el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 30 de abril de 2023

HOY, TRES CORTITAS

Bah, digo yo... Capaz que me cebo y salen reseñas largas... Empezamos en España, año 1989, cuando se publica Mot y el Castillo Maldito, tercer recopilatorio de la serie que el maestro Alfonso Azpiri realizaba junto a Nacho para el suplemento semanal El Pequeño País, que venía con el diario El País. Tengo los dos anteriores, pero los leí hace tantos años que no me acuerdo absolutamente nada. Este es un álbum "de los de antes", con 46 páginas de historieta, tapa dura y un guion 100% autoconclusivo. Tenés que saber que Leo es un chico que está en contacto con Mot, que es un monstruo bueno, y eso es todo. Una vez que comprás esa consigna, la onda es dejarte llevar por una aventura simple, claramente apuntada a los chicos de 8-11 años. Ahí te vas a encontrar con buenos toques de humor en los diálogos (que descomprimen situaciones de tensión, o apariciones de elementos fantásticos que tienen que ver con el terror) y con una trama que avanza a un ritmo ágil, casi como si estuvieras viendo un dibujo animado. También hay algunos garrotazos para nada sutiles dedicados a las aerolíneas y a lo incómodo se viaja cuando uno opta por los vuelos económicos. Pero el núcleo del argumento pasa por la exploración de un castillo donde obviamente suceden cosas sobrenaturales, que algunos intentarán explicar en términos científicos y otros observarán -con ojos de niño o de monstruo- un despliegue de magia y fantasía pensado para atrapar a los más chicos en la lectura. Y si, lo más alucinante de Mot es el dibujo de Azpiri. En general lo asociamos con historietas de ciencia ficción, y/o de alto voltaje erótico, pero acá el maestro demostraba que su repertorio era muchísimo más amplio y deslumbraba en las escenas de comedia costumbrista y en las estaban pensadas para darle un poquito de "cuiqui" a los muy jóvenes lectores que seguían a Leo y a Mot semana a semana. ¿Es una obra demasiado ochentosa como para que tenga sentido republicarla hoy? No, la verdad que no. Planeta-DeAgostini relanzó los seis libros en dos tomos integrales en 2008, y justo el Vol.2 coincide con los tres álbumes que no tengo (y jamás vi), así que cuando lo encuentre, me tiro a completar Mot.
Me voy a Estados Unidos, año 2005. Esta es la época en la que Dark Horse publicaba unos libritos hermosos con historietas de The Escapist, el personaje creado por los protagonistas de The Amazing Adventures of Kavalier & Clay, la famosa novela de Michael Chabon. Cada librito era una antología demoledora, y este Vol.6 no es para nada la excepción. Para empezar bien arriba, trae la última historieta que dibujó Will Eisner antes de morir, que además es el regreso de The Spirit (después de muchos años sin nuevas aventuras y DÉCADAS sin ser dibujado por su creador), en un team-up bastante atípico con el héroe principal. No es ni ahí el mejor trabajo de Eisner, pero tiene un valor histórico enorme. Después tenemos una historieta de 15 páginas escrita y dibujada como los dioses por el glorioso Howard Chaykin, con nazis, femme fatales, traiciones, asesinatos, robo de obras de arte y un ritmo hipnótico. Gema absoluta. Paso de largo la de Eddie Campbell y los chistes, que no me llamaron mucho la atención, para centrarme en otras tres historietas: el noruego Jason mete dos páginitas muy locas, que me encantaron. El siempre eficaz Thomas Yeates forma equipo con el novelista Chris Offutt para meter a The Escapist medio a presión en una excelente historieta ambientada en la guerra de Vietnam, con un guion y unos diálogos poderosísimos. Y la sorpresa más loca del tomito es una historieta en la que Steven Grant trata de homenajear (o en una de esas parodiar) a las historietas románticas que hacían Joe Simon y Jack Kirby a fines de los años ´40, pero se encuentra con un obstáculo maravilloso: se la dan para que la dibuje a Norm Breyfogle. Y Breyfogle se caga en la estética de Kirby, y hasta en la forma de narrar de aquellas historietas. Entonces plantea estas 12 páginas en su estilo hiper-kinético, moderno, trepidante, con angulaciones extremas, onomatopeyas pasadas de rosca y unas puestas imposibles. El resultado es una historieta que no se parece nada a las que intentaba referenciar, pero es una maravilla visual, en parte tirada abajo por un colorista (Milo Stone) que no entendió bien lo que quería hacer Breyfogle. Pero bueno... Eisner, Chaykin, Yeates, Jason, Breyfogle, Campbell... no hace falta decir mucho más... Si no tenías esta colección en el radar, sumala, porque además de excelentes historietas tiene muy buenos textos, que mezclan la historia del comic yanki tal como la conocemos nosotros con la historia tal como sucedió en el universo en el que Kavalier y Clay crearon a The Escapist para la editorial Empire.
Y cerramos acá en Argentina, año 2022, con el segundo libro de Mega, escrito y dibujado por Salvador Sanz, llamado "El despertar del Cisne Negro". La reseña del Vol.1 apareció por acá el 06/02/21 y si le pegás un vistazo vas a ver que el guion no me convenció demasiado. Esta vez está muchísimo mejor. Lo que en el primer tomo no se daba, que era un ensamblaje convincente entre los monstruos gigantes que se machacan y los seres humanos envueltos en un misterio sobrenatural, ahora sí está mucho más logrado. La machaca está porque no puede faltar, y por momentos es tan brutal que te quita el aliento. Pero lo otro también tiene mucho peso, porque aparecen revelaciones muy importantes, que le dan claridad y sentido al vínculo entre Elmo, su hija y la malograda expedición de su padre y estas criaturas ancestrales de infinito poder destructivo. El personaje de Felipe, apenas delineado en el Vol.1, acá cobra un protagonismo notable y se lleva varios de los mejores diálogos. Para el final del libro, el misterio ya está a punto caramelo y uno quiere leer YA el Vol.3, sobre todo para asegurarse de que en 120 páginas se puede resolver todo lo que está pendiente, y además dedicarle un buen espacio a (por lo menos) un combate más entre estas criaturas imponentes, extrañas y fascinantes. El dibujo, de nuevo, muestra a Sanz en un nivel soberbio. No solo en la ssecuencias grandilocuentes en la Garganta del Diablo, sino también cuando tiene que dibujar a gente común en departamentos o esquinas de Caballito. Del costumbrismo al apocalipsis, Sanz la rompe en el dibujo, el color y la puesta en página y afina cada vez más el ojo en esos pequeños detalles que hacen más real y más cercana a una trama que podría irse tranquilamente al terreno del delirio psico-místico, o a la epopeya a todo o nada, alejadísima de nuestra realidad. El despertar del Cisne Negro, en cambio, se siente como algo cercano, posible, y seguramente por eso más desesperante que la saga promedio de monstruos que se dan murra. Mega pegó un upgrade ostensible entre el Vol.1 y el Vol.2, y si el tercero logra cerrar todos los plots de manera convincente, vamos a estar frente a una obra realmente demoledora. Si sos fan de Salvador, ni hace falta que te lo recomiende, pero si nunca entraste al mundo de este monstruo de la historieta argentina, mi consejo es que no arranques por acá, sino por el Vol.1, porque si no, no vas a entender una chota. Nada más, por hoy. Prometo para muy pronto la reseña de la nueva peli de los Guardians of the Galaxy, pero eso sucederá ya entrado el mes que viene. Nos leemos en breve.

