Hora de bajar un cambio y
escribir unas reseñitas, en este primer (y hermoso) día de otoño.
Arranco en 2000, cuando se
publica en Francia y España este álbum con 45 planchas de Agrippine, de la capa
máxima del humor costumbrista, Claire Bretécher. En historietas de una página
con una cantidad de cuadros que fluctúa entre los 9 y los 12, Bretécher nos
invita a conocer a Agrippine, una chica de escuela secundaria, de unos 15 ó 16
años, ya en edad de tener novios y darle cada vez menos pelota a los padres y a
los profesores. Bretécher satiriza sin piedad a estas chicas huecas a las que
sólo les interesa la música, la ropa, los chongos y la forma de conseguir guita
para comprar ropa, ir a recitales y salir con chongos. Estamos hablando (como
supondrás) de chicas de clase media sin sobresaltos, el target favorito de esta
autora, que obviamente no desaprovecha la oportunidad de clavarle varios tiros
por elevación a los padres de Agrippine, típicos burgueses a los que se les cae
muy a menudo la careta. El que mejor parado sale es Tristán, el hermanito menor
de Agrippine, que podría ser una especie de pre-Titeuf, un Titeuf con un par de
años menos que el célebre personaje de Zep.
Con este elenco y este
contexto, uno supone que las 45 planchas funcionan como un bombardeo de chistes
y carcajadas que te deja las mandúbulas doloridas. Y la verdad que no, que no
son pocas las mini-comedias de Agrippine que no me causaron gracia. En algunos
casos esto es intencional: me queda claro que lo que busca Bretécher es
invitarnos a reflexionar más que a cagarnos de risa. En otros casos, los
chistes se empantanan en la traducción al castellano de España, o en la
referencia a elementos y situaciones de una coyuntura que me queda medio lejos.
Lo cierto es que me reí y me divertí, pero menos que con Les Frustrées o con
Cellulite, que son las otras de esta autora que vimos acá en el blog.
Obviamente lo que no decae
nunca es el nivel del dibujo (que acá es exquisito), el poder de observación de
Bretécher y su inigualable timing para la comedia. Elementos que, lógicamente,
garantizan que uno se quiera quedar con este libro y trate de conseguir otros
de la misma colección.
Me vengo a Argentina donde
a fines de 2018 se recopiló en libro Dr. Oscuro, una serie que Roberto Barreiro
y Lucas Varela realizaron para el fanzine Kapop! entre 1999 y 2000. Esto está
hecho en simultáneo con Los Hermanos Segelín (ver reseña del 09/03/17) y sin
embargo no tiene NADA que ver con esa historieta, ni en el tono de los guiones,
ni en la estructura del relato, ni en el planteo estético del dibujante. Donde
los Segelín funcionaban como parodia a los clásicos aventureros que buscaban
tesoros en parajes exóticos, el Dr. Oscuro le da a Barreiro la posibilidad de
homenajear a los pulps y los seriales de los años ´30 y ´40, con justicieros
enmascarados, sectas orientales, asesinatos, experimentos bizarros y hasta un
zeppelin gigante.
El misterio está bueno,
está bien llevado, y si bien Barreiro mete mucho diálogo, es por un lado para
darle onda y gracia a los personajes y por el otro para explicitar algunas de
las cosas que suceden a lo largo de la obra, que son unas cuantas y bastante
retorcidas. A lo mejor, sin esa información que nos brindan los diálogos, no se
entendía todo lo que pasa en este relato. El personaje del título, el Dr.
Oscuro, no es exactamente el protagonista, ni el personaje que más le interesa
desarrollar a Barreiro. De alguna manera elige dejarlo ahí, bajo un halo de
ambigüedad, enroscado en un enigma que el resto de los personajes no tienen
chances de resolver. Con buen criterio, el guionista elige darle mucha más
carnadura a Jones y Steele, los personajes con los que se supone que se tienen
que identificar los lectores. Lo más raro (y que también funciona
sorprendentemente bien) es que los personajes se tratan de vos y usan todo el
slang argento, aunque queda clarísimo que la historia NO transcurre en Buenos
Aires, ni remotamente cerca.
El dibujo de Varela está
ajustadísimo, más realista, con más manchas, sombras y tramas mecánicas, más
cercano a lo que veríamos años después en Sasha Despierta (ver reseña del 17/06/12).
Cuando faltan 13 ó 14 páginas para el final, a los autores les cae la ficha de
que la única forma de resolver todas las puntas argumentales abiertas es
metiendo más cuadros por página, y Varela reconfigura la planificación para
pasar de una puesta más “de comic yanki” a una bien “de comic europeo”, con páginas
de 9, 10 o inclusive 11 viñetas. Obviamente en estas últimas no se luce tanto,
pero de todos modos el dibujo no pierde fuerza ni belleza ni claridad.
A 20 años de su primera
aparición, Dr. Oscuro todavía se puede recomendar sin ningún prurito a los fans
de la aventura clásica, con buenos, malos, peligros zarpados y combates a todo
o nada.
Esto es todo por hoy.
Prometo volver pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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