el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 31 de octubre de 2022

ESSENTIAL DEFENDERS Vol.5

Allá por el 24/12/17 me clavé el Essential Defenders Vol.7 y me encontré con unos guiones de J.M. DeMatteis, o en realidad con una forma de encarar la serie por parte del guionista, que me justifica ir un par de tomos para atrás a rastrear la transformación de aquel grupo integrado básicamente por Dr. Strange, Hulk, Namor y el Silver Surfer en otra cosa totalmente distinta. Así caí en el Vol.5, que arranca justo cuando DeMatteis asume como guionista titular de la serie, en el nº92 (1981) y llega hasta el nº106, que marca un quiebre porque ahí muere Nighthawk, otro de los personajes emblemáticos de la primera década de los Defenders. El Essential también incluye varias historias de Marvel Team-Up escritas por DeMatteis, en las que Spider-Man forma equipo con personajes que por este entonces eran miembros del "equipo". De hecho, buena parte de los plots que veremos desarrollarse en este tomo se desprenden del nº101 de MTU, donde Nighthawk es co-protagonista. ¿Cuál es el plan de DeMatteis para esta serie? Sacarse de encima lo más prolijamente posible a Hulk, Namor y el Surfer y convertirla en una segunda revista del Dr. Strange, con amenazas que tienen que ver sobre todo con el palo místico, y con héroes y heroínas que apuntalen un poco esa onda. Así, en estos números de Defenders tenemos como protagonistas al Tordo y a Nighthawk, que son los personajes a los que más cosas les pasan. Y en segunda línea a Hellcat, a Son of Satan y a Valkyrie. Todos personajes a los que DeMatteis logra incorporar a esta temática vinculada a demonios, magia y demás. Por si faltara algo, Clea también tiene un rol bastante importante, tenemos la incorporación de un nuevo personaje también de origen místico (el copadísimo Gargoyle) y el rescate de otro personaje de ese mismo palo, Devil-Slayer, que tenía muy poquitas apariciones. En realidad era una creación de Rich Buckler para la editorial Atlas, que cuando ese efímero proyecto naufragó, cambió su nombre de Demon Hunter a Devil-Slayer y se incorporó al rincón más dark del Universo Marvel. O sea que en la mayoría de los arcos argumentales Dr. Strange está rodeado de personajes a los que el mundo del misticismo no les resulta del todo ajeno. Recién sobre el final empieza a aparecer un personaje que viene claramente de otro palo y que eventualmente va a tener un rol importantísimo en esta serie: el ídolo, el más grande, el querido Hank McCoy. Un especialista en dinámica de equipos que le va a traer una impronta más de cooperación entre pares que de "rejunte de tercerones que hacen lo que les ordena el Dr. Strange". Y en el Vol.6 nos vamos a enterar cómo DeMatteis lleva más allá su plan de renovación y se saca de encima también al Capo de las Artes Místicas. Dicho todo esto, aclaremos lo más importante: las aventuras en sí no están muy buenas. Son bastante del montón y están muy lejos de lo que se veía en las series realmente grossas que publicaba Marvel en 1981-82. Más allá de sus buenas intenciones, en esta época J.M. DeMatteis no era un guionista infalible ni mucho menos, y todavía falta un poco para que alcance el nivel que lo consagraría. O sea que mucho de lo que ofrece este Essential en materia de guiones pasa sin pena ni gloria y dista de ser memorable. Y en materia de dibujo, no estamos mejor, para nada. El dibujante titular de Defenders en toda esta etapa es Don Perlin, acerca de cuyas limitaciones y torpezas ya hablé bastante en la reseña del Vol.7. Acá en la mayoría de las páginas lo vemos entintado por el siempre elegante Joe Sinnott, ante cuya mención cualquier fan de Marvel debe ponerse de pie. La magia de Sinnott no alcanza para que el dibujo de Perlin se vea bien, porque los cuerpos son estáticos, la planificación de las secuencias es aburrida y la falta de imaginación para dibujar casi todo es más que evidente. Pero por lo menos Sinnott le da un pulido a la superficie, a los primeros planos de los personajes, que en los números donde no entinta él, o en las páginas que les habilita a sus asistentes, se extraña muchísimo, porque deja muy al descubierto lo choto que era Perlin. Por suerte hay un numerito dibujado por Jerry Bingham y un numerazo (de Captain America) dibujado por Mike Zeck. Ahí el Essential nos permite sacar la cabeza del pantano, respirar un toque y deleitarnos con historietas mucho mejor dibujadas y narradas. Y bueno, me comí un tomo duro de digerir. Hay que ser fan de Defenders para bancarse estos números (yo nunca lo fui), o muy talibán de J.M. DeMatteis. Me lo quedo porque la etapa del ídolo empieza acá y sospecho que mucho de lo que pasa en el Vol.6 va a hacer referencia (o incluso va a sumarle relevancia) a las historias de este tomo. Pero la verdad que ni los guiones ni los dibujos están como para que se lo recomiende a nadie. Ah, antes que me olvide: en 1998 alguien nos va a revelar que Nighthawk en realidad no murió un carajo en el nº106 de Defenders. O sea que -una vez más- vamos a ver a los héroes llorar al pedo por un compañero caído al que algún guionista falto de ideas eventualmente va a hacer volver. Nada más, por hoy. Prometo entrarle pronto al Vol.6, así ya completo el repaso por la Era DeMatteis en Defenders. Gracias y hasta el mes que viene.

