el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 28 de marzo de 2018

VISPERAS DE UN FINDE EXTRA LARGE

Se vienen muchos feriados seguidos, por lo menos acá en Argentina, y en general son días en los que leo poco. Por suerte tengo un par de libritos leídos, como para clavar hoy un posteo y cumplir con la meta de los diez por mes. Quizás haya uno más antes de que empiece Abril, pero no quiero prometer nada.
Arranco en 2007, cuando Dark Horse recopila en TPB la miniserie Outer Orbit, realizada por el virtuoso del lápiz, el titán de la tinta, el capo de la vida Zack Howard, junto a dos amigos suyos. El guionista de cine Reed Buccholz le dio una mano con los diálogos y un pibe que hoy tiene una chapa infinita, nada menos que Sean Murphy, se repartió el dibujo con el gran Zack.
Outer Orbit es aventura en estado puro, un comic de acción al palo, con explosiones, piñas, persecuciones, tiros, algún garchecito en medio de la confusión y cientos de chistes subidos de tono. En ningún momento asoma ninguna intención que vaya más allá de entretener un rato al lector y eso hace de Outer Orbit un producto absolutamente genuino. Los diálogos son realmente desopilantes, pero no es el único indicio de que los autores se cagaron de risa mientras trabajaban en esta historieta. Creo que no hay una sóla página donde no se sienta ese clima festivo, de sano descontrol, de “dale, rompamos todo, que vuele todo a la mierda”.
Imaginate una buddy movie ambientada en el futuro, con una pareja despareja que se mete en toda clase de kilombos y sale como puede. Claro, con esa consigna se complica crear una historieta que trascienda, que te deje pensando, o que te eleve como ser humano. Outer Orbit no busca ser eso, obviamente. Pero si te divierten la machaca, los chistes de pijas y pedos, los personajes bizarros, la acción palo-y-palo, y además querés que dos bestias del dibujo como Zack Howard y Sean Murphy te hagan mimos en los ojos, sin dudas Outer Orbit es un comic que tenés que buscar.
Salto a Argentina, año 2017, cuando se publica Norton Gutiérrez y el Collar de Emma Tzampak, una novela gráfica que Juan Sáenz Valiente había realizado unos años antes para el mercado europeo. Acá tenemos otra aventura redondita, atrapante de principio a fin, y por supuesto otro dibujante prodigioso. El planteo de Sáenz Valiente es más clásico, con una estética tributaria de la línea clara franco-belga, una paleta de colores acotada, muy sobria, quizás demasiado sobria, al punto de contrastar un poco con los momentos más estridentes del relato, repleto de acción y de peripecias imposibles, en las que los buenos salen ilesos de una trampa atrás de otra de los modos más inverosímiles que te puedas imaginar.
Esa decisión de bajarle varios cambios al color me hizo un poquito de ruido, pero no la critico. Lo que sí critico son esos momentos en los que algunos personajes (principalmente el villano y el profesor Brizio) se mandan largos soliloquios, a veces en viñetas muy pequeñas, y empantanan un poco ese ritmo totalmente cinematográfico, que hace que durante largos pasajes del libro nos parezca que estamos viendo un dibujo animado. Una vez, dos veces, el chiste causa gracia. Quince veces, no tanto.
Como tan bien lo hacía Hergé, Sáenz Valiente ofrece un trazo sintético, de engañosa simplicidad. Bien mirado, el dibujo nos regala una plétora de detalles y –lo más difícil- sin que las viñetas se vean sobrecargadas de información. Los personajes tienen ese plus de plasticidad y de histrionismo que los distancian definitivamente de los fondos y los paisajes, que (como en toda buena aventura de línea clara) tienen bastante peso en la trama.
Y acá sí, me encuentro con un autor que, además de entretener a sus lectores, quiere decir algo más, dotar a la aventura de un mensaje un poco más profundo. Entre la acción y la comedia, Sáenz Valiente hace evolucionar a casi todos sus personajes, mete revelaciones impactantes, reflexiones, cuestionamientos y esas cosas que hacen un poco más impredecible el accionar tanto de los buenos como de los malos.
Norton Gutiérrez y el Collar de Emma Tzampak es un comic de aventuras para todo público, pero detrás de su redondez oculta un cierto filo, una mirada un poco más ácida, o más escéptica, que le agrega una capa más de complejidad a la obra, y obviamente la enriquece. Sumamente recomendable.
Y hasta acá llegamos. Ni bien tenga un par de libros leídos, reaparezco con nuevas reseñas, acá en el blog. Gracias por el aguante de siempre.

