el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 31 de agosto de 2020

NIPPUR DE LAGASH Vol.22

Hoy muy cortito, porque no me quiero amargar la vida yo, ni amargársela a ustedes. Este es, por afano, el tomo de Nippur más flojo de todos los que leí hasta ahora. No sólo los guiones son intrascendentes: también están llenos de ideas (y creo que hasta de diálogos) que ya leí en episodios anteriores. Parecieran ser refritos de historias viejas, a las que alguien (no sé si el propio Robin Wood o algún sicario) les cambió un par de nombres y alguna boludez más para venderlas como episodios inéditos. El tomo trae sólo seis historietas y no hay una sola para rescatar. Realmente, si te salteás este libro hacés mierda el dibujo que se forma con los lomos, pero te hacés un favor, porque esto sólo te puede aportar desgracias. Cuatro de los seis episodios están dibujados por Sergio Mulko, así nomás, sin demasiado entusiasmo, como si se quisiera sacar el trabajo de encima lo más rápido posible. En algunos episodios lo colorean los criminales de lesa humanidad a los que Columba empleaba para que destruyeran la labor de los dibujantes, y en otros lo vemos en ese blanco y negro siempre igual, sin nuevas ideas hace ya varios tomos. En los episodios a color aparecen varias splash-pages, que parecen viñetas comunes ampliadas. No se nota (como se notaba en las splash-pages de Lucho Olivera o de Ricardo Villagrán) la intención de aprovechar para meterle a esa única imagen un grado mayor de detalles, de cuidado en la composición, o de equilibrio entre masas negras y espacios blancos. Yo creo que Mulko se dio cuenta de que esos dibujos iban a ocupar una página entera recién cuando los vio publicados. Y quizás ni le llamó la atención, porque el color de la primera página lo dejó ciego y ya no pudo ver las siguientes. Los dos episodios que dibuja Carlos Leopardi aparecen publicados a color, y con mucho menos abuso de la splash-page. Cuando le dan a Leopardi la posibilidad de romperse el alma para que esa única imagen sea memorable, no la desaprovecha. De hecho, en la aventura que cierra el tomo (Primero el Vuelo del Pinzón) tiene apenas tres páginas con más de nueve cuadros (algo infrecuente para esta época de Nippur) y en la mayoría de las páginas de nueve viñetas o menos, vemos un equilibrio muy logrado entre texto e imagen. Más allá del guion formulaico y aburrido, la forma en que Leopardi plantea las secuencias hace que ese último episodio se pueda leer sin sufrir. Y los malignos coloristas lo tratan un poco mejor que a Mulko. Por lo menos no colorean a Nippur con todo el cuerpo violeta y las pupilas rojo sangre, lo cual es un avance. Nada más. No me quiero seguir flagelando a mí mismo con un comic de tan improbable redención. Ojalá haya más suerte en el próximo tomo. Tampoco me quedan tantos por delante porque –creo que ya lo conté- mi hermano los dejó de comprar cuando pasaron de quincenales a semanales. Es lo que hay. Gracias y hasta el mes que viene.

viernes, 28 de agosto de 2020

EL HOMBRE GARABATEADO

Bueno, ahora sí, cerrá todo. Me puse a leer las historietas de 2018 que tenía y no había leído, para no frutear cuando grabemos el podcast donde –junto a los lectores de Comiqueando- elegimos las mejores obras aparecidas ese año, y llegué una vez más al Nirvana. A la Historieta Perfecta. El Hombre Garabateado es una novela de más de 300 páginas escrita por Serge Lehman (a quien nunca había oído nombrar) y dibujada por el ídolo suizo Frederik Peeters, todo en blanco y negro. Es una obra bastante reciente, tiene apenas dos años, con lo cual me da cosa contar demasiado de la trama, porque supongo que mucha gente interesada todavía no la pudo leer (además, como ya señalamos el otro día en la reseña de ¡Universo!, al estar editada por Astiberri en tapa dura, la inversión que requiere su compra no es para nada menor). Sin spoilear nada, es una historia centrada en tres mujeres (abuela, madre e hija), construida sobre una base realista, costumbrista, en la que irrumpen elementos sobrenaturales bastante oscuros, pero de una manera armónica, lógica, muy bien presentada. Es como una especie de cruza entre un thriller con ciertas aristas políticas y un cuento de hadas 100% adulto, terrible, pasado de rosca, algo que –no tengo ninguna duda- le hubiese encantado imaginar a Neil Gaiman para una de sus novelas. La vinculación con la literatura es muy explícita, el ámbito de las editoriales parisinas está bastante presente y la Ciudad de las Luces comparte protagonismo con un pueblito en la Loma del Orto, donde Lehman va a ambientar algunas de las escenas más zarpadas. Además de los tres personajes centrales (entrañables las tres), Lehman presenta a unos cuantos secundarios, y varios de ellos son tan grossos que cualquiera de ellos podría ser protagonista. Los diálogos están perfectamente cuidados, el misterio está llevado de una manera exquisita, impredecible, que te enrosca en la trama en muy pocas páginas, y ya no te deja salir. Otra punta muy interesante es cómo se sostiene de punta a punta el contraste entre los elementos actuales, modernos, contemporáneos, y toda esa otra arista atávica, secreta, ancestral, anclada en un pasado que nos queda muy lejos, pero que Lehman nos trae al presente con una maestría poco frecuente para un guionista que no figura en la lista obvia de los recontra-consagrados. Y ya está, no digo ni una palabra más sobre el glorioso guion de Serge Lehman. Me voy con el trabajo de Frederik Peeters, que vuelve al blanco y negro para detonarlo en mil pedazos. Ya sólo por la magia que tira a la hora de aplicar los grises, este podría ser el pico en la carrera del suizo como dibujante. Pero además están los climas, está la acción, está todo el flujo de la narrativa que es impecable, todo el cuidado para darle a cada una de las protagonistas su propio lenguaje gestual y corporal, la planificación de las secuencias mudas (infernales, de esas que se te quedan en las retinas toda la vida), el grafismo preciso, plástico, por momentos cercano al mejor Craig Thompson y –no puedo no nombrarlos- esos fondos demoledores, esas ciudades y esos paisajes rurales que te envuelven por completo. Visualmente, estamos ante un comic absolutamente maravilloso, con un nivel que sólo se le puede pedir a uno de los máximos exponentes que tiene hoy el Noveno Arte a nivel global. La verdad que no puedo explicar lo bien que la pasé leyendo El Hombre Garabateado. Le tenía mucha fe, porque recibió unos cuantos premios, de esos que no se rifan ni se le dan a los amigos para subirles la autoestima. Pero me encontré con algo infinitamente mejor que lo que esperaba. Una verdadera gema, que me atrapó, me emocionó, me involucró, me hizo jugar al famoso “a ver si deducís el misterio antes que los personajes”… En una palabra: me resultó fascinante. Sólo loas, aplausos y recomendación extrema para esta obra, y por supuesto ahora a buscar otros trabajos de Lehman, a ver con qué me sorprendo. Esto es genuinamente original, potente y hermoso. Esto es lo que hace que tenga sentido prácticamente todo. Gracias por estar ahí una vez más, y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

