martes, 1 de marzo de 2022
NUEVO MES, NUEVAS RESEÑAS
No sé si este mes lograré meter seis entradas en el blog como en Febrero, porque de nuevo tengo planificados varios viajes. Pero se puede intentar.
Arranco en Japón, con una obra que –sospecho- data de la segunda mitad de los ´80 o muy principios de los ´90. Se trata de Garoden, un manga de Jiro Taniguchi en el que el prócer adapta una novela de Baku Yumemakura (autor también de La Cumbre de los Dioses, llevada al manga por nuestro ídolo). El libro tiene un gran problema: tiene 288 páginas y el hijo de mil putas que redactó el texto de la solapa se encarga de spoilearnos TODO lo que vamos a leer en las primeras… 200. O sea que recién en el último tramo nos puede llegar a sorprender alguno de los giros que ofrece la trama. Que son muy pocos, porque este es un manga de peleas, y cada pelea dura como 60 páginas. O sea que en las 90 páginas finales hay escaso margen para inventar algo que descoloque un poquito al lector.
Garoden propone una historia muy simple, muy lineal, que se basa en la necesidad que tiene Bunshichi Tanba de volver a pelear con el único luchador que alguna vez lo derrotó. No hay mucho más que eso, e incluso el supuesto antagonista, el muchacho que alguna vez le luxó el cogote a Bunshichi y lo hizo morder el polvo, es un personaje básicamente inexplorado, sin la menor profundidad. El énfasis está puesto claramente en Bunshichi, en su obsesión por encontrar esa revancha que le fue esquiva y en generar suspenso en torno a la próxima vez que ambos colosos de la lucha queden frente a frente.
Lo más interesante es cómo Taniguchi (y supongo que Yumemakura) aprovecha para tirar data muy interesante acerca del mundo del pro wrestling, un espectáculo que tiene características bastante “filo historietísticas”, pero del que se suele hablar poco en el medio que más nos gusta. Visto de afuera es un show estridente y (a veces) apasionante, pero el Lado B también tiene lo suyo en materia de roscas espurias entre gente sin escrúpulos a la que solo le interesa el billete. Garoden nos interna en ese submundo y de ahí salen escenas narradas por Taniguchi con frialdad y precisión. Y después están todas esas otras secuencias en las que el mangaka se divierte y nos impacta de lleno contándonos con lujo de detalles como Bunshichi le rediseña la cara a sus oponentes con los puños y los pies. Entre los momentos ambientados en el presente y los flashbacks al pasado, a este manga no le faltan para nada las extensas escenas de machaca al límite, con piñas, patadas y versiones bastante sangrientas de las clásicas tomas que solíamos ver en los programas tipo Titanes en el Ring.
Si sos muy fan del Taniguchi más introspectivo, el de esas historias parsimoniosas en las que prácticamente no hay conflictos, probablemente este festival de músculos y violencia te ahuyente antes de llegar a la página 50. Pero si querés ver al ídolo contar otro tipo de historias y llevar su dibujo (siempre fastuoso) hacia otros terrenos, me parece que con Garoden la vas a pasar bomba.
Acabo de llegar de Uruguay, y me quedo ahí, para revisitar Historiet@s.uy, una antología publicada en el 2000 en la que cinco dibujantes orientales adaptan al comic sendos relatos de escritores uruguayos.
Abre el recordado Eduardo Barreto, con un cuento futbolero de Mario Benedetti. El argumento me pareció bastante predecible y los textos no me terminaron de atrapar, pero el dibujo de Barreto es excelente. Lejos de la estética superheroica y con un despliegue impresionante de recursos gráficos que le permiten resolver con maestría todo lo que le pide el guion sin ir más allá del blanco y el negro. Esto es una cátedra de un dibujante en un nivel técnico y narrativo realmente muy notable. En muchas menos páginas, Ombú arremete contra un cuento de Juan Carlos Onetti, que tampoco me atrapó. La faz gráfica está resuelta con claroscuros y aguadas que me remitieron enseguida a Alberto Breccia, pero la narrativa, el armado de las secuencias y la elección de los enfoques, está a años luz de la del insuperable Viejo. Después tenemos a Daniel González, quien reinterpreta una obra de Eduardo Acevedo Díaz. El dibujo es alucinante, con una técnica asombrosa, en un punto tributaria de las historias cortas de Enrique Breccia (tipo la de la guerra de Argelia), muy en sintonía con lo que en aquella misma época hacía el grosso español Andrés G. Leiva, pero acotado a una grilla de viñetas widescreen que no se altera casi nunca.
Otro virtuoso dibujante, que claramente estudió al Viejo Breccia y a Carlos Nine, es Tunda, a quien aquí le toca adaptar un cuento de Enrique Estrázulas. Tunda opta por contar la historia sin palabras y el resultado es muy bello y muy sutil. Y finalmente, otra bestia del dibujo, el superdotado Renzo Vayra, al que le toca adaptar nada menos que a Horacio Quiroga. Un delirio, mal. Vayra te detona las retinas con su trazo, le pone a cada viñeta un vuelo, una magia, que no se puede creer… pero en ningún momento se preocupa por contar la historia con sus dibujos. La misma avanza a los tumbos por los bloques de texto, mientras Renzo dibuja lo que se le canta, totalmente desconectado del fluir de la trama y del ensamblaje entre letras y dibujos que uno espera encontrar en una historieta. Son 21 páginas para mirar mil horas, con varias mudas de ropa interior a mano. Pero como pieza narrativa se cae a pedazos, lamentablemente. Al libro le sobran MUCHAS páginas dedicadas a cualquier cosa menos a reproducir historietas, y aun hoy se consigue sin mayor dificultad en el país hermano.
Y liquido muy rápido la reseña del Vol.5 de Las Águilas de Roma, que finalmente pude conseguir después de mucho buscarlo. Hace poquito Enrico Marini confirmó que va a retomar la serie este año, o sea que esto que desde 2016 se hacía pasar por el final de la saga ya no lo es. Me parece bastante lógico que haya más tomos, no solo por la magnífica calidad de este álbum y los anteriores, sino porque queda claro que el Vol.5 no cierra todas las puntas. No sé si cuando Marini publicó este álbum ya sabía que la serie iba a continuar, pero es obvio que el suizo se esforzó por dejar abierta una ventanita por la que puedan reaparecer los personajes principales (por lo menos los que quedaron vivos) y se puedan reavivar los conflictos.
Ojo: el Vol.5 también se la re-banca como final de la serie. Todo lo que querías que se resolviera, se resuelve, y encima de una manera grandiosa. Son 60 páginas de una intensidad que te pasa por encima, épicas, dramáticas, violentas, por momentos desoladoras por la crueldad con la que Marini narra los hechos. Y por supuesto, aunque el guion fuera un vómito recalentado, se disfrutaría igual, porque el dibujo es tan perfecto, cada viñeta está tan bien plantada, tan bien compuesta, tan bien coloreada, que nada más importa.
Nada más, por hoy. Gracias totales y hasta pronto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario