el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 30 de abril de 2015

30/ 04: LOS MAS VENDIDOS DE ABRIL

Como era de esperarse, Abril fue un mes de muy buenas ventas para la Distri, el mejor en lo que va de 2015. Esta vez no fue tan fácil entrar al Top 10: hubo que vender muchos ejemplares para lograrlo y varias de las novedades quedaron afuera. Estos fueron los diez títulos más vendidos en comiquerías, sin contar lo que vendimos en eventos:

1) Basura (Loco Rabia/ Belerofonte)
2) ¡Viva la Caca! (Subpoesía)
3) La Sudestada (Hotel de las Ideas)
4) Términus Vol.8 (Términus)
5) Hijitos de Puta (Llanto de Mudo)
6) Colder (Llanto de Mudo)
7) Aventuras De Pi-Pio Vol.1 (Común)
8) Acero Líquido (Loco Rabia/ Belerofonte)
9) En el Bosque (Común)
10) Los Autómatas del Desierto (Historieteca)

Al igual que en Marzo, el libro más vendido fue Basura, el clásico ochentoso de Carlos Trillo y Juan Giménez. Y de los lanzamientos de Abril, lograron colarse en el Top Ten nada menos que tres: la edición ampliada de ¡Viva la Caca! (y parece que se viene otro tanque con la firma de Gustavo Sala), La Sudestada (lo nuevo de Juan Sáenz Valiente) y En el Bosque, la antología de cuentos para chicos adaptados por Liniers, Decur, Fede Pazos y otros, que –como todos los títulos de la editorial Común- corre con la desventaja de un precio de tapa muy por encima de la media del resto de los libros de historieta que se editan en el país.
Además de Basura, otros lanzamientos de Marzo que lograron quedarse una vez más entre los 10 primeros fueron la nueva Términus y el primer tomo de Pi-Pío y en ambos casos la cantidad de ejemplares vendidos este mes SUPERÓ a la del mes pasado. Completan el ranking tres títulos que ya están impuestos y que ninguna comiquería puede no tener en sus bateas (Hijitos de Puta, Colder y Acero Líquido), más uno que arrancó bien allá por Diciembre y que todavía está lejos de su techo de ventas, como es Los Autómatas del Desierto.
La expectativa para Mayo es altísima, porque tenemos nuevo tomo de Bife Angosto (justo en el momento más hot de Gustavo Sala) y nuevos libros de Alberto Montt, Decur, Lucas Nine, Julio Azamor, Powerpaola, Sergio Ibáñez, nuevas antologías temáticas de Loco Rabia y La Duendes, y los nuevos títulos de Comiks Debris (uno de Fernando Calvi y otro de J.J. Rovella) que estaban anunciados para Abril pero se retrasaron para Mayo. Como siempre, veremos qué sucede.

miércoles, 29 de abril de 2015

29/ 04: TETE DE NEGRE

Allá por el 2002, el historietista Jürg adaptó al comic Tête de Negre, una novela del escritor Daniel Picouly. Y se dio el milagro de que a Picouly le gustó tanto esta versión que decidió escribir dos secuelas para su novela, que sólo existen como historietas. O sea que, gracias a la adaptación de Jürg, pasó de ser una obra literaria a ser una trilogía de tres novelas gráficas, una de las cuales existe también como novela en prosa.
Este primer tomo es el que adapta la novela original y por eso es perfectamente autoconclusivo. La historia nos lleva a París, en el año 1792, cuando estaba de moda la guillotina y todos los días decapitaban a algún garca de los que todavía defendían los privilegios con los que intentó acabar la revolución de 1789. Los protagonistas son dos ex-soldados negros, a los que su antiguo jefe de batallón, un potentado marqués, les encarga recuperar la cabeza de su hijo Germain. La idea es darle un funeral como la gente al decapitado muchacho y para eso hay que localizar el pedazo de cadáver que falta. Y hay un detalle interesante, que es que Germain era mestizo: el marqués lo tuvo con una mujer negra, y el muchacho era negro con ojos azules. No hay muchas cabezas así circulando por París, así que vale la pena intentar encontrarla.
En general, la aventura histórica francesa se asa de rosca en su intento por respetar con rigor más prusiano que francés el tema del contexto real que existió en cada época en la que se sitúan las historias. Acá, por suerte, esto no corre. Tête de Negre nos cuenta que hay un sector casi en las márgenes de París llamado Haarlem (como una ciudad holandesa) en la que por determinadas circunstancias se aglomeró una gran población de raza negra. Y lo más atractivo: en una jugada al mejor estilo Astérix, Picouly se anima a meter anacronismos, obviamente en son de joda. Así, en este Haarlem del Siglo XVIII tenemos chicos negros que juegan a una especie de basket, rastafaris que fuman faso, una especie de cadena de comidas rápidas muy parecida a McDonald´s y hasta una especie de Ku Klux Klan.
De todos estos elementos salen chistes muy zarpados, muy efectivos, que uno –acostumbrado al tono circunspecto de la mayoría de las aventuras históricas- no se ve venir. Eso es, sin dudas, lo mejor que tiene Tête de Negre: la forma en que el humor negro, la sátira jodida, con mala leche, los gags macabros y truculentos, tiñen de a poco a una aventura que amenazaba con ser atildada, protocolar y careta. El nivel de violencia va in crescendo hasta hacerse desopilante, los diálogos van de la ironía más fina a la guarangada más explícita, pero todo el tiempo se conserva intacto el equilibrio entre la comedia y la aventura.
La otra pista de que esto se podía desvirtuar hacia el lado de la sátira y la comedia negra estaba en el dibujo de Jürg, que no se parece en nada al de los típicos dibujantes de aventura histórica francesa. Jürg se guarda el realismo para los fondos, pero a la hora de dibujar a los personajes, va por un trazo más caricaturesco, más expresivo, incluso más grotesco. Que, por otra parte, es lo que menos me cerró de este libro. Al dibujo de Jürg, lamentablemente, le faltan cinco pa´l peso. Es dinámico, maneja bien los climas, no falla en la narrativa, pero el trazo en sí es por momentos medio precario, o medio granguiñolesco. Para un comic más under, para una historia de drogones, pandilleros y putas de El Víbora, está perfecto. Para este proyecto específico, por ahí convenía más otro estilo, un poquito menos feísta, o por lo menos un feísmo un poco más afianzado, con menos dudas. Una pena, porque en todo lo demás la adaptación funciona perfecto.
Como rareza, esto está muy bien, te entretiene un buen rato y casi sin querer, aprendés boludeces acerca de la vida cotidiana en los tiempos de la Revolución Francesa. Pero si no lo leés, no pasa nada. Liberté, egalité y menage a trois.

martes, 28 de abril de 2015

28/ 04: UNA ULTIMA CARTA

En esta breve novela gráfica, Damián Connelly (uno de los guionistas favoritos de los trolls que solían pulular por este blog) se reencuentra con el noir puro y duro, en una historia ambientada en lo profundo del hampa a la que el prólogo de Leonardo Oyola emparenta muy acertadamente con The Road to Perdition.
El protagonista es Callaghan, un descendiente de irlandeses (como Connelly) cuyo trabajo consiste en matar gente a pedido de un capo de la mafia que controla un montón de negocios sucios en una ciudad yanki de la década del… ´40, diría yo. Pero los ciclos inevitablemente se cumplen y Callaghan decide colgar los guantes, retirarse del negocio, no sin antes realizar un último trabajo… que obviamente se va a complicar. Alrededor de esa consigna ya empleada por muchas otras obras de este género, Connelly teje una atractiva red de relaciones humanas, con romances, traiciones, convicciones, replanteos, sueños, misterio y un par de garches bastante subidos de tono. El tono es trágico, el jazz se hace presente como banda de sonido (y aporta unas resonancias a las mejores obras de Carlos Sampayo), y hay una especie de contrapunto entre un típico clima de violencia y sordidez y ciertos elementos más personales, más ambiguos, menos brutales, que le dan a Una Ultima Carta una lograda pátina de sofisticación. Por supuesto, esa impronta trágica va a ser la que se imponga al final, que es potente, impredecible y sumamente emotivo.
A lo largo de las 60 páginas de la novela, Connelly se esfuerza por prescindir lo más posible de los diálogos, por narrar lo más posible con la imagen. Y cuando no queda más remedio que escuchar hablar a los personajes, queda al descubierto el único punto flojo de Una Ultima Carta. Quizás para ceñirse más firmemente a las convenciones del género, Connelly recurre al castellano neutro para los diálogos, y eso significa que muchas veces los personajes hablen como en una película yanki mal traducida, con frases que suenan raras (o torpes) para el oído argento.
Hablaba recién de ese “algo más”, de esos rasgos más personales, más finolis que diferencian a esta obra de tantas otras del mismo género, y buena parte de ese mérito le corresponde al dibujo de Lauri Fernández. Acá vemos a la mendocina dar cátedra en materia de enfoques, de documentación histórica y sobre todo de equilibrio entre blancos, negros y grises. La puesta en página arriesga mucho y casi siempre acierta (hay un par de pequeñas pifias, pero a nivel de la composición, sin afectar nunca el flujo narrativo), con lo cual tenemos algunas secuencias e incluso algunas splash pages realmente logradísimas. El dibujo de Lauri parte de una base muy realista, que me hizo acordar mucho a Solano López, y a la vez incorpora (en los rasgos faciales y en la forma de manchar con el pincel) rasgos más expresionistas, más para el lado de Igort, o de José Muñoz. Y cuando opta por una línea más clara, especialmente para tomas vistas desde lejos, o para diferenciar a los fondos de los planos principales, pela cositas que me hicieron acordar a Ben Katchor. De hecho, en la página 53 hay un personaje menor, casi idéntico a Julius Knipl. Este es un muy buen trabajo de Lauri Fernández, en el que una vez más demuestra su gran versatilidad tanto técnica como temática.
No te digo que Una Ultima Carta está al nivel de las grandes historias urbanas, jodidas y profundamente reflexivas de Carlos Sampayo (con quien casualmente laburaron tres de los cuatro dibujantes a los que mencioné cuando hablaba de la faz gráfica), pero claramente va para ese lado. Es una muy buena historia, muy bien dibujada, y retoma de alguna manera esa línea que emprendió Connelly en sus obras junto a Berliac (Cien Volando, DGMW), aunque con menos saltos al vacío, cero elementos fantásticos y un vuelo poético más acotado, o en realidad más supeditado a las convenciones de este género en el que tan cómodo se lo ve al guionista. Tengo otro librito de Connelly para leer y reseñar muy pronto, acá en el blog.