sábado, 29 de octubre de 2022

SÁBADO DE SUPER CIENCIA FICCIÓN

Para hoy se me juntaron dos obras de un mismo género, la ciencia ficción. Y las dos me gustaron mucho. Empiezo en la bisagra entre los ´70 y los ´80, con Ricardo Barreiro y Juan Giménez en plena aventura europea. A veces coincidían en el mismo país, a veces no, pero durante unos cuantos años trabajaron juntos en historias cortas de ciencia ficción (o "machine fiction", como le gustaba decir a Juan) que finalmente aparecen todas recopiladas en un único libro, War III, al que realmente no le falta nada. Creo que lo más impactante de War III es cómo nos invita a redescubrir y revalorizar los trabajos de Giménez en blanco y negro. Tanto acá como en Ciudad (ver reseña del 03/12/15) queda muy claro que el maestro mendocino no solo era un capo a nivel mundial cuando le ponía color a sus historietas, sino que también cuando trabajaba en blanco y negro hacía gala de un trazo exquisito y de una cantidad de recursos expresivos francamente pasmosa. En algunas historietas se vuelca a las rayitas de rotring típicas de Moebius de los ´70, pero en general, en esta época de Giménez vemos a un autor versátil, sólido, que no solo deja la vida en cada máquina y en cada nave espacial, sino que además le sabe poner a los personajes unas expresiones faciales que poco tienen para envidiarles a las del mejor Solano López. Además, el armado de las secuencias siempre funciona, no hay tropiezos sino aciertos en la elección de los ángulos, las escenas mudas son apoteóticas y las páginas en las que Barreiro se excede un toque con la cantidad de texto también se ven bien. Este libro se puede comprar tranquilamente para flashear con los dibujos de Giménez, aunque los guiones no te interesen en lo más mínimo. ¿Y qué onda los guiones? Desparejos, como en cualquier compilado. La última aventura, por ejemplo (la extensa Puesto Avanzado), se toma 30 páginas para llegar a un remate irónico que se parece mucho a un chiste malo. El argumento es una excusa para que Giménez dibuje muchas páginas de batalla entre naves espaciales, y no mucho más. En cambio, en Adiós, Soldado y Nosotros los Héroes, tenemos al Loco Barreiro mucho más inspirado, con relatos muy eficaces, que además de la inevitable dosis de violencia, explosiones, armas y drogas, tienen una bajada de línea dura, desoladora, por momentos conmovedora, acerca del tema de la guerra. Y después hay tres historias que no son ni gemas ni choreo: guiones cortos, correctos, que cumplen sus dos funciones primarias: 1) llenar un puñado de páginas en una antología donde aparecían 10 ó 12 historietas distintas; y 2) permitir el lucimiento del dibujo de Juan Giménez. Me da la sensación de que en ninguno de estos trabajos Barreiro buscó crear una obra maestra, ni establecer un hito en su carrera como guionista. Por el contrario, me lo imagino muy distendido, dispuesto a pasarla bien junto a su amigo "el Pelado" que se cebaba tanto como él con el tema de las guerras ambientadas en el futuro. Siempre el mejor de los recuerdos para ambos.
Salto a Estados Unidos, año 2019, cuando la ignota editorial TKO publica Sentient, una saga de ciencia ficción originalmente serializada en seis comic books, con guion del maestro Jeff Lemire y dibujos de Gabriel Hernández Walta. Sentient tiene la complejidad suficiente como para que te la puedan vender de dos formas totalmente distintas. Por un lado, te la puedo recomendar como una obra que transmite unos valores lindísimos de solidaridad, de coraje, de responsabilidad, de jugarse todo para proteger a los seres queridos. Desde ese lado, vas a encontrar una obra muy emotiva, en la que Lemire logra que nos encariñemos con una inteligencia artificial tanto como si fuera un ser humano, lo cual no es poco. El hecho de que casi todos los protagonistas sean niños también refuerza esa mirada familiera, tierna, de "caricia al alma". Pero también podemos hacer énfasis en la otra faceta de Sentient, una obra con un nivel de violencia tremendo, en la que los niños terminan más de una vez salpicados de sangre, envueltos en una runfla política de la que no entienden nada, pero que hace aflorar en los adultos una mala leche atroz. La obra hace equilibrio todo el tiempo entre esos dos polos opuestos. Para hacerla apta para todo público o "family-friendly" habría que limpiarle toda esa faceta más extrema y más sangrienta, y para profundizar un poco más en la faceta más oscura y ominosa los protagonistas tendrían que tener 10 o 15 años más. Lo realmente notable es que, así como está, apoyada en esa ambigüedad que la convierte en un bicho rarísimo dentro del comic yanki reciente, Sentient funciona perfecto. Está apenitas estirada (seguramente con 20-30 páginas menos pegaría más fuerte) pero logra sorprender incluso al lector más curtido, porque nunca te ves venir las guachadas que Lemire tiene bajo la manga para sacudir a la tripulación (humana y no tanto) del U.S.S. Montgomery. La lectura de este comic me retrotrajo a la semana pasada, cuando el maestro Gipi me hizo emocionar con esos adolescentes desamparados, librados a su suerte en un mundo devastado, precario y extremo. Sentient va medio por ese lado, es un poco un El Último Recreo en el espacio, pero con un personaje que modifica de lleno la ecuación como es Valarie. Un guion muy fuerte, muy impactante, donde Jeff Lemire demuestra una vez más que, sin salir de los géneros más transitados, es una usina inagotable de ideas novedosas y arriesgadas. El dibujo de Gabriel Hernández Walta es excelente, bien expresivo, dinámico, con gran atención por los climas opresivos, de altísima tensión, que se viven a bordo de la nave, y perfectamente realzado por un trabajo sublime en el color. De aca en más, cada vez que vea una historieta de Walta donde no lo dejan colorearse a sí mismo, voy a putear en no menos de 15 idiomas. Tengo sin leer otro libro (sí, ese libro) dibujado por este gran autor nacido en Melilla, así que no falta demasiado para que se venga una reseña por acá. El ensamblaje entre Walta y Lemire en estas páginas es tan potente que ojalá se reúnan pronto para una nueva colaboración. Si sos fan de cualquiera de ellos, o de la ciencia ficción, o del buen comic en general, no tengo dudas de que Sentient te va a encantar. Y hasta acá llegamos, por hoy. En una de esas hay nuevas reseñas el lunes, y si no, nos reencontramos el mes que viene, acá en el blog.

