el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 31 de julio de 2014

31/ 07: ASESINO

Izo Okada es un guerrero temible, un espadachín formidable, con nervios de acero, una técnica impecable, un coraje descomunal. Su fama de asesino implacable se expande por todas partes y los más duros oponentes se cagan encima con sólo escuchar su nombre, asociado con la muerte. Es así: si te enfrentás a Izo Okada, sos boleta. Pero además Izo Okada es un auténtico tarado, casi un deficiente mental, un nabo atómico, fácil de manipular, propenso a mandarse todas las cagadas habidas y por haber. Defiende por error a sus enemigos, mata por error a sus aliados, bardea y grita en las misiones encubiertas en las que nadie debe saber que él es el asesino, se gasta la poca plata que gana en escabio y, una vez entonado, cuenta secretos que no debiera revelar… Así como enfrentar a Izo te garantiza la muerte, ser su amigo, o incluso su jefe, te garantiza unos cuantos problemas.
¿Qué es esto? ¿Una remake japonesa de Groo? No, es una novela gráfica del sensei Hiroshi Hirata, del cual ya vimos varias obras acá en el blog. Las aventuras, desventuras, crímenes y metidas de pata de Izo Okada (que exisitió en el mundo real) están contadas en serio, en clave dramática, por este prócer indiscutido del manga de samuráis. Obviamente todo está ambientado en el Japón feudal de mediados del Siglo XIX, lo que permite contextualizar a la machaca sanguinolienta en un clima político espeso, muy fértil para la intriga palaciega y las runflas espúreas.
Esto es muy típico de los mangas de Hirata, y lamentablemente es lo que le abre la puerta a lo que menos me gusta de sus historias: la solemnidad, el protocolo, el exceso de información acerca de los clanes, sus señores, sus partidos políticos, sus samurais, sus rangos, sus pueblos y ciudades, su estipendio anual… Toda esa bola de data, fruto de una exhaustiva investigación histórica que tranquilamente podría no estar y la historia no perdería ni un ápice de su atractivo. Por el contrario, permitiría agilizar secuencias en las que el diálogo empantana seriamente al ritmo narrativo.
Básicamente, esta novela (basada en el largometraje homónimo de Shinobu Hashimoto) nos invita a acompañar a Izo Okada a lo largo de varios años de su vida. No lo vamos a ver madurar ni aprender demasiado. Quizás la única lección que aprenda es que por más grosso que seas con la espada, si los garcas con poder político te quieren tirar debajo de un bondi, te tiran. Todas las demás lecciones que la vida y los ocasionales jefes y amigos tratan de darle a Izo rebotan, son refractadas por este monolítico fan del sake y la violencia. Lo mejor que hace Hirata es no presentarnos a Izo como un villano. El tipo se dedica a matar gente porque no sabe hacer otra cosa y además, cuando la cosa se pone peliaguda, lo vemos tener un gesto muy noble, muy altruista, que no quiero revelar para no restarle impacto si algún día leés este manga.
Y bueno, sin esas escenas de diálogos larguísimos llenos de información irrelevante, y quizás con menos personajes secundarios, este manga sería una aplanadora. Las escenas de acción están buenísimas, la trama política está bien llevada y la construcción del protagonista no tiene fisuras. Te irrita un poco de tan salame, de tan necio, y eso es un mérito del autor, no tengo dudas.
La película en la que se basa el manga es de 1969 y me da la sensación de que la novela gráfica también está realizada al filo de 1970. Lamentablemente no figura ese dato en la edición española. Sólo sabemos que en Japón se recopiló en libro recién en 2005. Pero el grafismo del sensei Hirata tiene esa onda, la de los relatos de samurais que publicaba a fines de los ´60 en la revista Shounen King. Un grafismo que se hace esquemático, pero nunca torpe ni grotesco, a medida que “la cámara” se aleja, y se prodiga en detalles fascinantes a medida que la cámara “se acerca”. Los fondos son impresionantes, la variedad en las expresiones faciales es notable, el trabajo de tramas mecánicas y líneas cinéticas es brillante y lo más lindo, lo más impactante son esas secuencias de acción bien salvajes, bien al palo. Todo el primer tramo (hasta pasadita la página 90, diría yo) está un poco lastrado por la gran cantidad de viñetas que mete Hirata en cada página, organizadas en cuatro calles y con mucho diálogo. Ahí, el tempo narrativo es lento y el dibujo se luce poco. Pero en la segunda mitad de la obra abundan los hallazgos y los prodigios visuales tan típicos del maestro.
¿Lo recomiendo? Sí, de una. No es LA GLORIA, pero está muy bien. Es un manga sólido, al que se le notan poco los 45 años que tiene encima. Aún hoy, es una cátedra de dibujo del inmortal Hiroshi Hirata.

miércoles, 30 de julio de 2014

30/ 07: LUCIFER Vol.1

Esta es una serie a la que no le di bola en su momento, porque bueno, era el enésimo spin-off de Sandman y al guionista no lo conocía ni su vieja. Por suerte, a raíz de su paso primero por Hellblazer y después por The Unwritten, me convertí en uno de los miles de fans “tardíos” de Mike Carey. Y también por suerte, Vertigo da revancha y republica toda la serie de Lucifer en estos hiper-TPBs zarpados, con toneladas de episodios, en buen papel, sin los avisos, con esas portadas majestuosas (casi todas de Duncan Fegredo) y a un precio más que razonable. Así que, un poco tarde, pero le vendí mi alma al ángel caído al que tanta chapa le dio Neil Gaiman en las páginas de Sandman.
A la serie de Lucifer no le faltan los logros, pero quiero resaltar primero sus puntos ”flacos”. Por un lado, esto es “Vertigo clásico”, es decir que hay mucho chamuyo místico, mucha rosca con ángeles, demonios, vórtices dimensionales, deidades de distintos panteones, personajes con increíble mala leche que tiran sentencias definitivas… faltan las lesbianas, nada más, que muy probablemente aparezcan en los tomos posteriores. El tono es bastante solemne, hay mucho protocolo, mucha franela y poca acción.
Por otro lado, se nota que es una serie que arranca con la certeza de que iba a durar mucho (el tiempo demostraría que sí, que se bancaba 75 episodios, una miniserie y una novela gráfica). Una vez concluído el arco inicial (la miniserie) Carey plantea una serie de conflictos chiquitos a los que estira al mango, para que avancen muy poco en cada episodio y eso le permita meter muchas escenas con un montón de personajes secundarios a los que desarrolla mucho y muy bien. Y después sí, un conflicto grosso, también mechado con muchísimas escenas más tranqui, más intimistas, centradas en todos los miembros del siempre expansivo elenco, muchos de los cuales podrían no estar, pero que al estar tan bien laburados enriquecen bastante la historia. La sensación es que estos 16 episodios podrían haber sido ocho o nueve, aunque eso requeriría depurar a full el elenco y privarnos de muchas secuencias muy bien escritas, con una exploración minuciosa de las consecuencias de cada cosa que se hace o dice, con magníficos diálogos y bloques de texto y no pocos guiños al lector de Sandman.
Por el lado del dibujo, hay para todos los gustos. Los primeros tres episodios están a cargo del maestro Scott Hampton, concentrado en ponerse al servicio del relato y con su fastuoso estilo pictórico ahí, agazapado para estallar y lucirse en los momentos clave. No creo que sea el mejor trabajo de Hampton, pero está buenísimo. Después tenemos tres episodios de Chris Weston, en un estilo más oscuro y ya mucho más gráfico que plástico. Son guiones duros, difíciles de dibujar, y Weston transpira la camiseta a full para sacarlos adelante. Y en los 10 episodios restantes tenemos casi siempre a Peter Gross, el compañero de Carey en The Unwritten, con muchas pilas, muy bien complementado por Ryan Kelly, que le da a los dibujos un acabado más elaborado, menos simplón que el típico dibujo de Gross. Eso, en las sagas extensas. En los unitarios, y en algunas páginas de un número que Gross no llegaba a terminar, aparece otro grosso de aquellos, Dean Ormston, con su claroscuro pasado de rosca y su asombroso sentido de la especialidad. ¿Cuál es el Lucifer definitivo? La verdad que los cuatro, cada uno en su estilo, lo dibujan muy bien. Hago trampa y me quedo con el de Fegredo, que lo dibuja como los dioses (o los demonios) en las portadas. O en realidad con el de Marc Hempel, que lo dibujaba a la pluscuamperfección en sus numeritos de Sandman.
Por ahora, a Lucifer le falta un poquito de ritmo. En ese sentido, lo pongo por debajo de lo que hizo Carey en Hellblazer y The Unwritten. Si no te hartó la “dark fantasy” y no te exaspera esa pachorra gaimaneana en la que todo va muy despacio y la trama se bifurca en muchas sub-tramas que se cocinan a fuego lentísimo, Lucifer tiene varios artilugios muy atractivos para seducirte y hacerte fan. Tengo para leer un par de tomos más (a los que prometo entrarles en los próximos meses), así que veremos cómo evoluciona la serie.

martes, 29 de julio de 2014

29/ 07: NAVARRITO

Bue… tanto como “clásico de la historieta nacional”, no sé. Pero me queda claro que Navarrito es una muy linda novela gráfica, sólida, para nada estirada ni comprimida, y perfectamente enrolada en su género, que es el policial noir.
En estas 64 páginas, Ricardo Barreiro nos propone una intriga clásica: hay que desenmascarar a un asesino serial de prostitutas antes de que siga acumulando víctimas. Es una trama que leímos mil veces, desde Jack el Destripador en adelante, e incluso tiene varios puntos de contacto con una historieta mucho más reciente, que vimos acá en el blog: La Française, de Carlos Trillo y Pablo Túnica, que –al igual que Navarrito- traía la historia a la Buenos Aires de principios del Siglo XX. Los tranvías, los palacetes de la alta sociedad, las penosas condiciones en las que trabajaban las meretrices, el diario Crítica… todo eso que vimos en La Française estaba también en esta historieta, 25 años anterior.
Como en todo policial noir tenemos una red de corrupción muy vinculada al poder político, un “héroe” que mete la nariz donde no debe y termina muy cagado a palos, una mujer enigmática y seductora que sabe mucho más de lo que dice, policías que preferirían que el caso no se esclareciera jamás, etc. Por esos senderos tan transitados se mete otra vez “el Loco” Barreiro a ver hasta dónde llega. Y le va bien, en parte porque se aferra a una herramienta que el policial yanki no nos puede ofrecer, que es la de la identificación. En Navarrito todo es 100% porteño, todo remite a lugares y sucesos reales de la Buenos Aires de 1930, con cero margen para el chamuyo y para los elementos fantásticos que tan bien manejaba Barreiro.
Y quizás el logro más importante de Navarrito: no es una historieta pretensiosa. No quiere ser ni el antes ni el después de nada. Es una historia compacta, que va para adelante, que cierra sin dejar cabos sueltos y de modo poco predecible, con tres o cuatro personajes muy bien trabajados y con un contexto histórico muy bien investigado, que en ningún momento opaca a la trama ni se manifiesta en forma de un alud de información que nos cae encima y nos agobia (el famoso fromhellismo). Hay buenos diálogos, bastante acción, una conspiración espesa, bien pensada, y un garche por ahí un poquito sobreactuado. No sé si hacían falta tantas viñetas de cama para darnos cuenta de lo que había pasado entre Ema y Navarrito.
Al frente del dibujo lo tenemos al maestro Alberto Dose, un autor cuasi-olvidado, que en los ´80 trabajó mucho en muchas revistas argentinas y a fines de esa década se fue a vivir primero a Italia y después a EEUU, donde realizó un montón de trabajos que acá no se publicaron nunca. Me acuerdo que en su momento Sticker Design publicó la saga de Flash que hizo Dose junto a Geoff Johns, pero en el medio hay más de 10 años del maestro inéditos en Argentina. Lo cierto es que Dose siempre se caracterizó por su versatilidad, por moverse con mucha soltura en varios registros distintos. En esta obra lo vemos muy afianzado en un estilo que combina la línea clara y recontra-expresiva de Sanyú con un tratamiento de la mancha negra también recontra-expresivo y más cercano al de José Muñoz. En la primera mitad de la obra, la amalgama cuaja perfecto. Dose logra que sus sombras espesas integren a la viñeta a esos fondos super-elaborados, que obviamente están copiados de fotos. Y todo se ve sombrío, sucio y muy atractivo. En la segunda mitad, la línea se hace más clara, los fondos excesivamente prolijos y, si bien no se resiente el equilibrio entre blancos y negros, todo se vuelve más limpito y menos dark. De todos modos es un excelente laburo de Dose, quizás el más personal de los que recuerdo haber visto en las antologías argentas, y lo único realmente criticable es el rotulado manual con letra cursiva, que por momentos bordea lo indescifrable.
Muy buena edición de La Duendes, con buenos textos complementarios y sobre todo muy bien impresa, que es algo fundamental cuando se trabaja con una historieta estéticamente jugada al claroscuro. Hay un montón de trabajos más, tanto de Barreiro como de Dose, que quisiera ver rescatados en ediciones como esta. La recopilación de Navarrito es un gran primer paso en este sentido.

