el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 28 de noviembre de 2019

JUEVES PACHORRO

Mi consigna para hoy fue no salir de mi casa, y por ahora la estoy cumpliendo a rajatabla. Aprovecho, entonces, para sacar con fritas las reseñas de dos libros que leí en estos días.
Conseguí en oferta los tomos que me faltaban para completar Gipsy, o sea que esta reseña del Vol.4 es secuela de la del tomo anterior, publicada el 07/11/11. Si hace ocho años la trilogía original de Gipsy ya tenía rasgos de “comic viejo”, que la anclaban a la época de su realización (primera mitad de los ´90), seguramente eso debería molestar más si agarro esta cuarta entrega 22 años después de su aparición en Francia, no? Sí, en algunas cosas sí.
El guión de Thierry Smolderen no era una maravilla en 1997 y leído hoy, suena bastante a “más de lo mismo”. El personaje de Mirno nunca me cerró, el personaje de Rosalynn está bastante al pedo, las distintas facciones de malvivientes que confrontan con “los buenos” aportan más confusión que otra cosa, la asesina silenciosa de la moto y las gafas oscuras nunca se explica… por momentos es todo un kilombo, una sucesión de excusas (que se tropiezan unas con otras) para que estalle la violencia. Lo más rescatable es el subtexto satírico con el que Smolderen se caga de risa del fanatismo ciego e irracional que el futbol produce en las masas. Esa sensación (tan conocida por los argentinos) de que una final de un campeonato de futbol hace que “se congele el mundo” está muy bien plasmada en el álbum, como explicación para algunas cosas medio inverosímiles y como disparador de situaciones en las que la violencia llega de la mano del humor.
Y por supuesto lo que hace irresistible al álbum (sobre todo cuando está en oferta) es el dibujo de Enrico Marini, muy por encima de lo que vimos en la trilogía original. Quizás el color no sea tan elegante, ni tan expresivo, pero el trazo del suizo está mucho más suelto, más dinámico, más afilado. El equilibrio entre una estética básicamente realista y los rasgos caricaturescos de algunos personajes está muy bien logrado, las escenas de acción (en su mayoría mudas) son tremendas y por supuesto Marini aprovecha a pleno la posibilidad de tener pocas páginas de 9 ó 10 viñetas. Gran trabajo de un dibujante que ya estaba en un punto alucinante de su madurez como profesional. Me queda otro tomo Gipsy (autoconclusivo, como este) en el pilón de los pendientes. No se si se va a Diciembre o si queda para el 2020. Veremos.
Salto a Argentina, año 2019, para leer uno de los cuatro o cinco mejores comics de autores locales aparecidos este año. El Ultimo Recurso, de Lubrio y Kundo Krunch, propone un torbellino de acción, combates, diálogos ingeniosos y personajes estrambóticos que me resultó totalmente adictivo y satisfactorio.
Cualquier comic que en la cuarta página nos ofrezca una splash-page de un tipo empomándose a un cadáver me tiene entre sus fans, pero El Ultimo Recurso va bastante más allá del impacto de la necrofilia, los vómitos, las decapitaciones y las puteadas. Lubrio banca de punta a punta del tomo una aventura trepidante, y la sostiene en un argumento lineal, sólido, pero sobre todo en el desarrollo de un grupo de personajes sumamente atractivos, a los que cualquier lector de este libro querrá volver a ver. La dinámica del equipo, los poderes y las personalidades de estos freaks, hacen que El Ultimo Recurso trascienda los confines de la historieta de aventuras con monstruos y machaca para aspirar a cautivar a un lector más exigente, a cuya inteligencia apela todo el tiempo el guión de Lubrio, incluso cuando nos salpica con tripas, vómitos y bizarreadas varias.
La mejor decisión de Lubrio, sin embargo, es no haber dibujado él mismo este guión. El estilo gráfico del creador de Lucy Niestra y Zoila Zombie va mucho mejor –me parece- con otro tipo de relatos. Y además, a la hora de buscar un dibujante, Lubrio se sacó la lotería, el PRODE y el Quini 6 de la mano del marplatense Kundo Krunch, a quien (desde que cambió radicalmente de estilo) hemos visto progresar a pasos agigantados. Entre este trabajo y el que vimos el 03/10/19, Krunch se dio el lujo de firmar en muy poquito tiempo dos obras absolutamente imprescindibles, que seguro estarán entre lo más notable de este extraño 2019. Y ni me quiero imaginar lo que viene.
Recomiendo mucho El Ultimo Recurso, espero que Lubrio y Kundo produzcan infinitas secuelas y comendo a la editorial Libera la Bestia por apostar a un proyecto como este, que no cualquiera te edita un libro de 80 páginas a todo color con esta calidad.

Nada más, por hoy. Estamos a exactamente un mes del festejo de los 10 años del blog, así que muy pronto habrá más información para lso que estén con ganas de venir a acompañarme el 28 de Diciembre en Sector 2814. Au revoir.

