el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 30 de octubre de 2017

CON ESTE RITMO LOCO

Sigo leyendo a muy buen ritmo y ya tengo otros dos libros para reseñar, en este caso dos gemas alucinantes.
Allá por 1976, el autor italiano Gianni De Luca (al que conocí gracias a mi amigo, colega y gurú Norman Fernández) realizaba una adaptación al comic de Romeo y Julieta, la famosa pieza teatral de William Shakespeare, para una revista infantojuvenil, obviamente italiana. En 2013, ese trabajo se reeditó en España en un álbum enorme y en blanco y negro.
Esto es sencillamente magistral. De Luca convierte a cada página en un escenario teatral en el cual mueve a los personajes, los hace actuar sin el encapsulamiento de las viñetas, de un modo único y perfectamente fiel a lo que hacen los intérpretes de una obra de teatro. Años más tarde, Dave Sim pondrá en juego estos mismos recursos en Cerebus… y hasta ayer yo creía que había sido el canadiense el primero en experimentar de esta manera con la página/ escenario. Evidentemente, De Luca estaba MUY a la vanguardia, más aún que el seminal Dave Sim.
Por supuesto que el ritmo de la narrativa, el despliegue de la acción en estas páginas/ escenario es lo que más llama la atención en esta versión de Romeo y Julieta. Pero también hay que destacar la inverosímil calidad del dibujo de Gianni De Luca, resuelto sin sombras, prácticamente sin manchas negras, hasta las últimas páginas, cuando la trama se sitúa en la cripta de los Capuleto y ahí sí, tenemos unos efectos de iluminación complejísimos, unas texturas demenciales y un clima totalmente distinto al del resto de la obra. De Luca hace gala de un excelente manejo de las expresiones corporales y faciales, en un estilo que anticipa muchas de las cosas que más adelante les veremos hacer (muy bien) a dibujantes como P. Craig Russell, Eric Shanower o Gabriel Rodríguez.
De la trama ni hace falta hablar, porque creo que todos saben de qué se trata Romeo y Julieta, no? Esta es una versión 100% respetuosa de la historia clásica. Ahí es donde a De Luca claramente NO se le ocurrió innovar. Pero así y todo, sin cambiarle una coma a la obra del bardo de Stratford-upon-Avon, el autor logró crear un comic absolutamente personal, visualmente inolvidable, con el que marcó un antes y un después en la adaptación de obras de teatro al lenguaje de la historieta. Muy recomendable.
Ahora sí, arranco con las reseñas de los libros de historieta argentina aparecidos en 2017 (algún día iba a llegar) y arranco muy, pero muy arriba con un librazo devastador: el tercer y último tomo de la Liga del Mal, con otras seis historias cortas a cargo de (por orden de aparición) Tony Ganem, Gerardo Baró, Patricio Plaza, Industrias Lamonicana, Diego Simone y Pablo Tambuscio. El prólogo de Rodolfo Santullo no miente: los seis se superaron respecto de sus aportes anteriores a esta antología. Quizás por la posibilidad de encarar historias un poco más extensas (16 páginas contra 12 que tenían antes), o quizás porque simplemente están más afianzados en esto de contar historias inclasificables en este maravilloso medio, en el que los seis corren con la ventaja de ser excelentes dibujantes.
Ganem reincide en su zona de confort: una supuesta aventura de fantasía heroica, a la que llena de chistes y situaciones absurdas realmente brillantes. Los diálogos están perfectos, la puesta en página tiene ideas geniales y visualmente no se puede creer.
Baró ensaya un post-holocausto uruguayo, también con muy buenos diálogos y un dibujo espectacular, un color hermoso, buenas ideas en la puesta en página y un protagonista sumamente carismático.
Plaza arriesga menos a la hora de armar las secuencias, pero te la clava en el ángulo con el dibujo, el color y sobre todo con el guión, que es original y sorprendente. Gran historia.
Lamonicana te atrapa en un thriller bizarro que logró ponerme muy nervioso. Un misterio, una obsesión, un relato que se despliega en dos tiempos distintos pero en un mismo lugar, notablemente resuelto y con los mejores diálogos del libro.
Simone finge contarte “una de acción”, pero por detrás de la acción urde una trama magnífica de vínculos entre personajes a los que YA quiero ver volver. Acá hay cameos de varios personajes de la Liga y un nivel de experimentación en la narrativa que te hiela la sangre.
Finalmente llega Tambuscio a tirarte la fatality, con una historieta PERFECTA (otra vez) que combina amor y horror, nostalgia y obsesión, dibujada como la hiper-concha de Dios. Si sos veterano y fan de Serú Girán, esta historia te agarra el alma, te la abolla como si fuera una servilletita de pizzería crota y te la tira al agüita del cordón de la vereda. Una maravilla, posta.
No me alcanzan las palabras para recomendar esta antología y una vez más, pido a gritos nuevas obras de estas seis bestias que ya se ganaron un lugar en la historia grande de la historieta argentina.
Y como siempre, prometo volver con nuevas reseñas ni bien tenga un par de libros más ya leídos. Ci vediamo.