lunes, 28 de julio de 2014

28/ 07: LOS DERECHOS HUMANOS

Estamos a mediados de los ´80 y, de algún modo extraño, se puso de moda tomar conciencia, hacernos un poquito cargo de todo lo que estaba para el orto en el mundo, e incluso tratar de dar una mano. Hasta las estrellas de la música grababan hits a beneficio de las víctimas del hambre y la pobreza extrema en Africa, ¿te acordás?. Y si en una canción a beneficio se podían juntar Paul McCartney, Sting, Phil Collins, George Michael, los Duran Duran, Bono, David Bowie y Boy George, en una antología de historietas se podía hacer algo parecido, no? Con ese concepto, en 1985, la editorial española Ikusager lanzó este libro, que rápidamente se publicaría también en varias editoriales europeas de primer nivel.
Cada una de las seis historietas que componen la antología tiene ocho páginas y gira en torno a un artículo distinto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que también se incluye en el libro. Veamos qué onda.
Empezamos con el maestro español Antonio Hernández Palacios, con una historieta en la que el protagonista es Jesucristo. Ves la primera página y te esperás lo peor: puro virtuosismo gráfico y cero narrativa. Pero por suerte, en las páginas restantes el autor se juega mucho más a contar la historia que a hacer gala de su increíble talento con el lápiz. Y además están los dibujazos fastuosos que uno asocia con Hernández Palacios, incluso potenciados por un exquisito tratamiento del color. El guión no es sublime, pero se la banca muy bien. Un buen primer paso.
La segunda historieta está a cargo de un equipo creativo muy raro, se juntaron dos autores a los que uno no imaginaba trabajando juntos: el guionista español Felipe Hernández Cava y el dibujante argentino Juan Giménez. El resultado es un muy lindo thriller político, fuerte, duro, acompañado de un trabajo tan solvente en la construcción del protagonista, que uno quisiera que estas ocho páginas fueran las primeras de un álbum mucho más extenso. El laburo de Giménez en el dibujo y el color, fastuoso como en sus mejores historietas.
Turno de otro prócer ya fallecido, el glorioso Will Eisner, que se mete todavía más a fondo en la temática política, no sin cierta ingenuidad, y a la vez con un mensaje muy potente, muy sólido, acerca de la importancia del voto popular. El dibujo es fresco, fluye a la perfección, el color no aporta demasiado y en cuanto a la narrativa se ve a un Eisner controlado, que elige no experimentar porque sabe que esto va a ser leído por un público amplio, que quizás no esté tan familiarizado con el lenguaje del comic.
Vamos con Milo Manara, que entrega ocho páginas hermosas, con un guión apenitas predecible, condimentado con buenos diálogos, un erotismo muy sutil y unas escenas de tremenda crueldad. Gran trabajo del italiano, seguramente parte de su etapa más fértil, en la que convertía en oro todo lo que tocaba.
La siguiente historieta está a cargo de otro gran guionista español, Víctor Mora, y su esposa, la dibujante francesa Annie Goetzinger. Esta es la historia más heavy, la más truculenta, la más revulsiva, la que apela a las secuencias más atroces para transmitir su mensaje. Ojo: si te bancaste La Noche de los Lápices, esto es una de Los Pitufos. Pero si te shockean mal las torturas y las violaciones, seguí de largo.
Y terminamos con otra dupla que estaba en su mejor momento: Juan Sasturain y el inmortal Alberto Breccia. La historieta de los autores de Perramus (publicada hace unos años en Fierro) tiene una estructura y un clima similares a la de la inolvidable El Reino Azul (de Carlos Trillo y Enrique Breccia), aunque el final es un toque más predecible y menos poético. Lo que realmente la eleva al rango de genialidad es lo que hace “el Viejo” con el dibujo, un festival expresionista de líneas, texturas y colores tan grotesco como maravilloso.
Seis historietas, 48 páginas de narrativa, suena a poquito en estos días en que las antologías temáticas vienen mucho más nutridas. Pero bueno, hace casi 30 años esto era una novedad y seguramente debe haber sido complicadísimo reunir a un elenco con ese nivel de figuras. Por suerte, este libro funcionó y pronto vinieron tres más, que prometo reseñar muy pronto.

domingo, 27 de julio de 2014

27/ 07: MARVELS: EYE OF THE CAMERA

Esta es la no muy promocionada secuela de Marvels, que supuestamente iba a salir para el décimo aniversario del clásico de Kurt Busiek y Alex Ross y al final terminó por salir muchísimo después.
Eye of the Camera retoma al personaje del fotógrafo Phil Sheldon y nos muestra qué fue de su vida desde aquel final de Marvels (que si mal no recuerdo terminaba con el trágico fin de Gwen Stacy) hasta su muerte, en 1987. El conflicto central tiene que ver con que Phil tiene cáncer de pulmón y le queda poco tiempo de vida. El veterano fotógrafo, sin embargo, se aferra a la idea de curarse y sobrevivir, porque quiere seguir disfrutando de sus hijas, de las proezas de los superhéroes (de los que hizo fan) y además tiene un excelente contrato para editar un segundo libro de fotografías, a raíz del impactante éxito de Marvels, su libro anterior. Al igual que en Marvels, todo lo que le sucede a Phil está hilvanado con sucesos importantes del Universo Marvel, de esos que salen en los diarios y los noticieros, siempre vistos desde la óptica del ciudadano “de a pie”. Felizmente, la emoción, el suspenso, la pequeña cuota de peligro que tiene Eye of the Camera no pasa por esos cachitos de epopeyas (algunas apenas insinuadas), sino por la vida del propio Phil, con cuyas emociones y sensaciones nos logramos compenetrar sin mayor inconveniente.
Esta vez Kurt Busiek no escribió solo, sino que (como ya había hecho en Avengers Forever) reclutó al maestro Roger Stern para que lo ayudara con la investigación y con la resolución de algunas escenas. Eye of the Camera repasa sucesos del Universo Marvel que van desde principios de los ´60 hasta Fall of the Mutants (1987) y hay un trabajo exhaustivo por parte de los guionistas para que cada escena de Phil y su familia pueda vincularse con mucha precisión a las fechas exactas en las que los lectores de larga data vimos desarrollarse cada una de las aventuras a las que el protagonista, o los secundarios, o los medios de comunicación, hacen mención en la obra. Esto en un punto se le va de las manos a Busiek y Stern, es como que abusan del recurso. Básicamente, la línea que quieren bajar es la de rescatar lo fascinante y maravilloso de vivir en un universo en el que existen los superhéroes. Y eso está bueno. Pero el exceso de erudición cansa un poco.
Diálogo típico de Eye of the Camera: -¿Y, Don Phil?, ¿Qué me cuenta? ¿Vio que ahora están de moda los monstruos, los vampiros, los hombres lobos y esos justicieros pesuttis que se hacen los poronga y matan gente? –Sí, ni me hable. A mí me gusta lo otro, a mí lo que me da fe y esperanza es saber que todavía hay héroes buenos y luminosos. Como Iron Man, que ayer estuvo en San Francisco combatiendo a Whiplash; o Thor, que justo ahora está en Asgard machacándose con unos dioses ancestrales de la mitología australiana; o el Capitán América, que hoy a la mañana impidió un atentado de unos terroristas extraterrestres; o los Cuatro Fantásticos, que ahora están en una dimensión paralela, intentando evitar una invasión de economistas mediáticos neoliberales…”. Y así, todo el tiempo. Para que sepas que estamos –ponele- en 1980, los diálogos mencionan un montón de situaciones que los héroes vivieron en los comics publicados en 1980, aunque eso no le aporte nada a la trama central. Si te bancás ese detalle, el guión es lindo, muy emotivo, muy humano, muy Astro City.
Al no poder contar de nuevo con Alex Ross, la búsqueda de otro dibujante foto-realista (algún día alguien me explicará de dónde viene la necesidad de generar comics de superhéroes con estilo foto-realista) derivó en Jay Anacleto, un muy buen dibujante, para nada clon de Ross. Anacleto entregó unos lápices muy, muy laburados, con gran atención por los detalles y un despliegue increíble en los fondos (basados en fotos, pero no afanados frente-march) y el colorista Brain Haberlin se encargó de agregarles volumen y texturas para lograr un combo visualmente muy prolijo y sin fisuras en la narrativa. Esto se ve menos “pictórico” que lo de Ross, pero a nivel relato gráfico no sé si no funciona mejor.
Como secuela de Marvels, Eye of the Camera no defrauda para nada. Leída por sí sola, por alguien que no esté familiarizado con Phil Sheldon o con el Universo Marvel, corre serios riesgos de aburrir o incluso de agobiar con tanta data y tantas referencias. Vos sabrás si meterte o no.