martes, 25 de agosto de 2020

ZOOT SUITE

Por lo menos hasta fin de mes, sigo transitando mi cuarentena sin superhéroes, y es hora de compartir una reseña complementaria a la del 11/02/14, que nunca está demás repasar. En un libro bastante más finito que aquel y en formato comic-book, Fantagraphics recopila trabajos muy locos del glorioso neozelandés Roger Langridge, todos de 1992-96, esta vez acompañado por su hermano Andrew en los guiones. La portada te engaña: parece que de nuevo casi todo va a girar en torno a Art D´Ecco y The Gump, pero en realidad aparecen muy poquito y en historias muy breves, de una página, que complementan a la principal. La historia más extensa se titula The Journey Halfway y es una tragicomedia absolutamente hipnótica que te hace reir, te pone nervioso, te bajonea y por momentos te deja en bolas, pensando qué quisieron decir los autores. Por momentos parece un sketch de los Monty Phyton, por momentos una parodia de Waiting for Godot (el clásico surrealista de Samuel Beckett), por momentos una aventura costumbrista de borrachos y perdedores que podría haber contado Peter Bagge en un número de Hate. Andrew Langridge ensaya distintos tipos de humor (de los Hermanos Marx a Bugs Bunny), distintos climas, y a la vez le da el pie a Roger para probar distintas grillas y distintos tempos narrativos a la hora de llevar la historia a la página. Y por supuesto Roger no se guarda nada y despliega ese asombroso arsenal gráfico que lo posiciona hace muchos años como uno de los mejores historietistas del planeta, el heredero natural de Will Elder y Harvey Kurtzman. Estamos hablando de un dibujante realmente fenomenal, brillante en todos los rubros. Un genio absoluto. Por el lado de las historietas cortas, no sólo tenemos más despliegue visual por parte de Roger (que se anima a modificar el trazo, a narrar sin fondos, a irse más al carajo en el diseño de los personajes) sino que además Andrew abraza con más pasión el surrealismo, el delirio y el humor con mala leche, sin descuidar nunca la calidad de los diálogos, que es altísima en todo el tomito. Calling Claire y No Shit Man son verdaderas micro-joyas, The Friendly Pooh es tan graciosa que daba para seguirla hasta el infinito, y la onírica I Dreamt está repleta de ideas limadísimas, y además contiene las páginas mejor dibujadas por Roger a lo largo del librito. Me da la sensación (chotísima, por cierto) de que en Argentina somos muy poco los fans de Langridge y no se me ocurre qué corno hacer para reparar esta horrorosa injusticia. Por ahí ponerle un chumbo en la cabeza a algún editor local para que le publiquen aunque sea una historia corta. Por lo pronto me sigo maravillando cada vez que uno de sus trabajos cae en mis manos, porque siempre encuentro cosas nuevas que me sorprenden y me fascinan, dentro de un estilo muy reconocible, capaz de brillar tanto en color como en blanco y negro, en historias más aventureras, más cómicas o más inclasificables, ya sea con guiones propios o ajenos. Sueño con el día en que los comiqueros de todo el planeta se apuñalen unos a otros por un libro de Roger Langridge, y en todos los medios más o menos especializados se lo cite como el referente, como el capo, como la bruta bestia que es desde hace más de 30 años. No sé si Zoot Suite es un buen punto de entrada para el que no es fan de Langridge, porque si no te gusta el surrealismo tiene varios momentos medio WTF?!?. Pero aunque sea para flashear con los dibujos, todos, hasta los lectores más cabeza, se merecen tener frente a sus ojos estas historietas creadas por los gloriosos hermanos neozelandeses. Esto es todo por hoy. Gracias por tanto, perdón por tan poco y seguramente antes de que termine Agosto tendremos una nueva reseña, acá en el blog.

sábado, 22 de agosto de 2020

¡UNIVERSO!

Hoy la vida me trató bárbaro. Hoy cicatrizaron las heridas que le habían quedado a mi ojete desde el día en que compré este libro, por el que me cobraron una fortuna.¡Universo! Es un tremendo masacote de más de 200 páginas, editado en tapa dura y a todo culo por Astiberri, lo cual significa desembolsos de guita comparables a siete u ocho vencimientos de bonos de la deuda eterna que nos dejó la derecha neoliberal. Semanas enteras de no darte un puto gusto harán falta para compensar el agujero que te va a hacer este libro en tu economía (a menos que seas millonario o millonaria, en cuyo caso, seamos mejores amigos, amantes o cónyuges), pero el sacrificio vale la pena, no tengo dudas. El libro recopila las primeras cinco historietas que el genial autor catalán Albert Monteys realizó para el sitio web The Panel Syndicate y que se podían leer online, pagando unos pesitos a voluntad del lector. Pero esto es demasiado brillante como para que sólo accedan a su lectura aquellos que consumen historieta en soporte digital. En estas historietas, Monteys vuelve a la ciencia-ficción, género en el que había incursionado brevemente allá por fines de los ´90 con Calavera Lunar, que era un comic 100% en joda (y excelente). En el medio, el ídolo hizo de todo, pero la gran masa de su producción se concentró en revistas satíricas y de humor, principalmente El Jueves (donde llegó a ser director), Orgullo y Satisfacción y la revista infantojuvenil Mister K (que no era un órgano de difusión del kirchnerismo). Acá, a lo largo de poco más de 20 años, Monteys produjo una cantidad brutal de chistes y de historietas breves (rara vez exceden las dos páginas) basadas sobre todo en el humor costumbrista y en la sátira a situaciones y estereotipos sociales de los que pulularon por España en ese período. Con ¡Universo!, el creador de Tato y Carlitos Fax se reinventa como un autor de historietas extensas, que no dejan por completo de lado el humor, pero que cuentan historias dramáticas, profundas, en las que los tópicos de la ciencia-ficción (viajes al espacio, alienígenas, robots, viajes en el tiempo, etc.) se ponen al servicio de temas muy reales, muy próximos, muy humanos. Monteys crea a lo largo de estos relatos (sutilmente conectados entre sí) un vehículo narrativo que le permite abordar problemáticas actuales, con una gran madurez, lejos de la joda loca de la época de Tato y Calavera Lunar. Son historias teñidas de una cierta melancolía, de un humor medio bajonero, con un regusto amargo. Y lo más importante: no son sátiras ni parodias. No están llenas de guiños a los fans de Star Trek y Star Wars (a los que Monteys les dio sin asco en sus chistes en El Jueves), ni a los fans de las sagas cósmicas de Marvel y DC. Más que en las referencias a los clásicos del género, el catalán se apoya en la consistencia de las historias que imagina y del universo en el que las ambienta. El resultado es de una calidad y una originalidad poco frecuentes en las historietas de ciencia-ficción. No quiero contar nada de las tramas para no spoilear, pero esto es tan asombroso como emotivo y merece que todo comiquero se anime a descubrirlo. Por si faltara algo, el dibujo, el color y la puesta en página son extraordinarios. Monteys se nos muestra fuera de su zona de confort y a la vez fuera de control, decidido a probar todo, a explorar todas las variantes narrativas que tantos años de historietas humorísticas cortitas no le habían permitido explorar. El dibujo, sin ser académico, se aleja un poco de la caricatura extrema, de ese estilo del Monteys de los ´90 que combinaba a la Escuela Bruguera con Peter Bagge. ¡Universo! nos avisa desde la estética que este es otro Monteys, más curtido, más comprometido, más arriesgado, más incisivo, con un abanico de influencias infinitamente más amplio y con un arsenal de recursos gráficos y narrativos realmente inconmensurable. Recomiendo enfáticamente esta gloriosa colección de tragicomedias futuristas con las que Albert Monteys se puso otra vez a la vanguardia del Noveno Arte, ganó unos cuantos premios y cosechó unas críticas espectaculares en varios mercados muy distintos entre sí. Recorré el universo, si hace falta, pero conseguite este libro, disfrutalo, atesoralo y sé feliz. Nada más por hoy. Gracias y hasta pronto.

miércoles, 19 de agosto de 2020

EL CHICO DE LA HISTORIETA

Siempre me intrigó este libro de Ziraldo, pero nunca supe qué corno tenía adentro. La semana pasada, se me ocurrió atravesar el Parque Rivadavia mirando muy por encima los puestos, y como lo vi barato, me lo compré incluso cuando estaba embolsado y no había forma de averiguar con qué me iba a encontrar una vez que lo abriera. Lo primero que me sorprendió es que es un trabajo cortito. Son apenas 28 páginas, apenas un poquito más que un comic-book promedio. Pero eso no es lo más sorprendente. Lo más loco es que Ziraldo empieza a “contar una historia” en forma de historieta, y cuando van 18 páginas, pega un volantazo y sigue adelante la narración pero en forma de prosa. Primero con una tipografía inmensa, con muy pocas palabras por páginas, después la tipografía se empieza a achicar cada vez más, hasta que para la última página ya es un texto normal, con letra chiquita sobre fondo blanco, como cualquier libro de texto común y corriente. ¿Qué es esta bizarreada?!? Yo nunca había visto una cosa así, y consumo historieta para chicos desde antes de aprender a leer. Pero ni siquiera eso es lo más loco. Lo más loco es la historia que nos cuenta Ziraldo. La historia de un pibe que vive adentro de las historietas, que las conoce por dentro, que se codea con héroes re-capos y capos del humor, que pasea por escenarios fantásticos que parecen diseñados por Moebius, o por el espacio exterior, que domina de taquito técnicas gráficas, que sabe que en el mundo donde habita los ruidos y sonidos se traducen en letras, que el color está hecho de puntitos de impresión… Esto nos lo muestra Ziraldo en las primeras páginas, de un modo absolutamente descomprimido, como si no tuviera el menor apuro por llegar a ningún lado, como si el objetivo de la obra no fuera narrativo, sino descriptivo, centrado en esa fascinación que produce (además de la calidad del dibujo) esa mirada tan original y tan extraña al mundo de la historieta. Y cuando los dibujos desaparecen, el texto se vuelve bastante más narrativo, para centrarse en la reacción de este chico que de pronto se encuentra fuera de su zona de confort, en un medio que no es ese que recorría a piaccere y en el que se las sabía todas. Ahora se tiene que acostumbrar a un mundo sin imágenes, sin colores, donde todo pasa por la palabra, y acá empieza otro viaje, el viaje hacia el corazón de lo literario. Básicamente lo que Ziraldo nos quiere presentar es la transición entre leer historietas y leer literatura, algo que todo chico alguna vez hace en su vida como lector, pero con la novedad de que convierte ese tránsito en algo “aventurable”, como diría el maestro Juan Sasturain. Hay un hilo narrativo y una curva dramática en este paso de un medio a otro, de una forma a otra de percibir y describir la realidad, y eso es algo que –de nuevo- yo nunca había visto. ¿Está bueno que el aprendizaje del protagonista consista en dejar la historieta atrás, para acercarse gradualmente a un “punto de llegada” que es el texto pelado, con tipografía chiquita y fondo blanco? Para mi gusto no, porque le baja el precio a la historieta. Pareciera que la historieta es lo que leés cuando no te da la cabeza para leer literatura. O sea que, si bien el relato está bien armado, baja una línea que yo no comparto en absoluto. ¿Por qué está bueno tomarse un ratito para leer esta obra de 1989? Por la idea, que es rarísima; por la ejecución, que está muy bien lograda; y porque el tramo que tiene viñetas, secuencias, dibujos, color, onomatopeyas y (pocos) globos con texto es espectacular. Cómo está presentado, las variantes en el grafismo y en el color, la puesta en página… Querés que eso dure hasta el final del librito, que no se termine ni a palos, más allá de que a nivel argumental, las cosas interesantes empiecen a pasar cuando el pibe “deja atrás” el universo de las viñetas. Y claro, también está bueno porque Ziraldo es un autor impresionante, un referente de la historieta humorística que logró romper esa extraña insularidad que tiene la historieta de Brasil, para conquistar varios mercados extranjeros a fuerza de talento. Se puede no coincidir con el mensaje que transmite El Chico de la Historieta (O Menino Quadradinho, en la versión original), pero se complica discutir la solvencia y la originalidad que despliega el autor en estas páginas. Por si lo querés buscar y comprobar por vos mismo lo extraño de todo esto, el librito está editado en Argentina por Emecé, en 1993. Y esto es todo por hoy. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