sábado, 28 de octubre de 2017

SABADO PRIMAVERAL

Hermoso clima hoy, para andar al aire libre. Pero yo estoy en casa muy al pedo, así que aprovecho para postear unas reseñas.
Me bajé a velocidades supersónicas el Vol.2 de Gilgamesh el Inmortal editado en España por 001 Ediciones, como para completar esa saga de Robin Wood y Lucho Olivera que había empezado la semana pasada. Bah, no la completé porque hay muchos más episodios… que no están recopilados.
El libro ofrece 13 historias, que arrancan justo antes de la Segunda Guerra Mundial y terminan muchos años en el futuro, cuando Gilgamesh logra lanzar un cohete a Marte (con él adentro) desde una Tierra devastada por la Tercera Guerra Mundial. Entre los dos últimos episodios pasan 30 años (lo que tarda el inmortal en dominar la tecnología de la NASA), pero los restantes están separados por una cantidad de tiempo mucho menor que en el tomo anterior. De hecho hay tres episodios ambientados en la Segunda Guerra, en un lapso de tiempo muy breve. O sea que recién una vez transcurridos 26 o 27 episodios llegamos a donde Lucho Olivera había llegado al final de su primer capítulo de Gilgamesh, allá a fines de los ´60.
Muchas de estas historias son brillantes. La prosa de Robin está afiladísima y se torna oscura y desgarradora una vez que Gilgamesh descubre que es el único ser vivo en el planeta tras el holocausto nuclear. Ahí la historieta cambia mucho, porque –al no haber nadie con quién pelear- prácticamente no hay conflictos. El conflicto se traslada al interior del personaje, y Robin lo plasma con maestría. También mete referencias a otros personajes de su creación: así como en el Vol.1 aparecía Nippur, acá mencionan a Or-Grund y a Max Chevalier, uno de los protagonistas de Aquí la Legión. Obviamente me copa que hayan usado a Gilgamesh para tirarnos pistas de que existía un Robinverse. Lo único choto es que Robin crea personajes alucinantes para usarlos en un sólo episodio: la gladiadora criogenada 20 siglos, el mutante que controla el sistema de espionaje de la URSS, el robot Napoléon… todos tienen onda de sobra para aparecer mucho más de lo que aparecen.
Y el otro bajón: el dibujo de Lucho viene a un nivel increíble, pero en un momento, cuando faltan cuatro o cinco episodios, experimenta una caída más brutal que la del poder adquisitivo del salario en estos dos años de revancha neoliberal. En las últimas 50 páginas del tomo vas a encontrar un puñado de viñetas maravillosas… y un montón muy toscas, resueltas con lo mínimo, como si Olivera hubiese perdido de golpe las ganas de dibujar. Igual recomiendo mucho estos libros de Gilgamesh, una aventura profunda, potente y más adictiva que los bizcochitos Don Satur hexagonales con azúcar negra.
Salto de 1981-82 a principios de 2015, cuando Chip Zdarsky y Joe Quinones lanzan una serie regular de Howard the Duck, que va a durar poquitos números y se va a reiniciar después de Secret Wars. El arranque es este Vol.0, un festival de chistes y situaciones bizarras muy efectivo, pero al que no le sobra para nada ese filo, esa arista de sátira social que encontramos en el Howard de Steve Gerber, o en el de Ty Templeton (ver reseña del 14/09/10).
Acá la gran jugada de Zdarsky consiste en convertir a Howard en un detective privado que opera ya no en Cleveland, sino en New York, una ciudad repleta de superhéroes. Y esa va a ser la principal fuente de chistes: la interrelación de Howard con los otros héroes y heroínas de Marvel, desde She-Hulk a los Guardians of the Galaxy, hasta llegar a un último episodio en el que unos 30 personajes le tienen que hacer el aguante a un villano de la B que se arma una especie de Guantelete del Infinito, también de segunda selección. El resultado es entretenido, me reí bastante, pero me pareció que el guionista abusa un poco del recurso de contraponer a Howard con los otros héroes de Marvel. Veremos si en el siguiente tomo (que pienso leer el año que viene) se abre un poco más el abanico de posibilidades para esta serie.
El dibujo de Quinones es limpito, dinámico, expresivo… ideal para una comedia de este tipo. Cuando juega a probar cosas locas en la puesta en página le sale muy bien y cuando hay que ponerle huevo a los fondos, pone sin mezquinar. Gran dibujante, que ojalá vuelva en los futuros tomos. Y bien también los amigos que dibujan los back-ups: Rob Guillory (el de Chew), Jason Latour (el de Southern Bastards) y Katie Cook, a quien no conocía. Habrá más Howard el año que viene.
Y ni bien tenga un par de libritos más leídos, habrá nuevas reseñas, así que será hasta pronto.

miércoles, 25 de octubre de 2017

SI, HOY TAMBIEN… ¿Y?

En un flashback bizarro a 2010-2015, esta semana clavé tres posts en tres días seguidos. ¿Está mal? Quiero llegar a los 100 este año, tengo un rato libre para escribir y los dos últimos libros que agarré para leer eran cortitos, de menos de 64 páginas, con lo cual me los bajé en menos de un viaje en bondi.
Arranco con Tintín: El Templo del Sol, continuación del álbum que reseñé el 13/09 de este año. Y me llama la atención lo mismo que en la primera parte: la brutal decompresión de la trama, los esfuerzos desmedidos de Hergé por estirar el relato para que dure 62 páginas, cuando lo que tiene para contar podría resumirse en… 24 páginas, a lo sumo. Si dejamos de lado el dibujo (que es perfecto de punta a punta), lo más atractivo que tiene El Templo del Sol es que te hace comer el amague de que los aborígenes peruanos van a ser los villanos, y al final Hergé te la da vuelta y los pone en otro rol. Lo cual deja a la historia sin villanos y le resta fuerza al conflicto, pero bueno… peor hubiese sido si los malos eran los indios.
Si el conflicto se resuelve charlando civilizadamente y sin que los buenos se peleen con nadie, ¿con qué llenamos tooodas esas páginas? Pericipecias en la jungla, con serpientes y cocodrilos a los que Tintín y Haddock masacran sin piedad, accidentes en la alta montaña, chistes de Hernández y Fernández, pantomimas risueñas de Milú… Páginas y páginas desperdiciadas en este tipo de secuencias que podrían tranquilamente no estar… y que son muy lindas de mirar, porque la narrativa de Hergé te atrapa quieras o no, y el dibujo (como ya dije) es una maravilla. La verdad es que con Las Siete Bolas… y El Templo… se podía haber armado un muy buen álbum con 62 páginas de palo y palo, con más ritmo, menos chistes y menos peripecias anodinas de las que no le aportan nada a la trama excepto la erosión del verosímil. Pero bueno, esto se escribió para serializar en una revista que leían los chicos de 1950, a los que por ahí les divertía muchísimo ver a los héroes zafar de uno y mil peligros imposibles, durante días y días en los que apenas duermen y no sabemos si comen…
¿Te acordás de las Tragedias del Rock, esos álbumes dedicados a contar las vidas de grandes estrellas de la música que se fueron al descenso relativamente pronto? Por el blog pasaron las tres que salieron en Argentina: John Lennon (03/09/11), Michael Jackson (08/09/11) y Bob Marley (13/09/12). Pero se llegaron a producir algunos álbumes más que acá no se editaron y hace poco conseguí el de Jim Morrison, escrito por Luciano Saracino y dibujado por Quique Alcatena (realizado en paralelo a aquella gema bizarra de la misma dupla que fue Ricardito MiniPYME).
El guión de Saracino logra con creces su principal cometido: contarnos la vida del Rey Lagarto. Pero además logra (también holgadamente) generar intriga acerca de su personalidad excéntrica, caótica, turbulenta, y acercarnos a su poesía, esa que -50 años después- conserva intacto su fulgor incandescente. Como se supone que esto lo van a leer adolescentes, Saracino nos mezquina un poco el sexo y las drogas, tan importantes como el rockanrol para entender la figura de Morrison. Pero fuera de eso, el guión no condesciende en absoluto para con el lector, sino que lo desafía a explorar con bastante profundidad a un personaje realmente complejo.
El dibujo de Alcatena al principio puede resultar medio alienígena, porque estamos acostumbrados a verlo dibujar epopeyas protagonizadas por guerreros y hechiceros de mundos fantásticos, en libros de 15 x 22 cm., y en blanco y negro. Acá nos cuenta la historia real de un tipo que existió en el mismo mundo que el nuestro, en un libro de 29.5 x 21 cm., y a todo color. Entonces los ases que Quique saca de abajo de la manga pasan a ser otros: la recreación perfectamente documentada de esos años alucinógenos (fines de los ´60 y principios de los ´70), las ilustraciones zarpadas con las que abre cada capítulo o con las que acompaña fragmentos de las letras de Morrison, los experimentos en la puesta en página y el uso del color para enfantizar los climas por los que transita la historia. Lo único que no me cierra es el tamaño de los globos y los bloques de texto, muy grandes en proporción al tamaño de la página, como si uno fuera a leer la historieta parado a 20 metros del libro. Con globos y captions más pequeños, la magia pictórica de Alcatena se luciría aún más.
Esto está editado en Brasil (acá nomás), así que si sos un Alcatenófilo perdido en el laberinto de este genio del Noveno Arte, o si seguís a Saracino hasta el fin del mundo, o sos hardcore fan de The Doors, seguramente con un pequeño esfuerzo podrás sumar este tomo a tu colección.
Prometo no postear mañana… y volver ni bien tenga un par de libros leídos.

