Después de un finde con muchas dudas, ahora sí, llegó con
todo el impiadoso verano porteño. Y ya en la recta final rumbo al encuentro de
este sábado (que no hace falta repetir lo memorable que va a ser), tengo un par
de libritos más para reseñar.
Los Bespi de Alfredo Grondona White se me había escapado
en su momento y ahora lo rescaté de una mesa de saldos. Y me gustó menos de lo
que esperaba. Las últimas 20 páginas son geniales. En vez de recopilar las
historietas de los Bespi que Grondona White publicaba en Humi, alguien decidió
meter material del que el ídolo rosarino hacía para Hum®, esos en los que tocaba un tema
genérico, relacionado con las costumbres y modas de la Argentina de su tiempo,
y lo desmenuzaba en varias viñetas, cada una con un chiste dibujado y un texto
complementario por afuera de la viñeta, que solía ser sumamente gracioso, como
si fuera un monólogo de stand-up comedy pero con dibujos. Ahí hay páginas
brillantes, algunas de las cuales ya tengo en el recopilatorio de La Duendes
(lo vimos el 14/02/12), con un magistral despliegue de mala leche que desentona
bastante en un libro supuestamente pensado para los más chicos.
Y el resto, el material de Humi, me sacó alguna que
otra sonrisa, no es una sarta de gansadas con cero chances de seducir a un
lector adulto, pero no me fascinó. A diferencia de los « ensayos
gráficos », estas historietas nos permiten disfrutar a Grondona
White narrando en secuencia, y la verdad es que vemos una narrativa muy rara,
con la “cámara” casi inmóvil, casi sin cambio de planos, como si fuera una obra
de teatro pero prácticamente sin decorados, porque el maestro no dibujaba casi
nunca los fondos (y cuando los dibujaba eran muy, muy minimalistas). Todo el
tiempo vemos a todos los personajes de cuerpo entero y de frente, como en el
teatro, o como en Little Nemo in Slumberland. El dibujo se pone el relato al
hombro, siempre con la línea típica de Grondona
White, con ese grosor uniforme y sin sombras ni manchas. Por suerte a lo largo
de todo el tomo se disfruta la gran expresividad del dibujo del maestro, su
increíble poder de observación y su talento devastador para las expresiones
faciales. Los guiones de Bespi... y, más o menos.
No quería terminar el año sin reseñar el Vol.5 de Gipsy,
el último de la serie creada en los ´90 por Thierry Smolderen y Enrico Marini,
de la que ya vimos en el blog los cuatro tomos anteriores. Cuando me tocó leer
el Vol.4 (28/11/19) me encontré con un guión flojo, poco convincente. Este está
muchísimo mejor. Acá se ve que Smolderen está más compenetrado con la historia
que quiere contar, no se lo lleva puesto la urgencia por detonar escenas de
violencia y descontrol. El Ala Blanca es un guión más pensado, con rosca
política, con bastante introspección, con buen desarrollo para los dos
personajes secundarios que arrancaron en el Vol.1 y llegaron al final (Oblivia
y La Hechicera) e incluso con ideas para explorar en tomos futuros... que nunca
existieron. Lamentablemente, la saga de Gipsy quedó acá, con un tomo muy
interesante, con situaciones de comedia, garches, peleas y traiciones en un
Medio Oriente siempre picante y conflictivo.
El dibujo de Enrico Marini es exquisito de punta a punta y
una vez más supera todo lo exhibido hasta el momento. No hay rubro en el que el
suizo hijo de italianos no descolle, pero si tengo que subrayar uno, en este
tomo sería el color. De pronto, en una serie dominada por los colores fríos y
oscuros, irrumpen los colores cálidos y las escenas luminosas, y la magia
cromática de Marini se multiplica, se expande. La narrativa es atrapante a
pesar de las muchas páginas con 10 viñetas,y el estilo conserva el toque justo de grotesco como para
transmitirnos la sensación de que sí, es una aventura fuerte, con acción, con
tiros, con explosiones donde muere gente posta, pero tampoco es para tomárselo
taaaaan en serio. Marini la rompe tanto en la machaca estridente como en los
pasajes más intimistas y hace añicos el molde de la típica aventura del mercado
francés (que a los argentinos nos resulta un toque fría) a fuerza de primeros
planos muy expresivos, algún que otro afano a Katsuhiro Otomo (vicio que pronto
terminaría de sacarse de encima) y un dinamismo alucinante cada vez que los
personajes entran en acción.
No te quiero engañar y venderte El Ala Blanca como si
fuera una gema del infinito, pero es un álbum sólido, entretenido y con unos dibujos
de la hiper-concha de Dios. Muy buen final para esta serie noventosa que
consagrara a uno de los más grandes historietistas que tiene hoy el Viejo
Continente.
Y nada más, por hoy. Supongo que antes del sábado estaré cumpliendo
la meta de los 120 posteos durante 2019, y si no, será seguro antes del martes
31. Muchas gracias a todos los que se acercaron a saludarme este finde en
Avellaneda Comics y hasta pronto.
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