el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 30 de diciembre de 2019

PIZZAS Y FETOS

Para la última entrada del año, se me juntaron un libro sobre lo que más me gusta comer (pizza) y sobre lo que no me comería ni aunque me estuviera muriendo de hambre (fetos). Arranco por los fetos.
Fetus Collection es un libro de historias cortas del maestro Shintaro Kago, quien otra vez vuelve a correr las fronteras del ero guro. Las primeras seis historias giran en torno a coleccionistas pasados de rosca (conozco un par de esos): una chica colecciona cualquier cosa que haya tocado el chico que le gusta (incluso los pechos de la novia), un tipo colecciona fotos de sí mismo recibiendo sexo oral (no te puedo ni explicar dónde la termina metiendo), un chico colecciona unas cartas re-zarpadas para ganar en un juego de sexo virtual, una chica colecciona vómitos, un tipo va reuniendo los pedazos de su novia que fue descuartizada por un asesino, y finalmente, una chica compite con otras a ver quién se hace más abortos y logra los adornos fetales más impactantes con los embriones humanos que les sacan de la argolla. Uno supone que después de eso, el nivel de grosería, revulsión, mala leche e ironía no puede subir, pero el tomo tiene tres historias más, y la tercera (Nochebuena) se va más a la mierda que la de los fetos. Es como un episodio de South Park en crack, con el absurdo mezclado con la transgresión, la guarangada y el asco más extremos. Posta, tenés que ser un genio y estar muy dañado del cerebro para que se te ocurran las animaladas que se le ocurren a Shintaro Kago en estas historias.
El dibujo, muy tranqui. No hay ningún intento de virtuosisimo por parte del autor. El foco está puesto en la narrativa, sumamente ajustada, y el resto se basa en dibujar sencillo, y en todo caso matarse en esas viñetas que sí o sí tienen que impactar heavy al lector (esos estallidos de sangre, tripas o bichos que le salen de la concha a alguna chica). Pero casi todas las páginas están dibujadas con lo justo, como tomando distancia irónica respecto de las atrocidades que narran las historias. Por momentos Kago parece un mangaka jugando a la línea clara franco-belga, o al revés: un autor de la línea clara franco-belga tratando de dibujar manga, con resultados muy dudosos.
Si ya entraste en el espiral demente del ero guro, obviamente te recomiendo a full Fetus Collection. Si no, me parece un libro demasiado extremo como para iniciar a nuevos lectores en esta enfermedad.
¿Vamos a comer algo más rico? Camila Torre Notari y su novio Chelo recorrieron casi 30 pizzerías de Bueno Aires y Camila convirtió esas experiencias en breves historietas, en las que cuenta las charlas durante la ingesta de pizzas, algunos detalles de cada local y a veces cierra con un veredicto acerca de la calidad (siempre alta, porque fue a las mejores pizzerías, posta) de lo que comieron. Están todos los íconos, todas mis pizzerías favoritas: Güerrín, El Cuartito, La Mezzetta, Santa María, Las Cuartetas, Nápoles… un par de las que a mí no me copan (Kentucky, Angelín) y varias que nunca había oído nombrar y a las que me dieron muchas ganas de ir, a ver qué onda.
Pero paradójicamente esas historietas (las de Cami y Chelo en las pizzerías) me atraparon menos que las otras, esas en las que la autora nos tira un montón de datos sobre la pizza, su historia, cómo prepararla, cómo se hace la fainá, qué es y cómo se hace la focaccia, la fugazetta, la pizza vegana… un montón de información que yo (aún siendo hardcore fan de la pizza) desconocía. Además, estas son las historietas más largas, donde se la ve a Camila narrar más suelta, con más espacio, sin apretar información ni calzar mucho texto en viñetas muy chiquitas.
No son historietas para todo el mundo porque no hay conflictos, no hay problemas a resolver, ni villanos a derrotar. Gira de Pizzerías no es ni siquiera slice of life (slice of muzza, capaz). Es un libro festivo, pensado para celebrar el placer de sentarse a morfar una buena pizza en pareja o con amigos, y no hay mucho más que eso. El dibujo de Camila está al mismo nivel que en su trabajo anterior (El Angel Negro, reseñado el 06/11/18), con momentos en los que se disfruta la sana influencia de Angel Mosquito, y con la virtud de no perder encanto ni peso gráfico en esas páginas de cuatro tiras, en las que se acumulan 10 ó 12 viñetas microscópicas. Las tonalidades de gris y de amarillo también suman un montón. Y las páginas que sólo ofrecen ilustraciones tienen un nivel de detalle realmente exquisito.
Recomiendo Gira de Pizzerías a los fans de Camila Torre Notari y a quienes quieran descubrir (de modo ameno, cero pretencioso) los secretos de la pizza y los templos de Buenos Aires en los que los gordos le rendimos tributo a la combinación más perfecta de masa, muzza y magia que pueda existir.
Cumplidísima la consigna de ofrecer 120 entradas durante 2019, les doy las gracias de corazón a todos los que vinieron el sábado a festejar conmigo los 10 años del blog y los invito a reencontrarnos por acá el año que viene, para arrancar con la undécima temporada.