lunes, 24 de octubre de 2022

GENIOS EN BLANCO Y NEGRO

Hoy, tres obras en blanco y negro a cargo de un verdadero Olimpo de autores de historietas. Empiezo con New York Blues, una reedición apócrifa de las historias cortas que habían hecho Carlos Trillo, Guillermo Saccomanno y Horacio Altuna para las revistas de Ediciones Record, allá por fines de los ´70, antes de concentrar lo mejor de su producción en las páginas de la revista SuperHum®. Este libro, publicado de manera ilegal por una runfla entre varios piratas bastante conocidos en nuestro medio, tuvo -lógicamente- varios problemas legales para circular en España, mientras que los pocos ejemplares que se distribuyeron en Argentina se vendieron rápido, por eso poca gente lo tiene. Y a pesar de sus casi 100 páginas a gran tamaño, trae apenas seis historietas, ninguna de las cuales supera las 14 páginas. O sea que hay muchas páginas despilfarradas en carátulas, prólogos, o simplemente dejadas en blanco. Las primeras cuatro cuentan con guiones de Trillo, a pura ironía, con la mala leche a flor de piel. No son historias cómicas, para nada, pero aportan una mirada inusual, un Lado B cínico y desangelado al clásico género de mafias, policías y asesinos a sueldo en la gran ciudad. Los diálogos son breves, concisos, filosos. Y los finales, invariablemente desoladores. Los dos relatos de Saccomanno, en cambio, se ajustan un poco más a las convenciones del género, como si buscaran más respetarlas que subvertirlas. El primero (el único que "traiciona" a New York para llevar la acción a las afueras de Memphis) probablemente sea el mejor del libro, en parte porque Saccomanno se florea con unos bloques de texto impresionantes, con un nivel literario digno de la mejor época de H.G. Oesterheld o Robin Wood. Y de punta a punta del libro, brilla en todo su esplendor el trazo de un Horacio Altuna inspiradísimo, bien jugado a una ilimunación extrema basada en las manchas negras, con un trabajo formidable en rostros, en decorados urbanos, en el armado de las secuencias (sobre todo las mudas), un Altuna realmente impactante. Me detonó la cabeza ese fragmento de la segunda historieta en la que Horacio reproduce yeites del maestro Sergio Toppi, en el trazo y sobre todo en la composición de las viñetas. Nunca me imaginé que iba a ver algo así. Por el tamaño en el que están publicadas las historietas, llama mucho la atención el rotulado: los globos ocupan mucho espacio y las letras están enormes. Por eso también se nota mucho que las últimas historietas no están rotuladas por Altuna, sino por un letrista mucho menos ducho en esos menesteres. Ojalá algún día este material reaparezca en una edición mejor, más cuidada, en tamaño más chico, con menos páginas, o con más material. Porque -aunque parezca mentira- todavía hay historietas de Trillo y Altuna que nunca se recopilaron en libro.
En 2016 nos enteramos gracias a la editorial Planeta Cómic de España que en 2002 el inmortal Jiro Taniguchi había incursionado en la ciencia ficción. Una revelación tremenda, como si te dijeran que Ingmar Bergman filmó tres películas porno y una de Porcel y Olmedo. ¿Y cómo le fue a Taniguchi de visitante en los pagos de Yokinobu Hoshino, Keiko Takemiya o Masamune Shirow? Hasta ahora voy por la mitad de Crónicas de la Era Glacial, todavía me falta entrarle al Vol.2. Pero va muy bien, a pesar de que en 270 páginas no es tanto lo que sucede. Lo único que no me convence es la fórmula (ya muy gastada) de "el héroe a pesar suyo", el goma al que lo tienen que convencer a sopapos de que se haga cargo de las responsabilidades que tiene, le gusten o no. El resto está bárbaro. Hay una trama principal en la que la ambición desmedida de una empresa minera pone en riesgo la vida de muchísima gente, hay un mensaje admonitorio acerca del daño al medio ambiente que produce este modelo extractivista sin control, y sobre el final, la aventura se vuelve más compleja e impredecible gracias a la aparición de unos gigantes milenarios a los que uno de los pueblos del glaciar veneran como si fueran dioses. Ahí aparece, además, el choque de culturas y la contraposición entre miradas distintas a la realidad, presente y pasada, de este planeta que alguna vez fue verde y hermoso y hoy es un páramo cubierto de hielo y poblado por criaturas mutantes de extrema peligrosidad. Como suele suceder, el nivel del dibujo de Taniguchi es tan bestial, tan glorioso, que el argumento podría no estar e igual habría que recomendar este manga, y todos los demás que dibujó. Crónicas de la Era Glacial no ofrece grandes sorpresas en este rubro para los que seguimos al ídolo hace décadas, pero siempre es un placer verlo dibujar (además de las clásicas escenas de alpinismo, o esos animales hermosos) cosas que habitualmente no dibuja, como por ejemplo, un hiper-complejo minero del futuro, enclavado a muchos kilómetros debajo de la superficie de un planeta helado. Uno asocia a Taniguchi mucho más con la naturaleza que con las máquinas, más con los puestitos callejeros de comida que con las naves espaciales. Y acá está a full mostrándonos que también la rompe cuando dibuja un futuro amargo, ominoso y jodido como el que se nos viene si el año que viene vuelve a ganar la derecha. Prometo entrarle pronto al Vol.2, que parece tener más acción y menos franela.
Y me quedo en 2016, año en el que el maestro italiano Gipi publica la fundamental La Tierra de los Hijos. ¿Su mejor obra hasta la fecha? Puede ser. Son casi 280 páginas dibujadas a un nivel sublime, monumental, demoledor. Como con Taniguchi, ni tiene sentido tratar de entender la magia que tira Gipi con su trazo. Pero además están los climas, los silencios, las miradas, todo eso que se oye cuando los personajes no hablan, aunque Gipi no use onomatopeyas. La Tierra de los Hijos es una historia desgarradora de supervivencia, un viaje iniciático centrado en dos hermanos y en un mundo devastado, convertido en un cúmulo de carencias, ausencias y peligros espeluznantes. También como Taniguchi, Gipi sale de su zona de confort y se arriesga a adentrarse en un terreno bastante aventurero para lo que es el resto de su bibliografía. El tramo final de La Tierra de los Hijos es una aventura hecha y derecha, con mucho ritmo y altas dosis de violencia de las que no abundan en las historietas de este autor. Pero lo más tremendo de esta obra es la omnipresencia del dolor, físico y psíquico, del sufrimiento por el que pasan los personajes. Desde el hambre y las enfermedades a los golpes, las mutilaciones, los asesinatos, el maltrato y las humillaciones. Nadie se la lleva de arriba en esta historia en la que no existen los buenos. En algún momento, Gipi te trata de dar una tregua, de contarte escenas en las que -en una de esas- te despierta algún tipo de ternura hacia Lino y su hermano, pero ya los viste cometer tantas atrocidades, y van a cometer tantas más que, aunque queda claro que son tan víctimas como el resto de los personajes, no te podés terminar de identificar, ni de solidarizar con ellos. Los únicos personajes que no entran en la categoría de soretes, de escoria humana, son las dos mujeres: la bruja y la esclava. De los varones, no se redime ni uno solo. Recomiendo a full La Tierra de los Hijos. La edición española de Salamandra es excelente y -por lo menos hace unos meses- se conseguía a un precio más que razonable en las librerías de Buenos Aires. No sé si es el punto ideal por donde ingresar al universo de Gipi, pero sin dudas bajo esa portada pecho frío te espera una obra descomunal, atrapante, tensa, profunda, pensada para cagarte a patadas en el alma y dibujada como la hiper-concha de Dios. Nada más, por hoy. Me llevo un par de libros power metal para leer en el viaje a General Roca, así que seguro a la vuelta pintan reseñas, acá en el blog. Hasta pronto.