martes, 24 de octubre de 2017

TARDE DE MARTES

Sí, ya sé que clavé un post hace menos de 24 horas, pero tengo un par de libros leídos y un ratito para redactar reseñas, así que ¿quién carajo me lo va a impedir?
De las muchísimas obras que realizó para el mercado francés el recordado Walther Taborda, seguramente la más relevante para nosotros es Malvinas: El Cielo es de los Halcones, con guión de Néstor Barron, cuyo Vol.1 se publicó en Europa en 2010 y acá en 2015. Una pena que acá se haya publicado igual que allá, en tamaño grande, tapa dura, papel de lujo, 48 páginas… porque terminó llegando al público a un precio altísimo, que hizo que un montón de potenciales lectores no lo pudieran comprar. Aún así, un año después salió el Vol.2 y quizás antes de fin de año salga el Vol.3, aunque Walther no llegue a verlo. Obviamente hubiese sido más lógico publicar los tres tomos en un único libro, con tapa blanda y en un formato un poco más chico. Pero bueno, la edición corrió por cuenta de un sello que nunca antes había publicado historietas…
Claro, es un álbum pensado para el mercado francés, con las infaltables páginas de 10 viñetas, y en una de esas, en un formato más chico el dibujo se luciría menos. Por suerte Taborda resuelve todo lo que es figura humana y primeros planos con un trazo bastante sintético, muy plástico, sin sobrecargar en absoluto la imagen con texturas o detalles. Los detalles aparecen y cobran protagonismo cuando le toca dibujar aviones, barcos, cascos, bases militares… Ahí se nota que hubo una investigación a fondo, un trabajo muy serio de documentación para recrear con precisión quirúrgica las escenas de la guerra que tuvo lugar en 1982 sobre el Atlántico Sur. El contraste entre estos personajes definidos de modo sintético y estas máquinas y edificios super-detallados llama bastante la atención, pero no incomoda, no se convierte en obstáculo para engancharse con la historia.
El guión… no sé, creo que esperaba un poco más. De hecho, no tengo dudas de que en 46 páginas se podían contar más cosas y desarrollar más a los personajes. La mejor escena (a años luz de la segunda) dura apenas una página: es cuando Luis, el colimba, le revela al Capitán Cruz que siente miedo y odio estando entre los militares porque estos son los responsables de la desaparición forzada de su hermano mayor. Es un momento emotivo, tenso, pero que (por lo menos en este primer tomo) no pasa de ahí. No sé si más adelante Barron seguirá desarrollando la relación entre Luis y Cruz a partir de esto. El resto es una clásica aventura de tipos que desafían a la adversidad para enfrentarse a un enemigo mucho más poderoso y terminan hechos mierda, pero con chapa de héroes. Hay un cierto espíritu patriótico, pero no llega a oler a cosa facha, entre otras cosas porque habia que venderlo en Europa. La verdad, lo conseguí en oferta y no me enganchó como para pagar fortunas el Vol.2..
Con Starlight, en cambio, me divertí mucho y me emocioné más. Mark Millar y Goran Parlov nos cuentan una saga crepuscular de una especie de Flash Gordon convertido en un sesentón canoso y con panza, que es Maradona en un planeta lejano pero en la Tierra no la estaría pasando bien. Duke McQueen no tiene a quién contarle anécdotas en las que derrota a villanos, libera a planetas enteros y se codea con princesas y emperadores de otros mundos, porque su esposa falleció, sus hijos tienen familia y trabajos y no le dan pelota y la gente de su pueblo lo considera un viejo chamuyero al que le faltan un par de jugadores. Por supuesto, Duke tendrá la posibilidad de volver al planeta al que liberó hace 40 años, donde es considerado el ídolo máximo por varias generaciones.
Y ahí es donde Millar pudo haber derrapado mal. Un sutil toque de mala leche decontructivista y McQueen terminaba o bien ridiculizado también en Tantalus, o manipulado para derrocar a un gobierno decente para que subiera un tirano, o directamente corrompido por el poder, poniéndose él mismo como tirano. Sin embargo, McQueen resulta ser un tipo noble hasta el final, enamorado de su esposa incluso años después de su muerte, con unos códigos éticos inquebrantables y la certeza de que lo suyo no es el poder… aunque una ovación de la hinchada de vez en cuando no esté mal.
La trama está muy bien llevada y el personaje central muy bien trabajado, aunque sí, le gana un poquito fácil a sus adversarios… está bien que sea muuuuy capo, pero quizás si transpiraba más la camiseta todo cerraba un poquito más. El tono de la obra es perfecto, el ritmo está llevado con mano maestra, con pausas y flashbacks en los momentos justos, hay unos cuantos diálogos muy ingeniosos y el final es realmente conmovedor. Bien Millar, apostando por el amor, el heroismo y los valores de la honestidad y la buena onda.
El trabajo de Parlov es majestuoso… si te gusta Moebius. Si no, lo vas a odiar, porque acá el croata reproduce TODOS los yeites del Genio Infinito, sobre todo los de esa etapa más suelta, de fines de los ´80 y principios de los ´90. Posta, hay páginas que si te dicen “las dibujó Moebius”, te lo creés. Incluso el rotulado imita la caligrafía del inolvidable Jean Giraud. Y bueno, yo que soy hardcore fan de Moebius me volví loco y espero que de ahora en más Parlov dibuje siempre así.
Nos reencontramos pronto, ni bien tenga unos libritos más listos para ser reseñados. Gracias y hasta entonces.

