Otra deuda saldada: terminé los Fantastic Four de Mark Waid y Mike Wieringo. La verdad es que me gustó muchísimo. No sé si la pongo al nivel imbatible de los clásicos de Stan Lee y Jack Kirby, o de las glorias ochentosas de John Byrne, pero está muy, muy bien.
Este tomo arranca con un arquito de tres episodios dibujado por Paco Medina (una mezcla rara pero no fallida entre Wieringo y Humberto Ramos) en el que Waid y el co-guionista Karl Kesel replantean al Wizard y sus Frightful Four. La idea (convertirlos en una especie de reflejo oscuro de la familia Richards) está muy buena y el desarrollo tiene buenos momentos, aunque se apoya demasiado en la machaca. Digamos que este es el tramo menos imprescindible del tomo.
Los tres episodios siguientes (ya con los lápices en las manos mágicas de Wieringo) son una especie de prólogo muy intenso, muy extremo, muy vibrante y absolutamente impredecible a una nueva saga con... Galactus! Acá, los FF van a tratar de recuperar el prestigio perdido defendiendo a una New York que se quedó sin héroes (porque engancha con Avengers Dissasemble) de la enésima invasión alienígena. Pero esta vez, además de traer hordas de criaturas jodidas con las que pelear, el invasor trae una solución prácticamente infalible y definitiva al problema de Galactus y su hambre cósmico. La letra chiquita es que para que el plan funcione hay que sacrificar a un miembro de los Fantastic Four. Así es como la trama se espesa, se le agrega el dilema ético y al final, un giro que nunca ves venir y que garpa muchísimo a lo largo del tramo siguiente.
Con esta previa tan estimulante arranca el último arco argumental de Mark Waid, una saga en la que Johnny se roba el protagonismo... y los poderes de Sue! Y una saga en la que además de revisitar el origen de Galactus, los autores se replantean el rol del devorador de planetas, su verdadera motivación y las cosas que lo unen o lo separan a los humanos, esa raza de mierda que tantas veces le escupió el asado y a la que –por un motivo u otro- el cabeza de balde le vive perdonando la vida. El último episodio de la saguita, con Galen (ya no Galactus) inmerso entre los mortales, como un turista más en New York, tiene un planteo tan extremo que podría haber derrapado a los tres cuadritos. Olvidate. Acá Waid saca chapa de grosso y pilotea una situación bizarrísima de un modo brillante, con unos diálogos magníficos (una constante a lo largo de todo el tomo) y una bajada de línea devastadora. Digo, además de los huevos...
Y para el cierre, un epílogo en el que –como suele suceder- Waid y Wieringo vuelven para atrás los cambios más zarpados de su etapa para dejarles el patio limpito a los autores que vienen a jugar después de ellos. Esta última historia también es una cátedra de caracterización, humor y acción al palo, y una acertada reflexión acerca de qué es lo que mantiene unidos a Reed, Sue, Johnny y Ben después de tantos años.
No me quiero extender con infinitos elogios al trabajo de Mike Wieringo. Se aplican todos los que se ganó en los tomos anteriores y muchos más. ¿Con qué seguimos? A ver, después de esto vienen dos numeritos escritos por Kesel que nunca vi (creo que nunca salieron en libro) y después la etapa de J.M. Straczynski. Eso lo leí en scans y si bien no es choto, tampoco es maravilloso. No creo que me compre nunca los TPBs. Después viene la etapa de Dwayne McDuffy, muy loca y muy condicionada por los hechos de Civil War. Eso también fue bastante puteado por los fans, a pesar de que a mí me pareció digno. Tampoco me compré esos libros. De ahí nos vamos a la etapa de Mark Millar y Bryan Hitch, que a priori parecía interesante. Mis amigos que la leyeron me recomendaron pasarla por alto, porque –dicen- es puro humo, grandilocuencia y espejitos de colores. Les hice caso y no me compré los recopilatorios (veremos si me resisto el día que los vea muy baratos). Y después arranca la etapa de Jonathan Hickman y ahí sí, me quemaron tanto la cabeza que leí un par de numeritos en scans y me pedí los primeros TPBs. Eso, entonces, será lo próximo que voy a leer del glorioso cuarteto.
El Gran Wieringo ya no está con nosotros, pero el maestro Waid sí, y quiero cerrar la reseña ovacionándolo por esta excelente seguidilla de episodios que le permitieron a los Fantastic Four brillar durante un par de años con luz propia, a la par de tantas otras joyas inolvidables de las que nos regaló la etapa de Bill Jemas y Joe Quesada al frente de Marvel. Ahora que Hickman abandona la serie, parece que se la dan a Matt Fraction. Pero como Plan B, no lo descarten a Waid, que ya demostró que la tiene muuuuuy clara.
martes, 31 de julio de 2012
lunes, 30 de julio de 2012
30/ 07: EL NEGRO BLANCO Vol.9
Me sigo sorprendiendo con los tomitos de esta serie que nunca había leído, simplemente porque la gente de Ivrea nunca le envío ejemplares a Carlos Trillo...
Las primeras 24 páginas de esta penúltima entrega son un ejemplo de cómo se escribe y dibuja una comedia romántica de enredos. Acá el triángulo más importante de toda la serie (el Negro-Chispa-Flopi) llega al cénit, a la temperatura de ebullición, y todo explota de un modo mil veces más divertido para el lector que para los protagonistas. Después de esa última secuencia, nada será igual. Pero no daba para terminarla ahí, efectivamente se podían dar un par de giros más, bastante impredecibles.
Para las siguientes 26 páginas, Trillo saca de la galera su truco más viejo: meter un nuevo personaje. Lo loco es que esta vez es un nenito de menos de dos años, medio hermano de Morena, la medio-hermana del Negro. Y lo más loco de todo es que a partir de la irrupción de Epaminondas (que así se llama el borreguito), la serie agarra para otro lado, se transforma en un grotesco, repleta de un humor visceral, violento, zarpado, más físico y más escatológico que todo lo que habíamos visto hasta ahora. Menos sutil, pero más cómico. Por suerte, Trillo no estira este recurso más de la cuenta. Así, en esta dosis, funciona.
Y en las 52 páginas que le quedan al tomo, volvemos a la comedia costumbrista de siempre, con un pequeño twist: ahora todo gira en torno a Flopi y su cruzada por recuperar al Negro y por morfarse absolutamente todo. Algo quedó del grotesco del arco anterior: Flopi ahora es una ballena voraz, con menos cintura que Bob Esponja, una especie de bola angurrienta a la que los directivos del canal de TV donde trabaja no saben si esconder, despedir o ponerle un candado en la boca para que no morfe más. Todo esto es bastante poco sutil y destila bastante mala leche e incorrección política, así que se puede considerar otra innovación exitosa por parte de Trillo.
¿Y el Negro? El Negro se despide de Morena (otro personaje que cumplió su ciclo y del cual convenía no abusar) y trata de encauzar una relación con Greta, otra periodista a la que conoció durante la saguita de Epaminondas. El equilibrio está bien logrado: el Negro deja el rol central, pero sigue apareciendo bastante. Y entre la “nueva” Flopi y los personajes secundarios del canal de TV (uno más delirante y sacado que el otro) se generan una cantidad de situaciones graciosas más que suficientes para que la tira mantenga el interés.
Trillo juega con un as escondido en la manga: por más qué el guión se zarpe un poco y juegue al filo del grotesco, lo tiene a Ernesto García Seijas, un tipo con un trazo tan elegante que nada de lo que dibuje, por bizarro o grotesco que sea, llega a generar rechazo. García Seijas es de esas bestias que hacen que dibujar perfecto parezca fácil. Acá despliega una amplísima gama de expresiones faciales (no recuerdo haber visto tantas en ningún otro dibujante argentino de línea realista), se juega en las escenas donde en vez de cabecitas que hablan tiene que dibujar acción, vehículos o cuerpos en movimiento, labura mucho los climas (incluso los climas húmedos de las escenas más hot) y me mató con un detalle retro que uno ya había deleteado del rígido: esos celulares de 1992 que parecían el cajoncito del lustrabotas! ¿Te acordás? Un prócer, Ernesto... tengo muchas ganas de verlo la semana que viene en Crack Bang Boom.
En fin, creo que de los tres tomitos que leí desde que retomé la serie, este fue el que más me hizo reir, el que tiene mejor ritmo, mejores seguidillas de secuencias divertidas. Ojalá el próximo tomo (el último) no sea mejor que este, porque la idea de que la tira se haya cortado en su mejor momento no me parece muy grata. Sin haber leído el final, ya me parece una pelotudez cósmica por parte de Clarín haber sacado a El Negro Blanco para poner a El Nene Montanaro, al que jamás leí, pero huele a producto segundón. Y si encima El Negro... se corta a este nivel, me suman un motivo más para desear que Ernestina y Magnetto terminen sus días en una cárcel.
Las primeras 24 páginas de esta penúltima entrega son un ejemplo de cómo se escribe y dibuja una comedia romántica de enredos. Acá el triángulo más importante de toda la serie (el Negro-Chispa-Flopi) llega al cénit, a la temperatura de ebullición, y todo explota de un modo mil veces más divertido para el lector que para los protagonistas. Después de esa última secuencia, nada será igual. Pero no daba para terminarla ahí, efectivamente se podían dar un par de giros más, bastante impredecibles.
Para las siguientes 26 páginas, Trillo saca de la galera su truco más viejo: meter un nuevo personaje. Lo loco es que esta vez es un nenito de menos de dos años, medio hermano de Morena, la medio-hermana del Negro. Y lo más loco de todo es que a partir de la irrupción de Epaminondas (que así se llama el borreguito), la serie agarra para otro lado, se transforma en un grotesco, repleta de un humor visceral, violento, zarpado, más físico y más escatológico que todo lo que habíamos visto hasta ahora. Menos sutil, pero más cómico. Por suerte, Trillo no estira este recurso más de la cuenta. Así, en esta dosis, funciona.
Y en las 52 páginas que le quedan al tomo, volvemos a la comedia costumbrista de siempre, con un pequeño twist: ahora todo gira en torno a Flopi y su cruzada por recuperar al Negro y por morfarse absolutamente todo. Algo quedó del grotesco del arco anterior: Flopi ahora es una ballena voraz, con menos cintura que Bob Esponja, una especie de bola angurrienta a la que los directivos del canal de TV donde trabaja no saben si esconder, despedir o ponerle un candado en la boca para que no morfe más. Todo esto es bastante poco sutil y destila bastante mala leche e incorrección política, así que se puede considerar otra innovación exitosa por parte de Trillo.
¿Y el Negro? El Negro se despide de Morena (otro personaje que cumplió su ciclo y del cual convenía no abusar) y trata de encauzar una relación con Greta, otra periodista a la que conoció durante la saguita de Epaminondas. El equilibrio está bien logrado: el Negro deja el rol central, pero sigue apareciendo bastante. Y entre la “nueva” Flopi y los personajes secundarios del canal de TV (uno más delirante y sacado que el otro) se generan una cantidad de situaciones graciosas más que suficientes para que la tira mantenga el interés.
Trillo juega con un as escondido en la manga: por más qué el guión se zarpe un poco y juegue al filo del grotesco, lo tiene a Ernesto García Seijas, un tipo con un trazo tan elegante que nada de lo que dibuje, por bizarro o grotesco que sea, llega a generar rechazo. García Seijas es de esas bestias que hacen que dibujar perfecto parezca fácil. Acá despliega una amplísima gama de expresiones faciales (no recuerdo haber visto tantas en ningún otro dibujante argentino de línea realista), se juega en las escenas donde en vez de cabecitas que hablan tiene que dibujar acción, vehículos o cuerpos en movimiento, labura mucho los climas (incluso los climas húmedos de las escenas más hot) y me mató con un detalle retro que uno ya había deleteado del rígido: esos celulares de 1992 que parecían el cajoncito del lustrabotas! ¿Te acordás? Un prócer, Ernesto... tengo muchas ganas de verlo la semana que viene en Crack Bang Boom.
En fin, creo que de los tres tomitos que leí desde que retomé la serie, este fue el que más me hizo reir, el que tiene mejor ritmo, mejores seguidillas de secuencias divertidas. Ojalá el próximo tomo (el último) no sea mejor que este, porque la idea de que la tira se haya cortado en su mejor momento no me parece muy grata. Sin haber leído el final, ya me parece una pelotudez cósmica por parte de Clarín haber sacado a El Negro Blanco para poner a El Nene Montanaro, al que jamás leí, pero huele a producto segundón. Y si encima El Negro... se corta a este nivel, me suman un motivo más para desear que Ernestina y Magnetto terminen sus días en una cárcel.
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domingo, 29 de julio de 2012
29/ 07: SHOWCASE PRESENTS THE HOUSE OF MYSTERY Vol.2
Bueno, si leés el blog hace un tiempo ya sabés cómo viene la mano: una dosis zarpada de historias cortas, sin personajes recurrentes, que visitan una y mil veces los tópicos del misterio sobrenatural y coquetean con un terror bastante light, todo coordinado por el maestro Joe Orlando a principios de los ´70, cuando estas antologías vendían fortunas. Los guiones rara vez se escapan de fórmulas predecibles y reiteradas hasta el hartazgo y hasta los guionistas grossos (Archie Goodwin, ponele) derrapan hacia la gansada obvia, blanda, gastada, casi impresentable para los standards actuales. En una de esas esto es culpa de la brevísima extensión de las historietas (la más larga tiene 11 páginas), o de los códigos de censura de la época, o de que realmente creían que nadie se tomaba demasiado en serio a estas revistas; es más, al no tener personajes fijos ni historias continuadas, ni siquiera se las coleccionaba. Se leía una de vez en cuando y ya fue. Podemos elegir uno o varios pretextos, pero lo cierto es que la mayoría de los guiones no sirven ni para envolver las papas.
¿Cuál es el atractivo de este pulentoso tomo de 552 páginas? Obviamente los dibujantes. Calate esta: Neal Adams, Berni Wrightson, Nick Cardy, Gil Kane, Jack Kirby, Gene Colan, Wally Wood, Alex Toth, Michael Kaluta, Sergio Aragonés, Jim Aparo, Gray Morrow, Ralph Reese... ¿seguís vivo? Vienen los filpinos y te rematan: Néstor Redondo, Alex Niño, Alfredo Alcalá, Rudy Nebres, E.R. Cruz, Rubén Yandoc, Ernie Chua... ¿Querés más? Te puedo ofrecer buenos trabajos de tipos que ya en los ´70 no estaban en su mejor momento, pero cada tanto pelaban algo lindo, como Mike Sekowsky, Dick Dillin o el propio Orlando. Okey, las de Kirby, Colan y Cardy son reediciones de material de los ´50, que ya se veía un poquito anticuado en el ´71-´72. Pero el resto es una bola de demolición radioactiva e incandescente, irresistible para cualquiera al que le guste el comic yanki más o menos realista.
Me propongo a mí mismo un juego: rescatar de entre este masacote de pelotudeces las historietas que pueden ser leídas hoy sin pasar vergüenza. A ver cómo me va...
La primera historia, Bat out of Hell, de Jack Oleck y Néstor Redondo tiene buen clima, te logra poner nervioso y está demasiado bien dibujada. Si el final fuera menos predecible, sería una joyita. A Girl and her Dog, de Gerry Conway y Gray Morrow es tensa, rara, bastante impredecible y también tiene unos dibujos del mega-carajo. The Little People, de Oleck y Gil Kane, se cae un toque al final, pero dentro de todo, zafa dignamente. I Wish I May, I Wish I Might, de Len Wein y Dick Dillin es casi un chiste largo (no llega a las cuatro páginas) que funciona muy bien.
Otra historia decente de Oleck y Redondo es House of Horrors, de nuevo con majestuosos dibujos y un guión bastante ingenioso, aunque el final –por enésima vez- no está a la altura. Sno´Fun es una bizarreada macabra y oscura, escrita por Aragonés y dibujada por Wally Wood con muchísimas pilas. Bien ahí. Vuelvo con Oleck, ahora dibujado por Ralph Reese: The Lunatic es otra que no está mal y que al final, en vez de derrapar, pega un giro muy impactante.
Acá no descubro nada: The Demon Within, de Joe Albano y Jim Aparo, ya fue reivindicada y ovacionada muchas veces, muy merecidamente. Lo mismo sucede con The Poster Plague, de Steve Skeates y Sergio Aragonés, una historieta que desde que salió hace 40 años, se sumó al panteón de los clásicos, ganó premios, etc.
Otro laburazo de Redondo (no se sabe quién lo escribió) es The Tower of Prey. De nuevo, le falta un giro más copado al final, pero es una historia fuerte, tensa y con una gran bajada de línea. Un tal Carl Wessler es el autor de To Die for Magda!, una historia linda, impredecible, intensa, dibujada como la hiper-concha de Dios por un Alex Niño prendido fuego.
The Burning es otra buena historia de Oleck, oscura y jodida, a la que Mike Sekowsky no le puso todas las pilas. Igual se ve bastante bien. La mejor historia del tomo viene de dos autores a los que jamás había oído nombrar: Bill Meredith y Bill Payne. Se llama Last Ritual, Last Rites y es shockeante, escalofriante, brutal. El dibujo es muy, muy grosso, obviamente basado en fotos pero con una expresividad increíble. The Day the Clock Stopped, de Robert Kanigher y Rubén Yandoc, daba para una serie regular de Vertigo de 60 episodios. De todos modos, un planteo interesantísimo y unos dibujos excelentes no alcanzan para elevarla al status de clásico.
Tomorrow I Hang!, escrita por Nelson Bridwell y dibujada por el maestro Aparo también es casi un chiste largo, muy efectivo y un toque perturbador. Y cierro con una más de la dupla Oleck-Redondo, Deliver Us From Evil, bien planteada, bien desarrollada, con un final apenitas predecible y unos dibujos y una narrativa devastadores.
16 historietas parecen muchas, pero te recuerdo que ninguna llega a las 12 páginas y el libro tiene 552. Con las que me parecieron grossas no sé si llenamos 120. Pero bueno, es lo que hay. Yo sabía a dónde me estaba metiendo. Y además muchos de esos guiones pedorros están tan bien dibujados, que no me importa nada. Me falta el Vol.1 y si lo veo barato, no te extrañe que me lo compre...
¿Cuál es el atractivo de este pulentoso tomo de 552 páginas? Obviamente los dibujantes. Calate esta: Neal Adams, Berni Wrightson, Nick Cardy, Gil Kane, Jack Kirby, Gene Colan, Wally Wood, Alex Toth, Michael Kaluta, Sergio Aragonés, Jim Aparo, Gray Morrow, Ralph Reese... ¿seguís vivo? Vienen los filpinos y te rematan: Néstor Redondo, Alex Niño, Alfredo Alcalá, Rudy Nebres, E.R. Cruz, Rubén Yandoc, Ernie Chua... ¿Querés más? Te puedo ofrecer buenos trabajos de tipos que ya en los ´70 no estaban en su mejor momento, pero cada tanto pelaban algo lindo, como Mike Sekowsky, Dick Dillin o el propio Orlando. Okey, las de Kirby, Colan y Cardy son reediciones de material de los ´50, que ya se veía un poquito anticuado en el ´71-´72. Pero el resto es una bola de demolición radioactiva e incandescente, irresistible para cualquiera al que le guste el comic yanki más o menos realista.
Me propongo a mí mismo un juego: rescatar de entre este masacote de pelotudeces las historietas que pueden ser leídas hoy sin pasar vergüenza. A ver cómo me va...
La primera historia, Bat out of Hell, de Jack Oleck y Néstor Redondo tiene buen clima, te logra poner nervioso y está demasiado bien dibujada. Si el final fuera menos predecible, sería una joyita. A Girl and her Dog, de Gerry Conway y Gray Morrow es tensa, rara, bastante impredecible y también tiene unos dibujos del mega-carajo. The Little People, de Oleck y Gil Kane, se cae un toque al final, pero dentro de todo, zafa dignamente. I Wish I May, I Wish I Might, de Len Wein y Dick Dillin es casi un chiste largo (no llega a las cuatro páginas) que funciona muy bien.