jueves, 27 de abril de 2023

SIEMPRE LOS MISMOS

Naoki Urasawa, Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena son tres autores de presencia habitual, acá en el blog. Prometo esforzarme a lo largo de los próximos párrafos para no repetir conceptos que ya expresé cuando me tocó reseñar otros libros de estos monstruos sagrados. En el caso del Vol.7 de 20th Century Boys, debo decir que no quedé del todo satisfecho. Hubo más de un momento en el que dije "¿WTF?!? ¿Qué hace este tipo, por qué derrapa así?". El plot de la muerte de Amigo y sus consecuencias está magistralmente desarrollado, no está ahí el problema. El plot del estallido de la nueva pandemia está planteado de una manera más que magistral, hermosa, conmovedora, por fuera de las obviedades y con todos los trucos para que el lector (en nuestro caso, lectores que vivimos hace no mucho una pandemia) sienta muy de cerca el horror y la tragedia. Sin dudas eso es lo mejor del tomo. Pero después hay dos tramas más: una es una trampa no muy infrecuente en obras que se sostienen en la memoria, en los recuerdos de los personajes: de pronto, el grupito de los chicos que jugaban con Kenji en 1971 se agranda. Aparece de la nada uno más, del que nadie se acordaba, y justo se acuerdan cuando ese personaje cobra importancia en la trama ambientada en 2015. Bue, es una especie de retcon medio falopa, pero ponele que es válido. Lo que realmente me pareció una pedorrada, algo sumamente traído de los pelos, es ese recurso de decir "nos podemos meter en la mente de Amigo a través de un juego de realidad virtual de un parque de atracciones, que además nos permite viajar en el tiempo al verdadero 1971, e interactuar con los personajes tal como eran en esa época". Dale, Urasawa, dejate de joder. Lo tuyo es bancar el verosímil hasta el final, no hacerlo añicos con este tipo de fumariolas. Si me dijeras que hay una chance de que el contacto entre los personajes de 2015 y los de 1971 resuelva definitivamente todos los conflictos, capaz hasta te doy la derecha. Pero no da esa sensación. Da la sensación de que son peripecias, narradas de modo hiper emotivo y ganchero, pero que no aportan mucho más que cheap thrills. No va a estar ahí la clave para desactivar el gran kilombo que se viene. Lo más lógico sea que la clave sea la reaparición de Kenji, no viajes en el tiempo y encuentros con personajes que en el presente están muertos. Obvio que es lindo ver a Urasawa dibujar a los mismos personajes en distintas etapas de sus vidas, indagar un poco en cómo era la vida en Japón en 1971, mezclar eso con ese presente ominoso y ese futuro distópico... pero el chiste de ampliar todo el tiempo el elenco ya no causa gracia, la cantidad de páginas que se toma para hacer avanzar mínimamente a algún subplot es un despropósito y son muchas las secuencias que huelen a relleno, a excusas chotas para generar suspenso y la ilusión de que "está por pasar algo grosso". Falta bastante para el final, pero ya voy conjeturando que este es un manga que duró más tomos de los que hubiesen sido aconsejables para que la trama no se estirara más de la cuenta.
Me vengo a Argentina, año 2022, cuando se publica Dagas y Horóscopos, un libro que reúne dos sagas de Mazzitelli y Alcatena que comparten universo y continuidad: La Sangre del Escorpión tiene cinco capítulos, a los que continúan los siete de La Era de las Sombras. Lamentablemente, el libro no ofrece ninguna pista acerca del año o la revista italiana donde este material se publicó por primera vez. Y no es la única falencia de la edición, ya que se pueden detectar algunos errores de letras y espacios faltantes en los textos. Básicamente la historia trata acerca del destino y qué hacer frente a él: ¿nos resignamos a que ya está escrito y no se puede cambiar, o nos rebelamos para intentar otros caminos? Una pregunta clave tanto en la filosofía como en la metafísica, y además aplicable a nuestra vida cotidiana, no solo a los mundos fantásticos que inventan Eduardo y Quique con asombrosa facilidad. Alrededor de esa cuestión central y trascendental, Mazzitelli urde varias tragedias al estilo William Shakespeare: el rey celoso convencido de que su mujer lo engaña, el rey desquiciado que no se banca que su hija sea más amada por su pueblo que él mismo, el general implacable cuya sed de conquista no puede ser saciada, el príncipe y la princesa enamorados, pero pertenecientes a casas reales enfrentadas a muerte... todas historias que aparecen una y otra vez en las tragedias clásicas, pero ambientadas en un universo de fantasía e imaginación desbordantes. Por sobre estas tramas sobrevuela una más: la del chico que decide desafiar al destino y no someterse a los designios de los astros. Perseus va a ser el personaje más atractivo de la saga, aunque su regreso, en el capítulo final del segundo arco, se lee como un deus ex machina medio torpe, como si Mazzitelli necesitara cerrar muy rápido todas las líneas argumentales que tenía abiertas. Entonces reaparece Perseus y resuelve todo en poquísimas viñetas de un modo que no le hace justicia al resto de la serie. Esto mismo, narrado a otro ritmo y en otra cantidad de páginas, tendría mucho más sentido. En el resto de los episodios, Mazzitelli no solo se florea con textos bellísimos, sino que tensa los conflictos con diálogos tremendos, revelaciones inesperadas, misterios alucinantes (no todos se terminan de dilucidar, como el de la princesa de Aries en cuyas visiones aparecen los animales del horóscopo chino) y personajes secundarios fascinantes, como la sacerdotisa del azar, una de las mujeres más poderosas y más sensuales en la larga carrera de esta dupla autoral. El dibujo de Quique, majestuoso como siempre. No vamos a volver sobre eso una vez más. Me gusta, como idea final, contarles que conozco varios pibes y pibas de la nueva generación, de la que supuestamente no lee, que arrancaron a full con el manga o con el mainstream yanki, y que cuando descubrieron a Mazzitelli y Alcatena se engancharon. Son historietas MUY clásicas, hasta solemnes, por momentos; pero hay algo ahí, una magia loca que de algún modo no repele a los pibitos de 14-15 años. No dicen "me vendieron humo, me re-embolé con las fumanchereadas de estos viejos de mierda". De alguna manera, algo en los textos y los dibujos les llega y los conmueve, pese a que Eduardo y Quique no buscan en sus obras el tipo de impacto que -en general- los pibes de hoy asocian con los relatos de aventuras. Nada, es algo que me consta, que me alegra y que quería expresar en voz alta. Y nada más, por hoy. Muy pronto, nuevas reseñas, y la semana que viene sale también función de prensa de la nueva peli de los Guardians of the Galaxy, como para empezar Mayo bien arriba. Gracias por el aguante.