viernes, 21 de octubre de 2022

BLACK ADAM

Bueno, sale reseña CON spoilers del film dirigido por Jaume Collet-Serra. Lo primero que tengo para decir es que la película no es horrible. En ningún momento pensé que me dormía, ni me agarré la cabeza como diciendo "no puedo creer la pelotudez cósmica que estoy viendo". O sea, al lado de Morbius es un peliculón. Pero tiene varias cosas que no me cerraron, principalmente la falta de equilibrio entre la machaca y todo lo demás. Black Adam es una película básicamente de machaca, un Titanes en el Ring en esteroides, donde todo el énfasis está puesto en las peleas y las escenas de acción lo más extremas posibles. Y cuando digo "énfasis" también digo imaginación, y en cierta medida talento, porque son escenas de acción bien filmadas, gancheras, impactantes. El tema es todo lo demás. A la película le falta un poco más de argumento, mejores diálogos (hay dos o tres buenos), mejor desarrollo de personajes, más onda, y sobre todo un subtexto, algo que trascienda el festival de trompadas y rayos mágicos. Lo más parecido a un subtexto dura un solo diálogo, cuando Adrianne cuestiona el criterio con el que los superhéroes yankis deciden cuándo y por qué intervenir en los conflictos que se dan en los países periféricos. Repito: un tema potencialmente muy atractivo, que se toca en UNA sola frase en 124 minutos de metraje. Después hay que esforzarse para buscar una reflexión, una punta de análisis, algo que mínimamente nos invite a pensar. El conflicto central de la película es claramente el clivaje entre el superhéroe tradicional (encarnado en Hawkman) que quiere resolver todo sin matar a nadie ni transgredir ningún reglamento, y un justiciero pasado de rosca (Black Adam) que se da cuenta del verdadero potencial transformador de sus habilidades sobrenaturales y no tiene ningún reparo en usarlas al máximo para beneficio de su gente, aunque haya que matar a unos cuantos hijos de puta. Nada nuevo bajo el sol para los que leímos esto mismo en la JSA de Geoff Johns, hace casi 20 años. Y como el contrapunto grosso pasa por ahí, todo lo demás queda eclipsado. La amenaza de Intergang no es más que una molestia, uno sabe desde el vamos que no le pueden hacer el aguante a Black Adam. Ponele que Sabbac mete un poquito más de miedo (excepto cuando el CGI medio berretón lo hace trastabillar cada vez que camina), pero sabés que entre Black Adam y la JSA lo van a someter. Incluso si prestás atención, es obvio quién va a morir en la batalla final. O sea que no hay mayores sorpresas, y muchas de las escenas de acción están totalmente de más. De hecho, entran en acción tantas veces los personajes 100% humanos (Amon y Adrianna) que erosionan el verosímil, porque todo el tiempo están zafando de peligros imposibles. Más allá de la violencia desmedida y la escasa profundidad, visualmente la película está bastante bien. Me hubiera gustado ver a Adam con las orejitas puntiagudas, y el casco de Dr. Fate con las ranuras en los ojos, pero son boludeces. En general hay lindos diseños de vestuarios, escenarios, naves, armas... se zarpan con el pochoclo, pero te lo condimentan bien. La banda sonora también, me pareció muy lograda. Entre las actuaciones no hay puntos muy salientes, pero me quedo con las de Pierce Brosnan y Sarah Shahi. Y se ve que Collet-Serra miró con atención las pelis de Eternals y Shang-Chi, para no repetir esa forma suicida de meter los flashbacks. Acá los flashbacks son cortitos, y están donde tienen que estar. La información que tiran los guionistas de Black Adam (a través de un relato en off) en los primeros tres minutos, en cualquiera de estas dos pelis de Marvel duraba 10 ó 15. Como enfermo que leyó demasiados comics en su vida, estuve toda la película esperando que pasaran tres cosas que no pasan: 1) la más obvia, una aparición de Billy Batson o su alter ego. 2) el momento en que Adam empodera a Adrianna y Amon, y se arma la Black Marvel Family (capaz se la guardan para una secuela). 3) el momento en que Atom Smasher le dice a Hawkman "chupame la pija, me quedo en Kandaq a soldadear a Black Adam que tiene más chapa que vos". ¿Te das cuenta lo que lograron estos tipos? Aparece la Justice Society en una película y uno en vez de flashear, babear, vociferar como un barrabrava borracho y drogado, o enchastrarse la ropa interior con todo tipo de fluídos corporales, critica las actuaciones, el guion, el CGI... Hasta en ese punto Black Adam fracasa en su intención de sacudir la modorra y la resignación de los fans de DC que ya dieron por perdida la batalla en materia de armar un universo fílmico que no pase vergüenza frente al de Marvel. Ah, y una cosa que no entendí: ¿cuándo pasó Amanda Waller de coordinar misiones encubiertas con villanos de la B y la C a manejar como títeres a héroes hiper-poderosos como Superman o Dr. Fate? Me parece lógico que le quieran dar chapa y posicionarla rápidamente como una especie de Nick Fury del DCU, pero... ¿no será mucho? Sobre todo cuando en las dos pelis del Suicide Squad las misiones se le fueron totalmente de las manos y terminaron en cualquier cosa menos lo que ella planificó... En fin, si te copa el personaje de Black Adam tal como nos lo vienen mostrando en los comics desde principios de este siglo, sospecho que la película te puede gustar. Acá está ese tipo orgulloso, implacable, que va siempre al frente y se lleva puesto a cualquiera que lo trate de frenar. Un tipo que no necesita rosquear porque se sabe imponer por su propia fuerza y que no necesita adoptar los códigos ni de los héroes ni de los villanos, porque viene de un lugar donde esa frontera se borró hace mucho. Seguramente una película tan centrada en la machaca no es el vehículo ideal para explorar esos matices o esas capas de complejidad que hacen atractivo al personaje, pero bueno, es lo que tenemos.

