor de los asesinatos", algo que se vuelve irrelevante porque a los lectores nunca nos quedan dudas de que Tenma es inocente. Esto le va a servir (digo yo) a Urasawa para meterle tensión a la trama, porque Tenma, además de perseguir a Johan, va a tener que escaparse una y mil veces de las autoridades. Y cada vez que eso pase, yo voy a bostezar.
De nuevo, confío en que Urasawa le de vueltas de tuerca sorprendentes y novedosas a este planteo argumental, que introduzca nuevos personajes, nuevos conflictos... lo mismo que le veo hacer tomo a tomo en 20th Century Boys. El dibujo está casi a ese mismo nivel inverosímil que disfrutamos en la otra obra del ídolo que publica (de vez en cuando) Ivrea, con esa expresividad en cuerpos y rostros que potencian a full el dramatismo de la puesta en escena y de los diálogos. Las páginas a color son preciosas y si bien el ritmo es lento, y por momentos exasperante, está todo pensado para atrapar al lector y asfixiarlo con lo jodido de lo que sucede y con la forma de mostrarlo. Por cómo está narrada, Monster parece una serie de TV de las de ahora, pero Urasawa la dibujó en la segunda mitad de los ´90, o sea que estaba muy adelantado a su época. Disfrutémoslo y roguemos para que nunca falten obras de Naoki Urasawa en el mercado local.
Me voy a 2008, cuando una editorial británica y una canadiense co-producen una adaptación al comic (la enésima) de Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde, el clásico de Robert Louis Stevenson que aún hoy ejerce una fascinación (sumamente entendible) en autores y lectores de todo el mundo. Esta vez, los encargados de contar en imágenes la desgarradora historia de Jekyll y Hyde son nada menos que el inolvidable Alan Grant y el siempre sólido Cam Kennedy. Se trata de un trabajo sobrio, sin excesos, donde se nota que ambos autores se esfuerzan por no irse a la mierda con el gore, ni con lo grotesco de las situaciones imaginadas por Stevenson. Los textos de la Bruja respetan a rajatabla los del relato original, como si el guionista quisiera permanecer oculto, convencernos de que no estamos leyendo a Grant, sino a Stevenson. Son pocas las escenas con mucho diálogo o muchos bloques de texto, con lo cual hay espacio para que Kennedy se luzca a full, en un estilo que remite enseguida a Carlos Ezquerra y con puestas en página que alternan entre las más tradicionales y algunas más arriesgadas. El color de Jamie Grant (el mismo de clásicos como All-Star Superman, por ejemplo) es maravilloso y se complemente a la perfección con la línea de Kennedy.
No tiene sentido hablar del argumento porque es, ni más ni menos, el mismo que escribió Stevenson en 1886. Simplemente subrayar que la historia está muy bien llevada, que al toque Grant y Kennedy te meten en esa Inglaterra de fines del Siglo XIX y que, si no conocés la historia (lo dudo, pero bue...), el misterio se devela recién al final, cuando la tensión ya te dejó al borde del abismo. El libro tiene apenas 40 páginas de historieta, pero si sos fan de Cam Kennedy, o de la querida Bruja Grant, o de este tremendo relato de Stevenson, vale la pena conseguirlo y atesorarlo.
Nada más, por hoy. Ni bien pueda, vuelvo a la carga con nuevas reseñas, acá en el blog. Y si quieren leer más, hay un montón de notas magníficas en el nuevo número de Comiqueando Digital, que se puede descargar por muy poquita plata en https://comiqueandoshop.blogspot.com/. Gracias y hasta pronto.
Etiquetas:
Alan Grant,
Cam Kennedy,
Naoki Urasawa
jueves, 5 de enero de 2023
TARDE DE JUEVES
Estoy arrancando dos nuevos proyectos, y como típico ansioso/ culo inquieto, hasta que empiecen a avanzar a la velocidad que uno desearía, estoy medio que camino por las paredes. ¿Con qué me relajo? Leyendo comics. Así que ya tengo otros dos libritos para comentar.