lunes, 23 de octubre de 2017

THOR: RAGNAROK

Esta vez está muy difícil hablar de la peli sin spoilear, por eso hice algo que no hago nunca: antes de arrancar con la reseña, me puse a mirar los trailers, a ver qué cosas de las que yo quiero mencionar ya son de público conocimiento. La verdad es que los trailers muestran muchísimas de las escenas más impactantes que el neozelandés Taika Waititi hilvana a lo largo de los 130 minutos que dura la película. Y me imagino que si los ves te va a pasar lo mismo que a mí: te va a sorprender la cantidad de personajes que aparecen. Hay tantos héroes, tantos villanos, tantos personajes ambiguos… tenés para armar la línea de muñecos más zarpada de la historia.
Por supuesto, cuando hay muchos personajes pasan dos cosas: 1) el guión se saca de encima a algunos de manera prematura o caprichosa, y 2) difícilmente se los pueda desarrollar bien a todos. Acá el que más al pedo está es el Dr. Strange. A Jane Foster y a los Warriors Three (que aparecen un segundito, casi sin diálogos) no los extrañás para nada, porque el elenco se puebla de un montón de personajes nuevos, no sé si con más potencial que Fandral, Hogun y Volstagg, pero muy bien utilizados en función de la trama. El rubro con más hallazgos es, sin dudas, el de los villanos: si sos fan de Thor, ver en una misma escena a Hela, Fenris, el Executioner y Surtur te va a causar un nerdgasmo del que no se vuelve. Y además está el Grandmaster, aunque tanto el guión como la magnífica interpretación de Jeff Goldblum lo llevan más para el lado de la joda que de la amenaza.
Sí, de nuevo hay muchos chistes. Pero el equilibrio entre la comedia, el drama y la machaca épica funciona realmente muy bien. La pelea entre Thor y Hulk en la arena de Sakaar probablemente sea el mejor combate entre personajes con superpoderes que vi en la pantalla grande. De alguna manera, Waititi (que además le presta su voz a un personajón) barajó la comedia onda Guardians of the Galaxy con la machaca épica (con influencias mixtas de las pelis de Peter Jackson y los comics de Jack Kirby) y le quedó un producto muy, pero muy satisfactorio.
El personaje que me hizo un poquito de ruido fue el de Thor, acá muy alejado de la versión de los comics. Es cierto que el Odinson de los comics puede ser un poco aburrido, siempre tan heroico, tan noble, tan pendiente de la aprobación de Odín. Pero el Thor de Chris Hemsworth (el clon con lomo de Benjamin Amadeo) actúa como un adolescente medio nabo, que se hace el canchero y la mitad de las veces le sale mal. Un Thor fallido, con algunas aristas raras para el fan del comic, entre ellas un sentido del humor muy afilado y la ambigüedad moral para –cuando las papas queman, en esos partidos en los que sólo sirve ganar- cagarse un toque en los códigos y hacer trampa. Y hablando de tramposos… a Loki la verdad que le están sacando un jugo riquísimo, porque encontraron en Tom Hiddleston a un verdadero ancho de espadas. Pero verlo veletear tantas veces ya se vuelve un poco hinchapelotas. Yo le daría unas cuantas pelis de descanso.
Una vez más, los 130 minutos se me fueron volando. Me divertí muchísimo, me agarré fuerte de la butaca varias veces, se me cayó la mandíbula al piso otras tantas, me reí mucho, y lo más lindo: no pasó nada de lo que yo suponía que iba a pasar. El personaje que yo creí que moría no murió, el que yo creí que aparecía no apareció, el final que yo imaginaba no se dio, los personajes que mueren no mueren ni en el momento ni en la situación en que yo lo podría haber supuesto… La verdad es que -a pesar del tono medio light, o de comedia- el argumento es complejo, pero sobre todo impredecible. Conocer las historietas de las que abrevan los guionistas para escribir las películas tampoco ayuda a pronosticar con éxito la resolución de las tramas.
Destaco también el diseño de producción, que nos obsequia maravillas en trajes, armas, decorados y criaturas, las actuaciones de casi todo el elenco, los efectos especiales (gloriosos es poco) y sobre todo el ritmo del relato, que no decae nunca.
A los que nos fuimos recontra-manija del cine donde vimos Civil War ya nos contaron cómo sigue la historia de Tony, por qué no estaban Thor y Hulk… y ahora falta que se estrene Black Panther saber cómo sigue la historia del Capi y/o Bucky. Pero al mismo tiempo ya estamos al re-palo esperando Avengers: Infinity War, en parte porque ahí se van a explorar (supongo) las consecuencias de algunas de las muchísimas cosas grossas que suceden en Thor: Ragnarok. Impresionante lo que ha logrado Marvel con estas películas… Hace 11 años Thor no tenía serie regular y hoy entrás a la panadería y hay minas hablando de la facha de Loki o del lomo de Heimdall. Ah, ya van tres pelis de Thor, tres directores distintos, chotocientos guionistas, y todavía no escuchamos un “I say thee nay”. Dale, metan uno, una vez. No les cuesta un carajo…