lunes, 24 de abril de 2023

LUNES A LA NOCHE

Hora de reseñar un par de libritos que pude leer en los últimos días. El primero lo había leído hace muchos años en castellano, pero cuando lo vi en francés, decidí deshacerme de la versión traducida por los españoles y quedarme con la original. Se trata de Wallaye!, el álbum de 1987 en el que Jano arma un esperado team-up entre dos de sus personajes más queridos: Keubla y Kebra. El primero ya había protagonizado un álbum solista el año anterior, y el segundo tenía cuatro o cinco álbumes a cuestas. El team-up propiamente dicho dura 12 páginas y sí, es lo mejor del libro. Lo más parecido a una aventura tradicional, con villanos, búsqueda del tesoro, persecuciones y tiros, pero sin dudas lo mejor. Previo a eso hay cuatro páginas que cuentan cómo Kebra decide irse a África, y cómo llega. Y antes y después, tenemos distintas historias cortas centradas en Keubla y otros piratas y traficantes del desértico norte del Continente Negro. Así como en las aventuras de Kebra el autor demostraba tener muy bien estudiado el submundo de las pandillas urbanas de Francia, acá vemos un retrato muy convincente de estos marginales del Norte de África. Una región a la que Jano nos presenta como dominada por el islamismo, la corrupción policial y el tráfico de mercancías legales e ilegales con el continente europeo. Me causó mucha gracia que en un comic escrito en francés uno de los piratas amigos de Keubla putee en argentino ("hijo de una gran puta", "la puta que lo parió") y lamentablemente no conservé la edición española para ver cómo lo "traducían". Las historias de Keubla y los traficantes son cortitas y van más para el lado de una breve anécdota cuasi-humorística. Sirven para conocer el ámbito en el que se mueve el personaje, sobre todo si -como yo- nunca leíste el álbum anterior (Sur la piste du Bongo). Y después está esa doble página de "Keublarama", un magnífico experimento narrativo sin textos donde Jano realmente se florea y te refriega por la cara toda su calidad como dibujante y como contador de historias. Todo el manejo del espacio como recurso narrativo que no puede mostrar en las páginas normales (porque tiene que meter entre siete y doce viñetas, a veces con bastante diálogo), lo despliega en esta doble página con una maestría inolvidable. No me quiero extender con loas para el dibujo de Jano, pero digamos que es una síntesis perfecta entre Floyd Gottfredson y Robert Crumb. En general, cuando pensamos en un autor francés que mezcla comedia con aventuras en parajes exóticos pensamos en una línea similar a la de Hergé, pero la verdad que lo único que toma Jano del creador de Tintin es el efecto de dibujar a los fondos, barcos y camiones en un estilo más realista que el que emplea para los personajes. El resto tiene más que ver con Crumb, con Gottfredson y con su propia cosecha, que también es muy atractiva. Por algún motivo que desconozco, Wallaye! además marca la última aparición tanto de Keubla como de Kebra, así que es un motivo más para recomendárselo a los fans de cualquiera de los dos personajes, y por supuesto a los fans de Jano y de la aventura con guarradas y protagonistas de dudosa profilaxis.
Después de una pausa de casi seis años, retomo la lectura de Thief of Thieves, con el Vol.5, donde sigue al frente de la serie creada por Robert Kirkman el equipo que la descosió toda en el tomo anterior: Andy Diggle como guionista y Shawn Martinbrough como dibujante. ¿Cosas para criticar? Sí, las mismas dos de siempre: 1) el comic parece estar concebido como el storyboard de una serie de TV con actores de carne y hueso, y tiene hasta el ritmo de ese tipo de relatos. Este tomo en particular tiene un "presupuesto" bajísimo, y está todo resuelto con poquísimas escenas de acción de esas que encarecen el costo de las producciones audiovisuales. Por un lado es un mérito de Diggle: la emoción y la tensión no bajan nunca, ni siquiera cuando te narra 130 páginas de una historia en la que prácticamente no hay machaca. Eso además diferencia mucho a Thief of Thieves de otras historietas del mainstream. Y por otro lado decís "dale, rompan todo... si total son dibujos...". Lo otro que le critico siempre a esta serie es que me gusta mucho más el Martinbrough salvaje y extremo que esta versión más careta, que quiere parecerse a dibujantes prolijitos y elegantes tipo Yanick Paquette, o a la versión más careta (o mainstream-friendly) de David Lapham. Me quedo con el otro Martinbrough, la bestia bruta del claroscuro, aunque reconozco que para lo que esta serie aspira a ser, este otro estilo funciona mejor. El resto, solo aplausos. Trama espectacular, ritmo atrapante, diálogos excelentes, desarrollo de personajes al palo, todo el tiempo, con giros cada vez más impactantes, cero vueltas de tuerca imposibles o absurdas para conservar el verosímil. La consigna de "el ladrón más grosso del mundo se quiere retirar y no lo dejan" se podría haber agotado tranquilamente en uno o dos tomos, pero Diggle maneja tan bien el elenco de secundarios, que todo el tiempo aparecen nuevas complicaciones para Conrad Paulson y su entorno, que fuerzan nuevas situaciones límite. En este tomo en particular, el foco está puesto en Celia Kowalczyc, secuaz y amante de Paulson, que cobra chapa y tridimensionalidad como para ponerse al hombro las mejores secuencias del arco argumental. Me quedan por delante dos libros más para completar la serie, y no los tengo (acepto donaciones). Pero sin dudas, aunque me tenga que comer otro parate de casi seis años, la voy a leer hasta el final porque es una cátedra. Me imagino a muchos guionistas más encumbrados que Diggle leyendo Thief of Thieves y pensando para sus adentros "la concha de la lora, ¿cómo estas cosas no se me ocurren a mí?"... Si te copa un comic que fluctúa entre robos a gran escala y runfla de la más baja calaña entre gente menos escrupulosa que un puntero de Cristian Ritondo, esta creación del Gordo Kirkman te va a convertir en zombie de los buenos. Y hasta acá llegamos, por hoy. Espero tener muy pronto nuevas lecturas para repasar "en voz alta" acá en el blog. Gracias y hasta entonces.

viernes, 21 de abril de 2023

OTROS DOS LIBRITOS LEÍDOS

Y vamos de una con las reseñas... Primero es el turno de Look Back, un manga autoconclusivo escrito y dibujado en 2021 por Tatsuki Fujimoto, el consagrado autor de Chainsaw Man. Lo primero que me sorprendió es que la calidad del dibujo es muy despareja. Tiene un puñado de páginas definitivamente hermosas, al nivel de lo mejor de Chainsaw Man, y otros momentos en los que el dibujo está bastante por debajo de lo que se vio en la obra más conocida del autor. Narrativamente está muy bien, tenemos a un Fujimoto que todo el tiempo para la pelota y piensa cómo hacer para que lo que nos quiere contar nos llegue con más fuerza, y realmente el tempo del relato está muy logrado. Las secuencias duran lo que tienen que durar, la sensación de que por momentos el tiempo parece no pasar nunca está muy bien sugerida por el armado de estas secuencias, y lo mismo sucede cuando en cuatro viñetas Fujimoto te resume un año entero en la vida de la protagonista. Son recursos bien pensados y bien ejecutados por parte de un autor que encontró el clima ideal para un manga básicamente introspectivo, al que por ahí el sobra esa única escena de acción, cerca del final del tomo. La trama tiene bastante que ver con la del glorioso Bakuman: Look Back cuenta la historia de una chica que desde la escuela primaria dibuja manga y en algún momento se decide a convertirse en profesional, pese a su nula experiencia, su escasa edad y el hecho de conocer a otra piba que dibujaba mil veces mejor que ella. El vínculo entre Fujino y Kyomoto se desarrolla a lo largo de todo el tomo de un modo muy interesante y sobre todo impredecible. Como Fujimoto se mete mucho menos que Ohba y Obata en la maravillosa trastienda de la producción de los mangas, este elemento, el del vínculo entre las dos dibujantes, tiene todo para convertirse en lo más atractivo de Look Back. El contraste entre las personalidades de las dos chicas le da al autor la posibilidad de mostrarnos dos formas muy distintas de vivir la pasión por el dibujo y la creación de historietas. Pero, a diferencia de lo que pasaba en Bakuman, el contraste no implica una competencia entre ellas, y Fujimoto tampoco emite un juicio acerca de qué forma de implicarse con el manga es la mejor. Look Back es una historieta básicamente apacible, casi pachorra, muy jugada a climas que por momentos van para el lado de la tristeza y el bajón, lejos de esa euforia y esa vitalidad que tanto me sedujo cuando me encontré con Bakuman. Y si, se puede abordar una temática similar desde una tonalidad tan marcadamente distinta, y hacerlo bien. En estas pocas páginas me encontré con un autor maduro, inteligente, sensible, que sabe manipular las emociones del lector y que cuando se pone las pilas, dibuja como los dioses. Por desgracia son pocas las páginas dibujadas con todas las pilas y uno termina por conjeturar cómo se vería Look Back dibujada por un mangaka más regular, menos desparejo... Yo me imagino esto dibujado por Hiroaki Samura y me vuelvo loco... Pero lo que tenemos es esto: Tatsuki Fujimoto lejos de la machaca sangrienta con freaks y demonios y cerca de la gente común, en un verdadero gekiga: un manga sin elementos fantásticos, sin chistes, sin fan service y apuntado a un lector que busca lecturas más profundas, más adultas y que se banca tragos amargos y golpes bajos como los que nos tira en estas páginas el creador de Chainsaw Man.
Me vengo a Argentina, año 2022, para leer Toxic Detective, una novela gráfica creada por el escritor español Claudio Cerdán, con dibujos del argentino Sergio Carrera. Ves el libro y es finito, tiene apenas 46 páginas de historieta, lo cual transmite la engañosa sensación de "esto se lee en 10 minutos". Pindonga. Se trata de una historieta densa, muy cargada de texto, en la que pasan un montón de cosas, y que al final te hace sentir como si en vez de 46 páginas hubieses leído 80. Hay un montón de páginas de ocho cuadros, varias de 10, muchas viñetas con más de dos globos de diálogo, en las que los personajes discuten y se retrucan unos a otros... algo que no es muy común en la historieta argentina actual. Pero bueno, acá el guionista es español y viene del palo de la literatura. Y se le ocurrió que podía meter toda esta trama y todos esos diálogos en una cantidad de páginas que obviamente resultaron pocas. El ritmo del relato sufre por la acumulación de elementos y situaciones en tan poco espacio. Secuencias que podrían desarrollarse más, o que por su propia espectacularidad podrían haber resultado más impactantes, aparecen apelotonadas en esas páginas muy cargadas de texto y de dibujo. Al meter tanto texto, Cerdán no renuncia al desarrollo de los personajes y eso es lo más interesante de la obra: cómo explora la psiquis, sobre todo de Ray, en esta situación absolutamente extrema que le toca atravesar. Los diálogos son raros, porque no están ni en español de España ni en castellano rioplatense. Es un neutro que a mí no termina de cerrar, que parece tomado de un doblaje centroamericano de una película yanki. También la gran cantidad de texto y de viñetas por página conspira contra el lucimiento del dibujo de Carrera, que se ve muy comprimido, muy condicionado. Yo no soy muy fan del dibujo tan realista, tan pendiente de la referencia fotográfica, pero me doy cuenta de dos cosas: primero, que para un thriller que todo el tiempo busca resultar verosímil, no está mal ir por una estética lo más realista posible; y segundo que, dentro de este corset tan restrictivo como el que plantea un guion lleno de páginas de ocho, nueve o diez cuadros, Carrera se las ingenia para que la historia fluya de un modo ágil, con buenos enfoques y mucha variedad de planos. Por momentos aparecen técnicas de entintado muy distintas entre sí, que hacen que la onda del dibujo cambie de una página a otra, y eso narrativamente es complicado, pero visualmente garpa porque son técnicas que Carrera domina con solvencia y que le permiten mostrar que su propuesta va más allá del clásico Juan Carlos Flicker. Esos momentos donde pela el entintado más sucio, más expresionista, son los que a mí más me gustaron, mientras que las escenas de "línea clara", donde está todo entintado con un trazo finito y uniforme, prácticamente sin masas negras, me dejaron con gusto a poco. Esta misma historia, desplegada en un mayor número de páginas, seguro funcionaba mejor. Así como está no es chota, y menos si estás acostumbrado a las películas de acción y machaca de Hollywood, con tipos sin superpoderes metidos en situaciones extremas con tiros, explosiones, peleas y muertes truculentas. Y nada más, por hoy. Ni bien pueda, arranco con nuevas lecturas que se traducirán en nuevas reseñas, acá en el blog. Gracias y hasta entonces.