domingo, 16 de agosto de 2020

NIPPUR DE LAGASH Vol.21

Sigo adelante con mi descubrimiento de una época de las aventuras de Nippur que nunca había leído, porque se publicaron en la revista D´Artagnan en 1975 (cuando yo era muy chico) y nunca se habían reeditado hasta que salió este coleccionable. Una vez más, el tomo ofrece siete episodios, que procedo a recorrer. El primero es el único dibujado por Lucho Olivera, en un muy buen nivel, siempre con ese desequilibrio extraño entre páginas con 12 ó 13 viñetas microscópicas, mezcladas con seis splash-pages, que para una historieta de 15 páginas son un montón. Por ahí sacrificando tres o cuatro splash-pages, se podrían evitar las páginas de 12 cuadritos minúsculos y lograr un resultado más parejo. El guión de esta primera aventura es bastante bueno, empieza con un repaso muy agudo (aunque excesivamente verborrágico) por todos los personajes a los que conoció Nippur y ostentan una corona, y después deriva hacia un canto a la amistad, a la joda, a la falta de ataduras y responsabilidades que el permite al errante ir de acá para allá a su antojo sin pedir permiso ni darle explicaciones a nadie. Es un discurso bastante coherente con lo que era la vida de Robin Wood en esta primera mitad de los ´70, plasmado en textos de hermoso vuelo literario. En este tomo tenemos cuatro episodios dibujados por Sergio Mulko y, si bien no aparecen los cuatro seguidos, los voy a reseñar en ese orden. El primero es una aventura muy menor, con un rol mínimo para Nippur, que podría tranquilamente no estar. El dibujo, muy desparejo, con alguna secuencia muda en la que Mulko trata de sacar chapa de buen narrador, pero en general muy opacado por la sobredosis de textos. La segunda nos muestra por primera vez a Mulko a todo color, pero le tocan unos coloristas criminales que lo masacran, de modo que el resultado se ve opaco, tosco, precario. Hay un par de viñetas muy bien logradas, pero en general es poco lo que se puede rescatar. El guion es realmente muy bueno, con un buen giro en el final y –de nuevo- un rol muy chiquito para Nippur, que es más testigo que héroe. En su segunda historieta a color, Mulko sufre aún más el flagelo de estos malvivientes que se hacían pasar por coloristas y el dibujo se ve aún peor que en el capítulo anterior. De nuevo la faz gráfica le baja el precio a un buen guion de Robin, que habla de modo explícito (y muy interesante) sobre la grieta entre ricos y pobres y lo que les pasa a los pobres cuando empiezan a pensar con mentalidad de ricos. Acá también, Nippur está prácticamente como figura decorativa. Y queda un cuarto y último episodio dibujado por Mulko, de nuevo sin participación de Nippur en la trama (se limita a narrar una historia vivida por su amigo Teseo), pero esta vez con un argumento endeble, poco atractivo. La clásica verborragia de Wood se impone por sobre los dibujos de Mulko (acá de regreso al blanco y negro) que no aportan nada que no hayamos visto ya en otros episodios dibujados por este artista. Y me quedan dos historietas, en las que aparece un nuevo dibujante, el glorioso Carlos Leopardi. En su primera historieta (en blanco y negro) Leopardi parece un correcto imitador de Lucho Olivera, más parejo, sin tanto péndulo brutal entre las viñetas en las que se dibuja todo y las viñetas resueltas en tiempo record, sin el menor esfuerzo. Es un muy buen debut, acompañado por un guion atractivo, también con un gran giro final, con bastante protagonismo para Nippur. Y en la historia que cierra el tomo, vemos a Leopardi por primera vez a todo color, y descubrimos que su trazo agreste, oscuro, áspero, soporta mejor que el de Mulko y el de Lucho el constante sabotaje por parte de los coloristas. Acá la influencia de Olivera sobre Leopardi se hace menos evidente, excepto en las caras del personaje femenino que protagoniza la historieta (sí, de nuevo Nippur tiene un rol mínimo en la trama). Es una buena historia, un toque predecible pero con buenos momentos de tensión y violencia. Me encantó ver a Leopardi desembarcar en la antigua Mesopotamia y dejar desde temprano su marca en esta serie, que es ideal para un dibujante de su estilo y de sus condiciones. Además me encontré con varios guiones de Robin realmente satisfactorios, así que me voy contento. Veremos con qué me encuentro en el próximo tomo. Spoiler alert: ya me quedan pocos son leer. Y ya está. Nada más por hoy, gracias por el aguante y será hasta la próxima.