viernes, 20 de octubre de 2017

VIERNES DE CLASICOS

Poca lectura esta semana, porque estuve muchas horas metido en la Universidad de Palermo, donde una vez más me tocó organizar las Jornadas de Historieta. Pero veamos qué fue lo que pude leer:
A pesar del sabor amargo que me dejó la lectura de Reptilia (ver reseña del 25/05/17), me aventuré con el primer tomo de Aula a la Deriva (o Drifting Classroom), un clásico de Kazuo Umezu de principios de los ´70. La idea es tan simple que resulta ramplona: un edificio entero, nada menos que una escuela primaria llena de alumnos y profesores, desaparece de un segundo a otro. En esa manzana de Tokyo queda un agujero, y la historia nos cuenta qué pasa adentro de la escuela, cómo se intentan adaptar chicos y adultos a este aislamiento forzado, y (por suerte antes del final del primer tomo) dónde carajo fue a parar el edificio a la deriva.
Básicamente, Umezu se plantea contar una historia de supervivencia. Nos va a mostrar cómo mueren un montón de estos “náufragos” y cómo los que quedan vivos van a cruzar límites insospechados, tanto a nivel coraje y entereza como a nivel miseria, codicia y degradación. El tono de la obra es extremo, sin piedad, no importa que los protagonistas sean chicos de 10 años. Umezu los sume en la oscuridad a grandes y chicos y hay lágrimas, hambre, violencia y muerte para todos. Si bien el “desplazamiento” de la escuela constituye un elemento fantástico de gran impacto y gran magnitud, el autor se dedica a explorar las consecuencias de este suceso desde una óptica absolutamente realista. La fantasía se termina cuando el colegio se materializa en… otro contexto, y de ahí en más, tenemos un clásico gekiga oscuro, dramático, tenso, sin un mínimo resquicio para el humor y sin siquiera esas escenas tan típicas de los mangas de terror de Umezu en los que suceden cosas tan sacadas, tan grotescas, que en vez de asustarte te cagás de risa. Acá no hay risas, sólo angustia y la sensación de que las cosas sólo pueden empeorar.
El dibujo está muy bien, la narrativa es espectacular (este es el rubro en el que Umezu siempre tiene el ancho de espadas) y quedé manija para entrarle en cualquier momento al Vol.2.
Allá por el 27/09/12, me tocó reseñar un tomo de Gilgamesh que recopilaba material de la primera mitad de los ´70, cuando Sergio Mulko escribía unos guiones rarísimos para que los dibujara un Lucho Olivera también extraño, lejos del nivel de sus mejores trabajos de aquel período. Ahora arranco con un tomo (editado en España) que reúne los primeros 14 episodios de la segunda versión de Gilgamesh, del “reboot” que impulsan en 1980 un consagradísimo Robin Wood y un Lucho Olivera listo para estallar con el fulgor de una supernova y regalarnos muchas de las mejores páginas de su vasta trayectoria.
Robin toma el argumento del primer episodio de la primera etapa de Gilgamesh, cuando el guionista todavía era el propio Lucho, y convierte esas 10 primeras páginas en el andamiaje sobre el cual edifica estos 14 episodios. Lo que sucede es básicamente lo mismo, pero Robin se toma su tiempo para contar a su ritmo hechos que Olivera nos había narrado en fast-forward, en páginas de muchas viñetas chiquitas, para llegar rápido a lo que a él le interesaba contar, que eran las aventuras del inmortal en el espacio. Wood, en cambio, para la bocha, la pisa y dice “en estas 10 páginas hay material para una serie entera” y hacia allá va con paso firme, con muy buenos textos, con mucho desarrollo para el protagonista y con una estructura episódica que recuerda bastante a la de la mejor etapa del Mort Cinder de H.G. Oesterheld y Alberto Breccia. Veremos qué pasa cuando Gilgamesh se lance al espacio exterior, pero por ahora Robin da cátedra en un terreno en el que siempre le fue muy bien: aventuras ambientadas en distintas épocas y civilizaciones de nuestro planeta. Con un agregado interesante, que es la presencia de razas alienígenas, semi-ocultas entre los humanos de los distintos periodos históricos.
Lucho sube muchísimo la apuesta en esta versión de Gilgamesh y la convierte en una joya de alto impacto visual, con un nivel de dibujo alucinante. El recorrido pausado por los distintos tiempos le da la posibilidad de lucirse también en la reconstrucción de edificios, vestidos y armamentos de todos los períodos históricos, algo que en la primera versión casi ni se disfruta. No todas las páginas son exquisitas (también hay viñetas que Lucho saca “con fritas”) pero el promedio de calidad es altísimo, probablemente el más alto de los muchos años de Olivera en las revistas de Columba. Prometo entrarle pronto al Vol.2 y ya estoy lamentando que no haya más material de esta etapa de Gilgamesh publicado en libro.
Ni bien tenga más material leído, volvemos con nuevas reseñas. Hasta entonces.

lunes, 16 de octubre de 2017

LUNES FERIADO

Ahora que liquidé el pilón de los libros argentinos publicados en 2016, tengo para leer algunas cositas más viejas, antes de arrancar con la ingente producción de 2017.
Taca tac salió en 2003 en Francia y en 2004 en España, en una edición majestuosa a cargo de Ivrea. El guionista es Andrés Goldestein (o Goldstein, según dónde mires), a quien no conocía, y el dibujante es un amigo/ídolo: Feliciano García Zecchin. No sé cómo le habrá ido en Francia, pero en España evidentemente el álbum no vendió bien y se convirtió en un clásico de las mesas de saldos (creo que lo pagué dos euros, contra los 22 del precio de tapa).
Ya desde la portada, estamos ante un comic muy raro. ¿Eso lo dibujó Feliciano? No se parece en NADA a sus otros trabajos. Acá el co-creador de 4 Segundos agarra para el lado de José Muñoz y el Viejo Breccia: apuesta a un pincel bien cargado de tinta, a crear climas con la mancha negra, a buscar una síntesis basada en el claroscuro extremo… excepto en algunas secuencias donde trabaja las tonalidades de gris con un lápiz apabullante, con el que logra unos efectos espectaculares de volúmen y de iluminación. La narrativa también es rarísima, la puesta en página, la fluctuación en el tamaño de las viñetas (de la doble splash page a las páginas de 16 mini-viñetitas), la decisión de no usar globos de diálogo, la decompresión total del relato… La verdad es que Taca tac es una obra gráficamente bellísima, pero en un punto pareciera que los autores se esforzaran para que sea difícil de leer.
La trama que urde Goldestein es interesante: básicamente cuenta la historia de un padre que reaparece en escena para buscar a su hija, en un país latinoamericano envuelto en un clima de violencia política. O sea que hay lazos familiares, intriga política y algo de margen para tiros y persecuciones. Pero esto último no está enfatizado. Goldestein mantiene hasta el final un tono mucho más cercano a la introspección y un ritmo parsimonioso, nunca derrapa hacia “una de acción”. Además narra con poquísimo texto y con muchísimo espacio para el lucimiento de Feliciano, lo cual explica por qué en casi 100 páginas Taca tac desarrolla un argumento que bien podría haberse contado en 16 páginas… o 20, siendo muy generosos.
Esto es, sin dudas, una rareza dentro de la historieta argentina, y la recomiendo sobre todo a los hardcore fans de Feliciano García Zecchin que quieran ver al ídolo explorando una estética que no tiene nada que ver con la de sus obras más populares.
Iron Fist: The Living Weapon Vol.1 recopila la primera mitad de la maxi-serie de 12 episodios que realizara íntegramente el canadiense Kaare Andrews allá por 2014-15. De nuevo, llama la atención lo descomprimido del relato, lo poco que llega a contar Andrews en estas primeras 120 páginas de historieta. Por supuesto que está todo jugado a la espectacularidad, al impacto de las peleas y las revelaciones shockeantes… y eso hace que uno se entretenga aunque pase poco. Y además hay bastante texto, desarrollo de personajes, un compromiso muy bienvenido con la mitología previa de Iron Fist… todo eso suma, le agrega espesor a una saga que, en una de esas (lo determinaré cuando lea la segunda mitad) resulta realmente importante para la historia del personaje.
Hasta acá, lo más lindo es la sensación de salvajada. Andrews tiene total control sobre esta historieta, y nos lo hace notar todo el tiempo. La estructura, los climas, el nivel de violencia, todo está exagerado por el autor para que nos demos cuenta de que él está ahí, poniendo su sello y arriesgando su chapa, de que esto no lo podría haber hecho ningún otro coñemu del mainstream yanki. O sea que si comprás la onda de Andrews, difícil no engancharte y alentarlo desde la tribuna.
A mí el dibujo de Andrews me fascina. Me encanta como afana/ actualiza al Frank Miller de los ´80 (el que nos gustaba a todos), cómo le mete cositas de John Romita Jr. y Fernando De Felipe, cómo trabaja el color (sí, Andrews se entinta y se colorea a sí mismo), cómo se zarpa en la puesta en página, cómo y dónde mete los bloques de texto y las onomatopeyas… Me doy cuenta de que no es un genio, ni un revolucionario que vino a dar vuelta como un guante la historia del comic, pero me copa esa cosa visceral, hiper-explosiva, por momentos manierista, por momentos al filo del grotesco, pero siempre sumamente efectiva. Y encima soy fan de Iron Fist, así que imaginate si habré quedado manija. Tengo comprado el Vol.2, espero leerlo durante el 2018.
Volvemos pronto con nuevas reseñas. Y nos vemos este miércoles y jueves en las Jornadas de Historieta en la Universidad de Palermo.