miércoles, 19 de abril de 2023

PERDÓN POR LA DEMORA...

Pero los cambios de clima me tienen muy congestionado, y cuando no puedo respirar por la nariz no puedo dormir, y cuando no puedo dormir no puedo pensar y mucho menos escribir. Así es como tengo pendientes de reseña dos libritos que terminé hace varios días... y bueno, ahora que estoy un poquito mejor vamos a tratar de sacarlas adelante. En general, cuando uno piensa en adaptaciones al comic de Los Tres Mosqueteros, piensa en la versión de José Luis Salinas de los años ´40, no? Pero hay otra: a principios de los ´60, el maestro Arturo del Castillo (nacido en 1925 en Chile y radicado en Argentina desde 1948 hasta su muerte, en 1992) hizo la misma que hacían todos los grandes dibujantes que se habían consagrado trabajando con H.G. Oesterheld en las revistas de la editorial Frontera: empieza a colaborar con editoriales del Reino Unido, donde la paga era mucho mejor. Entre otras obras, Del Castillo realiza entre 1961 y 1964 la adaptación del famoso folletín de Alexandre Dumas, en entregas de dos páginas semanales, sobre guiones de Leonard Matthews y Ted Holmes. Esto arranca en la revista Film Fun y luego continúa en otras cabeceras de la editorial Fleetway, de esas que en los ´60 gozaban de una enorme popularidad. Matthews y Holmes se inscriben en la tendencia del máximo respeto a la obra literaria que adaptan, y así es como, en el intento por volcar en la página la mayor cantidad posible del texto original, pueblan las páginas del comic con una cantidad ingente de palabras, al punto de llenar cuadros enteros solo con texto. Recién en el tramo final (cuando adaptan El Hombre de la Máscara de Hierro) aparece una que otra secuencia en la que el dibujo se encarga de llevar adelante la acción. En casi todo el libro, el dibujo ilustra apenas un cachito de lo que explicita el texto, lo cual lo hace redundante. Si tratás de leer solo los textos, sin mirar los dibujos, se entiende todo perfectamente. Y si optás por lo contrario, vas a ver que dibujos y diálogos no alcanzan para comprender la historia... si no la conocías. La verdad que no soy el más indicado para hacer el experimento porque leí estas aventuras varias veces en la infancia y todo el tiempo sabía lo que estaba por pasar, porque -misteriosamente- me las acordaba. O sea que estamos ante un libro duro de leer pero muy hermoso de mirar. Acá vemos a un Del Castillo que aprovecha a full el formato de página vertical, casi siempre de seis viñetas o menos, para desplegar una cantidad de recursos gráficos que obviamente no podía mostrar en las revistas chiquitas de Frontera. El resultado no tiene punto de comparación. Solo sería justo comparar esto con los primeros trabajos de Arturo en la Skorpio, cuando estaba muy bien pago y colaboraba con guionistas del carajo en su género favorito, que siempre fue el western. Todo el resto de la obra del chileno-argento queda muy, muy atrás de la magia que tira en Los Tres Mosqueteros. Acá está realmente en estado de gracia, en la cresta de la ola del estilo académico realista, con casi nada que envidiarle a Harold Foster. El rigor histórico, la plasticidad de los personajes, los caballos, los fondos, el festival de texturas, esos grises aplicados con tramas mecánicas que aparecen en el segundo tramo, esos detalles, esa cosa barroca que más tarde perfeccionaría Gary Gianni, esa sensación de épica que asociamos con Antonio Hernández Palacios... Lo mejor de ese estilo hiper-clásico está acá, en la pluma de Arturo Del Castillo y alcanza y sobra para recomendar la adquisición y estudio meticuloso de este álbum, muy bien editado en Chile por Acción Comics.
Me voy a Estados Unidos, año 2003, cuando se publica una miniserie tremenda, que originalmente se pensó para estar fuera de la continuidad oficial y luego alguien tuvo la lucidez de incorporarla al canon de la editorial. Captain America: Truth narra básicamente el via crucis de Isaiah Bradley (muy bien sintetizado en la miniserie televisiva de Falcon/ Winter Soldier), un soldado afroamericano al que le inyectan un prototipo del suero del Super-Soldado y se convierte en un Captain America paralelo, que también peleará en la Segunda Guerra Mundial. El guion de Robert Morales es de una crudeza difícil de digerir en un comic mainstream. La mala leche, la oscuridad, la crueldad, las atrocidades a las que las propias fuerzas armadas yankis someten a Isaiah y sus compañeros, casi hacen que Adolf Hitler funcione como una amenaza menor. La mentira, el engaño, la manipulación que padecen estos soldados y sus familiares, el mal trato justificado solo en el color de su piel, son cosas que te desgarran el alma mientras leés el comic... que además es totalmente adictivo. Es casi imposible soltar el libro una vez que lo empezás a leer. Truth es un comic adulto, profundo, jugado, muy violento, con momentos estremecedores, revelaciones shockeantes y emociones fuertes. Un Lado B del Year One del Capi America que, a menos que seas racista, te va a resultar desolador en más de un pasaje. Y si conocías de oído la historia de "el Capitán América negro al que lo cagaron como de arriba de un puente" por la serie de TV, o por menciones que se hacen en otras historietas (pienso por ejemplo en Young Avengers, donde uno de los protagonistas es el nieto de Isaiah) acá vas a encontrar esa idea totalmente zarpada y revolucionaria explicada y desarrollada en detalle en un guion muy ágil y muy conmovedor. El dibujo... la verdad que me descolocó la decisión de ponerlo en manos de Kyle Baker. Okey, era lógico que lo dibujara un autor afroamericano, pero ¿Baker? ¿Con ese trazo exagerado, caricaturesco, que por momentos dibuja a los personajes como en un corto de Ren & Stimpy? Lógicamente ahí se produce un choque entre lo oscuro del guion y lo alegre, lo desprejuiciado del dibujo, que por momentos va a 160 km/h, pero para el otro lado. Baker abusa un poco de los primeros planos, propone un laburo con el color que lo exime de dibujar fondos en la gran mayoría de las viñetas, y cuando los dibuja generalmente los simplifica a una línea casi minimalista. Pero tiene dos grandes ventajas: es un crack a la hora de retratar la machaca y sus personajes son tremendamente expresivos. En un comic donde parte de la gracia es transmitirle al lector las emociones que viven los personajes, esa habilidad sobrehumana de Baker resulta fundamental. Igual es raro, eh? Todo el tiempo te preguntás cómo se vería Truth dibujado en un estilo más tradicional, ponele el de Denys Cowan, a quien ya lo vimos romper todo en una historia del Capi ambientada en la Segunda Guerra. Como fan incondicional de Kyle Baker le aplaudo hasta las tiradas a chanta, y por haber charlado bastante con él me doy cuenta lo que le habrá costado dibujar esas secuencias más realistas, con soldados, vehículos y armas que se tienen que ver verosímiles y respetuosos de la anatomía, la perspectiva, la iluminación y la documentación. Cosas que para cualquier dibujante del mainstream son el pan nuestro de cada día, pero para este genio no, porque lo suyo es lo otro. La desmesura, la comedia, la locura. Banco mucho a Truth como un gran retoque de continuidad, una idea que detona un montón de ideas más, y se anima a mostrar lo garca que puede ser el bando que pasó a la historia como el de "los buenos", en una historia sin concesiones. Es un relato tan potente que hasta se banca que Morales y Baker por momentos quieran plasmarlo de maneras totalmente divergentes. Y hasta acá llegamos. Si estás en La Plata, venite este jueves a la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, que voy a estar dando una charla sobre traducción de historietas, por supuesto con entrada gratuita. Si no, nos reencontraremos en unos días acá en el blog.