martes, 26 de noviembre de 2019

ESSENTIAL FANTASTIC FOUR Vol.9

Bizarro flashback a los albores del blog, al lejano 17/08/10, cuando me tocaba reseñar el essential anterior a este. Y sí, volvemos a la Verdul Age, con un nuevo masacote que trae básicamente todo lo que se publicó de los Fantastic Four entre mediados de 1977 y mediados de 1979. O sea que arrancamos en el nº 184, cuando todavía Len Wein escribía y coordinaba esta serie, y llegamos hasta el nº207, justo a la mitad de la etapa de Marv Wolfman, en la que ya estaba Jim Shooter como Jefe de Coordinadores y no dejaba que los guionistas coordinaran además las series que escribían.
La transición de Wein a Wolfman es casi imperceptible: Ninguno de los dos sorprende ni entusiasma demasiado en su paso por esta serie, que –digamos la verdad- en los ´70 era más bien intrascendente. Wein se da el lujo de dejar la serie tras el nº194, con los Fantastic Four disueltos hacía ya varios números. Esa es la única idea interesante que aportan los números escritos por el co-creador de Wolverine y Swamp Thing: separar al cuarteto y empezar a contar historias en las que las vidas de Reed, Sue, Johnny y Ben prácticamente no se cruzan. Ni siquiera resuelve el plot de los poderes de Reed (los perdió en el tomo anterior): eso quedará para su sucesor y amigo Marv.
Y por supuesto, Wolfman empieza a construir de a poco el regreso triunfal del cuarteto, que coincidirá (lógicamente) con un nº200 un poco mejor que el promedio de estos años y un nº201 malísimo, pero donde se oficializa la vuelta de Reed (ya con los poderes de siempre), su esposa, su amigo y su cuñado como equipo. De ahí en más los guiones vuelven a sumergirse en los pantanos de la irrelevancia y el aburrimiento, con la aparición de uno de los villanos más pedorros de todos los tiempos (the Monocle) y con tres de los FF mezclados en una saga cósmica que empalmaba con las tramas que Wolfman venía desarrollando en la revista de Nova, y que obviamente vendía mucho menos que la de los Fantastic Four. Esa saga se va a extender muchos números, prácticamente hasta el final de la Era Wolfman, así que para enterarse cómo termina hay que comprar las revistitas o el TPB que recopila los primeros números de John Byrne en esta serie, que son parte de esa poco atractiva epopeya.
Len Wein tiene como dibujante en casi todos sus números a George Pérez, mientras que en casi todos los números de Wolfman el dibujante es Keith Pollard. Pero claro, falta un dato fundamental y es que el entintador de toda esta etapa es Joe Sinnott, un tipo con un estilo tan fuerte, tan marcado, que se lleva puestos a todos los dibujantes a los que entinta. El cambio de Pérez a Pollard, por ejemplo, no se nota ni en la anatomía ni en las expresiones faciales. Hay que estudiar detalles menos superficiales como la puesta en página o cierto despliegue de detalles en los fondos, porque Sinnott hace que ambos dibujantes se vean básicamente idénticos. Lo mismo pasa cuando entra algún suplente a cubrir un bache o dibujar un Annual. John Buscema logra traspasar apenitas el estilo aplastante de Sinnott con su virtuosismo en materia de anatomía y expresiones faciales, pero su hermano Sal, en cambio, no logra distinguirse en lo más mínimo de Pollard gracias al trabajo del entintador.
Lo bueno es que, incluso muy eclipsado por las tintas, Pérez transpira a full la camiseta y nos regala páginas espectaculares, mientras que Pollard (por entonces mucho menos conocido) pone todo lo que tiene y hace un papel bastante decoroso. Se nota bastante como a lo largo de los episodios se compenetra más y se entiende mejor con los guiones de Wolfman, a los que hace más amenos, menos densos. De hecho, una vez que Wolfman y Pollard se harten de los caprichos de Jim Shooter y se vayan a DC, seguirán trabajando juntos varios años, primero en Green Lantern y más tarde en Vigilante.
Y hasta acá llegaron los Essentials de Fantastic Four, lamentablemente. Con uno más, se podría haber cubierto todo hasta el nº232, es decir, hasta que John Byrne desembarca como autor integral. Pero no hay más, así que del nº208 en adelante me guardo las revistitas. Esta no es una gran época para la Primera Familia de Marvel, no son los comics que más me gustó releer ni mucho menos, así que se la recomiendo sólo a los fans extremos de Wein, Wolfman o Pérez, o al que quiera leer TODO Fantastic Four.

Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

jueves, 21 de noviembre de 2019

DOS Y A CATAMARCA

A pocas horas de emprender otro largo viaje (¿el último del año?), me tomo un rato para redactar las reseñas de dos libritos que tengo leídos.
Retomo la lectura del Moon Knight de Jeff Lemire, que empecé el 01/11/19 (y andá a saber cuándo voy a terminar, porque son tres tomos y el tercero no lo vi jamás). Esto es un delirio, mal. Un comic que hace… diez años era impensable. 80 páginas sin villanos, en las que los “conflictos” se desarrollan en la mente del protagonista, cuando se enfrentan cuatro realidades distintas, que responden a las distintas personalidades en las que se fragmentó la psiquis de Moon Knight. Recién al final Lemire blanquea lo obvio, que es que todo lo que vemos pasa dentro de la mente del héroe y a su vez es todo un prólogo a lo que –supongo- va a pasar en el tercer tomo.
Si te quedaba alguna duda acerca de la salud mental de Moon Knight, este tomo te la termina de despejar: el paladín de Khonshu está totalmente chapa, y ese es el principal sostén de todo este arco argumental. Una alucinación, una exploración de la demencia como pocas veces se vio en este medio, una danza bizarra entre realidades que se interconectan en una psiquis hecha añicos. No es exactamente una aventura, pero igual te atrapa a full. Y sí, pegaría mucho más fuerte si en vez de 80 páginas fueran 48, o 60.
Esta vez Greg Smallwood tiene una participación mínima en la faz gráfica. Alguien (un genio) decidió que tres dibujantes invitados se hagan cargo de las secuencias protagonizadas por las distintas identidades de Moon Knight, en un juego hipnótico que nos permite incluso ver tres estilos gráficos muy distintos… ¡en la misma página! De los tres invitados, a Wilfredo Torres le tocan las escenas más tranqui, al alucinante Francesco Francavilla las más fuertes, las más violentas, y esas escenas de ciencia-ficción tipo Star Wars (que son las que menos peso tienen a nivel del guión) fueron a manos del glorioso James Stokoe, así que las disfruté enormemente. Otra locura brillante para esta serie, que sigue acumulando méritos para ser la mejor iteración de Moon Knight después de la etapa clásica (la de Doug Moench y Bill Sienkiewicz). Ojalá en algún momento me encuentre a buen precio el Vol.3.
Me vengo a Argentina, año 2019, cuando se recopila en libro El Rey de la Historieta, una novela gráfica de Federico Baert originalmente publicada por entregas (y a todo color) en un popular blog. La verdad que, al sacarle el color, el dibujo de Baert no pierde casi nada. Es un dibujo adusto, por momentos medio bestia, medio precario. Como un Marcos Vergara desangelado, sin el menor esfuerzo por agradar al lector. Muy eficaz en términos narrativos, pero visualmente un poco limitado. Voy a ser muy injusto con Baert, pero me imaginé esta historia dibujada por Peter Bagge y casi me desmayo de la emoción.
Claramente el fuerte de El Rey de la Historieta es el guión. La construcción del personaje central (Fabricio Barraza, el exitoso guionista de historietas infantiles que venden fortunas) y la tremenda sucesión de situaciones límite por las que atraviesa a lo largo de estas 78 páginas. La trama es un espiral incandescente de violencia, abyección moral y locura, teñida de un fatalismo devastador y un humor negrísimo, que destila hectolitros de mala leche. No hay muchas historietas así, tan jodidas, tan pensadas para incomodar al lector, con un mensaje tan contrario a cualquier tipo de corrección política, sin esperanza, ni empatía, ni solidaridad, ni ningún tipo de vínculo afectivo real entre los personajes.
Baert se jugó una carta fuerte y –por lo menos para mi gusto- ganó. A fuerza de truculencia, insensibilidad y sacudones tan brutales como verosímiles, Fabricio Barraza se convierte en un personaje definitivo, icónico, un arquetipo perfecto dentro de la categoría “tipos de mierda”.
Si no te molesta que el dibujo no sea virtuoso, y no te escandalizan los diálogos en los que se agrede sin ningún tapujo a mujeres, homosexuales, gordos, pobres, o chicos con Síndrome de Down, ni las escenas de abuso de drogas y alcohol, femicidios, pedofilia y canibalismo, El Rey de la Historieta te va a impactar. El tema es aguantar todo ese tsunami de sordidez y miseria y llegar al final. Para aquellos que lo logren, Baert tiene la más valiosa de las recompensas: no te deja salir del libro igual que como entraste. Sin dudas eso es lo que lo hace fundamental.

Gracias a todos por el aguante y nos vemos este sábado y domingo en la ColossusCom de Catamarca.

martes, 19 de noviembre de 2019

MARTES TRANQUI

Pasó Dibujados y ahora arranca la cuenta regresiva rumbo a ColossusCom, en Catamarca, próximo evento en mi infinito cronograma. Previo a eso, tengo un par de días bastante movidos, pero siempre hay un ratito para reseñar un par de brolis.
Empiezo con El Coyote, un álbum de 2016 en el que vuelven a colaborar la dupla integrada por el guionista Yves H. y su papá, el legendario maestro Hermann. Obviamente lo primero que llama la atención es lo espantosa que resulta esa portada, que encima se parece poquísimo a la de la edición francesa. Algún día entenderé por qué ECC se dedicó con tanto ahínco a publicar las grandes obras de Hermann… y a hacerle mierda las portadas.
El Coyote es un relato de sueños aplastados por una realidad cruel, injusta, sórdida, en la que no se cuelan ni cinco centavos de esperanza. Un mundo post-apocalíptico plagado de gente que quiere sobrevivir, emigrar a un lugar mejor, volver a empezar… y de gente que se aprovecha de la desesperación del prójimo para hacer su negocio, por supuesto manchado de corrupción y sangre de inocentes. Creo que el principal logro de Yves H. es la construcción de este mundo, esta atmósfera, esta sensación agobiante de que en un entorno que se ve bastante real y cercano, de pronto pasan todas estas cosas extrañas, angustiantes, truculentas. El personaje central (Sam) no me resultó particularmente carismático y los villanos son tan hijos de puta que por bien que los escriba Yves H., no se los puede redimir. Así que me quedo con eso: con el clima entre enrarecido y asfixiante y el ritmo de la historia, que es totalmente hipnótico.
Si venís siguiendo este blog hace un tiempo, habrás notado que sigo en forma incondicional a esta dupla y que en cada álbum encuentro cosas distintas que me atrapan y me dejan muy cebado. Eso habla de la gran versatilidad, sobre todo del guionista. Su papá,  dentro de todo, no cambia tanto de un álbum a otro. En todo caso acomoda la paleta de colores para plasmar mejor los distintos climas, pero al nivel del dibujo y la puesta en página, siempre tenemos al Hermann maduro, consagradísimo, ese capo que sabe darle a los relatos de aventura y violencia esa pátina de sofisticación tan linda, y que –cuando su hijo se lo permite- se pone la historieta al hombro con unas secuencias mudas que te hielan la sangre. Recomiendo a full El Coyote y ni bien vea más libros a buen precio, voy por más Yves H. y Hermann.
Hace relativamente poco (el 01/08/19) me tocó leer el Vol.2 de Manta y ya tengo leído también el Vol.3 de esta notable serie escrita por Jonathan Crenovich y Martín Mazzeo. Comparado con el Vol.2, este es un tomito en el que pasan menos cosas: la trama va más para el lado de la investigación que para el de la acción, como para mostrarnos en detalle cómo se va complicando el entramado de negocios turbios y muertes que le cagó la vida 20 años atrás a Santiago, el taciturno protagonista de la saga. El ritmo más pausado le da a los guionistas el espacio necesario para desarrollar como corresponde a los personajes centrales (Santiago y su amigo Manuka) y para cocinar a fuego lento un subplot que de a poco se va poniendo espeso. Una vez más, el punto más atractivo de toda esta entrega son los diálogos, afiladísimos y sumamente disfrutables, al punto de que puteás cada vez que aparece una secuencia muda.
Esta vez, Mazzeo y Crenovich tuvieron menos suerte con el dibujante. En lugar del correcto Ignacio Lázaro (al que vimos bancar los trapos muy decorosamente en el Vol.2), acá tenemos a su hermano, Matías Lázaro, que me gustó bastante menos. Matías tiene inconsistencias muy marcadas, como si en una viñeta quisiera dibujar como Jok y en la de al lado como un dibujante del under yanki y en la siguiente como Bryan Hitch. No se ve un criterio estético uniforme, más allá del color, que está muy bueno y también es obra del dibujante. Tiene momentos en los que repite mucho los planos y otros (pasado el primer tercio del librito) donde se juega más y sorprende más con la elección de los enfoques y el armado de las secuencias. Así como está, es un trabajo aceptable, pero me temo que esto mismo en blanco y negro mostraría de modo más elocuente unos cuantos problemas que ojalá Lázaro logre solucionar a futuro. Por suerte, el Vol.4 de Manta lo está dibujando Nicolás Brondo, una garantía absoluta en materia de solvencia gráfica y narrativa.
Y bueno, eso. Sigo enganchado con esta conjura cada vez más bizarra, ambiciosa y valiente, que andá a saber para dónde puede llegar a derivar. En este tomo Crenovich y Mazzeo nos revelan tantas cosas que eran totalmente inimaginables leyendo los dos primeros, que no me animo a presagiar ninguna resolución sin arriesgarme a quedar como un nabo. Si todavía no te subiste a la saga de Manta, metele pata, no te quedes afuera que está muy buena, posta.

Nada más por hoy. Gracias a todos los que se acercaron a saludar en Dibujados y seguro habrá un post más antes del viaje a Catamarca. Keep tuned.

viernes, 15 de noviembre de 2019

VIERNES ALUCINANTE

Ya palpitando la decimonovena edición de Dibujados, paro un poquito la pelota para sentarme a reseñar un par de libritos que me devoré en estos últimos días.
Allá por 1999 o 2000, el guionista Gustavo Schimpp y el dibujante Horacio Lalia crearon una trilogía de álbumes para el mercado francés llamada Belzarek. Salió el Vol.1, al poco tiempo salió el Vol.2 (siempre en tapa dura, a todo color, en el clásico formato de álbum europeo) y antes de que saliera el Vol.3 la editorial puso una pausa, y poco después se fundió. O sea que el tercer y último tomo de Belzarek, las últimas 44 páginas, quedaron inéditas. Ahora el propio Schimpp (convertido en editor del sello Gorgona) lanzó el tomo integral de Belzarek, por primera vez completo y por primera vez en castellano. En el medio se perdió el color, pero la verdad que no era gran cosa. Tengo los dos primeros tomos en francés y ni en pedo me los quiero quedar, ahora que tengo la historia completa y en blanco y negro.
El dibujo del maestro Lalia se luce muchísimo sin los colores, y está repleto de detalles alucinantes, texturas, efectos… Lalia conoce a la perfección este medioevo mugriento y dark que elige Schimpp para ambientar la saga, y le pone todo a la documentación, con y sin referencias fotográficas. Y el tramo que transcurre en el Infierno le permite a Lalia imaginar sin límites, irse bien al carajo en la creación de un paisaje que combina horror, opresión y (satánica) majestad.
Schimpp escribe muy bien, con algunos recursos heredados de Robin Wood, y lleva la trama central con muy buen pulso a lo largo de los dos primeros tercios. Para el tercio final, el guionista incorpora una segunda trama (la clásica runfla entre demonios grossos para ver quién es el más capo del Averno) y eso deja medio en off-side al hilo argumental protagonizado por Chretien de Beziers. Que sigue avanzando, pero no parece conectar armónicamente con la otra línea, a la que Schimpp le da mucho más espacio y más desarrollo. Finalmente, cuando faltan seis páginas para el final, las dos líneas argumentales confluyen y todo cierra de modo má que satisfactorio.
Belzarek no es la Octava Maravilla del Noveno Arte, no te cambia la vida en lo más mínimo, pero es una linda historia de poder, corrupción, oscurantismo, horror, legados macabros y machaca sobrenatural, con muy buen nivel tanto en los textos como en los dibujos. Una de terror a la que se le puede entrar sin miedo.
Y sigo adelante con la inclasificable Oyasumi Punpun, ahora en el Vol.7, ya parte de la segunda mitad de esta obra del genial Inio Asano. La gran novedad de este tomo es la (breve) primera aparición del papá de Punpun, un personaje que -hasta ahora- aportó muy poco. Y el regreso de Yoichi, el tío, que no recupera el protagonismo perdido pero tiene una escena absolutamente memorable.
Todo el resto gira en torno a Punpun, ya lejos de la secundaria y buscando su lugar en el mercado laboral de la gran ciudad. No tiene mucho sentido hablar del argumento, porque lo que efectivamente pasa en este tomo es mínimo: Asano no tiene ningún apuro y hasta él mismo ironiza con lo lento que avanzan las tramas en esta serie. Me intrigó una escena centrada en personajes adultos a los que no habíamos visto nunca (veremos si más adelante eso conecta o no con la historia de Punpun) y me volví loco con esas casi 20 páginas contadas “en cámara lenta” en las que Punpun se cruza con Aiko en una estación de trenes. Esa secuencia hay que usarla en las escuelas para dar clase de ritmo narrativo.
Oyasumi Punpun se siente cercano, real, pero es un manga de otro planeta. Nunca en mi vida leí un manga (o un comic, en general) que se metiera tan a fondo en la psiquis de un personaje, que dedicara tantas páginas a explorar el mundo interior de un personaje, sus estados de ánimo (que además determinan aspectos centrales del siempre cambiante grafismo de Asano), sus sueños, frustraciones, filias y fobias. El contexto, la ciudad, la sociedad, el entorno, tienen su peso (obvio) y Asano no se guarda nada a la hora de retratarlos de un modo bastante crítico, aunque sin predicar ni bajar una línea demasiado evidente. Pero lo que realmente impacta es el viaje interior de este chico (ya te olvidás que Asano lo dibuja como un pajarito-fantasmita) hacia la adultez, narrado con una profundidad y una crudeza que yo nunca había encontrado en ninguna otra narración, con o sin dibujitos.
Y de los dibujitos del sensei Asano ya a esta altura ni me caliento en hablar. Cierro con la enfática recomendación de engancharse con esta extrañísima serie (idiosincrática hasta el tuétano) de uno de los mejores mangakas de todos los tiempos.

Domo arigato, y nos vemos el domingo y el lunes en Dibujados.        

martes, 12 de noviembre de 2019

MARTES BRAVO

En medio de los estallidos en Chile, Bolivia y Haití, entre tanto sacudón informativo y polémica barata de redes sociales, me tomo un ratito para reseñar un par de libros que me terminé en estos días.
Empezamos en EEUU, año 2017, cuando se publica el primer TPB de Kill or be Killed, de los maestros Ed Brubaker y Sean Phillips. Se trata de un thriller urbano actual, violento, despiadado, con un elemento sobrenatural no tan enfatizado, una bajada de línea socio-política también bastante camuflada, y una construcción de personajes absolutamente brillante, sin dudas el rubro en el que más brilla esta serie, por lo menos en el inicio.
No quiero contar mucho de la trama. Sí subrayar que lo más interesante que tiene es cómo maneja Brubaker un dilema moral que ya conocemos los lectores de Nexus y Death Note. El protagonista, básicamente un flaco común y corriente llamado Dylan, tiene que matar gente y para eso elige sus víctimas entre personas irredimibles, auténticos hijos de puta. De nuevo tenemos a un “héroe” que convierte en fiambres a escorias de la humanidad, y de nuevo nos preguntamos lo mismo que en Nexus o en Death Note: ¿cuál es el criterio, cómo se decide –entre tanta mierda- quién es lo suficientemente mierda como para poder hacerlo boleta a sangre fría, sin sentir el menor remordimiento? Ni el mecanismo de ejecución ni los criterios para elegir a quién asesina Dylan se parecen a los de Nexus o Death Note, pero básicamente Brubaker está hablando de lo mismo. De hecho, la sincronía con el manga de Takeshi Obata y Tsugumi Ohba es tan notoria, que el personaje secundario más importante de Kill or be Killed se llama… Kira.
Una vez más, el zarpadísimo Sean Phillips se compenetra al 100% con el relato y nos ofrece una leve mutación en su grafismo, ahora con menos manchas negras, lo cual hace que se note un poco más cuándo dibuja posta y cuándo retoca fotos. La referencia fotográfica está muy, muy presente en estas páginas, seguramente para reforzar la sensación de que la historia que narra la dupla es actual, urbana y -en una de esas- hasta verosímil. La narrativa es ajustada, con muchísimo ritmo, con espacio para que cada tanto Phillips meta poquitas viñetas por página y deje el alma en cada una de ellas, y el trabajo de Elizabeth Breitweiser en el color es magnífico.
Kill or be Killed fue una serie corta, con sólo 20 episodios, y están todos reunidos en cuatro TPBs. No tengo los que le siguen a este Vol.1, así que no sé cuándo la voy a retomar, pero me dejó muy manija. Sí, acepto donaciones.
Vengo a Argentina, año 2019, cuando aparece el primer tomo de Los Prodigios, un nuevo intento de traer a nuestro país una historieta inequívocamente superheroica. Recomiendo repasar el texto que apareció en este espacio el 09/06/12, donde yo expongo por qué desconfío muchísimo de cualquier intento de transplantar esa temática 100% yanki a un país como el nuestro. Con eso en claro, debo decir que me sorprendió gratamente la forma en que el guionista Gastón Flores (ya vimos varios trabajos suyos acá en el blog) propone el siempre complicado transplante. Me gustó la decisión de arrancar con un grupo de superhéroes ya consolidado, me atrapó el contrapunto entre un personaje sumamente ingenuo (Laura/Aurea) y uno tremendamente cínico (Avefría) y me resultó atractivo cómo Flores deconstruye a un personaje que parecía muy pulenta (supongo) para reformularlo más adelante en modo villano. Todo esto con mucho ritmo, sin saturarnos con información, con bastante acción y con diálogos muy bien sintonizados al oído argento de hoy.
Lo que menos me cerró fue el villano, un monstruo genérico al que Flores no le interesa en lo más mínimo desarrollar. Había que hacer que los Prodigios lucharan contra algo, y bueno, en esta cantidad de páginas (64 sólo de historieta, más “documentación” y textos complementarios al estilo Watchmen) no hubo espacio para darle más bola a la amenaza. Tampoco para que se luzcan todos los integrantes del equipo, pero eso (de nuevo, supongo) sucederá en las entregas posteriores.
El dibujo de Sebastián Guidobono, muy flojito. Aceptable en los primeros planos (ahí algún distraído creerá que está leyendo un comic de Mariano Navarro) y muy precario cuando tiene que narrar “de lejos” y mostrar tomas panorámicas con los personajes de cuerpo entero. Ahí hay viñetas visualmente muy pobres, a las que por suerte levantan bastante los colores, también aplicados por Guidobono. Ojalá en la próxima entrega el dibujante logre superar aunque sea algunas de estas limitaciones.
Si sos fan del concepto de “superhéroes argentinos”, no tengo dudas de que Los Prodigios te va a cautivar, simplemente porque Gastón Flores hizo bien lo que unos cuantos suelen hacer mal.  