Otra historia decente de Oleck y Redondo es House of Horrors, de nuevo con majestuosos dibujos y un guión bastante ingenioso, aunque el final –por enésima vez- no está a la altura. Sno´Fun es una bizarreada macabra y oscura, escrita por Aragonés y dibujada por Wally Wood con muchísimas pilas. Bien ahí. Vuelvo con Oleck, ahora dibujado por Ralph Reese: The Lunatic es otra que no está mal y que al final, en vez de derrapar, pega un giro muy impactante.
Acá no descubro nada: The Demon Within, de Joe Albano y Jim Aparo, ya fue reivindicada y ovacionada muchas veces, muy merecidamente. Lo mismo sucede con The Poster Plague, de Steve Skeates y Sergio Aragonés, una historieta que desde que salió hace 40 años, se sumó al panteón de los clásicos, ganó premios, etc.
Otro laburazo de Redondo (no se sabe quién lo escribió) es The Tower of Prey. De nuevo, le falta un giro más copado al final, pero es una historia fuerte, tensa y con una gran bajada de línea. Un tal Carl Wessler es el autor de To Die for Magda!, una historia linda, impredecible, intensa, dibujada como la hiper-concha de Dios por un Alex Niño prendido fuego.
The Burning es otra buena historia de Oleck, oscura y jodida, a la que Mike Sekowsky no le puso todas las pilas. Igual se ve bastante bien. La mejor historia del tomo viene de dos autores a los que jamás había oído nombrar: Bill Meredith y Bill Payne. Se llama Last Ritual, Last Rites y es shockeante, escalofriante, brutal. El dibujo es muy, muy grosso, obviamente basado en fotos pero con una expresividad increíble. The Day the Clock Stopped, de Robert Kanigher y Rubén Yandoc, daba para una serie regular de Vertigo de 60 episodios. De todos modos, un planteo interesantísimo y unos dibujos excelentes no alcanzan para elevarla al status de clásico.
Tomorrow I Hang!, escrita por Nelson Bridwell y dibujada por el maestro Aparo también es casi un chiste largo, muy efectivo y un toque perturbador. Y cierro con una más de la dupla Oleck-Redondo, Deliver Us From Evil, bien planteada, bien desarrollada, con un final apenitas predecible y unos dibujos y una narrativa devastadores.
16 historietas parecen muchas, pero te recuerdo que ninguna llega a las 12 páginas y el libro tiene 552. Con las que me parecieron grossas no sé si llenamos 120. Pero bueno, es lo que hay. Yo sabía a dónde me estaba metiendo. Y además muchos de esos guiones pedorros están tan bien dibujados, que no me importa nada. Me falta el Vol.1 y si lo veo barato, no te extrañe que me lo compre...
sábado, 28 de julio de 2012
28/ 07: HOY NO HAY NADA
Estoy por terminar un libro de 550 páginas, que seguro voy a reseñar mañana. Pero hoy se me acabó el día muy rápido.
Me levanté tarde (como todos los sábados) y ya me voy para la Feria del Libro Infantil, a presenciar las charlas del Festival de Historieta, en las que van a participar amigos e ídolos de la talla de Robin Wood, Cacho Mandrafina, Lito Fernández, Ray Collins, Eduardo Maicas, Gustavo Sala, Pablo Túnica y Luciano Saracino.
La Feria cierra a las 20 hs., y de ahí... quién sabe para dónde nos llevará la noche. Lo cierto es que no me alcanza el tiempo para leer lo que me falta de ese Showcase, con lo cual la onda es reseñarlo mañana.
Nos vemos en la Feria del Libro Infantil, o mañana, acá en el blog.
Me levanté tarde (como todos los sábados) y ya me voy para la Feria del Libro Infantil, a presenciar las charlas del Festival de Historieta, en las que van a participar amigos e ídolos de la talla de Robin Wood, Cacho Mandrafina, Lito Fernández, Ray Collins, Eduardo Maicas, Gustavo Sala, Pablo Túnica y Luciano Saracino.
La Feria cierra a las 20 hs., y de ahí... quién sabe para dónde nos llevará la noche. Lo cierto es que no me alcanza el tiempo para leer lo que me falta de ese Showcase, con lo cual la onda es reseñarlo mañana.
Nos vemos en la Feria del Libro Infantil, o mañana, acá en el blog.
viernes, 27 de julio de 2012
27/ 07: ARZAK, EL VIGILANTE
Uh, qué mala leche... Justo se viene a morir Moebius cuando yo me cebo mal con una obra suya que es la primera parte de una trilogía...
Nah, en serio: imposible recomendarte que gastes la guita que vale este libro sabiendo que nunca vas a leer el final de la historia. A menos que compres historietas sólo por los dibujos, cosa que yo he hecho con más de una obra de Moebius, de esas que tienen guiones patéticos. Si te bancás el garrón de engancharte con una historia que está buenísima pero de la que nunca vas a saber el final, o si lográs leer este comic como si no fuera un comic sino un artbook, preparate para experimentar la más absoluta fascinación.
A nivel visual, este es un laburo de Moebius realmente sublime, incluso para los propios standards del autor. A simple vista puede parecer un trabajo frío, porque se nota que nada está librado al azar, ni una línea, ni una pinceladita de color, ni una onomatopeya. Sin embargo, en cuanto te enganchás con la narrativa y te empezás a meter en el mundo de Arzak, sentís que estos personajes están vivos, que laten, que de alguna manera te incluyen, te hacen partícipe de lo que está sucediendo. El Genio Eterno logra que vos, como lector, pases a formar parte de la maravilla que pone ante tus ojos. Esto hay que verlo para creerlo, no puedo –como tantas otras veces- armar un marco de referencia citando a autores cuyos estilos se dejan ver en la obra que estoy reseñando, porque Moebius es un universo aparte; a él no lo influyen, sino al revés: él es el que proyecta una sombra monstruosa sobre todos los que lo leímos alguna vez.
El guión es otro tema. Acá Moebius se resiste a dos tentaciones: por un lado, no regurgita ni respeta ni una puntita de los guiones que co-escribió con otra gente para la serie animada de Arzak hace casi 10 años. Por el otro lado, no nos hace el fan service a los que deliramos con las historias clásicas del personaje, las de los ´70. Ni siquiera se hace cargo de esa historia de los ´80 en la que explicaba quién era Arzak, cuál era su rol en el mundo y –de paso- integraba a la continuidad a los personajes de La Desviación, otra de sus míticas historietas setentosas.
En esta versión, Arzak no es un humanoide de piel amarilla y rasgos medio orientales. Es un humano común y corriente, con rasgos europeos y sin más superpoderes que el de usar ese gorro con forma de poronga sin parecer un ridículo. Moebius re-explica al personaje, a su misión, a su realción con el resto de los personajes que aparecen (hay ocho o nueve importantes) y arma las bases de un universo. Todo lo que pasa acá está perfectamente justificado, hasta lo más fumanchero. Evidentemente, el maestro había imaginado no sólo un mundo, no sólo un clima, no sólo un nuevo look para el personaje, sino toda una epopeya, compleja y elaborada, que arranca por la senda correcta.
Hay un poquito de machaca, bastante runfla política, muchos elementos de la ciencia-ficción limada con la que tantas veces nos invitó a volar el Genio Eterno y algunos conceptos metafísico-espiritualosos, aunque sin tanto protagonismo como en otras obras del maestro. Este primer tomo termina en un momento bravo, complicado tanto para Arzak como para Lady Charmayne y su hijo Domyo, quienes venían llevando adelante un sub-plot que estaba a punto caramelo, listo para integrarse al tronco principal de la saga. Y es todo lo que hay.
Lamentablemente, Moebius no llegó a completar ni siquiera el segundo tomo y la historia quedó trunca. Queda esta primera parte y todos esos dibujos, ilustraciones y bocetos que aparecen en las últimas 16 páginas de este álbum y que son una exquisitez cósmica. El pterodelfo de Arzak no va a volver a volar, pero nuestra imaginación sí, porque Moebius nos enseñó a cagarnos en los límites, a ir siempre más allá en ese terreno de inagotable fertilidad del cual él fue Amo y Señor. Gloria infinita para él.
Nah, en serio: imposible recomendarte que gastes la guita que vale este libro sabiendo que nunca vas a leer el final de la historia. A menos que compres historietas sólo por los dibujos, cosa que yo he hecho con más de una obra de Moebius, de esas que tienen guiones patéticos. Si te bancás el garrón de engancharte con una historia que está buenísima pero de la que nunca vas a saber el final, o si lográs leer este comic como si no fuera un comic sino un artbook, preparate para experimentar la más absoluta fascinación.
A nivel visual, este es un laburo de Moebius realmente sublime, incluso para los propios standards del autor. A simple vista puede parecer un trabajo frío, porque se nota que nada está librado al azar, ni una línea, ni una pinceladita de color, ni una onomatopeya. Sin embargo, en cuanto te enganchás con la narrativa y te empezás a meter en el mundo de Arzak, sentís que estos personajes están vivos, que laten, que de alguna manera te incluyen, te hacen partícipe de lo que está sucediendo. El Genio Eterno logra que vos, como lector, pases a formar parte de la maravilla que pone ante tus ojos. Esto hay que verlo para creerlo, no puedo –como tantas otras veces- armar un marco de referencia citando a autores cuyos estilos se dejan ver en la obra que estoy reseñando, porque Moebius es un universo aparte; a él no lo influyen, sino al revés: él es el que proyecta una sombra monstruosa sobre todos los que lo leímos alguna vez.
El guión es otro tema. Acá Moebius se resiste a dos tentaciones: por un lado, no regurgita ni respeta ni una puntita de los guiones que co-escribió con otra gente para la serie animada de Arzak hace casi 10 años. Por el otro lado, no nos hace el fan service a los que deliramos con las historias clásicas del personaje, las de los ´70. Ni siquiera se hace cargo de esa historia de los ´80 en la que explicaba quién era Arzak, cuál era su rol en el mundo y –de paso- integraba a la continuidad a los personajes de La Desviación, otra de sus míticas historietas setentosas.
En esta versión, Arzak no es un humanoide de piel amarilla y rasgos medio orientales. Es un humano común y corriente, con rasgos europeos y sin más superpoderes que el de usar ese gorro con forma de poronga sin parecer un ridículo. Moebius re-explica al personaje, a su misión, a su realción con el resto de los personajes que aparecen (hay ocho o nueve importantes) y arma las bases de un universo. Todo lo que pasa acá está perfectamente justificado, hasta lo más fumanchero. Evidentemente, el maestro había imaginado no sólo un mundo, no sólo un clima, no sólo un nuevo look para el personaje, sino toda una epopeya, compleja y elaborada, que arranca por la senda correcta.
Hay un poquito de machaca, bastante runfla política, muchos elementos de la ciencia-ficción limada con la que tantas veces nos invitó a volar el Genio Eterno y algunos conceptos metafísico-espiritualosos, aunque sin tanto protagonismo como en otras obras del maestro. Este primer tomo termina en un momento bravo, complicado tanto para Arzak como para Lady Charmayne y su hijo Domyo, quienes venían llevando adelante un sub-plot que estaba a punto caramelo, listo para integrarse al tronco principal de la saga. Y es todo lo que hay.
Lamentablemente, Moebius no llegó a completar ni siquiera el segundo tomo y la historia quedó trunca. Queda esta primera parte y todos esos dibujos, ilustraciones y bocetos que aparecen en las últimas 16 páginas de este álbum y que son una exquisitez cósmica. El pterodelfo de Arzak no va a volver a volar, pero nuestra imaginación sí, porque Moebius nos enseñó a cagarnos en los límites, a ir siempre más allá en ese terreno de inagotable fertilidad del cual él fue Amo y Señor. Gloria infinita para él.
jueves, 26 de julio de 2012
26/ 07: X-STATIX PRESENTS: DEADGIRL
Ay, qué lástima tener que despachar rapidísimo esta reseña por falta de tiempo...
En primer lugar, me ensarté como un gil. Leyendo este tomo, me entero que todos los miembros de X-Statix están muertos. Y buscando en Wikipedia, me cuentan que mueren todos al final del Vol.4 y yo el otro día leí el Vol.2. O sea que me cagaron muchas sorpresas por no ponerle Vol.5 a este TPB.
Ahora, ¿es un TPB de X-Statix? Sí, definitivamente. El Doctor Strange, que comparte protagonismo con Deadgirl, tiene muchísima chapa, pero sin los personajes de X-Statix esto no podía ni resolverse ni cobrar algo así como un rumbo razonable.
De todos modos, se nota mucho que Peter Mlligan quería hacer una saga del Tordo y –para que Marvel se la aprobara- le agregó todo el tema de X-Statix, o en realidad la posibilidad de retomar algunas puntas que no habían cerrado del todo (supongo) cuando se canceló esa colección. Algo parecido a lo que vimos en Fever, cuando Brendan McCarthy mete a Spider-Man en su saga del Hechicero Supremo.
Milligan escribe a un Doctor Strange canchero y encantador, pero se zarpa un poco con los chistes. Esto es casi tan en joda como Indefensible, aquella saga de los Defenders que nos obsequiaran Keith Giffen, J.M. DeMatteis y Kevin Maguire. Si después de leer Indefensible resulta imposible volver a tomarse en serio a Dormammu y Umar, una vez que leés Deadgirl le perdés por completo el respeto a Strange, a Wong e incluso al mismísimo Ancient One. No digo que esté mal, porque ese enfoque realmente funciona en el contexto de esta historia. Digo que si siguen tomándose al Tordo para la joda, después va a costar un huevo reinterpretarlo como personaje serio y dramático. Pero bueno, son experimentos y está bueno que las grandes editoriales experimenten.
El guión en sí es un disparate que gira en torno a los héroes y villanos muertos, cómo viven en el más allá, quiénes y por qué quieren volver a la vida, por qué algunos vuelven y otros no... esa onda. Guarda, tomado todo MUY en joda. Esto es pop para divertirse: No esperes explicaciones filosóficas ni metafísicas, la cosa va más para el lado de los chistes, incluso algunos medio escatológicos, otros medio sexópatas y hasta un gaste maligno y genial al nefasto George W. Bush.
El siempre brillante Mike Allred comparte la faz gráfica con Nick Dragotta y este usa sus poderes camaleónicos para –una vez más- adoptar el estilo del ídolo de modo que no puedas distinguir qué hizo uno y qué el otro. Por ende, todo parece un comic de Allred y todo se ve maravillosamente bien. Y como siempre, el color de Laura Allred (bomba atómica y esposa de Michael) aporta muchísimo a este clima de bizarreada festiva.
Superhéroes, comedia y algunos elementos típicos del comic de terror se juntan en esta historieta, esta vez para descorchar unas bebidas y cagarse de risa un rato. La epopeya está, pero puesta al servicio de un relato cuyo tono no es circunspecto ni dramático, sino que todo el tiempo te guiña un ojo como diciendo “Todo bien, es una joda”.
Si ya leíste todo X-Statix, tirate de cabeza. Si no, bancá a leer el final, porque esto es una especie de epílogo. Ahora, si sos purista del Dr. Strange más clásico, más amargo y traumatizado, esto te puede llegar a inflar seriamente las pelotas. ´Nuff said!
En primer lugar, me ensarté como un gil. Leyendo este tomo, me entero que todos los miembros de X-Statix están muertos. Y buscando en Wikipedia, me cuentan que mueren todos al final del Vol.4 y yo el otro día leí el Vol.2. O sea que me cagaron muchas sorpresas por no ponerle Vol.5 a este TPB.
Ahora, ¿es un TPB de X-Statix? Sí, definitivamente. El Doctor Strange, que comparte protagonismo con Deadgirl, tiene muchísima chapa, pero sin los personajes de X-Statix esto no podía ni resolverse ni cobrar algo así como un rumbo razonable.
De todos modos, se nota mucho que Peter Mlligan quería hacer una saga del Tordo y –para que Marvel se la aprobara- le agregó todo el tema de X-Statix, o en realidad la posibilidad de retomar algunas puntas que no habían cerrado del todo (supongo) cuando se canceló esa colección. Algo parecido a lo que vimos en Fever, cuando Brendan McCarthy mete a Spider-Man en su saga del Hechicero Supremo.
Milligan escribe a un Doctor Strange canchero y encantador, pero se zarpa un poco con los chistes. Esto es casi tan en joda como Indefensible, aquella saga de los Defenders que nos obsequiaran Keith Giffen, J.M. DeMatteis y Kevin Maguire. Si después de leer Indefensible resulta imposible volver a tomarse en serio a Dormammu y Umar, una vez que leés Deadgirl le perdés por completo el respeto a Strange, a Wong e incluso al mismísimo Ancient One. No digo que esté mal, porque ese enfoque realmente funciona en el contexto de esta historia. Digo que si siguen tomándose al Tordo para la joda, después va a costar un huevo reinterpretarlo como personaje serio y dramático. Pero bueno, son experimentos y está bueno que las grandes editoriales experimenten.
El guión en sí es un disparate que gira en torno a los héroes y villanos muertos, cómo viven en el más allá, quiénes y por qué quieren volver a la vida, por qué algunos vuelven y otros no... esa onda. Guarda, tomado todo MUY en joda. Esto es pop para divertirse: No esperes explicaciones filosóficas ni metafísicas, la cosa va más para el lado de los chistes, incluso algunos medio escatológicos, otros medio sexópatas y hasta un gaste maligno y genial al nefasto George W. Bush.
El siempre brillante Mike Allred comparte la faz gráfica con Nick Dragotta y este usa sus poderes camaleónicos para –una vez más- adoptar el estilo del ídolo de modo que no puedas distinguir qué hizo uno y qué el otro. Por ende, todo parece un comic de Allred y todo se ve maravillosamente bien. Y como siempre, el color de Laura Allred (bomba atómica y esposa de Michael) aporta muchísimo a este clima de bizarreada festiva.
Superhéroes, comedia y algunos elementos típicos del comic de terror se juntan en esta historieta, esta vez para descorchar unas bebidas y cagarse de risa un rato. La epopeya está, pero puesta al servicio de un relato cuyo tono no es circunspecto ni dramático, sino que todo el tiempo te guiña un ojo como diciendo “Todo bien, es una joda”.
Si ya leíste todo X-Statix, tirate de cabeza. Si no, bancá a leer el final, porque esto es una especie de epílogo. Ahora, si sos purista del Dr. Strange más clásico, más amargo y traumatizado, esto te puede llegar a inflar seriamente las pelotas. ´Nuff said!
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miércoles, 25 de julio de 2012
25/ 07: LARVA Vol.14
En algún momento, la antología colombiana Larva dejó de ser una simple revista de historietas y se convirtió en una especie de álbum, grandote, con lomito, con una calidad de edición más que envidiable. Seguramente influye el hecho de que recibe aportes gubernamentales, cosa que a mí no me termina de cerrar del todo, pero bue...
Vamos a lo que importa, que son las historietas. Arrancamos mal, con Powerpaola, una chica que dibuja horrorosamente y carece de las nociones más básicas para plasmar sus ideas en imágenes. Sus tres páginas cuentan una anécdota mínima, intrascendente, con cero interés. Por suerte enseguida vienen cuatro páginas de John Joven, un monstruo, un dibujante increíble (autor también de la fastuosa portada), a quien no conocía y de quien me hice hardcore fan. Muy grosso.
Arrancan los invitados extranjeros con una dupla ya clásica: Alejandro Farías y Marcos Vergara aportan talento argento en dos paginitas muy, muy disfrutables. A color y sin palabras, otro colombiano al que no conocía, Mrz, me impactó con su dibujo, su narrativa y el clima que logra en apenas cinco páginas. Otro a seguir de cerca. Elseñorjuanito aporta cuatro páginas muy llamativas, con buenos dibujos, grandes diálogos y personajes muy laburados, pero es apenas el primer tramo de una historieta con continuará, lo cual la hace perder todo atractivo, al menos para mí.