jueves, 20 de octubre de 2022

JUEVES HÚMEDO

Parece que en Buenos Aires se cortó esa seguidilla de días otoñales, casi invernales, con un frío del orto y un viento que te volaba a la mierda. Ahora tocan temperaturas más agradables, pero con muchísima humedad. Es así. Salimos de una y nos metemos en otra. Pero vamos con las reseñas.... En una casa de usados de Uruguay me levanté este álbum por tres motivos: 1) nunca había leído nada del maestro Cosey, 2) nunca había leído nada de Jonathan (una serie de la que el suizo lleva publicados más de 20 álbumes), y 3) y más importante: nunca había oído nombrar a la editorial española R.O., en mil años de coleccionar libros y revistas de comics procedentes de la Madre Patria. ¿Con qué me encontré? Con un trip a 1975. Este es un Cosey muy primerizo, que debutaba en las páginas del semanario Tintin con un nivel de dibujo muy por debajo de lo que mostraría más tarde. Una especie de clon muy desmejorado de Jean-Claude Mezíeres, con buen pulso para la narrativa y no mucho más. Si en 1975 te decían que este mismo autor se iba a alzar en 2017 con el Gran Premio del festival de Angouleme, te atomizabas de la risa. El argumento me pareció bastante digno, no sentí que Cosey me faltara el respeto o que se cagara en el verosímil que él mismo trata de construir. Es una aventura dinámica, no del todo predecible, bastante jugada si pensamos que apareció en 1975 en una revista infanto-juvenil. El protagonista me cayó bastante bien: no descarto eventualmente leer más álbumes de Jonathan. Y la edición de R.O., un desastre. Creo que desde que Muñones rotulaba los comics de DC/ Perfil que no veía letras tan espantosas adentro de los globitos. Posta, hay que ser mala persona para tirarse a chanta de esa manera. Por suerte existen ediciones más modernas de esta misma serie, a cargo de sellos españoles que cuidan más el material, pero falta traducir a nuestro idioma más de la mitad de los álbumes. Por ahora queda ahí, en una apuesta donde siento que salí ganando, pero no sé si me da para meterme a full en el tema Jonathan. Por ahí sí para buscar obras cortas de Cosey de los ´80, ´90, o más recientes.
Hablando de material reciente, leí el TPB que recopila el primer arco de la serie actual de Catwoman, que tiene como principal atractivo la labor de Joëlle Jones en el rol de autora integral. Más adelante se limitará a escribir los guiones, y alrededor del nº20 o 21 la dejaremos de disfrutar en estas páginas, pero para el tomo inicial la impronta de Jones tiene una presencia categórica, contundente. Lo mejor que tiene la Catwoman de Jones es que retoma de manera lineal a la versión de Ed Brubaker que (como se puede constatar leyendo reseñas publicadas anteriormente en este blog) a mí me gusta mucho. Al principio no se entiende muy bien qué hace Selina en esta ciudad que es Los Angeles pero no se llama Los Angeles, y después sí, esto se revela, tiene sentido y conecta con un momento bravísimo de la etapa de Brubaker. Lo que menos me gustó es el conflicto en sí: son personajes bastante bien delineados, los diálogos están bien, pero el conflicto, lo que lleva a Catwoman a pararse en la vereda de enfrente de los malos (o de los más malos, porque ella nunca es del todo buena) es una excusa bastante chota. Entiendo que es un primer arco, donde no podés poner a la protagonista en una situación que la cambie para siempre, pero esto suena a aventurita menor. Y por eso no tiene lógica que se extienda a lo largo de seis números. Esto que Jones cuenta en 120 paginas, se podría contar sin ningún drama en 60, a lo sumo 64. Me encontré con un comic con mucho, pero mucho relleno. Páginas y páginas, secuencias enteras que podrían omitirse sin que la trama se debilite en lo más mínimo. Jones dibuja como los dioses, pero se excede con la splash page (y la doble splash page) más que yo con la Levité de pomelo. Por suerte no son muchas las páginas en las que escasean los fondos, y el dibujante que tiene a su cargo algunos flashbacks es Fernando Blanco, que hace un muy buen trabajo. O sea que tenemos un altísimo nivel de dibujo y una versión muy atractiva de Catwoman, en un contexto de aventura flojita, con un solo giro notable (que obviamente no voy a spoilear) y estirada al límite del grotesco. La verdad, todavía no tengo decidido si sigo adelante con esta serie hasta que la abandona Joëlle Jones, o si la cuelgo acá.
Y vuelvo al mágico mundo de los libritos cuadrados para recomendarles una gema que no sé si tuvo la repercusión que se merece: El Pequeño Timy, de Hor Lang, una historieta publicada acá en Argentina en la bisagra entre 2021 y 2022. Con el confinamiento, la cuarentena y la pandemia como contexto, Hor Lang nos sumerge en una fosa séptica de paranoia y alienación para hacernos reir a un nivel digno de los capítulos más jodidos de South Park. El humor de El Pequeño Timy es desolador, te parte al medio. Acá hay una mala leche exquisita, un nivel de violencia, de enrosque, de falta total de empatía, que no se puede creer. Hor Lang te acribilla con situaciones una más extrema que la otra, en la que el discurso de los medios de comunicación deforma la realidad ya de por sí compleja de la pandemia, y sirve para terminar de hacerle mierda el bocho a un personaje increíble (el papá de Timy). Acá además del COVID hay todo tipo de enfermedades horribles, deformaciones, mutilaciones, sangre a raudales, asesinatos, explosiones, mutaciones, rituales satánicos, aliens, monstruos, un verdadero frenesí bizarro y transgresor como pocas veces vi en una historieta. El dibujo de Hor Lang es muy eficaz, bastante en la línea de Industrias Lamonicana (miembro de la recordada Liga del Mal), y repleto de referencias visuales que van de Dan Jurgens a Junji Ito, de Quino a Hideshi Hino, de los Cabbage Patch Kids a los comics de la E.C., y de cuadros clásicos del Siglo XVII a videojuegos recontra-pixelados de los ´80 y ´90. Sin romper nunca la grilla de las cuatro viñetas idénticas por página, Hor Lang impone un pulso narrativo que resulta más que idóneo para contar estas pequeñas escenas de un hogar aparentemente normal convertido en un infierno por el encierro y el miedo al contagio. Comparado con el dibujo y el color, el rotulado se ve un poquito precario, pero la verdad que no molesta para nada. El Pequeño Timy es un cago de risa, mal. Una verdadera atrocidad, pero brillante en todo sentido. Espero nuevos trabajos de Hor Lang, a quien conocía por sus colaboraciones en el sitio Alegría. Si mantiene esta calidad en sus próximos trabajos, estamos hablando de un nuevo capo de la historieta argentina, con todo para ser un nº1 y cosechar hordas de fans. Y nada más, por hoy. En una de esas me animo a ver la peli de Black Adam, y en una de esas escribo pronto una reseña para publicar pronto acá en el blog. Gracias por el aguante de siempre.