Y nada más. Hasta el 22 no me muevo de Buenos Aires, así que espero agarrar un buen ritmo de reseñas. Ah, sí, algo más: ya hay fecha para el festejo de los 10 años del blog. Sábado 28 de Diciembre a la tarde, en el subsuelo de Sector 2814 (Suipacha 892, ciudad de Buenos Aires). Ampliaremos.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

DOS Y A DORMIR

Estoy bastante cansado, con muchas ganas de irme a apolillar, pero estiro un poquito más la jornada del miércoles para reseñar un par de libritos que me bajé en estos días.
Arrancamos en 2006, cuando se publica en Francia una obra bastante extraña del maestro Manu Larcenet. Vida de Perros (una aventura rocambolesca de Sigmund Freud) parece un rejunte, un amalgam (para decirlo en términos comiqueros) entre dos ideas distintas, muy distintas, tan distintas que al fusionarlas en un único álbum, el autor descoloca incluso a los fans que lo seguimos a todas partes hace añares. Por un lado, tenemos la muy buena idea de mandar a Freud a recorrer los polvorientos desiertos de Estados Unidos, en la segunda mitad del Siglo XIX, cuando en buena parte de ese territorio el salvajismo todavía se imponía por sobre la civilización. Larcenet se toma totalmente en joda la figura del Padre del Psicoanálisis y lo reduce a una caricatura sumamente idónea para la comedia y el humor. Su adláter, Igor, es un personaje simple, unidimensional, también pensado totalmente en función del aspecto humorístico del álbum. “Freud recorre el Salvaje Oeste y vive bizarras peripecias mientras busca un cowboy para psicoanalizar” es un pitch infalible, de innegable atractivo. Le tirás ese anzuelo a cualquier editor y pica seguro.
Pero hay más: Vida de Perros se llama así porque el protagonista no es Freud (ni Igor), sino un perro. Un perro que camina sobre sus patas traseras, manipula objetos como si tuviera manos, viste pantalones y habla, en vez de ladrar. Todo lo importante que pasa en este comic, desde la primera página hasta la anteúltima, le pasa a Spot, este perro antropomórfico que –sin ninguna explicación- se codea con los humanos como si fuera uno más de ellos. ¿Qué es esto? ¿Es una metáfora? ¿En realidad Larcenet está hablando de cómo eran tratados los negros en los EEUU del Siglo XIX y en vez puso a un perro en lugar de un negro? Es bastante probable.
Lo importante es que la trama principal (la de Spot) es hipnótica, potente y está repleta de acción y de momentos en los que Larcenet nos invita a la reflexión. Y los contrapuntos entre el sofisticado doctor Freud y los violentos habitantes de estos EEUU jóvenes y rudimentarios también están muy logrados. Faltaría (en una de esas) explicar un poco mejor a Spot, o reemplazarlo por un humano de raza negra. Y terminar de fusionar mejor la magnífica trama que lo tiene como eje central con las hilarantes desventuras de Freud y su asistente, que a veces interrumpen el hilo del relato con cierta torpeza, como un flato estridente en medio de una suite para violín y flauta traversa. El dibujo de Larcenet, brillante como siempre, con algunos puntos de contacto con el estilo de Lewis Trondheim y muchísimos hallazgos en la puesta en página. Si lo ves a un precio razonable, entrale sin dudarlo.
A principios de este año me tocó reseñar el Vol.1 de Ladrones y Mazmorras, el primer recopilatorio en nuestro idioma de Dungeons & Burglars, la historieta de Rodolfo Santullo y Jok que aparece cada semana en la revista digital británica Aces Weekly. Se ve que la edición argentina/uruguaya tuvo buena aceptación, porque ya está en mis manos el Vol.2, de nuevo con varias historias cortas ambientadas en un universo al estilo Dungeons & Dragons, con guerreros, hechiceros, ladrones, reyes, princesas, piratas, y sí, dragones. El toque de distinción, que convierte a Ladrones y Mazmorras en una obra tan atípica como adictiva, es que todo esto está tomado para la chacota.
Santullo subvierte este clásico género de la aventura para brindarnos un festival farsesco, jocoso, por momentos irónico, por el que desfilan personajes entre inescrupulosos y entrañables, muy bien delineados. Esta vez hay aventuras un poco más largas, resueltas en dos episodios de 11 páginas, y otras más breves, donde todo se resuelve en la página 11. Me gustaron mucho una de las más largas (El Estandarte) y una de las más cortas (Un Trabajo Simple), dos historietas que –me parece- le hubiese gustado escribir a Carlos Trillo. Y las demás no están nada mal, eh? Todas tienen buen ritmo, diálogos graciosos, situaciones que le escapan al control de los personajes, buenos giros argumentales… Y por supuesto en todas se luce a full el dibujo de un Jok inspiradísimo, dispuesto a dejar la piel en cada viñeta y a tirar magias dignas de Quique Alcatena, Enrique Breccia o Mike Mignola en los fondos, las criaturas, la indumentaria y hasta en las expresiones faciales de los muchos y muy atractivos personajes. Un verdadero deleite para los ojos de cualquier fan del claroscuro.
Lo único que tengo para criticar es la cantidad de páginas del libro que NO ofrecen historietas y se despilfarran entre carátulas, separadores y páginas 100% en blanco, como si no hubiese más historietas de esta serie para traducir al castellano, o como si esas páginas (vacías como los negocios de la Avenida Córdoba en tiempos de debacle neoliberal) no encarecieran el precio que terminamos pagando por el libro. El resto, todo muy, muy disfrutable. Ojalá tengamos todos los años una dosis de Ladrones y Mazmorras… y más historietas de Santullo y Jok, ¿por qué no?