jueves, 13 de agosto de 2020

MEGAMAN ROTO

Después de la dosis extra-large de X-Men que me clavé la vez pasada, mi idea era no leer más comics de superhéroes hasta fin de mes. Pero bueno, pasaron cosas. Megaman Roto es una historieta de 82 páginas, en la que Fer Calvi retoma al personaje que surgió en 1996 en la revista Comiqueando (por ahí te suena) y que llegó a tener un par de números de su propio comic-book en Ediciones de la Urraca, también a mediados de los ´90. Lo increíble de este regreso es que, si bien Megaman siempre fue una serie que le servía a Calvi para homenajear a sus ídolos, ahora el foco se desplaza de la aventura a la meta-ficción. Como lo hiciera Grant Morrison en sus últimos números de Animal Man, acá el creador de Bosquenegro se dedica sobre todo a pensar cómo funcionan los mecanismos narrativos que impulsan los relatos protagonizados por superhéroes. El origen, los villanos, las debilidades, la motivación, la relación con otros héroes y –lo más morrisoneano- ese momento en que el personaje queda cara a cara con el autor, narrado en términos serios, dramáticos, de modo que se convierta en el pico máximo de tensión de toda la obra. O sea que más que un comic de superhéroes, Megaman Roto es un ensayo acerca del mito del superhéroe en forma de historieta. Con una especie de recorrida histórica, incluso, por las aventuras pasadas de Megaman, pero también por la historia del género en sí, con momentos que intersectan con las distintas “eras” en las que esta suele dividirse. Y además de toda esta faceta más reflexiva, más analítica, hay también escenas de machaca grandilocuente, escenas sostenidas en el desarrollo de personajes y hasta escenas más poéticas. Ninguna le disputa el protagonismo a las ganas que tiene Calvi de contarnos qué es para él un superhéroe, cómo funcionan y por qué lo emocionan este tipo de personajes. Con lo cual todo amague de conflicto más clásico o más aventurero queda en un segundo plano. Pero está perfecto. Lo que hace único y alucinante a Megaman Roto es que se anima a apartarse del molde de las historias a las que está homenajeando y acerca de las que nos invita a pensar, para narrar otra cosa. Después si querés nos preguntamos cómo le pegará esta historieta al que no leyó miles de comics de superhéroes y por ahí no sabe qué es un “kirby dot”, o no pesca las referencias al Superman de los años ´50, a la Silver Age de Marvel, a Watchmen, a los autores que fundaron Image en el ´92, etcétera. Por ahí los deja medio fríos. A los que consumimos, seguimos y pensamos este género, en cambio, Megaman Roto seguro nos detona los ojos, la mente y el corazón. No se le puede pedir mucho más a una historieta. Otra cosa que me encantó es que Calvi no juega a la mímica. No acomoda su estilo (de probada versatilidad) a cada referencia visual que nos quiere ofrecer. En un momento juega a dibujar como Pablo Picasso y le sale genial. Gráficamente, es un Calvi genuino, auténtico, comprometidísimo con lo que quiere contar y con espacio para la experimentación tanto en el trazo, como en el color, como en la narrativa propiamente dicha. En este último rubro, me hubiese gustado ver menos splash pages, pero la verdad es que están dibujadas a un nivel estupendo, con una fuerza y un dinamismo que te sacuden mientras las recorrés con la vista. La verdad que a nivel visual este es un trabajo muy bestial de Fernando, al nivel de lo mejor que dibujó en su vasta carrera. Y dejo para el final lo peor, lo más lamentable, lo que parece mentira que siga sucediendo en pleno Siglo XXI: las faltas de ortografía en los textos. ¿Cómo puede ser que nadie detecte o corrija errores (horrores, en realidad) como “horfanato” o “distorciones”? Un bajón tremendo, porque esos detalles, si bien son pequeños, opacan una muy buena edición y una historieta definitivamente memorable. En Argentina, muy lejos de donde los superhéroes grossos nacen, se desarrollan y se exprimen comercialmente más allá de cualquier lógica, hay un autor que los leyó, los estudió y entendió todo. Megaman Roto puede ser muy raro para el que busca un comic de superhéroes tradicional, o muy “nerd” para el lector que sigue las obras de Calvi apuntadas al público adulto. Pero si sos o fuiste fan de los muchachos musculosos con capas y superpoderes, no tengas dudas de que te va a conmover. Y si no, igual lo podés leer para deleitarte con los dibujos, que son impresionantes. Hasta acá llegamos por hoy. Gracias y nos reencontramos pronto, acá en el blog.