sábado, 24 de marzo de 2018

SABADO CON RESEÑAS

Hoy antes de salir de joda me clavo dos reseñas cortitas.
Los Hijos del Sol es uno de los primeros tomos de la colección del Quinto Centenario, editada en España allá por 1992. El guión es obra de Miguel Angel Nieto (integrante de la famosa dupla Ventura-Nieto, fallecido en 1995), un genio del humor que acá emprende la tarea de contar una historia básicamente seria, una aventura iniciática protagonizada por un chico y una chica incas, justo en la previa a la llegada de los españoles a lo que hoy es Perú.
La verdad que el guión no está bueno. Lo mejor que tiene es el ritmo, que es tranqui, para nada frenético, pero aún así bastante atrapante. Pero la trama en sí es muy básica, muy lineal, parece todo una gigantesca excusa para mostrarnos de un modo no demasiado didáctico todos esos elementos de la cultura incaica que nos describían los libros de historia. Las costumbres, la agricultura, la religión, la arquitectura, la organización socio-política… Todo el viaje de Janca y Suni tiene como principal objeto darle a Nieto la posibilidad de mostrarnos y explicarnos aspectos curiosos de esta increíble cultura que floreció en el vasto imperio inca. No hay mucha profundidad en los personajes, las peripecias no tienen mayores consecuencias… lo único realmente fuerte que sucede, sucede en la última escena, cuando los protagonistas llegan a la costa del Pacífico justo a tiempo para presenciar la llegada de los españoles.
Por suerte el dibujo está a cargo de un José Ortiz inspiradísimo, con un manejo devastador de la figura humana, de las expresiones faciales y del color. El dibujo se luce muchísimo, no sólo por el gran tamaño del álbum, sino porque además Ortiz manda sólo dos páginas de ocho viñetas y unas cuantas que tienen sólo dos. Y se ve todo muy bien, en parte gracias a la economía de diálogos que tiene el guión de Nieto. La ausencia de globos permite también que apreciemos mejor los paisajes majestuosos, inolvidables, que Ortiz nos regala en los fondos, o en viñetas mudas donde los personajes no aparecen y el paisaje es todo lo que hay para ver. Si sos fan del inolvidable dibujante de Hombre, Burton & Cyb y tantas otras glorias (o si lo ves barato), entrale sin dudar a Los Hijos del Sol.
Salto a Argentina, año 2017, cuando se edita No Soy Hordak, del prolífico Pedro Mancini. Esto es, básicamente, Pedro ahorrando guita en psicólogos. No Soy Hordak se inscribe en una variante del género autobiográfico en el que el autor, más que contarnos anécdotas de su vida cotidiana, con quién se junta a tomar una birra, con quién se acuesta, cómo se vincula con su trabajo, familia, etc., se dedica a reflexionar sobre estos temas con un nivel de profundidad muy notable, a pesar de los chistes y las pinceladas tragicómicas.
Las historietas exploran el mundo de Mancini desde una óptica lo menos obvia y tradicional posible, con el toque ganchero de que aparezcan varios personajes del universo de He-Man, pero sigue siendo eso: un autor que se mira el ombligo, se auto-analiza y lleva al papel sus inseguridades, sus angustias, sus recuerdos, todo envuelto en un lindo paquete, con un dibujo precioso, adornado con bizarreada de alto vuelo poético y algo de ternura freak.
Lo que menos me gusta (siempre que aparece lo señalo) es la grilla de dos cuadros por página. Pedro logra hilvanar bastante bien las secuencias, a pesar de este inmenso escollo, pero el resultado son páginas donde hay poco para ver y poquísimo para leer, porque además los textos son minimalistas y los silencios tienen mucho peso. Me encantaría ver una reedición de este material en la que Mancini remonte las viñetas para meter seis por página, en vez de dos. Claro, quedaría un libro de muy poquitas páginas, pero me parece que narrativamente ganaría un montón.
No mucho más, realmente. No me quiero poner a sacar conclusiones acerca de qué cosas funcionan bien y cuáles no dentro de la psiquis de Mancini. Es tarea para un terapeuta, no para un crítico de comics. Si sos muy fan del autor, te recomiendo No Soy Hordak. Si no, me parece que Pedro tiene otras historietas dibujadas a este mismo nivel (alucinante), con propuestas temáticas y narrativas más atrapantes.
Volvemos pronto con nuevas reseñas. Acá en el blog.

jueves, 22 de marzo de 2018

JUEVES DE OTOÑO

Bueno, arrancó el otoño y cambió el clima muy rápido, por lo menos acá en Buenos Aires. A la mierda las sandalias, el ventilador y los lienzos cortos. Bienvenidos frazada, medias y buzo. Mientras me adapto a las nuevas condiciones, sigo leyendo comics y escribiendo boludeces…
Recién ahora le entro al Marvel Visionaries: Steranko (editado en 2002) que un amigo me regaló gentilmente en 2016. Es un libro cortito, con menos de 110 páginas de historieta, que se propone reunir toda la producción de Jim Steranko para Marvel por afuera de su trabajo más emblemático que fue (obviamente) S.H.I.E.L.D. (ver reseña del 03/11/14).
Las primeras 30 páginas son las que dibujó Steranko para los nºs 50 y 51 de X-Men, con guiones poco inspirados del maestro Arnold Drake. El dibujo es potente, impactante, pensado para darle un ACV al lector que se venía fumando hacía años al walking dead de Werner Roth, y cada tanto derrapa hacia el grotesco. Pero se banca, no está mal. Como plato fuerte, una trilogía en Captain America, poco más de 60 páginas con guión de Stan Lee, que hoy serían una novela gráfica, ponele. Es una historia linda, con un rol importante para Rick Jones, el debut de una nueva villana, una breve aparición de Hulk (al que Steranko dibuja muy mal) y muchos momentos emotivos. Acá se ve un Steranko desbocado, al que no logran domesticar ni siquiera entintadores fuertes como Joe Sinott y Tom Palmer, con una onda increíble en la planificación de las páginas y varios trucos geniales de los que ya vimos en el libro de S.H.I.E.L.D.
Y la papa más fina, para mi gusto, es el postre. Ahí tenemos una historia corta que Steranko escribió y dibujó para una antología de “terror”, repleta de gloriosos homenajes a Bernie Krigstein y con un guión asombroso. Y otra historia corta, esta vez con guión de Stan Lee y realizada para una antología romántica, en la que Steranko se pone al hombro una trama pelotudísima y convierte a estas siete páginas en una obra maestra del pop-art, al filo de la psicodelia. Sólo por esas dos historias cortas (que no está recopiladas en ningún otro libro) se recontra-justifica conseguir el Marvel Visionaries: Steranko… si sos fan de Steranko, obvio.
Hora de reencontrarnos con Clítoris la revista fundada en 2010 por Mariela Acevedo, luego convertida en una colección de libros, de la cual este (Relatos Gráficos para Femininjas) es el Vol.2. Como yo no soy “femininja” me cuesta un toque sintonizarle la onda, pero lo vamos a intentar.
La primera historia, a cargo de Maru Rubín y Mariana Salina, es una especie de remake femenina de 4 Segundos: una sitcom con diálogos ingeniosos y momentos en los que explota el grotesco y se va todo a la mierda. No está mal, a pesar de ser un poco confusa. La de Katherine Supnem me pareció interesante, por momentos incluso conmovedora, pero el dibujo… bastante catastrófico. Acá tuve mi primer contacto con Verónica García, una autora definitivamente talentosa, muy influenciada por Fer Calvi, pero con un gran nivel. Quiero ver más trabajos suyos. Carina Maguregui aporta un guión motorizado por una idea muy copada, pero ni el desarrollo ni el dibujo (de Delfina Pérez Adán) me terminaron de convencer. Julia Inés Mamone (de quien tampoco había visto otras obras) levanta con sus excelentes dibujos un guión muy elemental, muy precario, de Maximiliano Blanco. La propia Mariela Acevedo escribe un guión muy interesante (que da para seguirlo en chotocientas secuelas), muy bien dibujado por Cam Rapetti, otra autora con talento posta. Y la última historia, que mezcla amor lésbico con militancia social, tiene muy buenas intenciones y un resultado… por debajo de mis expectativas. Pero no es un horror. Seguramente en un futuro veremos muy buen material firmado por Maia Venturini.
También hay textos, muy lindas ilustraciones de la cada vez más grossa Gato Fernández (autora también de la portada) y… no sé si será casualidad o si uno ya viene formateado así… pero la historieta que más me gustó (lejos) es la única escrita y dibujada por varones heterosexuales. Javi Hildebrandt (guión) y Nahuel Sagárnaga (dibujo) dan cátedra de cómo -en apenas ocho páginas- bajar línea, dejar al lector pensando en temas importantes, y todo con una ironía muy fina, con imaginación, con alta onda y con erudición comiquera tanto en los textos como en los dibujos. Una joyita, de lectura obligatoria para entender de qué hablamos cuando hablamos de feminismo.
Ya tengo leído un libro más (estoy on fire) así que pronto habrá nuevas reseñas, acá en el blog.