La de Inu Waters también termina con “continuará”, pero se entiende por sí sola. No es gran cosa, pero tampoco está mal. La historieta de Luto tampoco tiene un guión descollante (zafa apenas con un par de chistes) y tampoco lo necesita: su dibujo es vistoso, ganchero y repleto de virtuosismo. Una de las mejores historietas de la antología también tiene sello argentino: Iñaki Aragón escribe y Matías Chenzo dibuja un relato cuasi perfecto, un gran mecanismo de relojería. Los fans de la historieta más under, más salvaje y visceral, serán felices con el aporte del peruano David Galliquio, un delirio desaforado, muy gracioso y con un palo magnífico para Juan Carlos Silva, otro historietista peruano famoso por sus reiterados plagios a sus colegas.
Jim Pluk... no dibuja mal, pero el experimento de meter 18 viñetas por página le salió bastante enrevesado. Más allá de que el guión se quiere subir –con poca suerte- a la onda de los de Gustavo Sala. Uno de los referentes del comic colombiano actual, Joni B, muestra una vez más su talento y su capacidad para evolucionar en una historieta de 7 páginas de gran belleza. Otro peruano vanguardista y experimental, el gran Rodrigo La Hoz, cuenta una hermosa y originalísima historia en apenas dos páginas. Un capo total.
Ya cerca del final, otro argentino, Berliac, propone una historia chiquita pero muy interesante, dibujada como los fuckin´dioses. El tema es que al estar impresa en un formato tan grande, no queda bien ese recurso que tanto le gusta a este autor de poner muy pocas viñetas por página. Y cierra Weng Pixin, de Singapur, un verdulero impresentable que quiere parecerse a Enomoto, o al Yoshihiro Tatsumi más brutal, y fracasa estrepitosamente. Es increíble cómo el nivel de una muy buena antología puede bajar tanto y tan de golpe cuando las seis páginas finales se las dan a una historieta tan, tan chota.
Las páginas de Larva que no ofrecen historietas, están ocupadas por artículos (uno de ellos, del propio Berliac) bastante atractivos y bien escritos. El diseño está muy bien, el papel es excelente... La verdad, muy rico todo. Falta depurar un toquecito el staff de colaboradores y tenemos una muy buena revista apuntada al palo de la historieta latinoamericana más finoli, o de más marcada impronta autoral, con unos cuantos hallazgos realmente notables. Tengo sin leer el Vol.15, también, al que prometo entrarle pronto.
Vamos a lo que importa, que son las historietas. Arrancamos mal, con Powerpaola, una chica que dibuja horrorosamente y carece de las nociones más básicas para plasmar sus ideas en imágenes. Sus tres páginas cuentan una anécdota mínima, intrascendente, con cero interés. Por suerte enseguida vienen cuatro páginas de John Joven, un monstruo, un dibujante increíble (autor también de la fastuosa portada), a quien no conocía y de quien me hice hardcore fan. Muy grosso.
Arrancan los invitados extranjeros con una dupla ya clásica: Alejandro Farías y Marcos Vergara aportan talento argento en dos paginitas muy, muy disfrutables. A color y sin palabras, otro colombiano al que no conocía, Mrz, me impactó con su dibujo, su narrativa y el clima que logra en apenas cinco páginas. Otro a seguir de cerca. Elseñorjuanito aporta cuatro páginas muy llamativas, con buenos dibujos, grandes diálogos y personajes muy laburados, pero es apenas el primer tramo de una historieta con continuará, lo cual la hace perder todo atractivo, al menos para mí.
La de Inu Waters también termina con “continuará”, pero se entiende por sí sola. No es gran cosa, pero tampoco está mal. La historieta de Luto tampoco tiene un guión descollante (zafa apenas con un par de chistes) y tampoco lo necesita: su dibujo es vistoso, ganchero y repleto de virtuosismo. Una de las mejores historietas de la antología también tiene sello argentino: Iñaki Aragón escribe y Matías Chenzo dibuja un relato cuasi perfecto, un gran mecanismo de relojería. Los fans de la historieta más under, más salvaje y visceral, serán felices con el aporte del peruano David Galliquio, un delirio desaforado, muy gracioso y con un palo magnífico para Juan Carlos Silva, otro historietista peruano famoso por sus reiterados plagios a sus colegas.
Jim Pluk... no dibuja mal, pero el experimento de meter 18 viñetas por página le salió bastante enrevesado. Más allá de que el guión se quiere subir –con poca suerte- a la onda de los de Gustavo Sala. Uno de los referentes del comic colombiano actual, Joni B, muestra una vez más su talento y su capacidad para evolucionar en una historieta de 7 páginas de gran belleza. Otro peruano vanguardista y experimental, el gran Rodrigo La Hoz, cuenta una hermosa y originalísima historia en apenas dos páginas. Un capo total.
Ya cerca del final, otro argentino, Berliac, propone una historia chiquita pero muy interesante, dibujada como los fuckin´dioses. El tema es que al estar impresa en un formato tan grande, no queda bien ese recurso que tanto le gusta a este autor de poner muy pocas viñetas por página. Y cierra Weng Pixin, de Singapur, un verdulero impresentable que quiere parecerse a Enomoto, o al Yoshihiro Tatsumi más brutal, y fracasa estrepitosamente. Es increíble cómo el nivel de una muy buena antología puede bajar tanto y tan de golpe cuando las seis páginas finales se las dan a una historieta tan, tan chota.
Las páginas de Larva que no ofrecen historietas, están ocupadas por artículos (uno de ellos, del propio Berliac) bastante atractivos y bien escritos. El diseño está muy bien, el papel es excelente... La verdad, muy rico todo. Falta depurar un toquecito el staff de colaboradores y tenemos una muy buena revista apuntada al palo de la historieta latinoamericana más finoli, o de más marcada impronta autoral, con unos cuantos hallazgos realmente notables. Tengo sin leer el Vol.15, también, al que prometo entrarle pronto.
martes, 24 de julio de 2012
24/ 07: THE WEDNESDAY CONSPIRACY
Globalizame esta: edición yanki de una obra que un autor español realizó para el mercado francés. ¿Qué talco?
The Wednesday Conspiracy nació en la mente de Sergio Bleda (al que visitamos allá por Octubre del año pasado) con el título de La Conjura de Cada Miércoles, en forma de tres álbumes de 46 páginas realizados a razón de uno por año, entre 2005 y 2007. Los amigos de Dark Horse editaron la saga completa en un sólo TPB, de 2010, lo cual es bastante coherente, porque los álbumes no son autoconclusivos, sino que terminan en escabrosos cliffhangers, que habrán dejado a los lectores franceses puteando un año entero para saber cómo catzo continuaba la historia.
A ver, el planteo está gastadísimo: un científico reúne a un grupo de freaks con poderes paranormales para brindarles apoyo y contención. De alguna manera estos conectan con una gigantesca conspiración para traer a la tierra a una horda demoníaca y deben enfrentarse a poderosos enemigos, también del palo sobrenatural. O sea, una especie de X-Men más dark, un X-Men para el sello Vertigo de los ´90. ¿Cómo pilotea Bleda la falta de originalidad en la propuesta de la serie?
Primero, con buenos toques en la caracterización. Los personajes están muy bien trabajados, principalmente Violet (que es lo más parecido a una protagonista) y Akiko. Los demás, salvo Brian, que aporta poco, están todos muy bien, incluso algunos secundarios como el desquiciado Ian Barks, un gran hallazgo por parte de Bleda. En segundo lugar, con el ritmo narrativo, que está cuidadísmo. Hay un equilibrio muy notable entre la investigación, la machaca y las escenas más tranqui e intimistas. En casi 150 páginas, el autor encuentra espacio para desarrollar a los héroes y villanos, para que la trama encuentre su cauce siempre de modo razonable, nunca forzado. Y para crear una atmósfera muy atrapante, que te logra involucrar en la historia y te hace querer llegar sí o sí hasta el final. En este rubro, la originalidad de Bleda es incuestionable: la cantidad de giros argumentales que nunca te ves venir son muchísimos y los recursos a la hora de mostrártelos de modo ganchero y efectivo son muchos más.
Lo cual engancha con el tercer argumento de Bleda para pilotear un planteo muy trillado: los huevos. Como el español trabaja para Francia, sabe que la historia no puede continuar forever. En la página 46 del tercer álbum, se va a acabar. Y si la historia no sigue, ¿para qué quiere que los personajes sobrevivan a peligros imposibles? Para nada, entonces no tiene reparo en que cada uno de los protagonistas tenga su final y varios de ellos son por lo menos drásticos. Para uno, que venía leyendo The Wednesday Conspiracy como si fuera una remake del Night Force de Marv Wolfman y Gene Colan, cada punto final para un personaje fue un shock totalmente impredecible. Y por supuesto bienvenido, porque le da lógica y consistencia a la saga.
Esto mismo, creado para el mercado yanki, sería una serie regular, ilimitada, pensada para que Violet, Akiko, Joe, Roger y demás duraran para siempre. Cada uno de estos álbumes franceses de 46 páginas repletas de viñetas (10, 11, las que quieras) tienen material para tres o cuatro comic-books de 22 páginas, o sea que lo que hizo Bleda en esta serie equivaldría a casi un año de una ongoing yanki (o por ahí un cachito menos si hay que sacar los garches y las torturas). Pero claro, Bleda lo hizo en tres años, no en uno, por eso logró este nivel, sobre todo en el dibujo, que está mucho mejor que en Duérmete Niña.
Si en su obra anterior el dibujo parecía una mezcla entre Hermann y algún dibujante de El Víbora, esto parece una mezcla entre Andreas y los gemelos brazucas Fábio Moon y Gabriel Bá. Hay composiciones que recuerdan a Moebius, bichos que recuerdan a François Boucq y un entintado por momentos más filoso, más tipo Tomaz Lavric. Y mientras Duérmete Niña estaba muy jugado al color, The Wednesday Conspiracy se podría publicar tranquilamente en blanco y negro sin perder casi nada de su vasto atractivo visual. Acá el color está buenísimo, pero no define nada, la que define es la línea de Bleda, potente, sugestiva y llena de recursos.
Me parece que The Wednesday Conspiracy nunca se editó en nuestro idioma, pero bueno, por suerte existe esta dignísima edición en inglés. Obviamente en francés se editó más grande y el dibujo se ve mucho mejor. Pero así como la ofrece Dark Horse, también se disfruta muchísimo. Si te copás con las conjuras macabras, las sectas ancestrales, los freaks paranormales y la machaca sobrenatural, te vas a volver loco con esta historieta.
The Wednesday Conspiracy nació en la mente de Sergio Bleda (al que visitamos allá por Octubre del año pasado) con el título de La Conjura de Cada Miércoles, en forma de tres álbumes de 46 páginas realizados a razón de uno por año, entre 2005 y 2007. Los amigos de Dark Horse editaron la saga completa en un sólo TPB, de 2010, lo cual es bastante coherente, porque los álbumes no son autoconclusivos, sino que terminan en escabrosos cliffhangers, que habrán dejado a los lectores franceses puteando un año entero para saber cómo catzo continuaba la historia.
A ver, el planteo está gastadísimo: un científico reúne a un grupo de freaks con poderes paranormales para brindarles apoyo y contención. De alguna manera estos conectan con una gigantesca conspiración para traer a la tierra a una horda demoníaca y deben enfrentarse a poderosos enemigos, también del palo sobrenatural. O sea, una especie de X-Men más dark, un X-Men para el sello Vertigo de los ´90. ¿Cómo pilotea Bleda la falta de originalidad en la propuesta de la serie?
Primero, con buenos toques en la caracterización. Los personajes están muy bien trabajados, principalmente Violet (que es lo más parecido a una protagonista) y Akiko. Los demás, salvo Brian, que aporta poco, están todos muy bien, incluso algunos secundarios como el desquiciado Ian Barks, un gran hallazgo por parte de Bleda. En segundo lugar, con el ritmo narrativo, que está cuidadísmo. Hay un equilibrio muy notable entre la investigación, la machaca y las escenas más tranqui e intimistas. En casi 150 páginas, el autor encuentra espacio para desarrollar a los héroes y villanos, para que la trama encuentre su cauce siempre de modo razonable, nunca forzado. Y para crear una atmósfera muy atrapante, que te logra involucrar en la historia y te hace querer llegar sí o sí hasta el final. En este rubro, la originalidad de Bleda es incuestionable: la cantidad de giros argumentales que nunca te ves venir son muchísimos y los recursos a la hora de mostrártelos de modo ganchero y efectivo son muchos más.
Lo cual engancha con el tercer argumento de Bleda para pilotear un planteo muy trillado: los huevos. Como el español trabaja para Francia, sabe que la historia no puede continuar forever. En la página 46 del tercer álbum, se va a acabar. Y si la historia no sigue, ¿para qué quiere que los personajes sobrevivan a peligros imposibles? Para nada, entonces no tiene reparo en que cada uno de los protagonistas tenga su final y varios de ellos son por lo menos drásticos. Para uno, que venía leyendo The Wednesday Conspiracy como si fuera una remake del Night Force de Marv Wolfman y Gene Colan, cada punto final para un personaje fue un shock totalmente impredecible. Y por supuesto bienvenido, porque le da lógica y consistencia a la saga.
Esto mismo, creado para el mercado yanki, sería una serie regular, ilimitada, pensada para que Violet, Akiko, Joe, Roger y demás duraran para siempre. Cada uno de estos álbumes franceses de 46 páginas repletas de viñetas (10, 11, las que quieras) tienen material para tres o cuatro comic-books de 22 páginas, o sea que lo que hizo Bleda en esta serie equivaldría a casi un año de una ongoing yanki (o por ahí un cachito menos si hay que sacar los garches y las torturas). Pero claro, Bleda lo hizo en tres años, no en uno, por eso logró este nivel, sobre todo en el dibujo, que está mucho mejor que en Duérmete Niña.
Si en su obra anterior el dibujo parecía una mezcla entre Hermann y algún dibujante de El Víbora, esto parece una mezcla entre Andreas y los gemelos brazucas Fábio Moon y Gabriel Bá. Hay composiciones que recuerdan a Moebius, bichos que recuerdan a François Boucq y un entintado por momentos más filoso, más tipo Tomaz Lavric. Y mientras Duérmete Niña estaba muy jugado al color, The Wednesday Conspiracy se podría publicar tranquilamente en blanco y negro sin perder casi nada de su vasto atractivo visual. Acá el color está buenísimo, pero no define nada, la que define es la línea de Bleda, potente, sugestiva y llena de recursos.
Me parece que The Wednesday Conspiracy nunca se editó en nuestro idioma, pero bueno, por suerte existe esta dignísima edición en inglés. Obviamente en francés se editó más grande y el dibujo se ve mucho mejor. Pero así como la ofrece Dark Horse, también se disfruta muchísimo. Si te copás con las conjuras macabras, las sectas ancestrales, los freaks paranormales y la machaca sobrenatural, te vas a volver loco con esta historieta.
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lunes, 23 de julio de 2012
23/ 07: TARZAN Vol.12
No, si yo no aprendo más... Después de que decidí darle de baja a esta colección por lo chotos que eran los guiones, me dejé tentar. En su momento dije “no compro más tomos a menos que aparezcan de recontra-saldo a precio ridículo”, y así fue. Los libros que no se vendieron en Buenos Aires a $ 25 se distribuyeron en Córdoba en packs de dos por $ 10 y ante semejante oferta no me pude resistir y le encargué a un amigo de allá que me comprara –por miseros $ 35- los 7 tomos que me faltaban para completar todo lo de Burne Hogarth.
Pagarlos fue fácil, lo difícil es leerlos. Libro tras libro esperando que mejoraran los guiones y los guiones no sólo no mejoran, sino que empeoran. Ahora ya ni son sutiles: en el tomo anterior había un villano que era una especie de caricatura de Hitler. En este, directamente hay un traidor hijo de puta con una esvástica tatuada en el pecho, o sea, un auténtico villano nazi, de esos que tenemos casi todas las semanas acá en el blog.
Pero lo peor es la repetición: el cliché de “Tarzan se encuentra con una civilización perdida y una minita (generalmente princesa) se moja cuando lo ve y se lo quiere quedar de mascota sexual” se reitera tres veces en 50 páginas. El cliché de “Tarzan combate con el jefe de una manada de monos, le gana y por ley se convierte en el nuevo jefe” es el final absolutamente predecible para el predicamento en el que dejamos al Rey de la Selva al final del Vol.11, allá por Enero de 2011. Y por supuesto, vemos al protagonista zafar de ataduras, cárceles, caídas al vacío, flechazos, tiros, redes, espadazos... todo el clásico repertorio. Los malos, además de malos, son bastante pelotudos: todos en algún momento capturan a Tarzan, pero a ninguno se le ocurre sacarle el puñal que el Hombre Mono lleva atado a la cintura, a la altura de la nalga derecha. ¿No se dan cuenta de que con eso Tarzan puede cortar las sogas con las que lo atan, y si se pone espeso, hasta cortarles la yugular? Es como capturar a Batman y no sacarle el bati-cinturón... De Tarzan no esperaba mucho, pero la verdad es que en los tomos anteriores hubo mejores villanos, más idiosincráticos, más memorables. Acá el único que tiene mínima chapa es el de la esvástica, y sólo porque se hizo pasar por amigo de Tarzan y se dio vuelta muuuchas páginas después. Si no, ni eso.
Lo cierto es que, si esto fuera aventura clásica escrita con mínima onda, uno se bancaría todas estas estupideces inexplicables. El tema es que, entre la serialización de a una página por semana (estas son planchas de 1942/43) y el uso de textos en tercera persona en vez de diálogos, el paquete está armado para que la onda no pueda entrar ni a saludar. Por supuesto, si el guionista (que no sabemos quién es) usara globos de diálogo, en algún momento nos preguntaríamos cómo es que Tarzan habla sin problemas con todos: no menos de 15 especies animales y unas 25 civilizaciones de humanos y afines, algunos negros, otros nórdicos, otros que parecen chinos, algún inglés...
Al final, y una vez más, lo único que salva a estos hermosos tomos de terminar en el carrito de los cartoneros es el dibujo del maestro Burne Hogarth, que casi siempre logra romper la grilla de 12 cuadros por página para brillar con su estremecedor manejo de la figura humana y los paisajes exóticos. Acá aparecen unas cuantas minas (una de las civilizaciones perdidas está compuesta por amazonas) y no, los rostros femeninos no le salen a Hogarth tan bien como los masculinos, le cuesta más hacerlos distintos, darles expresividad. Los cuerpos sí, están perfectos. La viñeta esa en la que un barco es abordado por cuatro o cinco mastodontes es una obra maestra en sí misma, una genialidad casi surrealista. Y en materia de dibujo todavía falta lo mejor, porque en un par de años/tomos más, Hogarth se va a superar a sí mismo.
Veremos qué tan infumables se me hacen los guiones de los próximos tomos. No me queda más remedio que leerlos, pero espaciados, así no te torturo a vos con mis padeceres...
Pagarlos fue fácil, lo difícil es leerlos. Libro tras libro esperando que mejoraran los guiones y los guiones no sólo no mejoran, sino que empeoran. Ahora ya ni son sutiles: en el tomo anterior había un villano que era una especie de caricatura de Hitler. En este, directamente hay un traidor hijo de puta con una esvástica tatuada en el pecho, o sea, un auténtico villano nazi, de esos que tenemos casi todas las semanas acá en el blog.
Pero lo peor es la repetición: el cliché de “Tarzan se encuentra con una civilización perdida y una minita (generalmente princesa) se moja cuando lo ve y se lo quiere quedar de mascota sexual” se reitera tres veces en 50 páginas. El cliché de “Tarzan combate con el jefe de una manada de monos, le gana y por ley se convierte en el nuevo jefe” es el final absolutamente predecible para el predicamento en el que dejamos al Rey de la Selva al final del Vol.11, allá por Enero de 2011. Y por supuesto, vemos al protagonista zafar de ataduras, cárceles, caídas al vacío, flechazos, tiros, redes, espadazos... todo el clásico repertorio. Los malos, además de malos, son bastante pelotudos: todos en algún momento capturan a Tarzan, pero a ninguno se le ocurre sacarle el puñal que el Hombre Mono lleva atado a la cintura, a la altura de la nalga derecha. ¿No se dan cuenta de que con eso Tarzan puede cortar las sogas con las que lo atan, y si se pone espeso, hasta cortarles la yugular? Es como capturar a Batman y no sacarle el bati-cinturón... De Tarzan no esperaba mucho, pero la verdad es que en los tomos anteriores hubo mejores villanos, más idiosincráticos, más memorables. Acá el único que tiene mínima chapa es el de la esvástica, y sólo porque se hizo pasar por amigo de Tarzan y se dio vuelta muuuchas páginas después. Si no, ni eso.