sábado, 15 de abril de 2023

HOY, TRES RESEÑAS

Cuando por fin encontré un rato para sentarme a escribir reseñas, son tres los libros ya leídos que se me acumularon. En el año 2000, el diario barcelonés El Periódico publicó a lo largo de 44 días en pleno verano boreal una tira doble (el formato que hoy utiliza Gaturro en La Nación) llamada Paula, para la cual se volvieron a juntar el guionista Xavier Roca y el genial dibujante Alfonso López, que ya habían trabajado juntos en series como Alex Cunillera (Ático Tercera). Todo el material que realizó la dupla a lo largo de ese verano reapareció en un lujoso libro de tapa dura en 2005 y yo tuve la suerte de conseguirlo el año pasado. Paula es una tira muy breve pero realmente brillante. Los autores hacen gala de un humor ácido, al hueso, que satiriza sin piedad a adolescentes (Paula tiene 18 años) y adultos, que anticipa los niveles zarpados de alienación que nos van a producir los celulares y los videojuegos, y que -sobre todo- juega con la precariedad laboral que aflige a los jóvenes españoles hace ya varias décadas. Trabajos espantosos donde los patrones te explotan sin piedad, te rajan sin indemnización cuando se les da la gana y tenés menos gratificaciones que juntando estiércol con la boca en un chiquero. Pero los pibes y pibas se quieren pagar el escabio, las salidas con chongos o los estudios, entonces van y laburan mil horas por chaucha y palito en pleno verano, en una Barcelona vital, dinámica, llena de opciones para divertirse (si las podés pagar, claro). También hay un gran elenco de personajes secundarios, amigas, padres, un noviecito... pero el tema central es ese: ya no somos nenes, tenemos que generar un ingreso a como dé lugar y las opciones son estas, una más horrenda y frustrante que la otra. Y todas pagan igual de mal. Algunas tiras te invitan más a reflexionar que a cagarte de risa, pero el tono de comedia está muy bien logrado y Roca tiene la pericia suficiente para no jugarse todas las fichas al remate en la viñeta final: a lo largo de cada uno de los breves relatos hay varios chistes en los diálogos, que funcionan muy bien. Y claro, lo que hace a Paula una lectura indispensable es el dibujo de Alfonso López, un autor al que banco a muerte y al que le compro cualquier cosa, porque lo considero uno de los más grandes historietistas que están vivos y trabajando en la actualidad. Ese pulso vital que exhibe la ciudad, ese tono de comedia, y muchos logros más que pueden apreciarse en estas 44 tiras llegan de la mano del trazo fluido, sintético y recontra-expresivo de López. Esas pinceladas sueltas, que cambian de grosor sobre la marcha y te hacen acordar todo el tiempo a Yves Chaland son apenas una de las características del inigualable dibujo de este genio. López tira unas perspectivas increíbles, unos personajes que actúan y se mueven con una gracia irrepetible y un tratamiento del color precioso (o dos, porque en las pocas entregas en las que el chiste consiste en una única viñeta, Alfonso ensaya una técnica mucho más pictórica, que le sale perfecto). No sé si esto será fácil de conseguir hoy en día, pero yo lo encontré acá, en Buenos Aires, juntando polvo en el depósito de una distribuidora. Lo recomiendo muchísimo a los fans de la comedia costumbrista y la sátira social. Y sigo militando para que más gente se haga fan de Alfonso López, capo total.
Che, ¿puede ser que el Vol.7 de Saga sea el mejor de la serie? No sé, pero creo que hasta ahora fue el que más me gustó. Acá me encuentro con Brian K. Vaughan y Fiona Staples afiladísimos, recontra asentados cada uno en su estilo, y además con la sana intención de narrar una historia de seis episodios que, si bien es parte de una serie larguísima, funciona muy bien como arco autoconclusivo, y hasta se lo podés dar a alguien que jamás leyó Saga. Hay algún que otro sub-plot que viene de arrastre de tomos anteriores, pero el núcleo de la trama está perfectamente presentado, desarrollado y resuelto en estas páginas. A lo largo de esta trepidante aventura llena de acción, tiros, espadazos, machaca y muertes tremendas de personajes a los que uno llegó a querer fuerte, Vaughan explora el tema de los refugiados políticos, de esa gente que tiene la mala suerte de vivir en un territorio que lleva décadas en medio de una guerra, y depende de la ayuda externa para sobrevivir. No hace falta irse "a long, long time ago, to a galaxy far away" para encontrar ejemplos, y Vaughan no oculta en ningún momento que está usando a estos bichos alienígenas para hablar de conflictos de los que sufren todos los días africanos, palestinos, haitianos, etc.. La crisis humanitaria generada por las guerras está en primer plano y Marko, Alana y su familia se ven interpelados por el dolor y las carencias de quienes la sufren en carne propia... mientras sigue el acoso por parte de los perseguidores que los quieren liquidar. Con todo esto y con unos diálogos magníficos, se arma un Vol.7 apasionante, tenso como el tiempo suplementario de la final contra Francia, con golpes al corazón del lector, desarrollo para un montón de personajes (principales y secundarios) y un trabajo descollante de Staples en el dibujo y el color. Tengo un tomo más de Saga en la pila de los pendientes, que ojalá esté a este mismo nivel, porque la verdad que con este tomo la pasé bárbaro. Esto es ciencia ficción de la buena, con mucho huevo, mucho corazón, sexo, puteadas, bajada de línea siempre para el lado correcto y unos dibujos de la hiper-concha de Dios. Un lujo.
Y vamos con otra saga, La Saga de los Distintos, cuya tercera entrega se titula "Reptil en el Reino de las Aves" y cuenta básicamente eso. En su trabajo más reciente (editado a fines de 2022), el inmenso Chanti nos cuenta qué pasó con la víbora a la que la gran tormenta que sacudió a Animalia desplazó a una tierra desconocida, habitada por todo tipo de pájaros. La víbora será confundida con un gusano amarillo extra-large y -lo más importante- utilizada con fines políticos por un gobierno que se da cuenta de los beneficios de tener engañada a la población. -Pará, ¿no es un comic para chicos?. Sí, pero Chanti apuesta fuerte y crea una historia acerca del oscurantismo, el engaño y la manipulación de la verdad por parte de los poderosos para expandir su poder. Un relato de una profundidad asombrosa, ágil, conmovedor y potente como pocos. El dibujo sintético, prolijito y amistoso de Chanti te puede descolocar y hacerte creer que vas a leer algo 100% humorístico, o pueril, o incluso pavote. Nada que ver. Reptil en el Reino de las Aves, además de ese dibujo exquisito y ese despliegue fascinante en la puesta en página y el armado de las secuencias, es una historieta para pensar, para abrirle la cabeza a los más chicos desde temprano. ¿Qué es la verdad? ¿La que nos baja quién? ¿Y a ese quién se la revela? ¿Y si en realidad es mentira? ¿Y si en realidad es todo una farsa para someter, excluir o discriminar a muchos en beneficio de unos pocos que quieren todo para ellos? Chanti se mete a fondo con eso: el choque entre especies tan distintas como la víbora y el cóndor es apenas una excusa para contar el choque entre relato y realidad, entre lo que los poderosos quieren que creamos y lo que efectivamente sucede. El resultado es un álbum breve (50 páginas de historieta) pero intenso, emotivo y atrevido en el mejor sentido posible: el de enseñarle a los chicos a cuestionar el discurso hegemónico. Nunca había leído La Saga de los Distintos, pero ahora la quiero completar. Si todos los álbumes son así, habría que ponerlos como lectura obligatoria en todas las escuelas del país. Y esto es todo por hoy. Nos reencontramos la semana que viene, con nuevas reseñas acá en el blog.

