el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 31 de enero de 2011

31/ 01: CAPTAIN AMERICA: TWO AMERICAS


Sin leer Reborn, me jugué a saltar de Road to Reborn a este arco, que es inmediatamente posterior al del regreso de Steve Rogers. De hecho, acá está el especial donde se explica quién va a ser el Capi, ahora que Rogers está de vuelta. Un unitario que está muy bueno, pero que la lógica indicaba recopilar junto a la saga de Reborn, no con Two Americas, que es donde Ed Brubaker retoma plots que le quedaron colgados de Road to Reborn.
Evidentemente, Brubaker trajo a Steve Rogers de vuelta porque alguien muy arriba en la cadena empresarial le puso un chumbo en la cabeza y le dijo “Lo resucitás YA, que se viene la peli”. El guionista –se nota muchísimo- se siente mucho más cómodo cuando le toca escribir a James Buchanan Barnes, más conocido como Bucky, el Winter Soldier, o el Capitán América que apareció cuando palmó el otro. Por suerte, negoció una salida decorosa: Rogers revoleará el escudo en los diversos títulos de Avengers y Bucky en la serie mensual, a la que Marvel rápidamente rodeó de 153.000 miniseries protagonizadas por Steve Rogers, en una movida no muy distinta de la que hizo DC con Batman cuando volvió Bruce Wayne.
Two Americas, de todos modos, no está entre las mejores historias de este sidekick ascendido a Capitán. Hay mucha acción, espionaje, suspenso, grandes diálogos, muy buena interacción con Falcon (a esta altura, imprescindible en la estructura de la serie), pero la trama en sí es medio pelotuda. El villano (el Capitán América de la década del ´50) está demasiado desquiciado, con lo cual se desaprovecha, cae demasiado rápido en la caricatura, en el grotesco. El tipo baja línea política pesada acerca de la decadencia de los EEUU, pero el debate ideológico nunca se llega a cristalizar, porque de pronto al tipo este le interesa más matar gente que propagar su forma de ver las cosas. Por momentos lo vemos como un estratega genial, un tipo cerebral, casi perturbador en su frialdad para el cálculo, y de golpe derrapa hacia el típico matón con delirios de grandeza que cree que cualquier conflicto se resuelve mediante un estallido de violencia. Y todo esto en una cantidad de páginas relativamente escasa, de lo cual se infiere que buena parte del protagonismo de la saga recae en este “Capi malo”, como lo llama irónicamente Bucky. Por supuesto, cuando los buenos le ganan, el cuerpo no aparece y queda abierta la rendija por la que puede llegar a volver la próxima vez que haga falta.
El dibujo tampoco está a la altura de los mejores momentos de la era Brubaker. El brasileño Luke Ross no es malo, pero tampoco excelente. Cuando lo entinta Butch Guice zafa muy bien, y hasta parece que el lápiz fuera de Guice. Pero cuando lo entinta Rick Magyar (otrora grosso, hoy descendido a la B Metropolitana), salen a la luz todo tipo de falencias. El one-shot con el que abre el tomo ofrece a la dupla con los roles cambiados: Guice dibuja y Ross entinta. Y el resultado es muy bueno, más allá de la exagerada dependencia de la referencia fotográfica. Acá es donde aparecen las secuencias mejor armadas, y hasta una doble página digna de Jim Steranko.
Me parece que me bajo acá, nomás. Ya son más de cinco años, doce TPBs (si alguna vez me compro Reborn, si no once), y obviamente el impacto ya no es el mismo. Será momento de ver qué onda las distintas miniseries que están saliendo, y darle una chance (cuando se recopilen) a las que tengan mejor pinta. O esperar a que en la serie regular vuelva a aparecer un arco argumental con el power de los primeros años de Brubaker al frente de la serie. No le cierro la puerta definitivamente, porque a lo largo de los años me quedó clarísimo que el Capi es un personaje de enorme potencial para protagonizar buenas historias. Pero hasta acá llega mi adhesión incondicional a la serie central del ícono americano que en poquitas semanas festeja su 70° Aniversario.

domingo, 30 de enero de 2011

30/ 01: LA CIUDAD QUE NUNCA EXISTIO


En general, cuando hablamos de Pierre Christin nos colgamos mucho de su hitazo, de su serie más importante, que es obviamente Valérian. Y cuando hablamos de Enki Bilal, caemos irremediablemente en la Trilogía Nikopol, o en esa cosa medio rara a la que se abocó en los últimos 10 ó 12 años. En el medio, medio perdidas entre el impacto de estos trabajos más visibles, quedan las obras que Christin y Bilal realizaron juntos en la revista Pilote entre 1975 y 1982. Con el título genérico (y no muy inspirado) de “Leyendas de Hoy”, estos dos próceres de la historieta francesa aunaron esfuerzos para cinco álbumes de temática básicamente socio-política en las que a veces se suma un elemento fantástico y en las que suele aparecer un tipo misterioso, sin nombre, del que no sabemos nada y que juega siempre un rol secundario.
De las cinco historias, hay tres perfectas: Partida de Caza, Las Falanges del Orden Negro y la que hoy nos ocupa. La Ciudad que Nunca Existió es, como aquel tomo de Groo que vimos el año pasado, un comic acerca del capitalismo salvaje y sus siniestras consecuencias en la sociedad. O en realidad arranca por ahí, para después desembocar en un dilema ético que hace temblar las convicciones de la militancia de izquierda: ¿Qué pasa si un día el capitalismo se vuelve humano y nos regala la utopía con la que siempre soñamos? Pero gratis de verdad, eh? Sin letra chiquita, sin revolución, sin derramamiento de sangre, sin nada. Equidad y justicia social, de la noche a la mañana y porque sí.
Este dilema divide a las bases de Jadencourt, un pueblo de obreros de clase baja que depende absoluta y excesivamente de un patrón. De pronto, el patrón muere y su heredera decide convertir al pueblo en la comunidad en la que los laburantes siempre quisieron vivir. Buenos salarios, educación, seguridad, salud, vivienda y dignidad para todos. ¿Dignidad? ¿Estás seguro? Georges cree que no, que si todo viene de arriba, que si la utopía te la regala la patronal, la dignidad no forma parte del combo. Su mujer, Marcelle, cree que la utopía vale la pena ser vivida, venga de quien venga. El resto parece seguir los pasos de Marcelle, hasta el final, en el que… no te puedo contar lo que pasa.
Christin se cansa de tirar argumentos que apoyan tanto a una postura como a la otra. No se queda en la bajada de línea, te invita a reflexionar sobre lo que está pasando y para eso te provee todos los datos que necesitás para evaluar razonablemente la situación. La mejor parte de la novela es la primera, la que describe los padeceres de estos humildes laburantes y la inclemencia de una patronal que se limpia el culo con ellos. El segundo tramo, convulsionado por el brutal cambio en el status quo, nos muestra a los garcas en pie de guerra, listos para activar el plan B al que siempre recurren: el sálvese quien pueda. Esta es la parte casi cómica del libro. Y el final, centrado en cómo Madelaine lleva adelante su plan, baja mucho el volúmen del conflicto, sin por eso perder ritmo ni atractivo ni tensión.
El dibujo de Bilal está lejos de su estilo actual. Trabaja con muchos más cuadros por página y con la influencia mucho más presente de Moebius. Pero definitivamente cumple con creces con lo que le pide Christin: los personajes son humanos, creíbles y reconocibles. Los paisajes son impresionantes, los climas conmueven ya sea cuando quieren transmitir el bajón de los oprimidos como cuando intentan maravillarnos con la explosión de esperanza que genera la movida de Madelaine. Ese contraste entre la gris mediocridad, entre las almas cansadas y descreídas, y el fastuoso esplendor de la nueva metrópolis es central para la trama y Bilal lo retrata a la perfección. Sin acción, ni piñas, ni sexo, ni nada, el ex-yugoslavo se banca mansito más de 50 páginas de gente que habla sin escatimar nada de su gran talento.
La Ciudad que Nunca Existió, existió. Fue uno de los tantos comics que en la segunda mitad de los ´70 cimentaron lo que hoy se conoce como Historieta para Adultos. Y además se puede leer y disfrutar perfectamente hoy, más de 30 años después, por la vigencia de los temas que toca y por el notable desempeño de dos indiscutibles que cuando trabajaban juntos ponían todo y más.

sábado, 29 de enero de 2011

29/ 01: WANTED


Es el año 1986. Los supervillanos más grossos se organizan, forman una alianza y deciden acabar para siempre con los superhéroes. Tras la primera masacre, salen a invadir tierras paralelas y mundos siderales para conseguir más y mejores armas y, ya que estamos, cometer un par de genocidios más. Cuando la situación está bajo control y los héroes son boleta o están prisioneros, los villanos combinan poderes mágicos con hiper-tecnología alienígena y crean una máquina capaz de reconstruir la realidad. En el nuevo mundo, los superhéroes son un vago recuerdo, o se los considera ficción para adolescentes. Y nadie ve a los villanos como villanos. Son simplemente el poder detrás del poder, con total impunidad para gozar a pleno esta realidad pensada a su medida, demasiado parecida a la nuestra. Pero claro, como toda runfla entre villanos, esta se empieza a resquebrajar, porque nunca falta el turro pasado de rosca cuyos juramentos valen menos que una cucaracha muerta envuelta en papel higiénico usado. La misterosa muerte de Killer (un grosso con el poder de no errar jamás un disparo) embarra la cancha y la tensión entre facciones crece. Es hora de que el bando del Profesor Solomon Seltzer reclute a un nuevo Killer.
Sos Wesley Gibson, un loser consumado. Laburás en un cubículo de mierda en una oficina de mierda y tu jefa es una gorda de mierda que te caga a pedos las 24 horas. Sos asmático, te cebás con los videogames y tu novia está más o menos buena, pero se encama con tu mejor amigo. La rutina te aplasta y querés aferrarte a la ilusión de que estás para más, pero no tenés con qué. De pronto se te aparece un minón infernal, con unos chumbos y unas gomas impresionantes y te dice “Tu viejo fue un super-asesino grossísimo, miembro del selecto grupo que domina al mundo y queremos que vos tomes su lugar, en el grupo y en mi cama”.
¿Qué hacés? ¿Dejás tu vida de mierda para aliarte con genocidas inescrupulosos que te enseñan a matar y torturar? ¿Cambiás angustias y humillaciones por guita, sexo e impunidad sin límites? ¿Te jugás a bañarte en sangre con tal de zafar de la rutina?
Wesley Gibson votó por el sí.
Con este genial planteo arranca Wanted, una obra escrita por Mark Millar y dibujada por J.G. Jones para el sello Top Cow de Image. Wanted es un comic deconstructivista, una versión dark del género de los superhéroes al filo de la realidad. Los protagonistas están más allá de toda redención. Entre ellos, los asesinatos, la pedofilia, la tortura, la violación y la perversión en todas sus formas son moneda corriente. Y sí, putean más que en Preacher, Hate o cualquier otro comic guarango que hayas leído en tu vida.
Hay un villano que tiene sexo con cabras, otro que tiene síndrome de Down y otro que está íntegramente compuesto de caca. Algunos tienen resonancias bastante obvias con los villanos de Marvel y DC y otros son increíblemente originales. Pero la genialidad de Mark Millar excede ampliamente el hábil manejo de las referencias geeks. Wanted tiene un ritmo frenético, personajes de enorme riqueza, una trama compleja y bien desarrollada, giros impredecibles y algunos de los mejores dialogos jamás escritos.
Pero tal vez el hallazgo más notorio de la saga sea que ensambla de un modo perfectamente creíble y 100% original el mundo maniqueo, colorinche e ingenuo de los comics pre-Watchmen y Dark Knight (fechar la toma del poder por parte de los villanos en 1986 no es casual, ni a palos) y el nuestro. Esta realidad que vivimos a diario, en la que los corruptos se nos cagan de risa en la cara y los jefes nos basurean mientras dejamos la vida en laburo choto que nos paga tres mangos, no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que el Bien y la Justicia contaban con poderosos aliados, de trajes estridentes y moral inquebrantable. Esta mierda en la que vivimos hoy, se la debemos a los villanos. El nuestro es –sobran las pruebas- un mundo en el que ganaron los malos.
El trabajo de J.G. Jones también es consagratorio. Acá abandona con éxito su preciocismo y su elegancia características para acompañar a un guión mucho más “sucio” y en el proceso, aparecen con fuerza sus dotes de gran narrador, con muchos toques del mejor Dave Gibbons. Jones hace todo bien, desde salpicar la acción con gore hasta rendirle homenaje a los historietistas de los ’70 en los flashbacks, sin descuidar las expresiones faciales (importantísimas en un guión tan psycho) ni los fondos. Un capo.