jueves, 26 de diciembre de 2019

JUEVES INDECISO

Llueve, sale el sol, refresca, hace calor, sopla un vendaval, se calma… Imposible decidir qué ropa ponerse para salir hoy a la calle, por lo menos en Buenos Aires. Pero bueno, ya estoy en casa tranqui y en patas, listo para escribir nuevas reseñas.
Arranco en Brasil, con un libro editado en el 2000: Fantasías Urbanas, un recopilatorio de tiras e historietas de Aline, la fabulosa creación del gran Adao Iturrusgarai. El dibujo de Adao en esta obra es perfecto: plástico, sintético, con mucha gracia, con un trazo amistoso que rápidamente te incluye, te atrapa, te invita a jugar.  Los fondos están buenísimos, el color es excelente y cuando el chiste lo invita a Iturrusgarai a cambiar de estilo, lo hace y vuelve a sorprender.
La tira nos mete en la desopilante comedia que es la vida de Aline, una chica de… ¿18, 19, 20 años?, fanática del sexo, la birra y el rock, que tiene dos novios y se acuesta con los dos al mismo tiempo, con total naturalidad. Una verdadera pionera del poliamor. Adao nos hace querer muchísimo a esta chica, en parte porque –si bien está clarísimo que es muy atractiva- no la hace posar de diosa, sino que nos la muestra en situaciones patéticas, desde la obvia paja abajo de las sábanas hasta vómitos, meos en cualquier lado y un pase de merca que la deja recontra-acelerada. Además del sexo, la droga y el rock, Iturrusgarai problematiza (con perdón de la palabra) también el tema de las dietas, de cómo las chicas jóvenes perciben su cuerpo, y le dedica unas cuantas tiras al síndrome pre-menstrual. Todo esto de modo muy zarpado y sobre todo muy gracioso, con un timing preciso, afilado y unos remates explosivos e impredecibles.
Aline es una gran tira, con mucha honestidad y mucha valentía para explorar los aspectos menos glamorosos de la vida exterior e interior de una chica joven, a un nivel muy alto y encima con algunos de los mejores dibujos de este gran autor brasileño radicado hace ya varios años en Argentina. Y no, en nuestro país esto no lo edita nadie. Hay que conseguir las ediciones brazucas y leerlo en portugués. ¡Droga!
Avanzamos unos años y llegamos a 2004, cuando Will Pfeifer toma las riendas de la serie regular de Aquaman, tras un relanzamiento a cargo de Rick Veitch sumamente puteado por la hinchada. Pfeifer arranca con los tapones de punta, pateando el tablero bien a la mierda: más de media ciudad de San Diego se hunde en el Océano Pacífico y empiezan a aparecer sobrevivientes… ¡que respiran agua en vez de aire! Aquaman se va a poner al hombro la reconstrucción de esta nueva ciudad sumergida, la organización de esta sociedad que ahora respira agua y trata de adaptarse a la vida sin fuego, sin papel, sin un montón de cosas que no pueden existir bajo el agua. Y además va a investigar qué carajo pasó, quién o quiénes son los responsables del cataclismo y de la imposible mutación que sufrieron estos miles de humanos que ahora conviven con los peces.
La trama es realmente atrapante, está muy bien llevada, los sacudones y las revelaciones shockeantes llegan en los momentos justos, hay construcción de subplots a futuro, personajes nuevos pensados para enriquecer la mitología del personaje y si hay algo para criticar es que Aquaman no tiene profundidad. Al guionista no le interesa ahondar en la personalidad del ex-monarca de Atlantis sino que nos lo presenta simplemente como un tipo noble, poderoso y por momentos un toque intimidante, siempre decidido a hacer lo correcto, cueste lo que cueste. Los diálogos están bien, no hay escenas de machaca metidas a presión, y casi hasta el final me comí el amague de que Sub Diego se podía leer como una novela gráfica, con principio, desarrollo y fin. En última instancia, Pfeifer me empomó y me dejó un par de puntas sin resolver… pero por suerte tengo a mano el TPB que le sigue a este.
A cargo del dibujo está Patrick Gleason, no al nivel que veremos más tarde en Green Lantern Corps o Batman & Robin, pero con buenos primeros planos, buena anatomía, una narrativa sobria y consistente, un entintado versátil a cargo de Christian Alamy (otrora dibujante de varias miniseries de Lobo) y lo más lindo: Gleason le sigue el ritmo a Pfeifer y dibuja ocho episodios consecutivos, algo que hoy, 15 años después, es prácticamente una quimera.
Había leído esta saga hace más de 10 años y en revistitas, y creo que esta vez la disfruté un poco más. Y si mal no recuerdo, lo que viene después (creo que ya sin Pfeifer) es mejor. Así que sí, recomiendo Sub Diego a los fans de Aquaman, de Will Pfeifer, o de los superhéroes de DC en general.

Nada más por hoy. Nos vemos el sábado a las 17 hs en Sector 2814 y pronto habrá nuevas reseñas acá en el blog.

lunes, 23 de diciembre de 2019

LUNES CALUROSO

Después de un finde con muchas dudas, ahora sí, llegó con todo el impiadoso verano porteño. Y ya en la recta final rumbo al encuentro de este sábado (que no hace falta repetir lo memorable que va a ser), tengo un par de libritos más para reseñar.
Los Bespi de Alfredo Grondona White se me había escapado en su momento y ahora lo rescaté de una mesa de saldos. Y me gustó menos de lo que esperaba. Las últimas 20 páginas son geniales. En vez de recopilar las historietas de los Bespi que Grondona White publicaba en Humi, alguien decidió meter material del que el ídolo rosarino hacía para Hum®, esos en los que tocaba un tema genérico, relacionado con las costumbres y modas de la Argentina de su tiempo, y lo desmenuzaba en varias viñetas, cada una con un chiste dibujado y un texto complementario por afuera de la viñeta, que solía ser sumamente gracioso, como si fuera un monólogo de stand-up comedy pero con dibujos. Ahí hay páginas brillantes, algunas de las cuales ya tengo en el recopilatorio de La Duendes (lo vimos el 14/02/12), con un magistral despliegue de mala leche que desentona bastante en un libro supuestamente pensado para los más chicos.
Y el resto, el material de Humi, me sacó alguna que otra sonrisa, no es una sarta de gansadas con cero chances de seducir a un lector adulto, pero no me fascinó. A diferencia de los « ensayos gráficos », estas historietas nos permiten disfrutar a Grondona White narrando en secuencia, y la verdad es que vemos una narrativa muy rara, con la “cámara” casi inmóvil, casi sin cambio de planos, como si fuera una obra de teatro pero prácticamente sin decorados, porque el maestro no dibujaba casi nunca los fondos (y cuando los dibujaba eran muy, muy minimalistas). Todo el tiempo vemos a todos los personajes de cuerpo entero y de frente, como en el teatro, o como en Little Nemo in Slumberland. El dibujo se pone el relato al hombro, siempre con la línea típica de Grondona White, con ese grosor uniforme y sin sombras ni manchas. Por suerte a lo largo de todo el tomo se disfruta la gran expresividad del dibujo del maestro, su increíble poder de observación y su talento devastador para las expresiones faciales. Los guiones de Bespi... y, más o menos.
No quería terminar el año sin reseñar el Vol.5 de Gipsy, el último de la serie creada en los ´90 por Thierry Smolderen y Enrico Marini, de la que ya vimos en el blog los cuatro tomos anteriores. Cuando me tocó leer el Vol.4 (28/11/19) me encontré con un guión flojo, poco convincente. Este está muchísimo mejor. Acá se ve que Smolderen está más compenetrado con la historia que quiere contar, no se lo lleva puesto la urgencia por detonar escenas de violencia y descontrol. El Ala Blanca es un guión más pensado, con rosca política, con bastante introspección, con buen desarrollo para los dos personajes secundarios que arrancaron en el Vol.1 y llegaron al final (Oblivia y La Hechicera) e incluso con ideas para explorar en tomos futuros... que nunca existieron. Lamentablemente, la saga de Gipsy quedó acá, con un tomo muy interesante, con situaciones de comedia, garches, peleas y traiciones en un Medio Oriente siempre picante y conflictivo.  
El dibujo de Enrico Marini es exquisito de punta a punta y una vez más supera todo lo exhibido hasta el momento. No hay rubro en el que el suizo hijo de italianos no descolle, pero si tengo que subrayar uno, en este tomo sería el color. De pronto, en una serie dominada por los colores fríos y oscuros, irrumpen los colores cálidos y las escenas luminosas, y la magia cromática de Marini se multiplica, se expande. La narrativa es atrapante a pesar de las muchas páginas con 10 viñetas,y  el estilo conserva el toque justo de grotesco como para transmitirnos la sensación de que sí, es una aventura fuerte, con acción, con tiros, con explosiones donde muere gente posta, pero tampoco es para tomárselo taaaaan en serio. Marini la rompe tanto en la machaca estridente como en los pasajes más intimistas y hace añicos el molde de la típica aventura del mercado francés (que a los argentinos nos resulta un toque fría) a fuerza de primeros planos muy expresivos, algún que otro afano a Katsuhiro Otomo (vicio que pronto terminaría de sacarse de encima) y un dinamismo alucinante cada vez que los personajes entran en acción.
No te quiero engañar y venderte El Ala Blanca como si fuera una gema del infinito, pero es un álbum sólido, entretenido y con unos dibujos de la hiper-concha de Dios. Muy buen final para esta serie noventosa que consagrara a uno de los más grandes historietistas que tiene hoy el Viejo Continente.