sábado, 14 de octubre de 2017

TARDE DE SABADO

Por primera vez desde aquel mítico 2010, este año no pude asistir a Crack Bang Boom, así que estoy acá en Buenos Aires, atravesando uno de los findes más tranquis del año. Y bueno, aprovecho para leer y para postear reseñas de algunas cositas que leí en la semana…
Me clavé el Vol.2 de ¡García!, el díptico cuya primera mitad comentamos el 30 de Abril de este año. La verdad que mientras leía el Vol.1, se me despertó la sospecha de que Santiago García y Luis Bustos, en su afán de crear una obra extensa, enorme en cantidad de páginas, se estaban arriesgando a complejizar la trama al pedo, a meter personajes que después no iban a poder desarrollar, o que en el global de la historia no iban a tener un peso real. Bueno, nada que ver. Este segundo tomo juega mucho menos al metacomic, hace mucho menos hincapié en que García y Jaimito tienen esa extraña dualidad de haber sido considerados meros personajes de historieta cuando en realidad eran humanos de carne y hueso, y profundiza mucho más en la intriga política que pone en jaque a España y fuerza el regreso de este “super-cana” ideológicamente alineado con la dictadura de Francisco Franco.
Además de muchísima acción, ¡García! nos ofrece pequeños pero potentes instantes de reflexión, acerca de cómo cambió España en los últimos 60 años, de aquel país facho y cuasi-oscurantista a un país moderno y pujante… en el que también hay varios obstáculos a la hora de que la prosperidad se reparta pareja entre todos, principalmente la corrupción y la venalidad atroz de los gobiernos supuestamente democráticos. En el contrapunto entre la España antigua y la España actual, García acierta al no idealizar a ninguna de las dos.
Ya hablamos bastante en la reseña del Vol.1 del dibujo de Luis Bustos, así que alcanza con decir que en ningún momento baja el impresionante nivel que vimos en aquella primera mitad. Una bestialidad, una cátedra comiquera quintaescencial realmente difícil de describir con palabras. Recomiendo muchísimo la lectura de ¡García!, una obra maestra en muchos sentidos, y ya tengo esperando turno otra novela gráfica de Luis Bustos para seguir bancando a este alucinante autor español.
Ahora sí, llegué al último libro de los publicados en Argentina en 2016 que me faltaba leer (seguro dejé alguno afuera, pero bueno, ya vendrá, o no me interesó como para leerlo). Y es nada menos que Yanayag, un voluminoso tomo con una saga completa y cuatro historias autoconclusivas, todo escrito por Eduardo Mazzitelli y dibujado por Quique Alcatena. Entre las cuatro hsitorias cortas, se destaca claramente Horizonte Final, y el resto también está muy bien.
Pero vamos a la saga de Yanayag, una historia de hechicería, conjuros, maldiciones y duelos entre brujos… que en realidad están ahí para maquillar de aventura fantástica una trama signada por la ambición, el poder, el orgullo y los amores no correspondidos. A lo largo de toda la obra, el interés crece cuando Mazzitelli pone el foco en la intriga palaciega y decrece en ese tramo del medio, cuando Yanayag ya adolescente sale a vivir breves aventuras cuasi-autoconclusivas, rodeado de personajes secundarios pensados para durar un sólo episodio. Por suerte, en el tramo final el personaje vuelve al reino donde Mazzitelli venía cocinando a fuego lento el núcleo dramático de la obra, y desarrollando a personajes realmente complejos y atractivos (la reina Nustifari quizás sea el personaje femenino más logrado en la extensa carrera del guionista). El final es inapelable, redondísimo, justo y despiadado en partes iguales. Como suele suceder en la obra de Mazzitelli, el único déficit es que, al desenfatizarse tanto la machaca, vemos al héroe sufrir poco, transiprar poco la camiseta para vencer los retos y los obstáculos que le plantea el guión.
Por el lado del dibujo, una vez más tenemos a Alcatena en su salsa, dispuesto a imaginar y regalarnos infinitos reinos fantásticos, con sus palacios, fortalezas, criaturas, armas y vestimentas, siempre originales, siempre conmovedores por el volumen de trabajo y por la destreza técnica con la que nos los presenta el artista. Como cada vez que tiene la posibilidad de trabajar en historias ambientadas en mundos fantásticos, la inagotable imaginación de este orfebre del plumín se pone la historieta al hombro y nos deslumbra como sólo él sabe hacerlo. Sumésmosle los hallazgos en materia de puesta en página y armado de las secuencias, y estaremos hablando de páginas que superan muy ampliamente la media de lo que suele verse en los “contenittore” italianos, que son las publicaciones donde se dan a conocer originalmente las obras de Alcatena y Mazzitelli. Una vez más, gracias por la magia.
Y tengo un par de libritos más listos para reseñar, así que en una de esas mañana o el lunes feriado clavo otro post. Hasta entonces.

jueves, 12 de octubre de 2017

TRIP TO TAMPA (parte 2)

