el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 8 de diciembre de 2022

DOS MAESTROS Y DOS OPERAS PRIMAS

Tengo otros tres libritos leídos, siempre dentro de la consigna de "material de autores argentinos publicado en 2022". Empiezo con Diarios Zombies, una obra que reúne a la dupla integrada por los consagrados Ricardo Ferrari y Horacio Lalia. Lo primero que me viene a la mente es que no puedo creer lo fea que es la portada. Falta que venga con un cartelito que te diga "por favor NO compres este libro". A mí además no me gustan los zombies, o sea que antes de empezar a leer el prólogo, ya estaba en -20. Adentro me encontré con un trabajo que tiene la intención de ser un buen comic. No es choreo, no es fan service, no es pochoclo. Ferrari demuestra que, incluso dentro de una temática tan trillada y remanida como la de los zombies, se puede ser original y sorprender al lector con ideas novedosas. Acá hay un guionista inteligente, que además de entender la lógica de la aventura entiende las implicancias científicas de lo que le hace hacer a los personajes y, si bien en los diálogos no me encontré con nada demasiado destacable, hay un muy buen nivel en los bloques de texto. Al dibujo de Lalia lo encontré un poco estático, con poca fluidez. Como siempre, las escenas más tétricas son las que mejor retrata la pluma del maestro, y también como ya es costumbre, a veces las viñetas están distribuidas en la página de tal modo que no sabés cuál viene a continuación de la que acabás de leer. La colocación de los textos ayuda un poco a sortear estos baches, pero hubo momentos en los que me encontré leyendo de derecha a izquierda, como si Diarios Zombies fuera un manga. Si fan incondicional de Ferrari, o de Lalia, o te interesa a full la temática de los zombies, no tengo dudas de que vas a pasarla muy bien con este libro. Si no, me imagino que te va a rendir más apostar por otro material.
Me voy a Córdoba, donde este año se publicó un trabajo de autores que no conocía: Matías Moretta y Simón Aiziczon. El comic se titula Dominus Dixit y es una gran oportunidad desaprovechada. ¿Por qué digo esto? Porque el argumento es muy interesante, el guion es buenísimo, hay diálogos excelentes, la línea que baja pega con todo, me vinculé emocionalmente con los personajes, encontré buenas ideas, imaginación, riesgo... pero el dibujo es tan precario que la historieta no tiene chances de llegar a buen puerto. Aiziczon combina torpemente un montón de técnicas en cada viñeta, y le queda una cosa desprolija, sucia, donde se nota demasiado que lo que vemos en la página NO es lo que el autor visualizó en su mente. Sobre el final, cuando empieza a manejar un poco mejor las aguadas, la faz gráfica pareciera encaminarse, pero para llegar hasta ahí hay que ser realmente muy valiente. Miro la biografía que acompaña al comic y descubro que Aiziczon nació en 2004, o sea que publicó este trabajo justo antes o justo después de cumplir 18 años. ¿Hace falta apurarse tanto? ¿No es mejor esperar, seguir adelante con los estudios, aprender, dominar bien las técnicas de dibujo y después publicar? ¿Ya no es más el fanzine el terreno para que los novatos pulan sus habilidades, adquieran las que les faltan y se fogueen antes de saltar a formatos más perdurables? La verdad que es una lástima. Entre los titubeos gráficos de Aiziczon y las más de 20 páginas que el libro le dedica a carátulas, textos y pin-ups, el balance de Dominus Dixit me da negativo... y eso que el guion me pareció muy, muy notable.
Y cierro con Urban Scissors, obra de otro autor al que no conocía, en este caso Martín Miranda. De nuevo, la lectura me deja un sabor agridulce. Acá me encontré con una bestia del dibujo, un pibe que la rompe en el diseño de personajes, que tiene un trazo potente, ganchero, super dinámico, personajes expresivos onda el Jamie Hewlett más ido al carajo, un talento descomunal para la aplicación de grises digno de los primeros trabajos de Sergio Bleda o Fernando de Felipe, páginas muy bien equilibradas entre espacios blancos y masas negras... Creo que toda la faz gráfica me pareció alucinante, hasta que traté de leer la historia. Ahí descubrí que la historia NO se entiende. Todas estas virtudes que vi en el dibujo de Miranda no se aplican a la función narrativa que debe cumplir el dibujo en una historieta. Nunca encontré la narración, se me perdió en un maremagnum adrenalínico de imágenes estridentes y flasheras. Creo que en todo el libro no hay una sola secuencia en la que se pueda distinguir de modo diáfano quiénes son los personajes y dónde están. Es todo un kilombo muy bien dibujado, pero tan pasado de rosca que no entendí nada. En medio de este océano revuelto, cada tanto sacan la cabeza para respirar unos diálogos muy graciosos, con mucha onda, pero que no me sirvieron para clarificar el relato, que es donde Urban Scissors se me cayó a pedazos. Por el contrario, los globos que usa Miranda para contener los diálogos son tan grandes que cobran mucho peso gráfico en la página y funcionan como un elemento más, como si hubiera pocos, lo cual magnifica la sensación de puesta en página caótica, poco planificada y -a la larga- anti-narrativa. Otra lástima. Este autor, con un guionista que le describa mínimamente qué poner y qué dejar afuera en cada viñeta para no marear al lector, podría ser un verdadero crack. Nada más, por hoy. Mañana por suerte vuelve el futbol. ¡Vamos Argentina!

1 comentario:

Andrés Accorsi dijo...

No, nunca la leí.
Acepto donaciones.