sábado, 26 de julio de 2014

26/ 07: TERMINUS Vol.4

Cuarta entrega de esta antología gestada en Rosario (¡ahí vamos! ¡falta poco!) y centrada en los géneros tradicionales. Veamos qué ofrece esta edición.
Arranca Germán Erramouspe, un muy buen dibujante, con una historieta muy breve, de una sóla página, que está bien. La segunda historieta es, lejos, la mejor del tomo. Está escrita y dibujada por Fernando Baldó (dibujante de Los Canillitas, a quien ya vimos en varias antologías) y se extiende a lo largo de cuatro páginas hermosas, con excelentes dibujos (que seguramente se lucirían más publicados a color) y un guión fuerte y conmovedor. Luciana Maruca y Germán Curti reinciden con sus Cuentos Costeros, esta vez con una astuta parodia a las películas de terror yankis en las que un grupito de jóvenes usurpan una cabaña medio venida a menos en un lugar sombrío y rodeado de supersticiones. El guión es muy digno y el dibujo de Curti una vez más me pareció extraordinario.
Después tenemos nuevos episodios de dos historias que continúan de números anteriores, de las que por supuesto no me acordaba un carajo. Son dos sagas escritas por Ariel Grichener, con un tono pochoclero, grandilocuente, con un cierto regusto a los comics de machaca y chumbos gigantescos que se veían mucho en el mainstream yanki de los ´90. En ambos casos, a Grichener lo secundan dibujantes muy efectivos: en Individuo H hace dupla con el imparable Germán Peralta (todavía con varios tics heredados de Eduardo Risso, pero realmente grosso) y en Chess Masters con Juan Frigeri, por ahí más estridente, más cercano a la línea de Jim Lee, pero que se luce bastante a pesar de contar con sólo 6 páginas para narrar esta fetita de historia.
Rip Van Helsing vuelve en una nueva historia de ocho páginas que arranca rara y al final cierra por todos lados. Buen trabajo de Barreiro, Ferrúa y Enrique Santana, que cada día dibuja y narra mejor. Le sigue un breve unitario de David Rodríguez y Diego Aballay, muy correcto, con un lindo giro argumental y buenos dibujos. Y luego el final de Un Caso Pragmático, una historieta que me había parecido interesante cuando leí la primera parte, pero de la que no me acordaba absolutamente nada. Por eso me costó engancharme con el guión de Maximiliano Cabral, no así con el dibujo de Sebastián Zalazar, que está buenísimo.
Ya cerca del final, otro breve unitario en el que se lucen los excelentes dibujos de Roberto “Tito” Viacava, acá al servicio de un guión de Hernán Carreras que no terminé de entender. No sé si soy un boludo, o si había que prestarle mucha atención, o leerlo más de una vez. Y cerramos con una historieta escrita y dibujada por Bruno Chiroleu, con buenas ideas y un dibujo muy atractivo, pero que lamentablemente termina en “continuará”. Para cuando lea la segunda parte, dentro de varios meses, las chances de que me acuerde algo de lo que sucedió en estas ocho páginas son ínfimas.
Como siempre, entre las historietas hay ilustraciones muy lindas, pero es un tema en el que no me siento canchero como para opinar.
La verdad es que el nivel de las historietas es muy bueno. No hay ninguna que vos digas “Este publica porque es amigo, o porque pone unos mangos para la imprenta”. El problema de Términus es básicamente el continuará, que debería haber sido definitivamente desterrado o confinado a tiras diarias o a historietas de aparición semanal. Y me parece que el camino para subir el techo de la publicación es explorar esa veta potencialmente inagotable, insinuada con Rip Van Helsing, de los personajes recurrentes que viven aventuras en episodios autoconclusivos.
Está por salir el Vol.6 de Términus y yo tengo el Vol.5, en el pilón de los pendientes, con alguna chance de ser leído y reseñado antes de fin de año.

viernes, 25 de julio de 2014

25/ 07: BOULE ET BILL Vol.14

Hace un poco más de seis meses me tocó comentar el Vol.24 de esta serie de álbumes que recopilan las planchas autoconclusivas de Boule et Bill, la famosa serie que Jean Roba creó en 1959 para la revista Spirou. Esta vez, me voy varios años para atrás, a leer material de mediados de los ´70, reeditado por primera en este libro, de 1977.
La verdad es que no hay muchas diferencias entre las planchas de los ´70 y las de los ´90. Quizás el color, que acá se luce menos, aunque es muy sobrio, muy lindo, por supuesto siempre plano, como en toda la historieta clásica franco-belga. El dibujo está a ese hermoso nivel de siempre, con un Roba perfectamente alineado a la estética de Marcinelle, como buen militante de la revista Spirou. Como en el Vol.24, las retiraciones de tapa y contratapa ofrecen ilustraciones del autor a lápiz sin entintar, donde se ve perfectamente su maravilloso manejo de la línea, del volumen, de los blancos y los negros e incluso de las texturas, que en las páginas interiores están desenfatizadas, para darle espacio al color.
Las historietas están todas planteadas en una sola página, dividida en cuatro calles de no más de tres viñetas cada una. Roba recurre varias veces a la grilla de ocho cuadros iguales, que le sirve para plantear algunas planchas como pequeñas obras de teatro, en las que el decorado permanece inamovible a lo largo de las ocho viñetas y los que se mueven (a veces sin hablar) son los personajes. Y una de las mejores planchas está planteada en 12 viñetas iguales, también con el mismo fondo.
Los chistes están muy bien, en perfecta sintonía con la edad a la que está apuntada la revista Spirou, sin recurrir nunca a la escatología, con pocos coqueteos con el absurdo y con un tratamiento muy light de temas que a los chicos los exceden por completo, como la crisis económica.
Acá se nota un poco menos eso que yo señalaba la vez pasada (en la reseña del 04/01/14) de la gran insularidad de la tira. Se ve que en los ´70 Roba planteaba un juego más abierto, en el que aparecen un poco más un amiguito de Boule (Pouf), varios perros amigos de Bill, varios vecinos de la familia… ya no están todas las planchas monopolizadas por los dos protagonistas, los padres de Boule y la tortuga Caroline. Y eso obviamente está bueno, expande las posibilidades cómicas de la serie. Por supuesto no es verosímil que Bill viva aventuras solo en la ciudad, sin que ninguno de sus dueños lo acompañe, sin correa, sin nada. Pero bueno, dentro de la consigna de la serie está aceptado que Bill es un perro mucho más inteligente, versátil y desenvuelto que el cocker spaniel promedio.
En fin, con Boule et Bill volví un rato a la infancia, a la época en la que estos personajes se llamaban “Dany y Pompón” y me esperaban todas las semanas en las páginas de Billiken. Me divertí un rato, la pasé bien, un par de chistes me hicieron reir bastante, me encantó el dibujo de Roba, y ya está. No me da para seguir buscando otros tomos de esta longeva serie, que aún hoy continúa, a cargo de Laurent Verron. Si vos, o algún nene chiquito al que conozcas, está estudiando francés y se quiere larger a leer historietas en ese idioma de un nivel inicial, básico, Boule et Bill es una excelente opción. Y además creo que estos tomos no se publicaron nunca en castellano, así que si te interesa tenerlos, hay que comprarlos sí o sí en francés…

jueves, 24 de julio de 2014

24/ 07: SWEET TOOTH Vol.6

Final para otra serie de la que vimos todos los tomos anteriores acá en el blog. Este es un tomo gordo, poderoso, con más de 180 páginas de historieta en las que Jeff Lemire buscará coronar con una vuelta olímpica una campaña que hasta acá era memorable, sobre todo para un equipo chico que –cuando arrancó Sweet Tooth, en 2009- no tenía experiencia en esto de la ongoing mensual, de la construcción de una historia a muy largo plazo, que probablemente haya arrimado a las 1000 páginas.
Y felizmente en este tomo final, todo lo que hasta acá estaba bueno, acá está mejor. El ritmo, la impronta aventurera, el costado de la ternura freak, el misterio de la plaga (a medio camino entre lo científico y lo sobrenatural), el contexto post-apocalíptico, la sensación de cosa primal, salvaje, pre o post civilización, y algo que ya vimos en el libro reseñado ayer, que son nenes y nenas sometidos a situaciones de carencias y de violencia impropias para su edad. Si el autor se hubiese conformado con lograr un buen equilibrio entre acción y caracterización, ya lo estaríamos aplaudiendo. Pero hete aquí que Lemire fue mucho más allá y logró redondear una serie extraordinaria, con todos los condimentos del buen comic de entretenimiento y una potente impronta autoral. Todo el tiempo se nota que Sweet Tooth es una obra de Lemire, que detrás de esas páginas hay un autor comprometido con la obra, que se está divirtiendo y que está realizando la historieta que siente, la que lleva adentro, la que brota de su sensibilidad y su inteligencia con fuerza, con convicción y sobre todo con talento.
El tomo anterior terminó con la muerte de un personaje importante y esta vez son varios más los que van a estirar la pata, con lo cual hay un cierto clima tristón, melancólico, de fin de curso. Compensado, por supuesto, por los aciertos de Lemire a la hora de resolver los misterios y los plots que arrastró durante toda la serie y porque, realmente, había un final muy digno, muy bien pensado y muy acorde para cada personaje con peso en la trama. Creo que el único personaje que medio “se disuelve” en algún momento del epílogo es Becky. Todos los demás salen de escena de manera muy convincente. Las 40 páginas del epílogo son una cátedra: acá Lemire pasa en limpio un montón de cosas, deja todo ordenado, prolijito, responde preguntas, amplía la data (como Sofovich en Los 8 Escalones) y en la segunda mitad propone un nuevo status quo, que no va a explorar, porque la serie se termina, pero que es interesantísimo y deja abierta una puerta para, eventualmente, volver a incursionar en el universo de Sweet Tooth.
Aquello de “todo lo que hasta acá estaba bueno, acá está mejor”, se aplica también al dibujo. Lemire está muy suelto, muy canchero, muy afianzado en su estética de cero refinación y máximo expresionismo. Prueba cosas locas con la puesta en página, sube la apuesta en las escenas de machaca y se va al carajo y más allá cuando le da un descansito a José Villarrubia y entrega esas páginas coloreadas por él mismo, con unas acuarelas fastuosas, de increíble belleza y enorme power. La verdad es que te olvidás muy rápido de que no estamos frente a un virtuoso del dibujo, y eso es mérito del Lemire narrador, de ese increíble contador de historias que te envuelve y hace lo que quiere con vos secuencia tras secuencia. En este tomo tenemos también un extenso flashback al pasado del principal villano, a cargo de Nate Powell, una especie de Sam Kieth del Nacional B, sin la locura ni el talento del creador de The Maxx.
Y se terminó Sweet Tooth, una historia imposible de olvidar, una historia que nos hizo sufrir y gozar, una historia de coraje, de amistad, una historia de los riesgos de ser distinto, del tránsito a la madurez, una historia de violencia, de crueldad, de esperanza, de redención. Una historia…