Y nada más, por hoy. Supongo que antes del sábado estaré cumpliendo la meta de los 120 posteos durante 2019, y si no, será seguro antes del martes 31. Muchas gracias a todos los que se acercaron a saludarme este finde en Avellaneda Comics y hasta pronto.

jueves, 19 de diciembre de 2019

ULTIMO JUEVES DE PRIMAVERA

Ya se viene el verano, la ridiculez de la Navidad, fin de año… un kilombo bárbaro que se repite año tras año. Y uno mientras tanto prende el ventilador para cagarse un poco menos de calor y clava el orto en la silla para reseñar los últimos libritos leídos.
Hace un par de semanas, el 04/12/19, me tocó comentar el Vol.1 de Low y prometí entrarle pronto al Vol.2. Ahora cumplo, pero me encuentro con un tomo mucho más finito que el anterior, con apenas cuatro episodios, donde encima las tramas avanzan muy poco. Es el típico « tomo de pretemporada », en el que el guionista (en este caso Rick Remender) baja ocho cambios, presenta a algún personaje nuevo o profundiza en algún secundario al que se le dio poca bola en el tomo anterior, pasa en limpio lo más relevante de lo sucedido hasta el momento (ante la posibilidad de que se enganchen nuevos lectores) y tira algunas puntas de hacia dónde se puede llegar a encauzar la historia en la siguiente saga power, que por supuesto ya se está cocinando a fuego lento.
Básicamente esas son las aristas que explora Remender en este tomo que, sin ser olvidable ni prescindible, es menor comparado con la ambición que le aplaudíamos al Vol.1. El tema de la esperanza, que en la primera parte era importante, acá es excluyente. Remender la manda bien al frente y la subraya, la resalta con marcador flúo para que hasta el último subnormal entienda que la cosa va a pasar por ahí. Y bueno, también hay aventura, machaca, romance y un poquito de runfla política.
De todos modos, lo que te garantiza que vas a volver a comprar el siguiente TPB ni bien lo veas es el dibujo de Greg Tocchini, a un nivel descomunal, realmente alucinante tanto cuando se colorea él mismo como cuando delega esa tarea en Dave McCaig. Low sigue impactando sobre todo por el despliegue visual, el pandemonium de naves, armas, trajes, ciudades, criaturas, razas enteras a las que el trazo mágico de Tocchini les da vida como si fuera una boludez, como si cualquiera pudiera hacer una cosa semejante. Tocchini da cátedra en todos los rubros del dibujo y no cae en la tentación de volverse barroco, o sobrecargado, o de distraernos de lo que Remender nos quiere contar. Un laburo bestial de este prodigio del Noveno Arte. Y no tengo más tomos de Low sin leer, pero ni bien vea la continuación, me sumerjo en los abismos de la indigencia con tal de comprarla.
Me vengo a Argentina, año 2019, cuando se publica Marilyn, un excelente trabajo del guionista Alejandro Farías y la dibujante Daniela Kantor. Esto es grosso de verdad, es el Fun Home argentino, ponele. En apenas 67 páginas, Farías y Kantor nos narran el encuentro entre Leopoldo y Lisandro, dos personajes maravillosos, entrañables, que uno siente que conoce de toda la vida. Leopoldo es un señor homosexual ya sesentón, que tuvo un hijo a principios de los ´80 pero nunca lo vio cara a cara. Lisandro es ese hijo, que creció sin padre, sin saber prácticamente nada de él, y que ahora –justo en un momento complicado de su vida personal- tiene que atenderlo, cuidarlo y, ya que estamos, escuchar su historia.
Si Marilyn fuera sólo eso, la exploración del vínculo entre un gay sesentón y su hijo de 30 al que nunca conoció, ya sería una novela sumamente atractiva. Pero hay mucho más: Farías la clava en el ángulo al sumar el elemento político. A principios de los ´70, cuando un joven Leopoldo asume su sexualidad alternativa a contramano de una sociedad que consideraba a los homosexuales enfermos o depravados, se vuelva también a la militancia política, en el ala revolucionaria del peronismo. Y ahí la historieta trasciende la biografía de Leopoldo y levanta un vuelo espectacular al volverse casi un documental, una crónica, un retrato de cómo era ser gay y militar en política en aquellos años de dictadura militar, después de un breve regreso del peronismo, y después de otra dictadura militar, más sangrienta que la anterior. A través del relato de Leopoldo, Farías expande la experiencia del personaje para contar la historia de un colectivo, perfectamente imbricada (con perdón de la palabra) en un período fascinante y turbulento de otra historia, de otro colectivo mucho más grande, que es la de nuestro país. Un magnífico laburo de investigación, puesto al servicio de un guión apasionante, donde la dinámica entre los personajes (incluyo también a la mamá y la novia de Lisandro) brilla a la par de la increíble cantidad de cosas tremendas que vemos en los flashbacks a la juventud de Leopoldo.
El dibujo de Kantor tiene un impedimento bravo para lucirse y es la cantidad de viñetas que tiene que meter en cada página. Aún así, tiene unas cuantas imágenes memorables y muchos logros en la reconstrucción de la época. En sus mejores pasajes, Kantor recupera gestos, trucos narrativos, líneas y composiciones de la Maitena que dibujaba aventuras o historietas eróticas, de la Patricia Breccia de los ´80, o del glorioso José Muñoz. Y la faz visual se desluce en esas viñetas en las que Daniela combina varias técnicas de entintado en vez de jugarse entera a una sola (esto se ve por ejemplo en la segunda viñeta de la página 33, o en la tercera de la página 48). En general, las páginas con menos de 7 viñetas son las que mejor se ven, pero el promedio general es muy bueno.
Recomiendo fervientemente Marilyn (¿lo mejor que escribió Farías?) y cierro no sin antes invitarlos a reencontrarnos muy pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.