Empezamos en 2017, cuando sale en Estados Unidos el Vol.3 de Paper Girls, la famosa serie de Brian K. Vaughan y Cliff Chiang. Lo primero que tengo para decir es ¡qué barbaridad el dibujo de Chiang!. El tipo encontró una síntesis, se despojó de un montón de detalles que metía en su época de "quiero ser Arthur Adams pero no me da el cuero" y ese aprender a dibujar menos potenció muchísimo su trazo, lo hizo más lindo, más expresivo y más funcional al rol narrativo del dibujo. Las páginas son equilibradas, transmiten una sensación de "está todo bajo control", hay una buena variedad de planos, la acción fluye de modo absolutamente natural, la puesta en página es clásica pero no aburrida, y por supuesto el color de Matt Wilson apuntala muchísimo la labor de Chiang. Por ahí sin ser tan flashera como la de Saga, la faz visual de Paper Girls tiene todo para seducir al lector que compra comics por los dibujos.
En la lectura del tomo, me pasa lo mismo que con Saga: no sé si lo que me está contando Vaughan va para algún lado o si es relleno. Me divierto, por momentos me emociono, me interesa lo que le pasa a los personajes, me copan los diálogos, logro vibrar al ritmo de las peripecias que movilizan la trama... pero desconfío un toque. ¿Todo esto tendrá un peso real en el contexto mayor de la obra? ¿O son simplemente ideas que se le ocurren al guionista para tener a las protagonistas en constante peligro, episodio tras episodio, sin más sentido que el de llenar un par de TPBs más y estirar la saga? Ya nos pasó con Y, The Last Man, donde hay arcos argumentales enteros que no aportan nada a la trama global de la obra, por eso uno duerme con un ojo abierto.
Pero lo importante es que, como decía recién, la lectura es ágil y ganchera y los personajes tienen un carisma innegable. Entonces, aunque nada de todo esto conduzca a ningún punto cercano a la resolución de los conflictos centrales, se disfruta un montón. Ya veremos, cuando llegue al final, cuánto de todo este tramo "del medio" era relleno y cuánto era un sembradío de elementos dramáticos que van a resultar importantes para darle un cierre a Paper Girls. Por ahora la onda es relajarse y gozar de las locas aventuras de Mac, KJ, Tiffany y Erin, verlas crecer, tomar decisiones jodidas, sufrir, ganar, perder y buscarle la vuelta a este extraño laberinto espacio-temporal en el que están atrapadas. Me falta leer toda la segunda mitad de la obra, así que tranqui, hay Paper Girls para rato y en los tres TPBs que se vienen me esperan otros 15 episodios dibujados como los dioses por Cliff Chiang. El único detalle es que no tengo los tres libros que me faltan y no sé cuándo los voy a comprar, pero eventualmente llegarán...
Me voy a Chile, al año 2018, cuando se publica 1959, la esperada secuela de 1899. Francisco Ortega y Nelson Dániel regresan al universo que imaginaron para aquella impactante novela gráfica (ver reseña del 19/12/12) y sí, con el correr de las páginas me di cuenta de que convenía tener fresca esa "primera parte" que yo había leído más de 10 años atrás... y de la que obviamente me acordaba muy poco.
De todos modos, 1959 explica bastante el contexto en el que transcurre la aventura, e incluso termina con un glosario en el que Ortega brinda muchísima información acerca de cada uno de los personajes y conceptos que aparecen en la obra. Al igual que 1899, esta secuela juega con personas que existieron en nuestra realidad, y les da nuevos roles en este universo imaginario. Esta vez los protagonistas son el Che Guevara, Salvador Allende y Augusto Pinochet, y en los roles secundarios tenemos a John F. Kennedy y a Eva Perón. Pero como esto no le alcanza, Ortega nutre a la trama con personajes y conceptos tomados de ficciones de Edgar Rice Burroughs, H.P. Lovecraft, H. Rider Haggard, e incluso de sus propias ficciones, porque tenemos varias citas a Mocha Dick (la famosa novela gráfica de Ortega y Gonzalo Martínez) y a Disfrazados, una de las tantas obras 100% literarias del autor.