lunes, 27 de abril de 2015

27/ 04: SHE-HULK Vol.4

Hace mucho, mucho tiempo, un lejanísimo 24/08/10, me tocó leer el tomo anterior de esta serie, el tercero escrito por el entonces no tan encumbrado Dan Slott. Y me faltaba el final de su etapa al frente de She-Hulk, que finalmente conseguí –no sin esfuerzo- recién el año pasado. Estos son comics de 2006 y 2007, muy impregnados de la onda Civil War, en los que Slott asume el desafío de meterle comedia y disparate a un momento muy heavy en la historia de los héroes y heroínas de Marvel. Y una vez más, sale bien parado de una ordalía a priori bastante complicada.
Los dos primeros episodios tienen un planteo tremendo: Starfox, héroe de Titan, hermano de Thanos y miembro de los Avengers, es acusado de haberse empomado a una mujer terrestre contra su voluntad. She-Hulk acepta defenderlo, pero a medida que pasan las páginas Slott nos va revelando detalles acerca del funcionamiento de los poderes de Starfox que parecen condenar al paladín más fiestero de la galaxia. El dilema moral se hace espeso y se hace personal, porque la propia protagonista alguna vez tuvo un tiroteo con Starfox… y no sabe si eso que la llevó a tirarle los galgos lo generó ella, o los poderes de él.
En el medio del courtroom drama, la investigación y los flashbacks a la época en la que She-Hulk y Starfox eran compañeros de equipo, Slott avanza a paso firme con varios subplots que involucran a todos los personajes secundarios de la serie, básicamente los otros empleados del estudio de abogados donde trabaja Jennifer Walters, y su novio, John Jameson, el hijo de J. Jonah. El guionista mantiene alto el nivel de los chistes y las bizarreadas, y reserva sorpresas grossas para todos, muy bien dosificadas a lo largo de todo el tomo.
Después tenemos los dos episodios que más enganchan con Civil War: el primero centrado sobre todo en las funestas consecuencias que sufren los miembros de los New Warriors que sobrevivieron al desastre de Stamford, y el segundo en la decisión de She-Hulk de no volver a transformarse en Jennifer mientras dure el bolonki. Ah, y en el casamiento entre la protagonista y John Jameson!
Ya en la recta final, Slott hace que Jen descubra lo que los lectores ya sabíamos: John Jameson es Man-Wolf, un licántropo con enormes poderes. Son dos capítulos donde todavía pesan los conflictos de Civil War y donde vemos un gran equilibrio entre machaca y desarrollo de personajes. Y para el postre, dos episodios centrados en el juicio a Starfox, que se lleva a cabo en Titan, con Mentor, Thanos, Pip the Troll, Moondragon, una Captain Marvel a la que yo nunca había visto y un montón de sorpresas más. Obviamente la presencia de Thanos le va a complicar las cosas a los buenos, pero la valentía de She-Hulk va a inclinar la balanza a favor de la Justicia. La sorpresa grossa del final tiene que ver con Starfox, el personaje al que más hace crecer Slott en este tomo, y cuando llega la hora de resolver el tema de la relación entre Jen y John… se acabó el espacio y queda sin resolver.
Pero claro, este NO es el final. Como en su momento salieron sólo cuatro TPBs, yo pensé que todo terminaba acá. Y sin embargo hay ocho episodios más de Slott, que sólo se reeditaron en un mega-broli de casi 400 páginas (aparecido el año pasado) que trae, además, los ocho episodios que yo acabo de leer. Así que me tendría que deshacer de este TPB e ir por el libro pulentoso, que sí llega hasta el final de la Era Slott.
En cuanto a los dibujantes, acá Juan Bobillo no pasa ni a saludar. Tenemos dos numeritos del brazuca Will Conrad (bastante chato, poco original, lejos de su nivel actual), dos numeritos del maestro Paul Smith (elegante y plástico como siempre) y el resto a cargo del siempre efectivo Rick Burchett, un dibujante mucho más asociado con DC que con Marvel, que por ahí no descolla, pero tampoco defrauda. Y además entiende perfectamente el timing de comedia que propone Slott en varios pasajes de la serie.
Sigo sin saber cómo carajo termina la etapa de Dan Slott al frente de She-Hulk, pero también sigo sumando motivos para recomendarla, no sólo a los fans del personaje o del guionista, por la cantidad de sorpresas zarpadas, por el ritmo, por los temas en los que se mete, por el humor, por la erudición marvelita, por el gran manejo de los subplots y porque con personajes de la B y la C (Man-Wolf, Starfox, Two-Gun Kid, el androide del Mad Thinker, etc.) armó un elenco alucinante al que le pega un montón de giros muy interesantes. Voy por más Slott, aunque eso signifique postergar un toque más la lectura de la etapa de Charles Soule y Javier Pulido, que también pinta grossa.

domingo, 26 de abril de 2015

26/ 04: BANG!

Después de lo mucho que me gustó Johnny Jungle, era obvio que iba a tratar de conseguir otras obras de su guionista, Jean-Christophe Deveney. La primera que encontré fue esta, Bang!, con dibujos de Loic Godart, a la que me apresuro a definir como un festival de la sangre, la muerte, los diálogos irónicos, repletos de chistes y guarangadas, y la violencia extrema, en la que reinan los tiros, los cuchillazos, las explosiones y la gente atropellada por autos y camiones.
En el típico Super Clásico entre el argumento y el guión, acá gana claramente el segundo. El argumento no llega a ser pobre, pero se zarpa de básico: un coronel de la ex-Unión Soviética muere y su última orden es que los hombres y mujeres que integraban su brigada de elite se maten entre ellos, hasta que no quede ninguno. Claro, pasaron 25 años de la última vez que estos tipos y minas pelearon codo a codo y ya están retirados, viejos, gordos, corrompidos, vendidos a la CIA o simplemente cansados de esa vida. Sin embargo, todos acatan la orden final del Coronel Ivanov y se buscan por distintos lugares del mundo para eliminarse unos a otros en duelos truculentos, sin piedad.
Por suerte, a la hora de escribir los diálogos y desarrollar este argumento secuencia a secuencia, Deveney encuentra un elemento del que aferrarse para que esto sea algo más que una excusa para salpicar sangre: los vínculos. Entre estos muchachos ya baqueteados hay historia. Hay camaradería, rivalidades, rencores, secretos, romances… y eso aparece a la hora del guión, para darle un poco más de profundidad a los personajes (especialmente a Katrinka, Varfolomei y Yepreskaya) y para subrayar la dudosa honorabilidad que está en juego en este fatídico “concurso” orquestado desde el más allá por el Coronel.
El resto va por los carriles obvios: cinismo, mala leche, violencia extrema y alguna ironía un poquito más fina acerca de cómo estos soldados al servicio de la URSS se reinsertaron en un mundo en el que “el bloque comunista” se fue al descenso. Se podría haber enfatizado eso por encima de los corchazos y las explosiones, pero no fue así.
Prefiero concentrarme en el dibujo de Loic Godart, que me pareció fabuloso. Me hizo acordar a esos dibujantes que saben imprimirle un sello muy propio al dibujo realista, que lo saben deformar para hacerl más expresivo, más potente. Me vinieron a la mente trabajos de Pietro, de Nicolás Brondo, incluso cositas de Christophe Chabouté, de Marc-Antoine Mathieu, de Tomaz Lavric… Me encontré con un excelente dibujante, de gran plasticidad, hábil para las escenas de acción, para las escenas de cabecitas que hablan, para integrar la referencia fotográfica a su grafismo, con una puesta en página clásica y efectiva y –lo más impactante- con un manejo originalísimo del color. Godart no sólo colaboró con Deveney en el guión: también se hizo cargo de colorear él mismo sus dibujos, algo que no es muy frecuente en el mercado francés. Para esto, imaginó una paleta de colores opacos, apagados, sin la menor estridencia, sin colores primarios, sino más bien todo virado a los verdes militares y los ocres. Y la verdad es que funciona perfecto, le sirve muchísimo a Godart para remarcar esa sensación de aventura crepuscular que tiene el guión. Visualmente, todo en este libro me pareció brillante.
Tengo entendido que hay un segundo tomo de esta serie, una secuela en la que los autores retoman a un personaje cuya muerte no se muestra con total claridad y que –con mínimo chamuyo- se puede explicar que en realidad no murió un carajo. No es de los personajes que mejor me cayó, así que dudo que alguna vez me lo compre. Entré a Bang! cebado porque era un guión de J.C. Deveney y me voy recontra-cebado por los dibujos de Loic Godart, de quien quiero conseguir YA todas sus obras. ¿Qué le va´cer? Es dura la vida del cebado…

sábado, 25 de abril de 2015

25/ 04: CONTROL DE PLAGAS

Hoy volvemos a visitar un conurbano bonaerense post-apocalíptico, pero acá no hubo una plaga de zombies tristes, sino que nuestra realidad fue invadida a través de un vórtice interdimensional por toda clase de vampiros, fantasmas, licántropos, monstruos y –por supuesto- zombies. Con reglas parecidas, la sociedad siguió funcionando, aunque siempre al borde del colapso. En ese contexto sobreviven (y facturan bastante bien) Wang y el Chino, dos duros exterminadores de monstruos y criaturas sobrenaturales que combaten a esta epidemia con huevos, ingenio y fuerza bruta, según sea el caso a resolver.
Sobre esta base, Max Aguirre y Jok crearon una serie de aventuras que combinan con mucho equilibrio la comedia, la acción y el terror. Como los guiones los escribe Aguirre (que hace años se gana la vida con el humor gráfico) los chistes muchas veces ganan la pulseada, y está bien que así sea. Me he reído muchísimo con algunos diálogos de este libro, en los que Aguirre saca a relucir su chapa de graduado summa cum laude de la Universidad de la Calle. Esa sabiduría suburbial, atorranta, le permite al guionista mirar al género del terror y sus convenciones desde una óptica muy fresca, muy impredecible y muy aguda. Y por supuesto, usa al humor para cortar climas muy espesos que se generan cuando los personajes están envueltos en kilombos mayúsculos que involucran a amenazas sobrenaturales realmente peligrosas. De hecho, a medida que pasan los episodios, Aguirre hace cada vez más hincapié en los compañeros del Chino y Wang que ya no están, que no vivieron para contarla.
O sea que, con chistes y bizarreadas, esta es una historia fuerte, con un contenido dramático insoslayable. Y con un elemento 100% cautivante como es el contrapunto entre las personalidades de Wang y el Chino, que no pueden ser más opuestas y que Aguirre explora a fondo como fuente de nuevos chistes pero también para aumentar la tensión en cada una de las misiones.
El dibujo de Jok está muy, muy bueno, totalmente jugado al claroscuro. Acá sólo hay línea, mancha y espacio. Blanco puro o negro pleno, nada más. Y con eso, Jok logra lo indecible. El único problema que le veo es que es un estilo un toquecito difícil de digerir para el que no tiene una cultura gráfica vinculada al dibujo. Se lo das a un pibe que sólo mira dibujos animados y me parece que no le va a gustar, o que le va a costar entenderlo, porque la estética de Jok requiere una cierta decodificación. Obviamente que si leíste a los maestros del claroscuro (Breccia, Muñoz, Pratt, Risso, el Miller de Sin City, el Mignola más extremo) esto te va a resultar tan familiar como atrapante, porque además Jok te engancha con la puesta en página, con la composición de la viñeta, con los detalles que mete… hasta la colocación de los globos de diálogo es impecable. No sé cómo le puede pegar esto a un neófito, pero si ya sos fan de este discípulo aventajado de Oswal, lo vas a disfrutar a pleno.
Además de las aventuras del Chino y Wang, el libro incluye 64 páginas de una especie de enciclopedia de criaturas y monstruos. Son 32 textos acerca de sendos bichos, cada uno con una ilustración de un dibujante distinto. En este segmento participan varios guionistas invitados (Rodolfo Santullo, Luciano Saracino, Federico Reggiani, Diego Cortés, Roy, Alejandro Farías, y hasta referentes del periodismo como Martín Pérez o Andrés Valenzuela, o de la literatura, como Leonardo Oyola) y 32 dibujantes, entre los que se destacan Tute, Quique Alcatena, Nicolás Brondo, Alejandra Lunik, Lauri Fernández, Carlos Aón y Horacio Lalia. Una muy linda idea para “inflar” la cantidad de páginas del libro y a la vez abrirle el juego a un montón de otros autores con algo que va mucho más allá de la remanida galería de pin-ups. Y también hay un par de pin-ups, cómo no, todos dibujados por el propio Max Aguirre, como para contraponer su visión de Wang y el Chino con la de Jok.
Control de Plagas no marca un antes y un después de nada, ni tampoco pretende hacerlo. Es un entretenimiento de muy buena calidad, pensado para hacerte pasar un buen rato, de la mano de unos guiones divertidísimos y un dibujo de notable solidez. Sin dudas vale la pena.

