el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 30 de agosto de 2016

HOY, UNA SOLA RESEÑA, COMO ANTES

Tengo varios libros leídos y –a falta de un criterio mejor- arranco a reseñar el más antiguo.
R. Crumb´s Carload o´Comics es un libro mítico, una antología editada en 1976 con 176 páginas de historias cortas del glorioso Robert Crumb realizadas entre 1968 y 1975. Mucho de este material ya lo tenía en comic-books, pero cuando vi este libro, no me pude resistir. Acá está el Crumb underground en su más pura esencia. Están Mr. Snoid, Angelfood McSpade, Mr. Natural, las primeras historietas autobiográficas del ídolo, historias rarísimas, totalmente experimentales, en las que no hay el más mínimo atisbo de un argumento, chistes de una página absurdos o asquerosos… y una historieta larga (14 páginas) que se publicó por primera vez en este tomo. Ah, y un prólogo de Harvey Kurtzman.
Creo que lo más sorprendente de estos trabajos de Crumb -además de la calidad del dibujo, que está fuera de escala- es lo salvaje de las historias. La verdad es que el 70% de lo que se ve en este libro hoy no lo publicaría nadie, ni el fanzine más outsider. No sólo vemos a Crumb dibujar a los negros como una caricatura racista, y humillarlos sistemáticamente. Eso casi pasa por gracioso. No sólo hay chistes macabros con drogadictos, indigentes y policías que reprimen y torturan. El tema es las cosas que les pasan a las mujeres en las historias de Crumb. El ídolo las dibuja como diosas esculturales, siempre más grandotas que los varones, y hasta ahí parece casi la inocente fantasía de un pajero irremediable. Pero después las somete a todo tipo de ultrajes, con un nivel de violencia espeluznante. Incluso en las historietas autobiográficas, donde el propio Robert es el protagonista, estos minones terminan empomadas, torturadas, pisoteadas, vomitadas, montadas, enroscadas, con un tipo metido en el culo o con una chota metida en la boca. El caso más tremendo es el de Big Baby, una chica con discapacidad mental a la que entre Mr. Natural y Salty Dog Sam (un negrito presidiario que habla con faltas de ortigrafía) le hacen de todo.
Por ahí en los ´60 y ´70 el público no reaccionaba negativamente ante las atrocidades que mostraba Crumb porque las historias aparecían de modo espaciado, en distintas publicaciones de circulación por lo menos errática. Pero todo esto leído así, en un libro de más de 170 páginas, una historia atrás de otra, impacta grosso. Hoy te juro que no hace falta ser feminista, ni militante del Ni Una Menos, para decir “baje un cambio, maestro, que esto ya está MUY pasado de rosca”. Obvio que igual te cagás de risa, porque la incorreción política está puesta al servicio del humor, y además el propio dibujo te subraya que es todo una gran joda, con esa reformulación increíble de los estilos de los dibujantes humorísticos de los años ´30 que tan bien le salía a Crumb antes de volcarse por esa impronta más realista que lo caracteriza en las últimas décadas.
Obvio que si sos fan de Crumb no querés un “greatest hits” del ídolo, sino TODA su obra, y para eso no hay nada como los Complete Crumb Comics que editaba Fantagraphics. El Carload o´Comics (que se sigue reeditando cada tanto en distintas editoriales) es para entrar al mundo de Crumb por su lado más zarpado y para atesorar un libro mítico, del que nunca creí que iba a conseguir la primera edición.
Y bueno, me fui al carajo, pero Crumb se merecía una reseña extensa. No me queda tiempo ni espacio para meterme con un segundo libro. Si tengo un rato mañana, sigo avanzando.