Lo cierto es que, si esto fuera aventura clásica escrita con mínima onda, uno se bancaría todas estas estupideces inexplicables. El tema es que, entre la serialización de a una página por semana (estas son planchas de 1942/43) y el uso de textos en tercera persona en vez de diálogos, el paquete está armado para que la onda no pueda entrar ni a saludar. Por supuesto, si el guionista (que no sabemos quién es) usara globos de diálogo, en algún momento nos preguntaríamos cómo es que Tarzan habla sin problemas con todos: no menos de 15 especies animales y unas 25 civilizaciones de humanos y afines, algunos negros, otros nórdicos, otros que parecen chinos, algún inglés...
Al final, y una vez más, lo único que salva a estos hermosos tomos de terminar en el carrito de los cartoneros es el dibujo del maestro Burne Hogarth, que casi siempre logra romper la grilla de 12 cuadros por página para brillar con su estremecedor manejo de la figura humana y los paisajes exóticos. Acá aparecen unas cuantas minas (una de las civilizaciones perdidas está compuesta por amazonas) y no, los rostros femeninos no le salen a Hogarth tan bien como los masculinos, le cuesta más hacerlos distintos, darles expresividad. Los cuerpos sí, están perfectos. La viñeta esa en la que un barco es abordado por cuatro o cinco mastodontes es una obra maestra en sí misma, una genialidad casi surrealista. Y en materia de dibujo todavía falta lo mejor, porque en un par de años/tomos más, Hogarth se va a superar a sí mismo.
Veremos qué tan infumables se me hacen los guiones de los próximos tomos. No me queda más remedio que leerlos, pero espaciados, así no te torturo a vos con mis padeceres...
domingo, 22 de julio de 2012
22/ 07: SETON Vol.1
Una vez más, un eximio dibujante “de otro palo” incursiona en el western y cae rendido bajo el influjo irresistible del referente obligado, el inmortal Jean Giraud. Esta vez le tocó a Jiro Taniguchi (amigo y colaborador de Giraud) ponerse el sombrero de cowboy y viajar a New Mexico, para contarnos una gran historia, ambientada varios años después que las del Teniente Blueberry (última década del Siglo XIX), pero en una región donde el progreso tecnológico se hacía sentir poco. Puesto a brindarnos un trabajo que no bajara de sus 10 puntos habituales, Taniguchi se empapó, por un lado, de referencias fotográficas, y por el otro, de los asombrosos logros de su amigo Giraud en materia de comics ambientados en el Oeste cuasi-salvaje de los EEUU. Pareciera como si al principio, Taniguchi hubiera ofrecido resistencia: en la sexta página mete una viñeta chiquita, con dos caballos que se asustan al oir los aullidos de los lobos, y le salen mal, no se ven lindos, ni anatómicamente correctos. Casi 200 páginas después, hay otra viñeta chiquita en la que tres caballos se asustan al oir los aullidos de los lobos y están perfectos, pero son caballos que bien podría haber dibujado Giraud, virtualmente calcados de los del prócer francés. Los sombreros, los cabellos, los pelitos de las barbas, muchísimos detalles que acá despliega Taniguchi son herencia directa del gigantesco Jean Giraud.
A todo esto... ¿qué hace Taniguchi dibujando un western? Bueno, esta obra de 2004, escrita por Yoshiharu Imaizumi, no es exactamente una de cowboys pendencieros que se cagan a trompadas en el saloon y se baten a duelo con sus colt en las polvorientas calles de algún pueblito choto cuyo nombre contiene las palabras Town o Gulch. Esta es una historia, como tantas de las que dibujara Taniguchi a lo largo de su ilustre carrera, de contrapunto entre el hombre y la naturaleza. Una región ganadera de gran prosperidad, en la que se concentran enormes rebaños de vacas y ovejas, es asolada por una manada de lobos liderada por “el Rey”, un animal mucho más fuerte, ágil, rápido e ingenioso que los típicos lobos a los que los ganaderos capturaban sin mayor inconveniente. Esta situación llega a oídos del canadiense Ernest Thompson Seton, pintor y estudioso de la naturaleza, quien en 1893 llega a Currumpaw a ver si puede ayudar a los hacendados a erradicar la amenaza de “el Rey”.
Con eso, más algunos flashbacks al pasado de Seton como artista plástico en París, Imaizumi llena 270 páginas de un manga que avanza lento, pero se disfruta a full. Secuencia tras secuencia, se entabla el duelo entre el capo de los lobos y este tipo finoli, más acostumbrado a la pluma y el pincel que a la pala, el pico y el alambre de púas, un extranjero en tierra extraña que sin embargo sabe mucho más sobre las costumbres de los lobos que los cowboys más curtidos de la región. Como el querido Wile E. Coyote, Seton pondrá un montón de trampas que fracasarán, porque “el Rey” es cuadrúpedo, pero no boludo. Y ya a punto de cejar, la obsesión de Seton por este majestuoso depredador lo llevará a hacer un último intento. Un intento que lo obliga a romper códigos, pero que finalmente lo conduce al éxito. Sobre el final, cuando “el Rey” se nos muestra por fin vulnerable, primitivo, en desventaja frente a los humanos a los que le pintó la cara todo el libro, Imaizumi pega un giro magistral y le plantea a su héroe un dilema ético realmente espeso.
Humanos versus lobos, salvajes versus domésticos, instinto versus ingenio, así está planteado este duelo que tiene por marco unas planicies, unas montañas y unos desfiladeros con los que Taniguchi hace maravillas. Sus lobos son impresionantes, repletos de expresividad y hasta distintos entre sí. El guión le permite a nuestro mangaka favorito colgarse en secuencias donde todo pasa por la contemplación de los paisajes agrestes, algo que a Taniguchi le gusta demasiado y desde siempre. Y cuando irrumpe la acción, el ídolo se luce con persecuciones, combates y hasta masacres (de vacas, ovejas y perros) sumamente impactantes, pensadas para quitarte el aliento. La puesta en página y la aplicación de los grises con tramas mecánicas (probablemente en el photoshop) también potencian muchísimo este prodigioso laburo de Taniguchi, en cuya maquetación para la edición española (y yanki, supongo) metió mano mi amigo Edu Di Costa.
Este es un manga de gran calidad, una lectura tan placentera como inquietante. Y lo más lindo: si bien cierran todas las líneas argumentales, es apenas el primer tomo de una serie de tres, así que pronto habrá más Seton.
A todo esto... ¿qué hace Taniguchi dibujando un western? Bueno, esta obra de 2004, escrita por Yoshiharu Imaizumi, no es exactamente una de cowboys pendencieros que se cagan a trompadas en el saloon y se baten a duelo con sus colt en las polvorientas calles de algún pueblito choto cuyo nombre contiene las palabras Town o Gulch. Esta es una historia, como tantas de las que dibujara Taniguchi a lo largo de su ilustre carrera, de contrapunto entre el hombre y la naturaleza. Una región ganadera de gran prosperidad, en la que se concentran enormes rebaños de vacas y ovejas, es asolada por una manada de lobos liderada por “el Rey”, un animal mucho más fuerte, ágil, rápido e ingenioso que los típicos lobos a los que los ganaderos capturaban sin mayor inconveniente. Esta situación llega a oídos del canadiense Ernest Thompson Seton, pintor y estudioso de la naturaleza, quien en 1893 llega a Currumpaw a ver si puede ayudar a los hacendados a erradicar la amenaza de “el Rey”.
Con eso, más algunos flashbacks al pasado de Seton como artista plástico en París, Imaizumi llena 270 páginas de un manga que avanza lento, pero se disfruta a full. Secuencia tras secuencia, se entabla el duelo entre el capo de los lobos y este tipo finoli, más acostumbrado a la pluma y el pincel que a la pala, el pico y el alambre de púas, un extranjero en tierra extraña que sin embargo sabe mucho más sobre las costumbres de los lobos que los cowboys más curtidos de la región. Como el querido Wile E. Coyote, Seton pondrá un montón de trampas que fracasarán, porque “el Rey” es cuadrúpedo, pero no boludo. Y ya a punto de cejar, la obsesión de Seton por este majestuoso depredador lo llevará a hacer un último intento. Un intento que lo obliga a romper códigos, pero que finalmente lo conduce al éxito. Sobre el final, cuando “el Rey” se nos muestra por fin vulnerable, primitivo, en desventaja frente a los humanos a los que le pintó la cara todo el libro, Imaizumi pega un giro magistral y le plantea a su héroe un dilema ético realmente espeso.
Humanos versus lobos, salvajes versus domésticos, instinto versus ingenio, así está planteado este duelo que tiene por marco unas planicies, unas montañas y unos desfiladeros con los que Taniguchi hace maravillas. Sus lobos son impresionantes, repletos de expresividad y hasta distintos entre sí. El guión le permite a nuestro mangaka favorito colgarse en secuencias donde todo pasa por la contemplación de los paisajes agrestes, algo que a Taniguchi le gusta demasiado y desde siempre. Y cuando irrumpe la acción, el ídolo se luce con persecuciones, combates y hasta masacres (de vacas, ovejas y perros) sumamente impactantes, pensadas para quitarte el aliento. La puesta en página y la aplicación de los grises con tramas mecánicas (probablemente en el photoshop) también potencian muchísimo este prodigioso laburo de Taniguchi, en cuya maquetación para la edición española (y yanki, supongo) metió mano mi amigo Edu Di Costa.
Este es un manga de gran calidad, una lectura tan placentera como inquietante. Y lo más lindo: si bien cierran todas las líneas argumentales, es apenas el primer tomo de una serie de tres, así que pronto habrá más Seton.
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Yoshiharu Imaizumi
sábado, 21 de julio de 2012
21/ 07: SE FUE NOLAN, ¿Y AHORA?
Y ahora hay que volver a empezar. ¿Qué tan pronto? Dependerá de cómo le vaya a la película de Superman. Si a Superman le va bien, lo más probable es que la Warner deje descansar unos años a Batman, sin salir a buscar nuevo director, nuevo elenco y demás. En cambio, si a Superman le va mal, la necesidad de facturar (y de hacerle el aguante a Marvel) va a lograr que gane la desesperación y que en 2014 tengamos una nueva peli de Batman, probablemente chotísima, pero pensada para recaudar fortunas, y el que se irá al freezer (una vez más) será Superman.
Tarde o temprano –esto es obvio- Batman va a volver a la pantalla gigante. ¿Qué haría yo si fuera la Warner? Una sóla ley tallada en piedra: No Más Guiones Originales. O sea, de acá en más, no contratamos guionistas para que reversionen a Batman, sus mitos, sus villanos, su historia, sino para que adapten a la pantalla grande historias que ya existen en el comic. Algo así como lo que están haciendo en las películas de dibujos animados hace unos años: no se inventan más argumentos, se adaptan (con distinta suerte) los que ya existen.
Las ventajas de esto serían infinitas. Por un lado, se podría frutear menos. No tendríamos nunca a un Bane medio subnormal mascota de Posion Ivy, por ejemplo. Los personajes actuarían de un modo más previsible (por lo menos para los lectores de comics) y dejarían de estar sujetos a los caprichos frutihortícolas de unos guionistas pasados de rosca que duermen noche por medio en la guardia de Toxicomanía de algún hospital de Beverly Hills. Si nos comemos garrones, será porque alguien decide adaptar –ponele- la excecrable All-Star Batman & Robin. Pero le vamos a poder echar la culpa a Frank Miller, que es más divertido que putear a un guionista de cine al que casi nadie conoce.
Y lo más interesante: se podrían filmar varias películas al mismo tiempo! La propia DC admite que Batman acepta más de una versión, por eso edita en simultáneo historietas más dark, historietas más infantiles, cada tanto una graphic novel donde lo que pesa es la impronta autoral de algún nombre grosso, etc., y lo piola de todo eso es que no se intenta homogeneizar un criterio, una visión únicos. Si DC puede contratar a ocho o nueve dibujantes y guionistas distintos, ¿por qué la Warner no puede hacer lo mismo con los directores y los actores?. Ponele que viene... Guy Ritchie y dice “quiero filmar Hush y quiero de protagonista a Jason Statham”. “Bueno, dale”, le dicen los capos de Warner. Al mismo tiempo cae... Kevin Smith y dice “quiero filmar una de las sagas que escribí yo y quiero de protagonista a Ben Affleck”. “Bueno, dale”... y así, hasta garantizar una peli por año.
Algunas serían trilogías (No Man´s Land, ponele) y otras serían sólo un par de horas. Nadie se escandalizaría si está Robin o no está Robin: estará si estaba en la historieta elegida por el director, y si no, no. Sea porque murió Heath Ledger, o porque Chacarita descendió a la B Metropolitana, las pelis de Batman nunca repitieron villanos dentro de la misma etapa. Con mi sistema, no sería obligatorio ni repetir villanos ni variarlos siempre: dependerá –de nuevo- de quiénes aparecían en los comics. Por supuesto, los productores podrían sumar un personaje, o eliminar a alguno que sobre (en Hush, serían el 90% de los que aparecen), estirar una saga corta o comprimir una muy larga, pero la base vendría ya sentada por los comics.
Lo cual además sería sumamente beneficioso para DC, porque en el momento del estreno de una peli basada en –ponele- Prey (clásico memorable de Doug Moench y Paul Gulacy), la historieta se reeditaría y pasaría de estar semi-olvidada en la batea de alguna comiquería, a vender fortunas. Los autores de los comics se llevarían un lindo cheque y todos felices.
Los únicos “perjudicados” seríamos los comiqueros, porque iríamos al cine sabiendo casi minuciosamente qué va a pasar, qué personajes van a aparecer, qué onda va a tener la peli y –sobre todo- cómo va a terminar. Sería mucho menos emocionante que lo que vivimos en el cine de 1989 para acá, pero por otro lado nos ahorraríamos varios disgustos. Si adaptan una saga que te parece chota, no la vas a ver y listo. Total, ya sabés lo que pasa, porque leíste el comic.
Piénsenlo, muchachos de la Warner. Les regalo desinteresadamente esta idea, que además es la que están usando ustedes en las pelis animadas. No arriesguemos más: con Nolan les salieron todas bien. Con los anteriores, casi ninguna. Confíen en lo que ya existe, apuesten sobre seguro: Denny O´Neil, Doug Moench, Alan Grant, Frank Miller, Alan Moore, Matt Wagner, Grant Morrison, Paul Dini, Greg Rucka, Scott Snyder, llegado el caso Chuck Dixon, Judd Winick y hasta Jeph Loeb tienen en su haber historias de Batman dignas de ser mostradas al público masivo, al que nunca leyó historietas. Ahí hay materia prima de gran nivel, y cuanto menos mano le metan, mejor se va a ver en pantalla. De nada.
Tarde o temprano –esto es obvio- Batman va a volver a la pantalla gigante. ¿Qué haría yo si fuera la Warner? Una sóla ley tallada en piedra: No Más Guiones Originales. O sea, de acá en más, no contratamos guionistas para que reversionen a Batman, sus mitos, sus villanos, su historia, sino para que adapten a la pantalla grande historias que ya existen en el comic. Algo así como lo que están haciendo en las películas de dibujos animados hace unos años: no se inventan más argumentos, se adaptan (con distinta suerte) los que ya existen.
Las ventajas de esto serían infinitas. Por un lado, se podría frutear menos. No tendríamos nunca a un Bane medio subnormal mascota de Posion Ivy, por ejemplo. Los personajes actuarían de un modo más previsible (por lo menos para los lectores de comics) y dejarían de estar sujetos a los caprichos frutihortícolas de unos guionistas pasados de rosca que duermen noche por medio en la guardia de Toxicomanía de algún hospital de Beverly Hills. Si nos comemos garrones, será porque alguien decide adaptar –ponele- la excecrable All-Star Batman & Robin. Pero le vamos a poder echar la culpa a Frank Miller, que es más divertido que putear a un guionista de cine al que casi nadie conoce.
Y lo más interesante: se podrían filmar varias películas al mismo tiempo! La propia DC admite que Batman acepta más de una versión, por eso edita en simultáneo historietas más dark, historietas más infantiles, cada tanto una graphic novel donde lo que pesa es la impronta autoral de algún nombre grosso, etc., y lo piola de todo eso es que no se intenta homogeneizar un criterio, una visión únicos. Si DC puede contratar a ocho o nueve dibujantes y guionistas distintos, ¿por qué la Warner no puede hacer lo mismo con los directores y los actores?. Ponele que viene... Guy Ritchie y dice “quiero filmar Hush y quiero de protagonista a Jason Statham”. “Bueno, dale”, le dicen los capos de Warner. Al mismo tiempo cae... Kevin Smith y dice “quiero filmar una de las sagas que escribí yo y quiero de protagonista a Ben Affleck”. “Bueno, dale”... y así, hasta garantizar una peli por año.
Algunas serían trilogías (No Man´s Land, ponele) y otras serían sólo un par de horas. Nadie se escandalizaría si está Robin o no está Robin: estará si estaba en la historieta elegida por el director, y si no, no. Sea porque murió Heath Ledger, o porque Chacarita descendió a la B Metropolitana, las pelis de Batman nunca repitieron villanos dentro de la misma etapa. Con mi sistema, no sería obligatorio ni repetir villanos ni variarlos siempre: dependerá –de nuevo- de quiénes aparecían en los comics. Por supuesto, los productores podrían sumar un personaje, o eliminar a alguno que sobre (en Hush, serían el 90% de los que aparecen), estirar una saga corta o comprimir una muy larga, pero la base vendría ya sentada por los comics.
Lo cual además sería sumamente beneficioso para DC, porque en el momento del estreno de una peli basada en –ponele- Prey (clásico memorable de Doug Moench y Paul Gulacy), la historieta se reeditaría y pasaría de estar semi-olvidada en la batea de alguna comiquería, a vender fortunas. Los autores de los comics se llevarían un lindo cheque y todos felices.
Los únicos “perjudicados” seríamos los comiqueros, porque iríamos al cine sabiendo casi minuciosamente qué va a pasar, qué personajes van a aparecer, qué onda va a tener la peli y –sobre todo- cómo va a terminar. Sería mucho menos emocionante que lo que vivimos en el cine de 1989 para acá, pero por otro lado nos ahorraríamos varios disgustos. Si adaptan una saga que te parece chota, no la vas a ver y listo. Total, ya sabés lo que pasa, porque leíste el comic.
Piénsenlo, muchachos de la Warner. Les regalo desinteresadamente esta idea, que además es la que están usando ustedes en las pelis animadas. No arriesguemos más: con Nolan les salieron todas bien. Con los anteriores, casi ninguna. Confíen en lo que ya existe, apuesten sobre seguro: Denny O´Neil, Doug Moench, Alan Grant, Frank Miller, Alan Moore, Matt Wagner, Grant Morrison, Paul Dini, Greg Rucka, Scott Snyder, llegado el caso Chuck Dixon, Judd Winick y hasta Jeph Loeb tienen en su haber historias de Batman dignas de ser mostradas al público masivo, al que nunca leyó historietas. Ahí hay materia prima de gran nivel, y cuanto menos mano le metan, mejor se va a ver en pantalla. De nada.
viernes, 20 de julio de 2012
20/ 07: THE DARK KNIGHT RISES
Epa! ¿Cuatro veces al cine en menos de 7 meses? Ya casi parezco una persona normal... Bueno, agarrate, que se viene otro festival del spoiler...