viernes, 28 de enero de 2011

28/ 01: EL SR: Y LA SRA. RISPO


Hoy nadie discute a Diego Parés. A los 40 años es, sin duda, es uno de los más completos, versátiles y talentosos dibujantes que tiene nuestro país. Sus colegas aprenden de él, porque enseña hasta sin darse cuenta. Es tanto lo que sabe, y lo transmite tan bien, que la conversación más nimia en la que se involucre Parés se convierte –incluso a pesar suyo- en una clase magistral. Por supuesto, no siempre fue así. Hace 20 años, Parés era un borreguito sacado y kilombero que publicaba muchísimo material en las revistas de Ediciones de la Urraca, y cuyo estilo se parecía demasiado al de Bill Watterson. De ahí hasta acá pasaron muchas cosas. Tal vez la más impactante haya sido la recuperación de Parés, después de haber caído en una profunda y peligrosa adicción a las drogas que lo llevó a internarse en un neuropsiquiátrico. Vos lo ves hoy, padre de familia, prestigioso, con su chiste diario en La Nación y no te imaginás ni en pedo el descontrol que gobernó su vida durante algunos años. Pero todo eso está en su obra, porque hecho mierda y todo, Parés casi nunca dejó de dibujar.
Este libro (editado en 2007) recopila casi todo el material de El Sr.y la Sra. Rispo que apareció en la revista SexHumor en los ´90. No está lo de Barcelona, ni lo de Fierro, que es posterior. Y si te bancás la temática (sexo brutalmente explícito con todas las depravaciones e inmundicias habidas y por haber) no tiene el menor desperdicio. Desde los textos introductorios (de Pablo Fayó, Carlos Nine y el propio Parés) hasta los bocetos del final, todo nos muestra (y nos hace sentir en carne propia) esa montaña rusa salvaje por la que el autor pasó mientras dibujaba estas historietas. Y además nos hace cagar de risa, porque (de nuevo, si no te da rechazo la temática) las historietas de Rispo ofrecen unos estallidos de comicidad poco frecuentes en el Noveno Arte.
El dibujo cambia mucho: al principio es prolijito, sintético, no clásico pero tampoco vanguardista. Y en un momento cambia radicalmente: la influencia de Robert Crumb se impone por sobre todas las demás y despunta un Parés mucho más salvaje, pero a la vez más virtuoso, con un trazo descontrolado, desprolijo pero no torpe (tipo Esteban Podetti), con unos cross-hatchings enfermizos, caras (y pijas) exageradas al extremo, ángulos raros, ideas cada vez más extremas… La historieta mejor dibujada es una protagonizada por Horacio (el amigo de Rispo) llamada “Horacio en la Telaraña”. Seguramente porque al tener cuatro páginas para desarrollarla, Parés se jugó por viñetas más grandes, donde todo se ve mejor. Es una de las pocas historietas sin penetraciones ni eyaculaciones, pero también es donde más se disfruta la genialidad de los detalles, las texturas, hasta los olores que dibuja este monstruo fuera de control.
Por supuesto, hay historietas peor dibujadas, que coinciden con las etapas en las que Parés estaba o demasiado dado vuelta, o sedado con medicación como parte de su terapia. Pero no importa, porque en todas hay guarangadas geniales, garches grotescos y un clima de violencia en joda (“cartoon violence”, le dicen los yankis) que recupera lo mejor de la época clásica de los dibujos animados, con cajas fuertes que caen del cielo y todo. Todo es absolutamente extremo, más allá del lógico “zarpe” que propone cualquier historieta pensada para una revista de temática sexual. Porque además Rispo no está pensada para el pajero que compraba la SexHumor (excepto la gloriosa historieta que recorre 20 maneras de hacerse una paja). Está pensada para shockear, para que cuando veas cosas como la orgía en medio de un velatorio, o la lucha de Horacio contra el Hombre Guasca, digas “nah, te fuiste al re-carajo”. Y Parés se sigue yendo al carajo, cada vez más y dibujando cada vez mejor, entoncés te relajás, gozás y sentís que vale la pena terminar todo enchastrado con los más variados fluídos corporales.
Ya parezco Sofovich de tanto que me repito: no son historietas para cualquier lector. Te tenés que bancar sexo extremo, violencia, splatter y dibujos por momentos muy oscuros y perturbadores. Pero si te la bancás, te llevás de premio, además de chistes brillantes, un viaje alucinante por las obsesiones, perversiones, delirios y pesadillas de un tipo de enorme talento que se las vio muy jodidas, pero nunca perdió la pasión por la historieta.

jueves, 27 de enero de 2011

27/ 01: ¿PARA QUE SIRVEN LOS CRITICOS?


Para que alguien limpie los baños con la lengua cuando no haya escobas ni trapos de piso. No, en serio. ¿Para qué consumimos crítica de comics? Vos que leés hace casi 13 meses, todos los santos días, este blog… ¿por qué lo hacés? ¿Para divertirte, para sentir que no sos el único loser al que le preocupa que maten o resuciten a su personaje favorito, para qué? ¿De qué te sirve enterarte qué opino yo sobre tal o cual obra? Te quedaste pensando, no?
Vamos a ensayar una respuesta. ¿Sabés cuándo descubrí yo que necesitaba leer crítica sobre comics? Cuando me cayó una ficha. Un día tomé conciencia de que aún teniendo ilimitado presupuesto para comprar comics e ilimitado espacio para guardarlos, no me iba a alcanzar nunca el tiempo para leer todo lo que se publica. Incluso acotándome a lo que se publica en los cinco idiomas que puedo leer. Ahí dije “Necesito una brújula, alguien que me señale el Norte, que me muestre dónde está la papa fina como para encontrarla sin bucear en los océanos de miasma radioactiva”.
Hoy, que para la gente que lee comics en soporte digital la guita y el espacio dejaron de ser una limitación, el verdadero impedimento es el tiempo. Digo, si además de leer comics tenés algo así como una vida… O sea que el crítico es –como tantas porquerías que nos venden en los avisos televisivos- una herramienta para ahorrar tiempo. Y a los que nos resistimos al soporte digital, nos ayuda también a no gastar guita y espacio en material que no nos va a interesar, o sea que es algo prácticamente indispensable para nuestras vidas, como la comida, el sexo, el rock/pop ochentoso y la Levité de manzana.
Con el tiempo (generalmente rápido) se entabla un pacto entre lector y crítico: Yo leo lo que vos recomendás, pero vos no seas hijo de puta, no me recomiendes basura porque el editor te tira un billete, o porque te acostás con los autores. El pacto –sin embargo se puede romper de los dos lados: el crítico puede recomendar basura porque le conviene, y el lector puede: a) negarse a leer material que el crítico recomienda y b) leer material al que el crítico denosta. O sea, la crítica no es un dogma, es una sugerencia. Es como el GPS: por ahí te dice “agarrá Córdoba”, pero si vos agarrás Honduras no te putea, ni se auto-detona. ¿Qué peso tiene la opinión de los críticos? El que vos quieras otorgarle.
¿Cómo sabés con qué críticos vale la pena “firmar” este pacto? Es difícil. Desde que existe la internet, la actividad se mega-multiplicó hasta el infinito y hoy opina gente muy, pero muy capacitada codo a codo, a un click de distancia, de verduleros iletrados con el gusto en el ojete y un tumor fecal en el cerebro. En la era de los blogs, opinar desde una plataforma “consumible” es gratis y cualquiera puede hacerlo. No hace falta diploma (tampoco hay quien lo otorgue), ni siquiera ostentar paredes repletas de estantes que padecen estoicos el peso de centenares de libros. Pero si leés a varios críticos (y seguis sus recomendaciones), seguro vas a notar que algunos disfrutan de las mismas historietas que vos, por motivos muy parecidos a los tuyos. Si “sintonizás” con sus opiniones, si te parece que están bien fundamentadas, y encima se toman el laburo de leer cosas que vos (ya sea por falta de guita, espacio o tiempo) no leíste, ¿por qué no tomarlos como una orientación?
Da para seguirla, y seguro la vamos a seguir. Básicamente, entonces, podríamos decir que el rol del crítico (pelotudamente caricaturizado como el verdugo inmisericorde que goza destripando el noble y genuino esfuerzo del sufrido artista) consiste en recomendar buenas lecturas para que el fan no tire su dinero/ espacio/ tiempo en pedorradas. No alcanza para aspirar a la canonización, es cierto, pero tampoco nos pone al nivel de las más abyectas lacras de la sociedad, junto a los vendedores de seguros, los panelistas de Intrusos o los punteros del PRO.