lunes, 10 de agosto de 2020

ESSENTIAL X-MEN VOL.6

A lo largo de varios días, fui recorriendo de a poco este tremendo masacote de 656 páginas, que desemboca nada menos que en la Mutant Massacre, el primer crossover entre los títulos de la línea X-Men, que para este entonces (1986) ya contaba con tres series mensuales. El tomo arranca en 1985, con el nº 199 de Uncanny X-Men, con Chris Claremont muy concentrado en darle chapa a Rachel, un personaje que finalmente se sacará de encima pocos números después en circunstancias medio frutihortícolas. Acá también termina de darle relieve al plot de Freedom Force y justo cuando está todo listo para un nº 200 memorable, calzan el New Mutants Special y el X-Men Annual 9, más de 100 páginas con los mutantes en Asgard, totalmente descolgadas del resto. Esa saga es gloriosa, quizás lo más redondito a nivel desarrollo de personajes de toda la Era Claremont, y ya la reseñamos allá por el 24/08/11, cuando tuve la desgracia de leerla a color. Y después sí, de Asgard nos vamos a París, para presenciar el juicio a Magneto, y la despedida (nunca definitiva) del Profesor Xavier, que se va al espacio con Lilandra y los Starjammers. La movida de poner a Magneto a cargo de la escuela de Xavier se va a sentir mucho más en la revista de los New Mutants que en la de X-Men, donde el Amo del Magnetismo va a aparecer poco y en un rol menor. Los protagonistas de esta etapa son –por mucha diferencia- Wolverine y Storm, mientras que el resto apenas acompaña. Para darle chapa a Storm, Claremont se deshace de Cyclops de un modo por lo menos polémico, pero claro, se venía X-Factor y Scott tenía que estar en esa revista, donde era imposible reemplazarlo. Colossus, Nightcrawler, Rogue y Kitty tienen roles bastante secundarios y Rachel ocupa el centro de la escena hasta el nº 209, donde se esfuma sin dejar rastros. El número anterior, el 208, fue el primero que me compré en la adolescencia, el que me decidió a seguir todos los meses Uncanny X-Men y a aspirar a completar la colección para atrás, algo que pude hacer varias décadas después gracias a los gloriosos Essentials. El 210 es un número bien de transición, donde por primera vez los lectores de X-Men nos enteramos que existe X-Factor. Y de ahí hasta el final del mega-broli, tenemos toda la Mutant Massacre, con tres números de Uncanny, tres de X-Factor, uno de New Mutants, uno de Power Pack y ¡dos de Thor!. Esto es muy interesante, porque muestra lo minuciosa y lo ajustada de la coordinación entre las revistas que llevaba adelante Ann Nocenti. Los personajes y la trama pasan de una revista a otra sin tropiezos, todo se explica para que si leías sólo Thor o sólo X-Factor entendieras absolutamente todo lo que estaba pasando (aunque la resolución no va a estar en esas revistas, sino en Uncanny) y hasta tiene la misma escena vista de dos puntos de vista distintos (escrito por distintos guionistas), uno en un título y otro en otro, obviamente publicados el mismo mes. El argumento en sí es muy básico, y deja más preguntas que respuestas, pero está bueno porque le pega sacudones violentos tanto a los X-Men como a los X-Factor. Una pena que a este experimento le haya ido tan bien que Marvel decidió repetirlo una y mil veces, hasta que ya los cruces entre revistas fueran un obstáculo para disfrutar la lectura de los comics de mutantes. En materia de dibujantes, acá tenemos la despedida (por un tiempo) de John Romita Jr., que venía militando y mejorando grosso en Uncanny X-Men hacía unos cuantos números. Entre suplentes e invitados están (agarrate fuerte) Barry Windsor-Smith, Alan Davis, Rick Leonardi, Brett Blevins y June Brigman. En la saga de Asgard tenemos las que quizás sean las páginas más gloriosas de Arthur Adams. En X-Factor, dos de los tres números los dibuja Walt Simonson prendido fuego (con guiones de su esposa Louise). En Thor está Sal Buscema en su mejor momento. En New Mutants, dibuja Butch Guice y entinta Kyle Baker. Y en Power Pack, Louise Simonson ya trabajaba en equipo con Jon Bogdanove (quien va a ser su compañero muchos años en Superman: The Man of Steel), acá mucho más sobrio, mucho menos grotesco que cuando desembarque en DC. O sea que en cuanto a la calidad gráfica, el Essential nos tira un combo realmente demoledor. Ya en el próximo tomo, sin Romita Jr. (que se iba para consagrarse definitivamente en Daredevil), me imagino que habrá más altibajos. Pero este tramo es maravilloso y en blanco y negro se disfruta mucho más que con esos colores espantosos que le ponían a los comic-books de los ´80. Brillante lo de Chris Claremont, y obviamente lo de Ann Nocenti, para jugar a pleno con una franquicia cuyo éxito se empezaba a descontrolar, pero que acá se expande de modo consistente, atrapante, con ideas arriesgadas y con la generosidad que hace falta para que otros guionistas vengan y se sumen al juego y lo enriquezcan. Tan arriba estaba Claremont en este punto, que hasta hace interesantes los tie-ins con la insostenible Secret Wars II. ´Nuff said. Y nada más, por hoy. Estén atent@s, que pronto nos reencontramos con nuevas reseñas, acá en el blog.