Gracias por el aguante y nos encontramos este viernes, sábado y domingo en la San Luis Comic Con.

lunes, 4 de noviembre de 2019

RESEÑAS DE LUNES

Retomo las reseñas, ahora en la cuenta regresiva rumbo a la San Luis Comic Con, donde voy a estar este viernes, sábado y domingo junto a una cantidad inverosímil de artistas de primer nivel.
Tenía pendiente el Vol.2 de Spinnerette, ese comic que tuvo bastante éxito en la web y en Argentina se publicó en libro a través de OVNI. El principal cambio respecto del Vol.1 (ver reseña del 24/10/19) está en el dibujo, porque apenas empezado este tomo, Rocío Zucchi reemplaza a Walter Gómez al frente de lápices y tintas. La impronta de Zucchi es menos grotesca que la de Gómez, logra un equilibrio más sutil entre rasgos superficiales que nos remiten al shonen y una narrativa típica de comic de superhéroes, y además se va menos al carajo a la hora de dibujar la anatomía de las mujeres, las sexualiza un poco menos. Indagando un poco más, logré confirmar que esto que acá vemos impreso en blanco, negro y grises originalmente se publicó a todo color, y que la tarea de colorear el comic recayó en el siempre eficaz Exequiel Fernández Roel, que en el libro aparece acreditado como “Grises”. En realidad, alguien de OVNI se encargó de “traducir” a grises las páginas coloreadas por Exequiel, con resultados no del todo satisfactorios. Por momentos, todas esas tonalidades de gris crean un “efecto empaste” que desluce un poco el dibujo fresco, dinámico y a la vez muy detallado de Zucchi.
Y el guión… lamentablemente es tan flojito como el del Vol.1. El amigo Krazy Krow (oriundo de Corea del Sur) descuida bastante el tono de comedia que había logrado en el inicio de la serie, que ahora vira rápidamente hacia una machaca violenta, oscura y peligrosa contra un villano muy hijo de puta (oh, casualidad, nacido en Corea del Norte), como si pasaras de leer… Moon Girl & Devil Dinosaur a leer Punisher, así, de un sacudón. La trama romántica tampoco tiene peso, y de hecho el propio personaje protagonista se diluye un poco, ya que Krazy Krow abre mucho el juego a los compañeros y enemigos de Spinnerette. Posta, no hay mucho más por afuera de la batalla contra el maligno Coronel Glass. La vez pasada no lo mencioné, pero la traducción está a cargo de Mauro Mantella, quien se ganó mi respeto y admiración… como guionista. La traducción, en cambio, tiene varias inconsistencias y una cantidad alarmante de frases que suenan muy mal al oído argentino, algo que se resuelve con el simple ejercicio de leer los diálogos en voz alta. Esperaba mucho más de Mantella, sinceramente.
Tengo entendido que hay más episodios de Spinnerette dando vueltas por la web, pero a) OVNI no los publicó y b) la serie no me enganchó como para ponerme a buscarlos. Así que hasta acá llego con este personaje. Ojalá alguien (OVNI, Ivrea, Magoya) publique pronto algún comic dibujado por Rocío Zucchi con un guión sólido y copado. Me resisto a ver a esta talentosa autora desperdiciando su talento en proyectos tan poco trascendentes como este.  
Y cierro con un lanzamiento reciente, Héroes en el Aula, una historieta para chicos escrita por David Rodríguez (Deivid, para los amigos) y dibujada por Aleta Vidal. Es una historia breve (48 páginas) donde Deivid trata de contar una historia entretenida y de delinear con onda y cariño a los… ocho personajes protagónicos. Y no, lamentablemente no le alcanzan las páginas para todo eso. Sobre todo porque, por encima de la trama, Héroes en el Aula se juega entera al mensaje que quiere transmitir: un mensaje relevante, sumamente positivo, en contra del bullying y la discriminación en las escuelas. Deivid cumple con creces la misión de bajar esta línea, pero –para mi gusto- no llega a complementarla con una historia tan potente como el mensaje y los valores que transmite. Seguramente los chicos menores de 11 ó 12 años que compren el libro no van a tener las objeciones que tengo yo a la hora de engancharme con lo que narra Deivid, y lo van a disfrutar muchísimo y hasta se van a sentir identificados con mucho de lo que pasa en estas páginas.
Al margen de esto, Héroes en el Aula tiene su principal atractivo en el dibujo de Aleta Vidal, que acá entrega el que probablemente sea el mejor trabajo de su carrera. Desde la planificación de la página hasta el color, toda la faz gráfica de este comic es espectacular. La línea sintética y amistosa, el diseño de los personajes, la composición de los cuadros, las expresiones faciales, el lenguaje corporal de los chicos, los fondos, la acción. Se nota el compromiso, la pasión, la onda que le puso Aleta a cada viñeta, a cada secuencia. Imposible hojear este librito sin sentir la necesidad imperiosa de atesorarlo por siempre. No tengo dudas de que el año que viene más de una maestra de escuela primaria le va a pedir a todos sus alumnos que lean, estudien y debatan en clase Héroes en el Aula.
Y nada más, por hoy. Tengo por delante unos días medio enkilombados, así que no sé si llegaré a postear en el blog antes del viaje a San Luis. Vamos a intentarlo, obvio, pero puede fallar.