miércoles, 24 de agosto de 2016

TRES NUEVAS LECTURAS

Acá estamos, con otros tres libros leídos y un ratito para reseñarlos.
Arranco con Ka-Zar: The Burning Season, una saga de 2011 escrita por el británico Paul Jenkins y dibujada por el francés Pascal Alixe. Al dibujo le falta un poquito de dinamismo, le falta comprometerse un poco más con la narrativa, pero tiene un gran punto a favor: se ve MUY bien. Alixe es una especie de Olivier Coipel más detallista, y los coloristas Jesus Aburtov y Jorge Maese dejan la vida en cada viñeta para potenciar muchísimo cada imagen que sale del lápiz del francés. Además les añaden unas texturas y unas iluminaciones increíbles a los fondos, para que se note menos que son fotos de dudosa procedencia. De todos modos, lo realmente grosso de esta saga es el guión. Jenkins vuelve a animarse a lo imposible, en una historia en la que se dedica, básicamente, a explorar la relación entre los países pobres del Tercer Mundo y el mega-capitalismo global. La famosa Savage Land se convierte en una metáfora por momentos de los países petroleros de Medio Oriente y por momentos de los países de Africa, mientras que la corporación Roxxon juega el rol del Empresario Garca que se quiere quedar con todo. ¿Qué rol cumple Ka-Zar en una historia cuyo conflicto principal es decididamente socio-económico? Un rol chiquito, a tal punto que podría no estar. Pero para que esto lo publicara Marvel, hacía falta una trama aventurera, algo que se pudiera resolver a los bifes, y ahí es donde entra Ka-Zar. No es que Jenkins se esfuerce mucho por darle bola ni sentido a esa trama más “de machaca”, pero está y funciona como complemento menor de lo otro, que es lo que hace interesantísima, emotiva y muy recomendable a The Burning Season.
El año pasado, la editorial Humanoïdes Associés relanzó la franquicia del Metabarón con una miniserie en dos tomos, basada en ideas de Alexandro Jodorowsky, escrita por Jerry Frissen y dibujada por Valentin Secher. Difícil opinar habiendo leído nada más que la primera mitad de esa miniserie, pero bueno, vamos a intentarlo. Me costó mucho bajarme estas 52 páginas y no porque estuvieran escritas en francés. Los diálogos de Frissen me resultaron aburridos, predecibles, anticuados, nada que ver con sus otros trabajos. Acá todo está muy explicado, muy masticado. Los malos nos recuerdan todo el tiempo lo malos que son, el robot Tonto trata de meter sus clásicos chistes pavotes y hasta los bloques de texto narrados en tercera persona se esfuerzan por no dejar nada librado a la imaginación del lector. La idea es interesante. Está estiradísima, pero tiene esa chispa de genialidad que pelaba Jodorowsky en La Casta de los Metabarones. Habrá que ver cómo la resuelven. Los conceptos están, porque este arco toma varias puntas de La Casta… para reactivarlas y explorarlas desde otro lado. El Metabarón, fiel a su estilo, habla poco y (al menos en este tomo) hace muy poco. Por supuesto que le alcanza la chapa para hacer sentir su presencia en la trama aunque casi no aparezca, pero uno es fan y quiere verlo más. El dibujo de Valentin Secher me resultó un poco frío, una onda Vicente Segrelles pero más dark. De todos modos es imponente su manejo de los fondos, de la figura humana y del color. Quiero verlo soltarse más.
Y termino con la breve La Sombra de Alec Foster, de Damián Connelly y Alfredo Retamar, a la que no me animo a llamar “novela gráfica” precisamente por su brevedad (menos de 40 páginas). Acá reaparece el principal defecto de Connelly, que son los diálogos, escritos en neutro y totalmente carentes de onda. Y también las virtudes de este guionista: la capacidad de crear climas sombríos, retorcidos, inquietantes, sin recurrir a elementos sobrenaturales. Connelly nos cuenta una vida que podría ser 100% real y logra que nos interesemos a fondo por el personaje en los distintos momentos que visita la trama. Hay buenos conflictos, introspección, misterio y grandes recursos narrativos puestos al servicio del suspenso y la intriga. Lástima que el guión le quedó un poco grande a Retamar, un dibujante correcto, pero al que le falta originalidad y un poquito más de precisión en la anatomía. Retamar se gastó todos los cartuchos en esos primeros planos hiper-realistas del lobo (claramente basados en fotos) que le quedaron impecables. En el resto de la historia, el impacto que me generó el dibujo fue bastante menor y me parece que, en general, está por debajo de lo que merecía el guión de Connelly.
Espero tener nuevos libros leídos para el finde. Por ahora, esto es todo. Gracias por el aguante y hasta pronto.