viernes, 24 de abril de 2015

24/ 04: CATWOMAN Vol.3

Sigo adelante con mi tardío descubrimiento de esta serie que es –ya no tengo ninguna duda- lo mejor que le pasó a Catwoman en sus más de 70 años de historia. Como dije hace casi un año, cuando me tocó reseñar el Vol.2, “esto está muy por encima de lo que hizo Ed Brubaker en Batman y casi al nivel de lo mejor de Gotham Central”. Incluso me parece que este tercer tomo es bastante mejor que los dos anteriores.
El arco argumental más extenso lleva a Selina al conflicto directo con Black Mask, principal perjudicado por la magnífica manganeta que armaron la gata y Slam Bradley en el tomo anterior. El villano le va a cobrar carísimo su trapisonda a la protagonista y todos los personajes que componen el elenco de la serie la van a psara muy mal. A la hora de matar a alguno, Brubaker se va un poquito al mazo y liquida a un personaje que aparece por primera vez en este arco, y con el que los lectores ni nos habíamos empezado a encariñar. Así, esa muerte escabrosa sirve simplemente para mostrar lo tremendamente hijo de puta que es Black Mask, pero no impacta emocionalmente por lo menos de este lado de la página. Finalmente, contra viento y marea, gastando hasta su último centavo de aguante, ingenio y culo para zafar de los balazos, puñaladas y explosiones, Catwoman va a derrotar al villano y a su impensada secuaz, por supuesto a un costo altísimo.
Lo que pasa en estos episodios es tan heavy que Brubaker dedica los tres siguientes a pasarlo un poco en limpio, a mostrarnos cómo los protagonistas tratan de asimilar los golpes, de cicatrizar algunas heridas. Y felizmente para este extenso epílogo Brubaker vuelve a darle buena parte del protagonismo a Slam Bradley y a retomar la senda del hard boiled, por ahí con menos acción, con conflictos menos físicos, pero con unos textos espectaculares narrados en primera persona por el veterano detective. Como hay menos piñas y menos persecuciones, hay más espacio para indagar en las relaciones entre los personajes e incluso en sus sueños, a los que el guionista les saca un jugo alucinante. Y así, entre confesiones, arrepentimientos, abandonos, idas, vueltas, cuestionamientos y garches, salen más de 60 páginas tan ricas, tan intensas, y con un giro tan brillante en el final, que podría haber sido un cierre perfecto para la serie.
Pero la serie siguió, y Brubaker se quedó varios números más (hasta el 37, si no me equivoco). De hecho tengo ahí esperándome el Vol.4 (que voy a leer a más tardar el mes que viene, porque ni en pedo banco casi un año más para entrarle) en el que no creo que tengamos un cierre definitivo, precisamente porque el guionista sigue adelante. Recién este mes salió en EEUU un TPB que reedita el último año de Brubaker al frente de esta serie, y por supuesto me propongo capturarlo, a ver cómo termina este vailosísimo ejemplo de comic de autor dentro del mainstream.
En materia de dibujantes, en el arco más extenso lo tenemos al maestro británico Cameron Stewart, que se ajusta muy bien a esa onda “cartoon noir” que se había impuesto desde que Darwyn Cooke tocara a esta serie con la varita mágica. Acá hay escenas muy truculentas, muy oscuras, y el dibujo de Stewart no las ablanda ni las suaviza para nada. Lo más notable son los recursos narrativos del británico, que se manda páginas de 14, 15 y hasta 16 cuadros (obviamente muy chiquitos), que le permiten plasmar la acción de un modo muy compacto, muy controlado, como un mecanismo de relojería, aceitado e infalible. Un gran trabajo de Stewart, a quien complementan Mike Manley en algunas tintas y el gran Matt Hollingsworth en el color.
Para el arco más breve, en cambio, tenemos al español Javier Pulido, en un estilo muy distinto al que le vimos (por ejemplo) en Human Target. Esta vez, Pulido apuesta por el minimalismo, por un trazo limpísimo, casi sin mancha negra, una línea despojada, lograda con un pincel muy libre, muy suelto, que se parece más a las historietas de la revista Cairo que a los comics de DC. Hay cosas de Dupuy y Berberian, de Montesol y hasta de Bartolomé Seguí. Me imagino que los lectores yankis deben haber dicho “¿qué carajo es esto?!?” y el coordinador habrá dicho “Muy lindo, pero no lo hagas más”. De hecho, en el tercer y último episodio, que es cuando el guión se pone más sombrío y más noir, Pulido mantiene la línea clara en algunas escenas y en otras se tira con todo al claroscuro, con la misma soltura en el pincel, pero bien cargado de tinta, sin mezquinar manchas negras. El resultado es raro para un comic “de superhéroes”, pero visualmente exquisito.
Vamos pronto con el Vol.4, y a buscar el tercer tomo de la nueva edición, la que llega hasta el final de la inolvidable Era Brubaker.

jueves, 23 de abril de 2015

23/ 04: EL NUMERO 73304-23-4153-6-96-8

Como ya dije varias veces (y como es de público conocimiento) en Argentina se edita muy poco comic europeo. Poquísimo. Casi nada. Por eso, cuando algún editor se arriesga, uno se inclina casi como en un tropismo para el lado de la ovación, del aplauso cerrado. Imaginate hasta dónde puede crecer la euforia si además lo que se edita es una joya del Noveno Arte como esta obra de Thomas Ott originalmente publicada en Suiza en 2008.
El Número es una novela gráfica completamente atípica, que en sus más de 120 páginas no contiene un sólo diálogo, un sólo bloque de texto ni una sóla onomatopeya. Ott prescinde totalmente de las palabras y con la imagen como único recurso, se juega a contarnos una historia cautivante, marcada por fatídicas coincidencias y bizarros caprichos del destino… y de los números. Todo el protagonismo que no tienen las letras, Ott se lo otorga a los números. A esos números, a esa secuencia de números que se va a repetir una y otra vez a lo largo de toda la obra de las formas más disímiles e impredecibles.
La única contra que tiene El Número es la misma que tiene cualquier otra historieta muda: se lee muy rápido. Uno ve los dibujos de Ott y quiere que esto dure para siempre, casi tanto como una eternidad. Y sin embargo, dura… cuatro, cinco estaciones de subte como mucho. De todos modos es una contra menor, porque ese rato que dura El Número es un rato en el que te sumergís a pleno en la historia, que vivís y respirás ese universo blanco y negro de Ott. La historia está tan bien contada que aunque no quieras te atrapa, te mete en la página, te obliga a ser parte de lo que le está sucediendo a este atildado ejecutor que de pronto se ve envuelto en la vorágine de los números 73304-23-4153-6-96-8.
No quiero contar nada del argumento así lo disfrutás más cuando lo leas. Me quedo con lo otro, con ese clima cada vez más enrarecido, más turbio, más intrigante, que propone Ott. Con los trucos narrativos, esas transiciones arriesgadas, esos primerísimos planos impactantes. Y por supuesto con el dibujo, que es MORTAL. Ya me tocó babearme con los prodigios gráficos de Ott en la reseña del 14/04/11 y no me quiero repetir. Pero es increíble, de verdad. La técnica de esta bestia, el virtuosismo, la sabiduría que hay atrás de cada raspadita del bisturí sobre la cartulina negra, es inconmensurable. Encima cuando vino a Comicópolis Ott trajo unos cuantos originales de El Número y si los viste seguramente te pasó lo mismo que a mí: no te imaginabas ni en pedo que fueran tan chiquitos, prácticamente del tamaño en el que se imprimió la edición argentina. Es MUY, pero MUY difícil dibujar tan bien y con tanto detalle en una superficie tan chiquita, y para este animal eso es lo más normal del mundo.
Nada, no te hago perder más el tiempo. Aprovechá que esto está editado en Argentina y se consigue fácil y a buen precio y dejate hipnotizar por la fuerza expresiva, la magia y la locura de este genio del Noveno Arte, que en El Número brilla como nunca. Frente a obras así sobran las palabras, sobre todo en esta historieta, que es toda muda. Una maravilla.