martes, 20 de marzo de 2018

MARTES A LA MAÑANA

Por fin tengo un ratito para sentarme a escribir reseñas…
Después de años y años de investigación, escrituras y reescrituras, en 2012 salió a la luz Gringos Locos, la historieta en la que Yann y su habitual colaborador, Olivier Schwartz, cuentan la vida y las anécdotas más graciosas de Jijé, Morris y André Franquin en EEUU y México, en aquel famoso viaje que emprendieron en 1948, convencidos de que iban a conseguir trabajos maravillosamente remunerados en los estudios Disney.
Yann se mete en la intimidad de estos tres monstruos sagrados de la historieta belga, cuenta bastante del backstage, de los pro y los contra de trabajar para el semanario Le Journal de Spirou, y se centra en el lado humano, casi siempre cómico de los tres autores. También aparecen la esposa y los hijos de Jijé, que son parte del accidentado viaje, y una vez publicadas las primeras páginas de Gringos Locos, algunos de ellos salieron a “desmentir” ciertos elementos del guión de Yann, o a cuestionar ciertos toques de caracterización que el guionista introduce para convertir a las personas en personajes de modo más efectivo.
Pero la verdad es que son giladas. Lo importante de Gringos Locos no es tanto el rigor documental como la dinámica entre los tres ídolos, la consigna (las aventuras de tres historietistas belgas entre EEUU y México), los chistes y el cariño con el que dos grandes artistas de hoy abrazan a estas tres leyendas de ayer. Lo único realmente choto de Gringos Locos es que Yann remata todo en 46 páginas. Un disparate. Con esta idea y estos protagonistas se podría haber hecho una serie regular, de muchos álbumes. Pero al liquidar todo en 46 páginas (algunas con muchas viñetas, como suele suceder en los álbumes franco-belgas) uno se queda con la sensación de que esto daba para mucho más. Como fan incondicional de Franquin y Morris, me enrosco horas y horas pensando en qué cosas fabulosas quedaron afuera de estas 46 páginas, cuánto más jugo se le podría haber sacado a ese viaje que fue un manantial inagotable de anécdotas…
Y bueno, me quedo con lo que hay, que es apasionante. Ni hablar de la magia que tira Schwartz con su pincel, místicamente poseído por el espíritu de Yves Chaland. El talento de Schwartz va mucho más allá de la mímica del malogrado Chaland, obviamente, y es el ancho de espadas con el que juega Yann cada vez que se propone demostrar que es el que mejor entiende el juego que inventaron Jijé, Franquin y Morris. Gran álbum, hiper-recomendado.
Desolation.exe es un librito editado en 2017 en varios países y por suerte tuvo edición argenta, de la mano de Wai Comics. Se trata de un recopilatorio de cinco historias cortas realizadas en 2015 por Berliac, gran autor argentino radicado en europa. Acá explota el Berliac 2.0, el que abandonó la estética oscura onda José Muñoz para subirse (50 años tarde) a la impronta gráfica de los grandes maestros del gekiga, que rompían todo a fines de los ´60 en la mítica revista Garo.
Como decía recien hablando de Schwartz, lo de Berliac no se queda en la mímesis, si no que actualiza ese estilo clásico, le pone mucho de su propia cosecha. No como para que un europeo se dé cuenta de que se trata de un dibujante argentino, pero casi. Aun así, algunas de estas historias cortas dejan ver rasgos de identidad argenta, y eso las enriquece bastante.
Me cuesta elegir una favorita entre las cinco… La primera es la que brilla por su poder de observación, la segunda se basa en una idea excelente, la tercera plantea un misterio muy loco, con una tensión muy lograda, la cuarta es la más profunda, la más realista, la más cercana, y la quinta tiene una ironía y una mala leche sumamente seductoras. Lo más notable es cómo en pocas páginas, con pocas viñetas por página, Berliac logra no sólo contar pequeñas historias, si no también tirar temas, problemáticas o ideas que subyacen a las tramas y a los personajes en cuestión.
El dibujo es muy parejo a lo largo de los cinco relatos, la narrativa es clarísima, muy eficaz, así que si no te ahuyenta el estilo que adoptó Berliac, seguramente esto te va a resultar muy satisfactorio. Y si sos fan del gekiga clásico, ni hablar, esto te va a resultar cautivante. Por suerte en 2017 salieron varios libros más de este talentoso artista, así que volveremos a ocuparnos de él.
Hoy llegamos hasta acá, y la seguimos pronto, ni bien tenga nuevos libros para reseñar. Gracias por el aguante.