martes, 18 de octubre de 2022

LECTURAS EN CONTINUADO

Hoy tengo para reseñar la nada despreciable suma de cinco libritos, pero son todas entregas de series de las que ya leí algún tomo anterior. Por eso la idea es dedicarle a cada uno una reseña más breve que las habituales, como para no reiterar conceptos que ya expuse cuando hablé de esos tomos anteriores. El 04/06/18 y el 30/09/22 reseñé los Vol.1 y 2 de Kafre, esta frenética serie de Enrique Sanchez Abulí y Das Pastoras que salía en El Jueves en los ´90, en historietas de dos páginas con periodicidad semanal. Este Vol.3 me gustó un poco menos que los anteriores, porque la fórmula se repite bastante. Pero me reí con tres o cuatro historietas, así que funciona. El dibujo de Das Pastoras no está al nivel del virtuosismo que exhibe el autor en sus trabajos más recientes, pero aún así es extraordinario. Este es el Das Pastoras más ido al carajo, más visceral, más salvaje, más grotesco. Un monstruo del color, que acá no experimenta con la puesta en página y aprovecha la ambientación (la sabana de África) para no matarse en los fondos y ponerle todo a los personajes, que son tremendamente expresivos. Si te gusta la mala leche en dosis escabrosas, con Kafre la vas a pasar bomba.
Hacía mucho que no leía East of West (reseñé el Vol.4 el 26/07/19) y me costó volver a entrar a este mundo creado por Jonathan Hickman y Nick Dragotta. La sensación es que pasa muy poco en cada episodio, mezclada con la incertidumbre: esto que sucede acá, en los tomos "del medio", ¿será relevante en el contexto global de la obra, tendrá un peso real a la hora de resolver los conflictos, o son Hickman y Dragotta "despilfarrando" páginas para que en vez de cinco o seis TPBs la serie dure diez? Nada, el dibujo y el color son magníficos, y me encanta que Hickman "se calle la boca" durante extensas secuencias en las que el dibujo de Dragotta lleva adelante la narración. Pero leída así, de a un TPB cada tres años, East of West no ceba a nadie. Lo que voy a hacer es tratar de conseguir los cuatro tomos que me faltan, y ahí releer toda la serie de corrido, empezando de nuevo desde el Vol.1. Me parece que es la que va.
Y ahora me voy al mágico mundo de los libritos cuadrados, otro formato medio bizarro que en Argentina está medio de moda. Empiezo con el Vol.3 de La Caja (el 2 lo vimos el 01/05/21), el más breve hasta ahora de los libritos que recopilan los chistes que Esteban Podetti sube a las redes. Este se subtitula "Apestados!" y -como cualquier nabo puede deducir- reúne un montón de chistes vinculados a la pandemia del COVID-19, más algunos textos desopilantes del autor. De nuevo, me reí muchísimo, incluso cuando ya conocía buena parte del material. Recomiendo enfáticamente La Caja Vol.3 a cualquier fan del humor gráfico, porque acá hay cátedras, posta. Sin dibujar lindo, sin reflexiones cuasi-filosóficas, con un dibujo y un rotulado que se nota que están hechos a los pedos, Podetti te desparrama a cachetazos. Y es genial.
El 13/02/21 reseñé el primer librito que recopila los chistes de Alejandra Lunik que aparecen todos los días en la contratapa de La Nación, y hoy voy por el segundo, titulado "Hablo Sola". Visualmente, Lunik es el opuesto perfecto de Podetti: el dibujo es hermoso, prolijo, hay un cuidado milimétrico por los detalles, por el color, por la composición de la viñeta, por las tipografías... Acá hay un nivel gráfico realmente generoso, muy, muy por encima del promedio de lo que se ve normalmente en los chistes de una sola viñeta (los gag panels) de los diarios de cualquier país del mundo. El librito también es muy generoso, ofrece casi 150 páginas de chistes, como para que cualquiera que no conoce el trabajo de Alejandra se familiarice, le pesque los tics, los yeites, todas las características que constituyen su estilo. Y acá también, hubo algunos chistes con los que me reí en voz alta. Así que va a la pila de los recomendados, sin duda.
Y cierro con el tercer librito de la mejor serie que tiene hoy la historieta argentina: Roque & Gervasio, Pioneros del Espacio. El 18/04/22 había leído el Vol.2, y ahora me devoré ¡Han plegado a Roque!, la nueva aventura de los geniales personajes creados por Federico Reggiani y Ángel Mosquito. El concepto de las realidades divergentes que se crean cuando alguien se desplaza en la línea temporal ya se había explorado en la ficción hace décadas, en episodios de distintas series de Star Trek, o incluso en la gloriosa trilogía de Back to the Future. Pero ahora parece que está siendo incorporado de manera más habitual a ficciones más masivas, con lo cual la idea de los multiversos y las realidades paralelas resulta más atractiva que nunca. Esta aventura explora esa vertiente de la ciencia ficción, y lo hace con el humor y el desparpajo al que nos tienen acostumbrados Reggiani y Mosquito, con esos diálogos hiper-argentos y esos giros argumentales brillantes. Acá también, hubo varios momentos en los que la historieta me robó una risa fuerte, y muchos en los que me sorprendieron con las vueltas de tuerca y las decisiones que toman los personajes (los de siempre y un par nuevos, muy bien desarrollados) en los momentos clave de la trama. Si todavía no te enganchaste con Roque & Gervasio, Pioneros del Espacio, metele pata, que Reggiani y Mosquito están produciendo libritos a un ritmo impresionante y, antes de que me toque leer el Vol.4, ya va a estar publicado el Vol.5. Nada más por hoy. Nos vemos la semana que viene, el jueves 27, en la Feria del Libro de General Roca, provincia de Río Negro, o si no, nos leemos muy pronto acá en el blog.