A ver, ¿cómo se supera The Dark Knight? Simple: no se supera. No se puede hacer una peli de Batman mejor que The Dark Knight. ¿Y entonces para qué hacer una secuela? Para cerrar la trilogía que empezó en 2005 de un modo más... razonable que como terminaba el hitazo de 2008. Cuando digo “más razonable” digo menos dark, con menos sensación de que está todo para el orto. ...Rises no es una fiesta ni mucho menos, pero no está tan impregnada de corrupción y perversión como su antecesora. De hecho, ninguno de los dos villanos son irredimiblemente malos. Bane sí, se pasa de heavy, de ortiva entre los ortivas. Casi podría dirigir la AFIP de Apokolips de tan ortiva. Pero si bien es un zarpado, cruel e inmisericorde, no actúa por maldad, sino por convicción. Cree en algo que a nosotros no nos cierra y está dispuesto a todo. Por eso es “el malo”. Y Selina Kyle (a quien en ningún momento nadie llama “Catwoman”) no es exactamente una villana. Traiciona, miente, juega siempre para el Club Atlético Selina Kyle, pero cuando los dilemas morales se hacen acuciantes, se pone del lado correcto.
Ah, pero falta un villano! Está encubierto y yo no lo vi venir (a pesar de las pistas que nos regala Christopher Nolan). No te lo quiero cagar, pero tiene mucho que ver con la primera peli. De alguna manera, lo que empezó Ra´s al Ghul en Batman Begins lo tiene que terminar... alguien, para dar la sensación de que todo cierra.
O sea que al tener un villano encubierto y una veleta que va y viene (Selina), el argumento es más lineal: es la lucha de Batman contra Bane, que viene a escupirle el asado a una Gotham donde el bati-oreja lleva ocho años sin aparecer. Y es una lucha clásica: se enfrentan, el héroe pierde por goleada y tiene que tratar de volver a ascender (a Primera, supongo) antes de que se pudra todo. Es muy loco cómo Batman pierde tiempo. En los últimos 10 minutos de una cuenta regresiva fatal, el tipo saluda a los amigos, habla boludeces, se transa una mina, baja línea... en vez de apurarse para detener el apocalipsis! Pero bueno, vos sabés que lo va a lograr. El tema es a qué costo.
Lo mejor que tiene la peli es cómo presenta a un nuevo héroe, Blake, un personaje fundamental en la historia, el único que hace siempre lo correcto. Un grosso, mal. El giro en el que te avivás quién es el villano encubierto también es brillante. Y lo más choto (acá me spoileo la vida) es la última escena, en la que Bruce Wayne aparece vivo. Nah, me estás jodiendo. ¿Cómo zafa? Y lo más importante: ¿para qué? ¿Para qué carajo dejás vivo a Bruce Wayne, si a) es el final de la trilogía y el que venga después se va a cagar en todo, b) ya hay un sucesor para Batman y c) ya le mataste a los padres, lo hiciste recorrer el mundo, volver a Gotham, ser Batman, dejar de ser Batman, volver a ser Batman, enamorarse de una mina, que se la maten, que lo culpen del asesinato de su amigo, que pierda su fortuna, que media Gotham sepa su identidad secreta, que le quiebren la espalda, que lo tiren en un calabozo inexpugnable y que –a pesar de todo- vuelva. ¿Para qué? ¿Qué le falta? ¿Ser jurado en Bailando por un Sueño? Al igual que en los comics, la obsesión de los guionistas con Bruce Wayne es inentendible. Mátenlo de una puta vez y déjenlo muerto 25 años, mínimo.
La peli es larga (164 minutos) pero no se sufre, por el contrario, se hace ágil y llevadera. Le sobra un poco de machaca y grandilocuencia y no tiene aquellos diálogos memorables que mandara Heath Ledger bajo el maquillaje del Joker en la peli anterior. Igual están muy afilados los Tres Grandes (Morgan Freeman, Michael Caine y Gary Oldman) y sobre todo Anne Hathaway, que no sobreactúa la faceta sexy de Selina, no la hace un yiro disfrazado de gato que se la pasa lamiendo gente. Tampoco acaricia gatitos, ni tiene un sólo gato en su casa. Eso me sorprendió.
De las tres pelis de Nolan, esta es la que tiene menos de policial y menos de espionaje. Tampoco es tan épica como la primera, me parece. Por momentos, parece coquetear con el género bélico (esa escena fastuosa en la que los canas se le van al humo al ejército de Bane) y por momentos se hace muy intimista, muy humana. Y sin que bajen la acción ni la emoción, lo cual es todo un logro. Hay cositas de Knightfall, de No Man´s Land, de Son of the Demon, de Bane of the Demon... y muchas otras que no tienen que ver con nada que hayas leído en los comics.
Hasta acá, entonces, llegó la Era Nolan. Fue el único que hizo tres pelis y el único que no hizo ninguna peli chota. Sacrificó algunos elementos copados (Gotham, por ejemplo, que acá es casi una ciudad cualquiera) y potenció infinitamente otros a los que nadie le había dado demasiada bola (Lucius Fox, por ejemplo, que acá tiene una chapa infinita). Le fue bárbaro en 2005, salió campeón invicto en 2008, peleó el torneo hasta el final en 2012 y redondeó una excelente campaña que andá a saber si alguien, alguna vez, logra repetir. Un maestro.
A ver, ¿cómo se supera The Dark Knight? Simple: no se supera. No se puede hacer una peli de Batman mejor que The Dark Knight. ¿Y entonces para qué hacer una secuela? Para cerrar la trilogía que empezó en 2005 de un modo más... razonable que como terminaba el hitazo de 2008. Cuando digo “más razonable” digo menos dark, con menos sensación de que está todo para el orto. ...Rises no es una fiesta ni mucho menos, pero no está tan impregnada de corrupción y perversión como su antecesora. De hecho, ninguno de los dos villanos son irredimiblemente malos. Bane sí, se pasa de heavy, de ortiva entre los ortivas. Casi podría dirigir la AFIP de Apokolips de tan ortiva. Pero si bien es un zarpado, cruel e inmisericorde, no actúa por maldad, sino por convicción. Cree en algo que a nosotros no nos cierra y está dispuesto a todo. Por eso es “el malo”. Y Selina Kyle (a quien en ningún momento nadie llama “Catwoman”) no es exactamente una villana. Traiciona, miente, juega siempre para el Club Atlético Selina Kyle, pero cuando los dilemas morales se hacen acuciantes, se pone del lado correcto.
Ah, pero falta un villano! Está encubierto y yo no lo vi venir (a pesar de las pistas que nos regala Christopher Nolan). No te lo quiero cagar, pero tiene mucho que ver con la primera peli. De alguna manera, lo que empezó Ra´s al Ghul en Batman Begins lo tiene que terminar... alguien, para dar la sensación de que todo cierra.
O sea que al tener un villano encubierto y una veleta que va y viene (Selina), el argumento es más lineal: es la lucha de Batman contra Bane, que viene a escupirle el asado a una Gotham donde el bati-oreja lleva ocho años sin aparecer. Y es una lucha clásica: se enfrentan, el héroe pierde por goleada y tiene que tratar de volver a ascender (a Primera, supongo) antes de que se pudra todo. Es muy loco cómo Batman pierde tiempo. En los últimos 10 minutos de una cuenta regresiva fatal, el tipo saluda a los amigos, habla boludeces, se transa una mina, baja línea... en vez de apurarse para detener el apocalipsis! Pero bueno, vos sabés que lo va a lograr. El tema es a qué costo.
Lo mejor que tiene la peli es cómo presenta a un nuevo héroe, Blake, un personaje fundamental en la historia, el único que hace siempre lo correcto. Un grosso, mal. El giro en el que te avivás quién es el villano encubierto también es brillante. Y lo más choto (acá me spoileo la vida) es la última escena, en la que Bruce Wayne aparece vivo. Nah, me estás jodiendo. ¿Cómo zafa? Y lo más importante: ¿para qué? ¿Para qué carajo dejás vivo a Bruce Wayne, si a) es el final de la trilogía y el que venga después se va a cagar en todo, b) ya hay un sucesor para Batman y c) ya le mataste a los padres, lo hiciste recorrer el mundo, volver a Gotham, ser Batman, dejar de ser Batman, volver a ser Batman, enamorarse de una mina, que se la maten, que lo culpen del asesinato de su amigo, que pierda su fortuna, que media Gotham sepa su identidad secreta, que le quiebren la espalda, que lo tiren en un calabozo inexpugnable y que –a pesar de todo- vuelva. ¿Para qué? ¿Qué le falta? ¿Ser jurado en Bailando por un Sueño? Al igual que en los comics, la obsesión de los guionistas con Bruce Wayne es inentendible. Mátenlo de una puta vez y déjenlo muerto 25 años, mínimo.
La peli es larga (164 minutos) pero no se sufre, por el contrario, se hace ágil y llevadera. Le sobra un poco de machaca y grandilocuencia y no tiene aquellos diálogos memorables que mandara Heath Ledger bajo el maquillaje del Joker en la peli anterior. Igual están muy afilados los Tres Grandes (Morgan Freeman, Michael Caine y Gary Oldman) y sobre todo Anne Hathaway, que no sobreactúa la faceta sexy de Selina, no la hace un yiro disfrazado de gato que se la pasa lamiendo gente. Tampoco acaricia gatitos, ni tiene un sólo gato en su casa. Eso me sorprendió.
De las tres pelis de Nolan, esta es la que tiene menos de policial y menos de espionaje. Tampoco es tan épica como la primera, me parece. Por momentos, parece coquetear con el género bélico (esa escena fastuosa en la que los canas se le van al humo al ejército de Bane) y por momentos se hace muy intimista, muy humana. Y sin que bajen la acción ni la emoción, lo cual es todo un logro. Hay cositas de Knightfall, de No Man´s Land, de Son of the Demon, de Bane of the Demon... y muchas otras que no tienen que ver con nada que hayas leído en los comics.
Hasta acá, entonces, llegó la Era Nolan. Fue el único que hizo tres pelis y el único que no hizo ninguna peli chota. Sacrificó algunos elementos copados (Gotham, por ejemplo, que acá es casi una ciudad cualquiera) y potenció infinitamente otros a los que nadie le había dado demasiada bola (Lucius Fox, por ejemplo, que acá tiene una chapa infinita). Le fue bárbaro en 2005, salió campeón invicto en 2008, peleó el torneo hasta el final en 2012 y redondeó una excelente campaña que andá a saber si alguien, alguna vez, logra repetir. Un maestro.
jueves, 19 de julio de 2012
19/ 07: MORTADELO Y FILEMON: EL CASO DEL SEÑOR PROBETA
Hora de despedirme de otra serie que me acompañó a lo largo de varios meses de blog. Por este año, no más Mortadelo y Filemón. Pero me voy arriba, con una historieta muy, muy graciosa, esta vez realmente escrita y dibujada por el maestro Francisco Ibáñez en 1991, cuando ya había logrado recuperar el control sobre sus personajes.
El Caso del Señor Probeta ofrece delirio de principio a fin. Un bizarro experimento genético del Profesor Bacterio da como resultado que un tipo común y silvestre logre adoptar a voluntad el aspecto o las habilidades de cualquier animal, una especie de Beast Boy y Animal Man, todo en uno. No se sabe por qué, este tipejo decide usar sus poderes para robar cosas valiosas y por supuesto, Mortadelo y Filemón deberán detenerlo. O por lo menos intentarlo.
La secuencia de gags arranca cuando el Súper convoca a los agentes a su oficina, sigue cuando estos se cruzan con el Señor Probeta por las calles de la ciudad, se descontrolan cuando los planes para capturarlo fracasan una y otra vez y cierran con alguna animalada que Mortadelo o Filemón hacen por accidente y que los fuerza a escaparse de la ciudad. Así, varias veces, en ciclos de unas seis páginas. Ibáñez se las ingenia para que cada vuelta de este loop interminable (son 44 páginas pero parecen 100) tenga sus propios chistes y su propio atractivo, generalmente vinculados a los animales a los que elige emular el Señor Probeta. La mejor secuencia tiene poco que ver con el Señor Probeta: es la de las páginas 23 y 24, cuando los agentes de la TIA invaden el departamento de Servando y Adalberta, un matrimonio cuya apacible vida conyugal se verá arruinada por el inepto accionar de nuestros héroes.
Para el final, el villano comienza a adoptar todo tipo de formas: se transforma en buzón, en árbol, en poste de luz, en teléfono público y hasta en otras personas. Claramente ahí había un potencial némesis para Mortadelo, famoso por su habilidad para los disfraces. Pero para Ibáñez el Señor Probeta es apenas un chiste más. De hecho, parte de la gracia de este personaje es que jamás habla y siempre tiene la misma expresión en el rostro.
El dibujo de Ibáñez está perfecto, bien afilado, muy plástico, muy zarpado a la hora de exagerar el grotesco de todos estos gags gobernados por el slapstick y la violencia desmedida. Lo más notable es cómo logra que el dibujo se luzca tanto en páginas y páginas de 10 u 11 viñetas. Por supuesto, con Ibáñez de vuelta al frente de la serie, no hay Señorita Irma que valga. Acá el elenco se limita a los básicos: Mortadelo, Filemón, el Súper y el Profesor Bacterio. Y si aparecen otros agentes de la TIA, es sólo a los efectos de algún gag puntual.
Bueno, no mucho más. Lo importante es que, cuando están bien hechas, las frenéticas peripecias de Mortadelo y Filemón resisten sin problemas el paso del tiempo. Y leídas de a una cada tanto, son muy, muy divertidas, incluso cuando Ibáñez decide no bajar línea, sino dedicarse a descontrolar con situaciones 100% bizarras y disparatadas. Larga vida a este glorioso par de subnormales.
El Caso del Señor Probeta ofrece delirio de principio a fin. Un bizarro experimento genético del Profesor Bacterio da como resultado que un tipo común y silvestre logre adoptar a voluntad el aspecto o las habilidades de cualquier animal, una especie de Beast Boy y Animal Man, todo en uno. No se sabe por qué, este tipejo decide usar sus poderes para robar cosas valiosas y por supuesto, Mortadelo y Filemón deberán detenerlo. O por lo menos intentarlo.
La secuencia de gags arranca cuando el Súper convoca a los agentes a su oficina, sigue cuando estos se cruzan con el Señor Probeta por las calles de la ciudad, se descontrolan cuando los planes para capturarlo fracasan una y otra vez y cierran con alguna animalada que Mortadelo o Filemón hacen por accidente y que los fuerza a escaparse de la ciudad. Así, varias veces, en ciclos de unas seis páginas. Ibáñez se las ingenia para que cada vuelta de este loop interminable (son 44 páginas pero parecen 100) tenga sus propios chistes y su propio atractivo, generalmente vinculados a los animales a los que elige emular el Señor Probeta. La mejor secuencia tiene poco que ver con el Señor Probeta: es la de las páginas 23 y 24, cuando los agentes de la TIA invaden el departamento de Servando y Adalberta, un matrimonio cuya apacible vida conyugal se verá arruinada por el inepto accionar de nuestros héroes.
Para el final, el villano comienza a adoptar todo tipo de formas: se transforma en buzón, en árbol, en poste de luz, en teléfono público y hasta en otras personas. Claramente ahí había un potencial némesis para Mortadelo, famoso por su habilidad para los disfraces. Pero para Ibáñez el Señor Probeta es apenas un chiste más. De hecho, parte de la gracia de este personaje es que jamás habla y siempre tiene la misma expresión en el rostro.
El dibujo de Ibáñez está perfecto, bien afilado, muy plástico, muy zarpado a la hora de exagerar el grotesco de todos estos gags gobernados por el slapstick y la violencia desmedida. Lo más notable es cómo logra que el dibujo se luzca tanto en páginas y páginas de 10 u 11 viñetas. Por supuesto, con Ibáñez de vuelta al frente de la serie, no hay Señorita Irma que valga. Acá el elenco se limita a los básicos: Mortadelo, Filemón, el Súper y el Profesor Bacterio. Y si aparecen otros agentes de la TIA, es sólo a los efectos de algún gag puntual.
Bueno, no mucho más. Lo importante es que, cuando están bien hechas, las frenéticas peripecias de Mortadelo y Filemón resisten sin problemas el paso del tiempo. Y leídas de a una cada tanto, son muy, muy divertidas, incluso cuando Ibáñez decide no bajar línea, sino dedicarse a descontrolar con situaciones 100% bizarras y disparatadas. Larga vida a este glorioso par de subnormales.
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Mortadelo y Filemón
miércoles, 18 de julio de 2012
18/ 07: TRANSMETROPOLITAN Vol.10
Bueno, terminé Transmetropolitan! Saldé una deuda conmigo mismo, contraída hace 15 larguísimos años, cuando empecé a comprar la serie en revistitas.
Este tomo es extra-large: además de los seis típicos episodios de la serie de Warren Ellis y Darick Roberston, trae 110 páginas más, con los dos libros de “artículos” escritos por Spider Jerusalem y las 9 portadas de Robertson para las primeras ediciones en TPB. Los artículos son medio un choreo. Son una galería de pin-ups de dibujantes casi siempre muy grossos, con textos (casi siempre breves) en los que Ellis hace hincapié en la mala leche de Spider y su relación enfermiza con la mega-urbe que lo vio nacer. Hay mínimas referencias a la trama política, pero casi todos son soliloquios de Spider hablando de sí mismo, de las drogas, las putas, las modas y de las miserias de la Ciudad.
Claro que la trama política es la protagonista excluyente de las 144 páginas que realmente importan, las que le ponen punto final a la saga. Spider contra Callahan, último round y lo que está en juego es nada menos que... todo. El final de Transmetropolitan se publicó hace 10 años, así que me siento habilitado a spoilear sin piedad: lo que finalmente sucede es que Spider, al límite de su aguante, logra derrocar al corrupto presidente de los EEUU. Y no organiza un asesinato, ni una revolución. Simplemente hace lo que todo periodista debería hacer: exponer la verdad que se oculta tras el chamuyo de los poderosos. Con sus chanchullos y delitos expuestos, el Sonrisas termina depuesto y en cana, como nos hubiera gustado ver a Carlos Menem, por ejemplo. Pero claro, para eso hace falta que la sociedad y la clase política sientan asco por las transgresiones de su gobernante y acá a Carlos lo votaban y lo reivindicaban hasta cuando ocultaba las pruebas para que no se supiera quién mató a su hijo.
Con bastante acción, con unos cuantos chistes, con un personaje muy secundario (el papá de Yelena) que espera hasta el final para pelar chapa, con un epílogo excelente, estos seis episodios no pierden tiempo en descripciones, ni en el jugueteo previo. Esto es –por fin- un comic de palo y a la bolsa, donde las escenas tranqui se concentran en el epílogo, cuando el conflicto heavy ya está recontra-resuelto. Al final, la Verdad le gana a la Mentira y todos felices, aunque Ellis se empecine en recordarnos que el adalid de la Verdad es un hijo de mil putas, perverso e irredimible hasta el final. Que haya luchado contra otro hijo, nieto y bisnieto de puta y defendido una causa justa, no hace que Spider sea un buen tipo y eso nos lo subrayan –para mi gusto- demasiadas veces.
Lo de Robertson es –una vez más- correctísimo, con un buen equilibrio entre páginas en las que deja la vida y páginas pensadas para ser sacadas con fritas. Acá se banca escenas realmente difíciles de dibujar, como un combate entre dos multitudes, o una persecución de autos, que es algo tan complicado de plasmar con fuerza en una historieta. Y por supuesto, muchas escenas de las que a él le gustan: dos cabezas, cero fondo y mucho diálogo, con un par de expresiones faciales copadas y no mucho más.
Transmetropolitan es, hasta el final, un comic combativo, cáustico, incómodo. No sé si contracultural, pero sí revolucionario, en el sentido de que se propone sacudir nuestras ideas, cambiar nuestra forma de pensar no sólo cómo va a ser el futuro, sino también cómo encaramos la vida en sociedad, nuestra relación con la justicia, con la política, con los medios de comunicación. Eso sólo lo hace magistral y nos deja en deuda eterna con Warren Ellis, porque no cualquiera se plantea semejante hecatombe mental, y menos a través de una obra que te atrapa, te calienta, te divierte y hasta te hace reir.
Qué lindo hubiese sido tener un Spider Jerusalem en Argentina hace 10 años, cuando la policía de Duhalde asesinaba a Kosteki y Santillán y el “periodismo independiente” titulaba “La Crisis Causó Dos Nuevas Muertes”...