viernes, 16 de marzo de 2018

PREVIA CON RESEÑAS

Es viernes, la noche está bárbara para salir a atorrantear, y mientras llega la hora mágica en la que abren los boliches, aprovecho para reseñar un par de libritos que leí en estos días.
Empiezo con The Twilight Children, una obra de Beto Hernández tan, pero tan de Beto Hernández, que todo el tiempo sentís presente la impronta gráfica de Beto Hernández, aunque no la dibuje Beto Hernández. Por algún motivo (supongo que comercial), Beto no dibujó The Twilight Children, si no que le entregó el guión y unos bosquejos muy básicos de los personajes a otro genio del Noveno Arte, el malogrado Darwyn Cooke. Cooke dibujó la obra en su inconfundible estilo (de hecho, fue la última historieta que llegó a concluir antes de su prematura muerte), pero de alguna manera es imposible escaparle al influjo de Beto. Esto es como si fueras a ver a The Cure y en vez de Robert Smith apareciera… Eric Clapton, o Peter Frampton. Son guitarristas de la San Puta, cantan bárbaro… pero las canciones de The Cure están pensadas para ser interpretadas por Robert Smith, y se nota mucho. Por momentos sentís que los personajes en realidad están dibujados por Beto, pero usan una máscara, con los rasgos faciales dibujados por Cooke. Es todo muy raro, es como una impostura, no sé… Obvio que Cooke dibuja como los dioses y es genial tener un libro con las últimas 120 páginas que dibujó en su vida… pero esta historieta es tan Beto que la magia de Cooke casi sobra.
La historia en sí (no la quiero spoilear porque es bastante reciente) es totalmente adictiva. Hay un misterio jodido, un montón de personajes fascinantes, historias que se cruzan en un pueblito donde todos se conocen, un clima como de “nada de esto es demasiado serio”, a pesar de que pasan cosas fuertes, y con consecuencias para nada triviales… Beto te tira todas los elementos fantásticos juntos al principio del relato y después juega a naturalizarlos, a incorporarlos a un ámbito real, propicio para el drama o la comedia costumbristas a las que nos acostumbró a los fans de Palomar. Y si hay algo para criticarle, es que el final no aclara minuciosamente todo lo que había para aclarar. Pero es emotivo, impactante y muy bello, o sea que no jode demasiado esa pátina de ambigüedad. Seas fan de Darwyn Dios o de Beto HernanDios, te recomiendo The Twilight Children.
El Sueño de Icaro es la ópera prima de Brebre (Breno Costa), un autor nacido en Brasil y radicado en Buenos Aires. Es una obra extensa, publicada en un libro de 200 páginas… con muchas páginas en blanco, carátulas y boludeces que podrían no estar.
Pero vamos a la historieta en sí. El Sueño de Icaro es un comic autobiográfico que –como su nombre lo sugiere- deja un margen para introducir elementos oníricos, para contar algunos sucesos de la vida real de Brebre tamizados por un cierto vuelo fantástico. Básicamente, se trata de las memorias de este joven soñador y fanático de los comics, desde que nace en Belém (al norte de Brasil, a orillas del río Amazonas), hasta que –una vez instalado en Buenos Aires- descubre el amor de la mano de una chica argentina. El relato es entretenido, hay muchos datos curiosos y copados acerca de la vida en estos pueblos del norte de Brasil, algún coqueteo con el thriller en la escena en la que unos chorros se meten en su casa… y una secuencia muy extraña, en la que el autor/protagonista se convence de que puede volar, se tira de lo más alto de un árbol y termina hecho mierda contra el piso, para luego ser hospitalizado. Es raro porque, si bien Brebre explora a fondo las consecuencias de este hecho, nunca explicita sus causas. ¿Estaba drogado, borracho, loco? Porque lo que se ve en los dibujos (las alas que le salen en la espalda) es una metáfora, no? Difícilmente haya sucedido en la realidad… No terminé de entender por qué carajo pasó todo ese tramo, que casualmente es el que está mejor narrado, el que más me atrapó a la hora de la lectura.
El dibujo está bien, es correcto, con momentos muy lindos, con varios aciertos en el armado de la página y esa sensación de “ternura freak” que le queda bien a un relato de este tipo. Hay cosas para mejorar, obviamente, pero para ser una ópera prima, visualmente El Sueño de Icaro se la re-banca. Espero atentamente el próximo trabajo de Brebre y (puesto a pedir) me gustaría que fuera una obra más corta, más compacta, en la que se dedique a narrar una historia 100% ficticia, más allá de que el tono sea realista o no.
Mientras tanto, sigo avanzando en las lecturas, para volver pronto con nuevas reseñas.