viernes, 19 de agosto de 2016

SEMANA DE BASTANTES LECTURAS

Entre la peli del Squad y las lecturas que se me acumularon en estos días, venimos con un gran ritmo de posteos en el blog. Este año ya van 35 posts y es bastante probable que de acá al 31 de Diciembre logremos subir 30 más.
Hoy arranco con Judge Dredd: Judgement Day, una saga originalmente serializada entre 1992 y 1993 en el semanario 2000 A.D. y la revista Judge Dredd Megazine. Se trata de una aventura extensa, de casi 160 páginas, escrita nada menos que por Garth Ennis, y con varios dibujantes a los que mencionaré en un toque. La trama es sencilla y quizás demasiado lineal: un hechicero resucita a miles de millones de muertos y genera una plaga zombie que asola al mundo entero. Dredd y otros jueces deberán hacerle frente a la amenaza y ganarán, no sin antes sacrificar las vidas de millones de personas en un genocidio que cualquier héroe posta hubiese dado la vida por evitar. Pero esto es Judge Dredd y acá la vida humana vale menos que la de una cucaracha. Ennis ni siquiera hace demasiado hincapié en la envergadura de la hecatombe que provocan los propios “buenos” y mucho menos en las consecuencias. La meta es derrotar al villano y, con la ayuda del protagonista de Strontium Dogs, lo van a lograr. Los diálogos son irónicos o directamente cómicos, la acción no decae y es todo tan grandilocuente, tan pasado de rosca, que no hace falta ser un genio para detectar que se trata (en cierto modo) de una gigantesca farsa. Entre los dibujantes están el siempre cumplidor Carlos Ezquerra, un flojísimo Peter Doherty (que cuando dibuja sin ganas es infumable), unas páginas alucinantes del maestro Dean Ormston (con efectos expresionistas que más tarde veríamos en Ben Templesmith o Renzo Podestá) y un clon de Simon Bisley de asombrosa similitud, llamado Chris Halls. Un promedio bastante alto para el dibujo, mejor que el del guión, que a pesar de algunos aciertos no pasa de ser “otra de zombies”.
Mara es una historieta de 2013, escrita por el prolífico Brian Wood y dibujada por la hoy consagrada Ming Doyle. Te resumo el argumento: En un mundo sin superhéroes, una persona pela públicamente unos superpoderes zarpadísimos. El gobierno la trata de cooptar, controlar e investigar y para eso le hace tantas guachadas que esta persona se pudre y dice “¿Yo no les hice nada y ustedes me consideran una amenaza? Ahora les voy a dar motivos”. Esto ya lo leímos chotocientas mil veces, y en todo caso lo interesante es ver cómo Wood nos cuenta la historia, porque buena parte de lo que sucede es lo que ya te imaginarás. El ídolo te decora bien la torta, con una buena construcción de personajes, una ambientación futurista bastante interesante y –fiel a su estilo- mete poco diálogo y deja que sea la imagen la que cuente el cuento. Cuando el diálogo aparece, es invariablemente acertado, escueto y nunca es imprescindible. Es la acción y no la palabra lo que hace avanzar a la trama. Al dibujo de Ming Doyle le falta algo, quizás originalidad, o riesgos, pero resulta agradable, es muy funcional al relato y se complementa armónicamente con los hermosos colores de la infalible Jordie Bellaire. Con todo eso tenido en cuenta, Mara es un comic interesante, pero lejos de ocupar un sitial privilegiado o fundamental dentro de la bibliografía de Wood. Si conocés a alguna minita que juegue al voley, no dejes de regalárselo. Vas a quedar como un archiduque.
El año pasado, el 22 de Junio, un goma decía en su reseña de Waibero: “descubrí a un dibujante formidable, con un estilo único, muy atractivo, y ahora me falta leer historietas de El Waibe que me cierren, que me dejen algo, que encuentren lugar para desarrollarse más allá de la idea, que me permitan conectar mejor con ese universo gráfico tan intenso y tan logrado”. Bueno, acá está. Defecaciones Humanas es una novelita gráfica de 48 páginas a todo color, escrita y dibujada por El Waibe, en la que el joven autor saca chapa de grosso. Acá sí, hay un argumento fuerte, un personaje ganchero, una bajada de línea notable, chistes, guarangadas y elementos escatológicos puestos en función de un relato sólido, atrapante, con acción, pasos de comedia, bizarreadas que no tienen (ni requieren) mucha explicación, algo de romance e incluso la posibilidad de dejarnos pensando en temas importantes. El propio autor se convirtió en editor para este proyecto, con lo cual me imagino que habrá hecho una tirada pequeña y que (si bien salió a fines de 2015) es probable que Defecaciones Humanas hoy sea difícil de conseguir. Pero te aseguro que recontra-vale la pena. Esto se podría haber publicado tranquilamente en Fantagraphics, o en la mejor época de El Víbora. Y encima te deja convencido de que la próxima obra que pele El Waibe va a ser aún mejor.
Gracias por todo (especialmente a los que se acercaron a saludar durante Crack Bang Boom) y la seguimos pronto.

miércoles, 17 de agosto de 2016

SUICIDE SQUAD

Esta vez no pude ir a la función de prensa, y terminé viendo la peli en un cine cualquiera, como cualquier mortal. Eso no me jode en lo más mínimo (bueno, sí, esos mega-baldes de pochoclo me resultan repulsivos) pero los días que pasaron entre el estreno en EEUU y mi visita al cine me expusieron (incluso contra mi voluntad) a varias críticas, todas bastante lapidarias. O sea que fui esperando una garcha insostenible. Incluso fui con sueño, convencido de que si la peli no me recontra-atrapaba, iba a terminar apolillando durante los 123 minutos que dura el largometraje.
Bueno, nada de eso pasó. Ni me dormí, ni la peli me pareció una basura inmunda. Me pareció un típico blockbuster cabeza de Hollywood, una Rápido y Furioso en la que en vez de autos hay tipos y minas con superpoderes. Obvia, ramplona, con un guión prendido con alfileres que ni se calienta por explicar un montón de cosas, un claro intento de apelar al mínimo denominador común. Dentro de esos parámetros, me parece que la labor de David Ayer (guionista y director) es aceptable. El tipo se propuso brindarnos dos horas de machaca y chistes y eso no escasea para nada en Suicide Squad.
Pero claro, es Suicide Squad, y los viejos asociamos ese nombre no con la versión para subnormales que se impuso desde el New 52 en adelante, sino con un comic que entre 1987 y 1992 supo sacudirnos con unas historias y un desarrollo de personajes muy difíciles de igualar en los comics, y probablemente imposibles de reproducir en otros medios. De toda esa magia que desplegó el maestro John Ostrander en los comics, el film de Ayer rescata algunas pocas cosas. Una versión bien hija de puta de Amanda Waller interpretada por una demoledora Viola Davis (no sé qué les costaba hacerle usar anteojos para leer, pero bueno…), un Captain Boomerang que oscilaba entre el comic relief y la mala leche más cruel, y un Rick Flag con el que el espectador nunca termina de empatizar, pero que cuando tiene que pelar chapa, la pela.
Para mi sorpresa, Deadshot se bancó bien el protagonismo extra que le otorga el hecho de estar interpretado por Will Smith, aunque claro, el personaje está muy reversionado respecto de aquel al que Ostrander hizo brillar en el Squad. También me sorprendió que el guión le diera tanto peso al Joker (bien interpretado por Jared Leto). Yo creía que iba a aparecer 15 segundos, y que era más un engaña-pichanga para llevar gente al cine que un jugador importante en este partido. Y si bien varias de las intervenciones del Joker podrían omitirse sin que la peli cambie mucho de rumbo, es mucho más que un personaje secundario, su rol va mucho más allá de explicar quién carajo es Harley Quinn. Y la gran incógnita, que era El Diablo, me pareció bien resuelta, uno de los pocos personajes que se desarrolla durante los 123 minutos sin traicionar nunca su motivación original.
El resto me pareció inconsistente, grandilocuente al pedo, apenas entretenido. Me impactó Margot Robbie, la chica que hace de Harley Quinn (jamás la había visto), pero no sé si el personaje está bien logrado, porque hace mil años que no leo comics de Harley Quinn. Me quedo con su figura y su sonrisa, cautivante 100%. En general, me quedo con todo el aspecto visual de la peli, por sobre items como el desarrollo de personajes, o los peligros que deben enfrentar, que son bastante menores o no están tan bien trabajados. Está bien la integración con las otras pelis del Universo DC (grosso Ben Affleck) y valoro el intento de meterle toques de humor a un film que, si lo encaraban para el lado solemne y pasado de oscuridad, podría haber sido un monumento al embole.
En síntesis, no vayas esperando una gran película, porque no la vas a encontrar. Si lo que le pedís es que te entretenga un rato con la estridencia pochoclera que tan bien sabe darnos Hollywood, ahí sí, Suicide Squad cumple con creces la misión.

martes, 16 de agosto de 2016

LECTURAS ACUMULADAS

Entre una cosa y otra, ya tengo cinco libros leídos sin reseñar. Pero vamo´a calmarno´. Reseño tres hoy y el resto en un par de días. Incluso en el medio puede caer la reseña de la peli del Suicide Squad, que tengo pensado ir a ver hoy. En fin, ya veremos cómo nos organizamos.
Arranco con el Vol.14 de Bakuman, otra maravilla indescriptible de los maestros Tsugumi Ohba y Takeshi Obata. Esta vez, un personaje nuevo, Tohru Nanamine, entra de golpe y copa la parada. Casi todo lo que sucede en este tomo tiene que ver con este mangaka novato, astuto, manipulador, sin reparos a la hora de echar mano a recursos de dudosa profilaxis con tal de lograr su meta: publicar en la Shonen Jump una serie que le pase el trapo a las de Muto Ashirogi y sus otros jóvenes colegas. Nanamine es lo más parecido a un villano que vimos en Bakuman desde que se inició, y Ohba dedica mucho espacio a construirlo como un personaje realmente complejo, atractivo, distinto. Para el final del tomo, la “amenaza” de Nanamine parece empezar a desvanecerse, pero no me gustaría ver desaparecer por completo al personaje en este tramo ya casi final de la serie. En paralelo, otros personajes no aparecen ni a saludar, otros tienen roles muy, muy chiquitos, y tramas importantes a lo largo de la serie (como el romance de Mashiro y Azuki) no avanzan ni medio milímetro. De todos modos, sobran las emociones, los diálogos perfectos (siempre bien traducidos por Nathalia Ferreyra) y la data grossa acerca del backstage de la antología de historietas más exitosa del planeta. El dibujo de Obata, magnífico como siempre. Y notable lo de Ivrea, que (más vale tarde que nunca) parece haberle encontrado la vuelta al tema de la periodicidad.
Retomo esta serie que tenía colgada desde el 14/01/15 y me encuentro con una aventura realmente fuerte, impactante, a todo o nada. Acá pareciera que Geoff Johns dijo “si con esto no logro darle chapa a Aquaman y que la gente se lo tome en serio, mando todo a la mierda y me anoto en un reality de travestis, enanos y chicas que se hacen cirugías plásticas para parecerse a sus mascotas”. Este tercer tomo tampoco tiene lo que a mí más me había cebado en el primero, que era esa mirada entre irónica e intimista a la vida cotidiana de Aquaman y Mera. Pero tiene algo que me gusta mucho y es un dilema moral potente en el eje mismo de la trama, que se anima a disputarle el protagonismo a la machaca grandilocuente (la Liga de la Justicia contra un ejército de atlanteanos y la horda de bichos caníbales a los que Arthur había vencido en el Vol.1). El final es impredecible, la interacción entre los héroes está muy lograda, el personaje de Orm tiene los matices que jamás tuvo en la versión pre-New 52 y nadie se va de acá igual que como llegó. En el dibujo mete mano demasiada gente (cuatro dibujantes y diez entintadores para 140 páginas… dejame de joder) y el que más se luce es –lógica y predeciblemente- Iván Reis. Me queda por leer (y creo que por comprar) un cuarto tomo de Aquaman de Geoff Johns y si está al nivel de este, voy a lamentar mucho que sea el último.
Tarde o temprano tenía que empezar a leer el material argentino editado este año, y así es como le llegó el turno a El Petiso Orejudo, la biografía en formato comic del famoso asesino serial, narrada por el guionista Pablo Barbieri (lo visitamos allá por el 13/09/13) y la dibujante Carina Altonaga, a quien ya vimos colaborar en un par de antologías. El libro tiene un problema frecuente en las ediciones de historieta actual: demasiadas carátulas y páginas en blanco. Si tenés 68 páginas de historieta y sacás un libro de más de 80 páginas, me estás cagando. Me estás cobrando por nada, o por algo que no me interesa leer. Ojalá eso algún día se entienda y empiece a cambiar. En cuanto a la historieta propiamente dicha, lo más difícil está bien resuelto: los autores no caen en la tentación de shockearnos con un festival de escenas truculentas, sino que estas son muchas veces narradas por los personajes. La historia real del Petiso Orejudo está llena de situaciones macabras, violentas y perversas y por suerte el libro logra generar tensión sin describirlas ni graficarlas en toda su atrocidad. El último tramo, el de la visita de Reilly al penal de Ushuaia, me pareció el mejor logrado, al punto de que bien se podría haber utilizado como secuencia troncal, como hilo conductor de toda la trama. El dibujo de Altonaga está muy bien, muy alineado a esa estética realista y oscura en la que brilló muchos años Leonardo Manco. La narrativa, en cambio, tiene algunos momentos de incertidumbre. Me queda la sensación de que se podría haber hecho mejor, pero que aquellos que se acerquen a la obra no desde el purismo comiquero sino desde el interés por el tema del primer asesino serial de Latinoamérica, la van a disfrutar muchísimo.
Me fui a la mierda. ¡Hasta la próxima!