viernes, 14 de octubre de 2022

TRES LIBRITOS APAISADOS

Qué loco cómo en Argentina se siguen editando libros en el formato apaisado que popularizaron en décadas pretéritas publicaciones como Mafalda, Patoruzú o las de la editorial Frontera. Algo que en el resto del planeta es rarísimo, acá está totalmente naturalizado. Pero lo que importan son los contenidos, más que los formatos, así que vamos a leer tres libritos de más o menos reciente aparición. Sobre fines de 2021 salió el Vol.1 de Ultra Zombies, Humor Descerebrado, una creación de Pablo Henríquez, con dibujos de J.J. Rovella. El librito empieza con la presentación de ocho personajes y de un conflicto que los va a englobar a ellos y a sus enemigos, y te genera la ilusión de que vas a leer una gran aventura, una batalla épica entre los Ultra Zombies y este grupito bizarro donde hay un zombie-Drácula, un zombi-Frankenstein, un zombie-momia y demás variantes. Yo dije "bueno, una versión más violenta de Escuela de Monstruos... puede andar". Pero no. Cada página de Ultra Zombies es un chiste autoconclusivo que se remata en no más de seis viñetas, y ni siquiera son chistes graciosos. Alguno capaz te saca una sonrisa, pero en general son chistes viejos, que hasta los chicos a los que apunta esta historieta seguro ya leyeron alguna vez en otro lado. El conflicto global, que en principio daba para algo interesante, está bastante desaprovechado: todo queda en una gran excusa para meter chistes de monstruos y zombies sin arriesgar nunca en lo más mínimo. Esto es totalmente prescindible y no lo salva ni la buena tarea de Rovella al frente del dibujo y el color.
También a fines de 2021 se editó Salchiaventuras, un nuevo recopilatorio de historietas de ¡Corré, Wachín!, de las que Nahuel Sagárnaga suele producir para subir a las redes sociales. Este librito incluye cinco aventuras que el carismático perrito salchicha co-protagoniza junto a varios perros más. Rodear a Wachín de una pandilla de amigos es una buena idea, pero a veces (como en la última historia del libro) Sagárnaga la lleva a un extremo en el que no se sostiene. Creo que las historias que más me gustaron fueron las dos primeras, que son las que mejor combinan humor con una aventura más o menos verosímil, siempre con la limitación de que es un material apuntado a un público muy amplio, que incluye a niñ@s y a gente que habitualmente no lee comics. A todas las historias les veo el mismo problema: están narradas a un ritmo muy brutal, como si fueran comics de superhéroes. Las transiciones entre viñetas, los ángulos que elige Nahuel, dónde mete los primeros planos, dónde mete las líneas cinéticas, cómo organiza las secuencias de acción... Hay un contraste muy fuerte entre el formato de dos tiras por página y ese timing desenfrenado, que todo el tiempo busca maximizar el impacto de lo que pasa... cuando lo que pasa es que un perrito huele un sorete, o sale corriendo porque se asustó de algo. Incluso en los diálogos entre los humanos, Sagárnaga exagera el énfasis y la tensión con recursos que seguramente aprendió de Akira Toriyama, pero que van mejor en otro tipo de narraciones. Me parece que las historias de Wachín deberían estar menos jugadas a la acción, sin buscar la epopeya en lo cotidiano, sobre todo para no deformarlo más allá de cualquier umbral de verosimilitud. Que los perros hablen entre ellos uno ya lo tiene normalizado. Pero cuando empiezan a actuar como humanos con cabeza de perro, a agarrar objetos con las manitos como si tuvieran pulgares reversibles y cosas así... no te digo que esté mal, pero se pierde sentido el contexto de la tira, en el que estos bichos son mascotas de los seres humanos, que necesitan que les den de comer, que los lleven a pasear, etc. Obviamente los más chicos no van a hacer estas salvedades y seguro disfrutarán a full de las aventuras de Wachín y del dibujo de Nahuel, que es MUY bueno.
Y ahora sí, tengo para comentar un comic argentino publicado en 2022. Tardé una bestialidad, pero acá estamos. Y lo mejor de todo es que es un comic MUY bueno. Gala y Gibbs, de Matías Di Stéfano y Marcos Vergara, plantea una aventura apta para todo público con un montón de elementos tribuneros (naves espaciales, dinosaurios, samurais alienígenas, simios que la van de Flash Gordon, acción, romance, etc.), narrada con talento. El trabajo de Vergara es excelente: tanto el dibujo como el color y el armado de las secuencias son impecables. Por ahí alguna escena se podría haber visto beneficiada con una puesta en página más jugada, o más impactante, pero incluso dentro de los confines de las dos tiras por página, la acción se disfruta muchísimo. Como es su costumbre, Di Stéfano se luce muchísimo en los diálogos, que son su especialidad. Acá hay bastante margen para la comedia, pero nunca se pierde el foco dramático: todo el tiempo pasan cosas grossas que sacuden a los personajes y a su mundo. Por ahí el primer acto es muy largo, en comparación con el segundo y sobre todo con el tercero, que es notoriamente breve. Pero me doy cuenta de que para los más chicos podría ser medio un embole si se estiraba mucho la parte que a mí más me gustó, que es la de los protagonistas en el planeta selvático. Recomiendo mucho Gala y Gibbs, porque es una historieta bastante original, bien escrita, entretenida, sin mayores pretensiones, con unos dibujos muy expresivos, muy potentes, color precioso, una tipografía lindísima para los globos y un ritmo pensado para enganchar a grandes y chicos por igual. Y nada más por hoy. Nos vemos este finde en Dibujadxs y nos reencontramos la semana que viene con nuevas reseñas, acá en el blog.

jueves, 6 de octubre de 2022

ESSENTIAL CLASSIC X-MEN Vol.3

Bueno, ahora sí. Último masacote de 536 páginas y me dejo de joder con X-Men por un tiempo largo. O para siempre, no sé. Este tomo trae el tramo final de la serie cuyos inicios vimos en las reseñas del 16/11/17 y el 16/6/22. Con los números que faltaba recopilar (54 al 66, porque después la serie pasa a ofrecer episodios viejos hasta el nº94) no llenás ni a palos un Essential, por eso a alguien se le ocurrió la brillante idea de sumar a este tomo algunos numeritos de Spider-Man, Marvel Team-Up y Hulk en los que uno o más alumnos de Charles Xavier tienen un rol más o menos importante. Son todos pésimos, no hay una historia decente entre estos "extras". Pero además el Essential trae los seis episodios de la efímera serie protagonizada por Beast (lejos, mi mutante favorito) en la revista Amazing Adventures. Y si bien no son aventuras gloriosas, son entretenidas, por momentos bizarras (el tema de que use máscara y guantes para tapar la cara y las manos peludas es tan ridículo que te cagás de risa), y está el numerito que transcurre en Rutland, Vermont y es parte del crossover encubierto con Thor y... Justice League of America (no lo voy a explicar ahora, ya lo expliqué en las páginas de ¿Quién quiere ser superhéroe?). La idea de mutar a Hank McCoy en una auténtica fiera de piel azul (y de paso, subirle un poquito el nivel de poder) fue de Gerry Conway, y el que lleva adelante la breve serie (en los ´80 hubiera sido una miniserie) es un primerizo Steve Englehart, al que todavía le cuesta un poco. Los dibujos de Tom Sutton son muy raros, porque se nota que viene más de una escuela tipo Will Eisner que de la mímica de Jack Kirby que predominaba en la Marvel de principios de los ´70. Aún así, la narrativa está cuidada y cuando engancha un buen entintador, zafa bastante bien. Pero vamos a este final provisorio de X-Men, que llega en un momento raro, porque la cancelación coincide con un momento en el que, terminada la extraña etapa de Arnold Drake, Roy Thomas había logrado encauzar la serie. De la mano de "Rascally Roy", nos comemos pijazos como el de descubrir que el Profe no estaba muerto, pero en general, hay una idea de qué hacer con la serie, hay una dirección y los personajes parecen menos desaprovechados. La única que no se luce casi nada es Jean. Los otros cuatro, más Polaris y Havok, tienen momentos muy grossos en estos números finales. Hay nuevos villanos, hay vueltas de tuerca interesantes para viejos villanos, y está esa saga con los Sentinels que leí 500 veces y aún hoy me hiela la sangre. Y lo más genial, obviamente, es que llega Neal Adams a hacerse cargo de los dibujos. En una serie donde nos habíamos acostumbrado a Werner Roth y Don Heck, que caiga ESE Neal Adams, así, on fire, en estado de gracia, a matar o morir, es como ir a ver un recital de Chayanne y que al tercer tema diga "Bueno, yo en realidad era el grupo soporte. Fuerte ese aplauso para David Bowie". El primer episodio del tomo lo dibuja Heck, con tintas de Vince Colletta. Onda, me lo están haciendo a propósito para que me caliente y tire el libro a la mierda. Y encima con una puesta en página rara, como buscando desesperadamente el dinamismo que su dibujo no tiene. Pero después, no solo llega Adams a redimir todos los pecados de estos verduleros infumables, sino que hasta hay unas paginitas de Roth (las últimas que aportará a X-Men) en las que lo entinta Sam Grainger y se ve realmente bien. La magia de Adams se ve potenciada por las tintas del mítico Tom Palmer, un capo tan capo que, en el episodio en el que entinta a Heck, hace que se vea más que digno. Y a Adams sí le sale el truco de experimentar con la puesta en página, de hacerla cada vez más extrema, más asombrosa. Obviamente, la forma termina por eclipsar al contenido, porque ni las historias ni los diálogos tienen el impacto que tienen las puestas y los dibujos de Adams, pero bueno, el tipo estaba a un nivel muy por encima del resto. No solo de Roth y Heck, también de otros autores que aparecen en el tomo, como un primerizo Sal Buscema, el rústico de Herb Trimpe, o un Gil Kane a media máquina al que ni las tintas de John Romita le permiten competir con Adams. En fin, un tomo raro, con mucho material que no es ni remotamente fundamental para entender y disfrutar la saga de los X-Men, pero con números gloriosos de la revista principal y esa etapa bizarra de Beast al frente de un comic que por momentos quiere ser de terror, y donde se desdibuja un poco el personaje, por lo menos hasta que Englehart se lo lleve a las filas de los Avengers. Pronto habrá más Beast, más Angel y más Iceman en blanco y negro, porque tengo sin leer un par de Essentials de los Defenders. Gracias por el aguante y nos reencontramos en unos días con nuevas reseñas, acá en el blog, o el finde en Heroica Comics, en Paysandú, Uruguay.