Este tomo es extra-large: además de los seis típicos episodios de la serie de Warren Ellis y Darick Roberston, trae 110 páginas más, con los dos libros de “artículos” escritos por Spider Jerusalem y las 9 portadas de Robertson para las primeras ediciones en TPB. Los artículos son medio un choreo. Son una galería de pin-ups de dibujantes casi siempre muy grossos, con textos (casi siempre breves) en los que Ellis hace hincapié en la mala leche de Spider y su relación enfermiza con la mega-urbe que lo vio nacer. Hay mínimas referencias a la trama política, pero casi todos son soliloquios de Spider hablando de sí mismo, de las drogas, las putas, las modas y de las miserias de la Ciudad.
Claro que la trama política es la protagonista excluyente de las 144 páginas que realmente importan, las que le ponen punto final a la saga. Spider contra Callahan, último round y lo que está en juego es nada menos que... todo. El final de Transmetropolitan se publicó hace 10 años, así que me siento habilitado a spoilear sin piedad: lo que finalmente sucede es que Spider, al límite de su aguante, logra derrocar al corrupto presidente de los EEUU. Y no organiza un asesinato, ni una revolución. Simplemente hace lo que todo periodista debería hacer: exponer la verdad que se oculta tras el chamuyo de los poderosos. Con sus chanchullos y delitos expuestos, el Sonrisas termina depuesto y en cana, como nos hubiera gustado ver a Carlos Menem, por ejemplo. Pero claro, para eso hace falta que la sociedad y la clase política sientan asco por las transgresiones de su gobernante y acá a Carlos lo votaban y lo reivindicaban hasta cuando ocultaba las pruebas para que no se supiera quién mató a su hijo.
Con bastante acción, con unos cuantos chistes, con un personaje muy secundario (el papá de Yelena) que espera hasta el final para pelar chapa, con un epílogo excelente, estos seis episodios no pierden tiempo en descripciones, ni en el jugueteo previo. Esto es –por fin- un comic de palo y a la bolsa, donde las escenas tranqui se concentran en el epílogo, cuando el conflicto heavy ya está recontra-resuelto. Al final, la Verdad le gana a la Mentira y todos felices, aunque Ellis se empecine en recordarnos que el adalid de la Verdad es un hijo de mil putas, perverso e irredimible hasta el final. Que haya luchado contra otro hijo, nieto y bisnieto de puta y defendido una causa justa, no hace que Spider sea un buen tipo y eso nos lo subrayan –para mi gusto- demasiadas veces.
Lo de Robertson es –una vez más- correctísimo, con un buen equilibrio entre páginas en las que deja la vida y páginas pensadas para ser sacadas con fritas. Acá se banca escenas realmente difíciles de dibujar, como un combate entre dos multitudes, o una persecución de autos, que es algo tan complicado de plasmar con fuerza en una historieta. Y por supuesto, muchas escenas de las que a él le gustan: dos cabezas, cero fondo y mucho diálogo, con un par de expresiones faciales copadas y no mucho más.
Transmetropolitan es, hasta el final, un comic combativo, cáustico, incómodo. No sé si contracultural, pero sí revolucionario, en el sentido de que se propone sacudir nuestras ideas, cambiar nuestra forma de pensar no sólo cómo va a ser el futuro, sino también cómo encaramos la vida en sociedad, nuestra relación con la justicia, con la política, con los medios de comunicación. Eso sólo lo hace magistral y nos deja en deuda eterna con Warren Ellis, porque no cualquiera se plantea semejante hecatombe mental, y menos a través de una obra que te atrapa, te calienta, te divierte y hasta te hace reir.
Qué lindo hubiese sido tener un Spider Jerusalem en Argentina hace 10 años, cuando la policía de Duhalde asesinaba a Kosteki y Santillán y el “periodismo independiente” titulaba “La Crisis Causó Dos Nuevas Muertes”...
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martes, 17 de julio de 2012
17/ 07: EL NEGRO BLANCO Vol.8
Yo venía mal cebado con Spider Jerusalem y le termino metiendo los cuernos con otro periodista, con un poquito menos de onda... Nah, era una joda, mañana termino Transmetropolitan, lo juro.
Para este tomo de El Negro Blanco, Carlos Trillo y Ernesto García Seijas vuelven a la fórmula probada y aceptada por los seguidores de la tira. Cero innovación, todo dentro de los parámetros que ya sabemos que funcionan. El tomo arranca arriba, con un cuarto sueño, el de Marcucci, que cierra de alguna manera “la saga de los sueños” que vimos en el tomo anterior. Este sueño es el más flojo, está ahí sólo para recordarnos cuánto le cuesta al Negro decidirse entre Chispa (su ex) y Flopi (su actual). Pero es divertido, y le da a García Seijas la posibilidad de dibujar otras ambientaciones.
Las 34 páginas siguientes componen el tramo más flojo del tomo: se trata de la enésima situación confusa que alguien genera para que el Negro y Flopi se separen, con dos detalles mínimamente redimibles: el argumento se nutre muchísimo de la profesión de periodista del Negro (que acá termina por deschavar uno de esos sombríos mega-negociados tan típicos de la Argentina de Menem) y, aunque parezca mentira, el plan para separar a la pareja funciona: Flopi se va por tres meses a otro país y el Negro queda soltero.
¿Cómo suple Trillo la falta de Flopi? La clásica: con un nuevo personaje, en este caso el viejo y gastadísimo truco de una medio-hermana adolescente del Negro, a quien este jamás había oído nombrar y que se quedará a compartir departamento con el protagonista. La maniobra es burda pero el resultado no tanto: las 66 páginas que le quedan al tomo nos muestran a Morena Blanco como un verdadero hallazgo por parte de los autores, un personaje realmente bien pensado y con potencial de sobra para traer aires nuevos a la serie. Por supuesto, sin Flopi de por medio, Chispa recupera protagonismo y el que lo pierde es el periodismo. En todo este extenso tramo, la comedia romántica y de enredos desplaza por completo a la faceta periodística, a tal punto que, si en vez de en un diario el Negro laburara de repositor en un supermercado o de kinesiólogo en un hospital, sería todo exactamente igual.
Lo más importante es que, a pesar de ser fruto de una maniobra tan espuria como encajarle una hermana a un personaje que nunca tuvo hermanos, lo de Morena es meritorio y Trillo sale airoso del desafío de escribir (a los cuarenta y largos) a una chica de 17 que resulte más o menos creíble. El tomo termina con un nuevo sacudón al status quo: el regreso de Flopi, así que habrá que ver cómo se reacomodan las piezas en el próximo tomo.
El trabajo de García Seijas es absolutamente monumental. El ídolo se mata en cada fondo, en cada iluminación, cuida muchísimo los climas, las expresiones faciales, los detalles en la ropa, en el lenguaje corporal y hasta se da el lujo de jugar con algunas convenciones de ese otro lenguaje que maneja de taquito, que es el de la narrativa secuencial. Desde las chicas super-sensuales hasta los freaks más trastornados, todos los personajes de García Seijas (excepto Cococha, como ya señalamos la vez pasada) podrían existir en la realidad y de, de hecho, lo más probable es que existan y que este maestro del dibujo realista los haya convertido en criaturas de papel y tinta. Impresionante de verdad, sobre todo si pensamos que esto está dibujado de a tres o cuatro viñetas por día.
Humor y romance, erotismo (light) y costumbrismo (a full) y un dibujo inhumanamente bueno son las claves gracias a las cuales El Negro Blanco puede pelear un lugar entre las tiras realmente populares y gratamente recordables de la historieta argentina.
Para este tomo de El Negro Blanco, Carlos Trillo y Ernesto García Seijas vuelven a la fórmula probada y aceptada por los seguidores de la tira. Cero innovación, todo dentro de los parámetros que ya sabemos que funcionan. El tomo arranca arriba, con un cuarto sueño, el de Marcucci, que cierra de alguna manera “la saga de los sueños” que vimos en el tomo anterior. Este sueño es el más flojo, está ahí sólo para recordarnos cuánto le cuesta al Negro decidirse entre Chispa (su ex) y Flopi (su actual). Pero es divertido, y le da a García Seijas la posibilidad de dibujar otras ambientaciones.
Las 34 páginas siguientes componen el tramo más flojo del tomo: se trata de la enésima situación confusa que alguien genera para que el Negro y Flopi se separen, con dos detalles mínimamente redimibles: el argumento se nutre muchísimo de la profesión de periodista del Negro (que acá termina por deschavar uno de esos sombríos mega-negociados tan típicos de la Argentina de Menem) y, aunque parezca mentira, el plan para separar a la pareja funciona: Flopi se va por tres meses a otro país y el Negro queda soltero.
¿Cómo suple Trillo la falta de Flopi? La clásica: con un nuevo personaje, en este caso el viejo y gastadísimo truco de una medio-hermana adolescente del Negro, a quien este jamás había oído nombrar y que se quedará a compartir departamento con el protagonista. La maniobra es burda pero el resultado no tanto: las 66 páginas que le quedan al tomo nos muestran a Morena Blanco como un verdadero hallazgo por parte de los autores, un personaje realmente bien pensado y con potencial de sobra para traer aires nuevos a la serie. Por supuesto, sin Flopi de por medio, Chispa recupera protagonismo y el que lo pierde es el periodismo. En todo este extenso tramo, la comedia romántica y de enredos desplaza por completo a la faceta periodística, a tal punto que, si en vez de en un diario el Negro laburara de repositor en un supermercado o de kinesiólogo en un hospital, sería todo exactamente igual.
Lo más importante es que, a pesar de ser fruto de una maniobra tan espuria como encajarle una hermana a un personaje que nunca tuvo hermanos, lo de Morena es meritorio y Trillo sale airoso del desafío de escribir (a los cuarenta y largos) a una chica de 17 que resulte más o menos creíble. El tomo termina con un nuevo sacudón al status quo: el regreso de Flopi, así que habrá que ver cómo se reacomodan las piezas en el próximo tomo.
El trabajo de García Seijas es absolutamente monumental. El ídolo se mata en cada fondo, en cada iluminación, cuida muchísimo los climas, las expresiones faciales, los detalles en la ropa, en el lenguaje corporal y hasta se da el lujo de jugar con algunas convenciones de ese otro lenguaje que maneja de taquito, que es el de la narrativa secuencial. Desde las chicas super-sensuales hasta los freaks más trastornados, todos los personajes de García Seijas (excepto Cococha, como ya señalamos la vez pasada) podrían existir en la realidad y de, de hecho, lo más probable es que existan y que este maestro del dibujo realista los haya convertido en criaturas de papel y tinta. Impresionante de verdad, sobre todo si pensamos que esto está dibujado de a tres o cuatro viñetas por día.
Humor y romance, erotismo (light) y costumbrismo (a full) y un dibujo inhumanamente bueno son las claves gracias a las cuales El Negro Blanco puede pelear un lugar entre las tiras realmente populares y gratamente recordables de la historieta argentina.
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lunes, 16 de julio de 2012
16/ 07: EL PREVIEWS DE SEPTIEMBRE
Nah, esto es una conspiración... Si no, no se explica! Vertigo anuncia TPBs de CUATRO de las series que estoy siguendo! Me destruyó! Mirá esto:
Scalped Vol.10, último tomo de la saga de Jason Aaron y R.M. Guéra. 128 páginas a u$ 14.99. Adentro, de una.
Hellblazer: The Devil´s Trenchcoat, otras 200 páginas de Peter Milligan, Giuseppe Camuncoli y algún invitado. Otros $ 16.99.
Sweet Tooth Vol.5, por Jeff Lemire y Matt Kindt. 160 páginas a u$ 14.99. Ni se duda.
The Unwritten Vol.6, mega-tomo de 240 páginas a míseros $ 16.99, todo escrito por Mike Carey y con dibujantes como Peter Gross, M.K. Perker, Bryan Talbot, Michael Kaluta, Dean Ormston y un tal Gabriel Hernández Walta. Adentro. Y ahí se me fueron u$ 64. Quedé más rengo que Sofovich...
A ver, ¿qué más me puedo comprar? El primer TPB de All-Star Western pinta irresistible: Justin Gray, Jimmy Palmiotti, Moritat, Jordi Bernet y Phil Winslade, 192 páginas a $ 16.99... No se discute más, me parece.
Marvel también saca muchos títulos interesantes: El TPB de Superior, de Mark Millar y Leinil Francis Yu pinta lindo, pero lo voy a dejar para otro momento. Sale el primer recopilatorio de Winter Soldier, con la gran dupla Ed Brubaker-Jackson Guice, que tanta chapa juntara en Captain America, pero este mes no lo puedo comprar. También me parecía atractivo el primer TPB de Wolverine & the X-Men, de Jason Aaron y Chris Bachalo, pero no se puede.
Finalmente me ensartaron con el Vol.3 de Journey Into Mystery, de Kieron Gillen y dibujantes a los que no juna nadie (hijos de puta, años sin sacar un TPB de esta serie y ahora salen todos juntos). No es barato, son 120 páginas a $ 16.99, pero bueno, lo necesito.
Y el otro choreo del que me hago cómplice es el TPB de Infernal Man-Thing, que además de la saguita homónima de Steve Gerber y Kevin Nowlan (maestros ambos), viene con varios reprints de los ´70, como para inflar el tomo y llegar a las 112 páginas. Me están cagando, pero igual se llevan mis u$ 14.99 sólo por las décadas que esperé para leer lo de Nowlan y Gerber.
Dark Horse saca en libro Marked Man, la serie de Howard Chaykin que salió en fetas en Dark Horse Presents. La esperaba muy alzado, pero es un hardcover, y por eso me quieren cobrar u$ 14.99 por 72 páginas. Ni mamado. Sáquenla en softco y cuentan conmigo.
Image recopila Secret, la serie de espionaje de Jonathan Hickman y un dibujante ignoto. Pinta grossa y no el libro no es caro (u$ 14.99 por 144 páginas), pero el presupuesto no me lo permite.
IDW ofrece el Vol.2 de Rocketeer Adventures, un compilado de historias cortas con un elenco de autores demasiado devastador como para enumerarlos. De nuevo, el caprichito del hardcover hace que 136 páginas valgan u$ 24.99 y yo digo “a comerla”. O a buscarlo en oferta en Amazon...
BOOM! Studios saca el segundo recopilatorio de Snarked, del ídolo Roger Langridge, y no le puedo decir que no. Son 112 páginas a u$ 14.99, no está mal.
La editorial británica Knockabout ofrece una versión del clásico Infierno del Dante a cargo del desconocido Kevin Jackson y el maestro Hunt Emerson. Me mega-ceba, pero son apenas 80 páginas a u$ 18.99. Se fueron un poquito al carajo.
Finalmente, una editorial de la que jamás había oído hablar llamada Transfuzion edita Inferno: a Sleep and Forgetting, una obra de la que tampoco había oído hablar y cuyo equipo creativo me sedujo: Mike Carey y Michael Gaydos. ¿Qué será esto? Huele a joyita que se le escapó a Vertigo y yo le timbeo mis últimos u$ 14.99.
¿Viste? Sin comprar ni manga ni comic europeo, el Previews también te puede condenar a la más absoluta indigencia. Esssss una lucha...
Scalped Vol.10, último tomo de la saga de Jason Aaron y R.M. Guéra. 128 páginas a u$ 14.99. Adentro, de una.
Hellblazer: The Devil´s Trenchcoat, otras 200 páginas de Peter Milligan, Giuseppe Camuncoli y algún invitado. Otros $ 16.99.
Sweet Tooth Vol.5, por Jeff Lemire y Matt Kindt. 160 páginas a u$ 14.99. Ni se duda.
The Unwritten Vol.6, mega-tomo de 240 páginas a míseros $ 16.99, todo escrito por Mike Carey y con dibujantes como Peter Gross, M.K. Perker, Bryan Talbot, Michael Kaluta, Dean Ormston y un tal Gabriel Hernández Walta. Adentro. Y ahí se me fueron u$ 64. Quedé más rengo que Sofovich...
A ver, ¿qué más me puedo comprar? El primer TPB de All-Star Western pinta irresistible: Justin Gray, Jimmy Palmiotti, Moritat, Jordi Bernet y Phil Winslade, 192 páginas a $ 16.99... No se discute más, me parece.
Marvel también saca muchos títulos interesantes: El TPB de Superior, de Mark Millar y Leinil Francis Yu pinta lindo, pero lo voy a dejar para otro momento. Sale el primer recopilatorio de Winter Soldier, con la gran dupla Ed Brubaker-Jackson Guice, que tanta chapa juntara en Captain America, pero este mes no lo puedo comprar. También me parecía atractivo el primer TPB de Wolverine & the X-Men, de Jason Aaron y Chris Bachalo, pero no se puede.
Finalmente me ensartaron con el Vol.3 de Journey Into Mystery, de Kieron Gillen y dibujantes a los que no juna nadie (hijos de puta, años sin sacar un TPB de esta serie y ahora salen todos juntos). No es barato, son 120 páginas a $ 16.99, pero bueno, lo necesito.
Y el otro choreo del que me hago cómplice es el TPB de Infernal Man-Thing, que además de la saguita homónima de Steve Gerber y Kevin Nowlan (maestros ambos), viene con varios reprints de los ´70, como para inflar el tomo y llegar a las 112 páginas. Me están cagando, pero igual se llevan mis u$ 14.99 sólo por las décadas que esperé para leer lo de Nowlan y Gerber.
Dark Horse saca en libro Marked Man, la serie de Howard Chaykin que salió en fetas en Dark Horse Presents. La esperaba muy alzado, pero es un hardcover, y por eso me quieren cobrar u$ 14.99 por 72 páginas. Ni mamado. Sáquenla en softco y cuentan conmigo.
Image recopila Secret, la serie de espionaje de Jonathan Hickman y un dibujante ignoto. Pinta grossa y no el libro no es caro (u$ 14.99 por 144 páginas), pero el presupuesto no me lo permite.
IDW ofrece el Vol.2 de Rocketeer Adventures, un compilado de historias cortas con un elenco de autores demasiado devastador como para enumerarlos. De nuevo, el caprichito del hardcover hace que 136 páginas valgan u$ 24.99 y yo digo “a comerla”. O a buscarlo en oferta en Amazon...
BOOM! Studios saca el segundo recopilatorio de Snarked, del ídolo Roger Langridge, y no le puedo decir que no. Son 112 páginas a u$ 14.99, no está mal.
La editorial británica Knockabout ofrece una versión del clásico Infierno del Dante a cargo del desconocido Kevin Jackson y el maestro Hunt Emerson. Me mega-ceba, pero son apenas 80 páginas a u$ 18.99. Se fueron un poquito al carajo.
Finalmente, una editorial de la que jamás había oído hablar llamada Transfuzion edita Inferno: a Sleep and Forgetting, una obra de la que tampoco había oído hablar y cuyo equipo creativo me sedujo: Mike Carey y Michael Gaydos. ¿Qué será esto? Huele a joyita que se le escapó a Vertigo y yo le timbeo mis últimos u$ 14.99.
¿Viste? Sin comprar ni manga ni comic europeo, el Previews también te puede condenar a la más absoluta indigencia. Esssss una lucha...
domingo, 15 de julio de 2012
15/ 07: X-STATIX Vol.2
Tenía bastante abandonada a esta serie, pero bueno, a mí favor puedo decir que no es tan fácil conseguir estos libros.
Este tomo me gustó más que el anterior. Ofrece cinco episodios de la serie regular, una historia corta que salió en una X-Men Unlimited y la miniserie de dos números de Wolverine y Doop. Lo único que no escribe Peter Milligan son las 12 páginas de la X-Men Unlimited e incluso eso está muy bien. El guión lo escriben Mike Allred y Nick Derrington y lo dibuja este último, que no está ni por asomo al nivel de los otros dibujantes que meten mano en este TPB, pero no es horrendo ni mucho menos.
De los cinco numeritos de la serie central, los tres primeros forman una saga titulada The Moons of Venus, con mucho protagonismo para Venus Dee Milo y también para The Orphan, o Mr. Sensitive, o Guy Smith, quien vuelve al grupo después de su intempestiva salida en el tomo anterior. El argumento, una vez más, es perfectamente lineal y el guión está perfectamente ceñido a la fórmula tradicional de comic de superhéroes con grupito de personajes jóvenes. Milligan lima, como ya vimos, por el lado de los poderes de los héroes y villanos. Ese es el espacio que encuentra fértil para cultivar conceptos vanguardistas y arriesgados. Y por supuesto, mete diálogos brillantes, al límite del “nah, me estás jodiendo...”. “Somos un equipo de supehéroes posmodernos! Acá no hay lugar para la valentía!”, exclama en un momento The Anarchist. El mismo personaje tiene unas reflexiones geniales acerca de qué siente un negro machacando a otros negros durante una misión en Africa, y en la mini de Wolverine y Doop hay tantos chistes groseros que podría llenar una reseña entera sólo con eso.