miércoles, 14 de marzo de 2018

MIERCOLES DE TORMENTA

Mientras afuera llueve como si fuera la última vez, yo aprovecho el ratito libre para reseñar un par de libros que tengo leídos.
Empezamos con un manga de Shintaro Kago (a quien tenía abandonado desde 2014), pensado para detonar el universo: La Formidable Invasión Mongola cuenta nada menos que la historia de la civilización humana entre los siglos XIII y XX, con un twist muy bizarro, absolutamente genial. Resulta que, en esta versión de la Historia, los mongoles encuentran los cadáveres de una raza de gigantes (aparentemente todos de sexo femenino), cuyas manos mutilan y convierten en caballos para sus tropas. Montados sobre manos enormes, los mongoles expanden su imperio, masacran a sus enemigos y reescriben la historia tal como la conocemos.
A partir de ahí, todo girará en torno a los caballos mongoles, que es como se llama a estas manos gigantes, con autonomía propia. Qué usos darles, cómo producirlos a gran escala, cómo prolongar su vida útil… Militares, científicos y empresarios de todo el mundo se obsesionarán con los caballos mongoles, y estos dirán “presente” en todos los momentos cruciales de la Historia: grandes avances, grandes conflictos bélicos, revoluciones industriales…
Por supuesto, Kago se toma bastante en joda la reinterpretación de la Historia. Mete personajes graciosos, diálogos desopilantes, mínimos toques de sexo y escatología, y lo más interesante: indaga a fondo, pero para el lado contrario. Cualquier guionista “normal” se pondría las pilas para explicar de dónde vinieron esos gigantes, cómo y por qué se regeneran cuando se los mutila, por qué sus manos cobran autonomía una vez separadas de los cuerpos… Kago se caga en eso (valga la redundancia) y se divierte más con lo otro: con los efectos disruptivos que tienen estos “caballos” en el desarrollo del comercio, la industria, la guerra… Un disparate total, que funciona perfecto y te atrapa (sobre todo si te gusta la Historia) hasta la última viñeta.
El dibujo, sin ser excelente, está muy bien. Kago incursiona en el estilo de Katsuhiro Otomo y Satoshi Kon, sin tener el virtuosismo de ninguno de los dos. Pero le va bien. Toma también cositas de Kaiji Kawaguchi, algo de Moebius… Si insistimos en catalogar a La Formidable Invasión Mongola como “eroguro” sólo porque Kago viene de ese palo, nos vamos a encontrar con un eroguro MUY light, a años luz de una obra jodida de Suehiro Maruo, o incluso de otros trabajos de Kago que ya vimos acá en el blog. Por ese motivo (y algunos más) recomiendo a los que quieran ingresar al demencial mundo de Shintaro Kago que empiecen por esta novela gráfica.
Me voy a México, donde se publica Conque, una especie de revista de antología en formato álbum europeo, y en cuyo Vol.3 participan varios autores de los que soy muy fan: Abre el alucinante Bachan, con nueve páginas dibujadas a un nivel impresionante (en una estética similar a la de Blacksad), pero que son el final de una historia. Sin haber leído lo previo, no entendí un carajo. Después hay una rareza exquisita: ocho páginas del maestro Sergio Aragonés… dibujadas en ocho horas. Bizarro, pero glorioso. Otro genio universal, Enrique Breccia, aporta una historia de seis páginas (adaptada de un cuento de Julio Cortázar) que desafía cualquier descripción y cualquier exégesis. No se puede dibujar ni narrar tan bien, es imposible.
También hay material de otros autores mexicanos (destaco a Juanele, Ariel Orea, Nadim y Polo Jasso, del que lamento que hayan publicado una sóla página) y dos autores vinculados a ese país: Edu Molina, argentino radicado en México, aporta seis páginas excelentes. Y Rodolfo Santullo, nacido en tierra azteca pero más uruguayo que comerse un chivito en la Plaza Cagancha, nos ofrece una historieta cortita (apenas dos páginas) muy interesante, con varias puntas para reflexionar, y muy buenos dibujos de Guillermo Hansz.
La calidad de la publicación es impactante, los textos que complementan a las historietas están muy bien y la portada (obra de Edgar Clément, a la sazón director de la revista Conque) es majestuosa. Siempre es un placer ver en qué andan los cuates mexicanos, sobre todo cuando siguen apareciendo historietistas de gran nivel. Y si encima me ponés material que no conocía de Aragonés, Molina, Santullo y Breccia… pos no se hable más.
Y hoy cerramos acá. Vuelvo pronto, con nuevas reseñas.