miércoles, 23 de julio de 2014

23/ 07: BRUNELLA

Ultimo de los cuatro tomitos que salieron el año pasado recopilando material que originalmente había aparecido en la revista Comic.ar.
Esta es una historieta de J.J. Rovella realmente extraña. A lo largo de 60 planchas, el creador de Dante Elefante y Zebita nos muestra la penosa vida de Brunella, una nena de unos 9 o 10 años, que vive en una casucha misérrima, en un barrio de extrema pobreza al lado de un basural donde se acumulan los residuos y las amarguras. El formato es el de una tira humorística y de hecho Rovella despliega un montón de recursos típicos de la tira cómica, algunos de los cuales ya vimos en otros trabajos suyos reseñados acá en el blog. Y acá está la tensión que hace única a esta tira: Brunella tiene momentos de ternura, momentos de comicidad… pero el clima general es triste, dramático, porque todo gira en torno a las carencias que sufre la protagonista en materia de alimentación, de salud, de vivienda, de higiene, y ya ni hablemos de educación, porque se trata de personajes absolutamente excluidos del sistema.
Entonces, ¿cómo hacer para reirse? ¿Siquiera para esbozar una sonrisa? A veces, el ingenio descomunal de Rovella lo logra. Otras veces, es el propio autor el que nos tira un mazazo al corazón, con secuencias realmente desgarradoras. Lo más heavy es el final, o en realidad las últimas 11 planchas que ofrece este librito, porque no creo que Rovella haya planeado terminar así la historia. A diferencia del resto, estas 11 páginas están hilvanadas por un argumento que avanza plancha a plancha y que no te lo voy a contar, pero es de una sordidez y una crueldad devastadoras. Ahí, la historieta deja incluso de ser “apta para todo público” y ya ni me animo a suponer a qué público puede estar apuntada. Acá sí, ya no hay forma de ponerle onda, ya no queda ni una rendija por donde filtrar ni cinco centavos de esperanza.
El dibujo está muy bien, muy efectivo, muy expresivo, aunque recuerdo haber visto algunas de estas páginas a color y se veían realmente mucho mejor que en esta versión, de blancos, negros y grises (muy bien aplicados, eso sí). Lo más notable es cómo una vez más Rovella se da maña para narrarnos todo esto sin textos. Como en Dante Elefante, como en Niko & Miko, el autor resuelve cada una de estas secuencias sin apelar nunca a la palabra. Los globos de diálogo se rellenan con íconos (en una nueva demostración de impecable manejo del lenguaje del comic) y todo lo demás está explicado por el lenguaje gestual y corporal de los personajes.
Es una pena, pero no sé a quién recomendarle este librito. Si sos fan de Rovella por lo bien que dibuja, yo iría directo a Dante Elefante, donde el color levanta y complementa muy bien al dibujo. Si te copa ver cómo este autor resuelve secuencias complejas sin textos, de nuevo Dante Elefante o Niko & Miko tienen cosas más jugadas. Para disfrutar del humor de Rovella… la verdad que no da, porque por cada sonrisa te llevás una patada en la garganta, tipo el rodillazo de Neuer al Pipa Higuaín. Y para dársela a un pibe e incentivarlo en la lectura de historietas tampoco, porque se zarpa de sórdido y de bajonero. Me parece muy interesante que un autor apele a los recursos del comic humorístico para denunciar (por decirlo de algún modo) las injusticias sociales y los padeceres de los que menos tienen. El tema es que no se me ocurre a quién venderle un producto así. Menos mal que Rovella es un grosso con mucha obra a cuestas y seguro seremos unos cuantos los talibanes que le compramos prácticamente todo lo que publica…

martes, 22 de julio de 2014

22/ 07: CRUZ DEL SUR

A pedido del casi respetable público, vamos con otro libro editado por Astiberri que conseguí durante mi último viaje a Lima, allá por Noviembre.
Cruz del Sur es un álbum autoconclusivo de 2005, una breve historia desarrollada en 48 páginas por el guionista Luis Durán y la famosa ilustradora (y esposa de uno de los dueños de la editorial) Raquel Alzate, que creo que encaraba por primera vez un relato secuencial de esta extensión.
El guión es básico, es una especie de fábula medieval con malos muy malos, nobles muy engreídos, curas muy oscurantistas, esa onda, muy basada en arquetipos bastante trillados. Lo más parecido a una heroína es una nena, hija de una bruja con cuyo asesinato empieza el libro. Esta huérfana, taciturna y abnegada, será criada en el castillo del Señor de Volt, donde la someterán a todo tipo de malos tratos, simplemente porque nadie tuvo los huevos para matarla, que era lo que recomendaba el cura.
La primera mitad del libro consiste en eso y en mostrar en cierta medida (de modo no muy profundo) escenas de la vida cotidiana durante el feudalismo. La segunda mitad propone un cambio muy interesante cuando pasan diez años y los niños pasan a ser jóvenes, mientras los adultos pasan a ser viejos. No quiero contar qué sucede y cómo se da vuelta la tortilla en el castillo del Señor de Volt, porque ahí reside todo el interés de la trama. En esta segunda mitad vamos a tener acción posta, lujuria, más misterio y más muertes escabrosas. Y revelaciones shockeantes acerca de un personaje que en la primera mitad aparece poco y no dice una sola palabra. Todo muy básico, muy tradicional, pero efectivo, sin fisuras ni tropiezos.
De todos modos, lo que hace que este álbum se publique, que uno lo compre, lo lea y lo quiera guardar es el dibujo de Raquel Alzate. Por supuesto, todo empieza con la grata de sorpresa de ver a una auténtica virtuosa de la ilustración pelar hallazgos en materia de narrativa secuencial. Sinceramente, nunca pensé que Alzate narraría tan bien. Venía resignado a aburrirme, a ver cómo la historia se daba de bruces contra innecesarios despliegues de prodigios pictóricos por parte de la artista. Sin embargo, me encontré con un relato gráfico sobrio, ajustado, con mucha atención por el ritmo, por los climas, con buena variedad de enfoques, con un color alucinante puesto siempre al servicio de las sensaciones que cada escena se propone transmitir.
Los logros de Alzate en materia visual son muchos, pero me quedo con uno, que es su inmejorable criterio, su apabullante talento para combinar belleza con oscuridad. ¿Cuándo y cómo pasar de una escena eglógica y luminosa a una siniestra y ominosa? ¿Cuándo y cómo mostrar los demonios que habitan en el interior de estos apuestos y atildados caballeros? ¿Cuándo y cómo sugerir los oscuros poderes que encierra algún personaje marcado por su inocencia y su belleza? Todo eso está perfectamente resuelto, en secuencias muy bien orquestadas por los autores y dibujadas con mano maestra (y muchas técnicas combinadas) por esta referente ineludible de la ilustración fantástica.
Si te gusta la onda medieval, o los relatos con misterios sobrenaturales, Cruz del Sur te va a enganchar, sin dudas. Y si querés descubrir a una ilustradora de la San Puta en su faceta de historietista, preparate, porque acá Raquel Alzate ofrece todo y mucho más en apenas 48 páginas. Quiero ya los tomos de la nueva serie medieval que está dibujando para Francia.

lunes, 21 de julio de 2014

21/ 07: HOY NO HAY NADA

El 1 de Julio se me cagó la computadora, por primera vez desde que tengo uso de razón. Mientras el país celebraba el golazo del Fideo Di María, yo me quería pegar un corchazo, porque la máquina no daba señales de vida. En una suplente que tengo en casa, usada básicamente por mi sobrino para jugar al Avengers Alliance, pude seguir posteando todos los días en el blog, mientras los muchachos del servicio técnico me pedaleaban a lo pavote. “Llamá mañana, llamá el viernes, llamá esta tarde…”. Nunca me decían qué carajo tenía mi compu ni si había o no posibilidades de repararla.
Finalmente, me dijeron lo que no quería oir: “Sale más caro arreglarla que comprar una nueva”. Y bueno, ahí activé el Plan B. Por suerte, un amigo me vendió a buen precio una máquina que ya no usaba (un toque mejor que la que tenía yo) y me compré además un disco rígido externo, para extraer la data que había quedado en la difunta. Parece una boludez, pero entre textos, imágenes, canciones, la agenda de contactos y los mails, uno mete adentro de su computadora más o menos media vida. Sin toda esa data, me resultaba imposible avanzar con el laburo de la distribuidora, subir material a la página de Comiqueando y hasta se me hacía difícil bancar el ritmo de la organización de Comicópolis, que ya está cerca y me empieza a comer cada vez más tiempo.
Recién este jueves logré recuperar un montón de archivos y recién hoy logré recuperar lo más difícil: el drive para que funcione el scanner, la música y los mails. O sea que recién hoy pude ponerme en serio a avanzar con el catálogo de Julio de la Distri, que es lo que pensaba hacer el 1 de Julio si no se me cagaba la compu. Y bueno, estoy en eso desde temprano y no sé si llego a terminarlo esta noche. Sospecho que sí.
Lo cierto es que no me quedó tiempo para leer nada y no tengo qué catzo reseñar. Espero poder ponerme al día mañana y subir una reseña, como todos los días.
Perdón por el faltazo y gracias por el aguante de todos los días. Será hasta mañana.

domingo, 20 de julio de 2014

20/ 07: CAPTAIN AMERICA & BUCKY Vol.1

Estamos en 2011, el Capi América vuelve al cine de la mano de un largometraje muy promocionado, y para festejarlo, se lanza un nuevo título del héroe que arranca desde el número 1. Pero la revista clásica, la que heredara su numeración de Tales of Suspense, no cierra, sino que sigue su curso ahora convertida en Captain America & Bucky, para luego darle cabida a team-ups del Capi con otros personajes.
Este primer arco argumental se titula The Life Story of Bucky Barnes y nos cuenta exactamente eso: la vida de Bucky, desde que tiene ocho o nueve años hasta el presente. Ahora pareciera normal ser fan de Bucky, cebarse con sus aventuras como Winter Soldier, etc. Pero unos años atrás, antes de que a Ed Brubaker se le ocurriera la forma de hacerlo volver, Bucky era un personaje recontra-menor, oscurísimo, al cual la gran mayoría de los fans conocíamos por flashbacks, porque nadie en su sano juicio quería leer las historietas del Capi de la Golden Age. Ahora, con Bucky de nuevo en acción y guiado con mano maestra por un autor que logró darle onda, identidad y conflictos atractivos como para que muchos nos copemos con el personaje (al punto de bancarlo cuando reemplazó a Steve Rogers como Captain America), es un buen momento para meternos con su pasado, a echar luz sobre un montón de puntos oscuros.
¿Cómo quedó huérfano Bucky? ¿Quiénes eran sus padres? ¿Era hijo único? ¿Cómo logró que los milicos le permitieran convertirse en sidekick del Capitán? ¿Qué hacía un pibe de 16 años descargando ametralladoras contra los nazis? ¿Cómo era su relación con los otros integrantes de los Invaders? ¿Cómo afectan a un chico tan joven los horrores de la guerra? ¿Cómo funcionaba el control mental que le hicieron los soviéticos cuando lo convirtieron en Winter Soldier? ¿De dónde viene la onda con Black Widow? Claramente hay mucho para indagar y de eso se tratan estas cinco historias autoconclusivas que escribe el maestro Brubaker junto a Marc Andreyko.
Se me dirá que la retro-continuidad es una tarea sencilla, que alcanza con detectar y rellenar los baches en las historias de los personajes, con algún guiño astuto al lector erudito. Y en parte es cierto. Lo jodido, el verdadero desafío, es lograr que los lectores nos copemos con el Bucky borreguito tanto como nos copamos con el Winter Soldier, lo cual no es fácil, porque… es Bucky! Un personaje a priori chatísimo, el enésimo Robin del Nacional B. Sin embargo, Brubaker y Andreyko se calzan el overol y dejan la vida en estas cinco historias para darle verdadera sustancia, verdadera carnadura al sidekick del Capi, que sale de acá convertido en un héroe grosso, al que entendemos, respetamos y admiramos. Por supuesto, esta “terapia intensiva” para darle relieve a Bucky significa un rol muy secundario para el Capi, que sólo figura de modo prominente en el título y en un par de portadas. Pero bueno, el Capi ya estaba perfectamente definido, exhaustivamente explorado, y Bucky no.
El dibujo está a cargo del gran Chris Samnee y es excelente. Muy bien apoyado por la paleta de Bettie Breitweiser, Samnee trabaja con un claroscuro intenso, sugestivo, muy al servicio de los climas. Como siempre, se luce en las expresiones faciales, se mata en los fondos (que probablemente estén basados en fotos, pero no se nota) y sorprende con una narrativa ágil, sumamente atractiva. Una vez más, cierro el libro convencido de que, si lo dejan, si no lo encorsetan ni lo ahuyentan con las restricciones típicas del mainstream yanki, Samnee puede llegar muy, muy alto. Sin dudas es un autor con un enorme potencial, al que quizás, dentro de unas décadas, se lo pueda considerar una especie de nuevo Will Eisner.
Si sos fan del Winter Soldier, tirate de cabeza sobre este libro. Si seguís al Capi América de Brubaker también, pero sabiendo que el Capi aparece poco. Si te gustan las historias modernas que le pegan giros interesantes a los héroes de la Golden Age, no lo dudes un segundo. Y si sos fan de Chris Samnee, tampoco. Prometo entrarle pronto al otro tomo de esta serie que tengo por ahí.

