Día asqueroso, de frío y
pandemia, ideal para quedarse en casa y leer comics. Yo acá tengo dos lecturas
para compartir.
Tarde pero seguro le di
una posibilidad a Joe Bar Team, una historieta francesa que rompe todo desde
1990, y que llegó a tener su propia revista. Se trata de una serie de humor
creada por Bar2 (Christian Debarre) y centrada en una bandita de cuatro
adultescentes fanáticos de las motos… y de correr picadas en moto. En la
edición española de Glénat les cambiaron los nombres a los personajes de modo
bastante grotesco, pero investigando un poco, descubrí que en la versión
original los nombres son a su vez juegos de palabras con cosas relacionadas a las
motos y la velocidad, así como los nombres de los personajes de la aldea de
Astérix (e incluso los romanos) suelen hacer referencia a otras cosas. Con esa
salvedad, la edición española conserva intacta la gracia de los chistes de
Bar2, siempre desarrollados en una única página, con una cantidad de viñetas
que puede ir de una a 12, según lo que tenga ganas de contar el autor en cada
plancha.
El repertorio temático es
amplio, hay por lo menos un personaje secundario bien logrado (Joe, el dueño
del bar), la grosería y la mala leche están puestas en dosis muy equilibradas y
el mensaje subyacente de la serie es “estos tipos adictos al vértigo y la
velocidad son, en realidad, cuatro nabos de cuidado”. En cuanto al apartado
gráfico, ya desde la portada se percibe algo que adentro se hace absolutamente
insoslayable: Bar2 es un clon exacto del mejor André Franquin. Esto parece TODO
EL TIEMPO una historieta dibujada por Franquin, te tienen que jurar que no
apareció en las páginas del semanario Spirou y aún así cuesta creerlo. Bar2 no
descuida el más mínimo detalle en su intento por mimetizarse con el trazo de su
ídolo, con la forma de colocar las onomatopeyas, las líneas cinéticas, los
detalles en la ropa, en los fondos, las expresiones de cuerpos y rostros… Es
realmente increíble lo cerca que le pasa Bar2 a la etapa mágica de Franquin. O
sea que si sos fan del glorioso creador de Gaston Lagaffe, esto te va a
resultar muy, muy atractivo, aunque no te causen gracia los chistes de
motoqueros que se las dan de guachos-winners y en realidad son unos pobres
losers. Obviamente, el día que vea más tomos de Joe Bar Team a buen precio,
acelero a fondo.
Le meto pausa a mi lectura
de los episodios setentosos de Nippur para darle cabida a una obra reciente de
Quique Alcatena (salió en Italia en 2018 y en Argentina a principios de este
año), en la que el prócer oficia tanto de dibujante como de guionista. Las Seis
Máscaras es una aventura tradicional, la típica gesta en la que un grupo de
héroes parte rumbo a una misión y deberá confrontar con varios peligros a lo
largo del viaje para finalmente quedar frente a frente con ese destino último,
donde está en juego mucho más que la vida de los protagonistas. Es una saga de
fantasía pura, sin subtextos que hagan referencia a nada del mundo real, muy
bien estructurada, muy bien escrita, que en una de esas funcionaría mejor con
menos personajes, como para poder desarrollar un poco más a cada uno y que nos
pegue un poco más fuerte cuando los vemos… encontrarse con ese destino final.
Aún así, con ese elenco un poco superpoblado, tenemos una epopeya que avanza a
muy buen ritmo y te mantiene entretenido a lo largo de 144 páginas, por
supuesto dibujadas a un nivel aniquilador por un Alcatena que nunca baja de los
10 puntos.
¿Qué le falta a Las Seis Máscaras?
Y, el toque mágico de Eduardo Mazzitelli. Uno ya se acostumbró a la dupla
Mazzitelli-Alcatena y cuando lee una obra “solista” de Quique extraña esos
bloques de texto brillantes de Eduardo, con esas reflexiones y esas sentencias
demoledoras sobre la vida y la muerte, el amor y la guerra, el poder y la
desolación. Alcatena domina tan bien como Mazzitelli ese sentido de la épica,
de la aventura a todo nada contra los villanos más malvados, los ejércitos más
poderosos, las sombras más tenebrosas, los monstruos más jodidos, pero le falta
ese plus, ese vuelo que le pone Mazzitelli a los textos para hacerlos resonar
con fuerza, para que funcionen como un puente directo y conmovedor entre los
mundos fantásticos donde viven sus personajes y la vida real de los lectores.
En una palabra, para que trasciendan. No es que al faltarle ese plus Las Seis
Máscaras se lea como una obra “renga” o fallida, en absoluto. Como ya dije, es
una historia muy sólida, que funciona muy, muy bien. Pero uno siempre quiere
más, especialmente de los más grandes.
Excelente la edición a
cargo de Utopía (una de las pocas editoriales locales que nunca había publicado
obras de Quique), con una Ratio Accorsi ideal: sólo cuatro páginas sin
historieta en un libro de 148. No tengo más libros de Alcatena sin leer, pero
me chusmearon por ahí que se viene un título nuevo con Mazzitelli en Loco
Rabia, ni bien se relaje un poco el tema del confinamiento. Como siempre, le
pongo toneladas de fichas, sin tener la más puta idea ni de la temática, ni de
la extensión, ni de nada.
Y hasta acá llegamos. Ni
bien tenga leídos un par de libritos más, nos reencontramos con nuevas reseñas
acá en el blog.
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