lunes, 12 de marzo de 2018

PONIENDOME AL DIA

Venía de varios días con poco tiempo para sentarme a escribir reseñas, pero hoy me levanté temprano y me pude organizar mejor.
Convertir a La Odisea en un comic es una gran idea. De hecho, ya se hizo mil veces. Convertir a La Odisea en un comic de 28 páginas (140 viñetas) es una pésima idea, porque tenés que sintetizar todo el relato de Homero a su mínima expresión y hasta dejar cosas afuera. Sin embargo, a partir de esa pésima idea, el guionista Federico Villalobos y el inmenso dibujante Jorge González lograron en 2008 una versión realmente efectiva del clásico de la antigüedad. Obvio, todo pasa muy rápido. De una viñeta a otra pasan meses, o años. Pero está la esencia del relato de Homero, no hay grandes traiciones ni omisiones.
Y obviamente el ancho de espadas es el dibujo de González. Con un trazo suelto, como de lápiz sin entintar, el autor de Fueye y Dear Patagonia abreva en las siempre rendidoras fuentes de Lorenzo Mattotti y logra convertir al lápiz en varita mágica. Tanto en las páginas de siete o nueve viñetas como en las splash-pages, el trazo de González combina power con lirismo como sólo los grandes pueden hacerlo. Así, este clásico hiper-sintetizado se convierte en un festival de imágenes maravillosas, difíciles de olvidar. Entiendo que este es un trabajo por encargo, de esos que González hace para subsistir, no para ganar premios ni prestigio. Pero la verdad, a nivel visual me gusta más su trabajo en La Odisea que lo que le vimos en Fueye o Dear Patagonia. Es así, lo admito (y lo siento si a alguno le molesta): me gusta más el González “careta” que el González más “autor”, más libre, más poético, o más climático. Por eso atesoraré hasta el infinito y más allá estas 28 páginas en las que González, sin mezquinar un gramo de su talento, se pone las pilas para CONTAR UNA HISTORIA, meta ulterior de cualquier historietista que se precie de tal.
Me voy a EEUU, a 2009, cuando se edita Power Up, una de las novelas gráficas de Doug TenNapel, el creador del famoso Earthworm Jim, quien desarrolló una notable carrera como historietista, que yo hasta ahora conocía sólo por historias cortas en antologías.
Power Up es una narración clásica, con presentación, nudo y desenlace perfectamente estructurados, un personaje que evoluciona, un final donde se cierran todas las puntas argumentales… Técnicamente, es un guión redondo, perfecto. Hay buenos personajes secundarios, la línea que baja está buena (a pesar de que TenNapel tiene fama de ser un tipo muy de derecha, ideológicamente bastante nefasto), los toques de comedia están bien puestos… La verdad que no hay mucho para discutirle.
Eso sí, para que te cierre la historia, TenNapel te pide un esfuerzo mayúsculo en materia de suspensión del descreimiento. Buena parte de la gracia de Power Up reside en su ambientación realista, en su dinámica de sitcom, en su manejo de lo cotidiano… y cuando irrumpe el elemento fantástico, se hace… excesivamente fantástico. TenNapel no se calienta en absoluto por conservar el verosímil y bueno, como la historia está bien contada uno se deja llevar, incluso en el tramo final donde el realismo costumbrista convive (a los codazos) con un planteo de aventura fantástica MUY extremo, muy bizarro.
Por supuesto ayuda que el dibujo sea muy bueno (con reminiscencias de Bill Watterson y Dave Cooper) y esté muy bien puesto al servicio del relato. Creo que voy por más obras de Doug TenNapel.
Cierro con Agosto y Mardel- plata, otra obra de Brian Janchez publicada en 2017. Esta vez Janchez vuelve a su habitual estilo narrativo que consiste en combinar personajes muy losers, climas muy melancólicos, una especie de trama romántica y chistes muy efectivos basados en la observación de las boludeces cotidianas, o simplemente en gags guarangos o escatológicos. En ese sentido, Agosto y Mardelplata no ofrece sorpresas para el lector que sigue hace unos años la obra de este prolífico autor. De hecho es una obra tan Janchez, que si leíste mucho Janchez te puede sonar a algo repetido, a un déja vu.
Como siempre, lo más notable en cada trabajo de Brian es el timing, el manejo del tempo narrativo, que es lo que le da profundidad a los personajes y eficacia a los gags. Esos planos que se repiten a lo largo de varias viñetas, como si de pronto estuviéramos viendo teatro, esos silencios, las secuencias en las que las pulgas de Mardelplata se roban el protagonismo… con esos truquitos el comic sostiene el interés del lector a lo largo de 48 páginas (que en otras obras de Janchez se pasan volando y en esta no tanto).
Si te gustan las historias muy reales, muy basadas en las boludeces de todos los días, en las relaciones con parejas, madres, mascotas y soretes varios a los que día a día nos toca fumarnos, Agosto y Mardelplata tiene buenas probablidades de emocionarte, engancharte o arrancarte alguna risa.
Y hasta acá llegamos. Vuelvo pronto, con nuevas reseñas.

miércoles, 7 de marzo de 2018

GEMAS DE MIERCOLES

Me da cosa sentarme a reseñar El Hombre Primordial, porque el año pasado, cuando estaba por salir el libro, el editor me ofreció escribir el prólogo y yo acepté. O sea que casi todo lo bueno que tenía para decir sobre esta obra de Mauro Mantella y Germán Erramouspe lo expresé con mi habitual torpeza en ese texto, quizás lo único choto que tiene el libro.
Si te gustan los superhéroes, no se me ocurre un sólo motivo por el cual no pueda interesarte El Hombre Primordial. Es una historia fuerte, compacta, profunda, donde los autores se apropian de los tropos de un género muy popular (el único género autóctono de la historieta, cabe acotar) y los hacen propios. Y no es una historia liviana, no es una boludez, no es el tipo de relatos con los que se rellenan mes a mes las revistitas de 20 o 22 páginas. Ya lo hice en aquel prólogo, pero el público se renueva (como dice la nonagenaria fascista) así que lo repito: El Hombre Primordial es algo así como el Miracleman argentino. Y ojo, que esto no significa que la historia esté ambientada en nuestro país, pero hay algunos guiños inconfundiblemente argentos.
Dicho todo esto, dos falencias que en el prólogo del libro no daba para señalar, pero acá sí. 1) La identidad del “villano secreto” se deduce muy fácil, alcanza con prestar mínima atención. Así es como termina por no sorprender a nadie, como los aciagos resultados de las políticas económicas del neoliberalismo. 2) Esta es una historieta que ya tiene más de 10 años, y si bien en ese momento Erramouspe dibujaba muy bien, hoy dibuja MIL VECES mejor. Con lo cual, si la comparás con los trabajos más recientes del dibujante, te va a parecer medio chota. Si hoy Erramouspe redibujara toda esta obra, El Hombre Primordial sería una mega-brutalidad.
No hay vuelta que darle: Alan Moore. John Ridgway, Bryan Talbot, David Lloyd y John Bolton son ingleses, la revista Warrior existió sólo en Inglaterra en los años ´80… pero hojeás El Hombre Primordial y te deja esa duda, o por lo menos te abre ese “what if…?”. ¿Qué habría pasado si Mantella y Erramouspe hubiesen hecho esta historieta en los ´80 para una editorial del Reino Unido? Atrevete a imaginar el milagro.
Salto a España, a 2014, cuando se publica Versus, una novela gráfica relati-
vamente breve, cuyas 64 páginas alcanzan para elevar a su autor, Luis Bustos, de maestro, capo o crack a Genio del Noveno Arte. La tapa es sumamente pecho frío, el formato es raro (va a morir en el pilón de los tomos de Macanudo), la trama la leímos chotocientas veces (el boxeador veterano, cuasi-acabado, se juega los últimos cartuchos en una pelea contra un pibe joven que obviamente le va a rediseñar la caripela a castañazos), pero aún así Versus es una Obra Maestra.
Acá la magia narrativa de Bustos gana por knock out, por puntos, por afano, por las dudas, por onga. El madrileño toma una historia sencilla y la hace hipnótica a base de unos cuantos recursos narrativos y gráficos utilizados a la perfección. La idea de romper la diégesis le funciona bárbaro, la caja cuadrada (como el ring) garpa fortunas, el uso de los textos en off para meternos en la cabeza del protagonista (que se llama Tom King, como el guionista que hoy la descose en EEUU), el salto al vacío de cambiar varias veces de registro gráfico resulta un hallazgo colosal… Bustos se anima a todo y no falla nunca. Asalto tras asalto te caga a trompadas con la fuerza de un relato pensado y cuidado a nivel molecular.
En cuanto a los estilos gráficos, hay básicamente tres. El que está más presente es el estilo más típico de Bustos, el que vimos hace no mucho en ¡García!. Una línea bastante emparentada con la de David Rubín o Víctor Santos, con no pocas influencias del manga de acción. Pero después hay un montón de páginas (básicamente en las secuencias tranqui, en las que Tom no está peleando) que parecen dibujadas por Will Eisner. Seguramente a Bustos no se le escapa que nadie dibuja mejor que Eisner las grandes ciudades de EEUU en los años de la Gran Depresión, y ahí va, a buscar inspiración en las obras del inmenso creador del Spirit. Pero después, en las páginas finales del combate, Bustos de nuevo rompe el libreto y vira hacia un dibujo más esquemático, más visceral, con trazos más angulosos y manchas negras más fuertes, como si fueran grabados, más que dibujos. Una apuesta jodida, con un resultado brillante.
Si sos fan de Bustos, o del boxeo, seguro ya descubriste esta Biblia absoluta. Si no, te la recomiendo a full, de acá hasta el fin de los tiempos. Posta, no sé si algún día me voy a cansar de recomendar Versus. No es frecuente encontrarse con historietas de esta calidad, aunque las busques.
Volvemos pronto, con más reseñas.