sábado, 19 de julio de 2014

19/ 07: LA HOJA NARANJA

Sol Díaz es una autora chilena que llegó a la historieta propiamente dicha en 2012 con esta, su ópera prima, luego de iniciarse primero en el diseño gráfico y después en el humor gráfico.
Su primer intento en la narrativa con imágenes son estas 100 páginas en las que Díaz nos narrará el viaje de una chica llamada Fedora por un mundo con varios puntos en común con la Wonderland de Lewis Carroll. En realidad, toda la obra está impregnada de la influencia de Carroll y hasta puede ser leída como una especie de remake de Alice in Wonderland o Through the Looking Glass. La Hoja Naranja tiene ese mismo vértigo, ese mismo frenesí, ese mismo nivel de delirio irrefrenable, repleto de connotaciones psicológicas. Por suerte, Díaz no se queda en la montaña rusa fumanchera, en la sucesión de sacudones al tuntún. Claramente, este es un viaje iniciático, un viaje en el que Fedora aprende un montón de cosas que la van a transformar en una persona más fuerte, más segura de sí misma.
Fedora no sólo es la protagonista, es el único personaje que a la autora le interesa explorar. El resto son adornos, o funcionan más como metáforas o símbolos que como personajes. La aventura está y se disfruta, pero todo el tiempo queda claro que se trata de un artificio, de una forma de hacer exterior una procesión que sin dudas va por dentro. Sin abstraernos de eso, nos vamos a encontrar con algunas escenas realmente intensas, heavies, algunas más para el lado del terror, otras con un toque más de humor, otras que funcionan más como peripecias. Lo cierto es que el clima onírico, de profunda irrealidad, no es obstáculo para compenetrarnos con la acción, con las cosas fuertes (y a veces revulsivas) que le suceden a Fedora en este mundo extraño.
Al dibujo de Sol Díaz no le sobra mucho. Es correcto, tiene mucha expresividad, se entiende todo, hay una idea bastante lograda de la puesta en página, hay algunas técnicas y recursos muy bien aplicados, pero no es una cosa que impacte por su increíble calidad. Hay dos cosas que, a mi juicio, le juegan un poco en contra. Primero, la decisión de no trazar calles entre una viñeta y otra, sino separarlas sólo con una línea negra, de mediano grosor. Eso es algo que recomiendo hacer a los autores que ya están muy curtidos en esto del relato secuencial, no a los que hacen sus primeras armas. Y lo otro que no me cerró es cómo Sol aplica los grises, con un trazo como de fibrón, que muchas veces se ve precario, o desprolijo. Me doy cuenta que los grises le suman mucho a los climas y a las iluminaciones que sugiere el dibujo, pero me hubiese gustado verlos aplicados de otra manera. En su próxima historieta, me gustaría ver a esta autora jugarse por una sola técnica de entintado y bancarla de punta a punta.
En general, como ópera prima, La Hoja Naranja está bien. Me gusta sobre todo la decisión de volar, de arriesgar, de no quedarse en la autobiografía o el slice of life, que parecen ser una tentación irresistible para toda una camada de jóvenes autores y autoras de nuestro continente. Sol Díaz se animó a explorar un mundo fantástico y a poblarlo de criaturas bizarras y aventuras extremas, que además resultan funcionales a la indagación y el desarrollo del personaje central. Eso es sumamente loable, más allá de los detalles que quedan para corregir en una segunda novela gráfica de esta promesa que tiene hoy el comic trasandino.

viernes, 18 de julio de 2014

18/ 07: DANDOLE VUELTAS

Como te habrás dado cuenta si leés hace un tiempo este blog, estoy en crack con el suizo Frederick Peeters, lo considero uno de los autores más completos y más alucinantes que tiene hoy el Noveno Arte y le compro cualquier cosa que le publiquen, hasta la carpeta de Expresión Plástica de cuarto grado. Hoy, además, Peeters superó una prueba que todo autor debe superar para aspirar al Olimpo: demostrar que, además de romperla en el formato largo, en la novela gráfica o en la serie de varios álbumes, puede dar cátedra también en espacios acotados. No, no me refiero a los containers convertidos en aulas por obra y gracia del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, sino a las historietas cortas. Ese es un terreno ríspido, empinado, en el que más de un grosso puede llegar a derrapar. Peeters, en cambio, reunió en un solo broli 26 historias cortas, realizadas entre 1998 y 2007, y otra vez se fue con una buena nota en el boletín.
Entre los guiones hay varias genialidades, que ya pasaré a subrayar. Pero lo más grosso es verlo a Peeters jugar con el dibujo, trabajar en varios registros muy distintos, probar cosas raras desde la estética, desde las técnicas, incluso desde la puesta en página. Acá hay trabajos en blanco y negro, a color y un par coloreados con una paleta intencionalmente acotada, muy interesante. Hay historietas con mucho texto y otras completamente mudas, hipnóticas pantomimas en las que Peeters narra sin el apoyo de las palabras. Entre los trabajos en blanco y negro hay algunos realizados con pinceladas gruesas y grandes masas de tinta, otros con línea más finita y grises aplicados en el photoshop, algunos más limpios, otros más sobrecargados de texturas, otros más “roñosos”, o más oscuros, algunos con dos cuadros por página y otros con grillas de nueve o de 12 cuadros… El troesma explora un montón de variantes para su siempre atractivo grafismo y no pifia jamás.
¿Y qué onda los guiones? Hay de todo: fumanchereadas inexpugnables, adaptaciones de relatos literarios, historias originales, fragmentos autobiográficos… Por suerte, de esta mezcla ecléctica se pueden rescatar unos cuantos guiones de muy buenos para arriba. Veamos.
La primera historia es cruel y sarcástica, pero funciona muy bien.
La segunda, En Busca de Maradona, es brillante. Y si sos fan del Diego, te va a emocionar como pocas. Es una historieta autobiográfica perfecta, narrada en cuatro páginas memorables.
Otra que me fascinó es Hardy el Semidiós, una historia cautivante, ambientada en Marruecos, que coquetea con el realismo mágico.
Originalísima y conmovedora, El País de la Felicidad es otra historia a la que hay que reivindicar mucho. Es una de las más largas, con 9 páginas de pocas viñetas, y la verdad es que se trata de una joya.
La más larga es Desfase (11 páginas), una historia muy rara, que pega unas volteretas muy impactantes y en la que Peeters adopta un estilo gráfico muy distinto al habitual, más cerca de autores españoles como Javier Olivares o Santiago Sequeiros, combinado con una narrativa 100% tradicional, cristalina. Un experimento loco, pero exitoso.
La Merde también está muy bien. Es casi un chiste largo, con mala leche y un dibujo glorioso.
De las historias mudas, la que más me gustó es Blood & Guts, la de los cavernícolas, contada de a 12 viñetas por página en un estilo también raro, una especie de versión 2.0 del dibujo de Claire Brétecher. Además es muy graciosa y bastante revulsiva. Y la otra maravilla muda es Upside Down, un experimento brillante realizado en siete páginas de 16 viñetas cada una.
De las basadas en relatos pre-existentes, me quedo sin dudarlo con Una Alfombra en Invierno, una historia punzante, atrapante a pesar de que no pasa absolutamente nada.
Y cierro con la más atípica, que más que una historieta es un artículo periodístico dibujado a modo de historieta, en el que el protagonista es el propio Peeters. Acá, el autor juega con la puesta en página mientras nos tira bocha de data acerca de las idas y vueltas de Suiza respecto de la legalización o la despenalización del consumo de drogas. Muy interesante.
En promedio, Dándole Vueltas es un verdadero librazo, no sólo para los fans del ídolo suizo, sino para cualquiera que quiera leer un buen recopilatorio de historietas breves. Y me parece que por este año, no tengo más Frederik Peeters. Igual está muy bien, ya vimos casi todos sus trabajos importantes. Sigo buscando los pocos que me faltan…

