En medio de los estallidos
en Chile, Bolivia y Haití, entre tanto sacudón informativo y polémica barata de
redes sociales, me tomo un ratito para reseñar un par de libros que me terminé
en estos días.
Empezamos en EEUU, año
2017, cuando se publica el primer TPB de Kill or be Killed, de los maestros Ed
Brubaker y Sean Phillips. Se trata de un thriller urbano actual, violento,
despiadado, con un elemento sobrenatural no tan enfatizado, una bajada de línea
socio-política también bastante camuflada, y una construcción de personajes
absolutamente brillante, sin dudas el rubro en el que más brilla esta serie,
por lo menos en el inicio.
No quiero contar mucho de
la trama. Sí subrayar que lo más interesante que tiene es cómo maneja Brubaker
un dilema moral que ya conocemos los lectores de Nexus y Death Note. El
protagonista, básicamente un flaco común y corriente llamado Dylan, tiene que
matar gente y para eso elige sus víctimas entre personas irredimibles,
auténticos hijos de puta. De nuevo tenemos a un “héroe” que convierte en
fiambres a escorias de la humanidad, y de nuevo nos preguntamos lo mismo que en
Nexus o en Death Note: ¿cuál es el criterio, cómo se decide –entre tanta mierda-
quién es lo suficientemente mierda como para poder hacerlo boleta a sangre
fría, sin sentir el menor remordimiento? Ni el mecanismo de ejecución ni los
criterios para elegir a quién asesina Dylan se parecen a los de Nexus o Death
Note, pero básicamente Brubaker está hablando de lo mismo. De hecho, la
sincronía con el manga de Takeshi Obata y Tsugumi Ohba es tan notoria, que el
personaje secundario más importante de Kill or be Killed se llama… Kira.
Una vez más, el
zarpadísimo Sean Phillips se compenetra al 100% con el relato y nos ofrece una
leve mutación en su grafismo, ahora con menos manchas negras, lo cual hace que
se note un poco más cuándo dibuja posta y cuándo retoca fotos. La referencia
fotográfica está muy, muy presente en estas páginas, seguramente para reforzar
la sensación de que la historia que narra la dupla es actual, urbana y -en una
de esas- hasta verosímil. La narrativa es ajustada, con muchísimo ritmo, con
espacio para que cada tanto Phillips meta poquitas viñetas por página y deje el
alma en cada una de ellas, y el trabajo de Elizabeth Breitweiser en el color es
magnífico.
Kill or be Killed fue una
serie corta, con sólo 20 episodios, y están todos reunidos en cuatro TPBs. No
tengo los que le siguen a este Vol.1, así que no sé cuándo la voy a retomar,
pero me dejó muy manija. Sí, acepto donaciones.
Vengo a Argentina, año
2019, cuando aparece el primer tomo de Los Prodigios, un nuevo intento de traer
a nuestro país una historieta inequívocamente superheroica. Recomiendo repasar
el texto que apareció en este espacio el 09/06/12, donde yo expongo por qué
desconfío muchísimo de cualquier intento de transplantar esa temática 100%
yanki a un país como el nuestro. Con eso en claro, debo decir que me sorprendió
gratamente la forma en que el guionista Gastón Flores (ya vimos varios trabajos
suyos acá en el blog) propone el siempre complicado transplante. Me gustó la
decisión de arrancar con un grupo de superhéroes ya consolidado, me atrapó el
contrapunto entre un personaje sumamente ingenuo (Laura/Aurea) y uno
tremendamente cínico (Avefría) y me resultó atractivo cómo Flores deconstruye a
un personaje que parecía muy pulenta (supongo) para reformularlo más adelante
en modo villano. Todo esto con mucho ritmo, sin saturarnos con información, con
bastante acción y con diálogos muy bien sintonizados al oído argento de hoy.
Lo que menos me cerró fue
el villano, un monstruo genérico al que Flores no le interesa en lo más mínimo
desarrollar. Había que hacer que los Prodigios lucharan contra algo, y bueno,
en esta cantidad de páginas (64 sólo de historieta, más “documentación” y
textos complementarios al estilo Watchmen) no hubo espacio para darle más bola
a la amenaza. Tampoco para que se luzcan todos los integrantes del equipo, pero
eso (de nuevo, supongo) sucederá en las entregas posteriores.
El dibujo de Sebastián
Guidobono, muy flojito. Aceptable en los primeros planos (ahí algún distraído
creerá que está leyendo un comic de Mariano Navarro) y muy precario cuando
tiene que narrar “de lejos” y mostrar tomas panorámicas con los personajes de
cuerpo entero. Ahí hay viñetas visualmente muy pobres, a las que por suerte
levantan bastante los colores, también aplicados por Guidobono. Ojalá en la próxima
entrega el dibujante logre superar aunque sea algunas de estas limitaciones.
Si sos fan del concepto de
“superhéroes argentinos”, no tengo dudas de que Los Prodigios te va a cautivar,
simplemente porque Gastón Flores hizo bien lo que unos cuantos suelen hacer
mal.
Y nada más. Hasta el 22 no
me muevo de Buenos Aires, así que espero agarrar un buen ritmo de reseñas. Ah,
sí, algo más: ya hay fecha para el festejo de los 10 años del blog. Sábado 28
de Diciembre a la tarde, en el subsuelo de Sector 2814 (Suipacha 892, ciudad de
Buenos Aires). Ampliaremos.
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