domingo, 2 de octubre de 2022

TERROR Y ABURRIMIENTO

Justo que empieza Octubre (mes asociado con el género del terror, supongo que por la celebración pagana de origen celta conocida como Halloween) me tocó leer dos historietas de monstruos y criaturas abisales, y con las dos me aburrí como una ostra. Hacía mucho que no leía Hellboy, pero recuerdo que allá por el 12/11/12 leí aquel tomo en el que el querido personaje de Mike Mignola moría y descendía al Infierno, el lugar donde nació. Este tomo (Hellboy in Hell: The Descent) recopila la primera mitad de la breve serie en la que Mignola regresa a los lápices y las tintas para contar qué le pasa a Hellboy en esta "vida después de la muerte". Hay alguna chance de que esto remonte en la segunda mitad, pero lo que me aburrí con este TPB no tiene nombre. Mientras el dibujo brilla con un fulgor incandescente, el guion te manda a dormir temprano, y si no te despertás, mucho mejor, porque te ahorrás un embole cósmico. Es un comic solemne, protocolar, que avanza a un ritmo exasperante, donde las poquísimas escenas de acción se ven totalmente forzadas (hay un solo momento impactante, la decapitación de uno de los hermanos de Hellboy) y donde el glorioso Anung Un Rama es el único que -de vez en cuando- tira un diálogo que no parece anquilosado o formulaico. La mayoría de los personajes secundarios no me interesaron en lo más mínimo, y el que sí me interesó (Edward Grey, el especialista en sectas satánicas que cayó al Infierno en 1916) tiene menos desarrollo del que me hubiese gustado ver. Mirá si será choto el guion que los mejores momentos son los flashbacks, los pasajes en los que Mignola pasa en limpio algunos hechos clave del origen de Hellboy y algunas puntas de su pasado, en una de esas suponiendo que este sería el primer comic de Hellboy que comprarían algunos de sus fans. Es decir que lo que más me gustó son las partes de la historia que ya conocía. Y la secuencia del nacimiento de Hellboy, que no recuerdo haberla visto/leído en tomos anteriores, y es majestuosa. Con la posibilidad de dibujar infinitos monstruos gigantes y poquísimos fondos, este parecía el proyecto ideal para que Mignola volviera a enamorarse del dibujo y nos diera muchos años más de su magia como autor integral. Pero evidentemente esta saga lo aburrió a él tanto como a mí, y la aguantó solo 10 números. Son 10 números en los que tanto él como el colorista Dave Stewart dejan la vida para que la faz visual sea deslumbrante... y es solo por eso que no cedo al impulso de deshacerme de este tomo y bancar a leer el segundo para ver si la historia repunta. Ni bien consiga barato el Vol.2, le entro y lo comentamos por acá.
Tampoco me fue bien con Los Primogénitos, de Emilia y Emiliano Plissken (guion) y Luca Vassallo (dibujos). Yo era bastante fan de Vassallo, gracias a su labor en Gunvara y en alguna historieta corta escrita (creo) por Damián Connelly. Pero acá se me fue al descenso. Muy flojito el dibujo, muuuuy flojito. Hay páginas que parecen de Juan Carlos Quattordio, mirá lo que te digo. El color está muy opaco, los personajes muy duros... me gustó mucho esa imagen del ciervo prendido fuego, y todo lo demás me pareció poco inspirado. Y el guion, nada... una colección de lugares comunes, un pastiche al límite del grotesco. De nuevo, cuando terminé de leer la historieta me enteré que esto no es una obra completa, sino el Vol.1 de una serie. A lo cual digo 1) la puta madre, ¿qué te costaba advertírmelo antes?, y 2) está la esperanza de que la historia cobre sentido, o al menos algo de originalidad en una segunda entrega. Pero la verdad es que ni la trama, ni la ambientación, ni los personajes me resultaron interesantes como para querer leer un Vol.2 de Los Primogénitos. Lo que más me gustó es cómo están armadas las secuencias, los momentos que eligen los guionistas para ponerle fin a cada secuencia y empalmar con la siguiente. Así logran que, incluso cuando el argumento cuenta poco, el ritmo se haga llevadero. Y lo que menos me gustó es cómo están escritos los diálogos, que parecen sacados de una película yanki mal doblada en Centroamérica. Menos mal que hay varias escenas mudas (una de ellas bastante extensa) como para darme un respiro, y bajar un poco el hastío que me produce leer a personajes que hablan así. Tengo para leer el año que viene otro libro de esta editorial, con los mismos guionistas y -creo- una temática similar, de nuevo con alienígenas y bichos horribles que hacen estragos en ciudades de EEUU sin identificar. Ojalá el nivel sea similar o superior al de El Recolector. Si me encuentro con algo más parecido a Los Primogénitos, le bajo la persiana a esta línea de comics, porque acá realmente veo muy poco para rescatar. Bueno, nada más. Por ahí se da el milagro y puedo postear de nuevo antes del 13 o 14 de Octubre. Pero por ahora, supongamos que no, que recién para esas fechas habrá nuevas reseñas acá en el blog. Gracias y hasta entonces.