domingo, 7 de agosto de 2016

LOS TRES DE ESTA SEMANA

Sigo leyendo a un ritmo lento, más o menos un libro cada dos días. Si sigo así, el material que me compré el mes pasado en España lo voy a empezar a leer en Octosto o Juliembre de 2017. Y el material argentino que sale esta semana por Crack Bang Boom, ni idea. Capaz que en 2018.
Arranco con el primer tomo de Suburban Nightmares, una extraña gema de la segunda mitad de los ´80 que nunca había podido conseguir. Esta es “la hermana menor” de The Silent Invasion, la galardonada saga de los canadienses Larry Hancock y Michael Cherkas. De hecho, algunas de estas historias se publicaron como back-ups en esa revista. La gran diferencia entre Silent Invasion y Suburban Nightmares es que acá se suma un tercer autor al equipo, el dibujante John Van Bruggen, con lo cual la participación de Cherkas es menor. Además de historias en las que Van Bruggen se acopla perfectamente al estilo de Cherkas, hay otras en las que prueba otras cosas y sirven para ampliar el registro gráfico y mostrar la versatilidad de estos canadienses, que quedaron irremediablemente encasillados en el “estilo atómico” pero obviamente saben hacer otras cosas. Los guiones de Hancock son desparejos: la primera historieta (la más larga) es brillante y entre las historias más breves hay algunas geniales, otras simpáticas y otras que no aportan demasiado. Por supuesto que yo compro esto por los dibujos, pero Hancock tiene un bonus en sus historias que me resulta MUY atractivo: todo el tiempo juega con el humo que compraron los yankis en los ´50, cuando el trabajo, la familia y el progreso (corporizado en modernos electrodomésticos) eran sagrados y los comunistas y los marcianos llevaban terror a esos corazones nobles y amistosos. No es el único guionista que se metió con ese tema, pero lo hace realmente muy bien.
Opus es una de las dos obras que el maestro Satoshi Kon dejó inconclusas, en este caso porque cerró abruptamente la revista en la que se serializaba. Pero esta edición de Dark Horse (que reproduce la edición japonesa de 2011) incluye las páginas inéditas, las que se dieron a conocer después de la muerte de Kon y en las que el genio de la animación busca darle un final decoroso a su manga… y termina por convertirlo en un clásico definitivo. Opus juega todo el tiempo con dos niveles de realidad: el de un mangaka que está por terminar su obra más extensa y popular y los personajes y el mundo que él mismo creó para el manga y que ahora empiezan a interactuar con él de un modo… por lo menos sorprendente. El resultado es un meta-manga que (como Bakuman) revela mucho del backstage de los mangas más populares, pero esta vez en clave de aventura, con un villano zarpadísimo, persecuciones, combates, secuestros, torturas y muertes. Gran laburo del inolvidable Satoshi Kon, cuyo talento inverosímil para el dibujo, la composición y la perspectiva brilla incluso en esas páginas inéditas que están sin entintar.
Y cierro con el segundo tomo de Promethea, el hiper-clásico de Alan Moore y J.H. Williams III, con seis episodios uno más increíble que el otro. Los seis son joyas absolutas, pero hay dos que opacan al resto: acá está el famoso episodio en el que Promethea garcha con el viejo que promete enseñarle magia, y esa cátedra infinita en la que Moore repasa los 21 arcanos del tarot y los usa para explicar ¡en verso! la historia de la Humanidad (o por lo menos de Occidente) desde el big-bang hasta el cambio de milenio del año 2000. Uno sabía que del Mago se podía esperar mucho más que del guionista promedio, pero aún así esas 24 páginas fueron demasiado. Me acuerdo el impacto que me produjeron en su momento, cuando las leí en revistita, y ahora de nuevo, se me volvió a caer al piso la mandíbula. Lo que hacen Moore y Williams en Promethea es sacarle el techo a la historieta como medio artístico y de expresión. Sí, hay una heroína, sí, hay villanos, sí, hay aventuras y peligros… pero esto es otra cosa. Ya desde la puesta en página, sin necesidad de leer un sólo texto, resulta obvio que acá hay otra ambición, otra complejidad y otro nivel de talento, por supuesto. Estoy disfrutando muchísimo la relectura de Promethea. Pronto me clavo el Vol.3.
Como todos los años a esta altura de Agosto, este jueves arranca Crack Bang Boom y nos vamos cuatro días a Rosario, a vivirlo a full. Eso significa que hay pocas chances de tener nuevas reseñas antes del lunes, y lo más importante: que nos podemos encontrar en vivo y charlar un rato de comics. Si andás por la Crack, no dejes de acercarte a saludar a mi stand, y de paso llevate papa muy fina a precios cuidadísimos. ¡Nos vemos allá!