lunes, 16 de diciembre de 2019

UN LUNES MAS

Para la muchachada que usa Facebook, ya está armado el evento del festejo de los 10 años del blog, en https://www.facebook.com/events/457494788292385/. Ahí se puede poner “asistiré”, “me interesa”, o “no asistiré”, así voy calculando más o menos cuánta gente puede llegar a aparecer el 28/12 en Sector 2814. Mientras tanto, comparto un par de reseñas más.
Finalmente leí el primer y único tomo que compré de JoJo´s Bizarre Adventure, este manga de Hirohiko Araki iniciado hace más de 30 años, que aún se sigue publicando en Japón. Es un tomo bien gordito, de unas 300 páginas, que reúne la primera parte de la saga inicial, titulada Phantom Blood, cuyo argumento es… una seguidilla de excusas bastante patéticas para mostrarnos a muchachones musculosos cagándose a trompadas. Esto se salva sólo porque hay un intento por indagar un poco en la mente de los dos protagonistas (JoJo y Dio) y explicar bastante bien sus motivaciones. Todo el resto, apesta. Abundan los lugares comunes, la ambientación histórica (Inglaterra, fines del Siglo XIX) no está bien aprovechada, los personajes secundarios son irrelevantes (zafa uno sólo, el papá de Dio), en 300 páginas aparece una sola mujer y tiene menos de 10 líneas de diálogo, el elemento fantástico (una máscara ritual azteca con zarpados poderes) aporta más confusión que espectacularidad o impacto… La verdad que me tuve que esforzar para llegar al final de un relato que hizo muchos méritos para que lo colgara en la página 150.
En cuanto al dibujo, me consta que más adelante Araki va a mejorar ostensiblemente y a encontrar una impronta visual mucho más personal y atractiva. Lo que se ve acá está muy bien para un mangaka que daba sus primeros pasos, pero –de nuevo- me pareció muy remanido, muy poco original. La anatomía está exagerada, como en los mangas de Tetsuo Hara, y las caras son una versión un poquito más “cute” (o más aputazada) de las caras de Hara o de cualquier otro mangaka típico de los ´80. Hay larguísimas secuencias sin un mísero fondo (cuando aparecen están muy bien) y quizás los puntos más destacados sean las líneas cinéticas y el gore, que cuando irrumpe en escena lleva al dibujo de Araki por carriles menos transitados, menos obvios.
Dicen por ahí que JoJo´s Bizarre Adventure es un gusto que se adquiere con el correr de los tomos. En mi caso, no creo que eso suceda simplemente por el precio de cada libro y el espacio que ocupa en el estante. Prefiero guardar ese lugar y esa guita para algo que me convenza más desde el primer día.
Por otro lado, me cuesta encontrar palabras que expresen lo feliz que fui leyendo El Solar, la novela gráfica de Alfonso López publicada por La Cúpula en 2016. Se trata de una comedia con espías y conjuras internacionales, ambientada en Barcelona en 1947, cuando la dictadura de Franco regía con mano durísima un páis devastado por la Guerra Civil, sumido en el oscurantismo, el atraso, la miseria y el hambre. A diferencia de Araki, López le saca un jugo delicioso a la época que elige para contar esta historia, a tal punto que no se podría contar en otra ambientación. El personaje central (Pepe Gazuza) es carismático, espontáneo y con la combinación justa de ingenuidad y picardía. Los diálogos están repletos de chistes y juegos de palabras muy graciosos y la forma que encuentra López para contar en son de joda hechos dramáticos es sencillamente brillante.
A la hora de poblar esta Barcelona precarizada con personajes de distintos estratos sociales, López recurre a imágenes que nos remiten de inmediato a las historietas españolas de aquella época: Carpanta, las hermanas Gilda, la Familia Ulises… Pero no se queda en la mímesis: su grafismo es suelto, vibrante, de una plasticidad increíble. Y el color es alucinante, recontra idóneo para crear climas, y parece puesto con pinceladas brutales, como buscando intencionalmente una sensación de desprolijidad. Pero se ensambla tan bien con el dibujo, lo levanta tanto, que resulta una herramienta narrativa más, en manos de un autor que de narrativa sabe muchísimo.
De verdad, si te gusta la historieta española, vas a amar El Solar (o cualquier otra obra de Alfonso López). Si (como a mí) te causa gracia el humor basado en las carencias, en la crotada, la berretada y la miseria, te vas a reir un montón. Y si te interesa el tema de cómo vivía la gente común bajo el régimen franquista en los tremendos años ´40, acá vas a encontrar un testimonio muy bien investigado, interpretado en clave de comedia –es cierto- pero con el rigor necesario para explicar muchísimas cosas, entre ellas por qué tantos españoles se cansaron de cagarse de hambre en el Viejo Continente y se vinieron a nuestro país, donde en 1947 la situación socio-económica era muy, muy distinta. Ah, y por fin me enteré a qué hacía referencia Joaquín Sabina en el temazo "Así estoy yo sin ti" cuando decía "Negro como los ángeles de Machin". 