miércoles, 26 de enero de 2011

26/ 01: SHOWCASE PRESENTS LEGION OF SUPER-HEROES Vol.4


Hoy me comí un viaje en bondi tan largo, que me dejó con jet lag. Por suerte aproveché que había asientos vacíos, y entre la ida y la vuelta me fagocité un maravilloso masacote de más de 520 páginas. “Maravilloso”, obviamente es un decir. Estas son historietas pensadas para chicos que en 1968 tenían 10 años, y funcionan sólo en ese contexto. Leídas hoy, son una sarta de pelotudeces sin ton ni son, que no zafan ni por el valor nostálgico de decir “uh, esta yo la tuve en la edición mexicana”.
Pero bueno, los enfermos consumimos también esto. De hecho, los números de Adventure Comics que vienen en este libro, yo los tenía en edición original (y ya los hice guita). Esas historias más o menos me las acordaba: era Jim Shooter pasándose de listo. En todas las aventuras veías a los Legionarios hacer cosas imposibles: chorear, renunciar a la Legión para irse con los villanos, cobrar por sus servicios, renunciar a sus poderes y borrarse la memoria, irse a las manos con los amigos… cualquier atrocidad era posible con tal de impactar al joven y crédulo lector. Y al final, todo era un engaña-pichanga para cagar al villano de turno. Siempre pintaba, en los últimos tres o cuatro cuadritos, la explicación de por qué vimos a los héroes hacer las guanacadas que hicieron.
Por supuesto, tanto héroes como villanos eran absolutamente chatos, unidimensionales, y perfectamente intercambiables. Agarrás cualquier aventura con Sun Boy, lo reemplazás por Lighting Lad, y todo sigue su cauce normal. El único que satura de tanto que aparece y de lo grosso que es, es Superboy, el más detestable de todos los Legionarios. El resto aparece de vez en cuando, sin aportar nunca demasiado. Recién en sus útimas historias, Shooter juega a la caracterización: Bouncing Boy toma conciencia de que su poder es pedorrísimo (igual yo lo banco), Chameleon Boy se acompleja por su apariencia medio freak, Matter Eater Lad blanquea que es pobre y que su familia vive en crisis porque su viejo es burrero y se timbea hasta lo que no tiene en las patas de los matungos, y algún otro toquecito así. Pero mínimo. El resto, minitas y chonguitos para el poster.
Las últimas 225 páginas recopilan un montón de historias cortas de la Legión que yo jamás había leído, de cuando dejan de ser protagonistas de Adventure y se convierten en back-up de Action, o de Superboy. Ahí las tramas se concentran en menos personajes, o sea que hay un poquito más de desarrollo para cada uno, y menos diálogos donde cada uno explica qué poder tiene y cómo lo usa. También tienen más peso las parejitas: de a poco se hace cada vez más inevitable que a estos borregos además de los poderes se les despierten las hormonas y quieran un poco de acción, pero de la otra. Lo bueno es que los distintos guionistas presentan esto con naturalidad. No es “mirá qué zarpado Ultra Boy, como chapa con Phantom Girl”, o “qué trola Shrinking Violet, que está de novia con un chabón pero igual le da murra a Matter Eater Lad”.
Y en las escenas más románticas es donde el dibujante de casi todo el tomo, Winslow Mortimer, da menos lástima. Claramente, era un tipo para dibujar comic romántico, no superhéroes. El tipo tiene un catálogo completo de pifias y de tiradas a chanta. Te das cuenta en los episodios donde en vez de entintarse él mismo, le ponen entintadores como la gente. Ya pasada la barrera de 1970, DC busca de algún modo sacudirse el herrumbe acumulado, y Mortimer deja su lugar a dibujantes un poquito más moderno: primero George Tuska (rara pero efectiva mezcla entre Jack Kirby y Frank Robbins, que sin ser un grosso, levanta la puntería) y después el nunca bien ponderado Dave Cockrum, todavía muy tapado por las tintas del veterano Murphy Anderson (de quien Cockrum era asistente). Pero se ven las ganas de aggiornarse, de dejar de afanar a Wayne Boring y empezar a afanar a Neal Adams o a John Buscema, y eso se nota en cosas como la sana renovación de trajes y de cuartel general. Los mejores resultados llegarán en el próximo Showcase, pero en este hay que agradecer la intención.
Esto todavía está muuuuuy lejos de los standards del comic de superhéroes actual. Hay que bancar mínimo un tomo más para que las historias y los dibujos dejen de oler a naftalina.

martes, 25 de enero de 2011

25/ 01: QUOTIDIANIA DELIRANTE Vol.1


Extraño este recopilatorio de historias cortas del genial Miguelanxo Prado, no sólo por las bizarreadas que nos cuenta el prócer, sino porque no parece seguir ninguna lógica. El orden de las historias no respeta –me juego la vida- el orden en que aparecieron originalmente en la revista El Jueves, ni nada que se le parezca. Pareciera que Prado (o Norma, andá a saber) barajó las historietas y creó un orden que responde a un criterio lírico genital: las publico como se me cantan las bolas. Por referencias a hechos reales, por contexto socio-histórico, y hasta por la evolución en el dibujo del genio de Galicia, estoy seguro en un 90% de que estas historietas se crearon en una secuencia que no se parece a la que presenta este tomo.
Detalle absolutamente menor y que -por supuesto- no es óbice para salir fascinados de este viaje por el absurdo cotidiano que nos propone Prado en sus 17 historietas de tres o cuatro páginas. Como ya dije, este material se publicó originalmente en la revista El Jueves, pero atenti: no son todas historias cómicas, no son chistes largos que desembocan en un remate gracioso. Seguro te va a arrancar varias sonrisas y hasta alguna risa posta, pero Prado juega sobre todo a ironizar, a devastar desde el absurdo un montón de prácticas y convenciones sociales a las que aborrece y –vistas a través de su alucinante prisma- el lector no puede menos que cuestionar.
O sea que, más allá de la gracia o el impacto o la extrañeza que puedan causar las historias, el mensaje es de rebeldía. Es una invitación a parar un segundo la pelota y ver a dónde nos está llevando este viaje hacia “el progreso” que parece tan promisorio y tan seguro, que toda la sociedad lo consume de modo acrítico. ¿Toda? No, un dibujante gallego resiste valerosamente a la invasión. No de los romanos, pero sí del consumismo pelotudo, de las leyes, impuestos y trámites burocráticos ridículos, del adelanto tecnológico como solución a cualquier cosa, del canchero urbano que se cree que se las sabe todas y en realidad es un reverendo pelotudo, de la devaluación de las relaciones afectivas… Todos esos temas y su impacto en la sociedad actual (o en realidad, en la de principios de los ´90), le dan de comer a Miguelanxo, le proveen la materia prima que, procesada con su increíble poder de observación y su inmenso talento satírico (más una dosis no menor de mala leche), terminan por convertirse en excelentes historietas cortas.
Prado (ya lo subrayamos hace unas semanas) no sólo es un virtuoso del dibujo y del color, sino que además capta como pocos los tics, los defectos, las manías, esas cositas de la gente “normal”, que hacen al lenguaje corporal y hasta a detalles del habla cotidiana y que, puestos en un comic, le dan onda y tridimensionalidad a este cautivante desfile de perdedores. En las 17 historietas el dibujo no tiene siempre el mismo nivel: de hecho fluctúa bastante. Pero siempre cumple con creces y a veces roza la perfección. Casi siempre nos encontramos con un Miguelanxo cancherísimo en el manejo de una técnica de color tan personal como fascinante, que agrega sutileza a la ironía, belleza a los paisajes (y las chicas!) y texturas al expresionismo (nunca grotesco) que vemos aplicado a los personajes. En muchas de las historias vemos incluso el tratamiento de color que Prado llevó al extremo en su obra maestra, Trazo de Tiza, realizada en simultáneo con varias de estas historietas cortas. Y ahí sobran las palabras. Cuando Prado pinta como en Trazo de Tiza, no hay más nada para decir.
Hace poquito salió en España una nueva reedición de estas historias, que incluye los dos tomos de Quotidianía Delirante que editó Norma (el segundo lo tengo ahí, para leer pronto) y un tercer tomo, que en su momento lo editó El Jueves y que (sospecho) tiene las primeras historietas de este memorable ciclo de Prado. Debe valer una fortuna, pero si no tenés los álbumes individuales, se recontra-justifica.

lunes, 24 de enero de 2011

24/ 01: DOOM PATROL Vol.1


Uh, esta es jodida. Se escribió tanto sobre esta historieta en los 20 años y piquito que hace que salió, que se complica ser original. Encima al final, el tomo reproduce un texto que escribió Grant Morrison para la página de correo de uno de sus primeros números, en los que analiza con precisión qué era lo que hacía interesante a la Doom Patrol original, qué cosas no le cerraban de la versión de Paul Kupperberg (a quien el escocés reemplazó, en un intento medio desesperado por salvar a la revista del descenso) y para dónde se proponía llevar las nuevas aventuras de la clasica banda de freaks del Universo DC. Incluso blanqueaba con lujo de detalles las fuentes, los libros y películas que lo habían inspirado para crear estas sagas que hoy parecen interesantes y originales, pero en 1989-90 eran definitivamente alienígenas.
Bueno, no todas las fuentes. Además de no mencionar las drogas que consumía (eso lo blanqueó en entrevistas posteriores) Morrison “se olvida” de nombrar el cuento de donde se afanó la trama central de Crawling from the Wreckage, su primer arco argumental. Crawling… es un crossover perfecto entre la clásica aventura superheroica y un cuento de Jorge Luis Borges: Tlön, Ukbar, Orbis Tertius (buscalo, está en cualquier buena antología del genio). El argumento es EXACTAMENTE igual (años más tarde Morrison se haría cargo del choreo), pero esto tiene el agregado de que, además del generoso despliegue de ideas heredadas del cuento de Borges, Morrison nos muestra la reconstrucción de la Doom Patrol tras la debacle de Invasión!. Nuevos personajes, nuevos conceptos, “nuevo” cuartel general, y una nueva actitud, sobre todo en el Jefe (que vuelve a verse como un tipo que juega muy finito, siempre al filo de la ética) y en Joshua Clay, que renuncia a su carrera como supehéroe, pero no a su vínculo con la Doom Patrol.
La segunda aventura es más rara aún, y termina cuando el villano, en el momento de caer vencido, tira una frase definitiva: “No todas las historias tienen un significado”. Esa es la voz del guionista, diciéndole al lector “preparate, porque nos vamos a ir más al carajo aún”. La Doom Patrol de Morrison se va a hacer famosa, en parte por haber sido un título fundamental de la era proto-Vertigo (aunque por ahora están intactos los vínculos con el DCU), pero además porque significó el avance de los contenidos “literarios” y de vanguardia en el terreno de los superhéroes. Esto, más que el enésimo clon de los X-Men de Claremont y Byrne (el paradigma que gobernaba a todos los comics de super-grupos en 1989), es una bizarra aproximación comiquera a la literatura de James Joyce, al teatro de Samuel Beckett, a los cuadros de Jackson Pollock. No todo tiene un significado, hay cosas que pasan porque sí, porque está bueno. Y las peleas con los villanos están porque son divertidas, pero no definen nada. Los conflictos no se resuelven con violencia física, sino que Morrison los da vuelta para convertirlos en problemas filosóficos, metafísicos o lingüísticos (como en las obras de Beckett) y ahí los finales sorprenden mucho más. La palabra, en tanto expresión del razonamiento, acá es infinitamente poderosa: te gano porque te niego, te gano porque te obligo a enfrentarte a tu propia inexistencia. Impresionante.
Por el lado del dibujo también hay sorpresas: en su trabajo inmediatamente anterior (Dr. Strange), Richard Case dibujaba bastante mejor de lo que muestra en este tomo. ¿Qué pasó? ¿Le dieron poco tiempo, se tiró a chanta? No sé. Pero me acuerdo que rápidamente mejoraba, así que cuando lea los próximos tomos seguro lo vamos a encontrar en un nivel más satisfactorio.
Prometo volver pronto, porque tengo para leer los tres primeros tomos (los otros tres los leí, por primera vez, hace relativamente poco).
Ah, no sé si etiquetar la reseña como “DC” o como “Vertigo”. Las revistas originales las editó DC, los TPBs tienen el logo de Vertigo. ¿Cuál corresponde? Escucho sugerencias…

domingo, 23 de enero de 2011

23/ 01: AHORA SI!