lunes, 1 de agosto de 2016

LEYENDO MUY DE A POCO…

En estos días leí muy poco. Por distintos motivos, tardé un montón en juntar tres libros leídos como para armar una reseña. Me preguntás cómo hice para leer un libro por día durante seis años y te tengo que responder “no tengo la más puta idea”.
Space Clusters es una novela gráfica de 1986, de cuando DC tenía su línea de novelas gráficas de ciencia-ficción. Esta la escribió Arthur Byron Cover, y es muy rara. El guión arranca como una típica aventura, bastante predecible pero con personajes interesantes. Cuando lleva 24 páginas de eso, Byron Cover pega un volantazo fumadísimo y la historia pasa a ser otra cosa totalmente distinta, cobra un vuelo muy loco, mucho más literario que historietístico y lentamente empieza a avanzar hacia una resolución también totalmente inesperada, al borde del WTF?.
¿Por qué me mantuvo atrapado hasta el final? Porque dibuja el maestro Alex Niño, genio del dibujo, la composición y la puesta en página. El color (también a cargo de Niño) es raro y hay momentos en los que hace un poco de ruido. Pero lo que está abajo, el dibujo a tinta, tiene una fuerza expresiva impresionante, una poesía, una magia, un riesgo, que te hipnotiza página tras página y querés que la hsitorieta no se termine nunca. Ojo, si no sos fan de Niño, no te recomiendo ni a palos esta obra. Pero para los fieles seguidores del filipino (notoria influencia en los inicios de Carlos Meglia) Space Clusters es fundamental.
Nos vamos a mediados de los ´90, cuando el glorioso John Byrne presenta su nueva creación en el sello Legend de Dark Horse: Danger Unlimited no oculta en lo más mínimo su parecido con Fantastic Four, pero una vez que arranca la historia, resulta obvio que los parecidos son apenas cosméticos. Lo que se propone contar Byrne es claramente otra cosa y el resultado es una saga atrapante, intensa, con muy buenos diálogos, una excelente presentación de personajes… que nunca volvieron a aparecer. Danger Unlimited fue un fracaso comercial que Byrne abortó tras apenas cuatro episodios y esto es lo que hay: la historia en la que se (re)forma el grupo. Nada más.
Felizmente, los cráneos de IDW decidieron engrosar el TPB con los seis episodios de Babe que realizó Byrne (también en los ´90 y en Dark Horse). Babe es un comic festivo, que combina hábilmente machaca superheroica con comedia cuasi-picaresca. Entretenimiento sin pretensiones, con apariciones copadas de personajes de otros autores (Abe Sapien, Shrewmanoid), un lindo gaste a Spawn y la intención de integrarse a una especie de universo heroico que lamentablemente Byrne nunca desarrolló más allá de estas páginas. El dibujo de todo el tomo es espectacular, y en el tramo de Danger Unlimited el anglocanadiense te detona el cerebro con su manejo apabullante de las tramas mecánicas. El color, más o menos. En su etapa en IDW Byrne tuvo coloristas mucho mejores. Pero bueno, si sos fan de este monstruo, esto hay que tenerlo.
Y cierro con El Carro de Hierro, una obra de Jason bastante antigua (la terminó en 2003), en la que el noruego adapta una novela de Stein Riverton. Se trata de un enigma policial, una serie de muertes extrañas que deberá resolver un detective frío y metódico, como uno se imagina a los detectives noruegos. A lo largo de 68 páginas, el misterio que plantea El Carro de Hierro logra ponerte muy nervioso. Jason narra la historia en su estilo de siempre, repleto de silencios, con escenas oníricas intercaladas en los momentos justos, con un montón de recursos pensados para acentuar la tensión. En blanco, negro y terracota (o marrón rojizo), la habitual imaginería de Jason se pone al servicio de una historia muy atractiva, con varios giros impredecibles y un final tan lógico como satisfactorio. Obviamente la faceta más violenta de la trama está des-enfatizada por este prócer del anti-pochoclo, que prefiere la parsimonia al vértigo y que no necesita recurrir al impacto típico de los thrillers para captar totalmente nuestra atención. No lo pongo entre las obras maestras de Jason simplemente porque no es un guión original suyo, pero el dibujo es magnífico y la historia se presta tan bien a la adaptación que si Jason te dice que el guión se le ocurrió a él, se lo creés.
Espero tener otra tandita de libros leída antes del finde. Veremos qué onda.