¿Wolverine? ¿En serio? ¿No era que Milligan estaba creando un comic de autor dentro del mainstream? Bancá, que ya lo explico. Aparece bastante el Profesor Xavier, también, pero no hay traiciones. La independencia de esta serie no se negocia nunca. Además de la saguita inicial, hay dos unitarios excelentes: el primero jode a full con la industria cinematográfica y cómo esta toma a los superhéroes para convertirlos en cualquier otra cosa, a años luz de lo que son en las historietas. Y el segundo explora el pasado de U-Go Girl, la integrante del equipo caída en combate en los tomos anteriores. Acá también hay palos letales a Hollywood y un par de secuencias subiditas de tono, muy logradas. Este unitario cuenta con un invitado de lujo, el gran dibujante británico Philip Bond, que hace un trabajo notable.
En los otros cuatro episodios de la serie central lo tenemos al maestro Mike Allred en un gran nivel, como si no le pesara para nada la carga de las 22 páginas mensuales de lápiz y tinta. Allred es la síntesis perfecta entre lo bizarro y lo cool y por supuesto le sienta perfecto a esta serie, que parte de premisas cool y transita todo el tiempo la cornisa de la bizarreada, aunque con la suficiente ironía como para no caerse.
Y nos quedan los dos episodios de Wolverine y Doop, en los que Milligan forma equipo con uno de los mejores historietistas de todos los tiempos, un monstruo al que el talento no le entra en el cuerpo. Me refiero al ídolo canadiense Darwyn Cooke, quien acá deslumbra con sus homenajes a Will Eisner, combinados con una narrativa tipo Jack Kirby y unas minitas que nos recuerdan a Bruce Timm. El guión es una comedia deliciosa y punzante, de nuevo con la participación de un ser paranormal con unos poderes drogadísimos y el protagonismo muy bien repartido entre el petiso de las garras y la bola informe de color verde. No te digo que esas cuarentaipico de páginas valen lo que pagues por tomo el tomo, pero sí que son un cago de risa, repletas de acción, de situaciones desopilantes y obscenamente bien dibujadas por Cooke. Si se hace una vaquita para implantarle otro brazo a Cooke, así dibuja más historietas, cuenten conmigo.
Con Wolverine o sin Wolverine, a pesar de las X grandotas en la tapa y en los emblemas de los personajes, X-Statix avanza por el camino correcto: el del comic con una fuerte impronta autoral, en el que la temática superheroica (y el propio Universo Marvel) están encarados desde una óptica que no tiene nada que ver con ningún otro comic ni de esa época (2003) ni de ninguna otra. Será por eso que animalitos como Milligan, Allred y Cooke dejaron la vida en cada viñeta, cosa que no hubieran hecho sin Marvel los ponía a cargo del enésimo crossover entre 577 títulos mutantes. Pero claro, esto es de la época de Bill Jemas y Joe Quesada, cuando en Marvel había espacio para todo, incluso para los descuelgues experimentales como X-Statix. Hoy, esto no se publicaría ni en pedo, ni en Marvel ni en DC. En Image, por ahí sí.
Este tomo me gustó más que el anterior. Ofrece cinco episodios de la serie regular, una historia corta que salió en una X-Men Unlimited y la miniserie de dos números de Wolverine y Doop. Lo único que no escribe Peter Milligan son las 12 páginas de la X-Men Unlimited e incluso eso está muy bien. El guión lo escriben Mike Allred y Nick Derrington y lo dibuja este último, que no está ni por asomo al nivel de los otros dibujantes que meten mano en este TPB, pero no es horrendo ni mucho menos.
De los cinco numeritos de la serie central, los tres primeros forman una saga titulada The Moons of Venus, con mucho protagonismo para Venus Dee Milo y también para The Orphan, o Mr. Sensitive, o Guy Smith, quien vuelve al grupo después de su intempestiva salida en el tomo anterior. El argumento, una vez más, es perfectamente lineal y el guión está perfectamente ceñido a la fórmula tradicional de comic de superhéroes con grupito de personajes jóvenes. Milligan lima, como ya vimos, por el lado de los poderes de los héroes y villanos. Ese es el espacio que encuentra fértil para cultivar conceptos vanguardistas y arriesgados. Y por supuesto, mete diálogos brillantes, al límite del “nah, me estás jodiendo...”. “Somos un equipo de supehéroes posmodernos! Acá no hay lugar para la valentía!”, exclama en un momento The Anarchist. El mismo personaje tiene unas reflexiones geniales acerca de qué siente un negro machacando a otros negros durante una misión en Africa, y en la mini de Wolverine y Doop hay tantos chistes groseros que podría llenar una reseña entera sólo con eso.
¿Wolverine? ¿En serio? ¿No era que Milligan estaba creando un comic de autor dentro del mainstream? Bancá, que ya lo explico. Aparece bastante el Profesor Xavier, también, pero no hay traiciones. La independencia de esta serie no se negocia nunca. Además de la saguita inicial, hay dos unitarios excelentes: el primero jode a full con la industria cinematográfica y cómo esta toma a los superhéroes para convertirlos en cualquier otra cosa, a años luz de lo que son en las historietas. Y el segundo explora el pasado de U-Go Girl, la integrante del equipo caída en combate en los tomos anteriores. Acá también hay palos letales a Hollywood y un par de secuencias subiditas de tono, muy logradas. Este unitario cuenta con un invitado de lujo, el gran dibujante británico Philip Bond, que hace un trabajo notable.
En los otros cuatro episodios de la serie central lo tenemos al maestro Mike Allred en un gran nivel, como si no le pesara para nada la carga de las 22 páginas mensuales de lápiz y tinta. Allred es la síntesis perfecta entre lo bizarro y lo cool y por supuesto le sienta perfecto a esta serie, que parte de premisas cool y transita todo el tiempo la cornisa de la bizarreada, aunque con la suficiente ironía como para no caerse.
Y nos quedan los dos episodios de Wolverine y Doop, en los que Milligan forma equipo con uno de los mejores historietistas de todos los tiempos, un monstruo al que el talento no le entra en el cuerpo. Me refiero al ídolo canadiense Darwyn Cooke, quien acá deslumbra con sus homenajes a Will Eisner, combinados con una narrativa tipo Jack Kirby y unas minitas que nos recuerdan a Bruce Timm. El guión es una comedia deliciosa y punzante, de nuevo con la participación de un ser paranormal con unos poderes drogadísimos y el protagonismo muy bien repartido entre el petiso de las garras y la bola informe de color verde. No te digo que esas cuarentaipico de páginas valen lo que pagues por tomo el tomo, pero sí que son un cago de risa, repletas de acción, de situaciones desopilantes y obscenamente bien dibujadas por Cooke. Si se hace una vaquita para implantarle otro brazo a Cooke, así dibuja más historietas, cuenten conmigo.
Con Wolverine o sin Wolverine, a pesar de las X grandotas en la tapa y en los emblemas de los personajes, X-Statix avanza por el camino correcto: el del comic con una fuerte impronta autoral, en el que la temática superheroica (y el propio Universo Marvel) están encarados desde una óptica que no tiene nada que ver con ningún otro comic ni de esa época (2003) ni de ninguna otra. Será por eso que animalitos como Milligan, Allred y Cooke dejaron la vida en cada viñeta, cosa que no hubieran hecho sin Marvel los ponía a cargo del enésimo crossover entre 577 títulos mutantes. Pero claro, esto es de la época de Bill Jemas y Joe Quesada, cuando en Marvel había espacio para todo, incluso para los descuelgues experimentales como X-Statix. Hoy, esto no se publicaría ni en pedo, ni en Marvel ni en DC. En Image, por ahí sí.
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sábado, 14 de julio de 2012
14/ 07: FORGET ME NOT
Bueno, valió la pena tenerle paciencia a este manga y tomarse un cachito más de tiempo para recorrer sus 240 páginas. Con el correr de las historias, Kenji Tsuruta define mejor a los personajes y los conflictos, como para que la obra termine por ofrecer un marco atractivo y sólido.
¿Alcanza con eso? No, hacen falta también buenos guiones, y eso es lo que Forget Me Not no tiene. El planteo es muy ganchero: Mariel Imari, hija de un italiano y una japonesa, vive en Venecia, en una fastuosa mansión que fuera de su abuelo, un famoso detective privado. Para heredar la fortuna familiar, Mariel tiene que seguir los pasos de su abuelo: convertirse en detective y averiguar quién se robó de la mansión el cuadro más preciado para el viejo detective: un valioso lienzo llamado Forget Me Not. Mariel no es ninguna boluda, por el contrario, es muy inteligente. El tema es que es vaga, dispersa, colgada, no le sale eso de ponerse las pilas, concentrarse y trabajar. Entonces vive con lo justo, con las monedas que le tiran los turistas por la calle, mientras los sirvientes de la mansión la presionan para que se deje de joder y resuelva de una puta vez el caso del robo del cuadro. Sólo para que no le rompan más las bolas, Mariel va a aceptar algunos casos menores, los va a resolver y finalmente va a dar con Vecchio, el famoso ladrón de cuadros que se pungueó el Forget Me Not de la mansión del detective.
Parece una buena historia, no? Sin embargo Kenji Tsuruta se empecina en entorpecer el desarrollo con escenas confusas, que no aportan nada, escenas de cuelgue, diálogos enrevesados y un final muy precipitado, casi abrupto. Sobre todo en la segunda mitad del tomo, uno quiere que la cosa levante, que se encamine, porque ya se enganchó con la trama y ya compró a los personajes principales. Bueno, no. La historieta sigue a los tumbos, con el guión como principal obstáculo entre un buen planteo argumental y un buen manga.
Un detalle que rápidamente pasa de curioso a molesto es el de las tetas de Mariel. Desde temprano, Tsuruta nos da a entender que la protagonista luce un muy buen par de tetas, lo cual no está mal, por el contrario. Ahora, la cantidad de veces que los hombres le miran las tetas, los chistes que hace ella misma sobre sus tetas y las poses que dibuja Tsuruta para que nunca jamás se nos ocurra olvidarnos de esos suculentos senos ya son un poquito demasiado. Vestida o desnuda, disfrazada de cualquier cosa, Mariel es siempre “la de las tetas” y llega un punto en que eso aburre, porque el personaje tiene varias aristas más que valía la pena explorar. Por suerte Tsuruta le dedica bastante espacio a los otros contrapuntos de la personalidad de Mariel: la mina inteligente que desaprovecha su talento por colgada y la habitante de una mansión que vive como una crota. Todo suena más interesante que las tetas, pero bue...
Finalmente, lo que hace que uno nunca evalúe siquiera la posibilidad de dejar este manga por la mitad, es el dibujo. En este sentido, lo de Tsuruta es muy, muy notable. El estilo es realista, cercano al de Seimu Yoshizaki (la de Kingyo Used Books), pero con brotes de virtuosisimo, como si de pronto recibiera transfusiones de sangre radioactiva de Hiroaki Samura. La narrativa por momentos se hace confusa, la composición de las viñetas no brilla ni mucho menos, pero el dibujo en sí es realmente excelente. Las imágenes de Venecia que brotan del pincel de Tsuruta tienen una magia indescriptible y tanto sus aguadas como sus páginas a color muestran a un ilustrador de exquisita sutileza y buen gusto.
En fin, no me da para recomendar fervientemente este manga, pero tampoco puedo negar sus virtudes, porque están y son bastante conspicuas (como las gomas de Mariel). Una pena que el guión no le haga justicia al argumento y mucho menos al dibujo.
¿Alcanza con eso? No, hacen falta también buenos guiones, y eso es lo que Forget Me Not no tiene. El planteo es muy ganchero: Mariel Imari, hija de un italiano y una japonesa, vive en Venecia, en una fastuosa mansión que fuera de su abuelo, un famoso detective privado. Para heredar la fortuna familiar, Mariel tiene que seguir los pasos de su abuelo: convertirse en detective y averiguar quién se robó de la mansión el cuadro más preciado para el viejo detective: un valioso lienzo llamado Forget Me Not. Mariel no es ninguna boluda, por el contrario, es muy inteligente. El tema es que es vaga, dispersa, colgada, no le sale eso de ponerse las pilas, concentrarse y trabajar. Entonces vive con lo justo, con las monedas que le tiran los turistas por la calle, mientras los sirvientes de la mansión la presionan para que se deje de joder y resuelva de una puta vez el caso del robo del cuadro. Sólo para que no le rompan más las bolas, Mariel va a aceptar algunos casos menores, los va a resolver y finalmente va a dar con Vecchio, el famoso ladrón de cuadros que se pungueó el Forget Me Not de la mansión del detective.
Parece una buena historia, no? Sin embargo Kenji Tsuruta se empecina en entorpecer el desarrollo con escenas confusas, que no aportan nada, escenas de cuelgue, diálogos enrevesados y un final muy precipitado, casi abrupto. Sobre todo en la segunda mitad del tomo, uno quiere que la cosa levante, que se encamine, porque ya se enganchó con la trama y ya compró a los personajes principales. Bueno, no. La historieta sigue a los tumbos, con el guión como principal obstáculo entre un buen planteo argumental y un buen manga.
Un detalle que rápidamente pasa de curioso a molesto es el de las tetas de Mariel. Desde temprano, Tsuruta nos da a entender que la protagonista luce un muy buen par de tetas, lo cual no está mal, por el contrario. Ahora, la cantidad de veces que los hombres le miran las tetas, los chistes que hace ella misma sobre sus tetas y las poses que dibuja Tsuruta para que nunca jamás se nos ocurra olvidarnos de esos suculentos senos ya son un poquito demasiado. Vestida o desnuda, disfrazada de cualquier cosa, Mariel es siempre “la de las tetas” y llega un punto en que eso aburre, porque el personaje tiene varias aristas más que valía la pena explorar. Por suerte Tsuruta le dedica bastante espacio a los otros contrapuntos de la personalidad de Mariel: la mina inteligente que desaprovecha su talento por colgada y la habitante de una mansión que vive como una crota. Todo suena más interesante que las tetas, pero bue...
Finalmente, lo que hace que uno nunca evalúe siquiera la posibilidad de dejar este manga por la mitad, es el dibujo. En este sentido, lo de Tsuruta es muy, muy notable. El estilo es realista, cercano al de Seimu Yoshizaki (la de Kingyo Used Books), pero con brotes de virtuosisimo, como si de pronto recibiera transfusiones de sangre radioactiva de Hiroaki Samura. La narrativa por momentos se hace confusa, la composición de las viñetas no brilla ni mucho menos, pero el dibujo en sí es realmente excelente. Las imágenes de Venecia que brotan del pincel de Tsuruta tienen una magia indescriptible y tanto sus aguadas como sus páginas a color muestran a un ilustrador de exquisita sutileza y buen gusto.
En fin, no me da para recomendar fervientemente este manga, pero tampoco puedo negar sus virtudes, porque están y son bastante conspicuas (como las gomas de Mariel). Una pena que el guión no le haga justicia al argumento y mucho menos al dibujo.
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viernes, 13 de julio de 2012
13/ 07: HOY NO HAY NADA
Se com-
plicó... Estoy leyendo un manga que a) tiene más de 200 páginas, b) está editado en sentido de lectura oriental, c) está en francés, d) llegando a la mitad del tomo, no me termina de engan-
char demasiado.
Sumémosle el hecho de que estoy muy congestionado, lo cual me da somnolencia y dolor de cabeza, y el resultado es que del tomito que me propuse leer hoy, leí menos de la mitad. Y eso que le puse huevo... Pero no alcanzó, me ganó la pulseada, el hijo de puta.
Para mañana sí, va a estar la reseña de este manga, para el domingo habrá otra reseña, y así.
Hoy, para que no creas que me rasqué la chota, te puedo recomendar los Comic Clips que escribí para la Comiqueando Online y el articulito que redacté para Soretes Azules, que me consumió buena parte del tiempo libre que tenía acovachado para leer ese manguita y escribir la reseña nuestra de cada día.
La foto con la que ilustro este post la mostró alguien en Facebook y como me gustó mucho, la guardé. No tiene nada que ver con nada, pero está alucinante.
Sorry por el “faltazo” y la seguimos mañana...
plicó... Estoy leyendo un manga que a) tiene más de 200 páginas, b) está editado en sentido de lectura oriental, c) está en francés, d) llegando a la mitad del tomo, no me termina de engan-
char demasiado.
Sumémosle el hecho de que estoy muy congestionado, lo cual me da somnolencia y dolor de cabeza, y el resultado es que del tomito que me propuse leer hoy, leí menos de la mitad. Y eso que le puse huevo... Pero no alcanzó, me ganó la pulseada, el hijo de puta.
Para mañana sí, va a estar la reseña de este manga, para el domingo habrá otra reseña, y así.
Hoy, para que no creas que me rasqué la chota, te puedo recomendar los Comic Clips que escribí para la Comiqueando Online y el articulito que redacté para Soretes Azules, que me consumió buena parte del tiempo libre que tenía acovachado para leer ese manguita y escribir la reseña nuestra de cada día.
La foto con la que ilustro este post la mostró alguien en Facebook y como me gustó mucho, la guardé. No tiene nada que ver con nada, pero está alucinante.
Sorry por el “faltazo” y la seguimos mañana...
jueves, 12 de julio de 2012
12/ 07: JONAH HEX: BURY ME IN HELL
Llegamos al final, nomás. La gran serie de Jonah Hex iniciada en 2005 se terminó en el 2011, para dar pie al reboot de toda la línea editorial de DC. Cambió mil veces de dibujante (de hecho no tenía dibujante titular, sino dibujantes frecuentes) pero todo, absolutamente todo lo que pudimos leer a lo largo de 70 entregas mensuales fue escrito a cuatro manos por Justin Gray y Jimmy Palmiotti. La dupla arrancó con la idea correcta y la bancó hasta el final: este era un comic 100% de autor, pero dentro del mainstream de DC (o casi, porque nunca tuvo crossovers ni nada de esas boludeces con las que suelen contaminar incluso a muchos títulos que no están ambientados en el presente).
El último tomo tiene dos hallazgos más: mantenerse lejos de las historias extensas (que no fueron precisamente el fuerte de esta colección) y recopilar nada menos que 10 episodios de un saque. Ya sólo por eso, sería un TPB poco menos que fundamental. Pero además está el último episodio, el n° 70, que es un cierre perfecto, absolutamente brillante. Si después de esas 20 páginas nunca jamás se vuelve a escribir otra historieta de Hex, está todo más que bien. Ese fue el auténtico broche de oro, la despedida triunfal, en la que Gray y Palmiotti responden las preguntas que cualquier fan de esta serie seguro se hizo mil veces y elevan al personaje al status icónico que –me parece a mí- le corresponde. El dibujo decae a mitad de camino, porque arranca con muchas pilas Ryan Sook, pero no llega a terminar el capítulo y las últimas páginas se las dan a Diego Olmos. Igual es una joya.
El episodio que dibuja Eduardo Risso no tiene un guionazo, pero se disfruta a pleno porque vemos al león de Leones dibujar cosas que nunca antes había dibujado: el combate entre un hombre y un pulpo, un circo de freaks al estilo de la película de Tod Browning... y cowboys! ¿Cuándo había dibujado cowboys el maestro Risso? Creo que nunca.