El relato logra inquitar con su clima de permanente conspiración, donde nunca sabés quién dice la verdad y quién miente, donde todos pueden ser traidores o impostores, y eso, sumado a lo ambicioso de los conceptios fantacientíficos que pone en juego Ortega, hace que la tensión se mantenga hasta el final. Esta vez veo muy poco probable que se venga un tercer arco argumental ambientado en el "universo metahulla", porque el final de 1959 es bastante más definitivo que el de 1899. Pero cuando tenemos enfrente a un autor con la imaginación y la erudición de Ortega, es difícil descartar cualquie hipótesis.
El dibujo de Nelson Dániel, sin ser demasiado original, está muy bien. El guion le exige proezas inverosímiles, decorados, criaturas, armas, naves, razas enteras, páginas bastante cargadas de texto, y Dániel sale muy bien parado de cada uno de estos desafíos. La narrativa es clara (solo se enreda cuando arma esa doble página repleta de cuadritos en la que muere Evita), la aplicación de los grises es magnífica, la acción y las expresiones faciales están bien retratadas, los monstruos y los villanos logran meter miedo y la resemblanza con las personas reales está muy bien lograda en todos los casos salvo el de Kennedy, que podría ser tranquilamente... Mel Gibson. O Sam Neill. Recomiendo esta novela gráfica sobre todo a los que la pasaron bomba con 1899, pero también a quienes se interesen por una ucronía compleja y ambiciosa, narrada en clave de aventura extrema por dos autores chilenos de primera línea.
Nada más, por hoy. Muchas gracias a los que descargaron la nueva Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/ y a quienes todavía no lo hicieron, les pido que se copen, porque con menos de lo que vale una docena de facturas, nos ayudan un montón y se llevan 212 páginas de material 100% inédito, y excelentes contenidos audiovisuales que no son los que están al alcance de todos en el sitio web o el canal de YouTube de Comiqueando. Será hasta muy pronto (creo).
Etiquetas:
Brian Vaughan,
Cliff Chiang,
Francisco Ortega,
Nelson Daniel
martes, 3 de enero de 2023
DECIMOCUARTA TEMPORADA
Qué locura, no? Ya se cumplieron 13 años desde que empezó este blog, y ahora inauguramos una Temporada 14, que se va a desarrollar (ya veremos con qué frecuencia de publicación) a lo largo de este 2023 que recién se asoma. Sin cancherear, tengo una cantidad grotesca de libros sin leer, creo que desde 2017 que no acumulaba pilones tan zarpados en el sector de los pendientes, así que la idea es darle átomos este año. Por ahora, cuelgo un toque la historieta argentina actual, para darle cabida a material de otros países, en incluso a obras de autores locales, pero de años (o décadas) anteriores.
Empiezo en España, año 2005, con la segunda parte de un díptico. Nunca vi el Vol.1 de Ari, la Salvadora del Universo, pero encontré el Vol.2 muy barato en una librería de usados de Montevideo y me lo traje. La verdad que estas 46 páginas explican bastante bien lo que pasó en la entrega anterior y además brindan un relato bien contenido en sí mismo, con su propia estructura dramática, sus propios conflictos y una resolución potente de todo lo que se planteó en ambos álbumes de la serie.
El guionista es el siempre solvente Hernán Migoya, que domina con aplomo la narración de historietas de género. Acá aborda la ciencia ficción en clave épica, con dos facciones trenzadas en una guerra a muerte en una sociedad hiper-tecno del futuro. Como suele suceder en los buenos relatos de ci-fi, la ambientación futurista de Ari es apenas un maquillaje atractivo para proponer historias que hablan de nuestro presente. Ni bien la acción da un respiro, Migoya hilvana una atractiva trama de conjuras palaciegas, luchas de poder y turbias runflas entre los líderes supuestamente enfrentados para que todo siga más o menos como siempre. Pero alguien hará honor a la sangre derramada y esta intrincada red de acuerdos y traiciones va a ser desarticulada por la protagonista de manera impredecible y bastante violenta.