lunes, 5 de marzo de 2018

TARDE DE LUNES

Después de dar mil vueltas, finalmente tengo Netflix en mi casa… y sí, estoy leyendo menos comics que hasta hace unos días. Es un tumor maligno, posta. Pero bueno, algo tengo como para reseñar…
Arranco con X-Men: Children of the Atom, una miniserie de 1999-2000 que surgió con una premisa muy copada: indagar en los meses previos al nº1 de Uncanny X-Men, ya que aquella serie empezaba (como vimos en la reseña del 16/11/17) con la escuela de Charles Xavier ya funcionando, con los cinco alumnos de la “First Class” ya convertidos en superhéroes y bastante cancheros en el manejo de sus poderes. A Joe Casey se le ocurrió ir un poco más para atrás, contarnos cómo el Profe pone en marcha la escuela, cómo los contacta a Scott, Jean, Hank, Warren y Bobby, cómo vivían ellos antes de entrar en contacto con otros mutantes… Hasta ahí, todo excelente. Pero en un comic de superhéroes tiene que haber machaca, no menos de una pelea por episodio, y ahí es donde Casey se la pone de frente contra un tren bala.
Children of the Atom tiene un gran problema y es que se esfuerza demasiado por introducir conflictos que puedan dar pie a luchas, batallas y demás expresiones de la violencia… en medio de una trama que no requería ese tipo de escenas. Me parece piola darle fuerza al contexto de un furor anti-mutante entre la población de los EEUU, pero de ahí a meter un grupo cuasi-nazi a armar kilombo, a Magneto, al FBi… Me pareció que todo eso sobra, que le resta mucho espacio al lucimiento del Profe y sus alumnos. Y además Casey mete mucho diálogo, hay páginas que tienen tanto texto que resultan ilegibles. Una pena porque –repito- la idea base era buenísima.
Por suerte hay muchas páginas dibujadas con mano maestra por el exquisito Steve Rude (pobre, se fuma las más sobrecargadas de viñetas y de textos) y unas cuantas de otro ídolo, Paul Smith (lejos de Rude, pero igual magnífico), al que le toca el tramo más descomprimido del relato, donde Casey deja más espacio para el lucimiento del dibujante. Y para el final, la impecable faz gráfica decae bastante de la mano de un muy joven Esad Ribic que todavía estaba un poco verde. De nuevo, una pena.
Salto a 2017, cuando en Argentina se publica Urgh y la Corona de Huesos, la primera novela gráfica de Telémaco, a quien obviamente conocía por “Jose, José”, la tira que publica hace más de dos años en el sitio web de Comiqueando, y por algunas historias cortas. Pero claro, yo estaba acostumbrado a verlo narrar una mini-historia en dos o tres viñetas y acá me encuentro con una mega-historia narrada en 250 páginas… y con tela para seguir cortando en eventuales secuelas. No tengo idea de cuánto habrá tardado Telémaco en escribir y dibujar todo esto, pero a simple vista parece un laburo monumental.
Urgh y la Corona de Huesos es un aventura con mucho humor, pensada para chicos de 9 a 12 años, más o menos. Recién en el último tercio de la obra uno empieza a sentir que Urgh y sus amigos están metidos en un bolonki realmente peligroso. Todo el resto va más para el lado de los enredos graciosos, los diálogos poblados de retruques ingeniosos, los personajes estrafalarios, los elementos fantásticos… Telémaco logra un buen equilibrio entre la joda y la epopeya y, si bien la aventura en sí se podría haber contado en muchas menos páginas, la novela se hace entretenida, sobre todo porque el ritmo está muy cuidado y el armado de las secuencias acumula muchísimos aciertos.
A nivel visual, se nota mucho la influencia de Bone, la obra magna de Jeff Smith. Bone está ahí, en todas las páginas de Telémaco. Pero no hay personajes ni fondos calcados de los de Smith, ni homenajes con olor a choreo. Hay un esfuerzo marcado por compartir una misma estética y en todo caso por reproducir ciertos hallazgos de Smith en materia de planificación de las secuencias. De esos aciertos que yo le destacaba a Telémaco en el párrafo anterior, no pocos son heredados de Bone.
Lo cierto es que, conozcas o no a Bone, Urgh y la Corona de Huesos es una lectura ágil, dinámica, no genial ni indispensable, pero más que efectiva a la hora de entretener a pibes en la edad pre-hardcore fans de los superhéroes. También está buena para ver qué hace un historietista que demostró tener muchísimos recursos para la tira cómica cuando le das “canilla libre” para contar una historia mucho más larga y más ambiciosa. Veremos con qué nos sorprende Telémaco de acá en más.
Y hasta acá llegamos. Vulevo pronto con nuevas reseñas (si Netflix me da permiso)…