martes, 11 de abril de 2023

ACÁ ESTAMOS DE NUEVO

Bueno, por fin tengo un ratito para escribir las reseñas de los últimos libros que leí... Empiezo en 2015, en Japón, cuando el maestro Gou Tanabe presenta su adaptación al manga de El Color que Cayó del Cielo, el famoso relato de Howard P. Lovecraft. No es la primera vez que me toca leer un manga de Tanabe que adapta una obra de Lovecraft (ver reseña del 16/11/18), así que corro el riesgo de repetir algunos conceptos. Esta vez, lamentablemente, en vez de estar editado en tapa blanda por Ivrea, El Color que Cayó del Cielo está editado en tapa dura por Planeta. O sea que es un libro innecesariamente lujoso y caro, fruto del capricho de la misma editorial que te publica esos masacotes de 1000 páginas con las obras de Osamu Tezuka en un formato pensado para destruirte la biblioteca y el bolsillo. Menos mal que en Argentina (todavía) no caímos en esta pelotudez de editar cualquier cosa en tapa dura. Se publica mucho menos que en España, pero por lo menos se eligen formatos que llegan a las bateas a un precio no tan disparatado. Pero vamos a la historia: Tanabe está enrolado en la corriente de las adaptaciones muy respetuosas al texto original, al igual que nuestro abanderado en materia de adaptaciones de clásicos del terror, el maestro Horacio Lalia. El talentoso mangaka conserva la ambientación espacio-temporal, el elenco, la atmósfera, el orden de los sucesos y hasta muchísimos textos de la narración original, y lo único que agrega es el dibujo. Digo "lo único" y suena a poco, pero realmente es muchísimo. Ese trazo prolijo y sobrecargado de Tanabe (que por momentos me remite a Salvador Sanz) le suma un montón al clima que propone Lovecraft. Le da vida a los horrores que describe el escritor norteamericano, y enfatiza desde el ritmo que elige para el relato esa sensación de extrañeza, de tensión que crece hasta hacerse asfixiante. El trabajo de Tanabe es tan bueno, está tan afilado, que logra que te imagines ese color imposible incluso en un comic realizado en blanco, negro y grises. A esta altura, ya no me queda duda alguna: el mejor historietista para una adaptación de Lovecraft hoy es Gou Tanabe. El que mejor entiende los climas, los ritmos, el que mejor dibuja, el que más se rompe el culo en los detalles, el que te hace sentir el horror más cerca, más palpable. El único handicap de Tanabe es que no le pone mucha expresividad a los personajes. No te tira esas caras de "estoy totalmente loco, trastornado por los horrores que me toca presenciar" que te ponían Lalia, Alberto Breccia o Berni Wrightson cuando te adaptaban a Lovecraft. Los tipos tienen el marulo detonado, pero el dibujo no lo enfatiza con la misma polenta que en los autores mencionados (y otros más). En todo lo demás, Tanabe saca mucha diferencia y te hace vivir una Experiencia Lovecraft que no te olvidás nunca más. Voy por los libros que me faltan del ídolo, pero con la mira puesta en las ediciones yankis de Dark Horse, que son más baratas y más cómodas para manipular y guardar que las españolas.
Me voy a Francia, año 2021, cuando Lucas Varela forma equipo con el guionista galo Hervé Bourhis para ofrecernos Le Labo, una interesantísima novela gráfica de 100 páginas a todo color que ya tuvo edición en nuestro idioma por parte de La Cúpula. Le Labo parte de un hecho real, pero lo distorsiona un poco para contar la historia de un modo más divertido. Se trata de un experimento loco de mediados de los ´70, cuando una poderosa empresa francesa que se había expandido a raíz del éxito de las fotocopiadoras que fabricaba, le pone un montón de plata a un laboratorio donde el hijo del dueño reúne a los más capos en informática de ese país para empezar a desarrollar la computadora personal... y más tarde la internet y la telefonía celular. El comic recorre toda esa segunda mitad de los ´70, donde Jean-Yves y su equipo trabajan a puro ensayo y error, hasta que llegan los yankis con su voracidad comercial y se quedan con todo. Por delante de este contexto histórico tan interesante (y poco explorado), Bourhis acierta al alejarse del relato documental para poner el foco en los personajes y sus vínculos. De ahí salen algunas escenas dramáticas y otras realmente muy cómicas. También ensaya un truco que no es nuevo, pero que está buenísimo: en un momento, un personaje secundario, marginado y ninguneado, se pierde entre los pliegues de la trama para reaparecer sobre el final transformado en un personaje absolutamente central. Ese es el arco de Nicole, la hermana menor de Jean-Yves, quien resulta ser la narradora de todo lo que sucede en Le Labo. La relación entre los franceses y los californianos también está muy bien aprovechada y plasmada de modo muy gracioso. Bourhis está tan canchero en el manejo de la época y la temática, que hasta tira magia con injertos de retro-continuidad, en los que Jean-Yves y su equipo flashean (a veces bajo los efectos del faso) con avances tecnológicos que llegarían varias décadas después y que, si bien en 1977 parecían delirios de fumones o de fans de la ciencia ficción, hoy son parte de nuestra vida cotidiana. El dibujo y el color, ambos a cargo de Varela, son alucinantes. Nuestro compatriota capta sin el menor problema todos esos detalles de la ambientación setentosa que tienen que ver con ropa, peinados, artefactos que hoy parecen prehistóricos, el chiste (ya visto en series y películas) de que todo el mundo fumaba en todas partes... Toda esa carga de "mostremos la vida cotidiana de estos tipos y minas" que propone el guion de Bourhis está llevada al papel por Varela con verdadera maestría, y aporta también a generar ese clima de comedia costumbrista en la que podrían aparecer tranquilamente Alberto Olmedo o el Gordo Porcel sin que a nadie le resulte raro. El creador de Paolo Pinocchio te hace entretenidas las escenas donde solo hay talking heads, y deja la vida en esas doble splash-pages en las que Jean-Yves tiene esas visiones proféticas que cambian el rumbo de la novela gráfica (y de la historia del desarrollo de la informática en dos continentes). Si sos fan de Lucas Varela, de la computación, de la historia de los avances tecnológicos del Siglo XX, o si te copa leer una historia muy divertida y descontracturada acerca de los años "de incubación" de Apple, la internet, los celulares y los videojuegos, seguro vas a pasar un buen rato con Le Labo. Y hasta acá llegamos. Tengo avanzada la lectura de un librito más, que seguramente comentaremos (junto a algún otro) en el próximo post que aparezca acá en el blog. Gracias y hasta entonces.