Ya puedo mostrar en el blog la portada que dibujó y diseñó Lucas Varela para el primero de los dos libros en los que la editorial Llanto de Mudo va a recopilar las 365 reseñas de 2010.
El primer tomo llega hasta el 30 de Junio, y va a estar disponible la primera quincena de Marzo.
Además de esta impresionante portada de Varela, hay una ilustración inédita de Gustavo Sala, una de Nicolás Brondo (en la contratapa) y un prólogo de Quique Alcatena. A todos ellos, mi infinito agradecimiento, porque pusieron todo sin pedir nada a cambio. En el libro también aparece una introducción mía, en la que cuento cómo surgió la idea del blog y cómo fue la ordalía de escribir 365 reseñas en 365 días, en tiempo real y sin red. Más adelante la publico acá en el blog, así la compartimos entre todos. Lo cierto es que entre una cosa y otra, el libro tiene casi 200 páginas, y es sólo la mitad de la obra!
Desde ya, pido perdón por dos cosas:
1) Lamentablemente no hubo forma de incluir en el libro los comentarios que cada uno de los lectores dejó atrás de cada reseña. Una pena, porque muchos fueron interesantísimos y le dieron nuevas aristas al análisis que uno hizo de las obras y los autores. Eso queda en exclusiva para los que consumieron/ consumen el blog en su formato original. Los lectores que lleguen a estos textos a través del libro, se pierden esa interacción, esa cosa inmediata de retruques, acotaciones y consultas, que para mí fue (y es) valiosísima.
2) Hablando de comentarios, todavía no sé las respuestas a las preguntas que seguramente van a invadir ese sector: No sé cuánto va a costar cada tomo, no sé exactamente qué día va a estar a la venta y no sé si se va a vender fuera del circuito de comiquerías y eventos comiqueros. Ni bien sepa todo eso, actualizaremos.
También dejo para más adelante la info precisa de las librerías, centros culturales y universidades del país (y en una de esas, de otros países) donde vamos a hacer presentaciones oficiales del libro, con charlas abiertas al público, firmas de ejemplares y demás.
La onda es que, si te cebaste con el blog, te vayas cebando con la portada del primer tomo, el que vas a poder comprar (si estás lo suficientemente enferm@) en menos de dos meses.
Si me soportaste un año en tu monitor, me podés soportar toda la vida en tu biblioteca, no?

sábado, 22 de enero de 2011

22/ 01: ASTROBOY Vol.4


Qué cagada, no? Hacía casi un año que Deux no sacaba nuevos tomos de Astroboy y cuando lo hizo, salió justo el que para mí es el más flojo de los publicados hasta ahora.
Hay una aventura extensa, titulada La Máquina de Crear Espectros, que tiene un muy buen guión, sólido, interesante y raro, además, porque el villano es una caricatura muy obvia y grotesca de Adolf Hitler. Y es raro también el dibujo, no se parece al de las otras aventuras del tomo. Primero porque las páginas están armadas en tres tiras (casi siempre de dos viñetas), mientras que en el resto del tomo la grilla básica es de cuatro tiras. Mejor, no? Con menos cuadros por página, la historia avanza más rápido y el dibujo se luce más. Ehhh… no. El dibujo es notoriamente más flojo que en las otras historias, como si no lo hubiese dibujado el propio Osamu Tezuka, sino un ayudante, o un imitador. También puede ser que las demás historias hayan sido redibujadas posteriormente por el Manga no Kamisama para alguna reedición, y esta no. Lo cierto es que, si bien la narrativa es tan ajustada y transparente como siempre, la faz gráfica está muy por debajo del resto de las aventuras de Astroboy que publicó Deux (o Dark Horse o Glénat, porque estos libros publican el mismo material y en el mismo orden que las editoriales mencionadas).
Fuera de estas 89 páginas en la que el dibujo va para atrás, el resto del tomo muestra a Tezuka en un nivel gráfico altísimo, sin nada que envidiarle a sus mejores trabajos de los ´70 y ´80, excepto porque tantas viñetas en una página tan chiquita hacen que el dibujo no se aprecie tanto. Todo esto me lleva a suponer que son historias redibujadas por el maestro, mientras que La Máquina de Crear Espectros conserva el dibujo original, lógicamente más crudo y menos afianzado.
En cuanto a los guiones, la primera historieta, Robotlandia, tiene la intención de contar una buena historia, de bajar la línea correcta. Pero no lo logra. Las peleas están buenísimas, hay mucha emoción, pero Tezuka hace añicos el verosímil (incluso en una serie de acción futurista para chicos) cuando los compañeros de colegio de Astroboy llegan nadando a Robotlandia para rescatar a su amigo y al maestro Mostachio. Eso es cualquiera, mal. El resto, muy divertido.
La segunda historieta, Iván el Tonto, es la que tiene el planteo más original e interesante, y Tezuka lo sostiene hasta el final, que es un poco apresurado. De pronto, un montón de detalles que parecía que iban a tener peso en la trama, se simplifican de modo medio grosero y la resolución se precipita. No quiero ahondar en el guión, pero lo más bizarro es que en una historieta de clima trágico, opresivo, ominoso, aparece de golpe… un número musical! Posta, tres personajes secundarios se ponen a cantar y bailar una coreografía en el medio de la historia, sin motivo aparente.
Y nos queda una sóla historieta, de apenas 14 páginas, muy ingeniosa y emotiva, un poco afectada por el escaso espacio que tenía Tezuka para desarrollarla, pero igual muy pulenta. Con esas mismas ideas, se podría haber hecho una muy grossa historia de 50 ó 60 páginas.
Tuvimos mala suerte, nos tocó un tomito de Astroboy que no entra a la lista de los imprescindibles, porque el dibujo de una historieta y los guiones de las otras tres tienen fallas (algunas mínimas, otras más notorias) que las ponen por debajo del elevado listón colocado por el mismísimo Tezuka en trabajos anteriores. Igual lo banco y espero ansioso el próximo tomo, que ojalá no tarde 11 meses en salir.

viernes, 21 de enero de 2011

21/ 01: FABLES: 1001 NIGHTS OF SNOWFALL


En 2006 y para festejar el éxito de la serie regular, Fables tuvo su novela gráfica, una ingeniosa compilación de historias cortas que revelan detalles interesantes del pasado de varios de los protagonistas del greatest hit de Vertigo.
El guionista y creador de la serie, Bill Willingham, recurrió al viejo truco de Las Mil y Una Noches, con un giro interesante para que sea Blancanieves (lejos, la mina con más chapa de todo Fables) la que le narre a un sultán medio jodido una historia cada noche, durante 1001 noches. Obviamente el libro no incluye las 1001 historias, pero sí unas cuantas.
La más larga es la primera, protagonizada por la propia Blancanieves y el Príncipe Encantado. Está muy buena, pero el final que debería shockearnos en la página 32 se adivina sin dificultades en la página 12. Por suerte el desarrollo es atractivo. El dibujo está a cargo del maestro John Bolton, en su estilo que a mí menos me gusta: el que se basa demasiado en referencias fotográficas. Lo salvan las criaturas fantásticas (que no se pueden chorear de fotos) y un trabajo increíble en bosques, palacios y vestimentas.
La segunda historia está ilustrada como los dioses por otro inglés grossísimo, Mark Buckingham, el dibujante titular de Fables. Se trata de una historia menor, pensada para darle chapa a Reynard, uno de los notables pobladores de la Granja. La tercera tiene a otro ilustrador impresionante que en Fables juega de local: James Jean, autor de todas las portadas de la serie regular, que se banca con elegancia y solvencia el rol de dibujar una historieta él solito. El guión, que revela detalles escabrosos del pasado del Príncipe Ambrose, es sórdido y contundente.
En la siguiente historia, Willingham nos revela el nacimiento, la niñez y la juventud de Bigby, el lobo feroz, en un relato que mezcla ternura y crueldad, humor y tragedia, con gran habilidad. Lo ilustra Mark Wheatley, un autor que –a pesar de su larga trayectoria- nunca me convenció. Igual no es espantoso, ni mucho menos. Dos cortitas muy bien dibujadas, pero que apenas tienen desarrollo por su exigua cantidad de páginas son la del Coronel Thunderfoot (dibujada por el abonado a las antologías Derek Kirk Kim) y la de la sirena, dibujada por el incomparable Brian Bolland.
Tara McPherson sorprende con su espectacular interpretación del guión que nos cuenta cómo Blancanieves y su hermana Rose Red conocieron a la bruja top de Fabletown, la enigmática Frau Totenkinder. Y dentro de esa misma historia, la propia bruja narra su secret origin, en una secuencia ilustrada por el ignoto Esao Andrews. El dibujante cumple más que decorosamente, pero la pulenta es el guión, seguramente el mejor del libro. Y antes de enterarnos cómo zafa Blancanieves de los planes del perverso sultán, tenemos una historia de 18 páginas ilustrada por la gloriosa Jill Thompson, una historietista completa, original y talentosa, nunca valorada en toda su dimensión. La trama gira en torno a King Cole y nos explica por qué tiene tanta chapa este gordo veterano, al que en Fables vemos como un político consumado, con cara de senador de la UCR y todo. Es un relato conmovedor, de heroismo y sacrificio, dibujado con las recontra-pilas por la pelirroja esposa de nuestro amigo Brian Azzarello.
Me falta decir que las secuencias de Blancanieves y el sultán son las únicas en las que el dibujo no narra en forma de comic, sino que ilustra la prosa de Willingham. Y que estas ilustraciones están a cargo de los maestros Mike Kaluta y Charles Vess, nada menos. Así se redondea una propuesta que desde lo visual te parte la cabeza y desde lo argumental, si sos fan de Fables te va a parecer un agregado interesantísimo a la saga, por la cantidad de data que tira sobre el pasado de los personajes. Si no sos fan de Fables, cuidado! Corrés el riesgo de que este libro te convierta en fan de Fables y de eso te juro que no se vuelve.

jueves, 20 de enero de 2011

20/ 01: TARZAN Vol.11


Ahora sí, último tomo de Tarzan que me pienso comprar, a menos que aparezcan de recontra-saldo a precio ridículo en las librerías de Corrientes. Estuve viendo en la web de Planeta las portadas de los siete que me faltan, y las últimas son alucinantes. Ahí está el Burne Hogarth definitivo, la perfección más absoluta del dibujo académico aplicado a la historieta de aventuras. Pero no me aguanto más los guiones, me aburro demasiado.
Este tomo sigue, a grandes rasgos, los lineamientos del anterior. O sea, la historieta habla de política internacional, de la situación que vivía el mundo en 1941-42. Arranca con el final de la saga contra Dagga Ramba, el déspota del desierto, típico tirano facho al estilo Mussolini. El rol de Tarzan en la historia es raro: salta, esquiva balazos, se agarra a trompadas varias veces, pero lo importante, lo que lo motiva, es una labor diplomática, un rol de emisario político que tiene que lograr que los distintos pueblos de esta extraña región de Africa se pongan de acuerdo para, entre todos, terminar con el sangriento régimen de Dagga Ramba. Por supuesto hay intriga palaciega, minitas que se le regalan al capo de la monada y avechuchos miserables dispuestos a traicionar a propios y ajenos para quedarse con la mejor parte. Tarzan guiará a las tribus con justicia y eficacia, al punto de que –una vez depuesto el tirano- le ofrecerán ser el nuevo rey de estos pueblos, ahora unidos. Como los monos en las sagas anteriores, ¿te acordás? Tarzan renuncia a los honores, pero no a la lucha, y en la misma página en la que se despide de sus aliados, se mete en un nuevo kilombo.
En el segundo tramo, el malo es una especie de parodia de Adolf Hitler: un enano con cara de jodido, ambicioso, grandilocuente y medio trastornado, al que lo único que le interesa es el poder. “Entrad en mi mundo de hombres superiores!” le grita a una tribu de nativos inusualmente grandotes y sorprendentemente blancos. “Los que no quieren unirse a vosotros son vuestros enemigos. Matadlos!”, vocifera con gesto desencajado y la mano extendida en un gesto parecido al saludo nazi. Tarzan, que no se come ni la punta, lo enfrenta en combate y lo mata, así de una, sin sentir el menor remordimiento. No hay tiempo, tiene que arrancar YA otra aventura.
Junto con una minita (que misteriosamente no le tira onda), se raja en un avión, con tan mala suerte que se le cuelga al techo un gorila mutado, más grande y fuerte que los normales. Tarzan se sube al techo del avión y (en pleno vuelo) se trompea con el gorila, que obviamente cae a una muerte segura. El avión se estrella poco después y sólo sobreviven Tarzan y un milico, el Comandante Jonathan. Juntos tendrán que vencer a una nuevo amenaza, Nahro el ermitaño, un loser que se hace el poronga pero dura vivo apenas seis páginas. Ya no aguantan como antes, los villanos.
El dibujo de Hogarth no tiene secuencias de lucimiento tan impactantes como las del tomo anterior, pero igual está excelente. Se juega mucho en las caras (sobre todo las de los malos), capta los detalles de ciudades, desiertos, islas y junglas, siempre distintos, siempre nuevos, y renueva el repertorio de poses a la hora de mostrar a Tarzan en acción. O sea, todo demasiado tranqui, pero impecable.
Y ya fue: en la última viñeta Tarzan y Jonathan quedan cara a cara con una manada de simios enardecidos con intenciones tan malas como su higiene bucal, y recién en el próximo tomo te enterás cómo hacen los muchachos para vencerlos, o convencerlos de que reconozcan a Tarzan como su legítimo soberano. No me importa, no lo pienso comprar. A menos que –repito- me tiren onda desde una mesa de saldos a un precio demasiado tentador. Adios, Lord Greystoke, adios Maestro Hogarth, un gustazo… o casi.

miércoles, 19 de enero de 2011

19/ 01: ¿DONDE LEER?


Hasta el año pasado, cuando alguien me preguntaba “¿Vos dónde leés comics?” mi respuesta era automática y contundente: “En la cama”. La gran mayoría de los comics que leí, los leí acostado en la cama, casi siempre de noche (para evitar molestas interrupciones generadas por el teléfono, o por la gente con la que uno vive) y a la luz de un velador.
Aún hoy, cuando tengo la oportunidad de leer en esas condiciones, la lectura se disfruta a full. Si es un libro de muchas páginas, el vaso con tu bebida favorita no puede faltar, simplemente para que no se te ocurra parar, levantarte e ir a buscar algo a la heladera. Si no suena el teléfono y tenés el vaso a mano, sólo unas ganas irrefrenables de mear o cagar van a hacer que interrumpas el placentero ritual de la lectura horizontal.
Hablando de ganas de cagar, nunca me cerró mucho lo de leer en el baño. A veces me llevo un comic al trono, pero para la tercera o cuarta página, ya terminé de hacer lo que fui a hacer al baño y ahí el comic se convierte en algo molesto, que no sabés bien dónde poner mientras cumplimentás los trámites de higiene posteriores al garco. Y si me resigno a leer una novela gráfica –ponele- de a cuatro páginas por cada vez que me siento a cagar, corro el riesgo de tardar un mes en enterarme cómo termina.
La dinámica del blog, que me obligó a leer y reseñar un comic por día durante todo el año pasado, me impuso una variante que yo había explorado poco: leer en colectivos, subtes y trenes. Y la verdad es que, por necesidad, aprendí a hacerlo, pero es una mierda. El primer problema es sentarse: leer comics de parado es espantoso, cuesta un huevo concentrarse en la historia, y terminás por no disfrutarla. Ni hablar de los dibujos, o de la narrativa, o de otros detalles. Nada: querés que el comic se termine, o que algún hijo de puta se levante y te deje el asiento para leer –más o menos- como Dios manda. Conseguir asiento es una timba en la que uno, que tiene menos de 75 años, ninguna discapacidad visible y encima se embaraza poco, no liga nunca un naipe ganador.
Ponele que te sentaste: el segundo problema pasa a ser el movimiento, los sacudones, el traqueteo típico de los bondis y subtes, las frenadas. Imposible prestarle mucha atención a los dibujos cuando la página se sacude como si bailara breakdance. Tercer problema, tal vez el más jodido: el ruido. Si en tu casa te molestan el teléfono, una ducha abierta, o un lavarropas encendido, en el subte te querés matar. En el bondi, además, tenés los bocinazos, y en cualquier transporte, los celulares, los cientos de pelotudos que mientras viajan hablan a los gritos con alguien a quien no tenemos el gusto de conocer, pero igual detestamos y le deseamos la más espantosa de las muertes.
Y aunque no hubiese ruido, ni traqueteos, siempre está el tema no menor de que si te sumergís por completo en la lectura, cuando te das cuenta estás en Constitución, y te tenías que bajar en Plaza Italia. Siempre le tenés que mezquinar a la historieta aunque sea una parte mínima de tu atención para bajarte en la parada indicada. Y eso, suponiendo que no aparezcan en escena culos, tetas, o lo que sea que las mujeres miran de los varones, cuyo atractivo estético-erótico te resulte más estimulante que los dibujos de Osamu Tezuka o de quien sea que estés leyendo. Más de una trama bien elaborada por un gran guionista se diluyó alguna vez en un escote, o en un par de gambas extremadamente bien cruzadas, y hubo que esperar a llegar a casa, pegarse una ducha fría y recién después, con la mente despejada, volver a encarar la lectura.
También durante 2010 me tocó viajar bastante por el país, y ahí debo decir que en los micros de larga distancia se lee bárbaro. Te interrumpen para darte de morfar y casi seguro te atormentan un par de horas con películas excecrables. Pero el ruido es menor, el traqueteo es mínimo, es difícil bajarse en la parada equivocada y además te sentás seguro. Y en un asiento reclinable, que por momentos (sólo por momentos) hace que casi no extrañes a la cama. En un viaje de 14 ó 15 horas (lo comprobé empíricamente) te bajás tranquilito un Showcase, o un Essential de chotocientas mil páginas sin ningún inconveniente.
Hoy, por suerte, hasta la gente que renegó del papel y se pasó al soporte digital tiene la posibilidad de leer comics en la cama. Mi consejo: sacale el máximo jugo a esa posibilidad. Mis mejores tardes de este mes fueron en la cama, con mi Levité de manzana, mi ventilador de techo (no muy fuerte, para que no joda el ruido) y un comic para leer. No se puede pedir mucho más.

martes, 18 de enero de 2011

18/ 01: DC COMICS PRESENTS BATMAN/ CATWOMAN


Uno de los debates eternos en la sociedad yanki es el que gira en torno a la tenencia de armas. Los progres llevan años en su cruzada por restringir y controlar la venta de armas y los fachos defienden su derecho a que todo el mundo ande calzado, aunque eso facilite el mal uso de las armas y sus trágicas consecuencias. Cada tanto, ese debate recrudece y también cada tanto, el comic se hace cargo. De hecho, si releés Civil War cambiando “gente con superpoderes” por “armas de fuego”, toda la saga puede reinterpretarse a la luz de este conflicto; con un twist bizarro, porque el Capi América y los rebeldes defienden la posición tradicionalmente bancada por los fachos, mientras que Iron Man y el gobierno tratan de imponer las leyes de control que tradicionalmente piden los progres. Pero volvamos a DC, donde en 1992 John Ostrander escribió Seduction of the Gun, un comic de Batman fuerte, estremecedor, que tenía por objeto principal bajar línea y concientizar acerca del peligro que significa la proliferación de las armas, sobre todo en los entornos en los que hay chicos. Catorce años más tarde, Batman/ Catwoman: Trail of the Gun (originalmente editada en dos prestige y ahora convertida en un hermoso TPB para pobres) vuelve a machacar sobre el tema, con un atractivo extra: ahora la guionista es Ann Nocenti, y nadie en la industria del comic yanki baja línea progre mejor que la querida co-creadora de Longshot.
Como nos pasó hace un año cuando comentamos Batman/ Huntress, acá sobra el logo del murciélago en la portada. Este es claramente un comic de Catwoman, en el que Batman y Bruce Wayne juegan roles menores. No sé me ocurre dónde encaja en la continuidad, porque esta parece la Catwoman pre-relanzamiento de 2001, pero bue, es DC, no nos podemos poner en estrechas con esos detalles. Selina, entonces, va a ser la encargada de llevar adelante esta aventura intensa, vibrante y ganchera, que pasa por un mega-chumbo, una pistola de avanzada que no falla jamás y deja en ridículo a las armas tradicionales. El ladrón que logre apoderarse de ella se llevará mucha guita e infinita chapa, y nuestro gatienzo favorito se enfrentará o se aliará con una fauna nefasta, compuesta por chorros de guante blanco, fabricantes de armas y descerebrados fanáticos de los chumbos. Por supuesto, cuando hay alianzas entre avechuchos las cosas terminan en traición, y cuando Batman se le planta a Catwoman, aflora esa mínima decencia que caracteriza a la mejor chorra de Gotham y las cosas se terminan por inclinar para el lado de los buenos.
La acción al palo, la violencia y los duelos verbales entre ases del cinismo están muy buenos, pero en cualquier comic de Nocenti el conflicto central pasa por la ética, y este no es la excepción. Acá el dilema se plantea con datos, y la verdad que los datos acerca del uso indebido de armas en los EEUU son más escalofriantes que dormir una noche en el Arkham Asylum. Si tenías alguna duda de por qué los progres tienen razón en exigir lo que exigen, Nocenti te la saca en poquísimas páginas.
Pero lo que hizo exitoso a este comic no es el clivaje entre libertades cercenadas y vidas tiradas a la basura, sino el dibujo de Ethan Van Sciver, dibujante idolatrado por la hinchada, si los hay. Van Sciver es abanderado de una corriente que a mí particularmente no me gusta, que es la de los tipos que sobredibujan, que meten en cada viñeta muchísimo más detalle y muchísima más información de la que hace falta para entender la historia. Aún así, me saco el sombrero ante un laburo impresionante, no original porque sigue los lineamientos de Brian Bolland o Phil Jiménez, pero sumamente generoso a la hora de darle credibilidad y fuerza a la historia que propone Nocenti.
Y bueno, el tema de controlar o no la venta y el uso de armas va a seguir vigente mucho tiempo más. Esta saga demuestra que, bien utilizado, puede dar pie a historietas jugadas, inquietantes y polémicas, incluso si la protagonista es un yiro escultural que envuelve su escultural figura en un disfraz de gato. Miau!

lunes, 17 de enero de 2011

17/ 01: LA VALLEE DES MERVEILLES Vol.1


La semana pasada me tocó leer dos tomos de Le Donjon, la obra cumbre de Joann Sfar en colaboración con sus compañeros (el co-guionista Trondheim y varios dibujantes) y hoy vuelvo con el ídolo, para meterme con una de sus obras “solistas”, que –me parece- nunca se tradujo al castellano.
La Vallée des Merveilles (El Valle de las Maravillas, en criollo) es aventura y alegría en estado puro, una celebración de lo salvaje bien entendido. El protagonista es Pot de Miel, un hombre prehistórico que vive en su cueva con su esposa y sus hijos. La relación con la naturaleza es totalmente armónica y el “conflicto” pasa porque su esposa está un poquito harta de comer siempre pescado. Por eso, Pot de Miel se junta con su amigo y vecino Grand Nez, y salen a recorrer el valle para cazar a algún animal y llevarlo de vuelta para que sus familias se lo morfen.
Los cazadores vivirán peripecias y peligros, descubrirán gente y lugares extraños, se maravillarán con paisajes y animales que jamás habían visto, pero sobre todo se divertirán charlando “cosas de hombres”, mientras sus esposas hacen lo propio en sus respectivas cuevas. O sea que Sfar nos propone una mezcla de slice of life (porque la vida cotidiana de esta gente está sumamente enfatizada), comedia, acción y una especie de diario de viaje, porque la exploración de las nuevas tierras por parte de Pot de Miel y Grand Nez transmite esa sensación.
Lo más interesante es cómo nadie se cuestiona nada. Pot de Miel no discute con su mujer: caza el hacha y se va a cazar. Nadie siente angustia, nadie se ve obligado a replantearse nada, las cosas que encuentran los amigos en el valle no los cambia en lo más mínimo. Todo es natural, normal, todo se vive con alegría, incluso el hecho de tener que pelear por una presa con algún bicho medio bravo. Se pelea, se lo mata, si se puede comer se lo come, y buenas noches. Ahí está lo que hace única y original a esta aventura.
La narrativa es pausada, tranqui, como todo viaje. Hay momentos más intensos, pero casi todo el libro es distendido, con tiempo para mirar los paisajes, la flora, la fauna, para compartir anécdotas, chistes y hasta recetas para cocinar calabazas. Sfar le saca jugo a la inusual extensión del álbum (88 páginas) con viñetas grandes, en las que se dibuja la vida y nos muestra con lujo y detalles la belleza natural de los paisajes que recorren Pot de Miel y Grand Nez. También hay cuadros dibujados medio a los pedos, en ese estilo tan propio de Sfar en el que el dibujo parece un boceto a mano alzada, pero hecho directamente en tinta. El prócer no mezquina nada en materia de fondos y texturas, pero a los personajes a veces los define con lo mínimo: un par de líneas que ni siquiera alcanzan para cerrar los contornos (lindo despelote para la colorista, Brigitte Findakly, cuya labor se luce enormemente).
Pero bueno, la onda de Sfar es divertirse y dibujar lo que tiene ganas. Por eso se caga en el rigor histórico y hace convivir a estos humanos con dragones y dinosaurios y criaturas de las profundidades que parecen de un cuento de Lovecraft. Todo aporta a la onda de la historia, o sea que está bien. Pero más loco que estas rupturas del verosímil histórico (cosa que el autor tomó de las novelas de Robert E. Howard, o Edgar Rice Burroughs) es el tinte cuasi-autobiográfico: Pot de Miel tiene la cara de Sfar, su familia está compuesta exactamente igual que la del autor y Grand Nez tiene los rasgos de Fabien, el mejor amigo de Sfar. Por ahí el ídolo tenía ganas de dejar de pensar, dejar de traumarse, dejar de angustiarse, y jugar un rato al buen salvaje, a reencontrarse con la naturaleza y correr un buen rato en bolas y a los gritos, sin darle explicaciones a nadie. El resultado es un comic sumamente atípico, un canto a la amistad, a la familia, a la vida, a la libertad y a la aventura primal, que es la del hombre enfrentándose a su entorno para subsistir. Papa finísima.

domingo, 16 de enero de 2011

16/ 01: DC COMICS PRESENTS JACK CROSS


Otro de los primeros lanzamientos en esta línea de “TPBs para pobres” fue Jack Cross, una serie de Warren Ellis que debutó en 2005 y duró apenas un arco argumental de cuatro episodios, porque después el guionista se peleó con la editorial y se fue. Nunca se explicó bien cuál fue el problema (“se pudrió todo muy rápido”, dijo Ellis), pero lo menos explicable de todo es cómo mierda se les ocurrió ponerle a esta serie el logo de DC, y no el de Vertigo o WildStorm. Jack Cross no tiene nada que ver con el Universo DC, y lo más importante: el tipo de historias que nos cuenta Ellis en esta saga, tampoco.
Jack Cross es un comic de espionaje, ambientado en un mundo real, en el que todavía estaba fresca la debacle que significó para los servicios de inteligencia el 11 de Septiembre (de 2001, obvio). En ese clima de paranoia, mezclada con el más abyecto “sálvese quien pueda”, se desarrolla esta historia de ideales y traiciones. Es una historia sólida, redonda, impactante, perfecta para un largometraje que bien podría ser un hitazo de Hollywood. Si fue hitazo Red, basado en un comic PEDORRISIMO de Warren Ellis, Jack Cross la puede llegar a romper, mal. Tiene acción, buenos diálogos, hay una muy linda bajada de línea anti-Bush, el plan de “los malos” es excelente... Todo muy interesante y bien resuelto.
Por ahí el protagonista está un poquito verde. Para 88 páginas, recontra-compro. Lo que se ve, cierra por todos lados. Pero se supone que esto iba a ser una serie regular, de largo aliento; y ahí me empiezo a preguntar qué se guardaba Ellis abajo de la manga para convertir a Cross en un personaje grosso, que se bancara realmente el peso de llevar adelante una ongoing, porque acá se lo ve como un personaje que cumple con su rol en la trama, pero que no deja ver la complejidad, la tridimensionalidad que suelen tener los personajes de Ellis. Lo comparás con Desolation Jones (protagonista de otra serie del inglés que pintaba super-power y terminó prematuramente abortada, más o menos en la misma época que esta) y Jack Cross es un personaje definitivamente menor.
Parte del atractivo de la saga, para mi gusto, reside en el factor ideológico: como Mark Millar en Civil War, acá viene un inglés a reirse en la cara de los yankis, a enrostrarles cómo –con el terrorismo como excusa- le dieron la espalda a la libertad que siempre tuvieron como bandera. Se nota (y se disfruta) el asco que le da a Ellis ese EEUU paranoico, dispuesto a censurar, a manipular, a encarcelar, a matar a su propio pueblo si hiciera falta, para reestablecer el orden interno y reconstruir la imagen externa. Jack Cross se trata en buena medida de eso: de las reacciones toscas y tardías de un emperador medio imbécil al que le tocaron el culo y necesita volver a ser temido y respetado.
A cargo del dibujo tenemos a Gary Erskine, a quien ya vimos cuando dibujó Dan Dare. Acá, en vez de cinco pa´l peso le faltan 30 centavos. A su habitual falta de onda, hay que sumarle varios errores de anatomía, algunas caras mal terminadas y poses demasiado estáticas. Como siempre, la narrativa de Erskine es correctísima y el trabajo de fondos, armas y vehículos, absolutamente intachable y ejemplar. Si todo el comic estuviera dibujado con la calidad de las portadas, esto sería una fiesta. Pero no, la diferencia es mucha y muy notoria. Aún así, no es un desastre, ni mucho menos.
La CIA, el FBI, el NSC, el DHS y más siglas de las que llegaré a memorizar se carroñan, se extorsionan, se traicionan y se venden entre sí secretos y armas muy jodidas, mientras el mundo se pregunta quiénes son los victimarios y quiénes las víctimas. Pero la guerra contra el terrorismo está en marcha y, como suele suceder en cada una de las guerras, la primer víctima es la verdad. Por suerte Warren Ellis lo tiene claro y lo supo transmitir en un comic que funciona bárbaro como entretenimiento, pero que fue mucho más allá. Si algún día decide continuarlo, acá tiene un lector asegurado.

sábado, 15 de enero de 2011

15/ 01: CUESTION DE GUSTOS


Los comentarios a la reseña de ayer me hicieron pensar sobre el tema del gusto, y cómo cada lector desarrolla su propio gusto (y eventualmente, su olfato) para leer historietas.
¿Hay forma de saber de antemano si algo te va a gustar o no? Sí, alcanza con ser prejuicioso. De otro modo, se hace cuesta arriba. Yo siempre digo que con el correr de los años, desarrollé –además del gusto- el olfato. Es mentira. Yo le digo así a una sensación, esa primera impresión que te causa un comic cuando recién te enterás de que existe. Pero es una sensación, no son las conclusiones de una labor teórica ni de una comprobación empírica. Y puede fallar. A mí me falla bastante. De cada 10 comics que leo con la sospecha de que estoy frente a una aberración excecrable, por ahí hay tres a los que les encuentro cositas para rescatar. Algo, que puede tener que ver con el dibujo, el guión, la narrativa, los diálogos, el desarrollo de algún personaje, alguna apuesta fuerte en la temática del argumento… nunca sabés por dónde puede aparecer eso que te redime al comic que –a priori- despedía un hedor nauseabundo, digno de una cripta de Lovecraft. También erro para el lado contrario: De cada 10 comics que leo convencido de que me estoy por deleitar con una gema del Noveno Arte, más o menos tres me dejan la sensación de “Bue, no era para tanto…”.
El “olfato”, entonces, no es infalible, no es el sentido arácnido de Peter Parker. Pero para que falle es indispensable leer con la mente abierta. Por rescatable que sea lo que leés, si lo leés en forma dogmática, convencido en un 100% de que estás frente un aborto talidómico sin ninguna razón de ser, es casi imposible que le encuentres algo decente. Y además sos un boludo, porque estás perdiendo el tiempo que podrías emplear en leer algo mejor, o que por lo menos tu “olfato” señale como mejor. Prefiero comerme el garrón de cerrar el comic con la certeza de “esto es tan choto como mi olfato lo indicaba, o aún más”, que cerrarme a la posibilidad de que eso que huele tan mal me sorprenda con algún subrepticio chispazo de calidad.
Y para que el “olfato” falle para el otro lado, o sea, para encontrar elementos que restan puntos a lo que a priori parece inmaculado, hay que laburar un poco más. No pasa por ser un amargo, un ortiva, un mala leche al que todo le viene mal y a todo le lleva la contra. Nah, eso es gilada. O una pose que puede ser divertida un rato, no mucho más. Lo verdaderamente imprescindible para llegar a ese punto es aprender a discutir con lo que uno lee. Interpelar al texto, dirían mis amigos académicos. ¿Por qué está bueno esto? ¿Qué fines persigue? ¿Hasta dónde llega en la persecusión de esos fines? Si no los consigue todos, ¿por qué? ¿Dónde falla, dónde se queda corto?
De todo eso, lo más difícil es no convertir en palabra santa cualquier obra de los autores mega-consagrados. El fanatismo acá deja de ser motor de pasiones y se convierte en un inflitrado que caga a tiros a los de su propio bando. Es horrible darse cuenta de esto, pero TODOS los autores, mis favoritos, los tuyos, TODOS, tienen obras chotas, material que está por debajo del standard que ellos mismos impusieron. Todos tienen trabajos en los que no rindieron al máximo, en los que se dejan ver los piolines de la marioneta, o en los que se pasaron de rosca, se miraron demasiado el ombligo y terminaron por caer en el manierismo, la auto-referencia excesiva o la lisa y llana masturbación artística. Nadie está exento de eso, pero si confundís a sus comics con mandamientos sacrosantos que deben ser respetados a pies juntillas, si ya sabés que “le ponés un 10” antes de leer la historieta, sólo porque la escribío Moore, Trillo, Goscinny, o el que te guste, estás en problemas. No es que tu opinión deje de valer, sólo que tu gusto se atrofia, tu capacidad de discutir con lo que leés (cosa que se desarrolla generalmente en la escuela o en la universidad) empieza a des-desarrollarse. Seguramente ser un Moore-zombie es menos patético que ser zombie de Howard Mackie o de Armando Fernández, pero el zombie siempre es un fiambre medio resucitado que se mueve lento y huele mal.
Al final me colgué mucho con el “olfato” y poco con el gusto. Por ahí más adelante retomamos este tema y ahondamos un cacho más sobre eso. Bon apetit!

viernes, 14 de enero de 2011

14/ 01: PRINCESS AI: RUMORES DEL OTRO LADO


Al final, el querido y nunca bien ponderado Pablo “Muñones” Muñoz no era un grasa, sino un vanguardista y –como suele suceder en estos casos- el tiempo le dio la razón. Durante años, batalló desde la editorial Deux por publicar mangas chotos, por cancelar las series en cualquier lado y sin previo aviso, por hacerte comer esperas de hasta 18 meses entre un tomo y otro de una colección, y demás atrocidades que le ganaron el odio de lectores, comerciantes, distribuidores y licenciatarios. Pero con tiempo, esfuerzo y persistencia, Muñones demostró que su forma de hacer las cosas era la única viable. Así fue como –tarde pero seguro- los otros editores de manga, Ivrea y LARP, entendieron que ese era el ejemplo a seguir: durante 2010 se abocaron a “muñonizarse”, a seguir la prédica del maestro, y hoy la cantidad de mangas que aparecen cada mes en los kioscos argentinos es irrisoria comparada con lo que se editaba en 2009. Y eso por no hablar de la calidad…
Todo esto para explicar qué hago yo leyendo la sarta de pelotudeces que acabo de leer. Sólo una elevada abstinencia de manga, al límite de la insanía, puede llevar a alguien que terminó la escuela primaria a leer este tomo de Tokyopop, editado en nuestro país por Deux.
A ver: se supone que esto le va a interesar al fan del manga. ¿Por qué? Si no es manga! Son comics hechos por autores yankis, coreanos y de otros países, para una editorial estadounidense. Incluso casi todas las historias de la antología están pensadas en sentido de lectura occidental. ¿Qué tiene que ver esto con el manga? Ni idea. También se supone que la serie fue creada por Courtney Love, la gorda puta, borracha y drogadicta cuyo único mérito es haberse acostado con Kurt Cobain. Pero no lo escribe ella! Y se supone también que a los personajes los diseñó Ai Yazawa (la grossa de Nana y Paradise Kiss), pero tampoco lo dibuja ella! Y por si faltara algo para irse al descenso directo, esto NO ES la saga de Princess Ai, sino un tomo de historias complementarias, anécdotas accesorias, relatos alternativos o aventuras protagonizadas por los personajes secundarios. Pero la saga en sí no avanza ni un milímetro. El “atractivo” son las reflexiones de varios personajes acerca de lo que pasó en la trilogía original.
Para esto se rejuntó a un montón de autores de estilos pseudo-ponjas de los que habitualmente publican en Tokypop. Por supuesto está Misaho Kujiradou, una de las autoras del “manga” original. Pero no descolla en lo más mínimo; por el contrario, se mezcla en el lodazal de la berretada que se traga a la gran mayoría de los autores de la antología. Vamos a salvar a Kim Mi-Kyung, mangaka coreana bien dotada para dibujar shojo clásico, y por supuesto apoyada en un guión ridículo y descerebrado. Y a una historieta completa que se deja leer entera, a lo largo de sus 24 páginas. Sin ser una joya, La Leyenda de Hawk-Ai (de Steve Buccellato) es una reinterpretación ingeniosa de la saga de Ai, con hábiles triquiñuelas para mantener la atención del lector que ya sabe a dónde va la historia y un buen balance entre dramatismo y chistes pelotudos. El dibujo es apenas tolerable (parece un clásico dibujante de Archie tratando de copiar los yeites de los mangakas) y la narrativa es impecable, nada que ver con los matetes infumables de la mayoría de los muertos (y muertas) de frío que pueblan estas páginas.
Si te hiciste muuuuuy fan de Princess Ai, en una de esas, te cierra esta cosa sosa, reiterativa, con princesas que cantan pop, galanes guitarristas, cazatalentos corruptos y un gay estereotipado al borde de lo ofensivo. En ese caso, entrale con guantes de amianto, porque varios de los dibujantes son realmente radioactivos. Y si no te hiciste muuuuuy fan de Princess Ai, sumate al club de los que creemos que haber talado árboles para imprimir esta bosta debería ser considerado un crimen de lesa humanidad. Ni olvido ni perdón.

jueves, 13 de enero de 2011

13/ 01: DC COMICS PRESENTS BATMAN Vol.1


Hace unos meses, DC inauguró un nuevo formato, del cual me hice fan: es una especie de TPB para pobres, con la portada un poco más finita que un TPB normal y a sólo u$ 8. Los libritos ofrecen todo material previamente editado (aunque no recopilado en libros) y algunos títulos incluyen páginas de publicidad. Así, los fans de hoy pueden acceder a merca que no es tan fácil conseguir en revistas (o libritos prestige, porque también reeditan prestiges), como Young Justice de Peter David, Superman de Joe Kelly o –lo que hoy nos ocupa- Batman de Ed Brubaker.
La primera vez que leí un comic de Batman escrito por Brubaker fue un Elseworlds, llamado Gotham Noir. Al terminarlo, me dije “este tipo tiene que escribir la serie regular de Batman, ya”. DC me dio bola: al toque, el impresentable Larry Hama (que escribía la ongoing del murciélago) recibió un merecido puntapié en el orto, y Brubaker quedó a cargo casi tres años, hasta que llegaron Jeph Loeb y Jim Lee a infligirnos la soporífera y ridícula saga de Hush. De todos los números que escribió Brubaker, los únicos que habían sido recopilados eran los que formaban parte de las sagas Bruce Wayne: Murderer?, y Bruce Wayne: Fugitive. El resto… cri-cri…
Ahora, con los primeros números (582-585) en la mano, puedo decir: nah, no estaban tan buenos. No son espantosos, para nada. Al lado de los de Larry Hama, son todos The Killing Joke. Pero si los comparás con la etapa de Brubaker en Captain America, por ejemplo, los tirás de una a la pila de los comics intrascendentes. A la hora de rescatar algo, me quedo con los dos primeros episodios, que es donde Brubaker mete más ideas y menos chistes (los otros dos episodios… tienen chistes!). Fearless es la historia de un ex-jefe de seguridad de Wayne Industries, que se hizo amigo del patrón e incluso ayudó en algún momento a Batman. El tipo tildó luego de un accidente que le costó la vida a su familia y ya jugado, sin nada que perder, se convirtió en uno de los ladrones de bancos más osados de la historia de Gotham. Batman, entonces, tiene el deber de detenerlo, pero además siente la necesidad de ayudarlo, y en ese dilema reside lo más interesante de la historia. Aparecen también el Penguin (que volverá en los otros episodios, sin llevarse nunca el rol protagónico) y un villano nuevo, del que se sabe poco y nada, y además labura para otro villano que tampoco sabemos quién es. Pero lo grosso es la relación entre Batman/ Bruce y este tipo al que un día lo mearon tres docenas de dinosaurios y en vez de crackear para el lado del Punisher, crackeó para el de Jesse James.
En los otros númeritos hay alguna que otra buena idea, pero son muy menores. Y a lo largo de todo el tomo hay buenos diálogos y buen trabajo de personajes secundarios (Robin, Gordon, Montoya, Harvey Dent). Brubaker incluso hace aparecer a Sasha Bordeaux, una incorporación de Greg Rucka, que era el guionista de Detective en esta misma época, pero no se mete a desarrollar al personaje, para no empantanarle el laburo al compañero. O sea que se puede leer sin sufrir.
El dibujante de TODOS los números de Brubaker es Scott McDaniel, que venía de romperla en Nightwing. McDaniel no es horrible. Dibuja buenas caras, labura bien los fondos, le da a la página un vértigo y un dinamismo que no veíamos desde la época de Norm Breyfogle… pero tiene un problema fundamental, que es la anatomía. El tipo frutea que da calambre: mete músculos que no existen, exagera mal las venas de los cuellos, incluso el cuello de Batman a veces desaparece (!), se le acortan de golpe las piernas… cualquiera. Se ve todo muy atractivo, muy “diseñoso”, muy original, con un look tan propio y tan “revolucionario” como el Spider-Man de McFarlane. Pero cuando la exageración se convierte en deformación y Batman termina pareciendo una masa de músculos grotesca, cabezona y con las piernas más cortas que el antebrazo… no garpa. Si eso no te jode, vas a disfrutar de un narrador muy divertido, de gran despliegue y gran impacto visual.
Le doy una oportunidad más. Tengo sin leer el Vol.2, y ni bien lo lea lo reseño, a ver para dónde sigue la cosa.