viernes, 7 de agosto de 2020

DYLAN DOG: HISTORIETA

Me conseguí la edición española de Historieta, el especial a todo color de Dylan Dog que reúne cuatro historias dibujadas por maestros de Argentina y España. La primera historia es el homenaje a El Eternauta a cargo de Luigi Mignacco y Enrique Breccia, que ya había leído en la edición chilena (ver reseña del 03/08/15). No me quiero poner a repetir qué me pareció la historia, pero sí destacar que el dibujo de Enrique se ve mucho mejor a todo color. De hecho es, lejos, la historieta mejor coloreada del tomo, la única que no hubiese preferido ver en blanco y negro puro. Vamos a la segunda, escrita por Pasquale Ruju y dibujada por Lito Fernández. El guion es muy interesante, tiene una intriga muy bien llevada, un giro sorpresivo en el final, la verdad que me atrapó. El dibujo es muy raro, es Lito haciéndose pasar un dibujante de Dylan Dog cualquiera, un Nicola Mari, ponele. Entre que Lito dibuja como si no fuera Lito y que el colorista lo pasa por encima, queda algo muy blando, con una identidad gráfica muy endeble. La chica que coprotagoniza la historia con Dylan Dog está muy sexualizada, con un vestido que parece un body paint, y Lito busca todo el tiempo enfoques en los que se luzcan o las gomas o el culo del personaje. Nada, me gustaría ver esto mismo dibujado de otra manera. O dibujado por Lito en su estilo, y con Martin Hel en vez de Dylan Dog. En la tercera historieta tenemos el mismo problema: el glorioso Alfonso Font juega a no parecer Alfonso Font, a ocultar las marcas de su inconfundible estilo, también por abajo de la paleta digital de un colorista que busca lucirse por encima del dibujante. El guionista Giovanni Gualdoni también se guarda un giro copado para el final, pero hasta que llega, el desarrollo se hace aburrido, predecible, inverosímil, por momentos bastante pavote. Y exactamente el mismo problema se nota en la cuarta historieta, uno de los últimos trabajos del prócer español José Ortiz, cuyo estilo también desaparece para dejar lugar a una imitación poco inspirada de los típicos dibujantes italianos que trabajan en la popular serie de Dylan Dog. Acá ni siquiera le podemos pasar factura al colorista que es más sobrio, se esfuerza menos por eclipsar al dibujante. Pero aún así Ortiz brilla poco, en pocas viñetas, sobre todo aquellas en las que no aparecen ni Dylan ni la chica que coprotagoniza el relato con él. El guion de Andrea Cavaletto es el más extraño del tomo, el más jugado, donde los saltos que le propone a nuestra imaginación son los más extremos. No te digo que es una de la Doom Patrol escrita por Grant Morrison, pero sí que se eleva un toque por encima de las clásicas consignas del investigador de asuntos paranormales metido en un kilombo sobrenatural. Complementan una muy buena portada de Carlos Gómez y un gran texto de mi amigo e ídolo Norman Fernández, que le cuenta un poco a los lectores españoles de qué va este especial. Me encantó el formato de antología con cuatro historietas autoconclusivas de 32 páginas, y no entendí por qué en España se publicó en tapa dura algo que en Italia salió en tapa blanda. Pero bueno, se ve que son mercados distintos, con distintas reglas. En Italia las historietas de Dylan Dog son furor en los kiosco, y en España hace mucho que las únicas historietas que se ven en los kioscos son los coleccionables que lanzan las editoriales gigantescas como Planeta o Salvat. Como diría Miguel Angel Russo, “son decisiones”. Como fan de Breccia, Fernández, Font y Ortiz, entré como un caballo por los dibujantes, pero en líneas generales me gustaron más los guiones que los dibujos, porque –salvo Enrique- el resto de los dibujantes se escondió detrás de la mímica de los dibujantes clásicos de la serie. El día que los llamen para laburar en Marvel, se van a poner a imitar a Jack Kirby o a John Buscema :P . Por el lado de los guiones me encontré con trabajos bastante atractivos, dentro de un género que no me fascina ni muchos menos, y con un protagonista con el que me cuesta horrores engancharme (igual cada tanto me leo online algún episodio en italiano, sobre todo cuando dibuja alguno de esos tanos que rompen todo). Y nada más, por hoy. Nos reencontramos la semana que viene con nuevas reseñas, acá en el blog.

martes, 4 de agosto de 2020

THOR: VIKINGS

Pleno verano en Agosto, y así, en remera, pantalón corto y ojotas, me siento a redactar un textito acerca de lo último que leí. Años y años busqué el puto TPB de Vikings con menos éxito que un ministro de salud chileno enfrentando la pandemia. Así que cuando un amigo me ofreció la miniserie en revistitas, me resigné y dije “adentro”. Veamos con qué me encontré al recorrer estos cinco numeritos (llenos de avisos publicitarios uno más horrendo que el otro) escritos por Garth Ennis y dibujados por Glenn Fabry. El dibujo está bastante bien. No descubro nada si digo que Fabry se luce muchísimo más como portadista que como dibujante de historietas. La portada de Fabry comparada con el dibujo interior de Fabry es más o menos como el opening de los Thundercats comparado con la animación de los episodios. Ni en pedo vas a encontrar adentro del comic la magia que tira el británico en las portadas. Pero tampoco es un mediocre, ni mucho menos. Es un buen dibujante de aventuras violentas, de alto impacto visual, con un despliegue impresionante en fondos y escenas de multitudes, con cientos de cuerpos en movimiento. El trabajo del colorista Paul Mounts le agrega un poco más de clima, que por ahí el trazo de Fabry no tiene, y realza un poco la onda de fantasía oscura y putrefacta que intenta transmitir el guion. Garth Ennis, por su parte, se da el gusto de contar una aventura de superhéroes con sus propias reglas, con muertes truculentas, alguna grosería y un Thor que no encaja mucho con el Thor que leímos toda la vida. Su Dr. Strange (sin duda el personaje secundario con más peso en la trama) tampoco se ajusta mucho a lo que uno espera en materia de caracterización, pero bueno, no importa. Imaginate que es un comic de la editorial Pindonga o Cuchuflito, y que esos no son los héroes clásicos de Marvel, si no otros inventados por Ennis. El conflicto está MUY bien planteado, el primer episodio es sumamente atrapante, y realmente te hace sentir que estamos ante una amenaza recontra-heavy y recontra-jodida. El desarrollo se hace un poco largo, se toma muchas páginas para explicarnos cuál es el plan de los buenos para frenar el embate de lo malos, y al final se resuelve todo un poquito fácil, para mi gusto. Esto mismo, narrado en 64 páginas en vez de 110, sería una bomba atómica de un poder destructivo sensacional. Estirado a 110 páginas, se diluye un poco, y se hace llevadero básicamente porque los diálogos son muy buenos y el villano es muy hijo de puta y te termina gustando ver una tras otra las atrocidades que le hace cometer Ennis hasta el momento en que recibe su merecido. Vikings tiene las dos cosas que más me gustan de las historietas del gran guionista irlandés: escenas 100% bélicas (en este caso, con un aviador alemán que le da baile a los ingleses en la Segunda Guerra Mundial) y momentos de un humor negro espeso, impregnado de exquisita mala leche. ¿En un comic de Thor? Sí, Ennis aprovecha que esto sale en un sello apuntado al público adulto y nos regala un festival de mutilaciones, violaciones (estas no las muestra Fabry), decapitaciones, tripas y hectolitros de sangre, todo en un contexto ambiguo, que combina acertadamente el horror con el humor. Me imagino a Stan Lee o a Jack Kirby leyendo Vikings, con un gesto de estupor y desolación, pensando “qué irresponsables debemos haber sido para que los personajes que inventamos caigan en manos de zarpados como este”. Como si le hubieran dado una ametralladora a un nene de ocho años y le hubieran dicho “andá, nene, andá a jugar a la plaza con el chiche nuevo”. No te quiero vender el chamuyo de que esto es comic de autor dentro del mainstream, ni que es un enfoque adulto sobre el tema de los superhéroes. Es un comic clásico, lineal, casi obvio, donde la sorpresa pasa por la crueldad, la truculencia y el grado de salvajismo con el que está contada la clásica pelea entre buenos y malos. Hay un mínimo subtexto político, un diálogo desopilante en el que George W. Bush queda como el subnormal que es, y cierto contraste (apenas esbozado) entre el aguante infinito de los vikingos y la comodidad aburguesada y desapasionada de los newyorkinos. No mucho más. Para divertirse un rato está muy bien, y si sos hardcore fan de Ennis y lo seguís a todas partes, seguro te va a encantar verlo meterse con un superhéroe clásico, noble e incorruptible como es Thor. Aguante el veranito dentro del invierno y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