Aguante Alfonso López y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

sábado, 14 de diciembre de 2019

OTRA PREVIA CON RESEÑAS

Y otra hermosa noche para salir a atorrantear por ahí.
Pero antes, flashback a 2016 para reseñar dos libritos aparecidos ese año que pude leer en estos últimos días.
Allá por el 07/05/18 me tocó leer la antología El Volcán, donde me topé con un excelente dibujante peruano, Eduardo Yaguas, para el cual pedía urgente un guionista. Bueno, ahora me encontré con una novela gráfica de unas 130 páginas, íntegramente realizada por Yaguas, y con un guión que –sin ser la Octava Maravilla del Noveno Arte- me convenció de principio a fin.
Multitudes tiene una muy buena construcción de personajes, muy buenos diálogos, una temática social fuerte, urgente, muy real, e incluso con espacio para que Yaguas pueda limar, escaparle a la realidad que él mismo se esfuerza por retratar, y contar escenas oníricas, de enorme atractivo visual, sin que queden forzadas ni desubicadas. La bajada de línea socio-política va para el lado correcto, los vínculos entre los personajes no son los obvios, la resolución del conflicto tampoco… La verdad que –si no te molestan las secuencias oníricas con las que Yaguas abre cada capítulo- te vas a encontrar con un guión sólido y atrapante.
El dibujo… en realidad va por dos cauces distintos. Los tramos en los que Yaguas muestra los sueños de los personajes están dibujados de modo mucho más suelto, con unas tonalidades de grises hermosas, un armado de la página loquísimo, casi sin primeros planos y con recursos muy raros para evitar mostrar expresiones faciales. Y el resto de la novela, lo que vendría ser « la realidad » está dibujado con la técnica del claroscuro, en la que todo es o negro, o blanco. Y acá sí hay expresiones faciales (muchas muy bien logradas), una grilla de viñetas más clásica y un trazo que me hizo acordar al de otros grandes dibujantes peruanos como Rodrigo La Hoz y Jorge Pérez Ruibal, pero más controlado, menos ido al carajo. Con algunas cositas de Charles Burns en la iluminación (como los dibujantes ya mencionados), con buenos recursos narrativos y bastante habilidad para pilotear páginas con muchos cuadritos, algunos muy cargados de texto.
En síntesis, una novela gráfica muy atractiva, ideal para descubrir a un autor que quizás en Argentina no sea muy conocido, pero que reúne los méritos como para cosechar un importante número de fans, a lo largo y a lo ancho del mundo de habla hispana.
Y de mi querida Lima me voy un poco más al norte, a EEUU, para leer el segundo tomo de Howard the Duck de Chip Zdarsky y Joe Quinones (el Vol.0 lo vimos el 28/10/17), de nuevo en la línea de aventuras muy en joda ambientadas en el Universo Marvel. Y en eso último reside el… 70% de la gracia. Zdarsky juega todas las cartas al contrapunto entre Howard y los personajes « serios » de Marvel, que desfilan unos tras otros por estas páginas. Los chistes pueden ser mejores o peores, pero para el fan de Marvel es prácticamente imposible resistirse a una saga cósmica en tono de comedia en la que aparecen el Silver Surfer, Dr. Strange, Galactus, los Guardians of the Galaxy, el Wizard, el Stranger, el Collector… Un disparate. Por supuesto todo muy light, sin la menor intención de explorar con un mínimo de profundidad las consecuencias que generan las tropelías de Howard y su elenco, lo cual por un lado está genial y por el otro seguramente le resta potenciales lectores a la serie.
El TPB cierra con los dos numeritos del crossover entre la revista de Howard y la de The Unbeatable Squirrel Girl (tengo el Vol.1 en la pila de los pendientes, ya le entraremos). La primera parte está a cargo de Ryan North y Erika Henderson (autores de TUSG) y la segunda a cargo de Zdarsky y Quinones. Esto es otro delirio bastante cómico, con mucho ritmo, un montón de personajes invitados y la novedad de poner en el rol de la villana a una chica del palo del cosplay, obviamente muy pasada de rosca.
En cuanto al dibujo, excelente lo de Quinones (no tiene laburos flojos, este animalito), muy bueno lo de Henderson y más raro que bueno lo de Veronica Fish, quien reemplaza a Quinones en uno de los episodios de la saga cósmica. Ya desde la portada queda claro que tenemos en las manos un producto de gran nivel gráfico y la verdad es que está todo muy cuidado: la puesta en página, el color, el rotulado, las portadas alternativas que aparecen al final del tomo… Se ve que –aunque no vendiera gran cosa- Marvel le ponía huevo al comic de este carismático plumífero. Me queda sin leer un tomo más (creo que el último), al que trataré de entrarle a la brevedad, a ver cómo cierra esta etapa tan distinta a la clásica (la de Steve Gerber) y aún así tan disfrutable.
Nada más, por hoy. Gracias por el aguante en el tramo final de esta décima temporada del blog y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas.


miércoles, 11 de diciembre de 2019

LOS 10 AÑOS DEL BLOG

Como habrán notado algunos, este blog está por terminar su décima temporada. Eso significa que está por cumplir diez años de presencia ininterrumpida en la web. El 01/01/20 se cumplen exactamente 10 años de la aparición del blog, una animalada. Para ese día, vamos a andar por las 2520 entradas, lo cual también es una bestialidad. Lo que empezó como un desafío que iba a durar 365 días, está por llegar a los 3650.
Me parece que semejante bizarreada merece una celebración y para eso les propongo reunirnos el sábado 28 de este mes a las 17 hs en el sótano de Sector 2814, la comiquería ubicada en Suipacha 892, ciudad de Buenos Aires.
¿Qué vamos a hacer? La idea es charlar un poco acerca de luces, sombras, tradiciones y tendencias en la difusión de comics en la era de web y las redes sociales. Y después, si vienen y se copan, prometo responder todas las preguntas que quieran hacer acerca de cómo se hace el blog, cómo se sostiene un espacio así a lo largo de 10 años, etc. Hasta pueden proponer ideas para incorporar en la undécima temporada que –lógicamente- arrancará los primeros días de 2020.
Para la charla inicial invité a tres jóvenes colegas a los que sigo en los distintos canales en los que hablan (o escriben) sobre comics: Nicolás Gath (del podcast Tierra X), Matías Mir (escriba del blog Zinerama y el sitio Ouroboros) y Gonzalo Ruiz (del podcast y el sitio 9 Paneles). Entre los cuatro vamos a tratar de abordar el tema en cuestión, y por supuesto quienes asistan también podrán participar.
Seguramente al final habrá un brindis, con gaseosa y agua saborizada. La entrada es gratuita, pero vale colaborar trayendo bebidas, o incluso libros que yo no haya reseñado nunca en el blog, y que me quieran obsequiar para que yo lea y comente (comic yanki o británico, sólo en inglés, no vale traducciones). ¿Te llama la atención, o te llena de un odio visceral que en 10 años de blog nunca haya hablado de… Peanuts? Traete un libro de Peanuts. O de lo que sea que te parezca que se merece una reseña. Acepto hasta mangas de Masami Kurumada, mirá lo que te digo. El límite (obvio) es Gaturro. Cualquier otra cosa editada en libro y que no sea la traducción de un comic anglófono a otro idioma, está perfecto (sí, comic argentino en italiano o francés también).
El festejo de los 10 años del blog va a terminar un cachito antes de las 18:30 y a esa hora va a arrancar una Trivia, un concurso de preguntas y respuestas sobre comics en el que cualquiera se puede inscribir, también en forma gratuita. El (o la) que gane se va a llevar una cantidad grosera de premios.