miércoles, 22 de abril de 2015

22/ 04: AVENGERS 2: AGE OF ULTRON

Joss Whedon lo hizo de nuevo. Durante 141 minutos que se me hicieron brevísimos, me sumergí en el universo Marvel y viví una aventura increíble, en la que pasan UN MONTON de cosas, una más alucinante que la otra.
Age of Ultron hace todo lo que tenía que hacer: explora algunas consecuencias de los osados sacudones de Captain America 2, refuerza grosso a los Avengers para ponerlos al nivel de los desafíos que se vienen, abre puntas para varias películas más (atención los fans de Black Panther, que van a estar un rato largo al borde del nerdgasmo), y lo más importante: hace avanzar mucho a los personajes. Stark toma decisiones muy heavies que seguramente van a repercutir en futuras películas. Banner y Natasha se acercan de un modo peligroso, que también puede traer consecuencias importantes. Y Hawkeye deja de ser una maquinita que dispara flechas controlada por el Capi América para convertirse en un personajón, con mucha chapa. El Capi quizás sea el personaje que menos se desarrolla en esta entrega; y Thor, que era el único que no tenía secuencias icónicas, definitivas, en la primera Avengers, acá asume dos roles importantes: por un lado, será el encargado de deducir cómo enganchan todos estos objetos hiper-poderosos que venimos viendo película a película, y por el otro, esta vez es el elegido para el comedy relief, para disputarle a Tony y a Hulk el monopolio de los chistes.
Piñas y colores, gags y explosiones, todo suma para recorrer varios lugares del mundo de la mano de esta barra kilombera que tiene un montón de tensiones internas y que encuentra en Ultron a un enemigo potente, interesante, que encarna (aún sin tener carne) el principal dilema moral de la peli, que es hasta dónde están dispuestos a llegar los héroes para proteger a la gente común. Obviamente hay otras amenazas menores, pero la grossa es esta creación de Stark que se pasa de rosca y decide que la mejor forma de evitar que la humanidad se aniquile a sí misma es aniquilándola él mismo.
Es increíble la cantidad de personajes que aparecen. Por supuesto, uno está muy pendiente de Scarlet Witch, Quicksilver y Vision, pero además hay espacio para personajes secundarios y hasta terciarios de muchas de las pelis anteriores. Ya sabemos que a los mellizos Maximoff les van a retocar un poco el ADN para no emparentarlos ni por asomo con nada que huela a mutantes, pero el giro más asombroso, el que te tira la mandíbula al piso varias veces, es el que se le ocurre a los guionistas para convertir a la Vision en un personaje de crucial importancia en el Universo Marvel. No te lo puedo contar porque te cago la sorpresa más grossa de la película, pero te adelanto que es una genialidad.
Lo más aburrido que tenía la primera Avengers, que era toda esa parte protocolar en la que Nick Fury debatía con sus superiores cómo y a quién debían responder los héroes, esta vez no está. No hay partes embolantes, va todo para adelante, como una locomotora propulsada por Speed y merca. Esta vez incluso se corrige la idiotez de que el Capi tirara los escudos a la marchanta. Lo que no sólo no se corrige sino que empeora es la cantidad de veces que Iron Man y especialmente el Capi aparecen sin casco durante las misiones. Un poco mucho, de verdad. Acá en Buenos Aires ves a viejas sesentonas pedaleando a tres por hora por una bicisenda semi-desierta y se ponen el casquito. El Capi se caga a palos a mano limpia contra Ultron (o sea… ¡Ultron!) durante 10 ó 15 minutos (en esa escena fastuosa en Seul) y no se pone el casquito. Un bochorno.
Avengers 2 no sólo es más intensa, más ambiciosa y más zarpada que la primera: también es más profunda, se mete más a fondo en los personajes y en lo que los hace trabajar como equipo. Los vínculos son tan importantes como las peleas y por eso las pérdidas que sufren los buenos (porque ganarle a Ultron no sale gratis) seguramente van a funcionar como disparadores de grandes momentos en las entregas posteriores. Y sí, vas a ver un festival de efectos especiales como nunca imaginaste, machaca, destrucción, grandilocuencia, batallas a todo o nada y persecuciones imposibles. Por debajo de todo eso, si mirás bien, pasa una historia de tipos y minas casi normales, que juegan a ser héroes pero a veces se ven obligados a replantearse si en realidad no son monstruos. Una historia regada de diálogos maravillosos, de escenas intimistas, de momentos impactantes y con la capacidad de convencerte rápidamente de que estás viendo “the real thing”. Enseguida te olvidás de que en los comics tal cosa funciona distinto, o tal otra jamás sucedería, o tal otra sucedió pero de un modo muy distinto al que te lo muestra Whedon.
Ya fue, maestro. Cambiá lo que quieras. Cagate en todo lo que no te cierre y tomá sólo lo que más te cope. Esto así, funciona bárbaro. Para cebar a la gente que no te toca un comic ni por accidente y para hacernos babear a los fans de los Avengers de Roy Thomas, Roger Stern, Kurt Busiek y demás próceres de la viñeta. Quiero más. Y falta mucho para que me lo den. Menos mal que siempre tenemos los comics para hacer más soportable la espera…

martes, 21 de abril de 2015

21/ 04: TRISTEZA

Acá me avisan los amigos Federico Reggiani y Angel Mosquito que la vida tal como la conocemos se termina este año, que este año un virus letal transmitido a través de la sangre de las vacas va a convertir a la mayoría de nosotros en zombies tristes y al resto en sobrevivientes. ¿Será posible? Estamos en Argentina, no se puede descartar nada, por descabellado que parezca.
Lo mejor que tiene Tristeza, a la que me apresuro a definir como un clásico instantáneo de la historieta argentina, es que elige mostrarnos poco, casi nada, de este apocalipsis zombie nacional y popular. Hay flashbacks a 2015, es cierto, pero no muchos y están todos concentrados en la primera mitad de la obra. El foco está puesto en 2020, en este mundo que ya se acostumbró a no tener casi nada de lo que tenemos hoy. Y estoy exagerando groseramente cuando digo “en el mundo”. En rigor de verdad, Reggiani pone el foco en un grupito de nueve o diez sobrevivientes, agrupados en torno a una granja en Villa Astolfi, en lo que alguna vez fuera el conurbano bonaerense.
Las dos partes en que se divide Tristeza están bien marcadas. En la primera, Reggiani arma una estructura de episodios unitarios que se empieza a relajar con el paso de las páginas para dar lugar a un hilo argumental (el de los pibes que bailan) en torno al cual se va a articular (con perdón de la palabra) una saga más compleja, con una curva dramática en la que no hay cabida para un cierre cada ocho páginas. Esta primera parte habla de la esperanza, del seguir intentando, de que cuando todo parece perdido, también se puede. Ernesto, Susana y su clan no se rinden, no se corrompen, no se resignan. Si tienen que volver a empezar, y bueno, así será. Pero se aferran a la vida y sobre todo a los vínculos solidarios, que es lo que los hizo sobrevivir.
La segunda parte, en cambio, es una novela gráfica pura y dura, con mínimos intentos por parte del guionista de darle un final a cada entrega de ocho páginas. Este es el Lado B, el de la desazón, el del pesimismo. Reggiani nos dice claramente que, mientras haya una congregación de seres humanos, los vicios de nuestra sociedad se van a reproducir: los abusos de poder, los conflictos generados por las creencias religiosas, las desviaciones sexuales, la rosca política, la imposición de la voluntad de unos pocos por sobre las mayorías y –como lógica consecuencia, como única respuesta- la violencia. Finalmente, el guionista contrapondrá la integridad de algunos con la ambición de otros, pero de un modo no dogmático, sin explicar quiénes son “malos” y quiénes “buenos”. Todo lo que sucede, cada decisión que toman los protagonistas en esta segunda parte, se puede analizar y debatir en profundidad antes de decretar quién tiene razón y quién no. Me da la sensación de que el propio Reggiani cree que todos tienen su cuota de razón.
Releo lo que acabo de escribir y transmite la impresión de que Tristeza es una obra crepuscular, bajonera, solemne, depresiva. Las pelotas: es una obra repleta de situaciones y diálogos sumamente distendidos, con chistes, con guarangadas, con boludeces de la vida cotidiana, con momentos francamente humorísticos muy bien logrados por Reggiani y Mosquito. Ese costado más risueño le da a Tristeza una identidad muy propia, muy distinta al resto de las historietas de post-holocausto y además muy argenta. Por supuesto hay momentos tremendos, de una crueldad atroz, pero esas irrupciones del humor hacen todo más soportable, más real y más atractivo.
El dibujo de Mosquito está tan sólido como en sus últimos trabajos, siempre con esa facilidad para el grotesco suburbano y esa habilidad para que nunca nos aburramos, incluso cuando se suceden unas tras otras páginas en las que sólo vemos gente hablando. El cambio más notable respecto de La Calambre o Vitamina Potencia es que acá Mosquito dibuja sabiendo que sus dibujos se van a colorear, con lo cual baja un montón de cambios a la hora de meter texturas y efectos de iluminación en el momento del entintado. El resultado se parece más a El Granjero de Jesú, o a las tiras cómicas que hace Mosquito para Tiempo Argentino, con un trazo más limpito, muy bien complementado con el color.
Ya desde la consigna, Tristeza es una historieta sumamente ganchera, atípica en un montón de aspectos, clásica en otras. Un verdadero deleite para cualquiera que quiera leer un post-apocalipsis original, inteligente, poblado de situaciones, personajes y diálogos muy bien pensados, y encima, muy bien dibujados. Hace mucho que no leo la Fierro, pero quiero creer que Mosquito y Reggiani siguen ahí, gestando nuevas obras para después editarlas en libros tan buenos como este (y como Vitamina Potencia), y que no deben faltar en nuestras bibliotecas.

lunes, 20 de abril de 2015

20/ 04: EL BULBO: LA FURIA

Este es un comic menor. No llega a ser una pavada, por muy poco. Digamos que es una aventura muy livianita, de machaca pasada de rosca y chistes entre predecibles y estúpidos. No sentí que me estuviera faltando el respeto, pero tampoco creo que me haya dejado nada. Podría no haberlo leído y mi vida sería exactamente igual. Bueno, con una salvedad.
Este libro me sirvió para descubrir a Sebastián Carrillo, más conocido como Bachan, un dibujante mexicano del cual no recordaba haber leído otros trabajos y que maneja una calidad gráfica extraordinaria. Con un trazo fino, super-expresivo, muy dinámico, con cositas típicas de dibujante de animación, de François Boucq, de Hiroaki Samura, de los franceses de Lucha Libre y hasta de James Stokoe, Bachan redondea un repertorio gráfico amplísimo, con el que puede narrar escenas épicas, de acción al palo tipo Akira, escenas desopilantes de comedia o secuencias más tranquilas, de gente común conversando civilizadamente. Este trabajo está publicado en blanco, negro y tonos de gris, pero me imagino que Bachan a color debe ser un despelote cósmico. Los planos que elige, las onomatopeyas, la distorsión que le mete a los fondos… todo transmite altísima onda y deja ver a un dibujante virtuoso y apasionado, dueño de infinitos recursos para entretener y sorprender al lector.
Le falta un guionista, nomás, porque con el carisma del Bulbo y un par de chistes buenos no rema ni en pedo 104 páginas en las que los argumentos convincentes escasean más que los goles de Brian Fernández con la camiseta de Racing. Como joda es un poco larga y como saga grossa un poco tonta. Por suerte queda la satisfacción de ver a Bachan descoserla con el lápiz, la tinta y el photoshop. Me guardo este libro en la biblioteca, por lo menos hasta conseguir algún otro dibujado por este monstruo en el que además me encuentre con un buen guión.