jueves, 6 de abril de 2023

JUEVES DE CONTRASTES

Hoy tengo para reseñar un libro cuya lectura me demandó varios días y uno que me devoré en menos de 15 minutos. Empiezo en Estados Unidos, año 2021, cuando se recopilan en libro las tiras de Pearl Before Swine originalmente publicadas entre Octubre de 2018 y Marzo de 2020. En la reseña del 11/03/14 quedó plasmada mi reacción frente a esta tira de Stephan Pastis que se publica desde 2001 en los diarios yankis. Fue un descubrimiento de esos que te sacuden toda la estantería, por eso esta vez fui por un libro de la colección Treasury, en la que la tira se recopila completa, sin baches, con las entregas de lunes a sábado en blanco y negro y las dominicales a color, sin remontarlas ni cambiarles el formato. Esta edición cuenta con el atractivo extra de que, abajo de cada tira, Pastis agrega algún comentario del backstage, breves textos casi siempre en joda donde nos cuenta con qué personajes se identifica, cómo lucha contra el syndicate para que le dejen usar ciertas palabras "groseras", cómo le cuesta dibujar ciertas cosas, cómo reaccionaron los lectores frente a ciertas situaciones que incluyó en la tira y demás. Pearls Await the Tide ofrece casi 240 páginas de historietas, la mayoría de las cuales reproducen tres tiras diarias. O sea que hay muchísimo para leer. Y no, el dibujo de Pastis no mejoró ostensiblemente desde aquel primer librito reseñado en 2014. Sigue siendo eficaz, pero muy limitado, y lo más interesante: muy consciente de sus limitaciones. Las principales diferencias que noté entre un librito y otro son 1) que aparece mucho menos Zebra, un personaje que al principio era muy protagónico y 2) que el propio Pastis se incorporó como personaje, para interactuar con sus creaciones, contar cosas de su vida personal, y "dar la cara" cuando estos lo cuestionan (o directamente lo cagan a palos) por el nivel choto de algunos chistes. Pastis es constantemente víctima del bullying por parte del trío protagónico (Rat, Pig y Goat), que lo consideran un auténtico subnormal. Lejos, lo mejor de Pearls Before Swine es su oscuridad. Las reflexiones existencialistas jodidas, ese truco que inventó Charles Schulz en Peanuts y que Pastis lleva al infinito y más allá. La grieta entre nuestros sueños y aspiraciones y nuestros logros en la vida real, la interacción entre seres humanos en una sociedad gobernada por políticos corruptos y empresarios insaciables, el rol de las redes sociales y el periodismo, la censura sobre lo que pensamos o sentimos disfrazada de "corrección política", la relación del individuo con la comida y el escabio, con el trabajo, con los vecinos... Sobre todos estos temas y muchos más, Pastis piensa en voz alta, con una mala leche devastadora y un humor muy, pero muy afilado. También hay chistes tontos, basados en juegos de palabras (algunos MUY elaborados) o en confusiones lingüísticas, pero en general, el humor de la tira es lúgubre, espeso, incómodo como tampón de virulana. Me parece genial que en los diarios de Estados Unidos, repletos de tiras anodinas y con menos gracia que un desalojo, aparezca una tira como Pearls Before Swine, quizás lo más parecido a South Park que vamos a ver alguna vez en la página de humor de una publicación masiva y que está al alcance de los chicos como es el diario. En ese contexto, Pastis más que bueno es necesario.
Me vengo a Argentina, año 2022, para disfrutar de Apagón, una breve novela gráfica (apenas 54 páginas) escrita por Martín Tejada y dibujada por Carlos Dearmas. La calidad de la edición (a cargo de Hotel de las Ideas) es increíble: desde el prólogo de Estela de Carlotto hasta el gramaje del papel, todo da cuenta de un cuidado muy especial por parte de la editorial, que se agradece muchísimo. Una vez adentro del librito, nos encontramos con un guion minimalista, en el que Tejeda tira muy buenos diálogos en las primeras páginas como para que entendamos quiénes son los personajes y cuál es el conflicto... y después prácticamente no se habla más. Será la acción la que narre y el dibujo el que nos guíe en esta recorrida fantasmagórica por una casa totalmente a oscuras que oculta un secreto vinculado a los trágicos apagones de 1976, aquellos que sirvieron como escenario a 400 secuestros y otros crímenes de lesa humanidad en un pueblo de Jujuy. Entre la oscuridad, aparecerán imágenes tremendas, perturbadoras, una especie de dimensión desconocida sórdida y aterradora, y a la vez teñida de memoria, verdad y justicia. No se puede ahondar en el argumento sin spoilear, porque está muy jugado a los climas, a la sugestión y al giro del final, que obviamente no vamos a revelar acá. Y sin dudas el impacto definitivo, la fatality, nos la tira el dibujo de Carlos Dearmas, un artista al que por lo menos yo no tenía en el mapa y me detonó la cabeza, mal. No hay explicación para lo que hace este muchacho con la pluma y la tinta. Se me ocurre proponer que es una especie de Peiró entintado por el alemán Andreas, pero me quedo corto, no llego ni en pedo a describir o a graficar la fuerza y la belleza del trazo de Dearmas. La puesta en página es clásica, el ritmo del relato es descomprimido, abundan las secuencias en las que se sugiere más de lo que se muestra, y de punta a punta del librito se aprecia un nivel de compromiso con el trabajo, una dedicación, unas ganas de cantarse "quiero retruco" a sí mismo, que te pone los pelos de punta. Por este trabajo, el hasta hace poco desconocido Carlos Dearmas ganó el Premio Cinder al Mejor Dibujante de 2022, y la verdad que es absolutamente justo. Apagón es una historieta 100% consagratoria para sus autores, un relato de tremenda potencia expresiva, dramática y visual, con personajes creíbles y una vuelta de tuerca inesperada a un suceso tan real como desgarrador de nuestra historia. Muy recomendado. Y no hay más. Ni bien tenga más material leído, nos reencontramos con nuevas reseñas acá en el blog. Hasta entonces.

martes, 4 de abril de 2023

MARTES FRESQUITO

Ya con clima bien otoñal, más cerca del sweater que de las bermudas y las ojotas, me siento a reseñar un par de libritos que leí en los últimos días. Vamos a Colombia, a la ciudad de Medellín, donde transcurre Parque del Poblado, una historieta realizada en 2011 por Joni B., uno de los grandes referentes del comic colombiano de este siglo. Claramente el atractivo principal del libro (editado por los españoles de Spaceman en innecesaria tapa dura) es el dibujo. Un dibujo en el que conviven Jaime Hernández, Frederik Peeters, Jaime Martín, José Muñoz y Carol Swain en una fiesta del claroscuro cautivante y vital. Los personajes cobran vida, los lugares se hacen asombrosamente reales y la gráfica te seduce al punto de hacerte olvidar que Joni dibuja pocos fondos. La narrativa está perfectamente ajustada a algo que enseguida vamos a señalar cuando hablemos del guion: Parque del Poblado parece una obra de teatro. Está pensada para hacer foco en momentos y en diálogos, no en la acción ni en el movimiento. Cuando los personajes se empiezan a desplazar por este barrio/ cuadra lleno de bares, autos, pibes y pibas que escabian, fuman y coquetean, el relato se vuelve un poco caótico, como ese tipo de lugares a las 2 AM. Amigos que se tienen que encontrar y se pierden, minitas a las que venís siguiendo y desaparecen, borracheras, discusiones pelotudas, ruido de música y chamuyos varios... Joni B. recrea esa atmósfera en la historieta y logra que uno se vea inmerso en ella. El tema es que el conflicto no está enfatizado. O mejor dicho, no hay un conflicto que esté lo suficientemente enfatizado como para identificarlo claramente como el hilo conductor de una trama. Por eso esta es ínfima, etérea, y entiendo a quien me diga "me cagaron, son 50 páginas en las que no pasa nada". Desde el punto de vista de una estructura dramática, eso es bastante cierto. Como en todo relato del subgénero "Jóvenes a la Deriva", acá tenemos un grupito de protagonistas de veintipico que conversan, fuman, chupan, transan... hay diálogos muy graciosos, otros a los que la incorporación de palabras y conjugaciones de España deformaron al punto de perder toda su gracia, pero nada parece ir en una progresión de principio/ desarrollo/ desenlace. Lo cual no significa que el autor no tenga nada para decir. A través de Rafa, Viviana, Alex y el resto de la pandilla, Joni B. habla de su generación, de lo raro que se siente tener veintipico y no ser ni pendejos ni adultos, de por qué no tiene sentido hacer grandes planes para el futuro, de cómo va quedando cada vez menos de los sueños y anhelos que cobijaron en la adolescencia, de cómo el escabio y el sexo pueden (o no) tapar esos agujeros existenciales en la vida y anestesiar algún que otro dolor. No es poco, a menos que hayas comprado el libro a la espera de una aventura en la que todo pase por una confrontación entre buenos y malos. Y sí, se podría haber contado esto mismo en 36 páginas en vez de 50. Pero como el dibujo es buenísimo y los personajes se hacen querer al toque, uno no siente que le están estirando al pedo la "trama". Como nunca vi (ni creo que vea nunca) un Gran Hermano de Colombia, Parque del Poblado me vino bien para saber qué piensan y cómo se comportan los pibes y pibas de ese país que están básicamente al pedo, matando el tiempo con no-historias no-épicas con las que no resulta para nada difícil identificarse desde Argentina, un poco más de 10 años después.
Me voy a Estados Unidos, año 2016, cuando se juntan dos monstruos: Warren Ellis y Phil Hester. Como saben quienes siguen hace tiempo este blog, yo soy fan a muerte de Hester y banco a full las obras en las que él mismo se escribe los guiones, algo que no suele suceder cuando trabaja para las editoriales grandes. Y bueno, en AfterShock tampoco sucedió, pero esta vez le pusieron un guionista del mega-carajo. Shipwreck es una historia sumamente atípica, basada sobre todo en climas desoladores, en un EEUU fantasmagórico y tremendo por el que vaga un protagonista que no entiende una chota acerca de este mundo y sus habitantes. La idea es que el lector tampoco entienda una chota, hasta que poco a poco, a un ritmo muy pachorro, Ellis empieza a explicar qué es este lugar y cómo cayó ahí el Dr. Jonathan Shipwright. A lo largo de seis episodios, Shipwreck adopta distintas formas: es una road movie, es un policial, es una de ciencia ficción, es una de terror y es una de fantasía oscura y sobrenatural al estilo del Vertigo de los ´90. Para hacerla más exasperante, Ellis cruza a Shipwright con personajes que a) la tienen infinitamente más clara que él, y b) le tiran extensos soliloquios repletos de frases alucinantes, cargadas de filosofía, que lo interpelan, lo descolocan y le retuercen el alma. Recién sobre el final, el protagonista queda cara a cara con una especie de antagonista y ahí sí, hay que resolver a todo o nada, con lo que hay, con lo que quedó después de tanto naufragio tanto externo como interno. Es un guionazo, muy perturbador, muy rico en matices, en silencios, en elementos que van por afuera de la aventura pero la enriquecen muchísimo. Gran laburo de Warren Ellis que -probablemente por las altas dosis de sangre y mutilaciones- no encontró lugar en las editoriales más grandes. Y cuanto más retorcido y jodido es el guion, más a gusto se siente Hester a la hora de dibujar. Esta vez, el ídolo se encarga solo de los lápices, y tiene un excelente entintador (Eric Gapstur) y un excelente colorista (Mark Englert) que lo entienden a la perfección y lo potencian de un modo esplendoroso. Yo amo a Hester en blanco y negro, pero la magia que tira Englert en estas páginas, lo bien que acompaña no solo el trazo de Hester sino también los climas extraños que conjura el guion, es realmente una gloria. Acá vemos a Hester probar cosas nuevas todo el tiempo, jugar con el espacio negativo, inventar efectos gráficos y narrativos jamás vistos, ponerle dinamismo a las escenas en las que solo hay gente hablando en el medio de la nada, transmitir todo tipo de sensaciones (casi todas incómodas) en las muchas secuencias mudas... Si te faltaba algo para ascender a Phil Hester al Olimpo de los grandes narradores del Noveno Arte, en Shipwreck sin dudas lo vas a encontrar. Recomiendo mucho esta historieta a los fans de los relatos oscuros, intrincados, donde la procesión va por dentro y la aventura no es otra cosa que el punto límite en el que los replanteos internos se tienen que convertir sí o sí en acción, para bien o para mal, porque lo que hay no se sostiene. Jugate por este mundo crepuscular, atroz y por momentos absurdo, y recorrelo junto a Ellis y Hester. Vale mucho la pena... y hay mucha pena de por medio, porque Shipwright sufre como pocos y los autores nos lo hacen sentir en carne propia. Nada más, por hoy. Gracias totales y nos reencontramos acá en el blog ni bien tenga más libros leídos para reseñar.

