La mala noticia es que
estoy leyendo pocos comics. La buena es que estoy leyendo muchos textos SOBRE
comics, porque por primera vez (seguramente por efecto del aburrimiento que
genera la reclusión domiciliaria infinita) estoy escribiendo un texto largo
(obviamente referido al Noveno Arte) que eventualmente se va a publicar. En una
de esas se convierte en un libro, en una de esas en una serie (larga) de
artículos acá en el blog, o en el sitio web de Comiqueando, o en los dos
lugares. Pero en algún momento se va a dar a conocer y ahí habrá una sobredosis
de “Andrés Accorsi hablando de comics” para aquellos que se animen a bancarme
en este nuevo disparate.
Mientras tanto… ¡terminé
Oyasumi Punpun! El manga de Inio Asano que empecé a leer allá por Diciembre de
2018 llega a su fin con este Vol.13 más gordito que los habituales.
En la reseña del Vol.12,
me aventuré a vaticinar que “tanta oscuridad tan cerca del final no hace más
que prometer que Punpun va a terminar MUY para el orto”. Bueno, una vez más le
erré por bastante. No te digo que hayamos tenido un final exactamente “feliz”,
pero estuvo muy lejos de la tragedia para la que yo me iba preparando a medida
que avanzaba en la lectura del tomo anterior. En cuanto al subplot de Pegaso, el
gurú de las buenas vibras, en cambio, yo dije: “tengo mis serias dudas de que
Asano logre cerrar convincentemente esta punta del argumento, o integrarlo un
poco más al tronco de la saga”. Y acá la emboqué. Todas esas escenas dedicadas
a esta línea argumental llevan a… la nada misma. Se sostienen en diálogos muy
interesantes (y obviamente en los maravillosos dibujos de este animalito
llamado Inio Asano) pero como historia no cierra por ningún lado, ni le aporta
nada a la historia principal.
Y claro, ahora que uno
puede ver la obra completa en perspectiva, son MUCHISIMOS los tramos de estos
13 tomos en los que Asano pierde tiempo en pelotudeces que no aportan nada. Es
obvio (o en realidad se me hizo obvio al llegar al final) que acá no había un
plan, que el autor iba fruteando sobre la marcha. Para este capítulo se me
ocurrió que le pase tal cosa a Punpun, lo meto de una. Para este no se me
ocurre nada con Punpun, pero tengo una escena copada con un personaje nuevo,
que no sé si va a enganchar con lo que veníamos narrando, adentro, dale que va.
Así es como desaparecen personajes interesantísimos (por supuesto con el tío
Yuichi a la cabeza), y el elenco protagónico fluctúa tanto. Incluso en las
últimas… 46 páginas, en ese epílogo estirado hasta el infinito y más allá,
Asano trabaja durísimo para darle chapa a un personaje que no había aparecido
nunca. Es así, no puede parar.
Los finales que plantea el
autor para Aiko y Nanju Sachi me parecieron logradísimos y la última vuelta de
tuerca para Punpun, sinceramente jamás me la vi venir. O sea que, a grandes
rasgos, puedo decir que este manga extrañísimo, que prácticamente no necesitó
de elementos fantásticos para convertirse en una de las lecturas más
desafiantes con las que me encontré en estos años, terminó bien. Me queda el
gusto amargo de pensar que lo que Asano contó en 13 tomos se podría haber
contado (con una buena poda de personajes secundarios intrascendentes y volando
a la mierda todas las escenas que no aportan nada a la trama central) en cinco,
o como mucho seis. Pero bueno, quejarse de que los mangakas estiran es como
quejarse de que los gobiernos neoliberales ajustan, o de que la AFA de Chiqui
Tapia beneficia siempre a Boca. Son obviedades, son cosas intrínsecas,
inevitables, que van a ser siempre así. ¿Te metiste en un manga de 13 tomos?
Preparate para la estirada brutal, los personajes secundarios de relleno, y las
más variopintas peripecias que a la larga no conducen a ningún lado.
Por lo menos en Oyasumi
Punpun el relleno no son peleas interminables, ni colegialas que lloran porque
el chico que les gusta no les habla. Este es un manga (como ya dije) mucho más
de vínculos que de trama, más de introspección que de acción, y eso lo hace
complejo, difícil, por momentos muy retorcido, y también lo hace profundo, intenso
y honesto como pocos.
En la faz gráfica, la
verdad que me saturó un poco el laburo de Asano y su ejército de asistentes.
Tengo sin leer otras tres obras del ídolo (entre ellas la edición argenta de
Solanin, el manga con el que me hice fan de Asano allá por 2009), pero las voy
a dejar para la segunda mitad del año, porque quiero desintoxicarme un poco de
esa estética tan pendiente de la foto retocada. Por momentos, Oyasumi Punpun me
hizo acordar a The Amazing World of Gumball, ese dibujo animado en el que
personajes de diseño sencillito, naïf y bonito se mueven sobre fondos tomados
de la realidad. Me doy cuenta de que ese no es el efecto que buscaba Asano al
ametrallarnos viñeta tras viñeta con esos fondos hiper-realistas, mega-cargados
de detalles. Pero a mí me pasó eso, llegué al punto de decir “pará, flaco,
inventate ALGO. Un celular, un par de ojotas, un estampado para la remera de
Punpun”… Lo único que podría verse irreal, más propio del imaginario gráfico de
un mangaka que del mundo posta, es precisamente el manga que dibuja Sachi, pero
Asano no nos lo muestra.
En fin, si venís a full
con Asano, no dudes en entrarle a Oyasumi Punpun. Y si te gustan las historias
bajoneras, casi sin chistes, en las que vemos el tránsito de la infancia a la
madurez de chicos con problemitas, esta puede ser tu Biblia Absoluta.
Gracias por el aguante y
hasta pronto.