Quedó pendiente el repaso por las comiquerías que me tocó recorrer durante mis vacaciones en Tampa, así que hoy vamos con eso y volvemos pronto a las reseñas.
Emerald City es una de las comiquerías más impactantes que vi en mi vida. Por sus dimensiones gigantescas y por la cantidad de material que tiene. Comics de todas las épocas y para todos los públicos, TPBs, hardcovers, muñecos, juegos de mesa, merchandising… la verdad que te podés quedar horas y horas revolviendo las bateas. Preparate para dejar una fortuna, no porque los precios sean caros (de hecho hay muy buenas ofertas), sino por la cantidad de paponga que podés llegar a encontrar. La atención es excelente y el local es tan, pero tan zarpado que te querés quedar a vivir.
Otra visita obligatoria es Mojo´s Books & Records. Ahí tenés una barra donde tomar café (o escabiar), discos de todo tipo (vinilos, CDs, lo que se te ocurra), DVDs, literatura… y un sector de comics increíble, con toneladas de TPBs y hardcos a mitad de tapa, infinitos mangas en oferta (no los más interesantes, pero hay mucho) y hasta una amplia selección de álbumes de comic francés… ¡en francés! (Sí, me fui a EEUU a comprar comic en francés, no tengo paz…). No hay muñecos, ni remeras, ni back issues, ni un gran surtido de novedades, pero para buscar rarezas y pagarlas a precios inverosímiles, Mojo funciona tan bien como cualquier convención. Y además tiene esa onda bohemia, pseudo-contracultural, que siempre suma.
No hagas la boludez que hice yo de ir el último día a Green Shift, una impresionante tumba cuasi-crota donde además de comics venden discos e instrumentos musicales. Acá está el rockanroll, la falopa hardcore, el oro nazi. Hay trading cards, remeras, muñecos, revistas de información de cualquier época, bateas con material de la Silver Age a precios increíbles, una selección de novelas gráficas y comics “para adultos” (definición que en EEUU abarca a cualquier cosa donde se vea una teta) que te hiela la sangre, muebles enteros que desbordan de TPBs y hardcos a mitad de tapa o menos, una pared gigante cubierta de cajas con revistitas a u$ 1, y otra apenitas más chica con revistitas a… 25 centavos. Ni en las convenciones se siguen viendo las revistitas a 25 centavos, pero en Green Shift hay toneladas. Otro lugar para ir con tiempo, paciencia y guita de sobra.
En el otro extremo, lo más parecido a una comiquería “careta” está en New Tampa y se llama Coliseum of Comics. Es un local espectacular, muy centrado en las novedades, pero con un buen sector de back issues, mucho merchandising, juegos de mesa y cartas, estatuas chetas para coleccionistas de elite y demás atractivos. No es el lugar indicado para ir a carroñar ofertitas, pero está muy bien.
Y saliendo un poquito de Tampa, pero ahí cerca, está la localidad de Brandon, donde encontré otro templo absolutamente recomendable: Read More Comics. Un local muy grosso, una cueva de pura cepa comiquera, donde me sorprendió la cantidad de TPBs raros y descatalogados, que encima están un 25% por debajo del precio de tapa. Además hay un amplio sector de back issues, que incluye unos muebles interminables que desbordan de revistitas a u$ 1. La atención es muy buena y está a cargo de un flaco que se parece a Kurt Russell y habla como el actor que hace de Yondu en las pelis de los Guardianes de la Galaxia. Acá también, hay que ir bien munido de tiempo y dinero.
Guarda: Tampa no tiene opciones de transporte público como Buenos Aires, ni “está todo cerca” como suele decirse en otras ciudades más chicas de Argentina. O sea que moverse de un lado al otro para recorrer estos locales puede llevarte muchas horas de viaje (siempre en auto) y unos cuantos litros de nafta. De todos modos, no dudes que vale la pena, porque estos cinco templos (más alguno que no tuve tiempo para visitar) te van a abastecer de una cantidad inverosímil de material a precios impensables. Y si no te alcanza, siempre está Barnes & Noble, la mega-librería donde no hay grandes ofertas, pero hay (por ejemplo) una selección de manga mucho más amplia y más cuidada que en cualquier comiquería.
Si algún día tenés la oportunidad de visitar Tampa, llevate estos datos como guía y arrasá con todo.

miércoles, 11 de octubre de 2017

TRIP TO TAMPA (parte 1)

Debía el repaso por la Tampa MegaCon y las comiquerías que pueblan esa hermosa ciudad del estado de Florida, cerquita de la costa del mar Caribe, sobre el golfo de México.
La verdad que la convención no fue alucinante ni inolvidable. Por ahí porque uno venía mal acostumbrado a eventos gigantescos como la New York Comic Con o la WonderCon de Anaheim. La de Tampa es una convención más chica, más “de barrio”, muy a la sombra de la de Orlando, que está ahí cerca y cada año crece más y arma más kilombo. En materia de artistas invitados, no estaba mal: Stan Lee y Kevin Smith ya te garantizan una convocatoria zarpada, y además había un montón de actores de series que no miro, actores que dan sus voces a personajes de animación (yankis y japoneses, que se doblan en EEUU), cosplayers, youtubers y demás “celebridades”. Y autores de comic, si te gusta sólo el mainstream yanki, tampoco te podías quejar, porque estaban Neal Adams, Chuck Dixon, Amanda Conner, Jimmy Palmiotti, Jae Lee, Ron Marz, Ty Templeton, Tom Grummett, Greg Land, Pat Broderick, Freddie Williams III… bastante bien, dentro de la poca variedad. Y salvo el pobre forro de Neal Adams, todos tenían buena onda para firmar, charlar y sacarse fotos con los fans. Para dibujar también, pero sólo con guita de por medio.
Entre los stands… había de todo. Mucho merchandising, obviamente, para cubrir la ausencia de los stands de las editoriales, que a este tipo de eventos no van ni en pedo. Era el festival del Funko, las action figures, y también de esos “manteros” que sufrimos en los eventos de Argentina, que llevan almohadones, collarcitos, aritos, ropa, tazas y un montón de cosas que no tienen mucho que ver con la historieta. Dentro de eso, vimos muy buen material en los rubros coñemus (incluso piletones de tres por u$ 10), juegos de mesa y de cartas. Pero la posta son los comics y sí, había bastantes stands 100% centrados en los comics. Mucho libro a mitad de tapa (llorando un poquito y comprando cantidades grandes, siempre se consigue un precio mejor... sí, te podés llevar por menos de u$ 10 libros que de tapa valen u$ 20), algún criminal con varios muebles de libros a u$ 5, y bastante variedad en materia de revistitas, desde las infaltables cajas de 50 centavos hasta el especialista en material hiper-antiguo en perfecto estado que te decapita por un mísero comic-book porque es la primera aparición del Capitán Garompa. Como siempre, funciona la de hacer asociación ilícita entre varios para abultar las cantidades y conseguir mejores precios, la de llorarle al que te vende el primer lote grande para que te aguante los bultos en el stand (el maestro Dixon también prestó un pedacito de su espacio para aguantarnos las cajas con brolis) y la de bancar al último día para ver si algún dealer se baja los lienzos y empieza a ofrecer descuentos que antes no ofrecía.
Las charlas… la verdad que ni pisamos los auditorios. Se veía todo muy lindo y muy bien organizado, pero priorizamos el tema de las compras y la posibilidad de charlar un rato con los artistas que estaban en sus puestos. Además, las colas para entrar a ver a Stan o el show de Jay & Silent Bob eran más bien desmoralizadoras. El predio está muy bien ubicado (en pleno centro, con vista a una bahía alucinante) y es hermoso, espacioso, limpio, realmente muy idóneo para un evento de este tipo. El público, como en las otras convenciones de EEUU a las que asistí en los años anteriores, muy heterogéneo, muy repartido entre chicos y chicas que vienen a hacer cosplay, comiqueros clásicos que vienen a comprar barato y conocer a sus artistas favoritos y familias que vienen a pasear.
No es una convención a la que volvería, te soy sincero, simplemente porque todavía me falta conocer un montón más. Pero a la ciudad de Tampa sí, me dan muchas ganas de volver, sobre todo por las comiquerías, de las que prometo hablar muy pronto.
Mientras tanto sigo leyendo, eh? Ya me bajé el último libro que me quedaba pendiente de los que se editaron en Argentina en 2016 y en cualquier momento se viene la reseña.
Gracias por estar y la seguimos pronto.