domingo, 19 de abril de 2015

19/ 04: HOY NO HAY NADA

Vengo de varios días de dormir muy poco y acumulo un cansancio y un dolor de cabeza importan- tes. “El calavera no chilla” decía mi abuelo, pero la verdad que prefiero dejar para mañana la reseña de un libro que tengo leído, como para que a la hora de redactarla no pese el hecho de que en este momento, lo único que me genera algún interés es irme a dormir.
Por si faltara algo, mañana me tengo que despertar temprano para asistir a la función de prensa de Avengers 2 y no da llegar fusilado y dormirse en el cine, como me pasó una vez… creo que cuando se hizo el preestreno de Corpse Bride. Esta semana (estimo que el miércoles) tendremos la reseña de esta esperadísima peli de Marvel Studios, acá en el blog.
Y la semana que viene, o por ahí el próximo finde, seguro tendremos un pantallazo acerca de las actividades vinculadas a la historieta que vamos a poder disfrutar en la Feria del Libro, que arranca este jueves 23, el mismo día que llega a los cines la peli de los Avengers.
La seguimos mañana, hoy no puedo más…

sábado, 18 de abril de 2015

18/04: BATWOMAN Vol.3

Ultima reseña desde Santiago de Chile, esta vez para reencontrarnos con esta serie que, con todo en contra, se las ingenió para funcionar como comic de autor adentro del mainstream. Por lo menos hasta que DC se cagó en los autores, como para no perder la costumbre…
Este tomo está tan bueno, que podría ser el último. Acá los co-guionistas W. Haden Blackman y J.H. Williams nos ponen en el plato todo lo que venían cocinando a fuego lento desde el inicio de la serie. Finalmente aparece la villana grossa detrás de todas las amenazas menores a las que vimos enfrentarse a Batwoman, se termina de acomodar la rosca con el DEO, hay un lindo relanzamiento de Bette (algo así como la sidekick de Kate) y avanza grosso el plot romántico con Maggie Sawyer. El final podría ser tranquilamente el final. Cerrar la serie ahí y dejar que pase a la historia, sin tener que pasar por el trauma de que algún imbécil encumbrado en la jerarquía de la editorial le termine bajando el pulgar a una dupla que venía laburando muy, pero muy bien. Por supuesto que para cuando salieron estos episodios, nadie intuía el final que se avecinaba, por eso Blackman y Williams cierran con dos paginitas que abren una nueva saga, con la predecible y bajonera revelación de que un personaje muy importante, al que vimos morir en el TPB escrito por Greg Rucka (ver reseña del 27/10/11), en realidad no murió nada. Y bue… son convenciones del género…
Para resolver el plot central que se había urdido a lo largo de muchos episodios, los autores tienen que dedicarle en este tramo de la saga un espacio considerable a la machaca. Sin dudas, es el tomo de Batwoman con más acción, aunque por suerte no escasean demasiado las otras escenas, las más introspectivas, en las que Blackman y Williams suelen abrirle el juego al resto de los personajes que conforman el elenco. O no, porque el conflicto es de una escala tan grande, que personajes secundarios como Cameron Chase y Maggie Sawyer se ven metidas en un 100% en el bolonki central. Como con el nivel de poder de Batwoman y sus aliadas humanas no alcanza ni ahí para ganarle a la villana hiper-power, entra en escena Wonder Woman, lo cual es muy coherente, pero… ¿qué Wonder Woman? ¿La de la Justice League de Geoff Johns, o la de Brian Azzarello? Respuesta B, maestro. Blackman y Williams se le animaron a la figurita difícil, a la Diana de su propia revista, que también jugaba por afuera de los crossovers, casi por afuera de la continuidad misma del New 52. En un momento menciona a un par de compañeros de la Liga, pero es la Diana de Azzarello, la que está involucrada hasta la… diadema con la mitología griega. Un gran hallazgo para los que somos fans incondicionales de esa serie.
Medio descolgado en plena saga, tenemos (como en varios tomos del New 52 que leí recientemente) el número 0, ese episodio compuesto básicamente de flashbacks al pasado de los personajes. En esta ocasión, esas 20 paginitas se centran en el entrenamiento de Kate para eventualmente lanzarse como Batwoman y ofrece un equilibrio mucho mayor entre piñas y patadas y toda esa parte tan atractiva que tiene que ver con la relación entre la heroína y su padre. Un unitario lindísimo, realmente, que cambia mucho el registro del resto del tomo, pero igual brilla con luz propia.
Y hablando de brillar… salvo 18 paginitas, TODO este tomo está dibujado por J.H. Williams III, en un nivel que no se puede creer. Para los flashbacks del número 0, Williams pela un estilo crudo, adusto, oscuro, una onda David Lapham, David Mazzucchelli, Steve Lieber… que por supuesto le queda bárbaro. Y para todo lo demás, para todas esas páginas repletas de acción y emociones al palo, detona todo su arsenal gráfico, con esas composiciones imposibles. Gracias a la magia de Williams, la página se convierte en un poster, en un laberinto, en una estrella… Nada le interesa más al autor que encontrar formas nuevas, para nada tradicionales, de hilvanar la secuencia narrativa. Así es como encuentra vericuetos imposibles, malabares gráficos y narrativos totalmente inéditos, que sólo se van a volver a ver en un comic si aparece alguien lo suficientemente valiente como para salir a chorear detalle por detalle, las puestas que inventa Williams. Ni hace falta mencionar que el dibujo en sí es fastuoso de punta a punta, ni que los colores de Dave Stewart se ensamblan perfectamente con la arriesgada propuesta visual de Williams para redondear una faz gráfica insuperable. En el episodio que no dibuja J.H. lo tenemos a Trevor McCarthy (suplente al que le habían encajado muchas páginas en el tomo anterior) bastante bien, bastante sólido, pero encolumnado en el más de lo mismo, sin un atisbo de la poderosísima identidad gráfica del titular. Esta vez, además, los autores se las ingeniaron para que el episodio que no dibuja Williams, funcione como un apartado, como un segmento en el que vemos la misma historia, pero contada desde el punto de vista de un personaje (Maggie) que hasta ese punto casi no había aparecido.
Me acuerdo que el Vol.2 me había dejado con algunas dudas, pero la verdad que este tomo me las sacó, así que voy por más Batwoman de Haden Blackman y J.H. Williams III.

viernes, 17 de abril de 2015

17/ 04: BARRO Y SANGRE

Imponente desde la portada, con un tamaño infrecuente para el mercado argentino y una calidad de papel sin nada que envidiarle a las grandes ediciones europeas, esta antología de historias cortas de Lautaro Fiszman fue una de las sorpresas más gratas de 2014. Hasta la aparición de este libro, Fiszman era un autor casi secreto, que aparecía ocasionalmente en alguna antología pero que no estaba “en el radar” de la mayoría de los consumidores de historieta. Si eso no se modificó con Barro y Sangre, la verdad que somos unos pelotudos irredimibles.
El primer bloque –todo en blanco y negro- arranca con un cuento de León Bloy, adaptado por Mariano Buscaglia. Es una gran historia, fuerte y desgarradora, perfectamente resuelta en siete páginas donde no falta ni sobra nada. La segunda historia, Una Mora en el Desierto, parte de un guión original de Alejandro Cohen Arazi. Es una aventura más convencional, con un poco menos de sorpresa, pero con la tensión muy bien llevada a lo largo de sus nueve páginas. Para las siguientes ocho páginas, el propio Lautaro adapta un cuento de Simja Sneh, donde de nuevo tenemos atrocidades al filo de la demencia, pero falta un conflicto un poco más intenso, o mejor planteado. Es de las que menos me gustó del libro.
La siguiente es la breve El Puente Sobre el Río Búho (basada en un cuento de Ambrose Bierce) y se trata básicamente de lo mismo que Una Mora en el Desierto. Lo que la hace interesantísima es la extensa secuencia muda y la brevedad, ya que Fiszman tiene que contar todo en sólo dos páginas, y en viñetas mayoritariamente mudas. Un desafío narrativo cumplido con creces por el autor. Y le sigue otro experimento de Lautaro como guionista, también en dos páginas: Bogdán Jmelnitzky, una interesantísima reflexión acerca de cómo una misma historia se puede enfocar desde dos ópticas totalmente distintas.
El segmento de historias a todo color arranca con una de las mejores del libro: El Sueño, co-escrita por Fizsman y Buscaglia. Dedicado al maestro Carlos Casalla, es un relato ambientado en la Guerra del Desierto, con un clima alucinante, acción, buenos diálogos y un giro final muy logrado. Le sigue la muy breve 5 Groszy, lo más parecido a un chispazo de humor que vamos a encontrar en esta colección de historias marcadas por el horror y las atrocidades de las guerras. Luego, una historieta que yo había leído hace mil años y todavía recordaba por su fuerza y su intensidad: El Regreso, basada en un cuento de Andor Latzkó. Lo único que no me cierra es la extensión, ya que daba para ocho o nueve páginas, más que para seis. Por eso hay momentos en que la historia está un poco apretada, muy cargada de texto que seguramente hubiese convenido repartir entre más viñetas. Y algo similar sucede con El Senegalés, una excelente remake de un clásico de H.G. Oesterheld y Hugo Pratt, que viene bárbara hasta la última página, en la que el espacio se le acaba de golpe a Lautaro y resuelve concentrar extensos soliloquios en pocas viñetas que rebalsan de texto.
Y terminamos con otra joyita en blanco y negro: La Laguna, sobre un guión original de Cohen Arazi. Impactante, climática, con excelentes secuencias mudas, esta historia se beneficia notablemente de la posibilidad de exceder las 10 páginas de duración.
Como fueron dibujadas a lo largo de muchos años, las historias nos permiten ver a Fiszman en distintas facetas de su evolución como dibujante. En general, lo podríamos rotular de historietista cercano a la corriente pictórica, sobre todo cuando trabaja a color. Pero hay de todo. Como buen alumno del Viejo Breccia, Lautaro hace magia con el claroscuro, la rompe a la hora de meter manchas con su pincel, maneja a la perfección técnicas como la de añadir detalles con témpera blanca sobre las masas negras, el pincel seco, el lápiz que queda a la vista, los movimientos de cámara para generar tensión… Creo que la historia en la que menos me cerró el dibujo es Sangre, donde se lo ve un poco apurado, descuidado, bailando al filo del mamarracho. En el resto del libro, se ve a un autor al que no le tiembla el pulso a la hora de poner las vísceras arriba de la mesa y apostar por un expresionismo al límite, con todo lo que hace falta para plasmar con rigor distintas épocas históricas, lograr climas que atrapen al lector y asestar esa última fatality con esos rostros pensados para transmitir las más potentes sensaciones.
Un librazo sumamente recomendable, de verdad. Más allá de que te interesen o no los temas bélicos (que predominan en la antología), Barro y Sangre ofrece varios relatos conmovedores, sumados a la posibilidad de descubrir o redescubrir a una bestia de nuestra historieta como es Lautaro Fiszman. Ojalá pronto se editen nuevos trabajos suyos.

