Llueve, sale el sol, refresca, hace calor, sopla un
vendaval, se calma… Imposible decidir qué ropa ponerse para salir hoy a la
calle, por lo menos en Buenos Aires. Pero bueno, ya estoy en casa tranqui y en
patas, listo para escribir nuevas reseñas.
Arranco en Brasil, con un libro editado en el 2000:
Fantasías Urbanas, un recopilatorio de tiras e historietas de Aline, la
fabulosa creación del gran Adao Iturrusgarai. El dibujo de Adao en esta obra es
perfecto: plástico, sintético, con mucha gracia, con un trazo amistoso que
rápidamente te incluye, te atrapa, te invita a jugar. Los fondos están buenísimos, el color es excelente y cuando
el chiste lo invita a Iturrusgarai a cambiar de estilo, lo hace y vuelve a
sorprender.
La tira nos mete en la desopilante comedia que es la vida
de Aline, una chica de… ¿18, 19, 20 años?, fanática del sexo, la birra y el
rock, que tiene dos novios y se acuesta con los dos al mismo tiempo, con total
naturalidad. Una verdadera pionera del poliamor. Adao nos hace querer muchísimo
a esta chica, en parte porque –si bien está clarísimo que es muy atractiva- no
la hace posar de diosa, sino que nos la muestra en situaciones patéticas, desde
la obvia paja abajo de las sábanas hasta vómitos, meos en cualquier lado y un
pase de merca que la deja recontra-acelerada. Además del sexo, la droga y el
rock, Iturrusgarai problematiza (con perdón de la palabra) también el tema de
las dietas, de cómo las chicas jóvenes perciben su cuerpo, y le dedica unas
cuantas tiras al síndrome pre-menstrual. Todo esto de modo muy zarpado y sobre
todo muy gracioso, con un timing preciso, afilado y unos remates explosivos e
impredecibles.
Aline es una gran tira, con mucha honestidad y mucha
valentía para explorar los aspectos menos glamorosos de la vida exterior e
interior de una chica joven, a un nivel muy alto y encima con algunos de los
mejores dibujos de este gran autor brasileño radicado hace ya varios años en
Argentina. Y no, en nuestro país esto no lo edita nadie. Hay que conseguir las
ediciones brazucas y leerlo en portugués. ¡Droga!
Avanzamos unos años y llegamos a 2004, cuando Will Pfeifer
toma las riendas de la serie regular de Aquaman, tras un relanzamiento a cargo
de Rick Veitch sumamente puteado por la hinchada. Pfeifer arranca con los tapones
de punta, pateando el tablero bien a la mierda: más de media ciudad de San
Diego se hunde en el Océano Pacífico y empiezan a aparecer sobrevivientes… ¡que
respiran agua en vez de aire! Aquaman se va a poner al hombro la reconstrucción
de esta nueva ciudad sumergida, la organización de esta sociedad que ahora
respira agua y trata de adaptarse a la vida sin fuego, sin papel, sin un montón
de cosas que no pueden existir bajo el agua. Y además va a investigar qué
carajo pasó, quién o quiénes son los responsables del cataclismo y de la
imposible mutación que sufrieron estos miles de humanos que ahora conviven con
los peces.
La trama es realmente atrapante, está muy bien llevada,
los sacudones y las revelaciones shockeantes llegan en los momentos justos, hay
construcción de subplots a futuro, personajes nuevos pensados para enriquecer
la mitología del personaje y si hay algo para criticar es que Aquaman no tiene
profundidad. Al guionista no le interesa ahondar en la personalidad del
ex-monarca de Atlantis sino que nos lo presenta simplemente como un tipo noble,
poderoso y por momentos un toque intimidante, siempre decidido a hacer lo
correcto, cueste lo que cueste. Los diálogos están bien, no hay escenas de
machaca metidas a presión, y casi hasta el final me comí el amague de que Sub
Diego se podía leer como una novela gráfica, con principio, desarrollo y fin.
En última instancia, Pfeifer me empomó y me dejó un par de puntas sin resolver…
pero por suerte tengo a mano el TPB que le sigue a este.
A cargo del dibujo está Patrick Gleason, no al nivel que
veremos más tarde en Green Lantern Corps o Batman & Robin, pero con buenos
primeros planos, buena anatomía, una narrativa sobria y consistente, un
entintado versátil a cargo de Christian Alamy (otrora dibujante de varias
miniseries de Lobo) y lo más lindo: Gleason le sigue el ritmo a Pfeifer y
dibuja ocho episodios consecutivos, algo que hoy, 15 años después, es
prácticamente una quimera.
Había leído esta saga hace más de 10 años y en revistitas,
y creo que esta vez la disfruté un poco más. Y si mal no recuerdo, lo que viene
después (creo que ya sin Pfeifer) es mejor. Así que sí, recomiendo Sub Diego a
los fans de Aquaman, de Will Pfeifer, o de los superhéroes de DC en general.
Nada más por hoy. Nos vemos el sábado a las 17 hs en
Sector 2814 y pronto habrá nuevas reseñas acá en el blog.
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