Ah, otra cosa: nadie respondió nada acerca de la posibilidad de festejar con un evento los 10 años del blog. ¿Qué onda? ¿Armamos algo, o no hay quorum?

viernes, 1 de noviembre de 2019

OTRA VEZ NOVIEMBRE

Una vez más arranca un mes que me gusta mucho, no sólo por el clima, sino porque se me suelen acumular muchos eventos y casi todos me llevan de viaje por distintos lugares del país o el continente. Esta noche, sin ir más lejos, estoy con todas las ganas de salir, pero me tengo que ir a dormir temprano para estar mañana al mediodía en la Pergamino Comicon. Aprovecho, entonces, para postear las reseñas de los últimos libritos que leí.
Hace no mucho, el 11/06/19, me despedía del Moon Knight de Brian Wood y Greg Smallwood con la promesa de reencontrarme con el personaje y el dibujante en la etapa donde los guiones van a manos del siempre sorprendente Jeff Lemire. Y acá estoy, con este TPB de 2016 en el que el guionista canadiense le pega otra vuelta de tuerca, extrema, de altísimo impacto, al justiciero creado en los ´70 por Doug Moench. Si hasta acá guionistas como Brian Michael Bendis, Warren Ellis o el propio Wood venían coqueteando con la posibilidad de que a Moon Knight le faltaran un par de jugadores, Lemire lleva esa idea al carajo y más allá. En esta saga (coherentemente titulada “Lunatic”), Marc Spector no es un héroe, ni un justiciero urbano, ni nada. Es un demente internado en un manicomio, en el que además están… ¡los cuatro personajes secundarios más importantes de la etapa de Moench!
Son 100 páginas llenas de sacudones impredecibles, todo el tiempo sobre la delgada cornisa que separa la cordura de la demencia, con Khonshu dejando cáscaras de banana en la cornisa, como para que no falten oportunidades de ver a Moon Knight derrapar hacia el abismo. Lemire trabaja durísimo para que vos no le creas a nadie: ni a los buenos, ni a los malos, ni a los psiquiatras, ni a personajes que cambian de alineación más de una vez durante la saguita. Esto es rarísimo: un comic de acción, con piñas y persecuciones, con climas opresivos, agobiantes, pesadillas, alucinaciones, drogas, electroshocks y varias versiones contradictorias de los mismos hechos. La deconstrucción más bestial de un personaje clásico que recuerdo haber leído en mucho, mucho tiempo.
Y el dibujo de Greg Smallwood es devastador. Casi todo está dibujado en un estilo que combina la estética dura, potente, oscura de Sean Phillips y Shawn Martinbrough con la elegancia y la plasticidad de García López. Una gloria absoluta. Pero además, en los flashbacks y las secuencias oníricas el dibujante cambia el estilo y prueba con cosas loquísimas, entre ellas homenajes al trazo de Bill Sienkiewicz, el dibujante que hiciera levantar vuelo a Moon Knight a principios de los ´80. El color de Jordie Bellaire también es magnífico, y por suerte tengo un TPB más de estos mismos autores para leer pronto.
Allá por el 26/03/11, después de leer La Ciudad de los Puentes Obsoletos, me quedé a la espera de una nueva novela de Federico Pazos en la que –en una de esas- el autor lograra combinar su descomunal talento para el dibujo, el color y el armado de las secuencias con un guión fuerte, sólido, 100% convincente. Y esperé, y esperé, y esperé, y finalmente se publicó La Resaca y ¿con qué me encontré? Con otras 120 páginas dibujadas a un nivel inhumano, con cuatro estilos distintos, mil variantes brillantes en la puesta en página, un manejo del color demasiado perfecto para ser real, mucho, muchísimo más texto que en Los Puentes Obsoletos… y de nuevo, un guión que no me terminó de cerrar.
La Resaca tiene algunos momentos absolutamente geniales. Toda la secuencia del pirata y toda la del viejo mal llevado son páginas y páginas fascinantes, muy bien escritas, repletas de hallazgos en la narrativa. Todo el tiempo (en estas secuencias y en las otras) te preguntás ¿a dónde va todo esto?, ¿cómo enganchan las cuatro historias? ¿son realmente historias, o son larguísimas escenas de gente que habla o piensa? Y sí, todas esas escenas aparentemente inconexas, todos esos diálogos interminables (algunos muy graciosos, otros muy introspectivos) van hacia un lugar. Y no, no son exactamente historias. Son… situaciones, pongamoslé. Ni siquiera situaciones límite, de esas que los autores suelen usar para definir rápidamente a los personajes. Estos personajes se definen de a poco, haciendo y diciendo boludeces, cosas de todos los días… Filosofan, cuentan anécdotas, algunos casi no se mueven. Entonces entra en escena la magia de Pazos para imaginar metáforas visuales zarpadísimas, como para no dibujar 120 páginas de tipitos conversando. Y ahí es donde La Resaca te lleva puesto y te estrola contra la pared.
De nuevo, el guión me generó unos cuantos “peros”. Y de nuevo, todo el aspecto visual de la obra, desde la portada hasta la tipografía de los textos, me lleva a pensar que Fede Pazos es un Genio del Noveno Arte, un creador de climas, universos y personajes que no intersectan fácilmente ni con la aventura ni con los otros géneros clásicos, pero que te seducen, te incluyen, te emocionan y te dejan pensando. Demasiada belleza para 120 páginas, en serio.

Y nada más, por ahora. Ah, el miércoles a las 19hs voy a estar en la Casa de la Cultura de Vicente López, como moderador de un panel de guionistas. La entrada es gratis y los guionistas son capos, así que si están al pedo, vengan. Nos reencontramos la semana que viene, con nuevas reseñas acá en el blog.