jueves, 17 de julio de 2014

17/ 07: SAGA Vol.2

Retomo esta serie hit de Brian K. Vaughan y Fiona Staples luego de una reseña del Vol.1 publicada el 04/11/13 y repleta de conceptos elogiosos. Recomiendo repasar dicha reseña, sobre todo porque ahí está bastante claro lo que me pareció el trabajo de Staples al frente de la faz gráfica y no me quiero repetir.
En cuanto al guión, la movida de Vaughan es arriesgada. Lo que arrancó como una serie con dos protagonistas y tres o cuatro personajes secundarios con cierto peso en la trama, evolucionó rápidamente hacia una serie de protagonismo coral, donde (por lo menos en este tomo) los personajes fundamentales no son menos de ocho o nueve. El guionista, experto en estas lides, cancherísimo siempre en todo lo que tiene que ver con la caracterización y los diálogos, le reserva a cada uno de estos personajes esa secuencia de lucimiento, esa escena en la que la rompe, esos diálogos brillantes. Claro, para que cada uno tenga ese espacio, hace falta ralentizar mucho el relato, y eso es lo único que se le podría criticar a Saga: abarca mucho y aprieta poco.
En esos saltos de una época a otra y de un planeta a otro, Vaughan encuentra las ocasiones para darle onda y sustancia a este vasto elenco. Pero a costa de que la trama central avance poco y nada. Me imagino lo que deben sufrir los pobres pibes que leen Saga en revistitas de 22 páginas (que ni siquiera salen todos los meses). Se deben querer matar, debe ser un sacerdocio peor que ser hincha de Racing. En cada entrega de 22 páginas pasa tan poco, que a veces no llegan siquiera a aparecer Alana y Marko, que supuestamente son los protagonistas. Con habilidad maradoniana, Vaughan abre el juego a otros personajes, explora otras situaciones, incorpora nuevos elementos a la trama y por momentos parece “olvidarse” de la historia troncal. Por supuesto, cuando vuelve lo hace con sacudones grossos, con momentos fuertes, impactantes, que también los hay.
A este ritmo, Saga puede llegar a superar sin esfuerzo la barrera de los 60 episodios (o si preferís, 10 TPBs), que fijó Vaughan para sus obras más famosas, Y: the Last Man y Ex Machina. Lo más loco es que frente a esto uno no dice “y bue… paciencia…”, sino que me ceba mucho la idea de que esto siga mucho más allá de los 60 episodios, porque realmente está buenísimo. Incluso cuando, con 12 episodios ya leídos, sabemos bastante poco acerca de qué rumbo puede tomar la historia de estos fugitivos enamorados y su bebita. Lo que empezó como una especie de “Romeo y Julieta en un mundo tipo Star Wars” ya cobró la suficiente complejidad como para hacerse sumamente impredecible y, por ende, más adictivo de lo que uno podía suponer.
Apoyado en el gran trabajo de desarrollo de personajes, Vaughan está ofreciendo una cátedra de aventura, con ciencia-ficción, magia, rosca política, guerras cósmicas, sexo, chistes zarpados, conceptos elevados y una estructura que por momentos roza la road movie. Todo esto, más el gran desempeño de Fiona Staples en el dibujo y el color, da por resultado un comic realmente excelente, que no se puede empezar a leer en cualquier parte (hay que arrancar sí o sí en el Vol.1), y que refrenda tomo a tomo la promesa de convertirse en un clásico inolvidable, definitivo, fundamental. Habrá más Brian Vaughan en los próximos meses, acá en el blog.

miércoles, 16 de julio de 2014

16/ 07: BARLOVENTO

Hace un par de semanas prometí más Alcatena y acá estoy, con más Alcatena, esta vez también con más Eduardo Mazzitelli, ya que Barlovento es obra de esta prolífica y mega-afianzada dupla de autores argentinos.
A lo largo de estos 13 episodios, Eduardo y Quique nos invitan a compartir el viaje que le cambiará la vida a Ulysses, un joven inglés criado entre lujos y cuidados, que un día se reencontrará con su verdadera filiación, su verdadero legado: Muy temprano en la saga, Ulysses descubrirá que su padre no fue un noble potentado y sofisticado, sino un corsario apodado “Cien Tormentas”, que surcó los océanos a bordo de un galeón pirata y se las vio contra todo tipo de criaturas, villanos y fenómenos meteorológicos. Ulysses abrazará el universo del mar y se lanzará en nuevas aventuras, con rumbos desconocidos, sin más brújula que sus ganas de demostrarle a su padre que él también puede convertirse en una leyenda.
Las aventuras en sí, los conflictos que deberá resolver Ulysses para lograr su objetivo, son muy disímiles entre sí y no todos me emocionaron o me impactaron. Algunos me resultaron más blanditos, o más predecibles. Lo que realmente me sorprendió y me cerró por todos lados es la gran evolución que experimenta el personaje, lo poco que se parece el Ulysses de la página 168 al que inicia el primer episodio. Ese viaje, a la larga, resulta ser el más importante y el mejor timoneado por Mazzitelli.
Quizás ese episodio final necesitaba unas páginas más, para que los dos o tres últimos giros tuvieran más espacio para desarrollarse, pero la verdad es que me gustó ver 14 páginas (en realidad 13, porque cada episodio arranca con una splash sin texto) en la que pasan muchas cosas, sobre todo en una serie como esta, con tanto énfasis en la contemplación y en la reflexión.
Si tenés algo de aventura leída, ni bien te mencionan el mar, empezás a flashear con criaturas imposibles, tesoros ancestrales, islas y continentes perdidos, civilizaciones sumergidas, tempestades tremebundas, piratas mal llevados… y acá te vas a encontrar con todo eso, visto por los ojos maravillados de un muchacho criado en cuna de oro por la aristocracia londinense. Fieles a su estilo, Mazzitelli y Alcatena van a meter también referencias a Moby Dick, al submarino amarillo de los Beatles, a personajes de la mitología griega, incluso al Capitán Morsa, creado por Alcatena en los ´80, en las historietas para chicos que publicaba en Anteojito… El mar es tan vasto que invita al “vale todo” y cuando a Eduardo y a Quique los dejás jugar al “vale todo”, agarrate, porque se lo toman muy en serio.
Por si faltara algo para llevar esta odisea a buen puerto, tenemos (como siempre) a un Alcatena muy afilado en la faz gráfica, muy compenetrado tanto con la fluidez del relato como con los prodigios técnicos que brotan de su plumín y nos hacen golpearnos las mandíbulas contra el piso. En Barlovento hay oscuridad, hay lirismo, hay un montón de técnicas gráficas logradas con pasmosa solvencia, hay homenajes a referentes del dibujo y el grabado de distintas épocas, hay rigor histórico en la reconstrucción de esa Londres del Siglo XVII, pero sobre todo hay imaginación, vuelo, fantasía en estado puro. Si sos de los muchos que siguen a Alcatena obra tras obra, ya sabés más o menos con qué niveles de genialidad te vas a encontrar, y sabés lo ilógico que resulta que todas estas páginas tan cargadas de belleza y virtuosismo aparezcan sólo en una antología italiana y en reediciones argentinas gestadas por sellos chiquitos, con baja tirada y cero publicidad.
Y si bien es modesta y prescinde por completo de lujos y firuletes, la edición argentina de Barlovento es correcta, sin errores, aunque sumaría mucho un mínimo texto que nos cuente cuándo se realizó esta historieta y dónde se publicó antes de ser recopilada en libro. Barlovento te invita a navegar en océanos de fantasía, talento y tinta, y si los timoneles son Mazzitelli y Alcatena, ya sabés que el mapamundi no alcanza para trazar el itinerario, porque estamos ante dos especialistas en llevar la aventura mucho más allá de lo imaginable.

martes, 15 de julio de 2014

15/ 07: ¡A TODO VOLUMEN, BRUNO!

Hora de reencontrarme con el maestro francés Baru, que me voló la cabeza con 120 páginas realmente brillantes.
Me va a quedar corta la reseña, porque no quiero contar nada del argumento. Simplemente dejar sentado que se trata de una aventura con bastante humor negro, una magnífica mala leche, tiros, piñas y explosiones. También que hay personajes muy bien desarrollados, que todo es muy creíble, y que por atrás de la trama más o menos policial (porque el rol de la policía es chiquito), Baru encuentra espacio para hablar del futbol y los negocios que lo rodean (tema del cual algo habrás escuchado decir en estos días) y de las penurias que sufren los africanos que deciden emigrar a Francia en busca de un futuro mejor. O sea que podríamos definir a esta novela (editada en Francia en 2010) como una comedia negra de acción, crímenes, futbol y denuncia social.
Y por supuesto la definición no le haría justicia a lo bien que la pasás ni a lo mucho que te divertís cuando te sumergís en estas páginas. Lo único que le falta a la novela es algún personaje femenino fuerte, que no hay. Todo lo demás está y es impactante, original, gracioso, irónico, grotesco y fértil para el debate y la reflexión. Una verdadera obra maestra de este autor fundamental, lamentablemente poco conocido de este lado del Atlántico.
Del dibujo de Baru ya hablé bastante cuando me tocó reseñar Negro (allá por el 14/04/12), pero acá todo cambia bastante porque en este trabajo el maestro incorpora el color. Un color muy francés, sutil, trabajado con acuarelas, o con un efecto de photoshop que remite a la acuarela. Para que esta herramienta cobre relieve, Baru recurre a un trazo más finito, por momentos más similar al de Miguelanxo Prado, sin esos contrastes fuertes entre masas negras y espacios blancos que tan bien maneja. Tanto el dibujo como el color están pensados para darle expresividad y onda a los personajes y para acentuar los climas que propone el guión. Sin estridencias ni grandes despliegues de virtuosismo, Baru logra una faz gráfica sin fisuras, 100% al servicio del relato y a la vez muy propia, con rasgos fuertes que nos permiten identificar enseguida a la mano mágica del autor de Negro y La Autopista del Sol, entre otros hitos.
La edición de Astiberri es muy linda, con tapa dura y en un formato que me encanta, y sospecho que no debe ser barata. Pero la verdad es que vale mucho la pena, porque ¡A Todo Volumen, Bruno! está muy cerca de arañar la categoría de Historieta Perfecta.

lunes, 14 de julio de 2014

14/ 07: G.I. COMBAT Vol.1

Este fue un título raro del New 52, que compró muy poca gente y duró apenas ocho números. Yo entré un poco para ver qué onda, cómo intentaba DC reformular un puñado de viejos conceptos que habían surgido en sus clásicas revistas de guerra, y un poco por la presencia de algunos autores de los que rara vez me defraudan. Básicamente, el TPB reúne tres historietas muy distintas entre sí, cada una de entre 60 y 70 páginas, a veces con los cambios de capítulo muy marcados (con cliffhangers jodidos) y a veces no. Veamos con qué me encontré.
La primera es un revival de The War that Time Forgot, y no tengo idea qué tanto del concepto original se conserva, porque jamás me animé a leer esa serie, ni siquiera cuando Bruce Jones la reformuló allá por el 2008 o 2009. En esta versión, el guionista J.T. Krul se juega mucho al impacto, a los cheap thrills, y no se preocupa demasiado por explicar nada. Hay un intento tibio por darle profundidad a los dos protagonistas, pero en tan pocas páginas, y condicionado por la preponderancia de la aventura, es casi imposible. La faz gráfica está a cargo del maestro argento Ariel Olivetti, que se esfuerza por darle onda y plasticidad a los personajes. La narrativa está bastante cuidada y los fondos son fotos apenas retocadas. Lo más lindo son las criaturas prehistóricas, algo que creo que Olivetti nunca había dibujado y que le salen demasiado bien.
En la segunda saga, Jimmy Palmiotti y Justin Grey, la dupla insumergible de Jonah Hex, se larga a ofrecernos una nueva versión del Unknown Soldier, que no tiene nada que ver con la que nos mostró Joshua Dysart en la serie de Vertigo. El guión tiene buenas intenciones, mucho ritmo y una trama bien pensada, aunque se desinfla un poco cuando el Soldier zafa de peligros demasiado extremos, en escenas que hacen añicos el verosímil. En el dibujo tenemos a un sorprendente Dan Panosian, muy suelto, muy expresivo, con un entintado zarpado, mucho laburo en los fondos y un gran manejo de las tramas mecánicas. Cerca del final lo reemplaza Staz Johnson, que tiene mucha menos onda y muchas menos ganas de dibujar fondos que Panosian.
Finalmente, el mejor de los tres revivals terminó por ser el de The Haunted Tank (me clavé un Showcase con bocha de episodios clásicos allá por el 16/03/11), a cargo de Peter Tomasi. Por ahí la historia no es genial, pero se apoya en el hallazgo de no tomarse a sí misma demasiado en serio y en hacer énfasis en el hecho bizarro de que se trata de un tanque embrujado. En el contrapunto con la racionalidad de algunos personajes, Tomasi logra buenos diálogos y un clima de “abrí grandes los ojos porque acá puede pasar cualquier cosa”. Y cuando pactás, cuando esa consigna te cierra, te divertís con las limaduras que manda el guionista. Lógicamente, este es el segmento mejor dibujado, porque me encuentro una vez más con el incansable maestro Howard Chaykin. Es cierto: acá Chaykin se apoya muchísimo en el colorista Jesus Aburtov (excelente, por donde se lo mire) y en un descomunal trabajo de toqueteo de la referencia fotográfica para integrarla a su grafismo y zafar de dibujar… prácticamente todo. Estos son personajes muy de Chaykin, habitando un mundo que de Chaykin tiene poco, que se parece mucho más al mundo real que a una historieta del maestro. De todos modos, hay un gran laburo para que la amalgama visual funcione. Y como siempre, grandes hallazgos en la planificación de las páginas, como esa secuencia en la que el talibán escapa del tanque disparando hacia atrás.
No estamos ni por casualidad frente a un libro imprescindible, pero el balance general es bastante aceptable. Si te gustan los personajes bélicos de DC, no creo que te aburras. Y si sos fan de Gray y Palmiotti, o de Peter Tomasi, o si venerás incondicionalmente a Ariel Olivetti o a Howard Chaykin, acá los vas a ver en un buen nivel, cagándose a tiros contra un género inusual, poco transitado por el mainstream actual, y a la vez bastante idóneo para intentar cosas que en los comics de superhéroes no se pueden hacer. “Make War No More”, como decían las viejas historietas de guerra del maestro Joe Kubert.

