martes, 18 de marzo de 2025
HISTORIETAS DE AUTOAYUDA
Por esa magia caótica de los montañas donde se apilan los libros que tengo sin leer, en los últimos días me tocó entrarle a dos obras que se apoyan en un mensaje muy particular, vinculadas más a valores espirituales que a las clásicas aventuras de buenos contra malos.
La primera se titula Aymará, se publicó en 2021 y es obra de dos autores brasileños: la guionista (que a veces también trabaja como ilustradora) Rita Foelker y el asombroso dibujante Laudo Ferreira. A lo largo de 90 páginas, Aymará nos cuenta cómo un viaje de vacaciones que emprende Ariel (una joven periodista de una revista de actualidad) junto a sus compañeros, se convierte en un viaje hacia el interior de ella misma, hacia su espiritualidad, hacia una percepción mucho más vasta de sí misma, de su rol en la vida, de su forma de vincularse con los demás, con la magia, con la muerte, con todo aquello que -en principio- no tiene demasiada explicación. A partir de su encuentro con un chamán, las lecturas, las reflexiones y hasta las experiencias psicotrópicas de Ariel van a cobrar otra dimensión, otro vuelo, que le van a permitir conocerse a ella misma de otra manera. También habrá conflictos fuertes, y hasta alguna que otra escena donde la violencia cobra protagonismo, pero están puestas ahí para que el comic no consista exclusivamente en diálogos. O por lo menos eso parece a primera vista. Después vamos a descubrir cómo ese tipo violento, cómo esa mina traicionera, son importantes para revelar verdades que Ariel va a necesitar en su viaje espiritual.
Se nota que Foelker estudió el tema, porque además de bajadas de línea new age, ayahuasca y demás, habla de poetas como William Blake, novelistas como Aldous Huxley y filósofos como Ken Wilber, en amenos intercambios entre Ariel y Aymará, el chamán, que es claramente un indígena, pero conoce a la perfección todas estas teorías, conjeturas y fumanchereadas varias sobre la percepción, la conciencia y la conexión con el Más Allá. En un punto, resulta evidente que Ariel es básicamente un alter ego de la guionista, que pone en boca del personaje lo que ella quiere decir, en base a todo esto que investigó. Y ese es el talón de Aquiles de esta obra: se habla demasiado. Hay escenas mudas, hay unas doble-splash pages con poco texto, pero en general, es una obra muy hablada.
Para compensar el posible embole que te puede generar tanta perorata (sobre todo si no te interesa el tema), tenemos lo que sin dudas es el principal atractivo de Aymará: el dibujo de Laudo Ferreira, un artista descomunal, con un grafismo muy emparentado con el de Marcos Vergara y un talento imposible para la narrativa gráfica. Ferreira es un mago del claroscuro, con un dominio absoluto de todas las posibilidades que entrega el blanco y negro puro. No tiene problemas en armar sus secuencias en cuatro tiras, con varios cuadros por tira, y tampoco en detonar nuestras retinas con imágenes alucinantes (e incluso alucinógenas, porque coinciden con los momentos en los que los personajes consumen sustancias "raras") que ocupan una página entera, o incluso dos. Ferreira no intenta ningún grado de realismo, pero el lenguaje corporal y facial de sus personajes (hiper plásticos, hiper expresivos) habla a las claras de un gran observador de la realidad. Conocí a Ferreira en la CCXP de San Pablo y hasta le compré este libro a él, en su mesa en el Artist Valley. Me arrepiento profundamente de haber comprado solo este, porque tenía varios más y -si están todos dibujados como Aymará- quiero tener TODO lo que haga esta bestia. Ojalá esta obra se traduzca al castellano y circule más allá del circuito brazuca, que es enorme, pero está muy limitado por el tema del idioma.
Allá por el 16/08/23, veíamos en este espacio el primer tomo de Distancia, ese "pseudo-manga" argentino en el que Jonatan Catalano oficiaba de guionista. Ahora me topé con El Puente, otro "pseudo-manga" argentino con la firma de Catalano, pero ahora el autor se hace cargo también de los dibujos... con resultados bastante poco convincentes. El Puente es una obra 100% basada en las emociones, y las expresiones faciales tienen un rol fundamental. Paradójicamente, es lo que peor dibuja Catalano. Y casi lo único, porque los fondos escasean más que los dólares en el Banco Central, y cuando aparecen autos o motos, se nota que están calcados o copiados de fotos. A aquel pecado original de Catalano, que fue publicar la primera parte de Distancia sin tener la menor idea de cuándo iba a salir la segunda, hay que sumarle uno más, que es haber dibujado él mismo un guion que requería capacidades con las que, a mi juicio, no cuenta. Lo mejor que tiene la faz gráfica es la aplicación de las tramas de grises, que están muy logradas.
Después, las casi 115 páginas de El Puente se me hicieron largas, creo que porque pasan pocas cosas. No tiene esas típicas escenas de los mangas en los que desaparecen los textos a lo largo de varias páginas: texto, no falta nunca. Stef y el hombre del maletín (cuyo nombre no sabemos) hablan muchísimo, discuten, se cuentan cosas... mientras la acción sigue ahí, congelada en un único escenario como si se tratara de una obra de teatro con escaso presupuesto.
En una síntesis grosera del argumento, podríamos decir que El Puente es un debate entre un tipo que planea suicidarse y una especie de pibita fantasma copada, que lo intenta disuadir. Entonces se habla de cosas trascendentales, como el sentido de la vida, la esperanza, la fuerza interior que nos impulsa a seguir vivos, la lucha contra la adversidad, lo que dejamos en nuestros seres queridos cuando nos vamos de este mundo... Es interesante, por momentos me enganchó bastante la discusión entre las miradas que contrapone Catalano, pero me parece que se podía hacer todo eso en muchas menos páginas. Cuando en la página 61 el hombre del maletín se saca y le grita a Stef "¡Basta, basta de historias!", me sumé sin dudarlo a su clamor. Ya está, macho, ya entendimos. Ahora avanzá con el conflicto central, así no nos dormimos... Y después sí, hay un in crescendo, un climax dramático, y una resolución convincente. Lenta, pero convincente.
Si -como me pasó a mí- esperabas alguna explicación de por qué Stef existe como fantasma y se puede comunicar solo con quienes intentan suicidarse, te cuento que no la vas a encontrar en estas páginas. El elemento sobrenatural está ahí para que el tipo del maletín tenga con quién hablar, con quién armar ese frontón discursivo acerca de los pro y los contra de mandar todo a la puta que lo parió y saltar de un puente hacia una muerte segura. Y no mucho más, porque Stef es un personaje definido con brocha gruesa, sin mayor profundidad.
En fin... lanzar un comic basado en un debate sobre el suicido es una timba muy riesgosa, que lo dibuje un guionista que no tiene experiencia como dibujante es aún más riesgoso, y publicarlo con el nombre de un autor que dejó colgados a los lectores hace varios años con el Vol.1 de una obra que estaba buena pero nunca continuó, ya es prácticamente suicida. Para salir bien parada contra todos esos "peros", El Puente tendría que ser una fuckin´ obra maestra, un tanque insumergible, una gema irreprochable. Y no lo es, y para mi gusto ni se le acerca.
Esto es todo por hoy. Sigo leyendo y nos reencontramos pronto acá en el blog. Ah, no se olviden que el sábado y domingo estamos en el espacio cultural Vuela el Pez con el evento de los Premios Cinder, una verdadera fiesta de la historieta argentina, en un lugar muy copado de la ciudad de Buenos Aires y con entrada libre y gratuita.
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