El dibujo, a cargo de Man, es dinámico, accesible, con bastante influencia del shonen y algunos resabios de su época de dibujante de historietas porno que se notan en la sobre-sexualización de algunos cuerpos. Man se banca páginas de 10 ó 12 viñetas sin enkilombar la narrativa. Incluso en las secuencias donde solo hay machaca, tenemos páginas de 10 o más viñetas, lo cual acota el margen de lucimiento para el dibujo. Pero cuando puede planificar viñetas más grandes, Man le pone mucho empeño a naves, edificios y esas cosas que en los comics porno nadie le pidió jamás. Supongo que esto mismo contado en páginas, con mayor despliegue de viñetas grandes, se vería mejor, pero así está muy bien. El color (también a cargo de Man) es muy correcto y hace un buen aporte a la faz visual del álbum. Nada, me quedo satisfecho con la lectura y espero encontrar alguna vez el Vol.1.
Este blog está tan desfasado de la realidad, que vamos a hablar de Papá Noel cuando están por llegar los Reyes Magos. Pero bueno, los que me siguen desde hace un tiempo saben que eso a mí me chupa un huevo y la cáscara del otro. La historieta que nos ocupa es Klaus, originalmente serializada en 2015 como miniserie en la editorial BOOM. Esta es una especie de Papá Noel: Year One, escrita por Grant Morrison y dibujada por Dan Mora, que acá era casi un debutante y hoy es una super-estrella. No me copa demasiado su trabajo en este comic. No es que sea malo, pero tiene errores que hoy obviamente ya corrigió, como la constante desproporción entre hombros, brazos y antebrazos en los cuerpos masculinos. Y ya se sacó de encima esos yeites heredados de Humberto Ramos como dibujar a los nenes con ojos y sonrisas enormes. Repito, la labor de Mora en Klaus es buena, o superior a lo que se ve en un comic book yanki promedio de 2015, y por momentos el color (a cargo del propio dibujante) tiene tanta onda y le aporta tanta belleza a la página terminada, que cualquier pifia o afano menor queda muy opacado. Mora le pone mucho dinamismo a las figuras, mucha expresión a los rostros y hasta un notable rigor documental a los fondos, con lo cual su aporte sin dudas se hace notar. A veces cuando un dibujante inexperimentado colabora con un guionista top, se cohibe, o se autoimpone límites, pero no es el caso de Mora, que deja la vida para que Klaus sea SU comic tanto como el de Morrison.
En cuanto al escocés, este es uno de sus trabajos más de perfil bajo, donde no se nota todo el tiempo que estamos ante un genio, un demente, o un tipo que decididamente juega con un reglamento distinto al de todos los demás. Acá no le hace falta pelar virtuosismo en los textos o firuletes extraños en la narrativa porque la idea que impulsa al comic es demasiado buena y demasiado potente: un origen para Santa Claus, ambientado en el medioevo, con machaca tipo Conan, elementos fantásticos y una explicación copada para el aspecto del personaje, su vínculo con los niños, con los juguetes y con la celebración que hoy se conoce como Navidad. Y encima con una bajada de línea progre, contra la explotación de los laburantes y el extractivismo desmedido. O sea que el lucimiento y la ovación llegan por otro lado, por el lado de la fuerza icónica del personaje y por la aplastante sencillez (y redondez) de una historia que -si no fuera por la abundante machaca- podría ser tranquilamente un cuento de hadas o una fábula de esas que la tradición oral preservó durante siglos.
Klaus es un comic muy entretenido, con algunos momentos de alto impacto, y se puede leer incluso sin ser miembro del culto a Grant Morrison y sin tener la menor idea de los temas que suele abordar el escocés en sus obras más idiosincráticas.
Nada más, por hoy. Acuérdense que nos ayudan un montón (y acceden a un montón de notas y contenidos audiovisuales exclusivos) si se descargan la nueva Comiqueando Online en https://comiqueandoshop.blogspot.com/. Recontra vale la pena.
Etiquetas:
Dan Mora,
Grant Morrison,
Hernán Migoya,
Man
Suscribirse a:
Entradas (Atom)