jueves, 16 de abril de 2015

16/ 04: CITY KID

Otra reseña cortita, y la verdad es que es a propósito. Como estoy de vacaciones, no le quiero dedicar demasiadas horas al blog, y tampoco me quería venir con la mochila cargada hasta la chota con libros muy pesados. Así que la mejor opción eran los libros finitos, con pocas páginas y no tan complejos a la hora de la lectura y el análisis.
City Kid es exactamente eso: liviano en el sentido más amplio de la palabra. Es parte de una colección de historietas para chicos a cargo de autores muy interesantes, entre los que están Tute, Miguel B. Núñez, Artur Laperla y Pep Brocal, entre otros. Y son libros finitos, en los que apenas 31 de las 36 páginas tienen algo para leer.
Lo que nos cuenta Alex Fito en esta historia es el cambio que se produce en la vida de Juan, un nene de ocho o nueve años, cuando su familia se muda de un pueblito rural a la gran ciudad. Es una historia simple, lo suficientemente intensa como para que un chiquito de esa edad se enganche, pero sin establecer un conflicto heavy, ni perturbador. Los personajes tienen miedos, inseguridades, no están exactamente cómodos con lo que les toca vivir, pero nada está magnificado ni dramatizado como para que uno diga “mirá cómo sufren, pobres borregos”. Siempre está la familia como marco de contención, y siempre está intacta la chance del final feliz. De alguna manera, Fito encara un tema potencialmente bravo de un modo cálido, tranqui, en el que los afectos y la buena onda pueden más que el bajón y las complicaciones.
Desde que se terminó aquel maravilloso encuentro de talentos llamado Grupo La Penya, Fito desplegó una carrera solista muy notable, basada en un estilo sumamente pulcro, prolijo, en algún punto cercano al de Chris Ware, aunque obviamente menos frío. Con los años, se especializó en dibujar a niños y aquí se lo ve realmente canchero en ese menester. Por supuesto, siempre sorprende con su estética fina y elegante para dibujar fondos, muy simples, muy icónicos, pero con un grado de elaboración que sólo Ware intentaría superar. Y lo más lindo de todo es el color, con unos engamados perfectos y con la posibilidad de eliminar la línea negra y dejar que las formas (una vez coloreadas) definan los contornos de algunos elementos, especialmente en los fondos. Visualmente esto es muy, muy atractivo para los más chicos.
No mucho más, realmente. Si te gusta la obra más vanguardista de Alex Fito, en una de esas esto te resulta medio light, o medio careta. Y si no lo conocías, obviamente te vas a cebar mucho más si empezás por ahí, por Raspa Kids Club, o cosas de esa onda más irónica, más mala leche. Si ya estás a full con Fito, o si querés una linda historieta para darle a un lector primerizo, esto sin dudas está muy bien.

miércoles, 15 de abril de 2015

15/ 04: THE TOURIST

Sigo en la búsqueda de las obras raras de Brian Wood, y así caí en esta novela gráfica editada por Image en 2006. Claro que a partir de la portada, no tenía forma de imaginarme con qué me iba a encontrar adentro. Me encontré nada menos que con un dibujante al que no conocía y que me pareció una BESTIA, un monstruo definitivo del Noveno Arte. Su nombre es Toby Cypress, y en su claroscuro incandescente conviven las influencias de Paul Pope, Michael Gaydos, Kent Williams, Bruce Timm, Jeff Lemire, Guy Davis, Eddie Campbell, muchos autores europeos (hay composiciones que me recordaron, por ejemplo, Jordi Bernet) y hasta nuestro José Muñoz. Sí, amigo viñetófilo, estamos ante un distinto, un dotado, un salvaje que salió a matar y dejó todo en un trabajo increíble, visualmente fascinante y sin fisuras en la narrativa.
Con la fiesta para los ojos garantizada, me resultó muy fácil engancharme con la historia tal como la propone Wood. El autor maneja muy bien un montón de recursos para que uno se sienta muy involucrado en la trama, y crea saber siempre cuál va a ser la próxima jugada de Moss, el enigmático protagonista. Por supuesto, al final Moss hace lo contrario a lo que todos esperábamos que hiciera (perdón por no ser más específico, pero no le quiero cagar las sorpresas a nadie) y es muy difícil no putear a Wood por la decisión que toma en las últimas cuatro páginas. Pero es entendible, no es un volantazo disparatado.
Dicho todo esto, es obvio que The Tourist me pareció un comic entre muy bueno y excelente. Y sin embargo, repasando el guión, me parece que sería mejor todavía si en vez de un comic fuera una película. Posta, quiero que alguien agarre este guión y lo filme. La trama está buena, la acción es zarpada, la historia de amor está perfecta… pero el ritmo es un ritmo más para cine, y encima en la pantalla, con música, con movimientos de cámara, se podrían potenciar aún más los muchos hallazgos de Wood en materia de creación de climas. Ese contrapunto, muy presente en el comic, entre la tonalidad bucólica de un pueblito costero en el norte de Escocia y la machaca brutal y sangrienta, brillaría muchísimo más en un largometraje con actores… a menos que lo dirija un negado total, un burro que sólo vio Rápido y Furioso y no la entendió.
No me quiero extender al pedo, así que simplemente recomiendo enfáticamente The Tourist a los fans de Brian Wood, a los que quieran leer un thriller distinto, y a los que quieran descubrir a ese animal llamado Toby Cypress, del cual me propongo conseguir otros trabajos, en lo posible hoy mismo.

martes, 14 de abril de 2015

14/04: SE CONVIRTIERON EN HEROES


Y, no… La verdad que esto no da para ser evaluado como fuera una historieta. Hay muchas páginas en las que Liniers recurre a la narración secuencial, pero básicamente son chistes, o a lo sumo ilustraciones alusivas a distintos momentos de lo que fue el mundial de Brasil 2014, obviamente vistos a través del prisma personal del consagrado dibujante.
Esto es algo así como la secuela del álbum de figuritas del Mundial. Si alguna vez coleccionaste figus del Mundial, recordarás que estas tenían poquísima información, a veces sólo los nombres de los jugadores y a qué selección representaban. No había álbumes de figus post-Mundial, que contaran quiénes habían sido las figuras, qué promesas quedaron en el humo y los espejitos de colores, quiénes se consagraron, quiénes se hundieron, quiénes ascendieron al panteón de los dioses futboleros… Este libro cumple perfectamente esa función. Los chistes e ilustraciones de Liniers están hechos al ritmo de la crónica diaria, del minuto a minuto y desde el lugar de los hechos. Y por supuesto, no sólo dan cuenta de lo que pasaba adentro de las canchas, sino también del fenómeno social y hasta mediático que constituyó el Mundial. O sea que hay una mirada personal, novedosa, que también suma y hace que estas tiras no sean un repaso más de lo que dejó la Copa del Mundo.
Como siempre, corresponde hablar de lo bien dibujado que está todo. Te podés reir o no de los chistes, te podés emocionar o no cuando Liniers patea para ese lado, pero no se puede discutir que la calidad de los dibujos es alucinante, y que el creador de Macanudo salió a transpirar la camiseta y a superarse a sí mismo en casi todas las páginas.
Y como complemento, al lado de cada dibujo o historieta de Liniers, tenemos un breve texto del periodista especializado Daniel Arcucci, quien también cubrió el Mundial para el diario La Nación. Arcucci sabe muchísimo y además escribe muy bien (y además es de Racing), así que en las páginas en las que no hay dibujos, también hay información, algo de análisis y bastante emoción.
No me quiero extender mucho más, porque no da. Me conformo con recomendarles este libro a los fans de Liniers y por supuesto a los fans del futbol que quieran atesorar una crónica distinta del inolvidable Mundial de 2014. Si estás como loco esperando la Copa América, o si todavía hay días en los que te sorprendés a vos mismo cantando “Brasil decime qué se siente”, rendile un pequeño tributo a la Selección de Sabella calzando este librito en tu biblioteca de historieta y/o humor gráfico.

lunes, 13 de abril de 2015

13/04: BAKUMAN Vol.8

Volvió la alegría. No lo digo por mí ni por las reseñas, sino por Bakuman, el manga de la frescura, la vitalidad, los sueños, los ideales, la pasión, el amor. El manga que tenés que amar si alguna vez amaste al manga (o al comic, o a como lo quieras llamar).
Siempre digo que mi único “pero” para con esta obra es que se extiende a lo largo de 20 tomos, lo cual a priori parece una bestialidad. Sin embargo, una vez que estás adentro, son tantas las variantes que encuentran Tsugumi Ohba y Takeshi Obata para mantenerte entretenido y enganchado con las tramas, que no importa nada. No se te pasa por cabeza que eso con lo que te estás divirtiendo a lo pavote quizás sea un relleno, una anécdota muy menor en el contexto global de la serie. Estos turros hacen que vos vivas cada una de esas pequeñas cosas con total intensidad, involucrado hasta la manija, de un modo muy similar a como lo viven Takagi y Mashiro, los jóvenes protagonistas. Ese debe ser el principal logro de los muchos que hacen tan ganchero y apasionante a Bakuman.
En este tomo, el guión de Ohba apela a un recurso hasta ahora poco explorado, con el que empieza a tomar coherencia la decisión (a veces un poco extrema) de poner el protagonismo en manos de pibes tan jovencitos: un malentendido da pie a una crisis en una de las parejitas de novios (novios muy raros, porque da la sensación de que se franelean muy poco, y de coger ni hablar) y a su vez genera secuelas que afectan a la otra. O sea que tanto Takagi como Mashiro tienen que lidiar, por un lado, con los ya clásicos bolonkis de los editores, las reuniones de serialización y los pormenores del laburo de mangakas, y por el otro con sus respectivas chicas, con las que tendrán que remar duro y parejo para que sus vínculos afectivos no se terminen de ir al descenso.
En medio de esta vorágine de sentimientos y hormonas fuera de control, gana muchísima importancia en la trama Koh Aoki, la chica mangaka que viene dando sus primeros pasos en la Shonen Jump en paralelo a los Ashirogi, y que por ahora siempre había estado medio al margen de los conflictos centrales. Esta vez el guión nos invita a meternos de lleno en sus sentimientos, en su piel y hasta la vemos hacer algo que hasta ahora no había hecho ningún personaje en Bakuman: reventarle la cara a otro de un sopapo formidable, en la que probablemente sea la mejor escena de un tomo repleto de grandes momentos.
Como ya es costumbre, los diálogos (muy bien argentinizados por Nathalia Ferreyra) reflejan perfectamente las edades, los sentimientos y la onda de este gigantesco elenco, y constituyen un elemento sumamente atractivo, que compensa con creces la falta de acción y la sobreabundancia de talking heads. En paralelo a todo ese plus maravilloso que tira Ohba en los diálogos, Obata se juega cada vez más a un dibujo menos pendiente de la representación y más en sincro con esto de las emociones y las sensaciones. Así, personajes y hasta tipografías se deforman para subrayar momentos claves, en los que las expresiones faciales y corporales se amplifican, le ganan al realismo y nos muestran a un dibujante capaz de correrse de su propio andamiaje estético para ofrecernos un magnífico “algo más”.
Si bien las carreras de los jóvenes mangakas tienen sus altas y sus bajas, Bakuman sigue muy, muy arriba, cada vez más difícil de bajar. Por suerte ya salió el Vol.9, así que hasta hay chances de que lo lea antes de que se publique el Vol.10. Obviamente, quiero más.