domingo, 13 de julio de 2014

13/ 07: ALIENIGENA

Hoy es como que todo importa poco, porque tenemos los cinco sentidos puestos en lo que está por suceder en el Maracaná. Pero bueno, esto es así.
Hoy tenemos otra historieta originada en las páginas de la revista Comic.ar, luego reunida en un librito breve, con sólo 45 páginas de historieta. Se trata de Alienígena, una obra de Alejo Valdearena y Diego Greco, a quienes ya vimos colaborar en otra historieta de tono humorístico allá por el 19/05/13. Alienígena no se centra tanto en los gags como Tiburcio, sino que busca afianzarse en un tono de comedia, que le permita matizar un cierto trasfondo de “aventura”, o por lo menos de un conflicto un poquito más espeso. Por momentos, Alienígena tiene una onda sitcom, no para el lado de 4 Segundos, pero tampoco a años luz.
Básicamente, Alejo y Greco nos contarán la historia de Zaz, un chico hijo de alienígenas que vive en nuestro planeta y que tiene que sumarse a un nuevo colegio secundario, justo cuando su cuerpo sufre una transformación bizarra, típica entre los zongorianos, pero inquietante para los terrícolas. Vimos cosas parecidas en muchas películas yankis, así que la verdad es que las sorpresas no son tantas. Hay un buen desarrollo del protagonista, una especie de aventura divertida, varios chistes ingeniosos (marca de fábrica de Valdearena) y no sé si mucho más. Le falta por ahí definirse un toque, ser un poco más picaresca, ir más al filo de la grosería, o agarrar para el otro lado y ser más comedia de Disney, más limpito, más familiero. En ese tono intermedio es donde Alienígena adolece de una cierta inconsistencia.
El mejor dibujo de Greco es el de la portada, que es donde utiliza un trazo más similar al que vimos en Tiburcio. Adentro, en las tiras, Greco se vuelca por una línea más finita, no tan caricaturesca, que juega mucho para el lucimiento del color, pero a la que le falta peso gráfico. Ojo, se ve todo MUY lindo, pero me quedo con lo visto en Tiburcio, con ese trazo más grueso, más fuerte, más Cartoon Network, si se quiere. Por supuesto lo que más llama la atención y lo que más se disfruta es la expresividad que Greco le pone a los personajes, esa onda, esa gracia que sorprende sobre todo cuando uno ve los trabajos de Greco en su otro estilo, ese más realista, más académico, más oscuro, más pensado para la machaca heroica. Y también hay que destacar la narrativa, que está muy cuidada, y la elcción de los planos, sobre todo cuando Greco se las tiene que ingeniar para no mostrarnos nunca qué corno es “el pimpollo” que le sale a Zaz en la cabeza.
Si sos fan de Alejo Valdearena, o de Diego Greco, seguro que este librito te va a gustar. Si leíste esta tira en la Comic.ar y te gustó, obviamente no dejes de comprarte el librito. Si estás buscando la nueva joya de la historieta argentina, la verdad que no, que acá no la vas a encontrar. Pero para pasar un lindo rato, e incluso para quedar como un duque con algún pibe de 10 a 13 años, está buenísimo.

sábado, 12 de julio de 2014

12/ 07: BAKUMAN Vol.5

Esta serie ya logró, con sólo cinco tomos, algo que parecía imposible. Me olvidé de Death Note, me chupa un huevo Death Note y me limpio el orto con Kira, L, Light y sus histeriqueos ajedrecísticos. Bakuman es la vida, es la onda, es el humor, es un container de data impresionante sobre el backstage del mundo del manga, que Tsugumi Ohba y Takeshi Obata nos vuelcan encima en una fiesta alucinante de emoción y diversión.
Vuelvo sobre algo que ya dije: lo único que no me cierra, lo que le suma conflictos pero le resta demasiada verosimilitud a la obra, es el hecho de que Takagi y Mashiro tengan 16 años y estén en plena cursada de la secundaria. Entiendo por qué los autores toman esa decisión, pero no la puedo compartir. Esto mismo, con chicos de 20 años, tendría más sentido, o se vería menos forzado. A pesar del lastre que significa contarnos (casi) en paralelo el avance de estos dos chicos por la carrera de mangakas profesionales y los estudios secundarios, Bakuman va para adelante como una locomotora y no se detiene en giladas innecesarias. Todo el tiempo pasan cosas, la evolución en estos cinco tomos es muy, muy palpable y todo permite suponer que el techo de estos dos chicos (y de esta serie) todavía está muy lejos.
La maravillosa experiencia de lectura que ofrece Bakuman está sostenida sobre dos pilares. Por un lado, el trabajo brillante en la caracterización de una docena de personajes relevantes. Y por el otro (y por sobre todo) lo que mencionaba antes acerca de la masa de información que brinda esta serie sobre cómo se hace manga en una antología semanal de primera línea como el Shonen Jump. Acá está todo. La cocina, la rosca, la estrategia, la burocracia, la competencia, la camaradería, la explicación para los volantazos medio extraños que a veces pegan los mangas. Para la segunda mitad de este tomo, el conflicto central deja de ser “los chicos quieren ser mangakas profesionales” y pasa a ser “los chicos tratan de bancar una serie atípica sin tener que recurrir a la machaca absurda para zafar de la cancelación”. Lo cual grafica muy bien esa tensión que debe existir en el seno de estas taquilleras antologías entre el material más mainstream, más pochoclero, y las series o los autores que encaran otras búsquedas, otros géneros, o incluso otras estéticas.
El camino del mangaka hacia la cima es largo y duro, lleno de vericuetos inesperados, y ni siquiera hay grandes chances de ganar buena guita hasta que lleguen los tomos recopilatorios o (en el mejor de los casos) el animé. Mientras tanto, hay que remarla, y en eso están Takagi y Mashiro, pero también otros jóvenes autores a los que ya habíamos conocido en los tomos anteriores y que ahora se acercan también al sueño de la serie propia. Todo esto, contado con mucho humor, con grandes diálogos, con un desparpajo muy bienvenido y con la picardía, la viveza, el timing que hace falta para crear suspenso y dramatismo a partir de situaciones tan mundanas como una reunión con el coordinador, o un viaje en remis a una fiesta organizada por la editorial. Y acá queda claro para qué sirve esa decisión tan extrema de tener por protagonistas a pibes en la Edad del Pavo: todas estas situaciones para ellos son nuevas, son inmensas, son un viaje iniciático increíble, que no deja margen para el cinismo ni para la especulación. Todo es genial, todo es maravilloso, todo late más fuerte que nunca y todo se disfruta o se sufre a todo o nada, sin filtro. Por eso Bakuman resulta un manga tan fresco, tan lleno de vida y de onda.
Y por supuesto, no se puede cerrar la reseña sin la habitual ovación para el maestro Obata, que se luce en el lenguaje facial y corporal de los personajes y se banca como un duque páginas y viñetas muy cargadas de texto, sin que se hagan aburridas ni atenten contra el ritmo ágil y atrapante de la serie. Al editarse en tomos chiquitos, a veces los diálogos se imprimen en una tipografía microscópica, que nos hace evaluar a los más veteranos la posibilidad de ir al oculista y pedirle que nos recete lentes de aumento. Pero la verdad, los diálogos son tan divertidos (y ahí hay mérito de la traductora Nathalia Ferreyra) que vale la pena dejar las retinas en cada viñeta.
Voy por el Vol.5, hace poquito salió el Vol.6 y espero que esto siga así hasta el Vol.20. Nunca me había embarcado en un manga de 20 tomos, pero a raíz de la chapa de Death Note, decidí darle la oportunidad a Bakuman y hasta ahora garpó con creces. Si amás al manga, subite ya a esta joya con la que (de vez en cuando) Ivrea jerarquiza las bateas de nuestras comiquerías.

