A fines de 2015, Marvel
decidió reparar una injusticia y le dio serie regular a Scarlet Witch, inmenso
personajes siempre contenido en las páginas de los distintos títulos de
Avengers, tras hacer las inferiores como villana en Uncanny X-Men. El guionista
elegido fue James Robinson, muy fan del tema de las brujas, como atestigua su
serie Witchcraft, de la cual escribió un par de sagas en Vertigo, en los ´90. Y
el formato elegido es muy parecido al que vimos hace poco en aquella serie de
S.H.I.E.L.D.: episodios autoconclusivos, siempre con distintos dibujantes.
Evidentemente esa fórmula no es la que prende hoy en día entre los lectores de
Marvel, porque a Scarlet Witch también le fue mal, y la serie se extinguió
luego de apenas 15 entregas. Pero de ahí salieron tres TPBs, de los cuales
tengo dos, y hoy tengo para comentar el primero.
Robinson presenta una
versión bastante “vertiguesca” de la querida Wanda Maximoff, más madura, menos
bardera, conectada a full con el tema de la brujería (que se usa para explicar sus
poderes, por encima de cualquier poder mutante que pueda tener la heroína) y
hasta con un tinte feminista, ya que la cuestión de género tiene bastante peso
en las tramas. Falta que la veamos putear y acostarse con otras mujeres y ya
podríamos decir que esta es la Scarlet Witch de Vertigo. De todos modos, como
suele suceder en Marvel, aunque los autores tengan amplias libertades para
llevarse a los personajes a las márgenes del meta-relato compartido entre todos
los títulos de la editorial, el Universo Marvel siempre se hace presente, en
distintas formas.
El primer episodio es
bastante flojo, pensado más para piantar compradores que para seducirlos. El
segundo levanta un poco, el tercero y el cuarto ya están bastante mejor (acá
Robinson ensaya otra innovación: inventarle un archienemigo a Wanda, que nunca
tuvo uno) y el quinto, que es el más desenganchado, el más autoconclusivo de
todos, es el que a mí más me gustó. Es rara cómo está mostrada la acción, con
lo cual uno nunca siente el peligro, la emoción, la veta épica de lo que está
sucediendo, pero a nivel argumental me parece la historia más lograda.
Este último episodio está
ambientado en España y una vez más (como en el libro de Shade que vimos el
17/03/14) Robinson convoca para dibujarlo al gran Javier Pulido, que plantea
una puesta en página medio extraña, pero dibuja a un nivel muy alto. Después
tenemos a Vanesa del Rey (bastante del montón lo suyo), a Chris Visions (no lo
conocía, me gustó bastante), al maestro Steve Dillon (tranquilo, sin sobresaltos)
y a Marco Rudy, mil veces mejor que en aquellos números de Swamp Thing donde lo
vimos reemplazar a Yanick Paquette, ahora con la posibilidad de colorearse a sí
mismo, y con un juego de puesta en página que emula (con dignísimos resultados)
a los que proponía J.H. Williams III en Promethea. O sea que visualmente el TPB
tiene más logros que tropiezos. Prometo entrarle pronto al Vol.2, a ver si
siguen mejorando los guiones.
Me queda sin leer muy poco
material editado en Argentina en 2019 y en 2020 casi no salieron libros de
autores locales, así que veremos de qué carajo me disfrazo para que no falte
comic nacional en este espacio. Tengo leído Changos es Puro Cuento, una
antología en la que varios autores reversionan clásicos de la literatura con
una vuelta de tuerca rara e ingeniosa: la de meter en el medio a sus propios
personajes, todos ya aparecidos (creo) en otras historietas destinadas al
público infantil. O sea que al desafío de adaptar a pocas páginas de historieta
relatos literarios mucho más extensos, se suma este, bastante más jodido, que
es el de romper la lógica de l@s autores originales para darle a todo una onda
infanto-juvenil y mechar personajes de la propia cosecha de cada un@ de l@s
historietistas.
Todas las historietas
comparten un problema serio: esa tipografía chota, amarga, que va en sentido
contrario del despliegue de imaginación que uno espera ver en un libro de estas
características. Y después, hay dibujantes realmente flojos, a los que les
quedó muy grande el formato libro, las páginas a color, la chapa de los textos
que adaptaron, etc. Material que si ves en un fanzine no te hace ruido, pero en
este contexto, el de un libro con una calidad de edición impecable, impacta muy
negativamente.
En el rubro “busquemos una
vuelta loca para contar las historias que todo el mundo conoce con una impronta
distinta y metámosles personajes que no tienen nada que ver”, creo que los
mejores resultados los obtienen Willy Pinuer, Pablo Lizalde, y la dupla Muriel
Frega-Mariela Acevedo. Además, son tres de las historietas realmente bien
dibujadas. La forma en que Hernán Offi encara la adaptación de 2001: A Space
Odyssey también me causó bastante gracia, pero al dibujo le falta un poco más y
no está tan logrado el equilibro entre texto e imagen. Y después hay dibujos
más que correctos en la historieta de Laura Vásquez (donde falta destreza en la
puesta en página, en el flujo narrativo de la historia) y en menor medida en
las de Sergio Puente y Laura Rosendo.
En el resultado global,
creo que es un proyecto mejor pensado que ejecutado, pero a los más chicos
seguro los va a cautivar, y a mí me brindó la posibilidad de conocer a algun@s
nombres vinculados a la historieta infantojuvenil que desconocía, en parte
porque la inmensa mayoría son de Mar del Plata. A ver con qué más me sorprenden
l@s creativ@s de esa hermosa ciudad.
Y nada más, por hoy. Ni
bien tenga otro par de libros leídos, nos reencontramos con nuevas reseñas acá
en el blog.
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