jueves, 9 de abril de 2015

09/ 04: PLASTIC MAN Vol.2

Sí, soy un loser. Arranco con el Vol.2 porque el Vol.1 jamás lo conseguí, es una especie de Santo Grial que escasea más que las ideas progresistas en la plataforma del PRO. Por suerte son historias que pueden leerse en cualquier orden.
Y mejor aún, son unas historietas gloriosas, brillantes, inmejorables. No se me ocuure qué hacer para que sean mejores… No sé, que las dibuje el Niño Rodríguez y me regale los originales… Pero tampoco, porque buena parte de la genialidad de este Plastic Man es que lo escribe y lo dibuja el maestro Kyle Baker, en un ejemplo más de esa infrecuente maravilla que es el comic de autor adentro del mainstream. Baker juega a pleno con las posibilidades que la da el Universo DC: boludea a la Liga de la Justicia, tira referencias irónicas a Identity Crisis, mete al Time Trapper, a Bizarro, a la polémica (y sacrosanta) Laetitia Lerner, y se cuelga de aquella recordada saga de Luthor presidente de los EEUU para hacernos mear de la risa con un episodio desopilante, en el que baja de keruza una línea tremenda sobre los presidentes y los políticos en general.
La primera historia es la única de dos episodios, en la que participan la JLA y el Time Trapper, pero en realidad gira en torno a Abraham Lincoln, su asesino John Wilkes Booth, una mina que dice haber sido esposa de Plastic Man y varios héroes y villanos que se hacen pasar por quienes no son. Es una comedia de enredos fascinante, con un ritmo frenético, repleta de chistes gloriosos. Como en todo el libro, a Plas lo secundan Woozy Winks (personaje que me cae tirando a pésimo, pero lo respeto porque viene heredado de la época clásica de Jack Cole) y Morgan, una aguerrida y sexy agente del FBI, compañera del héroe en todas sus misiones. Esta última es un invento de Baker, muy logrado.
Vamos con los unitarios. El primero es una parodia a la típica historia de mansión embrujada en la que los buenos deben pasar una noche en un lugar tétrico donde serán cena fácil para los vampiros. Por supuesto Baker se mofa de todas las convenciones del género, sorprende con unas pantomimas espectaculares dignas de Sergio Aragonés, y ya que está, suma a un nuevo personaje al elenco de secundarios.
El siguiente unitario es el de Luthor en la Casa Blanca, un delirio brillante, sacadísimo y letal. Después tenemos un clásico thriller en el que los agentes tienen que detener a un supuesto asesino serial. Baker lo convierte en una comedia de enredos salvaje, en el estilo de Mortadelo y Filemón, con slapstick, transformaciones bizarras y un humor que se lleva puesto al argumento. Por si fuera poco, el autor ironiza con certera mala leche acerca del “gravísimo delito” que supone descargar canciones de la web. Y el libro termina con un magnífico homenaje a los clásicos dibujos de Tom & Jerry, en el que la misión de Plas es… eliminar a un ratón que le invadió la casa. Es el capítulo que tiene más secuencias mudas, y es casi imposible leerlo sin imaginarse la música de los viejos cartoons de la Metro Goldwyn Mayer en los que Tom trataba de capturar a Jerry.
Me podría colgar horas en la enumeración de secuencias, gags y diálogos inolvidables pero quiero hablar un toque del dibujo. Baker trabaja con pocos cuadros por página (rara vez hay más de seis), con muchas pantomimas sin diálogos, y con algo que casi ningún dibujante puede hacer: cambiar todo el tiempo de técnicas y de registro. Según lo requiera cada escena de cada guión, Plas puede aparecer dibujado MUY realista, o MUY caricaturesco. Los fondos pueden estar laburadísimos, desaparecer, o ser una foto alevosamente copy-pasteada y mínimamente retocada. La línea negra puede estar, desaparecer, o ser reemplazada por líneas de colores. Acá hay estridencia, colores primarios, maquinolas tipo Kirby, expresionismo pasado de rosca tipo Kricfalusi, texturas y efectos del photoshop, minitas hermosas, personajes muy deformes, tipografías y onomatopeyas que ningún otro autor se animaría a usar. O sea que Baker hace -60 años después- un montón de las cosas zarpadísimas que hacía Jack Cole, con fidelidad a los conceptos, al riesgo, a la onda, pero sin repetir ni copiar los yeites del maestro.
A pesar de haber ganado un montón de premios, la serie duró apenas 20 episodios, varios de los cuales nunca se reeditaron en TPBs. Un garrón, porque ahora los fans de Kyle Baker tendremos que apuñalarnos unos a otros para conseguir esas revistitas de hace 10 años, que en una de esas tuvieron tiradas bajísimas. Yo ya me pongo en campaña para conseguir eso y el primer TPB, con el que sueño hace añares.
Mañana arranca un paréntesis en la subida de material nuevo al blog, que esperemos se termine el lunes, o como máximo el martes. ¡Hasta pronto!

miércoles, 8 de abril de 2015

08/ 04: DE ONCE A MORENO

Esta antología editada por el Hotel de la Ideas tiene un problema básico, fundamental, insoslayable: 92 páginas de las cuales sólo 64 son de historieta. ¿Con qué criterio suponen que un lector de historietas quiere comprar y guardar un libro que tiene 28 páginas SIN historietas? Y si cada historieta tiene 8 páginas, ¿no sería lógico que en 92 páginas hubiera por lo menos DIEZ historietas de 8 páginas? La sensación de ver todas esas páginas en blanco es horrorosa: sentís que te están metiendo la mano en el boslillo. No porque el libro sea demasiado oneroso, sino porque te están dando (además de un magnífico prólogo de Leonardo Oyola)… un montón de páginas en blanco! ¿De qué sirven? ¿Qué me aportan? Y la pregunta más chota… ¿no estarán ahí para cubrir a una o dos historietas que tendrían que haberse incluído y se quedaron afuera?
En cuanto a las historietas en sí, la primera tiene un guión bastante logrado de Santiago Sánchez Kutika, con buenos dibujos del siempre versátil y solvente Hurón. Lo que no tiene es ningún motivo para incluirse en una antología sobre trenes y estaciones del Sarmiento. Hay una escena en un tren que podría transcurrir en cualquier otro lado… y eso es algo que vamos a ver bastante en estas páginas.
La segunda historieta, íntegramente a cargo de Diego Rey, tampoco tiene un choto que ver con trenes y estaciones. Me gustó el dibujo, me gustó el tono y me pareció horrenda la tipografía de los diálogos. La verdad que arrancó tan buena y el clima me atrapó tanto, que me hizo esperar mucho de un final que me resultó anticlimático y flojo.
La tercera, escrita y dibujada por Daniel Perrotta, arranca interesante, con una freakeada grossa que pasa arriba de un tren, pero para la mitad se convierte en una historieta autobiográfica (creo) en la que el autor reflexiona acerca de sus relaciones románticas pasadas y -mediante una introspección que nos deja bastante afuera- decide con cuál de sus ex-novios volver a intentar ser feliz. El dibujo… bastante precario.
La cuarta historia, en cambio, banca hasta el final la bizarreada. Es una historieta claramente en joda, un grotesco, apoyado en los muy buenos diálogos de Guillo Lauriente y en la gracia y la chispa de los dibujos de una afiladísima Majox. ¿Justifica la extensión? No, se podría haber contado lo mismo de modo más efectivo en cinco o seis páginas. Pero como es graciosa, se la banca.
Arrancamos la segunda mitad con Emiliano Maitía, que escribe y dibuja una historia autobiográfica que encaja perfecto con la consigna de la antología y tiene momentos muy graciosos. Me hizo acordar a historietas de El Víbora, onda Los Primos del Parque, o aquellas más kilomberas, con Makoki y la Baska. Al dibujo de Maitía le falta bastante para arrimar a un Miguel Gallardo o a un Jaime Martín, pero para este tipo de historia, donde lo importante es la espontaneidad, zafa.
La de Erica Villar y Marina Muñoz tiene excelentes dibujos y una muy buena idea… que no daba ni en pedo para ocho páginas. En cuatro páginas, sería un golazo. Por suerte el dibujo está tan bueno (me mataron esos homenajes a Mike Allred) que ayudan a que el trámite se haga llevadero.
Para la séptima historia, Javi Hildebrandt propone un guión muy notable, con documentación histórica, conflictos fuertes, giros sorpresivos… un lujo. El dibujo no acompaña, lamentablemente. Lauri Fernández opta por un estilo basado en la escala de grises, en personajes muy caricaturescos, casi como si estuviera ilustrando un cuento infantil, y desaprovecha los enormes recursos expresivos de su otro estilo, el que me fascinó en trabajos como Ani o Vientre.
Y si tengo que elegir la historia más redonda, la que más me convenció, voy con la última, escrita por Juan Damían Correa y dibujada con muchísimas pilas por Emmanuel Enríquez, acá mucho mejor, más afianzado que en Lo Subterráneo (ver reseña del 21/01/14). El guión nos mete en una historia de amor a contramano, sin grandes pretensiones pero con muchos logros.
Me parece que, en general, esta antología repite errores que ya habíamos visto en la anterior (06/10/13) y supongo que tienen que ver con el hecho de que se gestiona y se financia desde un colectivo de autores que –además de socios en la aventura de editar- son amigos. Por eso me da la sensación de que no se juegan a decirle al de al lado “No me importa que vos también estés poniendo guita para la edición; esto no tiene calidad para publicarse en un libro”. Así es como entre algunos autores que están en un nivel altísimo, tenemos otros que o no dejaron la vida en su historieta, o lo intentaron pero no tienen con qué. Una pena.

martes, 7 de abril de 2015

07/ 04: ALIENOR: LA LEGENDE NOIRE Vol.3

Final para esta interesantísima trilogía… que en realidad no termina. Me comí el amague de que en el tercer y último tomo Arnaud Delalande y Simona Mogavino me iban a contar el desenlace definitivo de esta historia, es decir, la muerte de la reina Alienor. Y no. El relato llega hasta un punto, y si bien pasan un montón de cosas, no hay nada ni remotamente parecido a un final.
En la reseña del Vol.2 yo me preguntaba si en este último tramo Alienor iría en busca de la redención, y algo así es lo que efectivamente sucede. La joven reina quiere rectificar el rumbo, mejorar la letra… pero no le sale. En estas 56 páginas Alienor baja un par de cambios, un ratito. A la larga, terminará gobernada por sus pulsiones, sus impulsos, sus caprichos, cada vez más enfrentada a un Louis VII que ya está bastante podrido de que esos pelos que tiran más que una yunta de bueyes lo lleven de un papelón a otro. Y empiezo a pensar que realmente este es un tratamiento muy parcial de la biografía de Alienor, y que también existe una corriente historiográfica más “alienorista”, a la que la versión plasmada por Delalande y Mogavino le debe haber dado por las pelotas. Digo esto porque el tomo arranca con un “disclaimer”, donde la editorial explica en base a qué fuentes se construyó el guión, qué personajes son reales y cuáles ficticios, qué libertades se tomaron los autores a la hora de llenar baches o zonas oscuras de la historia, y pone paños fríos al aclarar que se trata de “una interpretación novelizada de la vida de Alienor basada en hechos históricos verídicos”. No es ilógico pensar que así como existe una leyenda negra, podría existir una leyenda blanca, en la que la reina salga muchísimo mejor parada que en esta obra.
En cuanto al argumento en sí, en este tomo el foco se desplaza un poquito. La intriga palaciega, las roscas y los garches siguen presentes, pero ahora la historia toma un perfil más bélico, ya que los reyes de Francia se suman a las Cruzadas y se ponen al frente de un poderoso ejército que marchará hacia Oriente, con flojísimos resultados. Las figuras de Louis VII, el sacerdote Suger y la hermana de Alienor pierden bastante protagonismo, en detrimento de Rançon, uno de los lugartenientes al frente de las tropas, y de Vincent, el caballero italiano enamorado de Alienor, el único personaje 100% ficticio de la saga. Y como decía la principio, el final no es un final, sino un “volver a empezar” luego de un cambio heavy en el status quo. De hecho el tomo termina con la palabra maldita: “a suivre”, o “continuará”, en criollo. Todo el tiempo Delcourt nos vendió esta obra como una trilogía, y cuando llegás al final te enterás que no, que eventualmente saldrán más historietas centradas en la vida de Alienor.
No tengo mucho más para agregar. Ni siquiera quiero extenderme repitiendo elogios para con el trabajo de Carlos Gómez al frente de la faz gráfica. La verdad que es un orgullo para todos los argentinos lo que hace Carlos para las editoriales europeas y en este libro (de 2014) se lo ve incluso mejor que en los anteriores. Si no me hubiese atrapado para nada la historia de Alienor, igual la habría bancado hasta el “final” por el placer que me produce el dibujo de Gómez.
Y a la gente a la que sí le entusiasma el tema de los reyes europeos del medioevo, sus triunfos, sus fracasos, sus roscas con la iglesia, con las otras potencias, con sus vasallos, etc., no puedo menos que recomendarle esta saga en la que –sesgada y todo- se nos brinda la posibilidad de meternos a fondo en la vida y la leyenda (negra, blanca, no calienta) de un personaje realmente apasionante como fue Alienor.