Bueno, nada más. Acá abajo está el afiche del evento, en tamaño grandote para que se vea bien. Nos vemos, escuchamos, olemos y toqueteamos el 28 con quienes se copen y asistan… y con el resto nos seguimos leyendo, acá en el blog.

lunes, 9 de diciembre de 2019

EL FIN DE LA CHETOCRACIA

Y ahora sí, se terminan cuatro años de un gobierno horripilante y nada de lo que venga de acá en más puede ser peor que lo que vimos y sufrimos estos cuatro años. Eso, por sí solo, es motivo de celebración y allí estaremos mañana, cantando en la Plaza hasta tener que tirar la garganta a la basura. Mientras llega ese ansiado momento, comparto las reseñas de los últimos libritos que leí.
Retazos de Vida es una breve historieta (44 páginas) realizada por el maestro Ralf König en 1989. Inspirado por una situación muy grotesca que escucha en la radio (y nos narra de modo graciosísimo con sus dibujos), König se propone a contar en forma de historietas anécdotas graciosas o zarpadas de la vida real, aportadas por sus amigos, que son mayormente muchachos homosexuales de clase media/alta que viven en las grandes urbes de Alemania. El propio König aparece entre historia e historia para ponerlas en contexto, contarnos a quién le sucedió, o quién se la contó a él, mientras interactúa con su pareja o con algún otro amigo gay que lo visita en su estudio.
Hay cuatro historias muy buenas, con gran poder humorístico y que además sirven para ilustrar aspectos interesantes, quizás polémicos, de lo que era la vida de los varones gays en Europa a fines de los ´80: la historia de los predicadores evangelistas que se inmiscuyen en el departamento de los putos después de una noche de descontrol, la del gay experimentado que tiene una cita con un jovencito que se las da de punk y guacho-pistola, la de la pareja que se ve obligada a blanquear que son “más que amigos” durante la visita a la casa de la madre de uno de ellos, y la más desopilante, la que más juguetea con el grotesco, que es la de la marcha del orgullo gay. Y después hay algunas breves anécdotas más, que podrían tranquilamente no estar.
König arma la página en cuatro tiras, con tres o cuatro viñetas por tira, o sea que hay bastante para leer en 44 páginas. Casi no tiene viñetas mudas y varía muy poco los enfoques, como si estuviera narrando con la cámara fija. Eso me transmitió una sensación rara, como de obra de teatro, o sketch de los viejos programas cómicos. Me parece que esto originalmente fue hecho a color, y la edición de La Cúpula cambió esos colores por distintos tonos de grises, de un modo no muy convincente. Pero dentro de todo, el trazo de König resiste con aguante esos grises empastados, ya que su atractivo pasa –claramente-por otro lado.
Breve, sobrecargada de información sobre la vida íntima de estos muchachos y repleta de coqueteos con la autobiografía, Retazos de Vida no es ni en pedo la mejor obra de este ícono de la comedia. Pero si sos muy fan de König o si nunca leíste nada de él y querés ver qué onda “ese alemán que hace historietas cómicas con protagonistas putos”, lo más probable es que por lo menos algunas de estas anécdotas te atrapen o te arranquen una sonrisa.
Con sus exiguas 70 páginas, El Ziggurat también corre el riesgo de ser considerada “una obra menor” dentro de la exhuberante bibliografía de Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena. Pero si le das una oportunidad (cosa que los fans de la dupla suelen hacer con TODAS sus obras) te vas a encontrar con una muy buena historia en la que Mazzitelli nos invita a reflexionar acerca de lo fácil que es manipular pelotudos para que crean que son capaces de gobernar, de ostentar poder, autoridad, majestad. El Ziggurat es una especie de remake de Being There (conocida en castellano como “Desde el Jardín”) con monstruos y demonios zarpados. De hecho, el personaje que cree ser el protagonista de la trama también es jardinero, como el inolvidable Chauncey Gardiner de la novela (y el film) de Jerzy Kosinsky.
Poderosos exorcistas, sensuales sacerdotisas, eunucos y cortesanos varios llevan y traen, juran lealtades que luego traicionarán y se entreveran en una historia que siempre gira sobre el mismo eje: el poder. Los sacrificios que hay que hacer, lo garca que hay que ser, lo clara que la tenés que tener para tener el poder y que el poder no te tenga a vos. Todo esto condimentado con guerras, masacres y un clima bastante más violento que en la serie promedio de Mazzitelli y Alcatena. Hay un sólo personaje al que Eduardo le hace pegar demasiados volantazos (Inanna) y el resto no sólo es realmente imponente sino que llega a ponerte muy nervioso.
La faz visual nos muestra a Alcatena encendido como pocas veces. La ambientación elegida (una versión mítica, despojada de todo rigor histórico, de la antigua Mesopotamia) le da a Quique material para desplegar las alas de su inagotable imaginación y ametrallarnos con una sucesión interminable de criaturas, palacios, monumentos y demonios de esos que te hacen caer la mandíbula al piso varias veces por capítulo. La narrativa es excelente (no así en el episodio autoconclusivo que completa el tomo, donde el relato no tiene ni a palos la fluidez que vemos en El Ziggurat) y los recursos gráficos que nos obsequia el plumín mágico de Quique son infinitos. Te juro que me compraría el libro sólo por las carátulas (en formato splash-page) con las que Alcatena abre cada capítulo.
Obviamente recomiendo a full El Ziggurat, a los fans de la dupla, de la historieta fantástica de alto vuelo, o de las obras que –disfrazadas de aventuras “de género”- se animan a indagar en temas espesos, de real trascendencia para el alma y la mente de la Humanidad toda.  

Chau, chetos, gracias por hacer todo tan mal. Caricias significativas en el orto, que ojalá les duela por años.