A Nelson, en cambio, le tocó un guión notable, pero no estuvo a la altura de las circunstancias. Se nota demasiado que estamos ante un dibujante mediocre, al que dibujar decentemente le cuesta un huevo y la mitad del otro. La impactante Fiona Staples fue bendecida con otro guión zarpado, maligno y perturbador, muy bien dibujado aunque con algunos excesos en materia de referencia fotográfica. El amigo español Rafa Garrés (a quien conocí compartiendo pieza en un hostel de San Diego) se pasa un poco de vanguardista: opta por un estilo muy intrincado, muy raro, una mezcla indescifrable entre Shawn McManus, Alex Niño y Mick McMahon, con un color tipo historieta clásica española de Antonio Hernández Palacios, y el resultado es una cosa que no se termina de entender, a tal punto que ni llegás a engancharte con lo que narra el guión. Y el otro invitado de lujo es el canadiense Jeff Lemire, prócer del anti-virtuosismo, que la rompe en otras 20 páginas memorables, en las que el guión de la dupla levanta un vuelo soberbio y el creador de Sweet Tooth responde con su expresionismo agreste y visceral.
Los cuatro episodios restantes están a cargo de lo más parecido a un dibujante titular que tuvo la serie, el prócer catalán Jordi Bernet. No tiene mucho sentido volver a hablar maravillas de este monstruo. Alcanza con hacer clic en la etiqueta y ver lo que ya opinamos de sus trabajos anteriores. Sí vale la pena señalar que en las historias que dibuja Bernet, Gray y Palmiotti “ablandan un cachito” a Jonah Hex. Hay más comedia, no baja la cantidad de muertes escabrosas, pero sí se filtra un rayito de esperanza, en escenas en las que Hex parece un poco menos hijo de puta y un poco más redimible. De los cuatro guiones que dibuja el catalán, el primero se pasa de gracioso, el segundo es tremendamente escalofriante, el tercero tiene una tensión magnífica y un giro final alucinante y el cuarto es apenas interesante. Lo único impresionante son las excusas por las que los enemigos de Hex no lo hacen boleta cuando tienen la oportunidad...
Y bueno, la serie se termina acá (después de 11 libros de dignos para arriba) pero la historia de Hex, al estar integrada a una industria que necesita seguir facturando, sigue en la revista All-Star Western, cuyos TPBs me pediré ni bien me los ofrezcan, simplemente porque Gray y Palmiotti siguen llevando las riendas de la caripela más fulera del Oeste, aunque ahora se haya mudado al Este.
El último tomo tiene dos hallazgos más: mantenerse lejos de las historias extensas (que no fueron precisamente el fuerte de esta colección) y recopilar nada menos que 10 episodios de un saque. Ya sólo por eso, sería un TPB poco menos que fundamental. Pero además está el último episodio, el n° 70, que es un cierre perfecto, absolutamente brillante. Si después de esas 20 páginas nunca jamás se vuelve a escribir otra historieta de Hex, está todo más que bien. Ese fue el auténtico broche de oro, la despedida triunfal, en la que Gray y Palmiotti responden las preguntas que cualquier fan de esta serie seguro se hizo mil veces y elevan al personaje al status icónico que –me parece a mí- le corresponde. El dibujo decae a mitad de camino, porque arranca con muchas pilas Ryan Sook, pero no llega a terminar el capítulo y las últimas páginas se las dan a Diego Olmos. Igual es una joya.
El episodio que dibuja Eduardo Risso no tiene un guionazo, pero se disfruta a pleno porque vemos al león de Leones dibujar cosas que nunca antes había dibujado: el combate entre un hombre y un pulpo, un circo de freaks al estilo de la película de Tod Browning... y cowboys! ¿Cuándo había dibujado cowboys el maestro Risso? Creo que nunca.
A Nelson, en cambio, le tocó un guión notable, pero no estuvo a la altura de las circunstancias. Se nota demasiado que estamos ante un dibujante mediocre, al que dibujar decentemente le cuesta un huevo y la mitad del otro. La impactante Fiona Staples fue bendecida con otro guión zarpado, maligno y perturbador, muy bien dibujado aunque con algunos excesos en materia de referencia fotográfica. El amigo español Rafa Garrés (a quien conocí compartiendo pieza en un hostel de San Diego) se pasa un poco de vanguardista: opta por un estilo muy intrincado, muy raro, una mezcla indescifrable entre Shawn McManus, Alex Niño y Mick McMahon, con un color tipo historieta clásica española de Antonio Hernández Palacios, y el resultado es una cosa que no se termina de entender, a tal punto que ni llegás a engancharte con lo que narra el guión. Y el otro invitado de lujo es el canadiense Jeff Lemire, prócer del anti-virtuosismo, que la rompe en otras 20 páginas memorables, en las que el guión de la dupla levanta un vuelo soberbio y el creador de Sweet Tooth responde con su expresionismo agreste y visceral.
Los cuatro episodios restantes están a cargo de lo más parecido a un dibujante titular que tuvo la serie, el prócer catalán Jordi Bernet. No tiene mucho sentido volver a hablar maravillas de este monstruo. Alcanza con hacer clic en la etiqueta y ver lo que ya opinamos de sus trabajos anteriores. Sí vale la pena señalar que en las historias que dibuja Bernet, Gray y Palmiotti “ablandan un cachito” a Jonah Hex. Hay más comedia, no baja la cantidad de muertes escabrosas, pero sí se filtra un rayito de esperanza, en escenas en las que Hex parece un poco menos hijo de puta y un poco más redimible. De los cuatro guiones que dibuja el catalán, el primero se pasa de gracioso, el segundo es tremendamente escalofriante, el tercero tiene una tensión magnífica y un giro final alucinante y el cuarto es apenas interesante. Lo único impresionante son las excusas por las que los enemigos de Hex no lo hacen boleta cuando tienen la oportunidad...
Y bueno, la serie se termina acá (después de 11 libros de dignos para arriba) pero la historia de Hex, al estar integrada a una industria que necesita seguir facturando, sigue en la revista All-Star Western, cuyos TPBs me pediré ni bien me los ofrezcan, simplemente porque Gray y Palmiotti siguen llevando las riendas de la caripela más fulera del Oeste, aunque ahora se haya mudado al Este.
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miércoles, 11 de julio de 2012
11/ 07: LOS VIEJOS TIEMPOS Vol.1
La verdad que me siento para el orto... Estoy muy congestionado, y eso me da somnolencia y dolor de cabeza. Y además me estoy cagando de frío. Veremos si puedo sintetizar la reseña en un par de párrafos como para cumplir y rajar hacia el sobre, que mañana tengo otro día bravo...
Este es el primer tomo de una serie que el imparable Joann Sfar empezó en 2009... y nunca continuó. Por suerte la primera entrega tiene la brutal cantidad de 140 páginas, o sea que es casi el equivalente a tres álbumes franceses normales. Y lo más importante: este tomo es maravilloso, probablemente el mejor trabajo en la extensa carrera del autor.
Sfar ambienta esta historia de fantasía épica en esos años justo antes del medioevo, en los que la idea de un “Dios único” empieza a ganar terreno mientras empiezan a extinguirse los dragones, los gigantes y los unicornios. Con hechizos, combates, banquetes, intrigas y romances, el autor mantiene nuestro interés siempre al mango a lo largo de todo el tomo, y además mecha un montón de escenas tranqui, en las que los personajes se preguntan por cuestiones trascendentales como la fe, la lealtad, el amor, la vida después de la muerte y los cambios que sufre este mundo fantástico, aunque absolutamente coherente.
El trabajo que hace Sfar con los personajes es formidable: el valiente Cassian, la enigmática Nadége y la cínica serpiente tienen la complejidad y el atractivo de las mejores creaciones del francés y, ya pasadita la mitad del tomo, el personaje que parece confinado a narrar la historia en tercera persona, sin involucrarse, sin mostrar demasiado de sí mismo, también pela y se revela como otra excelente pieza en este atractivo tablero.
El estilo de dibujo es el que nos mostró el ídolo en La Vallée des Merveilles y Chagall en Russie: el plumín suelto, prendido fuego, las viñetas que estallan en texturas, climas y detalles hermosos, algunas páginas con viñetas más grandes, otras con viñetas sin los marquitos (más tipo libro ilustrado), la sospecha de que hay secuencias enteras realizadas directamente en tinta, sin lápiz ni boceto previos, y la convicción de que Brigitte Findakly (la esposa de Lewis Trondheim) es una verdadera superheroína del color, porque realmente debe ser dificilísimo interpretar las arriesgadas y superpobladas composiciones de Sfar en blanco y negro. Y más aún debe ser colorearlas de tal modo que el impacto y la belleza sean aún mayores. Lo cierto es que todo el tomo, de la primera página hasta la última, se ve increíblemente bien.
Si creés que ya leíste todas las historias de hechiceros, princesas, castillos y caballeros, y que ese género ya no esconde secretos para vos, no dejes de leer Los Viejos Tiempos. Te aseguro que vas a sentir una bocanada de aire fresco, la alegría de revisitar un género clásico desde una óptica moderna y la desesperación por saber cuándo carajo sale la segunda parte.
Este es el primer tomo de una serie que el imparable Joann Sfar empezó en 2009... y nunca continuó. Por suerte la primera entrega tiene la brutal cantidad de 140 páginas, o sea que es casi el equivalente a tres álbumes franceses normales. Y lo más importante: este tomo es maravilloso, probablemente el mejor trabajo en la extensa carrera del autor.
Sfar ambienta esta historia de fantasía épica en esos años justo antes del medioevo, en los que la idea de un “Dios único” empieza a ganar terreno mientras empiezan a extinguirse los dragones, los gigantes y los unicornios. Con hechizos, combates, banquetes, intrigas y romances, el autor mantiene nuestro interés siempre al mango a lo largo de todo el tomo, y además mecha un montón de escenas tranqui, en las que los personajes se preguntan por cuestiones trascendentales como la fe, la lealtad, el amor, la vida después de la muerte y los cambios que sufre este mundo fantástico, aunque absolutamente coherente.
El trabajo que hace Sfar con los personajes es formidable: el valiente Cassian, la enigmática Nadége y la cínica serpiente tienen la complejidad y el atractivo de las mejores creaciones del francés y, ya pasadita la mitad del tomo, el personaje que parece confinado a narrar la historia en tercera persona, sin involucrarse, sin mostrar demasiado de sí mismo, también pela y se revela como otra excelente pieza en este atractivo tablero.
El estilo de dibujo es el que nos mostró el ídolo en La Vallée des Merveilles y Chagall en Russie: el plumín suelto, prendido fuego, las viñetas que estallan en texturas, climas y detalles hermosos, algunas páginas con viñetas más grandes, otras con viñetas sin los marquitos (más tipo libro ilustrado), la sospecha de que hay secuencias enteras realizadas directamente en tinta, sin lápiz ni boceto previos, y la convicción de que Brigitte Findakly (la esposa de Lewis Trondheim) es una verdadera superheroína del color, porque realmente debe ser dificilísimo interpretar las arriesgadas y superpobladas composiciones de Sfar en blanco y negro. Y más aún debe ser colorearlas de tal modo que el impacto y la belleza sean aún mayores. Lo cierto es que todo el tomo, de la primera página hasta la última, se ve increíblemente bien.
Si creés que ya leíste todas las historias de hechiceros, princesas, castillos y caballeros, y que ese género ya no esconde secretos para vos, no dejes de leer Los Viejos Tiempos. Te aseguro que vas a sentir una bocanada de aire fresco, la alegría de revisitar un género clásico desde una óptica moderna y la desesperación por saber cuándo carajo sale la segunda parte.
martes, 10 de julio de 2012
10/ 07: EL NEGRO BLANCO Vol.7
No me avergüenza decirlo: yo nunca había leído El Negro Blanco hasta que lo empezó a editar Ivrea en libritos. O sea, para mí nunca fue una tira diaria, siempre fue una historieta episódica con el típico armado de las series argentinas que se publican en los semanarios italianos. De hecho, lo que leo yo no es El Negro Blanco, sino Bruno Bianco traducido al castellano, porque la edición de Ivrea respeta a la italiana y para Italia los autores convirtieron a la tira en otra cosa: le sacaron viñetas, le modificaron diálogos, la re-armaron toda para que sea, precisamente, una típica historieta episódica. Y no sé si la tira estaba buena, pero así, en este formato, esta creación ochentosa de Carlos Trillo y Ernesto García Seijas funciona bastante bien.
Hay un problemita y es el abuso de una fórmula: el tipo canchero, ganador con las minas, y la mina que está bárbara y no tiene mayor inconveniente en revolcarse casi con nadie. En el universo del Negro Blanco estos dos arquetipos son prácticamente mayoria. Hay feos y feas, hay algún tímido, pero en una proporción ínfima comparado con el mundo real. Acá reina un clima de libertad sexual al borde del frenesí, y la gracia (porque estamos ante una comedia) es ver cómo todos garchan con todos. El sexo no está demasiado explicitado (porque originalmente esto se publicaba en la contratapa de un diario, al alcance de los niños) pero es uno de los ejes principales (sino el principal) de la serie. Los cuernos, los celos, las estrategias de X para bajarle la caña a Y, los sueños húmedos de unos y otros son la verdadera locomotora que tira de este trencito, lindo, prolijo, aunque nunca deslumbrante.
No me acuerdo casi nada de lo que pasó en los seis tomos anteriores (los leí hace mucho, antes de empezar con el blog, y porque me los regaló Trillo), pero en este tomo se ve la intención de buscarle variantes a la fórmula. El primer episodio, por ejemplo, tiene a Flopi como protagonista y el Negro no aparece. Los tres últimos probablemente sean los mejores que recuerdo haber leído: acá Marcucci nos muestra los sueños del Negro, de Flopi y de Chispa, tres formas muy locas y originales de meternos en la psiquis de los distintos personajes, narrados uno como fantasía épica, uno como comic de superhéroes y otro como western. La idea de romper con el esquema clásico de la serie (que se ve perfecto en toda su dimensión, obvia y predecible, en el segundo episodio de este tomo) garpa muchísimo y así salen muy buenos momentos.
Hasta acá, parecía que la única variante que se le ocurría a Trillo era sumar nuevos personajes. Como el Negro y Flopi trabajan en los medios de comunicación, el elenco de secundarios es virtualmente infinito: además de periodistas, productores y ejecutivos de los medios, pueden sumar actores, deportistas, políticos y un largo etcétera, además de amigos y familiares (me acuerdo en un tomo anterior una saga larga con el papá del Negro en un rol importante). El truquito de los sueños es aire fresco también en ese sentido, en el de trabajar sobre lo que hay en vez de seguir ampliando el elenco.
Además, el gran hallazgo de ambientar esas secuencias en géneros que no son la comedia costumbrista pasa por la posibilidad que tiene García Seijas de dibujar otras cosas. Ya demostró sobradamente su calidad para dibujar oficinas, departamentos y estudios de TV. Ahora puede pelar escenas totalmente distintas, incluso en el primer episodio, el de Flopi, que está ambientado en el la selva de Brasil. El trabajo de García Seijas es demasiado bueno para haber sido hecho a razón de cuatro viñetas diarias. No sé si habrá contado con asistentes, pero lo cierto es que el resultado es brillante, una cátedra para cualquiera que disfrute del dibujo académico-realista. Hay muchísima atención en los detalles, en el lenguaje gestual y corporal, y la narrativa fluye sin problemas a pesar de que buena parte de las viñetas ofrecen una sobrecarga de información visual.
Una de las características más notables del inmenso García Seijas es su capacidad de darle plasticidad al retrato de gente real para convertirla sin inconvenientes en personajes de historieta. Los casos más obvios son el de Marcucci (que existe en la realidad) y el de Flopi (una versión bidimensional de Araceli González), pero acá ensaya también una muy acertada caricatura de Alejandro Romay, que se ensambla sin hacer ruido al elenco de papel y tinta. En el sentido contrario, pela un personaje, Cococha Valdivia, dibujada en un estilo mucho más cartoon y menos realista que el resto de los personajes, una mezcla entre Olive Oyl (la novia de Popeye) y Jughead (el amigo de Archie) que desentona bastante con la estética del resto de la historieta.
Tengo por ahí los tres tomitos que faltan para llegar al final. Prometo entrarles pronto, a ver cómo evoluciona esta comedia de enredos maravillosamente dibujada y con varios aciertos a nivel guión. Mi sensación es que no daba ni ahí para leerse 1000 páginas de esto, pero por ahí me equivoco y hay muchos tramos del nivel de las últimas páginas de este tomo.
Hay un problemita y es el abuso de una fórmula: el tipo canchero, ganador con las minas, y la mina que está bárbara y no tiene mayor inconveniente en revolcarse casi con nadie. En el universo del Negro Blanco estos dos arquetipos son prácticamente mayoria. Hay feos y feas, hay algún tímido, pero en una proporción ínfima comparado con el mundo real. Acá reina un clima de libertad sexual al borde del frenesí, y la gracia (porque estamos ante una comedia) es ver cómo todos garchan con todos. El sexo no está demasiado explicitado (porque originalmente esto se publicaba en la contratapa de un diario, al alcance de los niños) pero es uno de los ejes principales (sino el principal) de la serie. Los cuernos, los celos, las estrategias de X para bajarle la caña a Y, los sueños húmedos de unos y otros son la verdadera locomotora que tira de este trencito, lindo, prolijo, aunque nunca deslumbrante.
No me acuerdo casi nada de lo que pasó en los seis tomos anteriores (los leí hace mucho, antes de empezar con el blog, y porque me los regaló Trillo), pero en este tomo se ve la intención de buscarle variantes a la fórmula. El primer episodio, por ejemplo, tiene a Flopi como protagonista y el Negro no aparece. Los tres últimos probablemente sean los mejores que recuerdo haber leído: acá Marcucci nos muestra los sueños del Negro, de Flopi y de Chispa, tres formas muy locas y originales de meternos en la psiquis de los distintos personajes, narrados uno como fantasía épica, uno como comic de superhéroes y otro como western. La idea de romper con el esquema clásico de la serie (que se ve perfecto en toda su dimensión, obvia y predecible, en el segundo episodio de este tomo) garpa muchísimo y así salen muy buenos momentos.
Hasta acá, parecía que la única variante que se le ocurría a Trillo era sumar nuevos personajes. Como el Negro y Flopi trabajan en los medios de comunicación, el elenco de secundarios es virtualmente infinito: además de periodistas, productores y ejecutivos de los medios, pueden sumar actores, deportistas, políticos y un largo etcétera, además de amigos y familiares (me acuerdo en un tomo anterior una saga larga con el papá del Negro en un rol importante). El truquito de los sueños es aire fresco también en ese sentido, en el de trabajar sobre lo que hay en vez de seguir ampliando el elenco.
Además, el gran hallazgo de ambientar esas secuencias en géneros que no son la comedia costumbrista pasa por la posibilidad que tiene García Seijas de dibujar otras cosas. Ya demostró sobradamente su calidad para dibujar oficinas, departamentos y estudios de TV. Ahora puede pelar escenas totalmente distintas, incluso en el primer episodio, el de Flopi, que está ambientado en el la selva de Brasil. El trabajo de García Seijas es demasiado bueno para haber sido hecho a razón de cuatro viñetas diarias. No sé si habrá contado con asistentes, pero lo cierto es que el resultado es brillante, una cátedra para cualquiera que disfrute del dibujo académico-realista. Hay muchísima atención en los detalles, en el lenguaje gestual y corporal, y la narrativa fluye sin problemas a pesar de que buena parte de las viñetas ofrecen una sobrecarga de información visual.
Una de las características más notables del inmenso García Seijas es su capacidad de darle plasticidad al retrato de gente real para convertirla sin inconvenientes en personajes de historieta. Los casos más obvios son el de Marcucci (que existe en la realidad) y el de Flopi (una versión bidimensional de Araceli González), pero acá ensaya también una muy acertada caricatura de Alejandro Romay, que se ensambla sin hacer ruido al elenco de papel y tinta. En el sentido contrario, pela un personaje, Cococha Valdivia, dibujada en un estilo mucho más cartoon y menos realista que el resto de los personajes, una mezcla entre Olive Oyl (la novia de Popeye) y Jughead (el amigo de Archie) que desentona bastante con la estética del resto de la historieta.
Tengo por ahí los tres tomitos que faltan para llegar al final. Prometo entrarles pronto, a ver cómo evoluciona esta comedia de enredos maravillosamente dibujada y con varios aciertos a nivel guión. Mi sensación es que no daba ni ahí para leerse 1000 páginas de esto, pero por ahí me equivoco y hay muchos tramos del nivel de las últimas páginas de este tomo.
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