viernes, 11 de julio de 2014

11/ 07: RASHOMON

Al glorioso valenciano Víctor Santos se le ocurrió una idea brillante: tomar relatos de crímenes surgidos en el Japón feudal y recontarlos en clave de policial noir, con mucho clima de novela detectivesca de los años ´40. En los cuentos de Ryonosuke Akutagawa, este autor fetiche del blog encontró espacio para meter un personaje más, de su propia creación: el comisario Heigo Kobayashi, quien llevará adelante la investigación en cada uno de los casos. Bah, en este caso, que hasta ahora es el único que existe. Ojalá en el futuro este sea recordado como el Vol.1 de Los Casos del Comisario Kobayashi.
A lo largo de las 80 páginas de Rashomon, Santos desarrolla un misterio centrado en la muerte de un hombre cuyo cadáver aparece en un bosque. ¿Asesinato, suicidio, accidente? ¿Qué pasó ahí? Los testimonios son contradictorios y el comisario Kobayashi va a tener que agotar sus recursos para resolver el caso. Como en todo policial noir, habrá mentiras, conspiraciones, femme fatales y un plus, un más allá al que se arriesga Santos, que es un elemento fantástico, que felizmente no desentona en lo más mínimo con el clima que propone la historia.
No quiero ahondar mucho en la trama, porque al ser un misterio, cualquier dato que brinde la reseña puede funcionar como spoiler y cagarte la sorprendente resolución. Me va a quedar un texto corto, pero bueno, ya es hora de centrarme en lo más zarpado, lo más alucinante que tiene Rashomon, que es el dibujo. Por fin llegó, y ojalá persista durante décadas, un upgrade tremendo para la estética que hace más de 20 años Frank Miller desarrolló para Sin City e incluso para la que Mike Mignola peló en sus trabajos más personales. Víctor Santos combina su impronta personal con la de estos dos monstruos norteamericanos (casualmente uno que estudió mucho la historieta argentina y uno que entiende como pocos a los maestros europeos) y el resultado es un estilo nuevo, más visceral, más impactante, de una fuerza plástica devastadora. Santos la rompe en el claroscuro, en los detalles logrados con un trazo muy finito, en las manchas negras que por momentos inundan la página, en las expresiones de los rostros y además logra efectos de iluminación asombrosos, no heredados de nadie sino producto de su investigación, de los riesgos que asume.
Y hablando de riesgos, de las cosas que hace Santos en este libro y yo jamás había visto a nadie hacer en mi vida, son esas dos doble splash-pages compuestas por distintas imágenes en las que el caballero muerto recuerda el garche entre el bandido y la dama. Son cuatro páginas perfectas, calientes, con la hiper-expresividad al palo, que deberían usarse en las escuelas de historieta para ejemplificar cómo se planifica el espacio, cómo se trabaja la imagen en el contexto del equilibrio extremo entre blancos y negros. Todo el tema de la espacialidad está muy pensado por Santos, quien evidentemente estudió también el dibujo y el grabado japonés de este período histórico, y encontró esa forma (que ya habíamos visto en Sergio Toppi, por ejemplo) de dejar mucho blanco en algunas páginas y mucho negro en otras y que esto cumpla una función narrativa, que sirva para sustentar o resaltar algo de lo que el guión nos está proponiendo.
Después de detonarnos las retinas con varios hard boiled clásicos y de haber probado sobradamente su solvencia en la fantasía épica cuando se metió con la mitología nórdica, ahora Santos se interna en territorio japonés, a recrear la magia de los relatos de samurais, sin repetir y sin soplar las fórmulas de Hiroshi Hirata, Goseki Kojima y familia. Evidentemente no hay límites para este virtuoso de la narrativa gráfica, al que le sobran los argumentos para seguir cosechando fans en todos los países donde publica. Y en esa tónica… no estaría mal que se empezaran a publicar en Argentina los trabajos de Víctor Santos, no?

jueves, 10 de julio de 2014

10/ 07: CAPTAIN AMERICA: PRISONER OF WAR

Este es un momento muy loco y muy raro para leer Captain America, porque justo coincide con el momento en que NO HAY un Captain America. Steve Rogers es el Super Soldier, capo máximo de SHIELD y del resto de las fuerzas de seguridad de los EEUU, y Bucky está preso en Siberia, condenado por los malditos rusos para los que trabajó involuntariamente durante décadas. Este tomo, además, podría considerarse “el final” de la primera y extensa etapa de Ed Brubaker al frente de esta serie.
Arrancamos con una historia tomada de aquel zarpado número 616, el del festejo de los 70 años del Capi. Tiene sólo 16 páginas (muy bien dibujadas por Ed McGuiness) y es la típica historia de “recapitulación”, la que pasa en limpio lo más importante en la larga historia del personaje, pensada sobre todo para los que se enganchan con él por primera vez. Por supuesto condimentada con el dilema de Rogers, que se debate entre volver o no volver a la máscara y el escudo. Ya vuelvo con lo que va a ser la saga central de este tomo, pero primero quiero repasar el resto de las historias cortas de esa antología-aniversario.
El maestro Howard Chaykin escribe y dibuja una de 14 páginas que tiene un solo giro interesante. El resto es bastante predecible, se ajusta bastante a la fórmula clásica, y si la aplaudimos es por algunos diálogos y por el trabajo de Chaykin al frente de la faz gráfica, que es espectacular, con un excelente laburo para convertir la referencia fotográfica en fondos sin que parezca choreo, y con los maravillosos colores de Edgar Delgado. La de Cullen Bunn y Jason Latour no me dijo demasiado y, de nuevo, se puede rescatar por el dibujo, que está muy bien. El ídolo británico Paul Grist forma equipo con un tal Mike Benson, para una historia ambientada en la Segunda Guerra, bastante sosa a pesar de las apariciones de los Invaders y el Baron Blood. El dibujo de Grist no baja nunca de los 10 puntos, pero contrasta bastante con el clima que el guionista le quiere dar al relato. Por ahí quedaba mejor dibujado en otro estilo. En apenas 12 páginas, me sorprendió muy gratamente Frank Tieri, con un guión sencillamente brillante. El dibujo de Paul Azaceta acompaña sin desentonar, pero no tiene ni en pedo la genialidad del guión. Y cierro con otra ambientada en la guerra, un team-up con Union Jack bastante anodino, con machaca contra los nazis y no mucho más. El dibujante, Pepe Larraz (¿será pariente de José Ramón Larraz?), es un clon muy digno de Carlos Pacheco, al que le puede ir bien.
Y ahora sí, vamos al núcleo el asunto, a un arco titulado Gulag, que ocupa la mayor parte de este libro. Son unas 110 páginas en las que Brubaker se centra en la ordalía de Bucky, preso en una cárcel tremenda en plena Siberia, y en los esfuerzos de sus amigos por ayudarlo a liberarse sin crear un incidente internacional. Steve, como miembro del gobierno de los EEUU, tiene las manos atadas y está forzado a cumplir un rol menor, que de hecho debiera ocupar menos páginas de las que ocupa. Y la que finalmente investigará, juntará armas y coraje y diseñará el plan para sacar a Bucky del infierno, será Black Widow, acá con infinita chapa. Mientras llegan en su auxilio, Bucky cobrará y repartirá de lo lindo, en secuencias terriblemente violentas, al punto de que resulte completamente inverosímil que el otrora sidekick del Capi llegue vivo al final de la historia. Gulag es una saga sórdida, mugrienta, sanguinaria, enchastrada por roscas espurias, traiciones y algunas de las peleas más truculentas que recuerdo haber visto en un comic de mainstream.
La mayoría de las páginas están a cargo de un Butch Guice muy inspirado, muy realista, muy dark, con un gran manejo de la referencia fotográfica y muchos hallazgos en la puesta en página. También hay unas cuantas páginas (sobre todo las que transcurren en EEUU) dibujadas por el gran Chris Samnee y un puñado (no llegan a 25) a cargo de Mike Deodato, que no está ni lejos de su peor nivel, pero sigue sin gustarme.
¿Una serie del Capi América en la que NADIE es el Capi América? Pinta interesantísimo. Pero claro, estamos en 2011, poco antes de la primera película del Capi y era obvio que para coincidir con el estreno, se venía un relanzamiento de la serie, que terminó por convertirse en TRES: una ambientada en la Segunda Guerra Mundial (CA & Bucky) y dos en el presente, Captain America y Winter Soldier. En el arranque, el maestro Brubaker tomó las riendas de las tres, y después las fue dejando en otras manos menos competentes. Con discutible criterio, yo elegí seguir comprando CA & Bucky, de la que ya tengo los dos recopilatorios que me interesan. Después, sin Brubaker y con otros personajes invitados, que te la compre Garompo.

miércoles, 9 de julio de 2014

09/ 07: APOCALIPSIS

Esto pareciera ser el primer tomo de una serie, creada por el prolífico guionista Diego Cortés y los dibujantes Javier Solar y Belén Sonnet. Quizás, en unos años, este libro sea considerado el Vol.1 de Las Aventuras de Pascual Valverde. Por ahora, tenemos una historieta autoconclusiva de 72 páginas, en la que los autores nos presentan a los personajes, los involucran en un conflicto y lo resuelven.
Apocalipsis es una novela gráfica sumamente pasatista, que elige no profundizar en nada de lo que sucede. No sólo no se exploran las consecuencias, tampoco hay una intención por parte de Cortés de meterse a fondo en la psiquis de los dos personajes protagónicos, que son el octogenario Pascual y su nieto de 9 o 10 años, Sebastián. El hallazgo de Cortés empieza y termina con la decisión de poner a tres viejitos jubilados en el rol de héroes de acción, en una trama que involucra nada menos que a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. Eso está bueno: los veteranos que en vez de jugar al tute o a las bochas, terminan por combatir a una amenaza sobrenatural a gran escala. El resto, muy pobre.
Nunca se explica cómo obtienen sus armas mágicas los héroes, las monjas están ahí de adorno, para mostrar carne femenina, no es lógico que nadie sea testigo del combate a todo o nada, y por otra parte, este arranca cuando ya llevamos 56 páginas de franeleo previo, en las que no pasa NADA. Son 56 páginas de indicios de que va a llegar ese combate y finalmente, llega. Tenemos 11 páginas de machaca, cinco a modo de epílogo y no hay nada más. No hay un giro argumental impredecible, no hay introspección, casi no hay diálogos en los que los héroes se planteen por qué hacen lo que hacen… la verdad es que todo se queda en lo superficial, en el impacto de la lucha grossa entre los viejitos y el Mal, en la plaza de ese barrio suburbano al que nadie nombra.
Si todo está jugado a ese combate a todo o nada, se supone que esas 11 páginas serán memorables, no? No. La verdad es que son páginas apenas correctas, muy estridentes y poco claras, sin ningún tipo de riesgo en la narrativa, casi sin fondos, casi sin diálogos y dibujadas –como todo el libro- muy con lo justo. Este trabajo se parece poco a otros que ya vimos firmados por Javier Solar, y supongo que eso se deberá a la entrada en escena de Belén Sonnet, a cargo de los fondos. Sinceramente, la conjunción entre ambos me gusta mucho menos que los trabajos solistas de Solar.
Lo de Solar en general me resulta un poco frío, derivativo de los estilos de Carlos Meglia y Humberto Ramos, pero por lo menos correcto en un sentido: el de comprometerse con UN criterio estético y bancarlo hasta el final. Acá no hay coherencia. Hay una mezcla bizarrísima entre línea clara, claroscuro, cross-hatchings dignos de Robert Crumb, firuletes dignos de Alcatena, siluetas y manchas que parecen de Risso, tramas mecánicas, masas de gris aplicados con el photoshop… un festival de la línea y la textura en el que los dibujantes no se ponen de acuerdo. ¿Tanto kilombo es elegir UNA técnica de entintado y bancarla hasta el final? La portada se ve muy bien, con un trazo de pincel fuerte y tramas mecánicas. ¿No daba para hacer todo el libro así? Lamentablemente no, y esa mezcla, ese abuso de técnicas le da a todo el libro un cierto look improvisado, prácticamente amateur, muy desparejo, con algunas viñetas realmente muy bien logradas y otras para el olvido.
En Pascual y sus amigos, Diego Cortés tiene la posibilidad de encontrar a buenos personajes, pero se tiene que animar a darles más sustancia, más profundidad, a llevarlos más allá de “los viejitos valientes que machacan monstruos y demonios”. Quizás en una segunda aventura, con los personajes y el tono de la serie ya definidos, esto se vea mejor. Y Javier Solar retrocede tres casilleros, después de haber mostrado varias mejoras en sus trabajos más recientes, porque acá su búsqueda de un estilo personal se choca contra el caos visual que implica la grosera multiplicidad de criterios a la hora de entintar personajes y fondos. ¿Qué va´cer? Es el Apocalipsis, pero no es la muerte de nadie…