viernes, 6 de diciembre de 2019

VIERNES DE VERANITO

Hermoso clima en Buenos Aires en el último finde de la chetocracia, casualmente compuesto por los días 6-7-8. Y mientras nos preparamos para iniciar los festejos, no está mal clavar un par de reseñitas de los últimos libros que leí.
Mirá quién volvió: nada menos que Tarzan, con un librito de 1996 que reúne dos historietas realizadas por Russ Manning a mediados de los ´70, que estaban inéditas en EEUU. El maestro Manning realizó este material por encargo de editoriales de Europa (donde desde siempre la demanda de comics de Tarzan es mayor que en nuestro continente), tomando levemente como base algunos relatos de Edgar Rice Burroughs. El resultado son dos novelitas de 50 páginas cada una, que conforman un díptico porque ambas (The Land that Time Forgot y The Pool of Time) están ambientadas en la misteriosa isla de Caspak. ¿Qué hace Tarzan lejos de Africa, en una isla del Pacífico cerca de Perú? La explicación no me cerró en lo más mínimo.
En general, nada del argumento me cerró en lo más mínimo. Los guiones son una sucesión de peripecias extremas, hilvanadas de modo caprichoso de modo tal que cada dos o tres páginas Tarzan y sus aliados tengan que enfrentar peligros mortales. En vez de fieras africanas hay animales prehistóricos y en vez de bravos guerreros del continente negro tenemos cavernícolas, pero básicamente esto es más de lo mismo: aventura clásica sin profundidad ni sorpresas. Lo único apenitas zarpado es que cuando Manning habla del terrible trato que estos cavernícolas intentan darle a las mujeres (todas hermosas y de cuerpos esculturales) queda bastane claro que se refiere a abusos de tipo sexual, aunque el dibujo no lo grafique. Todo lo demás suena antiguo, remanido, blandito. Las peleas sin sangre, los diálogos acartonados, los villanos estereotipados… Muy poco para rescatar en este aspecto.
Por suerte, el dibujo de Manning es muy lindo, muy plástico. También un poco pecho frío, a años luz de lo que para esta misma época hacía Joe Kubert en los comics de Tarzan que editaba DC, o incluso lo que hacía Gil Kane en las planchas que salían en los diarios. Manning se luce sobre todo cuando muestra a lo personajes en acción, de cuerpo entero. Los primeros planos me gustan bastante menos que esas tomas panorámicas, en las que el maestro también dejaba la vida en los fondos. Y me gustó también la puesta en página, muy funcional al ritmo de los relatos. O sea que si sos fan de Russ Manning, este librito es poco menos que imprescindible aunque sea por los dibujos. Y si sos fan de Tarzan, por ahí no, no te aporta demasiado. Si no sos fan ni del autor ni del personaje, ni te acerques porque no tiene ningún sentido.
Vuelvo a Argentina, año 2019, y me reencuentro con Rocío Ogñenovich (vimos un trabajo suyo el 27/10/19), quien a lo largo de 48 páginas presenta el inicio de una saga llamada Hera. Visto de lejos, es un comic precioso, parecido en su estética a un título cool de Image. Las tonalidades de color en la portada, el logo, todo va para ese lado, muy atractivo.
Después, a la hora de internarse en la historia, aparece un dibujo que evidencia algunos problemas a medida que la autora plantea planos más amplios. A la inversa de lo que comentaba recién de Russ Manning, los primeros planos de Ogñenovich son muy buenos, mientras que los planos más abiertos, donde los personajes se ven de cuerpo entero, me convencieron mucho menos. El color (rubro en el que la autora contó con la colaboración de Alejandro Basso) está muy bien logrado de punta a punta del tomito y ayuda bastante.
Pero Hera falla en lo más importante, que es la trama. Hay un conflicto, pero es leve, poco ganchero, y se explicita cuando ya van casi 30 páginas de… preludio a la aventura, que se liquida rápido y deja muchísimas puntas abiertas. La consigna ya la leí mil veces (una chica del mundo real pasa a un mundo fantástico con hechiceros, dragones, castillos, etc.) y la verdad es que, para que me enganche con algo tan trillado, hay que pelar personajes y diálogos bastante más interesante que los que me ofreció Hera. No descarto en lo más mínimo que el guión pueda mejorar en las entregas posteriores, pero estas 48 páginas me dejaron con gusto a poco. Una pena, porque la calidad de la portada y de la edición en general son realmente infrecuentes en nuestro mini-mercado.   
Nada más por hoy. ¿Habrá otro posteo antes de que asuman Alberto y Cristina? Ni idea, en una de esas hay. Y cierro con la noticia de que el 28/12, para los festejos de los 10 años del blog, vamos a tener la presencia de Nicolás Gath (Tierra-X), Gonzalo Ruiz (9 Paneles) y Matías Mir (Ouroboros, Zinerama), tres jóvenes referentes de la difusión del comic en las redes a los que sigo a todas partes y que me van a estar acompañando para pensar en voz alta sobre este tema. Un honor, posta.


miércoles, 4 de diciembre de 2019

MIERCOLES COPADO

Sí, parece mentira pero es posta: el miércoles ya vamos a tener un nuevo gobierno y las probabilidades de que sea peor que el que se va son similares a las de que te atropelle un micro escolar en la esquina de Lavalle y Florida, un sábado de Enero a las 4 AM. Y mientras espero ese día de ir a cantar a la Plaza, tengo para reseñar un par de libritos más.
Tarde pero seguro empecé a leer Low, una serie iniciada en 2014 por Rick Remender y Greg Tocchini de la que salieron sólo 19 episodios (ni idea si terminó o quedó inconclusa, pero por ahí algún lector me desasna). Low es un comic de recontra-ciencia-ficción, ambientada decenas de miles de años en el futuro, cuando el sol se empezó a expandir hasta convertir en inhabitable la superficie de la Tierra. Los humanos que sobrevivieron se fueron a vivir en ciudades-domos bajo el océano, y mandaron miles de sondas al espacio, en busca de algún planeta menos hostil a donde mudarse. Pero las noticias que llegaron de estas sondas fueron escasas y desalentadoras.
El entorno, entonces, de este primer tomo de Low es el fondo del mar, donde viven Stel, sus hijos y su marido Johl, que es una especie de sheriff de una de las ciudades subacuáticas. Pero el status quo va a cambiar rápido y para el segundo episodio la familia de Stel estará hecha pedazos por una tragedia capaz de eliminar cualquier rastro de esperanza. Remender va a poner el foco ahí, en qué hacer cuando la esperanza agoniza, y va a plantear a Stel como una especie de elemental de la esperanza, como la mina que jamás se rinde, que jamás pierde la ilusión ni la convicción de que las cosas pueden resolverse, o al menos mejorar. Con unos ovarios monumentales, se pondrá al hombro el protagonismo de la serie y emprenderá una búsqueda heroica (algunos dirán suicida) de sus hijas y de una sonda que regresó con noticias que (en una de esas) son alentadoras. O sea que la machaca acuática con mega-chiches tecno, naves y trajes exóticos y criaturas alucinantes tiene también una especie de trasfondo filosófico, una ética, un mensaje que en general no había visto en otras de Remender, donde la violencia se explica y se impone por sí sola, sin profundizar demasiado.
Todo esto, sin embargo, corre el riesgo de pasar absolutamente desapercibido, porque MUY por encima de cualquier logro de Remender en materia de desarrollo de personajes, diálogos o contexto espacio-temporal, está el dibujo de Tocchini. Esta bestia oriunda de San Pablo (Brasil) deslumbra con su trazo hiper-estilizado, realista, muy detallado y de increíble fluidez. Me cuesta muchísimo describir (y ni hablar de explicar) lo que hace Tocchini en estas páginas, la elegancia que le pone a las escenas más bestiales, la majestad que ostentan sus decorados, sus paisajes… Visualmente, este es un comic realmente mágico, único e irreproducible. Encima Tocchini se colorea a sí mismo, también a un nivel superlativo. O sea que aunque no te interese en lo más mínimo el guión, te recomiendo sumergirte en Low para morir de emoción con los dibujos. Tengo por ahí el Vol.2, prometo entrarle pronto.
Hora de reencontrarme con Pancho el Pitbull, la tira que realizan el estadounidense Neal Wooten y el uruguayo Nicolás Peruzzo para… algún medio de EEUU. Como ya vimos en las reseñas de los tomos anteriores, la edición uruguaya tiene como gran atractivo la traducción al rioplatense realizada por el propio Peruzzo, que no sólo conserva sino que hasta potencia el contenido humorístico de la tira. A la hora de armar los libritos, Peruzzo mete mucha mano, agrega dibujos y hasta una historieta de ocho páginas 100% realizada por él, que me pareció brillante entre otras cosas porque rompe el molde de las tiras, todas (TODAS) divididas en tres viñetas de igual tamaño.
Es muy difícil bancar años y años de una tira siempre en ese formato tan restrictivo un poco por el cansancio que genera en el dibujante y un poco porque hay que ser un mago del timing para acomodar TODOS los chistes a esa grilla sin que pierdan efecto cómico. Por suerte Peruzzo se banca esas reglas tan estrictas, y Wooten (sin grandes destellos de originalidad) encuentra siempre nuevos lugares por donde llevar a la tira y que no se haga repetitiva o aburrida.   
El dibujo está muy bien, el color es excelente, después de cuatro libritos uno ya quiere a los personajes como si fueran amigos de toda la vida, y si bien nunca estallé en carcajadas, el aspecto humorístico funciona como debe funcionar en una tira de estas características, en buena medida gracias a los diálogos reformulados por Peruzzo para esta edición. Difícilmente las generaciones futuras se refieran a Pancho el Pitbull como una tira fundamental para entender el humor gráfico de nuestros días, pero pasar un buen rato sin mayores pretensiones, esto recontra-garpa.