jueves, 1 de marzo de 2018

SEGUNDO BIMESTRE

Cuando te querés dar cuenta, ya se fueron Enero y Febrero y ya está el subnormal balbuceando mentiras en el Congreso para inaugurar el período de sesiones ordinarias…
En materia de lecturas, por fin me enteré por qué The Nao of Brown ganó tantos premios allá por 2013-14. Ojo, no me subo al tren de los que elevaron a esta novela gráfica de Glyn Dillon (hermano menor del recordado Steve) al status de “Historieta Perfecta”. Algún problema tiene. Subrayo sobre todo el hecho de que el… 95% de los sucesos relevantes para la trama se concentran en la segunda mitad, mientras que las primeras 100 páginas ofrecen un slice of life muy llevadero, con escenas muy divertidas y/o emotivas, pero que se quedan en la presentación de personajes, no aspiran a tener más peso en el desarrollo argumental. Probablemente esta historia sería mejor si en vez de 200 páginas tuviera 120.
Por suerte, Dillon tira magia desde el guión y el dibujo para que cada una de estas secuencias tenga algún atractivo, más allá de su incidencia en la trama. Y por otro lado, ese ritmo hiper-descomprimido que muestra The Nao of Brown tiene que ver con la mayor pretensión que tiene el libro, que es la de parecer 100% real. Dillon centra la historia en una chica con Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) y es obvio que no toca de oído, si no que investigó a fondo el tema. Por ende, nos lo quiere mostrar del modo más fidedigno posible, necesita que el lector entre en la mente de Nao y vea la vida como la ve ella. O sea que no es un delirio trazar una historia que avance muuuuy de a poco, con un énfasis a primera vista desmedido en algunos detalles.
Donde no se le puede decir ni mu a Dillon es en el dibujo. Realmente, majestuoso es poco. Imaginate una estética muy realista, de dibujante académico perfecto, tipo Milo Manara o John M. Burns, pero con la tinta y el color a cargo de un dibujante un toque menos careta, más expresivo, tipo un Scott Hampton. Y todo eso llevalo a una ambientación urbana contemporánea, que te obliga a trabajar con referencias fotográficas y a dejar la vida en los detalles. Bueno, yo (que conocía a Glyn Dillon sólo por una oscura miniserie que le publicó Vertigo en los ´90) no me imaginaba ni en pedo que me iba a encontrar con un trabajo de esta calidad, con esta belleza visual tan apabullante. Después de lo que dibujó en estas 200 páginas, le compro todo lo que publique de acá al fin de los tiempos.
Me vengo a Argentina, a 2017, cuando Damián Connelly y Fer Calvi lanzan Flash Card Mistery Man, una historieta ambientada (al igual que Psicocandy) en el universo de Ojo Eléctrico. Lo que hicieron Connelly y Calvi en este trabajo no sólo es muy raro, sino también muy difícil de hacer: si bien la historia tiene sus momentos tranquilos, sus pausas, los autores juegan a desenfatizarlas por completo. Y les sale tan bien, que recién la segunda vez que lo leí (por suerte son sólo 48 páginas de historieta, se pueden leer más de una vez) noté que había pausas. La primera lectura fue como un torbellino, me sentí adentro de un vórtice desaforado en el que el comic me bombardeaba con acción, acción, acción, palo y palo, todo el tiempo, sin respiro. Después noté que por debajo de esa explosión de machaca constante, había un par de cambios de ritmo, pero como ya dije, desenfatizados, ocultados, disfrazados de más acción vertiginosa por Connelly y Calvi. Eso me pareció lo más notable del librito, junto con la perfecta integración entre los dos creadores. Como pasa de vez en cuando, acá te tenés que esforzar para deducir que hay dos autores y no uno sólo.
La trama en sí es… típica, no muy distinta de otras que ya leí chotocientas veces, y en todo caso se aprecia la viveza de Connelly por potenciarla con las referencias a las canciones de David Bowie y a algunos de los elementos que ya nos presentó en Psicocandy. Hay un intento de desarrollo para el personaje central, pero la verdad que entre tanto kilombo de tiros y estallidos, mucho no se destaca.
Calvi, por su parte, despliega en estas páginas uno de sus trabajos más salvajes, con un trazo vibrante, explosivo, pensado para acompañar este festival estridente de acción y violencia. Creo que la técnica que usa es la pluma, con la que logra una línea muy plástica, muy dinámica, muy expresiva, con un grosor que va variando todo el tiempo y puede llegar a generar una cierta confusión en el lector poco acostumbrado a leer historieta en blanco y negro. Y después te tira la fatality con las tramas mecánicas, que es un recurso que Calvi maneja como los dioses desde que empezó, allá por mediados de los ´90. Flash Card Mistery Man es un comic bien de acción, que le aporta impacto y alguna que otra idea copada al universo Ojo Eléctrico, pero es sobre todo la primera colaboración de una dupla que se entiende demasiado bien, y que ojalá reaparezca pronto con nuevos trabajos en conjunto.
Y yo también planeo reaparecer pronto, ni bien tenga leídos un para de libritos más. Hasta entonces.