miércoles, 12 de enero de 2011

12/ 01: TARZAN Vol.10


Sí, soy cabezadura. Volví por más Tarzan después de haberme fumado tres tomos desgarradores con los peores guiones que leí en mucho tiempo. Pero el amor es más fuerte, y lo que hacía el maestro Burne Hogarth hace 70 años en esas planchas dominicales es demasiado como para no volver a visitarlo nunca más.
Y la verdad es que la persistencia garpó. Guarda, no me encontré con el mega-guión. Pero por lo menos hay un cambio, una búsqueda de algo distinto a las pelotudeces que nos contaron en los tomos anteriores. Básicamente el cambio está en que la serie agarra un rumbo más (entre miles de comillas) político. Tarzan deja de luchar con bestias cuadrúpedas (de hecho, en todo el tomo mata un sólo leopardo) y se dedica a combatir a déspotas y tiranos, enquistados en el poder de las culturas con las que toma contacto. Probablemente esto tenga que ver con la época en la que están escritas las sagas (1940-41), cuando el tema de las dictaduras fascistas europeas empezaba a inquietar a los yankis. Lo cierto es que en la historieta se abusa del recurso de las civilizaciones perdidas, para que Tarzan confronte con milicos y monarcas uno más despiadado que otro. Otros dos tópicos se repiten en ambas aventuras: las princesas babosas que se le quieren colgar de la liana al hombre mono, y los amigos que lo ayudan, siempre chabones grandotes… y blancos! No sabemos cómo, pero todas las civilizaciones perdidas de Africa están compuestas por blancos. En fin…
La segunda aventura de este libro (que empieza, pero concluye en el próximo) es sin dudas la más política. Acá hay protocolo a full: emisarios, negociaciones, rendición formal de un pueblo a manos de otro, todo como lo indica el reglamento. Y un poquito de machaca, claro, porque cada tanto los malos tienen que capturar a Tarzan para que este después se escape.
Y tal vez eso sea lo más choto de estas historietas: la cantidad de cosas terribles de las que zafa Tarzan. Página tras página lo vemos caer bajo una red, lanzarse por la rendijita de una puerta de piedra que baja tipo Indiana Jones, surtir a mano limpia a varios soldados armados, lanzarse en catapulta por encima de un muro de fuego, tirarse a la boca de un volcán que está por entrar en erupción, escapar del terremoto, el derrumbe, el desprendimiento de rocas y el río de lava una vez que el volcán despierta, saltar al borde de un precipicio, sumergirse en un mar en medio de un maremoto, ser arrastrado por la corriente en una zona de paredes rocosas, ser perseguido por un tipo que le dispara con una ametralladora mientras un montón de arqueros lo cagan a flechazos… y podría seguir, pero ya me aburrí. O sea, chicos, no lo intenten en sus casas. Al lado de todo eso, trenzarse con un leopardo hambriento es un pic-nic.
Por suerte tenemos los dibujos de Hogarth, en un nivel incomprensible para la mente humana. Las escenas del volcán que acaba con el Pueblo del Fuego y la del maremoto que hace lo propio con Pueblo del Mar, son obras maestras del dibujo y lo van a ser por siempre (o hasta que 6-7-8 gane un Premio Clarín, diría Peluffo). Acá Hogarth rompe la grilla ajustadita y repetida hasta el infinito y salta al vacío con viñetas cuádruples, monumentales y electrizantes, en las que deja la vida. En la segunda aventura lo vuelve a hacer, pero una sóla vez, cuando el maligno Dagga Ramba recibe a Tarzan en el patíbulo donde (cree, el pobre iluso) lo va a colgar para siempre. Impresionante.
Me queda un tomo más sin leer. Si noto nuevas mejoras, tendré que ir por los siete restantes, nomás…

martes, 11 de enero de 2011

11/ 01: DUNGEON MONSTRES Vol.3


Joann Sfar, Lewis Trondheim, Carlos Nine y Patrice Killoffer. Ya está, podríamos terminar la reseña acá y dedicarnos a otra cosa, porque no hay con qué superar el impacto de esas cuatro bestias juntas. Y se lo debemos, por supuesto, a la querida editorial newyorkina NBM, que publica en cada tomito de sólo u$ 13, DOS álbumes franceses completos, en este caso los Vol.8 y 9 de Monstres, la serie de 12 tomos que salta entre las tres etapas de La Mazmorra (Amanecer, Cénit y Crepúsculo) para contarnos historias accesorias, llenar baches argumentales o darles chapa a los personajes secundarios.
Arrancamos con una historia que cumple con los tres requisitos: Heartbreaker (Creve-Coeur), una saga intensa y muy jodida, protagonizada por Alexandra, la sensual asesina de la que se enamora El Camisón (o Jacinto, o el futuro Guardián de la Mazmorra). El guión es asfixiante, no da respiro, y a cada página nos hunde más y más en una fosa séptica de perversión y crueldad, en la que la vida “humana” cada vez vale menos. Es una historia demasiado importante para una colección como Monstres, que cambia por completo el devenir del Amanecer. Los sucesos de Creve-Coeur desencadenan una serie de consecuencias una más heavy que la otra, a tal punto que el siguiente tomo del Amanecer no fue el -96, sino que Sfar y Trondheim decidieron romper el orden progresivo de la numeración y subir al nivel –84 para explorar el nuevo status quo.
El trabajo de Nine es soberbio, poesía desatada y en estado puro, con algún tropiezo menor en el armado de la página (uno o dos momentos en los que no te queda claro en qué orden tenés que leer las viñetas), pero con un despliegue impresionante en los fondos, unos primeros planos recontra-expresivos y un ritmo espectacular en las escenas de acción, que generalmente aparecen poco en las historietas del genio de Haedo. El color es sobrio, sin virtuosismos innecesarios, pero perfectamente adecuado al clima sombrío y trágico del relato.
Y de ahí nos vamos al nivel 75, cerca del tramo final del Cénit (donde ya están presentes muchos de los elementos típicos del Crepúsculo), para sumergirnos en The Depths (Les Profondeurs). Esta es la típica historia de Monstres. La protagonista es una chica a la que no habíamos visto nunca y el conflicto central del arco es uno que se menciona muy al pasar en los álbumes del Crepúsculo, y que acá está perfectamente explicado: la alianza del príncipe Papsukal con los piratas submarinos para exterminar a los sacerdotes Bathystas. Y de paso le da mucha chapa a Shiwomihz, comandante de las fuerzas submarinas del Gran Khan, a quien este mismo hará crosta al principio del Crepúsculo.
Y si el guión sórdido y corrupto de Creve-Coeur contrastaba con el dibujo elegante y sensual de Nine, esta otra sarta de atrocidades (con masacres, violaciones, traiciones, mutilaciones y combates truculentos) contrasta con los fastuosos dibujos de Patrice Killoffer, que acá (como de costumbre) se zarpa, mal. Por momentos parece otro autor, o varios, una mezcla de Dave Cooper con Rafael Grampá, entre cute, asqueroso y barroco, con un laburo en los fondos que te caés de ojete. Nunca jamás vi la flora y la fauna submarinas tan bien dibujadas. Y esos bichos! Los diseños de las criaturas son brillantes, dignos de Alcatena en crack. No me quiero imaginar cuánto tardó Killoffer en dibujar esas 46 páginas.
Y bueno, NBM hizo la Gran Norma: en vez de seguir el orden en que los álbumes salieron en Francia, se pasó de vanguardista y mandó, en lugar de los Vol.5 y 6, el 8 y el 9, que están sin duda entre los tres o cuatro mejor dibujados de TODAS las series de La Mazmorra. Se saltearon nada menos que tres álbumes (dos de los cuales están editados en España) y uno que por ahora sólo existe en francés y espero que no quede afuera del próximo tomito yanki para poder leerlo. El 2010 no fue un buen año para los fans de esta mega-epopeya de Sfar y Trondheim, ya que no salieron nuevos álbumes de ninguna de las series. Pero se supone que en Septiembre de este año se viene el relanzamiento a todo trapo. Mientras tanto, hay tiempo para ponerse al día rápido y barato con la edición de NBM.

lunes, 10 de enero de 2011

10/ 01: JLA: SECRET SOCIETY OF SUPER-HEROES


Me estoy poniendo al día con varias cosas de DC que ya tienen unos cuantos años, pero que no había leído nunca. En este caso, me toca una miniserie de dos libritos prestige aparecidos en 2000 y con el recordado sello Elseworlds, el de las realidades alternativas en las que los personajes clásicos aparecían reversionados en historias que jamás podrían encajar en la continuidad habitual (si es que ese concepto se le puede aplicar al Universo DC).
Acá, el maestro Howard Chaykin y su eficiente esbirro David Tischman nos proponen un mundo en el que los superhéroes jamás salieron a la luz. Existen desde fines de los ´30, pero siempre operaron de keruza, como una secta clandestina dedicada a impartir justicia desde las sombras. Por supuesto, si sos poderoso y nadie te ve, tenés garantizado un altísimo grado de impunidad hagas lo que hagas, y ahí está lo más interesante del planteo: una facción de los héroes (liderada por Kyle Rayner) aprovecha los poderes para ganar fortunas a espaldas de la otra facción (liderada por Clark Kent) y en algún momento estalla una Civil War, pero por guita. En el medio, se desarrollan dos tramas paralelas, cada una impulsada por uno de los dos protagonistas de la obra: por un lado Bruce Wayne, agente del FBI, investiga la desaparición de más de 300 criminales que se evaporaron entre 1939 y 2000 y la pista lo lleva, obviamente, a la sociedad secreta. Por otro lado, conocemos a Bart Allen, un chico con superpoderes, que es detectado por los héroes e invitado a unirse al grupo. Bruce y Bart son –por afano- los personajes mejor trabajados, cuyos entornos y motivaciones más exploran los guionistas.
Las tres puntas confluyen en el climax de la saga: Bart entra al grupo, Bruce descubre todos los secretos de la logia (y algunos más, que tienen que ver con su padre) y los héroes que responden a Superman (Metamorpho, Wonder Woman y Hawkgirl) se terminan cagando a trompadas con los que lidera Green Lantern (Flash, Atom y Plastic Man) en un combate bastante sangriento donde el mundo finalmente se entera de la existencia de estos tipos. No está mal, es un trámite entretenido, con algunos momentos copados (la relación entre Bruce y Lois Lane, por ejemplo), frases mortales (Bruce tira un “¿Cómo puede ser que cuando desenmascarás a un villano en el mundo real NUNCA te encontrás con una cara conocida?”) y usos muy ingeniosos de los poderes (Atom intefiere conexiones entre computadoras para alterar los números de la bolsa). Pero también hay varias secuencias al pedo, básicamente todas las de la Zona Fantasma, y ese epílogo de Catwoman que no va a ningún lado. Lo bueno es que cada secuencia suele durar una sóla página, entonces te tienen casi 100 páginas a los saltos: de Gotham a la Zona Fantasma, de ahí a la casa de Bart en Keystone, de ahí a la redacción del Planet, de ahí a la guarida de la logia, a la bolsa de Hong Kong, a Washington D.C., o al Arkham Asylum. Recién sobre el final hay secuencias de más de seis páginas.
A cargo del dibujo lo tenemos a Mike McKone, todavía lejos de sus mejores laburos (Exiles y Teen Titans), pero en un nivel bastante digno. Las tintas de Jimmy Palmiotti lo deforman un poco (así vemos un par de caras de Diana verdaderamente pesadillescas) pero no opacan la principal virtud de McKone, que es la solvencia narrativa. Los colores del glorioso Dave Stewart, por supuesto, le dan un plus valiosísimo a toda la faz gráfica.
Secret Society of Super-Heroes no entra ni por accidente al panteón de los Elseworlds fundamentales, pero se deja leer gracias a su gran ritmo y a un par de ideas osadas y novedosas, de esas que Chaykin suele desperdigar con generosidad en casi todos los guiones en los que mete mano. Interesante.