Gracias por el aguante de siempre y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

domingo, 1 de diciembre de 2019

LLEGO DICIEMBRE

Ya estamos ahí de fin de año, del fin del peor gobierno de la historia de la democracia y del festejo de los 10 años de este blog. Un mes colmado de expectativas en el que seguramente clavaremos los 10 posteos que le faltan al blog para llegar a la meta de los 120 a lo largo de 2019.
Hoy aflojo un toque con la historieta argentina y me embarco en un trip a Brasil, a fines de los´90, cuando el maestro, el grosso, el referente de varias generaciones llamado Angeli, empieza a producir esta tira magistral llamada Luke & Tantra, de la cual este tomo (titulado Sangue Bom) es el primer recopilatorio. ¿Me animo a afirmar que Luke & Tantra es lo mejor que leí de Angeli? Creo que sí. Me he reído muchísimo con historietas mucho más guarras, en las que cada cinco viñetas había garches, petes y eyaculaciones, pero esta tira (bastante más tranqui en ese sentido) me pareció más original, mejor pensada, mejor desarrollada y con más contenido.
También tiene que ver el hecho de que Luke y Tantra son dos chicas adolescentes, menores de edad, una de ellas todavía virgen, con lo cual no daba para irse muy a la mierda con las escenas de sexo. Las chicas de Angeli están todavía en la etapa pre-garche, en la que hablan de sexo y fantasean con tal o cual pibe, pero a la hora de la verdad, su experiencia en ese sentido es exigua. Por eso Angeli agarra para otro lado: la transgresión al palo va a venir desde la música. Luke y Tantra van a formar una banda de rock bien kilombera, con letras revulsivas, y de la nada las vamos a ver triunfar en el circuito alternativo de una gran ciudad brasileña. Imaginate el jugo que le saca Angeli a la posibilidad de reirse de los jóvenes rockeros, de la fama repentina y efímera, de los rebelditos que la van de alternativos, de la eterna pica entre skinheads y punks, de la relación intrínseca entre jóvenes, rock, escabio y falopa…
Y lo que no te vas a poder imaginar, lo que hay que ver para creerlo, es el nivel del dibujo de Angeli. Esto es sencillamente perfecto. Algunas de las tiras se publicaron originalmente en blanco y negro, y fueron coloreadas para esta recopilación. Detalle casi irrelevante, porque el libro ofrece (a modo de separadores) ocho ilustraciones de Angeli a lápiz, sin entintar, con mínimos toques de color también a lápiz… que a nivel gráfico son –lejos- lo mejor del tomo. O sea que el ídolo no necesita ni color ni tinta para dejarte atónito, babeando como un subnormal. Varias de esas ilustraciones a lápiz merecerían ser posters, sin ninguna duda. El libro se publicó en Brasil en el 2000, así que no sé si será fácil de conseguir. Yo se lo compré a un amigo que estaba haciendo limpieza de biblioteca y te juro que sentí el impulso de devolvérselo, de decirle “boludo, quedateló, esto es demasiado bueno como para venderlo, incluso a un amigo”.
Hora de sumergirme en el idiosincrático mundo de Inio Asano, para leer el Vol.8 de Oyasumi Punpun, la extraña y cautivante serie que empecé a leer hace exactamente un año (01/12/18). En este tomo, Asano canta “quiero vale cuatro” y directamente hace desaparecer a todos los personajes que venía desarrollando en las entregas anteriores. Ahora todo se centra en la relación entre Punpun y Sachi Nanjo, una chica varios años mayor que nuestro protagonista, a la que el autor le va a dar una tridimensionalidad, una profundidad impresionante, que rivaliza con la que acumuló a lo largo de siete tomos el propio Punpun. Miradas, silencios, proyectos, fracasos, celos, discusiones con y sin sentido, fantasías y complicidades van a ser las bases sobre las que se edifique un vínculo demasiado verosímil, demasiado real como para leerlo en un manga. Ahora sí, no extrañé en lo más mínimo al tío Yoichi, ni a ningún otro personaje de los tomos anteriores. Asano me cebó a pleno con la química entre Sachi y Punpun y sólo me interesa ver cómo evoluciona esa relación. El Vol.8 termina con un posible regreso de Aiko, y veremos si es posta o un amague más del autor para sumarle un conflicto al status quo de la serie, que llegó a un punto absolutamente hipnótico.
Me encantó la transición gráfica de Punpun, que arranca el tomo como un triangulito, después lo vemos como una pirámide y en un punto pasa algo, el pibe “se abre” y el dibujo de Asano lo acompaña y lo vuelve a mostrar en su forma de “pajarito-fantasma”. La idea de modificar la forma en que vemos a Punpun según la evolución de sus estados de ánimo es una de las tantas genialidades que nos ofrece Asano a la hora de dibujar este manga. Las demás, creo que ya las mencioné en otras reseñas, así que… ´nuff said. Banco a full esta serie, pero antes de entrarle a los cinco tomos finales, voy a hacer un parate para leer otros mangas, así no me aburro.

Nos seguimos leyendo muy pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.