sábado, 1 de abril de 2023

RESEÑAS DE SÁBADO POR LA NOCHE

Sigo avanzando a buen ritmo, y hoy de nuevo tengo dos libros léidos, listos para reseñar. Allá por 2007, se empezaron a recopilar en España las famosas "Sales Blagues" (chistes sucios), esas adaptaciones al comic de chistes que pertenecen a la tradición oral, que realizara el maestro francés Philippe Vuillemin para la revista L´Echo des Savanes a fines de los años ´80. Se tomaron su tiempo, los editores españoles, para apostar por este material, que en Argentina apareció (en poquita cantidad, pero 11 o 12 años antes) en la revista Cazador Comix. Este primer tomo editado por Norma, el Vol.1 de Políticamente Inaceptable, ofrece casi 100 páginas de estas breves historietas (algunas de una sola página) en las que Vuillemin pone su particularísimo estilo gráfico al servicio de esos chistes que cualquiera escucho un millón de veces. Incluso los chistes menos zarpados (los pocos que no involucran racismo, sexo, mutilaciones, vómitos o caca) los leímos en historietas de Condorito o Larguirucho, también en los ´80. Obviamente en casi 100 páginas encontré un par de chistes que no conocía, pero la mayoría son historias que uno ya había escuchado (y reproducido) hace décadas y que tienen ganado un lugar (croto y marginal, pero lugar al fin) en la cultura popular. De todos modos, el principal atractivo de Políticamente Inaceptable es el dibujo de Vuillemin, la forma en que su trazo grotesco y visceral, combinado con un coloreado generosos en matices, le da forma visual a estos relatos. Cómo elige narrarlos en formato de historieta y cómo potencia los aspectos más atroces y más escatológicos de los chistes con esas líneas y esas manchas que constituyen su inimitable estilo. No causa la misma gracia que yo (o quien sea) te cuente que un tipo pela una chota inmensa, toda sucia y llena de granos, que ver un dibujo de Vuillemin en el que un tipo pela una chota inmensa, toda sucia y llena de granos. El impacto es infinitamente mayor cuando esta bestia del Noveno Arte le impone su estética extrema y repulsiva al relato. La única historieta que no funciona del todo bien, en la que el dibujo y la narrativa no terminan de poner en claro, o de darle la fuerza que le tienen que dar a lo que está pasando es -paradójicamente- la más extensa: en las cinco páginas de "El Drama del Paro" (cuya trama no me suena similar a la de ningún chiste de la tradición oral) más de una vez tuve que frenar, volver un par de viñetas para atrás y tratar de seguir un hilo que no me resultaba del todo consistente. Pero de todos modos las imágenes son tremendas, de una potencia cómica indescriptible. Hay tres libros más de esta serie editada por Norma, así que ni bien los vea por ahí, me tiro de cabeza. Entiendo que Vuillemin no es para todo el mundo, que te puede resultar asqueroso, nefasto, demasiado sucio, o demasiado ido al carajo en su retrato caricaturesco de negros, judíos, gays, etc. Y también entiendo que es humor, que es material de los años ´80, y que Vuillemin no reivindica ni promociona la violencia contra las mujeres, los gays o las minorías raciales o religiosas, ni la zoofilia, ni la coprofagia, ni ninguna de las otras atrocidades que dibuja en estas páginas. Creo que en realidad las expone, o incluso las critica, de una manera atípica y -a mi juicio- genial.
Me vengo a Argentina, a fines de 2022, cuando se recopilan en libro los comic books con los que se inició el universo de Capitán Barato, allá por 2014. Acá se presentan los personajes y los conflictos que más tarde van a derivar en la saga (creo que inconclusa la día de hoy) llamada Proyecto Tifón, que ya vimos en las reseñas del 15/01/19 y 16/03/20. El libro recopila varias revistas, cuyos argumentos se enlazan de manera bastante prolija para formar un arco titulado "Demolición Total", en el que distintos héroes y heroínas de nuestro país confrontan con una especie de Doomsday creado por la típica corporación maligna. Varios autores meten mano en los guiones, pero los mejores momentos y los mejores diálogos aparecen cuando el que se hace cargo de guiar a los personajes es Fede Sartori. El resto de los guionistas muestran inconsistencias bastante notables, como tener personajes argentos que se tratan de vos y usan localismos argentos, y que en medio de una conversación uno diga "se han marchado". ¿Cuándo hubo un argentino que dijera "se han marchado" en vez de "se fueron" o -si son de Tucumán- "se han ido"? Nunca en la fuckin´vida. Leer todo este material de un saque permite notar de modo más contundente cómo evolucionó el concepto del Capitán Barato: al principio era un chiste de y para nerds de las historietas (de hecho fue una tira cómica que apareció en el sitio de Comiqueando, con dibujos de Lea Caballero), y entre los dos primeros comic books alguien (probablemente el propio Lea) decidió llevarlo hacia una saga de tono dramático, y construir en torno al personaje todo un universo de superhéroes argentinos que para el final de este tomo ya lo eclipsan por completo. El tomo cuenta con la participación de muchos y muy buenos dibujantes (Juan Frigeri, Kristian Rossi, Franco Viglino) pero yo me quedo con Germán Erramouspe, que me parece el que mejor entiende la dinámica que hay que ponerle al dibujo de superhéroes, sin perder identidad gráfica propia. Destaco también la labor de Rossi que empieza a colaborar con Capitán Barato como colorista, y la rompe toda, tanto cuando se colorea a sí mismo como cuando colorea a sus compañeros. El libro además incluye una brutal cantidad de pin-ups e ilustraciones, donde brillan las colaboraciones de animalitos como Salvador Sanz, Nico Di Mattia y Germán Peralta, además del ya mencionado Juan Frigeri. Como sabe cualquiera que siga hace años este blog, no soy muy fan de los superhéroes argentinos y siempre disfruto más cuando los talentos de nuestro país se vuelcan a la creación de obras más personales, en géneros donde se sientan 100% a gusto. Pero dicho esto, acá me encontré con un trabajo muy serio, muy profesional, por momentos muy atractivo para cualquier aficionado a este tipo de relatos. Y además me encantó el formato, más compacto y más fácil de guardar que los comic books que salieron en la década anterior. Ahora a esperar el final de la saga de Proyecto Tifón. Y esto es todo por hoy. Gracias y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.