sábado, 1 de agosto de 2020

NIPPUR DE LAGASH Vol.20

Sigo inclaudicable en mi gesta, sin sucumbir a la tentación de mandar a la mierda a Nippur y a estas historias supuestamente clásicas que se repiten muchísimo y ya no me emocionan en lo más mínimo. Este tomo ofrece otros siete episodios publicados en 1975 en la revista D´Artagnan, y además una cantidad bastante indignante de páginas en blanco. Entiendo que no puedan publicar tomos con más páginas o menos páginas porque se trata de una colección con el formato estandarizado, pero poneme algo. Portadas de Alfredo De la María, textos sobre la Mesopotamia en la antigüedad, entrevistas a los autores, un texto de alguien que sepa grosso sobre la serie… algo. Vamos con lo que hay. La primera historieta es –lejos- la mejor del tomo. El planteo es lógico, el desarrollo crea intriga, la resolución no es la obvia, el recurso de que esté todo narrado en primera persona por alguien que no es Nippur también garpa muchísimo… La verdad que me re-gustó. Ojalá en las seis historietas restantes viéramos a Robin Wood en este mismo nivel. El dibujo de Lucho Olivera también está buenísimo, excepto por las caras de las mujeres que (como suele suceder) son todas idénticas. Se ve que en aquella época garchaban entre primos o incluso entre hermanos, y había poca variedad de rasgos faciales. Después tenemos dos aventuras flojísimas, donde no llegás a sentir el peligro, ni a merte dentro de la trama. Son boludeces, peripecias muy menores, una de corte más sobrenatural, la otra de corte más clásico. Obviamente con páginas de 12 y 13 viñetas en las que la acción nunca se luce y con cantidades de texto grotescas. En ambos casos dibuja Sergio Mulko que trata de meter por lo menos dos buenas imágenes en cada episodio, a pesar de todo. Y sí, el resto de los dibujos se ven apurados, sin ganas, a veces con una mezcla de técnicas de entintado rara, y con algunas viñetas entintadas a lo bestia, con tres pincelazos. En la cuarta historia vuelve Lucho y el guion de Robin levanta un poquito. También, una cantidad de texto bestial, y chicas idénticas entresí. Pero el argumento es un toque mejor. Hay una chica con los mismos poderes de Dream Girl (de la Legion of Super-Heroes) y hay un peligro grosso, tan grosso que no resulta demasiado verosímil la forma en que Nippur escapa de una muerte más que cantada. Después tenemos la historieta peor dibujada del tomo, con Mulko ya definitivamente sin ganas, con páginas repletas de viñetas microscópicas y sin esas dos o tres imágenes memorables que el dibujante trataba de meter en cada episodio. El guion va más para el lado de la ética y la filosofía, con lo cual cuando Wood le agrega un par de escenas de violencia (como para que Nippur haga algo) se desvirtúa un poco la escencia de lo que quería contar. La sexta historia es casi buena, tiene ritmo, tiene páginas sin bloques de texto innecesarios y hay un argumento que no es genial ni mucho menos, pero por lo menos no es igual al que ya leímos 50 veces. Lo raro es que empieza narrando en primera persona un personaje secundario y para la quinta página es Nippur quien se hace cargo del relato en off. Lucho le pone bastante onda al dibujo, excepto en esa página funesta, con QUINCE viñetas y muchísimo diálogo, donde –lógicamente- dibuja lo menos posiible. Y en la séptima y última vuelve Hattusil, para otra aventura con onda sobrenatural, en la que el dibujo de Mulko ya es cualquier cosa. Líneas y manchas en estado salvaje, como si estuviera trabajando directo en tinta, sin un plantado previo a lápiz. El resultado es sumamente olvidable. Otra cosa que me hizo ruido es que el hijito de Hattusil llamado Nippur, al que vimos nacer hará unos… tres años, cuatro a lo sumo, acá ya parece un pibe de 9 ó 10 años. Por supuesto los adultos están siempre igual, ninguno parece haber envejecido 9 ó 10 años. En fin, seguimos lejos de la calidad que uno espera en una serie considerada un clásico, un pico de la gloriosa historieta argentina. Podría ser peor (supongo), pero también podría ser infinitamente mejor, sobre todo si pensamos que era la serie más popular de la editorial que dominaba por amplísimo margen un mercado inmenso, y a la que evidentemente no le faltaban recursos para cuidar un poco más los guiones, los dibujos y el color. Ni hablar del rotulado, pero ese flagelo por suerte fue eliminado en la edición de Planeta que estamos recorriendo. Gracias por tanto, perdón por tan poco, y vamos que ya estamos en Agosto y falta menos para que se termine este año de mierda.