lunes, 6 de abril de 2015

06/ 04: CAPTAIN AMERICA Vol.4

Esta es una saguita totalmente autoconclusiva que se publicó en la época en la que la revista del Captain America formó parte de la línea Marvel Knights. En poco más de 90 páginas, Dave Gibbons y Lee Weeks nos invitan a visitar una realidad paralela (un Elseworlds, si estuviéramos en DC) en la que el Capi despierta de su letargo en los años ´60 para encontrarse con que los nazis ganaron la Segunda Guerra Mundial y llevan casi 20 años de supremacía indiscutida en el mundo entero. La acción se sitúa en Nueva Berlin (ex-Nueva York), donde el Red Skull montó la capital de este Tercer Reich y donde hace años se cocina a fuego lento una resistencia sostenida por hombres y mujeres comunes, sin superpoderes ni tecnología como para hacerle el aguante al poderío nazi.
Obviamente el Capi va a inclinar la balanza en favor de los rebeldes y de eso se trata la historia: de cómo el héroe se convierte en la inspiración para que la resistencia triunfe. El principal hallazgo de Gibbons es el equilibrio que encuentra en estas páginas. Hay mucho de descripción, de exploración de este nuevo y extraño status quo socio-político, muchos personajes que presentar y, por ende, bastantes secuencias muy habladas. Y al mismo tiempo, no escasea para nada la acción: hay persecuciones, explosiones, tiros, kilombo y peleas para todos los gustos. El plan de los malos es interesante y ambicioso, y reserva roles destacados para el Barón Von Strucker y el Victor Von Doom de este universo alternativo.
¿Y los buenos? Obviamente los capos de la resistencia son todos muchachos que nos suenan de algún lado, aunque acá no tengan poderes: Reed Richards, Hank Pym, Sue Storm, Luke Cage, Ben Grimm y un largo etcétera. Los giros más interesantes dentro de este elenco tienen que ver con Tony Stark (que hasta último momento parece estar colaborando con los opresores) y Bucky, que no sólo no murió sobre el final de la Segunda Guerra, sino que ahora es el líder de la resistencia, respetado por todos principalmente por haber combatido tantas veces al lado del Capitán.
El hueco grosso del argumento está al principio. Los que encuentran a Steve Rogers congelado, flotando por ahí en suspensión animada, son los nazis. ¿Por qué carajo no lo matan en el acto, cuando todavía está dormido, o cuando recién se despierta y todavía “no hace pie” en esta realidad que lo shockea? No hay una explicación lógica. El Red Skull intenta primero co-optarlo para su bando, con promesas de poder, riquezas y placeres… al Capitán América, justamente. Una idiotez mayúscula, que por supuesto el villano pagará carísimo. Y los impactos más fuertes están, lógicamente, al final, porque al ser un Elseworlds, Gibbons no tiene la obligación de llevar la historia a un final feliz, ni de dejar vivos a todos los buenos. No quiero contar nada del desenlace, pero no es para nada el esperado, ni el obvio, y aún así está muy bien.
Al frente del dibujo lo tenemos al siempre eficiente Lee Weeks, muy bien complementado con las tintas del maestro Tom Palmer. El estilo de Weeks es ideal para el comic de superhéroes actual, porque mezcla rasgos bien brutales, de dibujantes bien “raw power” tipo Jack Kirby o John Romita Jr., con rasgos más elegantes, de dibujantes más climáticos, más realistas, tipo Steve Epting o Paul Gulacy. No te digo que el combo funcione siempre, porque hay veces que o Weeks o Palmer la pifian en alguna expresión facial. Pero está esa narrativa intensa, que te involucra a full en la historia y que realza la violencia de las peleas y las explosiones, y también está lo otro: los recursos más finos para darle ritmo a las escenas de cabecitas que hablan. Lo más logrado, me parece, es lo que pela Weeks cuando juega a imaginarse a Nueva York convertida en capital del régimen nazi. Ahí realmente deja la vida (y saca a relucir un increíble manejo de la arquitectura) en unas tomas memorables.
La verdad que esta no es una historia de esas que te cambian la vida ni mucho menos, y encima viene justo después de una seguidilla de tres TPBs del Capi que conviene olvidar rápido. Aún así, si sos fan de los Elseworlds (o los What If…?) seguro te va a atrapar. Se lee rápido, tiene buenos momentos y el TPB trae como complemento el capítulo de los ´60 en el que Stan y Jack contaban por primera vez el origen del Red Skull (recoloreado para el ojete, pero bue…). Hace bastante tiempo que no lo veo a Gibbons escribiendo guiones para otros dibujantes, pero acá el dibujante de Watchmen lo hizo realmente bien. No te digo como en World´s Finest, pero bien. Y si te gusta Lee Weeks (del que tengo otro TPB para leer en unos meses), acá lo vas a ver muy afilado. Ahora que la serie actual del Capi no me atrae en lo más mínimo, re-da para completar sagas viejas, de épocas a las que en su momento no les di bola pero pueden tener alguna gema semi-oculta.

domingo, 5 de abril de 2015

05/ 04: DAGO: EL ORO DEL INCA

Esta es una aventura muy rara de Dago, porque Dago… no hace nada. Son casi 180 páginas de historieta en las que el veneciano apenas pelea contra algún villanete menor en los primeros tramos, para luego convertirse en un mero testigo, en un tipo que está ahí, siempre cerca de Francisco Pizarro durante su conquista del Perú, pero cruzado de brazos, bajando línea y tirando sus clásicas réplicas ironicas. En esta saga Robin Wood repite un recurso que ya vimos en otro de los libros publicados por Comic.ar: temprano en el andar de la aventura, Dago se gana el odio de un personaje secundario que se va a proponer hacerlo boleta en medio del kilombo, cuando es más probable que su crimen quede impune. Se supone que eso tiene que generar tensión, porque el protagonista tiene que estar siempre alerta. Bueno, acá el propio Pizarro les prohíbe a sus hombres atacarse entre ellos y la revancha entre Dago y “el Crucificado” no llega nunca.
En general, en todo el tomo escasea mucho la acción. Cuando los españoles invaden las aldeas y ciudades de los incas estallan los saqueos, y hay muertes, incendios y violaciones. Pero poco. No es ninguna noticia que Pizarro logró sojuzgar a este pueblo sin batallas épicas y eso es lo que le falta a esta aventura. Hay muchísima rosca política, mucho diálogo, mucha exploración de este nuevo mundo, mucha indignación por los abusos de los españoles, pero poquísima machaca. Antes de llegar al primer tercio del tomo, Dago cumple la misión de curar a la hermosa Pilar y ya queda liberado de cualquier entramado dramático que pueda tejer Wood, para convertirse en ese testigo preferencial, ese adláter de Pizarro que no pincha ni corta… y tampoco lo necesita, porque básicamente no hay obstáculos para sortear.
Entonces el guionista recurre a otro viejo truco para generar tensión: tres tipos se enloquecen con la misma mina, una hermosa princesa inca. ¿Con quién se va a quedar Estrella de Oro? ¿De quién se enamoró? ¿O los está usando a todos con sus propios fines? Y cuando faltan menos de 40 páginas para el final, Estrella de Oro va a jugar sus cartas y se va a convertir –mediante un volantazo del guión tan impredecible como certero- en el personaje principal de la saga, en la única persona capaz de estropear los ambiciosos planes de Pizarro. Siempre con Dago pintado al óleo, eh? No vayas a creer que es uno de los que se enamoran de la princesa, o que es el que resuelve el despelote que se arma cuando ella hace su movida.
Estrella de Oro y Pizarro son los personajes mejor desarrollados por Robin en los diálogos y los bloques de texto. Y lo más loco es cómo Dago no siente mayores reparos a la hora de obedecer las órdenes de este avechucho genocida, dispuesto a todo para quedarse con el oro y las tierras de los incas. El veneciano le marca el territorio, le pone de manifiesto su disenso, su repudio a los excesos del español y su horda. Pero nunca se le planta, ni le dice “hasta acá llegamos”. Y estamos hablando de un valiente, eh? De un tipo que se enfrentó a todo. Sin embargo, los duelos de Dago con este villano 100% irredimible nunca pasan de la etapa verbal.
Me toca hablar un poco del dibujo de Carlos Gómez, de quien me vengo ocupando duro y parejo en las reseñas de Alienor, su trilogía histórica para Delcourt de la cual ya reseñé dos álbumes. Bueno, esto no tiene nada que ver con lo que hace Gómez en Alienor. Acá vemos al cordobés trabajar con muchos menos cuadros por página, muchísimos primeros planos, infinitas viñetas sin fondos… y el mismo talento para la anatomía, las expresiones faciales, la documentación histórica y la composición de las páginas. También en blanco y negro, el trazo de Gómez se distingue como el de un verdadero virtuoso del estilo académico. Y en esas páginas en las que ofrece dos o tres viñetas chiquitas y una grandota, la grandota es invariablemente devastadora, repleta de detalles maravillosos en personajes, objetos, animales, decorados… un lujo.
Este es más un arco argumental de Pizarro, o de la historia de la conquista del Perú, que del propio Dago. Pero siempre está bueno revisitar la historia de la mano de un narrador de la talla de Robin Wood, y cualquier cosa dibujada por Carlos Gómez merece ser comprada y atesorada, con lo cual al libro no le faltan méritos en lo más mínimo.