sábado, 7 de octubre de 2017

DE VUELTA AL RUEDO

Y sí, todo tiene un final y se acabaron mis vacaciones. No queda otra que retomar el laburo y las tareas que uno hace para hinchar las pelotas, sin esperar ninguna remuneración, como esta de escribir reseñas en el blog. La próxima entrada va a ser un repaso por la MegaCon de Tampa y algunas comiquerías destacadas de esa ciudad (y alrededores), pero hoy tengo un par de brolis leídos que quiero comentar en este espacio.
Después de un largo tiempo alejado del comic británico, me clavé Stone Island, una saga aparecida originalmente en 2006-2007 en las páginas de la 2000 A.D., a cargo de un equipo que prometía muchísimo: el guionista Ian Edginton y el dibujante Simon Davis. Ya desde el prólogo, Edginton nos aclara “guarda que esto no es Guerra y Paz, ni Watchmen”. El guionista blanquea desde el vamos su intención de ofrecernos un comic pochoclero para pasar el rato, con machaca, gore, impacto y acción al palo. Y la verdad es que cumple, aunque sin dejarnos mucho más.
La trama es interesante, hay un giro muy logrado que hace que el personaje que pintaba para protagonista al final fuera… otra cosa, mientras un personaje que parecía secundario recibe un tratamiento profundo y muy copado en su accidentado camino hacia la improbable redención, y los diálogos hacen gala de un humor negro irónico, con deliciosa mala leche. O sea que como entretenimiento, Stone Island es un comic dignísimo, por momentos perturbador por los niveles de sangre y tripas, por momentos atrapante por los conceptos que mete Edginton y por el tratamiento que reciben Harry Rivers, David Sorrell y el resto del elenco.
La pulenta, sin embargo, es el dibujo de Davis. Este animalito pasado de rosca parece una cruza entre Simon Bisley, Sergio Toppi y el Sean Phillips de los ´90. Con un tratamiento muy realista de los personajes humanos y una técnica pictórica de alto vuelo, Davis garantiza el impacto a la hora del gore y la violencia. Se nota que la narrativa es lo que más lo complica, pero aún así no se ven pifias groseras. Quizás lo más cuestionable sea que los personajes tienen caras de actores del mundo real (Stephen Rea, Harry Dean Stanton, Ralph Fiennes y otros a los que mi escasa cultura cinematográfica no me permite identificar). Pero la verdad es que visualmente esto es espectacular y te deja pidiendo más Simon Davis (tendré que volver a hojear los tomos de Sinister Dexter). Si estás buscando dibujantes de la escuela pictórica que te puedan sorprender o sagas de terror físico bien truculento, no dudes en entrar(le) a Stone Island.
Ya no me queda casi nada para terminar de reseñar el material aparecido en Argentina en 2016. Esta vez tengo para comentar Putrefacción, la opera prima de Damián Fraticelli y Ezequiel Couselo, aparecida primero en Fierro y luego en un librito de Historieteca… que dedica nada menos que 29 de sus 96 páginas a carátulas, prólogos, bocetos, páginas en blanco (en negro, en realidad)… Casi un tercio de un libro de historietas NO tiene historietas y eso me parece un desacierto demasiado notorio como para dejarlo pasar.
Por suerte las 67 páginas que sí tienen historietas están buenísimas. Fraticelli recurre a las convenciones del clásico policial negro para contar un thriller político intenso, que te logra poner nervioso, con varios giros imprevistos. Y claro, con ese ancho de espadas de que todo transcurre en el extraño mundo de una heladera desenchufada donde el frío empieza a escasear y de a poco “se pudre todo”. En una de esas, esta misma historia protagonizada por seres humanos también estaba buena, pero el hecho de que los protagonistas sean huevos, lácteos, gaseosas y hortalizas le da a Putrefacción esa arista, ese filo que la hacen única y sumamente memorable.
Como también resulta memorable el trabajo de Couselo al frente del dibujo. Es muy loco descubrir a un dibujante que aparece de la nada (jamás lo había visto ni siquiera en fanzines) y muestra desde la primera página un dominio tan avasallante de la técnica, tanto de ilustración como de narración gráfca. Más allá de la insoslayable influencia de Charles Burns, Couselo tiene un estilo propio, basado en un manejo impactante del claroscuro a todo o nada, logrado (creo) con un plumín cuasi-mágico. Pero además le gusta experimentar con la puesta en página, con la forma de las viñetas… Acá, más que un canchero que ostenta virtuosismo, hay un narrador inquieto que se desvive por probar cosas nuevas. Recomiendo mucho Putrefacción, claro ejemplo de la renovación constante de la historieta argentina, y de la vigencia de algunos géneros que a veces se nos antojan agotados, pero sólo porque se agotan los autores que se dedican a ellos. Y hablando de agotarse, si esta edición se agota, por favor para la próxima menos páginas de relleno.
Gracias por el aguante durante estos días de ausencia y trataremos de bancar los trapos este mes con otros 7 u 8 posteos, a ver si de milagro llegamos a los 100 antes del 31 de Diciembre.